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LUGARES DE LO COLECTIVO
EN LA HISTORIA LOCAL
Asociaciones, trabajadores y estudiantes en la zona santafesina
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LUGARES DE LO COLECTIVO
EN LA HISTORIA LOCAL
Asociaciones, trabajadores y estudiantes en la zona santafesina
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Lugares de lo colectivo en la historia local : asociaciones, trabajadores y estudiantes en la
zona santafesina / Luciano P.J. Alonso ... [et al.] ; compilado por Luciano P.J. Alonso ; Nata-
lia Vega. - 1a ed . - Santa Fe : María Muratore Ediciones, 2016.
244 p. ; 21 x 14 cm.
ISBN 978-987-45704-2-0
© 2016
Primera edición, Agosto de 2016.
ISBN 978-987-45704-2-0
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ÍNDICE
• A modo de presentación 09
Natalia Vega
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• Movilización social en épocas de privatización. 195
Los trabajadores ferroviarios de Laguna Paiva
frente al cierre de los talleres, 1992–1993
Carolina Brandolini
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A modo de presentación
Natalia Vega
1) Aguila, Gabriela “Las escalas de análisis en los estudios sobre el pasado reciente: a modo
de introducción”, en Avances del Cesor Año XII, Nº 12, Rosario, 2015.
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cal/regional aporte a explicar un problema general, articulando siempre otras
escalas de análisis (la estatal–nacional, la regional supraestatal o incluso la
mundial). Por ello, la inserción de los actores y espacios locales en contextos
más amplios es una preocupación común a todos los autores de este libro.
Además de una mirada centrada en lo local, los trabajos aquí reunidos
comparten un mismo interés: todos están preocupados por esclarecer las
formas y características que en determinadas situaciones y períodos his-
tóricos asume el accionar colectivo. De manera tal que el estudio y trata-
miento de diversas modalidades de acción colectiva es el eje que atraviesa
todo el libro y le da unidad. Atendiendo a ello y en aras de posibilitar el
acercamiento del lector a la perspectiva teórica que comparten los autores
y que orienta la obra, a continuación se realizan unas breves consideracio-
nes conceptuales relativas a esa noción y a otras a ella articuladas.
La acción colectiva, puede ser definida como “acción conjunta de indi-
viduos para la defensa de sus intereses comunes”2. La misma va más allá de
la agregación o suma de voluntades individuales, en tanto para que exista un
interés colectivo y el desarrollo de unas expectativas comunes debe darse un
proceso de auto-identificación, el reconocimiento de un “nosotros” al interior
de un determinado grupo que le brinde una identidad compartida y lo distin-
ga de otros grupos y actores sociales. Esa acción colectiva puede suponer
tanto episodios de cooperación como de conflicto y puede adoptar múltiples
formas: puede ser breve o mantenida, institucionalizada o disruptiva, monó-
tona o dramática. A su vez, los actores que la emprenden pueden estar cons-
tituidos por corporaciones o grupos de interés (por ejemplo: asociaciones
patronales, sindicatos de trabajadores, agrupaciones estudiantiles), pero tam-
bién por nucleamientos más laxos como las redes de amistad o de vecinos.
Ahora bien, una parte importante de los estudios centrados en el ac-
cionar colectivo presta especial atención a un tipo particular de acción, la
acción colectiva contenciosa. Lo que distingue a ésta es que supone siem-
pre un enfrentamiento, un desafío y, por tanto, es discontinua: “…no está
construida sobre rutinas diarias y tiene implicancias para los intereses de
personas distintas al grupo que actúa así como para los propios intereses
compartidos de los actores"3. Siempre involucra una tercera parte, implica
2) Revilla Blanco, Marisa “El concepto de movimiento social: acción, identidad y sentido”,
en Revilla Blanco, Marisa (comp.) Movimientos sociales, acción e identidad, monográfico
de Zona Abierta Nº 69, Madrid, 1994, p. 186.
3) Tilly, Charles “Acción colectiva”, en Apuntes de investigación del CECyP Año IV, N° 6,
Buenos Aires, 2000, p.10.
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amenazas a la distribución existente del poder e incita a la vigilancia o re-
presión por parte de las autoridades públicas. Cabe destacar que la acción
colectiva contenciosa así entendida coincide con lo que en otras perspecti-
vas teóricas se denomina protesta, rebelión o disturbio.
El cientista social norteamericano Charles Tilly señala cuatro caracterís-
ticas centrales de la acción colectiva en general, y de la contenciosa en par-
ticular: 1– ésta ocurre como parte de la interacción entre personas y grupos
y no como performance individual; 2– opera siempre dentro de los límites
impuestos por instituciones y prácticas preexistentes y por entendimientos
compartidos; 3– quienes participan aprenden, innovan y construyen en el
propio curso de ese accionar; y 4– las interacciones situadas generan me-
morias, historias, antecedentes, acuerdos y relaciones sociales, por lo tanto
cada forma de acción colectiva tiene una historia que dirige y transforma
los usos subsecuentes de la misma. De allí que sostiene que las acciones
colectivas caen dentro de conjuntos bien definidos y limitados que son par-
ticulares de ciertos actores, épocas, lugares y circunstancias estratégicas: los
repertorios de acción (expresión tomada del ámbito teatral). Dicha noción
indica a la vez, diversidad y limitación. Para un grupo o actor colectivo hay
varias posibilidades entre las que elegir, pero el número de opciones no es
ilimitado. Quienes participan de un enfrentamiento cuentan con un determi-
nado repertorio bien definido, adquirido por ellos a partir de un proceso de
aprendizaje y dentro del cual pueden desarrollar ciertas variaciones.
Tan permanentes son esos repertorios que solo el conjunto de cambios
estructurales que se produjeron en los países occidentales desde finales del
siglo XVIII pudo generar la sustitución gradual de un tipo tradicional por
otro nuevo, moderno. En especial esa sustitución se produjo de la mano de la
consolidación del Estado nación y su creciente penetración y apropiación de
esferas antes exclusivas de la sociedad civil y de la extensión de relaciones
capitalistas de producción, con sus consecuentes transformaciones sociales y
culturales. El repertorio moderno de acción se caracteriza por ser: cosmopo-
lita, es decir por incluir un amplio rango de asuntos y objetivos, entre ellos y
de modo enfático, asuntos de índole nacional; modular, por utilizar las mis-
mas formas de acción para una amplia gama de asuntos, en donde iguales
formatos sirven a distintos actores y reivindicaciones en diferentes lugares; y
autónomo, sus participantes se dirigen al objeto de sus reclamos en su propio
nombre, y en general, a través de interlocutores de su mismo rango o grupo4.
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Centrado en unas pocas rutinas claves de confrontación, el repertorio mo-
derno puede adaptarse a una gran variedad de situaciones y sus elementos
pueden combinarse en grandes campañas de acción colectiva5.
Paralelamente al surgimiento del repertorio de acción moderno, y en
estrecha relación con el mismo, se produjo también la difusión de una nue-
va forma de asociación. La misma, a diferencia de las antiguas, suponía la
afiliación libre, voluntaria y privada de los individuos y tenía por objetivo
defender los intereses y valores comunes de sus miembros, así como gene-
rar ámbitos de ayuda mutua y cooperación entre ellos. La asociación con
fines específicos se fue convirtiendo en una forma modular de asociación
de las sociedades occidentales y fue fomentada por los Estados liberales,
aunque también es correcto señalar que, en muchas ocasiones, se constitu-
yó en instrumento de contestación a esas mismas agencias estatales. Los
clubes, las sociedades de beneficencia, las logias masónicas, las asociacio-
nes de extranjeros, las sociedades de ayuda mutua, son solo algunos ejem-
plos de esta forma asociativa moderna. Ahora bien, las asociaciones son
solo un aspecto –el formal– de la sociabilidad. Ésta remite a “…la aptitud
de los hombres para relacionarse en colectivos más o menos estables, más
o menos numerosos, y a las formas, ámbitos y manifestaciones de vida
colectiva que se estructuran con ese objetivo6. Por lo tanto, las distintas
formas asociativas deben comprenderse siempre en el marco de circuitos
y espacios más amplios e informales de sociabilidad en los que tienen sus
orígenes o con los que mantienen relaciones estrechas; circuitos y espacios
que, desde fines del siglo XVIII –al menos para las sociedades europeas oc-
cidentales–, también habían ido adquiriendo nuevos rasgos y configurando
prácticas sociales novedosas. Cafés, bares, restaurantes, bibliotecas y salas
de lectura, hipódromos, paseos y parques, la calle, el barrio, la fábrica, el
centro de estudiantes y la oficina, fueron algunos de los ámbitos propios de
la sociabilidad moderna.
Los cambios en el repertorio y en las formas de sociabilidad y aso-
ciación facilitaron la aparición de los movimientos sociales: “…desafíos
colectivos de personas que comparten objetivos comunes y solidaridad en
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una interacción mantenida con las elites, los oponentes y las autoridades”7.
Así entendidos, los movimientos sociales son formas de acción colectiva
de la Modernidad avanzada que se caracterizan por poseer cuatro rasgos
fundamentales. En primer lugar, y en tanto desafíos, el recurso a la acción
colectiva contenciosa es la base de los mismos, su característica distintiva.
Por otro lado, las personas pueden conformar un movimiento en la medi-
da que poseen objetivos, exigencias comunes derivadas de unos mismos
intereses y, o de valores compartidos. En tercer lugar, solo cuando existe
un reconocimiento de esa comunidad de intereses, cuando se comienza a
generar una identidad de grupo que construye tanto un “nosotros” como un
“otro”, es posible encarar y mantener esos desafíos colectivos. Por último,
y a diferencias de otras formas –como las protestas episódicas o las rebe-
liones–, se caracterizan por el mantenimiento en el tiempo de los reclamos
y el antagonismo con los oponentes, para lo cual se apoyan en redes socia-
les preexistentes, a la vez que desarrollan ciertas estructuras organizativas.
Uno de los movimientos sociales que más tempranamente se configuró
y que alcanzó una gran continuidad en el tiempo y una amplia extensión
geográfica fue el movimiento obrero. Gestado sobre la base de una identi-
dad de clase y portador de unos valores, intereses y estilos de vida particu-
lares –aunque cambiantes según el lugar y la época que se considere–, supo
desarrollar formas asociativas y organizativas propias –los sindicatos, por
ejemplo– y modalidades de acción distintivas tales como la huelga, aunque
cabe señalar que ésta fue rápidamente incorporada en el repertorio de otros
actores colectivos. Dada su importancia y la centralidad del conflicto capi-
tal–trabajo en las sociedades industriales al menos hasta la primera mitad
del siglo XX, este movimiento se constituyó en modelo y patrón para el
estudio del accionar colectivo y de los distintos movimientos sociales.
La complejización de las estructuras sociales en los países más desa-
rrolladas fue gestando las condiciones de posibilidad para la emergencia
de nuevos actores y movimientos sociales en los cuales la identidad ya no
se basaba en la pertenencia a una clase; los mismos comenzaron a ensayar
otras formas organizativas y a implementar modalidades novedosas de
acción. El movimiento estudiantil fue uno de esos nuevos movimientos,
y cobró gran visibilidad y protagonismo a lo largo del siglo XX y muy
especialmente en los inicios de la segunda mitad del mismo.
Habiendo dado cuenta de algunas de las categorías y nociones centrales
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que atraviesan todos los capítulos aquí reunidos, cabe ahora mencionar bre-
vemente las temáticas y perspectivas que se desarrollan en cada uno de ellos.
El libro comienza con el abordaje, por parte de María Laura Tornay,
del ciclo asociativo que se desarrolló en la ciudad de Santa Fe en el perio-
do comprendido entre 1860 y 1930. La autora identifica distintas fases al
interior de dicho ciclo lideradas por actores colectivos muy diversos y a
lo largo del capítulo reconstruye las modalidades de acción y las formas
organizativas predominantes en cada una de ellas. Plantea que si en los pri-
meros momentos la elite nativa santafesina hegemonizó la actividad aso-
ciativa a través de la conformación de clubes y sociedades de beneficencia,
en las últimas décadas del siglo XIX asociaciones de extranjeros volcadas
a la ayuda mutua y logias masónicas que proponían modelos liberales de
fraternidad social fueron surgiendo en el escenario local, movilizando y
visibilizando a otros “públicos”. En el clivaje de los siglos XIX y XX,
de la mano de una sociedad más compleja, los intereses sectoriales y la
confrontación social se fueron imponiendo habilitando así la emergencia
de las primeras sociedades obreras y sus contrapartes, las asociaciones pa-
tronales. Cada una de estas formas asociativas es abordada atendiendo a su
composición social, sus jerarquías internas, y sus formas características de
acción y organización. A través de un recorrido tanto histórico como analí-
tico el trabajo da cuenta de la emergencia de nuevas sociabilidades propias
del asociacionismo moderno, y de la gestación de distintas esferas públicas
en el espacio social santafesino, esferas siempre relacionadas tanto a tra-
vés de la integración como del conflicto.
El segundo capítulo, escrito por Diana Bianco y Anahí Pereyra, centra
su atención en los estibadores del puerto ultramarino de Colastiné. En tanto
las autoras se abocan al estudio de los mismos en los albores del siglo XX
–1902-1910–, en la fase constitutiva de la clase y del movimiento obrero
tanto a escala local como nacional, la pregunta que orienta todo el capítulo
es si es posible considerar a estos obreros portuarios como miembros de una
clase social no ya en tanto categoría analítica utilizada por el historiador,
sino como categoría histórica. Es decir, si los propios obreros se reconocen
a sí mismos como clase y actúan en función de esa identidad. En aras de
responder esta cuestión a lo largo del trabajo analizan la composición de este
grupo de trabajadores, las características del trabajo que realizaban, las con-
diciones de contratación y paga a que eran sometidos, y muy especialmente,
las acciones colectivas contenciosas que encararon durante el periodo en es-
tudio y las formas organizativas que se dieron en defensa de sus intereses y
en oposición a quienes identificaron como sus “enemigos”: los contratistas.
El tercer trabajo es el de José Miguel Larker, quien analiza la partici-
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pación del movimiento estudiantil santafesino en el proceso de constitu-
ción de la Universidad Nacional del Litoral, proceso que abarca toda la
segunda década del siglo XX. El capítulo comienza dando cuenta de los
inicios y la trayectoria de los estudios superiores en la ciudad, destacán-
dose particularmente la creación y consolidación de la Universidad de
Santa Fe –dependiente del gobierno provincial– en el marco de un pro-
ceso modernizador de amplio alcance. Aborda los inicios de las acciones
colectivas y la movilización de la comunidad universitaria santafesina en
aras de lograr la nacionalización de los títulos expedidos por esa casa de
estudios y la apuesta, desde el principio, a la nacionalización de la propia
universidad por parte del estudiantado que ya comenzaba a organizarse
y a constituir sus primeros nucleamientos. A partir de allí el centro de la
atención recae en el accionar de ese movimiento estudiantil que se está
constituyendo y en las alianzas que teje en el marco de la lucha que em-
prende por la nacionalización de la universidad, así como también las
resistencias que encuentra a sus demandas, encarnadas fundamentalmente
en el cuerpo de profesores y la gestión de la universidad provincial.
En el capítulo siguiente, Luisina Agostini centra su atención –como an-
tes lo hicieran Bianco y Pereyra– en un sector del movimiento obrero de la
zona santafesina. Ella analiza puntualmente el accionar de los obreros ferro-
viarios de la localidad de Laguna Paiva en el marco una coyuntura crítica:
la racionalización y reestructuración del sistema ferroviario implementadas
por el gobierno nacional a principios de los años sesenta. A lo largo del
trabajo da cuenta de las peculiaridades que en esa localidad tuvo la huelga
nacional ferroviaria del año 1961: caracteriza el repertorio de acción y las es-
trategias utilizados durante el conflicto por dirigentes gremiales y trabajado-
res paivenses, alude a las articulaciones existentes entre las centrales de los
sindicatos ferroviarios y las filiales locales de los mismos y destaca especial-
mente la participación en la confrontación de las mujeres de los obreros y
de la comunidad en general, comunidad con una fuerte identidad ferroviaria
que se hizo evidente en esas circunstancias. La autora además, recupera los
sentidos otorgados a ese conflicto por los propios protagonistas visibilizando
las memorias que 50 años después aún circulan sobre aquella huelga.
En el capítulo quinto, Silvia Dejon, Nélida Diburzi y Natalia Vega ana-
lizan la politización y radicalización del movimiento estudiantil universita-
rio santafesino durante la década del sesenta. A partir del abordaje de tres
conflictos significativos que se desarrollaron en el ámbito universitario local
(“El conflicto en Química” del año 1965, la “huelga de hambre” de los es-
tudiantes de la Universidad Católica de 1968 y “La huelga del comedor” de
1971) las autoras van dando cuenta de las profundas transformaciones que
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se produjeron en las demandas, los repertorios de acción, las identidades y
las agrupaciones estudiantiles a lo largo de la década. A la vez que abordan
las alianzas que fue tejiendo ese movimiento estudiantil radicalizado con
otros actores locales y la participación protagónica del mismo en la cons-
titución y consolidación de un amplio frente anti–dictatorial que desafió
abiertamente al gobierno surgido del golpe de Estado de junio de 1966.
El trabajo de Carlos Marcelo Andelique, comparte con el que lo pre-
cede un mismo período histórico, pero desplaza la atención a los traba-
jadores docentes de la ciudad de Santa Fe, quienes en el marco de las
transformaciones económicas y en materia educativa propiciadas por el
gobierno dictatorial de la autoproclamada Revolución Argentina se mo-
vilizaron protagonizando importantes episodios de protesta. Atendiendo
a esa coyuntura conflictiva, el autor analiza las organizaciones gremiales
del sector, así como las principales demandas, los repertorios de acción y
las estrategias implementadas por los docentes santafesinos entre 1966 y
1971. Se detiene particularmente en el análisis de una huelga por tiempo
indeterminado que se desarrolló en los meses de mayo y junio de 1971.
La especial atención que le presta a ésta, deviene de que la considera
un punto de inflexión, en tanto generó niveles inéditos de confrontación
y movilización docentes, propició alianzas con otros sectores sindicales
y despertó amplias solidaridades en el escenario local santafesino; pero
fundamentalmente porque entiende que puso en tensión las auto-represen-
taciones de los propios docentes generando nuevas construcciones identi-
tarias que entraron en colisión con las preexistentes.
En el séptimo capítulo, Luciano Alonso analiza el accionar y las estra-
tegias desplegadas por la dirigencia de la seccional Santa Fe de la Unión
del Personal Civil de la Nación (UPCN) –gremio que nuclea a los em-
pleados públicos del Estado provincial santafesino–, durante la década del
setenta y los primeros años de la siguiente. La cuestión que orienta todo
el trabajo gira en torno a la necesidad, postulada por el autor, de proble-
matizar y relativizar la noción de que la dictadura militar de 1976-1983
supuso una profunda fractura para el conjunto del movimiento obrero. Sin
negar el hondo disciplinamiento social que ésta supuso para la vertiente
más combativa del mismo, el autor muestra que en el caso de la UPCN
Santa Fe, la estructura gremial y la burocracia sindical salieron fortalecidas
de la dictadura y que desplegaron similares estrategias, formas discursivas
y repertorios de acción a lo largo de toda su historia, más allá del carácter
que presentara el gobierno de turno.
El trabajo de Carolina Brandolini, como ya lo hiciera el de Luisina
Agostini para un periodo anterior, se ocupa de estudiar el accionar de los
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obreros ferroviarios de Laguna Paiva, en una nueva coyuntura crítica para
el sector: la privatización, a principios de los `90, del sistema ferroviario
nacional y el consecuente levantamiento de los ramales que atravesaban
la localidad y el cierre de los talleres que en ella funcionaban. La autora
analiza las características de las acciones desplegadas frente a esta situa-
ción por los trabajadores, las actitudes y posicionamientos asumidos por
la dirigencia local del gremio más poderoso, la Unión Ferroviaria, y las
políticas y medidas encaradas por el gobierno municipal y provincial ante la
conflictividad desatada en esa ciudad. Frente a la debilidad y falta de cohe-
sión que advierte en la resistencia y accionar de los ferroviarios paivenses,
afirma la necesidad de relativizar, al menos en este caso, los planteos teó-
ricos que consideran como elemento clave para explicar la existencia de la
movilización colectiva la presencia de una fuerte identidad previa entre los
actores. Sostiene que en el análisis se deben contemplar no solo los recursos
habilitantes de la acción, sino también los elementos contextuales e incluso
culturales que la obstaculizan, opción que ella ejemplifica en este trabajo.
El libro concluye con el capítulo escrito por María Cecilia Tonon en
el que se aborda el accionar de la dirigencia del Sindicato de Empleados
y Obreros Municipales (SEOM) de la ciudad de Rafaela en el marco de
un conflicto con el Estado local que si bien comienza en el año 2005 tuvo
su punto álgido a inicios del 2006. La autora analiza la dinámica de dicho
conflicto atendiendo a las formas de confrontación y a las prácticas que
despliega el gremio frente a la patronal, pero también a las estrategias que
éste se da para con la comunidad rafaelina, tratando de concitar apoyos
y solidaridades en una sociedad nada proclive a la movilización y la pro-
testa. También da cuenta de la resolución del mismo y de la importancia
de los logros obtenidos por los trabajadores municipales. Tonon concluye
que este conflicto significó un punto de inflexión, por las formas novedo-
sas de acción colectiva implementadas, por la interpelación a la comuni-
dad local pero fundamentalmente por entender que a partir del mismo el
grupo dirigente y el propio sindicato se consolidan y logran establecer
nuevos vínculos con el gobierno municipal más favorables a los trabaja-
dores, redefiniendo así las relaciones laborales para los años venideros.
A lo largo de la obra se abordan actores, escenarios y periodos diver-
sos del accionar colectivo, la cooperación y la conflictividad en la zona
centro de la Provincia de Santa Fe, articulando siempre lo local/regional
con escalas de análisis y procesos socio–históricos más amplios. Los au-
tores esperan con ello poder aportar a la aún en construcción Historia So-
cial de la región y la provincia, y, a la vez, contribuir al enriquecimiento y
complejización de una historia nacional que, entienden, aún mantiene un
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fuerte contenido “porteño–céntrico” en tanto persiste la tendencia en los
discursos historiográficos a trasponer realidades propias de la ciudad de
Buenos Aires, o de la región bonaerense, a la Argentina en su conjunto8.
Por último, cabe señalar que en tanto compilación de producciones in-
dependientes las unas de los otras, el libro admite la lectura de cualquiera
de sus capítulos sin necesidad de haber realizado la de los anteriores, o la
de esta presentación; pero también y por como ha sido diseñada su orga-
nización, y particularmente la disposición de los trabajos presentados, una
lectura que se ajuste al orden en que éstos aparecen habilita una primera
orientación teórica y luego un recorrido histórico coherente que va dando
cuenta de las grandes transformaciones sufridas por la región bajo estu-
dio, así como también de los diversos actores colectivos que fueron co-
brando –o perdiendo– protagonismo a lo largo de los 150 años aquí abor-
dados. Cada lector elegirá la estrategia que mejor se ajuste a sus intereses
y gustos; siempre que esa lectura genere preguntas, dudas, inquietudes
y motive reflexiones y debates, habrá colmado las expectativas de quienes
se involucraron en la producción y difusión de esta empresa colectiva.
8) Alonso, Luciano “Redes y dimensiones espaciales en la movilización por los derechos hu-
manos en Argentina”, en Avances del Cesor vol. 12, Nº 12, Rosario, Primer semestre 2015.
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Una (temprana) sociedad en movimiento.
Mutualistas, masones y otros públicos en el ciclo
asociativo de entre–siglos, 1860–1930
19
la premisa de la igualdad de sus miembros y del carácter libre y volunta-
rio de sus vínculos, lo que las diferenciaba sustancialmente de las formas
de asociación de épocas anteriores. Ellas acompañaron el surgimiento de
nuevas sociabilidades en el contexto de construcción de esferas públicas de
interlocución y confrontación a nivel provincial.
Estas asociaciones tendieron a construir lazos de pertenencia y solida-
ridad; representar y defender intereses sectoriales; desarrollar actividades
recreativas, festivas y culturales; y actuar colectivamente en el espacio
público. Resolvieron el auxilio de los “propios”, estando orientadas por
preceptos tanto liberales como reformistas o socialistas, de caridad y de ca-
rácter mutualista y benéfico. En el caso de estas últimas, integraron además
del beneficio del seguro y las actividades sociales para la creciente canti-
dad de inmigrantes solitarios o con débiles lazos familiares, la cobertura de
la salud en hospitales y la enseñanza de la lectura y escritura en escuelas y
bibliotecas de cada colectividad, contando con el apoyo del gobierno mu-
nicipal, provincial y nacional1. Los gobiernos liberales favorecieron este
desarrollo porque concebían la vida asociativa, de vínculos voluntarios e
igualitarios, como una escuela civilizatoria, un ejemplo a pequeña escala
que contribuiría a la formación de un país republicano y moderno2.
Asambleas, tenidas masónicas, tertulias, conferencias, mítines, ban-
quetes, bailes, kermeses, romerías; también misas y tedeums. He ahí las
formas que asumía la reunión social en el marco de las asociaciones.
Asambleas de varones que ejercitaban el debate cívico eligiendo autori-
dades y supervisando el desenvolvimiento contable; conferencias sobre
temas científicos, artísticos o políticos donde se sometían argumentos a la
comprensión y agrado de un cierto público; banquetes fastuosos o más mo-
destos en las sedes sociales con mesas servidas y gentes sentadas señorial-
mente al estilo burgués; kermeses populares con juegos, mujeres y niños
en ambientes más abiertos y distendidos; misas y tedeums acompañando
determinados eventos, realizadas por ejemplo en la Iglesia del Carmen, el
principal templo religioso de los extranjeros en la ciudad. Con solemnida-
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des diferentes y públicos mixtos o sexuados, estos encuentros viabilizaban
relaciones e intercambios y proyectos societales.
El desarrollo de esta cultura asociativa tuvo modalidades y fases en
consonancia no solo con el proceso inmigratorio y los cambios económicos
que afectaron al litoral argentino, sino también con momentos distintos de
conflictividad político-social. En esas fases o ciclos es posible advertir ac-
tores colectivos de protagonismo variable, que incrementaron o menguaron
–o al menos transformaron– su presencia en el espacio público santafesino.
Clubes sociales y de beneficencia dirigidos por miembros de la elite como
espacios asociativos prácticamente exclusivos en Santa Fe en los años de la
unificación política; asociaciones de extranjeros volcadas al socorro mutuo
que se sumaron masivamente a ese espacio entre 1890 y 1910 en el auge
inmigratorio; logias masónicas que lograron aparecer –y perdurar– junto a
esa transformación demográfica de la ciudad y luego de la crisis del régimen
conservador en 1890; sociedades obreras y de artesanos que centraron su
atención en la ayuda y cooperación de sectores trabajadores urbanos desde
1900; sociedades patronales que siguieron los pasos de aquellas para atender
a los intereses de los propietarios de establecimientos productivos y comer-
ciales; círculos católicos o sociedades católicas protectoras de la infancia y
la mujer que crecieron en número y accionar público desde inicios del nuevo
siglo. Son éstos los actores de momentos asociativos con rasgos comunes y
diferentes entre 1860 y 1930; luego, el modelo industrialista y la sociedad de
masas producirían sus propias formas de movilización. La observación en
profundidad de la composición socioprofesional de alguna de estas asocia-
ciones permite incluso conjeturar que ese movimiento en ciclos de protago-
nismos sociales variantes, también tuvo lugar dentro de ellas, cambiando las
proporciones de los perfiles socioeconómicos de sus miembros.
El asociacionismo tuvo entonces actores, ciclos y modos de acción
variables, que pueden ser pensados como formas de movilización, donde
se pusieron en juego posiciones sociales, visibilidades y representaciones,
es decir, poder material y simbólico. ¿Por qué considerar a todos ellos en
la evaluación de los ciclos de movilización local, a sus distintos públicos,
siendo ellos tan diferentes? Porque no se trataba de una única sociabilidad
ni de un contenido ideológico compacto ni modélico. Lo que se fue cons-
tituyendo entre fines del siglo XIX y primeras décadas del XX en Santa
Fe y el país no fue una sino distintas esferas públicas, esto es, espacios de
interacción discursiva y asociación separados de las instancias formales
estatales. Ese espacio no fue uno solo, fuerte o burgués (público cuyo dis-
curso incluyó tanto la formación de opinión como la toma de decisiones
en el espacio gubernamental) sino variado, y compuesto de otros públicos
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débiles (cuya agenda de reclamos no se impuso salvo coyunturalmente en
la esfera de la toma de decisiones)3. En un estudio histórico se vuelve ne-
cesario considerar a los múltiples públicos del asociacionismo moderno y
contemporáneo que compusieron las varias esferas públicas de un espacio
social, siempre relacionadas en la integración y el conflicto4.
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implantados en la provincia y con negocios de alcance nacional e inter-
nacional, abastecedores y contratistas del Estado provincial, funcionarios
provinciales y municipales de diversas jerarquías, profesionales y milita-
res. Los nombres de sus más de 1300 socios ingresados entre su fundación
en 1853 y 19206 dan cuenta de las actividades económicas, inserciones
políticas y estrategias de parentesco que dieron forma al club.
El Club del Orden contaba con biblioteca, una hemeroteca compuesta
de los principales diarios y revistas del país y extranjeros, y una pizarra de
noticias mercantiles con los precios “de los productos del país”, además
de restaurante y otros salones dedicados al esparcimiento y la conversa-
ción. Eran exclusivamente para los socios del club “y transeúntes presen-
tados”. Se realizaban frecuentemente tertulias, así como cenas y bailes
con orquestas, rifas, agasajos y otras actividades en diferentes ocasiones
del año, en particular las fechas patrias como el 25 de Mayo o el 9 de Ju-
lio, el carnaval, la fiesta de Corpus Christi y el aniversario del club7. Pese a
la proclamada prescindencia política, el gobierno provincial pagaba estas
celebraciones, en ocasiones costosas.
Los miembros del club incluyeron a las mujeres –aunque subordina-
damente– en esa sociabilidad: “como padres y como hermanos y esposos,
aspiran a que la mujer santafesina tenga ocasión de mostrar el relevante
mérito que debe a la naturaleza y a la educación”, proclamaban en su acta
de fundación. Con este fin promovieron reuniones y bailes donde mostraran
“las señoras y señoritas su cooperación para hacer a los desgraciados alguna
ofrenda de beneficencia”. Dispusieron una habitación “para cuarto de vestir
destinado a las señoras en las noches de tertulia”. Las rifas de “las obras de
mano” se solían destinar “a los pobres vergonzantes y a los lazarinos”. Les
encargaban organizar los bailes de disfraces y “comparsas de señoritas”.
Por intermedio de las mujeres el club realizaba la beneficencia. Cuando en
1853 la comisión directiva manifestaba su gratitud “al bello sexo santafe-
cino” por su “ardor” en la labor filantrópica “para la clase menesterosa y
afligida de la sociedad”, y reconocía que “la virtud tiene el primer lugar en
vuestro corazón”, trasladaba a ellas la tarea de caridad que se fijaban como
institución y grupo social. Les agradecían “vestir la desnudez de una parte
indigente de vuestro sexo… porque la desgracia ha puesto el sello a su exis-
23
tencia”. “Conocéis vuestros deberes”, decían en la condecoración de quie-
nes resolvían materialmente lo que se explicaba como desgracias sociales8.
Ligadas al Club del Orden, las hijas y esposas de las familias notables
de Santa Fe erigieron en 1860, con promoción del gobernador Pascual
Rosas, la “Sociedad de Beneficencia” para “la dirección y vigilancia de
las escuelas de niñas de la capital, atención y cuidado de los hospitales y
todos los establecimientos públicos, dirigidos al bien de las personas y al
alivio de la humanidad doliente”. En lo que hacía al gobierno, el decreto
de su creación revela que la tarea educacional, tutelar y proveedora que le
competía no era realizable sin el aporte de colaboradores de la sociedad
civil. Cuando años más tarde le concedían la personería legal, lo hacían
resaltando su condición de “Madre de las desamparadas”9.
No era la inclusión de mujeres en asociaciones un fenómeno frecuen-
te. Éstas eran mujeres de los grupos dominantes, que aunque partícipes de
una lógica política y social excluyentes, desde la sensibilidad para la que
estaban preparadas se dedicaron al accionar caritativo hacia aquellas “des-
afortunadas” de las clases populares, sus hijos menores y los enfermos.
Estas señoras asumieron como tareas las visitas de cárcel y de barrios
pobres, la escuela de niños y el asilo, el hospital de hombres y mujeres, el
cuidado de enfermos y lazarinos, el pedido de limosna pública y la organi-
zación de kermeses y bazares. Recibían donaciones y organizaban funcio-
nes teatrales y musicales junto a congregaciones de monjas y terceras órde-
nes. Levantaron con aportes privados y estatales el Hospital de Caridad al
sur del antiguo Cabildo y Plaza de Mayo, pero el crecimiento de la ciudad
y la necesidad de ampliación de cobertura médica y de asilo a mujeres las
llevó a emprender compras de inmuebles y su formalización jurídica como
asociación en 1893. En 1902 solicitaron al gobernador Rodolfo Freyre la
donación de un terreno e iniciaron luego la construcción del nuevo hospi-
tal en su actual emplazamiento10, que inauguraron el 9 de julio de 1909.
Junto con las “Hermanas de la Caridad Hijas de María”, congregación que
llegó a Santa Fe en 1870, se encargaron de la educación en la escuela de
niñas y la atención de los hospitales de hombres y de mujeres. Desde 1910
patrocinaron los “Premios a la Virtud” nominando a mujeres u hombres
indigentes que expresaban los ideales de religiosidad, caridad y docilidad
femenina por ellas promovidos, para las menciones “al Amor Paternal,
8) Comisión Directiva Del Club Del Orden. Club del Orden. Datos históricos… Op.Cit
9) Ministerio de Gobierno, 1893, Tomo 174, Exp. 30. (AGPSF).
10) Ministerio de Gobierno, 1903, Tomo 386, Exp. 23. (AGPSF).
24
al Amor Filial y al Amor Fraternal” –actos cuyas fotografías se hicieron
postales para propagandizar su rol tutelar–. También la Sociedad organizó
concursos florales y “exposiciones feministas”, y promovió el “Premio al
Amor Maternal”. El obispo de Santa Fe le solicitó en 1912 que organizara
un Patronato “de damas respetables de nuestra sociedad” para facilitar a los
jueces y defensores del Ministerio Público “la colocación de las menores
en casas de reconocida respetabilidad y seguridad bajo condiciones razo-
nables y equitativas”, con lo que organizaban el servicio doméstico en las
casas de la elite.11 Todas estas actividades y esta última en particular ponía
en contacto a las “Damas” con un universo social más amplio y subalterno
con quienes establecía relaciones de patronazgo y clientela, manteniendo
criterios relacionales tradicionales en una sociedad que cambiaba y que
desarrollaba una cultura de la movilización contestataria.
Los formatos asociativos se vieron expresados también en las corpo-
raciones de las clases dominantes, como parte del proceso de construcción
de un mercado interno. Los propietarios de capital de la ciudad-región se
nuclearon en entidades como el Club Comercial (de 1884), la Sociedad
Rural (fundada en 1902), la Unión Industrial (de 1924), las sociedades fe-
rroviarias (como FFCC Gran Chaco de 1868 o la francesa Fives–Lille que
operó bajo la denominación Compañía Francesa de FFCC de Santa Fe des-
de 1889), las sociedades comerciales de molinos (como la Compañía Agri-
cultora de Santa Fe de 1887 o el Molino Paso Santo Tomé de 1890), las
empresas portuarias (como la Sociedad Puerto, Depósitos y Terrenos del
Colastiné, de 1890, que reunió a dieciocho grandes inversores regionales),
los mataderos de ganado (como la Cooperativa para el Abasto de Carnes de
1890 integrada por más de treinta accionistas y la Sociedad Anónima Mer-
cado de Abasto de Santa Fe del mismo año)12. Hubo además en la ciudad
Sociedades bancarias, constructoras, de seguros, de obrajes, de hoteleros.
Con sus reuniones, ferias y exposiciones actuaron como instancias natu-
rales de representación y gestión, ya que allí se concretaban relaciones fa-
25
miliares y de amistad que coadyuvaban al proceso económico y político13.
Carreras, apuestas y aire libre convocaron a actividades plasmadas en
otros espacios de elite. En 1888 se creó el “Hipódromo Jockey Club de
Santa Fe” como Sociedad por acciones destinada a criar caballos y orga-
nizar carreras en su predio14. Pocos años después un conjunto de vecinos
fundó el “Club Regatas Santa Fe” (1892) con el objeto de permitir a sus
miembros ejercitarse en el uso y manejo de botes15. Para 1912 funcionaba
el “Santa Fe Lawn Tennis Club” para practicar el tenis inglés.
Los conciertos, bailes y fiestas de disfraces fueron espacios aprove-
chados para la distinción social, normativizándose y estilizándose. En
1896, hombres reconocidos en el ámbito de las letras de la ciudad crearon
la Sociedad Recreativa “Sol de Mayo” para “dar bailes, fiestas, paseos y
proporcionar toda clase de diversiones a los socios y sus familias”. Ella
se propuso formar una orquesta de socios músicos y establecer una mesa
de lectura y biblioteca, “admitiéndose para ella toda donación de libros,
periódicos, etc.”16. El mismo año se instaló la Sociedad “La Noche” de
Santa Fe, también como centro social con salón de lectura y biblioteca
popular, gimnasia y esgrima, juegos de ingenio, y una orquesta formada
por los miembros. Las conferencias y conciertos literarios que promovía
buscaban la formación intelectual de sus integrantes, y la biblioteca estaba
“especialmente destinada a la difusión de la instrucción en las clases so-
ciales menos acomodadas”17. A comienzos de siglo XX existían también
otras sociedades musicales, como el Centro Recreativo Musical “Unión
Santafesina” (1903) y el “Club Social” de Santa Fe (1904) orientado a
disponer de “salones para fiesta, conversaciones, reunión, lectura, juegos
de ingenio y servicio de confitería” exclusivos para sus socios. Existían
sociedades carnavalescas, como la Sociedad Musical “La Tuna” y la So-
ciedad Carnavalesca “Sol de Mayo”. El Círculo de Bellas Artes nacería en
Santa Fe en 1917 como expresión culmine de la alta cultura; en sus mu-
chas exposiciones, el Jockey Club o la Bolsa de Comercio serían algunos
13) Fernández, Sandra, Adriana Pons y Oscar Videla “Las burguesías regionales”, en Bon-
audo, Marta (dir.) Liberalismo, Estado y orden burgués (1852-1880), Sudamericana, Buenos
Aires, 1999, tomo 4 (Nueva Historia Argentina).
14) Ministerio de Gobierno, 1888, Tomo 92, Leg. 24, Exp. 17. (AGPSF).
15) Ministerio de Gobierno, 1893, Tomo 174, Exp. 41. (AGPSF).
16) Ministerio de Gobierno, 1896, Tomo 250, Exp. 13. (AGPSF).
17) Ministerio de Gobierno, 1896, Tomo 250, Exp. 3. (AGPSF).
26
de los donantes de premios a pinturas, dibujos y grabados18. Los espacios
del arte, la cultura y los deportes completaban la legitimación de estos
sectores más acomodados de la sociedad santafesina.
También los extranjeros y las colectividades inmigrantes organizaron sus
propios clubes de esparcimiento. Buscaron ámbitos más prestigiosos y selec-
tos no centrados en el mutualismo y que estuvieran dedicados al ocio, la con-
versación, los juegos de cartas, el fumar y comer; espacios donde hacer ne-
gocios, conformar opiniones políticas y habilitar a una sociabilidad de elite.
Hombres de distintas nacionalidades gestaron la “Sociedad Cosmopo-
lita” en 1884 y el “Club de Residentes Extranjeros de Santa Fe” en 1890.
La Cosmopolita, fundada al calor de los debates sobre la educación en
el país, fundó una elegante biblioteca y construyó un salón social apro-
piado para “reuniones, conferencias y demás fines de la asociación” que
versarían sobre moral, instrucción cívica, ciencia social e industria19. El
Club de Residentes Extranjeros disponía levantar salones de billar, de re-
fresco, restaurant y biblioteca, “provisto de los diarios y periódicos na-
cionales y extranjeros más interesantes, pizarras donde serán anotados el
movimiento del puerto, itinerarios de los ferrocarriles y otras noticias de
interés general”20. Pese a esta declaración de fines culturales, su estatuto y
personería jurídica fueron solicitados y aprobados como sociedad anónima
y atendiendo al Código de Comercio, lo que mostraba su más importante
actividad. Llamativamente, su primera comisión directiva estuvo predomi-
nantemente integrada por masones de una logia que acababa de constituirse
en la ciudad, y que en sus inicios tuvo una composición social distinguida.
En 1892 se fundó el “Club Español” de Santa Fe, con el objetivo de
establecer academias de instrucción y dibujo, formar una biblioteca, ins-
talar “restaurant, café, billares y todo juego no prohibido con el propósito
de proporcionar distracción a los concurrentes; dar bailes, conciertos y
representaciones teatrales”. Para ello buscó “un local conveniente y lo
más céntrico posible”. Los bailes y obras de teatro eran destinados a los
socios, sus familias y otras familias “honorables” que ellos invitaran. Para
eso publicó en los diarios “Nueva Época, Independiente y Unión Cívica
18) Ministerio de Gobierno, 1904, Tomo de Marzo, Exp. 9; 1894, Tomo 190, Exp. 14; 1910,
Exp. 25; 1917, Tomo de Noviembre; MUSEO MUNICIPAL DE BELLAS ARTES “Pri-
mer Salón de motivos típicos de la ciudad y sus alrededores”, Intendencia del Dr. Beney
[1949–1950], compilado en Biblioteca Paredes, tomo 75. (AGPSF).
19) Ministerio de Gobierno, 1884, Tomo 76, Leg. 25, Exp. 8. (AGPSF).
20) Ministerio de Gobierno, 1890, Tomo 128, Exp. 2. (AGPSF).
27
una llamada a propuestas para establecer el servicio de café en el centro y
para dotar al local de luz eléctrica”21.
Inmigrantes y mutualismo
28
políticas e ideológicas de sus miembros, atravesadas por el proceso de
unificación política peninsular.
La centralidad del elemento identitario italiano se ponía de manifiesto
en los requisitos para acceder a la categoría y beneficio de asociado. Los
estatutos de las asociaciones italianas de Santa Fe exigían de manera obli-
gatoria para sus socios activos el haber nacido en Italia, ser hijo de padre
italiano, o haber obtenido ciudadanía italiana por servicios a la patria.
Pero al mismo tiempo preveían la categoría de socio honorario, protector
o benemérito para aquellos que por sus acciones u otros motivos mere-
cieran pertenecer a la sociedad, sin distinción de nacionalidad, aunque no
gozaran de derecho a votar en las asambleas o a recibir sus beneficios. Las
exigencias se volvían más fuertes para fijar la composición de las comi-
siones directivas, excluyendo a los no italianos. Los tradicionales criterios
de decencia regulaban la admisión y los cuidados médicos o farmacéuti-
cos (no admitidos para enfermedades venéreas o embriaguez). Ampliaba
los beneficios de la asistencia a “los socios, sus esposas, hijos y cualquier
otro italiano que se encontrase en verdadera necesidad” y finalmente pro-
veía a éstos de los carruajes y cajones fúnebres. En 1930 inauguró un
panteón social en el Cementerio Municipal de Santa Fe.
Al año siguiente de reconstituirse la Unión y Benevolencia, otra enti-
dad representativa de los italianos apareció en el escenario local. La So-
ciedad Italiana “Stella di Roma” fue fundada en octubre de 187424. Sus
promotores se habían reunido en el Albergo delle Nazioni (Hotel de las
Naciones), la casa del conciudadano Andrea Arseno, el 20 de septiembre,
fecha prominente de la unidad y el movimiento laicista italianos.
La sociedad no distinguía provincias de origen o profesión de sus miem-
bros, siempre que ésta gozara del compartido criterio de honorabilidad. Sus
estatutos establecían que sería gobernada por hombres “íntegros e influ-
yentes” capaces de asistirlos y defenderlos frente al gobierno de este país y
de facilitar las relaciones con la “madre patria”. Manifestaban la intención
de cuidar en la enfermedad y la desgracia a sus socios, promover su unión,
fraternidad e instrucción civil y moral, ayudarles a conseguir trabajo y so-
correr a aquellos que hubieran quedado inhábiles para eso. Se comprometía
a trabajar por la protección de la inmigración, “dirigiéndola y socorriéndola
en caso de necesidad”. Formó para ello un “Comité Protector de la Inmi-
gración”. Como la “Unione e Benevolenza”, la “Stella di Roma” tenía su
24) Ministerio de Gobierno, Tomo 60, 1880, Leg. 34, Exp. 11. (AGPSF).
29
bandera o estandarte –la tricolor italiana–, y durante un buen tiempo escri-
bieron sus actas de sesiones en italiano. Tenía por finalidad la mediación
entre los inmigrantes y residentes italianos y las autoridades provinciales
y nacionales, absorbiendo su comisión directiva el tratamiento de todos los
asuntos concernientes a ellos con el gobierno y la autoridad local.
La asociación funcionaba también como un centro de colocación labo-
ral y de regulación patrimonial. En un registro especial se confeccionaban
listas de italianos que hubieran quedado sin trabajo junto al oficio al que
se dedicaban, para ofrecerlas en el Salón del Consejo a quienes solicitaran
operarios o agricultores. Mientras aguardaban su colocación laboral, esos
desocupados podían ser solicitados para cuidar a socios con enfermedades
de gravedad. Asimismo la asociación podía intervenir mediante una comi-
sión especial y un abogado en los casos de muerte de un socio que dejara
alguna fortuna, para que la heredad llegara íntegra a los herederos “en cual-
quier parte que se encontraran”. La integración que buscaban estas asocia-
ciones era tanto interna a los italianos como externa hacia la sociedad local.
A inicios de 1889, como iniciativa de un conjunto de italianos próspe-
ros reunidos en el salón de Unión y Benevolencia de la capital provincial,
se fundó una Sociedad con el fin de levantar un hospital para la comuni-
dad italiana de la región, que contó con un destacado apoyo consular25.
Siendo intendente Juan Arzeno, la Municipalidad de Santa Fe cedió en
1890 a la comunidad italiana los terrenos en los cuales se levantaría el
edificio. La creación de hospitales era uno de los más grandes objetivos
que las sociedades de socorro mutuo aspiraban a lograr. Los inmigrantes
y extranjeros más exitosos de cada grupo nacional y los funcionarios di-
plomáticos participaron de ellos también por el prestigio que podía darles
ser presidente o miembro de sus consejos directivos así como interactuar
con autoridades consulares del país de origen. Eran instituciones abiertas
a los connacionales y centraban su acción en torno al principio del mutua-
lismo, símbolo de la necesidad y del mundo del trabajo. En Buenos Aires
los italianos lo abrieron en 1872, los españoles en 1877 y los franceses en
1878. En Santa Fe, el “Hospital Italiano de Santa Fe y Colonias” comenzó
su construcción en 1890 y concluyó su edificio principal en 1892.
En octubre de 1891 quedó constituida en Santa Fe la Sociedad Italiana
de Mutuo Socorro e Instrucción “Circolo Napolitano” con el fin también
de representar a los italianos de la ciudad bajo estandartes propios: la ban-
25) Ministerio de Gobierno, Tomo 97, 1889, Leg. 21, Exp. 23. (AGPSF).
30
dera nacional y un escudo con el Vesubio en erupción y la estrella de
Italia. Al año siguiente solicitó al Estado provincial la aprobación de sus
estatutos26. Admitía por igual a italianos y a sus hijos nacidos en el país, y
como las demás asociaciones distinguía entre socios fundadores, activos,
honorarios y beneméritos y tenía exigencias de edad, salud, solvencia y
decencia para el ingreso. Entre sus fines estaba la asistencia médica y
farmacéutica de los asociados, la instrucción gratuita y el servicio fúne-
bre acompañado de socios. Como en otros casos societales, el Círculo
Napolitano admitía la posibilidad de confederarse con otras asociaciones,
produciendo una red de vínculos asociativos más densa. En la práctica
ello permitía a los miembros adquirir fácilmente el estatus de socio en
las sociedades confederadas y gozar de sus servicios médicos y sociales.
La Sociedad Obrera Italiana de Socorros Mutuos “Roma Nostra” se
formó en Santa Fe en marzo de 189727. Se orientaba a la instrucción y el
mantenimiento del espíritu de nacionalidad entre los italianos, fomentan-
do el hermanamiento con otras entidades semejantes. Su condición de “so-
ciedad obrera” tuvo en ella una especial gravitación, ya que asumía como
obras propias de su actividad “una Caja obrera de pequeños préstamos
reembolsables por cuotas mensuales o semanales con interés módico” o
también “un almacén y panadería cooperativos de consumo”. Su estatuto
le concedía la facultad de expandir su función hacia “cualquiera otra obra
útil que, uniendo el esfuerzo de todos, contribuya al mejoramiento y al
progreso de todos los socios y de la clase obrera en general”. A su vez,
tenía bajo su patrocinio escuelas de varones y de niñas donde se promovía
el estudio del idioma e historia italiana, pero que debían actuar “en con-
cordancia con las disposiciones de la Ley de educación de la Provincia”,
aspecto que fue exigido por el Agente Fiscal cuando “la Roma” solicitó
la personería jurídica en 1902. Las fiestas escolares y las de “premiación”
tenían lugar en el salón social, ámbito de trato distinguido y generador de
especial solemnidad para los eventos. A la construcción identitaria italia-
na sumaba una incipiente identidad de clase trabajadora.
Las reuniones y encuentros, especialmente aquellos que fortalecieran
el espíritu asociativo, tenían relevancia entre sus miembros. Además de los
bailes a beneficio, los 25 de marzo la “Roma Nostra” celebraba su aniver-
sario con una fiesta cuyo programa estaba a cargo de una comisión espe-
31
cial nombrada por los directivos. A pesar de su composición social menos
acomodada, estos festejos adoptaban los criterios de distinción de la época,
con sus mesas ornamentadas y servicio de comida. En ellos, seguramente
se reforzaban los elementos que conferían decencia. Socios efectivos o
comunes, beneméritos que no hacían uso de “los socorros”, y honorarios se
encontraban y reconocían mutuamente en sus condiciones y estatus.
En el caso de los españoles, las asociaciones mutualistas que exis-
tieron en la ciudad se inscribieron en una cadena de entidades heredadas
unas a las otras y que culminarían con la preeminencia y larga duración de
la principal de ellas. La primera fue la “Asociación Española de Socorros
Mutuos”, formada en 1881 y que hasta fines de esa década documentó
su existencia28. A su vez, de una llamada “Sociedad Tutelar” fenecida en
1891 derivó la siguiente “Sociedad Popular” de Socorros Mutuos, que
existió desde entonces hasta fines de 1897 y fue conocida en un origen
como “La Popular” y luego como “La Popular Española”29 cuando refor-
mó sus estatutos en 1896 adoptando la condición de española –no sin opo-
sición interna– para fusionarse con la “Nueva Sociedad Española de So-
corros Mutuos de Santa Fe”. Desde 1897 en adelante, ésta quedaría como
la entidad mutualista representativa de los españoles; tuvo panteón social
en el Cementerio Municipal desde sus inicios, inauguró en 1924 la “Casa
España” y en ella una gran sala de espectáculos y cine que llamó “Colón”,
construyó las instalaciones del Prado Español como club recreativo para
romerías en 1928 y levantó el importante Hospital Español en 1946.
El momento formativo de “La Popular” estuvo marcado por reagru-
pamientos y una redefinición institucional. Su primera comisión directiva
fue “con personas de responsabilidad a la cabeza”, distinguiéndose en sus
actas claros exponentes locales del régimen conservador provincial y al-
gunos españoles destacados30. Formó parte de sus tareas de publicidad y
legitimación la fiesta de “instalación” que se hizo en el salón del Teatro Ar-
gentino cedido por el Centro Español, para la cual convocaron a la Banda
de Música de la Policía y cursaron invitación a las demás asociaciones de
socorros mutuos de la ciudad “como acto de galantería”. En los discursos
28) Ministerio de Gobierno, 1881, Tomo 64, Leg. 32, Exp. 176; y 1889, Tomo 97, Leg. 21,
Exp. 10. (AGPSF).
29) Ministerio de Gobierno, 1896, Tomo 250, Exp. 19. (AGPSF).
30) Libro de Actas de la “Sociedad Popular de Socorros Mutuos” –ejemplar único–; y Li-
bros de Actas de la “Nueva Sociedad Española de Socorros Mutuos” (Archivo de la Nueva
Sociedad Española).
32
inaugurales los organizadores manifestaron ser “un núcleo importante de
vecinos afincados, miembros de las distintas clases activas de esta ciudad”.
De todos modos, “La Popular” manifestó orientarse al socorro mutuo.
En su discurso de inauguración, sus promotores expresaron como fin dotar
a Santa Fe de “una asociación de Socorros Mutuos que sea la verdadera
consoladora del triste, (…) que cuide realmente de las clases obreras en los
momentos de mayor amargura” extendiendo el beneficio “a enfermos de
todas las edades y categorías (…) no sólo a los varones adultos sino tam-
bién a las mujeres honestas que forman las delicias del hogar”. El objetivo
de la intervención social sobre las clases trabajadoras se sintetizaba en la
tarea de “llevar la mano bienhechora al seno de la familia”. La mutualidad,
presentada como la contracara de la caridad pública, fue establecida en este
caso sin distinción de “fronteras ni nacionalidad ni doctrina” afirmando
pretender una “sociedad completamente fraternal”, una “familia univer-
sal”. Su programa buscaba incluir a clases profesionales y trabajadoras
–abogados, médicos, comerciantes, artesanos–, a todas las nacionalidades
y a las mujeres, por quienes expresaban en la inauguración: “Pensemos en
la sin familia, ¿acaso no es tanto o más acreedora a encontrar una sociedad
fraternal, que le haga menos sensible la falta de elementos necesarios?”.
Más allá de esas palabras, sobre las mujeres cayeron las mismas limitacio-
nes que en otros casos. Y su accionar mutualista fue bastante limitado; más
bien su dinámica interna, advertible en parte en la escritura de sus actas,
obedeció a una lógica notabiliar, conservadora, circunscrita a pocos31.
Su transformación en “Popular Española” en 1896 mantuvo la defini-
ción mutualista y posibilitó a la “Nueva Sociedad Española”, un año más
tarde, la herencia del panteón social que construyeron en el terreno cedi-
do por la Municipalidad. Esa transferencia se producía cuando el censo
nacional mostraba el aumento de la población española en Santa Fe, que
traería consigo el surgimiento de nuevas sociedades españolas en la ciudad
y localidades vecinas32.
31) Tornay, María Laura “La ficción de la asamblea. Política notabiliar al interior de una aso-
ciación de socorro mutuo: La Popular, 1891-1897”, ponencia presentada en las XII Jornadas
Interescuelas Departamentos de Historia, Universidad Nacional del Comahue, Bariloche,
2009, inédita.
32) Micheletti, María Gabriela “Asociacionismo y espíritu étnico en Santa Fe a fines del
siglo XIX”, ponencia presentada en la Xº Jornadas Interescuelas Departamentos de Histo-
ria, Universidad Nacional de Rosario, 2005. De acuerdo al cálculo de la autora, el 6.5% que
constituían los españoles en el total de extranjeros según el censo provincial de 1887, pasó
al 12.7% en el de 1895, volviéndose la segunda colectividad de inmigrantes después de la
33
La “Asociación Española” formada en 1881 y la “Nueva Sociedad
Española” de 1896 buscaban socorrer a los socios en caso de enfermedad,
propender a su “mejoramiento moral y material”33, “estrechar la unión
de los españoles e hijos de éstos residentes en la República Argentina” y
“proporcionar recursos, si fuera posible, a los españoles transeúntes que
carezcan de ellos”34.
La “unión de los españoles” estuvo presente como fin en la asociación
de 1881, y debió constituir una preocupación mayor para la que comenzó su
existencia en 1896, en el contexto del aumento poblacional de este origen
en la provincia y a nivel internacional la crisis política española de fin de si-
glo en sus últimos dominios coloniales americanos. La de 1881 dejó senta-
do en su reglamento ser parte de una tal “Asociación Española de Socorros
Mutuos de Sud América”, evidenciando un horizonte hispanoamericano de
identidad común. Pero pese a tales previsiones, la efectiva instrumentación
de estos espacios de interacción no aparece evidenciada en la dinámica de
estas asociaciones de Santa Fe. Aparece más efectivo en todo caso la rela-
ción con su par de Rosario, a cuya junta directiva entregaría sus bienes en
caso de su disolución, por ser “la más próxima, acreditada y estable”.
Pese a los requisitos relativos a la “profesión honesta y la buena repu-
tación” que podrían haber estrechado su formación, a poco más de diez
años de existencia, la “Nueva Sociedad Española” había inscripto a unos
1.300 socios. En tanto asociación de inmigrantes de un origen nacional,
la inmensa mayoría de sus miembros eran nacidos en España, mayor-
mente de origen asturiano y balear, y de edades jóvenes. Se dedicaban
a una variedad de oficios: jornaleros, empleados de comercio, porteros,
repartidores, maquinistas y foguistas entre los numerosos dependientes; y
carpinteros, cigarreros, peluqueros, cocheros o carreros, albañiles, mozos,
panaderos, confiteros, mecánicos, zapateros, sastres, herreros, tipógrafos,
marmoleros, y tantos más entre los autónomos o presuntamente tales. La
composición trabajadora de la asociación fue notable, más allá que esa
masa social no ejerciera los cargos directivos en ningún momento.
La sobreabundancia de puestos directivos y títulos ceremoniosos den-
italiana y acompañando dicho movimiento con el aumento del número de sociedades espa-
ñolas a lo largo de la provincia, que del 11.8% del total pasaron a ser el 18.5%, mostrando el
aumento en su presencia asociativa.
33) Ministerio de Gobierno, 1881, Tomo 64, Leg. 32, Exp. 176. (AGPSF).
34) Archivo de la Nueva Sociedad Española, “Reglamento y Estatutos de la Nueva Sociedad
Española de Socorros Mutuos de Santa Fe”, Imprenta Juan Benaprés, 1897.
34
tro de estas entidades se debe a que esos espacios reportaban un inmediato
reconocimiento en el plano simbólico, con el cual quienes regresaban a
sus comunidades de origen podían reintegrarse con una nueva posición,
desplazando a los “caciques” tradicionales u obligándolos a pactar lugares
de poder35. Eran estos dirigentes los que ponían en circulación unos dis-
cursos de nacionalidad que lentamente desarmaron la heterogeneidad ini-
cial de los inmigrantes. La asistencia médica, la ayuda social, las fiestas,
las romerías, los actos públicos, la presencia de autoridades municipales,
provinciales o diplomáticas en actos y celebraciones, eran instancias que
legitimaban a las asociaciones y sus dirigencias y, a la vez, producían un
colectivo étnico identificado a sí mismo y por otros36.
Otra destacada comunidad étnica en la ciudad que se organizó en distin-
tas asociaciones fue la francesa. Crearon las Sociedades Francesa “Unión”
de Socorros Mutuos (1895), la “Unión Française” con el mismo fin (1899)
y la “Filantrópica Francesa del Río de la Plata” (1899); en 1906 organizaron
la Escuela Francesa de Santa Fe. De su seno nació la sociedad “La obra de
la Mujer y del Niño” (1898) compuesta por mujeres de esta nacionalidad
para la asistencia en ropas y comida a los pobres. Los suizos fundaron la
“Sociedad Suiza” de Socorros Mutuos (1888), la Sociedad “Lira” Suizo-
Francesa (1892) y la “Helvetia” (1897). Los alemanes se nuclearon en torno
al “Centro Alemán” (1913), que por el contexto debió tener entonces una
efervescencia política, y a la “Asociación Alemana” (1930) surgida de la
fusión de dos agrupaciones preexistentes. También existió la “Unión Israe-
lita de Socorros Mutuos” (1906), la Sociedad de Beneficencia “La Unidad
Sirio-Otomana” (1906) y la “Unión de Sirio-Libaneses” (1924). A su vez,
iniciado el siglo XX comenzaron a organizarse las asociaciones o centros
por comunidades regionales. Los asturianos fundaron el suyo en 1909 con
fines recreativos y culturales; los gallegos en 1919 para la celebración de
bailes y música; los baleares en 1923 para reuniones de cafés, juego de
ajedrez y bailes de carnaval. Los centros regionales italianos surgieron re-
cién luego de la Segunda Guerra Mundial y en el marco de una renovada
inmigración a la Argentina: los piamonteses constituyeron el suyo en 1948
y los friulanos en 1951. Todos ellos recuperaron la tradición asociativa local
celebrando asambleas, comidas, kermeses, veladas y bailes donde central-
35
mente producían la construcción identitaria, ya que el mutualismo no tuvo
en ellas la presencia que en las asociaciones nacionales anteriores.
Avanzando el siglo XX, los años de entreguerras impactaron negativa-
mente en el flujo inmigratorio y estuvieron acompañados de ideas y políti-
cas restrictivas de la inmigración. Pero también fueron el período en que se
dieron pasos significativos en el proceso de integración de los inmigrantes.
Ello sucedió por varios mecanismos: nacimiento de hijos, absorción de
mitos patrióticos generados desde el sistema educativo, servicio militar
obligatorio, fiestas patrias, el nuevo sistema electoral de 1912, el ingreso
a la universidad reformada después de 1918, la participación en el ejérci-
to, el accionar de la iglesia católica, el ascenso social, la incorporación a
estructuras partidarias y del Estado. Estos cambios, especialmente en una
ciudad como Buenos Aires, afectaron la vida asociativa de las comunida-
des inmigrantes, de manera desigual según los grupos. Las asociaciones
italianas de Buenos Aires, en especial las mutualistas, y su prensa, tuvieron
un debilitamiento por la caída del flujo migratorio, por la competencia de
las estructuras sanitarias públicas luego de los años treinta y por los en-
frentamientos políticos desde el ascenso del fascismo. Pero en los centros
urbanos del interior, como los de la provincia de Santa Fe, parecen haber
conservado una vida activa en el período de entreguerras al asumir nuevas
funciones sociales, culturales o deportivas, y de hecho resurgieron bajo la
forma de centros regionales luego del fin de la guerra. En el caso de las
entidades españolas, la fuerza de las entidades regionales desde comienzos
de siglo, la guerra civil y la formación de grupos antifranquistas generaron
en ellas trayectorias diferentes37.
Masones
37) Devoto, Fernando “La inmigración”, en Academia Nacional de la Historia Nueva Histo-
ria de la Nación Argentina, Planeta, Buenos Aires, 2001, vol.7.
36
un discurso liberal y republicano38. El espacio masónico constituyó una
experiencia política no estatal. En general, las logias constituyeron entida-
des propias de una sociabilidad burguesa de carácter asociativo e iguali-
tario, pero algunas de ellas ampliaron su público incorporando a sectores
más vastos. Constituyeron otra vía de integración territorial y social pero
con pretensiones más amplias en cuanto a espacios y clases sociales.
En Argentina, a partir de Caseros (1852) y la integración de la Confe-
deración dirigida por Urquiza, se expandieron las logias masónicas, pre-
sentes de manera poco estable desde iniciada la revolución de indepen-
dencia. Fueron viajeros, comerciantes, militares, intelectuales procedentes
de Inglaterra, España, Francia y Portugal quienes difundieron las logias
en América del Sur. Quedaron organizadas bajo distintos ritos –como el
Escocés, el Azul o el de York, ceremonias de pasaje con implicancias en
las jerarquías internas– y en torno a distintos orientes –entidades rectoras
nacionales o internacionales– y grandes logias –agrupamientos de logias
en torno a una legalidad institucional, regularidad jurídica y relaciones de
filiación–. En Argentina se fundaron logias en muchas ciudades y pue-
blos, que de acuerdo a su composición se integraron a las estructuras ins-
titucionales de Grandes Logias nacionales y extranjeras.
En la ciudad de Santa Fe, la logia “Armonía” Nº 99 se formó en julio
de 1889 y en enero de 1890 este taller obtuvo su regularización institu-
cional y carta constitutiva. En su documento fundante expresaba como
metas difundir entre sus asociados “la educación e instrucción civil y
moral”, practicar la caridad y el socorro mutuo entre ellos, velar por “la
libertad civil y de conciencia” y trabajar por “el perfeccionamiento de la
humanidad”39. Desde ese momento integró a librepensadores y hombres
de cultos católico, protestante y hebreo de distinto origen nacional, mu-
chos de ellos ex miembros de logias masónicas en sus países de origen o
en ciudades de previa residencia luego de la emigración. No fue ésta la
primera logia masónica de Santa Fe –había existido entre 1864 y 1868 una
logia llamada “Estrella del Progreso” Nº 21–, y de hecho también recibió a
miembros de logias locales o regionales anteriores que se habían disuelto
o habían menguado en su actividad. De todos modos, desde sus orígenes
37
en 1889, actuó hasta los primeros años del siglo XX como la única logia
de la ciudad40. La fecha de su aparición fue algo tardía dentro del contexto
nacional, donde venía aconteciendo una regularización de logias dentro
de estructuras masónicas centralizadas de gobierno desde mediados de
la década de 1850, de modo paralelo a la centralización de la autoridad
estatal nacional. Es posible conjeturar que su tardanza se relacione con el
contexto político local abierto en 1868 a raíz del derrocamiento del grupo
liberal encabezado por Nicasio Oroño y el control del gobierno provincial
por parte del más conservador Iriondismo hasta casi finales del siglo.
Recién en los inicios de la crisis de legitimidad del régimen notabiliar
(que se expresó abiertamente en julio de 1890) reaparecía una logia masó-
nica en la ciudad. Ésta tuvo una composición diferente a la anterior, que
había estado mucho más vinculada a los sectores dirigentes de la década de
1860. Un estudio desglosado de los aproximadamente 400 ingresantes con-
tabilizados en el período de 1890 a 192141 permite observar un perfil de los
mismos: predominio de población extranjera sobre la argentina e impronta,
por lo tanto, del proceso inmigratorio en su formación, siendo la primer
mayoría extranjera los italianos, la segunda los franceses y la tercera los
españoles; importancia numérica de afiliados previamente iniciados como
masones en otras logias de su país de origen o en logias de la propia Argen-
tina; alto promedio de edad, de entre 40 y 50 años; predominio de segmen-
tos de clases pequeño-propietarias (comerciantes, contratistas, abogados,
proveedores), clases profesionales o asalariadas “de cuello blanco” (pe-
riodistas, procuradores, empleados estatales de cierta jerarquía, tenedores
de libros, contadores, profesores, dibujantes) y clases trabajadoras urbanas
(fundamentalmente del ferrocarril, pero también ebanistas, relojeros, sas-
tres, “constructores”). No era entonces una asociación donde sus miembros
estuvieran en el inicio de sus vidas adultas ni tramando las redes para su
inserción laboral o actividad económica, sino que es probable que estuvie-
ran ya ubicados en la estructura ocupacional y que manejaran amplias redes
sociales. Esa composición tuvo su historicidad, acentuándose la presencia
de trabajadores dependientes en la primera y segunda década del siglo XX,
lo que volvió a la logia más vinculada al mundo del trabajo por entonces.
40) En la primera década del siglo XX, hacia 1905, existieron también en la ciudad las logias
La Verdad y Vida Nueva, del rito Azul, de las que se tienen escasas referencias.
41) Archivo de la Logia Armonía, Cartas de socios, Solicitudes de admisión y Propuestas
de iniciación.
38
A su vez esta asociación estructuró mecanismos de integración y se-
lección de miembros con un carácter rígido a través de exámenes escritos
de admisión basados en la concordancia con principios básicos del pensa-
miento liberal y la exigencia de referencias sobre su actuación personal.
Había también cuotas, categorías de socios y contribuciones voluntarias
que constituían el grueso de los fondos económicos con que los masones
se dedicaban a la filantropía (en orfanatos propios o frente a catástrofes
lejanas) y al socorro entre pares.
La incorporación de sujetos a las logias masónicas combinó rituali-
dad y sociabilidad. En la presentación de candidatos para su ingreso se
ponían en funcionamiento las relaciones sociales previas. Una modalidad
de vínculos tuvo que ver con el lugar de origen nacional compartido por
presentadores e ingresantes; otra, con la afinidad ideológica que los hacía
participar de otros centros, partidos o instituciones políticas; también pare-
ce haber sido importante el compartir ámbitos de trabajo como los talleres
madereros, el ferrocarril de Santa Fe, los proyectos de colonización agraria
o el empleo dependiente en el comercio o el Estado provincial y nacional,
de donde provinieron varios masones. Esa vinculación conectaba sujetos y
territorios de distintas partes de la provincia y del país.
La logia “Armonía” estuvo integrada desde sus inicios a una estruc-
tura jerárquica de alcance nacional llamada “Gran Logia de la Masonería
Argentina del Rito Escocés Antiguo y Aceptado”. Esa estructura burocrá-
tica tenía distintos órganos de gobierno ejecutivo y de representación o
consejo, y ministerios con órganos de control fiscal y legal o político. En
la medida en que se fue integrando de miembros de distintas procedencias,
la logia fortaleció su inserción en esa estructura, de ágil funcionamiento
a través de planchas y circulares internas que intentaban moldear los pro-
gramas de acción locales. Estaba presidida por un Venerable con grado
de Maestro, tenía un Consejo que manejaba el fondo de beneficencia y el
calendario de trabajo, y las Cámaras correspondientes a los tres grados
masónicos básicos en que las logias desarrollaban su actividad, siendo la
cámara de maestros la que dirigía a las aprendices y compañeros.
Los espacios asociativos orientaron sus esfuerzos a la integración
social y regional. La Logia “Armonía” fue, posiblemente, el que logró
efectivamente comunicar ciudades y pueblos en todas las direcciones arti-
culando el espacio rural al urbano, hacia el norte en la ruta que unía Santa
Fe con Helvecia, San Javier, San Cristóbal, Reconquista, Resistencia, Co-
rrientes, Paraguay y Brasil; hacia el este en el camino que conectaba Santa
Fe con Paraná, Concordia y Concepción del Uruguay; y hacia el sur, fun-
damentalmente con Rosario pero también con Pergamino y Buenos Aires.
39
Su universo social fue de varones. Igualmente estaban previstas las
“tenidas blancas” y los “bautismos de lowetones” para abrir las puertas a
mujeres y niños, que los masones de Santa Fe también implementaron. Las
reuniones o “tenidas” tenían carácter “blanco” cuando se invitaba a los no
iniciados a actividades por lo general propagandísticas de los trabajos de la
orden: conferencias, almuerzos o cenas en salones o pic–nics al aire libre.
La adopción de “lowetones” era el bautismo masónico de hijos e hijas de
masones, que la logia “Armonía” practicó al menos en 1908, 1918 y 1919.
En ambos casos se trataba de ceremonias reguladas y con expresa invita-
ción a los participantes. De ese modo los masones ampliaban su círculo de
seguidores, legitimaban su actuación al interior de sus familias, disipaban
las prevenciones y recelos que entre las mujeres de sus familias y vecinos
podía generar su filiación masónica, e inculcaban la práctica masónica en
su descendencia, sustrayéndola de otros cultos distintos. Pero además, por
fuera de estas regulaciones, las mujeres escribieron a la logia peticionando
por distintas variantes del socorro cuando las apremiaba la viudez y/o la
pobreza, solicitando pensiones, subsidios o ayuda médica. Desde muy tem-
prano ellas identificaron en los masones, a veces por parentesco y otras por
simple conocimiento social, a sujetos con quienes intercambiar o a quienes
apelar en pos del restablecimiento de derechos y de la ayuda social.
Ligada a ella, existieron otras agrupaciones semejantes en sus objetivos.
El “Centro de Libre Pensamiento” de Santa Fe se constituyó a partir de la
iniciativa de un grupo de aproximadamente 50 personas que se reunieron en
el salón-teatro de la asociación “Roma Nostra” en septiembre de 1905, e in-
mediatamente adhirió a las declaraciones hechas por el Congreso del Libre
Pensamiento realizado en Buenos Aires en 1904, que se pronunciaban por
el laicismo del Estado y la total secularización de la sociedad sobre la base
de principios liberales y racionalistas. Al principio, la asociación solo contó
con unos cincuenta miembros, pero mes a mes este número se fue incre-
mentando con nuevas incorporaciones, llegando a contar al año de haberse
creado con unos 500 socios. Este Centro del Libre Pensamiento de Santa
Fe estuvo integrado desde 1908 a una estructura de alcance nacional y con
cabecera en Buenos Aires llamada “Liga Nacional del Libre Pensamiento”
y, a través de ella, a la “Federación Internacional” del mismo nombre42.
42) Grandinetti, María Bibiana El Centro del Libre Pensamiento de Santa Fe. Constitución y
acción de un colectivo de principios del siglo XX, Tesina de Licenciatura en Historia, Facultad
de Humanidades y Ciencias, Universidad Nacional del Litoral, Santa Fe, 2013, inédita.
40
Pero la actividad librepensadora y masónica cerró también su ciclo más
activo unas décadas más tarde. Pese a su ampliación social e inclusión de
algunos elementos del mundo del trabajo –al menos en el caso local–, las
logias masónicas menguaron su actividad y capacidad de proponer mode-
los liberales de fraternidad social. Las transformaciones sociales y políticas
de los años treinta del siglo XX y las formas distintas de pensar y afrontar
la asistencia social contribuyeron a la disminución de su importancia.
Trabajadores y patrones
43) Falcón, Ricardo “Los trabajadores y el mundo del trabajo”, en Bonaudo, Marta (dir.)
Liberalismo, Estado…, Op.Cit
44) Gobierno de Santa Fe. Censo Municipal de Santa Fe del 22 de septiembre de 1907,
Imprenta La Argentina, Santa Fe, 1908, pp. 173-177.
41
producir en la época asociaciones por oficio tendientes a su resguardo en
tanto participantes de un “arte” o “industria” en especial. Las capas más ca-
lificadas de trabajadores, artesanos y obreros, nacidas de la transformación
urbana, dieron origen a las primeras organizaciones autónomas de los tra-
bajadores, que fueron las sociedades mutuales estructuradas sobre la base
de oficios y orientadas a la ayuda mutua y a la defensa de las condiciones
laborales. En algunos casos, ellas serían el germen de organizaciones de
resistencia y más tarde de los modernos sindicatos del país.
En la vanguardia disruptiva estuvo la primera de ellas, la “Sociedad
Internacional Obrera de Socorros Mutuos e Instrucción”, constituida en
Santa Fe en 1892, que tenía por objetivo “unir a todos los trabajadores y
trabajadoras y a sus hijos que simpaticen con los fines de la Federación
Obrera de la República Argentina y despertar la conciencia de clase en los
trabajadores” favoreciendo el socorro mutuo “entre los socios y socias en
todos los casos que padezcan de alguna enfermedad”45. Consideraba a las
mujeres “con el mismo derecho de los hombres… tendrán voz y voto en las
asambleas, podrán elegir y ser electas”. Por sus componentes ideológicos
fue una rareza dentro de las demás sociedades obreras de la época. Se pro-
ponía “aumentar el saber de sus miembros por medio de reparto de diarios
y órganos que esclarezcan la cuestión social y por medio de discusiones pú-
blicas sobre cuestiones de interés general para la clase obrera”, creando una
biblioteca. Fomentaba la asociación de trabajadores de todos los ramos bajo
el “principio de la internacionalidad” y para la completa “emancipación
económica y social”, defendiendo los principios de solidaridad, coopera-
ción “y resistencia, para que quede triunfante el trabajo en todas las luchas
que sostenga contra el capital”. Declaraba como “día de fiesta del trabajo”
al 1º de Mayo. Tenía a su vez el objetivo de crear una escuela nocturna de
adultos que funcionara en la temporada de invierno en la que, además de la
enseñanza primaria, se diera instrucción en dibujo lineal industrial con apli-
cación a artes y oficios. Evaluaba a sus ingresantes en requisitos propios de
su fin, como tener una buena conducta con los trabajadores, no padecer en-
fermedades crónicas y saber leer y escribir –aunque admitía poder enseñar
tan “indispensable rudimento de toda ilustración” en la socialización mu-
tual–. Con la cuota mensual sostendría sus acciones. Reguló también con
detalle los derechos de socios y socias a la atención médica, enfatizando
los principios solidarios. Y sabiendo de las dificultades que podría afrontar,
42
para no perder el carácter ideológico que le pensaron sus promotores, limitó
la participación en su comisión directiva a los “trabajadores y compañeros
de reconocido mérito en la propaganda por el socialismo científico”. Antes
que eso pasara, el Fiscal de Estado denegó el pedido de personería jurídica
de la asociación que pretendía actuar en Santa Fe.
Los tipógrafos eran en la ciudad más reducidos en número, pero así y
todo formaron en 1896 la “Sociedad Tipográfica Santafesina” con el obje-
tivo de lograr el “compañerismo y unión recíproca entre sus asociados”46.
Englobaba a los sujetos “de profesión tipógrafo, impresor, encuadernador
o grabador” y organizó un socorro mutuo semejante al de las comunida-
des extranjeras. En la asamblea general de ese año, luego de elegir sus
autoridades, nombraron socios protectores a figuras de la literatura, el
mundo editorial, la política y la educación local. Representó a los traba-
jadores calificados de las letras y las editoriales y no tuvo las definiciones
ideológicas de la anterior.
Luego surgieron otras, con un carácter más obrerista. Los albañiles
fundaron la Sociedad de Socorros Mutuos “Obreros Albañiles” también en
1896 con el objetivo del socorro mutuo “entre los trabajadores del gremio”,
para lo cual crearon un fondo común destinado a los socios en casos de en-
fermedad. Planteaba como fines “estrechar por la fraternidad los vínculos de
unión y compañerismo, la práctica de las virtudes sociales, la beneficencia y
caridad donde se necesitara, y… la protección al arte por su emancipación”47.
Bajo el título “Resistencia” dentro de su estatuto, fijaba que quien quedara
sin trabajo “por defensa del derecho profesional o por motivo justificado”
tendría derecho al subsidio. Los empleados de correos y telégrafos del 5º
distrito constituyeron en 1900 la “Unión Postal Telegráfica” como sociedad
de socorros mutuos con los mismos fines fraternales que la anterior48. En
1899 se formó la “Sociedad Cooperativa Obrera de Consumo”, exclusiva
para obreros –aunque de diferentes rubros– y que buscaba “suministrar a
sus miembros los artículos alimenticios u otros objetos para el consumo de
una familia, en las mejores condiciones posibles de precio y calidad”49. Se
trataba de una sociedad de socorros mutuos que manejaba un almacén para
sus socios a través de un sistema de bonos de adelanto y libreta de registro.
43
Los trabajadores ferroviarios crearon la “Unión Cosmopolita Ferro-
viaria” en 1899, la Sociedad “Maquinistas y Fogoneros del Ferrocarril
Santa Fe en 1912, la “Unión Carboneros y Anexos” en 1922 y la “Fede-
ración Obrera Ferroviaria” en 1933. Fueron las protagonistas de una de
las formas que la movilización asumió en la época, mediante la vía dis-
ruptiva y contestataria de la manifestación y la huelga obreras. A su vez,
estibadores y peones del puerto de Colastiné, en el marco de agrupaciones
no formalizadas en esta época, hicieron sus primeras huelgas en 1902 y
1904 debido a las duras condiciones de trabajo denunciadas contempo-
ráneamente por Bialet Massé. También expresaron reclamos al gobierno
provincial los empleados de comercio en 1906 cuando demandaban la
aplicación de la ley de descanso dominical y contraponían claramente sus
aspiraciones a “los afanes de los patrones en acumular centavos… porque
si de ellos dependiera exclusivamente la reglamentación de los horarios
en sus negocios, éstos no se cerrarían ni siquiera durante la noche”50. Die-
cinueve empleados firmaron la nota pidiendo “esta justa tregua”, fuera
aún del marco de una entidad formalizada que más tarde conseguirían.
El surgimiento de las asociaciones mutuales por oficio implicaba sin
dudas un punto inicial de ruptura con la filiación nacional/comunal –o
identidad étnica– y la formación de una identidad de clase. Por lo tanto y
contrariamente a lo que podría suponerse, el surgimiento de organizacio-
nes sobre bases corporativas, clasistas, tenía una función integradora, aun-
que a veces sus discursos fueran internacionalistas y antipatrióticos. Para
prevenir estas orientaciones, los propietarios de pequeños talleres y de
grandes establecimientos promovieron a su vez la formación de Uniones
Libres del Trabajo, que, a través de ese sistema de padrinazgo, esquivaran
la apelación al conflicto de intereses, disminuyeran las conflictividades
latentes y promovieran la equidad en el marco de la armonía social51.
Pero también las entidades obreras fueron promovidas, bajo el influjo
de la Encíclica Rerum Novarum, por sectores de la Iglesia Católica en de-
clarada oposición a las tendencias revolucionarias. Como en otros lugares,
se fundó en Santa Fe el “Círculo de Obreros Católicos” (1904) y más tar-
de el “Círculo Obrero José M. Estrada” (1928). El primero surgió de una
reunión en el salón de actos del Colegio de la Inmaculada de los Jesuitas
y tomó como reglamento el que regía los Círculos de Obreros de la Repú-
50) Ministerio de Gobierno, 1906, Tomo de Septiembre, Exp. 22, Notas varias. (AGPSF).
51) Falcón, Ricardo “Los trabajadores…”, Op.Cit.
44
blica Argentina surgido del Concilio de Salta. Como prueba legitimante lo
firmaron más de cien miembros. Buscó la aprobación por parte del Obispo
de Santa Fe Monseñor Boneo y tuvo, además de su comisión directiva no
elegible ni removible, un director espiritual, quedando bajo la supervisión
de autoridades diocesanas. Estaba, además, bajo la órbita de la Junta Cen-
tral de Gobierno residente en Buenos Aires, que nombraba a las comisio-
nes directivas de las localidades. Declaraba que sus fines eran “promover
el bienestar material y espiritual de la clase obrera en marcada oposición a
la funesta propaganda del socialismo y de la impiedad, que mediante pro-
mesas engañosas de efímera felicidad llevan al obrero a su ruina temporal
y eterna”52. Para ello organizó el socorro mutuo y se propuso fundar es-
cuelas primarias para niños de ambos sexos y de clases nocturnas para los
adultos, crear una agencia de trabajo, brindar conferencias, establecer cajas
de ahorro, formar una banda de música y celebrar Congresos de Obreros en
el país para discutir y resolver sobre sus problemáticas.
El Círculo Católico de Obreros exigía a sus miembros, además de los
usuales requisitos asociativos, “no estar afiliado a ninguna sociedad anti-
católica”, llevar una vida moral y no contraer “uniones prohibidas”. Para
gestar una sociabilidad marcada por esa impronta religiosa, fijaba tener un
lugar de recreo de los socios donde éstos pudieran “divertirse con juegos
inocentes los domingos y días de fiesta” y admitía “señoras en calidad de
Damas protectoras”. Para tareas propagandísticas tuvo también su propio
periódico. Estas entidades católicas buscaron ser una alternativa a las so-
ciedades de resistencia de tendencias anarquistas y socialistas, pero a su
vez actuaron en el marco de una renovada presencia de instituciones reli-
giosas educativas y benéficas en Santa Fe, que estuvieron lejos de menguar
su existencia en todo el período.
El panorama no estaría completo si no observáramos que al mismo
tiempo, los sectores patronales también se organizaron sindicalmente,
aunque formalizaran sus agrupaciones más tardíamente. El “Club Co-
mercial” se formó en 1884 para reunir socialmente a los comerciantes e
industriales de la ciudad y provincia, expresando su afán de promover la
industria en la provincia a través de exposiciones periódicas y publicacio-
nes53. Los “Propietarios de Hoteles, Restaurantes y Fondas” fundaron su
45
Unión en 1907, y también por entonces lo hizo el “Centro Unión Almace-
neros”, preocupado en general por las tasas y contribuciones municipales
y el horario laboral de los dependientes. En 1908 se formó en Santa Fe la
“Sociedad Patronal de Carruajes de Alquiler”, en 1923 el “Centro de Pro-
pietarios” y en 1924, en el marco de cambios económicos más generales
en el litoral, la “Unión Industrial”.
46
de la interacción de discursos, prácticas y representaciones del poder y de
las relaciones de autoridad propias de toda sociedad. El lugar que cada
grupo social o nacional merecía en la sociedad, los derechos y obligaciones
más generales y particulares, el quantum de laicidad o religión en las insti-
tuciones públicas y en las relaciones más privadas, todo ello se llenaba de
contenido con las prácticas asociativas. Para ello tenía tanta importancia la
kermés como la huelga, y el banquete como el debate asambleario. Con el
transcurso del tiempo, las nuevas situaciones políticas y demandas sociales
afectaron su integración, modificando a veces su público.
En este variopinto escenario asociativo local, es posible advertir un
movimiento que viró de la aspiración al bien común en las primeras déca-
das, a un lenguaje y unas acciones donde los intereses sectoriales de una
sociedad más compleja y la confrontación social se fueron imponiendo
más claramente en el espacio público. Complementariamente ello sucedía
frente a un Estado que pretendía actuar crecientemente en nombre del
interés general54. La transformación fue sucediendo lentamente en asam-
bleas, cenas, picnics, misas, bazares, salas de remiendo y zurcido, mani-
festaciones, lobbies y huelgas.
54) Sabato Hilda “Estado y sociedad civil”, en Di Stefano, Roberto et ál. De las cofradía...,
Op.Cit
47
48
Los obreros portuarios de Colastiné: formas de
acción colectiva, organización y constitución
como clase social, 1902–1910
1) Monserrat, Alejandra “Otros actores buscan apropiarse del espacio público”, en Bonaudo,
Marta, La organización productiva y política del territorio provincial (1853–1912), Pro-
historia / Diario La Capital, Rosario, 2006, tomo VI (Nueva Historia de Santa Fe), p.170
49
ron consolidando a la clase obrera argentina. El crecimiento de la población
y el aumento y diversificación de las actividades económicas incrementa-
ron el número de trabajadores y de organizaciones que los representaban.
En este sentido, Lobato plantea que la emergencia de los trabajadores
como clase social distintiva y sus acciones de lucha constituyeron una
preocupación para las autoridades nacionales y mostraron la necesidad de
hacer frente a la denominada “cuestión social”, definida como un conjunto
de problemas cuya solución exigía la activa intervención del Estado.
La reacción estatal frente al conflicto social varió entre la represión, pre-
dominante en un primer momento, y la integración; y en muchas ocasiones
el Estado se mantuvo al margen de los conflictos, favoreciendo con ello la
acción de los patrones. La movilización militar y policial, el estado de sitio y
la Ley de Residencia fueron las respuestas represivas habituales. En cuanto
a las estrategias de integración, se fueron diseñando mecanismos de inter-
vención estatal para regular los conflictos y controlar las organizaciones.
Se trató de tener un conocimiento de la situación de los trabajadores –con
motivo del proyecto de Código Nacional de Trabajo–. Para esto el gobierno,
a través del ministro Joaquín V. González, solicitó en 1904 un estudio de
la condición de los trabajadores del interior de la República a Juan Bialet
Massé, que constituye una pieza clave para el estudio de las clases obreras.
Es en este contexto nacional que se sitúa el objeto de estudio de este tra-
bajo. Se propone focalizar la mirada en un caso local: los obreros del puerto
de Colastiné entre 1902 y 1910, su constitución como grupo integrante de
la “clase obrera santafesina” y sus formas de acción y organización colecti-
vas. Obreros vinculados a una actividad económica de especial relevancia
en el contexto del modelo agrario exportador. Luego de la producción agrí-
cola, las actividades portuarias y ferroviarias eran, según Bialet Massé, las
más importantes en cuanto al número de trabajadores que empleaban así
como también, a la riqueza “pública y privada” que generaban.
El puerto de Colastiné
“¿Así que usted quiere saber cómo era esto antes, cuando
el puerto? Eso es historia vieja, pero me sigo acordando lo mis-
mo, ¡como si lo viera señora! Viviendo aquello como uno lo
vivió, ¡quién iba a decir a donde iba a parar todo aquello! (…)
Entraban barcos de todas las naciones, ¡de todo el mundo! En
vez de cargar en Santa Fe, cargaban acá porque en el tiempo
50
que le hablé todavía no estaba el puerto allá en la ciudad.” (Hijo
de Sixto Perezlindo, trabajador del puerto de Colastiné)2
2) Rodil, Marta Puerto Perdido, Centro de Publicaciones Universidad Nacional del Litoral,
Santa Fe, 1994, p. 37.
3) Silber, Daniel “Colastiné: El puerto olvidado”, ponencia presentada en el I Congreso de Histo-
ria de los Pueblos de la Provincia de Santa Fe, Santa Fe, 8 al 10 de noviembre de 1982, tomo VI.
4) “Puerto de Colastiné - Santa Fe”, en sitio web de la Fundación Histamar – Historia y
Arqueología Marítima, http://www.histarmar.com.ar /Puertos/Colastine/ColastineBase.htm,
consulta febrero de 2014.
5) Macor, Darío y Susana Piazzesi “Entre barcos y trenes: la formación de la clase obrera en
una ciudad aldeana”, en Müller, Luis (ed.) Arquitectura, sociedad y territorio. El Ferrocarril
Santa Fe a las Colonias, Revista Polis Científica Nº 2, Facultad de Arquitectura, Diseño y
Urbanismo, Universidad Nacional del Litoral, Santa Fe, 2001, p. 83.
51
Bialet Massé, en su Informe sobre el estado de la clase obrera en el
interior de la República, describe el puerto en su visita a Colastiné:
6) Bialet Massé, Juan Informe sobre el estado de la clase obrera en el interior de la Repúbli-
ca, vol.1, p. 324-325, Imprenta y Casa Editora de Adolfo Grau, Buenos Aires, 1904, en sitio
web del Ministerio Nacional de Trabajo, Empleo y Seguridad Social, http://www.trabajo.
gov.ar/biblioteca/memoria/informe.asp?id_seccion=297, consulta febrero de 2014.
7) Macor, Darío y Susana Piazzesi “Entre barcos y trenes…”,Op.Cit, p. 83.
52
dicen que recauda ahora cerca de 60.000 pesos diarios. Alrededor de las
vías una multitud de almacenes, tiendas, confiterías, bares, fondines y
cafés. Eso es Colastiné8.
53
En primer lugar, las planchadas no tienen las barandillas de
seguridad que eviten la caída de los obreros; son tan estrechas
que apenas tienen el espacio suficiente para que puedan cru-
zarse los obreros, muchas veces teniéndose que ladear el que
va descargado.
En segundo lugar, las cuerdas, cadenas, útiles y aparatos
de los guinches se emplean hasta que se rompen, sin revisión
previa ni reparación conveniente. No hay tampoco pasos con-
venientes en el interior de las bodegas.
En tercer lugar, el personal que maneja los guinches y diri-
ge el trabajo a bordo es generalmente incompetente, y muchas
veces llega a la brutalidad y la desatención es regla11.
54
eran argentinos. La población masculina ascendía a 830 habitantes12.
Según Silber la mayoría de los trabajadores criollos provenían de Co-
rrientes, Santiago del Estero y Córdoba y se los denominaba “peones
golondrinas”, ya que estaban en el puerto sólo durante la temporada de
trabajo. En este sentido, la cantidad de trabajadores portuarios no era
fija sino que dependía de las actividades que había para realizar, según
el resultado de la cosecha y el nivel del río que posibilitaba –o no– la
entrada de los barcos al puerto. El mayor período de demanda de trabajo,
tenía lugar durante los meses de verano, disminuyendo el trabajo el resto
del año, lo que obligaba a los trabajadores a buscar otras actividades o
emigrar a otros lugares.
Otro dato para completar las características de estos trabajadores está
relacionado con el nivel de edades de la población. Según el censo, en
Colastiné Sud del total de 1.941 habitantes, el grupo de edades de 15 a 60
años eran 1.076 habitantes. Es decir, más de la mitad de la población es-
taba en la franja de edad laboral lo que refuerza la idea de que Colastiné
era un lugar de trabajo más que de residencia. A esto podemos sumarle,
como señala el informe del censo, que las viviendas eran precarias, de
construcción ligera (madera y paja generalmente) siendo muy pocas las
de material. La ubicación y el diseño de las mismas no obedecían a pla-
nificación previa ni orden alguno.
El nivel de instrucción de los estibadores era muy bajo, Bialet Massé
plantea que generalmente eran analfabetos y que tenían una tendencia
fuerte “hacia el juego (la taba) y la bebida”13.
De acuerdo a las informaciones obtenidas y a las fuentes consultadas,
los trabajadores portuarios podrían ser incluidos dentro del concepto de
estibadores, y más allá de que es posible reconocer diversas tareas dentro
de esta categoría, en términos generales, se puede afirmar que formaban
un grupo homogéneo, que compartía las mismas condiciones de trabajo.
No obstante, también hay que tener en cuenta la alta transitoriedad de la
población que se mencionó anteriormente, lo que actuaría como un obs-
táculo para construir una identidad colectiva a largo plazo.
Llegado este punto, nos preguntamos si es posible “enclasar” a los
12) Las otras nacionalidades representaban: italianos (155), españoles (63), franceses (14),
orientales (17) y otros (93). Cf. Gobierno de Santa Fe Censo Municipal de Santa Fe del 22
de septiembre de 1907, Imprenta La Argentina, Santa Fe, 1908 (Archivo General de la Pro-
vincia de Santa Fe –en adelante AGPSF–).
13) Bialet Massé, Juan Informe sobre..., Op.Cit., p. 325.
55
estibadores de Colastiné, es decir pensarlos como miembros de una clase
social. Recuperando la perspectiva de Bourdieu, sostenemos que los esti-
badores traían unos capitales económicos, sociales y culturales similares.
Por tanto, ocupaban posiciones similares en la estructura social. Así, por
ejemplo hemos visto que la mayoría eran criollos –poseían una misma
nacionalidad–, de baja instrucción, sus viviendas eran precarias –“ran-
chos de madera”–, lo mismo que sus condiciones de vida e higiene. A su
vez, compartían una misma posición en la división social del trabajo y en
las relaciones de producción, basada fundamentalmente en la venta de
su única propiedad: su fuerza de trabajo, la que debían vender como una
mercancía y por tanto estaba sujeta a las vicisitudes de la competencia y
a las fluctuaciones del mercado.
No se encontraron diferencias significativas entre los trabajadores,
sino que dentro del conjunto de actividades portuarias, en general, todos
estaban en igual situación y no había grupos que ocuparan posiciones
más privilegiadas en las estructuras locales de poder. Si bien se obser-
varon diferencias en los salarios para el trabajo en tierra y a bordo, las
luchas en busca de mejores condiciones fueron realizadas por los trabaja-
dores portuarios como un grupo.
Sumado a esto, también podría identificarse un “habitus de clase”, evi-
denciado en la presencia de ciertas representaciones, estructuras de per-
cepción del mundo, lenguajes, etc. compartidos por los obreros del puerto.
Estaríamos así en presencia de integrantes de lo que Bourdieu denomi-
na una “clase en el papel”, es decir, a partir del análisis de las fuentes, pode-
mos distinguir agentes que ocupan posiciones semejantes en el espacio so-
cial, que: “…son situados en condiciones y sometidos a condicionamientos
semejantes, y tienen todas las posibilidades de tener disposiciones e inte-
reses semejantes, de producir por lo tanto prácticas también semejantes”14.
Sin embargo, el pasaje de la clase teórica a la clase práctica no está
previsto de antemano, no es inevitable, ni automático. Aunque los miem-
bros de una “clase en papel” comparten sentidos, afinidades, etc., los
principios de visión y división del mundo social compiten, en la realidad,
con otros principios, étnicos, raciales o nacionales; y más aún con prin-
cipios impuestos por la experiencia cotidiana de divisiones y rivalidades
ocupacionales, comunales y locales.
14) Bourdieu, Pierre “Espacio social y espacio simbólico”, en Razones Prácticas, Anagra-
ma, Barcelona, 1997, p.131.
56
Para Bourdieu la “clase real” sólo aparece cuando “existen personas
que pueden decirse que ellas son la clase” que hablan y actúan pública-
mente en representación de la misma, y que son reconocidas con derecho
para hacerlo, por sus propios miembros. Para que esto sea posible, es
necesario un trabajo político previo que permita imponer un principio de
visión y división del mundo social, por sobre otros15.
En este sentido, como veremos más adelante, las fuentes nos permiten
observar que –a pesar de ciertos conflictos y divisiones– los obreros del
puerto habían logrado crear formas propias de organización u asociación,
que eran dirigidas por individuos que se pronunciaban en representación de
dichos trabajadores como grupo, y que expresaban cierta conciencia y co-
nocimiento de objetivos e intereses comunes, por los cuales se movilizaban.
Por otro lado, según E. P. Thompson16, la noción de clase social es una
categoría histórica, que resulta de la observación del proceso social a lo lar-
go del tiempo, y resulta inseparable del concepto de lucha de clases. Desde
este enfoque, la clase y la conciencia de clase son las últimas etapas del pro-
ceso real histórico, necesitando previamente de la lucha de clases. Es decir,
los individuos viven en una sociedad estructurada, en un contexto histórico
determinado, experimentan la explotación, identifican intereses (que com-
parten con algunos, y son antagónicos a los intereses de otros) y comienzan
a luchar por los mismos. En ese proceso de lucha se descubren como clase17.
En el caso abordado, estos planteos, nos llevan a interrogarnos acerca
de las relaciones que los estibadores establecían entre sí y con los “pa-
trones”. Para esto resulta pertinente también, tener en cuenta el concepto
“mundo del trabajo” de Falcón, que incluye el análisis de las condiciones
laborales y de vida y el
15) Bourdieu, Pierre “¿Cómo se hace una clase social? Sobre la existencia teórica y práctica
de los grupos”, en Poder, derecho y clases sociales, Desclée de Brouwer S. A., Bilbao, 2000.
16) Thompson, Edward “La sociedad inglesa del siglo XVIII: ¿Lucha de clases sin clases?”,
en Tradición, revuelta y conciencia de clase. Estudios sobre la crisis de la sociedad prein-
dustrial, Crítica, Barcelona, 1984.
17) “Las clases, en este sentido, no son más que casos especiales de las formaciones históricas
que surgen de la lucha de clases”. Thompson, Edward “La sociedad inglesa…”, Op.Cit, p.39.
57
organizaciones y movimientos que pretenden representarlos18.
Son éstos todos extranjeros, y ganan 50, 100 y hasta 200 pesos diarios;
para desempeñar este oficio se necesita entrañas de Sylock y astucias de fe-
lino; verdaderos zánganos de la colmena, son además los fomentadores del
vicio del obrero; ellos le adelantan dinero, beben con él y con él chacotean
y se lo entregan al almacenero, que concluye con lo que le queda del tra-
bajo, vendiéndole o fiándole el veneno alcohólico a precios exorbitantes20.
18) Falcón, Ricardo El mundo del trabajo urbano, "1890 –1914”, Centro Editor de América
Latina, Buenos Aires, 1986.
19) Bialet Massé, Juan, Informe sobre..., Op.Cit, p. 314.
20) Bialet Massé, Juan, Informe sobre...,Op.Cit., p. 327.
21) Silber, Daniel “Colastiné: El puerto…”, Op.Cit.
58
y descarga de los buques. Éstos forman cuadrillas de peones
para cumplir sus contratos, quedándose con una buena tajada
del valor del trabajo por esa intervención... Es el intermediario
entre el patrón y el peón...22
Supóngase que una casa tiene trabajo por valor de mil pesos
y necesita 200 peones. El contratista se hace cargo de la tarea y
contrata 150 peones por mes á fin de ganarse 200 ó 250 pesos
por su intervención. Estos pesos no se los saca á las casas expor-
tadoras sino á los peones, obligándolos á trabajar brutalmente.
Si las casas se entienden directamente con la Sociedad, pagarán
en vez de 1000 pesos, 850 ó 900 pesos y las ventajas serán mu-
tuas porque se reparten lo que se comía el contratista23.
59
Algunos contratistas estrechados por los compromisos que
pesan sobre ellos han accedido á las pretensiones de los obre-
ros, y tienen peones para continuar sus operaciones de carga.
Los que no han querido ceder y son aquellos que más trabajo
dan á las peonadas de Colastiné, tienen que procurarse peones
de Santiago del Estero para continuar sus trabajos25.
60
contradicción, y eran el motor de la lucha entre ambos. Las relaciones en-
tre trabajadores y contratistas eran conflictivas, y gran parte de la acción
obrera en Colastiné se desarrolló en oposición a éstos.
27) Lobato, Mirta, “Los trabajadores en la era del «progreso»”, en Lobato, Mirta, El progre-
so, la modernización y sus límites (1880 –1916), Sudamericana, Buenos Aires, 2000, tomo 5
(Nueva Historia Argentina), p. 489.
61
a ésta a Pedro Campodónico y Juan Vázquez, principales insti-
gadores de la huelga y por la tarde, trajo también de Colastiné en
calidad de detenidos por la misma causa a Melitón Hosser, Luis
Bateones, Custodio Arlejón, Juan Esquivel, Justo Quiroga, Ne-
musto Romero, Antonio Martinelli y Secundino Santa Cruz28.
62
Finalmente, esta huelga se resolvió a través de una reunión entre los
contratistas y la dirección del diario La Opinión, encargada de represen-
tar a los trabajadores en el conflicto. En esa reunión se expusieron las
pretensiones de los jornaleros que eran:
63
los contratistas dependan de ellos y así luego la Sociedad no les entre-
garía peones, y establecería los contratos directamente con las casas ex-
portadoras. En el diario Nueva Época los representantes de la Sociedad
Obreros Unidos concluían frente a esta nueva situación:
También hay constancia de una carta del Centro Obreros Unidos de Co-
lastiné, donde se ponía de manifiesto que, en justa y pacífica defensa de los
intereses de los trabajadores del puerto de Colastiné, perjudicados por algu-
nos contratistas que buscaban disminuir los salarios para aumentar sus ga-
nancias –sin consideración de los trabajadores que realizaban sus labores en
pésimas condiciones, poniendo incluso sus vidas en riesgo–, la comisión di-
rectiva del Centro resolvía no prestar sus servicios a un grupo de contratistas.
Y finalizaban la carta planteando que los Obreros Unidos cumplían con toda
lealtad sus contratos cuando se les pagaba lo acordado y no eran explotados34.
Nuevamente, se plantea aquí la idea de accionar contra los contratis-
tas, sin facilitarles peones y buscando tratar directamente con las casas
exportadoras, defendiendo a los trabajadores, en una época en donde hay
menos demanda de estibadores.
Luego de este conflicto, en marzo de 1903 se realizó otra huelga. Los
obreros, en el diario Unión Provincial, expresaban que las causas de la mis-
ma radicaban en que, debido a la magnitud que tomaba la Sociedad Obreros
Unidos (que contaba con la gran mayoría de los peones de los dos puertos
de Colastiné), los contratistas actuaban en contra de ésta, expulsando de sus
64
trabajos a todos los peones que pertenecían a dicha sociedad. Asimismo, la
sociedad obrera denunciaba que los contratistas no cumplían con lo acorda-
do en la huelga pasada –de noviembre de 1902– en relación al pago de los
salarios. Lo que los trabajadores pedían era que los contratistas reconocieran
a la Sociedad y se comprometieran a pagar según los precios convenidos35.
La respuesta de los contratistas a esta nueva huelga fue la fundación
de una Sociedad Obrera: la Sociedad de Contratistas, Estibadores y Tra-
bajadores Unidos del Puerto Colastiné, de la cual nos ocuparemos en el
siguiente apartado. Pero se puede adelantar que con esta nueva sociedad,
los contratistas vinieron a oponer una fuerza a otra fuerza, aumentando
el clima difícil que se vivía en el puerto.
Después de estos meses de agitación se sucedió una etapa de calma –
al menos en los diarios de la época no se hace referencia a huelgas–, mar-
cada por una inundación de gran magnitud (enero de 1905), por la que se
suspendieron por completo las actividades en Colastiné y se trasladó la
población y los barcos ultramarinos al puerto de Santa Fe36.
La ola de protestas renació hacia 1907-1908. En noviembre de 1907,
la Federación Obrera en Buenos Aires decretó una huelga general por
tiempo indeterminado, cuyo día de inicio se dispuso para el 25 de diciem-
bre en rechazo a la Ley de Residencia. La conflictividad continuó hasta
principios de 1908. La prensa otorgó una cobertura importante a este
estado de agitación, mostrándose alarmada por el potencial contestatario
obrero no sólo local sino a nivel nacional.
Así, por ejemplo, en el diario Nueva Época, en referencia a la huelga
general de enero de 1908, se lee:
65
El planteo realizado en esta cita, pone de relieve un discurso que se
reiteraba una y otra vez en algunos periódicos santafesinos de la época.
A partir del relevamiento realizado de los diarios Nueva Época y Unión
Provincial, observamos que reconocían la difícil situación atravesada por
los trabajadores en el país pero no justificaban las huelgas como medios
lícitos de protesta. Por el contrario, generalmente, las criminalizaban38,
legitimaban la represión patronal y estatal de los obreros que las prota-
gonizaran (exponiendo, por ejemplo, su conformidad con la sanción de
la Ley de Residencia), y fomentaban el mantenimiento del orden público.
En la mayoría de los casos, los instigadores de las huelgas eran identifi-
cados como extranjeros que perturbaban a los trabajadores, que venían
al país no a trabajar sino a hablar, a armar discursos para “atrapar” a los
obreros hacia acciones de “desorden y vagancia”. En este sentido, consi-
deramos que estos diarios expresaban, en cierta medida, el punto de vista
de las clases dominantes, preocupadas por controlar el conflicto social y
sostener las condiciones necesarias para la acumulación de capital.
Las huelgas generales fueron frecuentes entre 1901 y 1910. Lobato
plantea que la solidaridad fue un motivo casi excluyente de los movi-
mientos de protesta. Solidaridad contra la represión policial, en oposición
a leyes coercitivas (Ley de Residencia y Defensa Social), contra el estado
de sitio, por apoyo a otros obreros en conflicto. Además, agrega que no
todos los paros generales fueron exitosos; sólo aquellos que contaron con
el apoyo masivo de la población y de los gremios de servicios directa-
mente ligados con la exportación (carreros, portuarios, ferroviarios) tu-
vieron amplia notoriedad. Así sucedió en 1902, 1907 y 190939.
Otra oportunidad de manifestación política de los obreros era la cele-
bración del 1º de Mayo, instituida desde 1890 como instancia de autorepre-
sentación de los trabajadores en la sociedad. Daniel Silber plantea que eran
famosas las marchas de los jornaleros de Colastiné por el centro santafesi-
no en conmemoración de esta fecha. Y las describe de la siguiente manera:
38) En muchas notas, se tildaba la acción de los obreros que participaban –y sobre todo de
quienes la dirigían– como perniciosa, peligrosa, e incluso “subversiva” y “terrorista”.
39) Lobato, Mirta “Los trabajadores...”, Op.Cit, p. 499.
66
tandarte y banda de música al frente. Se desconcentraban sin pro-
vocar ningún tipo de inconvenientes para retornar a Colastiné40.
67
echar de lado á intermediarios avariciosos, que se enriquecen diezmando
gente”42. Según puede observarse a partir de datos publicados por los
periódicos de la época, la Sociedad Obreros Unidos de Colastiné contaba
con 1200 o 1300 socios, todos estibadores y trabajadores del puerto, lo
que demuestra que la misma tenía un carácter de clase, es decir agrupaba
a trabajadores de una misma condición social; o según Bourdieu, a agen-
tes que ocupaban posiciones similares en un espacio social.
Por su parte, Bialet Massé hizo referencia a la organización obrera en
Colastiné, planteando que:
68
ya que no se pudo corroborar esa información con otras fuentes. Por el
contrario, encontramos algunas menciones –aunque escasas– que aluden
a la existencia de otra asociación, de tendencia anarquista (Sociedad Cos-
mopolita de Estibadores de Colastiné), y a una organización denominada
Estibadores de Ribera del Puerto Colastiné, aparentemente nucleada en
una Federación Nacional de Estibadores ─y vinculada a la Federación
Obrera Argentina (luego Federación Obrera Regional Argentina) ─, que
tiempo después terminara disolviéndose44.
La acción de la Sociedad de Obreros Unidos fue importante, como
ya se planteó, sobre todo en el contexto de las huelgas de 1902 y 1903, y
se orientó a la defensa de los trabajadores frente a los contratistas que no
cumplían con los acuerdos a los que se había llegado.
Sin embargo, podemos señalar que no hemos encontrado referencia
alguna respecto de que esta sociedad haya solicitado u obtenido la perso-
nería jurídica, lo que podría considerarse de haberse dado, indicio de una
mayor institucionalización. Tanto en los diarios y expedientes guberna-
mentales consultados, como en las referencias bibliográficas no se hace
mención a esta situación.
Por otro lado, en la cita precedente del informe de Bialet Massé se
aludía a la existencia de otra asociación integrada por obreros y patrones;
ciertamente el autor estaba hablando de la Sociedad de Contratistas, Es-
tibadores y Trabajadores Unidos del Puerto de Colastiné. La misma fue
fundada el 26 de marzo de 1903 por los contratistas como respuesta a la
huelga de 1902 y tenía como fin “la protección mutua, sea en la distri-
bución del trabajo como para los casos de enfermedades ó accidentes”45.
Con esta nueva asociación, los contratistas buscaron contrarrestar la in-
fluencia de la Sociedad de Obreros Unidos formando una asociación ver-
tical. Así, Bialet Massé continuaba diciendo que esta nueva sociedad era
como “de lobos y de ovejas”, y que “los trabajos de los contratistas son ta-
les que en poco tiempo han llegado a afiliar más de quinientos socios”46.
En la solicitud que publicaba el diario Unión Provincial, se planteaba
que de la Sociedad de Contratistas y Trabajadores podían ser socios todas
44) Abad de Santillán, Diego La Federación Obrera Regional Argentina Ideología y Tra-
yectoria, en sitio web del Sindicato del Metal, Minería y Química –Federación Local de
Sindicatos de Madrid, http://metalmadrid.cnt.es/cultura/libros/diego–abad–de–santillan–la–
fora–idelogia–y–trayectoria.pdf , consulta febrero de 2014.
45) Diario Unión Provincial, 27 de marzo de 1903, p. 2 (AGPSF).
46) Bialet Massé, Juan Informe sobre…,Op.Cit., p. 329.
69
las personas que se ocupaban en el trabajo del puerto. La cuota mensual
era de un peso por cada socio, teniendo derecho a los servicios médicos,
boticario en caso de enfermedades o accidentes en el trabajo y varios
otros beneficios. Los peones que quisieran inscribirse debían dirigirse a
su patrón respectivo47.
Más allá de que esta sociedad perseguía el socorro a los obreros en-
fermos, la creación de escuelas para sus hijos; buscaba principalmente la
concordia entre contratistas, estibadores y trabajadores y en función de
esto, fijaron el jornal que debían ganar los trabajadores a fin de evitar en
lo sucesivo las huelgas. Así, por ejemplo, en un artículo del 29 de noviem-
bre de 1903 se lee:
70
zaciones, que podríamos denominar de “resistencia a la huelga”. Una de
ellas fue el Círculo Católico de Obreros que en 1902 tenía una sede en la
ciudad de Santa Fe. Se proponía:
51) Circular de la comisión directiva del Círculo Católico de Obreros, publicada en Diario
Nueva Época, 16 de julio de 1902 (AGPSF).
52) Diario Nueva Época, 17 de diciembre de 1907, p. 1 (AGPSF).
53) Diario Nueva Época, 12 de enero de 1908, p. 4 (AGPSF).
71
contribuyeron con el paso del tiempo, a dividir a la clase obrera portuaria
y evitaron así la consolidación de su organización y de bases de acción
más sólidas a largo plazo.
Con todo, estas diversas formas de organización de la clase obrera
portuaria de Colastiné integran lo que Falcón denomina el “mundo de los
trabajadores”, para hacer referencia en un contexto amplio, a las instan-
cias políticas e ideológicas del movimiento obrero y sus manifestaciones,
principalmente a través de sus luchas.
A modo de cierre
72
Por último, en comparación con otras sociedades de estibadores de
los principales centros portuarios, el caso de los trabajadores de Colas-
tiné en la década analizada expresa un alto nivel de conflictividad pero
un nivel de organización menor, que se expresó también en un menor
desarrollo de los sentimientos de solidaridad de clase.
Sin embargo, consideramos que más allá de estos límites y dificulta-
des, nos encontramos con un grupo de trabajadores que se ha comporta-
do –al menos durante el período analizado– de modo clasista, y que ha
creado instituciones con connotaciones de clase. En otras palabras, estos
trabajadores compartieron formas de vida y de trabajo, intereses contra-
rios a otros grupos y formas de acción colectiva y de lucha, a través de las
cuales expresaron su existencia como parte de una clase social distintiva;
no sólo como “clase en el papel” o “clase teórica”, sino como “clase real”
en un contexto histórico particular.
73
74
El movimiento estudiantil universitario santa-
fesino: acción y participación en el proceso de
creación de la Universidad Nacional del Litoral,
1912–1919
José Miguel Larker
A modo de presentación
75
que implicaron, entre otras cosas, organización, construcción de consen-
sos, despliegue territorial, presencia pública y capacidad de presión sobre
quienes tenían el poder para tomar decisiones. El proceso fue transcurrien-
do bajo condiciones y ritmos distintos según los momentos y el accionar del
estudiantado estuvo signado por la estructura de oportunidades políticas y
la capacidad de aquellos para enfrentarla, solos o de manera conjunta con
otros actores según las circunstancias. El artículo que se expone a continua-
ción se propone dar cuenta de las acciones desplegadas por el movimiento
estudiantil universitario santafesino en el proceso que llevó a la transfor-
mación de la Universidad de Santa Fe en Universidad Nacional del Litoral
atendiendo a los diversos aspectos mencionados en esta breve presentación.
76
Las Facultades Mayores no tuvieron una larga existencia puesto que,
en el marco del proceso de laicización que se estaba promoviendo, un
decreto del gobierno nacional del 10 de noviembre de 1884 suspendió al
colegio de los jesuitas la facultad de expedir los títulos que posibilitaran
a sus alumnos el ingreso a la Universidad y, como consecuencia de ello,
se cerró el bachillerato y se suspendieron los estudios superiores. Por la
intervención del gobierno provincial se pudo reabrir el bachillerato en
1889 pero no así las Facultades Mayores. La vacancia fue cubierta con la
creación de la Universidad de Santa Fe. Ésta fue inaugurada en marzo de
1890 y su primer Rector fue José Gálvez, quien como gobernador había
promulgado la ley de creación.
La nueva casa de altos estudios dependería política y económicamen-
te del Estado provincial pero el vínculo con los jesuitas seguiría siendo
muy fuerte ya que, entre otras cosas, la institución continuó funcionando
en el edificio del Colegio de la Inmaculada y la mayoría de los profesores
designados habían pasado por las aulas de las Facultades Mayores, en ca-
rácter de catedráticos o alumnos. Además, en su mayoría desempeñaron
funciones en el poder judicial así como cargos en diferentes ámbitos de la
estructura política provincial. En lo que respecta a las exigencias que se
solicitaban para poder cursar estudios, el Reglamento establecía que era
necesario haber terminado satisfactoriamente los estudios preparativos
en el Colegio de la Inmaculada Concepción, en alguno de los colegios
nacionales existentes, o en aquellos establecimientos particulares que hu-
biesen adoptado el plan de estudios nacionales1.
77
tafesinos de la segunda mitad del siglo XIX2. Los cambios políticos fueron
acompañados durante los primeros años de la nueva centuria con un gran
crecimiento poblacional (conformado en gran medida por el importante
arribo de inmigrantes) y urbano, la ampliación de las actividades eco-
nómicas y la creación de instituciones prestadoras de distintos servicios.
Como evidencia de las transformaciones urbanas y edilicias que se
dieron durante el período, cabe mencionar la construcción del puerto de
ultramar, del edificio para correo y telégrafos, del que luego sería el Hos-
pital Iturraspe, de la Escuela de Arte y Oficios, del internado para semi-
naristas de Guadalupe y del Santuario de Guadalupe –que se terminó en
1907–. En 1909 se demolieron el antiguo Cabildo y la Jefatura de Policía
para comenzar con la construcción del actual edificio de la Casa de Go-
bierno. En 1912 se creó, a instancias del Club Comercial y de los hombres
de negocios de la región, la Bolsa de Comercio de Santa Fe.
La importante incorporación de trabajadores a la actividad industrial
y comercial que se estaba desarrollando en Santa Fe dio origen a la con-
formación de las primeras organizaciones obreras. La Federación Obrera
Santafesina (FOS) fue creada en octubre de 1904 y se afilió a la FORA (de
tendencia predominantemente anarquista). Además se formaron agrupa-
ciones sindicales de otras tendencias, como el Círculo Obrero Católico (de
prédica antisocialista y antianarquista) o las Sociedades de Resistencia de
tendencia socialista (Unión de Dependientes de Comercio, Sociedad de
Resistencia Constructores de Carros y Carruajes) y también agrupaciones
anarquistas que no estaban afiliadas a la FOS. La lucha sindical tuvo mo-
mentos de notable activismo durante el período que va entre 1904 y 19203.
En materia educativa y en el contexto del impulso modernizador que
estaba viviendo Santa Fe, en 1904 se conformó un comité4 que llevó ade-
2) Estos fueron los gobiernos de José B. Iturraspe (1898-1902), Rodolfo Freyre (1902-
1906), Pedro Echagüe (1906-1910) e Ignacio Crespo (1910-1911).
3) Vicente Solanilla, Júlia y Bianco, Diana Soledad “Grupos y actividades anarquistas en
la ciudad de Santa Fe. 1904 – 1920”, ponencia presentada en el IV Congreso Regional de
Historia e Historiografía, Facultad de Humanidades y Ciencias, Universidad Nacional del
Litoral, Santa Fe, 12 y 13 de Mayo de 2011, inédita.
4) El mismo quedó conformado de la siguiente manera: presidente Dr. Manuel Menchaca;
secretario Manuel Beney y vocales: Manuel Frutos, Salvador Vigo, Segundo A. Gómez, Dr.
Enrique Muzzio, entre otros. Unos meses después la comisión sufrió algunos cambios en
sus miembros. El 25 de mayo de 1905 se incorporaron a la nómina de vocales, entre otros,
Roque G. Niklinson, Luis Bonaparte, Sergio Reinoso, Tomás Furno (h) y Raúl R. Villarroel
como secretario.
78
lante las gestiones para lograr la fundación del Colegio Nacional y de la
Escuela Normal de la Nación, alcanzando ese objetivo en el año 1906. A
ello se le debe sumar la creación de la Escuela Industrial de Santa Fe que
funcionaba desde 1902 y que fue nacionalizada en 1909.
Más allá de las transformaciones y novedades mencionadas, los as-
pectos más destacados en el ámbito de la política provincial a partir de
1912 fueron los triunfos de la Unión Cívica Radical. Manuel Menchaca
fue el primer gobernador de este signo político y luego lo sucedieron
Rodolfo Lehmann y Enrique Mosca.
En el marco descripto, desde diferentes ámbitos se llevaron a cabo ges-
tiones para lograr dar validez nacional a los títulos que expedía la Univer-
sidad de Santa Fe. En este sentido, en 1902 los diputados José Galeano y
Nicasio Oroño presentaron el primer proyecto que proponía la nacionali-
zación de los títulos pero no lograron tener éxito. A principios de 1907 el
Rector Santiago Irigoyen solicitó al gobernador Pedro Echague el inicio de
las tramitaciones para que el gobierno nacional reconociera la validez en
todo el territorio argentino de dichos títulos. La necesidad de que aquellos
fueran reconocidos a nivel nacional radicaba en que los graduados de la Uni-
versidad de Santa Fe se encontraban limitados a ejercer la profesión en las
provincias de Entre Ríos, Corrientes y Santa Fe, con la sola formalidad de
inscribirse en la matrícula correspondiente. Pero en el resto de las provincias
no podían desempeñar funciones con solo presentar sus diplomas. En la nota
que el Rector le enviara al gobernador también se refería a la imposibilidad
de ampliar la oferta educativa por parte de la Universidad a las carreras de
Derecho, Ciencias Sociales, Ciencias Políticas, Notariado y Procuración5. El
no reconocimiento de los títulos a nivel nacional limitaba en más de un sen-
tido las posibilidades de expansión y desarrollo de la casa de altos estudios.
El mismo Rector Irigoyen fue comisionado para realizar las tratativas
ante el Ministro de Justicia e Instrucción Pública Federico Pinedo pero
estas no lograron los resultados esperados. Un nuevo proyecto se presen-
tó un año más tarde en el Congreso pero la iniciativa no llegó a tratarse
porque la idea no contaba con el apoyo de Ejecutivo de la Nación.
En setiembre de 1908 estuvo de visita en Santa Fe el Ministro de Jus-
ticia e Instrucción Pública de la Nación Ramón S. Naón. Esto posibilitó
79
que el Rector de la Universidad de Santa Fe lograra comprometerlo para
que trabajase en la nacionalización de los títulos. En esta oportunidad se
logró que el 7 de julio de 1909 se firmara el Decreto del Poder Ejecutivo
Nacional por el que se reconocían los títulos expedidos por la Universi-
dad de Santa Fe. Antes de finalizar el mes siguiente, el ministro Naón
viajó nuevamente a la capital santafesina siendo recibido en la estación
de trenes y agasajado con un banquete de honor. No faltaron los discursos
de agradecimiento y reconocimiento en las diferentes actividades de las
que participó. La medida se consideraba de una gran importancia para
todos, pero para los estudiantes (al menos los que se nucleaban en torno
a la agrupación estudiantil “Unión Universitaria”) era insuficiente. En el
mismo acto de colación, el representante de los estudiantes expresó en su
discurso que “(e)sta Capital celebra con vuestra llegada su primer triunfo
(la oficialización de los títulos), pero no descansará hasta ver realizado su
sueño, la nacionalización completa de su más alta institución docente”6.
Como queda claro, los estudiantes aspiraban a más. No se contentaban
con el reconocimiento nacional de los títulos y por ello, como veremos
más adelante, comenzaron a organizarse y accionar en diversos ámbitos
públicos convirtiéndose en los principales impulsores de la nacionaliza-
ción de la Universidad. Ello evidenciaba profundas diferencias de criterio
y concepción respecto de la universidad con una parte importante del
cuerpo docente y de las autoridades políticas de Santa Fe y el país.
El decreto de Naón, los discursos y los aplausos no sirvieron de mu-
cho. A poco de transcurrir el tiempo los egresados pudieron constatar
que la norma no tenía efecto. Según Caballero Martín, el decreto “…se
caracterizaba por ser de emergencia y de fuerza legal discutida; consi-
derando además, que tan solo por el resorte de una ley del Congreso era
dable extender al resto del país la validez de los títulos provinciales”7.
Como producto de esa constatación y de la aspiración de crear una uni-
versidad nacional, los esfuerzos se dirigieron a lograr que se sancionara
la ley que lo contemplara.
6) Citado en Miranda, Estela María La formación del sistema universitario nacional, Direc-
ción General de Publicaciones, Universidad Nacional de Córdoba, Córdoba, 1993, p. 243.
7) Caballero Martín, Ángel S. La Universidad de Santa Fe, Imprenta de la Universidad,
Santa Fe, 1931, p. 61.
80
Los estudiantes comienzan la lucha por la nacionalización de la
universidad
81
Al estampido de las bombas fue congregándose un nume-
roso público, a las dos de la tarde, en la plaza España, punto de
cita, (…). Notábanse representaciones de todas las esferas, del
intelectual al obrero. Organizada la columna en medio del ma-
yor entusiasmo y vivas a la Universidad de Santa Fe, empren-
dió la marcha por calle Humberto 1°, llevando al frente al cuer-
po de catedráticos y delegaciones de estudiantes de Corrientes,
Entre Ríos, Esperanza y demás localidades. Esta siguió por
calle San Martín hasta la plaza de Mayo, en cuyo trayecto se le
arrojaban flores desde los balcones11.
82
y las conveniencias de alcanzar la nacionalización de la universidad14. La
respuesta del gobernador Menchaca no se hizo esperar. El 14 de setiembre le
respondía a Luis Bonaparte, Presidente de la comisión Pro–Nacionalización
de la Universidad, que “dicha petición ha pasado al Ministerio respectivo,
y que prestaré mi más decidida cooperación a tan patrióticos propósitos”15.
Impulsado por estas acciones, durante el año 1913 se presentó un in-
teresante número de propuestas legislativas. El Diputado Nacional Víctor
Pesenti elevó un proyecto de ley en el que se plantea la nacionalización de
la Universidad de Santa Fe. Ramón Castillo propuso crear la Universidad
Nacional de Rosario, Estanislao Zeballos una Universidad Federal de Ro-
sario con cuatro facultades y Joaquín V. González presentó un proyecto
para crear la Universidad Nacional de Rosario con cinco facultades. Ante
las propuestas legislativas la Federación Estudiantil Santafesina envió
una nota al Ministro de Instrucción Pública de la Nación “…recomen-
dando a su elevada consideración el proyecto del diputado nacional, Dr.
Víctor R. Pesenti, sobre nacionalización de esta universidad, o bien de
cualquier otro que tienda a ese resultado”16. Tomaron también la iniciati-
va de trasladarse a la Capital Federal conformando una delegación junto
a un representante del Centro Provincial de Libre Pensamiento a fin de
visitar el Congreso de la Nación y solicitar la aprobación del proyecto de
Pesenti. Como parte de las estrategias de acción, la Federación Estudian-
til Santafesina produjo comunicados publicados en diarios de Santa Fe,
Paraná, Rosario y Buenos Aires. En forma conjunta, estimuló la creación
de organizaciones estudiantiles con características similares a la de San-
ta Fe en Paraná y Rosario17. En 1914 se produjo la creación de los centros
de estudiantes de Derecho y de Farmacia de la Universidad de Santa Fe,
14) Las notas son firmadas por los presidentes de la Sociedad Progresos Urbanos, la Socie-
dad Española de Socorros Mutuos, la Unión Universitaria, el Círculo Napolitano, el Centro
Intelectual, la Unión Francesa de Socorros Mutuos, la Logia Masónica Argentina, el Cen-
tro de Libre Pensamiento, el Centro Vida Nueva, la Unión del Trabajo Libre, la Sociedad
Francesa Filantrópica, la Sociedad España, la Unione e Benevolenza, el Centro Recreativo
Alborada, la Sociedad Trabajo y Placer y la Federación Estudiantil. Por aquel entonces, Julio
Martínez Gálvez era el presidente de la Unión Universitaria, Alejandro Gruning Rosas el
presidente de la Federación Estudiantil y Alcides Greca el del Centro de Libre Pensamiento.
15) Museo y Archivo Histórico “Marta Samatán” Creación de la Universidad…, Op.Cit., p. 52.
16) Museo y Archivo Histórico “Marta Samatán” Creación de la Universidad…, Op.Cit., p. 48
17) El 14 de junio de 1913 se le informaba desde Rosario a Gruning Rosas, a través de un te-
legrama, que “Esta noche constituimos Federación Estudiantil Rosarina.” Museo y Archivo
Histórico “Marta Samatán” Creación de la Universidad…, Op.Cit., p. 53.
83
en sustitución de la Unión Universitaria que los nucleaba hasta ese mo-
mento. Durante ese año, el Centro de Estudiantes de Derecho realizó
un estudio de las instituciones existentes en Santa Fe, Paraná y Rosario
sobre las que se debía erigir la nueva universidad.
Entre los cambios más significativos en el gobierno de la Universidad
se destaca que la Asamblea Universitaria eligió por primera vez al Rector.
Esto fue posible por la reforma de los estatutos que el gobierno provincial
llevó a cabo durante 1912. Por una ley del 13 de noviembre de ese año se
reformaron varios artículos de la ley de creación de la Universidad. Se creó
la Asamblea Universitaria formada por miembros de todas las facultades
y escuelas; el Rector pasó a ser designado por la Asamblea Universitaria
y se estableció que su mandato duraba cuatro años y podía ser reelecto.
Además, la Asamblea Universitaria autorizó al Consejo Superior a presen-
tar los nuevos estatutos (ajustados a las leyes nacionales vigentes) al Poder
Ejecutivo para su aprobación. En mayo de 1914 el Gobierno de la provincia
aprobó los estatutos propuestos por la Universidad y el 8 de junio hizo lo
mismo el Poder Ejecutivo de la Nación. Caballero Martín dice que esos
estatutos (vigentes hasta 1918) ya eran muy anticuados para la época. La
consideración se sustentaba en que, de acuerdo a ese documento, los aca-
démicos titulares eran nombrados ad–vitam y estos eran los que elegían a
los Decanos y vice Decanos de las Facultades de Derecho y de Farmacia y
Obstetricia. La Asamblea Universitaria la constituían los académicos titu-
lares de todas las facultades y tenían atribuciones para elegir al Rector y
dictar el Reglamento Interno. Las elecciones eran secretas18.
Ante la reforma de los estatutos, la mesa directiva del Centro de Es-
tudiantes de Derecho convocó a una asamblea en la que se proclamó el
nombre del Doctor Oliva, profesor de la cátedra de Psicología, para can-
didato a Rector. Alejandro Gruning Rosas dice que “…el poder ejecutivo
eligió, en cambio a otro profesor, que (…) se inclina sin reservas a favor
de la tendencia conservadora, es decir, a favor del mantenimiento de la
universidad dentro de sus normas inveteradas”19. El 1 de agosto de 1914
asumió el Rectorado de la Universidad de Santa Fe Julio A. Busaniche
(sería reelecto en 1918 pero su segundo mandato tendría muy corta dura-
18) De esta manera, el estatuto permitía defender las posiciones adquiridas. Una pormeno-
rizada descripción de los estatutos vigentes en la Universidad de Santa Fe en 1918 puede
leerse en Caballero Martín, Ángel S. La Universidad..., Op.Cit.
19) Museo y Archivo Histórico “Marta Samatán” Creación de la Universidad…, Op.Cit., p. 31.
84
ción). La tendencia de la conducción de la alta casa de estudios seguiría
siendo la de obtener el reconocimiento nacional de los títulos pero no la
nacionalización de la universidad.
Como forma de estimular la discusión y el intercambio entre profeso-
res y alumnos, así como la vinculación con otras instituciones preocupadas
en la necesidad de llevar adelante cambios profundos en la universidad, el
Centro de Estudiantes de Derecho consiguió la visita de Rodolfo Rivarola20
a Santa Fe y la pronunciación de una conferencia en el Teatro Municipal.
Estas actividades, llevadas a cabo durante el mes de octubre de 1914, per-
mitieron al estudiantado exponer sus posiciones y sus proyectos, generar in-
formación para la prensa y mantener instalado el tema en la opinión pública.
Las relaciones entre los estudiantes que alentaban la creación de la
nueva universidad y el Doctor Rivarola se mantuvo durante todo el pro-
ceso que estamos considerando. La correspondencia con Gruning Rosas
nos permite saber de las gestiones que Rivarola realizó en Buenos Aires.
Entre ellas se destacan las visitas al Ministerio de Instrucción Pública que
estaba bajo la conducción de Tomás Cullen y al Congreso de la Nación.
Como ya hemos dicho, los estudiantes aspiraban a la creación de una
universidad de alcance regional. Con ese objeto, se pusieron en contacto
con estudiantes de Rosario y estimularon la creación de la Federación Es-
tudiantil. Lo mismo hicieron en otras localidades. En 1915 se organizó un
congreso en Paraná con la asistencia de delegados de Santa Fe, Rosario,
Buenos Aires, San Nicolás y Paraná, entre otros. Los gobiernos de Santa
Fe y Entre Ríos apoyaron las aspiraciones estudiantiles.
Con fecha 18 de julio de 1915, la Federación Estudiantil envió a los
legisladores nacionales y personas destacadas por su participación en el
ámbito cultural y político una circular cuyo membrete decía con letras
grandes“Universidad Nacional del Litoral” y a continuación Paraná-Ro-
sario–Santa Fe. La nota se iniciaba expresando:
20) Nació en Rosario en 1857 y falleció en 1942. Jurista, filósofo, juez, catedrático. Presi-
dente de la Universidad Nacional de La Plata (1918-1920) sucediendo en el cargo a su fun-
dador, Joaquín V. González. “Rodolfo Rivarola”, en el sitio web de la Universidad Nacional
de la Plata, http://www.unlp.edu.ar/articulo/2012/9/10/vidas_y_retratos_rodolfo_rivarola,
consulta marzo de 2009.
85
organización (creación) de la Universidad Nacional del Litoral
solicita del Señor (…) quiera dedicar todo su patriotismo, a fin
de que cuanto antes, este mismo año a ser posible, se dicte una
ley organizando (creando) dicha universidad…21
86
Ayer se reunió en sesión extraordinaria la comisión direc-
tiva de esta entidad con el objeto de tratar el interesante tópico
de la creación de una universidad en el litoral. Asistieron a esta
sesión los señores Domingo Sabaté y Emilio R. Tasada, presi-
dente y secretario respectivamente del Centro de Estudiantes
de Derecho de la ciudad de Santa Fe22.
87
constituido para lograr la creación de la Universidad Nacional del Lito-
ral. Las reuniones y las comunicaciones entre la Comisión Pro Universi-
dad del Litoral y Centro de Residentes Santafesinos en Buenos Aires, así
como de diversas instituciones santafesinas y rosarinas con los legislado-
res fueron frecuentes. Sin embargo, no se lograron avances significativos.
Un nuevo escenario se presentó a partir del conflicto abierto entre el
estudiantado cordobés y las autoridades de la Universidad de aquella pro-
vincia durante el año 1918. En ese marco se desarrolló el Primer Congreso
de Estudiantes Universitarios al que asistieron representantes de las Fe-
deraciones Universitarias de Buenos Aires, Córdoba, La Plata, Santa Fe
y Tucumán. En el transcurso del encuentro realizado durante el mes de
julio, el delegado por Santa Fe Ángel S. Caballero Martín25 introdujo el
proyecto de creación de la Universidad Nacional que estaban impulsando
en Santa Fe. Los estudiantes dieron apoyo a la demanda a través de la
resolución sancionada por el congreso el 24 de julio, en la que se recomen-
daba al Congreso Nacional que sancionara el proyecto de creación de la
Universidad Nacional del Litoral. La “recomendación” aludía al proyecto
presentado un año antes por el Diputado Nacional Jorge Raúl Rodríguez.
El mismo había perdido estado parlamentario por lo que el Diputado Luis
Agote introdujo nuevamente el asunto el 29 de julio con un proyecto de ley
igual al despacho de la Comisión de Instrucción Pública que se realizara
en función del presentado por Rodríguez. Pese a las peticiones que lle-
gaban al Congreso desde Santa Fe26, los nuevos intentos no fructificaron
durante ese año. Sin embargo, la inclusión de una partida destinada para la
creación de la Universidad Nacional del Litoral en el presupuesto del año
1919 hacía presuponer que su concreción estaba más cerca.
A fines de enero de 1919 el diario Santa Fe informó que:
25) Además de Caballero Martín, la representación santafesina estaba compuesta por los
estudiantes: Alejandro Gruning Rosas, Pablo Vrillaud, Horacio J. Varela, Mario R. Tissem-
baun, Juan A. Sanz, Octavio Martínez, Humberto Gambino y Raúl Zaballa.
26) El Concejo Deliberante Municipal, el Centro de Estudiantes de Derecho, el Centro de
Estudiantes de la Escuela Industrial, la Biblioteca Popular Progresos Urbanos, el Centro de
Estudiantes de Comercio, el Centro de Libre Pensamiento, la Biblioteca Popular Mariano
Moreno, la Sociedad Educación y Ciencia, la Asociación Argentina de Telegrafistas y la
Cámara Sindical de la Bolsa de Comercio de Rosario enviaron pedidos. En Busaniche, José
Carmelo Universidad…, Op.Cit., p. s/n.
88
Las gestiones que en la Capital Federal lleva a cabo la co-
misión de estudiantes que preside el Sr. Alejandro Gruning
Rosas, cerca del gobierno, de las instituciones culturales y de
la prensa, son acogidas con verdadero beneplácito. Ningún re-
paro se le opone al proyecto, considerándolo por el contrario,
como una necesidad nacional27.
89
ordinaria de la Cámara de Diputados, el 21 de mayo de 1919, el Diputado
Rodríguez volvió a presentar el proyecto que había propuesto en 1917.
Siete días después ingresó una nueva iniciativa proponiendo
Sin lugar a dudas, el apuro de Rodríguez tenía que ver con lo que es-
taba sucediendo en Santa Fe por esos días. Efectivamente, para las auto-
ridades universitarias era necesario llevar adelante cambios que respon-
dieran a las demandas de los estudiantes. En este sentido, es conveniente
aclarar que las acciones que estos estaban realizando no se reducían a las
gestiones que desarrollaban en Buenos Aires sino que además, desplega-
ban una intensa actividad en la misma Santa Fe. En abril la Federación
Universitaria de Santa Fe había solicitado que se modificara la forma en
que se constituía el gobierno de la Universidad y eso había derivado en el
pedido realizado el 10 de abril por la Academia de la Facultad de Derecho
al Consejo Superior para que designe una comisión para entrevistarse
con el Presidente de Nación y plantearle la necesidad de crear en Santa
Fe la Universidad Nacional del Litoral. Como ya se ha mencionado, el
encuentro con el Presidente no había tenido los resultados esperados por
ellos y, ante las presiones, el Rector Zenón Martínez33 solicitó al gobierno
provincial la aprobación del Decreto dictado por el Consejo Superior de
la Universidad el 8 de mayo de 1919, por el que se adoptó para el régimen
de la misma los estatutos de la Universidad Nacional de Buenos Aires.
90
La huelga de los estudiantes y la creación de la Universidad Nacional
del Litoral
91
de esas premisas, se deducía que “los nuevos estatutos corrían el riesgo de
ser desnaturalizados con criterios interpretativos viciados de parcialismo” 36.
El 8 de mayo de 1919 la Federación Universitaria de Santa Fe emitió
una resolución en la que expresaba que ante la situación “indecisa” que
atravesaba el cuerpo universitario, la “desorientación”, las “acefalías”, la
“incapacidad” de algunos profesores y la “disconformidad” ante la aplica-
ción del artículo 5 de la resolución del Consejo Superior, resolvió solicitar a
los poderes públicos la sanción de estatutos iguales a los de la Universidad
de Buenos Aires, el nombramiento de un representante que presida la reor-
ganización atendiendo a las aspiraciones estudiantiles e “(i)nvitar a los es-
tudiantes federados a no concurrir a las clases desde el día 8 del corriente,
hasta tanto se solucione favorablemente el actual conflicto y se normalice
la situación imprecisa por que atraviesa la universidad”. El cuarto punto
de la resolución planteaba realizar un acto público para dar a conocer los
motivos de las medidas que adoptaron y por el quinto se comprometían a
buscar el apoyo de la Federación Universitaria Argentina37.
La huelga fue ratificada a las pocas horas por los estudiantes reunidos
en la Sociedad Cosmopolita. El diario Santa Fe informó el 8 de mayo al-
gunos de los detalles de las acciones que se sucedieron durante la jornada.
La asamblea convocada se demoró en su inicio porque “el ambiente estaba
caldeado” y se temía que la asistencia fuera insuficiente pues “…el grupo
que podríamos llamar conservador, secundando al grupo netamente cató-
lico, estaba a la misma hora en los claustros de la universidad, dispuestos
a concurrir a clase”38. No obstante, la convocatoria fue un éxito y Pablo
Vrillaud39, luego de un encendido discurso pidió un voto de confianza o de
rectificación de parte de sus compañeros. La respuesta fue el voto por la
continuidad de las acciones emprendidas y la ratificación de la presidencia
de Vrillaud. Uno de los asambleístas de apellido Morisot planteó que no
consideraba necesaria la remoción del rector pero que
92
… a pesar de ello, para contribuir con toda hidalguía a las
finalidades expuestas y en obsequio al espíritu predominante
en favor de una amplia reorganización universitaria, hacía mo-
ción para que la asamblea encomendara a su presidencia a la
misión de pedir a aquella autoridad la renuncia40.
93
ridades provinciales la intervención de la universidad. Por el mismo co-
municado se solicitaba la adhesión de todas las federaciones universita-
rias del país. Los estudiantes cordobeses dieron su apoyo y la Federación
Argentina mandó un telegrama de “aliento.” Gruning Rosas informó que
“(e)l presidente Irigoyen (Sic) está compenetrado de todo y decidido, si
acaso la sanción legislativa tardara, a tomar la resolución necesaria recla-
mada por las circunstancias y la brega incesante de la juventud”42.
El domingo 11 de mayo en una nota de opinión del diario Santa Fe
se decía que la forma en que se ha planteado el conflicto universitario,
“con dos bandos de estudiantes y profesores”, pone al Poder Ejecutivo de
la provincia en la obligación de darle una solución “…que encuadre con
las aspiraciones de la mayoría (…) en la misma forma que ha tenido que
hacerse en Córdoba primero y en Buenos Aires después”43. El mismo
diario pedía dos días después que se cerrara la universidad hasta que se
resolviera el conflicto porque, de otra manera, los ánimos se “caldeaban”
y las consecuencias podían llegar a ser graves. La nota continuaba con
planteos que ponían al gobierno provincial en el centro de la cuestión y
lo responsabilizaban por las consecuencias que sus decisiones podrían
tener. Posicionándose a favor de la intervención de la universidad y por
tanto de los planteos de los alumnos en huelga, solicitaba que
94
to decreto ministerial”. Desde la Unión Universitaria se respondió con el
reparto de “boletines” con los que se daba a conocer su posición sobre el
tema. Más tarde, se dijo que apareció el decreto. En el contexto mencio-
nado, el Rector Zenón Martínez presentó su renuncia y tras él, también
renunciaron la mayoría de los docentes, quedando solo algunos que al mo-
mento de presentarse la intervención debieron efectivizarla.
El Decreto de intervención publicado por el diario Santa Fe planteaba
que era necesario reorganizar las autoridades de la Universidad de Santa
Fe, de acuerdo con los estatutos que se ponían en vigencia a partir de
ese día, que las medidas que se tomaban obedecían a las solicitudes de
los alumnos y los catedráticos y que las mismas estarían bajo la conduc-
ción del Ministro de Instrucción Pública y Agricultura. En función de
esas consideraciones, se declaró intervenida la casa de altos estudios45.
El mismo día entraron en funciones los nuevos delegados del Centro de
Estudiantes de Derecho y se renovaron las autoridades de la Federación
Universitaria. La nueva comisión quedó constituida por Pablo Vrillaud y
J. A. Sanz como presidentes, Augusto Morisot y J. Rubio como secreta-
rios, E. Dottoni asumió el cargo de tesorero y los vocales fueron: Horacio
Gambino, Alejandro Gruning Rosas, Ignacio González, J. Pietranera, P.
Candioti, A. Rotman y T. Ramella. En el acto la Federación emitió una
declaración en la que realizaba una evaluación de las acciones llevadas
a cabo por la Unión Universitaria. Entendían que ese grupo expresaba
“contradicciones manifiestas entre lo que realizan y lo que publican”, por
lo que consideraban necesario dar a conocer los motivos del conflicto.
Para ello, se proponían realizar una serie de conferencias que comenza-
rían ese mismo día en la Federación Obrera46.
El jueves 14 de mayo se llevó a cabo el acto a través del cual José Ara-
ya tomó posesión del cargo de Interventor de la Universidad. Desde tem-
prano la cuadra de calle San Martín entre Moreno y Corrientes mostraba
una extraordinaria concurrencia. La Federación Universitaria y la Unión
Universitaria, que tenían sus locales frente a la universidad, “estaban lle-
nos de gente”. En el de la Federación se congregaron los alumnos del
Colegio Nacional que habían hecho causa común con los universitarios
en huelga. De los locales se disparaban bombas de estruendo que junto a
la algarabía de los dos bandos daban una nota de alegría.
95
En el salón de actos de la Universidad el Rector Martínez, acompaña-
do de un grupo de profesores y amigos personales esperó la llegada del
Interventor. Según informa el Santa Fe “La sala de actos estaba repleta
de concurrencia selecta, entre la que figuraban no pocos profesores de la
misma que no participaban del círculo del rector. La Federación Univer-
sitaria y la Unión Universitaria estaban representadas por delegaciones
numerosas”. Al momento de los discursos, el Rector renunciante planteó
que se iniciaba un nuevo período en la vida de la Universidad y que había
que tener “fe en el engrandecimiento de esta casa”. Para eso pedía el tra-
bajo de todos “en un ambiente de lealtad y de concordia, deponiendo des-
confianzas y recelos que nunca serán fundamento de obra duradera”47.
Lo que se vendría no sería la Universidad Nacional de Santa Fe como
lo anhelaba Martínez, sino la Universidad Nacional del Litoral. La dife-
rencia no sería menor y ello implicaba decisiones y acciones que tras-
cendían el ámbito local. Luego del discurso de Martínez pronunció el
suyo el Interventor y al terminar recibidó fuertes aplausos. En la calle los
grupos de estudiantes se ubicaron en las puertas de sus locales. Al pasar
el ex–Rector Martínez fue el grupo de la Unión Universitaria el que lo
“vivó estruendosamente”. Mientras tanto, los de la Federación Universi-
taria saludaban con alborozo a los profesores que se retiraban de la casa
de estudios y a las personas que circulaban por la calle.
Los catedráticos de las dos facultades pusieron sus renuncias a disposi-
ción de la intervención y esta, a través de un Decreto, designó a los nuevos
secretarios. Se trataba de los Profesores Amadeo Gervasoni, que se venía
desempeñando como Director de Instrucción Pública y Antenor Ferreira,
Inspector General de Escuelas de la provincia. El diario llamaba la atención
sobre el dato ya que ninguno de los dos era abogado y expresaba que ello se
podía deber a que “el señor interventor ha procedido así por la dificultad de
encontrar un abogado que no esté embanderado en este conflicto”48.
Como forma de celebrar la intervención a la Universidad, la Federación
Universitaria organizó un acto en el Teatro Municipal el domingo 18 de
mayo. El momento artístico estuvo a cargo de una academia de declama-
ción y luego hicieron uso de la palabra Gruning Rosas, quien presentó al
delegado de los universitarios de Córdoba, Cortés Plá, y luego Humberto
Gambino hizo lo propio con el de la Federación Universitaria Argentina,
96
Usbaldo Isnardi. Según el Santa Fe, también hablaron a pedido del público
Pablo Vrillaud y Augusto Morisot. Luego de los discursos, los estudiantes
salieron en manifestación por la calle y se dirigieron hacia el local de la
Federación49. En los días que le sucedieron, se dieron conferencias en la Fe-
deración Obrera, en la Biblioteca Emilio Zola y la Sociedad Cosmopólita.
Diez días después la Federación Universitaria realizó un nuevo mitin en
la Plaza de Mayo. El Diario de campaña de los estudiantes de Santa Fe por
la reforma universitaria lo denomina como “el mitin de la «chusma», una
de las más imponente manifestaciones públicas que hubiera visto la ciudad
de Santa Fe”50. Según Caballero Martín el evento “congregó a un público
numeroso y entusiasta”. En la oportunidad se aprobó un documento en el
que se manifestaba, entre otras cosas, “su inquebrantable fe en luchar contra
el despotismo metido en la escuela y la incapacidad enseñoreada de la cá-
tedra, llenas de la más resuelta y firme decisión de despertar en una intensa
sacudida las actividades de un pueblo”. Planteaban que ellos enarbolaban el
espíritu de “Mariano Moreno contra los pelucones de la primera junta”51.
El mitin había comenzado con una marcha por calle San Martín. En
el trayecto se produjeron dos actos de hostilidad, uno de ellos frente al
Club del Orden, pero sin pasar a mayores. Los manifestantes cubrieron
un largo espacio a lo largo de las calles San Jerónimo y 3 de Febrero.
Desde la tribuna hablaron los delegados de la Universidad de Córdoba
Enrique Barros, Ismael Bordabehere, Emilio Biagosch, el delegado de la
Federación Universitaria Argentina Ubaldo Isnardi, Armando Molinas,
Augusto Morisot y Pablo Vrillaud como Presidente de la Federación Uni-
versitaria de Santa Fe. Al concluir se invitó a los presentes a asistir al local
de la Federación donde volvieron a producirse discursos. Al momento de
la desconcentración se produjeron algunos incidentes en calle San Martín
provocados por un grupo de personas que llevaban una bandera Argenti-
na. De los episodios participaron integrantes del Regimiento 12 de Infan-
tería con actitudes poco consecuentes con la función que le correspondía.
Por estos incidentes la Federación Universitaria hizo pública una declara-
ción y envió al Presidente de la República y a los Ministros del Interior,
97
Instrucción Pública y de Guerra un telegrama de protesta denunciando a
los oficiales del 12 de Infantería. En los días siguientes, los universitarios
santafesinos recibieron una comunicación de la Federación Universitaria
Argentina en la que expresaba que ante el conflicto por el que estaba atra-
vesando la Universidad de Santa Fe resolvía solicitar al Congreso de la
Nación atender al asunto y apoyar la actitud de la Federación Universitaria
de Santa Fe52. También se recibieron notas de adhesión de la Federación
Universitaria de Buenos Aires, de la de Córdoba, de la de La Plata y de la
de Tucumán con las que los estimulaban a proseguir en la lucha.
En el Congreso de la Nación, durante la Sesión realizada el 21 de
mayo, el Diputado Rodríguez presentó nuevamente el Proyecto de Ley
que había dado ingreso el 31 de Agosto de 1917 y, una semana después,
presentó un nuevo proyecto por el que se creaba la Universidad Nacional
de Santa Fe. Ante los sucesos que se estaban viviendo en la capital pro-
vincial, el 3 de junio la comisión de Instrucción Pública dio ingreso al
proyecto y Rodríguez hizo una moción de preferencia para su tratamien-
to, la cual fue aprobada.
Durante esos días se sumaron los pedidos para la inmediata sanción
de la ley. En ese sentido envíaron sus solicitudes a la Cámara de Diputa-
dos de la Nación el Gobernador de la Provincia de Santa Fe, la Federa-
ción Universitaria Argentina, la Federaciones Universitarias de Santa Fe
y Buenos Aires, así como diversas instituciones de Santa Fe y Rosario.
En Buenos Aires lo delegados de la Federación Universitaria de Santa Fe
(Alejandro Grugning Rosas, José Rubio Olssen, Francisco J. Garo y Do-
mingo Albornoz) realizaron gestiones en diversos ámbitos y con el mis-
mo propósito. En la sesión del 11 de junio comenzó el tratamiento de los
proyectos. Las discusiones fueron arduas y se extendieron en el tiempo.
En Santa Fe el interventor de la Universidad convocó, para el 1º de
agosto, a los estudiantes de las Facultades de Derecho y de Farmacia
y Obstetricia para la elección de los delegados que en compañía de los
profesores constituirían la Asamblea Universitaria. Sin lugar a dudas se
trataba de un acontecimiento de primera importancia. Por primera vez
los estudiantes iban a tener injerencia en el gobierno de la Universidad.
Participaron del acto todos los estudiantes universitarios y las listas de
delegados propuestas por la Federación Universitaria obtuvieron el triun-
52) “Diario de campaña de los estudiantes de Santa Fe por la reforma Universitaria”, re-
producido en Del Mazo, Gabriel La Reforma Universitaria…, Op.Cit., Tomo V, p. 48-49.
98
fo por amplio margen de votos. El día 18 de agosto se realizaron las asam-
bleas en las que se eligieron los Decanos de las dos facultades, así como
también los Consejeros Directivos. En todos los casos las listas de la
Federación Universitaria lograron el triunfo. Ante los resultados, un nu-
meroso grupo de profesores presentó su renuncia, inclusive algunos que
habían logrado cargos directivos por designación de los mismos estu-
diantes. Según Caballero Martín se trataba de dejar acéfalo al instituto e
impedir el proceso de cambio. La Federación Universitaria dio a conocer
una resolución por la que se declaraba partidaria de aceptar las renuncias
de los profesores y expresó que contaba “con el concurso espontaneo de
numerosos y conspicuos profesionales” para “mantener el Instituto Supe-
rior de cultura de Santa Fe” y que en caso de que intentara la clausura de
la Universidad estaba dispuesta a defenderla “propiciando ante el pueblo
de Santa Fe un amplio movimiento de protesta”53.
Mientras eso sucedía en Santa Fe, las organizaciones estudiantiles
universitarias siguieron presionando a los diputados a través de las notas
que enviaban solicitando la aprobación del proyecto de Ley por el que se
creaba la Universidad Nacional del Litoral. Esta se produjo en Diputados
el 27 de agosto y pocos días después ingresó al Senado. Una vez más la
Federación Universitaria Argentina, la Sociedad Amigos de la Infancia y
sociedades culturales, industriales, comerciales y estudiantiles de Santa
Fe, Rosario y Paraná, se dirigieron a la cámara urgiendo su pronto trata-
miento. Un mes después se presentó el despacho de la comisión respecti-
va y se dio por aprobada la ley54.
Mientras tanto en Santa Fe el interventor aceptaba las renuncias pre-
sentadas por los docentes y cubría las vacantes según lo establecido por los
estatutos. Por otro lado, el 20 de septiembre se constituyó el Consejo Direc-
tivo de la Facultad de Farmacia y Obstetricia y el 25 del mismo mes, el de la
Facultad de Derecho y Ciencias Sociales. Una vez más, los profesores pro-
puestos por la Federación fueron electos. De esa manera, la Federación Uni-
versitaria siguió imponiéndose durante el periodo que duró la intervención.
El Diario de campaña de los estudiantes de Santa Fe por la Reforma
Universitaria dice que el día 27 de septiembre se festejó ruidosamente la
noticia de la sanción definitiva de la Ley de creación de la Universidad
99
Nacional del Litoral. Cuatro días después la Federación Universitaria re-
solvió ponerle punto final a la huelga que mantenían. Se consideró que
la lucha no había terminado pero creían prudente reemprender la tarea
suspendida “no por puro motivo de egoísmo, sino porque así lo reclama
la moralidad y el decoro de los estudiantes y la seriedad docente y admi-
nistrativa de la Universidad”55.
En marzo de 1920 el presidente Hipólito Yrigoyen encargó al Ministro
de Justicia e Instrucción Pública de la Nación José S. Salinas la organiza-
ción de la Universidad en función de lo estipulado por la ley. Concluido
los trabajos de organización, el 12 de abril de 1922 Yrigoyen nombró,
hasta el momento que se eligieran las autoridades de acuerdo a lo estable-
cido por los estatutos, como Rector a José Avalos y una semana después el
ministro Salinas se trasladó a Santa Fe para proceder a la inauguración de
la Universidad Nacional del Litoral. Luego de más de una década de lucha,
el accionar del movimiento estudiantil universitario santafesino lograba
concretar sus objetivos.
55) “Diario de campaña de los estudiantes de Santa Fe por la reforma Universitaria”, repro-
ducido en Del Mazo, Gabriel La Reforma Universitaria…, Op.Cit., Tomo V, p. 54.
100
“Paiva La heroica”. La comunidad ferroviaria
movilizada en 1961
Luisina Agostini
Recorrido preliminar
101
sentido de pertenencia que surgió con la estatización y las conquistas que
ello implicó, los trabajadores no cesaron en el planteo de mejoras laborales.
Las grandes huelgas ferroviarias de 1950-51 tuvieron que ver con deman-
das salariales que los afiliados gremiales reclamaban al gobierno peronista
y también con las diferencias entre las bases y la dirigencia sindical frente
al liderazgo y organización de los reclamos. La existencia de conflictos
obreros generó acciones de negociación y represión por parte del gobierno
y se agudizaron las críticas, desde la dirigencia sindical como de la oposi-
ción, a las medidas de estatización porque las mismas no se acompañaron
de renovación tecnológica y modernización de equipos ferroviarios.
La llamada Revolución Libertadora de 1955 aplicó diferentes medi-
das para atender las debilidades económicas del país que se consideraban
como el resultado de las erradas políticas peronistas. Una de ellas tenía
que ver con el crecimiento del déficit de las empresas públicas y dentro de
estas, la empresa ferroviaria se presentaba como improductiva y atrasada.
Cuando en 1958 Arturo Frondizi asumió el ejecutivo nacional continuó
con las políticas inspiradas en la no intervención del Estado de la denomi-
nada Revolución Libertadora, la reducción del gasto público y la entrada de
inversiones extranjeras destinadas al desarrollo automotriz y petroquímico.
En mayo de 1961 el Decreto Nacional N° 4061ordenaba el levantamien-
to de 2300 kilómetros de vías férreas, la cesantía y jubilación anticipada de
casi 10.000 trabajadores. Declaraba congelado el déficit de explotación de
los ferrocarriles nacionales estableciendo la necesidad de suprimir aquellos
servicios considerados antieconómicos en pos de racionalizar el trabajo del
personal para lograr una eficiente productividad. En su artículo 5 estable-
cía la transferencia a la actividad privada de servicios considerados com-
plementarios de la actividad ferroviaria como por ejemplo, restaurantes,
coches comedores y confiterías. Dejaba en claro el interés en realizar los
estudios necesarios para establecer la posibilidad económica y técnica de
proceder a la privatización total o parcial de los talleres de reparaciones1.
En este proceso histórico, la huelga nacional de 1961 constituyó una
de las primeras manifestaciones de defensa del ferrocarril frente a las
políticas del gobierno nacional.
Los ferroviarios históricamente se identificaron como parte de la
clase obrera. Si bien no trabajaron en fábricas, la creación del sistema
1) Decreto Nacional Nº 4061 del año 1961, citado en Paúl, Oscar La declaración de ciudad
del Pueblo Reynaldo Cullen, Imprenta Lux, Santa Fe, 2001.
102
ferroviario argentino, a fines del siglo XIX, necesitaba de mano de obra
especializada, de trabajadores que pudieran desempeñar las funciones
de mantenimiento de la estructura férrea y del material rodante. Esto
generó el desarrollo de una industria destinada a la producción de coches
motores, fábrica de vagones, ensamble de material importado. Se confor-
mó así, un complejo industrial importante sostenido por los talleres de
Tafí Viejo, Junín, Liniers, Remedios de Escalada, Pérez, La Plata, María
Juana, Paraná, Alta Córdoba, Laguna Paiva, San Cristóbal, Cruz del Eje,
entre otros, que tuvieron su esplendor en la primera mitad del siglo XX.
Dentro del Sistema Ferroviario Nacional organizado en función de
diferentes ramales que recorrían lo ancho y largo del territorio, Santa Fe
ocupaba un lugar estratégico como provincia con importantes talleres de
producción de insumos ferroviarios y reparación de vagones. Esto generó
un dinamismo económico en localidades como Laguna Paiva, Pérez y
San Cristóbal que se formaron al calor del funcionamiento de las loco-
motoras, constituyéndose en núcleos socioeconómicos fuertes dentro del
desarrollo regional ferroviario.
En este trabajo nos interesa analizar la movilización social llevada a
cabo por el pueblo de Laguna Paiva2 durante una huelga nacional en 1961
como resultado del impacto de las políticas desarrollistas del gobierno de
Frondizi. Consideramos que tales medidas fueron significativas en este
escenario porque el mismo no se reducía a un núcleo laboral, sino que el
trabajo ferroviario en los talleres era el centro del espacio social. Hom-
bres, mujeres, niños se veían relacionados de diferentes maneras con el
nudo ferroviario, el entramado identitario construido colectivamente en
y por la comunidad paivense, podríamos decir una comunidad ferrovia-
ria, es lo que hace particular e importante su estudio.
103
y una red ferroviaria obsoleta con problemas estructurales y con un défi-
cit que comprometía notablemente las cuentas públicas”3. Dentro de esta
agenda y como parte de las políticas desarrollistas, el gobierno elaboró
el Plan de Reestructuración Ferroviaria o Plan Larkin4, que establecía
un diagnóstico negativo del sistema ferroviario argentino, financiamiento
externo para solucionar el déficit, un achicamiento de la red ferroviaria y
la reducción del número de empleados5.
Mengascini6 plantea que el crecimiento de la industria automotriz,
por un lado, y el Plan Larkin por otro, constituyeron el contexto funda-
mental del paro ferroviario de 1961. Sin embargo, agrega que los déficits
de la organización ferroviaria de años anteriores (incluyendo el período
peronista y nacionalizador) generaron, de alguna manera, las políticas
más duras sobre el transporte ferroviario a partir de la aplicación de las
recetas desarrollistas.
El despegue de la industria automotriz en este período provocó el de-
sarrollo de una estructura productiva ligada a neumáticos, combustibles,
motores, entre otros. También, el crecimiento del transporte de carga y de
pasajeros contó con subsidios y nuevos caminos construidos por Vialidad
Nacional, superpuestos al trazado ferroviario. Se generó entonces el quiebre
geográfico del recorrido férreo, con la consecuente desintegración social y
económica de los espacios, que fueron creados en el siglo XIX e inicios del
XX al calor de la economía agroexportadora, que en la década de los años
‘50 no tenían garantizada su existencia dentro del esquema desarrollista.
El crecimiento regional de Córdoba y Santa Fe como resultado del de-
sarrollo de la industria automotriz, San Nicolás y Villa Constitución de-
bido a la siderurgia, la Patagonia por las inversiones en las industrias de
aluminio, gas y petróleo, evidenciaban la decadencia de las industrias vin-
culadas a la alimentación, servicios férreos e industria textil debido al atra-
104
so tecnológico y a estar fuera de las prioridades del gobierno. La aplicación
de políticas de reestructuración nacional en escenarios locales desplazados
por el nuevo proyecto, generaron una ruptura económica y social.
Como resultado del Decreto Nº 4061, se llevaron a cabo a nivel nacio-
nal diferentes paros por parte de La Fraternidad y la Unión Ferroviaria.
Durante los meses de mayo y junio se realizaron huelgas que consiguieron
un acuerdo con el gobierno que consistió en la posterior conformación
de una comisión integrada por representantes estatales y gremiales con
el propósito de estudiar la situación de los servicios auxiliares, de los ra-
males que se pretendía levantar y del consecuente régimen de trabajo en
los talleres. Tras demoras en las negociaciones, un decreto en octubre de
1961 declaró congelado el déficit de explotación de los ferrocarriles na-
cionales, acentuó el diagnóstico económico deficitario de las estructuras
ferroviarias para la economía del país y estableció la necesidad de reducir
el personal en forma paulatina con previa indemnización. El Ministro de
Obras y Servicios Públicos de la Nación, Arturo Acevedo, se dirigió a la
opinión pública mediante una solicitada en la cual exponía 29 razones
para “ratificar la política para suprimir el déficit y mejorar los servicios”.
La razón número 11 planteaba “El personal de los ferrocarriles argentinos
es superabundante comparado con los de cualquier país del mundo y el
cotejo del volumen de carga transportada en cada sistema comprueba su
baja productividad”, mientras que el punto número 20 declaraba
105
estableció un paro por tiempo indeterminado que comenzó el 30 de octu-
bre, siendo coordinada la acción con otros actores del movimiento obrero
nacional como la Unión Ferroviaria, la Confederación General del Trabajo,
la Confederación Argentina de Trabajadores del Transporte y establecien-
do contactos con la Federación Internacional de Obreros del Transporte.
A partir del 1 de noviembre de 1961 las disposiciones gubernamenta-
les declaraban la emergencia de la situación ferroviaria y el establecimien-
to de la requisa del personal en Buenos Aires, y a partir del 13 de noviem-
bre en todo el país8. Esta medida se acompañó, a partir del 5 de noviembre,
de la creación de un Comando de Seguridad del Transporte encargado de
asegurar el funcionamiento del servicio y la paz social. Consideramos que
estos dispositivos de control dan cuenta del creciente protagonismo del
actor militar y de la crisis de legitimidad del sistema político9.
El ofrecimiento de altas remuneraciones a aquellos que se presenta-
sen a trabajar, la contratación de personal jubilado, de obreros de países
limítrofes y aficionados constituyeron estrategias del gobierno nacional
para garantizar el cumplimiento del servicio y quebrar la huelga.
Asambleas de trabajadores, manifestaciones públicas, divulgación pro-
pagandística integraron el repertorio de acción constante del movimien-
to ferroviario nacional. Las comisiones directivas de La Fraternidad y la
Unión Ferroviaria centralizaron la información del conflicto, las indica-
ciones a seguir y la suerte de las negociaciones en Circulares Generales y
Boletines de Huelga. A partir del 1 de noviembre de 1961 la preocupación
central del movimiento fue buscar estrategias para obstaculizar y hacer fra-
casar el plan de requisa del gobierno. En los documentos gremiales se indi-
caba como proceder frente a los allanamientos, intimidaciones, persecucio-
nes y demás acciones realizadas hacia la organización gremial, los obreros
y sus familias, tendientes a quebrar la medida. También, los documentos
gremiales advertían sobre la contratación de personal antes despedido y
8) La requisa era un procedimiento policial que ponía a disposición del Ejecutivo Nacional
al personal estatal ferroviario, a quien se le notificaba la obligación de concurrir a su lugar
de trabajo.
9) El Plan CONINTES (Conmoción Interna del Estado, cuyo antecedente se encuentra en
la Ley de Organización de la Nación para Tiempos de Guerra, Ley Nacional Nº 13234 de
1948), que otorgaba facultades judiciales al Poder Ejecutivo Nacional y permitía la partici-
pación de las Fuerzas Armadas en la represión interna, daba cuenta del predominio del actor
militar en la escena política Argentina.
106
no profesional que ocupaba cargos en los servicios ferroviarios pudiendo
ocasionar accidentes, errores técnicos y un peligro para los usuarios.
Cuando el conflicto llegó al día 32, el Cardenal Antonio Caggiano dio
a conocer una carta pastoral en la que explicitaba “…a esta altura de los
acontecimientos nuestro silencio no podría ser considerado como una ma-
nifestación de prudencia sino como índice de insensibilidad”10. Debido al
recrudecimiento de la huelga y a las frustradas negociaciones entre las par-
tes, el 1 de diciembre el Poder Ejecutivo solicitó la mediación del Cardenal,
el que aceptó la propuesta y la comunicó a las entidades gremiales quienes,
a su vez, también aceptaron las nuevas condiciones de las negociaciones.
El plan reivindicativo del movimiento ferroviario consistía en la cons-
titución del directorio de la Empresa de Ferrocarriles Argentinos (EFEA)
con representación obrera, la reapertura de talleres, el aumento de sueldos
de acuerdo a la escala presentada oportunamente, la libertad de los dete-
nidos, anulación de las sanciones aplicadas desde el inicio de la medida,
nuevos estudios sobre la situación de los ramales clausurados, y el mante-
nimiento del régimen de indemnizaciones para el retiro voluntario de los
empleos. Fue presentado al Cardenal Caggiano quien lo entregó al gobier-
no, siendo rechazado el 3 de diciembre de 1961 por considerar que las peti-
ciones obreras significaban “retrotraer la situación al comienzo del conflic-
to sin sugerir ninguna medida constructiva o de concreta colaboración”11.
Las negociaciones finalizaron con el levantamiento de la huelga el 10 de
diciembre de 1961 cuando, sin abandonar las bases de la política de re-
estructuración gubernamental, se aceptaron las reivindicaciones obreras.
La comunidad ferroviaria
107
surgimiento de locales comerciales para proveer artículos de consumo a los
obreros de las cuadrillas de trabajo. Con el correr de los años, el Estado dio
lugar a emprendimientos ferroviarios como el ramal Laguna Paiva–Deán
Funes, la rotonda y el depósito de locomotoras, el taller de reparación de
vagones y almacenes para proveer de insumos a la línea Belgrano. Esto
produjo la instalación de otras instituciones que acompañaron el crecimien-
to poblacional de la localidad. El ferrocarril ejerció una fuerte influencia
en el trazado urbano, ya que los primeros espacios que se fueron loteando
se ubicaban en las proximidades de la estación de trenes y del depósito de
locomotoras, y a lo largo de las vías de los ramales Deán Funes y San Cris-
tóbal. La conformación de dos conglomerados a ambos lados de las vías
creó las denominaciones de Pueblo Nuevo y Pueblo Viejo según la cercanía
o lejanía a la estación primitiva, ordenando así el crecimiento urbano.
La ciudad del riel, denominación que adquiriría la ciudad de Paiva
a partir de 1980, da cuenta de una sociedad moldeada por la acción de
los ferrocarriles que impregnaban de una identidad particular al pueblo.
Esta expresión, que paradójicamente se exponía en un momento histórico
donde el ferrocarril había perdido el esplendor de los años ‘40, iba de la
mano con la necesidad de recuperar una historia y una imagen que ha-
bía marcado la identidad de un pueblo ferroviario que las políticas de la
dictadura y el menemismo dañarían por completo quedando la expresión
desligada de la realidad. Por ejemplo:
12) Paúl, Oscar “Los ferrocarriles en la vida de Laguna Paiva”, ponencia presentada en el
III Congreso de los Pueblos de la Provincia de Santa Fe. Historia y Perspectiva, Santa Fe,
octubre de 1998, p. 9.
108
XX, que se vería modificado durante la huelga nacional de 1961.
Esta localidad, contaba “(c)asi al finalizar los años cincuenta, (con)
algo más de 1700 obreros y empleados, cifra a la que debe agregársele los
700 que, ocupaban en conjunto Almacenes, Vías y Obras, Depósito de
Locomotoras, Personal de conducción y de Tráfico”13. De allí que frente
al impacto generado por la clausura de los ramales: Empalme San Carlos
- Gálvez, Gessler - Coronda, Nelson - San Cristóbal y Naré - San Javier,
y el despido de 171 trabajadores de sus talleres, dispuestos el 28 de octu-
bre de 1961, presentó una fuerte adhesión a la huelga nacional ferroviaria.
Nos preguntamos, ¿Quiénes eran los sujetos sociales de los talleres
ferroviarios? ¿Qué pedían los obreros ferroviarios en 1961 y cómo lo ha-
cían? ¿Cuál era la trama social, laboral y cultural que podemos recons-
truir en Laguna Paiva?
El 29 de octubre el Diario El Litoral registró los ecos de la asamblea
de dos mil afiliados en la sede de la Unión Ferroviaria de Santa Fe, en la
que se resolvió la adhesión de los ferroviarios locales al paro por tiempo
indeterminado a partir de la cero hora del día siguiente, conforme lo dis-
puesto por la central ferroviaria nacional. Se advierte en la oratoria de los
participantes de esta asamblea un posicionamiento crítico ante la política
del gobierno que impactó sobre el espacio local porque consideraban que
estas disposiciones aislarían regiones enteras.
Con respecto a las características del sindicalismo ferroviario, podemos
conocer que las disposiciones generales que enviaba la Comisión Directiva
de La Fraternidad desde Buenos Aires a las seccionales permitían articular
y coordinar acciones en el movimiento ferroviario. Estas daban cuenta de
las negociaciones realizadas entre el órgano sindical y el gobierno, las re-
uniones con otras organizaciones gremiales, el por qué de las medidas de
fuerza, las indicaciones y forma de organización de la acción colectiva a
nivel nacional, los casos destacados del conflicto, las críticas al gobierno
y sus ministros y el descargo ante las consideradas tergiversaciones de la
prensa. En las instrucciones que se manifestaban en las Circulares Gene-
rales se hacían explícitos los canales de comunicación que se mantendrían
para el sostenimiento de la acción: la distribución de boletines de huelga
en todas las seccionales, la conformación de Comisiones de Emergencia
para realizar tareas informativas y solidarias con los obreros perseguidos y
requisados, la elaboración de boletines de huelga locales y otros impresos
109
que deberían remitirse a la Secretaría Central del movimiento para infor-
mar los acontecimientos particulares y las características del conflicto en
las diferentes localidades. Estas cuestiones evidenciaban una organización
con fuerte control a nivel nacional que fomentaba una articulación de redes
en el plano horizontal siguiendo los principios de “Disciplina, Organiza-
ción, Ajuste en las operaciones, Determinación, Solidaridad, Decisión”14.
A partir del análisis del discurso gremial, podemos destacar que la defensa de
la idoneidad del oficio, la reivindicación de un pasado común, la lealtad gremial,
serían tres rasgos claves a la hora de reforzar una identidad colectiva amenazada
en esa situación conflictiva. La apelación a un pasado que encontró gloriosas
reivindicaciones y acciones –como las grandes huelgas de 1912 y 1919– fueron
tomadas como hitos temporales para justificar las acciones en 1961.
Los documentos gremiales otorgaban protagonismo a los considerados
“deberes del ferroviario” que consistían en acompañar las acciones, soste-
ner el desafío, ayudar a los compañeros perseguidos, acatar las decisiones
de la Comisión Directiva, leer y difundir los boletines de huelga, como así
también detectar, denunciar ante el gremio y públicamente los nombres y
las acciones de los considerados traidores al movimiento. Así es como por
ejemplo, en los boletines de huelga de la seccional de Laguna Paiva, se
plasmaba periódicamente la “Lista de Carneros actualizada” compuesta
de: los nombres, apellidos, apodos y lugar de trabajo de aquellos considera-
dos “traidores”, los cuales eran criticados, atacados verbalmente y ridiculi-
zados por la debilidad demostrada con el movimiento ferroviario.
Como se consideraba que este conflicto afectaba a la Nación Argen-
tina en su conjunto, se reconocían las masivas adhesiones a la huelga
ferroviaria. Los lemas se utilizaban para dar cuenta de la unanimidad del
movimiento ferroviario pero también, se extendían a las familias de los
ferroviarios que acompañaban al hombre en su lucha, ganando protago-
nismo la mujer del obrero que en significativos acontecimientos recibió
páginas de reconocimiento en los documentos gremiales.
El mundo de los trabajadores ferroviarios se basaba en la transmisión
de una cultura, costumbres, rituales, legados familiares, herencias colecti-
vas, que no podían materializarse en ninguna disposición. Los reglamentos
de trabajo existentes para los ferroviarios y las disposiciones gremiales for-
maban parte de los saberes formales que los obreros debían conocer para
110
realizar su trabajo cotidiano. Pero existieron otros saberes, que formaban
parte del “Sistema De Saberes del Trabajo Ferroviario (SSTF)”, es decir
15) Rozitchner, León y Horacio González (director y codirector) Vías Argentinas (ensayos
sobre el Ferrocarril), Milena Caserola, Buenos Aires, 2010, p.65.
16) Diario El Litoral, 31 de octubre de 1961, p. 4.
111
(l)o colectivo de las memorias es el entretejido de tradicio-
nes y memorias individuales, en diálogo con otros, en estado de
flujo constante, con alguna organización social –algunas voces
son más potentes que otras porque cuentan con mayor acceso a
recursos y escenarios– y con alguna estructura, dada por códi-
gos culturales compartidos17.
17) Jelin, Elizabeth “¿De qué hablamos cuando hablamos de memorias?”, en Los trabajos de
la memoria Colección Memorias de la represión, Siglo XXI, Madrid, 2002, p. 22.
18) Gentina, Dante. Entrevista realizada en diciembre de 2004 en Laguna Paiva, Provincia
de Santa Fe, Argentina. Entrevistador: Matias Rodeiro.
112
banderas argentinas circularon por las calles. Acciones colectivas con-
vencionales del movimiento obrero ferroviario local aparecieron aglu-
tinando a otros sujetos que activaron redes personales y sociales con
los protagonistas directos de la acción, mostrando la flexibilidad de la
organización y despertando solidaridad en diversos sectores de la so-
ciedad paivense. También la huelga contó con la adhesión del Centro de
Jubilados y Pensionados Ferroviarios y de la Comisión Pro Mejoras del
Magisterio de la localidad.
Para Walter Avellaneda, ex ferroviario, el 3 de noviembre de 1961 co-
mienza lo que denomina el proceso de organización de Paiva y recuerda
las acciones que tuvieron como protagonistas no solo a los trabajadores
sino a todo el pueblo y pueden encontrarse como antecedentes de la jor-
nada del 11 de noviembre que dará lugar a la leyenda de Paiva la heroica,
113
sotros con la bandera y adelante del colectivo los policías con
carabinas, adelante del colectivo apuntando a la gente…19
Paiva la heroica
19) Avellaneda, Walter. Entrevista realizada en septiembre de 2015 en Laguna Paiva, Pro-
vincia de Santa Fe, Argentina. Entrevistadora: Luisina Agostini.
114
laridad de la localidad durante el paro por tiempo indeterminado en 1961,
porque frente al ingreso de un tren que desafiaba la medida de fuerza,
las mujeres interrumpieron su paso colocando durmientes, lo que generó
una fuerte represión policial con el saldo de dos heridos graves (los fe-
rroviarios Oliva y Gómez), uno de ellos muerto ese mismo día. El parte
de huelga emitido por la seccional paivense de La Fraternidad expresaba
que pasado el mediodía llegó un tren tocando repetidas veces la bocina
en “actitud provocativa” que se manifestó cuando el maquinista al llegar
al paso nivel saludaba “haciendo ostentación de una manzana que iba co-
miendo”. Al llegar a un destacamento de la policía ferroviaria “las mujeres
de la población se pusieron en las vías y acarreaban durmientes próximos
instando a los compañeros ferroviarios a hacer lo mismo, generalizándose
entonces la obstrucción de las vías, levantándose más adelante los rieles”.
La locomotora se detuvo y se inició una pedrada, procediendo los policías
a “hacer descargas de metralletas contra los ferroviarios”20.
Este episodio generó que el gobierno nacional refuerce las medidas de se-
guridad enviando más efectivos a Laguna Paiva21. Por el lado del gremialismo
nacional, la reivindicación de la gesta se realizó en diferentes comunicados,
por ejemplo en el Boletín de Huelga; bajo el título “Páginas de heroísmo”
se relataba que “Las mujeres de Laguna Paiva desgarraron sus vestidos para
hacer antorchas”22. La central nacional de La Fraternidad contaba con orgullo
el valor de las mujeres para desafiar al gobierno y apoyar a los trabajadores.
Compartimos con Elizabeth Jelin cuando postula que, por sí solas las
huellas del pasado en diferentes formatos no garantizan su evocación,
solo los sujetos son los que activan la memoria para dar sentido al pasado;
por eso cuando Nidia nos relató que
20) “Parte de los días de huelga”, La Fraternidad Seccional Laguna Paiva, 12 de noviembre
de 1961 (ApOP).
21) “En el caso de Laguna Paiva, se reforzarán los efectivos necesarios de la Policía Fede-
ral”, en Diario El Litoral, 12 de noviembre de 1961, p. 4.
22) “Boletín de Huelga”, La Fraternidad, Buenos Aires, 18 de noviembre de 1961 (ApOP).
23) Zulato, Nidia. Entrevista realizada en septiembre de 2015 en Laguna Paiva, Provincia
de Santa Fe. Entrevistadora: Luisina Agostini.
115
Pudimos ver un sentimiento de emoción y valentía en su recuerdo,
una acción concreta realizada por esta mujer, que como tantas, traducía
un lugar en la sociedad de su tiempo.
El hombre ferroviario era considerado el jefe del hogar, el sostén de
la familia,
116
ladillo, zona de río cercana a Paiva, y vivían de la pesca esperando noticias
de los acontecimientos a través de los boletines de huelga. Las mujeres te-
nían que encargarse no solo de los quehaceres domésticos, sino también de
sostener a sus maridos en huelga. Los gremios entregaban mercadería a los
obreros y sus familias y los comerciantes en solidaridad con la causa, no
habían cerrado libretas. Los hombres que no se escondían, estaban en los
locales gremiales (cuando estos no estaban clausurados) o bien, pasaban
más tiempo en sus hogares. Las rutinas se habían alterado, “ser mujer de
un ferroviario era un prestigio, eran los únicos que tenían sueldo seguro”27
relata Mercedes, y la huelga había golpeado esa realidad. El conflicto pro-
vocó que el lugar de trabajo masculino sea defendido por las mujeres, los
durmientes que eran el cimiento por el que el tren funcionaba eran sos-
tenidos por ellas, como parte de una identidad ferroviaria extendida. Las
vías fueron apropiadas por los cuerpos femeninos aunque eso no significó
cambiar revolucionariamente los lugares socialmente asignados.
Temma Kaplan propone el concepto de “comunidad femenina”28 para
explicar las redes y relaciones entre las mujeres en los espacios que coti-
dianamente comparten, y que son el lugar de construcción de las accio-
nes colectivas basadas en la solidaridad femenina por un lado, y de clase
trabajadora por otro. Podemos conocer en los relatos que existen lugares
comunes en el espacio público y formas de comunicación propias de las
mujeres. El barrio, la cuadra, el escenario transitado y conocido por ellas
fue activado cuando la urgencia apremiaba,
27) Carnero, Mercedes. Entrevista realizada en septiembre de 2015 en Laguna Paiva, Pro-
vincia de Santa Fe, Argentina. Entrevistadora: Luisina Agostini.
28) Kaplan, Temma “Conciencia femenina y acción colectiva: el caso de Barcelona, 1910-
1918”, en Amelang, James y Mary Nash Historia y género: las mujeres en la Europa moder-
na y contemporánea, Alfons el Magnànim, Valencia, 1990, p.269.
29) Carnero, Mercedes. Entrevista…,Op.Cit.
117
compartidas en la proximidad física de la cotidianeidad del barrio, de
la vecindad, aflora el poder de la comunidad, vínculos que muestran su
fuerza en momentos de la acción colectiva.
Podemos pensar entonces en qué medida los espacios relacionales, el
lugar de trabajo, la calle, la casa, el barrio, la comunidad fueron resignifi-
cados durante el conflicto, mostrando que se trataba de identidades cons-
truidas socialmente. Los significados que los paivenses les atribuyeron a
estos lugares30 denotan nociones de género, prácticas y sentidos que en
momentos de conflicto son puestos en tensión, reconociendo presencias
antes ignoradas o silenciadas.
En Laguna Paiva no se vivió otra jornada como la heroica. Dentro
de la huelga nacional ferroviaria que duró 42 días, los sucesos del 11 de
noviembre de 1961 fueron considerados un ejemplo a seguir de la lucha
obrera por el movimiento ferroviario nacional. La seccional local de La
Fraternidad recibió muchas muestras de adhesión y reconocimiento pese
a que ese día, las acciones paivenses fueron encabezadas por el pueblo
indignado y no por los dirigentes gremiales. Por el lado del gobierno na-
cional, se denostaron los sucesos y se recrudecieron los mecanismos de
control previniendo el posible contagio en el resto del país.
Cuando el conflicto llegó a su fin el 10 de diciembre de 1961, se había
avanzado sobre la reestructuración ferroviaria y si bien muchos de los
trabajadores despedidos fueron reincorporados, la suerte de los talleres y
ramales no tendría vuelta atrás. Se había iniciado un proceso de raciona-
lización ferroviaria que se profundizaría años posteriores culminando en
la privatización de los ‘90.
Palabras finales
30) Los lugares pueden definirse, como sostiene Linda McDowell, por las relaciones socio-
espaciales que se entrecruzan en ellos y les proporcionan su carácter distintivo. Mc Dowell,
Linda “El género y el Estado-nación”, en Género, identidad y lugar, Ediciones Cátedra,
Universitat de Valencia, Instituto de la Mujer, Madrid, 2000.
118
laboral y social que dio origen y puso a prueba a los sujetos que lo habita-
ron en 1961 porque el conflicto desestructuró rutinas laborales y sociales
sostenidas históricamente.
Las políticas desarrollistas en materia ferroviaria fueron duras y signi-
ficaron la desarticulación del sistema de transporte, generando modificacio-
nes en los ramales y circuitos. Esto se complementó con medidas violentas,
materializadas en la alta cuota de poder de organismos militares y policiales.
La huelga ferroviaria de 1961 no puede reducirse a un reclamo sa-
larial o limitado a un conflicto sindical. Creemos que si bien las accio-
nes fueron coordinadas por una estructura sindical nacional organizada,
adquirieron particularidades en las configuraciones locales. En esos los
núcleos laborales singulares las acciones colectivas son recordadas por
muchos como episodios de lucha, de tensión, de desafío colectivo y tam-
bién como experiencias traumáticas.
No es casual que los lugares paivenses que visitamos en los que fun-
cionaban talleres fueran solo ruinas. Estas imágenes actuales, que poco
coinciden con los dinámicos espacios sociales y económicos de años
atrás que los sujetos ferroviarios explicaban, disparaban muchos interro-
gantes. Paiva la heroica parecía un slogan publicitario de la localidad,
pero encerraba una tradición gremial y política importante que dio cuen-
ta de una organización sindical fuerte, pero también de la gran lucha de
una comunidad ferroviaria que se identificó con su fuente de trabajo y sus
tradiciones, como parte de un sistema de saberes del mundo ferroviario.
119
120
El movimiento estudiantil universitario
santafesino, c. 1965-1971
Silvia Dejon, Nélida Diburzi y Natalia Vega
La década del sesenta fue testigo de una intensa movilización del es-
tudiantado universitario a escala planetaria, movilización que confrontó
tanto a gobiernos dictatoriales como democráticos en países capitalistas
y, en menor medida, también en los comunistas. Las reivindicaciones del
Students for a Democratic Society (SDS) y las movilizaciones contra la
guerra de Vietnam en Estados Unidos, la lucha contra el franquismo en
España, los sucesos del Mayo Francés, el ‘68 mejicano y el Cordobazo
en Argentina, son sólo unos pocos ejemplos de aquel ciclo de protesta
estudiantil que abarcó prácticamente toda la década.
Esa movilización debe comprenderse en el contexto de una época
convulsionada, de profundas mutaciones y de apuesta a un cambio ra-
dical, una década que en múltiples sentidos puede ser calificada como
revolucionaria. Como sostienen Waldo Ansaldi y Patricia Funes, fueron
“tiempos de transgresión, innovación, críticas, compromiso, transforma-
ciones y expectativas”1.
Fueron los años centrales de la Guerra Fría, cuando las dos grandes
potencias –Estados Unidos y la Unión Soviética– se disputaban el liderazgo
mundial. Por aquel entonces, el Tercer Mundo se constituyó en el escenario
donde dirimir la hegemonía y llevar adelante el enfrentamiento bélico. En
ese marco se desarrollaron procesos de descolonización en Asia y África
1) Ansaldi, Waldo y Funes Patricia “Viviendo una hora latinoamericana. Acerca de rupturas
y continuidades en el pensamiento en los años veinte y sesenta”, en sitio web de la Facultad
de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires, http://www.catedras.fsoc.uba.ar/
udishal/art/afviviendounahoralatino.pdf, consulta agosto de 2013, p. 1. Publicado origina-
riamente en soporte papel en Cuadernos del CISH Nº 5, Centro de Investigaciones Socio
Históricas, Universidad Nacional de La Plata, 1998.
121
dando lugar al surgimiento de movimientos de liberación nacional que ali-
mentaron un discurso antiimperialista ampliamente extendido que penetró
todos los ámbitos geográficos: Argelia y Vietnam fueron los dos casos con
mayor relevancia para la época. También en América Latina se desataron
procesos revolucionarios de gran trascendencia para la región y para el
mundo: a partir de 1959 la Revolución Cubana se constituyó en el modelo y
la promesa del cambio de sistema; ella alimentó las esperanzas de muchos
actores y los temores y la reacción de otros. El cuestionamiento al siste-
ma capitalista fue un rasgo común que estuvo presente en el discurso del
estudiantado movilizado de diferentes latitudes y en ese cuestionamiento
podían percibirse, a la vez que ciertas continuidades, un rechazo a los movi-
mientos de la vieja izquierda. Se estaba configurando una Nueva Izquierda.
Este período se caracterizó por ser una fase de crecimiento y de ex-
pansión de la economía capitalista mundial; fueron los treinta años glo-
riosos o los años dorados en los cuales se produjo, conjuntamente con
el boom económico, el acceso de grandes sectores de la población a una
multiplicidad de bienes y servicios como nunca antes. Este fenómeno
tuvo mayor amplitud en los países centrales de la mano del Estado de
Bienestar, pero encontró cierto correlato en algunos países del Tercer
Mundo y en particular de América Latina.
En estrecha relación con esa expansión se produjo el auge de las pro-
fesiones para las que se necesitaban estudios superiores y una creciente
demanda de plazas en las instituciones que los impartían. En poco tiempo
la multiplicación a un ritmo extraordinario de la matrícula universitaria
superó la capacidad del sistema para contener y atender adecuadamente a
esa enorme masa de población estudiantil que crecía año tras año. Como
afirma Eric Hobsbawm, la consecuencia más inmediata y directa fue la
tensión entre esas masas de estudiantes –en muchos casos integrantes de
la primera generación de sus familias en acceder a las universidades– que
invadían los centros de estudios y unas instituciones que no estaban físi-
ca ni administrativamente preparadas para esa afluencia. Las tensiones
derivaron en demandas y conflictos con las autoridades universitarias que
se tornaron extensibles a todas las autoridades2, al calor de una cultura ju-
venil vinculada con las profundas transformaciones sociales y culturales,
pero también en el marco de una particular coyuntura política internacio-
nal con múltiples articulaciones a escala de los Estados nacionales.
122
Tal fue el caso del Mayo Francés: las cuestiones relativas al gobierno
de la universidad fueron desplazadas rápidamente por reivindicaciones
más amplias e incluso por la exigencia de que “el sistema de dominación
capitalista fuera reemplazado y la imaginación liberada”3. A su vez, los jó-
venes franceses manifestaron abiertamente la conciencia de pertenecer a
una generación. Esta emergencia de la juventud como nueva subjetividad,
dirá Nicolás Casullo, vinculaba al estudiante norteamericano, al francés,
al latinoamericano; para esa juventud la figura que se reactualizaba era la
de la revolución, la revolución que era posible y debía hacerse. Cambiar la
sociedad desde el protagonismo –aunque no único– del estudiantado, fue
la novedad del accionar estudiantil de los años sesenta, tiempos modernos
por excelencia, con fuertes elementos utópicos heredados de una larga
historia, que permitían construir imaginarios de otros sistemas sociales4.
En nuestro país, para referirse a la década de 1960 es importante ubi-
carse en torno a 1955. Los ‘60 estaban en gran medida condicionados y
caracterizados por situaciones y procesos que se abrieron con el golpe de
Estado que derrocó al segundo gobierno peronista y la inmediata pros-
cripción de esa fuerza política. A partir de entonces y hasta 1973, se suce-
dieron gobiernos seudo–democráticos –con escasa legitimidad popular y
sujetos a la presión de la corporación militar que tuteló el sistema político
durante todo este período– y gobiernos dictatoriales encabezados direc-
tamente por las Fuerzas Armadas (FFAA) en su conjunto.
Durante el decenio de 1956-1966 las universidades públicas argenti-
nas gozaron de un momento de gran estabilidad político-institucional ya
que, tras la “refundación” impuesta por el gobierno militar que derrocó
a Juan Domingo Perón, las sucesivas autoridades universitarias mantu-
vieron las grandes líneas políticas que las caracterizaron hasta la nue-
va intervención autoritaria de Juan Carlos Onganía. Además, frente a
la clausura del sistema político vía proscripciones, gobiernos tutelados
y censuras, la universidad pública aparecía durante este período como
una “isla democrática”. Paralelamente a las medidas implementadas a
partir del golpe de Estado de 1955 para desperonizar las instituciones de
123
educación superior5 (medidas cuya condena formó parte del repertorio
discursivo de ciertos sectores estudiantiles desde mediados de los años
sesenta), el gobierno de facto inició un proceso de reestructuración6 que
puso las bases definitivas para la reconstrucción del conjunto del sistema.
Como plantea Pablo Buchbinder, dicho proceso amplió y fortaleció la
autonomía universitaria otorgando a las casas de altos estudios un grado
de independencia que no habían tenido nunca antes: se les concedió a
las autoridades universitarias la potestad para administrar su patrimonio,
darse su propia estructura y planes de estudio y la libertad de organizar
sus formas de gobierno y estatutos internos7. Tal grado de independencia
permitió que el gobierno tripartito de profesores, graduados y alumnos
por primera vez funcionara en las universidades públicas “con intensidad
y extensión”, al decir de Beatriz Sarlo8. Así, paradójicamente y fruto de
la heterogénea coalición que derrocó a Perón, el mismo gobierno mili-
tar que cercenó las libertades individuales y proscribió la fuerza política
mayoritaria propició la democratización de las instituciones universita-
rias y la renovación académica y disciplinar sostenida sobre las bases
de la libertad de cátedra y de opinión; aspectos ambos que claramente
habilitaron tanto las formas que adquirió la intervención estudiantil en el
espacio público universitario, como la naturaleza de los conflictos que lo
convulsionaron hasta el golpe de Estado de 1966.
A partir de ese momento la movilización estudiantil y la conflictividad en
los escenarios universitarios fueron asumiendo nuevas formas y una dinámi-
5) En 1955, una vez más en el sistema universitario tuvo lugar un proceso de cesantías
masivas de profesores, auxiliares docentes y personal administrativo por motivos políticos
y –como también había ocurrido en 1946 tras los despidos propiciados por el gobierno pe-
ronista– a los cesanteados se sumó un grupo importante de docentes que decidieron alejarse
en demostración de solidaridad.
6) Primero se reimplantó la Ley Avellaneda, derogando así la Ley Nº 13.031 sancionada en
1947 y luego se dictó una nueva reglamentación mediante el Decreto–Ley Nº 6403 de 1955.
Decreto que se convirtió en ley y fue definitivamente reglamentado durante el gobierno de
Arturo Frondizi, tras duros conflictos, en la medida que el artículo 28 del mismo habilitaba
la creación de instituciones privadas de enseñanza superior. He aquí el origen del sistema
universitario mixto que hoy conocemos. Respecto a los conflictos entre enseñanza “libre o
laica”, cabe decir que también se incorporaron en la trama discursiva estudiantil de mitad de
la década del sesenta y explican en parte la ajenidad –en la primera mitad de dicha década–
entre el estudiantado universitario del sistema público y el del ámbito privado.
7) Buchbinder, Pablo Historia de las Universidades Argentinas, Sudamericana, Buenos Ai-
res, 2005, pp. 171–172.
8) Sarlo, Beatriz La batalla de las ideas (1943-1973), Ariel, Capital Federal, p. 68.
124
ca particular. Las distintas tendencias que se habían asociado en la autopro-
clamada Revolución Argentina reclamando “la restauración de la autoridad
en el país” –como paso previo a su modernización y como reaseguro de su
permanencia dentro del “mundo libre, occidental y cristiano”–, coincidían en
señalar a la universidad pública como una de las “ciudadelas de la indiscipli-
na y la subversión”9. Sólo un mes después de producido el golpe de Estado se
dio inicio a una reestructuración forzada del sistema universitario nacional.
Tal reestructuración se organizó en varias etapas, cada una con carac-
terísticas particulares. La primera estaba orientada a restaurar el orden,
la autoridad y la disciplina dentro de las casas de estudio para lo cual,
entendían sus promotores, era determinante apartar al estudiantado del
gobierno de la universidad y erradicar la vida política de los claustros. En
aras de lograr esos objetivos el Poder Ejecutivo Nacional (PEN) promulgó
el Decreto–Ley Nº 16912 que sancionaba la intervención de las univer-
sidades nacionales derogando así su autonomía y el gobierno tripartito.
Una vez que se lograra reimplantar el orden se abriría paso a una segunda
etapa, en la cual se institucionalizaría la “refundación” de la universidad
pública. Llegado el momento, el instrumento clave de esa etapa fue la
nueva Ley Orgánica de Universidades (Decreto–Ley Nº 17245 promulga-
do por el Ejecutivo el 22 de abril de 1967); la misma restituía el exclusivo
gobierno de los profesores (los estudiantes sólo podían participar en los
Consejos Académicos con voz, pero sin voto) y además contenía regula-
ciones profundamente elitistas y, a la vez, disciplinadoras (puntualmente:
las exigencias para ser considerado alumno, el arancelamiento parcial de
los estudios y la introducción de exámenes de ingreso). En septiembre de
ese mismo año, desde el gobierno se proclamaba que con la elevación de
los estatutos de cada universidad ajustados a la nueva ley, quedaba con-
cluido el proceso de normalización de las casas de estudio y se abría una
nueva fase, en la cual se iba a efectuar la “modernización de las universi-
dades para ajustarlas a los adelantos científicos y tecnológicos actuales”10.
Desde el mismo momento en que se produjo la intervención a las uni-
versidades en julio de 1966, el movimiento estudiantil universitario de
todo el país ofreció una tenaz resistencia a esa reestructuración autorita-
9) Altamirano, Carlos Bajo el signo de las masas (1943–1973), Ariel, Buenos Aires, 2001,
pp. 81 y 82.
10) Palabras del Secretario de Cultura y Educación de la Nación, Dr. José Mariano Astigue-
ta, Diario El Litoral, Santa Fe, 26 de Septiembre de 1967, p. 2.
125
ria; resistencia que fue cambiando en sus estrategias y en su radicalidad a
medida que avanzaba la década y que el estudiantado iba articulando sus
luchas con otros sectores. Éste fue desafiando cada vez más abiertamente
las políticas y al propio gobierno dictatorial, fortaleciendo nuevas redes y
tejiendo alianzas con el núcleo más combativo del movimiento obrero y
ciertos grupos del cristianismo postconciliar.
Si en la etapa anterior la mayor parte de la acción estudiantil se mani-
festaba dentro de los claustros o espacios universitarios y excepcionalmen-
te se trasladaba a la calle, a partir de la intervención ésta se convirtió en
el escenario por excelencia del enfrentamiento. Esto estuvo estrechamente
relacionado tanto con el cambio en las demandas del movimiento estudian-
til, como con el afianzamiento de ciertas alianzas. Los reclamos de mayor
participación y de democratización de los claustros se transformaron, en
un primer momento, en una lucha por la restitución de la autonomía uni-
versitaria y del cogobierno; objetivos que hacia fines de la década, si bien
no se abandonaron, fueron resignificados e integrados en un marco más
amplio:el de la transformación revolucionaria de la sociedad toda.
Aún cuando la adhesión y búsqueda de articulación estudiantil con los
obreros fue anterior a 1966, se acentuó a posteriori, a partir de la toma de
conciencia de que para el “cambio del sistema” era necesario lograr la unidad
con el resto de los sectores populares. En este contexto se experimentó la con-
tradicción entre las experiencias previas de movilización del estudiantado y
la clausura del espacio político democrático dentro y fuera de la universidad.
En la creciente oposición al autoritarismo se reiteraron los enfrentamientos,
y las acciones violentas fueron cada vez más comunes. Los actos relámpago
ganaron protagonismo en el repertorio del estudiantado movilizado como
respuesta a la necesidad de disminuir los costos de la acción colectiva y pu-
sieron en evidencia una progresiva clandestinización de la acción.
Paralelamente, se fueron movilizando y haciendo visibles otros acto-
res. Sectores contestatarios surgieron en los sindicatos, los partidos políti-
cos tradicionales y la Iglesia Católica. Muchos, al igual que gran parte del
movimiento estudiantil, se identificaban con el socialismo y consideraban
legítima la violencia popular. La noción estaba extendida en un amplio
conjunto de organizaciones y grupos de izquierda y del nacionalismo revo-
lucionario; algunos sólo se preguntaban cuándo y cómo debía utilizarse11.
11) Pasquali, Laura “La provincia en conflicto: transformaciones económicas, fracaso políti
co y resistencia social. 1966-1976”, en Videla, Oscar El Siglo Veinte. Problemas sociales,
126
Se desarrolló la Nueva Izquierda nutrida por militantes provenientes de
escisiones de los partidos de la izquierda tradicional (Partido Socialista y
Partido Comunista)12 y por muchos pertenecientes a sectores medios, tradi-
cionalmente enfrentados al peronismo, que comenzaron a realizar nuevas
lecturas e interpretaciones en torno al rol que este partido había desempe-
ñado en la historia argentina. Dentro del propio peronismo, John William
Cooke, ligando la experiencia de la “Resistencia” con el influjo de la Revolu-
ción Cubana fue referente de los grupos juveniles radicalizados, entre ellos
muchos estudiantes universitarios. Al mismo tiempo, las bases sindicales del
Movimiento escapaban al control de la dirigencia, se radicalizaban, enmar-
cadas en un proyecto alternativo de sindicalismo, el combativo, el “sindica-
lismo de liberación”. Crecía así la izquierda peronista, crítica de las estructu-
ras capitalistas vigentes en el país y que comenzaba a postular la necesidad
de la preparación para la toma del poder y la construcción del socialismo.
127
Curso de Contadores en Santa Fe; la Escuela de Agricultura, Ganadería y
Granja en Esperanza; la Facultad de Ciencias de la Educación en Paraná
y el Curso de Contadores en Concordia (ambas localidades ubicadas en
la provincia de Entre Ríos); y en la ciudad de Rosario, con las Facultades
de Ciencias Médicas, Ciencias Matemáticas, Ciencias Económicas, Fi-
losofía, Letras y Ciencias del Hombre, Odontología, Ciencias Agrarias
e Instituto Superior de Música. Poseía institutos de enseñanza media y
técnica: la Escuela Industrial Superior, en Santa Fe y la Escuela Superior
de Comercio, en Rosario. Asimismo dependían del Rectorado los Depar-
tamentos de Pedagogía, de Extensión Universitaria –Sección Santa Fe y
Sección Rosario–, de Construcciones, LT10 Radio de la Universidad, la
Dirección de Profilaxis y la Obra Social13.
En sus facultades e institutos cursaban alrededor de 24.642 alumnos
y en sus sedes santafesinas estudiaban 6.066 alumnos distribuidos de la si-
guiente manera: Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales (3.830), Facultad
de Ingeniería Química (1.511), Instituto del Profesorado (259), Instituto de
Cinematografía (52), Instituto Superior de Música (12), Curso de Contado-
res (259) y Escuela de Sanidad (143)14. Por su matrícula, la UNL era la ter-
cera universidad nacional del país detrás de la Universidad de Buenos Ai-
res y de la de Córdoba. La situación cambió cuando, en diciembre de 1968,
se creó la Universidad Nacional de Rosario a partir de la escisión de sus
sedes rosarinas. Cabe señalar que este desmembramiento fue fuertemente
cuestionado por distintas instituciones y actores de la ciudad de Santa Fe.
La UCSF fue fundada por el Arzobispado de Santa Fe en el año 1957
bajo el nombre de Instituto Libre Pro–Universidad Católica-Santa Fe, co-
menzando sus actividades académicas ese mismo año; la autorización de-
finitiva para su funcionamiento se otorgó en 1960 mediante decreto del Po-
der Ejecutivo Nacional. Desde ese momento la institución quedó facultada
a expedir títulos y diplomas académicos bajo el nombre de Universidad
Católica de Santa Fe. Los primeros cursos y Facultades fueron: Filosofía,
Ciencias de la Educación, Teología, Historia, Letras y Derecho. En el año
1960 se crearon las Facultades de Arquitectura y Ciencias Económicas, y al
13) “La década del 60. Comienza una etapa oscura”, Fascículo Mensual de Divulgación
Histórica de la UNL Nº 5, Dirección de Comunicación Institucional, UNL, Agosto 2009.
(distribuido junto a El Paraninfo, Periódico de publicación mensual).
14) Estos datos corresponden al año lectivo 1967 y fueron difundidos por la Secretaría de
Cultura y Educación de la Nación y publicados por El Litoral. Diario El Litoral, 7 de enero
de 1968, p. 4.
128
año siguiente, comenzó sus actividades la de Agronomía y Veterinaria de
Esperanza, a través de un convenio celebrado con la Congregación del Ver-
bo Divino. En 1967 se abrieron la Escuela de Edafología, a través de un con-
venio con el gobierno provincial, y la Escuela de Estudios Cooperativos15.
La universidad estaba estructurada piramidalmente: un Directorio
encabezado por el Arzobispo, en esa época Monseñor Nicolás Fasolino;
el Rectorado –al frente del cual estuvo, durante el período comprendido
entre 1958 y 1968, el Presbítero Andrés Reghenaz–; un Consejo Superior,
Consejos de facultades y decanos por unidad académica. Su organiza-
ción no era similar a la de la universidad estatal; no existía, por ejemplo,
el cogobierno de docentes, graduados y estudiantes. Al respecto, en una
entrevista que le realizara la Revista Tiempo, Reghenaz sostenía:
15) Según consta en la sección “Historia” del sitio web de la Universidad Católica de Santa
Fe, http://www.ucsf.edu.ar, consulta agosto de 2013.
16) “La Universidad Católica y sus crisis”, en Revista Tiempo Nº 27, Santa Fe, 1968, p. 20.
17) “Ciencia y títulos para los hijos de Aarón Castellanos”, en Revista Tiempo Nº 14, 1967, p. 13.
18) Diario El Litoral, 22 de junio de 1968, p. 4.
19) La UTN es sucesora de la Universidad Obrera Nacional que había sido creada en 1952
para “…completar el ciclo nocturno de formación técnica de obreros, que (se) había iniciado
en 1946 a través de la Comisión Nacional de Aprendizaje y Orientación Profesional…”, pero
cuya inscripción estaba abierta a todo egresado de una escuela técnica (Carrera, José Histo-
ria de la Facultad Regional Santa Fe, Facultad Regional Santa Fe, Universidad Tecnológica
Nacional, Santa Fe, 2001, Segunda Parte, p.79.). Tras el golpe de Estado de 1955 la univer-
sidad fue reestructurada y transformada, mediante la Ley Nº 14855 de 1959, en Universidad
Tecnológica Nacional.
129
Facultades Regionales diseminadas en todo el país. A principios de la dé-
cada del sesenta éstas estaban presentes en las localidades de Avellaneda,
Bahía Blanca, Capital Federal, Córdoba, La Plata, Mendoza, Resistencia,
Rosario, San Nicolás, Santa Fe y Tucumán. Es importante señalar que
en la propia ley de creación de la UTN se instituía la participación en el
gobierno de representantes de los docentes, los estudiantes y los egresa-
dos; participación que quedó ratificada en el primer estatuto de la misma
aprobado en 1962. Con lo cual compartía con las demás universidades
estatales la lógica reformista del cogobierno.
La Facultad Regional Santa Fe había comenzado a funcionar en 1953
y durante los primeros nueve años lo hizo en dependencias de otras ins-
tituciones educativas –en 1953 en la Escuela Industrial Superior y en la
FIQ, ambas de la UNL y desde 1954 en la Escuela Nacional de Educación
Técnica Nº 6–, hasta que en 1963 obtuvo su primer edificio propio. Para
el año 1965 contaba con 391 alumnos inscriptos20. Cabe destacar que,
si bien se posee información que permite aseverar la participación del
estudiantado de esta casa de altos estudios en las luchas estudiantiles del
período (particularmente en la resistencia a las políticas universitarias
encaradas por el Onganiato), su visibilidad e importancia en el conjunto
del estudiantado santafesino movilizado es bastante reducida.
130
Los distintos “Centros de Estudiantes” constituían ámbitos que auna-
ban estudiantes y organizaciones de diversas filiaciones políticas (socia-
listas, comunistas, radicales) e incluso independientes, que levantaban las
banderas del Reformismo. Estaban adheridos a la Federación Universita-
ria del Litoral (FUL), afiliada a nivel nacional a la Federación Universita-
ria Argentina (FUA). Esas distintas tendencias y agrupaciones disputaban
en elecciones internas la conducción del Centro; en cada facultad o insti-
tuto mostraron ser muy diversas en importancia, orientación, trayectoria y
duración. Según un entrevistado, quienes participaban de los Centros, una
vez definida la conducción interna entre las distintas agrupaciones que los
integraban, se movían “…dentro de un esquema de unidad, no peleaban
entre ellos…”21, sino que competían por imponer sus candidatos en los
consejos, fundamentalmente con el Ateneo.
El Ateneo Universitario de Santa Fe había nacido –probablemente en
el año 1948– con una fuerte influencia clerical. Se había enfrentado desde
entonces con los sectores reformistas, negándose a integrarse y disputar
posiciones al interior de los Centros de Estudiantes. Lo cual había sido de-
nunciado por los reformistas como una maniobra tendiente a dividir al es-
tudiantado, y como un ataque a la tradición laica a la que consideraban una
“sagrada herencia liberal de Mayo y del ‘53, la esencia misma de nuestro
sistema democrático.”22 La confrontación entre ambas corrientes se agudi-
zó en el año 1958 en el marco del debate sobre Educación “Libre o Laica”.
A nivel universitario en la ciudad de Santa Fe las acciones de quienes es-
taban a favor de la “laica” y rechazaban los alcances de la reglamentación
del Artículo 28 del Decreto 6403 que habilitaba la enseñanza universitaria
privada en el país, eran coordinadas por la FUL mientras que “los libres
estuvieron representados por la agrupación estudiantil Ateneo”23.
21) Se ha optado por preservar la identidad de los entrevistados por lo cual no se mencionan
sus nombres y solo se brindan algunas referencias contextuales. En este caso los dichos
corresponden a un ex alumno de la Facultad de Ingeniería Química de la UNL que cursó sus
estudios en la década del ‘60. Entrevista realizada en el año 2003 en Santa Fe, Provincia de
Santa Fe, Argentina. Entrevistadora: Natalia Vega.
22) “Clericales contra la Unidad Gremial” volante distribuido por los Centros de Estudiantes
de Derecho e Ingeniería Química y la FUL en el año 1955. Publicado completo en la solici-
tada –a doble página– que el Ateneo saca en respuesta al mismo en el periódico local. Diario
El Litoral, 4 de noviembre de 1955.
23) Molinari, Analía Movimiento estudiantil santafesino: el ´58 entre la educación Laica o
Libre. Informe final de la Cientibeca –beca de iniciación a la investigación-, otorgada por la
UNL, Santa Fe, 2008, inédito.
131
En cuanto al peso que cada una de ellas tenía en el conjunto del mo-
vimiento estudiantil santafesino al promediar la década del sesenta, hay
que señalar que se repartían los consejeros de las dos facultades santafe-
sinas: generalmente se imponían en la FIQ los candidatos ateneístas y en
Derecho (FCJS) los reformistas.
Al calor de los procesos políticos y sociales más amplios que se vivie-
ron en el país, en Latinoamérica y en el mundo, ambas corrientes estu-
diantiles fueron modificando sus posicionamientos al punto que a mitad
de la década del sesenta ni los reformistas eran ya tan liberales, ni los
ateneístas tan clericales; y en los conflictos más importantes en que se
embarcó el estudiantado por aquel entonces lograron unidad en la acción,
reforzando una identidad estudiantil compartida sobre las menguadas,
pero aún existentes diferencias24.
La construcción de esa identidad estudiantil se vio favorecida por di-
versas actividades y espacios de socialización: las casas del Colegio Ma-
yor Universitario (CMU)25, el comedor universitario, la Casa del Obrero
Estudiante, peñas, bailes estudiantiles, conferencias y la convivencia en
las aulas de la facultad y residencias estudiantiles. Estos espacios cum-
plían un papel significativo dentro de la conformación de un determinado
entramado de relaciones, redes, y de un común sentimiento de pertenen-
cia que facilitaron la extensión y profundización de posturas críticas, así
como de la protesta y la radicalización estudiantil.
Si bien el golpe de Estado encabezado por Onganía y las políticas re-
presivas, que a partir de entonces se encararon para con los sectores uni-
versitarios del sistema público, pueden ser vistos como punto de inflexión
porque acrecentaron la movilización y la radicalización, el cuestiona-
miento al orden social vigente por parte de ese estudiantado y también su
movilización ya eran significativos previamente.
En nuestra ciudad, por ejemplo, 1965 fue un año sumamente conflictivo
24) Respecto al Ateneo cabe destacar que las mutaciones que evidenciaba se vinculaban
tanto con el logro de una mayor autonomía frente a la jerarquía eclesiástica, como a la recep-
tividad que mostraron sus miembros ante las profundas transformaciones del propio cristia-
nismo y, particularmente, ante el discurso “posconciliar”. Aún así, la agrupación nunca se
integró a la estructura de los Centros, ni adhirió a la FUL, o a la FUA.
25) Los Colegios Mayores Universitarios eran casas fundadas por la Iglesia Católica para
alojar estudiantes universitarios cuyas familias no residían en la ciudad donde estaban cur-
sando los estudios. Al CMU santafesino estaban vinculados, incluso como residentes, gran
parte de los ateneístas.
132
en los ámbitos universitarios, especialmente en las casas de estudios de la
UNL. Una de las cuestiones más debatidas y que movilizaron al estudian-
tado en ese año era la vinculada a las relaciones entre estudiantes por una
parte y autoridades y docentes universitarios por otra. Y si bien hubo varias
situaciones de enfrentamiento, en función de la trascendencia pública, la
prolongación en el tiempo y las consecuencias que tuvo, se destaca “el Con-
flicto en Química” en la FIQ. El mismo se inició en marzo de 1965 con la
interrupción de una clase de Química Inorgánica por parte de un grupo de
estudiantes, incluyó un paro docente de más de 50 días en repudio a las acti-
tudes asumidas por el alumnado, y culminó en junio de ese año con la inter-
vención de la Facultad por el Rectorado y la renuncia masiva de profesores y
jefes de trabajos prácticos que acompañaban a las del decano y vicedecano.
En ese conflicto se generaron una participación conjunta y una pos-
tura unitaria de las dos corrientes estudiantiles existentes al momento
en esa casa de estudios –el Ateneo Universitario y el Centro de Estu-
diantes–, que actuaron colectivamente frente a docentes y autoridades.
Los estudiantes movilizados demandaban mayor participación en el
cogobierno, pretendiendo profundizar la democratización en la toma de
decisiones dentro de la facultad. Sus exigencias particulares se explici-
taron en el Memorandum; en el mismo se rechazaba el plan de estudios
recientemente modificado porque se consideraba que alargaba la carrera,
que había materias que operaban como examen de ingreso encubierto y
porque el régimen de enseñanza presentaba falencias.
Hasta aquí las exigencias no diferían demasiado de las tradicionales
reivindicaciones estudiantiles-gremiales, pero fundamentalmente el plan
de estudios era cuestionado porque no preparaba profesionales acorde a las
"reales necesidades del país" y porque el tiempo que demandaba el estudio
dificultaba conocer y conectarse con la realidad social; en definitiva porque
era "cientificista"26 y como tal aparecía ligado a los intereses extranjeros,
26) El concepto de “cientificismo” tiene un arraigo importante en gran parte del ámbito uni-
versitario nacional de la época y se asocia fuertemente con la crítica al modelo desarrollista y
a la Teoría de la Modernización, a la vez que entronca con la naciente Teoría de la Dependen-
cia. Oscar Varsavsky –docente de la Facultad de Ciencias Exactas de la UBA– definió como
cientificista al “… investigador que se ha adaptado a este mercado científico, que renuncia
a preocuparse por el significado social de su actividad, desvinculándola de los problemas
políticos, y se entrega de lleno a su «carrera», aceptando para ella las normas y valores de
los grandes centros internacionales…” Varsavsky, Oscar Ciencia, política y cientificismo,
Centro Editor de América Latina, Buenos Aires, 1969, p. 39.
133
norteamericanos en particular, resultando así la expresión en la universidad
del “imperialismo yanqui”. En esta lectura que hacían los estudiantes del
plan de estudios aparecía fuertemente la crítica al rol de la ciencia y de la
técnica, especialmente en países dependientes donde la política científico–
tecnológica reproducía la dominación imperialista. Los estudiantes cues-
tionaban qué se enseñaba y cómo se enseñaba. En definitiva, lo que venían
a discutir era la modernización desarrollista. Pero también cuestionaban a
quienes enseñaban, a sus docentes, no sólo porque eran los que reprodu-
cían desde la universidad la dependencia, sino también por los mecanismos
con que ingresaban y se sostenían en las cátedras –“la trenza profesoral”–
y por las relaciones que establecían esos docentes con los alumnos. Los
profesores continuamente sostenían un discurso que apelaba al orden y al
principio de autoridad, a las jerarquías casi naturales. Se evidenciaba una
cuestión generacional, los estudiantes no reconocían a esos docentes como
ejemplos ni maestros; sólo veían en ellos figuras autoritarias que carecían
de integridad moral, ya que defendían sus exclusivos intereses e incluso
estaban siempre de espaldas al pueblo, a los trabajadores. Este último plan-
teo era más fuerte en el sector ateneísta que les cuestionaba también haber
sostenido el golpe de Estado del ‘55 desde las universidades. Claramente la
crítica al sistema universitario y a la enseñanza que allí se impartía ya se
articulaba con una más amplia. Había un fuerte antiimperialismo y un duro
cuestionamiento a las relaciones de dependencia no sólo económica sino
también cultural impuesta por países como Estados Unidos; dicha crítica se
constataba también en otras actividades y acciones, por ejemplo en las ma-
nifestaciones de solidaridad con otros pueblos avasallados por el imperia-
lismo27. En definitiva, lo que cuestionaban era el orden social establecido.
27) El 8 de Mayo de 1965, los estudiantes de la UNL realizaron la toma del edificio del
Rectorado en acción de protesta por la invasión norteamericana a Santo Domingo.
28) Un ciclo de protesta supone una fase de intensificación de la conflictividad y la confronta-
ción, en la que los sectores más movilizados del movimiento logran difundir la acción colectiva
a los menos movilizados, una dinámica acelerada de la interacción entre disidentes y autorida-
des, marcos nuevos o transformados para la acción colectiva y en los que se combinan acciones
organizadas con otras espontáneas. Tarrow, Sidney El poder en…, Op.Cit., pp. 263 y 264.
134
el estudiantado y que se articulaba estrechamente con el del movimien-
to estudiantil a escala nacional. La primera etapa de este ciclo abarcó
la segunda mitad de 1966 y todo 1967, pudiendo a la vez subdividirse
en dos períodos con duraciones, intensidad de la conflictividad y rasgos
diferentes. Durante ese primer período, que comenzó inmediatamente
después de la intervención, el estudiantado local repudió primero y re-
sistió después dicha medida que suponía la pérdida de participación en la
toma de decisiones dentro del sistema universitario y la quita de derechos
adquiridos. En ese marco fue la solidaridad con los compañeros de otras
localidades –especialmente frente a la represión en Córdoba que acabó
con la vida de Santiago Pampillón– la que marcó el punto culminante del
accionar y la movilización estudiantil en Santa Fe.
La intensificación de la conflictividad puede apreciarse no sólo en la
escalada constante de agosto a septiembre de acciones cada vez más de-
safiantes encaradas por el estudiantado, sino también en la cantidad de las
mismas: sumaron más de cincuenta en esos pocos meses. Por el contrario,
el segundo período, que comprende prácticamente todo el año 1967, se
caracterizó por el reflujo de las movilizaciones callejeras; las luchas del
estudiantado santafesino se fragmentaron, circunscribiéndose a resisten-
cias localizadas al interior de cada facultad y ante medidas concretas que
los decanos interventores iban tomando. A la vez el número de acciones
encaradas fue mucho menor: no superaron las 25 –contando comunica-
dos, paros, mesas redondas, petitorios, concentraciones y actos– en todo
el período. Más allá de estas diferencias, durante toda esta primera etapa
los motivos de la acción –el eje central de las demandas– se mantuvieron
estrechamente vinculados a la intervención a las universidades y la subsi-
guiente reestructuración autoritaria del sistema universitario estatal.
Para el año 1968 las cosas cambiarían profundamente, abriéndose una
nueva etapa en el ciclo de protesta. Por un lado hubo un resurgir de la mo-
vilización estudiantil; en nuestra ciudad y en todo el país los estudiantes
volvieron a tomar las calles, aunque se desplazó el eje de las demandas,
en tanto, sin abandonar la resistencia a las políticas restrictivas y “limi-
tacionistas” (como las denominaban los estudiantes) que se imponían en
las facultades, el eje a la hora de tomar las calles fue la abierta oposición
a la dictadura y el intento de derrotarla. Además, a partir de este año los
estudiantes no estuvieron solos en ese desafío. 1968 fue clave en la con-
figuración y consolidación de un amplio frente anti–dictatorial; fue un
año en que se tejieron articulaciones y redes entre diversos actores, espe-
cialmente entre el sector más combativo del sindicalismo, el movimiento
estudiantil universitario y el cristianismo de cuño tercermundista.
135
A lo largo del mismo, en nuestra ciudad, fueron varios los momentos
en que el estudiantado ganó las calles, y alcanzó un alto nivel de movili-
zación y confrontación abierta con el gobierno dictatorial; cada vez más
lo hizo en coordinación con esos otros sectores y en función de demandas
y reclamos que no se restringían al ámbito gremial estudiantil. Entre los
momentos más destacados de esa movilización –que aconteció en nues-
tra ciudad y en gran parte de las ciudades del país que eran sedes univer-
sitarias– se pueden mencionar: el acto del 1º de Mayo, el cincuentenario
de la Reforma Universitaria del ‘18, el aniversario del golpe de Estado en-
cabezado por Onganía y el del asesinato de Santiago Pampillón. En todas
esas ocasiones obreros y estudiantes universitarios –desde ese momento
también de la Universidad Católica de Santa Fe– fueron coprotagonistas
de la movilización, que organizaban de manera conjunta29.
Respecto al estudiantado de la UCSF, cabe destacar que 1968 fue un
año significativo. Se inició un prolongado conflicto frente al aumento en
los aranceles y en la matriculación que llevó al estallido de una huelga
de hambre –modalidad de acción distintiva de los estudiantes de esta
institución– en la Facultad de Letras que finalizó con la renuncia de la
decana y la mayor parte del cuerpo docente. Dicho conflicto evidenció
la profunda fractura existente en el ámbito católico santafesino, fractura
que se manifestó en las alianzas que se fueron tejiendo en apoyo o crítica
al accionar estudiantil.
Los estudiantes iniciaron diversas acciones con la finalidad de dar vi-
sibilidad y sostener sus demandas desplegando un repertorio que incluyó
asambleas, toma de facultades, manifestaciones, la huelga de hambre y la
exposición pública ampliada a través de la difusión de la situación en la
prensa. La protesta tuvo su epicentro en la Facultad de Letras extendién-
dose rápidamente a otras facultades. El reclamo por el aumento de los
aranceles desde el inicio apareció incluido en un cuestionamiento severo a
la Universidad Católica, a la que visualizaban alejada de los ideales cris-
tianos, comprometida con quienes tenían poder y prestigio, reproductora
de una estructura clasista, portadora de una visión de la autoridad, de la
29) Así, por ejemplo, los estudiantes fueron convocados por los obreros pertenecientes a
la recién creada filial Santa Fe de la Confederación General del Trabajo de los Argentinos
(CGTA) para organizar el acto del día de los trabajadores de manera conjunta. A la vez que
las reuniones organizativas de los actos y actividades que se estaban preparando para recor-
dar el cincuentenario de la reforma universitaria se realizaban en locales sindicales.
136
disciplina y del orden que no compartían; planteos que, con otros matices,
también movilizaban al estudiantado de la UNL.
Estos cuestionamientos engarzaban con una mirada crítica de la socie-
dad existente y con una tensión hacia una sociedad nueva en cuya cons-
trucción se sentían comprometidos. Para ello los habilitaban, según su
interpretación, los documentos de la Iglesia. Los estudiantes movilizados
expresaban esa mentalidad posconciliar de la cual, el rector de la UCSF,
dijo que difundía una nueva interpretación temeraria que dejaba de lado
la disciplina de la Iglesia.
Ya se expresaba la fractura a la que aludíamos, que no era sólo genera-
cional en el sentido de edades cronológicas: había jóvenes y maduros entre
los “pre y posconciliares". Junto a los estudiantes movilizados estuvieron
egresados, profesores, sacerdotes, padres, instituciones como el CMU, la
CGTA, la Juventud Demócrata Cristiana, el Magisterio Católico, Acción
Sindical Argentina, la Casa del Obrero Estudiante y el Movimiento Juve-
nil Santa Rosa de Lima. Entre quienes iban definiéndose como oponentes
y eran visualizados como tales por los estudiantes, se hallaban grupos de
alumnos de la UCSF (de las Facultades de Letras, de Derecho), egresados
(de la Universidad Católica y también del Colegio de la Inmaculada Con-
cepción) y las autoridades de la Universidad.
En el estudiantado movilizado primaban la crítica a lo que institu-
cional y socialmente consideraban injusto y la opción por los que sufren,
los que menos tienen, las clases populares; entroncaban su lucha con la
de todos aquellos que eran explotados por el sistema, por el capitalismo.
Quienes en la dinámica del conflicto iban definiéndose como sus oponen-
tes construían una representación en la que los principios de disciplina,
orden, autoridad, prestigio de la universidad, estaban siendo vulnerados
por las acciones estudiantiles, representación desde la cual justificaban
su accionar. Una característica del mismo era la negación de la presen-
cia; las renuncias lo ponían claramente de manifiesto, pero también las
negativas a recibir a los estudiantes, el silencio del Consejo Directivo, del
Consejo Superior y del Arzobispo. El cierre de su participación en el (po-
sible) diálogo y las nuevas imposiciones contribuyeron al enfrentamiento
abierto. Lo que enfrentó a los estudiantes y sus aliados con las autoridades
fue visualizarlas como sostenedoras de la estructura académica por ellos
cuestionada y como cómplices de un orden social injusto.
Su idea de compromiso con los pobres, visualizados no como objetos
de caridad sino como compañeros de ruta por el cambio societal profundo,
daba cuenta de una postura anticapitalista “de izquierda”. En el ámbito
eclesial, o en sectores pertenecientes a este ámbito, esta nueva concepción
137
de la pobreza era la que podía advertirse en la Teología de la Liberación.
La especificidad del cristianismo liberacionista30 latinoamericano era su
ligazón con una nueva cultura religiosa que denunciaba la violencia ins-
titucional del capitalismo periférico. La cuestión de la violencia popular
legítima, como resistencia a la opresión, se extendió en círculos católicos,
juveniles en particular. En ellos, las luchas por la liberación y la revolu-
ción cubana se leyeron como éxitos revolucionarios en el contexto mun-
dial que abonaban la posibilidad de otros similares en una época marcada-
mente optimista con respecto a las posibilidades de transformación social,
concretando la aspiración al socialismo como anticipo del reino de Dios
en la tierra. Además, la violencia se legitimó como respuesta a la violencia
estructural, era la violencia “justa” contra la “violencia injusta” encarnada
en el subdesarrollo, la pobreza, la desocupación.
Esta legitimación de la violencia popular, aunque habilitada por otros
discursos, se observaba también en el estudiantado movilizado de las
universidades estatales y, en general, en los sectores que confluían en el
frente anti-dictatorial que se estaba consolidando.
138
y produjeron el acontecimiento más emblemático, quizás, de los años se-
senta: “el Cordobazo”. Los muertos se iban multiplicando. En septiembre,
nuevamente la sede de la protesta se trasladó a Rosario dónde se produjo
el último episodio de gran trascendencia del año, el “Segundo Rosariazo”.
En la ciudad de Santa Fe se observan coyunturas conflictivas a lo lar-
go de todo el año que si bien no nos permiten hablar de un “santafesinazo”,
muestran la continuidad de la movilización y el incremento de su carácter
contestatario. Se desataron: en febrero, protestas estudiantiles contra los
cursos preuniversitarios; en abril, movilizaciones en apoyo a los traba-
jadores del norte santafesino ante el cierre de ingenios y despidos en los
talleres ferroviarios; en mayo, una serie de actos y movilizaciones repu-
diando los asesinatos de estudiantes en Corrientes, Rosario y Córdoba
y en apoyo a los obreros tucumanos y cordobeses; en junio, atentados,
movilizaciones y concentraciones ante la llegada de Nelson Rockefeller al
país; en septiembre, movilizaciones en un nuevo aniversario del asesinato
de Santiago Pampillón; en noviembre, atentados contra las instalaciones
del Club del Orden y el Jockey Club.
En todas estas protestas se aprecia claramente que estudiantes univer-
sitarios y obreros aparecían aliados contra un oponente común: la dicta-
dura, las estructuras injustas, las autoridades universitarias, la represión
estatal, según fuese el conflicto en cuestión. Esta alianza, que puede ob-
servarse tanto en el plano discursivo como en el de las acciones colectivas,
incluía cada vez más a otros actores: curas tercermundistas, estudiantes
secundarios, profesionales –individualmente o mediante sus asociacio-
nes– y, en mucha menor medida, partidos políticos.
Las insurrecciones populares –los llamados “azos”– del año 1969
marcaron un punto de inflexión a escala nacional en tanto dieron ini-
cio a un proceso de descomposición del régimen de la autoproclamada
Revolución Argentina. A partir de los mismos se operó un cambio en la
estructura de oportunidades políticas que habilitó la emergencia de nue-
vos actores –entre ellos, las organizaciones político-militares– y nuevos
repertorios en la confrontación –ocupación de fábricas y facultades con
rehenes, secuestros de empresarios y representantes gubernamentales,
entre otros–; a la vez que la contundencia y masividad de la movilización
popular obligó al gobierno a rediseñar sus políticas en aras de frenar el
descontento. Las medidas encaradas no lograron desactivar la conflicti-
vidad que, además, se extendía más allá de los principales centros indus-
triales del país –por ejemplo a fines del año 1970 Tucumán y Catamarca
fueron sedes de importantes y generalizadas protestas–; en los primeros
meses de 1971 se produjeron nuevos alzamientos populares en Córdoba,
139
obligando al gobierno no sólo a otro recambio en su figura presidencial,
sino también a proclamar iniciado el “tiempo político”, que habría de ser
el tramo final de la dictadura. La transición hacia una salida electoral se
enmarcó en lo que el propio régimen denominó “Gran Acuerdo Nacio-
nal”, que suponía el intento de generar un compromiso entre las FFAA y
las distintas fuerzas políticas y sociales en torno a cuestiones tales como:
el repudio a la subversión –y con ello la legitimación de la Doctrina de
Seguridad Nacional y la noción de “enemigo interno”–, el reconocimien-
to de la inserción de las Fuerzas Armadas en el futuro esquema institu-
cional y, sobre todo, el acuerdo en torno a la candidatura presidencial
–Perón debía renunciar a la misma–31. A partir de entonces, el accionar
de la dictadura pivoteará entre la represión y la búsqueda de consensos.
Es este el contexto en que se desató “la huelga del comedor”, importan-
te conflicto en el ámbito de la UNL que comenzó el 7 de julio de 1971 y se
extendió hasta el 18 de septiembre de ese año; lapso en el cual la Universi-
dad se vio paralizada, sin que pudieran desarrollarse las actividades usua-
les por la huelga estudiantil que supuso la ausencia absoluta de los alumnos
de las sedes santafesinas32 tanto a clases, como a las mesas de exámenes.
El conflicto comenzó cuando un grupo de aproximadamente 400 es-
tudiantes ocupó el Rectorado por varias horas. La toma se realizó por
reclamos específicos relativos al comedor universitario: aumento de su
capacidad de atención, mejoras en la calidad de las comidas y en la aten-
ción técnica y mayor número de mozos–estudiantes frente al incremento
de tareas; a su vez en esta toma los manifestantes también sostenían que
el “…Rector como abogado y como cabeza responsable de la universidad
debe pronunciarse en contra de la ley nacional dictada recientemente (que
habilita la competencia de las FFAA en la represión de las actividades
subversivas)”33.
31) Tcach, César “Golpes, Proscripciones y partidos políticos”, en James, Daniel (dir.) Vio-
lencia, proscripción y autoritarismo (1955-1976), Sudamericana, Buenos Aires, 2003, tomo
IX (Nueva Historia Argentina).
32) Más allá que el núcleo del conflicto estuvo centrado en la UNL (y especialmente en las
facultades e institutos que funcionaban en la ciudad de Santa Fe), también participaron del
mismo estudiantes de la Universidad Católica y de la Regional Santa Fe de la UTN. Respec-
to a estos últimos, es importante señalar que, desde 1970, estaban habilitados para asistir al
comedor universitario.
33) Diario El Litoral, 7 de julio de 1971, p. 6.
140
La toma del Rectorado tuvo una tibia respuesta institucional. El Secre-
tario de Bienestar Estudiantil de la Universidad, Dr. Ruiz Palacios, acudió
a dialogar con los alumnos y argumentó que “se hacían grandes esfuerzos
dentro de los límites presupuestarios”34. Esta explicación no satisfizo a los
estudiantes, quienes sostuvieron que las insuficiencias del presupuesto no
se debían a su exigüidad, sino al mal empleo que del mismo realizaban las
autoridades. Por otro lado, reclamaron la presencia del Rector como único
interlocutor válido. La acción parecía destinada a ser una toma más, como
otras veces había ocurrido, pero el accionar represivo de la policía radi-
calizó la posición del estudiantado. Al respecto, un entrevistado señala:
141
llaban en espacios universitarios tales como el comedor y las sedes de las
facultades e institutos o, significativamente, en locales gremiales como el
Sindicato de Panaderos y el Sindicato de Artes Gráficas–, comunicados de
prensa, tomas de facultades, actos relámpagos, movilizaciones callejeras
y en varias ocasiones, atentados contra propiedades y recursos de quienes
eran visualizados como oponentes36.
Respecto a las agrupaciones estudiantiles existentes al interior del mo-
vimiento estudiantil santafesino, es posible realizar una división tripartita
de acuerdo a su orientación ideológica. Por un lado, estaban las vinculadas a
la izquierda no tradicional: la FAUDI (Federación Argentina de Universita-
rios de Izquierda), TUPAC (Tendencia Universitaria Popular Antiimperia-
lista Combativa), el PRT (Partido Revolucionario de los Trabajadores). Por
otro, estaban las relacionadas a la izquierda peronista: la Juventud Peronis-
ta, el Ateneo Universitario y el Movimiento Integralista –durante la segun-
da mitad de la década del sesenta las dos últimas agrupaciones habían su-
frido un significativo proceso de peronización–. El punto de conexión entre
todas ellas era la creencia común en que el cambio social profundo sólo era
posible por la vía revolucionaria. Por último, también tenían presencia las
agrupaciones “reformistas”, entre ellas la Federación Juvenil Comunista y
el MOR (Movimiento de Orientación Reformista), el CUMS (Círculo Uni-
versitario de Militantes Socialistas) y el MURA (Movimiento Universitario
Reformista Auténtico) quienes levantaban las banderas de la Reforma Uni-
versitaria de 1918. Esta diversidad de organizaciones pone en evidencia que
en el marco del proceso de radicalización política e ideológica que vivió el
movimiento estudiantil en todo el periodo analizado, las viejas identidades
estallaron, dando lugar a nuevas agrupaciones y confederaciones y a signi-
ficativas transformaciones de aquellas que tenían más larga vida.
El análisis de este conflicto también permite advertir cambios en las
características de la represión, especialmente en lo relativo a la situación de
los detenidos. El paradero de los estudiantes apresados por la policía en el
marco de uno de los atentados permaneció desconocido durante los prime-
36) Dos fueron los atentados que se registraron en el marco de este conflicto. El primero de
ellos al diario El Litoral cuando el 14 de julio, mediante la utilización de bombas incendiarias,
se destruyeron las vidrieras del edificio donde funcionaba. El mismo se produjo como repudio
a una nota que el periódico publicó el día anterior cuestionando duramente el accionar del
estudiantado y poniendo en duda la necesidad del propio comedor estudiantil. El segundo tuvo
lugar el día 19 de julio en el transcurso de una movilización, y fue contra el edificio de la em-
presa de capitales extranjeros SADE; este atentado derivó en la detención de tres manifestantes.
142
ros días, pese al reclamo de abogados y familiares. Luego las autoridades
policiales reconocieron que estaban alojados en la Jefatura, pero, al con-
trario de lo que generalmente sucedía, éstos siguieron detenidos a pesar de
todas las acciones que se llevaron a cabo. A la vez, al aplicárseles la Ley Nº
19081 los estudiantes mayores de edad fueron trasladados a Buenos Aires,
lo cual dificultaba la organización de su defensa. Es importante destacar
que la Coordinadora o Comisión de Lucha Estudiantil, constituida en los
primeros días del conflicto se encargaba, entre otras cuestiones, de dicha or-
ganización, lo que explica que de la misma participaran jóvenes abogados37.
La comisión de defensa de los detenidos operó a dos niveles, uno fue en
la Coordinadora en general y el otro a nivel de las diferentes agrupaciones.
En consonancia con esto, es posible afirmar que la acción colectiva se
pudo extender en el tiempo debido a la fuerte cohesión y al compromiso
compartido entre los estudiantes; pero también al alto grado de organi-
zación que alcanzaron, a su capacidad de articulación y relación con el
movimiento obrero (expresado esto en el apoyo brindado por la CGTA-
Seccional Santa Fe) y con diferentes partidos políticos. A la vez y en ese
mismo sentido, fue relevante el respaldo de sectores como el Encuen-
tro Nacional de los Argentinos, así como también el de estudiantes de la
UTN, la UCSF y de las escuelas secundarias de la ciudad. El conflicto
del comedor permite observar la existencia de densas redes y múltiples
vínculos, en definitiva, de un entramado relacional que da cuenta de la
imbricación entre la vida estudiantil universitaria y la militancia política
en ámbitos que excedían el universitario.
Consideraciones finales
37) Al respecto es importante mencionar que incluso antes de desatarse el conflicto, los estu-
diantes ya participaban de la Organización de Solidaridad con los Presos Políticos Estudian-
tiles y Gremiales (OSPEG) Santa Fe, organización que según manifestaban sus integrantes
se había gestado “(d)ado los permanentes atropellos y vejámenes que viene sufriendo el
pueblo argentino por parte del gobierno militar, atropellos que van desde la vigencia de una
legislación represiva como nunca hemos visto en nuestro país (…) hasta la cárcel, las “des-
apariciones”, la tortura y el asesinato …”. Diario Nuevo Diario, 11 de julio de 1971, p. 2.
143
ñanza superior –de lo cual daba cuenta la creación de nuevas institucio-
nes y el crecimiento de las preexistentes en la ciudad– y de los profundos
cambios sociales y culturales que se sucedieron, éstos se constituyeron
en actores centrales de la vida política local y nacional.
Durante el decenio de 1956–1966 se transformaron en un dinámico
sector que a partir de la demanda de mayor participación en el gobierno
de las casas de altos estudios y de la discusión del rol que como profe-
sionales les cabía en la sociedad fueron construyendo nuevos discursos y
sensibilidades que ponían en cuestión la propia organización societal: los
principios de autoridad que detentaban los adultos, la función que cum-
plían la ciencia y la tecnología en países dependientes, la distribución de la
riqueza y el poder en las sociedades capitalistas. Los enfrentamientos con
docentes y autoridades universitarias que propiciaron durante estos años,
especialmente los estudiantes de la UNL, fueron amalgamando posiciones,
fraguando acercamientos, en definitiva, generando una fuerte identidad es-
tudiantil por sobre las diferencias políticas e ideológicas que separaban a
los distintos individuos y grupos organizados al interior del movimiento.
Al promediar la década del sesenta era ya evidente un alto grado de
radicalización de los jóvenes universitarios santafesinos que se manifes-
taba en discursos anti–sistémicos y en una predisposición a comprome-
terse en la consecución de cambios profundos que trascendían los límites
de las instituciones de enseñanza. La intervención a las universidades
públicas dispuesta por el gobierno dictatorial que se hizo con el poder en
1966, y que puso fin al gobierno tripartito y a la autonomía de las casas de
altos estudios, profundizó y aceleró ese proceso de radicalización. Dicha
intervención significó el inicio de un ciclo de protesta en que los estu-
diantes actuaron de “madrugadores”38 pero que en pocos años fue su-
mando diversos sectores a un amplio y extendido frente anti–dictatorial.
A finales de la década y principios de la siguiente el sector del estu-
diantado movilizado y radicalizado ya no se restringía exclusivamente
a la UNL, sino que incluía a amplios sectores del alumnado de la Uni-
versidad Católica de Santa Fe –también ellos impactados por los profun-
dos cambios culturales e ideológicos de la década, y muy especialmente
atraídos por un cristianismo liberacionista que estaba calando hondo en
la sociedad santafesina–, así como también, aunque en menor medida, al
144
de la UTN– Regional Santa Fe. Todos ellos confluían en acciones colecti-
vas cada vez más desafiantes y que a pesar de las altas cuotas de represión
implementadas por el régimen, tenían por escenario excluyente las calles
y lugares públicos de la ciudad.
La posibilidad de mantener e incrementar el desafío en condiciones tan
adversas para la acción colectiva, radicó en las densas redes que tejieron
los estudiantes y en el entramado de relaciones que supieron construir, re-
producir y expandir. Pero también, y sin negar el acierto de sus estrategias,
en las solidaridades que la propia represión gubernamental despertó y ali-
mentó en sectores santafesinos menos proclives a la participación.
A modo de conclusión se puede afirmar que la dinámica de confron-
tación sostenida en el tiempo con un gobierno dictatorial, conservador
y autoritario en lo cultural tanto como en lo político, desempeñó un pa-
pel nada desdeñable en el incremento de la radicalización de los jóvenes
santafesinos y especialmente del movimiento estudiantil local. Así como
también en la activación de los otros actores que se fueron sumando a un
nutrido frente anti–dictatorial que llevó a la dictadura a proponerse des-
activar la movilización social que amenazaba con encaminarse hacia una
salida revolucionaria. Movilización en la cual el movimiento estudiantil
seguía siendo un actor fundamental.
145
146
La conflictividad docente en Santa Fe,
c. 1966–1971
Carlos Marcelo Andelique
1) Para comprender el cuadro de situación política y social cabe recordar algunos de los
acontecimientos que dan cuenta del grado de violencia política que se manifestó entre 1969
y 1973, como ser: el asesinato de Emilio Jauregui el 27 de junio de 1969, el asesinato del
dirigente metalúrgico Augusto T. Vandor el 30 de junio de 1969, el asesinato de Pedro E.
Aramburu por Montoneros el 1 de junio de 1970, el fusilamiento de militantes políticos pri
147
El nuevo régimen político destituyó todas las autoridades constitu-
cionales, clausuró el Congreso nacional y las legislaturas provinciales,
disolvió los partidos políticos y prohibió sus actividades. En definitiva,
se clausuró la política, y con ella toda forma de canalizar por vías institu-
cionales la confrontación y la discusión política y social2. Esta configura-
ción autoritaria que asumieron las instituciones del Estado obedecía a un
proyecto económico que favorecía a los sectores capitalistas más concen-
trados, profundizando la industrialización sustitutiva de importaciones a
partir de la extranjerización creciente de la economía y afectando a los
trabajadores y sectores populares. Pero las medidas económicas no sólo
beneficiaban a las empresas transnacionales, sino que también buscaban
integrar a un sector dominante de los capitalistas “nativos” a los que Ba-
sualdo denomina “oligarquía diversificada”3.
En general, la política económica llevada adelante por Krieger Vase-
na durante el gobierno de Onganía combinaba medidas tradicionales de
ajuste y estabilización (devaluación, reducción del gasto público, conge-
lamiento de salarios) con otras que pretendían la industrialización (re-
tenciones a las exportaciones agropecuarias, aumento de la circulación
monetaria, sistema de cambios diferenciales) con el objetivo de generar el
desarrollo económico y controlar lo que se consideraba como un flagelo
de los últimos años: la inflación.
Sin embargo, las críticas al autoritarismo del régimen y la radicaliza-
ción de la protesta de un sector del movimiento obrero y estudiantil lle-
varon a la caída de Krieger Vasena, y con ello iniciaron el rápido proceso
que puso fin al gobierno de Onganía. La asunción del General Roberto
Levingston como nuevo presidente de facto no logró canalizar la conflic-
tividad social, y luego del Viborazo producido en la ciudad de Córdoba
en marzo de 1971, renunció y dio lugar a Alejandro Lanusse.
Este deterioro del poder de las Fuerzas Armadas no sólo era producto
de la situación económica y social, sino también de la ausencia de canales
institucionales de expresión política. El documento titulado “La hora del
pueblo” firmado por representantes de los partidos políticos mayoritarios
sioneros en la cárcel de Trelew el 22 de agosto de 1972 por las Fuerzas Armadas, conocido
como la “masacre de Trelew”, por nombrar los casos más resonantes.
2) Calveiro, Pilar Política y/o violencia. Una aproximación a la guerrilla de los años 70,
Verticales de bolsillo, Buenos Aires, 2008, p. 22.
3) Basualdo, Eduardo Estudios de Historia económica Argentina, Siglo XXI, Buenos Aires,
2010, p. 58.
148
en noviembre de 1970, sintetizaba los crecientes cuestionamientos que
desde los sectores políticos se comenzaban a articular contra el gobierno.
Ahora bien, ¿qué acciones realizaron los trabajadores frente al régi-
men militar impuesto a partir de 1966? En este punto es necesario marcar
ciertas diferencias muy importantes. Por un lado, había dirigentes sindi-
cales que apoyaron el golpe de 1966. Entre estos dirigentes se encontra-
ban los vandoristas que dirigían las 62 Organizaciones y otros sindicatos
reconocidos como participacionistas por su grado de colaboración con el
régimen. Pero el congelamiento de salarios, la suspensión de las conven-
ciones colectivas de trabajo y la actitud conciliadora de los dirigentes de
la Confederación General del Trabajo (CGT) generaron descontento en un
sector del sindicalismo. Esta situación dio lugar a la emergencia de una
línea más combativa y clasista que se separó en 1968 y conformó la CGT
de los Argentinos conducida por Raimundo Ongaro.
Ante el régimen represivo y la burocracia sindical, el clasismo pro-
ponía la democracia interna, la participación directa de las bases traba-
jadoras, postulaba la unidad de la clase obrera frente a los empresarios y
al capitalismo y planteaban acciones gremiales alternativas. Al respecto
Lobato y Suriano señalan que el clasismo recurrió a:
4) Lobato, Mirta y Juan Suriano La protesta social en la Argentina, FCE, Buenos Aires,
2003, p. 106.
149
… la conformación de movimientos sociales de oposición al
régimen, ensayaron nuevos repertorios de confrontación y mar-
caron el inicio de la descomposición de la «Revolución Argenti-
na». Desde el norte hasta el sur de la provincia, la conflictividad
social –encarnada por los más variados sectores populares– se
convirtió en el fenómeno más significativo de la época5.
150
del sistema educativo, se creó el Servicio de Enseñanza Superior, Nor-
mal, Media y Técnica por Ley Nº 6363 de 1967, poniendo en evidencia
en el plano administrativo la importancia que comenzaba a adquirir la
formación superior y secundaria. Otra reforma fundamental de este pe-
ríodo –que adquirió importancia en los conflictivos meses de 1971– fue
la creación de la escuela intermedia. Ésta requería una reconversión for-
mativa de los docentes, adecuación de las instituciones y cambios en los
planes de estudios. No obstante, se llevó a cabo de forma experimental
en algunos establecimientos y nunca adquirió una dimensión importante.
Fue derogada por Decreto Nº 762 del año 19737.
En este marco, con características específicas y en respuesta a políti-
cas educativas coherentes con la índole represiva del régimen y su proyec-
to económico, los trabajadores docentes participaron en diversos conflic-
tos y fueron protagonistas de huelgas importantes frente a la dictadura.
Una de ellas, objeto de análisis en este trabajo, fue la huelga docente en la
Provincia de Santa Fe durante el primer semestre del año 1971.
7) Ossanna, Edgardo, Adrián Ascolani, Mirta Moscatelli y Alberto Pérez “Una aproximación
a la educación en Santa Fe de 1945 a 1983”, en Puiggros, Adriana (Dir.) Historia de la edu-
cación en Argentina, Galerna, Buenos Aires, 1997, tomo VII, p. 414.
8) Rodríguez, Gloria, Julia Soul y Julián Gindin “Políticas de organización gremial en Ro-
sario. Apuntes sobre las experiencias docentes y mercantiles”, ponencia presentada en el
6º Congreso Nacional de Estudios del Trabajo, organizado por la Asociación Argentina de
Especialistas en Estudios del Trabajo, Buenos Aires, del 13 al 16 agosto de 2003, en línea
en http://www.aset.org.ar/congresos/6/archivosPDF/grupoTematico03/010.pdf, consulta en
diciembre de 2015.
9) ASDAEMES fue una asociación gremial que agrupó especialmente a los docentes secun-
darios provinciales. En este sentido, cabe aclarar que la mayoría de las escuelas secundarias
151
(Asociación Santafesina de Docentes y Administrativos de la Enseñan-
za Media, Especial y Superior), Asociación de Maestros de Enseñanza
Manual y Asociación de Maestros Particulares. A través de esta organi-
zación inter–gremial, los docentes utilizaron diferentes estrategias para
plantear los reclamos y reivindicaciones del sector.
Las organizaciones gremiales docentes durante este período tuvieron
una estructura organizativa débil y fragmentada. Los docentes entrevis-
tados reafirman este carácter cuando señalan que los aportes de los agre-
miados a la Asociación del Magisterio de Santa Fe durante este período
no se hacían por vías formales ni de manera compulsiva. Por el contrario,
era voluntario y el propio gremio a través de personal específico recorría
los domicilios de los docentes cobrando el aporte mensual a los afiliados.
Al respecto, una de las docentes entrevistadas afirma que:
pertenecían al ámbito nacional, eran muy pocas las escuelas secundarias dependientes del
Ministerio de Educación de la Provincia. Por lo tanto, el mayor número de huelguistas fue-
ron de las escuelas provinciales primarias. Los docentes de las escuelas secundarias tuvieron
una participación minoritaria.
10) A los fines de mantener la reserva de identidad y de otros datos personales de los entre-
vistados, los mismos no se identificarán. Ver listado al final del artículo.
11) Cabe aclarar que en esta conformación que se produce en la década del ochenta, conflu-
yen militantes y afiliados de las Asociaciones departamentales, de la Federación Provincial
del Magisterio y de la Federación Única de Sindicatos de Trabajadores de la Educación
(FUSTE), estableciéndose un sindicato único cuya denominación pasó a ser Asociación del
Magisterio de Santa Fe (AMSAFE).
152
las condiciones laborales, un reclamo que se reiteraba permanentemente
y del cual se hacía eco la prensa local refería a la estabilidad en el trabajo.
Se realizaron diferentes peticiones respecto de la necesidad de establecer
concursos de ingreso y ascenso a la docencia. También la jubilación se
constituía en un problema preocupante. Los docentes provinciales soli-
citaban la adecuación del porcentaje de deducciones para la jubilación al
índice nacional, ya que el de la provincia implicaba un 13% de descuento
(proponían bajar 4 puntos). Se planteaban reclamos respecto de las bonifi-
caciones por antigüedad (adecuación igualitaria para maestros, directores
e inspectores) y la modificación de la bonificación por asistencia perfecta
en dedicación a la docencia incluyéndola en el sueldo.
Pero sin dudas, el principal reclamo que atravesó el período estaba
vinculado al salario. En este punto se pueden distinguir dos problemas
claramente diferenciados y que confluyeron en marzo de 1971. Por un
lado, había una demanda que venía haciéndose desde hacía varios años: el
pago en tiempo y forma del salario a docentes suplentes –interinos y re-
emplazantes–. Generalmente estos cobraban con varios meses de retraso.
Al respecto una docente señala que:
153
terinos y reemplazantes cobrar en las fechas que les correspondía en todo
el territorio provincial, y de esta manera regularizar la situación de un gran
número de trabajadores. Para el momento en el que se produjo la huelga, la
Comisión Pro Mejoras denunciaba que las deudas pendientes que tenía el
gobierno provincial con los docentes interinos y reemplazantes privados y
estatales ascendían a los 110 millones de pesos moneda nacional. Además,
los docentes provinciales y privados12 del interior de la provincia, como
generalmente cobraban a destiempo, demandaban el pago simultáneo del
salario con los docentes de la ciudad capital y Rosario.
Por otra parte, a estas reivindicaciones de docentes interinos y reem-
plazantes se sumó a fines de 1970 un reclamo de reajuste salarial genera-
lizado que demandaba un salario de 40.000 pesos para el maestro de gra-
do13. Los principales argumentos sobre los que pivoteaban las entidades
gremiales para justificar el reclamo eran la necesidad de comprar material
didáctico para la actualización de la enseñanza, la compra de vestimenta
adecuada para asistir a las escuelas, las diferencias con los sueldos de
otros sectores de la administración pública provincial y la necesidad de
jerarquizar el rol docente dada la trascendencia de la labor que se cumplía.
La aceleración en el reclamo de los docentes hacia finales de 1970 y co-
mienzo de 1971 no puede comprenderse sin considerar la inflación. Efecti-
vamente, las demandas se anclaban en el gran deterioro salarial que sufrían
los trabajadores en 1971. Si consideramos el contexto nacional y evaluamos
el crecimiento de la tasa de inflación anual minorista, se puede comprender
por qué el aumento de precios preocupaba a los sectores asalariados. En
este sentido, según datos relevados por Gerchunoff y Llach, se pasó de una
tasa de inflación del 13,6% en 1970 a una tasa del 34,7 en 197114.
Finalmente, el tercer elemento que alimentó el descontento en el sec-
tor docente provincial y que adquirió dimensiones nacionales, fue la im-
plementación de la escuela intermedia gestada en el marco de la reforma
educativa iniciada en 1968, generando importantes cuestionamientos y
obligando a los sucesivos ministros que se sucedieron en la cartera edu-
12) Respecto a las instituciones privadas cabe consignar que los salarios eran pagados por la
administración provincial, como parte del subsidio que las mismas recibían.
13) De acuerdo a datos de la época, se requería para vivienda, alimentación y asistencia
médica y farmacia una suma cercana a los sesenta mil pesos. Diario El Litoral, Santa Fe, 18
de mayo de 1971.
14) Gerchunoff, Pablo y Lucas llach El ciclo de la ilusión y el desencanto, Emece, Buenos
Aires, 2007, p. 323.
154
cativa nacional a suspender y/o retrasar su implementación. En la Pro-
vincia de Santa Fe se aplicó en algunas escuelas y fue extendiéndose de
manera progresiva, pero no prosperó y se derogó en 1973.
Entre 1966 y 1971 la Comisión Pro Mejoras recurrió al diálogo como
principal estrategia para canalizar los reclamos, a través de entrevistas con
el Ministerio de Educación y Cultura de la Provincia y de comunicados
que se publicaban en la prensa escrita. En las reuniones se presentaban pe-
titorios fundamentando las demandas y explicitando el descontento. Es de
notar que durante los años previos a 1971, en ningún comunicado se plan-
teó alguna medida de acción contenciosa contra el gobierno, al menos pú-
blicamente; sólo se advertía sobre la situación que vivía el sector docente.
La falta de respuesta por parte del gobierno a los reclamos planteados
en diferentes instancias de diálogo con los gremialistas y el progresivo de-
terioro de la situación del sistema educativo a nivel nacional15 fueron dis-
tanciando poco a poco a las asociaciones gremiales del Ministerio de Cul-
tura y Educación de la Provincia. En el Congreso XXVII de la Federación
Provincial del Magisterio llevado a cabo en abril de 1970, se expresaba el
grado de insatisfacción. En el documento, que publicó en parte el Diario
El Litoral, se explicitaron los problemas que la entidad observaba respecto
de la situación que vivía la educación y las críticas que hacían a la gestión.
Según los dirigentes gremiales se cercenaban conquistas docentes y en el
Ministerio de Educación y Cultura primaba un estado de anarquía en la
administración y conducción de la educación santafesina16.
Los bajos salarios, el retraso en el pago salarial y las deudas pendien-
tes de reemplazantes e interinos, la reforma educativa, la implementación
de la escuela intermedia y el deterioro en la calidad de vida producto de la
inflación fueron las raíces más profundas del conflicto. Esta combinación
explosiva de causas de corto y mediano plazo en el marco de una perma-
nente política dilatoria por parte del gobierno para abordar la problemá-
tica de los docentes y su consecuente pérdida de legitimidad, terminaron
disipando cualquier posibilidad de consenso dejando el espacio abierto
a la confrontación. En un comunicado publicado en el mes de diciembre
de 1970 se expresaba el profundo descontento y la necesidad de asumir
15) Como ejemplo del deterioro se puede citar la reducción que sufrió el gasto público
nacional en educación. Del 17.3% en 1965 se redujo al 13,3 en 1972. Diario El Litoral, 13
de marzo de 1973.
16) Diario El Litoral, 07 de abril de 1970.
155
posiciones más contenciosas: “…los docentes ya están cansados de ‘diá-
logos’, de pedidos de audiencia y antesalas, de mendigar sin resultados;
que ha llegado el momento de hacer planteamientos enérgicos y serios y
de exigir y asumir responsabilidades hasta las últimas consecuencias”17.
En vísperas del comienzo de clases, la Comisión Pro Mejoras decidió
implementar un plan de lucha que el Ministerio de Educación y Cultura
procuró desacreditar. Uno de los argumentos con los que se justificaba
el gobierno provincial se centraba en la responsabilidad de los mecanis-
mos burocráticos del ministerio nacional para responder rápidamente a
las peticiones gremiales. Al respecto decía el ministro Ricardo Bruera:
“Es de público conocimiento el sistema nacional que regula para todo el
país el régimen de retribuciones y no es para nadie desconocido cuál es
el procedimiento por el cual se tramita la aprobación de los presupuestos
provinciales”18. Esta denuncia del Ministro provincial de Educación daba
cuenta de una de las características del régimen impuesto por las Fuer-
zas Armadas: la dependencia de las decisiones de los Estados provinciales
respecto del poder central. En efecto, en los decretos y resoluciones del
Ministerio de Educación y Cultura de la Provincia se plasmaron políticas
que obedecían al gobierno nacional. Como ejemplo de esta subordinación
se pueden citar el Decreto N° 1253 del año 1967 donde se fijaba la cantidad
de alumnos por curso y el Decreto N° 482 de 1969 sobre incompatibilidad y
prescindibilidad19. También se amparaban discursivamente en las posibili-
dades de inversión tanto a nivel nacional como provincial en lo que refiere al
crecimiento económico y disponibilidad de recursos fiscales; o recurriendo
a comparaciones con otras provincias y con la administración nacional para
destacar los altos salarios que cobraban los docentes santafesinos respecto
del resto de los docentes del país. Finalmente, el gobierno intentó ganarse
el apoyo social de los padres y de la sociedad, cuestionando la metodología
adoptada por la Comisión Pro Mejoras y deslizando públicamente la posi-
bilidad de descontar los salarios. El ministro Ricardo Bruera afirmaba que:
156
cretarla. Producido en esta circunstancia un hecho de huelga,
sin metas definitorias ni programación de alternativas, resulta-
rá luego difícil revertir el proceso. Si ello es conveniente o no
queda librado a la decisión de los docentes que sabrán evaluar
criteriosamente los pasos a dar y si se justifica, dentro de este
marco, perder salarios y otras retribuciones que irremisible-
mente se dilapidarán con las medidas de fuerza20.
157
La huelga por tiempo indeterminado: entre el apoyo social y la intimi-
dación del gobierno
158
obrera ante el gobierno. Entre las organizaciones gremiales que expresa-
ron su apoyo se encontraban la Asociación de Educadores Particulares, la
Asociación del Personal de Enseñanza Técnica –zona litoral– y la Asocia-
ción Bancaria de Santa Fe. Por otra parte, el grado de solidaridad de las
organizaciones de trabajadores locales con la huelga docente se evidenció
en la utilización de los locales de la Unión Ferroviaria, de ASOEM y de
UTEDyC (Unión Trabajadores de Entidades Deportivas y Civiles) para
llevar a cabo las multitudinarias asambleas del Departamento La Capital.
Pero no sólo las instituciones gremiales ligadas al movimiento obrero
acompañaron a los trabajadores docentes durante el conflicto. También se
manifestó la Federación de Cooperadores Escolares que en distintos mo-
mentos intervino enviando telegramas a organismos nacionales, entre-
vistándose con el Ministro de Educación y Cultura y con el Gobernador
de la Provincia; organizaciones barriales como la Federación Santafesina
de Entidades Vecinales, la Asociación Vecinal “República los Hornos” y
Comisión Directiva de la Sociedad Vecinal “Unión y Trabajo”.
Además se manifestaron a favor del movimiento de protesta los estu-
diantes y ex alumnos, padres y organizaciones políticas. Estas manifesta-
ciones de apoyo eran activas, ya que participaban de los actos y moviliza-
ciones o bien emitían declaraciones que eran publicadas en la prensa local
(Nuevo Diario y El Litoral). Algunos centros de estudiantes secundarios,
el Centro de Estudiantes del Profesorado, el Movimiento Ateneísta de Es-
tudiantes, la Juventud del Movimiento de Integración y Desarrollo (MID),
el Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT) y el Movimiento de
la Juventud Peronista, son algunas de las organizaciones que aparecen
nombradas en la prensa.
La incidencia política de estos sectores se materializó en carteles y cán-
ticos que se entonaban en las movilizaciones. En los mismos se hacía eje
en la unidad de trabajadores y estudiantes, propios de una época donde
esta amalgama se vivía como una alternativa potencial y promisoria para
enfrentar el poder dictatorial y la represión; en problemáticas comunes que
unificaba a diferentes sectores en lucha, más allá de los problemas específi-
cos docentes. Entre las reivindicaciones propias de los docentes se colaban
otras demandas más políticas y generales que cuestionaban al régimen:
“La violencia no frena nuestra lucha”; “Maestros en la lucha unidos ¡Ade-
lante!”, “Luche, luche, luche; no deje de luchar, que la lucha docente es
lucha popular”; “Maestros, obreros y estudiantes, unidos adelante”; “Re-
pudiamos la traición, los maestros en acción”; “El pueblo nos anima, el
ministro nos intima”; “Menos represión, más educación"; “Libros sí, botas
no”; “Los maestros piden salarios justos”; “Escuelas y maestros queremos
159
presupuesto”. Es decir, el tono que adquirió el conflicto durante el paro por
tiempo indeterminado resultó más confrontativo, en la medida en que se
sumaron otros sectores a la protesta, endureciendo las posiciones y profun-
dizando la distancia entre el gobierno y la Comisión Pro Mejoras.
Aunque siempre hubo instituciones y nexos que propiciaron el diá-
logo entre el Gobierno y la dirección de la Comisión Pro Mejoras, el
conflicto se agudizó con el correr de los días y entraron en un espiral
de acusaciones y declaraciones, que por el lado del gobierno tendieron a
desgastar y deslegitimar el movimiento generado en torno a los reclamos
docentes, mientras que por el lado de la Comisión Pro Mejoras apostaban
a mantener la unidad del movimiento y a sostener una medida de fuerza
que por sus características –paro por tiempo indeterminado– requería de
soluciones concretas para poder suspenderse.
Ante las diferentes propuestas del gobierno que no satisfacían los re-
clamos, los docentes permanecieron en su posición y redoblaron la apues-
ta, organizando movilizaciones y ocupando las calles, especialmente de
la ciudad capital de la provincia y de Rosario. En cambio, en pueblos del
interior y en zonas rurales hubo docentes que concurrieron a trabajar, evi-
denciando ciertas fisuras que estaban quebrando la unidad lograda hasta el
momento. Ante la intransigencia, el gobierno tomó medidas que apuntaron
a modificar la relación de fuerzas planteada por los huelguistas a través de
la intimidación y la amenaza. La posibilidad concreta de sumariar a todos
aquellos que siguieran en la huelga fue una medida que apuntó a quebrar
la unidad que se había demostrado en las calles y en la alta inasistencia
a los lugares de trabajo durante todo el conflicto. De hecho, la cesantía a
supervisores en los inicios de la huelga por tiempo indeterminado, fue una
clara estrategia que buscó sumar a favor de las posiciones gubernamentales
a un sector fundamental de la carrera docente, ya que desde su rol jerár-
quico y su posición de poder, podían presionar a los directivos y docentes
para que suspendieran las medidas23. En este sentido, los Decretos Nros.
1410, 1411 y 1412 de 1971 planteaban medidas represivas concretas que
apuntaban a amedrentar a los docentes en diferentes frentes. Por un lado, el
Decreto 1410 intimaba a todos los docentes dependientes del Ministerio de
Educación de la Provincia a reintegrarse a sus tareas bajo amenaza de ser
sancionados; el Decreto 1411 obligaba a los representantes legales de las
23) Información suministrada por las docentes entrevistadas. Véase extracto citado en las
consideraciones finales del presente trabajo.
160
instituciones privadas dependientes del Ministerio de Educación a tomar
medidas que aseguraran la concurrencia de los docentes a las escuelas y el
Decreto 1412 habilitaba el inicio de procedimientos legales para cancelar
las personerías jurídicas otorgadas a la Asociación del Magisterio Católico,
a ASDAEMES, a la Unión del Magisterio Rosario y a la Asociación del
Magisterio de Santa Fe. Es decir, se apuntaba a fragmentar la unidad entre
los docentes y a bloquear a las organizaciones gremiales que decidieran
permanecer en la actitud confrontativa.
Pero el gobierno no sólo apeló a la intimidación a través de vías lega-
les, también recurrió a la amenaza de represión colocando policías en las
calles céntricas por donde se movilizaban los docentes. En varias opor-
tunidades se les prohibió el paso a las columnas que querían movilizarse
a la plaza de Mayo. De hecho, la plaza central de la ciudad, como espa-
cio público de manifestación estuvo vedada durante todo el conflicto. Es
más, cuando fue necesario se recurrió a la violencia a través de la repre-
sión. En este sentido, una docente entrevistada recordaba:
161
El acuerdo y las divergencias
162
La aceptación de las condiciones planteadas por el gobierno y la de-
cisión de levantar la huelga, generó claras diferencias entre los docentes
del sur provincial y los del centro-norte. Los primeros, más combativos y
decididos a continuar con las medidas de fuerza, venían de un proceso en
el cual había tenido un importante papel la conformación de un Comité de
Huelga en el que participaron maestros y profesores jóvenes. No obstante,
militantes de estas características que se sumaban por primera vez a la ac-
ción gremial y eran portadores de posiciones más contestatarias también
aparecieron en distintas localidades de la provincia. Como resultado de
este proceso desarrollado durante el conflicto y ante la frustración que les
produjo el levantamiento de la huelga, docentes de la ciudad de Rosario
crearon el Pro-SUD (Pro Sindicato Único Docente) antesala del SINTER
(Sindicato de Trabajadores de la Educación de Rosario), fundado el 22 de
octubre de 1971. De la misma manera, docentes de otras localidades de la
provincia fundaron sindicatos que expresaban el desacuerdo con la con-
ducción de la Federación Provincial del Magisterio. En la ciudad de Santa
Fe, se denominó SINTES (Sindicato de Trabajadores de la Educación de
Santa Fe). Todos estos sindicatos se agruparon en la FUSTE (Federación
Única de Sindicatos de Trabajadores de la Educación) y que a nivel nacio-
nal se agrupaban en la CUTE (Central Única de Trabajadores de la Educa-
ción). Mientras que la Asociación del Magisterio de Santa Fe y Federación
Provincial del Magisterio estaban agrupadas a nivel nacional en el AND
(Acuerdo de Nucleamiento Docente)26.
Consideraciones finales
26) Ríos, Guillermo A. “La memoria des–tabicada: política y pedagogía en los primeros
‘70”, en La cita secreta, Ediciones AMSAFE, Santa Fe, 2006.
163
dad de los primeros años de la dictadura, privaba a los docentes de contar
con oportunidades políticas propicias para el desarrollo de otros reperto-
rios de acción colectiva que permitieran lograr los objetivos planteados.
¿Cómo se explica el cambio de actitud de un sector de la docencia
santafesina hacia 1971? Después del análisis es posible establecer múlti-
ples causas. Por un lado, las acciones de los docentes santafesinos eran
parte de un proceso de protestas que se había extendido en varias pro-
vincias, por la reforma educativa que el gobierno intentaba llevar a cabo
desde 1968 a través de la aplicación de la Ley Orgánica de Educación,
por la inflación progresiva que afectaba los ingresos salariales de la ma-
yoría de los trabajadores y por la creciente deslegitimación política del
régimen dictatorial. Por otro lado estaba la falta de respuesta a demandas
específicas que los docentes venían reclamando a las autoridades provin-
ciales desde hacía varios años: deudas pendientes con docentes interinos-
reemplazantes, atraso en el pago de sueldos a docentes reemplazantes y
del interior de la provincia y el aumento salarial.
La huelga por tiempo indeterminado se constituyó en una experiencia
inédita para el colectivo docente por varias razones: por la extensión y
el grado de confrontación que adquirió, por el acercamiento y las acti-
vidades conjuntas que se realizaron con otros sindicatos de trabajado-
res, por las asambleas masivas con poder de decisión colectivo, por la
movilización social y la solidaridad que generó en amplios sectores de
la sociedad, por la constitución de fondos de huelga, por las relaciones
con padres, estudiantes y organizaciones políticas, por las cesantías y
los descuentos salariales. Todas estas experiencias implicaron procesos
de aprendizaje de nuevos valores distintos de los que tradicionalmente
habían impregnado las prácticas de los docentes (sacerdocio, apostolado,
profesionalismo) y que tendía a distanciarlos de la clase trabajadora. La
utilización del término “trabajadores de la educación” en los nuevos sin-
dicatos que aparecieron en la provincia (SINTER, SINTES), vinculados
a corrientes políticas de filiación peronista de tendencias más radicali-
zadas, sería una clara evidencia de esta construcción identitaria. Como
señala Alonso:
164
experiencias de politización de los sectores juveniles en las dé-
cadas del 60 y del 70…27
¿Por qué se levantó una medida que contaba con tanto apoyo social?
Si se siguen con atención los distintos episodios del conflicto, el movi-
miento gestado en marzo ya mostraba sus fisuras antes del desenlace. En
primer lugar, un sector importante de docentes de las escuelas privadas
habían comenzado a trabajar, actitud previsible producto de la presión
que algunos padres podían ejercer sobre las instituciones, en la medida
que pagaban cuotas mensuales para que sus hijos concurrieran a la escue-
la. En segundo lugar, en ciertos pueblos del interior provincial algunos
docentes habían comenzado a trabajar, posiblemente como producto de
una menor presencia gremial y del apremio económico que vivían por la
falta de pago. En tercer lugar, la presión que ejerció el gobierno a partir
165
de dos estrategias básicas: no abonar los sueldos y apostar al desgaste. De
esta manera, la política dilatoria, intimidatoria y represiva del gobierno
fue debilitando el movimiento, generando temor en un sector de docentes
y dirigentes de las asociaciones gremiales e inclinándolos a favor de posi-
ciones dialoguistas tendientes a levantar las medidas. Sin embargo, como
se vio más arriba, esta decisión generó una ruptura con aquellos docentes
que estaban decididos a continuar la huelga, con posiciones más radicales
a la hora de pensar las estrategias de lucha.
La construcción de nuevos sindicatos con características “más com-
bativas” y la duración de la huelga por tiempo indeterminado evidencian
el alto grado de confrontación de la protesta docente. No obstante, fueron
acciones colectivas que sólo pudieron sostenerse en la medida en que con-
taron con apoyo social. Las medidas de acción adoptadas por la Comisión
Pro Mejoras del Magisterio de Santa Fe en reclamo, especialmente, de
aumentos salariales y del pago de deudas pendientes a docentes interinos
y reemplazantes encontraron eco en la población que la apoyó y se soli-
darizó, a la vez que se canalizaron no sólo las reivindicaciones propias
de la docencia, sino aquellas críticas latentes y abiertas contra el régimen
dictatorial de otros sectores de la sociedad.
Por último, considero importante señalar que, aunque la movilización
social adquirió por momentos cierta virulencia, la confrontación con el
gobierno no generó el desarrollo de una concepción clasista y de una crí-
tica social que abarcara aspectos estructurales. Solo se atrevió a enfrentar
al régimen político en la medida que se dieron las circunstancias políticas
oportunas y propicias29. No obstante, la elaboración de discursos compar-
tidos que justificaron los reclamos y la experiencia de acontecimientos y
de relaciones interpersonales producidos durante el conflicto, coadyuva-
ron a configurar una identidad como trabajadores que –aunque no com-
partida por todo el colectivo docente– comenzaba a poner en tensión fuer-
tes representaciones ancladas en las ideas de vocación y profesionalismo.
29) Según Tarrow, las acciones colectivas surgen y adoptan una forma u otra cuando se
amplían de acuerdo a las oportunidades políticas, a las posibilidades de encontrar aliados
potenciales, cuando se muestran vulnerables los oponentes, por la cohesión o división de
las élites dominantes. Tarrow, Sidney El poder en movimiento. Los movimientos sociales, la
acción colectiva y la política, Alianza Editorial, Madrid, 1997, p. 167.
166
Listado de entrevistas utilizadas
167
168
Las estrategias de la UPCN Santa Fe y sus
posicionamientos institucionales, c- 1970-1984
Luciano Alonso
169
desapariciones o represalias y facilitar la ocupación de las instalaciones
fabriles por tropas militares. Otras, en cambio, recurrieron de preferencia a
una legislación profusamente favorable a las patronales. Las Leyes Nacio-
nales 21.274 de Prescindibilidad y 21.260 de bajas por razones de seguri-
dad, les permitían despedir personal sin mayores justificaciones, mientras
que sus similares 21.261 y 21.263 suspendían el derecho a huelga y de-
rogaban los resguardos de los integrantes de comisiones directivas. A su
vez, las reformas a la Ley de Contratos de Trabajo y la eliminación de las
convenciones colectivas favorecieron el control directo de las empresas so-
bre sus empleados. Por fin, aun los más tibios reclamos de los trabajadores
eran frecuentemente contestados con amenazas más o menos explícitas, en
un contexto en el cual una acusación o delación podía significar poner en
riesgo la vida2. En ese marco, la evolución de los conflictos no siguió una
secuencia lineal sino que se caracterizó por un “curso errático”3.
Pero hubo también dirigentes y entidades gremiales que establecie-
ron vínculos estrechos con algunos sectores del régimen. Los sindicatos
siguieron funcionando sea como representantes de los trabajadores o sea
como administradores de bienes y servicios, y muchos de ellos no fueron
intervenidos en todo el período dictatorial4. La muy amplia gama de posi-
cionamientos y derroteros culminó en un escenario en el cual las organiza-
ciones se agruparon en dos grandes nucleamientos que se fueron estructu-
rando desde 1978–1979: uno de carácter “dialoguista” que llegó a pensarse
como la “pata sindical” del régimen en torno a la Comisión Nacional del
Trabajo (CNT), luego transformada en la Confederación General del Tra-
bajo (CGT) sector Azopardo, y otro identificado como más “combativo”,
organizado a partir de los gremios claramente opositores de la comisión de
170
“los 25” y del “miguelismo”, que más tarde daría origen a la CGT sector
Brasil. El gran derrotado había sido el sindicalismo clasista, barrido junto
con las organizaciones de base de los movimientos de corte revolucionario.
La cruenta eliminación de delegados y el ensañamiento con deter-
minados dirigentes no se replicaron en las altas esferas del poder sindi-
cal –por más que se detuviera a un porcentaje importante de los líderes
sindicales tradicionales– y probablemente no sea incorrecto plantear que
con la dictadura se pasó “del sindicalismo de liberación al neoliberalismo
empresario”5. Sin embargo, sería excesivo comprender la acción de los
agentes vinculados al mundo sindical como un mero resultado de su su-
jeción a las políticas promovidas por el gobierno militar y erróneo pensar
que el sindicalismo emergente de la experiencia dictatorial surgió como
una pura criatura del régimen.
Quizás de manera sorprendente, quizás esperable, podría verse que
en muchos casos la dictadura no significó un cambio sino una conti-
nuidad. En este escrito se tratará de apreciar cómo la dirigencia de una
seccional sindical concreta en una ciudad del interior, pudo operar para
mantenerse al frente del gremio y salir fortalecida frente al nuevo po-
der constitucional hacia 1983–1984, a pesar de la intervención militar en
plena dictadura y del fracaso electoral de su máximo conductor en las
elecciones que reinstauraron el orden republicano. Tal vez, la argumenta-
ción logre demostrar que en rigor no hubo diferencias sustanciales en los
repertorios de acción de la organización desde antes y hasta después de la
dictadura militar, y que sólo consideraciones tácticas hicieron prevalecer
algunos formatos sobre otros y modificar los repertorios discursivos.
171
de afianzamiento6. Ese desarrollo se había iniciado hacia 1970, cuando se
reorganizó la UPCN como asociación nacional adoptando progresivamen-
te un modelo federativo. La comisión normalizadora dirigida por Héctor
López le ofreció entonces a Alberto Maguid –quien por entonces tenía a
su cargo la gerencia de la obra social del sindicato de trabajadores viales de
Santa Fe– ponerse al frente de la organización de una seccional en la pro-
vincia. En ese momento el sindicato era extremadamente pequeño y débil,
lo que pudo deberse a las escisiones sufridas a mediados de la década de
1960 cuando incluso por un tiempo la personería gremial frente al gobier-
no provincial fue detentada por una Asociación del Personal Civil Estatal
(APCE), con cada vez menos representatividad y más adelante disuelta.
Hacia 1970 la UPCN Santa Fe no contaba más que con 200 afiliados
y su capacidad de movilización era casi nula, en un contexto de escasa
sindicalización del sector público. Las convocatorias a huelgas no tenían
prácticamente eco, por lo que se recurría a acciones que impidieran el fun-
cionamiento de las dependencias. El mismo Maguid aludió a esas tácticas
al narrar cómo un pequeño grupo de 20 a 30 afiliados cegó con chicle las
cerraduras de las dependencias administrativas, en ocasión de un paro
nacional decretado por la CGT a inicios de los ‘70, y consiguió que un fo-
tógrafo del vespertino El Litoral tomara imágenes de las oficinas cerradas
y los empleados en la calle, que tuvieron una gran repercusión al dar la
impresión de una alta adhesión a la medida de fuerza7. Entre esos momen-
tos y 1973 la nómina del sindicato y sus posibilidades de acción fueron
creciendo rápidamente, de modo que a fines del gobierno dictatorial de
ese período el gremio podía acrecentar su presión sobre las autoridades
por reclamos salariales.
172
Para febrero de 1973 la puja salarial llevó a la UPCN a actividades
conjuntas con la Asociación de Trabajadores del Estado y la Asociación de
Obreros y Empleados Municipales, con el apoyo de la CGT, las 62 Orga-
nizaciones y la Juventud Peronista Regional II. El clima de confrontación
era creciente, al punto que una manifestación del día 19 fue reprimida por
la policía de la Provincia, que arrojó granadas de gas lacrimógeno dentro
de la sede de UPCN, en calle Mendoza al 3000 de la ciudad de Santa Fe.
Ese momento marcó también un cenit de los discursos de confrontación:
en el cierre del acto Maguid pidió un minuto de silencio por los hombres
y mujeres caídos en la lucha por la liberación y por los presos políticos,
afirmando además que “El gobierno representa a la clase explotadora ar-
gentina que distribuye la riqueza entre pocos y la miseria entre muchos” y
defendiendo la idea de que la administración pública debía ser entendida
como “palanca de cambio para la liberación nacional”8 .
Los empleados públicos santafesinos no tenían una práctica de con-
frontación callejera ni alto grado de movilización, pero acataban las
huelgas dispuestas por el sindicato en una medida creciente y se daba
continuidad a la coordinación con otros gremios. Los repertorios dis-
cursivos de la UPCN se mantuvieron en un nivel correlativo, imputando
a las agencias represivas del Estado la responsabilidad por la violencia
que se desatara y planteando que las huelgas programadas se realizarían
“hasta las últimas consecuencias”9. Hasta la víspera de la asunción de las
autoridades constitucionales se realizaron paros y protestas en reclamo
del “encasillamiento” de los agentes públicos, y los delegados de base y
otros afiliados solían efectuar acciones directas como ser la ocupación de
oficinas u otras dependencias10.
173
Sin embargo, esa conjunción en la lucha iba a debilitarse no bien asu-
mido el gobierno constitucional y los repertorios de acción y discursivos
de la UPCN Santa Fe iban a adoptar un cariz más sereno. En el período
1973–1975 el sindicato desarrolló una estructura de conducción piramidal
y un modelo de gestión con eje en la combinación de negociación corpo-
rativa y relaciones interpersonales. Se afianzó también en el entramado
institucional santafesino y asentó su acción en la provisión de servicios
sociales y en la movilización “desde arriba” de los empleados públicos. Si
bien en su seno se formó una agrupación de la Juventud Trabajadora Pe-
ronista que llevó el nombre de “Eva Perón”11, no parece que su presencia
modificara en algo el perfil del sindicato, ni que tuviera actividades distin-
tas de las definidas por la comisión directiva. La estructura de la seccional
supuso un fuerte papel de la comisión, en conjunción con el desarrollo de
un cuerpo de delegados integrado exclusivamente por afiliados, pero a los
cuales podían elegir tanto afiliados como no afiliados. La estrategia de
consolidación buscó así ampliar la base del sindicato para facilitar futuras
incorporaciones, al tiempo que se fortalecía en ciudades del interior pro-
vincial y establecía delegaciones en ellas.
Probablemente la presencia de Carlos Sylvestre Begnis como goberna-
dor electo por el Frente Justicialista de Liberación favoreciera la inmediata
adopción de un perfil dialoguista y conciliador, ya que Maguid había sido
su secretario durante su primera gobernación, cuando ambos formaban
parte de la Unión Cívica Radical Intransigente (UCRI) y participaron lue-
go del Movimiento de Integración y Desarrollo (MID). Pero también es
cierto que el gremio no renunció a utilizar la huelga como medio de pre-
sión, básicamente por reclamos salariales o para forzar el establecimiento
de paritarias. Ya no se realizaron acciones conjuntas con otros gremios,
aunque se adoptó la estrategia de convocar a paros de la administración
en períodos en los cuales las asociaciones docentes mantenían su propia
puja salarial con el Estado provincial12. Los comunicados o declaraciones
174
solían presentar a las medidas de fuerza como inevitables ante las demoras
en la aplicación de aumentos dispuestos por la Nación –y hay que recordar
que la política salarial provincial estaba entonces atada a las negociaciones
y a la coparticipación federal– o como necesarias adecuaciones a las dis-
posiciones del plenario nacional del sindicato. Asimismo se establecieron
una serie de tópicos discursivos absolutamente distintos de los del período
anterior, que hacían hincapié en la ausencia de intenciones políticas y en
el carácter limitado de los reclamos. Se llamaba a la movilización “con
una sola bandera… la reivindicativa… la que levantamos y no arriaremos
jamás”, al tiempo que se trataba de “resaltar lo pacífico de las medidas
adoptadas y lo no político de sus fundamentos, con el fin de desvirtuar
cualquier connotación que pretenda vincularla a otra motivación”13.
El 30 de abril de 1974 hubo elecciones internas de las cuales surgió
una Comisión Directiva seccional con mandato por dos años y medio.
En ellas votaron 7.253 asociados y se presentó una única lista, que sacó
la casi totalidad de los sufragios contra apenas 153 votos en blanco y
22 anulados14. El Secretario General era Alberto Maguid y el Adjunto
Carlos Sánchez, ambos relativamente jóvenes y con militancias políticas
diversas. En paralelo, la reestructuración de la UPCN a nivel nacional le
otorgaba a las seccionales una “total y absoluta independencia funcional”
y la retención del 80% de los aportes de los afiliados. De esa reforma sur-
gió formalmente la figura de los Cuerpos de Delegados, que funcionarían
de ahí en más en conjunto con las Comisiones Directivas seccionales.
Los logros obtenidos en esa etapa fueron muchos. En principio cabe
destacar la derogación de la Ley de Prescindibilidad del gobierno ante-
rior –aunque no era una medida distinta de las que se tomaban en otras
jurisdicciones– y sobre todo la sanción de un Estatuto Escalafón para la
administración pública provincial, primero en el país. Ya en 1974 se con-
siguió el encasillamiento funcional y la incorporación como personal per-
manente de los agentes contratados, transitorios o de refuerzo de variados
servicios –en especial de los Comedores Escolares–, y la sanción de una
ley de obra social que disponía el aporte conjunto del Estado y los traba-
gobierno de descomprimir los conflictos como asegurando que en todas las ocasiones el per-
sonal no docente iba a recibir beneficios al menos equiparables a los de los docentes. Cf. v.
g. la simultaneidad de conflictos en Diario El Litoral, 13 y 18 de junio y 12 de julio de 1975.
13) Diario El Litoral, 14 y 10 de julio de 1975, respectivamente.
14) UPCN Seccional Santa Fe, Boletín Informativo, mayo de 1974, p. 2 (APMSF).
175
jadores15. Luego se avanzó en una integración del sindicato en las esferas
de decisión mediante la incorporación de representantes en órganos cole-
giados. Se creó una Junta Asesora Provincial de Administración Pública
en el área del Ministerio de Hacienda y Economía, con cuatro miembros
en representación de la UPCN y cuatro más del Poder Ejecutivo, que tenía
múltiples funciones como ser promover la racionalización, organización y
funcionamiento de los servicios, intervenir en la calificación del personal,
promover la capacitación de los agentes y disponer un archivo ordenado
de normas e información. Más tarde se estableció un régimen de concur-
sos, disponiendo que la Junta Asesora brindara pautas de funcionamiento
a las Juntas Examinadoras, y se sancionó un nuevo régimen de licencias,
con mayores franquicias para los empleados. Por fin, se fijaron mecanis-
mos para la consideración de reclamos relativos a la asignación de catego-
rías y el reconocimiento o calificación de servicios16.
Además de ese posicionamiento del sindicato como entidad representa-
tiva con la cual el gobierno regulaba en conjunto aspectos esenciales de la
gestión pública, el gremio se asentó en la oferta de una amplia gama de ser-
vicios para sus afiliados. Tomando la experiencia del sindicato vial, la obra
social gestionada directamente por la UPCN se puso prontamente en marcha
y estableció su sede en un edificio de calle Rivadavia al 2500, entonces de
propiedad de la familia Bobbio –reconocida por su participación en el Canal
13 de televisión y en el periódico Nuevo Diario–. Ese Servicio Integrado de
Salud comprendía asistencia médica, sanatorial, odontológica y farmacéutica
completa mediante convenios suscriptos por la UPCN con las asociaciones
profesionales, y se complementaba con ofertas de turismo a precios promo-
cionales y la progresiva habilitación de guarderías infantiles anexas a los edi-
ficios ministeriales. Pero aún más, el sindicato comenzó a tener una variada
presencia en el espacio público santafesino, llegando a solventar la presenta-
ción de espectáculos como ser recitales de música o carnavales y consiguien-
do descuentos en las entradas a actividades culturales para sus miembros17.
Semejantes provechos se consiguieron mayormente sin conflictos.
15) Ley Provincial Nº 7122 del 8 de agosto de 1974 (Archivo General de la Provincia de
Santa Fe – en adelante AGPSF).
16) UPCN Seccional Santa Fe, Boletín Informativo, mayo de 1974 (APMSF) y Decretos
Provinciales 036 del 25 de marzo, 071 y 073 del 9 de abril, todos de 1975 (AGPSF).
17) V. g. Diario El Litoral, 19 de febrero de 1975, 24 de febrero, 15 y 16 de marzo de 1976.
176
Muy frecuentemente, la negociación con las autoridades conllevaba la
manifestación pública de apoyo a determinados funcionarios a los que se
presentaba como más dispuestos al diálogo o más favorables a los dere-
chos de los trabajadores, y como correlato la imputación a aquellos que se
presentaban renuentes. Es por ejemplo el caso de dos solicitadas relativas
al pedido de paritarias y al reconocimiento de la UPCN como entidad re-
presentativa, en las que se aludía elogiosamente a los Ministros de Obras
Públicas de la Provincia y de Trabajo de la Nación respectivamente, al
tiempo que se favorecían críticas a los funcionarios que no sabían gober-
nar o lo hacían sin sujetarse a la ley18. Pero el eje de la acción estaba en la
inserción institucional y en los contactos interpersonales.
Probablemente la evidencia pública más importante de esos contactos
pueda apreciarse en la inauguración de la nueva sede social, en el menciona-
do edificio de Rivadavia al 2500. Un importante acto, en un lugar céntrico de
la ciudad, vino precedido de una campaña de difusión que incluyó una solici-
tada convocando a recibir al Gobernador de la Provincia de La Rioja, Carlos
Saúl Menem, que concurría especialmente para participar del acontecimien-
to. Se contó con la presencia del Ministro de Gobierno de la Provincia Eduar-
do Galaretto, en representación de la gobernación, del presidente de la Corte
Suprema y de un juez federal, otros cinco ministros y secretarios provincia-
les, autoridades sindicales, universitarias y de otras provincias. En su discur-
so Maguid historió los cinco años de su conducción, tras lo cual hubo breves
alocuciones de Galaretto y Menem y una bendición de las instalaciones por el
Arzobispo Vicente Zazpe19. Cuando un mes después se presentó en sociedad
el Movimiento Línea Popular (MOLIPO) como partido político escindido del
Movimiento de Integración y Desarrollo (MID), conducido por Galaretto y
reconociendo el liderazgo de Sylvestre Begnis, Maguid se encontraría entre
quienes integraban el nuevo espacio20. Años más tarde todavía tendría nuevas
oportunidades de recordar explícitamente su amistad con Carlos Menem.
177
En resumen, ya antes de 1976 la UPCN se presentaba como un sindica-
to consolidado que había logrado pasar de 200 a 7.000 afiliados mediante
una estrategia de negociación constante y relaciones personales “hacia arri-
ba” y oferta de servicios sociales “hacia abajo”. Sus repertorios discursivos
hacían cada vez más frecuentemente hincapié en la templanza, la modera-
ción y la tolerancia, con escasas alusiones políticas directas y expresiones
de defensa del orden constitucional. Insistiendo en la idea según la cual la
única función de la agrupación sindical era la defensa de los derechos de
sus afiliados y asumiendo una posición de rechazo de la violencia política,
la dirigencia de UPCN mostraba apenas un encuadre en principios muy
amplios confusamente vinculados al peronismo y especialmente al cristia-
nismo, aludiendo a su “servicio al pueblo y a la patria”. Cuando más insistía
la Comisión Directiva en despegarse de la violencia y el terrorismo “de
cualquier signo y forma” y reiteraba “su apoyo al proceso institucional y al
derecho del pueblo de elegir sus gobernantes”21 , ocurrió el golpe de Estado.
178
cursos de capacitación gratuitos, acceso a un centro proveedor, planes
de turismo, torneos deportivos, planes de viviendas con devolución de
cuotas en el supuesto de que no pudieran realizarse por falta de créditos,
descuentos en farmacia sindical, enfermería sin costo, gestoría de cajas
de jubilaciones y acceso a un camping en la vecina localidad de Sauce
Viejo. También continuaba con una política de relación con las autorida-
des gubernamentales a pesar de la suspensión de los órganos colegiados,
llegando a la donación de mobiliario para jardines de infantes dependien-
tes del Ministerio de Educación de la Provincia23.
Con seguridad que hubo frentes de presión por parte de las agencias
del Estado y conflictos soterrados. No se ha hecho un registro de delega-
dos o afiliados de la entidad que sufrieran represalias o represión, pero sin
duda debieron limitar su accionar. Ya antes del golpe se habían producido
secuestros y torturas de varios militantes del sindicato e incluso hay testi-
monios en el sentido de que autoridades judiciales querían vincular a Ma-
guid con la organización Montoneros24. La agrupación “Eva Perón” per-
dió toda visibilidad y sólo un volante impreso en mimeógrafo documenta
su actividad clandestina luego del golpe: atados con hilo como avisos de
remate, los papeles atacaban a “la patronal” y al Ejército, denunciando la
desocupación, los bajos salarios, el aumento del costo de la vida, la prohi-
bición de actividades políticas y gremiales y la censura de prensa25.
Si Maguid y su grupo de confianza compartían esa visión crítica, eso
no parece haberse explicitado. Por el contrario, el 10 de mayo de 1976 el
secretario general dirigía una nota al interventor militar de la CGT, según
sus palabras “…al sólo efecto de contribuir sincera y desinteresadamente
en llevar adelante el proceso de reordenamiento al que se comprometie-
ron las Fuerzas Armadas”. Párrafos más adelante decía que:
179
…el futuro de nuestra Nación depende del éxito que en
su gestión tengan las Fuerzas Armadas, ya que representan la
alternativa para resguardar a nuestro País del caos y la anar-
quía… //… Sólo deseo que triunfen porque su triunfo será el
mío y el de mis hijos… //…es obligación de todos aportar para
que ello sea posible, otorgando la suficiente comprensión, re-
nunciamiento y responsabilidad que reclamó al País el señor
Teniente General JORGE RAFAEL VIDELA.
26) Notas del Secretario General de la UPCN Seccional Santa Fe del 10 de mayo y del 11
de octubre de 1976 (APMSF).
180
alguna manera, todo parecía ir bien para esa conducción gremial. Hasta que,
casi al cumplirse un año de gobierno militar, la seccional fue intervenida.
El 11 de marzo de 1977 se realizó una reunión de delegados auto-
rizada por el Ministerio de Trabajo de la Nación y con la presencia de
veedores del organismo estatal. Junto con la memoria y balance del año
anterior, se aprobó el proyecto de creación de una caja financiera con
recursos propios de la UPCN. El balance reflejaba un amplio superávit
tanto del área gremial como sobre todo de la obra social, mientras que
el fondo para la creación de la entidad crediticia era importantísimo. La
fecha de inicio de las actividades de la nueva caja se fijó para el 1 de
mayo siguiente27. Nunca se concretó. El día 17 de ese mismo mes Alberto
Maguid fue detenido y posteriormente allanados su domicilio y la sede
sindical. Interinamente, Carlos Sánchez quedó al frente del gremio dado
su cargo de secretario adjunto. El día 2 de abril Maguid fue puesto a dis-
posición del Poder Ejecutivo Nacional y el 16 se anunció la intervención
de la UPCN Santa Fe. Ésta se concretó por Resolución 16/77 de la entidad
central recién el día 22, y luego la seccional quedó a cargo del capitán
Edgar José Vulpetti, quién respondía a la gobernación de la Provincia
ejercida entonces por el vicealmirante Jorge Aníbal Desimoni28.
La intervención militar no parece haber guardado una lógica ideoló-
gica o una intención represiva. El sindicato no tenía un perfil de confron-
tación incluso desde antes del golpe, su secretario general se había puesto
al servicio de la dictadura mediante notas escritas y, aunque seguramente
con roces de distinta naturaleza, en ese momento la UPCN funcionaba
más como una mutual o una gerencia de variados servicios que como una
organización de lucha del movimiento obrero. Por supuesto que la intro-
27) Diario El Litoral, 10 y 13 de marzo de 1977. Los balances arrojaban en conjunto más de
60 millones de pesos moneda nacional de superávit, en tanto que la caja se formaba con un
capital inicial de 2.000 millones. Para tener una idea del valor que representaba esa suma,
baste decir que una casa céntrica de tamaño promedio en buen estado rondaba en Santa Fe
los 10 millones de pesos.
28) La fecha de esa detención se toma de Maguid, Alberto “Cuando una vida…”, Op.Cit., ya
que no surge claramente de la información periodística. Según el Diario El Litoral del 19 de
marzo de 1977 se allanaron su domicilio particular y la sede social de UPCN “en la víspera”
–es decir, el 18–, en tanto que su detención se anunció en la edición del día siguiente. A su
vez, el comunicado de la UPCN publicado en el mismo diario el día 20 decía que desde el 18
de marzo Maguid “se encuentra en dependencias policiales prestando declaración” y que el
19, entre las 19 y las 21 horas, se habían producido los allanamientos.
181
misión militar en los asuntos sindicales formaba parte de una política ex-
presa –nunca muy bien acordada entre varios actores– del propio gobier-
no militar, normalmente justificada en el “desmanejo” o la “corrupción”
atribuida a los dirigentes. Pero más allá de la cuestión genérica de que en
tanto entidad gremial la UPCN corría el riesgo de ser intervenida, lo que
llama la atención es la oportunidad de esa injerencia. Si bien entra en el
plano de la pura especulación, tal vez fue su éxito económico lo que llevó
al desplazamiento de su cúpula y a su intervención.
Para inicios de 1977 UPCN Santa Fe era una entidad superavitaria,
que manejaba una importante obra social y podía capitalizar una caja
financiera. Llamativamente, la intervención y las detenciones llegaron
inmediatamente después de publicadas las cifras del balance y antes de la
puesta en funcionamiento de la caja. Cuando la comisión normalizadora
del grupo afecto a Maguid recuperó plenamente el control del sindica-
to, la obra social ya no le pertenecería y las finanzas mostrarían fuertes
deudas –aunque en este caso principalmente en el plano nacional–. En
consecuencia, la intervención de 1977 aparenta más un acto de saqueo
de recursos acumulados que una acción de ribetes político–ideológicos29.
Lo cierto es que Maguid estuvo casi tres años detenido, pasando por
las cárceles de Coronda, Caseros y La Plata. Algunos de sus más cercanos
colaboradores fueron expulsados, caducaron los mandatos de comisión di-
rectiva y cuerpo de delegados, y logros como el Estatuto Escalafón fueron
anulados. La obra social sindical fue transformada en el Instituto Autár-
quico Provincial de Obra Social (IAPOS) y todos sus recursos –incluido el
personal– transferidos a la nueva entidad oficial30. Con todo, el sindicato no
fue desarticulado. La mayor parte de los empleados de la entidad siguieron
en sus puestos, con la particularidad de que la intervención informaba a
la Sección Gremial de la Policía de la Provincia para la revisión de sus
antecedentes31. Con algunos de ellos y con otros que habían sido desvin-
182
culados –entre los que Maguid destacó especialmente a Amilcar Orieta32 –
comenzaron a “planear la recuperación de UPCN”, lo que se produjo recién
en 1981. Para ese momento era gobernador el marino Rodolfo Carmelo
Luchetta, pero ya se había consolidado una amplia participación de miem-
bros de Línea Popular en el gobierno, al punto que su sucesor sería de esa
agrupación política y –como se verá– amigo de Maguid.
Así como en un momento determinado se produjo una intrusión del
poder militar en la conducción del sindicato, luego se habilitó su norma-
lización a cargo del mismo grupo que lo había conducido anteriormente.
Si en la primera etapa del autodenominado Proceso de Reorganización
Nacional había primado el intento por suspender la actividad gremial, en
un período ulterior marcado por la reorganización de las centrales de tra-
bajadores y por la agudización de los conflictos en torno a la distribución
del ingreso y de los costes de la política económica recesiva, las agen-
cias estatales comenzaron a favorecer a los sectores menos combativos.
La primera huelga nacional contra la dictadura, realizada por el agrupa-
miento sindical de “los 25” el 27 de abril de 1979, y la más clara división
del movimiento obrero en los dos grandes cauces aludidos apuraron el
proceso de realineamientos y favorecieron la recomposición del papel de
las dirigencias sindicales. En ese contexto fue que la dirigencia de UPCN
Santa Fe capitalizó los logros de su estrategia de relación con actores ubi-
cados en los primeros planos de la política provincial y recuperó el con-
trol del gremio aún antes que culminara la intervención a nivel nacional.
Las segundas y terceras líneas de la administración del sindicato no
habían sido objeto de una remoción general, con la excepción de los em-
pleados de la obra social que fueron transferidos al IAPOS. Por su parte,
la nueva conducción normalizadora iba a representar el retorno de la pri-
mera línea: Ramón Saz de Larrechea –integrante suplente de la comisión
directiva de 1974– asumió como secretario general, en tanto que Alber-
to Maguid figuró como “asesor gremial”. Para más, cuando la comisión
directiva normalizadora recibió el control del sindicato, la intervención
militar ya había eliminado el carácter federativo nacional y la “atomiza-
ción gremial” que habían sido criticados en la nota de mayo de 1976 al
interventor militar de la CGT. A partir de allí, la influencia de la Seccio-
183
nal Santa Fe creció en el nivel nacional del sindicato, favorecida por una
estructura más centralizada y el reconocimiento de su representatividad.
La reaparición de Maguid y de sus más estrechos colaboradores pue-
de comprenderse como una concesión en un marco de presiones crecien-
tes que jaqueaban a la dictadura e intensificaban las particiones internas
de la corporación militar. Pero también es factible remitirla a la funcio-
nalidad que detentaba el estilo de la dirigencia de UPCN y a los vínculos
que mantenía con sectores afines a la corporación militar.
Por un lado, a pesar de los problemas habidos la visión que las auto-
ridades podían tener de esos dirigentes gremiales santafesinos distaba de
ser antipática. Su posicionamiento centrista cuando no conservador, una
agenda de reivindicaciones limitada y un modelo de conducción pirami-
dal, eran condiciones inmejorables para el desarrollo de un movimiento
obrero que canalizara los reclamos de los trabajadores. En la ciudad de
Santa Fe era claro que la Delegación Regional CGT San Jerónimo –con-
ducida por Carlos Aurelio Martínez y asociada a la CNT y luego a la
CGT Azopardo– era la más contemplativa o dialoguista frente a su rival,
la CGT Junín. Precisamente en el primero de los nucleamientos se ubicó
la UPCN en la partición producida al momento de renovarse la conduc-
ción del secretariado regional en febrero de 198233. De conformidad con
un informe de la Sección Gremial de la Policía de la Provincia, el sec-
tor San Jerónimo acusaba a la delegación contraria de “…ser infiltrada
por elementos de neto corte marxista y/o agrupaciones y colaterales de
tendencia izquierdista”. La agencia represiva consideraba positivamen-
te el fortalecimiento del sector dialoguista, ya que el otro representaba
tendencias más opositoras al gobierno. Con una apabullante claridad un
analista anónimo destacaba la funcionalidad que para la dictadura tenían
los sectores más contemplativos del movimiento obrero:
33) En rigor algunos sindicatos de la CGT San Jerónimo respondían al sector Brasil a través de
sus federaciones, y lo contrario sucedía con otros de la CGT Junín. A imitación del nivel nacio-
nal, la denominación de las diferentes delegaciones respondía a las calles donde se ubicaban sus
sedes. En la CGT San Jerónimo se concentraban los sindicatos más importantes, como ser SMA-
TA, UOM, FOECYT, ATSA, UTA, SUPE, FOETRA, Ferroviarios, Plásticos y la propia UPCN.
184
a los fines de dar un cierto espacio político al nuevo ministro y
si bien resulta inevitable, se hará todo lo posible para circuns-
cribirlo al área de las reivindicaciones, a los efectos de frenar
la tensión social34.
34) “Panorama actualizado de las Delegaciones Regionales de las C.G.T. de la Pcia. de Santa
Fe”, Sección Gremial de la Policía de la Provincia de Santa Fe, sin firma, 1982 (APMSF).
35) A propósito de un entredicho público con el SOEME (Sindicato de Obreros y Empleados
de la Minoridad y la Educación), Maguid aludiría a “mi amistad, que valoro y agradezco,
con Roberto Casís y Eduardo Galaretto” (Diario El Litoral, 12 de septiembre de 1983). Casís
había sido secretario privado de Carlos Sylvestre Begnis en su segunda gobernación.
185
que consideraban “achatadas” las escalas salariales por quedar muy lejos
de los ingresos de los cargos políticos y muy cerca de sus subordinados36.
Pero no todas serían rosas en esa relación. La acelerada descomposi-
ción del gobierno dictatorial incrementó los reclamos sociales e incentivó
a las distintas dirigencias gremiales a presionar para lograr mejores condi-
ciones. Como elemento irritante para las relaciones de la Seccional Santa
Fe con las autoridades dictatoriales debe agregarse que en noviembre de
1982 la conducción nacional de UPCN fue entregada para su normaliza-
ción, con un grueso pasivo de casi un millón de dólares producto del en-
deudamiento y los juicios sufridos durante la intervención, y que entonces
comprometía a los sindicatos de base en función de la nueva estructura.
El incremento de la conflictividad se dispararía en la segunda mitad de
1983, luego de que a inicios de julio la Confederación General de Trabaja-
dores Estatales (CGTE) llegó a “acuerdos funcionales” con el Ministerio
de Economía de la Nación que –al menos en teoría– debían tener efectos
en las provincias, pero reclamó al mismo tiempo rápidas readecuaciones
salariales y ratificó las huelgas de distintos sindicatos. En la provincia de
Santa Fe la crisis financiera comenzó a impactar fuertemente en agosto y
los gremios estatales comenzaron una seguidilla de huelgas –iniciadas por
el sector docente– que se extendería hasta fines de septiembre.
Si bien todos los sindicatos de docentes, gráficos, portuarios, tele-
fónicos, judiciales y empleados administrativos y de servicios llevaron
adelante medidas de fuerza, no parece que se hubiera producido un re-
clamo unificado. UPCN exigía la aplicación de porcentajes del 75 y 82%
móviles para el personal pasivo, el incremento de los salarios de acuerdo
con las categorías definidas en el Estatuto Escalafón y el resguardo de
los servicios sociales del IAPOS. Para ello, en apariencia no coordinó
acciones con otros sindicatos, sino que privilegió el fortalecimiento de
su propia organización creando una comisión de huelga que articulara a
afiliados y no afiliados de todas las reparticiones oficiales y facilitara la
movilización de los agentes. Sin dudas, a esa Seccional correspondieron
las mayores manifestaciones gremiales que se registraron en la ciudad
capital durante el período dictatorial.
Presionado desde múltiples frentes de conflicto el gobierno provin-
36) Diario El Litoral, 6, 7, 16 y 28 de julio de 1983. La foto del periódico en la nota del 7
mostraba a Maguid y Salvi dándose la mano, con Saz de Larrechea a su costado.
186
cial anunció la adopción de medidas de austeridad y la suspensión de
licitaciones, llamando a la comprensión e indicando que no disponía de
fondos nacionales por coparticipación. Si bien los paros y manifesta-
ciones se repitieron sin incidentes, el prolongado corte de los servicios
públicos tensó las relaciones. En medio de comunicados y declaracio-
nes de la más variada índole el vespertino local llamaba a un renun-
ciamiento o “acto de grandeza” que pusiera fin al conflicto, aunque no
dejada de señalar que “…la paralización del aparato administrativo del
Estado, la precaria o nula prestación de servicios esenciales, constituye
un caso típico que bien podría calificarse de subversión”37.
El destrabe de la situación provino del acuerdo de la UPCN con el
gobierno. Las propuestas salariales gubernamentales fueron aceptadas
tras vencer la resistencia de los empleados de distintas reparticiones y a
su vez la dirigencia sindical se sumó a los reclamos realizados al gobier-
no nacional en busca de una mayor distribución de recursos por coparti-
cipación. Reclamo al menos extraño porque las autoridades provinciales
eran en verdad meras delegadas del poder central, pero funcional en tan-
to la imputación de responsabilidad al Poder Ejecutivo Nacional diluía el
compromiso de los funcionarios locales. La conjunción del gremio con
el gobierno era tan evidente que el diario El Litoral publicó en su edición
del 11 de septiembre de 1983 una caricatura en la que se veía al gober-
nador Salvi, al secretario general Depetris y al ministro Mercier enca-
bezando una manifestación de empleados públicos junto con Maguid.
Mientras tanto, la competencia electoral en ciernes mostraba los
realineamientos. Eduardo Galaretto, líder del MOLIPO, se perfiló pron-
tamente como candidato a gobernador. Ese movimiento político no lle-
gó a acuerdos sobre las listas provinciales con el Partido Federal y, si
bien respetó la alianza suscripta a nivel nacional tras la candidatura de
Francisco Manrique, decidió presentarse con boleta propia en Santa Fe.
Maguid, que había representado en la interna del MOLIPO la fracción
proclive a la Alianza Federal, fue candidato a diputado provincial en el
primer lugar de la lista. La campaña electoral tuvo lógicamente mucha
menor envergadura y presencia que la de los grandes partidos, pero en
modo evidente trató de capitalizar el voto de los empleados públicos y
187
la imagen positiva que podía tener el candidato a diputado. La única pro-
paganda relevante publicada por el MOLIPO era firmada por un supuesto
“Movimiento Independiente de Empleados Públicos de Santa Fe” y junto a
la foto de Maguid rezaba “Por todo lo conquistado / Por todo lo que podrá
conquistar desde la legislatura / Los trabajadores estatales activos y pasivos
debemos votar a / ALBERTO MAGUID DIPUTADO PROVINCIAL”38.
La jugada era razonable. Maguid era el dirigente más conocido y reco-
nocido en el sector público y residía en una ciudad con alto índice de traba-
jadores dependientes del Estado. No sólo cumplía un papel local sino que
además se proyectaba como un dirigente de la UPCN nacional y acababa
de integrase a la Internacional de Servidores Públicos, asociación de cor-
te social–cristiano. Una solicitada publicada por la Seccional Santa Fe en
plena campaña electoral, firmada por él y por Saz de Larrechea, reseñaba
los reclamos por los que venía luchando, que ya habían sido acordados por
las autoridades dictatoriales y que se iban concretando progresivamente:
pago de bonificaciones a diversos organismos, 75 y 82 % móvil para pen-
sionados y jubilados, reconocimiento de la UPCN como entidad gremial
representativa del sector, reincorporación de personal de refuerzo, contra-
tados y porteros, aprobación de estructuras orgánicas y encasillamientos,
y contratación de seguros para choferes39. Para ese momento, el sindicato
ya contaba con un padrón de 20.000 afiliados. Con su paso por la prisión
y su inscripción como dirigente sindical que lo presentaban como alguien
distinto y hasta opuesto a las autoridades salientes, Alberto Maguid se des-
pegaba de la dictadura. En resumen, si el MOLIPO tenía un candidato con
posibilidades de un buen desempeño electoral, ese era él.
Pero algo salió mal.
38) Referencias a la decisión del MOLIPO de ir con listas propias y a los actos de campaña
en Diario El Litoral, 7 y 10 de agosto, 12 de septiembre, 17 y 26 de octubre de 1983. La
propaganda citada, en la edición del día 28 de octubre
39) Diario El Litoral, 15 de octubre de 1983.
188
apreciable. A duras penas se ganaron algunas comunas y el partido en su
conjunto quedó incluso muy por atrás del PDP, que consiguió mantener una
presencia más visible40. El cartel colocado al día siguiente de las elecciones
en el frente de la sede social de la UPCN Santa Fe, en el que se leía “Y
AHORA UNIDAD NACIONAL”, no podía disimular el fracaso41. En ese
momento el control sobre el sindicato pareció flaquear. Creció una agrupa-
ción opositora que tomaba por nombre una de las fechas relevantes de la
lucha salarial inmediatamente anterior –el 24 de agosto– y otra más pequeña
a la izquierda. En principio, las nuevas autoridades constitucionales de signo
justicialista no podían ser calificadas como favorables a la gestión e incluso
parecen haber alentado u organizado a la oposición interna de UPCN.
En seguida se vio que la dirigencia sindical recuperaba la iniciativa y
presionaba al nuevo gobierno provincial con la amenaza de nuevas mo-
vilizaciones y huelgas. Ya en enero de 1984 Saz de Larrechea y Maguid
expresaron su malestar respecto de la forma de cálculo de los aumentos
salariales dispuestos por la Administración Nacional, que se tomaban
como referencia a nivel provincial. Ante la ya previsible respuesta de que
el gobierno dependía de los envíos de fondos por parte de la Nación y que
se iban a reclamar al Ministerio del Interior, la comisión directiva reunió
al cuerpo de delegados e impulsó reclamos por el pago de una suma fija y
un aumento del 12%, al tiempo que solicitó la creación de una comisión
mixta para “formalizar esta relación gremio–Estado”42. Pero avanzó toda-
vía más, imputando directamente al Ministro de Salud, Medio Ambiente y
Acción Social el sostener a la oposición interna del sindicato. En una im-
portante solicitada, la comisión directiva normalizadora adujo que Víctor
Félix Reviglio no atendía los graves problemas de su área por “su actividad
partidaria y sus deseos de promocionar una línea interna en UPCN” y en
consecuencia “intervenir en una competencia electoral de una organiza-
ción sindical a la que no pertenece”. Pese a su vehemente negativa de estar
interviniendo en la interna gremial, el ministro tuvo luego que ceder a las
40) Concretamente, el MOLIPO obtuvo los gobiernos comunales –no municipales, sino co-
rrespondientes a pequeños pueblos– de Las Petacas, Ricardone, Arocena, Santa Margarita,
San Bernardo, Sarmiento, Santo Domingo, Nelson, Pavón y Los Quirquinchos (Diario El
Litoral, 1 de noviembre de 1983).
41) Diario El Litoral, 1 de noviembre de 1983.
42) Diario El Litoral, 13, 18 y 24 de enero de 1984 (la cita textual es de esa última edición); e
“Inquietudes de los agentes públicos expusieron a Vernet dirigentes de UPCN”, parte de prensa
oficial, enero de 1984 (APMSF).
189
presiones del sindicato, recibir a la comisión directiva y avenirse a la mayor
parte de sus propuestas43. Poco después la UPCN reiteraba su política de
acercamiento a determinados dirigentes, en particular al Ministro de Eco-
nomía Alfonso Carlos Ensink, al que se elogiaba públicamente44.
Entre abril y junio de 1984 la comisión directiva normalizadora de la
UPCN multiplicó sus gestiones ante el gobierno provincial, al tiempo que
intensificaba la provisión de servicios sociales a sus afiliados. Abría nue-
vas líneas de acción innovadoras para el espacio santafesino –algunas ya
esbozadas en la última etapa del gobierno militar– como ser el reclamo
de aplicación de normas de la Organización Internacional del Trabajo, la
preocupación por la situación laboral de las mujeres o la inscripción de sus
acciones en las líneas políticas de la Internacional de Servidores Públi-
cos. Como en años anteriores, los beneficios obtenidos por el gremio eran
comparativamente mayores a los de otras asociaciones de trabajadores del
sector público y sus representantes se sumaron a nuevas comisiones con-
juntas con los delegados del Estado. Si puede parecer que un periódico
local exageraba al referirse a “la preponderancia de la organización en las
decisiones de gobierno”, difícilmente pueda rebatirse la impresión de un
fuerte peso político de la entidad sindical cuando se advierte que el Sub-
secretario de Hacienda de la Provincia concurría al plenario de delegados
de la UPCN junto con diputados provinciales justicialistas, radicales y de-
moprogresistas, para explicar la situación financiera y solicitar compren-
sión ante las demoras en la concreción de los aumentos. La “satisfacción”
de los delegados ante las explicaciones y el “diálogo ordenado” posterior
marcaban la tónica de la conducción gremial: la negociación amistosa y el
acuerdo con las autoridades como pautas de conducta45.
Los repertorios discursivos, caracterizados desde hacía tiempo por
invocaciones a la defensa de derechos en un marco de tolerancia y respe-
43) Diario El Federal, Santa Fe, 28 de febrero y 7 de marzo, y Diario El Litoral, 1 de marzo de
1984. La desmentida en la que Reviglio refutaba las imputaciones de la UPCN arroja luz sobre
lo que se encontraba en el fondo de esa oposición “…rechazamos absolutamente que desde
este ministerio se esté alentando algún tipo de organizaciones de base en contra del personal
civil de la Nación. … Es real que existe una suerte de puja por el encuadramiento sindical de
los trabajadores de los grandes hospitales, con la Asociación de Trabajadores de la Sanidad
Argentina. Pero el hecho de que yo haya sido asesor de ATSA hasta antes de llegar a este
ministerio, no significa que haya tomado parte en esa puja…”. Reviglio era además médico y
co-propietario de empresas de salud; sería Gobernador de la Provincia en 1987–1991.
44) Diario El Federal, 2 de marzo y 30 de abril de 1984.
45) Diario El Federal, 10 de mayo y 13 de junio de 1984, respectivamente.
190
to, se llenaron de tópicos relativos al sostenimiento del orden democráti-
co, destacándose “…la firme y pública posición de U.P.C.N. de defender,
respaldar y colaborar con los gobiernos de la Nación, las provincias y
los municipios, para consolidar el orden constitucional”. Y ese apoyo a
las autoridades elegidas era congruente con la promoción de una actitud
proclive a la calma social, que sostuviera el correcto desempeño laboral
de los trabajadores, encuadrados en su sindicato:
46) Las citas textuales de Diario El Federal, 24 de enero y 3 de mayo de 1984, respectiva-
mente. La última alusión en volante de la Lista Azul y Blanca, ¿octubre de 1984?, donde se
decía “AL VOTAR RECUERDE QUE LOS DIRIGENTES NO SE IMPROVISAN Y QUE
ES FÁCIL CRITICARLOS PERO DIFÍCIL IGUALARLOS” (APMSF).
47) Cf. UPCN Seccional Santa Fe, Boletín Informativo, mayo de 1974, p. 2 y UPCN Seccio-
nal Santa Fe, Boletín Informativo Nº 1, noviembre de 1984, contratapa (APMSF).
191
elecciones de comisión directiva de 1974 y 1984? O por el contrario, ¿es
que algo había cambiado, dictadura mediante?
La mutación de los discursos públicos de la UPCN parece haberse
producido antes de 1974. Si en las postrimerías de la autodenominada
“Revolución Argentina” Alberto Maguid aludía públicamente a un con-
junto de temas vinculados con la “liberación” y la “clase explotadora”, eso
parece más propio de un cierto clima de época que emergente de un ima-
ginario revolucionario. Para el momento anterior a la dictadura, a través
de ella y luego a inicios del gobierno republicano de 1983, los documentos
de la UPCN siempre insistieron en la moderación, el recurso al diálogo, el
mantenimiento del orden y la búsqueda de reivindicaciones concretas que
hicieran a los intereses inmediatos de sus afiliados. También la pretensión
de una acción sindical “apolítica” y el resguardo de la legalidad fueron
elementos recurrentes. En ese registro, las notas de Alberto Maguid di-
rigidas en mayo y octubre de 1976 a autoridades militares parecen una
discontinuidad por su apoyo explícito a la dictadura, pero esta disrup-
ción es sólo aparente. Cambiaba el destinatario, era otro el detentador del
gobierno, pero tanto en ese momento como respecto de las autoridades
constitucionales ese poder estatal era considerado legítimo. Frente a quien
gobierna, el sindicato se presentó siempre con una actitud de respeto y
dispuesto a una negociación corporativa.
Los repertorios de acción tampoco cambiaron radicalmente. Proba-
blemente pueda observarse que la ausencia de acciones contenciosas vio-
lentas se debe a que se trata de un gremio de empleados públicos –aunque
además de administrativos reúne a porteros, personal de comedores, en-
fermeros y otros–. Pero sea como fuere, el eje de la acción sindical estaba
puesto en la doble dimensión ya citada de estrategias “hacia arriba” y “ha-
cia abajo”. En el primer caso primaron las estrategias de establecimiento
de vínculos institucionales y personales y el recurso a la negociación, aún
cuando fuera necesario cambiar de interlocutores –en el plano político el
FREJULI, Línea Popular, los militares, el justicialismo–. En otros térmi-
nos, esas estrategias estaban centradas en la puesta en acto de un capital
relacional. En la segunda dimensión se impuso una estructura piramidal,
ya preanunciada en 1974 con el funcionamiento vertical del cuerpo de
delegados y sancionada luego por las reformas institucionales de la in-
tervención militar. Y las estrategias de conducción “hacia abajo” estaban
asentadas en la provisión de una variada gama de servicios sociales, en
el incentivo o la desactivación de la movilización de los trabajadores de
acuerdo con las necesidades de ejercer presión sobre los gobiernos, y qui-
zás en algo que deba reconocerse como el evidente liderazgo carismático
192
de Maguid. Además de la acumulación de un capital económico, esos mo-
dos de construcción de poder sindical supusieron repertorios de acciones
altamente institucionalizados, en el sentido de que formaron conjuntos de
relaciones complejos y estables capaces de reproducirse a sí mismos.
Sería injusto y hasta cínico aducir que la dictadura no dejó huella
en la UPCN Seccional Santa Fe. Hubo personas desaparecidas, presas,
cesanteadas. Pero si la intervención militar no parece tener un cariz polí-
tico–ideológico sino que se entiende mejor como apropiación de recursos
acumulados, si la estructura sindical salió incólume, si las segundas y
terceras líneas de su personal continuaron y sus líderes retornaron muy
poco después de haber salido de la cárcel, si las formas discursivas y de
acción que la caracterizaban se replicaron luego de la lógica depresión de
los primeros años del golpe, si, en definitiva, el sindicato no sólo no se
desarticuló sino que incluso creció en su padrón, en su gama de activida-
des y en su posición en el entramado institucional santafesino; entonces
las estrategias adoptadas por la dirigencia sindical fueron sumamente
efectivas en función de sus objetivos de perduración y afianzamiento.
Sin negar que la dictadura produjo un hondo disciplinamiento social
y que debilitó, cuando no literalmente destrozó, a las vertientes más com-
bativas del movimiento obrero, tal vez debamos relativizar esa noción de
una fractura tan profunda. En realidad la dirigencia de la UPCN subsistió
a la dictadura porque siguió haciendo aquello que sabía hacer, que venía
haciendo desde antes y que continuaría después. Que enfrente de ella se
alzaran como interlocutores políticos tradicionales o militares genocidas
no era una mera cuestión de detalle, pero no dejaba de ser una variable
más de las que la conducción sindical tenía que considerar.
193
194
Movilización social en épocas de privatización.
Los trabajadores ferroviarios de Laguna Paiva
frente al cierre de los talleres, 1992–1993
Carolina Brandolini
195
funcionaban los talleres del Ferrocarril General Belgrano, complejo in-
dustrial de gran importancia para la línea y para el sistema nacional de
ferrocarriles. Allí las consecuencias fueron inmediatas: hacia 1993 el tren
dejó de circular por la localidad pero además, y fundamentalmente, los
talleres cerraron sus puertas, dejando a todos sus empleados cesantes. En
tan sólo dos años se redujo el número de trabajadores de más de 700 (año
1991) a 150 que se mantuvieron en las instalaciones luego de que los talle-
res dejaran de funcionar como emprendimiento estatal. La permanencia
de estas 150 personas se originó en la conformación de una cooperativa
(Cooperativa de Trabajo Industrial Laguna Paiva S.R.L.), promovida por
el sindicato ferroviario y por autoridades políticas locales y provinciales.
196
taban los militantes de la agrupación mencionada, cuando se hizo evidente
que la fuente laboral peligraba, se organizaron acciones más amplias en las
que participaban la mayoría de los empleados que se verían afectados, sus
familiares y otras personas de la localidad solidarizadas con los despedidos.
El 30 de octubre de 1992 recibieron un telegrama de despido 11 o 12
trabajadores por “racionalización económica” y el sindicato convocó a una
concentración en la puerta de los talleres a la hora de salida bajo las consig-
nas “defender nuestro pan”, “en solidaridad con los cesanteados” y “en de-
fensa de la actividad ferroviaria”5. Luego de esta concentración se realizó
un acto público en la plaza del pueblo donde diferentes actores implicados
tomaron la palabra. El principal dirigente gremial de la localidad habló en
esa asamblea para retransmitir la información de que las cesantías recien-
temente anunciadas se habían suspendido. Pero los sindicalistas recibieron
fuertes críticas por parte de algunos presentes, quienes los acusaban de ha-
ber sido los autores de la lista de despedidos. También tuvieron la palabra
en ese acto 5 de los cesanteados, quienes en sus discursos sostuvieron ideas
fuertemente contestatarias y de resistencia ante el proceso que se iniciaba.
Comenzaba a vislumbrarse la complejidad de la coyuntura derivada del
ambiguo papel del gremio ferroviario en el proceso de privatización.
Al mes siguiente la situación se repitió: otra vez las mismas 11 o 12
personas recibieron telegramas de despido. También en esta oportunidad
el sindicato se mostró en apariencia contrario a la medida de las cesantías
y llamó a una asamblea en el local de la Unión Ferroviaria. Se menciona
en el periódico que el objetivo de tal encuentro fue “transmitir tranqui-
lidad a la familia del riel”. Sin embargo, aparece en la misma noticia la
transcripción de un documento escrito por la U.C.R. local que –con un
tono muy crítico– denunciaba el comportamiento del sindicato y del go-
bierno municipal por “esconder información” y por la forma en la que se
estaba manejando una situación tan grave6.
A partir de estas declaraciones puede inferirse que las voces que inte-
ractuaban en este momento de crisis eran variadas y confrontadas. La dis-
197
puta discursiva sobre la interpretación de lo que sucedía era cada vez más
importante y esto se evidenciaba en los encuentros organizados en apoyo a
los cesanteados. También ellos, en tanto afectados y militantes de izquier-
da, criticaban duramente la complicidad de la comisión directiva sindical y
de la intendencia local. Al igual que en la oportunidad anterior, los obreros
cesantes fueron reincorporados a los pocos días, una lógica que se reiteró
en dos oportunidades más, hasta el momento de las cesantías definitivas.
Otra de las acciones colectivas claves fue una asamblea pública rea-
lizada en la plaza durante los primeros días de diciembre del ‘92. En esa
oportunidad se puso de manifiesto que los gremialistas y los dirigentes
políticos municipales y provinciales comenzaban a sostener sin vacilacio-
nes el discurso de que la inclusión de los talleres en el pliego de licitación
de la Línea Belgrano era “técnicamente inviable”. Tal apreciación se opo-
nía a la de los militantes de la agrupación de izquierda, del radicalismo y
de otros actores que consideraban que los talleres podían mantenerse en
pie, mostrando proyectos concretos que servían de sustento a su postura7.
En el diario El Litoral se menciona que la multitud silbó y pronunció cán-
ticos de protesta en demostración de descontento, al punto que el inten-
dente debió pedir calma y retirarse acompañado de custodios policiales8.
En esa circunstancia, un funcionario provincial (el Secretario General del
Ministerio de Agricultura, Industria y Comercio de la Provincia, MA-
GIC), propuso como salida a la crisis la instalación de un complejo carce-
lario en el edificio de Almacenes Generales. Como recuerda un miembro
de la Agrupación Ferroviaria de Base:
198
qué era lo que estaba pasando, por qué no había que privatizar
el ferrocarril, la destrucción que estaban haciendo9.
199
de finalización tomaron la palabra representantes de Madres de Plaza de
Mayo de Santa Fe especialmente invitadas para la ocasión y personalidades
de la política santafesina solidarizadas con la causa del cierre de los talleres.
Pero las medidas de protesta que llevaban a cabo los trabajadores se-
guían sin surtir efectos prácticos. En los últimos días de mayo se anuncia-
ron 17 nuevas cesantías para la dependencia Almacenes y 119 cesantías
para los talleres. El intendente afirmó estar preocupado y descontento por
estas medidas y anunció horas después que tras intermediar con autorida-
des nacionales, había logrado la provisoria reincorporación de todos estos
obreros cesanteados. Según las explicaciones que el intendente brindó al
Diario El Litoral, su descontento se debía a que los despidos se produjeron
en medio del diálogo que la municipalidad y los dirigentes gremiales es-
taban teniendo con las autoridades nacionales para la puesta en marcha de
una alternativa a la crisis paivense, es decir, en el medio de las negociacio-
nes para la conformación de una cooperativa. Por tanto, si bien momentá-
neamente se había logrado dar marcha atrás con los 119 despidos, quedaba
claro que el esfuerzo de las autoridades estatales y sindicales estaba pues-
to en la concreción del emprendimiento cooperativo y no en la resistencia
para que los talleres siguiesen funcionando con todos los empleados.
Agosto y septiembre transcurrieron sin la aparición de nuevos tele-
gramas y la movilización en los días siguientes pareció acallarse. Avan-
zaba mientras tanto la conformación de la cooperativa. Y si bien muchos
de los trabajadores entregaron formularios para lograr formar parte de la
misma, esta actitud no fue unánime. Varios se resistieron a integrar este
nuevo emprendimiento que implicaba la inclusión de 150 personas y, por
tanto, la exclusión de 220. Como sostiene uno de los entrevistados que
militó activamente en contra del cierre:
200
inscribieron en la cooperativa, otros sólo recibieron la indemnización sin
llenar el formulario y otros esperaron hasta el último momento. El final
llegó el 26 de octubre, día en el que más de 300 despidos marcaron un
antes y un después definitivo en la vida de estas personas, de sus familias
y de toda la comunidad paivense.
201
de organización previa; pero podrá entenderse de algún modo
ligada (conceptualmente, con sentido) a todas estas dimensio-
nes del análisis o al menos a algunas de ellas15.
15) Schuster Federico “Las protestas sociales y el estudio de la acción colectiva”, en Schus-
ter Federico, Francisco Naishtat, Gabriel Nardacchione y Sebastián Pereyra Tomar la pa-
labra. Estudios sobre protesta social y acción colectiva en la Argentina contemporánea,
Prometeo, Buenos Aires, 2005, p. 55.
16) Schvarzer, Jorge “El proceso de privatizaciones en la Argentina. Implicaciones prelimi-
nares sobre sus efectos en la gobernabilidad del sistema”, en Realidad Económica N° 120,
CISEA, Buenos Aires, 1993, p. 86.
202
Asimismo, el aparente triunfo del Plan de Convertibilidad que había
logrado estabilizar la moneda argentina, fue una circunstancia más que
hizo del período que nos atañe (años 1992 y 1993) una coyuntura desfa-
vorable para la movilización social.
En segundo lugar, las transformaciones estructurales fueron lleva-
das a cabo desde el peronismo, movimiento y partido en torno a los que
históricamente se habían agrupado e identificado la clase trabajadora ar-
gentina y sus organizaciones sindicales, lo cual generaba desconcierto,
incertidumbre y confusión. Esta reflexión aparece en una de las entre-
vistas realizada a uno de los militantes de izquierda, quien rememorando
afirma: “El único partido que podía aplicar un plan tan regresivo en la
Argentina era el peronismo… Otro partido no hubiera podido…”17.
En tercer lugar se torna necesario analizar el esfuerzo que se realizó
desde el poder para construir y alimentar a través de medios masivos de
comunicación un discurso hegemónico que asociara lo estatal a lo inefi-
ciente, a lo deficitario, a algo que era necesario superar. Este discurso fue
particularmente agresivo para con la empresa ferroviaria, que aparecía
ante los ojos de los televidentes como la gran generadora del déficit fiscal.
Como recuerda uno de los entrevistados: “… yo me acuerdo, decía en la
radio: «Hola, son las 6 y un minuto, pensar qué sólo pasó un minuto y el
ferrocarril ya dio tantos pesos, miles de pesos de pérdida». Él (Bernardo
Neustadt) y Grondona”18.
Este discurso era acompañado también por la idea de que quienes
trabajaban para el ferrocarril eran “vagos”, “borrachos”, “atorrantes”,
acostumbrados a cobrar sin trabajar, a la vida segura. Indicios de estas
construcciones mediáticas aparecen también en la memoria de muchos
ferroviarios que recuerdan con indignación e impotencia tales envestidas:
“La gente escuchaba «ferroviario» y decía «chorro», la gente asociaba…
«ah, ¿qué te robaste del ferrocarril?»”19.
Pero a veces no se trataba de construcciones meramente discursivas.
La imposición del discurso supo traspasar las palabras para materiali-
203
zarse en acciones tendientes a hacer de las ideas vagas impuestas por los
medios, ejemplos perceptibles para la sociedad. Las reglas para el trabajo
y las exigencias de disciplina laboral eran desdibujadas y fomentaban la
ineficiencia. Según el planteo de Élido Veschi, como parte de la misma
estrategia se produjo un “vaciamiento progresivo de la capacidad indus-
trial instalada propia de la empresa, desaprovechando el potencial de los
talleres”20. Un ejemplo de esto aparece en el siguiente testimonio:
20) Veschi, Élido “El ferrocarril en la Argentina”, en Realidad Económica Nº 110, Buenos
Aires, 1992, p. 95.
21) Perez, Carlos. Entrevista…, Op.Cit.
22) Hilari, Rodolfo. Entrevista realizada el 18 de marzo de 2009 en Laguna Paiva, Provincia
de Santa Fe, Argentina. Entrevistadoras: Luisina Agostini y Carolina Brandolini.
204
gobierno adoptaría, que implicaban la pérdida de la fuente de trabajo para
miles de personas”23. Teniendo en cuenta que no todos los trabajadores
lograban en aquella coyuntura crítica interpretar estos discursos como
construcciones que intentaban imponerse desde el poder para generar
consenso en torno a la inevitabilidad de la privatización, sostenemos que
esto también contribuyó a atenuar la movilización 24.
23) Gordillo, Mónica “Reforma del Estado y acciones colectivas: la huelga ferroviaria de
1991”, en Entrepasados N° 26, Córdoba, 2004, p. 97.
24) Los ferroviarios que en aquel momento eran conscientes de la ofensiva fueron en su
mayoría los que militaron en o colaboraron con la resistencia emprendida por la Agrupación
Ferroviaria de Base. En términos de Pierre Bourdieu podría afirmarse que sus experiencias
personales y colectivas les brindaron un capital cultural que les permitió vivir el aconteci-
miento del cierre desde una postura crítica y activa.
205
o “traición”, como usualmente suele hacerse en diversos ámbitos de dis-
cusión, no colabora a una comprensión acabada de la cuestión. Interesa
aquí considerar que la actitud de los sindicalistas ante medidas que im-
plicaban un fuerte impacto sobre el grupo de trabajadores al que se debía
–en teoría– defender, merece ser entendida desde una perspectiva más
abarcadora, sin por ello restar importancia a los grados de responsabili-
dad que tuvieron determinados actores individuales.
Esta problemática exige pensar la cuestión de la legitimidad del poder
que detentan los sindicalistas. Porque, ¿de qué manera puede un grupo
sindical permanecer en puestos burocráticos si sus acciones, lejos de be-
neficiar a los sujetos que le dieron la legitimidad para ocupar los cargos
dirigenciales, intentan conciliar intereses con la patronal? La única salida
aparente frente a esta pregunta sería la de considerar que las bases son
objeto de manipulación y de engaño, y tal enfoque no resulta apropiado.
Victoria Basualdo rescata los aportes de Richard Hyman 25, quien sos-
tiene que los sindicatos siempre deben preservar cierto grado de demo-
cracia interna –al menos hasta cierto punto– para legitimarse tanto frente
a los trabajadores como a los empleadores. En este sentido, las masas no
serían un sujeto pasivo: son ellas las que permitirían que la burocracia
sindical se mantenga en el poder. Daniel James fue uno de los pioneros a
la hora de proponer una perspectiva superadora. Desde su óptica atenta
a la idea de consenso, las bases dejan de ser objeto de dominación por
parte de sus dirigentes, para pasar a ser agentes activos en el proceso de
legitimación de los mismos26.
Adhiriendo aquí a esta propuesta, quizás la opción sea entender la
aceptación de la actitud de la dirigencia sindical por parte de la mayoría
de los afiliados (no de la totalidad), como efecto de la fortaleza de un dis-
curso dominante que justificaba las privatizaciones y que mostraba como
irreversible el proceso en marcha. El retiro voluntario o la pretensión de
ser aceptado como miembro de la cooperativa en formación, deben ser
entendidas entonces como opciones viables enmarcadas en esa realidad.
Otra de las razones por las que la mayoría de los trabajadores se que-
25) Basualdo, Victoria “La «burocracia sindical»: aportes clásicos y nuevas aproximacio-
nes”, en Nuevo Topo. Revista de Historia y pensamiento crítico N° 7, Prometeo, Buenos
Aires, septiembre – octubre de 2010.
26) James, Daniel Resistencia e integración. El peronismo y la clase trabajadora argentina
1946–1976, Siglo XXI, Buenos Aires, 2005.
206
daron con las salidas ofrecidas por la Unión Ferroviaria en vez de resistir
decididamente al cierre como les exigían los compañeros de la Agrupa-
ción Ferroviaria de Base, pudo haber sido que existía un prejuicio fuerte
hacia los miembros de dicha agrupación. Los mismos eran identificados
como “comunistas”, expresión que apareció en varias entrevistas a ex
obreros, dando la idea de que se trataba de un grupo estigmatizado, dis-
criminado por la mayoría de los trabajadores.
Por último, es posible suponer que frente a la situación de desconcier-
to sobre el futuro inmediato, los actores evaluaran la situación en térmi-
nos de “costo–beneficio”. Probablemente no hubo una adhesión masiva
a acciones de resistencia contrarias a la aceptación de las opciones que
brindaba el sindicato, porque los obreros trataron de resolver su futuro
inmediato de forma preventiva ante un panorama desesperanzador.
El segundo obstáculo para la organización lo presentaba el hecho de
que para muchos la idea misma del cierre de los talleres era absolutamen-
te inconcebible: no entraba en el horizonte de posibilidades de los acto-
res. Como afirma uno de los entrevistados: “El obrero nunca entendió lo
que tenía, pensó que eso era una montaña inamovible. Paiva interpretó
que los talleres eran algo así, que siempre iban a estar allí”27.
Quizás a los ferroviarios de Laguna Paiva les estaba sucediendo lo
mismo que a los obreros de YPF: “La magnitud de la transformación no
pudo ser comprendida y resistida por la mayoría de los trabajadores, era
algo que estaba fuera de su experiencia de vida”28. ¿Cómo prestar resisten-
cia a un fenómeno que no puede siquiera imaginarse? La desocupación era
un terreno hasta entonces desconocido.
207
grupo en una circunstancia determinada, suelen medirse en función de
la existencia o no de marcos identitarios previos capaces de nuclear a los
individuos en pos de actuar desafiando a las autoridades.
En el caso que nos ocupa se evidencia una paradoja: un colectivo
que posee una identidad previa sólida y una débil movilización. ¿Cómo
interpretar esto?
Analicemos los rasgos de esta identidad ferroviaria y el proceso de
su construcción, para luego estudiar qué sucedía con la misma hacia la
coyuntura en que se avecinaba el cierre de los talleres ferroviarios.
Siguiendo a Edward Thompson29, entendemos que la identidad ferrovia-
ria derivaba de la experiencia vivida por los trabajadores de esta rama de la
actividad, es decir, por las maneras en que los obreros representaban y cons-
truían su realidad inmediata, a partir de sus prácticas, vivencias y rutinas.
En distintas fuentes estudiadas se observan indicios de que existía
una fuerte identidad común en torno a la idea de ser ferroviarios. La
memoria de quienes trabajaron en los talleres de Laguna Paiva, da cuenta
permanentemente de la recurrencia a un ámbito de vivencias comunes en
el lugar trabajo y en distintos espacios de sociabilidad, recordados con
nostalgia y orgullo.
La rutina fue sin dudas un elemento central para la construcción de
esta identidad. Los entrevistados de los talleres recuerdan y describen
con minuciosidad la sección en la que se desempeñaban: cómo funcio-
naban las máquinas que utilizaban, qué se hacía allí y en qué consistía
su trabajo. Aunque existía una cierta especialización de acuerdo al oficio
aprendido en cada una de las secciones, todos demuestran haber conoci-
do en profundidad las tareas desarrolladas en el resto de ellas. La exis-
tencia de un profundo conocimiento del proceso de trabajo se evidencia
en que en más de una ocasión los entrevistados han podido dar cuenta del
recorrido que realizaba un vagón luego de entrar al taller para ser repa-
rado. Esto resulta significativo dada la complejidad del taller compuesto
por numerosas secciones: lavado y desinfección, desarme, remachado-
res, herrería, soldaduras, calderería, hojalatería, tornería liviana, tornería
de ruedas, carpintería, levante, pinturería, terminación y tráfico, lugar al
que finalmente llegaban los vagones reparados.
208
También resulta importante destacar las características del saber
adquirido en el taller y la forma en que se construía. A la hora de re-
memorar sus experiencias, muchos obreros trajeron a consideración las
enseñanzas que les brindaron sus superiores en los años de formación.
Se enorgullecen de haber adquirido “un oficio”, dando a entender que la
experiencia y el acompañamiento que recibieron los puso en posesión
de una capacidad distintiva. Como sostienen Ayuso, Jimenez, Sessano
y Telias: “En estos ámbitos se impulsaron procesos de aprendizaje, de
experiencia asistida entre trabajadores experimentados y novatos y de
intervención creativa para la recreación y producción de saberes en las
tareas y situaciones problemáticas que se presentaban”30. En general los
entrevistados mencionan haber aprendido de personas mayores que po-
seían puestos más altos en el escalafón interno, poniendo de relieve que
existía una transmisión intergeneracional de la experiencia del trabajo.
Pero los consejos y aportes provenían también de los pares que se en-
contraban en la misma escala de jerarquía (transmisión intrageneracional).
Esto es recordado con nostalgia y emoción, como en el caso de Felipe:
30) Ayuso, Luz, Amalia Jimenez, Pablo Sessano y Aldana Telias “Sistema de saberes del tra-
bajo ferroviario: soporte de una construcción socialmente productiva”, en Rozitchner, León
y Horacio González (director y codirector) Vías Argentinas. Ensayos sobre el ferrocarril,
Milena Caserola, Buenos Aires, 2010, p. 63.
31) Rodriguez, Felipe. Entrevista realizada en marzo de 2011 en Laguna Paiva, Provincia de
Santa Fe, Argentina. Entrevistadora: Carolina Brandolini.
209
policlínico ferroviario. El territorio de la fábrica era amplio: no incluía
solamente el lugar de la producción sino que se extendía fuera de ella y
se proyectaba en otras actividades.
Debe entenderse a su vez que la identidad ferroviaria se veía reforzada
por una fuerte creencia ligada a lo que Svampa denomina el ideal de pro-
greso de la Argentina industrial32, a saber: la convicción de que la indus-
tria ferroviaria era un pilar importante para el crecimiento y el engrande-
cimiento de la Nación Argentina. Esta percepción colaboraba a concebir
al propio trabajo como fundamental para todos, más allá de los beneficios
que individualmente cada familia obtuviese. Allí también radicaban las
razones de ese orgullo de ser ferroviario constitutivo de la identidad.
Por último destacamos el hecho de que la localidad haya nacido a prin-
cipios de siglo XX como producto de la actividad ferroviaria, primero en
torno a la estación y –unas décadas después– a la instalación y el funciona-
miento de diferentes emprendimientos ferroviarios. De alguna manera esto
reforzaba el sentimiento de identidad. La pertenencia que el trabajo en el
ferrocarril otorgaba a los obreros, aparecía incrementada por la pertenen-
cia a una ciudad que era considerada como localidad del riel33 por tradi-
ción, denominación que cobró especial relevancia a partir de 1961, cuando
se produjo una huelga nacional contra el intento de llevar a cabo una re-
estructuración de la empresa estatal. La resistencia que en esa coyuntura
emprendió la población fue significativa porque se desarrollaron acciones
colectivas de carácter disruptivo que contribuyeron a la creación de una
imagen mitificada de la localidad, conocida desde entonces como Laguna
Paiva la heroica, tal como se describe en otro capítulo de este libro.
Luego de este análisis detallado de la identidad ferroviaria, a los fines
de pensar en la movilización social, nos preguntamos: ¿qué sucedía con
esta identidad ferroviaria hacia finales de la década del ‘80, es decir, en
los años previos a la privatización que implicó el cierre de las instalacio-
nes? El estudio de una serie de fuentes producidas en la coyuntura crítica
de principios de la década del ‘90 lleva a considerar que tal identidad,
lejos de verse diluida, continuaba siendo fuerte.
210
En este sentido, resulta interesante analizar el proyecto para la rees-
tructuración de los talleres ya mencionado anteriormente, que fue elabo-
rado hacia finales de los ‘80 por la agrupación de izquierda porque allí,
al igual que en otros documentos observados, se torna evidente que para
esta época la identidad no aparecía difuminada o en proceso de transfor-
mación sino que era reafirmada como una pertenencia fuerte, compartida
por todos los obreros de los talleres y de las demás instalaciones de la
empresa estatal. Lejos de buscar una reconversión de la actividad ferro-
viaria propia de los talleres (es decir, la reparación de vagones), el texto
contenía ideas tendientes a lograr una mayor eficiencia en la producción.
Explícitamente se sostenía que la intención de la propuesta era colaborar
a que la empresa pudiera aumentar su rendimiento y competir en mejores
condiciones con la industria privada. En ningún momento se insinuaba
reemplazar la actividad ferroviaria por otro tipo de actividad, cuestión
que hubiese podido indicar una progresiva disolución de la identidad. El
título es sugestivo: “Defensa de los ferrocarriles argentinos”.
Lo mismo puede sostenerse a partir de la lectura de otro proyecto de
reactivación para los talleres34, éste a cargo de la “intersindical ferrovia-
ria”, constituida por la Asociación del Personal de Dirección de Ferroca-
rriles Argentinos, (APDFA, el gremio de los jefes y superiores), la Fra-
ternidad y la Asociación de Señaleros de Ferrocarriles Argentinos. Allí
tampoco se vislumbra ningún indicio de una identidad en retirada. Por
el contrario, esta propuesta resaltaba la relevancia del ferrocarril para la
economía y para la sociedad en general.
A su vez un pronunciamiento escrito en 1992 por una multisectorial
conformada por instituciones y grupos políticos y sociales de Laguna
Paiva, también conduce a interpretar que la identidad del riel continuaba
en pie, ya que allí estos actores sociales declaraban su repudio hacia quie-
nes impulsaban la privatización (en especial, hacia los miembros de la
Unión Ferroviaria), resaltando que la destrucción del sistema ferroviario
sería problemática desde todo punto de vista.
Pero distintas pueden resultar las conclusiones si se presta atención
a las fuentes periodísticas. Allí aparecen reflejadas las voces de otros
actores y en varias oportunidades a lo largo de los años 1992 y 1993
(antes y después del cierre definitivo) se menciona la necesidad de recon-
211
vertir económicamente a la localidad de Laguna Paiva. Los sujetos que
estaban al frente de estos discursos eran fundamentalmente funcionarios
del gobierno provincial (principalmente el Ministro del MAGIC, Inge-
niero José Weber, y el entonces gobernador de la provincia, Carlos Reu-
temann), representantes de la Unión Ferroviaria Seccional Laguna Paiva
y representantes del Centro Comercial de la localidad. Se sostenía que
las trabas antes existentes para la instalación de emprendimientos debían
ser superadas y que era necesario diversificar la economía e incentivar la
creación de puestos de trabajo para frenar la constante inmigración que
se aceleraba con el paso de los meses.
Cuando se hizo público que los talleres de Laguna Paiva no serían in-
corporados en los pliegos para la concesión de la línea Belgrano (noticia
que confirmaba las sospechas del cierre definitivo), los diferentes actores
mencionados promovieron la reconversión económica de la localidad y
la reconversión tecnológica de los talleres con el fin de diversificar su
producción, para lo que exigían la capacitación del personal y la posibi-
lidad de firmar contratos con terceros “para realizar diferentes trabajos,
aunque no sean necesariamente ferroviarios”35.
Hacia febrero de 1993 estos pedidos dejaron de ser sólo intenciones:
la empresa Ferrocarriles Argentinos autorizó la firma de contratos con
terceros para la elaboración de trabajos no ferroviarios, cuestión que sería
luego recordada con tono de bronca y denuncia por parte de algunos de los
entrevistados, quienes reprochan a las autoridades políticas y gremiales
de aquel momento el hecho de que la cooperativa formada luego del cierre
haya entregado “trabajos que habíamos hecho nosotros en el taller, los
habíamos hecho para el Estado”36.
Estas cuestiones que aparecían en los medios de comunicación son im-
portantes para el estudio de la identidad de los ferroviarios hacia el mo-
mento del cierre de los talleres y de la privatización, porque se trata de
discursos que pujaban por reconvertir la actividad netamente ferroviaria
en otro tipo de actividades, lo que se constituía en una fuerza diseminadora
de la identidad compartida por los trabajadores del riel. Más en general, el
esfuerzo por presentar alternativas a la actividad tradicional de Laguna Pai-
212
va, atentaba contra el sentido de pertenencia no sólo del grupo de obreros
afectados sino también de todos los habitantes de esa comunidad obrera.
Sin embargo, las voces de los paivenses afectados directamente por la
privatización que figuran también en los periódicos, lejos de acatar la dis-
persión identitaria que algunos sectores sociales intentaban imponer con
el fin de sobrellevar la nueva situación de desocupación, reafirmaban su
identidad a través de la constante insistencia sobre los beneficios de la ac-
tividad ferroviaria. Es el caso de los oradores de una de las asambleas que
se llevaron a cabo en la plaza del pueblo en 1992. En la transcripción de los
discursos de trabajadores que habían sido momentáneamente cesanteados,
se observa la idea de que los ferrocarriles eran esenciales para el desarrollo
del país, por lo que no era conveniente que fueran dejados de lado.
Resulta interesante contemplar cómo incluso los mismos actores que
promovían la reconversión, en ciertas oportunidades se veían obligados
a recurrir a términos propios de la identidad compartida que procuraban
diluir. Los dirigentes gremiales, por ejemplo, en más de una oportunidad
convocaban reuniones y asambleas con el fin de “transmitir tranquilidad
a la familia del riel”, a pesar de que ya estaban al tanto de que en poco
tiempo todos los trabajadores serían cesanteados.
Las observaciones concuerdan con la noción de que la identidad no
es una esencia ni algo derivado del lugar ocupado en un modo de pro-
ducción, sino una constante construcción que se lleva a cabo a partir de
confrontaciones. Como sostiene Pollack, la identidad y la memoria, “son
valores disputados en conflictos sociales e intergrupales, y particular-
mente, en conflictos que oponen grupos políticos diversos”37. Siguiendo
esta conceptualización, puede afirmarse que al momento del cierre y a
pesar de los diversos intentos por difuminarla, esa identidad ferroviaria
tan fuertemente enraizada en los obreros y habitantes de Laguna Paiva
existía y estaba en disputa.
37) Pollak Michael Memoria, olvido, silencio. La producción social de identidades frente a
situaciones límite, Ediciones Al Margen, La Plata, 2006, p. 39.
213
A modo de conclusión
214
otros; es decir, a las iniciativas políticas que implicaban el fin del ferro-
carril como sistema. Y sin embargo la movilización social emprendida
hacia 1993 resultó relativamente débil.
Esto lleva a relativizar para este caso aquellos estudios teóricos en los
que se considera a la identidad previa de los sujetos como un elemento
central a la hora de explicar la existencia o no de acciones colectivas38.
Para comprender la cuestión de la movilización social al momento del
cierre de los talleres paivenses, es preciso prestar atención a otros ele-
mentos y analizarlos desde un punto de vista negativo, en el sentido de
que fueron elementos que dificultaron la concreción de acciones colecti-
vas en la coyuntura del cierre. Como intentamos explicar a lo largo del
artículo, tanto la coyuntura como los recursos para la acción disponibles
son esenciales a la hora de entender este proceso de movilización social.
Por último, existe otro elemento importante para comprender la diná-
mica de movilización paivense. Para el caso analizado, los instrumentos
disponibles en el repertorio de acciones colectivas de los ferroviarios
habían perdido en el nuevo contexto su capacidad disruptiva. Si bien los
obreros poseían una fuerza relevante proveniente del capital cultural adqui-
rido a lo largo de sus experiencias de militancia, la realidad del presente era
algo totalmente nuevo en donde los viejos mecanismos de confrontación ya
no servían, o, lo que es peor aún, terminaban siendo funcionales al poder
dominante. La recordada frase de Carlos Menem “ramal que para ramal
que cierra” ilustra con claridad cómo el ferrocarril ya no disponía de la
posición estratégica39 dentro de la economía y de la sociedad argentina que
en otros tiempos había logrado hacer de las reivindicaciones de los obreros
del riel un tema central en la agenda oficial. Los tiempos habían cambiado y
también las armas de lucha, como los ferrocarriles, comenzaban a oxidarse
a principios de la década de los ‘90.
38) Cf. Melucci, Alberto “Asumir un compromiso: identidad y movilización en los movi-
mientos sociales”, en Zona Abierta Nº 69, 1994; Pizzorno, Alessandro “Identidad e interés”,
en Zona Abierta, Nº 69, 1994 y Calhoun, Craig “El problema de la identidad en la acción
colectiva”, en Auyero, Javier (comp.) Caja de herramientas. El lugar de la cultura en la
sociología norteamericana, Universidad Nacional de Quilmes, Buenos Aires, 1999.
39 Womack, John Posición estratégica y fuerza obrera. Hacia una nueva historia de los
movimientos obreros, Fondo de Cultura Económica, México, 2007.
215
216
“Una carpa…una lucha”, formas de acción
colectiva de un sindicato municipal rafaelino,
2005–2008
María Cecilia Tonon
Introducción
1) Por la necesidad de ajustarnos a los límites dispuestos para esta publicación no podemos ex-
tendernos en la presentación de la ciudad de Rafaela. Para una ampliación de las características
de la localidad, puede verse: Tonon, María Cecilia Estudio de los nuevos marcos políticos en
ciudades con perfiles productivos. Análisis del caso Rafaela (1991-1999), Tesis (Doctorado
en Ciencia Política), Universidad Nacional de Rosario, Rosario, 2011, 403 páginas, inédita.
217
sido y son los emprendedores, privados o públicos, pero siempre bajo la
mirada de “los de arriba”, de los patrones, no hay referencia (o casi no hay
mención y mucho menos estudios) acerca de “los de abajo”, los trabajado-
res. No hay prácticamente producción historiográfica que aborde el tema
de los sindicatos en la ciudad de Rafaela; de modo tal que nos parece per-
tinente mencionar algunas características aunque sean parciales acerca de
las agremiaciones y los trabajadores en la ciudad.
A partir de los escasos estudios realizados puede percibirse que, en
general, se trata de gremios con cierta autonomía que toman decisiones en
función de la situación local, sin reproducir íntegramente las conductas de
las federaciones a nivel nacional, sobre todo en los sindicatos más “fuer-
tes”; con un sector obrero poco propenso a la huelga y a la movilización
(salvo en casos muy puntuales) y con una tendencia a la negociación antes
que al conflicto. Algunas fuentes recuperadas de estos trabajos refieren
que, en general, a la “gente” (haciendo referencia tanto al vecino común,
como también al vecino que es, a su vez, obrero o empleado) no le gusta
el paro, y los problemas que surgen se resuelven negociando “gradual-
mente”, “con mucha prudencia”, como refería al diario local La Opinión,
el entonces titular de la Confederación General del Trabajo (CGT) local y
dirigente del Sindicato de Mecánicos y Afines del Transporte Automotor
(SMATA), Jorge Maina, hablando de la situación laboral para el año 2006.
En ese mismo artículo, el diario señala que los gremios en el imaginario
colectivo (la “gente”) “no están muy bien ubicados” y para enfatizar esta
aseveración agrega las palabras del propio Maina, que dice: “… admito
que hemos cometido errores, pero dejo en salvaguarda el accionar de los
dirigentes del interior, porque actúan de una manera diferente. El traba-
jador sabe dónde vive, dónde trabaja”. En estas palabras se percibe esta
distinción del dirigente local (o del “interior”) respecto del nacional, que
se “salva” de los errores cometidos por el sindicalismo tradicional, justa-
mente por actuar diferente, con cautela, porque todos lo conocen, “sabe(n)
dónde vive, dónde trabaja”2.
El eje de este texto versa sobre este último punto: la actuación de al-
gunos dirigentes sindicales, en particular del gremio municipal, con otra
forma de encarar los conflictos, en una ciudad poco proclive a la acción
218
colectiva3. En este sentido, la lucha sindical que abordamos no es un dato
menor, porque señala una postura clara de “resistencia”, de “confronta-
ción”, de “lucha”, que va a marcar la posición de la élite4 gremial en esta
época. Sobre todo, por la forma o la manera que tuvieron las protestas de
los municipales, bastante singulares y significativas para un lugar que,
según algunos periodistas locales, “no se caracteriza por ser una ciudad
de tradiciones rebeldes”5, aspecto que puede hacerse extensivo a la región.
Es por esto que encontramos en el análisis del conflicto de los trabaja-
dores municipales con el Estado local a mediados de 2000, un parteaguas
en las formas de lucha y condiciones de negociación entre la patronal y
los empleados, que caló hondo en los sectores medios, que son los que
forman la mayoría en la ciudad.
3) Entendemos la “acción colectiva” en términos de Tilly, es decir, como una acción conjunta de
individuos para la defensa de sus intereses comunes y que puede entenderse más allá de un mero
agregado o sumatoria de voluntades. En todo caso, sostenemos que para que se pueda hablar
de un interés colectivo y del desarrollo de unas expectativas comunes, es necesario referirse a
un proceso de identificación en el cual se articula un proyecto social que da sentido a las prefe-
rencias y expectativas colectivas e individuales. Para ampliar este concepto véase Tilly, Charles
“Acción colectiva”, en Apuntes de investigación del CECyP Año IV, N° 6, Buenos Aires, 2000.
4) Entendemos por élite gremial a una minoría que ocupa una posición reconocida de poder
dentro del ámbito sindical municipal, sin que la presencia de algunos núcleos disidentes al
interior del gremio pueda opacar la primacía de este sector dirigente. Se trata de un grupo com-
puesto en su mayoría por empleados con formación profesional, en muchos casos, ocupando
puestos de cierta jerarquía en la municipalidad, sin manifestar evidentes preferencias ideológi-
cas o políticas, y que logran mediante procesos de convalidación eleccionaria, afianzarse como
élite de poder. Para ampliar las definiciones y las discusiones en torno al concepto de élite,
véase Bottomore, Tom Élites y sociedad, Talasa, Madrid, 1993.
5) “Bombas e hipocresía”, en Revista S.E.O.M. Sindicato de Empleados y Obreros Munici-
pales de Rafaela, diciembre de 2000, pp. 12–13.
6) Godio, Julio El tiempo de Kirchner. El devenir de una “revolución desde arriba”, Letra
Grifa, Buenos Aires, 2006, p. 111. Véase, también, Etchemendy, Sebastián “El sindicalis-
mo argentino en la era pos-liberal (2003–2011)”, en Malamud, Andrés y Miguel De Lucca
(coord.) La política en tiempos de los Kirchner, Eudeba, Buenos Aires, 2012.
219
de estas peticiones están sujetas a una mejoría sensible de la economía
argentina que permite redefinir las condiciones de los salarios.
El SEOM no es ajeno a toda esta tendencia. En la memoria 2003
encontramos señalada una distinción notable entre lo que es el período
2002 y el que clausuran:
220
predominio de la misma tendencia política (el justicialismo), les permite
reafirmar sus posiciones de lucha. Más allá del cambio de representantes,
el gremio opina en una de sus memorias que: “pareceríamos que estuvié-
semos diciendo «esta película ya la vi»” y que “…si bien los protagonistas
eran casi los mismos ya que se cambiaba uno de los roles principales Peiro-
ne10 por Perotti, las situaciones se repitieron casi textualmente entre un año
y otro”. Las “situaciones” a las que hace referencia la comisión directiva
del sindicato, son las de “transitar los pasillos de la intendencia” para “lo-
grar nuevos incrementos salariales”11.
Para marzo de 2004, el SEOM reclama una suba de salarios a través
de una puja constante con el Ejecutivo municipal. El argumento oficial de
la época es básicamente que la coparticipación nacional y provincial está
“congelada”, con lo cual los municipios no reciben los montos que debe-
rían recibir según la recuperación económica que se está produciendo en
el país, que el gobierno municipal hace nueve años que tiene congelada la
tasa municipal, período en que el costo de los servicios se triplicó y todo
esto afecta la posibilidad de un aumento de sueldo inminente.
Paralelamente, además del eje salarial, también están presentes en la lu-
cha de estos años cuestiones que hacen a las reglamentaciones del empleo
municipal (recategorizaciones, concursos, pases a planta permanente, etc.) y
las condiciones de trabajo (herramientas, maquinarias, ropa de trabajo, etc.).
Los reclamos, en general, son en gran parte satisfechos gracias a una
intervención minuciosa del SEOM a nivel local a través de los medios de
comunicación, de los encuentros con diferentes organizaciones interme-
dias (Centro Comercial e Industrial del Departamento Castellanos, Con-
federación General del Trabajo –filial Rafaela–, entre otros), de la acción
sobre afiliados y trabajadores, además de la intervención de la Federación
de Sindicatos de Trabajadores Municipales (FESTRAM) a nivel provin-
cial; pero también, a un contexto nacional y provincial que contribuye a
potenciar estas acciones.
Aparte de lo que ya mencionamos como un marco nacional más venta-
joso y de incipiente recuperación económica, hay dos hechos fundamenta-
10) Ricardo Peirone es Contador Público Nacional y se ha desempeñado como asesor conta-
ble, administrativo e impositivo de empresas privadas y públicas de la ciudad y de la región.
Fue intendente de Rafaela en dos períodos consecutivos (1995–2003).
11) SEOM, Memoria de la Comisión Directiva, período 1º de enero de 2004 – 31 de diciem-
bre de 2004 (ASEOM).
221
les a nivel provincial que van a colaborar para que el escenario sea favora-
ble a los actores sindicales municipales. El primero, cuando el 2 de mayo de
2004 la Subsecretaría de Municipios y Comunas de la provincia, convoca
a los intendentes y presidentes comunales para reconstituir la Comisión
Paritaria Municipal12, que no funcionaba desde 1991. La renovación de esta
comisión implica no sólo contar con una entidad donde discutir políticas
salariales, sino también “…destrabar varios problemas que se mantienen
latentes en distintos municipios y comunas, respecto del ingreso de per-
sonal, promociones automáticas incumplidas, pago erróneo de distintos
suplementos establecidos estatutariamente (…)”13; es decir, todo aquello
que tiene que ver con la aplicación de leyes y decretos que aseguren al tra-
bajador todos los derechos que las leyes del sector le otorgan.
El segundo hecho lo marca la resolución de las Cámaras Legislativas
provinciales de avalar la decisión del gobierno provincial de distribuir en
junio, un aumento de 74.200.000 pesos en concepto de coparticipaciones
a las diferentes intendencias y comunas de la provincia. Esto le permite
a la FESTRAM y a sus sindicatos agremiados, entre los que se cuenta al
SEOM, el reclamo del pago del aumento salarial solicitado desde prin-
cipios de ese año. Pero esta lucha no termina aquí, más bien, empieza.
A comienzos de 2005, el diario Castellanos publica un comunicado
de repudio del SEOM contra el aumento del salario de Omar Perotti y
todo su gabinete, sobre todo porque –mientras durante 2004 el gremio
pelea arduamente por un aumento de 250 pesos y que eso se blanquee14 en
el sueldo– las sumas asignadas al Ejecutivo oscilan entre el 43 y el 57%
de incremento. Esta acción genera una nueva movilización del gremio
para sentarse a discutir el pase a sueldo de las cifras no remunerativas15.
12) La Comisión Paritaria Municipal se crea por Ley N° 9996, el 28 de noviembre de 1986 y
contempla la participación de ocho representantes de los Intendentes y Presidentes Comuna-
les, y ocho representantes de la Federación de Sindicatos de Trabajadores Municipales de la
Provincia de Santa Fe (FESTRAM). Surge como un anexo a la Ley Provincial Nº 9286 del
año 1983 que establece el Estatuto y Escalafón del Personal de Municipalidades y Comunas
de la Provincia de Santa Fe. Ley Provincial N° 9996 del año 1986, en el sitio web del SEOM,
http://www.seomrafaela.org.ar/Sitio/Legislacion.aspx, consulta 22 de febrero de 2011.
13) “Paritaria municipal”, en Revista S.E.O.M. Revista del Sindicato de Empleados y Obre-
ros Municipales de Rafaela, Rafaela, diciembre 2004, p. 17.
14) Expresión que significa la incorporación de remuneraciones al sueldo básico para que
sirva como base de cálculo de adicionales o jubilación.
15) Diario Castellanos, Rafaela, 13 de enero de 2005.
222
En estos primeros meses, entonces, la lucha se centra en el “blan-
queo” de los 250 pesos. A principios de febrero, una nueva reunión con
el intendente termina en un cuarto intermedio, porque todo depende de
cómo “cierren los números”. Las expectativas del sindicato para este mo-
mento son “medianas”, ya que no creen que vaya a haber de parte del
Ejecutivo municipal “un gran ofrecimiento” y, en ese sentido, tienen que
ver qué medidas adoptar porque “no se (van) a quedar de brazos cruza-
dos”. Lo cierto es que los gremialistas tienen por qué desconfiar del peso
que las estadísticas poseen en la política salarial de los últimos gobiernos
locales: no son de los más “generosos” a la hora de sentarse a negociar y,
en todo caso, como refieren en la memoria de 2004: “…los intendentes
Peirone en el 2003 como Perotti en el 2004 antepusieron los números de
la economía municipal a las necesidades urgentes de los asalariados”16.
En este sentido, es interesante observar la visión que los gremialis-
tas tienen de las últimas administraciones justicialistas. Cierto es que
tanto las intendencias de Peirone como las de Perotti se han preocupado
especialmente por la autonomía, el financiamiento y la reconversión del
Estado local, que han generado un ajuste y control de los recursos mu-
nicipales desde el comienzo de la gestión peronista en el año 1991. En
palabras de un protagonista de la dirigencia política local:
Estas posturas son las que entran en colisión en estos momentos, particu-
larmente más adelante, en el conflicto de “la carpa”: la del Ejecutivo munici-
pal, consecuente con el cuidado de los recursos, y la del gremio, custodiando
el esquema salarial de los empleados municipales. Un conflicto clásico pero
223
que, por las características de las últimas administraciones, y también por el
perfil sindical municipal de los últimos años, cobra tintes singulares.
224
de solidaridad necesarios para que se transforme en una acción colectiva.
El origen de la carpa debe remontarse a los conflictos salariales inicia-
dos en 2005 que, lejos de disolverse, se recrudecen a comienzos de 2006.
Esta vez, el problema se inicia puntualmente por el pedido del pago de los
adicionales que correspondan a los agentes que desempeñen funciones
en el Agrupamiento Administrativo. Conjuntamente, reclaman a las auto-
ridades locales (tanto al Ejecutivo como al Legislativo) que consideren el
dictado de la norma legal que habilite el pago de adicionales y suplemen-
tos, creándose, además, el adicional por función administrativa, reglamen-
taciones que ya están en vigor en otras municipalidades, como las de Santa
Fe y Santo Tomé.
A mediados de enero, y en el marco de un reclamo por un “salario
equilibrado” que a nivel provincial viene solicitando la FESTRAM al go-
bernador Jorge Obeid20, el SEOM vuelve a la lucha local por un petitorio
presentado en diciembre de 2005, conjuntamente con la Asociación del
Personal Jerárquico (APJ), para que el básico de los empleados municipa-
les sea de 900 pesos (que incluye los 650 pesos remunerativos y los 250 “en
negro”), además de reclamar por el 4,2 % que había quedado pendiente21.
Hay una sensación de agotamiento, de situación límite respecto de
las tratativas con la Municipalidad, sobre todo por la inflexibilidad del
Departamento Ejecutivo, que lleva a la radicalización del conflicto. Al
respecto, los mismos actores dicen:
20) Ingeniero químico Jorge Alberto Obeid. Militante del peronismo desde su juventud, fue
gobernador de Santa Fe por ese partido en los períodos 1995–1999 y 2003–2007.
21) Diario Castellanos, Rafaela, 11 de enero de 2006.
22) Cocco, Darío. Entrevista…, Op.Cit.
23) Massari, Adolfo. Entrevista realizada el 12 de agosto de 2010 en Rafaela, Provincia de
Santa Fe, Argentina. Entrevistadora: María Cecilia Tonon.
225
Ante la imposibilidad de un acuerdo y tras la decisión de las bases, el
gremio decide instalar una carpa frente a la Municipalidad, en la plaza 25
de Mayo. Nótese que la carpa surge como una nueva forma de reclamo, a
diferencia de la tradicional huelga. Parecería evidenciarse que en el pro-
ceso que sufre este reclamo, el paro ya no funciona como forma de llamar
la atención y conseguir simpatizantes. Como refiere Tarrow: “La reitera-
ción de una forma de acción colectiva reduce la incertidumbre y hace que
sea acogida con una sonrisa o un bostezo”24. Los líderes gremiales son
conscientes de ello, de ahí que manifiesten una “lucha distinta a las hasta
ahora vistas en la ciudad”25. La situación es límite y debe jugarse el todo
por el todo: hay que escandalizar sin ofender, para sumar sin debilitar:
24) Tarrow, Sidney El poder en movimiento. Los movimientos sociales, la acción colectiva y
la política, Alianza, Madrid, 1997, p. 198.
25) “Una carpa…UNA LUCHA…”, en Revista S.E.O.M…., Op.Cit., p 19.
26) Massari, Adolfo. Entrevista…, Op.Cit.
27) Cocco, Darío. Entrevista…, Op.Cit.
226
distintos frentes y con diferentes aparatos: la “Moreno 9” (como satíri-
camente numeraron a la carpa, frente al Palacio Municipal, que tiene su
emplazamiento en calle Moreno número 8), rodeada de carteles de todos
los colores y tamaños, del hormigueo de personas que van y vienen con
bombos, redoblantes, banderas y aplausos a toda hora; a diferencia del edi-
ficio municipal, hermético, estático y vacío.
La “Moreno 9” remite a una acción abierta y móvil; el mismo recurso
de la carpa tiene esa característica: se arma y se desarma rápidamente. Se
puede volver a armar en otro lugar, cualquiera sea el sitio: en el medio de
la calle, una esquina, el cantero de una plaza. En este sentido, la operación
de armar la carpa no sólo puede pensarse como una acción simbólica, sino
también como transgresión del orden, dentro de la legalidad. Cuando algu-
nos medios les consultan a los manifestantes cuáles van a ser las medidas
por “si se presenta personal policial en la plaza”, éstos responden que “…no
habrá ningún tipo de problemas, porque hemos consultado las ordenanzas
y sabemos en qué lugares podemos ubicarnos (…) mientras no interfiramos
con el tránsito automovilístico y peatonal, no habrá inconvenientes”28.
Finalmente, la instalación de la carpa genera el efecto deseado: pre-
ocupar a las autoridades relacionadas con el orden público. Un represen-
tante gremial recuerda en una entrevista la llegada de la policía al lugar, la
vigilancia, las presiones, pero que a pesar de todo, “a la población le cayó
simpático el reclamo”29.
Estas últimas palabras son muy elocuentes, sobre todo, porque a la
irrupción casi “escandalosa” de los manifestantes en la vía pública, la ciu-
dadanía la toma bien, le “cayó simpática”. Esta protesta contiene así, una
“atmósfera festiva”, donde los trabajadores municipales logran mixturar
la lucha con el festejo. De esta forma, las manifestaciones y las asambleas
que se dan a lo largo del “conflicto de la carpa”, van acompañadas de
bombos, redoblantes, silbatos, megáfonos, papelitos, elementos asociados
con lo lúdico, con lo carnavalesco, con formas de manifestaciones popu-
lares que suponen tomar la calle y, al menos por un momento, apropiarse
de ella, subvertir el orden para llamar la atención del público y, en este
conflicto en particular, generar cierto desconcierto en los antagonistas:
227
Hicimos una movilización por todo el boulevard Santa Fe
hasta la Jefatura ida y vuelta. A la vuelta, veníamos con bol-
sitas de residuos y pinches y juntábamos todos los papelitos,
veníamos limpiando todo, no quedó un papelito, nada. (…) Hi-
cimos un libro de adhesión, no sé la cantidad de firmas que jun-
tamos, o sea, la gente estaba con nosotros, los medios estaban
con nosotros, fue bueno, muy bueno30.
228
Varios elementos se pueden observar en este escrito. En primer lugar,
la apelación a un modelo histórico que singulariza a la ciudad respecto de
otras localidades por ser un “referente económico” del país, un paradigma
que tiene su impronta en el “coraje”, el “empecinamiento” de los inmigran-
tes; en segundo lugar, la referencia a una Municipalidad que ostenta un Pre-
mio a la Calidad y, por último, la referencia a la “isla”, al “balance positivo
de logros”. Todos éstos son aspectos que se contradicen con la “realidad”,
la de los empleados municipales que son los que hacen a ese modelo, que
son los que contribuyen con la gestión de calidad propuesta por los gobier-
nos municipales de los últimos 15 años y gracias a quienes han recibido
ese galardón. Son los que desde siempre (o desde sus primeros momentos,
“desde 1905”), más allá de los gobiernos y gobernantes de turno, han sido
los encargados, han contribuido con el cuidado, crecimiento y el orden de
la ciudad, aspectos tan caros al rafaelino típico, y que hacen a su pasado
inmigrante, tesonero y coraggioso. De qué otra forma hablarles a los ra-
faelinos, a la comunidad de Rafaela, si no es en estos términos: en los del
“engranaje”, de la industria, de la máquina, de la producción, que es lo que
ha sabido hacer siempre la ciudad, y es lo que hace al “modelo” rafaelino.
En este sentido, en estas palabras se ve una impronta casi “ilustrada”
de un sector del gremialismo municipal que sabiamente elige cada idea y
cada palabra en este discurso, de acuerdo con el conocimiento de quie-
nes serán los interlocutores: el rafaelino típico, de clase media, muchos
de ellos también empleados municipales o familiares de alguno de éstos,
pero también los sectores de poder, empresariales, comerciales y políti-
cos, sobre todo estos últimos, que han sabido explotar estratégicamente
este “marketing exitista”. Aquí no hay obreros escribiendo, aquí hay un
perfil sindical que tiene un bagaje de conocimientos, una determinada for-
mación que les permite conducir la pelea con la patronal con las mismas
armas: campañas en los medios, reuniones con las organizaciones inter-
medias, marchas pacíficas y sin interferir ni generar inconvenientes en el
tránsito, ni automovilístico ni peatonal, algo que no es muy bien visto en la
comunidad rafaelina, particularmente interesada en que nada interrumpa
su ritmo de vida, su crecimiento.
Pero hay algo que cuesta reconocer, y hay que mostrarlo, que la isla
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no es tan isla como se supone o al menos como suponen los otros, los de
afuera, porque este “paraíso” esconde, como dice la solicitada, sueldos
deprimidos y, en algunos casos, hasta sueldos de hambre; y de allí el
símbolo de la carpa como denuncia, como la única forma “empecinada”
de seguir luchando por lo que consideran justo y digno.
En la tercera jornada de la protesta, hay un encuentro informal con el
Intendente, pero que no avanza en las tratativas por destrabar el conflicto.
Según los gremialistas, el municipio tendría fondos para pagar el aumento
“porque se han incrementado los aportes por coparticipación de la Provin-
cia de un 110% más de los que estaba recibiendo” y que si bien con parte
de este aumento han renovado el parque de maquinarias que era otro de
los pedidos del gremio, les alcanzaría para tener en cuenta el reclamo sa-
larial. Por su parte, los representantes de la Municipalidad dicen que “…
hay reservas en la administración, pero no solamente hay que atender este
reclamo sino que hay otros aspectos que atender y brindar servicios, como
también encarar obras en la ciudad, debiéndose mantener el equilibrio”32.
Los encuentros no sólo contemplan a la cúpula ejecutiva, sino también
al Poder Legislativo local. Los manifestantes, luego de haber tomado la sala
del Concejo Municipal durante la sesión del jueves 9 de marzo con “carteles
en sus cuellos”, les solicitan a los concejales “que se hagan eco de su recla-
mo” y para ello conciertan una reunión con el cuerpo legislativo. En la mis-
ma, los ediles (entre quienes hay una mayoría oficialista) se muestran a favor
del planteo del gremio, comprometiéndose a solicitarle una audiencia al In-
tendente y a “manifestarle que el aumento solicitado por los municipales «es
factible»”33. Cuando los sindicalistas les consultan si habían podido analizar
los “números” del municipio, tal como les habían prometido en la última
reunión del Concejo, un edil oficialista les dice “que no habían podido hacer
nada, ya que «no tuvimos tiempo»”. Ante esa respuesta, los gremialistas
arremeten mostrándoles la información financiera que ellos tienen:
230
…históricamente el porcentaje presupuestario destinado al
pago de sueldos de los empleados municipales oscilaba entre un
42 y un 43 por ciento; mientras que en la actualidad apenas signi-
fica un 33 por ciento (…) el aumento salarial implicaría una ero-
gación de 2 millones de pesos durante este año y cuatro millones
luego34.
231
Poder Ejecutivo se aumentó sus salarios, mientras sus obreros
están bajo la línea de pobreza36.
36) Se está haciendo referencia al aumento de un 76% del sueldo del Intendente y su perso-
nal de gabinete de “manera inconsulta”. Diario Castellanos, Rafaela, 14 de junio de 2006
37) Diario La Opinión, Rafaela, 15 de marzo de 2006. La frase del entrevistado a la que hace
alusión el diario está haciendo referencia al año electoral.
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gumentaciones que se utilizan por parte de funcionarios municipales”,
para destinar partidas presupuestarias que solventen el aumento salarial
que exigen los municipales38. Esto pone en evidencia que desde el palacio
municipal hay una postura de atribuirles a los empleados municipales y
su gremio la culpa de los aumentos impositivos locales y la disminución
de la realización de algunas obras en la ciudad. Es decir, si el gremio cree
arrogarse el “apoyo popular” (o al menos así aparece en el discurso de
los diarios locales), la municipalidad tiene con qué rebatir este apoyo.
Lo cierto es que la extensión del conflicto es una bomba de tiempo
para ambas partes. La patronal arriesga una solución a su favor en la
certeza de que los manifestantes no van a poder mantener esta situación,
y de que comenzaría a resentirse la posición del gremio en la ciudada-
nía. El gremio, por su parte, se juega el todo por el todo, porque una vez
asentado el conflicto con la carpa ya no hay vuelta atrás. Los gremialis-
tas saben que va a ser duro, porque al entusiasmo primigenio le sigue
el cansancio o la rutinización del conflicto. Pero las formas de acciones
sindicales, bajo las modalidades ya comentadas, vuelcan la balanza a fa-
vor de los manifestantes: sin llegar a la violencia, “sin obstaculizar las
actividades culturales u oficiales de la Municipalidad”39.
Hacia fines de marzo, diferentes medios locales y provinciales anun-
cian el fin del conflicto. Luego de “diecinueve largos días de permanen-
cia en la carpa”, el titular del SEOM, Alejandro Mascardi, refiere que se
encuentran conformes, puesto que se ha logrado que “ningún empleado
cobre menos de 850 pesos de bolsillo, independientemente de las horas
extras y del salario familiar” y que “…también se obtuvo una recomposi-
ción para las categorías más altas, que en promedio recibirán incrementos
en el orden de los 100 pesos”, además de “…haber logrado avances en
otros temas que integraban en forma secundaria el reclamo, relativos a
escalafones, concursos, y nombramientos, entre otros”40.
El Acta–acuerdo firmada con el gobierno municipal, es una decisión
consensuada en Asamblea General y logra destrabar las negociaciones, ya
que permite lograr hasta mediados de año, la mitad de lo que se pide para
2006. Igualmente, las partes se comprometen a continuar las tratativas.
233
A mediados de 2006, para la misma fecha en que se renuevan las ne-
gociaciones salariales con el gobierno municipal, se realizan elecciones
gremiales y nuevamente la lista Naranja es la triunfadora, pero hay un
cambio al interior de la propia lista y que ya no sólo es de renovación de
cargos, sino de la proyección que se le intenta imprimir al gremio y que
trataremos de referir a continuación.
En la renovación de la comisión directiva, Mascardi es reemplazado
por Adolfo Massari en la Secretaría General quien, como parte de esta
dirigencia gremial que viene liderando el sindicato desde los noventa, rei-
vindica un sindicato “combativo”. En términos del mismo protagonista:
234
el 19%. Son todas cosas que nos fueron condicionando para
alcanzar lo que nosotros pretendíamos a principios de año42.
42) Diario La Opinión, Rafaela, 17 de agosto de 2006. Nótese cómo empieza a aparecer públi-
camente a nivel local, la queja de algunos sindicatos sobre el desfasaje entre salarios y costo
de vida real.
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con los aportes, pero sí discutíamos cada posibilidad de un au-
mento dentro de lo que entendíamos que eran las posibilidades
que nos daban los presupuestos. (…) con el tema de la Carpa
(…) había que manejarse con esta situación (La de los “presu-
puestos”) y estábamos en pleno proceso electoral y eso habla
de que nosotros hemos sido consecuentes con el cuidado de los
recursos aún en esa coyuntura y muchos nos plantean «bueno,
el personal les terminó votando en contra» en esa elección pun-
tual (Está hablando de la elección del año 2007) …puede ser
que algunos nos ha votado en contra, pero estoy seguro que la
población no, y por eso tan mal no nos fue43.
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Las particularidades que ofrecen las características de las luchas, como
la interpelación a la sociedad, a las organizaciones intermedias; el uso de
medios no convencionales de protesta (al menos para el ámbito rafaelino),
como es la carpa, y la apelación a diferentes medios de comunicación lo-
cales y provinciales, manifiestan la presencia de un nuevo formato gremial
local, más “moderno”, pragmático, lo cual no significa menos combativo.
Entre las fuentes escritas a lo largo de estos años analizados y recuperadas
para este trabajo, hay una referencia constante a la caracterización de una
élite sindical que apela a la “confrontación”, a la “conquista”, a la “lucha”,
a la “fuerza”, pero también a la “firmeza” y a la “inteligencia”. La idea de
la ofensiva permanente está significando la necesidad de este nuevo grupo
de estar, de mostrarse, de resistir, para ser, para vivir, para no caer, para
mantenerse. Esta resistencia, que con diferentes métodos se manifiesta
contra el poder y las formas de dominación local, se transformará, en esta
década, en la cristalización de una élite que logra capitalizar la lucha, las
dificultades y los logros alcanzados.
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Sobre los autores
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Anahí Pereyra es Profesora en Historia egresada de la Facultad de Hu-
manidades y Ciencias, Universidad Nacional del Litoral. Se desempeña
como docente en diversas instituciones educativas de nivel secundario de
la ciudad de Santa Fe.
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Nélida A. F. Diburzi es Profesora de Historia (UNL) y Especialista en
Historia Social (UNL). Se desempeñó, hasta su jubilación en 2015, como
Profesora Adjunta a cargo de Sociedades del Cercano Oriente y como
Profesora Adjunta en Prehistoria General y Americana y en Historia So-
cial de la Facultad de Humanidades y Ciencias de la UNL. Desde 2006
dirige la Olimpíada de Historia de la República Argentina, financiada
por el Ministerio de Educación de la Nación y la UNL. Sus investigacio-
nes giran en torno al movimiento estudiantil universitario santafesino en
los años sesenta, incursionando por ende en la Historia Reciente y la
Historia Oral. Ha participado de numerosos congresos y jornadas y ha
publicado artículos y escritos relativos a dicha temática.
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secundarias públicas de la ciudad de Santa Fe. Sus temas de investigación
giran en torno al mundo de los trabajadores en la historia reciente local.
Su proyecto de tesis doctoral abarca la reconstrucción historiográfica de
la experiencia de los obreros de la planta FIAT CONCORD Sauce Viejo
durante la década de 1970, focalizando en los procesos de movilización y
en las características de la represión en los ámbitos de trabajo, desde una
perspectiva de historia social y de género.
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