Está en la página 1de 4

LA PACIFICACION PORFIRIANA

Después de sus hazañas contra la intervención


francesa, Porfirio Díaz era un militar popular, poderoso y con
ambiciones políticas. Cuando Benito Juárez y      Sebastián
Lerdo de Tejada se reeligieron, Díaz se levantó en contra de
ellos al grito de no reelección, primero con el Plan de la Noria
y luego con el Plan de Tuxtepec.

 Conquistó el poder en 1877 gracias a su victoria en la batalla


de Tecoac. Las elecciones para presidente de 1878 casi
resultaron mera formalidad, pues Díaz ganó con el 97% de
los votos. El primer objetivo de su gobierno fue pacificar al
país y eliminar a los rivales políticos más poderosos. No dudó
en ejecutar a los levantados en su contra y exiliar a los
enemigos más molestos; también hizo cambios en las
cámaras para lograr un congreso dócil al poder ejecutivo.
Logró el reconocimiento de Estados Unidos, Alemania, Italia,
España y Francia, las potencias económicas de entonces.
Años de relativa paz permitieron el crecimiento de la
industria, la minería y los ferrocarriles, así como de los
latifundios y del número de peones.

 En 1880 Díaz, fiel aún al lema de la no reelección, apoyó a


Manuel González como candidato a la presidencia. González
fue la cabeza de un gobierno derrochador que agotó las
reservas monetarias del país; sin embargo, durante su
mandato hubo algunos logros, como la creación del Banco
Nacional de México y el crecimiento de la red ferroviaria.
Después de este régimen, el único personaje viable para la
silla presidencial era, de nuevo, Porfirio Díaz, quien se reeligió
con una votación casi unánime. Había surgido el poder que
gobernaría a México durante los siguientes 27 años.

Una vez consolidado en el poder, Díaz comenzó una política


de conciliación entre los sectores más favorecidos del país. A
los caciques regionales les permitió mantener el poder local a
cambio de su lealtad. Se reconcilió con la Iglesia católica y
sus antiguos enemigos conservadores, gracias a lo cual
México disfrutó de 27 años de paz, al final de un siglo de
batallas. Con la paz, la economía se recuperó: la minería, la
industria y las comunicaciones se desarrollaron rápidamente;
por primera vez en su historia México se convirtió en
exportador de productos agrícolas y ganaderos; también se
logró resolver el problema de la deuda externa que tenía al
país en bancarrota. El régimen porfirista fomentó el
desarrollo artístico y científico de México; se fundaron nuevas
escuelas, teatros, museos y academias.

Los intelectuales más importantes pensaban que sólo la


ciencia y la modernización industrial sacarían al país de su
atraso. Para conseguirlo había que importar capitales del
exterior. Los inversionistas procedentes de Estados Unidos,
Francia e Inglaterra crearon poderosas empresas en el ramo
de la minería, la agricultura, la electricidad, el comercio y los
ferrocarriles. Sin embargo, el progreso de México se logró
muchas veces a costa de los más débiles, es decir, los
campesinos, quienes eran despojados de sus tierras por las
compañías  y por ambiciosos hacendados. Los obreros y
peones agrícolas soportaban largas jornadas de trabajo a
cambio de un mísero jornal
¿Que fue el Plan de Tuxtepec?
Plan de Tuxtepec.       
Fue proclamado el 10 de enero de 1876 en Tuxtepec, Oaxaca. Fue
firmado por un grupo de militares instigados por el General Porfirio
Díaz, quien había perdido las elecciones contra Benito Juárez y
posteriormente contra Lerdo de Tejada. Dicho plan desconocía a
Lerdo como presidente pero reconocía la constitución de 1857 y las
Leyes de Reforma.

Orden y progreso
Orden y progreso es un término que proviene de una frase
de Auguste Comte, exponente de la ideología y filosofía
del positivismo: «L'amour pour principe et l'ordre pour base; le
progrès pour but» —« El amor por principio, el orden por base,
el progreso por fin», en francés—. También figura en
la bandera de Brasil. Porfirio Díaz, presidente de México por
más de treinta años, utilizó esta frase como un lema durante
su mandato. La idea de progreso era un tópico cultural
del siglo XIX.1
La interpretación dominante de los términos entendía el
progreso como crecimiento económico y modernización, y
el orden como la fijación de las condiciones
de tranquilidad en las cuales debía encontrarse
el pueblo para permitir la proyección del progreso sin pausa.
El régimen porfirista adoptó el lema “orden y progreso” que se
desprende de la línea de pensamiento positivista
predominante en esa época. El general Porfirio Díaz consideró
que la administración pública también debía echar mano de
la ciencia a fin de lograr el progreso humano y material. Ya lo
había enfatizado Gabino Barreda: “Tan imposible es que la
política marche sin apoyarse en la ciencia, como que la
ciencia deje de comprender en su dominio a la política”.

También podría gustarte