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Índice
Sinopsis Capítulo 19

Capítulo 1 Capítulo 20

Capítulo 2 Capítulo 21

Capítulo 3 Capítulo 22

Capítulo 4 Capítulo 23

Capítulo 5 Capítulo 24

Capítulo 6 Capítulo 25

Capítulo 7 Capítulo 26

Capítulo 8 Capítulo 27

Capítulo 9 Capítulo 28

Capítulo 10 Capítulo 29

Capítulo 11 Capítulo 30

Capítulo 12 Capítulo 31

Capítulo 13 Capítulo 32

Capítulo 14 Capítulo 33

Capítulo 15 Guía del Lector

Capítulo 16 Próximo libro

Capítulo 17 Sobre la autora

Capítulo 18 Créditos
Sinopsis
C
elia es una chica en problemas. Su corazón está ligado a Aric,
pero él es un were purasangre que debe negarla o arriesgarse a
condenar a su especie a la extinción. Y esa es solo su vida
amorosa. También la llamaron para derrotar a un grupo de demonios terroristas
buscando derrocar al mundo paranormal. (Sin presión).

Para derribarlos, Celia debe aliarse con Misha, el vampiro maestro que no
ha ocultado su deseo por ella. Y si eso no fuera suficiente desgracia para una
chica, la predicción de una clarividente podría destruir el amor de Celia y Aric
para siempre. La única forma de proteger el mundo del desenfrenado
terrorismo sobrenatural es que Celia se una a su compañero destinado. Y ese no
parece ser Aric…

Weird Girls #3
Capítulo 1
Mansión del Maestro Vampiro
Tahoe City, California

—¿Estás lista, Celia?

La voz de Misha no fue más que un susurro seductor. Me dejó sin aliento.

—Sí.

Sus ojos grises vagaron por mi cuerpo.

—¿Estás segura que puedes con esto?

—Sí.

—¿Todo esto?

Le lancé una mirada exasperada.

—Ya no estamos hablando del entrenamiento, ¿verdad?

Dejó escapar un suspiro profundo.

—No, pero quizás deberíamos continuar.

Misha dio la orden en forma de un asentimiento sutil. Diez de sus


vampiros me atacaron, la sed de la caza oscureciendo sus rostros demasiado
ansiosos. Era difícil no confiar en mis garras. Los vampiros lucharon sucio, y no
se contuvieron, pero maldita sea, tampoco yo. Mi cuerpo se deslizó ligeramente
por el piso de madera del dojang, justo cuando dos vampiros intentaron
taclearme. Se estrellaron entre sí, con fuerza, como dos rocas chocando.
Para el momento en que me puse de pie, tres más avanzaron. Golpeé,
pateé y maniobré para rodearlos. Fue agotador y mis instintos animales me
impulsaron a toda marcha. Aun así, mi necesidad innata de sobrevivir y los
largos meses de entrenamiento extenso en artes marciales dieron sus frutos. Los
vampiros sobradamente desagradables y excesivamente bronceados cayeron
con un crujido desgarrador contra el suelo duro mientras yo continuaba
resistiendo contra el resto. No fue fácil. Liz, Maria, Edith Anne y Agnes
Concepción fueron especialmente crueles. Para ser unas vampiresas que se
paseaban en uniformes escolares católicos todo el día, seguro que fueron un
grupo mezquino.

Maria echó hacia atrás su cabello oscuro, su acento brasileño espeso y


destilando con rencor.

—¿Recibiste una invitación para la boda de Aric y Barbara, pequeña


tigresa?

Eso fue bajo, incluso para Maria.

—Eso no es asunto tuyo. —Ni siquiera me había golpeado, pero la


noqueé con un gancho en la barbilla solo por ser una perra.

Liz saltó sobre el cuerpo de Maria, frunciendo su labio inferior


perfectamente regordete a medida que avanzaba con toda la gracia de un
guepardo hambriento.

—¿Qué pasa, Celia? ¿Te enoja no ser lo suficientemente buena como


para casarte con ese hombre lobo?

Mis vellos se erizaron. Liz había golpeado un nervio en carne viva.

—Menciona a Aric una vez más y estarás masticando tu próxima comida.

Liz sonrió, mirándome por encima de su nariz.

—Aric. Listo. ¿Ahora qué…?

Los colmillos de Liz aterrizaron en algún lugar cerca de los pies de Misha.
Él puso sus ojos en blanco. Una doncella en trance apareció en silencio y barrió
los caninos puntiagudos en un recipiente.

Edith Anne se agachó en una posición de ataque.

—Maldición. Eres una pequeña mierda enojada.


Le gruñí a Edith, bloqueé su golpe y retorcí su brazo detrás de su espalda.
Ella siseó y chasqueó sus colmillos hacia mí. La silencié con un codazo en la sien.
El chasquido repugnante casi haciéndome sentir mal. Casi.

Maria se agitó cuando recuperó la conciencia. Aún estaba molesta con


ella por mencionar la boda de Aric, así que la volví a noquear con una patada en
la cara. Mi amargura repentina abrumándome y haciéndome arremeter contra
dos vampiros masculinos que habían luchado por ponerse de pie.

Mi pie clavó al primer Vampiro en la mandíbula, pero su amigo me


golpeó en la cara antes de que pudiera plantar ambos pies. Giré en el aire tres
veces antes de chocar contra mi espalda. Mierda. Saltó al aire con el puño
echado hacia atrás. Rodé para alejarme… rápido. Gruñó al impactar, atravesando
su mano por el suelo. Mi talón encontró la parte posterior de su cuello antes de
que pudiera liberar su brazo. El estallido de sus vértebras y su cuerpo flácido me
indicaron que no se levantaría pronto.

Jadeé y me giré, maldiciendo bajo. El Vampiro podría haber roto mi


mandíbula fácilmente. Lo sabía, y también los siguientes dos vampiros que se
apresuraban contra mí.

No podía sanar como los weres, pero maldita sea, era igual de fuerte y un
poco más rápida. Y a diferencia de los weres, podía desmaterializarme bajo
tierra y salir completamente ilesa. Escupí un poco de sangre y usé mi
resentimiento contra los oponentes restantes.

Sostuve a Agnes y Edith con mis pies presionados contra sus gargantas,
teniendo cuidado de no sacar mis garras traseras cuando me agarraron por los
tobillos y me arrojaron. Di una voltereta y aterricé en cuclillas. Maria recuperó la
conciencia nuevamente, y me tacleó por detrás. Grité cuando sus colmillos se
clavaron en mi piel, perforando mi carne como un par de agujas abrasadoras. El
entrenamiento terminó y el dolor retrocedió antes de que pudiera arrancar a las
sanguijuelas fanáticas de Prada.

Edith y Agnes se sacudieron visiblemente cuando Misha arremetió contra


ellas.

—Celia me pertenece —siseó—. Jamás deben probarla.

Fruncí el ceño.

—No soy tuya.


Los vampiros me ignoraron.

—Maestro, no bebí su sangre. Lo juro —gimió Edith Anne.

Agnes se encogió a sus pies.

—Yo tampoco, Maestro. Ni siquiera una lamida.

Me froté la cara. Las colegialas católicas y yo no éramos exactamente


amigas. De hecho, apenas nos tolerábamos entre sí. Sin embargo, eso no
significaba que quisiera que se convirtieran en grumos de polvo. Me acerqué a
Misha y agarré su codo, deteniendo su diatriba.

—Misha, está bien. Solo me mordieron. En el hombro y… —Me giré para


mirar mi trasero—. Maldita sea, Edith, ¿me mordiste el culo?

Edith se revolvió de un lado a otro, mirándose los pies.

—Lo siento, Celia. Fue un accidente.

Su sonrisa malvada y su guiño coqueto me dijeron lo contrario. Misha las


fulminó con la fuerza de un jodido Maestro rudo.

—Váyanse, ahora.

El tal llamado príncipe de las Tinieblas sabía cómo despejar una


habitación. Sentí una brisa ligera y todos desaparecieron… como si azotaran una
cola sobrenatural. También intenté irme, pero Misha sujetó mi mano.

—Espera. Debo curarte.

La mirada ardiente que Misha me dio me dijo exactamente a qué se


refería.

—Está bien, solo son heridas punzantes. Mañana veré a Emme. Ella me
arreglará de inmediato.

Misha cerró la distancia entre nosotros.

—Dejaron marcas profundas. No deberías esperar para atenderlas.

—Misha…

Los escalofríos se extendieron por mi cuerpo cuando Misha lamió mi


hombro para sellar la herida. Su lengua y aliento calentaron mi piel. Misha había
estado alrededor por más de ciento cuarenta años; había tenido tiempo de
sobra para aprender a tocar a una mujer. Continuó, a pesar de que las
mordeduras se habían cerrado después de la primera lamida lánguida de su
lengua.

Rompí su agarre y retrocedí.

—Misha, no lo hagas. —Misha era un viaje emocionante que no quería


montar. Mi soledad se había vuelto insoportable; cada parte de mí anhelaba ser
tocada. Pero mi cuerpo no ansiaba sus manos.

La mirada acalorada de Misha me prometía horas de placer.

—Aún no he terminado, gatita.

Se me secó la boca. Esto era un problema. Cuando se trataba de pelear,


me enfrentaría a cualquiera, en cualquier momento y en cualquier lugar.
Cuando se trataba de hombres, me convertía en la superhéroe de los idiotas:
una gran “I” ardía en mi pecho y un ejército de demonios adoradores de
protectores de bolsillo se inclinaba a mis pies. Cualquier mujer capaz en mi
situación habría tomado el control y habría hecho que Misha suplicara por
placer. ¿Dónde estaban esas mujeres capaces cuando las necesitaba?

Retrocedí lentamente, riéndome un poco demasiado histérica para mi


gusto.

—En realidad, no quieres besar mi trasero, ¿verdad? ¿Qué pensará la


gente?

Una sonrisa malvada se extendió muy despacio por su fuerte rostro


masculino. Como si fuera una señal, una ráfaga pasó a pesar de las ventanas
cerradas y abanicó la larga melena rubia de Misha como un supermodelo
perfecto.

—¿Me consideras alguien a quien le importa lo que piensen los demás?

Me giré, buscando la fuente de la brisa. Mis cejas frunciéndose


fuertemente.

—¿Acabas de hacer eso a propósito? —El resplandor en su expresión de


“ven aquí y hazme cosas traviesas” confirmó mis sospechas. Tragué con fuerza,
disolviendo mi ceño. Ya había retrocedido contra las paredes de bambú.
Misha continuó acechando hacia mí. Sus ardientes ojos grises aceleraron
mi pulso, mis tristes partes femeninas gritaron para ceder, y mis manos
hormiguearon para quitarme la ropa. Gracias a Dios, mi mente aún funcionaba
razonablemente.

—Misha, bajo ninguna circunstancia tu lengua o tus labios tocarán mi


trasero.

Puso sus palmas a cada lado de mi cabeza y me contempló con un deseo


creciente.

—Como quieras.

Mis hombros se desplomaron de alivio… hasta que comprendí que no


había sido lo suficientemente específica. Misha agarró dos dedos de mi mano
derecha y se los llevó a su boca caliente, elevando instantáneamente la
temperatura de mi cuerpo diez grados más. Estaba tan distraída que no me di
cuenta que tiró de mis pantalones de yoga hasta mis tobillos. Por algún milagro
de lencería, mi tanga permaneció en su lugar. Sacó mis dedos encantados de su
boca y los deslizó sobre mis marcas restantes. Tragué pesadamente a medida
que él sostenía mi mirada. Mi cuerpo estaba temblando literalmente de
necesidad. Ningún hombre me había tocado así desde Aric…

Aric.

Salté del alcance de Misha, solo para aterrizar de cara y alejarme como
un maldito gusano epiléptico.

Misha suspiró cuando me las arreglé para levantarme y tirar de mis


pantalones en su sitio.

—Gatita, ¿por qué debes hacer las cosas tan difíciles?

—Misha, no quiero esto. Te lo dije antes de mudarme.

Misha se apoyó contra la pared y arqueó una ceja.

—Hace un momento no pareció así.

Mis manos cayeron a mis costados en frustración.

—Lo sé, y lo siento. Pero no puedo quedarme aquí si esto es lo que vas a
esperar de mí. Prometiste que mantendrías tus manos para ti mismo.
Misha se apartó de la pared y, en un abrir y cerrar de ojos, me enfrentó.

—Prometí hacerte el arma perfecta, una que podría ayudarnos a derrotar


a la Tribu. —Se lamió sus labios y se centró en los míos—. También prometí no
hacer más de lo que permitirías entre nosotros.

—No hay un nosotros, Misha. No puedo permitir que nuestra relación


vaya más allá.

Misha me disparó otra sonrisa maliciosa antes de darme su línea habitual.

—Ya veremos. —Me ofreció su brazo. Entonces supe que estaba


retrocediendo, así que dejé que me sacara del dojang—. Ven. Nuestra
reservación es para la siete.

La nieve crujió debajo de mis zapatillas. Normalmente, el camino de


pizarra a la casa principal se mantenía meticulosamente limpio, pero una ligera
capa de nieve había cubierto la piedra durante nuestro tiempo entrenando. Las
nubes se despejaron y los árboles aparecieron, revelando el brillo de mil
estrellas en el hermoso cielo de Tahoe.

Nos movimos rápidamente, pasando por el jardín principal. Al final de la


primavera, el encargado de Misha cuidaría minuciosamente de las flores y las
cascadas de piedra desembocando en una hermosa laguna llena de carpas. Por
ahora, el jardín estaba en su mayor parte tranquilo, solo el leve goteo del agua
corriendo, susurrando desde el hielo derretido.

La noche era encantadora, pero acarreaba cierto frío del tipo “tus bubis
van a romper tu camiseta”. Mi tigresa dorada interior generalmente me
mantenía caliente, pero ni siquiera ella podía competir con el frío en el aire,
especialmente en mi ropa de entrenamiento escasa.

Misha me pasó un brazo por los hombros cuando me estremecí.


Quienquiera que dijo que los vampiros eran helados lo tenía todo mal. Misha
era el equivalente sobrenatural a una manta caliente.

—Mejor busco mi abrigo de la casa de huéspedes.

Misha apretó su agarre, evitando que me desviara hacia mis aposentos.

—Tu abrigo te espera en mi limusina. —Sus manos frotaron contra mis


brazos tonificados—. Me agradaría que esta noche comieras más de lo que te
sacia. Has adelgazado demasiado.
Esa era la razón por la que había consentido en llevarme al buffet chino
de todo lo que puedas comer en South Tahoe.

—Mi peso sigue siendo el mismo, Misha. Simplemente ha cambiado un


poco.

—Tu tono muscular está muy definido. Has perdido demasiada grasa
corporal y tus senos son considerablemente más pequeños.

Crucé mis brazos sobre mi pecho.

—¿Qué demonios estás haciendo mirando mis senos? —Hice una mueca
cuando Misha rio entre dientes—. Olvídalo.

Misha tenía razón. Mis músculos eran más pronunciados que cuando
simplemente me ejercitaba por diversión. Pero entonces, esculpir mi cuerpo
para luchar por la Alianza recién formada era ahora mi carrera. Me estremecí de
nuevo, esta vez no por el frío. Nunca me había encantado destruir nada ni a
nadie… hasta que descubrí a los monstruos que se daban festines con inocentes
y disfrutaban de la crueldad.

La Tribu había surgido sin previo aviso, abofeteando al mundo


sobrenatural como unas perras y exigiendo que caigamos ante sus pies con
garras proverbiales. Liderados por señores demonios, reclutaron a weres, brujas
y vampiros condenados al ostracismo… a monstruos como yo, que nunca
pertenecieron a ninguna parte.

Podría haber llamado a la Tribu un grupo de locos y no habría estado


completamente fuera de lugar.

El problema era que, eran un grupo efectivo de locos estrafalarios que


buscaban dar a los demonios un mundo nuevo para apoderarse y un montón
de hembras desprevenidas para impregnar.

—¿Qué pasa? —preguntó Misha.

Mi odio por la Tribu me había distraído momentáneamente. Alejé mi ira y


volví a centrarme en mi Vampiro favorito.

—Misha, no quiero que castigues a Edith y Agnes por morderme.


Las comisuras de los labios de Misha se curvaron. Sabía muy bien que
mis pensamientos no habían estado en las buenas colegialas católicas. Aun así,
no me presionó.

—Celia, te mordieron después de que lo prohibí específicamente. No


tolero la desobediencia.

Me encogí de hombros.

—Simplemente se dejaron llevar. Fui bastante dura con ellas.

—¿Por qué las defiendes?

—Son mis amigas.

Misha parpadeó hacia mí como si hubiera sacado un conejo de mis


pantalones de yoga. Me reí. Nadie podía mentir a un were o un vampiro. Tenía
un fuerte sentido del olfato, pero ni siquiera yo podía oler una mentira como
ellos.

—Simplemente no quiero que nadie salga lastimado por mi culpa.

—Eso lo puedo creer, pero, querida, no me han dejado otra opción que
castigarlas.

Vivir con un Maestro Vampiro apestaba. En serio. Tenían sus propias


reglas sádicas, especialmente cuando se trataba de disciplinar a su familia.

—¿Qué tan severamente?

—Bueno, puede que no las mate, esta vez, pero puede que tenga que
torturarlas.

Tomé su mano y la apreté. Era algo que había comenzado a hacer


recientemente y me hacía sentir cercana a él.

—Hay otros métodos de castigo además de los físicos. ¿No puedes


intentar ser creativo y pensar en algo igual de efectivo?

Misha echó un vistazo a nuestras manos.

—Quizás.

—Por favor, Misha. Dormiré mucho mejor si lo haces.


—También dormirías mucho mejor si te unieras a mí en la cama esta
noche.

Todas las noches Misha me invitaba a entrar en su recámara. Todas las


noches me negaba. Y todas las noches alguien más se uniría a él. De vez en
cuando, eran varios alguien.

Bajé la cabeza.

—No puedo.

—¿Qué te detiene?

No respondí y continué hacia el camino circular. Deseaba ser tocada y, a


veces, el dolor punzante de mi soledad me enviaba a un estado de
desesperación. Pero Misha no era Aric. Y no estaba bien, especialmente porque
creía que Misha tenía sentimientos genuinos por mí. Era mi amigo, y me
destruiría lastimarlo.

No sé si mi expresión me delató o tal vez esperé demasiado para


responder, pero Misha comprendió enseguida la dirección de mis
pensamientos.

—Querida, el chucho se casará pronto. No tienes futuro con él. Necesitas


seguir adelante con tu vida.

—Lo sé, Misha, pero no puedo. —El ronroneo de su limusina Hummer


llenó la incómoda pausa entre nosotros. Hank, uno de los guardaespaldas y
conductor de Misha, saltó de su asiento para abrir la puerta.

Misha hizo un gesto con su mano.

—Después de ti —dijo en voz baja.

Asentí. La conversación de convertirse en compañeros de cama había


terminado. Al menos de momento.

Puse mi pie en la monstruosidad de vehículo. El aroma a hierbas secas y


magia golpeó mi nariz y envió un dolor punzante en mi cráneo. Me giré y me
abalancé sobre Misha y Hank, desmaterializándonos justo al momento en que
mi rodilla conectó con la pizarra. Disolví mi cuerpo y el de los vampiros en
partículas diminutas, pasando fácil y rápidamente a través del suelo helado y en
dirección al jardín. La tierra retumbó sobre nosotros. Viajamos rápido, pero no
llegué lejos. No había respirado lo suficiente y mis pulmones exigían aire.
Emergí a la superficie cerca de una secoya vieja justo cuando una segunda
explosión envió la puerta de la limusina por el aire hacia nosotros como un
bastón gigante.

Nos desmaterialicé hacia abajo hasta nuestras cinturas a medida que el


borde se incrustaba en la secoya encima de nosotros como la hoja de una sierra
eléctrica, fallando nuestras cabezas por menos de un segundo. Trozos de
corteza y cristales rotos salpicaron mi cuero cabelludo. Emergí a la superficie lo
suficiente como para arrastrarnos lejos de debajo de la puerta abollada. Caímos
de costado cuando una tercera explosión pulverizó lo que quedaba del
vehículo. Me quedé observando fijamente el infierno rugiente.

Santo cielo. Alguien acaba de intentar matarme.


Capítulo 2
L
as buenas Colegialas Católicas prácticamente me empujaron fuera
del camino en su urgencia de llegar a Misha. Cojeé alrededor de
Agnes Concepción, ignorando su siseo feroz cuando me interpuse
en su camino accidentalmente. Hank ladraba órdenes a los vampiros machos.

—Revisen el perímetro. Ahora. Quienquiera que haya lanzado el fuego de


brujas aún puede estar aquí. ¡Tim, revisa las grabaciones digitales en las cámaras
de vigilancia!

Los vampiros desaparecieron como una brisa pasajera. Cojeé hacia Hank,
quien se enfocaba con odio profundo en las brillantes llamas anaranjadas
cubriendo lo que quedaba de la limusina Hummer. El calor se hizo más fuerte
cuando me acerqué. La intensidad del fuego irritó mis ojos verdes y envió
chorros de lágrimas por mis mejillas calientes. No había humo, solo extrañas
llamas anaranjadas y el aroma creciente a hierbas secas. Hank lo había llamado
fuego de brujas. A mí me pareció más como múltiples granadas llenas de una
combustión mística. Pero por otro lado, él sabría más que yo.

—¿Sentiste algo cuando subiste, Hank?

—No. Nada. No sentí ni mierda hasta que te acercaste. —Me miró de


arriba abajo antes de tomar mi brazo. Me atrajo hacia la llama. O, al menos, lo
intentó.

Tiré de mi brazo para liberarlo.

—¿Qué crees que estás haciendo?

Hank puso los ojos en blanco.

—Solo confía en mí. ¿Quieres?

Arrojé mis manos al aire.


—Hank, me odias. Explícame por qué debería confiar en ti para guiarme
hacia un infierno mágico ardiendo.

Resopló.

—No niego que eres un dolor en el culo. Pero sabes que el Maestro me
estacará si te lastimo.

Eso era cierto. Aun así, eso no significaba que permitiría que me guíe
como a una pelele.

—¿Qué necesitas que haga?

—Solo da dos pasos hacia el Hummer.

Di un paso adelante. Las llamas se intensificaron. Tomé otro. Las llamas


gritaron. Gritaron como una mujer premenstrual en una seria necesidad de
chocolate. Es entonces cuando retrocedí cuatro pasos apresurados.

—Mierda —murmuró Hank—. Justo como pensé. Eres el maldito gatillo.


Quítate la camiseta.

—Um. No.

—¿Tus pantalones?

—¡No!

—Maldita sea, Celia. De todos modos, están desgarrados.

Clavé mi dedo en su pecho.

—¡Están desgarrados porque me golpeé la rodilla cuando salvé tu


lamentable culo no muerto! —Hank fulminó mi dedo con sus ojos, luego a mí.
Suspiré, me arranqué una sección de mis pantalones y se la arrojé—. Toma. ¿Eso
es suficiente?

Hank me arrebató la tela y la olisqueó, sonriendo cuando percibió el olor


de mi sangre. No, eso no era espeluznante ni nada así. Se acercó al fuego y
arrojó la tela como un frisbee. Una carga estática de luz naranja crepitó sobre el
fuego y el aroma de las hierbas se intensificó hasta que cubrió mi lengua con
una película desagradable. Secciones de llamas corrieron hacia el interior de la
tela como pequeñas entidades de fuego. Saltaban una encima de la otra en su
intento de alcanzar la tela que se estaba desintegrando, pero en lugar de
fortalecerse uniéndose, se extinguieron una por una.

Todo lo que quedó del auto de Misha fue un deformado marco cubierto
de cenizas.

—Alguien intentó matarte, Celia —murmuró Hank, su tono a un paso por


encima de un siseo—. Este fuego de brujas no se habría apagado a menos que
hubiera cumplido el cometido de eliminar su objetivo.

Aparté mi largo cabello ondulado de mi cara. No quería que tuviera


razón. Y Hank tenía un punto: el mojo del fuego de brujas pareció satisfecho
una vez que probó mi sangre. Increíble. Solo una criatura malvada más
queriendo un pedazo de mí.

El calor se alzó a mi alrededor por el temperamento creciente de Hank.


Habría sido dulce si estuviera enojado porque un gran malvado había intentado
asesinarme. Pero lo sabía bien. Hank estaba furioso porque casi lo habían
dejado como tostadas quemadas. Como Maestro Vampiro, Misha habría
sobrevivido al incendio y al impacto. Hank… no tanto. Habría sido el equivalente
Vampiro a una cerilla empapada de gasolina.

—¿Cómo entró una bruja aquí para lanzar un hechizo como ese? Todo el
recinto está protegido contra un ataque.

—Eso es lo que me gustaría saber. —Misha avanzó hacia mí pareciendo


calmado y sereno ante cualquier humano. La forma en que su familia se
extendía para darle un espacio amplio y el olor amargo de furia que alertaba a
mi tigresa sugería que su medidor de enojo había alcanzado un nivel récord.

Hank se inclinó.

—Maestro, encontraremos quién hizo esto. Y cuando lo hagamos, le


arrancaré los riñones y se los daré de comer.

Conociendo a Hank, esto no era una gran exageración. Misha se cruzó de


brazos y se fijó en mi rodilla.

—Estás herida. —Detrás de mí sonó un teléfono. Edith Anne lo silenció


velozmente.

—Estoy bien, Misha. Es solo un rasguño.


Sonó otro teléfono. Otra Colegiala Católica apagó el timbre.

—¿Puedo curarte?

Me alejé.

—No, Misha. Solo necesito un poco de hielo. —Maria corrió hacia la casa.
Sonó otro teléfono celular, luego otro y otro. Misha y yo giramos hacia el grupo
justo cuando el tono de llamada “I'm Sexy and I Know It” de alguien inundó la
noche fría—. ¿Quién está llamando?

Los vampiros de Misha intercambiaron miradas, pareciendo temerosos


de revelar la identidad de la persona llamando. Maria se apresuró a regresar con
una bolsa de sándwich rellena de hielo. Dios sabía que un Vampiro podía
arrastrar su culo seriamente cuando estaba motivado por su Maestro. Su
teléfono sonó entonces. Arrojó el paquete de hielo a mi cara. Lo atrapé y casi se
lo arrojé de vuelta hasta que la vi mirando boquiabierta hacia su teléfono. Tragó
con fuerza y levantó su barbilla.

—Es uno de los chuchos de la manada.

Mi cuerpo se puso rígido. De acuerdo. ¿Cuál de todos?

—Responde —espetó Misha.

Para el momento en que Maria tocó la pantalla, un gruñido atronador


estalló en el otro extremo de la línea.

—¡Pon. A. Celia. Ahora!

Koda. Mi cuñado siempre tan amable y cariñoso. Alcancé el teléfono y le


siseé a Maria cuando no me lo quiso entregar.

—¡Dame el maldito teléfono! —Después de un gesto de Misha, me lo


lanzó con tanto amor como con la bolsa de hielo—. Koda, soy yo.

Sus gruñidos se silenciaron.

—¿Estás herida? Sabemos de la explosión.

Koda era el chico experto en tecnología. O había pirateado las cámaras


de seguridad de Misha o había puesto a alguien de guardia cerca del recinto.
No debería haberme sorprendido, pero eso no significaba que me gustara.
—Estoy bien. —Me fijé en los restos. El motor colapsó con una explosión
fuerte—. Nada de que preocuparse.

Koda hizo una pausa, habiendo escuchado obviamente el último respiro


del motor.

—Usaron fuego de brujas, Celia.

—Así me dijeron. No te preocupes. Los vampiros lo están investigando.

Otro estruendo estalló. Esta vez no fue Koda. Me congelé cuando lo


reconocí como el gruñido de Aric.

Estaba allí, en la habitación con Koda.

—Estoy bien —repetí una vez más, mi voz temblando de sorpresa. Aric
no sonó satisfecho. Odiaba que viviera con Misha. Pero él había tomado una
decisión, y yo también.

Otro gruñido agudo atravesó el teléfono. Cerré mis ojos e imaginé sus
ojos castaños claros, la sexy barba incipiente cubriendo su mandíbula fuerte, y la
sonrisa que nunca dejaba de detener mi corazón.

Mi voz ronca se suavizó, como siempre lo había hecho en su presencia.

—Me raspé la rodilla, pero no es nada. Por favor, no te preocupes, lobo.

Ya no hablaba con Koda, sino con Aric. Sus protestas se detuvieron


abruptamente. En el silencio que siguió, pude escucharlo tomar algunas
profundas respiraciones controladas.

—Está bien —respondió Aric en su timbre profundo—. Cuídate. —Una


puerta se abrió y cerró en el fondo, haciéndome saber que se había ido.

La voz de Koda me trajo de vuelta al momento.

—¿Necesitas que vayamos por ti?

—No… Gracias. Nos veremos mañana en la casa.

Cuando colgué, todos los ojos estuvieron sobre mí. Y, figúrate, nadie
pareció emocionado. Los vampiros de Misha se dispersaron uno por uno.
Envolví mis brazos alrededor de mí. Ahora que el fuego de brujas se había
desvanecido, el aire se tornó frío y denso.
—Ven —dijo Misha finalmente—. La cena espera.

Misha deslizó su brazo alrededor de mis hombros y me llevó a la casa. Un


equipo de vampiros apareció con sierras, mazos y miradas sucias. Mi cuerpo
tembló. Pero los vampiros no fueron la causa de mi incomodidad. Mudarse al
Château de Misha nunca había tenido que ver con ser muy amable que digamos
con las criaturas ensimismadas que tenía que esforzarme por no golpearlas. De
hecho, estaba casi acostumbrada a sus comentarios sarcásticos y maliciosos. A
lo que no estaba acostumbrada era a los atentados contra mi vida, a pesar de
que había experimentado mi parte justa siendo “marginada” de la comunidad
mística. Tampoco estaba acostumbrada a no escuchar la voz de Aric. Todo lo
que se necesitaba era su familiar tono profundo para tirar de los hilos en mi
corazón y enviarme a un estado de miseria.

El aroma a pato asado llenó mi nariz. Entrecerré mis ojos un poco a


medida que se acostumbraban a la cocina resplandeciente de inspiración
europea. Misha debe haber usado su mojo Vampiro para poner al chef a
preparar la cena. Chef corría entre la estufa industrial de acero y la encimera de
mármol tostado, cortando, rebanando, revolviendo y maldiciendo en francés. De
todos los vampiros en la fortaleza de Misha, Chef era, con mucho, el bastardo
más malhumorado.

—Merde —murmuró al momento en que nos vio.

Chef vivía (bueno, en la muerte) para preparar comidas casi demasiado


bonitas para comer. Lo ignoré y me dirigí hacia la mesa, sintiéndome más fría de
lo que debería en la cocina cálida.

—Descubriré quién intentó matarte, Celia. No temas por tu seguridad en


mi casa.

Debo haberme visto patética para que la ira de Misha reaparezca.

—Lo sé, Misha. No te preocupes. Estoy bien. —Me estaba cansando de


repetirme, principalmente porque no estaba “bien”. Simplemente estaba
siguiendo adelante porque, maldita sea, había un mal en marcha.

Mi nueva vida como arma de los vampiros probablemente era el camino


más peligroso que podría haber elegido, y aun así, me parecía correcto. Casi
había perdido a una hermana por la Tribu y vi a innumerables inocentes sufrir
mientras solo permanecía ahí inmóvil. Pero no estaba indefensa, y aunque
estaba lejos de ser perfecta, podía ser el arma perfecta… al menos en lo que
respecta al Equipo Drácula.

Mis poderes eran únicos y fuertes, incluso en un mundo lleno de


músculos sobrenaturales. Mi habilidad para desmaterializarme por debajo de
tierra de forma ilesa me hacía difícil de rastrear y conquistar. Mi bestia interior
también me hacía formidable contra cualquier cosa con colmillos o garras. La
luz pura podía abrasar a un demonio y detonar a un Vampiro promedio, pero
no tenía ningún efecto en mí. La legión de muertos vivientes de Misha no podía
decir lo mismo.

Los weres me igualaban en fuerza, pero habían dejado en claro que no


me querían. De modo que, en mi búsqueda para librar al mundo de la Tribu,
elegí ayudar a los vampiros, tal como Aric había elegido su manada por encima
y más allá de mí.

Mierda. Me froté mi cara. Al final, mis pensamientos siempre volvían a


Aric.

Misha me observaba de cerca. El silencio entre nosotros tornándose más


largo y lleno de tensión. Cuando habló, su ligero acento ruso hirvió con
frustración.

—Debes olvidarte de esa bestia, Celia. Incluso si ese chucho te ama, está
obligado por la sangre y la manada a reproducirse con su especie. No hay nada
que puedas hacer. Tu relación con él ha terminado.

Misha había reconocido los gruñidos de Aric igual que yo. Los había
escuchado mil veces por miedo a mi seguridad. Misha los había escuchado en el
extremo receptor de la ira de Aric. Definitivamente había experimentado el lado
más cariñoso de ese hombre lobo. Me senté despacio.

—¿Te das cuenta que solo me llamas Celia cuando hablas en serio o
cuando estás enojado conmigo? —Sonreí débilmente—. ¿Cuál es ahora?

Se sentó al otro lado de la mesa frente a mí, frunciendo el ceño de una


manera que habría enviado a su familia a toda prisa por miedo.

—Quizás un poco de ambos, ya que no logras volver a tus sentidos.


Podrías estar con un hombre más merecedor. —Hizo una pausa—. Podrías estar
conmigo.
Su comentario me dejó sin aliento. Por una vez, no me estaba pidiendo
simplemente que me acueste con él.

—¿Me estás pidiendo un compromiso?

La mandíbula de Misha se tensó.

—Quizás.

Me puse de pie y avancé a su lado y aparté su largo cabello rubio de su


rostro. Su expresión se suavizó cuando captó mi sonrisa.

—Creo que tú eres el que necesita volver a sus sentidos. Te mereces algo
mejor de lo que puedo darte.

Y lo decía en serio. Para un vampiro, Misha era un partido tremendo.


Además de su increíble belleza masculina, era una compañía inteligente,
divertida y agradable. Y, para cualquiera que le importara, también era
obscenamente rico. Creo que era dueño de Canadá.

Misha me contempló con total ternura. Era una mirada que me daba con
frecuencia ya que le había devuelto el alma sin querer. Su expresión era una de
amabilidad y compasión que nunca lo había visto demostrarle a nadie, y eso me
conmovía profundamente. Extendió la mano y acarició mi cara.

—Gracias por creer que soy un hombre mejor de lo que soy.

Apreté su mano grande con la mía a tiempo para que apareciera Hank.

—¿Encontraste al culpable? —preguntó Misha sin mirarlo.

Hank sacudió la cabeza.

—No, Maestro. Hemos buscado en la casa y los terrenos, y se han


revisado las grabaciones digitales tomadas durante las últimas veinticuatro
horas. Nadie más que tu familia y tus festines han entrado en las inmediaciones.

Lo que significaba que la limusina había sido manipulada con las bombas
durante una excursión… o la familia de Misha me odiaba más de lo que
pensaba. Mis pensamientos se reflejaron en mis rasgos latinos como un faro.

—Nadie de mi familia se atrevería a hacerte daño —dijo Misha. Se giró


hacia Hank.

Hank se alejó en la habitación como si Misha empuñara un lanzallamas.


—No… por supuesto que no, Maestro. —Sacudió su cabeza hacia mí—.
Nunca pensaríamos en lastimar a nuestra encantadora Celia.

Hice todo lo posible para no poner mis ojos en blanco. Por supuesto. Sí.
Lo que sea.

—¿Cuánto tiempo puede permanecer inactivo un hechizo como ese? No


he subido a la limusina en más de una semana.

—Al menos un mes, en las condiciones adecuadas. Cuanto más tiempo


esté inactivo, más peligroso se vuelve. Su hambre por su presa destinada
alimenta el acelerante.

Mi tigresa interna se alzó y me arañó con irritación. No nos gustaba que


nos llamaran “presas”; atraía a nuestra necesidad de cazar y nuestras garras
ansiaban por luchar.

—Entonces, una bruja me persigue o alguien contrató a una para lanzar


un hechizo.

—Eso parece. Tal magia es antigua. Se sigue creando en un caldero y se


vierte en un vial al finalizar. Dado que la magia se dirige a un sujeto específico,
cualquiera puede llevar el espécimen sin arriesgarse a lesionarse y dispensarlo
donde quiera.

Mi tigresa se inquietó y paseó dentro de mí de un lado a otro.

—Me estoy imaginando el fuego de brujas por todo el recinto como


minas terrestres. Por favor, dime que estoy equivocada.

Misha sacudió la cabeza.

—El fuego de brujas es potente, pero se destruye fácilmente cuando se


expone a los elementos. Los pocos que pueden lanzar tal hechizo rara vez
eligen hacerlo. Su magia queda silenciada para darle fuerza al hechizo, y a
menudo no puede regresar. —Su mano cubrió la mía cuando sintió mi duda—.
Confía en mí, querida. Las brujas acumulan su poder: no son de las que
apuestan por algo considerado tan valioso.

—A menos que la bruja estuviera lo suficientemente desesperada como


para acabar conmigo, o que alguien la obligara.
—O llenara sus bolsillos. Esa magia cuesta más que la mayoría de los
hogares estadounidenses.

Caray.

Otro Vampiro aprehensivo entró en la cocina con la cabeza baja.

—Maestro, su cena está lista.

Misha suspiró, molesto.

—Puede esperar. Estaré con ella cuando termine mi comida con Celia.

No pude evitar reírme. El mundo sobrenatural era un torbellino de risas


retorcidas, doblemente sumergido en una salsera llena de locura. ¿En dónde
más alguien se referiría a la cena como “él” o “ella”?

—¿Qué hay en el menú esta noche, Misha? ¿Una rubia, pelirroja o


morena? —pregunté.

No habría bromeado si hubiera pensado que alguno de los vampiros


haría daño a sus invitados a cenar.

Los vampiros mantenían su belleza, su juventud y sus cuerpos


funcionando al tomar pequeñas cantidades de sangre de los humanos durante
todo el día. Entre su buen aspecto de supermodelo y las feromonas seductoras
que emanaban, los humanos acudían a ellos en masa. Tampoco dolía que el
proceso de consumo de sangre fuera el equivalente de múltiples orgasmos
emocionales. Misha especialmente parecía ser un gran comensal estupendo. Por
lo general, podía escuchar a su comida gritando por Jesús y todos sus discípulos
desde la casa de huéspedes. Oh, sí, ser una supuesta criatura de la noche no
apestaba demasiado; la mayoría pasaban sus días bronceándose.

Pero aunque sabía que los vampiros no daban tanto miedo como Bram
Stoker afirmaba, sus “festines” no eran algo que pudiera observar
cómodamente. Los vampiros comían lejos de mí. Desde mi llegada, Misha
generalmente comía primero conmigo sus comidas sin accesorios ni tacones.
Sospechaba que era su forma de vincular conmigo, especialmente porque
consumía comida porque podía, no porque lo necesitara. Solo la sangre podría
mantenerlo vivo y joven.

Misha sonrió.
—¿En serio deseas saber los detalles de mi plato principal?

Hice una pequeña mueca.

—No. En realidad, no.

Chef interrumpió colocando una ensalada de remolacha con mandarinas


frente a mí. El líquido color vino de las remolachas se acumulaba en el fondo,
untando la elegante porcelana blanca y robándole su pureza. Me recordó a la
sangre. Mi sangre.

Moví las rodajas, preguntándome si sería capaz de soportarlo ahora que


había hecho la comparación.

—Misha, ¿por qué alguien intentaría matarme? Mis asignaciones han sido
ocultas cuidadosamente, y los vampiros y yo no hemos dejado ningún testigo
después de nuestras batallas.

Misha dejó el tenedor y se recostó en su silla. Sus ojos grises


parpadearon con algo que no pude interpretar del todo y su voz bajó a un tono
ominoso que me puso la piel de gallina.

—Te lo dije, el lago me susurra los secretos llevados por el viento. Los
oscuros te ven como una amenaza. Pero uno en particular te percibe como la
clave de su destrucción. Celia, te lo advierto: no se detendrá hasta tu muerte.
Capítulo 3
V
irginia estaba parada en el pasillo, observando como Misha y yo
comíamos nuestro pastel de terciopelo rojo. Era posiblemente la
pelirroja más llamativa que hubiera conocido. Su piel era perfecta
y de un blanco lechoso. Sus ojos eran de un azul hermoso y siempre lujuriosos
cuando se fijaban en Misha. Era humana, pero me hacía sentir extrañamente
incómoda.

En algún momento de su vida, había sido una abogada extremadamente


exitosa. Había conocido a Misha originalmente en un baile de caridad, donde se
habían escapado juntos y tuvieron un momento. Según lo que me dijo Hank,
Virginia había estado obsesionada con Misha desde entonces. Ahora era una
“regular”, permitiéndole a Misha alimentarse y tener sexo con ella
frecuentemente.

De vez en cuando, un Maestro Vampiro elegía dejar que un humano


tomara conciencia de la sociedad de vampiros. Esto se permitía solo porque los
humanos podían ser hipnotizados para guardar sus secretos. En este caso,
Misha eligió a Virginia. Ya no practicaba derecho; complacer y seducir a Misha
se convirtió en su trabajo de tiempo completo.

Me incliné hacia adelante y hablé suavemente.

—Virginia está de pie en el pasillo.

Misha no se molestó en levantar la vista de su plato.

—Soy consciente de su presencia.

—¿Quieres que se una a nosotros?

—No.

Sumergí mi tenedor en la espesa guinda de queso crema y embarré la


nariz de Misha con él.
—¿Por qué?

Misha se detuvo e intentó mirarme enojado, pero no pudo ocultar el


brillo en sus ojos grises o su sonrisa malvada. Se limpió la nariz con su servilleta
de seda blanca antes de volver a colocarla en su regazo.

—Querida, este es nuestro tiempo juntos y ella solo será una distracción.

Virginia deslizó su lengua escandalosamente larga por sus labios


inyectados con colágeno. En cierto modo, sentía pena por ella. No tenía amigos.
Misha era su universo.

—Um. Tal vez lo atenúe un poco si se lo pides amablemente.

Misha dejó escapar un suspiro frustrado antes de girarse para dirigirse a


Virginia.

—Virginia, entra aquí, y por favor, intenta contenerte.

Virginia se deslizó, jadeando en anticipación. Para cuando se sentó a


horcajadas sobre Misha, su blusa estaba completamente desabrochada y había
olvidado usar sujetador. Lamió la oreja de Misha y se frotó sobre su regazo. Me
senté allí mirándolos boquiabierta, con un tenedor aún en mi mano. Misha puso
los ojos en blanco y me dirigió una mirada de “Te lo dije”.

Empujé mi silla hacia atrás.

—Muy bien. Creo que volveré a mi casa.

—Eso no es necesario, gatita. Virginia se estaba yendo. ¿Cierto, Virginia?

Virginia sobresalió su labio inferior y puso un puchero. Estampó su pie en


el suelo, y luego hizo una salida dramática y fascinante. Seguí mirando hacia la
puerta incluso después de que ella se fuera.

—Pensé con seguridad que te obedecería cuando le dijiste que se


comportara.

—Se contuvo, gatita. ¿No te diste cuenta que aún estoy usando mis
pantalones?

Miré debajo de la mesa solo para asegurarme. Virginia me pareció el tipo


de chica que podía quitarle los pantalones con los dedos de sus pies.

—Siempre ha sido tan… ¿obvia?


—Últimamente ha empeorado, desde que insistió en que la convierta en
vampiro.

Me enderecé un poco, sorprendida por la noticia.

—¿Crees que lo harás?

—Lo dudo mucho. Si tengo éxito, nunca me libraré de ella. Además,


nunca podría confiar en ella plenamente.

—Pensé que tus vampiros están bajo tu control y deben seguir tus
órdenes… y nada más.

—Lo hacen. Sin embargo, de vez en cuando algunos pueden resistirse,


especialmente si renacen como Maestros. Creo que Virginia estaría entre esos si
la convirtiera.

—Puedo ver por qué estarías tan aprehensivo por eso. —Esperé,
debatiendo si debía preguntar lo que me había estado preguntado durante
tanto tiempo.

Misha arqueó una ceja.

—¿Hay algo que te gustaría saber, querida?

—Hmph —resopló Virginia desde la puerta. Había aceptado la orden de


Misha de dejar la cocina, pero se negó a ir lejos. Fruncía el ceño, enojada por su
despido, y claramente molesta que me hubiera llamado su “querida”.

—Virginia, si quieres recibir algún placer de mi parte esta noche, cesarás


tu comportamiento infantil. —Misha ni se molestó en volverse hacia ella; en su
lugar, apartó mis rizos largos detrás de mi hombro—. Ahora, si nos disculpas, a
Celia y a mí nos gustaría estar solos.

Virginia me sonrió antes de irse. No fue una sonrisa amistosa. Era más
como una sonrisa loca de “algún día comeré tu hígado con habas”. Como dije,
me ponía los pelos de punta.

—¿Estabas diciendo? —preguntó Misha.

Me encogí de hombros.

—Solo me preguntaba cómo un Maestro crea un Vampiro.

Misha se inclinó hacia delante.


—¿Por qué? ¿Estás interesada en convertirte en uno?

Descansé mi barbilla en mi mano. No me intimidaba en lo más mínimo.

—No, solo tengo curiosidad. Está bien si no quieres decírmelo.

Misha rodeó la mesa y se arrodilló frente a mí. Tomó mis manos,


colocando las yemas de mis dedos sobre su coronilla y frotando suavemente.
Sentí dos hendiduras. Luego los deslizó un poco hacia su frente y tracé dos
surcos más. Al principio, no entendí, pero entonces comprendí.

—Perforas el cerebro… ¿con tus colmillos?

Él asintió y sonrió, pero su sonrisa carecía de cualquier rastro de humor


genuino.

—¿Pero eso no mataría a un humano?

—Sí, por lo general, pero es por eso que resulta difícil hacer un vampiro.

—¿Pero por qué el cerebro? Los weres perforan los corazones.

—Creo que es simplemente porque los vampiros han valorado


tradicionalmente al cerebro como el órgano más importante. Somos
inteligentes y analíticos. Los weres creen que el corazón lo abarca todo.

Con esa declaración tan simple, Misha había hablado mucho sobre las
diferencias entre Aric y él. Seguí mirándolo boquiabierta.

—Entonces, ¿como los weres, transfieres tu poder a la persona que estás


convirtiendo?

—Sí, pero a diferencia de los weres, los vampiros no corren el riesgo de


morir, si fallamos. Funciona o no funciona.

—¿Y así es como Uri te convirtió?

—Sí.

No pude detener mi estremecimiento.

—¿Dolió?

Misha se calló, como si recordara.

—Sucedió hace más de ciento veinte años y… aún recuerdo el dolor.


La idea de que él sufriera me dejó inexplicablemente triste, tal vez
porque, como él, había experimentado mi propio dolor. Puse mis manos sobre
la cabeza de Misha y pasé mis labios por los sitios de los colmillos. Agarró mis
muñecas, mirándome fijamente a los ojos mientras se ponía de pie.

—No me compadezcas, querida. Mira alrededor. Como puedes ver, valió


la pena.

No me molesté en hacer lo que me pidió. En mi intento de mostrarle


compasión, lo había insultado inadvertidamente. Los Maestros Vampiros se
creían dioses que gobernaban la tierra y allí lo había tratado como mi igual, o,
como él lo veía, alguien debajo de mí. Su expresión oscura me trajo una
sensación de inquietud.

—Si tú lo dices, Misha. Mira, estoy cansada y Virginia probablemente te


está esperando. Creo que es hora de dormir.

No me soltó de inmediato. Justo cuando pensé que podría tener que


romper su agarre, dejó caer mis manos y asintió secamente.

—Buenas noches, Celia.

No era bueno que volviera a llamarme por mi nombre, especialmente en


un momento tan volátil.

—Buenas noches, Misha.

Abandoné la cocina y salí apresuradamente por la puerta trasera a la


terraza, abrazando mi cuerpo con fuerza cuando sentí el primer aguijón de la
noche amarga. Misha generalmente me acompañaba o alguien me acompañaba
a la casa de huéspedes. No lo hizo esta noche y en cierto modo lo preferí. Mi
mente intentaba dar sentido a sus acciones y al cambio repentino en su estado
de ánimo. Cuanto más analicé la situación, más decidí que era mejor no saberlo.

Mis zapatillas deportivas crujieron contra la espesa nieve en el jardín,


pero el repentino estado de alerta de mi tigresa disminuyó mis pasos. Giraba de
derecha e izquierda, buscando una salida de mí y emocionada por el repentino
aroma abriéndose paso entre las ráfagas. Levanté mi cabeza hacia el pino
sacudiéndose a mi derecha, mis labios separándose al ver la figura oscura
agachada entre las ramas. Saltó y aterrizó con la gracia controlada de un
depredador, observándome a medida que se levantaba.
Aric.

—Me atrapaste —dijo en voz baja. Asentí, mi respiración alojándose


profundamente en mis pulmones—. Sé que no debería haber venido. Pero
necesitaba asegurarme que estuvieras a salvo.

Cinco vampiros emergieron de detrás de los árboles, sus siseos agudos


obligando a la voz profunda de Aric a transformarse en un gruñido desafiante.
Nos rodearon, sus miradas crueles clavadas en Aric.

—Inténtenlo —retumbó.

Me alejé de Aric y me enfrenté al Vampiro líder.

—Vuelvan a sus puestos.

—El perro no pertenece a la tierra de nuestro amo, Celia —siseó, sus


incisivos alargándose.

—Lo hace como mi invitado. —Mi voz permaneció tranquila. Mis garras
sobresalientes revelando que ensartaría corazones como pollos si alguien le
ponía encima un colmillo a mi lobo.

Los vampiros avanzaron.

—Muévete, Celia…

—¡No estoy preguntando! —espeté—. ¡Te estoy ordenando que regresen


a sus malditos puestos! —Misha me había legado el título de Señora de la Casa
de Aleksandr cuando me mudé en un principio. En su mayor parte, su familia y
yo ignoramos la llamada promoción. Raramente usaba el rango, pero lo hice
entonces. Los vampiros se retiraron lentamente, volviendo a sus escondites con
maldiciones y gruñidos audibles.

Solté mi respiración con un estremecimiento solo para quedarme sin


aliento cuando la pesada chaqueta de cuero negro de Aric cayó sobre mis
hombros. La misma chaqueta que le había regalado en su cumpleaños hace
mucho tiempo. Bajé mis párpados para vencer las emociones crudas de nuestra
ruptura. Habían pasado meses desde esa noche horrible y aún dolía mucho.

Los iris castaños de Aric resplandecieron cuando juntó el cuero suave


contra mi pecho.

—Tienes frío —dijo.


Me alejé de él.

—N-no entiendo por qué estás aquí. —Se enderezó, quedándose en


silencio.

La nieve caía en cúmulos gruesos, cubriendo su cabello castaño oscuro y


pegando los extremos sobre sus cejas gruesas. Me concentré en el agotamiento
arrastrándose desde su barba incipiente más espesa de lo normal hasta las
arrugas en sus ojos.

El silencio y la tensión se extendieron entre nosotros. Finalmente, las


palabras salieron por mis labios.

—Entra un momento.

Aric me siguió por el jardín hasta la casa de huéspedes. Las luces se


encendieron, iluminando la encimera de granito verde y los electrodomésticos
de acero inoxidable. Me quité mis zapatillas empapadas y arrojé mis calcetines
en la cesta vacía en el lavadero. Sin mirarlo, puse su chaqueta sobre uno de los
taburetes de hierro forjado y me dejé caer en el sofá de ante color chocolate
frente a la chimenea de gas.

Me concentré en las llamas, las mismas llamas en las que había arrojado
la invitación de su boda con Barbara. Las huellas del golpe que me había
enviado por correo ya no eran evidentes. Pero el insulto y la bofetada
perduraron. Metí mis piernas desnudas debajo de mí, ignorando el dolor en mi
rodilla lesionada, y esperé mientras Aric se quitaba la nieve de sus botas
pesadas.

Se sentó junto a mí, descansando sus antebrazos sobre sus muslos


musculosos. El calor de su cuerpo venciendo al calor del fuego.

—No deberías estar aquí, Aric —dije en voz baja.

Aric apartó su cabello húmedo de sus ojos, observando mi semblante.

—No quiero molestarte, Celia. Es lo último que quiero. Pero necesitaba


ver por mí mismo que no estabas lastimada. —Tragó con fuerza—. Me está
matando que no pueda estar cerca para protegerte.

—Pronto tendrás una esposa para proteger y cuidar. No te preocupes


por mí.
Aric dejó caer su cabeza entre sus manos grandes.

—No lo hagas.

Mis ojos ardieron. Me mordí mi labio inferior para contener mi pena.

—¿No hago qué? Es la verdad.

Inclinó su barbilla hacia mí.

—No me recuerdes lo que tengo que hacer. Si esta maldita guerra no


hubiera estallado, jamás te habría abandonado. —Hizo una pausa cuando la
primera de mis lágrimas corrió por mis mejillas.

Nunca pudo soportar verme llorar. Me limpié las lágrimas con irritación.
Alcanzó mi mano y unió nuestros dedos. Ambos nos pusimos rígidos cuando
una oleada de calor se extendió por mi cuerpo.

En lugar de aflojar su agarre, apretó mi mano aún más fuerte. El dolor


inquietante endureciendo su expresión se filtró en su tono ronco.

—Quise decir lo que te dije en la boda de Koda y Shayna, dulzura. Eres


con quien quiero pasar mi vida.

Mi otra mano cubrió el dorso de la suya.

—¿Tienes alguna idea de cuánto me duele escuchar tus palabras,


sabiendo que pronto pasarás tu vida con otra? —No respondió. Me alejé de él
lentamente y me acerqué a la chimenea, cruzándome de brazos. Su silencio y el
aroma amargo de su tristeza me hicieron pensar que sentía mi dolor tan
fácilmente. Aun así, continué, liberando la presa sobre todo lo que quería
decirle—: Entiendo que una unión de dos purasangres garantiza un niño were.
Entiendo que tu especie ha sido diezmada y necesita reproducirse para detener
a la Tribu y cualquier otro supervillano que amenace nuestro mundo. Entiendo
todo eso, Aric… lo hago. Pero no me consuela cuando estoy sola por las noches
sin ti. —Entonces me volví hacia él—. Tampoco me consolará el resto de mis
días. No deberías estar aquí, lobo.

Aric se levantó del sofá, con la mandíbula apretada.

—Estoy arrinconado, Celia. Mis instintos animales me rugen por salir a


pelear, pero mi compromiso con mi manada me mantiene en el lugar. —Bajó su
cabeza—. Ya ni duermo. Y no he conocido la felicidad desde el día que dejé tus
brazos. No espero tu perdón ni lo merezco por todo lo que te he hecho a ti y a
nosotros. Solo sé que me duele como a ti, que sufro sin ti y que te amaré por
siempre.

Las gruesas botas de Aric cruzaron mi pequeña sala de estar y entraron


en la cocina. Agarró su chaqueta sin molestarse en ponérsela, después salió de
la casa y desapareció en la oscuridad.
Capítulo 4
L
a mañana siguiente me saludó con la brillante luz del sol entrando
a raudales por la gran ventana de mi cocina y las traviesas
Colegialas Católicas golpeando a mi puerta.

—¿Vas a dejarnos entrar o qué? —gimió Liz, luego de unos golpes más
desagradables. Era su forma de decir: “Buenos días, Celia. Dios, hoy te ves
hermosa. ¿Podemos entrar y prodigarte con nuestras disposiciones alegres y
amor de modo que puedas olvidar tu horrible noche de insomnio?”.

Dejé mi tazón sobre la encimera y me dirigí hacia la puerta. Las dejé


entrar solo porque si las ignoraba, tenían el molesto hábito de observarme a
través de las ventanas como un montón de mironas entrometidas.

Regresé a la cocina y saqué una bandeja de bollos pegajosos del horno.


Eran dulces y rellenos de queso crema: y eran los favoritos de Aric. Solíamos
comerlos juntos en la cama.

Maria se sentó en la encimera de la cocina, observándome con sus ojos


oscuros entrecerrados. Supuestamente, era una empresaria bastante hábil.
Cuando no estaba entreteniendo a Misha con su látigo de cuero y su colección
de máscaras, asistía a reuniones de la compañía y lo asesoraba sobre sus
asuntos financieros. No estaba familiarizada con su lado inteligente, solo su lado
de perra sádica. Me arrugó su nariz antes de hablar con su fuerte acento
brasileño.

—¿Qué son esos?

—Bollos pegajosos.

Maria resopló, echándose hacia atrás su cabello canela hasta la cintura.


Tenía el mismo tono de piel dorado que yo, y ojos de color similar. Ahí es
donde terminaba nuestro parecido. Apenas llegaba al metro sesenta. Ella tenía
al menos un metro setenta y cinco sin las botas rizadas que llevaba.
—No puedo creer que comas esa basura. Considera la ruta del vampiro.
Créeme, estarás más satisfecha.

—Solo porque no estén rellenos de AB negativo no significa que no sean


deliciosos.

Edith Anne se pavoneó alrededor de la encimera y me fulminó.

—Se ven repugnantes.

De hecho, no estaba de humor para su actitud. Sonreí y embestí uno en


su boca. Las otras se rieron mientras ella se ahogaba. Podía decir que le gustó,
pero Edith no era del tipo que lo admita. Sin embargo, era del tipo que me
criticaba cada vez que tenía la oportunidad.

Tomé un bollo para comer.

—Solo estás molesta porque Misha te hizo renunciar a tus regalos. —Me
arrastré fuera de la cama para encontrar una llave atada con un lazo y un
estuche de terciopelo plano sobre la mesa de mi cocina. El estuche contenía un
collar de diamantes y platino impresionante que Misha le había regalado a Edith
por Navidad, y la llave resultó ser del nuevo Shelby Mustang de Agnes. Tenía
que concedérselo a Misha: sabía cómo golpear a las Católicas traviesas por
debajo de los cinturones de oro. No podría haber ideado un castigo más
creativo y, si las ingratas lo sabían o no, les había salvado el pellejo no muerto.

Edith se limpió el relleno escurriendo en su barbilla con el dorso de su


mano y siseó:

—No me importa lo que digan. Serías un Vampiro de mierda.

Me crucé de brazos.

—¿Qué pasa con toda la charla de vampiros?

Agnes Concepcion arrastró sus coletas largas sobre sus senos y ajustó sus
diminutos anteojos de bibliotecaria. Era algo que había notado que hacía
cuando su paciencia se estaba agotando. Tenía vista sobrenatural; no necesitaba
los estúpidos anteojos. Hank me dijo que había comenzado a usarlos para
mejorar su personalidad de colegiala traviesa. Y sin embargo, tan ridículo como
pensaba que era su atuendo entero, tenía que admitir que era bastante
brillante. Agnes era la experta en, bueno, todo, ya se trate de especies raras de
monos o incluso especies aún más raras de demonios.
—Vamos, Celia —se quejó—. Con todo lo que ha sucedido entre el
Maestro y tú, es el siguiente paso obvio.

—Ah, no, no lo es. —Terminé mi bollo y me limpié las manos con una
toalla de cocina—. Odio decírselos, amigas, pero no hay nada entre Misha y yo.

Liz dejó de limarse sus uñas, al principio pensé en estudiarme su archivo.


El hecho de que no me follara a Misha como si fuéramos un par de platillos le
molestaba jodidamente. A diferencia de Maria y Agnes, Liz no tenía negocios ni
instituciones académicas. Liz solo era Liz. Se había convertido en su pequeña
líder después de haber ganado la lucha por el dominio. Resopló, sobre todo
para mostrar su nuevo juego de dientes.

—Puede que no te acuestes con el Maestro, pero eres una tonta si


piensas que no hay nada entre ustedes.

—Lo digo en serio.

Edith me rodeó con un brillo maligno en su mirada. Como el resto de


ellas, era muy alta, delgada y hermosa. Las buenas Católicas a menudo se
confundían con modelos de pasarela y usaban sus encantos para conseguir
todo lo que querían. Por alguna razón, no sentían la necesidad de ser
encantadoras conmigo. Edith se inclinó hacia delante. Su mirada recorrió mi
cuello hasta mis senos. Se lamió sus labios y sus pupilas se dilataron.

Era similar a la forma en que reaccionaba al ver una hamburguesa con


queso.

—Veo que las marcas que dejamos en ti han desaparecido. —Alargó sus
incisivos a medida que sonreía—. ¿Quieres más, para que el Maestro también
pueda atenderlas?

Le devolví la sonrisa. No me asustaba en lo más mínimo.

—Adelante. A Emme le encantaría el nuevo Porsche Boxster que Misha te


regaló por tu cumpleaños.

La piel olivácea de Edith palideció. Las otras se rieron a carcajadas.


Además de la noche de graduación, no había nada que disfrutaran más que
reírse a costa de otra persona.
—Más rápido.

Gruñí.

—Misha.

—Más rápido, amor, más rápido. —Se rio cuando gruñí—. Si te agrada,
puedo empujar más duro por detrás.

Golpeé su brazo.

—¡Ya basta, antes de que te saque del maldito auto!

Los vampiros eran criaturas ridículamente exageradas con el sexo. Y eso


sobre todo, me ponía de los nervios. Pero cuando Misha exclamaba
comentarios que encajaban mejor en una habitación oscura inundaba con el
aroma a sexo y sudor, me hacía sentir incómoda. Aunque era su manera de
burlarse de mí, sus propuestas en gran parte albergaban una oferta seria. Todo
lo que habría requerido era un sí de mi parte y terminaríamos estacionados al
costado del camino, el auto rebotando más fuerte que una multitud de
canguros cachondos. Ese conocimiento en sí me asustaba muchísimo.

—Compórtate, Misha. —Lo había estado regañando todo el camino a


Dollar Point, donde mis hermanas y yo habíamos compartido una casa. Por
mucho que me hubiera molestado, me mantuvo distraída de pensar en mi breve
tiempo con Aric.

Aric me había dicho que me amaba. Esta era solo la segunda vez que
compartía la profundidad de sus sentimientos. Y al igual que la primera vez que
me lo dijo, me partió el corazón. Había pasado la noche aferrada a sus palabras
contra mi mejor juicio, sabiendo que era probable que fuera la última vez que
las escuchara y lamentando que nuestro tiempo juntos hubiera terminado tan
pronto. Desearía que nuestro interludio hubiera sido diferente. Cuando me
quité mis calcetines, deseé que el resto de mi ropa le hubiera seguido, y que
hubiéramos hecho el amor. Pero por mucho que lo quisiera, estaba mal. Ya
fuera un matrimonio forzado o no, estaba comprometido con otra persona.

—Dije, más rápido. —Los labios de Misha me hicieron cosquillas en mi


oreja, haciéndome retorcer y llevándome de vuelta al momento en cuestión.
Froté mi oreja contra mi hombro. Había insistido en que viniera, de modo que
Taran pudiera agradecerle por los regalos. Hank nos seguía en la limusina
nueva, ya que también reconocimos que era mejor que Misha no se quedara.
Misha no estaba contento con mi velocidad lenta, la cual incluso permitió que
una pareja de ancianos nos pasara, pero lo último que quería era golpear un
trozo de hielo y dañar el auto. De modo que, la abuela y el abuelo podían seguir
adelante y pasarme; no me importaba. Era otro día frío de enero en Tahoe y las
ráfagas de viento se arremolinaban desde el cielo, dejando el asfalto ya precario
aún más resbaladizo.

—Si quieres asistir al almuerzo, te aconsejo que vayas más rápido —se
quejó Misha.

—Si querías un conductor rápido, elegiste a la hermana equivocada. Ese


es el territorio de Shayna.

—Me has contado historias sobre sus técnicas de conducción enérgicas…


¿cómo lo pusiste? Oh, sí, ella necesita velocidad.

—Más bien como una necesidad de llevarnos por la carretera al infierno.

Las ráfagas se detuvieron antes de que girara hacia nuestra calle sin
salida. Toqué la bocina varias veces, pero eso solo me trajo la ira de nuestra
vecina malvada, la señora Mancuso. Salió furiosa de su casa. Debe haber tenido
su audífono en su volumen más alto.

—¡Celia Wird! ¿Qué estás haciendo aquí? Pensé que el vecindario


finalmente se libró de ti.

Es probable que mis hermanas no hayan escuchado la bocina del auto,


pero sin duda alguna habrán escuchado lo que dijo la bruja fuerte y claro. Taran
abrió la puerta principal y avanzó pisoteando furiosa por el porche de madera
de nuestra casa colonial personalizada. De todas mis hermanas, Taran era la más
llamativa y portaba la belleza exótica de nuestra madre. Con su largo cabello
negro, su piel dorada profunda, sus curvas asesinas y sus ojos azules llamativos,
era la cura para la disfunción eréctil. Aun así, incluso sin su belleza, su boca
habría llamado su atención.

—Maldita sea, por Dios. ¡Déjala en paz, vieja pedorra!

—Mantente fuera de esto, vagabunda —respondió la señora Mancuso.

—Muérase, señora. Concédame un feliz cumpleaños y simplemente ya


muérase.

Gemini dio un paso adelante y giró a Taran hacia él. Sus oscuros ojos
almendrados observándola con adoración antes de besarla en la coronilla.

—Taran, cariño, solo está intentando molestarte. No dejes que te arruine


el día. —Sus palabras suaves probablemente habrían sido suficientes para
calmar a Taran, pero la señora Mancuso no había terminado.

—¡Gemini, déjala de una vez antes de que te dé sífilis!

Taran se lanzó sobre nuestro césped cubierto de nieve justo a la señora


Mancuso. Es bueno para la señora Mancuso que la habilidad del hombre lobo
de Gemini le haya dado una fuerza propia de un superhéroe. Ningún humano
vivo habría podido detener a Taran.

La señora Mancuso, finalmente satisfecha de haber hecho suficiente


daño, regresó a su casa alegremente.

—Créeme, Gemini, terminarás ciego —canturreó antes de cerrar la puerta


de golpe.

Misha y yo salimos del auto justo cuando Taran soltó algunas de sus
invectivas más coloridas.

Todos los demás, incluyendo a Bren y Danny, los miembros más nuevos
de nuestra familia extendida, ahora se paraban en nuestra calzada. Hank se
carcajeaba desde el interior del Hummer. Obviamente, pensaba que la
confrontación era divertida; yo no, y tampoco Koda. Él le gruñó y echó un
vistazo a Misha.

—¿Alguien te está dando problemas, Celia? —preguntó.

El largo cabello negro de Koda no hacía nada para suavizar los fuertes
planos de su rostro nativo americano. Con un metro noventa y cinco, intimidaba
sin siquiera intentarlo.
—No, Koda. Todo está bien.

Mis hermanas y sus lobos me dieron una cálida bienvenida. Shayna saltó
hacia mí, con su larga coleta oscura rebotando alegremente detrás de ella y sus
ojos azules resplandeciendo. Su personalidad alegre siempre hacía avergonzar a
las animadoras. Pero era su matrimonio reciente con Koda lo que le daba un
impulso extra especial a su paso. Me abrazó fuerte.

—Ceel, te he extrañado —dijo. Me soltó lentamente, el brillo en su


sonrisa desvaneciéndose a medida que la preocupación se extendía por su cara
de duendecilla—. El fuego de brujas… —empezó.

Apreté mis labios.

—Hablemos de eso cuando entremos.

Asintió mientras nuestra hermana menor, Emme, avanzaba tímidamente


hacia Misha.

—Hola, Misha —saludó. El ondulado cabello rubio de Emme había


crecido más desde la última vez que la había visto. Me reí entre dientes cuando
su piel clara y pecosa se sonrojó cuando Misha le devolvió la sonrisa. Ella y
Misha eran absolutamente opuestos. Emme me recordada a un ángel: dulce,
tranquilo, inocente. Misha me recordaba al pecado. Irradiaba atracción sexual y
tentación como una señalización de burdel. Era muy consciente de su atractivo y
también todos los demás. Liam, el novio de Emme con aspecto de estrella de
rock, la tomó entre sus brazos protectoramente y la apartó.

Misha era tan popular entre los lobos como la E. coli. A excepción de
Danny, quien se acercó para estrechar su mano, el resto frunció el ceño a Misha
cuando mis hermanas restantes lo saludaron.

Taran permaneció al borde. Emme agarró su brazo y rodeó a Taran con


una suave luz amarilla, usando el poder de su sanación para calmarla. Funcionó
hasta que Liam abrió la boca.

—Perdón por la sífilis, Taran.

Shayna arrojó sus manos al aire.

—Amigo, ¡no tiene sífilis!


Agarré la mano de Taran y le hice señas al Mustang antes de que pudiera
reunir su magia y prender fuego a la casa de la señora Mancuso y a Liam en el
proceso.

—Échale un vistazo a ese auto.

El auto fue un gran éxito. Los chicos lo examinaron por dentro y por
fuera, y Bren incluso me pidió que abriera el capó. Taran de hecho se animó.

—Maldición, Celia. Ese es un auto candente.

—Me alegra que te guste. —Puse las llaves en su mano—. Feliz


cumpleaños, Taran.

Taran me agarró por los hombros y me sacudió ligeramente.

—¿En serio? ¿Cómo diablos puedes permitirte esto?

—De hecho, es de Misha.

Misha deslizó su brazo alrededor de mi cintura y sonrió.

—Es de los dos.

Taran saltó de un lado a otro gritando, algo bastante impresionante con


sus elegantes botas de tacón alto.

Koda frunció el ceño a Misha.

—¿Cuál es el truco?

La tensión aumentó como un maremoto. Pasé entre Misha y los lobos.

—No hay ningún truco. Solo es un regalo.

Gemini, quien normalmente era callado y pasivo, se deslizó entre Misha y


yo para soltar un gruñido en la cara de Misha capaz de hacer orinar a cualquiera
en sus pantalones.

—Taran es mi compañera. Y no está a la venta.

—No estoy intentando comprarla, Gemini. Le di el auto a Celia. Ella eligió


regalárselo a Taran.
La voz de Misha sonó tranquila, pero a menudo lo hacía antes de atacar.
Hank apareció junto a su Maestro, crujiendo sus nudillos cuando apretó sus
puños listos con fuerza.

Me empujé entre Misha y Gemini mientras Taran tiraba del brazo de


Gem.

—Maldición, cariño. Por favor, no hagas esto. Es mi cumpleaños —instó.

Gemini se frotó su perilla, claramente agitado, deteniendo su ataque al


ver la cara pálida de Taran. Tomó una de esas profundas respiraciones
controladas que ayudaban a calmar la bestia de un were, luego otra antes de
finalmente hablar.

—Si esto es lo que quieres, Taran, no te lo negaré.

Gem recuperó su disposición más tranquila, pero siendo un were, no


duraría. Podría haberme pateado mi propio trasero por traer a Misha,
especialmente sabiendo que los lobos estarían presentes, y especialmente en el
cumpleaños de Taran. Me volví hacia él.

—Tal vez deberías irte. Te veré mañana, ¿de acuerdo? —Odiaba pedirle
que se fuera. No había hecho nada malo, pero no quería más drama.

—Como quieras, amor.

Koda y Liam gruñeron. Cuando había estado con Aric, siempre nos
molestaban cuando él me mostraba afecto. No parecieron apreciar el término
cariñoso de Misha o el beso en mi mejilla que me dio antes de subir al Hummer.
Por supuesto, Misha no sería Misha sin irse con una explosión. Bajó la ventanilla
y me lanzó una sonrisa maliciosa con un pequeño colmillo desplegado.

—No olvides darle a Taran su otro regalo, gatita. Estoy seguro que lo
disfrutará tanto como su auto nuevo.

Taran abrió sus ojos por completo.

—¿Qué otro regalo? —Probablemente se preguntaba qué podría superar


el auto.

Me apresuré a abrir el maletero para sacar los bollos pegajosos.

—Umm… hablemos de eso adentro. —Oh, cielos. Entre el atentado


contra mi vida y las ideas de regalos de Misha, había mucho de qué hablar.
Había varios contenedores de bollos pegajosos. Shayna levantó el de
arriba en sus brazos, y Koda llevó los cinco restantes. Sin embargo, bloqueó mi
camino antes de que pudiera seguir a Shayna.

—Celia, Aric ha estado jodidamente deprimido últimamente. Anoche


desapareció, furioso porque alguien intentó matarte. Cuando regresó parecía
más abatido que nunca. Estoy preocupado por él. —Hizo un gesto hacia la pila
en sus manos—. Si hay algunos extras, ¿te importaría si se los llevo? Podría
recordarle tiempos mejores.

También me recordaban tiempos mejores.

—Si quieres, pero no quiero causar problemas entre Barbara y él.

Koda me dio una mirada dura.

—No hay un Barbara y él. Solo se casa con esa princesa egoísta porque
los Antiguos lo obligan a hacerlo. Especialmente Anara, es quien más lo ha
presionado creyendo que otra purasangre es justo lo que Aric necesita. —Bajó
su cabeza cuando percibió el olor de mi tristeza—. Lo siento. No debí haber
mencionado la boda.

Miré hacia el lago.

—Sé que se acerca. Barbara me envió una invitación a su despedida de


soltera.

No mencioné que también había incluido una foto de sí vestida con la


lencería que planeaba usar en su noche de bodas con el título ¿CELOSA? escrito
en marcador negro en la parte inferior. La imagen me había enfermado. Entre
eso y la invitación de boda, estaba segura que los anuncios de bebés serían los
siguientes.

Mis puños se cerraron y abrieron. No podía imaginar ser tan cruel con
alguien.

Koda levantó su barbilla.

—¿Hizo eso? —Asentí—. No me extrañaría. Siempre ha tenido una vena


cruel. —Me observó por varios segundos—. Aric apenas puede soportarla. Sabe
que solo lo quiere por su estatus entre los de nuestra especie y no le importa
que sea miserable. Si no fuera por sus obligaciones con la manada, no tendría
nada que ver con ella.
El futuro que esperaba a Aric me rompía el corazón. Ya sea que
estuviéramos juntos o no, quería que fuera feliz.

—Desearía que los Antiguos hubieran elegido a alguien más de su


agrado.

Koda resopló.

—Anara no eligió a Barbara para Aric. Él la eligió porque proviene de una


larga línea de purasangres fértiles. El enfoque de Anara es ayudar a restablecer
la raza were a toda costa. Si él o los otros Antiguos le importaran una mierda lo
que Aric quisiera, le permitirían estar contigo. Eres a quien quiere. Y eres quien
necesita.

Cerré mis párpados con fuerza, sin querer soltar más lágrimas. Mi tigresa
salió a la superficie, dándome el muy necesario coraje, a pesar de lo mucho que
extrañaba al lobo de Aric.

—Ambos sabemos que eso no va a suceder. —Rodeé a Koda lentamente


y entré en la casa. Murmuró una maldición y me siguió.

Mis hermanas estaban sacando la comida del horno y colocándola a lo


largo de la encimera de granito negro y tostado cuando entramos en la cocina.
Bren y Liam me encontraron con sonrisas y desafíos implícitos. Era un juego que
mis compañeros de bestias voraces y yo jugábamos con frecuencia a la hora de
comer. Sonreí sin poder evitarlo.

Era genial estar cerca de aquellos que amaba y que me amaban. Las
Colegialas Católicas no estaban funcionando.

Mis hermanas se apresuraron a salir del camino. Shayna levantó un paño


de cocina desde la seguridad de la habitación familiar.

—En sus marcas —dijo. Los lobos y yo nos agachamos—. Listos. —Mi
tigresa sacudió su cola con anticipación—. ¡Fuera!

Los lobos y yo corrimos hacia los platos apilados, codeándonos


juguetonamente en un esfuerzo por ser el primero en la fila. Nunca te metas
entre las bestias y sus comidas. Logré llegar primero, mi cuerpo pequeño y mi
velocidad rápida permitiéndome deslizarme alrededor de la gruñona manada
de “malotes grandes”.
Los gruñidos de Bren fueron especialmente fuertes, después de todo,
había crepes y salchichas rellenas con arándanos en juego. Taran nos empujó a
la sala familiar cuando terminamos de llenar nuestros platos y luego agarró
algunas cosas para ella. Me senté en el sofá color crema con Danny y Bren y
empecé a comer.

—Entonces, fuego de brujas, ¿eh? —dijo Liam con la boca llena de


tocino.

Tomé un sorbo de mi leche, después la volví a colocar en la mesita de


café.

—Aparentemente. Pero no hay señales de que alguien entrara en la casa


de Misha…

—Lo que significa que uno de los bastardos impíos intentó freírte.

Caramba, Koda estaba enojado. Hubo un jadeo colectivo.

—Misha dice que el lago ha estado susurrando de nuevo algunos


chismes en su oído —dije—. Al parecer, alguna criatura oscura me ve como el
fin de su existencia. ¿Han atrapado a algún posible psicópata usando una
camiseta de “Celia Wird Eres Mi Condena” cuando estuvieron revisando las
grabaciones de las cámaras de vigilancia?

—No. Regresé una semana: nada inusual cerca del Hummer. —Los
tumultuosos ojos castaños de Koda se clavaron en mí y se entrecerraron.
Continuó devorando sus huevos Benedicto sin mucho comentario. Lo engañé
para que admitiera que había hackeado el sistema de vigilancia de los vampiros.
Y no le había gustado ni un poco.

—Aric te quiere en casa —dijo Gemini—. Una vez que escuche lo que el
Vampiro descubrió, no estará feliz.

Sin Aric allí, la casa no era exactamente la misma, incluso aunque mis
hermanas estuvieran alrededor y los lobos se quedaran con ellas con frecuencia.

—Como miembro de la Alianza, estoy intentando derribar a la Tribu justo


igual que los otros weres, brujas y Maestros restantes en la coalición. No es
menos noble porque lucho junto a los vampiros.
—Los mismos imbéciles muertos que están intentando matarte —espetó
Koda. Shayna acunó su rodilla con sus largos dedos delgados, calmándolo
instantáneamente.

—No lo sabes. —Mi mirada recorrió la habitación—. ¿Y qué te dice que


estaría más segura aquí? Nuestros días volando por debajo del radar y evitar lo
sobrenatural se han ido hace tiempo.

Taran colocó su plato a medio comer en nuestra pesada mesa de


madera, entre la foto de nuestros padres y madre adoptiva.

—Pero al menos entonces estarías con los tuyos y con tu familia: donde
perteneces, Ceel. —Podía saborear un indicio de su amargura. No le había
gustado cuando les informé que me iría de casa para trabajar para Misha, pero
a medida que pasaron los meses, su disgusto se había convertido en
resentimiento, y ahora en odio.

—No voy a mudarme. Si alguien o algo está intentando matarme, quiero


mantenerlo lo más lejos posible de ustedes. —Intenté tomar un bocado de mi
gofre. Estaba frío y de repente no me sabía tan dulce—. Misha no estaría
invirtiendo tanto tiempo en mí solo para después acabar conmigo.

—No, pero se acostaría contigo. —Bren no se anduvo con rodeos ni se


disculpó. Continuó escarbando en su plato—. Mantén tus ojos abiertos, niña.
Los asesinos psicópatas no son lo único por lo que debes preocuparte en el
campamento de vampiros.

—Hijo de puta. ¿Esta mierda es real? —Taran abrió sus regalos al


momento en que Bren tragó su último bocado de comida. Se había vuelto loca
por el auto. Nuestras compras desenfrenadas la habían asombrado, pero se
podría haber oído caer un alfiler cuando sacó el collar de su funda de
terciopelo.

Emme sacudió la cabeza.

—Tal vez son cristales austriacos.

Jugué con mi cabello.

—Conociendo a Misha, son diamantes reales. —Le expliqué sobre las


travesuras de Agnes y Edith, y cómo Misha había elegido castigarlas. Eso hizo
que todos los demás, a excepción de Gemini, aceptaran más los regalos. Taran
se lo colocó inmediatamente alrededor del cuello. Como con todo lo demás, se
veía impresionante con él.

Shayna se protegió los ojos como si estuviera cegada por el collar


deslumbrante.

—Santas rocas brillantes, Batman —comentó.

Taran admiró su reflejo en el espejo del pasillo.

—Maldición. Puedes decir eso otra vez. —Quedaba otra pequeña caja de
terciopelo. Gemini la arrebató de la mesa y se la metió en el bolsillo. Me di
cuenta, y Taran también—. Cariño, ¿qué estás haciendo?

—No es nada. Lo devolveré.

Taran frunció el ceño y se pavoneó hasta él.

—Déjame verlo.

Gemini le dio la pequeña caja roja a regañadientes y la observamos


mientras la abría. Taran sacó una hermosa cruz de plata con un solo diamante
engastado en el centro. Emme y Shayna se acercaron, sonriendo. El collar
plateado brillaba a pesar de la tenue iluminación de nuestra sala familiar.

—Es tan bonito —dijo Emme en voz baja.

Me incliné hacia delante para ver mejor.

—Está grabado. —Sonreí cuando vi las letras—. Taran, lee lo que dice.

Los ojos de Taran se llenaron de lágrimas.

—Dice… “Mi Bella Taran” —susurró suavemente.

Gemini lo había grabado en español, un homenaje a la herencia latina de


nuestra madre.

—¿Qué significa eso? —preguntó Koda.

El rostro de Gemini imitó el color de su suéter burdeos.

—Mi bella Taran. —Su mirada la recorrió—. Quería conseguirte un


anillo… pero sé que no estás lista para eso.
Las acciones de Taran hablaron más fuerte que cualquier palabra que
pudiera haber pronunciado. Se quitó el collar de Misha y se lo arrojó a Shayna.
Las lágrimas corrían por su rostro cuando colocó la cruz alrededor de su cuello y
abrazó a Gemini.

—Es el regalo más hermoso que alguien me haya dado alguna vez —
susurró. Taran había salido con muchos hombres. Pero nunca había encontrado
la amabilidad verdadera o el amor hasta que conoció a Tomo “Gemini”
Hamamatsu.

Gem murmuró en su oído:

—Feliz cumpleaños.

El resto de nosotros regresamos a nuestros asientos en un esfuerzo por


ignorar el calor del agradecimiento de Taran.

—¿Te importa si me pruebo tu otro collar? —preguntó Shayna.

Taran se acurrucó contra Gemini.

—No me importa…

Se apartó bruscamente de Gemini, tropezando contra la pared. Gem la


agarró para evitar que cayera a medida que sus iris palidecían a blanco total.
Todos nos tensamos. Los lobos y yo saltamos sobre nuestros pies,
esforzándonos por detectar algo con nuestros sentidos sobrenaturales. No
registré nada excepto los esfuerzos frenéticos de mi tigresa, luchando por
liberarse de su interior.

Emme aferró el brazo de Liam.

—¿Qué pasa, Taran? ¿Qué hay aquí?

La voz de Taran bajó a un profundo gruñido irreconocible.

—Maestro de Tribu.
Capítulo 5
S
i Webster’s publicara un equivalente sobrenatural a un diccionario,
definiría a Maestro de Tribu como “la descendencia mortal y
altamente inteligente de un padre demonio y una poderosa madre
bruja, capaz de producir engendros con instintos depredadores que se
alimentan de carne humana” o “seres sobrenaturales malvados a cargo de un
gran grupo de tribus”. Incluso podrían incluir una ilustración del propio Noah
Webster gritando y corriendo lejos de dicha persona malvada.

Tuve la desagradable pesadilla de conocer a un Maestro de Tribu cuando


la Tribu surgió hace varios meses atrás. Pensó que mis hermanas y yo teníamos
los úteros perfectos para tener a sus hijos. También arrasó con tres Antiguos de
la manada y al creador de Misha, Uri, y me dio toda una soberana paliza y
arrancó los brazos de Misha. Logré perforar un agujero en su cabeza y
arrancarle el cerebro, solo porque sus garras estaban ocupadas ensartando a
Aric.

Al principio no sentimos nada, hasta que el suelo comenzó a temblar.


Hubo un fuerte sonido de aplastamiento, similar a alguien sacando sus botas de
goma del barro.

—Oh, mierda. Eso no puede ser bueno —dijo Bren.

—Celia, lleva a tus hermanas y… ¿dónde diablos está Shayna? —La


cabeza de Koda se giró bruscamente, buscando a su compañera.

Shayna bajó corriendo las escaleras, sosteniendo las dagas incrustadas de


zafiro que Misha le había regalado una vez y el collar de Taran abrochado
alrededor de su cuello. Una luz plateada salió de las facetas de platino hacia sus
brazos. Los diamantes resplandecieron en un estallido de luz cuando el poder
de Shayna transformó las dagas en espadas largas y mortales.

Squish, squash, squish.


Gemini se dirigió hacia la puerta.

—Se está acercando. Todos afuera, ¡ahora!

—No quiero involucrar a Shayna —gruñó Koda.

Gemini frunció el ceño.

—No hay elección, Koda. Es demasiado tarde para ponerlas a salvo.

Shayna pasó a mi lado, su determinación tensando su cuerpo esbelto


mientras el miedo palidecía su rostro.

Estaba asustada. Y aun así, allí estaba, la primera en salir. Koda y yo


corrimos tras ella. No entendía su necesidad de correr delante de nosotros,
especialmente dado su terror flagrante. Me detuve casi chocando contra ella
cuando se detuvo en seco en el césped cubierto de nieve. Se congeló, su
enfoque pegado hacia la entrada inclinada de nuestro vecindario.

También me congelé cuando vi lo que había arruinado la fiesta. Oh


diablos, no.

Lo que parecía ser un gusano gigante, del tamaño de un autobús urbano,


se deslizaba y arrastraba a lo largo de nuestro callejón sin salida en pequeños
rebotes húmedos y viscosos.

Gemini corrió a mi lado.

—Taran —gruñó—, duerme a los vecinos, tantos como puedas. Nadie


más necesita ver esto.

Desearía que pudiera haber hecho lo mismo por mí. La cosa se veía
desagradable. No recordaba que Buffy tuviera que lidiar con esta clase de
mierda.

Taran dio un paso adelante, liberando cintas de niebla azul y blanca


desde su núcleo. Se extendieron como serpentinas translúcidas cada vez más
grandes envolviendo al vecindario en una niebla ligera. Desafortunadamente
para la señora Mancuso, ese fue justo el momento en que decidió salir de su
casa para acosarnos.

—¡Taran Wird! ¿Qué estás haciendo en nombre del pecado? —Los ojos
de la señora Mancuso se cruzaron al momento en que inhaló la niebla de Taran.
Cayó sobre la barandilla del porche y aterrizó entre sus setos, roncando
al momento en que sus zapatos ortopédicos golpearon el césped. Fue un
momento tenso, pero uno que no pudo sofocar la risita de Taran.

Los lobos cambiaron y merodearon hacia el Maestro de Tribu. Danny, el


hombre lobo más nuevo de la manada, hizo lo mismo con torpeza. Pobrecito,
no se había inscrito para estar así de peludo. Bren lo había convertido después
de una batalla cercana a la muerte unos meses atrás. Los otros se movieron con
gracia depredadora, con la cabeza baja y las orejas pegadas hacia atrás. Sus
acciones prometían un asalto cruel y una batalla a muerte. El pobre Danny solo
se concentró en poner una pata delante de la otra. La larva gigante levantó su
cabeza babosa cuando los vio acercarse, aunque sus ojos no eran visibles a
través de los rollos de carne gris pálido. Su voz sonó húmeda, confusa y
siniestra a medida que sus labios gigantes se despegaban para revelar un
bocado de colmillos afilados.

—Tráiganme a Celia Wird y podría dejarlos vivir.

Emme contuvo su aliento.

—¿Podría ser quien intentó matarte anoche, Celia? —susurró.

Los gusanos no eran conocidos por su audición. Este tenía una muy
buena. Su cara arrugada se disparó en mi dirección. No me conocía cuando
llegó por primera vez, pero ahora sí. Rugió, furioso y escandaloso, su lengua
negra saliendo disparada más allá de sus dientes como dagas.

—¡Mía!

—Lo siento, Celia —chilló Emme.

Respondí a mi atacante con un rugido propio, mi ira y miedo invocando a


mi protectora. Tomé la ofensiva y corrí hacia él, gritándoles a los lobos que
destruyeran el cerebro. Mi suéter y vaqueros se rasgaron como velcro de mi
forma de tigresa de casi ciento ochenta kilos mientras mis garras atravesaban la
superficie helada de la nieve.

Los lobos y yo atacamos juntos. Salté y clavé mis garras y colmillos en


donde pensé que podría estar su cráneo. Su piel rebotó como espesa gelatina
gomosa, una gelatina en serio desagradable y viscosa. Rastrillé su carne; se
sintió como si estuviera arañando una pelota hinchable inmensa con mis uñas
humanas. Sacudió la cabeza bruscamente, más para sacudirme, y
definitivamente no porque estuviera infligiendo mucho daño. Me di la vuelta y
corrí a su alrededor al momento en que mis patas tocaron el asfalto helado. Lo
rodeé, buscando un punto débil. Extrañas puntas redondeadas sobresalían a lo
largo de su espalda. Supuse que no eran para realzar su belleza y esperé que lo
matáramos antes de descubrir su verdadero propósito.

Un lobo aulló de dolor cuando salté sobre la espalda del Maestro de


Tribu. El gusano golpeó con fuerza a Danny con su monstruosa cabeza. Danny
se tambaleó hacia atrás, intentando escapar.

El Maestro de Tribu sacó su lengua gigante de su boca y la envolvió


alrededor de Danny. Lo levantó en el aire y lo estampó repetidamente contra la
carretera. Conduje mis garras en dos puntos rosados en la cabeza del Maestro
de Tribu, confundiéndolos con ojos precisamente al momento en que entró en
acción mi hermana esgrimiendo una espada.

Shayna cortó la lengua del Maestro de Tribu con un movimiento experto


de su muñeca. Rugió de dolor y vomitó a Shayna con un líquido negro. El
tumulto de tinta la derribó, cubriéndola por completo.

Se puso de pie, esquivando por poco sus colmillos.

Retraje mis garras, sacando lo que parecieron unos largos lóbulos


arrugados y llenos de líquido. Me di cuenta demasiado tarde que eran sus
testículos. Oh, Dios mío. Sacudí mis patas como una lunática, o más bien como
una tigresa extremadamente asqueada. Uno de ellos aterrizó en el capó del
auto nuevo de Taran, salpicando el parabrisas con espuma rosa espesa; el otro
explotó en la espalda de Danny. Gritó animado por los rugidos del Maestro de
Tribu, sabiendo que había causado algún daño, pero tristemente ajeno a la
cantidad de semen sobrenatural recubriendo su pelaje azulado. Quizás eso era
algo bueno.

Me sacudí los escalofríos inquietantes zumbando por mi columna


vertebral. No me gustó lo cerca que estaban los colmillos del gusano de Shayna,
y tampoco a Koda. Aterrizamos a su lado. Koda atrapó uno de los colmillos más
grandes entre sus mandíbulas y tiró con la fuerza de todo su cuerpo. Extrajo el
diente, haciendo que la criatura se retorciera de agonía. Abordé a Shayna fuera
del camino justo antes de que su cabeza azotara de vuelta, fallándonos apenas.
Su cráneo cayó tan fuerte que sacudió el vecindario y agrietó el camino. Danny
no tuvo tanta suerte. El Maestro de Tribu lo ensartó en las costillas y lo envió
volando al patio de nuestro vecino. Aterrizó con un chasquido fuerte y la cabeza
torcida en la dirección opuesta. Empujé a Shayna hacia la casa con mi cuerpo y
le gruñí para que se quedara ahí. Su miedo la estaba volviendo imprudente. Me
preocupaba que se lastimara. Cuando ella no hizo un esfuerzo por regresar,
corrí para ver a los demás.

Emme se arrodillaba sobre Danny, intentando sanar su cuello roto. Liam


se encaramaba en la parte superior de la cabeza de la criatura gritando. Todo lo
que podía ver eran sus patas traseras y su cola sacudiéndose a medida que se
abría paso entre la gruesa carne gris y hacia el cerebro de la criatura. Sangre
negra y trozos de carne salpicaron su pelaje marrón. Había causado un daño
mayor. Con unas zarpadas más, asestaría el golpe para acabar con la vida del
Maestro de Tribu. Koda distrajo a la criatura de atacar a Liam al continuar su
papel como periodoncista del infierno. Los colmillos extraídos cubrían la calle
como montones de huesos.

Taran se alzaba en medio del camino, generando un malvado fuego azul


y blanco, y esperando atacar si Liam fallaba. Estaba en un buen lugar, a salvo y
lista para abrasar la piel del Maestro de Tribu. Me uní a Gemini y Bren, quienes
roían el costado de la criatura intentando llegar a la parte vulnerable del vientre.
Rastrillé con mis garras y atravesé la carne hasta que atrapé algo largo y
resbaladizo que llegó a mi garganta. Esquivé cuando se movió, fallando por
poco las largas lenguas húmedas que atraparon a mis amigos. Las lenguas
habían emergido de los picos recubriendo la espalda del Maestro de Tribu. Se
apretaron, cortando el pelaje de los lobos y penetrando en su carne.

Corté la lengua, apretando el cuello grande de Bren, solo para que otra
me golpeara en la cara y apretara aún más a Bren. Gemini aulló, llamando a la
manada. Otra lengua rodeó su hocico, cerrándolo herméticamente y
silenciándolo. Por lo general, otro were respondería a su aullido. Mis oídos se
tensaron para escuchar una respuesta. Ninguna vino. La manada no vendría, y
necesitábamos ayuda.

Tener un Maestro Vampiro como ángel guardián tenía sus ventajas. Me


concentré en Misha y lo llamé a través de la conexión que me había transmitido
hace mucho tiempo. Misha, estoy bajo ataque. Trae tu culo revestido de Armani
hasta aquí.

Luché contra las otras lenguas intentando arrebatarme mientras arañaba


la espalda de la criatura. Corté una liberando a Bren y cargué hacia Gemini. El
lobo negro petróleo de Gemini gruñó y algo se quebró. Un segundo lobo
idéntico saltó de su espalda, cortando las lenguas con un chasquido poderoso
de sus colmillos. Mi cola se sacudió de emoción. Ver a Gemini dividirse en dos
lobos nunca dejaba de impresionarme.

Ayudé al lobo gemelo de Gemini a liberar a su otra mitad y luego avancé


penosamente a través de la jungla de lenguas hacia Liam, cortando cualquier
cosa que intentara enredarme.

Liam salió del agujero que había hecho antes de que lo alcanzáramos.
Cambió de nuevo a humano, jadeando y cubierto del exudado negro.

—¡No está ahí! El cerebro está en otra parte de su cuerpo.

Lo cual tenía sentido, considerando que le había cortado las partes


masculinas de la frente.

Los gritos de Shayna atravesaron la niebla.

—Danny, ¡cuidado!

Danny había intentado unirse a la batalla. Debería haberse quedado


atrás. El Maestro de Tribu lo golpeó con su cola y lo lanzó al costado del nuevo
Mustang de Taran, dejando una gran abolladura. Emme levantó a Danny con su
fuerza telequinética y lo llevó a un lado de la casa y lejos de la pelea.

Taran, encerrada en un infierno de llamas azules y blancas, se quedó


boquiabierta ante la enorme abolladura antes de volver a fijar su expresión
jodidamente enfurecida hacia el Maestro de Tribu.

—Maldita sea, por Dios, aléjate, ¡ahora!

Nos agachamos en el suelo a tiempo para ver una bola de fuego del
tamaño de un elefante golpeando un costado del gusano gigante. Rebotó en su
piel gomosa y en el auto nuevo de Taran, envolviéndolo en un mar de llamas.

—¡Hijo de puta!

Bueno, tal vez la bola de fuego era más del tamaño de un Mustang.

Shayna corrió por el césped y atacó. Levantó sus espadas y las embistió
en los dos pequeños agujeros sobre la boca del gusano. Ahora estaba
desarmada e indefensa. Los lobos y yo nos apresuramos a protegerla cuando las
lenguas restantes nos enredaron en una red retorcida.
Taran golpeó al Maestro de Tribu con crueles rayos azules. Chisporroteó
la carne de la criatura, pero no causó mucho daño. Danny se puso de pie
tambaleándose para tropezar de nuevo en la nieve. Su lobo estaba exhausto por
la curación; le llevaría tiempo recuperarse. La manada no venía y Misha no
aparecía. Estábamos muy jodidos hasta que Emme se puso creativa. Levantó el
auto en llamas de Taran con su fuerza y lo estrelló contra el Maestro de Tribu.
La criatura gimió de dolor y las lenguas se soltaron lo suficiente como para
permitirnos respirar.

Shayna arrancó el collar de diamantes prestado de su cuello, ignorando


las ruidosas protestas descriptivas de Taran, y lo convirtió en una espada
gigante translúcida. Emme levantó a Shayna con su regalo y la colocó sobre la
espalda del Maestro de Tribu. Su rostro seguía temeroso pero resuelto. Cortó
las lenguas y nos liberó. Caímos al suelo. Shayna permaneció sobre su espalda,
girando con la elegancia de una bailarina a medida que cortaba apéndices
retorcidos. Los lobos y yo nos reunimos para un asalto ofensivo y embestimos a
nuestra presa con nuestras garras extendidas.

—¡Taran!

Giré mi cabeza hacia los gritos de Emme a tiempo para ver al Maestro de
Tribu abalanzarse y tragar a Taran entera.

¡No!

Los Gemini rugieron y se lanzaron a la cara del Maestro de Tribu. Uno se


aferró a su mandíbula y partió el hueso mientras que el otro agarraba la
mandíbula inferior y tiraba. El Maestro de Tribu chilló cuando su boca se estrelló
contra el suelo.

El resto de nosotros atacamos en su vientre bajo, decididos a matarlo y


liberar a Taran. Gruesos y pegajosos trozos de carne se incrustaron en mis
garras y un líquido negro escurrió en mi ojo derecho, pero no pude parar… no
me detendría. Tenía a mi hermana.

Rasgamos la barriga justo cuando un gorgoteo horrible retumbó en mis


patas delanteras. El horror abofeteó mi cara como una fuerza tangible. En mi
mente, creí que estaba digiriendo a Taran, hasta que un calor abrasador se
formó debajo de mí. Cambié de nuevo a humana, sintiendo el fuego de mi
hermana acumulándose.
—¡Retrocedan… ahora!

Shayna saltó de la espalda del Maestro de Tribu a mis brazos. La empujé


delante de mí e intenté alejarme, pero no fui lo suficientemente rápida. El
Maestro de Tribu explotó. Las entrañas alquitranadas salpicaron nuestras
espaldas y nos impulsaron hacia adelante. Aterricé de cara en un banco de nieve
en el jardín delantero de la señora Mancuso. Me levanté con mis brazos y tuve
náuseas. Todo olía a pescado podrido y mi piel expuesta ardió en mi vientre
contra la nieve helada.

Un montón de carne sobrante del tamaño de un colchón se agitó a mi


derecha. Me puse de pie tambaleante y alcé el borde de la desagradable piel
resbaladiza. Taran se arrastró desde abajo, escupiendo un líquido vil.

—Encontré el cerebro —farfulló, antes de proceder a vomitar en


proyectil.

Los lobos de Gemini se fusionaron en uno y cambiaron a humano.


Atravesó el césped y tiró de Taran a sus brazos, acariciando galantemente su
cabello viscoso mientras ella continuaba vomitando.

Debe haber sido amor.

Danny, también ahora humano, finalmente recuperó la conciencia. Se


tambaleó hacia mí.

—¿Qué pasó?

Un gruñido retumbó detrás de mí. La forma de lobo de Koda le gruñó a


Shayna. No estaba segura lo que dijo, ya que no hablaba lobo, pero no sonó
bonito. Shayna se puso las manos en sus caderas y frunció el ceño.

—Miakoda Lightfoot, ¡no te atrevas a usar ese tono conmigo!

Miré alrededor del vecindario. El universo tenía sentido del humor. Siete
autos estaban estacionados en nuestra calle. Permanecían indemnes, mientras
que el Mustang de Taran continuaba ardiendo.

Liam y Bren atendieron a Emme, quien vomitó violentamente en el


arbusto de rododendro cubierto de nieve de la señora Mancuso.

—¿Se encuentra bien? —preguntó Danny.


Bren se acercó a nosotros, cubierto de baba de gusano, desnudo y
obviamente sin importarle ni mierda.

—Está bien, Dan. Solo terminó golpeada con un trozo de bazo. —Olfateó
el aire y se alejó de él—. Pero olvídalo. ¿Por qué demonios hueles como las
bolas del mal?
Capítulo 6
D
urante años, el clan local de brujas se había reunido durante los
meses de invierno para practicar hacer llover.

Mis hermanas y yo evitamos a las brujas generalmente, y


ellas se mantenían alejadas de nosotras. La pelea sobrenatural que tuvimos con
ellas nos aseguró que nunca seríamos mejores amigas. Las “Weird” y las brujas
simplemente no se mezclaban.

Debo admitir que, disfrutaba cómo el aroma fragante de su magia se


mezclaba con el poder hechizante del lago Tahoe cuando invocaban el dominio
de la naturaleza. Y aunque había estado empapada en demasiados aguaceros
inesperados, hoy su habilidad para manipular los elementos demostró ser útil.
Todo lo que se necesitó fue una llamada de Gemini para que el aquelarre
comandara una tormenta lo suficientemente fuerte como para lavar los restos
podridos del Maestro de Tribu. Puede que me haya alineado con los vampiros,
pero las brujas se las habían arreglado para sentirse muy a gusto con los weres.

Para cuando llegó Misha (jodidamente enojado por haber estado a punto
de morir otra vez, y enardecido por su propio atentado en Incline Village), el
desastre asqueroso se había disuelto casi por completo. Los vampiros de Misha
alteraron los recuerdos de los bomberos que se apresuraron en nuestro
vecindario con sirenas a todo volumen para extinguir el auto de Taran y
organizaron una grúa para transportar el pedazo de metal y cromo deformado.
Dos vehículos demolidos en menos de veinticuatro horas. Eso tenía que ser
algún tipo de récord.

Miré hacia donde la señora Mancuso seguía roncando ruidosamente


desde su posición en los arbustos. Taran había intentado revivirla mientras los
vampiros hacían su trabajo Jedi de alterar la mente de modo que el equipo de
rescate no la notara. Pero cuando la encantadora señora M despertó
malhumorada, Taran la dejó inconsciente nuevamente.
—Taran, sé que no te agrada, pero no puedes dejarla ahí afuera. Le dará
una neumonía.

Taran resopló.

—Me llamó la hija puta de Judas, Emme. No voy a despertar otra vez a
esa vieja bruja.

Emme sacudió su cabeza y le pidió a Liam que llevara a la señora


Mancuso de regreso a su casa. Cuando salieron, Emme se estaba sonrojando y
Liam reía a carcajadas. Apuntó con el pulgar hacia la casa de la señora Mancuso.

—Oigan, hay fotos de nosotros sin camisa enmarcadas en su pared.

Emme tiró de la manga de mi bata de baño.

—También había montones de novelas de JR Ward apiladas en todas


partes —susurró. Su sonrojo se intensificó cuando captó el guiño de Misha—. Y-
yo… v-veré si Shayna y Koda han terminado en la ducha.

Misha se movió a mi lado cuando Emme corrió escaleras arriba. Su tono


más sobrio regresó cuando captó una vez más mi aspecto demacrado.

—Puede que tenga que asignarte guardias permanentes. El peligro


continúa acechándote como un ex amante desquiciado.

Me imaginé flanqueada por una multitud enojada de Colegialas Católicas


en la tienda de comestibles, siseando ante el cajero por acercarse demasiado.

—Misha, eso no será necesario.

—Estoy en desacuerdo. Eres mi arma más valiosa, y una que debo


proteger. —Me apartó el cabello enmarañado detrás de mí y acarició mi
mandíbula con su dedo.

Me aclaré mi garganta y me alejé de su caricia.

—¿Cómo está tu familia? ¿Están todos a salvo?

Los vampiros habían luchado contra el ejército del Maestro de Tribu en


Incline Village. Según Koda, los weres que Gemini había llamado se enfrentaron
con los hombres de Tribu restantes cerca de Squaw Valley. Me parecía extraño
que la Tribu hubiera llegado a Tahoe de todos los lugares posibles,
especialmente dada la fuerte presencia de miembros de la Alianza en el área.
—Mi familia está bien y disfrutó bastante el combate. —Misha frunció el
ceño—. Pero tú eres mi preocupación principal en este momento. La invasión
no estuvo bien planificada y fue bastante tonta. El Maestro de Tribu abandonó a
sus subordinados para venir hasta aquí. ¿Por qué? ¿Y por qué dividirlos en
grupos más pequeños y más vulnerables?

Danny apareció desde el baño de abajo. Teniendo en cuenta lo que le


había salpicado, le permitimos que se duchara antes. Se pasó su mano por su
melena de rizado cabello negro y me miró antes de dirigirse a Misha.

—Vino a buscar a Celia. Preguntó por ella específicamente.

Misha levantó su barbilla, el calor de su ira creciente hirviendo contra mi


piel.

—Ignorar a su ejército y cazar a Celia por sí mismo sugiere arrogancia


extrema o estupidez. También plantea preguntas sobre por qué la querría
específicamente.

Tamborileé mis dedos contra mi brazo, recordando lo que Misha me


había dicho.

—Dijiste que el lago te cuenta los secretos que lleva el viento. ¿Mencionó
si el Maestro de Tribu que rebanamos en pedacitos era el oscuro detrás de mí?

Misha bajó sus párpados. A través de la puerta principal abierta sentí un


cambio en el viento. Los vampiros descansando en el porche se tensaron y
echaron un vistazo hacia el lago. La brisa se intensificó y barrió en la casa, y
directamente a la espalda de Misha. Aprovechar el poder del Tahoe era un gran
talento, uno para el que no tenía un don. Misha sacudió su cabeza y abrió sus
ojos.

—El que te busca permanece entre nosotros.

Impresionante.

—Bueno, considerando que uno de sus supervillanos acaba de armar un


alboroto en el vecindario, tengo el presentimiento de que la Tribu es la que está
detrás de mí. —Me encogí de hombros—. Tal vez saben que soy tu munición
contra ellos.

Misha esperó antes de responder.


—La Tribu parece ser el enemigo más plausible.

Danny se recostó contra la pared. No había sido un hombre lobo por


mucho tiempo, de modo que su cuerpo larguirucho acababa de comenzar a
desarrollar algo de volumen.

—Me pregunto si la invasión del Maestro de Tribu podría haber sido una
distracción de algún tipo. Justo como cuando esa bruja engendró a todos esos
espíritus hace un par de meses.

Gemini caminó para detenerse junto a mí, sus ojos nunca dejando a
Misha.

—¿Una distracción de qué? Hemos lidiado con cada último disturbio


reportado.

Danny se enfocó en el suelo como solía hacerlo cuando su mente


brillante estaba en marcha.

—Simplemente no tiene sentido que vaya tras Celia. Claro, ella mató al
último Maestro de Tribu. Y sí, es poderosa. Pero, ¿por qué la Tribu la atacaría
específicamente?

—Celia puede ser poderosa, pero en cierto modo también es la más


vulnerable. —Gemini levantó su mano cuando intenté protestar—. Tus instintos
de depredador y el combate físico en el que te involucras te ponen en mayor
riesgo. Emme puede asaltar desde lejos; también Taran. Incluso Shayna no tiene
que enfrentarse a un oponente con su espada. Entre su arco y flechas, y sus
cuchillos arrojadizos, puede mantener a raya a los demás. Tienes que
involucrarte en contacto físico para matar. Si la Tribu te reconoce como una
amenaza, una que vale la pena eliminar y una que no puede sobrevivir a una
herida mortal, tendría sentido sacarte primero, especialmente dado que eres la
protectora de tu familia.

Suspiré.

—Supongo. Pero, ¿valgo la pena la pérdida de… qué, treinta hombres de


Tribu y un Maestro de Tribu? La Alianza en su conjunto los está frenando, lenta
pero seguramente. No tienen exactamente números de sobra.

—Me doy cuenta que mi teoría es muy defectuosa, Celia. Pero anoche
fuiste atacada, y ahora hoy también. —Se frotó su perilla—. Si tuviera que cazar
ciervos, buscaría a los más vulnerables de la manada. A pesar de su velocidad y
fuerza, la atraparía. Me temo que alguien está intentando atraparte.

Danny golpeó sus manos contra la pared.

—Crees que una bruja de Tribu plantó el fuego de bruja. ¿Y cuando eso
no funcionó, envió un Maestro de Tribu por ella?

Gemini sacudió su cabeza.

—No lo sé. Pero es demasiada coincidencia ignorar la conexión.

Mi corazón latía con un martilleo sordo y determinado. Eché un vistazo a


Misha.

—Creo que es hora de que vaya a otra asignación. Quiero que esos
imbéciles sepan que no pueden meterse conmigo. —Mi mandíbula se apretó—.
Y que no soy su maldito ciervo para cazar.

Misha asintió.

—Hay mucho por hacer. Veré qué puedo arreglar.

Sonó el teléfono de Gemini. Me quedé inmóvil cuando escuché la voz de


Aric al otro lado.

—Acabo de colgar con Koda. Me contó lo que pasó.

La voz de Gemini bajó.

—Fue una pelea total, pero lo logramos. ¿Cómo estuvo la batalla en


Squaw?

—Los eliminamos. Hubo esquiadores que presenciaron el ataque. Los


reunimos e hicimos que las brujas de Genevieve cambiaran sus recuerdos.
Intenté contactarte cuando escuché tu llamado, pero estábamos en medio de la
pelea. —Aric hizo una pausa—. Este es el segundo atentado contra la vida de
Celia.

Los oscuros ojos almendrados de Gem se clavaron en mí.

—Lo sé. Algo está pasando. Simplemente aún no sabemos lo que es.

—Si esos imbéciles de la Tribu la están cazando, mataré a cada uno de


ellos. —En el silencio que siguió, pude escuchar a Aric respirando con dificultad,
intentando calmar a su lobo—. Si aún está allí, me gustaría hablar con ella. Mi
bestia se tranquilizará más fácilmente si escucha su voz.

La preocupación frunció la frente de Gemini. No era como si Aric tuviera


que esforzarse para luchar contra su bestia. Y aun así, lo entendía. Dudo que
pudiera controlar a mi tigresa si algo lo amenazaba. Alcancé el teléfono, que se
sintió pesado en mis manos, y me dirigí a la cocina, cuidando mantener mi voz
baja y suave.

—Aric, por favor, cálmate. Estoy a salvo.

Imaginé instintivamente a mi tigresa frotándose contra su lobo y mis


brazos abrazando su mitad humana. Me concentré tan plenamente que
prácticamente pude sentir el latido profundo de su corazón latiendo contra mis
senos. No estoy segura si él podía verme o sentirme, o si simplemente fue mi
tono gentil lo que lo relajó mientras continué tranquilizándolo, pero la
respiración agitada en el otro extremo retrocedió.

—Gracias —dijo finalmente.

Misha llamó desde la puerta:

—Querida, ¿puedo hablar contigo un momento? —Ni siquiera lo había


notado alejarse.

—Será mejor que te deje ir —dijo Aric en voz baja.

—Supongo que deberías —respondí. Miré la pantalla cuando desconectó


antes de apretar la bata a mi alrededor y caminar hacia el porche, donde
esperaban Misha, Gemini, Koda y Shayna. La grúa y el regalo de cumpleaños de
Taran se habían ido; solo una hilera de vampiros parados en la calzada
permanecía a lo largo de la calle.

Misha apoyó su mano sobre la mía.

—Celia, ni tú ni tu familia se quedarán esta noche en los alrededores —


dijo—. No podemos estar seguros que no volverán más hombres de Tribu.

Liam habló con mis hermanas.

—Los Ancianos quieren que regresemos a la Guarida y las llevemos para


que estén a salvo. Tendrán que empacar para al menos unos días.

Shayna arrugó su nariz hacia él.


—¿Qué hay de Celia?

Los lobos intercambiaron miradas, probablemente intentando encontrar


las palabras correctas para decirme que no era bienvenida. Les ahorré la
molestia.

—Shayna, los Ancianos no me quieren cerca de la Guarida. —Ni de Aric.

—Celia, no son Makawee o Martin. Es Anara quien se opone a tu


presencia —dijo Gemini en voz baja.

Ese era un eufemismo infernal. Anara me despreció desde el primer


momento en que nos conocimos y había dejado en claro que tenía que
mantenerme lejos de Aric. Como hombre lobo purasangre, se creía en sí un
estatus superior. Los puros y lo que sea que yo fuera no debían mezclarse, en su
opinión todopoderosa.

Koda fulminó con la mirada a Misha. No fue hasta que miró nuestras
manos que me di cuenta que su ira provenía del contacto de Misha. Aric y yo ya
no éramos una pareja. Pero el escrutinio de los lobos me hizo sentir incómoda.
Estaba a punto de soltar la mano de Misha cuando decidí no hacerlo
tercamente. Me resultaba difícil creer que uno de ellos le diría a la prometida de
Aric, Barbara, que no debería tocar a Aric. Misha y yo éramos amigos, y
considerando el día que había tenido, le di la bienvenida a su consuelo. Quise
gritarle a los lobos hasta que Taran interrumpió.

—¿Qué demonios? Es mi maldito cumpleaños. Quiero a Celia conmigo.

—Lo sé, cariño —dijo Gemini—. Y me disculpo, pero intenta ver la


invitación como un cumplido. Las consideran miembros valiosos de la Alianza y
quieren mantenerlas bajo su protección.

Taran resopló.

—Es más como si quisieran mantenernos con la correa corta, Gem. La


única razón por la que nos quieren allí es porque les preocupa que nos unamos
al Equipo Misha.

La larga coleta negra de Shayna se balanceó cuando sacudió la cabeza.

—¿Y cómo podemos tomarlo como un cumplido cuando insultan a Celia


al excluirla?
No quería que mi familia se molestara, especialmente en el cumpleaños
de Taran. El Maestro de Tribu ya había sido suficiente diversión y emociones por
un día.

—Está bien, chicas. Eso me pasa por arrojar cerebros demoníacos en la


cara de Anara. —Intenté reírme. Nadie se rio conmigo.

Misha apretó su agarre en mi mano y me acercó a él y lejos de Shayna.

—Te quedarás conmigo, como siempre.

Por la mirada fulminante de los guerreros de Aric, uno pensaría que nos
habían atrapado en la cama. Mis ojos se entrecerraron, a pesar del rubor en mi
cara. No tenía nada de qué avergonzarme, y ellos lo sabían muy bien.

—Gracias, Misha. Estaré lista tan pronto como me duche.

Irrumpí en mi habitación, deseando quitarme el jugo de gusano y


alejarme de los lobos. Mierda. ¿Acaso no se daban cuenta que, si Aric no me
hubiera abandonado, nunca habría elegido el camino de los vampiros a Villa
Locura? Sí, habría seguido cazando a la Tribu. Pero habría sido junto a Aric.

Él fortalecía mi fuerza y reforzaba mi coraje. Solo en sus brazos me había


sentido realmente a salvo.

Me lavé mi cabello, deteniéndome cuando pensé en cómo sus dedos


solían enterrarse profundamente en mis largas ondas mientras me besaba.
Cuando pasé la esponja sobre mis bíceps, fue fácil imaginar esos brazos
musculosos sosteniéndome cerca y prometiendo en silencio protegerme. Me
imaginé las grandes manos de Aric mientras las mías se deslizaron por mi
cuerpo. Lo amaba, lo necesitaba y lo deseaba. Mis manos trazaron mis curvas
distraídamente a medida que seguía pensando en su caricia. Quería que me
tocara, sentir sus manos fuertes agarrando mi…

—Oye, Celia. Nos quedamos sin jabón. ¿Nos prestas el tuyo?

—¡Liam! —Intenté cubrir mis partes femeninas—. ¿Qué estás haciendo


aquí?

Liam pareció confundido. Se rascó su puntiagudo cabello rubio.

—Ya te lo dije, nos quedamos sin jabón y me preguntaba si…

—¡Fuera de mi jodido baño!


Liam suspiró dramáticamente y sacudió su cabeza.

—Celia, necesitas superar tu timidez. Ya te lo dije, el cuerpo es un


fantástico país de las maravillas…

Le estampé en la cara una botella de acondicionador. Emme apareció


cuando alcancé el litro de champú.

—Liam, cariño, no todos quieren que los veas desnudos. Hemos


discutido esto, dulzura…

Emme guio a Liam fuera del baño mientras seguía tapándose su nariz
sangrante. Lo siento, murmuró hacia mí por encima del hombro.

Caí contra la baldosa. El agua enfriándose cuanto más tiempo estuve allí
sola, un recordatorio doloroso de que nada cambiaría cuando saliera. Aric no
estaba allí para pelear a mi lado. Estaba por mi cuenta. Y los monstruos ya
habían comenzado a cazar.
Capítulo 7
—Hay algo que creo que deberíamos hacer.

A
rqueé una ceja a Misha. Se inclinó sobre la mesa de la cocina. La
mayoría de las cosas que “creía que debíamos hacer”
involucraban esposas de cuero y glaseado. Me detuve en medio
de verter mi jugo. Detrás de mí, Chef maldijo a medida que cortaba la sandía
para asemejarse a una flor floreciendo.

—¿Qué podría ser eso, Misha?

—Nos hemos estado enfocando en entrenar tus habilidades físicas, pero


hemos descuidado tus otros talentos.

No me gustó la dirección de esta conversación y bajé el cántaro con jugo


de naranja.

—Prefiero que te concentres en conseguirme una misión nueva de modo


que pueda matar a los grandes bastardos espeluznantes cazándome antes de
que ataquen otra vez. Mi bestia se ha inquietado con la necesidad de
protegerme, Misha. Si no hundo pronto mis colmillos en algo malo, me volveré
loca.

Misha continuó sin verse interrumpido.

—Si lo que busca matarte te reconoce como la clave para su aniquilación,


quizás necesitas un arma adicional. —Sonrió ante mi mirada inquebrantable—.
Tus habilidades mágicas latentes necesitan despertar, querida. Y creo que sé
cómo.

—Mis habilidades mágicas están perfectamente bien. Déjalas en paz.

Misha encontró mi ceño fruncido con un suspiro.

—No estoy de acuerdo. Por lo que describes, no puedes ni controlar tu


cambio cuando te expones a animales.
—Sí, puedo. Si sé que están allí, puedo bloquear su espíritu y no cambiar
en ellos accidentalmente.

—No me refiero a eso, querida. Necesitas entrenarte para absorber sus


espíritus y controlar el cambio, en lugar de intentar evitarlo. Me complacería que
pudieras transformarte en cualquier animal a voluntad.

—No quiero ser considerada un cambiaformas; esas cosas son raras.

—Los cambiaformas pasan décadas haciendo ofrendas de sangre para


controlar sus formas. Te aseguro que no quitaremos ninguna vida ni
sacrificaremos vírgenes. Simplemente estoy sugiriendo una especie de
experimentación. —Un Vampiro entró en la habitación. Misha lo envió
corriendo con un sutil movimiento de su mano.

Estampé mi palma sobre la mesa y sonreí.

—Es bueno saber que las vírgenes estarán a salvo en tus manos, pero
aun así no voy hacerlo.

Chef colocó más comida frente a mí y fulminó mi plato.

—¡Merde! ¿Ezo ez todo lo que vas a comerr?

Misha ignoró mis protestas. Y ambos ignoramos a Chef.

—Querida, desarrollar tu don te daría una ventaja que nadie más posee
en la tierra y aumentaría aún más tu singularidad.

—¿No te refieres a mi rareza? Misha, creo que piensas que soy capaz de
más de lo que soy. Aparte de mi tigresa, todas las otras formas que he
manejado han sido temporales. Además, no es bonito cuando entro en contacto
con un animal: tengo convulsiones durante las cuales soy vulnerable. Babeo, y
mi piel se pone tan sensible que siento como si me estuvieran rastrillando con
vidrios rotos. —Arrojé mis manos al aire—. Ni siquiera puedo volver a ser
humano o tigresa hasta que me relajo por completo.

—Querida, creo que eso está relacionado con la falta de práctica con tus
habilidades. Por eso estoy sugiriendo que comencemos a fortalecer tu poder.

—No. Lo siento. No va a suceder.

Los ojos grises de Misha se iluminaron a medida que me mostraba su


típica sonrisa malvada.
—Ya veremos.

—¿A dónde diablos vas?

Los vampiros no eran las criaturas más amigables del mundo. Murmuré
una maldición y giré hacia donde estaba Hank en el camino de entrada. Su
cabello negro estaba despeinado y su camisa blanca de cuello se abría
plenamente por la brisa fría. Le faltaban todos los botones y marcas de lápiz
labial recorrían la longitud de su torso excesivamente bronceado. Levanté mi
barbilla y ajusté mi suéter color crema sobre mis vaqueros ajustados.

—Vuelve a tu habitación, termina de desflorar a cualquier colegiala


traviesa que hayas logrado engatusar para que piense que conoces a Rob
Pattinson, y déjame en paz.

Me había tomado el día libre para pasarlo con mi familia. Pero el fiasco
gigantesco del gusano y la pronta escolta de mis hermanas a la Guarida se
aseguraron que eso no fuera posible. Mi tigresa estaba inquieta y se sentía
claustrofóbica.

Necesitaba salir de las premisas antes de matar a alguien, comenzando


con Hank, y evitar cualquiera de las “lecciones” mágicas de Misha. Por supuesto,
Hank me atrapó. Y, por supuesto, le dijo a Misha.

—Maestro —gritó sobre su hombro—. Celia está intentando escapar.

Misha salió a la terraza que corría a lo largo de su suite, con una Virginia
medio desnuda atada a su cuello. Las escapadas sexuales nunca terminaban en
la tierra de los no muertos.

—¿Sientes que eso es sabio, mi amor?


Las manos de Virginia cayeron de Misha. Si las miradas mordaces
pudieran desnudarte, habría estado parada allí en mi tanga. La ignoré y hablé
con Misha.

—Ying-Ying está buscando dispositivos mágicos que pudieran


asesinarme. ¿Cierto, Ying-Ying?

Ying-Ying levitó en una postura de loto sobre y alrededor del Lexus


plateado LFA que Misha me había asignado, canturreando en mandarín. Mi
sádica instructora de yoga se especializaba en los dispositivos de tortura y las
contorsiones extremas que afirmaba ayudarían a mi flexibilidad. Me asustaban,
más que nada. Su cuerpo rodeó el auto dos veces más antes de deslizarse por el
capó y ponerse de pie. Dijo algo en mandarín antes de reírse psicóticamente y
dar unas palmaditas en mi espalda, algo que solía hacer durante nuestras
sesiones.

Misha asintió.

—Muy bien. Tu vehículo parece ser seguro, y las guardas han sido
reforzadas contra cualquier asalto mágico. Puedes irte.

Le di a Hank un pequeño saludo con el dedo meñique antes de caminar


hacia el Lexus, solo para que Hank y Tim me bloquearan el paso.

—Por supuesto —continuó Misha—. No sin escoltas.

Misha insistió en que me llevara a Hank y Tim. Insistí en que no.


Discutimos un poco y terminé ganando… más o menos. Habiendo aprendido
algunas de las técnicas de conducción de Shayna, despegué sola y perdí a sus
vampiros cuando intentaron seguirme.

En mi camino a Incline Village, llamé a Taran para decirle a dónde me


dirigía con la esperanza de que ella y nuestras hermanas se unieran a mí. Dejé
un mensaje en su correo de voz cuando no respondió.

Me detuve en la ciudad moderna de jóvenes profesionales hípster solo


para almorzar, solo para ser recibida por carpas al aire libre instaladas por
vendedores. La temporada de esquí seguía en su apogeo y los dueños de los
negocios estaban aprovechando la fiebre turística. Encontré uno de los últimos
lugares en la calle y salí del superdeportivo.
Las parejas deambulaban por las calles con suéteres gruesos y con cafés
humeantes en sus manos. Al otro lado de la calle, un chef japonés repartía
brochetas de bistec chisporroteante, pollo y verduras con una sonrisa feliz.

Podría enseñarle al chef de Misha una o dos cosas.

Mi tigresa ansiaba sushi. La obedecí y crucé la calle. Después del


almuerzo, paseé por las hileras de carpas y revisé la mercancía. La mayoría
consistía en camisetas y prendas de tipo turístico que no me importaban.
Encontré un puesto que vendía joyas y escogí unos pendientes para mis
hermanas. A medida que las aceras se abarrotaron más, decidí que era hora de
regresar a la tierra de los muertos vivientes y cachondos.

Tomé un atajo a través de las filas y descubrí un comerciante vendiendo


grandes ramos de flores.

Cuando vivíamos juntos, Aric me compró flores frescas todas las


semanas. Pensé en él mientras seleccionaba la disposición perfecta de lirios
blancos y rosas naranjas. Había pagado por ellas cuando olí a una mujer lobo
parada a mi lado.

Era unos centímetros más alta y vestía un suéter rojo oscuro con
pantalones marrones. Su piel era blanca y su cabello blanco puro en un
elegante corte al ras de su mandíbula. Pensé que era bonita y tenía cierta
elegancia. También había algo familiar en sus ojos, pero no podía determinar
qué sin mirarlos fijamente. Asumí que captó mi olor, porque se volvió hacia mí.

Me sonrió amablemente.

—Buenas tardes, querida.

Vaya. Hablando de educación. Por lo general, recibía miradas desafiantes


o extrañas de los weres cuando captaban mi aroma. Sonreí.

—Buenas tardes.

—Esas son unas flores muy bonitas.

—Gracias. Me gusta el naranja… —Dejé de hablar cuando el fuerte aroma


limpio del agua chocando contra las piedras atravesó el aroma de los helechos y
los arreglos exóticos. Cuando Aric se acercó, comprendí por qué los ojos de la
otra loba me habían parecido tan familiares. Eran los mismos ojos que le había
pasado a su hijo. Su expresión se suavizó cuando me vio. No esperaba volver a
verlo tan pronto, y a pesar de los problemas entre nosotros, una sensación
abrumadora de alegría se agitó dentro de mí. Los pasos de Aric disminuyeron a
medida que se acercaba y mientras me estudiaba desde la parte superior de mis
rizos sueltos hasta mis botas color chocolate. Una sonrisa cálida se extendió por
su rostro, minimizando los signos de su insomnio.

—Hola, Celia —saludó.

Al escuchar mi nombre, los ojos del otro hombre lobo se abrieron por
completo. Mi corazón latía frenéticamente contra mi pecho y mi tigresa saltaba
en atención.

—Hola, Aric.

El cabello largo de Aric ensombrecía ligeramente sus hermosos ojos


castaños claros, y su siempre presente barba incipiente lucía ahora más espesa;
probablemente se había saltado un día sin afeitarse. Pero a pesar de las
pequeñas huellas de fatiga que se aferraban a él, sus rasgos faciales
permanecían igual de fuertes, igual de atractivos, igual de sexys. Incliné mi
cabeza hacia un lado. La tensión y las circunstancias de la otra noche no me
permitieron el lujo de admirar a mi lobo. Pero lo hice entonces, y bebí cada
centímetro de él. Aric a su vez se acercó, observándome de la manera que hacía
que mis dedos se enrosquen.

Si la otra loba no hubiera dado un codazo sutilmente a Aric, estoy segura


que nos habríamos quedado allí de esa forma mucho más tiempo.

Se aclaró su garganta.

—Celia, esta es mi madre, Eliza Connor.

De repente, tenía ocho años otra vez. Mis mejillas se sonrojaron


febrilmente mientras arrastraba mis pies.

—Hola, señora Connor —murmuré tímidamente.

Cuando ambos me sonrieron abiertamente, me di cuenta que Aric


también había heredado su sonrisa. Eliza puso su mano sobre mi hombro y me
dio un apretón suave.

—Es un placer finalmente conocerte, Celia.


Habíamos hablado varias veces por teléfono, pero no había reconocido
su voz. Debí hacerlo. Era tan amable y encantadora como siempre lo había sido.

—También es un placer conocerte. ¿Estarás mucho tiempo en Tahoe?

La alegría se desvaneció de sus caras.

—No —respondió Eliza en voz baja—. No planeo quedarme más de unos


días.

Un horrible vacío amenazó con abrirme el pecho en dos. Entendí por qué
estaba allí.

—Estás aquí para la boda.

Una sensación de premonición nos envolvió, recordándole a Aric el


albatros que lo esperaba y robándole el placer que tan brevemente había
animado su rostro llamativo. Eliza lo observó, su expresión carente de la
felicidad que inicialmente había demostrado. Extendió su mano para tomar su
brazo y me echó un vistazo.

Miré hacia las flores aferradas fuertemente en mis manos. La reunión


repentina había dejado de lado nuestros problemas y circunstancias
brevemente: lo suficiente como para olvidarme de la Tribu, los atentados contra
mi vida y el fin de mi relación con Aric. Durante esos minutos breves volví a ser
feliz, junto a mi amor, conociendo a su madre por primera vez. Es curioso cómo
la realidad podía destrozar los sueños como un puño.

No sabía qué gama de emociones se reflejaron en mis rasgos. Solo sabía


que no podía quedarme allí por más tiempo. Le di mis flores a Eliza.

—Me gustaría que tengas esto. —Maldije en mi cabeza cuando me di


cuenta que mi voz se quebró.

Ella aceptó el ramo, sin molestarse en mirarlo. En su lugar, evaluó mi


rostro, aprehensivo, supuse, pensando en algo que decir. Me ardían mis ojos.
Necesitaba alejarme.

—Me alegra haber tenido la oportunidad de verte. Por favor, discúlpame,


pero tengo que irme.

Me apresuré a alejarme. Detrás de mí escuché la voz insistente de Eliza.

—Déjala en paz, hijo. Ya la han lastimado lo suficiente.


Me desplomé en el asiento del conductor y me limpié mis ojos con la
manga, frustrada por cómo había reaccionado. Me tomó unos minutos más
calmarme lo suficiente como para conducir. Llegué a casa de Misha tan
perturbada que apenas recordaba el viaje. El resentimiento, la tristeza y la ira
revolvían mi estómago. Todo lo que quería era volver a la casa de huéspedes y
encerrarme. Sin embargo, cuando vi a Misha esperándome en el jardín, supe
que no podría escapar.

Misha se paraba a lo largo del sendero de piedra recién barrido como un


hombre que podía aplastar las pirámides hasta convertirlas en polvo, a pesar de
tener en sus brazos un Spaniel Cavalier King Charles. El perro estaba
completamente enamorado de Misha. Debe ser una niña. Las perras aman a
Misha.

—Hola, gatita. Me complace que hayas vuelto a salvo… a pesar de tu falta


de escoltas. —Dirigió una mirada fulminante a sus guardaespaldas. Ríos de
sudor corrieron por las caras de Hank y Tim, y el miedo a la ira de Misha los hizo
temblar. Las Colegialas Católicas lucían sonrisas, obviamente encantadas de que
no fueran las que estuvieran en problemas por una vez.

Mis manos cayeron a mis costados. No quería lidiar con nada de esta
mierda.

—Misha, no te enojes con Hank y Tim. Fui yo quien los abandonó. ¿Y qué
demonios pasa con el perro? Te dije que no quiero participar en tus extraños
experimentos científicos.

Mish se apresuró a mi lado antes de que pudiera parpadear.

—Ven, mi amor. ¿Qué tan malo puede ser? —Golpeteó mi hombro con la
cola del perro. Ya tenía la guardia alta en un intento de bloquear la esencia del
perro. No sirvió de nada. O estaba demasiado triste o demasiado distraída.
Cualquiera sea la razón, caí al suelo en un ataque violento.

Hank maldijo. Maria dijo algo como: “Si se muere, me pido al Maestro”.
Se produjo una gran conmoción y todo se convirtió en un vertiginoso
desenfoque de imágenes y ruido.

Cuando mi mundo y mis dientes temblaron, alguien me levantó del


suelo. Grité por la agonía tortuosa que infligió el toque. En solo unos minutos,
me encontré en una cama muy grande. Mi cuerpo se estremecía y mis orejas se
alargaban. Jadeé profusamente, saboreando la lana merina mientras mi lengua
colgaba rasposa contra la tela costosa.

Mi visión se despejó lentamente. Cuando finalmente me enfoqué, no me


gustó lo que vi. Misha y sus vampiros me tenían rodeada. La mayoría tenía
grandes sonrisas tontas y algunos temblaban, intentando contener la risa. Misha
se inclinó sobre la cama, sus puños clavándose en el colchón, sus hombros
rígidos. Una sombra siniestra oscurecía sus rasgos fríos, estoicos como la piedra.

—Quien primero se ría morirá por mis manos —dijo en un susurro


mortal.

Hubo un silencio tan inmediato que temí quedarme sorda. Intenté


sentarme. Gran error. La gran sala giró en un remolino fugaz que me revolvió el
estómago. Me dejé caer rápidamente y sacudí mi cabeza para despejarme. Mis
orejas largas golpearon mi cara peluda. La sacudida había ayudado en parte,
pero para entonces estaba soberanamente enojada.

¿Qué carajo, Misha? Te dije que era una mala idea. No puedo creer que me
hicieras esta jodida mierda. Justo cuando pensé que éramos amigos, ¡tenías que
ser un imbécil y hacer algo como esto!

Eso es lo que estaba pensando. Lo que salió fue:

—¡Woof, woof. Yip, yip, ladrido, gruñido, ladrido!

Liz se inclinó cerca de mi cara, su cabello rubio hielo golpeando mi


pequeña nariz húmeda.

—Creo que está intentando decirnos algo. ¿Necesitas salir a un paseo,


Celia?

Agnes Concepcion se ajustó sus lentes y me miró por encima de ellas.

—No, quiere una galleta. Celia siempre tiene hambre.

Les gruñí a las dos.

—No quiere una maldita galleta —espetó Maria con su acento fuerte—.
Quiere un filete.

—¿Es eso, Celia? —preguntó Edith—. ¿Quieres un filete?


¡No, no quiero un filete! ¡Solo quiero recuperar mi cuerpo! ¡Todos ustedes
apestan!

Una vez más:

—Yip, ladrido, ladrido, ladrido, woof. —Fue lo que escucharon.

Alguien quería matarme, Aric iba a casarse y era un maldito perro. Quise
orinar en la boca de incendios que llamaba vida. Lo que no sabía era que las
cosas iban a ponerse mucho, muchísimo peor.
Capítulo 8
—Celia, mala. ¡Fuera del sofá!

L
iz me dio un manotazo en el trasero con un periódico enrollado y
tuvo los ovarios de azotarlo cuando mordí su mano.

—¡Estás dejando pelos por todos los muebles, perra!

Aparte de la vez que estaba esperando los resultados para mi ingreso en


enfermería y entré en contacto accidentalmente con una mofeta, este era el
tiempo más largo que había estado sin cambiar de nuevo a humana. Todo el día
fue miserable.

Todos se turnaron para llevarme a pasear e intentar meterme a la fuerza


un filete en mi garganta. Después de un rato cedí y comí el bistec, pero solo
porque tenía hambre. Sin embargo, me negué a orinar en el césped. Después de
escapar de las garras de Edith Anne y Agnes Concepcion, encontré un baño y lo
usé en privado. Tomó algunas maniobras, pero logré usar el baño sin caerme en
él.

Misha pasó el día paseándose de un lado a otro y murmurando para sí.


Apenas me echó un vistazo. Cuando lo hizo, la culpa oscureció los ángulos
fuertes de su rostro. Sus cejas seguían fruncidas y su maldita sonrisa arrogante
estaba notablemente ausente. Le enseñé mis dientes en repetidas ocasiones.
Deberías sentirte mal, imbécil. ¡Estoy bebiendo de un maldito tazón!

Cuando llegó la noche, intenté regresar a la casa de huéspedes,


pensando que podría desmaterializarme por debajo del suelo y entrar a mis
habitaciones. Estaba casi en la puerta de atrás cuando unos brazos fuertes me
agarraron y me levantaron.

—No, Celia. Esta noche debes quedarte conmigo. —La voz de Misha sonó
rígida e inflexible. Ladré en protesta. Me ignoró, cargándome a su habitación, y
cerró la puerta.
Para el momento en que me soltó, intenté escapar.

—Gruñir y arañar la puerta no logrará nada —dijo—. Esta noche necesito


garantizar tu seguridad.

Intenté no mirar a Misha. Llevaba unos sedosos pantalones de pijama


negros y nada más. Su largo cabello rubio colgaba holgadamente contra sus
fuertes hombros musculosos, y sus abdominales cincelados y pecho parecían de
piedra.

Cualquier otra perra se habría frotado contra su pierna.

Misha me recogió nuevamente. Luché contra su agarre. Era un esfuerzo


inútil. Puede que sea más fuerte y al menos dos veces más grande que el
Spaniel promedio, pero nunca habría sido rival contra un vampiro. Aun así, era
un Spaniel extremadamente terca, y solté un gruñido de advertencia cuando me
colocó en la cama. Echó su cabeza hacia atrás y se echó a reír. En cierto modo,
no podía culparlo. ¿Qué tan feroz podría haber sido? Sin embargo, iba en serio,
y lo mordería para probarlo, pero entonces jugó sucio y frotó mi vientre.

Odio admitirlo, pero se sintió jodidamente bien. Mi pierna trasera


comenzó a temblar y me derretí en sus manos. Me relajé, no lo suficiente como
para volver a cambiar, pero lo suficiente como para no sentirme tan irritante.
Misha aprovechó mi lapso momentáneo de ira para prepararse para la cama.
Cuando salió del baño unos minutos después, no pude evitar mirarlo
boquiabierta. Si los dioses griegos caminaran por la tierra, Misha era Adonis.
Pero cuando se quitó el pijama antes de meterse en la cama, me recordó más a
Thor.

Salté de la cama y agarré sus pantalones con mis colmillos, gruñendo y


sacudiéndolos. Una gran sonrisa astuta se extendió por su rostro.

—¿Necesitas dar otro paseo?

Eres todo un comediante divertido, ja, ja ¿no? ¡Ponte los malditos


pantalones, Misha! Ya he tenido un día difícil y me estoy sintiendo muy
vulnerable.

—Ladrido, yip, yip, ladrido, gruñido, woof, woof!

Sabía que no aprobaba su comportamiento y, sin embargo, me levantó y


me recostó contra su pecho.
—Querida, no he usado ropa en mi cama durante más de cien años.

El pecho de Misha se sintió cálido y reconfortante. Acarició mi cabeza con


movimientos hipnóticos y rítmicos. Luché para resistir sus encantos, pero me
estaba desvaneciendo rápidamente. De alguna manera, me las arreglé para
saltar y recuperar sus pantalones. Suspiró como si me hubiera pillado hurgando
entre la basura.

—Muy bien. Haré lo que me pidas. Pero no más ladridos ¿de acuerdo?

Le di la espalda para esperar mientras se vestía. Cuando terminó, me


llevó debajo de las sábanas con él. Después de unos minutos de Misha
acariciando mi cabeza, me quedé dormida. Soñé con los labios suaves de Aric.
Cómo barrían sobre mi piel las mañanas que había despertado a mi lado, su
cuerpo alerta y ansiando mi toque. Mis ojos se abrieron lentamente. Era otra vez
humana. Y estaba desnuda. Me sentí relajada, cálida… sexy. Pero los labios que
me buscaban no eran los de Aric. Y esta no era nuestra cama.

La lengua de Misha se deslizó a lo largo de mi hombro y hacia mi cuello


en trazos burlones. Su brazo envolvió mi vientre a medida que sus dedos
cosquilleaban en mi piel. Me giré para mirarlo.

—Misha…

Sus labios se presionaron inmediatamente contra los míos y me llevó


sobre él. Mis pezones se pusieron erectos al encontrarse con su pecho desnudo.
Me aparté de él y salté de la cama, tirando una sábana conmigo para cubrir mi
cuerpo.

—Gatita, espera.

—No, Misha. No puedo hacerme esto, ni a ti. Voy a volver a la casa de


huéspedes. —Me moví como un rayo, pero no fue lo suficientemente rápido.
Bloqueó la puerta con su cuerpo.

—¿Por qué no te entregas a mí? —demandó.

La humillación calentó mi piel. Mi cuerpo, desesperado por un toque,


había respondido al suyo. No podía ni mirarlo a los ojos.

—Porque nunca podré ser lo que quieres.


—Esa debería ser mi respuesta. Si apestara a bestia y aullara a la luna,
entonces ¿sería tu pareja?

Misha estaba amargado, herido y completamente furioso conmigo. Al


principio, esperé que arremetiera, ya sea con más palabras o con la violencia de
la que era capaz. No lo hizo. En su lugar, me sorprendió dando un paso lejos de
la puerta. Necesitaba y merecía una explicación para mis acciones, pero ¿qué
podía decirle? Cualquier cosa habría sido cruel. Así que, solo me fui, pasando a
varios vampiros al salir. Me fulminaron con la mirada, sin duda habiendo
escuchado nuestras palabras. Pero su opinión sobre mí no importaba; solo lo
hacía la de Misha. Cuando regresé a la casa de huéspedes, cerré la puerta detrás
de mí bruscamente. Me desplomé en la cama y tomé el teléfono.

Taran respondió al primer timbre. Escupí todo dentro de mí como un pez


destripado.

—Maldición. ¡No puedo creer que hayas besado a Misha!

La explosión de Taran no era exactamente el rayito de sol que necesitaba.

—Taran, no le devolví el beso exactamente. Como dije, me tomó por


sorpresa.

—Y extrañas a Aric —agregó Emme suavemente. No me sorprendió


escuchar su voz suave al otro lado. Taran siempre me ponía en altavoz cuando
nuestras otras hermanas estaban cerca.

—Sí. Lo extraño. Hoy lo vi, a su madre y a él.

—Lo sabemos, Ceel —dijo Shayna. Su voz carecía de su vivacidad típica—


. Fue al aeropuerto a recogerla y nos llamó en el camino de regreso
preguntándonos si sabíamos dónde estabas. Quería que conocieras a Eliza…
antes de que ella conociera a Barbara.

—Estaba desnuda en la cama besándose con Misha —dijo Liam desde


cierta distancia.

Me senté erguida en mi cama.

—Oh, Dios mío. ¡Liam está escuchando!

—¿Estás segura, cariño? —preguntó Emme.


—¡Sí, estoy segura! Él acaba de anunciar que estaba desnuda y besando a
Misha. —Un estruendoso rugido estalló más lejos. El rugido atronador de Aric.
Oh. Dios.

Escuché a alguien alejarse a toda prisa y abrir la puerta bruscamente.

—¡Liam! —gritó Emme—. Oh, no. ¿Qué hiciste?

Taran le gritó a Liam por encima de los gruñidos crecientes de Aric.

—¡Mierda, por Dios, Liam! ¿Le dijiste a Aric que fue un accidente y ella se
fue de inmediato? ¿Le dijiste eso, Liam?

La voz profunda de Koda retumbó en el fondo.

—¿Cómo te desnudas accidentalmente y comienzas a besar a alguien?

—No es tan raro —interrumpió Bren—. Me ha pasado más de una vez.

—Me sorprendes —murmuró Danny.

Mi mandíbula se contrajo. Buen Dios. ¿Ahora todos lo sabían?

—Chicos ¡los necesito afuera ahora! —gritó Gemini desde más lejos—.
Aric está perdiendo el control completamente.

—Taran, por favor, ve a la ventana y ve si puedes dormir a Aric —suplicó


Emme—. Alguien va a salir lastimado.

Escuché los pasos rápidos de Taran, corriendo presumiblemente hacia la


ventana. Agarré algo de ropa y comencé a vestirme frenéticamente.

—Emme, dile a Aric que voy en camino. Necesito explicar…

Taran interrumpió.

—No, Celia. Se acabó.

Me detuve a mitad de ponerme mis pantalones.

—¿Ya lo pusiste a dormir? —Estaba rogando que me dijera que sí.

—No. Se volvió lobo y se fue. —La escuché golpear sus uñas contra algo
duro—. No debería decirte esto, pero creo que tienes derecho a saberlo. Gemini
dice que la carga de continuar con su especie y estar sin ti ha afectado las
formas animales y humanas de Aric. Gem está… preocupado de que la bestia de
Aric salga a la superficie y se apodere del hombre.

Me enderecé y dejé caer el borde de mis jeans.

—¿Qué significa eso exactamente?

—Ceel, es la forma en que su lobo intenta mantenerlo fuerte y protegerlo


de su dolor —respondió Shayna vacilante—. El problema es que, su bestia no es
tan razonable o paciente, y si su condición actual empeora, con el tiempo
seguirá siendo lobo. Koda dice que a veces sucede… cuando los weres son
privados de sus compañeros.

Cerré mis ojos y apreté mi mandíbula.

—Los Ancianos obviamente deben saber esto. ¡Por qué, no puedo


entender, por qué le permitirían perder su humanidad!

Taran intervino.

—A Anara no le importa, Ceel. Aún puede ordenarle a Aric que haga


cachorros con Barbara. Todo lo que tiene que hacer es adoptar su forma de
loba. —Resopló—. Creo que Noviazilla del infierno lo sabe y está intentando
trabajar el ángulo animal. Cuando Aric cambió hace un momento, ella también
lo hizo y fue tras él.

Fallé mi cama cuando intenté sentarme y terminé desparramada en el


suelo. Me quité los jeans y me levanté con las piernas temblorosas justo cuando
la puerta se abrió de golpe en el otro extremo de la línea y se escucharon varios
pares de pies.

—Oye, ¿crees que Aric finalmente va a montar a Barbara? —preguntó


Liam desde algún lugar de la habitación.

Emme jadeó. No hice ningún sonido. Estaba demasiado ocupada


rogándole a Dios que me mate.

—Si lo hace, tal vez dejará de ser un maldito bastardo —dijo Bren. Se
alejó pisoteando enfurecido. Su voz resonó como si estuviera gritando por la
ventana—. ¡Oye, Lorraine!

—Su nombre es Barbara, imbécil —murmuró Koda.


—Como si me importara una mierda. ¡Oye, tú! Mientras lo haces, saca al
puma que Aric tiene metido en el culo.

—Bren, cierra el hocico. ¡Celia sigue al teléfono! —gritó Danny.

—¿En serio? —Hubo algunos sonidos alrededor y entonces, Bren entró


en la línea—. Oye, Ceel ¿cómo te va? Mira, no te preocupes por lo que dije.
Nadie puede hacer que Aric grite como tú. Una vez tenía hambre y me detuve
en tu casa para comer algo. Probablemente no sabían que estaba allí ya que
ustedes lo estaban haciendo como gorilas en celo…

—Amigo. ¡Cállate!

—Retrocede, Shayna. Estoy intentando hacerla sentir mejor con Aric


montándose a la horrenda esa.

—Oh, Dios mío, Bren —susurró Emme. Al igual que yo, probablemente
no podía creer las palabras saliendo de su boca.

—De todos modos, ustedes fueron inspiradores. Después de comerme


un sándwich y algo de postre, por cierto, tu pastel de arándanos: es una
maravilla. Recogí a una chica en una estación de servicio y tuve uno de los
mejores polvos de mi vida. En serio, deberían hacer una gira o algo… ¡Ay! ¿Qué
demonios?

El chisporroteo me alertó de que Taran lo había atacado. Gritó,


enloquecida:

—¡Fuera de una puta vez antes de que los electrocute a todos!

Hubo un gruñido colectivo de los lobos en la habitación antes de


escuchar el ruido de pasos alejándose.

—¿Estás bien, Ceel? —preguntó Shayna.

—No. Pero lo estaré —respondí, aunque sabía que era una mentira total.
—Buenos días, Misha.

Llevaba sus pantalones de pijama de seda negra. Y a juzgar por las cuatro
mujeres agotadas y extremadamente complacidas acariciándolo,
probablemente no había dormido ni un poco.

—El Anciano Anara me contactó esta mañana. Ya tienes la tarea que


reclamas que tu bestia necesita desesperadamente. —Hizo una pausa para
reírse ante la sugerencia digna de miedo que Zorra Número Uno le susurró al
oído—. Hoy volarás con un grupo de mis vampiros a Nicaragua. Han
descubierto un nido de la Tribu. Necesitamos que lo destruyas junto al Maestro
de Tribu.

Un nido de Tribu era donde un Maestro de Tribu se criaba con mujeres


humanas para hacer hijos demonios para su ejército. Aún tenía pesadillas de mi
primer encuentro. Estas pobres mujeres fueron obligadas a llevar a los
monstruos a término y luego murieron ante el nacimiento al digno estilo de
Alien. No iba a ser una tarea fácil, pero estaba más que dispuesta a aceptarla. La
guerra sobrenatural había reclamado a muchos inocentes, y me estaba hartando
de eso. Incluso si Misha no me hubiera reclutado y la Tribu no me hubiera
atacado específicamente, aun así habría luchado para derribar a esos imbéciles.

La tarea en sí no era lo que me molestaba. Me había entrenado para ello.


Lo que me molestaba era la insensibilidad de Misha. Su frío tono despectivo
junto con los besos que estaba dando a esa rubia de piernas largas… era todo
un atrevimiento.

No es como si hubiera esperado que se uniera a mí en las asignaciones.


Después de todo, los maestros y los Ancianos, como los generales militares,
luchaban solo cuando no había otra opción. Aun así, Misha no tenía que
comportarse como una idiota.

—Misha, me gustaría hablar contigo sobre anoche… en privado.

Misha no me reconoció, pero la morena lamiendo su pecho se detuvo el


tiempo suficiente para echarle un vistazo y hablar por él.

—Misha no tiene tiempo para una niña cuando tiene mujeres para
mantenerlo ocupado.
Está bien, hermana, me estás haciendo enojar.

—¿Qué clase de mujer eres si necesita que cuatro como vosotras


reemplacen a una como yo?

Misha se tensó pero aun así no me miró. Y a excepción de la que besaba


sus labios, las “mujeres” restantes me fruncieron el ceño. Derribarlas no habría
logrado nada. Solo eran humanas: estúpidas, cachondas y probablemente
enfermas, pero no obstante humanas. Además, Misha era igual de responsable
de sus acciones.

—Bien, Misha. Si no quieres hablar de anoche, no lo haremos. Solo dime


¿hay algo más que deba saber sobre la misión? —Terminó su beso y luego
comenzó otro con una groupie diferente. La poca paciencia que me quedaba
desapareció rápidamente—. Te pregunté si había algo más —siseé.

—No. Recibirás más instrucciones en media hora. Vete a empacar. Te


llevarán el desayuno a la casa de huéspedes. Ahora, estás excusada. —Me hizo
un gesto hacia la puerta y regresó a su séquito.

Mi ira me hizo sacar mis garras. Me giré y salí tempestuosa. Entre Misha y
todo lo que estaba pasando con Aric, tenía mucha ira que desatar. Los Hombres
de Tribu no sabrían lo que los golpeó.

Que se joda Misha, que se joda Barbara, y que se joda todo este estúpido
desastre. Llamé a mis hermanas para informarles de mi ausencia, pero no pude
contactarlas. Al final, terminé hablando con ellas: en el avión.

Salté de mi asiento cuando abordaron el jet privado de Misha. Sonrieron


y saludaron, y aparentemente habían estado de compras. Se quitaron sus
abrigos largos para revelar camisetas camuflajeadas y pantalones cargo a juego.
Incluso llevaban botas militares. Creo que intentaban un estilo militar a la moda,
pero los resultados fueron más parecidos a las Fuerzas Especiales Barbie. Taran
se sentó como si fuera la propietaria del avión, echó hacia atrás su cabello
oscuro y comenzó a aplicar otra capa de brillo labial. Dios no permita que nos
ocupemos de los demonios con los labios agrietados. Emme intentó darme una
sonrisa pequeña, pero cuando captó mi expresión no tan alegre, se sentó
rápidamente junto a Taran y se recostó en su asiento.

—¿Qué mierda están haciendo ustedes tres aquí?

Shayna terminó de ajustar su coleta y sonrió como si fuera la azafata


dándole la bienvenida a bordo.

—Misha llamó y nos dijo que ibas a otra asignación. Nos hemos perdido
tus últimas asignaciones, de modo que le preguntamos si podíamos venir. —
Tiró del tirante de su camiseta cuando se le cayó del hombro derecho. A
diferencia de Taran, no tenía los bienes para llenar su camiseta elástica.

Si Misha hubiera venido, lo habría estacado por el culo.

—¡Es más como si él las hubiera manipulado para que vinieran!

Taran cerró su polvo compacto y resopló.

—No mierda, Celia. Pero eso no significa que no queremos ayudar. —Me
miró de arriba abajo—. ¿Por qué carajo estás vestida así? ¿No nos dirigimos a
una jungla?

Los vampiros y yo vestíamos pantalones cortos y camisetas. Me froté mis


sienes para luchar contra el dolor de cabeza golpeando mi cerebro con cada
segundo que pasaba.

—El avión no va a dejarnos en la jungla. Aún tendremos que ir en Jeep a


la Reserva de Bosawás. Estamos intentando no destacar. Pero olvida cómo estoy
vestida. ¿Están locas? ¡De ninguna manera voy a dejar que vengan!

Taran alzó su barbilla, y entrecerró sus ojos azules.

—Mira, Ceel. Te acompañaremos, te guste o no. Esos imbéciles los


torturaron y jodieron mi brunch de cumpleaños. Ahora están intentando
matarte. —Señaló con un dedo furioso—. Mierda, eso es simplemente grosero.

Alcancé mi teléfono celular.


—Ah ¿en serio? Bueno, creo que sus lobos pueden tener algo que decir
al respecto. —Apreté el número de Koda en la marcación rápida, sabiendo que
sería el más furioso.

Mis hermanas intercambiaron miradas de pánico. Emme me arrancó el


teléfono con su fuerza y me retuvo en el lugar cuando me abalancé sobre ella.
Abrí mi boca para contarle todo a Koda al momento en que respondió el
teléfono, pero mi voz se calló de inmediato. Los iris de Taran palidecieron y
sentí que mis cuerdas vocales se contrajeron. No pude hablar. No pude gritar.
Ni siquiera pude silbar.

Los vampiros miraron el drama con entusiasmo tranquilo y con los ojos
muy abiertos. Los bastardos ni siquiera levantaron un dedo para ayudar.

—¿Celia? —reverberó la voz profunda de Koda a través del celular—.


¿Qué pasa?

—No, cachorrito. Soy yo —respondió Shayna.

Hizo una pausa, ya sospechoso.

—Nena ¿por qué me llamas desde el teléfono de Celia?

—Um…

Los ojos de Emme se abrieron por completo y el sudor goteó en su


frente. Su cabeza golpeó contra la silla acolchada a medida que yo empujaba
contra su poder.

—Date prisa y dile algo. Es muy fuerte. No puedo retenerla.

Sonreí para mí y dejé de pelear. Mis hermanas nunca habían podido


comprender lo grandiosa que era nuestra audición.

—¿Qué está pasando? —gruñó Koda—. ¿A quién está reteniendo Emme?

—Oh, cachorrito… ¿qué podría estar pasando? —respondió Shayna,


riendo un poco demasiado histérica.

—¡Pon a Celia ahora!

Taran se cubrió la garganta con una mano y señaló el teléfono con la


otra. Shayna le dio el teléfono y Taran comenzó a hablar, usando mi voz. Las
palabras que usó y la forma en que habló gritaron fuerte y claro que no era yo.
—Hombre, relájate. Solo estamos comprando tampones y otras cosas.

Me reí en silencio. Casi podía escuchar la vena en la frente de Koda


explotar.

—¿Qué carajo está pasando? ¡Esa no es Celia!

—Pssst. Pssst. Lo siento, cachorrito… psst… el teléfono se está


rompiendo… psst… No esperes… psst… despierto… psst. —Desconectó y miró
boquiabierta a la pantalla.

Los vampiros rugieron de risa. Emme se sonrojó dos tonos más


profundos de lo habitual.

—¡Taran! ¿Tuviste que decirle que estábamos comprando productos


femeninos?

—Emme ¿por qué tienes un maldito problema al decir la palabra


“tampón”? Solo dilo. Sería muy liberador.

—Taran, los vampiros están escuchando…

—¡Tampón, tampón, tampón! —canturreó Taran.

La cabeza de Shayna se movió del teléfono hacia nosotros.

—¡Olvídate de los tampones! Creo que el cachorrito sabe que le mentí.

Taran puso los ojos en blanco.

—No mierda, Shayna. —Se deslizó a mi lado. Sus iris se tornaron blancos
como el cristal; a medida que profundizaron en su color azul, mis cuerdas
vocales se relajaron.

Me toqué mi garganta con la punta de mis dedos.

—¿Cómo hiciste eso?

—He estado practicando aprovechar la magia del Tahoe. —Taran se


encogió de hombros—. A veces funciona; la mayoría de las veces no lo hace.

Asentí.

—Interesante. ¡Oh! Pero adivina qué. Aún no vienen. —Agarré la puerta


del avión justo cuando estaba a punto de cerrarse.
—Oh, sí, lo haremos —respondió Taran, justo antes de que me durmiera.
Capítulo 9
La aldeana llamó al nido El Hogar del Diablo.

E
l hechizo de Taran me había noqueado durante todo el viaje.
Desperté malhumorada y lista para hacer mi perra al mal. Y, sin
embargo, el miedo de la joven me detuvo. Puede que haya estado
viviendo con vampiros, pero ella estaba viviendo entre monstruos.

La cara de Emme palideció ante el nombre a pesar del calor sofocante y


la humedad. Intenté preguntarle más a la joven, pero sacudió su cabeza y se
alejó rápidamente. Los residentes del pequeño pueblo nicaragüense sabían del
mal acechando en su bosque, pero estaban demasiado asustados para hablar
de ello. Amarré mis rizos descontrolados en una coleta y asentí hacia un
hombre acercándose. Maria sonrió y se lamió los labios. No necesitabas un GPS
con un vampiro alrededor.

—¿Puedo comérmelo? Se ve tan sabroso.

Levanté un dedo.

—Una mordida. Eso es todo lo que tienes.

El hombre nos llevó al nido con una gran sonrisa en su rostro y sus ojos
arremolinándose por la hipnosis de Maria.

Habíamos formado un plan, uno con el que no estaba contenta. Los


vampiros pensaron que era mejor separarnos, pero me negué a dejar a mis
hermanas por su cuenta. Mis hermanas se pusieron del lado de los vampiros,
sintiendo que necesitábamos atacar fuerte desde todos los lados para salir
victoriosos. Sospechaba que no confiaban en ellos y sentían que debían
mantenerlos bajo control. Independientemente de la razón, necesitábamos
actuar rápido. Mi grupo sería el primero en entrar y los demás comenzarían un
asalto desde lados diferentes.
Shayna especialmente me tenía ansiosa. Arrojaba la empuñadura de su
espada nueva de un lado a otro entre sus manos mientras nos apresurábamos a
través de la vegetación densa en la parte trasera de una camioneta. No pudo
devolver el collar de Taran a su forma original. Taran le dijo que lo considerara
su regalo de cumpleaños para los próximos treinta años.

—Quiero ser la que lo mate —nos dijo Shayna—. Quiero ser la que mate
al Maestro de Tribu.

Taran y yo intercambiamos miradas.

—Hija de puta —espetó Taran—. ¿Estás loca?

—Celia y tú lo han hecho —protestó Shayna.

—Sí ¡y casi muero en el maldito intento! —Mini rayos de azul y blanco


chisporrotearon de la punta de los dedos de Taran.

Shayna se giró hacia Taran.

—¿A ti te comieron viva los demonios?

Taran le respondió con el ceño fruncido.

—¿Y tú, Celia? —preguntó Shayna, volviéndose hacia mí.

Dejé de tamborilear mis dedos contra el borde de la camioneta. No. Me


habían mordido y torturado, pero mis heridas palidecían en comparación con lo
que esos malditos Hombres de Tribu le habían hecho a Shayna. Si no hubiera
sido por el intento de Koda de convertirla en loba, la habríamos perdido. No
podía cambiar, pero había recibido suficiente de la esencia de Koda para curar
su cuerpo devastado.

Me incliné hacia delante.

—¿Qué está pasando? —Sus manos temblaron y esa mirada aterrorizada


regresó a su rostro, tal como lo había hecho el día que habíamos luchado
contra el gusano gigante—. ¿Shayna?

Shayna soltó un suspiro tembloroso. Luego otro. Y otro. Habló muy


suavemente, probablemente para que Emme no pudiera oírla en la cabina de la
camioneta.
—Sueño todas las noches que los demonios me devoran. Despierto
gritando. Koda se está volviendo loco. —Echó un vistazo a donde Emme estaba
sentada al frente—. Le pedí a Emme que use su toque curativo para atender mis
heridas emocionales, pero no está funcionando. Creo que estoy perdiendo la
cordura, Ceel.

Chispas azules y blancas chisporroteaban sobre la cabeza de Taran.

—Celia, diles a los vampiros que den la vuelta. Maldita sea, no debería
estar aquí.

—Estoy mejor desde la pelea con el último Maestro de Tribu —insistió


Shayna—. Es como si me ayudara saber que aún puedo luchar y protegerme.
Creo que… —Tragó con fuerza—. Creo que matar una de estas cosas será la
mejor terapia posible.

La observé atentamente. Conocía la venganza. Éramos las mejores


amigas y las peores enemigas. Pero Shayna no estaba pidiendo una
oportunidad de venganza. Quería sentirse segura. No es algo que pudiera
concederme. Sin embargo, tal vez podía dárselo.

—Vamos a ver qué pasa. Simplemente no hagas nada estúpido.

Mis hermanas y yo rezamos antes de dejar la camioneta. Las Colegialas


Católicas mantuvieron su distancia de nosotras. A diferencia de algunos
vampiros que eran católicos devotos (extraño, considerando que no poseían
alma) estas vampiras abrazaban el uniforme y muy poco más. No es que un Ave
María las habría matado; es solo que probablemente las ponía nerviosas. Al
convertirse en vampiras, habían cedido la oportunidad al cielo o al infierno. Una
eternidad en la tierra era lo único que conocerían después. Si alguna vez las
mataban, simplemente dejarían de existir. Después de todo, no puedes seguir
adelante sin un alma. Eso es lo que hacía a Misha tan poderoso. Equilibraba la
vida y la muerte simultáneamente.

Nos separamos en nuestros grupos. Mi equipo y yo nos movimos


silenciosamente por el área y nos detuvimos cuando vimos la entrada principal
del recinto. Un hombre desgarbado arrastraba a una joven quejumbrosa hacia
la puerta. La puerta se abrió y salió un vampiro. Podía oler su aroma a sexo y
chocolate desde donde nos acurrucábamos.
—Aquí está mi hija —dijo el hombre—. Dame el dinero que me
prometiste.

Maldije cuando el vampiro le arrojó un billete de veinte dólares arrugado.

—¿Qué pasó? —susurró Edith Anne.

—Simplemente exigió dinero a cambio de la venta de su hija.

—Bueno, eso apesta.

Le levanté mis cejas.

—¿Tú crees?

—Oh, cálmate, Celia —se quejó Liz—. Si quieres, me lo comeré por ti


después de que hayamos terminado.

La chica tembló de miedo a medida que el vampiro la escudriñaba. Él se


rio cuando sus gritos se convirtieron en sollozos ahogados mientras la
arrastraba gritando hacia el campamento. Su padre alzó el billete del camino
desgastado y salió corriendo enloquecido.

—No creo que puedas atraparlo aún si lo intentas —agregué


amargamente.

Cuanto más nos acercamos al recinto, más fresco era el aire. Una
sensación horrible de muerte e injusticia ensombrecía el nido como una capa
hecha de iniquidad y sufrimiento. Asentí hacia los niños demonios en los
árboles cercanos. Eran quince, durmiendo boca abajo como murciélagos. Los
colmillos sobresalían de sus bocas de reptil y sus largas alas coriáceas cubrían
sus piernas y brazos escamosos. Taran los describió una vez como “los monos
voladores del Mago de Oz”. No estaba de acuerdo; los monos voladores eran
mucho más tiernos.

Los demonios variaban en tamaño; algunos tenían solo unos sesenta


centímetros de altura, otros eran mucho más grandes que mi cuerpo de metro
sesenta. Los restos de huesos y calaveras de su cena habían sido lamidos y
amontonados en el suelo debajo de ellos. Los huesos eran humanos. Estaba
segura que los Hombres de Tribu también habían pagado unos veinte dólares
por ellos. Bastardos.

—Están durmiendo su cena. Mantengamos esto en silencio.


Las Colegialas Católicas y yo trabajamos rápido. Los pequeños cabrones
no supieron qué los golpeó. Desgarrar a los niños demonio liberó sus entrañas,
que parecían gusanos pulsantes que se deslizaban hasta que el aire los secaba
en grupos marchitos. La parte más difícil de todo el asunto era intentar no
vomitar. Casi perdimos el control un par de veces y en realidad no quería ver
vomitar a las colegialas. A diferencia de Misha, no comían comida.

—Mantengan sus posiciones y permanezcan unidos. Ahora nos estamos


moviendo. —Desaparecimos en las sombras, abrazando nuestros instintos
depredadores. Acechamos en silencio. Mi objetivo era barrer y eliminar la mayor
amenaza posible antes de que los equipos de mis hermanas avanzaran.

Creo que habría funcionado si Taran no hubiera encendido al vampiro en


la puerta como una vela romana del cuatro de julio.

El vampiro chilló y aplastó las llamas azules y blancas enterrándose en su


espalda y envolviendo su rostro. Explotó en una montaña de cenizas, cubriendo
la cerca de madera rodeando el recinto. Si Taran tomó la ofensiva sin nosotros
presentes, debió haber una razón para ello.

—¡Ataquen!

Salimos corriendo por completo. Los cambia osos pertenecientes a la


Tribu saltaron sobre las paredes altas de madera, limpiando fácilmente la cerca
de alambre de púas enrollándose en la parte superior. Aterrizaron con un fuerte
sonido pesado, mellando el suelo húmedo del bosque y bloqueando nuestros
caminos hacia las puertas. Pateé a mi oponente en su sien y le arranqué la
cabeza con mis garras mientras giraba en el aire. Agarré al que estaba encima
de Liz y lo metí en una llave de cabeza. Ella se puso de pie y atravesó su pecho,
arrancando su corazón de un tirón.

El corazón terminó de latir en su mano.

—¿Quieres un bocado? —me ofreció.

¿Estaba intentando enfermarme? Le arranqué los brazos al oso que


intentaba decapitar a Maria.

—Er, no, gracias.

—¿Estás segura? Es un oso de sol. Se les consideraba un manjar en…


En lugar de escuchar lo que los vampiros consideraban bocados
deliciosos, corrí a buscar a mis hermanas. Primero me encontré con Emme.
Había liberado velozmente a un grupo de aldeanos de una gran jaula usando su
poder. Se acurrucaban unos contra otros, demasiado aterrorizados para
moverse.

—Corran, corran. Escapen de aquí. —La estatura pequeña y las facciones


delicadas de Emme la hacían parecer más amiga que enemiga. Los aldeanos
temblorosos intercambiaron miradas de pánico breves antes de salir corriendo
de la jaula a instancias de ella.

La ira alimentó mi asalto y el de Emme. Una vez que los aldeanos


despejaron la puerta, arrojó fragmentos de leña apilados en un rincón y empaló
a los Hombres de Tribu corriendo hacia nosotras. Aquellos cuyos corazones falló
terminaron decapitados rápidamente por mí o por los vampiros de Misha.

Taran estaba rodando en el barro literalmente con otra bruja. Gritaban,


abofeteaban y se tiraban del cabello. Es posible que hayan carecido de la gracia
de un verdadero luchador, aun así, las chispas de su magia chocaban lo
suficientemente fuerte como para cargar el aire. Era la última pelea de gatas,
una que Bren habría pagado por ver, y una que no podría tolerar. Agarré a la
bruja por el cuello y la aparté de Taran. Edith la terminó, pero no antes de
probar la mercancía.

—Vamos, Edith. No tenemos tiempo para esto.

—Celia, aquí afuera hace más calor que un horno. Estoy sedienta.

Los gritos de Taran interrumpieron mi reprimenda.

—¡Celia!

Más de veinte jaulas se alineaban en una pared. En una de ellas, una


pobre niña aldeana acababa de dar a luz a un niño demonio. La cosa le había
atravesado el estómago y había salpicado sus órganos contra las barras de
metal. Había sido testigo de esto muchas veces, pero no hacía que el momento
fuera menos horrible. El recién nacido saltó a través de la jaula hacia Taran. Lo
arrebaté en el aire con mis garras. Sus alas coriáceas golpearon mis nudillos y
sus chillidos enfurecidos hicieron doler mis oídos sensibles. La cálida sangre
resbaladiza recubriendo su cuerpo reptiliano lo hacía difícil de sostener. Me
mordió en la muñeca y lamió mi piel con entusiasmo. Lo estrellé contra el suelo
fangoso y lo pisoteé. Los huesos se rompieron debajo de mi zapatilla deportiva
y, sin embargo, el pequeño insecto aún no moriría. Peor aún, habló con una
oscura voz psicópata:

—Celia Wird.

Le rompí la cabeza inmediatamente como una muñeca Kewpie, sin


querer escucharlo decir mi nombre otra vez.

Maria se acercó a mí mientras su interior se apresuraba a secarse debajo


de una carretilla oxidada llena de huesos.

—Hmm, debes haber dejado una buena impresión en el infierno si ya te


conocen.

Tal vez lo había querido decir como un cumplido. Nunca había sido
popular en la escuela, pero saber que ya estaba apuntada como reina del baile
de bienvenida en Hades no hizo nada para levantar mi autoestima.

Más demonios cargaron contra nosotros. Reuní mi miedo y temor, y los


transformé en ira y odio. Mis garras se clavaron en los pechos para arrancar
corazones, y perforaron ojos y cerebro. Si dejaba que mi lado humano piense en
mis acciones, me arrojaría de la brutalidad. De modo que, llamé a mi bestia para
que guíe mis manos. Podía cazar, mutilar, proteger y empujarme hacia adelante.
Sus ojos reemplazaron los míos a medida que recorría los montículos de
entrañas resbaladizas, ignorando el olor a sangre vieja, carne podrida y la
mezcla asquerosa de defecación y sudor. Taran no tenía a una tigresa para
fortalecerla y la sangre se tornó demasiado para ella. Se derrumbó sobre sus
manos y rodillas, vomitando.

Mi tigresa me obligó a ir a las jaulas, hacia aquellas que no podíamos


dejar atrás. Las mujeres desnudas en el interior reían histéricamente o se
dejaban caer de costado, mirando inexpresivamente al frente. Todas estaban
embarazadas. Algunas temblaban con convulsiones prenatales.

Mi tigresa me impulsaba a matarlas, sabiendo lo que se deslizaba debajo


de sus barrigas sobresalientes. Mi lado humano no podía, y luché para
encontrar una solución más misericordiosa. Tiré de Taran a sus pies. Mechones
negros de su cabello pegados a su pálida cara empapada de sudor.

—Taran, tienes que extraer un poco de luz solar mágica. —Sus párpados
se despegaron bruscamente y se soltó de mis manos.
—Mierda. ¡No! Es luz pura. ¡Matará a los vampiros y demonios, pero
también tostará a estas mujeres como pan!

Le di una mirada dura.

—Lo sé, Taran.

—Maldita sea, Celia, ¡no voy a matar inocentes!

—Taran, solo son vasijas para las criaturas. Están sufriendo. La única
forma de ayudarlas es liberar sus almas. —Pareció desgarrada—. Hazlo, Taran.
—Más mujeres cayeron al suelo sucio, agarrándose, sus barrigas vibrando por
los niños demonios inquietos por salir—. ¡Hazlo ahora!

Emme tropezó a mi lado, su cara del color de la tiza. Se limpió la


transpiración de sus ojos.

—¿Q-qué pasa con la familia de Misha?

—Me ocuparé de ellos. Taran, ve. Emme, protégela. —El aire se cargó y
crujió a nuestro alrededor a medida que Taran extraía la magia rodeando el
bosque. Le arranqué la cabeza a un cambia mono intentando tambalearse a sus
pies y lo arrojé ruidosamente contra un tambor de acero usado como fogata.

—¡FPS cincuenta! —grité.

Ante el sonido de mis palabras para el código secreto tan inteligente que
inventé, los vampiros de Misha abandonaron sus objetivos y buscaron refugio.
Sus adversarios se detuvieron. Uno levantó su puño en el aire y gritó victorioso.

Chico, iba a sufrir una gran decepción.

Una niebla zafiro y blanca arremolinándose alrededor penetró en las


jaulas y durmió a las mujeres justo cuando Taran levitó en el aire. Sus iris
palidecieron al calor blanquecino y abrasador construido alrededor de su
pequeño cuerpo. Me protegí mis ojos de la gigantesca explosión de luz que
cortó el aire como un chasquido.

Pestañeé mis ojos para despejar las manchas a medida que el torrente de
luz se desvanecía. Lo que quedó de las mujeres, los vampiros opuestos y los
niños demonios fueron simples cenizas. Atrapé a Taran mientras caía. Ya no
podría pelear. La magia que había realizado la había drenado por completo. La
acuné en mis brazos.
—Mira, Taran —le dije a medida que la sostenía—. Lo hiciste.

Desde las jaulas, briznas de luz brillante se alzaban hacia el cielo. Recé
para que San Pedro recibiera las almas maltratadas y torturadas en el cielo.
Taran sonrió y las lágrimas brotaron de sus ojos brevemente antes de limpiarlas
y maldecir por lo bajo. La ayudé a ponerse de pie y la solté cuando Emme la
agarró del brazo.

Los vampiros de Misha siguieron a los weres restantes, los cuales


atravesaban la cerca de madera en un esfuerzo por escapar. Pensé en
perseguirlos y obligar a un Miembro de Tribu a revelar el paradero de su
maestro. Sin embargo, pareció que no necesitaría hacerlo. Un rugido horrible
surgió de una gran estructura compuesta por un techo de chapa y paredes de
bloques de hormigón.

—¡Liz, Maria, vengan aquí! —Se apresuraron a mi lado como sacudidas


por un cable vivo.

Liz echó un vistazo nerviosamente hacia el edificio.

—¿Qué, Celia?

—Lleven a Taran y Emme de regreso al hotel que vimos camino al


pueblo. Si no estamos de vuelta en una hora, suban al avión y regresen a Tahoe.

—No —protestó Maria—. El maestro dice que debemos permanecer a tu


lado y mantenerte a salvo.

—Misha está a salvo en casa revolcándose con su harén de perras. ¡Estoy


a cargo y les ordeno que mantengan a mis hermanas a salvo!

—No quiero dejarte, Celia —dijo Emme.

—Emme, Taran está vulnerable y necesito que la protejas. Maria y Liz se


encargarán de su seguridad. —Le gruñí a mis buenas Católicas—. ¿Cierto,
chicas?

El cristal se hizo añicos en algún lugar y Hank voló junto a nosotras como
un furioso misil apaleado. La sangre brotaba desde una herida profunda en su
cabeza y en su rostro. Se selló de un parpadeo al siguiente. Le faltaba su camisa
y parecía que sus pantalones cortos habían sido usados como pañuelo por algo
con un resfriado desagradable. Se puso de pie de un salto con un siseo y volvió
corriendo al edificio. Eso fue lo suficientemente convincente para Maria y Liz.
Arrastraron a mis hermanas en sus brazos y desaparecieron en el bosque
oscuro. La noche se estaba acercando rápidamente. Mis ojos de tigresa podrían
ayudarme a ver en la oscuridad. Emme y Taran no tenían esa ventaja. Las
necesitaba a salvo. Y necesitaba encontrar a Shayna. Perseguí a Hank y me metí
en el caos que me esperaba.

La mejor manera de describir lo que vi era una pelea en un bar. Lynyrd


Skynyrd incluso resonaba desde un estéreo viejo en la esquina. Puños y sillas
volaban más fuerte que en la última llamada en un bar de moteros. Me agaché
cuando una botella de cerveza Victoria voló sobre mi cabeza y se estrelló contra
la pared de bloques de cemento desmoronados.

Los vampiros de Misha se mantenían firmes contra los Hombre de Tribu.


Agnes y Edith se tambalearon a mi lado, medio desnudas, pero eso no era nada
nuevo.

—Terminemos con esto —les dije.

Se lanzaron a la refriega, chillando como una banda de callejeras


enojadas necesitando penicilina. Como la sangre ya cubría mi piel, no tuve
ningún problema para llamar la atención. Una bandada de recién nacidos
flacuchos y alados voló hacia mí, su lengua deslizándose como sanguijuelas a
través de sus colmillos. Como una broma enfermiza, algún idiota les había atado
gorros de bebé. Decapité a dos y aplasté un tercero justo cuando una bruja
apuntó a Tim. Gritó cuando una nube verde oscura lo tragó entero. Agarré a un
niño demonio saltando hacia el techo, le arranqué la cabeza y la lancé hacia la
cara de la bruja.

Soltó a Tim de su hechizo y se giró hacia mí.

—Celia —dijo, con sangre rezumando de su nariz. Las brujas eran


divertidas. No de una manera ja-ja-ja, sino más bien retorcida. Carecían de
fuerza y velocidad, pero lo compensaban con hechizos y personalidad. Escupió
hacia mí desde la distancia—. Puta sucia. Te mato, puta, ¡te mato!

No me gustaba ser amenazada o insultada.

—¡Tú eres la perra sucia! —gruñí. ¡Hurra! Toma eso.

Ella lo había comenzado, pero no pareció apreciar los insultos. Su magia


se agrupó en un nauseabundo ramo de hierbas y hojas podridas. Y con cada
paso que dio, me bombardeó con bolas de fuego arremolinándose con humo
verde y negro. Pero era demasiado lenta y no era rival para mi velocidad. Atrapé
a unos niños demonio en el aire y los arrojé hacia sus bolas de fuego, usándolos
para protegerme de sus llamas. Explotaron como mini fuegos artificiales
rellenos de tripas. Bueno, mierda, eso la hizo enojar.

—¡Hija de la gran chingada!

No entendí lo que eso significaba. Pero sabía que no era una buena señal
cuando sus ojos giraron en sus cuencas y desaparecieron en su cráneo. Una
bola gigante de color pantanoso salió de su boca y se arremolinó hacia mí. No
era nada con lo que pensara que podía o debería pelear. Tampoco quería cerca
de mí. Levanté lo que quedaba de una gran mesa y la abaniqué hacia ella. No
estaba segura que hubiera funcionado ya que estaba batiendo la mesa como
una lunática, pero eché un vistazo ante el sonido de sus chillidos.

La bilis se elevó hasta mi garganta. Para empezar, no era una chica linda
como pensé al principio, pero incluso la más hermosa de las estrellas no podría
haber logrado su apariencia nueva. Serpientes se liberaron desde las cuencas de
sus ojos, y de cualquier otro orificio en su cuerpo, como resortes. Las serpientes
se enroscaron alrededor de sus extremidades y torso, dándose un festín en su
carne a medida que se retorcían y apretaban. Mi estómago se revolvió de asco y
terror. Su destino había estado destinado hacia mí. Necesitaba encontrar a
Shayna, y teníamos que terminar esta misión: ahora.

El fuerte tintineo del metal marcó su llegada. Con la gracia y velocidad de


un Jedi, decapitó a cuatro vampiros esgrimiendo un machete. Luché para llegar
a ella, matando a todos los Miembros de Tribu que pude en mi camino.

—¡Shayna!

Me agaché cuando arrojó cuchillos sobre mi cabeza. Sus reflejos y


habilidades eran sorprendentes. Golpeó un were en la garganta y un vampiro a
través del ojo, permitiendo que los vampiros de Misha los mataran con
facilidad.

Shayna gruñó y giró hasta que la lucha a nuestro alrededor cesó


gradualmente. Sus ojos se lanzaron alrededor salvajemente, buscando más
objetivos. Me acerqué a ella lentamente, retrayendo a mi tigresa y hablando en
voz baja.

—Está bien, Shayna. Están muertos. Toma un respiro, nena.


El piso estaba lleno de restos de Miembros de Tribu muertos. Tuve que
pasar por encima de varias extremidades para llegar a mi hermana. Nuestro
grupo se alzaba triunfante. Hank señaló el torso decapitado en el suelo.

—¡Sííííííí! ¡Tomen eso, cabrones!

Levanté el borde de mi camiseta para limpiar la sangre que goteaba de


mi barbilla.

—Aún no ha terminado, Hank. Tenemos que encontrar al Maestro de


Tribu.

Habrías pensado que le había enviado una invitación inmediata al


bastardo villano. El aroma a mal puro inundó la habitación, agudo y agrio a la
vez, anunciando la llegada del Maestro de Tribu. Maldije cuando mi tigresa se
fijó en la entrada trasera. La buena noticia era que, no había un Maestro de
Tribu. La mala noticia era que, había dos.

Gemelos. Fantástico. Justo lo que necesitábamos. Nuestra misión se


había duplicado en tamaño, crueldad y fealdad. Sus caras eran similares a las de
los rinocerontes. Los colmillos sobresaliendo sobre sus hocicos del tamaño de
un cajón.

Escamas de reptil plateadas cubrían su piel como una armadura corporal.


Y, un dato curioso, el último rinoceronte que vi no tenía largas alas coriáceas,
ojos amarillos resplandecientes, ni colmillos del tamaño de un palo de jardín.

Cargamos por instinto puro. No hubo orden, ni vacilación. Esquivé un


aluvión de columpios de brazos tan gruesos como ramas de árboles y el agarre
de unos dedos carnosos con uñas de quince centímetros. Cinco de los vampiros
de Misha no tuvieron tanta suerte. La sangre me salpicó en la cara cuando el
Maestro de Tribu con el que luchaba los partió por la mitad. Me puse de
cuclillas y clavé mis garras en su estómago, intentando abrirlo en dos. Se
clavaron en su vientre grueso y no pude liberarme… hasta que me levantó por
mi cabello. Me sacudió con tanta fuerza que mi cabeza se disparó hacia atrás
dolorosamente y dos de mis uñas quedaron incrustadas en su estómago.

Me levantó hasta su cara.

—Vení, muñeca, te quiero besar.


Ya era bastante malo que me llamara “muñeca” y no me encantó el
hecho de que quisiera besarme, pero fue su oscura voz demoníaca lo que hizo
que mi piel se erice.

Su lengua se extendió para besarme. Llevé mis dos puños a su hocico.


Mis garras rastrillando su pecho cuando me dejó caer, lo que me permitió
desmaterializarlo a través del piso de cemento. Lo hundí profundamente en la
tierra, de modo que solo su cuello y cabeza quedaran expuestos.

—¡Shayna!

La cabeza de Shayna se giró hacia mí de golpe. Salió corriendo de la


pelea con el otro gemelo. Su oportunidad había llegado. Y maldita sea si no iba
a dejar que la tome.

Trozos de hormigón estallaron por todas partes cuando el Maestro de


Tribu golpeó el suelo. Me zambullí en su brazo libre y me agaché, permitiendo
que Shayna le cortara la cabeza de un tajo limpio. Sus entrañas salieron
escupidas como un volcán y rociaron mi espalda con trozos temblorosos. Me
puse de pie, ignorando los restos que se arrastraban por mis piernas, y salté
hacia el otro gemelo.

Shayna persiguió la cabeza que se había separado para acabar con el


cerebro. La escuché cortar el cráneo detrás de mí cuando llegué al Maestro de
Tribu restante. El resto de los vampiros de Misha lo cubrían como un enjambre
de insectos. El Maestro de Tribu rugía de dolor. Pero la familia de Misha no era
suficiente para lisiarlo. Se los quitó de encima y les arrancó las extremidades
como si estuviese pelando maíz. Me propulsé en el aire y lo pateé con una
patada giratoria. Atrapó mi pierna y me aplastó el tobillo.

Mis gritos se convirtieron en rugidos. Cambié, sabiendo que mi cuerpo


humano no era suficiente para realizar la matanza. Maniobré mi cuerpo y fui a
por su garganta. Mis colmillos lograron lo que mis garras no pudieron; saboreé
su sangre cuando rompí su laringe y la empujé a un lado. Levantó mi cuerpo y
me arrojó contra la pared. Era como una caricatura de Bugs Bunny. Caí al suelo y
levanté la vista para ver el contorno perfecto de mi cuerpo abollado en el
bloque de cemento. Lástima que nunca llegamos a un corte comercial. Podría
haber aprovechado la oportunidad para recordar cómo respirar y detener mi
sangrado.
Luché por levantarme. Shayna apareció, girando su espada con una
velocidad vertiginosa. Cortó las piernas del Maestro de Tribu a nivel de las
rodillas. Hank saltó sobre sus hombros y retorció la mandíbula hacia atrás
mientras cuatro vampiros enterraban sus colmillos en sus brazos.

—¡Mátalo! —gritó Hank.

Tropecé con mis cuatro patas, ganando impulso con cada paso que daba.
Mis garras se deslizaron por su cuello cuando lo derribé al suelo. Su cuello de
piel escamosa se partió cerca del torso. Pensé que lo teníamos hasta que lo que
pareció una bomba explotó debajo de mí.

Recordé salir volando, luego caer… bastante estrepitosamente, sin gracia


alguna, y dolorosamente contra un montón de escombros. La conmoción del
impacto me obligó a cambiar de nuevo. Cuando el humo negro y el polvo se
despejaron, el Maestro de Tribu se fue. Shayna yacía extendida a unos pocos
metros de distancia, con un fragmento gigante de vidrio incrustado en su
pecho. Me arrastré a su lado, tosiendo por el polvo recubriendo el aire
alrededor.

Su respiración era rápida y desigual, y una sonrisa encantada iluminaba


su cara sucia. Me asustó mucho. Pensé que iba a entrar en histeria. Saqué el
cristal y cubrí el sitio rápidamente, pero no había sangre. No había nada
exudando. No había… nada. Quité mi mano para examinar la herida de cerca.
Mis labios se separaron con sorpresa. Ya se había sellado. Se sentó sola y sonrió
aún más amplio.

—Tal vez no puedo aullar a la luna, Ceel, pero mira lo que puedo hacer.

A pesar de la agonía vibrando a través de mis órganos en ráfagas


dolorosas, le devolví la sonrisa. Koda no fue capaz de convertirla en loba, pero
que le había dado el regalo perfecto: la capacidad de curar.
Capítulo 10
M
aria sostuvo en alto la pierna cortada de alguien y la agitó
mientras hablaba.

—¿De quién es el pie? Uups… lo siento, Celia —dijo


cuando la sangre de la extremidad me salpicó en la cara—. Hola, estoy
intentando ordenar aquí.

—Creo que es mío —murmuró un vampiro. Yacía en una de las camas de


la camioneta, por encima de otros dos vampiros.

Maria resopló.

—No puede ser. Ya tienes dos.

Levantó una pierna en cada mano.

—Sí, pero ambas son izquierdas. Y mira, ahora tengo una rodilla extra.

El resto de los vampiros de Misha había regresado después de rastrear


los weres enemigos que intentaron escapar.

El Maestro de Tribu con el que habíamos luchado seguía prófugo. Los


vampiros solo habían encontrado más aldeanos enjaulados.

Los habían liberado después de un ligero refrigerio. No estaba contenta,


pero ¿qué podía decir? Salvar el mundo abría el apetito.

Agnes Concepcion, Edith Anne, Hank y Tim estuvieron entre los pocos en
nuestro grupo que seguían funcionando completamente. La mayoría de los
otros vampiros de Misha estaban en mal estado y necesitaban sangre para
regenerarse.

—Supongo que deberían ir a la aldea de modo que puedan encontrar


algo para… comer. —Me molestó mi sugerencia, pero si los vampiros heridos no
se alimentaban pronto, desarrollarían sed de sangre, haciendo que su apetito
fuera voraz e incontrolable. Lo último que Nicaragua necesitaba era un grupo
de vampiros sin extremidades sedientos de sangre arrastrándose por ahí.

Shayna y yo nos alejamos de los vampiros. Éramos jugadores de equipo y


todo eso, pero de ninguna manera íbamos a ofrecer nuestra sangre. Dejé que
los vampiros sanos se encargaran de los demás. Los vampiros no eran
conocidos por su paciencia. Dejaron de intentar arreglar los diversos apéndices
faltantes y apilaron a los heridos y todas sus partes corporales en tres camiones
y se fueron a la aldea.

Edith me llevó hasta un Jeep de la Tribu y nos llevó al hotel, donde mis
hermanas y las Colegialas Católicas restantes esperaban ansiosas.

—Nos vemos —dijo Liz al momento en que nos vio. Ella y Maria volaron
junto a nosotras sin siquiera un “Gracias a Dios que nada con cuernos te
masticó, Celia”.

—¿Qué? —preguntó Maria cuando captó mi mirada—. Tenemos hambre.

Las desestimé, aunque ya podía escucharlas pavoneándose a lo largo del


pasillo arruinado como si estuvieran en una pasarela. Emme corrió a mi lado.

—Oh, Dios mío, Celia. Tu cara está sangrando.

Me froté mi cara. Mi tigresa hacía que mi piel y mis extremidades fueran


más resistentes, pero teníamos nuestros límites.

Todo dolía tanto que era difícil saber el alcance de mis heridas. Edith
intentó ayudar. Sujetó mi cara entre sus manos y me lamió.

—No, eso es de un hombre mapache. Hmm… o tal vez sea zarigüeya.


Déjame probar otra vez.

Tuve que contenerla físicamente.

—¿Puedes detenerte? No me gustó que me lamieras la primera vez.

Edith tuvo el descaro de actuar insultada. Se sacudió su cabello y frunció


el ceño.

—Nunca antes he tenido ninguna queja.


—Solo ve y encuentra a alguien agradable para morder. —Chasqueó sus
dientes y se fue. Esa era mi cosa favorita de Edith: todo lo que se necesitaba era
algo brillante o la oferta de comida para distraerla.

Hice una mueca y me retorcí cuando la luz sanadora de Emme me rodeó.


Al momento en que me soltó, me metí en la ducha, ansiosa por deshacerme de
todo lo que estaba haciendo que mi cabello se pegara a mi carne como
pegamento. Había sobrevivido a mi última misión y conseguí algunos
admiradores nuevos en el camino. Odiaba haberme hecho tan popular entre los
súper espeluznantes. Había aceptado que eventualmente sería bien conocida,
pero ¿por qué tan pronto? ¿Podría alguien estar informando a los malos de mi
presencia? Intenté no ser tan paranoica, pero mis hermanas reforzaron mis
temores en nuestro camino de regreso al avión.

Unas viejas farolas oxidadas iluminaron nuestro camino, la baja potencia


apenas era suficiente para atravesar la oscuridad.

—Los imbéciles de la Tribu siguen llamándote por tu nombre, Ceel —dijo


Taran. Se inclinaba hacia mí. La ayudaba a caminar… demonios, la ayudaba a
ponerse de pie. La luz solar mágica la había aniquilado—. Es como si todos te
quisieran muerta. Incluso esos recién nacidos horripilantes.

—Me di cuenta —respondí por encima de los gritos y vítores. La gente se


alineaba en las calles empedradas, bailando y celebrando a pesar de la llegada
de la medianoche. El temor rodeando la aldea había desaparecido, permitiendo
que el puro aire fresco inundara la noche. La esperanza me hizo cosquillas y
avivó mi piel. Sospechaba que los aldeanos también lo sentían. No necesitaban
una percepción sobrenatural para darse cuenta que los monstruos se habían
ido. Al menos, de momento.

—Hijo de puta. ¿Eso es todo lo que tienes que decir? —murmuró Taran.

—No hay mucho que decir. La Tribu me ha puesto en un blanco, pero ¿y


qué?

Taran maldijo nuevamente.

—¿Qué quieres decir con “y qué”? ¡Esta mierda no es graciosa, Ceel!

—No me estoy riendo, Taran. ¿Crees que me gusta ser acosada? En pocas
palabras, esto no cambia nada. No es la primera vez que algo aterrador viene
detrás de mí. —Suspiré—. Y es probable que no sea el último. La diferencia es
que si solo es la Tribu, al menos esta vez conozco a mi enemigo y puedo
prepararme para luchar.

Shayna giró su cabeza hacia mí.

—¿Crees que podría ser alguien más?

Intenté sonar indiferente, una tarea casi imposible considerando el tema.

—Simplemente parece extraño escuchar mi nombre. Es como si supieran


algo sobre mí que yo no, o alguien los envió específicamente detrás de mí.

Emme asintió, su voz suave temblando ligeramente.

—Puedo ver eso, pero ¿quién? Todos los que has enfrentado están
muertos… ¿cierto?

Me estremecí involuntariamente, pensando en la línea de psicópatas con


los que había luchado y supuestamente conquistado.

—Eso espero, Emme.

Caminamos otra cuadra hasta donde Edith planeaba reunirse con


nosotras. Una multitud de hombres apresurándose hacia nosotras se separó y
salieron corriendo a la calle cuando sintieron mi lado depredador. Mi bestia
permanecía en alerta máxima, ignorando la celebración y buscando a los que
habitaban en las sombras.

—Me gustaría que pudieras volver a casa, Ceel —agregó Shayna en voz
baja—. Al menos, estaríamos allí para velar por ti.

Sacudí mi cabeza.

—Todo lo que haría es llevarles el peligro. Mira, la Tribu obviamente me


tiene como blanco, y tal vez algo más también lo ha hecho. Pero al menos soy
solo yo, y no ninguna de vosotras. Si tenemos suerte, seguirá así. —O eso
esperaba. Si mis hermanas no tuvieran a sus lobos, Misha alojaría a otras tres
chicas Wird.

Un Jeep se detuvo junto a nosotras. Dos hombres sexis se bajaron


tambaleantes en calzoncillos. Su piel oscura brillaba con la transpiración a pesar
del aire fresco de la noche y jadeaban como si hubieran corrido con los toros.
Edith apretó el freno de emergencia, se arrastró por el asiento delantero y atrajo
a cada uno hacia ella. Los besó como si sus aretes de diamantes hubieran caído
por sus gargantas y solo su lengua podía recuperarlos. Los hombres
retrocedieron tropezando cuando ella los soltó.

—Adiós, Edeeth —dijeron los dos.

Edith saludó a sus admiradores.

—¡Addy-ose! —Se ajustó su tanga por debajo de su diminuta falda a


cuadros, chasqueando la parte trasera contra sus nalgas—. ¿Van a subir? —
preguntó sin molestarse en mirar hacia nosotras.

Y esta era la vampira asignada para mantenerme a salvo de la muerte.


Me pellizqué el puente de la nariz.

—Sí. Ya vamos.

Cuando llegamos al avión, la mayoría de las extremidades de los


vampiros heridos se habían vuelto a unir o regenerar. Me estremecí. Deben
haber tomado mucha sangre para sanar tan rápido. Tim puso sus ojos en
blanco.

—Celia, nuestras cenas están festejando y pasando un buen rato. Juro


por nuestro maestro que están vivos y bueno… —sonrió—, muy, muy
satisfechos. Tengo que decirte que tu gente es flexible.

—¿Mi gente? —Alcé mi mano antes de que pudiera hacer otro


comentario estúpido—. Es bueno saberlo, Tim. Volvamos a los Estados Unidos.

Nos subimos al avión y nos quedamos dormidas de inmediato. Recuerdo


haberme despertado brevemente en Texas cuando nos detuvimos para
repostar, pero luego volví a quedarme dormida. El vuelo entero fue de
aproximadamente siete horas. Shayna me despertó cuando el avión comenzó a
descender a Tahoe.

—No desperté gritando —susurró emocionada—. Esa es una buena señal


¿no te parece?

Me froté mis ojos y traté de darme una bofetada para despertarme.

—Seguro que sí. Quizás después de todo, conseguir algo de venganza


era lo que necesitabas. —La lluvia salpicaba las ventanas—. ¿Qué hora es?

Shayna se mordisqueó su labio inferior.


—Casi mediodía.

El cielo gris me había hecho creer que estaba más cerca del crepúsculo.
Me asomé por la ventana cuando aterrizamos suavemente en la pista. El avión
se detuvo finalmente, girando muy ligeramente donde esperaba una fila de
autos. Me puse rígida cuando vislumbré una manada de lobos enojados
saliendo de los autos. Koda, Liam y Gemini avanzaron enfurecidos hacia donde
el avión había rodado. Mis hermanas se estremecieron.

—Oh-oh —gimió Emme—. Liam se ve enojado.

No. Liam parecía listo para devorar un T. Rex.

Mis hombros cayeron. Deseé que mi hombre lobo cabreado me estuviera


esperando. Especialmente, después de enterarme de su potencial para
convertirse en una bestia de por vida, estaba ansiosa por asegurarme que
estuviera a salvo.

Bren y Danny deambularon junto a los lobos y esperaron. Bren se frotó


su barba desaliñada, como solía hacerlo cuando estaba preocupado. Danny se
removía nerviosamente de un lado a otro, echando vistazos a los otros lobos a
medida que continuaban avanzando. Detrás de ellos pasó la limusina Hummer
con la placa familiar de MÚERDEME. O Misha aún no había salido o aún estaba
enojado conmigo y no se había molestado en venir.

—Mierda, Ceel. Gem está súper cabreado. ¿Crees que puedes cargarme
fuera del avión para que pueda apelar a su lado simpático? —preguntó Taran.

Shayna echó un vistazo nerviosamente hacia Koda.

—Sí, colega. Cárganos a todas mientras estás en eso.

Lo que empeoró las cosas fue que los vampiros recuperándose fueron
arrastrados primero en camillas. Para cuando nos tocó salir, los lobos ya estaban
enloqueciendo. Llevé a Taran tal como ella había pedido y su plan astuto
funcionó. Gemini corrió hacia nosotras. La ira desapareció de su rostro e
inmediatamente la levantó de mis brazos.

—Taran, cariño ¿estás bien?

—Solo está cansada —respondí con calma—. Había muchas mujeres en


el nido. Tuvo que utilizar la luz solar nacida de la magia para liberarlas.
Gemini sacudió su cabeza y se alejó de mí.

—No deberías haber ido sin mí —dijo en voz baja.

Taran rodeó su cuello con sus brazos.

—Lo siento, amor.

Uno menos, quedan dos.

Emme asomó su cabeza del avión. Liam frunció el ceño, pero su ferocidad
no era rival para su ternura. Ella le dio una de las sonrisas más dulces en su
arsenal y se sonrojó por si acaso. Si eso no era lo suficientemente malo, arrugó
su nariz hacia él de esa manera que lo volvía loco.

Liam la observó a medida que bajaba tímidamente las escaleras hasta


que la espera se hizo demasiado para él. Corrió a su encuentro cuando ella ya
estaba a medio camino y la saludó con un beso.

—Ángel, estaba tan preocupado por ti. ¡Nunca más me vuelvas a hacer
eso!

Liam la rodeó con su brazo y la acompañó por las escaleras.

—Siento mucho haberte asustado, Lee. Espero que puedas perdonarme.

Era jodidamente obvio que ya estaba perdonada e intenté no sonreír.


Koda no sería influido tan fácilmente. Shayna bajó los escalones lentamente.
Cuando se paró frente a él, él estaba rojo de furia.

—Cachorrito, yo…

—¡No me vengas con cachorrito! ¿Tienes alguna idea de lo que me has


hecho pasar? ¿Lo que nos hiciste pasar a todos? —Shayna no dijo nada.
Cualquiera con medio cerebro podía decir que Koda odiaba gritarle, pero su
miedo se había convertido en furia. Luego se volvió hacia mí y gruñó—. ¿Y tú
dónde estabas? Eres la responsable. ¿Por qué demonios las dejaste
acompañarte? Ya es bastante malo que estés involucrada en toda esta mierda…
¿ahora también tenemos que preocuparnos por las demás?

Gemini y Liam se volvieron hacia mí y fruncieron el ceño, completamente


del lado de Koda.

¿Qué demonios?
Empujé mis manos en mis caderas y los fulminé en respuesta.

—¿Honestamente creen que no intenté disuadirlas? Incluso intenté


llamarte, pero tu novia me arrebató el teléfono y me congeló, Liam. —Señalé a
Gemini—. Y tu novia me amordazó con algún tipo de hechizo, usó mi voz como
suya y después me dejó inconsciente.

Me paseaba de un lado a otro donde los lobos se habían alineado. Sus


ceños fruncidos se habían suavizado. Eso no significaba que los hubiera
perdonado. De hecho, iban a escucharme.

—Todo lo que sé es que será mejor que tengan bolas y retomen un poco
del control antes de que les arranque sus credenciales de hombres. De todos
modos ¿qué clase de lupinos son? Dejaron que estas chicas diminutas los
pisoteen. —De acuerdo, tal vez eso fue un poco demasiado. Pero era un poco
gracioso ver sus reacciones. Sus rostros se sonrojaron ligeramente y no
pudieron ni encontrar mi mirada. Toma eso, Guardianes de la Tierra.

Bren se rio a carcajadas.

—Celia tiene razón. Maldición. ¡Pobres idiotas tontos, son unos


sometidos!

Mi estúpida perorata alivió parte de la tensión, pero no lo suficiente.


Koda seguía molesto. Se apartó cuando Shayna intentó tocar su brazo.

—Cachorrito, no… no me alejes así —dijo.

Koda cedió al ver sus lágrimas brillantes.

—Shayna, eres mi compañera. Huir así no está bien. Casi te pierdo una
vez. No puedo pasar por eso otra vez.

—Koda, paso por lo mismo cada vez que tú y los demás se van a cazar a
la Tribu. También quiero ayudar. —Me echó un vistazo entonces—. Y quería
ayudar a mi hermana. La Tribu está detrás de ella. Una bruja y un niño demonio
recién nacido la conocían por su nombre.

De repente tuve más atención de la que podía manejar. Danny se volvió


hacia Gemini.

—Si un recién nacido conoce a Celia por su nombre, eso significa que el
infierno también está familiarizado con ella.
Gemini no parpadeó.

—No me sorprende. Los propios Maestros de Tribus están vinculados a la


condenación. —Asintió lentamente mientras pensaba en las cosas—. Lo que
confirma aún más que ellos son los que buscan matarla.

Emme apretó la muñeca de Liam.

—¿Alguien también podría estar enviándolos en su camino? Eso es lo


que piensa Celia.

Las facciones juveniles de Liam se oscurecieron con una pizca de miedo y


un puñado de enojo.

—El infierno mismo podría estar ordenando a la Tribu que la aniquile,


Emme.

Mi tigresa se erizó con irritación, para asegurarse que estaba escuchando.


Sí. No te preocupes. Escuché eso fuerte y claro.

La mandíbula de Koda se apretó. Sus tumultuosos ojos castaños se


encontraron con los míos brevemente antes de regresar a Shayna.

—La Alianza sabe que Celia ha estado bajo fuego. Como compañera de
Aric, le debemos a él mantenerla a salvo, y lo haremos. Sin importar lo que
busque lastimarla.

La referencia de Koda a mí como compañera de Aric me dolió como un


puñetazo en el pecho. Aún me negaba a creer.

Después de todo, los weres no abandonaban a sus compañeros. El


vínculo supuestamente era demasiado fuerte. Miré al suelo fijamente cuando los
lobos murmuraron colectivamente sus votos para protegerme. El siguiente
minuto o dos de silencio pareció durar toda una vida mientras trabajaba a
través de mis emociones: dolor ante la mención de Aric, preocupación por mi
futuro, furia hacia quienes me buscaban. Estuve agradecida cuando Koda volvió
su atención a Shayna.

Alzó su barbilla con la punta de su dedo.

—En cuanto a ti, sabes que te dejo solo porque tengo que hacerlo. Tengo
habilidades que tú no tienes. He sido entrenado para matar. Tú no. Puedo
arriesgarme más y aún estar bien. Tú no puedes. —Sus cejas gruesas se
fruncieron al captar la sonrisa extendiéndose por su cara de duende—. ¿Por qué
estás sonriendo?

—Maté a un Maestro de Tribu.

De acuerdo, esa definitivamente no es la manera de calmar a un lobo


furioso.

Excepto por Shayna, todos retrocedimos algunos pasos colectivos. Varios


pasos atrás. Gruñidos escaparon de la garganta de Koda… lo suficientemente
fuertes como para golpearme en la cara. No sabía lo que dijo, pero tenía un
agudo sentido para percibir las palabrotas en cualquier idioma. Y aun así,
Shayna sonrió. Sin duda, el ejemplo perfecto de la belleza contra la rabiosa
bestia psicópata y severamente homicida.

Ella sujetó su brazo.

—Está quitando las pesadillas. —Koda se congeló, sus ojos abriéndose de


par en par. Sus dedos delgados se deslizaron por sus brazos abultados—. Por
primera vez, estoy empezando a lidiar con… lo que me pasó. No lo he superado
del todo, pero siento que podría llegar allí.

Las grandes manos de Koda acunaron su rostro con cuidado, sus ojos
oscuros llenándose de tristeza.

—Solo desearía que no hubiera sido a expensas de tu seguridad.


Desearía poder haber ayudado.

—Lo hiciste, Koda —dijo Shayna suavemente—. Ahora puedo sanar. Al


darme algo de la esencia de tu lobo, puedo reparar mis heridas… y ahora que
estoy recuperando mi confianza, creo que también ayudará a mi trauma. —Su
sonrisa se ensanchó—. Genial, ¿eh? —Koda la tomó entre sus brazos y la
abrazó. Ella acarició su cuello—. Gracias… por amarme, y por salvarme.

Casi tropecé contra el amplio pecho de Bren cuando me alejé de Shayna


y Koda. Me estabilizó y plantó un beso en mi mejilla.

—¿Te lastimaste, niña?

Me encogí de hombros.

—Un tobillo aplastado… y perdí algunas uñas intentando destripar al


Maestro de Tribu.
Bren se rio y se rascó su barba desaliñada.

—Oye, eso no es tan malo. Es mejor que la última vez.

—Sí, dímelo a mí. —Le lancé una pequeña sonrisa—. Eliminamos el nido
y matamos a uno de los Maestros de Tribu.

Danny apretó mi hombro.

—¿Había dos?

Asentí.

—Guau. Felicidades. Hiciste un trabajo increíble.

—Estoy en desacuerdo. Celia permitió que el otro Maestro de Tribu


escape, asegurando así que continúe reproduciéndose y continué con su
ataque. —Su Príncipe Real de Todas las Cosas Vampíricas, también conocido
como el Desflorador de Las Reinas del Baile finalmente decidió salir de la
limusina. Sus ojos grises fulguraban con molestia.

Oh. Diablos, no.

La expresión de mi cara debe haber sido clásica: todos nos dieron un


espacio bastante amplio.

—Bueno, tal vez si hubieras llevado tu perezoso trasero chupasangre y


mujeriego y hubieras ayudado ¡no se habría escapado!

Todos los vampiros de Misha jadearon, justo antes de dispersarse como


moscas. Probablemente nunca nadie le había hablado de esa manera.

—¿Qué dijiste?

Bren y Danny se interpusieron frente a mí. Me moví alrededor de ellos y


avancé enfurecida hacia Misha.

—Me escuchaste, aspirante a Hugh Hefner. No estoy de humor para tu


mierda. Así que, a menos que tengas algo bueno que decir ¡mantén tus
colmillos cerrados! —Me volví hacia mis hermanas absolutamente
conmocionadas y sus lobos risueños—. Las llamaré más tarde. —Avancé
pisoteando hacia su limusina, haciendo un montón de ruido considerando que
usaba UGG—. ¡Mejor que haya comida allí!
Abrí la puerta de golpe. El sonido de una risa familiar me detuvo antes de
entrar.

Aric esperaba cerca del camino conduciendo a la autopista, apoyado


contra su Escalade negro. No había notado su auto en la oscuridad de la
mañana miserable. Sin embargo, no pude evitar notar cómo sus ajustados jeans
desgastados abrazaban sus piernas fuertes o cómo su chaqueta de cuero negro
ensanchaba su pecho ancho. Había estado allí todo el tiempo. La lluvia nebulosa
probablemente había opacado su olor. Dejó de reír cuando me sorprendió
mirándolo. Sonreí y le di un pequeño saludo. Si su lobo estaba luchando por el
dominio, no podía sentir ningún rastro de ello. Seguía siendo Aric, al menos en
mi presencia…

Su guiño hizo que mi corazón se acelerara instantáneamente. Todo lo


que necesitó fue ese gesto minúsculo para hacerme querer derretirme contra él
y distraerme de todos los problemas entre nosotros.

—Te amo —chillé en un susurro. Mierda. Quise golpearme por ser tan
débil y tonta. Barbara era una bruja cazafortunas y Aric no le importaba ni
mierda. Lo sabía. Él lo sabía. Pero, en pocas palabras, ella seguía siendo su
prometida. No tenía derecho a decirle eso—. L-lo siento…

Los ojos castaños claros de Aric se fijaron en los míos con tanta
intensidad que casi tropecé.

—También te amo, Celia —respondió, fuerte y claro. Dio un paso hacia


mí, solo para congelarse. De repente, su expresión se endureció. Entonces, en
lugar de acercarse, se volvió hacia su SUV y colocó sus palmas sobre el capó. Su
espalda subía y bajaba con cada respiración brusca. Lo que vi no fue su lobo
haciéndose cargo. Fue un were luchando para comprometerse con las
obligaciones que su manada le había impuesto, un hombre luchando para hacer
lo que era correcto. No es de extrañar que su bestia sintiera la necesidad de
protegerlo.

Observé y esperé a medida que la tensión de su carga continuó


dividiéndolo. Por un momento, pensé que se apresuraría hacia mí como lo
necesitaba. En cambio, se subió a su auto y se alejó bruscamente.

Me tambaleé hacia adelante. Mi tigresa insistía en que lo persigamos.


Clavé mis talones, negándoselo. ¿Perseguir el SUV a toda velocidad? No, eso no
parecería desesperado ni nada así.
Me pasé mis dedos por el cabello, húmedo por la lluvia y resolví regresar
a mi vida nueva, donde los súper malos no podían esperar para hundir sus
garras en mí. No podía estar con Aric, y eso era todo. El problema era que, mi
corazón nunca lo abandonaría por completo.

Estúpido corazón.

Entré en la limusina y fui saludada con las miradas fulminantes de las


cuatro cabezas huecas rubias que habían acariciado a Misha la otra mañana.
Este no era en absoluto el momento oportuno para cabrearme. Las tiré por su
vestimenta y las arrojé sobre sus traseros. Una por una aterrizaron en el asfalto
gritando y lanzándose en tremendas rabietas, pero ninguna de ellas se atrevió a
volver a subir.

Por suerte para Misha, había dos grandes batidos de leche y una enorme
bolsa llena de hamburguesas esperándome. Fue lo único que salvó su pellejo.
Subió un momento después, dejando atrás a sus amantes hostiles. Si intentaba
fingir que estaba enojado conmigo, hacía un trabajo de mierda. Una sonrisa
satisfecha apareció en su rostro.

—¿Por qué echaste a las chicas?

Hablé con la boca llena de comida.

—Porque son unas asquerosas mujerzuelas malcriadas y viles. —Mis ojos


se estrecharon aún más—. ¿Y dónde carajo están las patatas fritas?
Capítulo 11
—Sexo oral.

Miré boquiabierta a Maria.

—Ah, no, gracias.

Puso sus ojos en blanco.

—No estaba ofreciéndolo.

Extiendo mis manos con las palmas abiertas.

—¿Entonces…?

—Celia. —Liz dijo mi nombre como si fuera una especie de tonta—.


Maria está sugiriendo una forma de hacer las paces con el maestro.

Me crucé de brazos.

—¿Entonces una disculpa estaría fuera de discusión?

Edith Anne arrojó sus manos al aire.

—Oh, diablos, Celia. Nada dice que lo sientes como una buena…

—Detente justo ahí, Edith.

—Solo digo…

—No quiero que termines ese pensamiento. Créeme, nada de lo que


digas hará que lo que me pides sea más tentador.

Misha no se había disculpado por ser tan frío conmigo. Por otra parte, no
me había disculpado por atacarlo nuevamente frente a todos. Nos consideraba
igualados. Obviamente él no lo hacía. La tensión subyacente entre nosotros
continuó durante la semana siguiente. Cuando nos reunimos para el desayuno,
ninguno de los dos habló ni hizo contacto visual. No podía soportar la
incomodidad. Comía rápido y me iba sin decir una palabra. De camino al
dojang, las Colegialas Católicas me detuvieron en el jardín.

—Celia, ven ahora. Tienes que hacer algo —exigió Agnes Concepción—.
Al menos camina desnuda por ahí un rato.

—¿En serio esperas que camine desnuda por él?

Agnes frunció el ceño.

—Bien. Puedes usar zapatos si quieres.

Me froté mis ojos y le supliqué a Dios paciencia y guía. En mi mente, Lo


imaginé arrojando una estaca desde el cielo. Él también tenía Sus límites.

Liz tiró de la manga de mi sudadera.

—Tengo un lindo par de zapatos Cenicienta que puedes tomar prestados


—ofreció.

Edith asintió con determinación.

—Creo que todas deberíamos hacerlo. Complacerá al maestro. —Alzó un


puño en el aire—. Por el maestro.

Continuaron discutiendo con entusiasmo el asunto a medida que yo


continuaba avanzando por el camino. La propiedad de Misha era hermosa,
elegante y decorada con muebles de estilo colonial tallados a mano, cueros
caros y esculturas así como pinturas magníficas. Era la visión de un arquitecto
talentoso que probablemente se desmayaría si supiera que albergaba un
montón de cabezas huecas cachondos.

Había alcanzado la bifurcación en el camino de pizarra. El derecho se


bifurcaba hacia la casa de huéspedes con vista al lago. El otro me llevaba
profundamente a la propiedad boscosa de Misha donde el dojang yacía
escondido en medio de un jardín asiático rodeado de abetos densos. Acababa
de girar a la izquierda cuando algo rompió una ventana del tercer piso y se
estrelló contra el césped cubierto de nieve cerca de mis pies.

Salté a un lado con mis garras desplegadas. Un vampiro aterrizó y rodó


como una pelota de béisbol gigante. Me di cuenta que Misha era el “bate” que
lo había arrojado. El vampiro gimió y se inclinó sobre su espalda. Intenté no
reaccionar mientras su ojo colgando volvió a su sitio lentamente en su cráneo.
No funcionó. Ew.

El vampiro empujó su ojo un par de veces más; supuse que para


asegurarse que todo volviera a su sitio.

—El maestro no está de buen humor —comentó.

—Me doy cuenta. —Intenté levantarlo por el brazo. Habría funcionado si


aún estuviera unido a su cuerpo. Se incorporó muy despacio y aceptó el
apéndice.

—Gracias. —Dio un paso hacia el frente de la casa, deteniéndose para


mirar por encima del hombro—. Celia, intenta no cabrearlo.

Primero las Colegialas y su Charla Animada de Sexo Oral, y ahora este


abanica y falla.

Un gruñido retumbó en lo profundo de mi pecho. Si el intento de Misha


era intimidar, eligió a la chica equivocada.

Corrí por el camino y subí las escaleras hasta el dojang. Abandoné mis
zapatillas en el vestíbulo y me dirigí a la parte de atrás junto a la pared de
bambú tejido. La calidez relajante de la habitación brillantemente iluminada me
recibió como un amigo.

Un amigo al que le gustaba golpearte cuando menos lo esperabas. El


piso de madera clara y los aromas relajantes de las orquídeas, el jazmín y las
dalias en las estanterías sugerían que este era un lugar donde uno podía
encontrar paz y tranquilidad interior. Pero aprendí rápidamente que funcionaba
como una instalación de tortura.

Cuando Misha me dijo por primera vez que pasaría varias horas a la
semana haciendo yoga como parte de mis sesiones de entrenamiento, pensé
que estaba loco. Las artes marciales lo entendía, el cardio era un hecho, el
entrenamiento con pesas, lo mismo, pero ¿yoga? Odiaba admitir lo correcto que
había sido. Mi flexibilidad había mejorado y me había vuelto más consciente de
mi cuerpo. El yoga nos había enseñado a mí y a mi tigresa a movernos más
como la criatura sobrenatural que éramos. Podía dar volteretas, aterrizar y saltar
mejor que nunca. Dicho esto, odiaba el entrenamiento. Ying-Ying, mi maestra
de yoga del planeta Voy A Partearte el Trasero, a menudo me sometía a horas
de estiramientos agotadoras.
Hoy, logré evitar la rutina de Gumby por un día de entrenamiento en
artes marciales, también conocido como un viaje a la sala de emergencias.

Me incliné ante Kuan Jang Nim Chang. Un gi blanco cubría su figura


rotunda y una sonrisa amplia ocupaba la mayor parte de su cara redonda. El
bastardo bárbaro de un metro cincuenta me devolvió el saludo y luego se frotó
sus manos como lo hacían los villanos en las películas. Si tuviera bigote, también
lo habría retorcido. En serio, me asustaba muchísimo.

Se quejó de algo y gesticuló frenéticamente. Pero Chang no permitiría


que algo como una pequeña barrera del idioma le impidiera alegrarme el día.
Su especialidad era el tae kwon do, pero también era un hapkido y un maestro
de muay thai. Me dirigió a la parte trasera del dojang. Borbotones de su
misticismo destellaron desde las plantas de sus pies a medida que se
apresuraba hacia donde me esperaba mi lapidación, es decir, el ejercicio de
entrenamiento.

La pila de ladrillos en el centro de la habitación debería haberme avisado.


La diversión del día consistía en romper ladrillos repetidamente con mi mano y
el empeine de mi pie. Pero no era suficiente mantenerlos en un solo sitio y
romperlos. Oh, no. Pensó que sería más efectivo arrojármelos. El hijo de puta
enano tenía mala puntería. Seguí saltando fuera del camino para evitar que me
aplastaran los dedos de mis pies. No hablaba coreano y gritarle en mi idioma no
me llevó a ninguna parte. Solo parloteó con una gran sonrisa en su rostro.
Podría haber estado recitando la versión coreana de la canción de Plaza Sesamo
hasta donde sabía.

Había nacido siendo “rara”, pero nunca pensé que mi vida cambiaría
tanto como esto.

—Hay algo mal contigo —espeté.

Se detuvo un momento y señaló el ladrillo extragrande que tenía en su


mano.

—La Tribu viene por ti —dijo en un inglés entrecortado. Me dio un


asentimiento rígido para enfatizar, luego me lanzó el ladrillo a la cara con una
sonrisa alegre.
Acababa de ducharme y estaba sumergiendo mis manos cubiertas de
moretones por los ladrillos en hielo cuando alguien llamó a mi puerta. Me
sorprendió encontrar a Misha allí con una anciana diminuta. Estaba vestida de
negro de pies a cabeza y llevaba una canasta de mimbre gigante cubierta con
una tela roja.

Él sonrió.

—¿Podemos entrar?

Aunque los vampiros necesitaban pedir permiso antes de entrar en la


vivienda de otra persona, técnicamente no tenía que preguntar ya que la casa
de huéspedes era parte de su dominio. De todos modos, aprecié su intento de
ser cortés. Tal vez había empezado a entrar en razón.

—Por supuesto. Siéntanse como en casa.

Misha dejó de sonreír cuando vio mis manos. Frunció el ceño a medida
que las examinaba. No protesté.

Era la primera vez que mostraba preocupación.

—¿Quieres que envíe por Emme?

Me sorprendió que no se ofreciera a curarme él mismo. Tal vez era por la


presencia de la anciana. No, no importaba… ella observando probablemente lo
habría excitado.

—No, estoy bien. Pasado mañana veré a Emme. Si aún me molestan,


entonces haré que las enmiende.

—Aún deberías atenderlas ya sea que se sientan mejor o no. —Se


encontró con mis ojos—. Si te agrada, mañana me gustaría pasar el día contigo.
Mis manos se deslizaron de las suyas. Esperé a que diga más,
sorprendida por su amabilidad, teniendo en cuenta su estado de ánimo
últimamente.

—Está bien. ¿Qué tenías en mente?

—Cualquier cosa que elijas.

La pequeña mujer nos interrumpió hablando rápidamente en ruso. Misha


le respondió y ella extrajo una cinta métrica de su cesta. Me miró fijamente y
frunció el ceño. Señaló mi estómago, luego mis senos, y dijo algo que hizo reír a
Misha. Sea lo que sea, dudaba que yo lo encontrara tan divertido. Me agarró y
me hizo girar en una pirueta lenta. Para alguien que parecía listo para romperse
la cadera, era una pequeña cosa fuerte.

Me obligó a subir mis brazos y midió mi busto.

—Misha ¿qué está pasando?

Misha no respondió de inmediato. Estaba demasiado ocupado riéndose


cuando la Pequeña Señorita Personalidad agitó la cinta métrica en su cara y
balbuceó sobre algo. No sé por qué demonios estaba tan enojada, pero pareció
llegar a su punto de ruptura cuando midió mi cintura. La pequeña idiota arrojó
sus manos al aire y chilló, su rostro profundamente arrugado contorsionándose
de rabia. Tomó más medidas antes de gritar una vez más.

Misha le dijo algo más que la hizo sacudir su dedo hacia él. Me lanzó una
sonrisa maliciosa cuando ella colocó la cinta métrica contra mi cadera y la dejó
caer.

Señaló justo por encima de mi rodilla. Misha sacudió su cabeza y dijo


algo más. Ella movió su mano más arriba y él negó con la cabeza nuevamente.
Esto continuó hasta que casi llegó al nivel de mi lugar feliz.

Cuando Misha finalmente asintió, la anciana perdió la cabeza y comenzó


a gritarme en ruso. Aunque no podía entenderla, sabía que estaba maldiciendo.
Los gestos con sus manos y los gruñidos la delataban.

Arrojó su cinta métrica en su cesta y comenzó a salir pisoteando. Misha la


agarró por sus largos dedos nudosos y le susurró algo suavemente al oído. La
mujer pasó de ser una criada vieja y amargada a una doncella enamorada. De
hecho, se sonrojó y le sonrió sin dientes antes de alejarse alegremente.
Resoplé, molesta por la facilidad con que Misha se la había ganado.

—¿Qué diablos fue todo eso?

—Se pregunta qué está haciendo una chica buena como tú conmigo.

—También estoy empezando a preguntarme eso —dije, aunque no me


creí ni una maldita palabra de lo que dijo.

De la nada, un viejo anciano escuálido entró corriendo en la casa de


huéspedes con un trozo de papel y un lápiz. Su canoso cabello ondulado
sobresaliendo bajo una toba, contrastando con su piel oscura. Me dio una
sonrisa cálida antes de señalarme una silla. Tan pronto como me senté, levantó
mis pies descalzos gentilmente y los trazó sobre el papel. Luego se despidió
antes de irse tan rápido como llegó.

—¿Podrías decirme qué está pasando?

—Gatita, habrá una gala en la Guarida en dos semanas para honrar a los
miembros de la Alianza que han tenido el mayor impacto en la guerra. Los
representantes de las manadas were, los clanes de vampiros, y aquelarres de
brujas en todo el mundo estará allí. Nuestros esfuerzos combinados han
ayudado a paralizar a la Tribu. Tu captura, intento de fuga, y nuestro rescate
solo resultó en la destrucción de más de cuatrocientos Miembros de Tribu. Sin
mencionar que en las pocas horas que pasaste en Nicaragua, ayudaste a
destruir a más de cien enemigos y evitaste el nacimiento de más de veinte niños
demonios. También has ayudado a matar a tres Maestros de Tribu que de otro
modo habrían seguido criando. Estamos ganando la guerra y es hora de
celebrar.

—Entonces, ¿todas estas… cosas son para hacerme un vestido para la


gala?

—Sí.

Pasé mi dedo sobre los nudillos doloridos de mi mano opuesta.

—Misha, los Ancianos no me quieren en la Guarida. Anara me odia


especialmente.

—Les guste o no a los Ancianos, eres un miembro de la Alianza; al igual


que los vampiros, las brujas y las bestias. Y eres respetada. Anara fue quien
recomendó que te enviara al nido. Sabía que tus habilidades serían necesarias
para asegurar la victoria.

Apreté mis labios.

—Enviarme a un lugar donde podría ser asesinada es diferente a darme


la bienvenida a un lugar sagrado entre los weres.

Misha se puso rígido.

—Luchas con nosotros y por lo tanto, te has ganado un lugar entre los
invitados. Sería un tremendo insulto a los vampiros mostrarte otra cosa que no
sea hospitalidad.

Aric estaría allí, casado para entonces. La idea de Barbara de pie junto a
él como su esposa clavó el último cuchillo en mi corazón.

—No voy a ir, Misha. No puedo.

—Puedes, y lo harás, Celia. Tus hermanas y tú serán reconocidas entre los


invitados de honor. No permitas que ese chucho te robe eso. —Giró sobre sus
talones. No sabía si su comentario despectivo era por Aric o por Anara. Me
resigné a creer que estaba dirigido a Aric. Después de todo, Misha había
captado mi expresión rota, la que superaba mi rostro cada vez que pensaba en
mi lobo.

Regresé a mi pequeña sala de estar y me desplomé en el sofá de color


chocolate. La humedad goteaba del cuenco de cerámica verde en el que había
sumergido mis manos y los trozos de hielo casi se habían derretido. Sabía que
debía continuar mi terapia, pero los pensamientos de ver a Aric corrieron a toda
velocidad por mi cabeza. Si decidía no asistir a la gala, Misha no me obligaría. Si
bien reconocía que nuestra amistad seguía estando tensa, sabía que nunca me
haría daño intencionalmente. Y ver a Aric casado me destruiría.
Capítulo 12
U
n estallido sónico siguió a más cánticos en mandarín. Miré a
través del grueso cristal de la ventana de la biblioteca. Ying-Ying
tenía a las traviesas Colegialas Católicas bailando con los brazos
en alto a medida que ella se cernía alrededor de mi Lexus asignado. Las buenas
Católicas no parecían felices mientras giraban alrededor del auto al ritmo de
algo que Ying-Ying decía. Como yo, sabían bien que no debían arriesgarse a
irritar a mi yogui. Era como Hulk; pero no era verde y ni tan encantadora. De
buen humor, Ying-Ying era psicópata. Nadie deseaba verla enojada.

Cada vez que flotó sobre el capó, unos rayos cayeron sobre Tahoe y
chispas de melocotón y rosa se arremolinaron desde el agua hacia el automóvil.
Me volví hacia Misha.

—¿Estás seguro que esto es necesario?

No levantó la vista del tablero de ajedrez.

—Teniendo en cuenta que los seres engendrados del infierno mismo


quieren aniquilarte, creo que los refuerzos mágicos están en regla. —Levantó a
un caballo—. Especialmente, dado que tu bestia se inquieta si es restringida y
encuentras a mis guardaespaldas…

—¿Molestos? ¿Desagradables? ¿Groseros? —ofrecí.

Los bordes de la boca de Misha se alzaron, pero ignoró mis indirectas a


Hank y Tim.

—Los escudos ayudarán a bloquear cualquier ataque mágico mientras


estás fuera de las instalaciones y te mantendrán a salvo hasta que llegue la
ayuda.

Misha colocó al caballo frente a uno de mis peones. Sabía que el


pequeño estaba jodido, pero no estaba segura de por qué. No sabía jugar al
ajedrez; apenas podía con las damas. Misha lo consideraba una habilidad
importante, así que dejaba que intentara enseñarme.

—No entiendo por qué quieres que aprenda estas cosas.

Eso me ganó una sonrisa llena.

—Estas cosas han ayudado a los líderes como Napoleón a conquistar


Europa.

—Solo me siento mal por el pequeño.

—¿Napoleón?

—No, el peón.

—Gatita, los peones son sacrificios necesarios para ganar el juego.

—Es tan injusto. ¿Por qué el caballo o el rey nunca intentan protegerlos?

—Son más importantes y necesitan ser salvados. ¿No consideras que vale
la pena proteger al presidente, por ejemplo, por encima de un vagabundo?

—Un vagabundo sentiría el mismo dolor si le dispararan.

Misha me escudriñó cuidadosamente. Su cabello caía en cascada sobre


un suéter plateado que acentuaba sus poderosos ojos grises y envolvía su
fuerte físico. No había dicho mucho desde que había salido de la casa de
huéspedes antes. Cuando me pidió que me uniera a él para una ronda de
ajedrez después de la cena, pensé que finalmente sería para resolver nuestras
diferencias. Había hablado solo unas pocas palabras. Incliné mi cabeza,
intentando entenderlo.

Misha podía ser muy duro, como su cuerpo. A veces deseaba que su
condición de maestro permitiera que la gentileza de su alma emerja a la
superficie. Pero eso no era posible. Cualquier señal de debilidad invitaba a un
ataque de otro maestro. Eso significaba un derramamiento de sangre hasta que
solo un maestro saliera victorioso.

Lo vi tomar mi peón siguiendo mi movimiento tan estratégico y metí mis


piernas debajo de mí.

—¿Qué hay de la reina?

—Es la más versátil.


—También parece ser la que está a cargo, incluso más que el rey.

—Una mujer fuerte es capaz de poner de rodillas incluso al hombre más


poderoso.

Parpadeé hacia él.

—¿Seguimos hablando de ajedrez?

Misha ignoró mi pregunta, y en su lugar se apartó el cabello de su cara.

—Háblame de tus padres —dijo.

Mis piernas cayeron al suelo.

—¿Qué quieres saber?

—Cómo llegaron a ser uno.

Sujeté los brazos de mi silla y me obligué a relajarme cuando sentí que


mis garras sobresalieron y se clavaron en la caoba pesada.

—Mi madre nació en El Salvador. Era la menor de siete hijos y se mudó a


los Estados Unidos cuando tenía unos cuatro años.

—¿Una inmigrante?

Asentí.

—¿Como yo?

Sonreí sin humor.

—No. No como tú. Siendo la más joven, y educada aquí, se convirtió en


la más americanizada. Abrazó la cultura, se enamoró de la música y perdió su
acento por completo. Su piel y ojos eran más claros que el resto de su familia y
a menudo se la confundía con una estadounidense caucásica. Era amable y
divertida. —Una pizca de ira se abrió paso en mi voz ronca—. Pero no le
agradaba mucho a su familia. Creo que estaban celosos de que ella lograra
encajar tan bien mientras ellos continuaban luchando.

Misha abandonó el juego y se recostó en su silla.

—A menudo, el éxito genera envidia.


—Así parece. —El tema de mis padres era muy delicado en el mejor de
los casos. Me obligué a continuar, razonando que estaba bien decirle a Misha.
Era un amigo, ¿verdad?—. Mi madre conoció a mi padre en la Universidad de
Rutgers en su primer año. Mi padre estaba estudiando derecho y mi madre
estaba en una especialización en justicia penal. Comenzaron a hablar y se dieron
cuenta que tenían mucho en común. No pasó mucho tiempo antes de que
comenzaran a salir.

—¿Cómo reaccionaron las familias a su unión?

—Mal. Mi padre era de ascendencia alemana y creció en un pueblo


pequeño cerca de Lancaster, Pennsylvania. Su familia no sabía qué pensar de mi
madre. Todos eran de piel clara y cabello rubio como Emme. Mi madre tenía
cabello castaño ondulado, piel olivácea y ojos verdes.

Misha sonrió.

—Como tú.

Bajé mi cabeza.

—Sí. Taran recuerda que nos parecemos mucho. Pero a pesar de cómo
reaccionó la familia de mi padre, la de mi madre fue mucho peor.

—¿De qué manera?

No respondí. Mis uñas habían perforado lentamente a través de la


madera de la silla. Astillé la madera intentando extraerlas.

—Dios, lo siento. Lo pagaré…

El tono de Misha se suavizó.

—No te preocupes por algo tan prescindible. Por favor, termina tu


historia.

Las lágrimas ardieron en mis ojos a pesar de mis débiles intentos de


detenerlas.

—P-pensaron que ella había traicionado a su raza y la repudiaron. Se


casaron, poco después de que se graduaran. Mi madre quedó de inmediato
embarazada de mí. Cuando la familia de mi madre se enteró, una de sus tías
locas apareció en su puerta y maldijo a mis padres con vidas cortas. —Observé
los peones que fueron echados a un lado—. Murieron cuando tenía nueve años.
—Entonces quise dejar de hablar, pero no podía. Todo se derramó de mis labios
de una sola vez—. También hechizó a todos los hijos no nacidos de mi madre.
Pero la maldición de alguna manera salió mal y… y nos hizo lo que somos.

Misha me estudió de cerca.

—¿Conoces las palabras que tu tía usó cuando lanzó el hechizo?

Pensé en su pregunta. Nadie nunca antes me había preguntado eso.

—Mi madre dijo que era algo así como “Tus hijos devorarán cuchillas y
llorarán como inútiles débiles y enfermizos. Los animales los cazarán y
perforarán su carne con colmillos y garras. Arderán con fuego y se esconderán
de la vergüenza porque en ninguna parte encontrarán fuerza, amor o bondad”.
Había más… —Me limpié la última lágrima—. Pero olvidé el resto.

Misha frunció el ceño.

—Me sorprende que tu madre haya compartido la severidad de las


palabras contigo.

Mi cabeza se levantó de golpe.

—Quería que lo supiéramos. Sintió que siempre debíamos creer en


nosotras mismas, independientemente de lo que otros pudieran decir o hacer.
—Me puse de pie abruptamente—. Me alegra que nos haya infundido esa
esperanza. Nos ayudó a superar la crueldad que nos abrumó durante toda la
escuela y nos ayudó a sobrevivir después de su muerte. —No me gustó cómo
Misha me contemplaba con lástima, y mi tono severo lo dejó claro—. No me
mires así, Misha, nada de eso importa ahora. —Aun así, el recuerdo había
quemado un agujero en mi pecho.

Misha se puso de pie.

—Si algo te ha causado dolor, no puedo simplemente descartarlo porque


me lo pides.

No me había dado cuenta de cuánto me molestaba hablar de mis padres


hasta que mi garganta desarrolló un dolor que no pude tragar. Necesitaba irme.

—Estoy realmente cansada. Me voy a la cama.

Misha colocó sus manos contra mis hombros y me atrajo hacia él


lentamente. Su expresión no era de lujuria, sino de algo completamente
diferente. Abrió la boca para decir algo, solo para cerrarla con fuerza. Pensé que
estaba a punto de pedirme que me una a él en la cama. En cambio, me soltó y
unió nuestras manos. Continuó observándome a medida que me acompañaba
de regreso a la casa de huéspedes. Al momento en que llegamos a mi puerta,
besó mi frente y regresó a la casa principal.

Aunque ambos habíamos vivido en Tahoe unos años, al día siguiente


Misha y yo hicimos un recorrido turístico. Que habría sido un día relajante si no
fuera por los francotiradores vampiro cerniéndose en la parte superior de cada
edificio en que entramos, o el grupo de asesinos rodeándonos. Acabábamos de
entrar al muelle de camino a la Isla Fannette cuando una joven agitó sus brazos
frenéticamente a solo unos metros de distancia.

—¡Celia! ¡Celia! Por aquí. —La reconocí como una de mis antiguas
pacientes de parto. Me apresuré a saludarla a ella y a su pequeña familia, pero
no antes de darle un codazo al vampiro alcanzando su pistolera.
Afortunadamente, la familia no pareció darse cuenta.

El padre intentó inútilmente limpiar un poco de comida de la cara de su


niño gritando, mientras que mami sostenía al bebé escandalosamente envuelto.

—Oh, es tan bueno verte —dijo. Me abrazó con su brazo libre mientras
sus ojos se clavaban en Misha.

—Hola, Celia. —El papá me estrechó la mano.

Sonreí.

—Hola, Amy, Les. Es tan agradable verlos de nuevo.

Amy se agitó un poco su escote. Misha tenía ese efecto en las mujeres.

—¿Y quién es este?


—Este es mi amigo Misha.

Amy levantó sus cejas.

—¿Solo un amigo?

Misha le ofreció una sonrisa devastadora.

—Vivimos juntos.

Mis mejillas ardieron ante la risita de Amy.

—¿Puedo sostener al bebé? —pregunté.

Amy colocó al bebé de mejillas regordetas en mis brazos y explicó cómo


nos conocíamos.

—¡Celia es la mejor enfermera del mundo! Trajo a mis dos hijos.

—Celia tiene muchos, muchos talentos —agregó Misha con un guiño.


Extendió los brazos hacia el niño.

—¿Puedo?

—Por supuesto —dijo Les—. Pero cuidado, Cindy muerde.

—Yo también —respondió Misha. Lo habría matado si no hubiera habido


tantos testigos. Los padres solo se rieron. ¡Oh, no era Misha el hombre más
divertido del mundo!

Misha alzó a Cindy y cautivó a la niña instantáneamente. Dejó de gritar y


llevó sus pequeños dedos a la cara de Misha. El bebé no necesitó
encantamiento alguno. Solo sonrió y arrulló mientras lo mecía. Pensé en una
época en que Aric y yo aún estábamos juntos. Había sido una situación similar;
nos encontramos con otra pareja cuyo hijo había ayudado a dar a luz. Aric me
había visto mientras sostenía al bebé. Cuando ella se estiró a él, Aric la había
tomado como todo un profesional. Había sido un momento tan hermoso entre
nosotros.

Ahora solo me puso triste.

La pequeña Cindy chilló cuando Misha la devolvió a sus padres. Nos


despedimos y subimos a uno de los yates más pequeños de Misha. Aún estaba
pensando en ese momento con Aric cuando nos sentamos en la mesa
elegantemente puesta.
—¿Te gustaría un niño? —preguntó Misha.

Misha me había hecho muchas preguntas personales en el pasado. Esta


me molestó más que las demás. No quería responder, pero lo hice, pensando
que no podía hacer daño.

—Sí… algún día en realidad me gustaría uno.

—Podría hacer eso por ti.

Me congelé en medio de colocar mi servilleta en mi regazo. Era una


respuesta sutil pero una que hizo que nuestro personal de seguridad entre en
acción. Los guardaespaldas nos rodearon. En la cubierta superior, apareció un
francotirador y escaneó el área en busca de una amenaza posible. Misha lo
despidió. Desaparecieron con la cabeza baja, probablemente decepcionados de
no poder lacerar el hígado de algún asaltante inmortal.

Mi atención volvió a Misha.

—Pensé que solo los vampiros más poderosos del mundo podían
concebir un hijo.

—¿Qué esperas después de devolver mi alma y ayudarme a adquirir el


poder de varios maestros antiguos?

—Tienes razón. Supongo que, simplemente no me había dado cuenta de


la extensión de tu fuerza sobrenatural. —Moví mis utensilios, a pesar de su
ubicación perfecta. Siempre quise tener hijos. Los consideraba lindos pequeños
milagros maravillosos que necesitaban ser amados y protegidos. Una vez que
conocí a Aric, mis deseos maternos se volvieron tan fuertes que podía
saborearlos. Pero por mucho que aún quisiera una familia, ya no podía prever
una en mi futuro. El mundo de ensueño que había imaginado en el que Aric y
yo nos casaríamos y tendríamos una prole de bebés ya no era plausible. Y aun
así, seguía deseándolo.

—¿Qué estás pensando, querida? —preguntó Misha.

Me pasé los dedos por mi cabello y apoyé mi barbilla contra la palma de


mi mano. Mi otro brazo descansaba contra el suave lino del mantel.

—Misha ¿qué clase de niño podría provenir de un preternatural y alguien


como yo?
Misha sonrió.

—No lo sé. Nunca ha existido nada como tú o tus hermanas.

—Entonces, un bebé nacido de una unión como esa podría dar miedo y
tener, como… ¿dieciocho piernas o algo así?

Misha se atragantó con su vino. Nunca antes lo había visto reír tanto. Se
secó los ojos al terminar.

—Gatita, no podríamos concebir un monstruo porque ninguno de los


dos se parece a uno. La única garantía es que el niño sería extremadamente
poderoso, ya que ambos lo somos.

Un sonrojo profundo llegó a mis mejillas. No había querido que Misha


piense que le estaba solicitando que sea el papá de mi bebé. Debí haber dicho
algo, pero no quería avergonzarlo o lastimarlo, especialmente en presencia de
su escuadrón de ataque. En su lugar, probé la ensalada de queso de cabra que
tenía delante.

Misha también dio un bocado. Observé cómo masticaba cuidadosamente


las verduras.

—¿Por qué aún comes comida si no es necesario?

Chef maldijo mientras golpeaba algunas ollas y sartenes en la cocina. El


hombre era simplemente tan divertido.

—Aún disfruto el sabor, y supongo… bueno, olvídalo.

—¿Qué?

Misha se recostó en su asiento.

—No es nada importante.

—Dime.

Las olas salpicaban duramente contra el bote mientras esperaba.

—No —respondió finalmente.

Clavé un cuadradito de pan frito y salió volando golpeando su nariz. Por


la expresión de su rostro, habrías pensado que le arrojé un dedo lacerado.

—Celia, tus modales en la mesa son…


—Dime —gruñí, pero no pude manejar una expresión seria.

Se rio entre dientes antes de hablar.

—Supongo que me hace sentir humano.

Mis labios se separaron. La mayoría de las veces olvidaba que Misha era
un vampiro. Si no fuera por su dieta necesaria, podría haber pasado por
cualquier supermodelo promedio en la calle.

—¿Alguna vez quisiste ser humano otra vez?

Sus ojos nunca dejaron los míos y se tomó su tiempo para responder.

—No —respondió finalmente.

Podía decir que había atrapado a Misha en una mentira. Sin embargo, no
lo presioné; mejor dejar algunas cosas sin decir.

Y algunos vampiros no deberían ser molestados.


Capítulo 13
No quería moverme.

E
l día de la boda de Aric finalmente había llegado. No me levanté
para desayunar, prefiriendo acostarme en la cama y revolcarme en
mi miseria. Era el último momento de exnovia despechada. Cajas
vacías y envoltorios de Tastykakes cubrían el piso de la habitación mientras “All
by Myself” de Celine Dion retumbaba por enésima vez. Las lágrimas corrían por
mi rostro a medida que devoraba el último pastelito. No tenía sentido
levantarse de la cama. Tenía a Celine, una caja de pañuelos desechables, y luego
continuaría con los Krimpets de caramelo. Mi teléfono sonó toda la mañana. Mis
hermanas dejaron varios mensajes, alegando que sus llamadas eran solo para
saludar. Las conocía bien. Lo apagué con el tiempo y recé para que la Tribu
invadiera la ciudad de Tahoe de modo que pudiera matar algo. Alrededor de la
hora de la cena, llamaron a mi puerta. Cuando la abrí, un tremendo lobo marrón
me derribó al suelo. El lobo babeó por toda mi cara.

—Mierda, Bren, aléjate de mí. —No se movió; solo sacudió su cola y me


bombardeó con besos descuidados. Ajusté mis caderas y lo arrojé por el suelo
de la cocina y en mi sala de estar. Me limpié la cara con la manga de mi
camisón. Me sonrió con sus colmillos gigantes. Cuando saltó a mi lado, me
arrodillé y le di unas palmaditas en la cabeza—. ¿Qué estás haciendo aquí?

Liam y Danny entraron corriendo; mis hermanas tropezaron detrás de


ellos. Todos balbucearon escandalosamente, emocionados, sin alientos, todos a
la vez. No pude escuchar ni entender nada. Especialmente una vez que Liam me
atrajo hacia él y me hizo girar en el aire, aullando como una bestia enloquecida.

Presioné mis manos en el pecho de Liam hasta que me bajó. Todos me


miraron fijamente sonriendo, con las mejillas sonrojadas por la emoción.

—Aric no pudo seguir adelante —dijo Liam.


Lo miré boquiabierta, insegura de haber escuchado correctamente.
Sentía como si mi cerebro hubiera abandonado mi cráneo y mi cuerpo estaba
flotando sobre el piso de madera.

Me agarró por los hombros y me sacudió ligeramente.

—Celia, ¿me escuchaste? Aric no se casó con Barbara. Se marchó al


último minuto.

Me llevé mis manos sobre mi boca.

—Oh, Dios mío —susurré—. ¿Qué pasó?

Liam llevaba un traje azul marino y una corbata roja, pero sus ojos
castaños brillaban con la emoción de un niño de tres años y su cabello rubio
sobresalía fuera de control.

—Bueno, sabíamos que todo el infierno se desataría cuando Aric


apareció en la ceremonia civil vestido con jeans y camiseta, con los que
obviamente había dormido y pareciendo listo para atacar. Barbara lo ignoró y
dijo sus votos como si no hubiera forma de que él tuviera las agallas para
echarse atrás. —Se rio entre dientes—. Aric no pudo o no quiso decir ni mierda.
Barbara armó un gran berrinche y llamó a Anara. Anara arremetió contra Aric
por teléfono y le ordenó que se case con Barbara. Aric se negó rotundamente y
le colgó. Bueno, entonces la mierda explotó. Barbara se dirigió a la señorita Eliza
y le dijo que se había estado arrojando a Aric y que, dado que él no respondió,
debe haber dado a luz al lobo más gay del planeta.

Mis párpados se despegaron por completo y tuve que sujetarme a la


encimera para evitar caerme.

—¿Qué pasó después de eso? —Buen Señor. Apenas pude escupir las
palabras.

—Te va a encantar esto. La señorita Eliza permaneció tranquila. Sonrió


muy dulce y dijo: “Eso es muy extraño, querida. No recuerdo que Aric haya
tenido problemas para demostrarle afecto a Celia”.

¡Oh, mierda!

Mi corazón martilló en mi pecho. No podía creérmelo. Estaba casi


vertiginosa de alegría. Intenté ocultar mis ojos inundados de lágrimas. Liam me
detuvo al agarrar mis manos.
—Creo que Aric pudo resistirse a Anara porque no quiere estar con
nadie… a menos que seas tú.

Las lágrimas escapando de mis ojos me valieron un abrazo muy necesario


de Emme.

—Gracias, Liam. Necesitaba escuchar eso. —Me limpié mis mejillas—.


¿Dónde está Aric? Tengo que llamarlo.

—Celia, no puedes hacer eso —respondió Liam.

Asentí.

—Tienes razón. No quiero meterlo en más problemas con Anara.

—Oh, no, no quiero decir que no deberías. Quiero decir que no puedes.
Barbara le estrelló el teléfono en la cara y lo rompió. —Todos jadeamos—. De
todos modos, Aric se convirtió en lobo y se fue. No sabemos dónde está. —Se
encogió de hombros—. Se supone que debo ayudar a los Guerreros a buscarlo.
Los Ancianos están preocupados de que haya tocado fondo y quieren que lo
encontremos antes de que se coma a un cartero o algo así. —Se inclinó para
besar a Emme antes de salir corriendo.

Mis hermanas me abrazaron y, afortunadamente, me protegieron de la


forma desnuda de Bren. Se puso los pantalones que Danny le arrojó. Taran me
empujó a mi habitación.

—Vístete, Ceel. Te llevaremos a Hairy Bastard’s para celebrarlo.

Hairy Bastard’s era el restaurante principal de carnes en Carson City,


famoso por sus bebidas alcohólicas, sus porciones grandes y servicio de
comidas para weres.
—Esa es la mujerzuela del vampiro, Celia Wird —dijo una were hiena en
un susurro apenas audible.

Los clientes eran famosos por odiar a los vampiros y, aparentemente, a


cualquiera asociado con ellos. La ignoré y me metí en nuestra cabina. Bren y
Danny le echaron un vistazo, pero fue Shayna quien habló.

—¡No hables de esa manera de mi hermana!

Inclinamos nuestras cabezas lentamente hacia Shayna.

—¿La escuchaste? —preguntó Bren.

Shayna continuó entrecerrando sus ojos.

—Bueno, duh, lo dijo alto y claro. —Por lo general, tal respuesta cae
dentro de la lista de rasgos de personalidad de Taran.

—No, no lo hizo, Shayna. —Olfateé para ver si podía detectar algún


aroma de lupino subyacente. No pude sentir nada. Seguía siendo Shayna, pero
algo en ella había cambiado—. Parece que Koda te dio más que solo
habilidades curativas.

Shayna colocó ambas palmas sobre la mesa.

—¡Colega! ¿En serio?

Taran cerró su polvo compacto.

—¿Qué demonios está pasando?

Les contamos a Taran y Emme lo que pasó, y comenzaron a preguntarle a


Shayna sobre otras habilidades nuevas que podría haber notado. Shayna saltó
en su asiento, con su cara de duendecillo radiante.

—Ahora tengo mucha más hambre. Y Koda dijo que soy más agresiva…
um, en ciertas situaciones.

Bren sacudió sus cejas.

—¿Quieres decir en la cama, Shayna?

Shayna se rio a pesar de sus mejillas rosadas.

—Sí, pero a él no parece importarle.


—También fuiste agresiva en cómo respondiste a esa were hiena —dijo
Danny—. No es como si siempre le espetaras a alguien, generalmente eres la
que mantiene la paz.

La preocupación borró la emoción creciente.

—No crees que voy a ponerme toda… —Levantó sus manos, fingiendo
tener garras, y enseñó sus dientes—. ¡Grrrr!

Los lobos y yo nos reímos. Era casi tan feroz como una chinchilla recién
nacida. Danny cubrió su mano.

—Tus tendencias de hombre lobo y tus tendencias humanas


probablemente solo están intentando adaptarse entre sí. Puede que tengas una
mecha más corta, similar a los lobos más jóvenes, pero no espero que te vuelvas
volátil.

La camarera trajo un cubo de Coronas. Bren me entregó una y agarró una


para sí.

—Y probablemente estarás más cachonda teniendo en cuenta que el


equivalente were de Cujo te pasó su esencia.

Shayna se rio.

—Oh, mi cachorrito es un gran amor.

Bren se detuvo a medio camino repartiendo las cervezas restantes.

—Tu cachorrito asusta jodidamente a las personas.

El resto de nosotros coincidimos con un estremecimiento colectivo.


Shayna se rio y se retorció emocionada en su asiento.

—¿Creen que voy a cambiar pronto?

Bren se limpió la cerveza de su barba desaliñada después de beberla.

—Nah. Si fueras a hacerlo, habría seguido durante la primera luna llena.

Shayna hizo un puchero, le habría encantado una cola y un poco de pelo.


Emme se inclinó hacia delante.

—Pero, Shayna, lo que tienes es tan increíble. Tu sentido de la audición


es mayor. Puedes sanar. Puedes oler…
—Eres un bicho raro —intervino la were hiena.

Su comentario hizo que el grupo de weres en su mesa estallara en


carcajadas. Mi tigresa se estiró dentro de mí en anticipación de una pelea. Taran
chasqueó sus nudillos y les dirigió una sonrisa diabólica. Esperamos su próximo
movimiento. Bren no tan paciente. Probablemente era uno de los mejores
amigos que he tenido alguna vez. Era divertido, leal y cariñoso; tampoco
aceptaba mierdas de nadie. Se puso de pie, elevándose por encima de nosotros,
y miró a la were hiena directamente.

—¿Sabes qué? En serio estás empezando a cabrearme.

Un hombre buey que también se había reído se puso de pie y se acercó


amenazante a Bren.

—¿Ah, sí? —Como un imbécil, empujó a Bren en el pecho—. ¿Qué vas a


hacer al respecto?

Bren estrelló nuestro cubo de cerveza justo en la cara del sujeto.

—Lo mismo que le hice a tu madre.

La were hiena se lanzó contra Shayna. La atrapé en el aire y usé su


impulso para estamparla contra la pared. Rompió un letrero de cerveza en
aproximadamente mil pedazos con su espalda y aterrizó con un fuerte golpe
sordo en nuestra mesa. Taran se cernió sobre ella.

—Ahora no te ríes ¿verdad, perra?

Los weres peleaban. Mucho. Como resultado, se había establecido una


ley hace años atrás por tal comportamiento. Mientras nadie muriera y los
humanos no se dieran cuenta, el Consejo de los Estados Unidos de
Norteamérica estaba de acuerdo con alguna refriega ocasional.

Shayna fusionó los utensilios en nuestra mesa y los transformó en dos


largos bastones ninja. Soltó probablemente la excusa más triste para un aullido
de lobo que hubiera escuchado y atacado alguna vez. Bren se echó a reír por
alguna razón y apenas esquivó el taburete en su dirección. Taran salió de la
cabina y electrocutó a cualquier persona que pudiera con un rayo. Enfrenté a un
hombre canguro. Sus golpes fueron rápidos y pateó con ambos pies
simultáneamente. Esquivé la mayoría de sus golpes. Él no tuvo tanta suerte.

—No quiero lastimarte, pero lo haré si das otro paso…


El hombre buey recobró la consciencia y cargó hacia Emme. Ella extendió
su pequeña mano.

El hombre buey se detuvo a mitad de la estampida y sonrió.

—Eres linda. ¿Qué tal un pequeña mamada?

Como el fuego rápido de una ametralladora, Emme estampó una docena


de jarras de cerveza en la ingle del buey. Y frunció el ceño hacia él.

—Idiota.

Hubo algunos gritos agudos cerca de los baños donde una mujer
arrastró al pobre Danny por el cabello. Derribé al canguro con una patada en la
cara y los perseguí. Corrí por el pasillo hacia los baños solo para ser
interceptada por un hombre yak saliendo del baño de hombres.

Nos enfrentamos. Un movimiento estúpido de mi parte: su forma


humana era más fuerte que la mía. Atravesé la puerta del baño de mujeres con
él y me desmaterialicé a través del suelo antes de que su peso pudiera
aplastarme. Emergí con un gancho en su mentón. Su cabeza voló hacia atrás y
se tambaleó contra el lavabo. Cuando su rostro se encontró con el mío, se
congeló. Miró por encima de mi hombro, muy despacio. La ira retorciendo su
rostro se evaporó en horror y su piel olivácea palideció por completo.

Mi cuerpo tembló como si me hubieran arrojado desnuda sobre una


tundra helada. Algo malvado había aparecido.

Detrás de mí. Todo el vello en la parte posterior de mi cuello se erizó


contra mi piel. Un fuerte hedor picante chamuscó mi nariz e hizo que me duela
el estómago con ganas de vomitar. Había olido ese olor pernicioso una vez
antes.

Demonio.

No niños demonios. Los niños demonios eran híbridos de sangre


demonio y sangre humana. Este… este era del tipo sacado directo del infierno
que no pertenecía a la tierra. Me volví lentamente hacia el olor, aunque cada
parte de mí gritaba que corra. Mi tigresa me sorprendió con un rugido que
vibró en mi garganta; mientras que mi lado humano ansiaba llorar y esconderse
debajo de la cama más cercana.
En el alféizar de la ventana había algo parecido a un sapo, solo de un
blanco enfermizo con manchas grises y una gorda cabeza humanoide. Unos
brillantes ojos rosados parpadearon hacia mí. Su cuerpo era solo del tamaño de
una barra de pan, pero no necesitaba ser más grande para asustarme.

El hombre yak retrocedió, persignándose, el aroma de su miedo


mezclándose con el mío.

—Jodida mierda —susurró. Se estrelló contra la jamba de la puerta en su


prisa por alejarse a toda prisa, dejándome sola con esta cosa.

La pelea continuaba en el área del comedor, pero el baño se quedó


inquietantemente silencioso. El demonio abrió su boca y extendió su gruesa
lengua gris, saboreando el aire y posiblemente a mí.

Arranqué el dispensador de condones de la pared y lo aplasté con él. Los


primeros golpes se sintieron como si hubiera golpeado un globo mojado lleno
de agua. Lo golpeé con más fuerza hasta que escuché un chapoteo. La
habitación se llenó con más de ese olor horrible, impulsándome a golpear más y
más fuerte.

Mis manos resbalaron con mi sangre contra el metal deformado. ¡Muere,


muere, solo muere! Salté cuando Danny puso su mano sobre mi hombro. Aun
así, seguí pulverizando lo que quedaba.

—Oh, Dios mío. Celia, detente… ¡Celia!

—Mu-mu-mu. —Estaba tan aterrada que no podía ni decir la palabra, así


que seguí golpeando más fuerte.

—Está bien, está bien. Me desharé de eso.

Dejé caer el dispensador de metal retorcido encima de eso. Mis pies


alejándose automáticamente cuando Danny lo hizo a un lado. Los dos tuvimos
arcadas por el olor. Parecía que alguien había vertido una burbujeante baba
blanca en el suelo. Trozos de carne flotaban en la parte superior,
arremolinándose entre sí como si intentaran volver a unirse. Cinco minutos.

Aric me había dicho una vez que solo los demonios más fuertes podían
salir del infierno. Y cinco minutos era generalmente su toque de queda. Mi
cuerpo convulsionó con terror. Le quedaban al menos tres minutos.
Danny sacó un pequeño tubo de agua de su bolsillo trasero y vertió unas
gotas sobre las sobras.

Las gotas chisporrotearon. Chispas azules explotaron y envolvieron la


baba en una mini ola mágica, limpiando el piso y purificando el aire.

Mi cuerpo se relajó ligeramente al respirar la frescura repentina.

—¿Agua bendita? —tartamudeé después de unos minutos de silencio.

Danny sacudió su cabeza. Tenía sangre seca pegada a sus labios y varias
contusiones cubrían su rostro.

—Es agua del lago. La magia en el Tahoe es principalmente pura. He


estado intentando analizarla en el laboratorio. —Se encogió de hombros—. No
sé. Simplemente tuve el presentimiento de que ayudaría.

Me aferré al borde del lavabo, incapaz de mantenerme erguida sobre mis


piernas débiles.

—¿Y si el agua no hubiera funcionado?

Danny sonrió con una verdadera sonrisa genuina propia de él.

—El poder del bien evita que los demonios permanezcan en la tierra.
Incluso si el agua no tuviera ningún efecto, esa cosa no habría durado mucho
contra tu luz.
Capítulo 14
-S
abes, esto en realidad no es necesario —le dije a Hank.

Corría a mi lado, resoplando y jadeando como un


fumador de dos paquetes diarios.

—Celia, la Tribu se está desesperando por quitarte del camino si están


enviándote demonios. Maldición, perdón si el maestro está intentando
protegerte. —Escupió sobre el asfalto—. ¿Crees que quiero correr? Es una
estupidez. No entiendo por qué lo haces.

—No es estúpido. Ayuda a mi resistencia y calma mi tigresa.

—El sexo también lo hace, y es mucho más placentero. No entiendo por


qué sigues negándote al maestro.

Los vampiros siempre exageraban, ya sea con dinero, sexo o


alimentación. ¿Cómo podía razonar con unos seres tan egoístas?

Las personas conduciendo en la dirección opuesta nos miraron


boquiabierta. Era un día claro de unos cinco grados. Llevaba una gorra de
béisbol y lentes de sol, pero no miraban mi disfraz lamentable. Tampoco
estaban atónitos por el chico atractivo con el ridículo traje de jogging de los
setenta corriendo a mi lado. Miraban a mi equipo de seguridad, cortesía de
maestro vampiro ahora mi ángel guardián propio.

Atrás quedaron los días en que corría sola por los senderos del lago.
Ahora, cada vez que corría, era entre dos autos llenos de vampiros listos para el
combate. Eso era malo. ¿El helicóptero volando sobre nosotros? Mucho peor.
Todos en el área de la ciudad de Tahoe probablemente pensaban que algún
multimillonario excéntrico estaba de paseo.

Hank se impacientó.

—Bueno, ¿vas a decirme?


—¿Decirte, qué?

Su expresión me indicó que le gustaría usar mis globos oculares para


jugar al ping-pong.

—¿Por qué no te acuestas con el maestro? No es como si fueras una


virgen tímida o algo así. Ese idiota, Liam, me dijo que el purasangre y tú siempre
lo estaban haciendo.

Mi cara se sonrojó y aceleré el paso.

—Hank, definitivamente no voy a tener esta conversación contigo.

Me ignoró.

—No es natural no tener sexo, incluso para una chica rara como tú.

—Hank, en serio estás empezando a cabrearme.

—Solo admítelo: quieres tener sexo.

—No tengo que admitir nada. Y si abres tu hocico una vez más, lo
lamentarás.

Me ignoró, una vez más.

—El maestro es razonable. Probablemente permitirá que le rasques las


orejas durante el acto sexual, si ese es el tipo de mierda que te excita.

A medida que aumente mi velocidad, los autos delante y detrás de


nosotros aceleraron.

—Hank, no involucres a Aric en esto; no sabes nada de él o de nuestra


vida amorosa.

—¿Qué vida amorosa? No tienes nada con ese chucho. Mira, no estoy
intentando presionarte, pero los demás y yo tenemos una apuesta. El premio se
está poniendo bastante alto y no quiero perder.

—¿¡Están apostando a si Misha y yo vamos a hacerlo!? —La revelación


solo me hizo correr más rápido.

—No si lo harán: cuándo. Edith y Liz ya han perdido veinte mil. Tienes que
complacer al maestro para el día de San Valentín o de lo contrario voy a perder
cincuenta.
—Eres un completo imbécil, Hank. No puedo creer que apuestes por mí.

—No lo habría hecho si hubiera sabido lo difícil que serías. Mierda, Celia.
Sabía que eras terca, pero esto es demasiado incluso para ti.

Hank ahora estaba jadeando. Los vampiros eran rápidos, pero no estaban
diseñados para correr en distancias tan largas.

Habíamos alcanzado la marca de los dieciséis kilómetros antes de que en


realidad comenzase a sudar. Corrí más rápido. Hank intentó alcanzarme
desesperadamente y perdió la concentración. Se resbaló sobre un poco de
grava y cayó en picado. Hubo un gruñido fuerte cuando el auto detrás de
nosotros lo atropelló. Se lo merece.

Tim asomó su cabeza rapada del auto frente a nosotros.

—Maldita sea, Celia, ralentiza esa mierda. Los humanos sospecharán


algo.

No lo creo, Tim. Subí por el camino lateral siguiente a último momento. El


auto al frente siguió adelante, pero el auto detrás de mí hizo un giro brusco e
intentó seguirme. Lo consiguieron hacer bastante bien hasta que
me desmaterialicé bajo tierra y reaparecí en el patio trasero de alguien.

El helicóptero sobrevoló sobre mí, buscando. Me reí cuando los vampiros


comenzaron a maldecir. Continué desmaterializándome y manteniéndome entre
las sombras bajo los árboles. Danny me había convencido de que los demonios,
los reales, no podían aparecer tan cerca del lago. Tenía sentido, dado que los
únicos que había visto fueron lejos del poder del Tahoe. Seguí moviéndome.
Los vampiros no tardarían mucho en captar mi aroma, y mientras tanto quería
un momento lejos de los molestos muertos vivientes.

Finalmente aparecí en una colina alta que daba al Tahoe y me dejé caer
en un pequeño trozo de playa. El aroma de su magia me trajo una sensación de
calma y me aseguró que estaba protegida. Mi tigresa ronroneó y se relajó,
permitiéndome estirarme antes de sentarme en una roca inmensa. Me asomé al
agua. Hank tenía razón. Quería hacer el amor, pero no con su maestro. Te
extraño, Aric.

Aric y yo siempre íbamos a la cama completamente vestidos, aunque


nunca duraba mucho. Antes de conocerlo, solía proteger mucho mi espacio
personal. Pero una vez que estuvimos juntos, la distancia física no existió entre
nosotros. Siempre despertaba con sus brazos a mi alrededor. A veces terminaba
frente a él; otras veces estaba de espaldas a él; también hubo días en que se
acostaba a medias sobre mí: exactamente donde se hubiera quedado dormido.

Siempre se sintió bien, independientemente de la posición. Solo había


conocido la paz real en sus brazos.

Con Barbara pasando al siguiente purasangre en el que pudiera hundir


sus colmillos, había comenzado a fantasear cada vez más y más con hacer el
amor con Aric. La última vez que hablé con Liam, me dijo que mi encuentro con
el demonio había llevado a Aric a su punto de ruptura y se había vuelto
absolutamente loco intentando cazar a la Tribu para mantenerme a salvo. Mi
toque, mi presencia, mi cuerpo podían calmarlo y humanizar a su lobo
nuevamente. No tenía ninguna duda.

Sin embargo, el problema persistía: el sexo no extinguiría las obligaciones


de Aric con la manada, ni haría desaparecer a la Tribu. Calmaría a su bestia
temporalmente, sí, pero nuestros lados humanos sufrirían en última instancia. El
beso que habíamos compartido en la boda de Shayna y Koda surgió del anhelo
y la desesperación de estar juntos. Y no había resuelto nada. Solo dolió mucho
más cuando nos separamos después. Si hacíamos el amor, solo reabriría esas
heridas horribles de nuestra primera ruptura. Y entonces, ¿qué?

El aleteo de unas alas interrumpió mis pensamientos. Una hermosa


lechuza blanca como la nieve aterrizó en la rama baja del árbol más cercano. Mi
tigresa despertó. Probablemente, preguntándose por qué esta ave nocturna
había emprendido el vuelo durante el día.

Se quedó observándome fijamente. Su cabeza se inclinó en un ángulo


inquisitivo, sus redondos ojos amarillos sin parpadear. Una brisa sopló
suavemente, permitiéndome captar el aroma de la lechuza. Olía a plumas, hojas
secas y pinos.

También había un vago indicio a otra cosa. Respiré profundo, intentando


descifrarlo. Hmm, eso es… ¿cobre?

La lechuza agitó sus alas anchas y aterrizó en un tronco marchito a mi


lado. El olor a cobre se intensificó, bastante sutil pero inconfundible. A mi
tigresa no le gustó el pájaro tan cerca y se puso inquieta. Me concentré en
bloquear su espíritu en caso de que continuara avanzando. Giró la cabeza hacia
mí y abrió el pico.
—Celia Wird —dijo con una voz demoníaca.

El amartillamiento de algunas armas me sacó de mi conmoción. Me


arrojé al costado del acantilado cuando una ráfaga de balas cubrió el cielo.
Me desmaterialicé para amortiguar mi caída y emergí detrás de una roca
enorme, donde asomé la cabeza. La lechuza voló a una velocidad impía,
esquivando la ráfaga de balas proviniendo de los francotiradores en el
helicóptero. Voló hacia el horizonte y continuó cantando:

—Celia Wird. Celia Wird. Celia Wird. —Hasta que desapareció contra el
sol.

El helicóptero no lo siguió, virando hacia atrás. Los vampiros de Misha


me habían encontrado. Hank corría por el borde del acantilado maldiciendo
como un maníaco. Tim también gritaba, sus dedos aferrando su calva.

—Hijo de puta, ¿qué carajo vamos a decirle al maestro?

Apareció otro vampiro y miró por encima del acantilado. Se encogió de


hombros.

—La verdad. Mataste a Celia.

Hubo un sonido de gorgoteo inquietante cuando Tim sujetó al vampiro


por el cuello. Se formó espuma en la boca del vampiro cuando Tim apretó su
agarre y lo sacudió.

—¡No lo hice! Esa perra loca saltó del acantilado.

Aparecí ante ellos.

—¡La perra loca saltó porque ustedes imbéciles me dispararon!

Tim soltó al vampiro por la ladera de la colina. Rodó con sus miembros
agitándose en el aire a medida que más vampiros corrían hasta el borde.
Inicialmente, todos se sorprendieron al verme viva, luego se aliviaron, y
finalmente se cabrearon soberanamente. Tanto Tim como Hank estuvieron
enfrente de mí, en cuestión de segundos.

—¿Qué demonios te pasa? —gritó Tim—. ¿Tienes alguna idea de lo que


el maestro nos hubiera hecho si Drago te hubiera matado?

—¿Drago?
—Sí, Drago —espetó Hank—. ¡Enfrentar a un cambiaformas es
simplemente un suicidio!

Miré hacia el horizonte como una idiota.

—¿Esa lechuza era un cambiaformas?

Hank y Tim simplemente sacudieron sus cabezas, probablemente


preguntándose cómo me ataba los zapatos.

—¿Dejarían de mirarme de esa manera? ¡No soy estúpida! No crecí en la


comunidad sobrenatural, aún hay muchas cosas que no sé.

—No me digas —murmuró Hank.

Se desplomó en el suelo pesadamente cuando lo pateé con fuerza en las


espinillas.

—Eso es por insultarme y estar involucrado en esa apuesta estúpida. —


Me volví para fulminar a Tim. Dio un paso atrás—. Háblame de Drago.

Tim frunció el ceño pero hizo lo que pedí.

—Es uno de los cambiaformas más antiguos y mortales. Se rumorea que


hizo decenas de miles de sacrificios de sangre para ganar su habilidad. Por lo
general, toma la forma de una criatura alada… por eso creemos que era él.

—Olía a pájaro.

Tim puso sus ojos en blanco.

—Eso se debe a que los cambiaformas asumen el aroma de lo que sea en


que cambien. Su único aroma subyacente constante es el cobre.

De acuerdo, entonces tenía razón sobre el cobre.

—Me observó por un rato. Si es tan mortal, ¿por qué no me mató?

Hank se puso de pie tambaleándose. Tim puso sus ojos en blanco esta
vez y continuó.

—Es probable que también haya oído hablar de ti. La única razón por la
que sigues viva es porque probablemente pensó que no valía la pena matarte.

—¿Por qué?
Walt, otro vampiro, descendió la colina.

—No es muy brillante, ¿verdad? —Habló de mí como si ni siquiera


estuviera allí. Era uno de los vampiros más nuevos de Misha y pasaba la mayor
parte de su tiempo intentando aliarse con Hank y Tim. No funcionó, y no
aprecié que intentara que se rían a mi costa.

Tim echó un vistazo de Walt a mí.

—Supongo que no te reconoció como un desafío.

Aunque el desgraciado de Drago me había sacado de quicio, no pude


evitar sentirme menospreciada.

—¿Por qué diablos no?

Walt rio entre dientes.

—Porque no lo eres. Por lo que puedo ver, eres el caso de caridad del
maestro.

—¿Disculpa? —Mis vellos se erizaron y un gruñido se elevó


profundamente en mi interior. Los vampiros en general no eran exactamente
amables conmigo, pero este perdedor acababa de catapultarse justo por
encima de la línea para cabrearme.

Hank y Tim, a sabiendas, retrocedieron un paso y luego otro. La sonrisa


engreída de Walt me indicó que mi bestia interior no había podido intimidarlo.
Me rodeó, observándome como si quisiera darle un mordisco.

—Creo que por una vez tu idiotez funcionó a tu favor.

Mis garras sobresalieron a medida que lo sentía acechando a mi


alrededor. No estaba asustada. Pero él debería haberlo estado.

—Insultas mi inteligencia una vez más, Walt, y juro que te arrancaré los
brazos.

Walt se cernió sobre mí, doblando su gran cuerpo para mostrar sus
colmillos cerca de mi garganta.

—Celia, olvidas tu lugar. Puedes ser el juguete del maestro, pero yo soy
un miembro de su familia. Él lo entendería si me viera obligado a matarte en
defensa propia.
—Entonces, ¿qué estaba intentando decir Walt antes? —pregunté a Tim
en el auto.

Tim se removió nerviosamente en su asiento.

—Ah, ya que no sabías lo que era Drago, no sabías lo suficiente como


para tener miedo. Se deleita con el miedo y el dolor. Tampoco pudiste
demostrarle nada y, por eso, no pudiste entusiasmarlo. Y como no atacaste, no
te vio como una amenaza inmediata.

Me recosté contra el asiento de cuero negro y acomodé mis piernas.

—Drago me llamó por mi nombre. ¿Cómo es que los cambiaformas


también me conocen? He hecho algo de daño, pero no lo suficiente como para
conseguir este nivel de atención.

Hank dejó de intentar limpiar la sangre de Walt de su traje de poliéster.


No me gustó la expresión grave que se reflejó en su rostro.

—Celia, por alguna razón, todos los oscuros se han enterado de ti.
Mierda, no sé por qué. —Intercambió miradas con Tim—. Pero, obviamente,
alguien les ha hablado de ti y los ha enviado detrás de ti.

—Misha dijo que supuestamente soy la clave para destruir a uno de los
oscuros. Asumí que era la Tribu, ya que ese es el grupo al que he estado
entrenando para matar. Ahora, después de esto, no estoy tan segura.

Tim sacudió su cabeza.

—Aún podría ser la Tribu. Los cambiaformas y ellos lidian con el infierno
todo el tiempo. Los Maestros de Tribu porque están engendrados por
demonios, y los cambiaformas ya que, bueno, llevan el poder del infierno dentro
de ellos.
Esta no era la charla de aliento que necesitaba. Es probable que mi terror
retumbara en mi rostro como mi propia marcha personal al corredor de la
muerte. Todo lo que necesitaba era una banda sonora inminente.

Hank y Tim me observaron con empatía… bueno, tanta como eran


capaces. Hank incluso intentó hacerme sentir mejor… a su propia manera.

—Considéralo un cumplido. Eres una mutante que ha pateado un


montón de culos.

Salí del auto en el momento en que entramos en el recinto de Misha. Las


Colegialas Católicas me rodearon de inmediato. Maria chupando una paleta
sugestivamente.

—Celia, vamos a la Boutique Naughty Time. ¿Quieren venir?

Considerando la compañía, el destino y la apuesta que habían hecho, no


tuve que pensarlo dos veces.

—No, gracias.

Edith retrocedió de modo que uno de los vampiros pudiera sacar a Walt
del otro auto.

—Oh, pero, Celia, es un lugar muy divertido. Es más que solo lencería.
Tienen juegos y juguetes.

—Uhh, en realidad no es lo mío.

El baúl se abrió y alguien sacó los brazos de Walt.

—Toma. —Tim le entregó algunos billetes a Liz—. Escoge algo de ropa


interior comestible para mí. Dos de mis clientes habituales en serio los disfrutan.

—¿Qué sabor?

—Creo que les gusta la fresa.

—¿Con entrepierna o sin entrepierna?

—No me importa. Sorpréndeme.

Agnes se ajustó sus lentes y me miró con el ceño fruncido.

—¿Qué pasó contigo?


Hank respondió.

—Drago se acercó a ella. —Todas las chicas jadearon—. Y la conoce por


su nombre.

Fui bombardeada con preguntas. Pero la conmoción se detuvo en seco


cuando cierta persona habló con voz mortal.

—¿Y cómo tuvo lugar esa interacción si estaba en compañía de tantos


escoltas? —preguntó Misha.

Se requirió de muchos ruegos y súplicas, pero nadie fue asesinado.


Bueno, a excepción de Walt, pero de todos modos él era molesto. Ayudó que
Misha estuviera distraído y perturbado a la vez por la familiaridad de Drago
conmigo. A petición suya, lo seguí al interior y dentro de la gran sala. Nos
sentamos uno al lado del otro, frente a la chimenea. Permaneció inusualmente
callado. Las yemas de sus dedos se tocaban en una posición de oración
mientras sus codos permanecían en su regazo. Su inquietud empeoró la mía. En
cierto modo, estaba contando con él para levantar mi ánimo.

Virginia entró con una gran bandeja de comida. La colocó sobre la mesa
junto a mí y se arrodilló ante Misha. Se desabrochó la blusa y dejó su cuello al
descubierto, junto con uno y medio de sus senos.

Misha siguió mirando al frente.

—Ahora no, Virginia.

Se fue sin molestarse en abotonarse la blusa, pero su falta de modestia


no fue lo que me molestó.

Virginia sabía que los vampiros habían recibido la orden de no


alimentarse delante de mí. El hecho de que ella se ofreciera a Misha mientras yo
me sentaba a su lado era su forma de decirme que no le importaba.

—Esperaba que quienes se oponen a nosotros las notaran a tus


hermanas y a ti —dijo Misha finalmente—. Y la magnitud de su poder colectivo.

Luché para evitar que mis garras sobresalgan.

—¿Crees que quien sea que esté detrás de mí irá tras mis hermanas?

—Sí, una vez que te elimine. —Se detuvo e inclinó la cabeza hacia el gran
ventanal.
La brisa del lago aumentó, lo suficientemente fuerte como para golpear
las ramas del abeto más cercano contra el panel. Se levantó de su silla y abrió el
grueso cristal de plomo. Lo seguí, observando cómo bajaba sus párpados e
inhalaba el aroma hipnótico de la magia de Tahoe. Asintió sutilmente, como si
escuchara una conversación. Imité sus movimientos y me esforcé por escuchar…
nada, solo el viento, la sacudida de las ramas, la nieve ligera que se extendía
para salpicar el cristal.

Cuando Misha me reconoció, su hermoso rostro se contorsionó de


preocupación.

—Celia, sigues siendo la clave de su fin, no tus hermanas.


Este… enemigo está convencido de que serás su destrucción… y de quienes lo
siguen.

Mi cabeza daba vueltas, buscando qué o quién podría ser. ¿Un


cambiaformas? No, probablemente. Nadie parecía pensar que podría matar a
uno por mi cuenta. ¿Y cómo matar a uno detendría a los demás? Un Maestro de
Tribu era más probable, pero tendría que matar a muchísimos más para poner
fin a su reinado. Me pasé una mano por mi cabello. Mierda. Esta no era la charla
edificante que esperaba.

—¿Cómo puedo detener a un enemigo invisible? ¿Y cómo demonios


podría ser yo la clave?

Misha tomó mis manos y las apretó.

—No lo sé. Pero hasta que sepamos más de aquello que te busca, no
debes asistir a otra misión. —Asentí, permaneciendo callada y perdida en mis
pensamientos. Misha levantó mi barbilla para encontrarme con su rostro—. Si te
teme, eso significa que puedes y lo destruirás.

Sí, pensé. A menos que primero me mate.


Misha me dejó conducir hasta el Dollar Point en el auto reforzado por
Ying-Ying sin escoltas. Debe haber sido un gran hechizo si consideraba que me
encontraría a salvo viajando sola. El miedo tensaba mis hombros y amenazaba
con masticarme como una bolsa de tortillas. Razoné con mi tigresa, negándome
a dejar que me paralicé. Misha tenía razón. Si este depredador desconocido me
consideraba una gran amenaza, tal vez podía superarlo. En cuanto a los
cambiaformas, creía que Tim tenía razón. Drago y sus amigos probablemente
no me veían como una amenaza… por ahora.

Escuché a Shayna aullar en esa lamentable forma suya y la risa


estruendosa de los lobos al momento en que llegué al vecindario. Taran me
saludó con lágrimas resplandeciendo en sus ojos azules.

—¿Qué dijo esta vez? —preguntó a los lobos detrás de ella.

Liam rugió una carcajada y se sostuvo sus costados. Incluso los


comprensivos Danny y Gemini no podían controlar su histeria. Bren se había
puesto morado por la falta de oxígeno y Koda se cubría el rostro con una
almohada en un intento de amortiguar su risa.

—Ella dijo: “El cerdo en mi cocina se comió mi volante” —farfulló Liam.

Emme se cubrió la boca para ocultar su sonrisa.

—Shayna, ¿qué estabas intentando decir?

Shayna hizo un puchero.

—Hay un niño demonio en mi casa.

Taran resopló.

—Maldición, Shayna. Eso ni siquiera estuvo cerca, chica.

Bren intentó recomponerse.

—Deberías haberla visto en el asador. Aulló: “¡Hay un cerdo con mis


bragas!” y luego cargó.

El rostro de Shayna se volvió de un color rojo que generalmente solo lo


encontrábamos en el de Emme.

—¡Amigo! ¡Prometiste que no se los dirías!


—Los lobos están intentando enseñarle a Shayna cómo llamar por ayuda
—explicó Emme al mismo tiempo que Taran preguntó qué demonios pasaba
con Shayna y los cerdos. Todos los demás estallaron en carcajadas.

—Tal vez solo deberían enseñarle la palabra “ayuda” —ofrecí.

Bren dejó de reír cuando vio mi rostro. No me había reído, ni siquiera


había logrado sonreír.

—¿Qué pasa, niña?

Me apoyé contra la puerta para pretender una pose más relajada.

—¿Alguna vez han oído hablar de un cambiaformas llamado Drago?

Shayna se desplomó sobre el regazo de Koda.

—Cachorrito, ¿qué crees que estoy haciendo mal?

Koda, como el resto de los lobos, había perdido su diversión. Su voz sonó
más profunda que de costumbre.

—Nena, más tarde trabajaremos en tus llamadas. —A mí me dijo—:


Cuéntanos.

Transmití los eventos de la mañana, incluyendo la conversación de Misha


con el lago. Danny se paseó de un lado a otro, como solía hacer cuando
pensaba en algo.

—Se fue sin atacarte a ti, ni a los vampiros. Eso en sí es alentador. Pero,
como tú, no creo que un cambiaformas sea lo que te persigue.

—Si lo fuera, es jodidamente seguro que no estarías aquí parada —gruñó


Bren. Se cruzó y descruzó de brazos varias veces. Su bestia quería salir y roer
algo. No lo había visto tan nervioso en mucho tiempo—. Mierda, Celia. Luchar
contra esos Miembros de la Tribu hijos de puta ya es bastante malo, pero esos
cambiaformas llevan el infierno dentro de ellos.

El rostro de Emme palideció.

—¿S-son más poderosos que los Maestros de Tribu?

Gemini asintió.
—Al proporcionar los sacrificios de sangre, son recompensados con el
poder de su deidad oscura. Los cambiaformas son los seres malvados más
difíciles de destruir.

Me aparté de la puerta.

—Si son tan rudos, ¿por qué se preocuparían por mí?

Bren me miró directamente a los ojos.

—Porque se supone que no debes tener lo que ellos tienen. —Maldijo


nuevamente cuando captó mi sorpresa—. Ceel, estos malnacidos pasan por un
montón de mierdas para ganar la habilidad de asumir cualquier forma. Todo lo
que tienes tú que hacer es rozarte contra la criatura más cercana.

—¡Pero no puedo controlarlo!

—Puede que no lo sepan. Pero incluso si lo hicieran, no les importaría.


¡Eres una amenaza!

Gemini se acercó hasta mí en el pesado silencio que siguió.

—Bren tiene un punto. Pero no creo que los cambiaformas sean el


enemigo inmediato. Por lo general, estas fuerzas oscuras no se alinean a menos
que haya algo para ellas. Algo los está influenciando en tu dirección.

Mi mirada volvió a Bren, su rostro tenso por el esfuerzo de contener a su


lobo. Lo bueno es que Danny era más apacible naturalmente, y los otros tenían
a mis hermanas para calmarlos. Una manada de hombres lobo agitados era lo
último con lo que quería lidiar.

—Eso es lo que también están diciendo los vampiros.

Shayna jugaba nerviosamente con sus dedos mientras continuaba


sentada en el regazo de Koda.

—¿Tienen alguna idea de quién enviaría a estas criaturas en tu dirección?

Sacudí mi cabeza.

—La Tribu sigue siendo el sospechoso número uno.

Bren se acercó para enganchar un brazo alrededor de mí. Solté un


suspiro pequeño, agradecida de que finalmente hubiera logrado apaciguar a su
bestia. Le sonreí cálidamente. Era un gran amigo al que le importaba mucho.
—Misha está posponiendo mis asignaciones por un tiempo. Aunque, me
he estado preguntando: si me escondo, ¿Drago atacará a alguien más?

—Mierda, sí, con suerte —murmuró Bren.

Tragué fuerte.

—No necesariamente.

Gemini me observó atentamente, sospechando, supuse, hacia dónde se


dirigía mi proceso de pensamiento.

—Estás preocupada por tus hermanas. —Asentí—. Y Aric. —No tuve que
responderle. Sabía que tenía razón. Suspiró entonces—. Aric es considerado
como uno de los weres más poderosos de la historia. Sigue siendo el único de
nuestra especie que ha logrado su primer cambio con menos de dos meses de
edad. Sin embargo, el nivel de su supremacía aún no ha sido reconocido.
Cuando lo sea, entonces, sí, también será acosado por los oscuros. —Se giró
hacia Taran y la atrajo a sus brazos—. Y también lo hará tu familia.

—Pero además de su propia fuerza, Aric nos tiene para protegerlo —dijo
Koda—. Así como protegeremos a nuestras compañeras y a ti como si fueras la
de él.

Me retorcí, incómoda. Como dije, hasta que Aric me proclamara su


compañera directamente, no lo aceptaría.

Recobré un poco de compostura y encontré sus miradas preocupadas


con una sonrisa pequeña.

—No se preocupen por mí. Tengo a las Colegialas Católicas de mi lado.


—No apreciaron mi humor. Y no podía culparlos.

Hasta que supiéramos quién o qué me buscaba, ninguno de nosotros


estaba a salvo.
Capítulo 15
—Anara ha renunciado a intentar casar a Aric.

Yuppii.

A
hora solo quiere que se reproduzca —continuó Liam por
teléfono—. Está arrojándole a cada were caliente que puede
— encontrar. Lobo o no, purasangre o no, no le importa. Todo lo
que Anara quiere es que nuestra especie se multiplique. Y deberías ver a
algunas de estas chicas, la forma en que actúan y cómo se visten. Hubo una…
justo hoy, de hecho, que se le acercó completamente desnuda intentando
seducirlo. Había escrito el nombre de Aric en su vientre con una flecha
apuntando hacia su…

—Gracias por la información, Liam. —Ahora tendré pesadillas—. Por favor,


ponme a Emme.

—Pero, Celia, hay más. Resulta que es una were hurón y, maldición, es
flexible. Se acercó a Aric cuando él estaba acostado en el banco de pesas y…

—¡Ponme a Emme AHORA! —Me froté mis ojos—. Por favor —agregué
un poco menos psicóticamente. Querido Señor, a veces deseaba que Liam
viniera con un interruptor de apagado.

—Liam, cariño, por favor detente. Estás molestando a Celia —dijo Emme
al otro lado de la línea.

—Lo siento, Celia. Liam a veces se deja llevar.

—Me he dado cuenta. Mira, llego tarde a mi entrenamiento. Solo quería


hacerte saber que iré a la gala mañana por la noche.

—Eso es maravilloso, Celia. Será genial verte. ¿Qué te hizo cambiar de


opinión?
—Quiero ver a Aric. —Aunque no quería verlo con otra mujer, sabiendo
que no reaccionaría… diplomáticamente, digamos. Y destripar a algunas
mujerzuelas were en territorio sagrado de los weres me parecía un gran no-no.
Terminé la llamada con Emme, luego me tomé un momento para frotarme mis
hombros. Había pasado las últimas semanas siendo golpeada, retorcida, y
engatusada por Ying-Ying y Kuan Jang Nim Chang. Aunque estaba
manteniendo un perfil bajo por un tiempo, no podía hacerlo por mucho más
tiempo. Pronto me encontraría cara a cara con la Tribu o con quienquiera que
estuviera detrás de los ataques. Y uno de nosotros tendría que morir cuando
llegara el momento. Quería asegurarme que no sería yo.

Dejé mi teléfono celular en una mesita cerca de la entrada del dojang y


me quité mis zapatos. En lugar de encontrar a Ying-Ying parada con una pierna
detrás de su cuello sobre una cama de cactus, encontré a Misha con un águila
calva descontenta encaramada en su brazo.

—¿Qué es esto, Misha?

—Pensé que sería mejor que yo entrenase contigo esta tarde, en lugar de
Ying-Ying.

Eché un vistazo al águila y luego otra vez a la salida.

—No lo sé… no me gustaría decepcionar a Ying-Ying.

Mi yogui apareció detrás de una de las puertas de bambú tejidas que


conducían a un trastero. Se deslizó por el piso de madera clara con un pequeño
movimiento extra en su andar, sonriendo seductoramente cuando nos pasó.

La sonrisa de Misha coincidió con la de ella.

—No te preocupes por Ying-Ying. Te aseguro que está bastante


satisfecha.

—Mujerzuela —murmuré por lo bajo.

Misha arqueó una ceja.

—Estoy sorprendido de encontrar que piensas tan poco de ella.

Le di una mirada dura.

—Me estaba refiriendo a ti, Misha.


Mi comentario me valió una sonrisa malvada y una carcajada profunda.

—Toca mi pájaro.

—¿Disculpa?

—El águila, gatita. Ven a tocar el águila.

Arrojé una mano al aire.

—Misha, ¿no aprendiste nada del incidente del perro?

—De hecho, gatita, creo que lo hice. Mi teoría es que, dado que tu otro
yo es un depredador, serías mejor controlando la forma de otra bestia
depredadora.

—Los perros son depredadores, están relacionados con los lobos. Y viste
lo bien que salió.

—Gatita, un Spaniel Cavalier King Charles está tan alejado de un lobo que
insultas a los lupinos al incluso hacer tal sugerencia. Pensé inicialmente que, si
comenzábamos con una criatura pequeña, tendríamos mejores resultados. Pero
quizás necesitamos ser más agresivos. Ahora, si no te importa, comencemos.

—En realidad, me importa, mucho. ¿Te divertiste viéndome babear sobre


tu cama cuando tuve la convulsión?

—No, simplemente te disfrutaría desnuda en mi cama. —Lo pensó un


momento—. Y gritando de éxtasis en lugar de babeando.

Mi cara se sonrojó por completo.

—¿Ya terminaste?

Su sonrisa me dijo que no.

—También disfruto viendo tus areolas apretarse cada vez que miro tus
pechos fijamente. —Bajó la vista—. Justo como ahora.

Las lágrimas de hecho se filtraron de mis ojos por el calor acumulándose


a mi alrededor. Cubrí a mis amigas delatadoras y prácticamente corrí hacia la
puerta. Parecía que los vampiros maestros también venían equipados con un
poder mágico para endurecerte los pezones.

—Gatita, espera, todo fue simplemente una broma.


Me giré para mirarlo. El águila se sacudía por los intentos patéticos de
Misha contiendo su risa.

—Sí, eres tan hilarante, ¿verdad?

Casi choqué con Hank al salir. Me saludó con… sí, por supuesto, una
sonrisa arrogante.

—Ves, es justo como dije. Tú deseas al maestro. Ahora vuelve adentro y


termina el trabajo. Celia, mi dinero está en juego.

—¡Por última vez, no deseo a Misha!

—¿Ah, no? —Alargó sus incisivos—. Echemos un vistazo a esos pezones.

Hank estaba apretando su mandíbula cuando le grité:

—Bien. Volveré solo para demostrar que no lo deseo. ¡Despídete de tus


cincuenta mil, Batman!

Misha se había calmado cuando volví a entrar, pero su sonrisa divertida


permanecía en su lugar. Pisoteé hasta detenerme junto a él, con mis picos
puntiagudos y todo.

—Muy bien, hagámoslo. —Alzó sus cejas sorprendido—. ¡Me refiero a tu


maldito experimento científico, Misha!

Misha, aunque aparentemente decepcionado de que su águila no


atestiguaría nuestra fornicación en el piso, comenzó su retorcido ejercicio.

—Respira profundamente y levanta los escudos que rodean tu espíritu.

Mis ojos se cerraron y respiré profundamente, permitiendo que mi aura


protectora caiga como una cortina de terciopelo.

—Muy bien, Celia. Ahora, permite que mi pájaro entre en ti.

Abrí un ojo para asegurarme que aún estuviera vestido. Sonrió de lado. Y
me reí contra mi mejor juicio.

—¿Todo tiene que ser sobre sexo con tu especie?

—Discúlpame.

—Siempre lo hago, Misha.


Empezamos. Me concentré en bloquear el espíritu del águila antes de
alcanzar al pájaro en trance. Las plumas de la bestia majestuosa se sintieron
increíblemente suaves, pero debajo de sus plumas fuertes unos músculos
esperaban para impulsarlo hacia el cielo. Respiré profundamente, intentando de
absorberlo sin convulsionar.

—Retrocede —dijo Misha en voz baja. Mis plantas se deslizaron por el


suelo liso—. Ahora cambia en águila.

Busqué dentro de mí cualquier rastro del pájaro. No podía percibir ni una


pluma.

—Misha, no puedo.

—Estoy en desacuerdo. Esfuérzate más.

Me concentré en la cabeza blanca del águila, sus plumas de color marrón


satinado y lo tenso que apretaba el brazo de Misha. Me concentré en su aroma
y los detalles de su forma. No pasó nada. Misha me hizo repetir los pasos una y
otra vez. Cada vez intenté retirar mis escudos un poco más. Me sobresalté
aproximadamente una hora después cuando aterricé con fuerza sobre mi
trasero. Al principio pensé que era el comienzo de una convulsión, pero cuando
miré hacia los dedos de mis pies, en lugar de los pies, tenía garras. Cuando
intenté mover los apéndices nuevos, cambiaron de nuevo a humanos.

—Bien hecho, querida. Ahora, inténtalo de nuevo.

Repetí los mismos pasos que habían traído las garras, esta vez sin éxito.
Fue extremadamente frustrante, pero continué, ahora motivada habiendo
experimentado un indicio de progreso. Después de otra hora de arduo trabajo,
vi que mi dedo meñique se alargó y se tornó negro. Al momento en que lo
toqué, se disolvió en mi carne y volvió a su apariencia normal.

Mis músculos ya se sentían listos para deslizarse de mis huesos y aterrizar


con un chapoteo. El sudor escurría entre mis omóplatos y senos. Contuve el
aliento, sorprendida de lo mucho que mi concentración me estaba afectando
físicamente.

—Pareces cansada.

Misha sintió mi fatiga evidente, pero mi terquedad y la emoción que


acompañó a mi talento nuevo me motivaron a continuar.
—Estoy bien.

—No. Has hecho suficiente por un día. Ven, vamos a cenar. Mañana
continuaremos nuestra práctica.

—¿Nuestra? Todo lo que hiciste fue sostener al pájaro.

Él sonrió.

—Disparates. No habrías alcanzado ese nivel de éxito si no hubiera sido


por mi aliento.

—Eres solo una animadora ordinaria, ¿verdad? De acuerdo, agarra tus


pompones y vámonos.

—Ella quiere que él agarre sus pompones —susurró Edith emocionada


desde la puerta.

—¿Qué demonios significa eso? —siseó Maria, su molestia


profundizando su acento brasileño.

—Significa que van a revolcarse como truenos durante un tornado.


Paguen, traviesas.

Liz asomó su cabeza brevemente y frunció el ceño.

—No voy a pagar ni una mierda, Hank. Aún tienen sus ropas puestas. ¿Y
qué demonios pasa con el pájaro?

Misha y yo llegamos a la entrada a tiempo para que Edith abra la puerta.


Le sonrió a Misha con tanto chisporroteo que pensé que su cuello de tortuga de
cachemir negro entraría en combustión.

—Oh, maestro, ¿qué tipo de travesuras has estado haciendo?

Misha le devolvió la sonrisa.

—Dile al Chef que prepare la cena de Celia y me traiga un festín


igualmente merecido.

Los vampiros despegaron a toda velocidad.

—¿Te molesta que tengan toda esta apuesta? —No sabía si Misha estaba
al tanto, pero supuse que era su trabajo conocer todas las travesuras extrañas
de su familia.
—No. Es similar a unos niños jugando.

—Los niños no suelen apostar si sus padres van a tener relaciones


sexuales.

La sonrisa maliciosa de Misha se deslizó por su rostro como una


patinadora artística experimentada a través del hielo.

—¿Esto significa que te consideras su madre?

—¿Mamá del Brady Bunch Colmilludo? Oh, diablos, no. Además, apenas
me toleran. —Mi voz se suavizó—. Si alguna vez tengo hijos, espero que al
menos les agrade.

Deslizó su brazo libre a mi alrededor y el profundo brillo de picardía en


sus ojos se disolvió en ternura.

—Te amarían, Celia.

Mi corazón se derritió ante la suavidad de sus palabras. Enterré mi cabeza


en su hombro.

—Gracias, Misha.

Practicamos nuevamente al día siguiente, deteniéndonos solo para


comer.

—Eso es apenas un ala.

Aleteé la media ala que logré formar desde mi codo hacia abajo. La brisa
me hizo cosquillas en la axila brevemente antes de que todo desapareciera. Me
froté el sudor en mi frente.

—No me digas.
Logré un pico, unas pocas garras y algunos ojos de águila, pero sin
importar lo mucho que lo intenté, no pude mantener la forma por mucho
tiempo. Justo antes de que fuera hora de prepararse para la gala, cambié por
completo en un águila. Duró solo unos segundos, el tiempo suficiente para que
pudiera ver mi reflejo en el espejo que los vampiros habían traído. No me
jactaba, pero mi forma de águila era magnífica e inmensa. Al igual que mi
tigresa, era aproximadamente cuatro veces más grande que mi ser humano.

Mi cuerpo humano regresó con una prisa dolorosa. Me desplomé,


jadeando y exhausta en el suelo, rodeada por los restos andrajosos de mi ropa.
Misha posó al águila en su soporte y se arrodilló a mi lado rápidamente.

—¿Estás herida?

Sacudí mi cabeza.

—No, sobre todo solo cansada. Estaré bien en un momento.

Misha sonrió. No estaba segura si estaba orgulloso de mí o si era porque


estaba desnuda. Me aferré a mis trapos rasgados e hice lo mejor que pude para
cubrirme. Se acercó más, su rostro moviéndose hacia el mío. Lo que sea que
hubiera planeado fue interrumpido por unos gritos miserables.

La pequeña modista rusa entró a toda prisa, el golpeteo de sus


puntiagudos zapatos negros resonando en la habitación mientras se lanzaba en
un ataque terrible. Agitó una bolsa de ropa sobre su cabeza, todo el tiempo
sacudiendo su dedo huesudo hacia mí. Hizo un gesto a Misha, lanzando algunas
enojadas palabras rusas como el veneno de una cobra. Finalmente, metió la
bolsa en las manos de Misha y se alejó como un huracán.

Estreché mis ojos.

—¿Qué dijo?

—Dijo que tu vestido está listo.

Cambié a mi tigresa para no estar desnuda, abandonando a Misha, quien


seguía riendo a carcajadas. La interacción entre la vieja imbécil y yo lo había
entretenido tremendamente. Bien por él. Regresé a mi habitación para quitarme
de encima toda su amargura.

Me dolían los músculos. El agua caliente ayudó a relajarlos. Sin embargo,


no pudo llevarse mis nervios. Vería a Aric. Y estaría usando esmoquin. Mis
manos rozaron mi cuerpo a medida que aplicaba loción, recordando la primera
vez que vi a Aric en un esmoquin. Odiaba la ópera y no le interesaba ningún
tipo de música clásica. Pero él conocía mi amor por Il Divo y me sorprendió con
boletos para una escapada romántica a Sacramento. Mi piel olivácea estaba
muy bronceada por nuestro tiempo en el lago. Me puse un vestido de cóctel
color amarillo canario sin tirantes en el baño de nuestra habitación de hotel.
Cuando salí a la suite principal, Aric acababa de ajustar su pajarita. Nos miramos
boquiabiertos durante aproximadamente tres punto cinco segundos antes de
que él saltara sobre mí. Nunca vimos Il Divo. Sin mencionar que mi vestido
terminó hecho pedazos y perdió el depósito de su esmoquin.

—¿Qué pasa con la sonrisa estúpida en tu rostro?

Solo Liz podía matar mis recuerdos. Edith y ella descansaban en mi cama
como paganos perezosos. Estaban vestidas con vestidos sexis a cuadros negros
que aún gritaban uniforme. Me pellizqué el puente de mi nariz.

Maria y Agnes probablemente llevaban el mismo atuendo.

—¿Qué están haciendo aquí?

Liz echó hacia atrás su cabello rubio pálido y entrecerró sus ojos.

—Esta noche estarás representando a nuestra casa. Estamos aquí para


hacerte lucir decente, por una vez en tu vida.

Edith sonrió y cubrí mi hígado instintivamente.

—Celia, no nos jodas esto.

Liz coincidió.

—Sí. No lo jodas.

Hubo tres razones por las que permití su “ayuda”. La primera era que no
tenían nada afilado o puntiagudo en sus manos. La segunda era que, por
mucho que me hacían querer arrancarme los ojos con una cuchara, el cabello y
el maquillaje eran lo suyo, no lo mío. Y la tercera razón, aunque la más egoísta
de mi parte, era que si de alguna manera me fastidiaban, Misha las mataría. Eso
en sí mismo valía la oportunidad.

Edith hizo un buen trabajo al darme una cascada de rizos que cayeron
perfectamente por mi espalda. En cuanto a mi maquillaje, Liz aplicó delineador,
rubor y brillo labial. Tuvo muchas ganas de agregar algo de sombra de ojos
para un efecto ahumado, pero no lo permití. Eso me valió una mirada de muerte
y algunos murmullos sobre lo ingrata que era. Y aquí estaba pensando que los
vampiros no eran divertidos.

Edith reveló el vestido de alta costura ruso, sorprendiéndome con su


elegante belleza… y longitud. El vestido estilo halter de seda color marfil
resplandecía con pequeños cristales transparentes y perlas. Los zapatos
combinaban perfectamente con el vestido. Estaban hechos de la misma seda y
tenían las mismas cuentas cosidas. La anciana loca incluso me había
proporcionado pendientes a juego. Me los coloqué, junto con unas pequeñas
bragas, y me puse el vestido y los zapatos.

La falda era tan corta que no había forma de que pudiera inclinarme. Lo
bueno es que la costurera lunática había agregado pliegues estratégicamente.
Aún sería capaz de levantar mi pierna más allá de mi cabeza si llegaba a haber
algún problema. Y aunque normalmente no habría elegido un vestido tan sexy,
la idea de lo que diría Aric me calentó las mejillas con anticipación.

Ajusté mis senos en el corsé a medida que me miraba en el espejo de


cuerpo entero. El estilo realzaba mi escote, pero obviamente no era suficiente
para el gusto de Liz. Me entregó lo que parecían chuletas de pollo crudas.

—Necesitarás esto.

—¿Qué son?

—Copas adhesivas de silicona.

Arrugué la nariz.

—¿No puedo ir sin sujetador?

—¡No! Ya es bastante malo que te niegues a ponerte las medias de seda.

—No las necesito.

Edith se lamió sus labios.

—De hecho, tiene unas piernas geniales. —Me ayudó a colocar las copas
de sujetador… sospechaba que tenía más ganas de manosearme que de ayudar.
Cuando terminó, rellené el vestido aún más significativamente.

Me quedé boquiabierta ante el espejo.


—Um, ¿no creen que esto es demasiado?

Liz estuvo a segundos de darme un mordisco.

—No. No lo es. En todo caso, deberías considerar hacértelos con un


profesional. Toma. Ponte esto. El maestro está esperando. —Me entregó lo que
parecía un abrigo de visón blanco.

Alcé la mano.

—Lo siento. No uso pieles.

Liz frunció el ceño.

—Celia, es falso. Ha sido modificado para parecer real. —Me tendió el


abrigo para que lo examine. Se sintió real al tacto. Lo olí, satisfecha solo una vez
que olí el poliéster.

—Tenemos que irnos. Puedo sentir que nuestro maestro se impacienta.

Nos apresuramos a la casa. Edith y Liz se pavonearon a lo largo del


camino de piedra, meneando sus caderas y sacudiendo sus cabellos hacia atrás
con movimientos coreografiados de manera perfecta. Me tambaleaba detrás de
ellas, intentando no caerme de cara con mis zapatos pecaminosamente altos.
Sus pasos aumentaron cuando entramos en la casa.

La irritación creciente de Misha debe haberlas invocado. Suspiré y dejé de


intentar perseguirlas. Me abandonaron en la cocina en su prisa por encontrarse
con su maestro. Entré al vestíbulo sola, sonriendo cuando vi a Misha.

Un silencio aturdido me saludó. Mis pasos disminuyeron y mi sonrisa se


desvaneció. Él y todos los vampiros me miraron como si nunca antes me
hubieran visto. Me giré, segura de que alguien más había llamado su atención.

—Te ves hermosa, amor —dijo Misha en voz baja, volviendo mi atención
hacia él. Llevaba un esmoquin negro increíble que abrazaba su cuerpo
musculoso a la perfección. Su camisa y chaleco de marfil estaban hechos de la
misma seda que mi vestido y mis zapatos. Y aunque carecían de cuentas, de
alguna manera coincidían con el estilo de mi vestido—. ¿Puedo ver el resto?

Todos lo tomaron como su señal para partir. Misha me quitó el abrigo


lentamente. Los bordes suaves de la piel me hicieron cosquillas en los brazos y
se deslizaron en una caricia seductora al salir. Me rodeó, muy parecido al
depredador que era, y me examinó cuidadosamente. El chisporroteo en sus ojos
aceleró los latidos de mi corazón. Quería dar un paso atrás y sabía que debía
hacerlo. Mi tigresa creía lo contrario. Él era un depredador, pero nosotras
también, me recordó.

Los labios de Misha se separaron lentamente, como los de un amante


antes del comienzo de un largo beso profundo. Y aunque sus colmillos no se
alargaron y su lengua no me reclamó para una probada, sentí su encanto
vampírico invitándome a él. Me observó, esperando que reaccione de una
manera u otra. Me quedé donde estaba parada. Era mi amigo. No lo
abandonaría. Pero tampoco le daría la bienvenida a mi cama.

Cuando no reaccioné, Misha me ayudó con mi abrigo y sacó mi cabello


atrapado debajo. Su mano recorrió la longitud de mis rizos y su piel irradió con
la promesa de la seducción.

—Te ves hermosa —dijo una vez más.

Mi voz se quebró cuando intenté hablar. Me aclaré la garganta.

—Gracias, Misha. También te ves bien. —Misha me ofreció su brazo y nos


dirigimos a su limusina. Las cuatro Colegialas Católicas, Hank y Tim esperaban
en fila fuera del vehículo colosal. Se alejaron cuando llegué a la puerta. Hank
abrió y se metió detrás de ella, usándola como escudo por si las cosas
explotaban.

Aunque Ying-Ying había reforzado y equipado a todos los vehículos


contra cualquier tipo de sabotaje, supongo que no querían correr ningún riesgo.

—Permíteme —dijo Misha, la molestia por su familia recortando sus


palabras. Se metió en la limusina delante de mí, ignorando los jadeos audibles
de su familia. Luego tomó mi mano y me atrajo antes de que tuviera tiempo de
entrar en pánico. Nada explotó, ni chisporroteó ni se sacudió. No sentí ni un
zumbido. Me senté junto a Misha, agradecida de que el abrigo fuera más largo
que mi falda y mantuviera cubiertas todas mis partes importantes. Los vampiros
subieron entonces. Ante el asentimiento de Misha, sirvieron champán y lo
pasaron. No tomé nada. Esta vez podría no haber terminado volando en
pedazos, pero eso no significaba que estuviera a salvo.

Los otros vampiros rieron, cotillearon y bebieron todo el camino hasta


Squaw Valley. Misha y yo apenas dijimos una palabra. Cuando le agradecí la
ropa, solo sonrió en respuesta. En su silencio, me pregunté qué más había
planeado para la noche y qué me esperaba en el territorio inoportuno conocido
como la Guarida.
Capítulo 16
C
uando escuché el término “Guarida” por primera vez, me vino a la
mente la visión de una fría cueva húmeda. Igual que la de un oso
gigante cuidando a sus cachorros. ¿Qué puedo decir? Todos los
especiales de Animal Planet me habían llevado por mal camino. No había
imaginado el gigante recinto sagrado que nos esperaba adelante donde Aric
servía como canciller de los estudiantes y supervisaba a los weres jóvenes que
estaban entrenando para ser Guardianes de la Tierra.

El helicóptero inundado con francotiradores que se cernía sobre nosotros


nos abandonó en la base del Granite Chief Peak. No necesitábamos que nos
siguieran hasta la cima, donde la Guarida yacía rodeada de pinos y abetos
cubiertos de nieve y un muro de piedra como un Goliat. El aquelarre local de
brujas había colocado barreras defensivas mágicas después del primer ataque
de niños demonio y las extendió después de la desastrosa invasión de la Tribu.
Ahora las guardas cubrían casi toda la montaña y se abrían paso a través de
varios caminos ocultos a lo largo de Squaw Valley.

El zumbido de la magia de las brujas zumbaba a nuestro alrededor


cuando pasamos por el borde de la primera guarda. Me irritó la piel como si
desaprobara mi presencia, pero no podía hacerme daño, ya que no
representaba ningún mal contra los weres. La segunda guarda, la más cercana a
la Guarida, me empujó con una fuerza invisible y me robó el aliento
momentáneamente. Me lo sacudí rápidamente. Aunque la
magia were reforzándola hizo claro que no pertenecía ahí, una vez más no podía
hacerme daño. Los vampiros maldijeron y se retorcieron en sus asientos.
También lo habían sentido, aunque no hasta el extremo en el que lo había
hecho yo. ¿Misha? Apenas había parpadeado.

Atravesamos las puertas gigantes de hierro forjado y entramos en la


fortaleza virtual. Todo el campus consistía en enormes logias de tres pisos
imitando una estación de esquí exclusiva. El edificio principal que albergaba la
gala era el más grande e impresionante, con pisos de cedro pulido, pilares de
granito y ventanas de piso a techo con impresionantes vistas a las montañas.

Llegamos a una casa llena. Tomé una respiración profunda, esperando


captar el aroma de mi familia, amigos o Aric. No detecté a nadie. Eso me
molestó. Mis inseguridades quemaban un agujero en la boca de mi estómago.
Necesitaba a mis hermanas y amigos. Las galas y los bailes de caridad no eran
lo mío, pero por otro lado, me habría sentido intimidada en un baile de
graduación. Sí, estaba con los vampiros, y sí, los conocía, pero nunca
comprenderían mi incomodidad. Esto era lo suyo. Les encantaba codearse,
coquetear y hacer alarde de su poder. Ayudaba que también tuvieran los
medios para respaldarlo, y lo sabían jodidamente bien. Las buenas Católicas se
echaron el cabello hacia atrás y balancearon sus caderas seductoramente a
medida que avanzaban adelante, tal como lo habrían hecho en la casa, solo que
con un poco más de descaro y mucha más actitud. Hank y Tim se pavonearon
como si les estuvieran haciendo un favor a todos al presentarse. Sus sonrisas
petulantes gritaban seducción. Mi cerebro gritaba para que le dieran un
descanso.

La arrogancia nunca había sido una cualidad que me pareciera atractiva.


Confianza, sí, pero la arrogancia era indiscutiblemente poco atractiva. Para otros
vampiros era algo excitante. Incluso algunas de las brujas presentes mostraron
interés. Hubo una que le dio a Tim un buen repaso. Él asintió hacia ella,
mostrándole sus brillantes colmillos blancos.

—Genevieve.

Genevieve era la bruja líder de la región de Tahoe. Una posición que le


había ayudado a asegurar, aunque no había sido mi intención. Era una mujer
hermosa con cejas oscuras, cabello color ébano hasta la cintura y ojos azules
que resplandecían como zafiros derretidos. Cuando entraba en una habitación y
levantaba sus brazos, podía jurar que palomas y mariposas salían volando de
sus axilas. Cuando levantaba mis brazos, por lo general era en defensa de la
criatura malvada intentando masticarlos. Ella le devolvió la sonrisa a Tim.

—Tal vez —fue todo lo que ella le dijo.

Misha me acompañó por el hall de entrada mientras esperábamos para


entrar al salón de baile. Había tenido razón sobre los asistentes: todos los
jugadores principales del mundo sobrenatural se mezclaban a nuestro
alrededor. Además de su maestro, Uri, y los Antiguos, no conocía a ninguno de
ellos. Pero los sentía. Su dominio se rozaba contra mí. Era una sensación
desagradable, en cierto modo, desafiante como si sus entidades internas
flexionaran sus músculos en mi cara. Me consoló saber que no era el único
objetivo. Todos parecían estar involucrados en conversaciones agradables a
medida que luchas sutiles de poder ocurrían en medio de risas y sonrisas falsas.

—Ven, querida. Hay alguien a quien me gustaría que conozcas.

Sabía a quién quería presentarme Misha incluso antes de acercarnos a


ella. Era una vampira, una extremadamente poderosa que igualaba a Misha en
fuerza a pesar de su flagrante falta de alma. Aparte de Uri, quien superaba el
poder de Misha solo un poco, nunca había sentido a un vampiro lo
suficientemente fuerte para ser su igual. La mayoría de los maestros carecían del
vigor de Misha. A esta vampira le faltaba nada más que ropa. Era alta y
voluptuosa con un hermoso cabello castaño claro que caía perfectamente recto
justo debajo de sus hombros. Su piel de bronce brillaba como si estuviera
espolvoreada con brillantina, mientras que sus ojos azules glaciales
prácticamente me congelaron en el lugar. Los humanos la habrían confundido
con una chica de unos veinte años. Aquellos capaces de oler la magia potente,
como yo, comprenderían que tenía más de quinientos años. Una vampira tan
fuerte tenía que haber sido convertida hace mucho, mucho tiempo para ganar
tal supremacía.

Su peinado era simple. Liso, con raya al medio. Pero ahí es donde
terminaba su simplicidad. No llevaba joyería. No tenía que hacerlo. Su falda
consistía enteramente en diamantes, cosidos como las perlas de mi vestido.
Digo “falda” porque no llevaba otra tela. Sus senos y parte de su estómago
estaban cubiertos de un intrincado patrón de diamantes y piedras preciosas que
parecían haber sido pegados directamente. Debe haber pasado todo el día
preparándose. Apenas me había tomado una hora estar lista.

Se apartó su cabello a un lado con unas uñas perfectamente cuidadas y


con incrustaciones de diamantes. Su sonrisa era agradable, en cierto sentido
infantil. Pero esta era una mujer que amaba la atención y no tenía
absolutamente ningún problema para conseguirla. Pretendientes masculinos y
femeninos la rodeaban. Algunos la admiraban con lujuria descarada mientras
que otros la miraban con reverencia. Era fácil decir que, a diferencia de mí, esta
chica nunca había pasado un sábado sin citas atiborrándose de helado.
En el momento en que Misha se acercó, sus pretendientes se dispersaron.
Misha no siseó, no desafió ni dio ninguna muestra de fuerza. Misha
simplemente era lo que era. La criatura aparentemente inocente se volvió hacia
él y le ofreció la mano para besarla.

—Te ves deslumbrante, querida —le dijo.

—Como tú, amor. —Su voz era extremadamente femenina, con un


marcado acento ruso y muy sugerente.

Sus ojos se encontraron. Cualquier imbécil podría ver mucho más que el
intercambio de cumplidos teniendo lugar. Misha echó un vistazo a sus senos, el
tiempo suficiente como para que ella se diera cuenta. También miré para ver si
los afectaba de la misma manera que a mí. Lo hacía. Bastardo. Y aunque ni
siquiera me estaba mirando, los míos hormiguearon ligeramente. No entendía
cómo o por qué “capaz de erizar los pezones” necesitaba encabezar la lista de
superpoderes cuando repartieron los poderes al mojo vampiro.

Misha se enderezó y continuó sosteniendo su mano. Me sentí como una


idiota cuando me di cuenta que aún estaba unida a su brazo. Intenté irme, pero
sorpresa, él me detuvo.

—Ileana Vodianova, me gustaría presentarte a Celia Wird.

Ella me sonrió y dejó caer la mano de Misha. Sus ojos resplandecieron a


medida que me evaluó, y pareció genuinamente amable y cariñosa. Habría sido
una tonta si le creía.

—Hola, Celia. Qué bueno conocerte finalmente.

Solté el brazo de Misha y le devolví la sonrisa, imitando su entusiasmo


falso. Mi puño la golpeó en el hombro con un puñetazo desagradable.

—¿Cómo te va, niña?

No es que me faltaran modales; de hecho, podía ser de lo más cortes.


Quería dejar en claro que, a pesar de todos sus diamantes y poder sobrenatural,
no me intimidaba. Así es, cariño. Definitivamente podía contigo.

Misha levantó una ceja, riéndose ligeramente para demostrar que solo
estaba bromeando. Ileana pareció emocionada, incluso encantada. Agarró el
brazo de Misha y saltó en su lugar como una Niña Exploradora demasiado
entusiasta.
—Sí, amor. ¡Celia definitivamente servirá!

Mi sonrisa cayó.

—¿Disculpa?

Misha me rodeó con su brazo.

—Ileana está complacida contigo. Aprueba nuestra… conexión.

—Ujum. —Misha y yo definitivamente íbamos a tener una charla más


tarde. Sus verdades a medias hormigueaban sobre mi piel como agujas y
alertaban a mi bestia. Algo estaba asándose en Colmillolandia.

Otro vampiro se nos acercó. Su vacilación demostró su posición más baja


en la jerarquía vampira.

—Perdone la interrupción, Sir Aleksandr. Al barón Vladimir le gustaría


hablar con la condesa Vodianova.

Ileana arrastró su perfecta mano izquierda por mi brazo mientras que su


derecha se deslizó sobre el de Misha. Su sonrisa era delicada y santa. Sus manos
contaban una historia diferente. Me decían que disfrutaría del dolor que era
capaz de impartir. No estaba de acuerdo y se lo hice saber al apartarme de ella.
Mi rechazo a sus avances la deleitó. Ella me sonrió.

—Disculpen, pero debo atender al barón.

—Estoy segura que debes hacerlo.

Bajó sus párpados seductoramente, como si me hubiera ofrecido a


grabar su jugueteo.

—¿Me darás algo de tiempo adentro?

—No.

Misha me ignoró.

—Por supuesto que lo haremos.

Misha y ella intercambiaron un beso muy corto pero muy humeante.


Cuando sus labios intentaron encontrarse con los míos, empujé mi mano en su
rostro.

—No lo creo.
Echó la cabeza hacia atrás y se echó a reír.

—Oh, Misha. ¡En serio, qué tigresa!

Con un pequeño gesto, se marchó. Misha no perdió ni un segundo y me


condujo a través de la multitud.

—¿Cuál fue tu impresión de Ileana?

Me encogí de hombros.

—Casi idéntica a la que todos los otros vampiros que he conocido me


han dado.

Se rio entre dientes.

—¿Todos ellos?

—Bueno, la mayoría. Tienes suerte, puedes hacerme reír y sabes cómo


contar una buena historia.

—Ah, entonces es mi personalidad lo que encuentras tan atractivo. —


Echó un vistazo a mis senos. Incluso con la maldita silicona, probablemente
podría decir que lo estaban saludando.

—Misha, me estás haciendo enojar.

Se rio en voz baja. Su alegría cesó al momento en que vio a otro vampiro
poderoso. A este lo conocía de mi pasado, y era uno con el que no tenía ganas
de volver a encontrarme. Mis vellos se erizaron.

Misha sintió mi ira.

—¿Conoces a Angelo Cusamano?

—Nos hemos conocido —respondí con rigidez.

—Mantiene mi posición en la Costa Este.

—¿En serio? —¿Por qué no estoy sorprendida?

—Hay un asunto que necesito discutir con él. —Misha echó un vistazo
hacia mis garras sobresalientes—. ¿Pero quizás debería hacerlo solo?

—Por su bien, eso sería lo mejor. Creo que intentaré encontrar a mis
hermanas.
Misha besó mi cabeza.

—Como quieras. Me reuniré contigo en breve.

Probablemente era la mujer más baja allí, y aunque Misha ya no me


escoltaba, los invitados se separaron de mi camino. Me miraron al pasar.
Algunos sonrieron cortésmente mientras que otros me observaron atentamente.
Nadie parecía demasiado amigable o agresivo, pero no me gustaba que me
notaran y hubiera preferido que me ignoraran.

Estaba a medio camino del vestíbulo cuando un extravagante y notable


aroma me llamó la atención. Un alto y musculoso were se apoyaba
perezosamente contra la repisa de una inmensa chimenea de granito mientras
que dos mujeres se aferraban a cada una de sus palabras. La chaqueta de su
esmoquin negro estaba abierta y no se había molestado en usar corbata. Su
cabello rubio blanquecino rozando sus hombros y su piel profundamente
bronceada sugería que era un surfista, no miembro de la realeza mística. Sus
impresionantes ojos azules se dispararon en mi dirección cuando me acerqué.
Ignoró a las hembras para disparar una sonrisa seductora y un hoyuelo infernal
en mi dirección. Aparté mis ojos. No, gracias, niño bonito. Ya tengo suficientes
problemas.

Me apresuré a seguir de largo, deteniéndome cuando noté que el “tal


vez” de Genevieve se había convertido en un “sí”. Tim tenía una mano contra la
pared mientras la otra jugaba con su cabello. Una sonrisa curvaba los labios de
ella. Su falta de miedo alrededor de Tim me impresionó. Por otra parte, el
bastón mágico que ella sujetaba contra sí probablemente podría hacerlo
explotar.

“Bruja” parecía ser el sabor preferido para la noche. Todas las Colegialas
Católicas habían encontrado una para besarse. Edith arrinconaba a la suya cerca
de una de las enormes ventanas. Sostenía una copa de champán en una mano
mientras una hechicera alta de piel oscura deslizaba sus labios por su garganta.
Edith alargó su cuello para darle a su cita un mejor acceso. También alargó sus
colmillos, la lujuria estimulando su sed. Agnes pasó cerca con su propia amiga
nueva y le dio un fuerte codazo a Edith en las costillas. Edith siseó, pero de
todos modos retrajo sus colmillos.

Misha apareció a mi lado sin previo aviso, deslizando un brazo alrededor


de mi cintura. Su discusión con Angelo no había tomado mucho tiempo,
haciéndome creer que la conversación debe haber sido más un insulto pasajero
o un intercambio de vampiros supersecreto.

—Veo a los favoritos de Uri vestidos para la ocasión —me susurró al


oído.

Los modelos de ropa interior masculina siempre servían como


acompañantes de Uri. En serio, eran absolutamente hermosos y solo usaban
ropa interior. Esta noche habían mejorado a bóxer de seda negra y pajaritas.
Cubrí mi boca para reprimir una risita. Mi risa terminó interrumpida por un
gruñido gutural. Aric nos fulminaba con el ceño fruncido a pocos metros de
distancia. No alcancé a verlo bien. Dos weres ligeras de ropa se aferraban a él
como piezas gigantes de cinta adhesiva bloqueando mi vista. No podía superar
la forma en que estaban vestidas. Mi vestido podría haber sido sexy, pero tenía
una belleza elegante. Sus conjuntos se parecían a algo que las prostitutas
callejeras considerarían demasiado arriesgado. Lo llevaron al salón de baile y lo
alejaron de mí. Había captado lo suficiente de su expresión para saber que
estaba enojado. Bueno, eso nos hacía dos.

El apretón de Misha se tensó. Ni siquiera había notado que mis garras se


dispararon o mi cuerpo se abalanzaba hacia adelante.

—No comiences la noche peleándote con unos weres en sus


instalaciones —susurró con fuerza.

—No iba a pelear. —Iba a desgarrar y alimentar a esas zorras con sus
propias entrañas.

El ácido hervía en mi estómago como lava construyéndose a medida que


las veía desaparecer con mi lobo.

—¡Celia! —llamó Shayna.

—Ignora al lobo y disfruta de tu familia. —Misha me empujó hacia donde


mis hermanas y amigos venían a toda velocidad antes de desaparecer para
hablar con otro maestro. Shayna me saludó primero. Su largo cabello negro
estaba recogido en un hermoso moño alto y un vestido de raso color ciruela se
aferraba a su delgado cuerpo como una segunda piel. Un vestido rojo sin
tirantes abrazaba las curvas de Taran. Gemini abrazaba su cintura con la misma
fuerza. Le gruñó a un vampiro que pasaba cerca y se lamió los labios cuando
echó un vistazo a mi hermana. Con un espíritu tranquilo o no, Gem haría una
gorra de esquí con el estómago del vampiro si caminaba demasiado cerca de su
compañera.

El vestido cóctel color rosado de Emme la convirtió en la Bella del baile.


Dios mío, se veía encantadora. Todos los lobos lucían esmoquin negro de
diferentes estilos, incluso Bren.

Ver a todos los que me amaban apagó mi ira. Nos saludamos con
abrazos cálidos y sonrisas emocionadas.

—Ven, Celia. Déjame tomar tu abrigo —ofreció Danny. Sus mandíbulas


cayeron colectivamente cuando Danny me quitó la piel falsa de los hombros.
Mis inseguridades me ruborizaron las mejillas, pero los aullidos y silbidos de los
lobos calentaron todo mi rostro.

Liam aulló.

—Aric va a perder la cabeza cuando te vea.

Koda me guiñó un ojo.

—¡Demonios, sí, claro que sí!

La aprehensión borró mi alegría.

—No pareció así hace un momento. Me gruñó… gruñó.

Los lobos intercambiaron miradas preocupadas antes de que Gemini se


adelantara.

—El lobo de Aric ha estado especialmente… irritable últimamente.

—¿Irritable? —espetó Bren—. El hombre puma metido en su culo está


usando su colon como un poste de rascar… ¡y ha invitado a sus amigos!

Gemini entrecerró sus ojos.

—Las frustraciones de Aric con su situación, su ira con la Tribu por


atacarte y su necesidad de estar contigo han aumentado sus instintos animales
últimamente. —Se inclinó hacia delante para hablar bajo en mi oído—. Tu
presencia le dará a su lobo el alivio que desea. Estoy seguro de eso.

—Espero que tengas razón.


La sonrisa tranquilizadora de Gemini se transformó en un ceño fruncido
ante la llegada de Misha. Eso solo hizo que Misha le disparara una incisiva
sonrisa reluciente y deslizara su brazo a mi alrededor.

—Ven, querida. Es nuestro turno de ser presentados.

Miré nerviosamente entre mis hermanas y él.

—Um, ¿presentados?

Shayna sonrió y pellizcó mi trasero, haciéndome saltar.

—Es solo una formalidad, Ceel. No te preocupes, nos vemos adentro.

Misha me alejó y nos colocó ante un conjunto de grandes puertas


ornamentadas de madera talladas con imágenes de lobos durante una cacería.
Sus vampiros se posicionaron directamente detrás de nosotros. Me removí un
poco en mis zapatos. Maldición, una presentación formal no era mi idea de
pasar un buen rato.

—Pareces nerviosa —susurró Misha.

—Eso es porque lo estoy. ¿No podemos solo entrar por la parte de atrás?

Misha se rio entre dientes y me ofreció su brazo. Me aferré a él como una


mujer ahogándose.

—No temas, mi amor. Eres la mujer más deseada en la asistencia. Entra


sabiendo que cada hombre busca tu compañía.

—Te has estado volviendo cada vez más loco si crees que eso me hará
sentir mejor.

Sus risitas se convirtieron en carcajadas cuando dos estudiantes de la


Guarida con trajes oscuros y guantes blancos abrieron las perillas de latón.
Misha me empujó hacia adelante cuando no pude moverme.

Un were aproximadamente de la misma edad que la tierra se aclaró la


garganta como si se ahogara con sus propios pulmones. A menos que murieran
en batalla o por la pérdida de sus compañeros, los weres vivían hasta la primera
luna llena después de su cumpleaños número cien. Ese lobo parecía que había
alcanzado una docena de lunas más allá de su cuota.

—Les presento a Sir Misha Aleksandr, Lady Celia Wird y su familia.


No sabía cómo terminé con un título, pero mierda, me aseguraría de
devolverlo al momento en que terminara la gala. Todo lo que quería
era desmaterializarme fuera de la habitación y fuera de los reflectores… hasta
que pude ver a Aric por primera vez. Mi corazón se detuvo. Todos los asistentes
desaparecieron, excepto él. Avancé, atraída por el tirón de su lobo y el impulso
de mi tigresa.

Se paraba detrás de una gran mesa de granito. Su oscura piel irlandesa se


veía bronceada contra su camisa de seda negra y corbata. Llevaba su cabello
castaño chocolate como a mí me encantaba, corto por todas partes excepto en
la parte superior, donde largos mechones colgaban ligeramente sobre sus ojos
castaños claros. El maldito rostro sensual y el cuerpo absolutamente sexy de
Aric chisporroteaban hasta alcanzar proporciones humeantes en ese esmoquin.
Dejé de respirar por un momento solo de evaluarlo.

El were de aspecto surfista que había visto apoyado en la chimenea de


piedra estaba de pie junto a él, junto con los Antiguos, Uri y algunos otros altos
mandos en el mundo sobrenatural. Los párpados de Aric se despegaron. Se
lanzó hacia mí, lo suficientemente fuerte como para empujar la pesada mesa de
granito bloqueando su camino. Mi tigresa arañó dentro de mí con entusiasmo,
intentando alcanzarlo, sabiendo que su lobo había intentado alcanzarnos. Mis
caderas se balancearon más fuerte a medida que me acercaba. Me
mordisqueaba mi labio inferior. Ya casi estábamos con él. Sonreí y él… frunció el
ceño.

Me detuve en seco. ¿Qué demonios? Aric estaba lívido. El aroma de su


furia cortaba alrededor de su aura. Lo observé por unos minutos de silencio
aturdido hasta que su mirada fulminante y mi ira por su respuesta me hicieron
darle la espalda. La tensión entre nosotros golpeó contra mi piel. Esperé
aturdida mientras sus Guerreros y mis hermanas fueron presentados a
continuación.

Los pasos de Taran disminuyeron despacio cuando notó a Su Cabreado


Real. Se acercó a mi lado y frunció el ceño.

—¿Por qué demonios está tan premenstrual?

Me obligué a retraer mis garras.

—Oh, no te preocupes, Taran. No es él… solo es su lobo.


Fuera la bestia saliendo a la superficie o no, estaba molesta con los dos.

Me quedé mirando al frente. Los weres ancianos continuaron anunciando


a los invitados de honor hasta que solo quedó uno.

—Y por último, pero ciertamente no menos importante, les presento a…


Destiny.

Taran y yo saltamos: ella a los brazos de Gemini y yo contra Misha. El


profundo gruñido de advertencia de Aric dejó en claro que debería haber
saltado a otro lado. Quizás fuera de la montaña. No pude evitarlo. No me
asustaba fácilmente, pero Destiny me asustaba por completo. Taran y yo
habíamos tenido la experiencia oh, tan alegre de conocer a Destiny en la corte
de vampiros. Destiny tenía la habilidad de transferir los recuerdos de las
personas a una pantalla simplemente colocando sus manos sobre sus cabezas.
Buen truco, ¿eh? Bueno, no tanto si eras el pobre idiota del lado receptor. Taran
y yo habíamos estado expuestas a su inquietante toque agonizante e inductor
de vómitos. El proceso se había sentido como un alambre de púas
restregándose en mi cerebro. No quería verla nunca más, jamás, mucho menos
mezclarme y compartir entremeses.

Destiny se puso de puntillas en sus botas vaqueras con estampado de


cebra y nos saludó con entusiasmo como si fuéramos viejas amigas. Su sentido
de la moda no había mejorado desde nuestra última reunión. El conjunto de
esta noche consistía en un vestido fucsia hasta la espinilla con lunares felpudos
de color marrón oscuro. Destiny amaba los lunares. Combinaban con lo que
parecía una comadreja muerta envuelta alrededor de su cuello.

Parpadeé varias veces. Oh, Dios mío, esa es una comadreja muerta.

Un lazo verde lima decoraba su moño de bibliotecaria. Una sombra de


ojos color lima a juego cubría sus párpados, chocando con su lápiz labial rosa
neón. Maldición. En serio. Maldición.

Destiny corrió hacia nosotros. Taran se dirigió inmediatamente a la salida.


Misha me atrajo hacia él cuando intenté seguirla. La diversión escurría en su
acento ruso.

—No temas, gatita. Te mantendré a salvo.

Un crujido horrible me hizo mirar hacia atrás. Aric estaba de pie con un
gran trozo de la mesa de granito en sus brazos. La amenaza de un millar de
bárbaros marchaba por su rostro, endureciendo sus rasgos. Gruñó una vez y
arrojó el enorme trozo de roca. Aterrizó con un fuerte golpe a los pies de Misha.
Mis ojos se llenaron de alarma. Misha le dirigió una sonrisa siniestra y apretó su
agarre a mi alrededor.

Nadie respiró por un momento. El silencio se extendió por todo el salón


de baile. Los asistentes esperaron para ver quién golpearía primero: el vampiro
o el lobo.

Makawee, la loba Omega de la manada de los Antiguos, no lo permitiría.


Dio un paso hacia Aric y sonrió, liberando la energía relajante de su magia. Me
acarició tan suavemente como el toque de una madre.

—Tal vez todos deberíamos tomar ahora nuestros asientos —dijo en voz
baja—. Destiny puede contarnos sus predicciones más tarde.

La multitud ante nosotros se dispersó y se sentó. Y aunque Aric había


sido el causante del arrebato, fui la única a la que muchos de
los weres fruncieron el ceño.

—¿Qué predicciones? —pregunté a Misha en un intento de ignorarlos.

La voz de Misha se tornó peligrosamente baja y sus ojos feroces. Estaba


enojado por la atención negativa con la que los weres me habían abofeteado.

—Destiny también puede prever el futuro. —Sus vampiros se reunieron a


nuestro alrededor y desplegaron sus colmillos a aquellos que siguieron
fulminándome. La mano de Misha encontró mi espalda baja—. Quizás esta
noche sea mejor que te quedes cerca de mí.

Mis ojos de tigresa reemplazaron los míos. Apreciaba las miradas sucias y
las amenazas subyacentes tanto como yo.

—Está bien, Misha. Estaré bien. No tengo miedo de estos idiotas —


respondí lo suficientemente fuerte como para que el montón de peludos me
escucharan—. Además, quiero pasar tiempo con mi familia.

Misha asintió lentamente.

—Muy bien, pero no dudes en encontrarme si sigues sintiéndote… mal


recibida.

—Gracias, Misha.
Besó mi frente, ganándose otro gruñido de Aric.
Capítulo 17
C
omo los vampiros habían cenado anteriormente, la mayoría
bailaban, socializaban y se besaban. Makawee había tenido la
amabilidad de sentarme con mis hermanas y amigos. Ayudó
tenerlos cerca, ya que Aric siguió mirándome con furia durante todo el plato
principal. Con bestia malhumorada o sin ella, estaba lista para golpearlo en la
cabeza. Yo debería haber sido la que estuviera enojada. Esas zorras lo
acariciaban repetidamente y besaban sus mejillas. Y ya que estaban sentados a
unas pocas mesas de nosotros, escuchaba todo lo que le decían en voz alta y
clara.

—Oh, Aric —arrulló una de ellas—. Hueles taaan bien.

Arrojé el cuchillo que había estado sosteniendo en mi regazo sobre la


mesa. Mis celos y furia me habían permitido doblarlo fácilmente en un círculo.
Aun así, hizo poco para suprimir mi necesidad de matar algo. Bren intentó
calmar mi temperamento. Acarició mi cuello, imitando la voz lujuriosa de la
mujerzuela.

—Oh, Celia, Celia… hueles taaaan bien, nena. ¿Puedo montarte a


horcajadas como la puta que soy?

Todos pensamos que era divertido. Aric no lo hizo. Gruñó una vez más.

—¿Dónde quieres que te toque? —ronroneó la otra were hacia él.

Mis garras sobresalieron como cuchillas mortales. Las empujé debajo de


la mesa antes de atacarla. La madera se resquebrajó y se agrietó cuando mis
manos se movieron de un lado a otro contra la caoba densa, dejando grietas lo
suficientemente profundas como para atravesarlas con mis dedos.

Taran no escuchó el comentario de la were. Shayna lo hizo y le dijo lo que


había dicho. Taran sonrió alegremente y se levantó, arrojando su servilleta sobre
la mesa.
—Disculpen. Ya vuelvo.

Gemini la persiguió, su voz sonando en pánico.

—Cariño, ¿a dónde vas?

Taran se dirigió hacia Aric y sus fanáticas. Gemini le pisaba los talones
rogándole que volviera a la mesa. Taran lo ignoró y le susurró algo a Aric tan
bajo que ninguno de nosotros lo escuchó. Lo que sea que haya sido debe haber
sido delirante. Los ojos de Aric se abrieron de golpe. Agarró a las weres cuando
se lanzaron hacia Taran a medida que Gemini la arrastraba de regreso a nuestra
mesa.

Shayna se sentó en el borde de su asiento, rebotando de emoción.

—¡Amiga! ¿Qué dijiste?

Taran se echó el cabello hacia atrás cuando Gemini la soltó,


aparentemente complacida consigo misma.

—Simplemente dije que si necesitaban consejos, deberían hablar con


Celia. Ella sabe exactamente dónde tocar a Aric.

Una sonrisa lenta se extendió por mi cara. Aric no gruñó esa vez.

Para cuando terminó el postre, las cabezas huecas de Aric apenas se


detuvieron justo antes de tener relaciones sexuales con él ahí. Aric no se veía
afectado por ellas, sentado inmóvil como una piedra observándome. Pero el
hecho de que no haya respondido a sus avances no significaba que haya
disfrutado el espectáculo. Al final tuve suficiente y, por insignificante que fuera,
decidí vengarme. La música de Flo Rida me brindó la oportunidad perfecta.

—Vamos a bailar —les dije a mis hermanas.

Me siguieron sin pensarlo dos veces. Aproveché los suaves movimientos


sedosos de mi gata interior y enloquecí. Taran no perdió el ritmo y se unió a mí,
combinando mis movimientos provocativos con algunos de los suyos. La última
vez que había bailado así había sido para Aric, y solo para Aric, a solas en
nuestra habitación. Justo antes de que me derribara al suelo.

Taran me deslumbró con una de sus sonrisas más diabólicas,


animándome a ser más atrevida.
—Vamos, Ceel. ¿Eso es lo mejor que tienes? —Mi racha competitiva se
hizo cargo y también la de ella; seguimos intentando superar a la otra. Bajé mis
párpados e imaginé a Aric observándome desde nuestra cama. Mis caderas se
balancearon y mi cuerpo se meció en largos movimientos sensuales al ritmo de
la música, provocando al Aric en mi mente con mi cuerpo. Cuando abrí mis ojos,
la multitud de weres que me había mirado de forma fulminante me recibía
ahora con sonrisas traviesas y miradas humeantes. Los ignoré. No importaban.
Solo Aric lo hacía.

Shayna y Emme no duraron mucho, sus lobos se las llevaron por un


tiempo a solas después de la primera canción. Contuve la risa cuando atrapé la
expresión de Gemini. El pobre chico prácticamente babeaba observando a
Taran. Un montón de weres se habían escabullido hasta ella. Él los empujó
robóticamente fuera del camino para alcanzarla.

Taran le dirigió una mirada que solo podía describirse como una
promesa para una larga noche.

—Hola, cariño —susurró—. ¿Te gusta lo que ves? —Su gruñido y agarre
me dijeron que sí. Desaparecieron entre la multitud.

Al momento en que terminó la segunda canción, dejé la pista, agradecida


por la caminata de gato exagerada que me regaló mi tigresa. Había demostrado
mucho más que mi punto, pero aún necesitaba agregar una cereza a mi helado
de seducción. Pasé junto a donde Aric continuaba sentado con sus amigas,
sacudiendo mi cabello de forma atrayente para que percibiera un fuerte olor a
mi aroma. A juzgar por su gemido familiar de anhelo, aún tenía lo necesario
para estimular a su bestia. Seguí adelante, pasando algunas mesas más hasta
que el chico surfista se paró frente a mí, bloqueándome el paso.

Me miró fijamente, asegurándose de dispararme otra sonrisa de hoyuelo


en mi dirección.

—Entonces, eres Celia, la tigresa de la que tanto he oído hablar.

Me encogí de hombros.

—Supongo. —Mi tigresa lo encontró curioso y trató de entenderlo—. ¿Y


qué podrías ser tú?

—Adivina.
Mi tigresa me instó a avanzar. Su interés en él me sorprendió, pero algo
en él me atraía más cerca. Me incliné hacia adelante, deteniéndome a unos
quince centímetros de su pecho para inhalar profundamente. Puse mis ojos en
blanco ante los gruñidos audibles de Aric. Hipócrita.

El were olía feroz, como el Serengeti. Percibí árboles, pastos altos y aire
seco y abrasador. Se entremezclaba con un toque de almizcle y un fuerte olor a
salaz. Entonces supe por qué mi tigresa se había interesado en su aroma, y la
comprensión me hizo sonreír. Conocí a otro gato grande.

—Eres un león.

—No, cariño. Soy el león.

Alcé mis cejas.

—Ah, y uno modesto por supuesto.

Me analizó desde el cabello hasta los zapatos puntiagudos, su sonrisa


arrogante tornándose más amplia.

—Eres mucho más pequeña de lo que pensaba —dijo—. ¿Cómo podría


una cosita como tú cabrear a la Tribu lo suficiente como para ordenar tu
muerte?

Hmm. Interesante. Incluso el león cree que la Tribu es la culpable. No le


respondí y me quité mis zapatos. Me observó, el brillo en sus ojos sugiriendo
que me quitara un poco más que solo mi calzado.
Me desmaterialicé rápidamente y emergí detrás de él, empujándolo con mi pie
derecho para llamar su atención. Se giró, y la admiración alivió la sorpresa en su
rostro. Gracias, Ying-Ying.

Bajé mi pie nuevamente muy despacio. Lo siguió con la mirada. Los


gruñidos de Aric se intensificaron, bordeando a ser asesinos. El león lo ignoró,
manteniendo su atención en mí.

—La apariencia puede ser engañosa —dije con una sonrisa.

—Y sexy —agregó con una sonrisa juguetona—. Soy Tye Gris de Leone.
¿Te gustaría bailar conmigo? ¿Sabes, un gato con otro?

Aric ya no gruñó. Sus sonidos se parecieron más profundos como


retumbares sádicos, similares a las nubes antes del trueno. Dirigí mi mirada a
Tye, convencida de que Aric se había vuelto completamente lobo. Su lado
humano permanecía intacto… aunque el humano parecía listo para morder un
león. Maldición. Tye no parecía molesto ni preocupado. De hecho, la diversión
se reflejaba en sus rasgos.

Acababa de conocer al tipo, y aunque su arrogancia no me sentó bien,


parecía bastante decente. No sería correcto si Aric, bueno, lo mataba. Sonreí.

—Será mejor que no. Mi ex novio es un lunático.

Los gruñidos asesinos de Aric solo reforzaron mi punto.

Me puse mis zapatos y fui al baño para refrescarme. Aric estaba parado
afuera del baño de mujeres esperándome cuando salí. Escaneé el área. Más le
valía a esas zorras rodeándolo que se hubieran quedado atrás.

—Veo que tu lista de admiradores ha crecido —dijo en un tono


realmente desagradable.

Fruncí el ceño.

—¿Por qué te importa? Tienes a las mujerzuelas gemelas desnudas


siguiéndote a todas partes.

—¿Preferirías que todos nos vistiéramos de la misma manera, como tú


y Misha?

De acuerdo, Aric. Tú y tu bestia enloquecida van a caer. Pasé mis dedos


juguetonamente entre mis senos llenos, luego deslicé mis manos por mi cuerpo,
prestando mucha atención a mi cintura y muslos. Mis labios formaron un
puchero y mi voz salió en un ronroneo.

—¿Qué pasa, lobo? ¿No te gusta mi vestido?

Los ojos de Aric viajaron lentamente desde el centro de mi corsé hasta


mis piernas. Tragó con fuerza antes de responder.

—No. No me gusta.

Sonreí fascinantemente.

—¿En serio? Bueno, podrías haberme engañado. Me miraste como si me


desearas. Justo como solías hacerlo antes de que apareciera la Babosa.

—¿Quién demonios es la “Babosa”?


—¿Ya sabes… Barbara, tu ex prometida?

Por más furioso que estuviera Aric, no pudo reprimir esa sonrisa que
tanto amaba. Y por mucho que lo intenté, no pude evitar devolverle la sonrisa.
Nuestros ojos se clavaron y, por un momento, fue como si nunca hubiéramos
estado separados. Se acercó más. Cuando no me alejé de él, dio otro paso y
otro. Estaba tan cerca que podía sentir su calor, el mismo calor que se
intensificaba en mi presencia y nos fundía entre sí. Sus ojos se suavizaron.

—Nunca la quise. O a alguien más. Sabes a quién quiero —murmuró él.

Una sensación de ardor se construyó en lo profundo de mi núcleo.

—Te extraño —susurré. Me cubrí el rostro con las manos—. Lo siento. No


debería decirte esto, pero lo hago.

Aric agarró mis muñecas y las bajó gentilmente.

—No escondas tu hermoso rostro o tus sentimientos de mí. No puedo


soportar estar sin ninguno de los dos.

Su toque envió escalofríos tentadores a través de mi piel. Mi corazón latía


enloquecidamente. Esta vez di un paso adelante, lo suficientemente cerca como
para que mis senos rozaran su duro pecho.

—¿Aric?

La voz de barítono de Martin retumbó en la longitud del largo pasillo. En


lugar de alejarse de mí bruscamente en presencia de su Alfa y Antiguo, Aric
soltó mis manos lentamente. Me alejé un poco de él, la culpa calentando mi
rostro a pesar de que no habíamos hecho nada malo. O tal vez lo hicimos. El
sudor brillaba en la frente de Aric y mi cuerpo entero hormigueaba con
anticipación y necesidad.

El timbre de Aric fue tan frío como una brisa de marzo.

—¿Sí, Martin?

Los ángulos del rostro de Martin reflejaron su tono serio. No podía oler el
enojo en sí, pero su disgusto al encontrarnos solos tensó sus hombros como
una carga pesada.

—Quizás sea mejor que visites a nuestros invitados de honor en el salón


de baile. ¿No te parece?
—Por supuesto, Martin.

Martin había ayudado a criar a Aric, y se convirtió en una figura paterna


cuando Aric perdió la suya. Su estado actual sugería que nunca habían sido
cercanos o habían intercambiado una palabra amable. Me entristeció saber que
había causado esta brecha entre ellos. Mi bestia interior resopló. La tensión
entre ellos dejándonos inquietas.

Martin asintió en mi dirección.

—Celia.

—Oh, hola, Martin —saludé torpemente, sin saber qué más hacer.
Estrecharle la mano no parecía correcto y no era lo que alguien llamaría una
“abrazadora”. No quería actuar como una imbécil, pero a veces mi nerd interna
empujaba a mi tigresa a un lado y se hacía cargo. Aric sonrió. La sonrisa más
sutil de todas las sonrisas curvó los bordes de los labios de Martin antes de girar
sobre sus talones y marcharse.

Aún no quería dejar a Aric. Calmaba mi esencia y animaba mi alma a


estar cerca de él.

Y si podía hacer eso por mí solo con su presencia, su bestia irritada


también debe haber sentido una sensación de alivio a mi alrededor. Su
temperamento ya se había calmado y la ira que lo rodeaba se había dispersado
como hojas secas en una tormenta. Así que, me arriesgué.

—Aric, ¿te gustaría…?

—Sí —respondió en un susurro ronco.


Capítulo 18
Me reí un poco.

—No me dejaste terminar.

—Lo sé.

La mirada de Aric era tan intensa que mi boca intentó recordar cómo
hablar.

—¿Te gustaría sentarte conmigo, aunque sea por un rato?

Su sonrisa torcida tuvo más picardía de lo que jamás hubiera visto.

—Oh, eso. Claro, podría hacer eso.

Aric esperaba que le pidiera hacer algo más que sentarse y conversar.
Tiré de mi labio inferior con mis dientes nerviosamente. Lanzó el más suave de
los gemidos. Me alejé tambaleándome antes de sucumbir al impulso de
arrancarme mi ropa y la suya. Me siguió de cerca, apoyando su mano en la
parte baja de mi espalda cuando entramos en el salón de baile. Mi cuerpo se
puso rígido ante la sorpresa. Tal vez quería presentarme como suya, pero el
resto de su especie claramente no estaba lista para recibirme.

Miradas fulminantes y susurros nos siguieron a medida que nos


dirigíamos hacia donde esperaban mis hermanas y amigos.

—¿Algún problema? —preguntó Aric a un hombre oso que nos lanzó un


ceño particularmente desagradable.

El oso bajó la mirada, pero sus palabras amargas nos cortaron a los dos.

—Contamos contigo para evitar que nuestra especie desaparezca, Aric.


No le he dado la espalda a mis responsabilidades y tú tampoco deberías.
La osa que estaba a su lado frotó distraídamente su pequeño vientre
embarazado. No nos reconoció a nosotros, ni a su pareja. Estaban juntos, pero
no eran pareja: puros, supuse, unidos por obligación y no por amor.

Me apresuré a alejarme, dándole a Aric un amplio espacio para cambiar


de opinión y regresar con su manada. Se detuvo un breve momento. El aroma
de su frustración e ira creciente llegó a mi nariz desde lejos. Su calor también
llegó a mi piel cuando me alcanzó. No quería abandonarme. Y eso debería
haberme emocionado. En cambio, la culpa disputó con mi felicidad,
dificultándome el relajarme cuando llegamos a mi mesa.

A diferencia de los weres que pasamos, nuestros seres queridos nos


recibieron con cálidas sonrisas complacidas. Gemini asintió hacia mí, dándome
la impresión de que sentía una cualidad diferente en la bestia de Aric.

Liam empujó a Emme en su regazo de modo que Aric pudiera sentarse a


mi lado. Crucé mis piernas y ajusté mi falda.

Taran le hizo un gesto a Aric cuando lo atrapó mirando mis piernas.

—No tienes que estar aquí —le dije—. Lo entenderé si no puedes


quedarte.

—No quiero dejarte. Ya hemos estado lo suficientemente separados.

Apreté mis labios. “No querer” y “tener que” eran dos cosas diferentes.
Me retorcí incómoda. El hombre oso era una prueba de que había sido tonta al
pedirle a Aric que me acompañe, especialmente aquí, entre la élite de su
manada.

Danny llegó, interrumpiendo a Aric, quien pareció querer decir más. Mi


viejo amigo se estremecía y respiraba como si hubiera estado persiguiendo
autos.

—¿Dónde has estado? —pregunté, preocupada de que algo le hubiera


pasado.

Danny tosió en su mano.

—Um. Heidi está en el equipo de seguridad. Yo, ah, fui a llevarle algo de
comer. —Fue entonces cuando noté su camisa arrugada y que los botones no
estaban alineados correctamente. Se había enrollado con la Pamela Anderson
de los hombres lobo… otra vez. Él tosió, más y más mientras todos mirábamos
fijamente.

—En serio te gusta, ¿cierto, Danny? —pregunté.

Danny bajó su cabeza y asintió. Estaba feliz de que hubiera encontrado a


alguien. Solo esperaba que ella no le rompiera el corazón. Heidi tenía fama de
ser letal, ganándose su lugar como una de las Guerreras de Aric. También tenía
una reputación por acostarse con cualquiera. Y eso era lo que me preocupaba.

Bren se recostó en su asiento, apestando a cerveza de bruja y arrastrando


las palabras.

—No puedo creer que te hayas follado a alguien tan preciosa como
Heidi.

La cabeza de Danny se alzó de golpe.

—Ya he salido antes con mujeres ardientes.

—No, no es cierto, Dan. Aparte de Celia, Heidi ha sido tu único polvo


decente.

Es entonces cuando el mundo se detuvo.

Aric aplastó la copa de agua en sus manos como una ramita marchita. Su
mirada Alfa fulminante se centró en Danny, haciéndolo saltar.

—¿Estuviste con mi Celia?

Danny se giró bruscamente hacia mí.

—¿Nunca le dijiste?

Oh, no.

Aric dejó caer los pedazos de vidrio sobre la mesa. Cayeron como
carámbanos rotos. Su mano no mostraba señales de herida, pero su rostro se
ensombrecía con furia y traición.

—Fuiste tras Celia en el momento en que me dio la espalda, sabiendo


que era jodidamente miserable sin ella.

La voz de Danny tembló.

—Aric, no lo hice. Honestamente, no lo hice. Tienes que creerme.


Bren, por supuesto, simplemente tuvo que saltar a nuestro rescate.

—Vamos, Aric. Solo durmieron juntos unas pocas veces.

Aric se levantó lentamente. Koda y Gem se pararon con él, colocándose a


su lado.

—Aric, tienes que calmarte y controlar a tu lobo —dijo Gemini.

—Este no es el momento, Aric. —La voz de Koda sonó tan severa como la
de Gem—. Aplaca a tu bestia.

Aric los ignoró a ambos. Temblaba, y su voz apenas sonó contenida.

—Esto… ¿sucedió más de una vez? —Ni siquiera me miraría, a pesar de


mis súplicas frenéticas para calmarse y la amenaza de Taran de electrocutarlo
con un rayo. Su lobo estaba centrado en Danny… su presa.

Agarré su mano.

—Aric, por favor, no lo entiendes. Esto sucedió hace años.

Aric dejó de observar a Danny para enfocarse en mí. Dejó de temblar


cuando lo toqué, pero su furia aún calentaba el aire a su alrededor.

—¿Cuándo sucedió?

—Éramos jóvenes, Aric. Solo niños.

—¿Niños?

Tendí mi mano.

—Eso no es lo que quise decir. Salió mal.

Liam se acercó con las palmas extendidas hacia Aric, pasando por encima
de Bren, que se había desmayado borracho en el suelo.

—Vamos, Aric. ¿Y qué si desfloró a Celia?

Mis hermanas y yo jadeamos. Ni siquiera podía creer que estuviéramos


teniendo esta conversación.

Koda gruñó entre dientes:

—¡Liam, deja de intentar ayudar!


Bloqueé el camino de Aric cuando se abalanzó sobre Danny, y agarré las
dos manos de Aric en las mías. Gemini y Koda retrocedieron. Sabían que Aric no
correría el riesgo de lastimarme solo para golpear a Danny. Mi mirada le suplicó.

—Aric, esta es una discusión sin sentido. Sucedió antes de conocerte.


Juro que no hemos estado juntos desde entonces.

La expresión desconsolada de Aric me retorció el interior.

—¿Por qué nunca me lo dijiste? Me hiciste creer que solo eran amigos.

—Solo somos amigos, amor.

Mi término de cariño domó a la bestia de Aric, pero solo


momentáneamente. Una vez más, el aire a su alrededor se disparó con su ira.

—¿Solo amigos como Misha y tú? ¿Con cuántos amigos te estás


desnudando y besando?

Había olvidado que Liam le había contado a Aric del beso. Estaba
motivada por la necesidad de explicar esto y mucho más, pero las palabras de
Aric me golpearon como un mazo. Aparté sus manos de las mías.

—No es lo que piensas. Misha estaba intentando mejorar mis habilidades


y…

—Oh, apuesto a que lo hacía —gruñó Aric.

Aric había estado gruñendo toda la noche. Si era su bestia enardecida o


no, no importaba. Había llegado al final de mi paciencia y también mi tigresa.

—Bueno, ahora conoces a todas las personas con las que me he


acostado: Danny y tú. Eso son dos chicos. ¿Con cuántas chicas ha estado, Señor
Purasangre? ¿Puedes incluso contar tan alto?

—Eso es diferente. Ninguna de ellas significó nada para mí.

—¿Y eso es mejor?

—Sí, lo es. Parece que tú no puedes dejar ir a nadie con quien hayas
intimado. Después de todo, aquí estás con Danny y Misha…

—Y tú. —Eso detuvo a Aric en seco. Lo miré fijamente, intentando no


llorar. Lo había extrañado tanto y todo lo que habíamos hecho era pelear. Mi
voz se quebró—. Tienes razón, Aric. Parece que no puedo separarme de
ninguno de ustedes.

La esencia de Makawee se extendió como una lluvia suave, extinguiendo


la mayor parte de la ira de mi lobo, pero no toda. Ella interrumpió con calma.

—Aric, por favor ven conmigo. Este es un momento de celebración, no de


ira. Y, Celia, a Uri le gustaría hablar contigo.

Aric y yo nos fulminamos entre sí todo el camino a la mesa principal,


donde Misha y Tye también esperaban. Tye me enseñó otro hoyuelo y se abrió
paso entre nosotros para estar junto a Aric.

—Amigo, ¿cómo te va? —le pregunto.

—Cállate —espetó Aric.

Las manos de Uri sujetaron mis codos y me llevó hacia Misha, pasando a
Anara y el odioso ceño fruncido a modo de saludo que me envió.

—Oh, encantadora Celia, es tan bueno verte de nuevo —dijo Uri—. Los
Antiguos y yo estábamos discutiendo lo vital que has sido para nuestra causa.

La profunda voz de barítono de Martin resonó con una amabilidad que


no había esperado.

—Tus hermanas y tú han sido de lo más extraordinarias.

—Gracias —tartamudeé. Martin nunca había sido cruel conmigo. Pero


viendo cómo nos había encontrado a Aric y a mí solos en el pasillo, su
amabilidad me sorprendió. Miré alrededor. Los Antiguos y Uri me observaban
Incluso Anara me contemplaba con interés. Obviamente habían estado
discutiendo sobre mí, lo cual ya era bastante malo. Pero casi me disparo como
un cohete cuando Makawee derramó los detalles.

Ella juntó sus manos y asintió con aprobación cuando Misha deslizó su
brazo por mis hombros.

—Estamos ansiosos por ver qué dones tendrán sus hijos.

Aric desvió su mirada de mí hacia Misha.

—¿Qué?

Esto no me está pasando a mí.


—Misha y Celia han estado hablando de formar una familia —explicó Uri
como si fuera obvio.

Oh, dulce cielo, esto no me está pasando a mí.

Extendí mis manos como si intentara detener un camión Mack.

—Um, no… ¡espera! —Miré a Misha en busca de ayuda. El muy bastardo


tuvo el descaro de sonreír angelicalmente—. Todo esto… está siendo…
malinterpretado. —No sirvió de nada; el rostro de Aric se había oscurecido más
allá del rojo en un púrpura vicioso propio de “Voy a comerte”. Y mierda, sus
gruñidos fueron peores que cuando había estado con Tye.

Destiny surgió de la nada, riendo como una niña pequeña.

—Uri, lo entendiste todo mal. La tigresa y el león se aparearán. —Me


señaló, y hacia donde Aric y Tye estaban parados directamente uno al lado del
otro con un movimiento dramático de sus brazos—. Sus hijos serán los que
mantendrán al mundo a salvo del mal.

Sonrió con alegría después de su revelación devastadora, evidentemente


creyendo que esta era la profecía más grande de la historia. Me quedé allí como
si alguien me hubiera golpeado con un mazo cubierto de popó. Tye sacudió sus
cejas y me guiñó un ojo. Y justo en ese momento, pensé que tanto
Aric como Misha iban a perder la cordura.

Makawee inclinó su cabeza con curiosidad.

—¿Ese es el futuro que has previsto, Destiny?

La respuesta de Destiny fue más entusiasta que la de Tim en una


competencia de ropa interior comestible.

—¡Oh, sí! Es casi completamente seguro, Makawee.

Quise huir gritando de esta noche desastrosa. En su lugar, me disculpé


como la dama que fingía ser y corrí hacia el baño. Porque eso es lo que hacen
las mujeres cuando se enfrentan a algo con lo que no pueden lidiar. Mis
hermanas me persiguieron. Cuando me alcanzaron, me encontraron sujetando
la encimera de granito de jade e intentando no hiperventilar. Me llevó unos
momentos informarlas de mi última debacle.

Taran se paseó de un lado a otro.


—Hijo de puta. ¿Se supone que debes hacer cachorros con ese hombre
león?

—Eso dice mi destino —respondí casi aturdida.

Shayna se enfocó en el puesto frente a ella como si las respuestas a mis


problemas estuvieran grabadas en la puerta.

—¡Pero ni siquiera lo conoces, en absoluto!

—Tampoco quiero.

Los suaves ojos verdes de Emme resplandecían con lágrimas


comprensivas.

—Siempre pensé que Aric y tú encontrarían el camino de regreso el uno


al otro… sin importar nada.

El dolor en mi garganta se intensificó.

—Sí, también esperaba eso. —Mis hermanas me observaron durante un


rato, sin saber qué decir. Su amabilidad significaba todo para mí, pero me había
tomado suficiente tiempo. Aún podían disfrutar de su noche—. Vuelvan con sus
lobos. Saldré en un minuto.

No querían dejarme, pero parecieron reconocer que necesitaba un


momento para recuperar el aliento.

Cuando finalmente abandoné el baño, no pude volver a la gala. Caminé


por el vestíbulo hasta el porche de piedra apilada, donde me senté cerca de una
de las chimeneas al aire libre.

Copos de nieve continuaban cayendo y el frío amargo me helaba las


piernas desnudas. Sin embargo, el calor de mi bestia interior y el fuego lo
hicieron tolerable.

A mi alrededor, parejas se acurrucaban en los rincones. Algunas bajaban


los escalones en su apuro por encontrar privacidad.

Tenían a alguien para mantenerlos calientes. Aric tenía más que a


alguien. Tenía a dos. Capté su aroma y el de sus citas a medida que lo llevaban
más allá de mí. Sus brazos envolvían su cintura y sus cuerpos se acurrucaban
fuertemente contra sus costados. Puede que no les haya devuelto su afecto,
pero era jodidamente seguro que no estaba sacudiéndoselas de encima. Hizo
una pausa de espaldas a mí, obviamente habiendo captado un poco de mi
aroma.

—Esperen en mis habitaciones —les dijo.

Besaron sus mejillas y se pavonearon, deteniéndose solo para lanzar a


Aric una sonrisa malvada. Entonces me enfrentó, su expresión una mezcla
horrible de dolor y derrota.

—Tengo que superarte. ¿No?

Las lágrimas ardieron en mis ojos cuando me levanté.

—Si lo haces, ciertamente lo estás dando todo.

Dio un paso hacia mí.

—No me mires de esa manera…

—¿De qué manera, Aric? ¿Como si esperara más de ti? ¡Bueno, tal vez lo
hacía! —Eché un vistazo hacia la noche donde sus vagabundas habían huido—.
Tal vez soy yo quien tiene que superarte. No eres el hombre que pensé que
eras. Así no. —Tragué fuerte—. Mi error fue amarte… y pensar que en realidad
me amabas.

Me giré rápidamente y me estrellé contra Tye. Estaba feliz de verme y me


abrazó con fuerza. El sentimiento no era mutuo y sus palabras me disgustaron.

—Ahí estás, palomita. Dado que pronto haremos bebés, tal vez
deberíamos conocernos.

Lo empujé contra la pared cuando se inclinó para besarme.

—Si crees que voy a dormir contigo porque una friki con un sentido de la
moda horrible lo dijo, ¡estás jodidamente loco! ¡Mantén tus malditas manos
para ti antes de que te las meta en la garganta!

Bajé los escalones y atravesé una pasarela entre dos edificios más
pequeños. No estaba segura de a dónde iba. Solo quería alejarme de Tye y Aric.
La pasarela pareció interminable. No sé cuánto tiempo corrí por el camino antes
de que finalmente se curvara y condujera a un jardín inmenso.

Las hojas se habían marchitado en los árboles y arbustos robustos. No


me importaba la esterilidad y agradecía su consuelo, al igual que las grandes
bocanadas de aire que luchaba por tomar. Mi espalda cayó contra una pared de
contención. El granito frío sintiéndose como una losa de hielo contra mi espalda
expuesta, pero no me molestó lo suficiente como para moverme. Mi cuerpo
temblaba por mis emociones crudas y mi tigresa luchaba por emerger, por
protegerme del dolor de la noche y manejar el dolor que siempre parecía
atormentar nuestras vidas. Intenté calmarla. Era difícil. El misticismo del Tahoe le
daba a mi bestia una sensación de paz, energizando y armonizando mi magia
interior. Pertenecíamos al Tahoe, y de alguna manera éramos parte de él. No era
así en Squaw Valley. Aquí me odiaban, y no había nada que pudiera hacer para
cambiar eso.

Mi ansiedad y tristeza aumentaron. Necesitaba una distracción antes de


que mi tigresa se liberara. Me concentré en las ramas de un árbol. Una brisa
ligera hizo que las puntas bailen y dejen caer carámbanos en la nieve como
lágrimas congeladas. Me consoló de alguna manera que algo llorara
simbólicamente por mí. Si me permitía llorar, no estaba segura de cuándo iba a
parar.

Mi tensión comenzó a levantarse un poco justo cuando alguien se


acercó. Aric me había seguido. Se movió hacia mí lentamente y se apoyó contra
la pared a mi lado. Ambos miramos al frente y no hablamos durante mucho
tiempo.
Odiaba estar junto a él de esta forma, sin hablar, sin tocar. ¿Cómo había
terminado así la relación que tanto había apreciado?

—¿No tienes que estar en otro lugar?

—No.

Un gruñido ardió en mi garganta.

—Podrías haberme engañado.

Aric dejó escapar un suspiro largo.

—Sabes lo que habría pasado si me hubiera reunido con esas


mujeres: nada. Mi bestia rechaza a cualquiera que no sea tú, y el hombre que
hay en mí no lucha por cambiar su voluntad. Excepto esta noche. —Miró
fijamente hacia la oscuridad—. Mis Antiguos se abalanzaron sobre mí justo hace
un momento, y me arrojaron todo a la cara: la predicción de Destiny, mis
obligaciones con mi manada y la aniquilación que mi especie enfrenta si
fallamos en reproducirnos. Al final, me rendí y perdí cualquier esperanza entre
nosotros… y luego, te vi en el porche. Todo lo que se necesitó fue sentir tu
espíritu junto a mí para saber que no puedo estar con nadie más. —Se volvió
hacia mí—. Sin importar lo que alguien me diga. —Incliné mi cabeza hacia un
lado, sin querer exponer la rasgadura en mi corazón—. ¿Qué hay de ti? —
preguntó cuando no pude hablar.

Me sequé mis ojos.

—¿Qué hay de mí?

—¿Quieres a Tye?

No podía creer que incluso tuviera que preguntar.

—Por supuesto que no.

—¿O Danny?

—No.

—¿O Misha?

Las lágrimas corrieron por mis mejillas en tándem cuando lo enfrenté.

—¿Cómo puedo estar con Misha o con alguien más cuando solo pienso
en ti?

Aric me alcanzó, sosteniendo mi rostro entre sus manos y limpiándome


las lágrimas con sus pulgares.

—No llores, dulzura. Por favor, no llores.

Los ojos de Aric se encontraron con los míos, como lo habían hecho
tantas veces en nuestro pasado. No había ira, ni amargura, ni distancia. Solo
quedaba la compasión y la ternura. Tomé sus manos en las mías.

—No puedo evitarlo, Aric. Te amo. Daría cualquier cosa por estar contigo.

—No tienes que hacerlo. —Me besó, duro, tal como lo había hecho mil
veces en mis sueños. El calor que compartimos se extendió a través de mí como
una ola de agua suave. No quería parar, pero sabía que tenía que hacerlo. Tanto
si lo amaba como si no, el mundo lo necesitaba, y también su manada. El
hombre oso y su esposa embarazada me lo habían demostrado. Luché contra él
y finalmente logré alejarme.
Dolió alejarse de él con tanta ferocidad. Mi tigresa salió corriendo a la
superficie, intentando desesperadamente llevarnos de vuelta a él. Se había
sentido tan bien. El resto de mí intentó refrenarla, sabiendo que no podría
manejarlo si él me abandonaba otra vez.

—Aric, ¿qué hay de tu compromiso con la manada?

Aric me apoyó contra la pared, presionando su cuerpo firmemente contra


el mío y sujetando mis caderas con sus grandes manos. Su latido amenazó con
explotar entre mis senos.

—Ahora no quiero hablar de eso —murmuró en mi oído—. Me acabas de


decir que me amas… demuéstralo. Demuestra que aún me necesitas. Demuestra
que aún me deseas, porque estoy jodidamente seguro que te deseo.

Aric estrelló sus labios contra los míos. Esta vez, no me resistí. Metí mi
lengua en su boca, haciéndolo gemir. Mis brazos se envolvieron alrededor de su
cuello. Sus manos se movieron de mi cintura y viajaron debajo de mi falda para
acariciar mi trasero. Solté un grito lleno de anticipación. Aric se volvió más
insistente; no iba a parar. Pero incluso si lo hiciera, no lo habría dejado. Lo besé
a lo largo de su mandíbula. Cuando encontré su oreja, la lamí de la manera que
lo volvía loco y rocé el lóbulo con mis dientes. Un gruñido profundo tronó en su
pecho y su necesidad creciente golpeó contra mi estómago.

Aric metió su mano en la parte del corsé de mi vestido y apartó el


sujetador integrado. Acunó mis senos posesivamente, deslizando sus palmas
rugosas a lo largo de las curvas. Mis párpados se agitaron por su toque y
entusiasmo, pero cuando tiró de las puntas, no pude reprimir mis maullidos.

—Eso está mejor —murmuró con los dientes apretados.

El calor entre nosotros se extendió en un fuego ardiente. No teníamos


mucho tiempo, y el miedo a ser descubiertos me impidió arrancarle la ropa de
su cuerpo caliente. Así que, lo besé y mordisqueé a medida que mis manos
trabajaban para desabrocharle el cinturón y los pantalones.

Nuestros gemidos fueron fuertes y nuestros jadeos feroces. Su cuello se


inclinó más cuando aferré su virilidad, los cordones se tensaron mientras lo
tocaba exactamente como a él le gustaba. Me puse de rodillas para meterlo en
mi boca, solo para que me levantara enseguida. Su necesidad era demasiado
grande; por otra parte, también la mía. Envolvió mi cintura con su brazo y me
sujetó contra la pared. Abrí aún más mis piernas para él y aparté la entrepierna
de mis bragas; no había tiempo para quitármelas. Me atrajo más cerca y usó su
mano libre para hundirse dentro de mí.

El tamaño de Aric siempre lo hacía trabajar para entrar en mí. Mi cuerpo


estaba excitado de recibirlo, pero aún no era suficiente y me había
impacientado. Ajusté mis tobillos alrededor de su espalda y lo obligué a entrar.

Ambos soltamos aullidos de placer mezclados con dolor. Por un


momento ninguno de los dos se movió. Cerramos nuestros ojos y continuamos
jadeando a medida que mi cuerpo se relajaba y lo aceptaba enteramente.
Entonces algo en él cambió, un hambre salvaje que necesitaba ser apagada.
Besó mis labios solo una vez y comenzó a embestir. El dolor fue increíble y la
posición le permitió acceder al lugar perfecto. Desabrochó el corsé de mi
vestido y jugó con mis senos mientras yo reprimía mis gritos y mecía mis
caderas.

Aric y yo siempre habíamos tenido una vida amorosa picante. Pero la


posibilidad de ser atrapados junto mientras intentábamos contener nuestros
gritos aumentó la intensidad. Los dos llegamos al clímax rápidamente. No me
soltaría después de terminar. Mientras continuamos besándonos, decidí
aprovechar todas las horas de entrenamiento de yoga. Me aparté un poco y
susurré:

—Espera.

Apoyé mis tobillos a cada lado de su cabeza, encendiendo el fuego en los


ojos pesados de Aric. Lanzó un gruñido hambriento y volvió a embestir
ferozmente en mí. Dolió, pero era un buen tipo de dolor. Gemí a medida que
sus profundos gemidos agónicos inundaron la noche. Esta vez fue más largo y
necesitado.

Terminamos juntos, apenas pudiendo evitar gritar. Mi cabeza cayó sobre


su hombro cuando bajó mis piernas hasta su cintura. Respiré su aroma y el de
nuestra sesión, deseando más que nada que nuestro tiempo no tuviera que
terminar tan pronto. Mantuvimos nuestra postura hasta que recuperamos el
aliento y luego, lentamente, me soltó.

Aric me observó vestirme mientras él intentaba abrocharse sus


pantalones. Me reí cuando patinó sobre un pequeño trozo de hielo en su prisa
por regresar a mí. Él sonrió, sujetándome en sus brazos. Sus labios se
encontraron con los míos suavemente con un sabor tan adictivo que mi alma
rogó por más. Cuando nuestro beso terminó, sonreímos y nos enfocamos el
uno en el otro en silencio. A veces las palabras no eran tan importantes.

Nuestra breve felicidad fue interrumpida por el tono de llamada familiar


en su celular, anunciando que sus Antiguos lo necesitaban. Aric lo ignoró, pero
el timbre insistente borró la sonrisa de su rostro. La tristeza consumió el aire a
nuestro alrededor. Nada había cambiado. Aún no podíamos estar juntos.

El teléfono siguió sonando y supe que ya no podríamos fingir. Nos


abrazamos fuertemente, tomándonos un momento para respirar el aroma del
otro. No hablé. Porque hablar significaba despedirse, y no podía volver a
hacerlo. Así que, tomé el camino opuesto y me alejé de él rápidamente.
Mientras subía una colina pequeña, el sonido de unos cristales rotos me hizo
girar hacia atrás.

Aric se había ido. Y en el suelo, en pequeños pedazos rotos, yacían los


restos de su teléfono.
Capítulo 19
N
unca volví al salón de baile ya que me topé con mis hermanas
en el vestíbulo. Explicaron que los lobos habían ido a preparar la
manada para una misión de emergencia.

Emme se acercó a mí con cautela, su rostro angustiado por la


preocupación.

—Celia, hay algo que tenemos que decirte.

Su estrés encendió a mi bestia.

—¿Qué pasa?

Se giró hacia Taran. Taran dio un paso adelante y me miró directamente


a los ojos.

—Celia, Aric está jodidamente cabreado y es un imbécil. Está molesto por


la predicción de ese monstruo friki, y está convencido de que quieres hacer
bebés vampiros con Misha.

Asentí e intenté elegir mis palabras con cuidado.

—Está bien —me las arreglé para decir.

Mis hermanas parpadearon, obviamente confundidas porque no


estuviese más molesta. Shayna puso su mano sobre mi hombro.

—Se fue con esas putas, Ceel. Creemos que está con ellas. —No
reaccioné—. Ya sabes, con ellas en su habitación. —Miró boquiabierta mi
expresión desinteresada como si me hubiera vuelto loca—. Ahora mismo.

—Ya veo. —Mi reacción ante sus noticias claramente no era lo que
esperaban. Me contemplaron como si me hubieran roto la cabeza con algunos
pines de bolos y posiblemente la bola.

Taran sacudió sus uñas cuidadosamente cuidadas.


—De acuerdo, entonces… ¿dónde diablos has estado?

—Fui a dar un paseo. —Me aclaré la garganta—. Y, um, buscar algo de


aire.

Emme frunció el ceño.

—¿Con este frío?

—No fue tan malo. —De hecho, hizo mucho calor.

Shayna me observó fijamente, pero no solo debido a mis respuestas


alocadas.

¿Algo está mal? —le pregunté.

Se inclinó y me olfateó.

—Hueles diferente.

Me alejé un poco.

—¿Qué quieres decir? —pregunté, aunque sabía exactamente a qué se


refería.

—No estoy diciendo que hueles mal, Ceel, simplemente diferente. —


Tomó otra bocanada y asintió pensativa—. Hmm, aunque, es un aroma familiar.
No, espera… no solo llevas un aroma, sino dos. Hmm… ¿qué es eso? Es como
una especie de almizcle cálido…

El pánico se extendió como una erupción en mi rostro. Emme y Taran


intercambiaron miradas, confundidas por mis mejillas sonrojadas. Agarré a
Shayna por el brazo y la apreté con fuerza.

—Shayna, detenlo. ¡Ahora! ¡Detenlo!

—¡Ay! ¡Celia! ¿Cuál es el problema? Solo intento… —Se tapó la boca con
sus manos y ahogó un grito. Cuando sus ojos se desorbitaron, supe con certeza
que había resuelto todo.

Sí. Así es. Huelo a sexo, y a Aric. Mi mirada se clavó en la suya. Asintió una
vez, finalmente comprendiendo que ahora definitivamente no era el momento
de hablar.
—¡Celia! —llamó Hank desde cerca de la puerta. Me tendió mi abrigo y
me hizo un gesto hacia adelante—. El maestro te está esperando.

Me despedí de mis hermanas e intercambié una última mirada con


Shayna antes de irme. No había forma de camuflar mi aroma y me preocupó
cómo reaccionaría Misha.

Todas las cabezas se voltearon en mi dirección al momento en que entré


en la limusina. Los vampiros de Misha me contemplaron, luego a él y
desaparecieron. Hubo una brisa leve cuando las puertas se cerraron detrás de
ellos, pero entonces, nada.

Solo quedó una quietud helada. Me senté en el asiento frente a él.

Sus colmillos sobresalían y se apretaban tanto que pensé que se


romperían. Su mirada fulminante era amenazante, maliciosa y muy fría. Usé mi
abrigo para protegerme de su mirada. No porque tuviera miedo, y no porque
estuviera avergonzada. No podía ubicar lo que sentía entonces. Había visto la
furia en los ojos de Misha innumerables veces antes, aunque nunca había
estado dirigida a mí. Quizás sentía que me lo merecía. Si es así, estaba
equivocado.

Fue un largo viaje de regreso a la mansión. Misha continuó


fulminándome y sin hablar mientras yo seguía evitando sus ojos. Para el
momento en que llegamos, salté del Hummer y me fui a la casa de huéspedes.
Me quité el vestido y los zapatos, y los puse en la cama. Me lavé el maquillaje y
después me puse una camiseta sin mangas y ropa interior. No quería ducharme,
esperando mantener el aroma de Aric sobre mí el mayor tiempo posible.

Cuando salí del baño, Edith estaba sentada en mi cama, temblando con
las manos apretadas.

—El maestro desea verte —murmuró.

No era una solicitud. Me puse una bata y unas zapatillas, y la seguí de


regreso a la casa.

La arrogancia de Edith se había ido hacía tiempo. Sus hombros se


encorvaron todo el camino hacia la casa. Me llevó a la biblioteca y desapareció
rápidamente. Me detuve un momento antes de entrar. La ira creciente de Misha
burbujeaba a su alrededor y agitaba a mi bestia. Creía que era mejor salir de ahí.
La mantuve en su lugar.
Misha se apoyaba contra la enorme repisa de la chimenea, observando
las enormes llamas. Un extraño olor salía de la chimenea y abarcaba la
habitación. Me acerqué a él, dándome cuenta que el aroma era el de la seda
quemada.

Mi vestido y mis zapatos habían sido arrojados al fuego.

—Siéntate —dijo en voz baja.

No discutí y elegí uno de los sillones más cercanos a él. El tablero de


ajedrez descansaba sobre la mesa junto a mí. Jugué con el peón mientras
esperaba que él hiciera su próximo movimiento. Estaba enfadado. Le había
causado dolor. Pero no le pertenecía y nada de lo que él pudiera decir me haría
lamentar mis acciones. Para cuando se dirigió a mí, la pieza de ajedrez de
mármol se había calentado en mi mano.

—¿Esta noche, estuviste con el lobo?

Mi voz sonó tranquila pero fuerte.

—Sí.

Su voz se tornó mortal.

—¿Por qué?

No parpadeé.

—Porque lo amo, Misha.

Misha arrojó el tablero de ajedrez a través de la habitación, incrustando


las piezas en la pared. Sus manos aferraron los costados de mi silla y su nariz
estuvo a centímetros de la mía.

—¿No soy digno de tu amor?

Estaba tan sorprendida que las palabras me fallaron inicialmente. Pero mi


sorpresa se transformó en furia rápidamente. ¿Pensó que podía asustarme tan
fácilmente? ¿Pensó que era uno de sus sirvientes y que simplemente me
encogería a sus pies?

Oh diablos, no.

—¿Cómo puede amarte alguien cuando no eres capaz de amar a


cambio?
Misha siseó.

—¿Qué sabes de lo que soy capaz?

—Más de lo que piensas: lo veo todos los días. Te acuestas con quien
quieras y disfrutas de la forma que más te convenga. ¿Alguna vez te has
comprometido con alguien, o le has dado a alguien cada parte de ti? —Misha
siguió mirándome de manera fulminante, pero no me respondió—. No lo creo.
Así que, hasta que sepas por lo que estoy pasando, no finjas que lo que ofreces
es suficiente para mí o para cualquier otra persona. —Lo aparté y me puse de
pie para irme—. Si lo deseas, seguiré luchando por ti, pero me niego a vivir aquí.
Me arriesgaré con lo que me persigue. Al menos no pretende ser un amigo. —
Con esas últimas palabras, salí enfurecida de la habitación.

Tres correos de voz de mis hermanas me esperaban cuando regresé a la


casa de huéspedes. El primero era de Shayna.

—¡Ceel, Aric y tú lo hicieron totalmente! Llámanos y cuéntanos lo que


pasó.

El siguiente era de Emme.

—Oh, Celia, ¿por qué no nos llamas? Queremos saber qué pasó. Estamos
tan contentas de que Aric y tú hayan vuelto a conectar… Bueno, ya sabes a qué
me refiero. —No necesitaba verla para saber que se había sonrojado cuando
dijo esto.

Taran, quien no era conocida por su paciencia, dejó el último mensaje.

—¿Qué demonios, Celia? ¿Siguen teniendo sexo? ¡Oh, mierda! Eso es,
¿no? Te estás volviendo traviesa. Vuelve a llamar cuando hayas terminado.
Maldita sea, ¡detalles, quiero detalles!

Me quité mi bata y zapatillas, paseándome a medida que jugueteaba con


el teléfono en mi mano. Mis pensamientos me instaban a devolverles la llamada,
pero el resto de mí seguía estremecido por mi encuentro con Misha. Salté
cuando el teléfono zumbó en mi mano y la cara de Gemini apareció en la
pantalla. Nunca me llamaba.

—Gem, ¿qué pasa?

—Soy yo, dulzura. —Mi corazón saltó a mi garganta. Era Aric. Debe haber
tomado prestado el teléfono de Gem.
—Hola, lobo —respondí, casi llorando.

—Estás molesta. ¿Qué pasó?

—Nada. En realidad, solo te extraño. —También tuve una pelea terrible


con Misha.

—También te extraño. Celia, lamento que las cosas hayan terminado esta
noche como lo hicieron.

—Está bien…

—No, nena. No está bien que no esté contigo ahora mismo.

Me limpié una lágrima arrastrándose en mi mejilla.

—No hay mucho que podamos hacer al respecto, amor.

—Te equivocas. Ven a la ventana de tu habitación.

Contemplé la pantalla brevemente antes de correr desde la cocina hasta


el dormitorio. Arrojé mi teléfono en mi sillón y abrí las persianas. Aric estaba
posado en el largo alféizar. Ya había movido la pantalla y abierto la ventana.
Metió el teléfono en sus vaqueros y sonrió.

—Hola. Sé que no debería estar aquí, pero…

Lo agarré por los hombros y lo arrastré adentro, usando un poco


demasiada fuerza. Aric aterrizó encima de mí, haciéndome ronronear.

—Hola, hermosa —murmuró.

Aric me acarició suavemente con su lengua y mordisqueó mis labios


ligeramente. Cada parte de Aric era deliciosa, pero su sabor hacía que mi cuerpo
doliese de necesidad. Me levantó en sus brazos y me llevó a la cama,
acostándose a mi lado. Detuvo nuestro beso y deslizó su mano por mi cabello.
Me derretí contra él.

Aric representaba mi hogar, seguridad y amor… mi respuesta a mi


soledad.

Memoricé su rostro con mis ojos y su cuerpo con mi mano. Todo lo que
sentí fue piedra dura debajo de la suavidad de su piel. Siempre había sido
musculoso como un boxeador, pero ahora el físico de Aric se parecía más al de
un luchador.
Su pecho subía y bajaba lentamente, y su rostro se sonrojaba.

—He extrañado tu toque.

Continué mi caricia lenta.

—En serio te has abultado.

Tomó mi mano y la besó.

—Paso la mayor parte de mi tiempo cazando a la Tribu, entrenando y


peleando… resolviendo mis frustraciones para poder manejar mejor a mi lobo.
—Sonrió cuando seguí jugando—. ¿Te gusta?

Me encogí de hombros, para mí siempre se había visto bien.

—Mientras sea lo que quieras. Solo me gustas tú.

La mano de Aric se deslizó por debajo de mi camiseta sin mangas y


avanzó por mi costado y barriga, frunciendo el ceño cuando sus dedos rozaron
mi cintura.

—Tú, por otro lado, estás aún más pequeña. ¿Misha no te ha estado
alimentando?

—Sí, Aric. De hecho, ahora como más. —Me acurruqué contra él y solté
un ronroneo extremadamente contenido. Su risa retumbó contra mí. Puse mi
mano sobre su corazón, para sentirlo latir y como prueba de que estaba
acostado junto a mí. Se sintió cálido, reconfortante, relajante. Pero no duró.

La voz del lobo Alfa de Aric reemplazó su timbre suave.

—Tenemos que hablar. —Me levantó con facilidad de modo que


pudiéramos enfrentarnos, manteniendo su mano apretada contra mi cadera—.
¿Qué sabes sobre lo que te persigue?

Sacudí mi cabeza.

—Nada. Solo que sea lo que sea, me ve como aquella que lo destruirá y a
los que lidera.

—Teniendo en cuenta lo que te ha pasado, todo apunta a la Tribu.

Lo observé cuidadosamente. Nuestra relación había durado solo unos


meses, pero habían sido los meses más intensos de mi vida, llenos de
momentos poderosos que me habían dejado sin aliento. Conocía a este lobo lo
suficiente como para saber que había más.

—No estás convencido de que sea la Tribu.

—Estoy lo suficientemente convencido como para masacrarlos cada vez


que tengo la oportunidad.

—Pero aún tienes dudas.

Aric asintió y palmeó mi trasero.

—Puedo verlos retratándote como un enemigo del mal e influenciando a


otras fuerzas oscuras para aniquilarte. Y puedo ver por qué te quieren fuera de
su camino. —Gruñó—. Pero el por qué no tiene sentido. ¿Cuál es esta maldita
clave que posees supuestamente? ¿Podría haber un poder oculto que aún no
conocemos?

—Supongo. Mish… he estado trabajando en mi habilidad para cambiar a


otros animales, pero mis esfuerzos son, en el mejor de los casos, patéticos. Mi
poder para devolverle el alma de un vampiro era algo que no sabía que tenía,
así que es posible que posea algún otro talento extraño.

Aric se puso rígido.

—¿Cuántos seres saben que has estado practicando cambiar a otras


criaturas?

—Solo los vampiros.

Aric gruñó.

—No puedes confiar en estos imbéciles, Celia. Si los malditos


cambiaformas se enteran de esto, intentarán destruirte. Se ven a sí mismos
como los únicos seres lo suficientemente poderosos como para controlar
cualquier forma. Para ellos eres la competencia, independientemente de tu
incapacidad para sanar. —Maldijo largo y tendido—. Esta noche me voy en mi
última misión. Cuando regrese, iré por mi cuenta y te sacaré de aquí.

Lo miré fijamente, incapaz de parpadear. Después que mi conmoción


desapareció, perdí los estribos.

—¿Estás loco? Aric, no puedes abandonar tu manada. Una vez me dijiste


que no eres nada sin ellos.
—Celia, las cosas han cambiado. Eres la única sin la que no soy nada. ¿No
lo ves? Esta es la única forma en que podemos estar juntos.

Tomé su barbilla con las yemas de mis dedos.

—No así, cariño. Tiene que haber otra manera.

Aric sacudió la cabeza.

—Celia, esta noche brillaste como la increíble belleza maravillosa que


eres. Debí haberte escoltado… no Misha. Debí ser a quien recurrieras cuando
Destiny te asustó. Debí ser quien te pidiera bailar, no ese maldito león. Debí ser
quien te hablase de formar una familia, no nadie más. —Esperó, asimilando mi
reacción de asombro—. Y debería ser quien te proteja de lo que sea que quiera
hacerte daño.

Aric había batallado con su animal interno para mantener el control, pero
el hombre que estaba dentro de él aún sufría a pesar de los mejores esfuerzos
de su bestia para protegerlo.

—Aric, no dejes que tus celos enturbien tu juicio. Y retoma la autoridad


sobre tu lobo. No tienes que temer estar sin mí. Juro que nunca te dejaré,
mientras me quieras.

—¿Cómo puedes dudar de que te quiero? —Aric acunó mi rostro—. ¿Y


cómo puedes dejar de ver lo que significas para mí? Tú eres mi compañera. Vivo
y respiro por ti, Celia. Mi corazón y mi alma están soldadas a las tuyas por la
eternidad.

Aric había mostrado antes autoridad en su mirada, pero todas esas veces
palidecieron por cómo me miró entonces. Mi corazón martillaba como el latido
lento de un pesado mazo. Me tomé un momento para permitir que la
profundidad de sus palabras se hunda en mi mente. Cuando lo hicieron, me
sentí como si hubiera emergido a través de la nieve después de haber sido
enterrada en una avalancha. Había dicho, compañera. Era la compañera de Aric.
Me estremecí por las lágrimas que amenazaban con caer.

—¿Por qué nunca me lo dijiste? Nunca supe cómo te sentías.

El rostro de Aric se llena de tristeza y culpa.

—Porque como purasangre se suponía que no debía amarte, pero como


hombre no puedo parar.
Me besó. Y fue muy diferente… en cierto sentido, nuevo. Nuestra pasión
explotó tan rápido que nos arrancamos la ropa. Su mano izquierda acarició mi
seno para provocar mi pezón con su pulgar. La otra mano trazó mi estómago
hasta que encontró la humedad acumulándose. Mi espalda se arqueó y gruñí a
medida que sus manos me redescubrían por dentro y por fuera. La sal de su piel
abrió mi apetito para probar otras partes de su cuerpo. Mi lengua se deslizó por
su pecho. Aric sentía tanta necesidad. Se revolvió y gruñó, excitándome por
completo. Mi boca no había estado alrededor de él mucho antes de que me
pusiera encima de él, y comencé a moverme.
Capítulo 20
E
l agua se deslizó por mis brazos. Mi mejilla y pechos se enfriaban
contra el azulejo resbaladizo mientras jadeaba. Aric besó su camino
a lo largo de mi hombro.

—¿Estás lista? —preguntó sin aliento.

No quería que nos separara, pero asentí. El amanecer se acercaba


rápidamente. Tenía que regresar a su manada y partir para la misión. Lo había
convencido de que no termine por su cuenta, al menos por ahora.

Su gemido coincidió con el mío al llegar a la liberación. Abrí la puerta de


cristal y salí tambaleándome de la ducha, adolorida en todos los lugares
correctos.

—Será mejor que te quites mi aroma. —El brillo perverso en el rostro de


Aric me hizo reír. Eso es exactamente lo que dije antes de que me arrojara a la
ducha para lavar lo que quedaba del aroma de nuestro sexo.

Aric se restregó su piel, viéndome ponerme mi bata.

—Cuatro veces en una noche. Me trae algunos dulces recuerdos.

Me estremecí por sus murmullos profundos y por la avalancha de


imágenes que sus palabras dispararon en mi mente.

Mi cerebro razonó que mi cuerpo debería estar más que satisfecho, pero
mi tigresa insistía en que no habíamos recuperado el tiempo perdido. Me senté
en el borde de la bañera y admiré su físico exquisito.

—¿Crees que tus Guerreros saben que estás aquí?

—Koda y Liam no lo saben. Gemini debe saberlo. Ni parpadeó cuando le


pedí prestado su teléfono. Si bien reconoce la importancia de continuar nuestra
raza, también sabe que te amo. Esta noche me dijo que, por una vez, está feliz
de no ser purasangre. Dijo que no sabía cómo había podido alejarme de ti y que
nadie lo mantendría alejado de Taran.

Las manos de Aric vagaron por su pecho mientras se lavaba, solo que no
con el mismo entusiasmo que yo había demostrado.

—Al menos es solidario —dije.

—Tanto como puede serlo. Sabe que estar lejos de ti me ha torturado.


Estoy enojado todo el tiempo y he sido un bastardo con cualquiera cerca mío.
—Puso sus manos contra la pared de azulejos y dejó caer la cabeza—. No
puedo creer que te haya dejado. Ni siquiera pude tocarte ese día. Si lo hubiera
hecho, no habría podido hacer lo que pensé que era correcto por el bien de mi
raza. —Su mirada dolida se encontró con la mía—. Nunca me perdonaré por
lastimarte.

Envolví mis brazos a mi alrededor y giré por un momento. El dolor que


experimenté ese día aún me afectaba. Y aún no estaba detrás de nosotros.

—¿Qué pasó cuando te reuniste con los Antiguos esta noche?

Aric salió de la ducha y tomó la toalla que le entregué.

—Era jodidamente obvio que habíamos estado juntos. No podía ocultar


nuestro aroma, ni quería hacerlo. Tuvimos… unas palabras duras, y Anara me
ordenó no volver a verte nunca más.

Fruncí el ceño, confundida.

—Como Beta, Anara se asemeja mucho a Martin en cuanto a la


magia were.

—Sí, lo hace. —Aric respondió como si no le importara, y que la


supremacía de los Antiguos no significaba nada.

—Entonces, ¿cómo es que estás aquí, especialmente después de una


orden directa de mantenerte alejado? Pensé que esa cosa del mojo lobo por el
vínculo de sangre te impedía desobedecerles.

Se secó, sonriendo.

—Hay ciertas lagunas en los vínculos de sangre. Cuando Anara me


ordenó que tomé a Barbara como mi prometida, tuve que obedecer. Durante la
ceremonia, mi vínculo contigo como mi compañera me ayudó a resistir.
—Pero los Antiguos son conscientes de las lagunas, ¿verdad? Pensaría
que las restringirían de alguna manera. —Resoplé—. Especialmente dado todo
el poder que pueden conseguir de la manada.

Aric envolvió la toalla alrededor de su cintura, su sonrisa ensanchándose.

—Son conscientes. Y estoy seguro que usaron parte de nuestra magia


colectiva para ayudar a fortalecer la orden. Pero no creo que se hayan dado
cuenta de lo fuerte que me he vuelto, y no planeo decirles.

Lo alcancé, pero lo pensé dos veces antes de tocarlo.

—¿Qué pasa si Anara o los demás descubren que los desobedeciste?

Aric dejó de sonreír.

—Déjame preocuparme por eso.

—Aric…

—Celia, odio esconder nuestro amor como si estuviese mal. Si se enteran,


me ocuparé de eso. —Los ojos de Aric albergaron la fuerza y la determinación
que me atrajeron hacia él en un principio—. Voy a arreglar esto, Celia. De
alguna manera, encontraré la manera de que estemos juntos.

Regresé con la ropa de Aric después de pasarla por la secadora con un


suavizante para eliminar mi aroma. Lo vi vestirse, mi necesidad de retenerlo
empeorando cada vez más. Estábamos juntos otra vez, pero aún muy
separados.

—Ten cuidado —dije suavemente.

Aric deslizó su camisa negra de manga larga sobre sus abdominales


marcados. Se inclinó hacia delante.

—Voy a volver a ti. No te preocupes. —Se quedó inmóvil—. Mientras


tanto, quiero que te mantengas alerta. La única razón por la que no te estoy
sacando de aquí a rastras es porque, idiotas o no, los vampiros tienen el
músculo para protegerte y mantenerte a salvo en mi ausencia.

Mi cuerpo se tensó. Este no era el momento para decirle a Aric que me


estaba yendo del Tren Chupasangre.
Tal vez podía quedarme en casa de Bren y Danny. Dos lobos y una tigresa
deberían ser suficientes para frustrar a los monstruos escalofriantes, ¿verdad?

—Está bien, amor. Prometo mantener los ojos abiertos. —Lo acompañé a
la puerta, sonriendo cuando sus labios encontraron los míos. Se lamió sus
propios labios, camuflando mi aroma y probándome una última vez.

Tan pronto como desapareció en el amanecer, la nieve comenzó a caer y


Maria apareció en mi puerta.

Me siguió a mi habitación. La ignoré y saqué mi maleta grande de debajo


de la cama tamaño King. Su caminata careció de su resplandor habitual y se
mantuvo en silencio a pesar de sus tendencias típicas de decir algo miserable.

—En serio te vas, ¿verdad?

—Sí.

—No será lo mismo sin ti. Eres una perra loca bastante rara y todo eso,
pero estás bien. —Hizo un gesto irritado con su mano—. Solo bien.

No pude evitar sonreír.

—Vaya, gracias, Maria.

Una brisa me abofeteó y sentí a alguien detrás de mí.

—¿Necesitas algo, Liz? —pregunté.

Se echó su cabello rubio hielo hacia atrás y comenzó a limarse las uñas.

—Chef te preparó un desayuno. Deberías ir a comer.

Era demasiado temprano para que los vampiros estuviesen de pie,


incluido Chef. La ira de Misha debe haberlos mantenido despiertos.

—¿Misha está allí?

Dejó de limar sus uñas.

—No. El maestro no está ahora allí.

—Pero lo estará.

Intentó sonar indiferente.


—Sí, lo más probable es que lo esté.

Misha y yo tendríamos que hablar eventualmente, y nunca había sido


alguien que se aleje de una pelea.

Cuando entré a la cocina, estaban todos desplegados. Los vampiros con


los que estaba más familiarizada merodeaban cerca, observándome con
expresiones solemnes y bocas inusualmente calladas. Intenté sonreír
alentadoramente, aunque era una tontería de mi parte hacerlo. Eran molestos,
exagerados, egoístas y francamente viciosos. Aun así, no quería que las llamadas
criaturas de la noche se sintieran mal.

Le di las gracias a Chef y comencé a comer como si fuera a hibernar. Casi


había terminado cuando Misha apareció con Virginia a cuestas.

—Déjennos —dijo a los demás en la cocina.

Todos se dispersaron como canicas caídas. Misha se sentó a la mesa y me


miró mientras bebía mi jugo de naranja. Nuestros ojos se encontraron con igual
terquedad, pero no quería jugar a “quién parpadea primero”. Me limpié la boca
y tiré la servilleta sobre la mesa.

—Siento lo que dije anoche, Misha. Estaba enojada, pero no quise


lastimarte intencionalmente.

—¿Qué esperas lograr al seducir a ese chucho?

—¿Qué?

—¿Estás intentando convencerlo de que deje su manada?

Se me pusieron los vellos de punta y mi tigresa nos preparó para atacar.

—Misha, te estás metiendo donde no debes.

—¿Sabes lo que le sucede a un were de su estatus que decide darle la


espalda a su raza?

Me puse de pie, derribando mi silla hacia atrás.

—No sabes de lo que estás hablando. —Mi cuerpo temblaba—. ¡Te


sugiero que te calles de una jodida vez!

La mirada fulminante de Misha ardía con malicia y su voz se espesó con


rencor.
—Sí, lo sé. La reputación de la familia de tu lobo terminará destruida.
Todas sus finanzas y las de sus parientes más cercanos se agotarán…

—Misha, para.

—Tiene una madre anciana, ¿cierto? ¿Estás preparada para recibirla en


casa? Todos sus objetos de valor…

—¡Cierra tus colmillos ahora!

—Todos serán deshonrados y rechazados. Todo por ti…

Mi golpe feroz sobre la mesa lo calló. La mesa se partió por la mitad y


todo el contenido cayó al suelo. Arrojé las mitades a un lado y fui tras él.

—¿Quieres hacer esto? —Lo empujé por la puerta—. Bien. Vamos.

La nieve caía en grandes copos gruesos, cubriendo mi cabello largo casi


al instante. El cielo se había oscurecido y los truenos rugían en la distancia.
Seguí empujando a Misha hasta que llegamos a la gran sección de césped
separando el jardín de la casa principal. Los vampiros de Misha se reunieron,
formando un amplio círculo a nuestro alrededor. Esperaba que sisearan y me
atacaran. En cambio, permanecieron en silencio, observándonos de cerca a
medida que su ansiedad creciente bailaba a mi alrededor.

Los ojos de Misha nunca dejaron los míos. Se agachó y cargó. Era rápido,
pero no lo suficientemente rápido. Lo esquivé al pasar y aproveché para
enviarlo de cara a un montón de nieve sucia. Los vampiros jadearon. Misha se
levantó sorprendentemente despacio y se giró para dispararme una mirada de
muerte. La nieve fangosa escurría por su rostro perfecto, manchando su camisa
de seda blanca.

—No eres tan rápido como pensabas, ¿verdad, viejo?

Los vampiros saltaron ante mis palabras, tapándose sus bocas. Misha
pareció extrañamente divertido y se rio. Sin embargo, no fue el tipo de risa
“caray, ¿no eres graciosa?” Era más como la risa de un científico malvado
complementada con truenos crujiendo sobre nosotros. Misha atacó, como el
disparo de una pistola.

Esta vez estaba preparado. Aprovechó su impulso en la dirección opuesta


a último minuto e intentó derribarme. Aferré su cabello y los dos caímos,
duramente. Luchamos en la nieve, hundimos nuestros pies en el suelo para
frenar y levantar tierra. Estuvimos sucios y sudados en cuestión de minutos. Fue
un duelo cruel, sucio y feroz. Pero por más enojados que estuviéramos, ninguno
de los dos intercambió golpes. Forcejeamos y luchamos e incluso arrancamos
algo de cabello, retorciéndonos en el agarre del otro.

Grandes colinas de tierra y nieve se formaron cada vez que empujábamos


y nos deslizábamos por el césped. Misha era más fuerte, pero yo era más rápida
y usé todo mi entrenamiento contra él. Agarré su muñeca en una llave. Su piel
resbaladiza le permitió liberarse. Me arrojó sobre el césped. Aterricé sobre mis
pies, buscando una abertura.

—¿Qué pasa, gatita? ¿Demasiado débil para aguantar contra un viejo?

Me zambullí por el césped y me desmaterialicé debajo de él. Emergí a la


superficie con un gran salto y lo enganché en un agarre estrangulador.

—Estás llamando gatita al gato equivocado, Ricitos de Oro.

Forcejeó un brazo a través de mi agarre y tiró con fuerza. Aterricé sobre


mi trasero y me puse de pie tambaleante.

Misha me abordó antes de encontrar mi equilibrio y nos envió rodando


por la pequeña pendiente. Atravesamos el jardín y chocamos con una de las
cascadas de piedra. Aterricé encima de ella y lo estampé contra la losa de
granito con la fuerza de mis brazos.

—Buen intento, Rapunzel, pero no me vencerás tan fácilmente —gruñí.

Misha expuso sus incisivos y me giro, presionando su peso contra mí.

—Nuestro encuentro la otra noche en mi cama debió demostrarte que


soy todo un hombre. ¿O necesitas que te lo recuerde?

Lo empujé fuera de mí y me desmaterialicé hacia abajo, enterrándolo


hasta el cuello. La cara de Misha se volvió púrpura mientras se revolvía.

—¡Así es como eliges tratarme después de todo lo que he hecho por ti!

Me tambaleé hacia atrás. Siendo la chica madura que era, lo apunté con
mi dedo de forma acusadora.

—¡Tú empezaste!

Misha atravesó el suelo helado y se lanzó hacia mí.


—No, tú lo hiciste. Solo me limité a aclarar que tus acciones están muy
equivocadas.

Rodeó mi cintura, pero enganché su pierna con la mía y la retorcí. Caímos


y rodamos todo el camino hasta la casa de huéspedes. En el momento en que
Misha golpeó el costado de la casa, lo solté y me apresuré a retroceder.

La nieve cayó con fuerza. Se sintió bien contra mi piel caliente. Nos
enfrentamos, nuevamente.

—Estás equivocado sobre Aric. No irá de modo solitario. No lo dejaré.

Misha me agarró en una llave dolorosa del brazo.

—¿Y por qué será?

Me giré y volteé, agarrándolo del cuello con mis piernas y sujetándolo


con la carga de mi peso.

—Porque lo amo, maldita sea. Le dolería dejar su manada.

Entrelazó su brazo entre mis piernas y se liberó.

—Lo sé. Has dejado en claro que es a él a quien amas.

Estábamos a unos metros el uno del otro, intentando recuperar el aliento.


Me detuve para contemplarlo una vez que mi cerebro escuchó lo que
dijo. Realmente escuchó. Misha estaba enojado… incluso furioso, pero había
algo más. Ni resentimiento. Ni amargura. Ni siquiera arrogancia. No. Misha
estaba… devastado. Sus cejas se curvaban como si estuviera en agonía, y las
arrugas en las esquinas de sus ojos expresaban su falta de sueño y tormento.

Arrojé mis manos al aire.

—¿De eso se trata este berrinche, Misha? ¿Crees que no te amo?

Dio un paso hacia mí.

—¿Qué estás diciendo?

El lodo goteaba por nuestros rostros jadeantes y nuestra ropa empapada


se aferraba a nuestros cuerpos. Misha continuó frunciendo el ceño, pero su
expresión de dolor se había suavizado. Me limpié mi rostro y me acerqué a él
gradualmente. Mis hombros cayeron con un suspiro profundo y sacudí mi
cabeza. Extendí mi mano y toqué su mejilla, sin pensarlo mucho. La cubrió con
su palma, lentamente.

—Misha, te amo —dije suavemente—. Simplemente no de la manera en


que tú quieres que lo haga. —El ceño se borró de sus rasgos y volvió la ternura
familiar—. No quiero perderte. Pero si esperas más que mi amistad, tengo que
irme.

Unos gritos horribles interrumpieron antes de que pudiera responder.


Virginia se separó de la multitud de vampiros y se apresuró hasta mí. Misha me
empujó detrás de él.

El brillo en los ojos de Virginia rayaba en lo psicótico. Se abalanzó sobre


Misha y arañó su pecho.

Me quedé sin aliento, sabiendo que era mi piel la que quería rasgar.
Maria y Agnes la apartaron de él bruscamente, siseando y gruñendo a través de
sus colmillos.

—Llévensela —ordenó Misha. Su voz permaneció extrañamente


tranquila, pero su mirada se quedó en Virginia como si se enfrentara con otro
preternatural. Maria y Agnes levantaron a Virginia con facilidad mientras
sollozaba y pateaba todo el camino de regreso a la casa principal.

La vi irse, perturbada por su respuesta volátil. Si no había estado


obsesionada antes, ciertamente lo estaba entonces. Misha tomó mi mano y me
condujo a la puerta principal de la casa de huéspedes. Más gritos resonaron
desde la casa. Nos giramos para encontrar a Kuan Jang Nim Chang corriendo
descalzo a través del desastre que habíamos dejado en el jardín, usando nada
más que su gi para protegerlo de la fuerte nevada. Él sonreía ampliamente y
agitaba la pierna rota de la mesa de la cocina hacia nosotros. Parloteó en
coreano antes de finalmente apuntarme y señalar hacia el dojang. Luego
prácticamente saltó hacia el edificio a medida que lo observaba como el
lunático que era.

Me volví hacia Misha. Me limpió un poco de lodo del dorso de la mano y


besó las puntas de mis nudillos.

—Chang espera que te quedes. También espero eso. Ahora, si me


disculpas, debo tomar mi Metamucil.
Mientras veía a Misha marchar a través de los montículos de jardines
destruidos, me pregunté si debería irme. Ya lo había lastimado una vez. Y sabía
que aún había más dolor por venir. Simplemente no sabía que recibiría la peor
parte.
Capítulo 21
—Mierda. ¿Te quedas? —preguntó Taran.

E
squivé las pelotas cargadas eléctricamente que Kuan Jang Nim
Chang me disparó, girando a la derecha, luego a la izquierda,
después cayendo en una grieta.

—No lo sé. No estoy segura de qué hacer.

La elegante coleta negra de Shayna se movía de un lado a otro mientras


observaba a Chang y sus pelotas rebotando.

—Amigo, en todo caso, ¿qué diablos son esas cosas? Parece que tienen
pequeños rayos en ellos.

—¡Oh! —gritaron mis hermanas cuando una me golpeó.

Una sacudida eléctrica recorrió mi columna y mi cabello chisporroteó. No


había rodado lo suficientemente rápido. Maldición. Gruñí y me dejé caer de
rodillas.

—De hecho, tienen pequeños relámpagos.

Kuan Jang Nim Chang disparó una serie de ráfagas coreanas antes de
reírse histéricamente.

Mis ojos se entrecerraron.

—¡Lo estoy intentando!

—¿Entendiste lo que dijo? —preguntó Emme.

—Ni una palabra. —Me puse de pie y traté de peinarme nuevamente. No


funcionó—. Se ríe más cuando me equivoco. Creo que es su forma de decir: “Si
te esforzaras más, no te lastimarías”.

—¿Crees que al hombrecito le importará si lo intento?


No podía enfrentar a Shayna directamente. Chang continuó lanzando sus
pelotas, todo el tiempo inspirándome con comentarios como: “La Tribu viene.
Más rápido. Te comen. Te matan. Mueres como perro, no tigresa”.

Dios no permita que detenga su sesión de entrenamiento tan divertida


para que pueda entablar una conversación con mis hermanas.

—Shayna, esa no es una buena idea. No quiero que te lastimes.

—No te preocupes. Tengo sangre de hombre lobo bombeando por mis


venas. —Flexionó sus brazos flacuchos—. ¿Ves? Ahora soy tan ruda como tú.

Eso me hizo sonreír.

—¿Estás segura?

—¡Estoy segura! Además, parece divertido.

¿Estaba bromeando?

—¿Divertido? ¿Dijiste “divertido”? De acuerdo, Shayna, adelante.

—Umm, no creo que deberías dejar que haga esto —advirtió Emme.

Taran mostró una sonrisa malvada.

—Oh, demonios. Creo que deberías. Podría derribarla del pedestal en


que ha estado últimamente.

Nos llevó menos de siete minutos volver a la casa de huéspedes. Shayna


zigzagueó, se estremeció y chisporroteó dolida todo el camino de regreso. Los
mocos le corrían por la nariz como un grifo con goteras y su cabello negro, una
vez lacio, sobresalía como un gran afro.
—¿Quéééé diaaablooos esssstá maaaaallll con esssse hooombrrreeee? —
preguntó.

Taran y yo la condujimos a la cocina usando los guantes de goma que


Hank había sacado. Nos aseguró que Shayna estaría bien en una hora más o
menos. Su tranquilidad hizo poco para aliviar mi culpa. Nunca debí haberla
entregado a las garras malvadas de Kuan Jang Nim Chang.

—… y lueeego soooloooo se echóóó a reeeeír yyyy ssseñalóóó.

—Lo sé, Shayna. Lo sé. Lo siento mucho.

—Entonces, ¿qué demonios vas a hacer con toda la situación de Misha?


—preguntó Taran.

Me encogí de hombros.

—Una parte de mí quiere regresar a casa y simplemente subir al tren.

—Entonces, maldita sea, ¿por qué no lo haces? Gemini me escribió antes


para decirme que Aric está pidiendo un favor. Se supone que las mujerzuelas
brujas locales deben colocar una guarda nueva alrededor de nuestra casa en
caso de que aparezca algo desagradable. Creo que es similar a la que Ying-Ying
puso en tu auto: lo suficientemente fuerte para mantener las cosas a raya hasta
que la ayuda llegue.

Emme sacudió su cabeza.

—¿Y si la ayuda se retrasa como la última vez? Celia no puede


enfrentarse a un Maestro de Tribu sola.

Taran apretó sus puños contra sus caderas.

—Emme, no tiene que hacerlo. Nos quedaremos allí con ella y nos
mantendremos a salvo entre nosotras.

—Nooooo poodeeeemoossss, los loooobos nos quiereeeen en laaa


Guaaaaridaaa.

Taran resopló.

—Maldita sea, Shayna. Odio la Guarida. No es nuestro hogar. La única


razón por la que estoy allí es para estar con Gemini, pero ahora se ha ido. No
estamos bajo las reglas de los Antiguos. No pueden hacer que nos quedemos.
Pensé en ello.

—¿Por qué no llegamos a un acuerdo? Nos quedaremos en la casa


mientras los lobos estén lejos. Cuando regresen, ustedes regresan con ellos a la
Guarida y yo me quedaré con Misha.

—¿O Aric? —preguntó Taran sonriendo—. Apuesto a que esa es otra


razón por la que hizo que Genevieve pusiera la guarda en la casa. Para que
ustedes dos puedan tener su propio nidito de amor seguro.

Me mordí el labio inferior nerviosamente.

—Mientras no nos atrapen.

La sonrisa de Taran se tornó perversamente curiosa. Me rodeó, muy


similar a la forma en que hacía un bistec.

—Hablando de ser atrapado, ¿dónde estabas exactamente cuándo lo


hiciste con él?

Aparté mis ojos.

—Sabes dónde estábamos. Estábamos en la Guarida.

Taran arqueó una ceja.

—Celia. Has estado lejos de ese lobo por meses. No juegues con
nosotras y tu ardiente revolcón bestial como si fuera una especie de lindo
interludio romántico. ¡Cuéntanos exactamente qué pasó!

Mis mejillas se calentaron al instante.

—Taran, ya te dije lo que pasó. Estaba molesta y Aric me encontró. Nos


besamos y nos dejamos llevar un poco.

Taran sonrió de lado.

—Eso no es lo suficientemente bueno. Escúpelo, Celia.

Mi mandíbula se abrió.

—¿Y por qué exactamente debería hacer eso?

—¿Pueeedeeeennn daaaarrrmmeee aaguuuaaaaa?


—No, solo te electrocutarás más —dijo Taran, luego se volvió hacia mí—.
Mierda, Celia. No sabes lo que Aric y tú nos han hecho pasar. Lo menos que
puedes hacer es darnos algunos detalles sucios.

—Celia no tienes que decirnos nada —dijo Emme en voz baja.

Aunque Emme había insinuado que mi privacidad debía ser respetada, la


anticipación iluminaba sus iris verdes y el rubor de su piel clara indicándome
que se estaba muriendo por escuchar hasta el último detalle. Gemí.

—¿Qué quieren saber?

Taran me agarró del brazo y lo sacudió.

—Por un lado, ¿en dónde demonios estuvieron? ¿Regresaste a sus


habitaciones?

—Umm, no. Sus citas estaban allí.

—¿Teee metiiiisteee en suuu aaauuutooo?

—No.

Taran me sacudió más fuerte, su entusiasmo aumentando.

—¿Regresaste a su oficina? Maldición, eso es caliente. Seduje a Gemini


allí una vez. Simplemente no se lo digas a Aric.

—Ah, no. No estuvimos en su oficina.

—Soooloooo diiinooosssss, amiiiigggaaaaa.

Solté un suspiro derrotado.

—Fue en un jardín inmenso a unas cuadras del edificio principal.

Mis mejillas ya rosadas ardieron cuando vi sus rostros atónitos. Taran se


me arrojó encima y me abrazó cálidamente.

—Estoy tan orgullosa de ti, Ceel.

Emme pareció confundida.

—Pero no hay lugar para sentarse ni nada.


—Emmmmeeee tiiiieeennneee rrrraaazzzóóóónnn. ¿Cóóóóómo
hiiiciiieeerooonnnn…?

Taran jadeó; siendo del tipo aventurero, lo había descubierto.

—Ustedes, bueno, lo hicieron de pie, ¿verdad, pequeña desvergonzada?

Mi cara cayó en mis manos y asentí. Cuando les eché un vistazo, la cara
de Emme estaba más roja que la mía.

—Oh, caray —dijo—. En serio se dejaron llevar.

—¿Ahora podemos hablar de otra cosa?

Taran continuó sonriendo perversamente.

—No puedo pensar en ninguna maldita cosa que me gustaría discutir


más que esto.

—Yo puedo —dijo Emme en voz baja. Algo en su comportamiento había


cambiado. Y podía decir por la forma en que su tristeza pareció superar su
pequeña estatura que no tenía nada que ver conmigo, ni con Aric—. Cuando
regrese, voy a romper con Liam.

—¿Pooorrrr quuuéééé?

Las lágrimas corrieron por su rostro. La rodeé con mi brazo, nada más
para que sus lágrimas corrieran más rápido.

—Liam finalmente me admitió que no soy su compañera. —Emme tragó


pesado a medida que captaba nuestro asombro—. Es el mejor hombre que
jamás haya entrado en mi vida. Pero nunca seré lo mejor en la suya.

—Peeerrroooo teeee aaaammmaaaa.

—No es suficiente —susurró Emme a través de su dolor—. Shayna, Koda


y tú son compañeros. Nadie más significará lo que significan el uno para el otro.
Liam no puede hacerme esa misma promesa. —Bajó su barbilla—. Así como no
puede prometer que no me dejará si encuentra su pareja destinada.

Le aparté el cabello de la cara, luchando por encontrar palabras que


pudieran consolarla.

—Tal vez lo eres y él simplemente no se ha dado cuenta de su conexión.


—No la ilusiones con esas mierdas, Celia. —Las palabras de Taran fueron
duras, pero su tono tenía una suavidad y una fuerte sensación de
comprensión—. Gemini sabía que era suya. Al igual que Koda se dio cuenta de
lo que Shayna significaba para él después de su primera noche juntos. —Avanzó
hacia la puerta como si se retirara, pero se volvió y me miró, su expresión dolida
extrañamente herida—. Aric está arriesgando el Cielo y la Tierra para estar
contigo, independientemente de cómo afecte al maldito mundo. ¿No crees que
Emme también se lo merece, en lugar de alguien que no puede prometer que
no la dejará? Los weres necesitan a sus compañeros, Ceel. —Se frotó sus ojos—.
Gem lo ha dejado claro más de una vez.

Emme se secó sus mejillas y se giró cuando alguien llamó a la puerta.


Edith se pavoneó y se congeló al ver la condición de Shayna. Echó la cabeza
hacia atrás y empezó a carcajear.

—¿Qué demonios han estado haciendo, fenómenos?

—Cierra el pico antes de terminar de la misma manera —espetó Taran.

Edith la ignoró y contuvo otra carcajada.

—El maestro quiere que tus hermanas y tú se unan a él para la cena. Por
aquí, perdedoras.

Taran la envió volando por la puerta con uno de sus propios rayos. Salí
corriendo cuando ya se levantaba sobre sus brazos, siseando. Las puntas de su
cabello oscuro humeaban. Taran no había logrado la mirada de Chang, pero
hizo un gran jodido esfuerzo. Bloqueé el camino de Edith cuando se abalanzó
sobre Taran.

—Ahora puede ser un buen momento para recordarte que mi familia está
bajo la protección de tu maestro. —Emme sorbió su nariz detrás de mí—. Y que
hoy no es un buen día para cabrearme.

Edith retrajo sus colmillos y ladeó su cabeza. Usualmente ignoraba las


indirectas de los vampiros. Por lo general, no me molestaban lo suficiente como
para tomar represalias. Pero en lo que respecta a mi familia era un asunto
diferente. Edith asintió y me indicó que la siguiera. No sabía si mi amenaza o
saber que Misha la mataría la detuvieron. Tampoco me importaba. Tenía que
dejar en paz a mis hermanas, especialmente dado el estado frágil de Emme.
Permanecí entre Edith y mis hermanas todo el camino a la casa.
Cuando entramos en el comedor lujoso, un ejército de sirvientes
esperaba para atendernos. Misha no se encontraba por ningún lado a la vista.

—¿Dónde está? —pregunté a Maria.

—El maestro está en la biblioteca. Le agradaría si te unieras a él.

Caminé hasta la biblioteca y abrí la puerta. Misha estaba sentado en una


silla de cuero con respaldo alto, con sus manos entrelazadas detrás de su
cabeza y sus ojos cerrados. Habría pensado que estaba durmiendo, si no
hubiera sido por los pies revestidos de tacones de aguja sobresaliendo de
debajo del escritorio.

Salí volando de la biblioteca y choqué contra Maria.

—¡Pensé que dijiste que estaba disponible!

Maria frunció el ceño como si le hubiera robado su látigo.

—No. Dije que le agradaría que te unieras a él.

—Puedes entrar, Celia —llamó Misha desde la habitación.

Asomé mi cabeza. Virginia se paraba junto a él, acomodándose su


vestido. Se detuvo por un momento solo para fruncirme el ceño.

—Quería hablar contigo, pero puede esperar —le dije.

—Como dije, puedes entrar. —Hizo un gesto a Virginia para que se fuera.
Ignoré el impulso de romperle el cuello cuando me entrecerró los ojos. Nunca
entendería cómo Misha podía sentirse atraído tanto por las de su tipo como por
el mío.

Misha me dio una sonrisa pequeña y me indicó que me sentara. Fue


incómodo. Me senté en el mismo asiento en el que había estado cuando se
volvió loco por Aric.

—¿Aún planeas dejar mi residencia?

—Creo que es mejor si nos distanciamos, al menos un poco. —Me


observó en silencio pero no respondió—. Me quedaré en Dollar Point con mis
hermanas mientras sus lobos estén fuera. —Asintió levemente, pero aún no dijo
nada—. Si está bien, seguiré quedándome contigo cuando regresen.

Permaneció callado, casi demasiado callado. Finalmente sonrió.


—Muy bien, si eso es lo que quieres.

—Así es. Gracias. —Me puse de pie para irme. No estoy segura de por
qué, pero le di un beso rápido en la mejilla y salí a toda prisa de allí, sin
molestarme en ver su reacción. Y aunque no había mencionado que Emme
también se quedaría, no pensé que le importara.

Misha me alcanzó fácilmente y entramos juntos al comedor.

—Merde —el chef siseó al verme. Me senté, muy consciente de su mirada


asesina. Simplemente había un montón de diversión en el Campamento de
Colmillos y Folladas. ¿Cómo podría haber considerado alejarme de todo esto?

Levantó sus brazos, señalando a su banda de camareros que revelaran los


platos de plata al unísono. Al parecer, mi ausencia había detenido su gran
revelación.

Mis hermanas echaron vistazos brevemente a sus ensaladas hermosas


antes de excavar en ellas. Olfateé e hice una mueca por el hedor agrio del
vinagre. Se me revolvió el estómago. Misha se detuvo en medio de levantar su
tenedor.

—¿Algo mal, querida?

—Lo siento. No creo que pueda comer la ensalada.

—Merde —siseó el Chef otra vez antes de desaparecer con mi comida


absolutamente enfadado. Virginia entró unos minutos más tarde y colocó un
plato de sopa de mariscos frente a mí. Chef debía haber estado muy furioso por
haber pasado de una de sus creaciones.

Misha nos entretuvo con historias de su juventud. Casi terminamos de


comer cuando el teléfono de Shayna sonó. Sonrió.

—Los lobos han vuelto. —Su sonrisa se desvaneció a medida que se


desplazaba por la pantalla—. Los Antiguos quieren que regresemos. —Entonces
me miró y tragó con fuerza—. Están solicitando tu presencia.
Emme estuvo nerviosa durante todo el viaje. No había esperado que Liam
volviera tan pronto. Sin mencionar que ella y mis otras hermanas estaban
aterradas por lo que me esperaba en la Guarida. Intenté calmarlas, pero,
teniendo en cuenta que mis nervios se dispararon al infinito, fallé
miserablemente. Los Antiguos debían haber descubierto que Aric había
desobedecido sus órdenes al verme. ¿Sería castigado? Si fuera así, es probable
que eligieran hacerlo frente a mí. Bueno, que se jodan. De ninguna manera lo
dejaría soportar nada solo. Lo que sea que enfrentara, lo haríamos juntos.

Los lobos y los Antiguos nos recibieron en el vestíbulo del edificio


principal junto con Tye. Makawee corrió hacia mí, solo para detenerse y ladear
su cabeza cuando caí en una posición de lucha con mis garras desplegadas.

—¿Algo mal, querida?

Los ojos de Aric se abrieron por completo. Nunca lo había visto tan
alarmado. Retiré mis garras y arreglé mi postura.

—Umm. No.

Tye me guiñó un ojo, complementado con otro destello de ese hoyuelo


suyo. El hoyuelo puede haber funcionado en otras mujeres, pero mis ojos
entrecerrados dejaron en claro que no funcionaba en mí. Mi reacción pareció
sorprenderlo y ofenderlo simultáneamente. Se enderezó. ¿Qué esperabas,
idiota?

Martin se adelantó. Él y Makawee entablaron una conversación cortés


con mi familia y conmigo e incluso discutieron los detalles del ataque exitoso a
la Tribu del que habían regresado. Fue solo entonces que el resto de nosotros
nos relajamos. Sin embargo, mi tigresa continuó paseándose inquieta. Los
Antiguos obviamente no me habían convocado para saludarme, entonces, ¿qué
pasaba?
Liam se acercó a Emme y la tomó en sus brazos. Se quedó
completamente inmóvil al ver sus ojos brillando con lágrimas. Gruñó.

—¿Qué pasa? ¿Te lastimó alguna de esas sanguijuelas?

—No, Lee. —Me echó un vistazo. Su expresión conmovedora me dijo que


iba a romper con él. Quise detenerla y disuadirla. Pero no era mi decisión o mi
corazón en juego—. ¿Podemos ir a algún lado? —le preguntó—. Necesito
hablar contigo a solas.

Liam intercambió miradas con Koda y después llevó a Emme de mala


gana a través de las grandes puertas de vidrio. Hubo un breve momento de
tensión entre nuestro grupo hasta que Makawee se acercó a mí sonriendo.

Los largos mechones de su cabello blanco flotaban como una sábana


alrededor de su piel oscura.

—Celia, me gustaría agradecerte por venir. Según los acontecimientos de


la noche de la gala, los Antiguos y yo queríamos invitarte abiertamente a
nuestra Guarida.

¿Qué?

—Comprendemos que esto podría ser una sorpresa —dijo Martin cuando
me quedé allí con la boca abierta—. Después de todo, no hemos sido muy
hospitalarios contigo como podríamos haber sido. —Makawee y él echaron un
vistazo a Anara.

Parpadeé a los demás, mi rostro enrojeciendo cuando pensé en “los


acontecimientos” entre Aric y yo en el jardín. Aric sonrió abiertamente como si
hubiera pintado con espray nuestras hazañas contra la maldita pared del jardín
en el que habíamos hecho el amor. Tye, por extraño que parezca, pareció tan
confundido como yo.

Anara se dirigió a mí y asintió rígidamente. Era extraño no tenerlo


frunciéndome el ceño. Demonios, casi me había acostumbrado.

—Comprendemos que no debemos interferir con el destino —dijo.

—¿Destino?

Los Antiguos rieron. No pude entender el chiste.


—Sí, querida —dijo Makawee—. Ambos están destinados a estar juntos.
Lo menos que podemos hacer es facilitar la unión permitiéndote visitarlo.

—Quieres que lo visite aquí —repetí lentamente.

Makawee comenzó a contemplarme de la misma manera que las


Colegialas Católicas.

—Sí, niña. Él se quedará aquí mientras continúa ayudando a entrenar a


nuestros lobos jóvenes. Sin embargo, esperamos que eventualmente residan
juntos y comiencen su familia.

Mis hermanas y amigos permanecieron inmóviles, con los ojos


totalmente abiertos.

—Hijo de puta —murmuró Taran.

Aun así, fue más cortés que lo que brotó de los labios de Bren.

Me fijé en los Antiguos uno por uno.

—¿Es algún tipo de truco?

—Celia, te lo aseguro, esto no es un truco. No deseamos jugar contigo o


con tus emociones —agregó Martin pacientemente.

—Entonces, ¿están diciendo que nosotros, él y yo —indiqué a Aric—,


deberíamos estar juntos, y tener bebés?

Anara arrojó la poca paciencia que había conseguido por la ventana.

—¿De quién más estaríamos hablando?

Tye explotó, por alguna razón.

—Bueno, ¡esperen un maldito minuto!

—Silencio —espetó Anara.

Tye gruñó más profundo. Aric lo ignoró para encerrarme en sus brazos.

—Entonces, palomita, ¿qué dices?

Tye se abalanzó sobre nosotros. El aroma de la magia were chisporroteó


contra mi piel cuando Anara echó un brazo, dejando a Tye suspendido sobre el
suelo de madera, casi sin poder moverse. Al invocar el poder de la manada,
Anara lo detuvo en el aire.

Tye luchó, sus músculos contrayéndose. A lo lejos, una manada de lobos


estalló en aullidos.

Regresé mi atención a Aric mientras acariciaba mi espalda, alentado por


las sonrisas de Makawee y Martin. Seguí parada allí como una idiota a medida
que mi cerebro giraba confundido.

Aric sonrió de oreja a oreja.

—¿Y bien? ¿Me quieres o no?

Mi pecho estalló de alegría pura. Agarré a Aric y lo besé, algo que nunca
habría soñado hacer en presencia de los Antiguos. Se detuvo un momento
antes de responder con un beso infernal. Mi tigresa se alzó dentro de mí, pero
no para encontrarse con el lobo de Aric. Ella insistía en que algo andaba mal; la
ignoré. ¿Qué podría estar mal? Aric había encontrado una manera para que
estemos juntos.

Los fuertes gruñidos de Tye obligaron a Aric a romper nuestro beso. El


león estaba completamente enloquecido. No podía comprender su furia. ¿Había
sucedido algo de lo que no estaba al tanto?

Aric me abrazó más fuerte y sonrió.

—Maldición, mujer. Ese fue un beso humeante. No esperaba eso,


especialmente después de la otra noche.

Incliné mi cabeza. La manera de hablar de Aric era muy diferente a él, y


su comentario no tuvo sentido.

—Creí que te gustaría —susurré.

Taran se abrió camino entre nosotros, obligándonos a separarnos.

—Celia, ¿qué demonios estás haciendo?

—Oye, aléjate de ella. —Con su fuerza recién descubierta, Shayna empujó


a Aric más allá de la chimenea de granito y más lejos a través del hall de
entrada.

—¿Qué? ¡No! —Intenté seguirlos—. ¡No se lo lleven!


Gemini y Koda se interpusieron frente a mí, bloqueando mi visión de Aric.
Me abrí paso entre ellos.

—Gemini, Miakoda, apártense —ordenó Anara cuando intentaron


contenerme.

Taran agarró mi muñeca con ambas manos y clavó los talones en el piso
de madera. Tiré de mi brazo lo suficientemente fuerte como para enviarla
volando por el suelo. Chilló cuando su espalda golpeó la pared, pero no me
importó lo suficiente como para mirar atrás. Aric se estaba alejando cuanto más
Shayna continuaba empujándolo. Bren y Danny engancharon mis muñecas
cuando cargué tras él. La desesperación por estar con Aric abrumándome.
Luché y me retorcí por liberarme. Sus apretones firmes alimentaban mi
hostilidad.

En lugar de solo intentar escapar, ataqué, sin importarme si los lastimaba.

—¡Ay! Celia, cálmate —dijo Danny.

—Cuidado con sus manos y pies —espetó Bren—. Sus garras están
desplegadas.

—Maldita sea, suéltenme. ¡Suéltenme ahora! —siseé.

Ya no podía ver a Aric, solo escucharlo en la gran extensión del espacio.


Le di una patada a Bren en la cara y le rompí la nariz a Danny con un cabezazo.
Me tambaleé hacia adelante, mis piernas extrañamente débiles, y corrí con todo
lo que tenía.

Bren me abordó antes de que pudiera llegar muy lejos. Mi respiración se


liberó en breves jadeos doloridos, como si no pudiera respirar sin Aric.
Necesitaba su aroma, su sabor, su calidez a mi alrededor. Lo que quedaba de mi
cordura se precipitó en un grito agonizante antes de que mi cuerpo perdiera el
control y comenzara a hiperventilar.

Bren aflojó su agarre.

—Jesús, Celia. Respira, niña. Solo respira.

Mi codo conectó con fuerza en su sien y me alejé arrastras de él. Me puse


de pie tambaleándome, con los ojos de tigresa fijos en donde la voz acalorada
de Aric seguía luchando con Shayna. Bren y Danny me sujetaron los brazos una
vez más, sus rostros golpeados y escurriendo sangre. Me aparté de ellos tan
bruscamente que mi cuerpo voló a través de una amplia puerta francesa que
conducía a una oficina. Taran gritó. El vidrio cortó mi cuerpo, escociendo en mis
brazos, cara y cuello. El fluido tibio escurrió por mi pecho y empapó mi
estómago, pero no me importó. Solo Aric lo hacía.
Capítulo 22
L
os rostros heridos de Bren y Danny palidecieron de horror y pánico.
Se acercaron a mí con cautela, con las palmas de sus manos
suplicantes. Me arrastré hacia atrás a través del cristal, resbalando
en mi sangre mientras me movía.

—Celia, cariño, por favor mírame —susurró Danny ansiosamente—.


Necesito que te concentres. Mírame, por favor.

Mi mano agarró un gran trozo de vidrio roto.

—No. ¡No me alejarás de él! —Me dolía el pecho con cada sollozo—. ¡Lo
necesito! ¡No puedo vivir sin él! ¡No viviré sin él!

—¡Celia! —gritó Taran.

Algo se hizo añicos y Anara rugió de dolor. El fragmento de vidrio que


sostenía descansaba justo encima de mi corazón, atravesando mi suéter grueso.
Tye me había impedido apuñalarme. Su mano sujetaba mi muñeca, escurría con
sudor y trabajaba para recuperar el aliento. Bren yacía sobre mi otro brazo, y
Liam y Danny sujetaban la parte inferior de mi cuerpo. Mis dedos se
desenrollaron lentamente contra mi voluntad y el vidrio dentro de mi agarre se
alejó flotando.

Emme había aparecido. Descartó la pieza junto con los fragmentos


restantes que me rodeaban con el poder de su fuerza. Su cara palideció. Taran
estaba parada a

su lado llorando.

Martin y Makawee se levantaron lentamente del suelo. Martin se


tambaleó hacia Anara, quien yacía inconsciente a varios metros de distancia.
Martin sacudió la cabeza.
—Anara estará bien. Simplemente no pudo protegerse adecuadamente.
Supongo que nunca esperó que Aric rompiera su control. —Miró a Aric—. Y yo
tampoco.

Ante la mención del nombre de Aric, luché nuevamente. Esta vez los
lobos se aseguraron de que no pudiera moverme.

Shayna esperaba junto a Aric con sus brazos envueltos alrededor de su


figura delgada y su voz temblando.

—¿Y mi hermana? ¿Se encuentra bien?

Los ojos de Aric escanearon el área antes de caer sobre mí.

—¿Qué demonios pasó?

—¡Suéltenme! —sollocé—. Quiero estar con Aric, ¡solo déjenme estar con
Aric! —Mis gritos se tornaron histéricos y luché por respirar una vez más.

—Dulzura, estoy justo aquí. Estoy aquí, nena —dijo Tye.

Le grité cuando intentó sostener mi cara.

—¡No me toques, león estúpido! —A excepción de Makawee y Martin,


todos me miraron como si me hubiera vuelto absolutamente loca. Tal vez lo
hice.

Makawee acarició mi frente. Me la quité de encima; el único toque que


quería era el de Aric.

—Celia ha sido envenenada —dijo suavemente—. Libérenla e intentaré


limpiar su cuerpo. —Todos se bajaron de mí, excepto Tye. Makawee colocó su
mano sobre su hombro—. No temas, querido lobo. No le haré daño.

Me apresuré hacia Aric al momento en que Tye me soltó. Logré solo unos
pasos antes de que Makawee me atrapara y contuviera con una fuerza que
desmentía su pequeña estatura. Me sostuvo por los brazos a medida que las
náuseas me golpearon como una marea enojada. Un sudor frío corrió por mi
cuerpo y la habitación giró. Empecé a desmayarme. Unos brazos fuertes me
atraparon antes de tocar el suelo. Makawee me llevó a un baño y me colocó
frente a un inodoro justo a tiempo. Vomité violentamente. En lugar del
repugnante olor a vómito, el aroma a magia oscura llenó el aire. Mi cuerpo se
estremeció con debilidad. Para el momento en que terminé, me desplomé en
los brazos de alguien.

—La tengo, Makawee —dijo Shayna. Su voz tembló por encima de los
sollozos de Taran y Emme.

—Emme, llena la bañera con agua tibia y luego ayuda a Taran y Shayna a
quitarle la ropa. Necesitamos bañarla. Regresaré en breve. Debo juntar algunas
hierbas para purificar el agua.

—Necesito curar a Celia, Makawee —suplicó Emme—. Aún está


sangrando.

—Al sellar sus heridas, atraparás el veneno dentro de ella. La romaza que
agregaré al agua ayudará a limpiar su sangre, pero debemos apresurarnos. Se
nos acaba el tiempo.

Mis párpados se cerraron con fuerza y mi cabeza palpitó por encima de


los bramidos fuertes de Tye.

—Déjenme pasar, ¡necesito verla!

—No, Aric —respondió Makawee—. Celia está demasiado vulnerable. No


podemos arriesgarnos a que intente lastimarse nuevamente.

Tye maldijo frustrado. La profunda voz de barítono de Martin retumbó en


el vestíbulo.

—Aric, estás evitando que Makawee ayude a tu compañera. Quítate del


camino —gruñó—. También harás bien en cuidar tu lengua cuando hables con
tu Omega.

Mis oídos captaron el sonido de unos pies arrastrándose fuera de la


puerta antes de que la suave voz de Makawee hablara una vez más.

—Joven Daniel, ven conmigo, por favor.

Me desplazaba entre el sueño y la vigilia. La bañera se cerró a mi


alrededor como la concha de un caracol. El agua tibia lamió mi piel mientras mi
cuerpo flotaba alrededor de las espirales. Los gruñidos resonaron en la
distancia, tanto león como lobo, juntos como uno. Las voces de Aric y Tye se
habían unido. Quería dormir, pero temía ahogarme.

¿El caracol me dejará ahogarme, Aric?


—No estoy mirando, Aric. Juro que no estoy mirando —seguía diciendo
Danny.

Makawee dejó de cantar. Ni siquiera podía recordar cuándo volvió. Mis


pensamientos estaban confusos, y luchaba por entender lo que estaba
sucediendo.

—Joven Daniel, me gustaría que veas lo que estoy haciendo. Como un


hombre lobo azul mirlo, puedes estar dotado con la capacidad de curar a otros.
Abre tus ojos amablemente. —Su canto reanudó.

Un estallido siguió a un chisporroteo.

—¡Ay! ¿Qué diablos, Taran? —dijo Danny—. Makawee me hizo mirar.

—Ella dijo “mira”, no “quédate boquiabierto” —espetó Taran—. Guárdate


tus malditas hormonas antes de que vuelva a electrocutarte.

Más gruñidos estallaron.

—Aric, cálmate —dijo Bren—. No es que nunca antes la haya visto


desnuda.

Hubo un aumento repentino de luchas, golpes y más gruñidos. Una vez


más, Makawee dejó de cantar.

—Aric —dijo con calma—, por favor, permite que tus Guerreros te
escolten afuera y lejos del edificio. —Su esencia relajante flotó sobre mi piel. El
silencio al otro lado de la puerta fue inmediato—. Ahora, joven Daniel, toma la
cimicifuga y espolvorea sobre Celia mientras termino el ritual.

—¿Qué hará eso? —preguntó Emme mansamente.

—Es la hierba final para destruir el veneno.

Los aromas de regaliz y agua de rosas me hicieron cosquillas en la nariz


antes de que el aroma de la salvia nublara la habitación.

Mi mente se inundó con visiones de nativos americanos bailando al ritmo


de un tambor suave. Tosí, a través de mi boca y a través de mis cortes.

—Oh, mierda —susurró Taran.

—No temas. La magia oscura está abandonando su cuerpo.


Tosí varias veces más. Mi piel se sentía como una esponja siendo
apretada, pero con cada tos se hizo más fácil respirar.

Dejé a los nativos americanos y me escabullí por la concha del caracol.


Parpadeé hasta abrir mis ojos durante mis últimas toses para encontrar a mis
hermanas devolviéndome la mirada. Shayna me levantó del agua y me ayudó a
sentarme. Danny corrió hacia la esquina, dándome la espalda.

Makawee asintió.

—Está hecho.

Emme sanó mis heridas siguiendo el ritual de limpieza de Makawee.


Quemaron mi ropa junto con las hierbas restantes, obligándome a pedir
prestada una túnica y jeans de Shayna. Intenté disculparme con Taran por
lastimarla, pero ella no me escucharía. Cuando salí del baño, no podía mirar a la
cara a nadie. Aunque sabía que la magia había influido en mi comportamiento,
la humillación calentaba mi cuerpo. Me había molestado ser tan vulnerable.
Podía manejar la mayoría de las cosas, pero estar indefensa no era una de ellas.

Makawee explicó que había ingerido un veneno que me hizo


intercambiar las entidades de Tye y Aric.

La magia era tan fuerte que Tye y Aric adquirieron la apariencia, los
olores y, aparentemente, también el sabor del otro. La forma en que sus labios y
lengua habían barrido contra los míos debería haberme advertido que algo era
diferente, pero en retrospectiva mis pensamientos parecían tan confusos,
centrados solo en asimilar a Aric. También me dijo que el veneno había
ampliado mis sentimientos por Aric, volviéndome peligrosamente obsesiva y
suicida. No podía discutir con eso. Mierda. Casi me mato.

Shayna me rodeó con un brazo.

—Está bien, Ceel. No te avergüences.

Taran se frotó la cara.

—Siento haberte noqueado, Makawee. Y por favor, discúlpame con


Martin. Estaba intentando poner a dormir a Celia, pero estaba tan asustada por
ella que no apunté mi magia en la dirección correcta.

Makawee sonrió gentilmente.


—No te preocupes, Taran. Estas cosas pasan.

Mantuve mis ojos en el suelo. Oh, sí. Estoy segura de que suceden todo el
tiempo.

Makawee se giró para irse, pero la detuve.

—Gracias por ayudarme, Makawee. No sé qué me habría pasado si no


hubieras estado aquí.

Palmeó mi hombro.

—De nada, Celia. Intenta descansar esta noche.

Gemini, Koda y Bren me contemplaron con sus brazos cruzados sobre sus
pechos poderosos. Aric no estaba por ningún lado y tampoco Liam ni los
Antiguos restantes. Apenas podía captar un rastro de sus aromas.

Mis manos apretaron los brazos de Bren y Danny. La sangre seca les
cubría sus rostros y cabellos por las heridas que les había infligido. Mi
vergüenza hizo que fuera difícil encontrar sus miradas.

—Siento mucho haberlos lastimado.

—Lo sabemos, cariño —dijo Danny en voz baja—. Está bien.

No, en realidad no lo estaba.

—¿Quién te hizo esto, Celia? —preguntó Gemini. Su voz no era tan


tranquila.

—No lo sé.

El labio superior de Koda se curvó en un gruñido.

—¿No acabas de cenar con los chupasangres?

—Misha no haría esto —respondió Danny. Era el único lobo que no


fruncía el ceño—. No querría que Celia estuviera con Tye más que con Aric.

Bren entrecerró los ojos.

—Tal vez no Misha, pero ¿qué tal una de sus otras sanguijuelas?

Shayna rodeó la cintura de Koda para calmar sus gruñidos crecientes.


—Los vampiros de Misha están aterrorizados de él, cachorrito. No veo a
ninguno de ellos arriesgando sus pellejos para hacerle daño.

Emme apretó mi mano con la de ella.

—Los vampiros de Misha adoran a Celia. —Mi cabeza giró hacia ella
lentamente. Se sonrojó—. Bueno, quiero decir, en su propia forma especial.

—Vamos a resolver esto, Celia —dijo Gemini—. Mientras tanto, me


gustaría hablar con Makawee sobre permitirte quedar aquí esta noche.

Sacudí mi cabeza.

—Los Antiguos me trajeron aquí con el propósito de conectarme con


Tye. No lo quiero a él. Quiero a Aric. Mi intoxicación lo demostró claramente.
Ahora no van a quererme aquí. Demonios, podrías meterte en problemas
incluso por sugerirme que me quede.

Gemini no respondió. Él sabía que tenía razón.

Bren chasqueó sus nudillos.

—Los Antiguos no requieren que Dan y yo vivamos aquí. Volveremos a


nuestro apartamento. Ven con nosotros… puedes quedarte en nuestra casa.

—Gracias, Bren, pero me siento lo suficientemente segura como para


volver a Misha.

Taran y Shayna permanecían conmocionadas por los acontecimientos de


la noche. Querían volver conmigo a la casa de Misha o volver a Dollar Point.
Insistí en que se quedaran con sus lobos y apaciguaran a los Antiguos.

Nadie parecía feliz, pero su preocupación aumentó cuando Emme se


subió al auto conmigo. Fue entonces cuando todos parecieron más conscientes
de la ausencia de Liam.

Emme condujo detrás de Bren y Danny, pasando por el gran tramo de los
terrenos de la Guarida. Miré a Emme, quien seguía tragando con fuerza y
respirando profundamente. Cuando pasamos por las puertas de hierro forjado,
la presa estalló y ella se derrumbó. Hice que detuviera el auto antes de que nos
estrelláramos. Bren corrió hacia nosotras para ver qué estaba mal.

—¿Qué demonios pasó?


—Liam y ella rompieron —respondí en voz baja. Me deslicé del auto y
rodeé al otro lado.

Bren abrió la puerta del lado del conductor bruscamente. Y sin embargo,
cuando alcanzó a Emme, fue increíblemente gentil. La tomó en sus brazos y
besó la parte superior de su cabeza.

—¿Quieres que le patee el culo? —ofreció.

Me apresuré al otro lado y agarré su brazo.

—No es así. —Suspiré, sin querer anunciar los asuntos de mi hermana al


mundo, pero me preocupaba que Bren fuera tras Liam si pensaba que había
lastimado a Emme—. Liam le dijo a Emme que ella no es su compañera.

Escuchar la causa de su ruptura en palabras fue la patada emocional a las


espinillas que Emme no necesitaba.

Sollozó entre sus manos.

Bren la miró, luego a mí y después pidió refuerzos.

—¡Dan! Mujer histérica, tienes que encargarte de esto.

Conduje a Emme al asiento trasero e intenté consolarla mientras Danny


conducía nuestro Legacy. Bren estaba mejor manejando solo en su Mustang.
Para el momento en que cerró la puerta de golpe, estalló Metallica a todo
volumen.

No le iba bien con las mujeres llorando, en crisis emocionales o drama en


general. Solo le iban las peleas de bar, nenas y cerveza. Y sin embargo, había
hecho todo lo posible para calmar el dolor de Emme.

Emme se atragantó con sus palabras.

—Liam no se tomó bien nuestra ruptura y me rogó que lo reconsiderara.


—Se secó las lágrimas con las mangas de su suéter rosa—. Cuando le pregunté
si estaba seguro de que no era su compañera, tardó mucho en responder. Seguí
esperando que me diera esperanza. Pero no pudo hacerlo. En cambio, prometió
amarme tanto como pudiera.

Se me encogió el corazón. “Tanto como pudiera” no era lo


suficientemente bueno, sin importar lo mucho que Liam quisiera que fuera. No
quería que su relación terminara. Pero también quería lo mejor para los dos.
—No dijimos nada más una vez que escuchamos los gritos dentro. —
Emme se apoyó fuertemente contra mí—. Nunca he amado a nadie más, Celia. Y
no creo que lo haga nunca.

La abracé y pensé en Aric. Si su compañero no era Liam, entonces era


otra persona. Si es así, amaría a otro.

Bren y Danny nos dejaron en donde Misha después de que Bren explicara
los efectos de mi envenenamiento en detalle gráfico.

Misha hirvió de ira como nunca antes hubiera visto. Al igual que los
lobos, había concluido que uno de los suyos me había envenenado. Tenía
sentido. Mi última comida y bebida había sido en su casa. Y el fuego de bruja…
sí, eso había ocurrido bajo su vigilancia y también en su territorio. Huelga decir
que algo estaba podrido en Villa Drácula.

Emme y yo pasamos la línea de vampiros esperando ser interrogados en


nuestro camino a la casa de huéspedes.

La mayoría de ellos temblaba por miedo a la ira de Misha. Pero nadie


como Chef. El sudor le caía en cascada por la cara en grandes ríos y arrugaba su
sombrero con manos temblorosas.

—¿Qué va a pasar con Chef? —susurró Emme cuando nos alejamos.

—No sé —respondí. Pero lo hacía. Los vampiros podían oler mentiras,


pero no eran inmunes a las ilusiones o conspiraciones. Si Misha sospechaba de
la participación de Chef, no duraría ni una hora.

—Es difícil creer que Misha mataría a los suyos.

Abrí la puerta de la casa de huéspedes. Alguien había encendido un


fuego en la pequeña chimenea de la sala familiar.
El resplandor nos recibió en la casa oscura. Encendí las luces en el pasillo.

—Los vampiros viven según reglas diferentes, Emme. La desobediencia


no es tolerada. De lo contrario, los vampiros deambularían por la tierra
lastimando a los humanos y haciéndolos conscientes de su presencia. —Me
concentré en las llamas danzantes—. No digo que sea correcto. Pero es su
manera.

—¿C-crees que Chef lo hizo? ¿Crees que él ha sido el que intentó


matarte?

—Considerando que fui envenenada, parece el sospechoso más


probable. Aun así, no veo cómo puede verme como la clave para terminar con
la raza de vampiros. —Apreté mis labios—. No quisiera ser yo quien decida su
destino. Solo espero que la decisión de Misha sea la correcta. —Agarré un juego
de toallas y las coloqué en el baño para que Emme se duchara. Le estaba
entregando una camiseta cuando sonó mi teléfono.

—¿Hola?

Aric gruñó en el otro extremo, la ira evidente en sus palabras.

—¿Estás bien?

Entré en mi habitación y cerré la puerta del baño detrás de mí.

—Estoy bien. Dios, Aric, lamento tanto lo de esta noche.

—Nada de esto es tu culpa.

—Suenas tan enojado.

—Lo estoy, pero no contigo. Me culpo a mí.

—¿Por qué?

—Si no te hubiera reclamado como mi compañera, el rasgo obsesivo del


hechizo no habría sido tan severo. Casi te mato.

—No, no lo hiciste. Por favor, no digas eso.

—Celia… voy a tener que romper nuestro vínculo de compañeros.

Mi corazón se hundió.
—Quieres romper nuestro vínculo. ¿El mismo que comenzaste y del que
nunca me hablaste? No. Eso es inaceptable.

—Celia, sé que debería haberte explicado antes nuestro vínculo.


Perdóname por tenerte en la oscuridad. Esa noche estaba totalmente loco por ti
y tu cuerpo. Mis instintos animales se hicieron cargo y me llevaron a reclamarte.
Debí haberme contenido, sabiendo que no sabías lo que estábamos sellando
entre nosotros.

Recordaba muy bien esa noche. Aric no era el único hambriento por
hacer el amor. Y aunque no sabía lo que estaba pasando entre nosotros, no
restaba lo que habíamos creado. Era uno de los mejores momentos de mi vida.

Mi voz tembló.

—Si rompes nuestro vínculo, tendrás que obedecer a Anara. No


podremos vernos. ¿No crees que hemos pasado suficiente tiempo separados?

Aric dejó escapar un suspiro largo.

—No quiero estar sin ti. Pero prefiero mantenerte viva que arriesgarme a
otro giro de los acontecimientos como esta noche. Si no hubiera escapado del
agarre de Anara…

Me paseé por la habitación, todo mi ser al límite.

—Aric, finalmente he aceptado que soy tu compañera. Y es maravilloso y


sorprendente, y me ha dado más alegría de lo que podría haber imaginado
alguna vez. Por favor, no me quites eso.

—Dulzura, no quiero hacernos esto. Solo intento protegerte. No sé lo


que te está persiguiendo. Pero sea lo que sea, quiere que te vayas. No estás a
salvo en ningún lado, nena.

—¿Esa no es una razón más para estar conectado conmigo? Nuestro


vínculo se está fortaleciendo, Aric. Puedo sentirlo. Diablos, puedo sentirte. Sabes
cuando algo anda mal, ¿no?

Él dudó.

—Sí, lo sé.

—Entonces conserva lo que tenemos y no lo dejes ir.


La voz profunda de Aric se convirtió en un retumbar.

—¿Y si eres envenenada otra vez?

—Misha me aseguró que se encargaría de eso.

Aric gruñó.

—Eso es estupendo, viendo cómo ha hecho un trabajo tan excepcional


hasta ahora.

Me senté en la cama e intenté cambiar de tema.

—¿Qué pasó cuando te reuniste con los Antiguos?

—Al liberarme del asimiento de Anara, básicamente demostré cuánto


poder había acumulado. Anara siente que estoy fuera de control y necesito
disciplina.

Me puse de pie, intentando aflojar mi agarre antes de aplastar mi


teléfono.

—¿Te castigaron?

—No. Makawee y Martin lo anularon. Dijeron que no había hecho nada


malo; todo lo que hice fue salvar la vida de mi compañera.

Mis dedos se clavaron en mi cabello.

—Si saben que soy tu compañera, ¿por qué demonios intentarían unirnos
a Tye y a mí? ¿Especialmente en tu presencia?

—Porque confían en Destiny y sus predicciones. Nuestra raza were ha


disminuido. Cuando Destiny dijo que tus hijos… —gruño a través de sus dientes
apretados—, con Tye ayudarán a proteger la tierra del mal, les dio esperanza.
Esperanza para nuestro mundo y para nuestra especie. Compañeros o no, mis
sentimientos por ti no son lo primero ante sus ojos.

Me apoyé en el alféizar de la ventana y miré hacia afuera, temiendo


preguntarle a Aric lo que necesitaba saber.

—¿Y tú qué crees?

Aric comenzó a gruñir de nuevo.


—Creo que debería estrangularlo. Él está de acuerdo con los Antiguos y
siente que debería… conocerte.

—Aric, no quiero tener nada que ver con Tye. —Me froté los ojos—. Y
maldita sea, me estremezco cuando pienso en cómo lo besé… ¡mientras tú
mirabas! Dios mío, habría arrancado la columna vertebral de alguien.

—Créeme, el pensamiento cruzó por mi mente, pero… fue útil cuando lo


llamaste león estúpido.

Me reí y también él.

—¿Qué puedo decir? Estoy enamorada de un lobo.

—También te amo. Siempre.

Un lobo aulló de luto en el fondo. Contemplé hacia la noche. Sonaba


muy cerca.

—¿Ese es Liam?

—Sí, está muy molesto por Emme. Se volvió lobo y desapareció. Koda y
yo vamos a buscarlo. Tengo el presentimiento de que será una noche larga.

Emme salió del baño y sus ojos estaban hinchados por el llanto.

—Sí… igual que aquí. Buenas noches, Aric.

—Buenas noches, dulzura.

Emme se derrumbó en mis brazos, sollozando. La ayudé a acostarse y me


acurruqué a su lado. Mi corazón se rompió por ella. Acaricié su cabello hasta
que me dormí profundamente.
Desperté sobresaltada, escaneando la oscuridad de mi habitación. Mi
cuerpo se estremecía de frío, miedo y dolor.

Pero los sentimientos no eran míos. La voz desvaída de Misha me


llamaba: Celia…

Sacudí a Emme con fuerza.

—Emme, despierta, algo está mal.

Emme se levantó bostezando.

—¿Qqqué?

Los gritos de batalla tronaban afuera, sacudiendo las puertas de cristal.


Algo grande golpeó la pared del fondo, derrumbando el Sheetrock y
sacudiendo los cimientos. Agarré a Emme y la puse de pie cuando la pared y
parte del techo cedieron con una explosión detonante. Agnes, Edith, Liz y Maria
se estrellaron contra el suelo siseando y arañando al enorme vampiro sediento
de sangre con el que estaban luchando.

Los vampiros infectados por la sed de sangre eran fuertes y


horriblemente crueles. Afortunadamente, también lo fueron mis Colegialas
Católicas.

—¡No, Celia! —gritó Liz cuando intenté ayudar—. ¡El maestro está en
problemas!

Eso es todo lo que necesitaba escuchar. Salté por el agujero en la pared y


corrí hacia la casa. El caos estallaba alrededor de mí a medida que los vampiros
de Misha luchaban contra una gran banda de Miembros de Tribu. Me abrí paso
entre ellos, sin molestarme en pelear. Mis pies descalzos acababan de tocar el
césped trasero cuando Tim se elevó desde la ventana de la habitación de Misha.
Trozos de hueso explotaron de su pecho cuando un poste de luz de hierro
atravesó su espalda y sobresalió de su pecho.

La sangre se derramó de su boca como un géiser cuando intentó


pronunciar sus palabras ahogadas.

—Date prisa… salva al maestro.

Me eché a correr y me arrojé al costado de la casa, usando mis garras


delantera y trasera para escalarla. Mis dedos atravesaron la madera mientras
corría, los rugidos dolidos rasgando el aire instándome a subir más rápido. Salté
por la ventana de la habitación demolida lista para matar, solo para gritar
cuando vi lo que quedaba de Misha.

Había sido rasgado por la mitad. Sus caderas y piernas yacían a unos
metros de su torso. Un lío enredado de intestinos se dispersaba entre las partes
separadas. La sangre se derramaba del corazón latiendo lentamente, colgando
fuera de su pecho, sostenido en su lugar por solo uno de los vasos grandes. Sus
ojos se abrieron por complete cuando me vislumbró.

La mano de Misha se deslizó de su pecho y se extendió hacia mí. No


podía hablar, pero su mirada me suplicaba que lo salvara. Hank se retorcía junto
a su maestro, sus extremidades sesgadas se sacudían como troncos a su
alrededor.

El Maestro de Tribu de Nicaragua se alzaba sobre ellos, riendo.

—Te encontré, perra —siseó en español.

Me lancé hacia él con más odio del que sabía que existía. Le di una
patada en la ingle y le arranqué un trozo de la laringe en un solo movimiento.
Me levantó por la garganta y apretó. Le di una patada de tijera con mis garras
traseras, destripándolo parcialmente. Sus aullidos de agonía llegaron al clímax
cuando mis garras delanteras perforaron las cuencas de sus ojos. Me arrojó a
través de la habitación, demoliendo parte de la pared con mi cabeza y espalda.
Rodé hacia adelante, luchando por ponerme de pie mientras la habitación
giraba a mi alrededor.

Un caleidoscopio de estrellas cegó mi visión. Apenas se disiparon lo


suficiente como para verlo cargar. Salí de su camino justo a tiempo. Golpeó su
colmillo contra lo que quedaba de la pared, encajándolo entre dos vigas de
soporte. Rompí la pierna de una mesita de noche y apunté a la parte posterior
de su cráneo. Dislocó su cara y giró con tanta velocidad que apuñalé su pecho
en su lugar. Mi golpe no fue lo suficientemente duro. Fallé su corazón y terminé
arrojada nuevamente. Esta vez me estrellé contra el suelo y no me moví.

El Maestro de Tribu se precipitó hacia mí como un autobús a toda


velocidad. Puede que estuviera ciego, pero mis gemidos de angustia lo llevaron
a mí. Pensé que estaba muerta hasta que unos brazos invisibles se estrellaron
contra él y lo empujaron hacia atrás. Emme nos había encontrado. Usó su fuerza
para impulsarlo hacia atrás. Aulló y gritó cuando él colisionó contra su poder. Se
deslizó hacia atrás, incapaz de sostenerlo. Me puse de pie cuando una horda de
vampiros de Misha irrumpió, seguida por Chang e Ying-Ying. Se arrojaron
contra el Maestro de Tribu, pero no eran rivales para él.

Tenía que morir.

Corrí hacia ellos, rugiendo con el poder de mi bestia.

—¡Muévanse!

Mi patada voladora hacia atrás lo decapitó. Aterricé con fuerza, pero salté
al instante y aplasté su cabeza con mi talón. Caí al suelo junto a su cráneo y le
arranqué el cerebro. Su cuerpo se dobló de inmediato. A mi alrededor, los
vampiros sosteniéndolo se derrumbaron en una pila sangrienta y sudorosa.

Todos nos quedamos allí, jadeando y siseando pesadamente hasta que


Virginia gritó. La sangre goteaba sobre su rostro por la laceración profunda en
su cuero cabelludo. Corrió hacia mí empuñando un hacha. Maria se la quitó de
las manos y la dejó inconsciente antes de que pudiera atacar.

Parpadeé nuevamente ante su cuerpo cojeando.

—No creo que le agrade —murmuré.

—Celia. No puedo curar a Misha, ¡se está muriendo! —gritó Emme.

Mis ojos se abrieron por completo ante el cuerpo destruido de Misha. Me


arrastré hacia él. Oh, Dios mío. Su corazón se estremecía, ya no latía más.

—Ha perdido demasiada sangre —farfulló Hank.

Las yemas de los dedos de Misha se deslizaron por mi mejilla, haciendo


que el enorme nudo en mi garganta se agrietara. No podía dejarlo morir, y solo
una cosa podía salvarlo.

Lo acuné contra mí y aparté mi cabello, apoyando mi cuello contra sus


labios.

—¡Muérdeme! —Misha no respondió. Lo sacudí ferozmente—. Maldita


sea, Misha, este no es momento para ser un caballero. ¡Muérdeme!

Al principio, cuando sus colmillos rozaron mi cuello, no pasó nada. De


repente, se liberó. El dolor punzante inicial fue temporal, pero el placer no. Las
imágenes de Aric encima de mí superaron mi realidad. Gemí fuerte y ruidoso, mi
cuerpo arqueándose y surgiendo con cada orgasmo que me provocó. Caí hacia
atrás para sentir una mano acariciar mi cara, cuello y hombros. Escuché a Misha
en lo profundo de mi mente, sus gemidos hambrientos y lujuriosos. Mis
párpados lucharon por abrirse mientras mi consciencia atravesaba la niebla.
Estos no éramos Aric y yo haciendo el amor. Era Misha, teniendo un festín.

Jesús.

Ya no lo sostenía. Él me sostenía. Mis extremidades se cayeron contra en


el piso de madera inútiles. No podía moverme y apenas podía respirar. Estaba…
muriendo.

Alguien lo sacudió.

—¡Maestro, pare! —suplicó Maria. Chilló y algo duro golpeó la pared.

—¡Maestro, estás tomando demasiado! —gritó Liz.

Nuestros cuerpos se estremecieron agresivamente a medida que más y


más vampiros le rogaron que me soltara y lucharon por alejarlo de mí.

—Misha, la estás matando, ¡estás matando a Celia! —gritó Emme.

Unos brazos fuertes me soltaron abruptamente. Mis ojos se abrieron muy


despacio. La palidez enfermiza de Misha se había profundizado hasta
convertirse en oro y la parte inferior de su cuerpo se estaba arrastrando hacia él.
La sala se inclinó y todo se volvió borroso. Recuerdo la luz sanadora de Emme
rodeándome a medida que Misha gritaba órdenes por encima de la penumbra
reclamando mi vista.

Aric… Aric, te necesito…


Capítulo 23
—Está despertando —susurró Shayna.

Bren gruñó.

—Maldita sea, ya era hora. Me asustó jodidamente.

—Mejor llamo a Aric —dijo Danny.

—Déjame hacerlo —ofreció Emme—. No quiero que te metas en


problemas con los Antiguos.

—Nah, ese imbécil de Anara no nos reconoce como parte de su manada.


No tiene control sobre nosotros.

Me empujé a mis codos, rígida pero sorprendentemente todo en una


sola pieza. De hecho, me sentía regocijada… y hambrienta. Me tomó un
momento darme cuenta de que estaba en el apartamento de arriba de la casa
de huéspedes. La habitación era más pequeña y estaba decorada con detalles
en blanco, plata y cobre. Mi boca tenía el peor sabor del mundo, a pesar de la
inyección intravenosa en mi muñeca izquierda.

—¿Cómo te sientes, cariño? —preguntó Emme.

Me froté mis ojos.

—Hambrienta. ¿Cuánto tiempo he estado fuera?

—¡Tres malditos días! —espetó Taran. Presionó el botón a la casa


principal y me ordenó comida.

Chef respondió con un rotundo.

—¡Merde!

Era extrañamente reconfortante saber que Chef aún estaba vivo. Tiré de
la vía intravenosa en mi muñeca.
—¿Solo era para hidratación?

Shayna me ayudó a quitarla.

—No, Ceel. Tuvimos que darte sangre de Emme y Taran. No estábamos


seguras de cómo te afectaría mi lado peludo, pero parece que de todos modos
no lo necesitabas.

Empecé a recordar los detalles de la pelea.

—¿Están todos bien?

Shayna colocó una gasa sobre donde había estado mi intravenosa y


presionó.

—En su mayor parte. Pero algunos de los vampiros de Misha no lo


lograron. Los más débiles fueron masacrados antes de que llegáramos.

—¿Llegáramos?

Bren se sentó en la cama a mi lado.

—Aric sintió que estabas en problemas y nos llamó. Llegamos aquí casi al
mismo tiempo que todos los demás dado que dejó que Shayna condujera.

Me dirigí al baño y abrí la ducha. Mis hermanas me siguieron.

—Cuéntenme lo que pasó.

Taran me observó cepillarme los dientes, como si esperara que me


desmayara.

—El ataque fue totalmente descuidado, como cuando el otro imbécil


Maestro de Tribu invadió el área. Los que los vampiros de Misha no mataron,
los masacramos cuando llegamos.

Emme se miró las manos cuando me metí en la ducha.

—No creo que muchos de los vampiros de Misha hubieran muerto si los
más fuertes no hubieran estado luchando por protegerlo.

Taran puso los ojos en blanco.

—O intentando salvarte de él. Aric se volvió loco cuando descubrió que


Misha se alimentó de ti.
—Fue idea mía —murmuré.

Shayna me miró pensativa.

—Eso es lo que también dijo Martin. Por eso ordenó a Aric que no
peleara con él.

Salí de la ducha y me sequé.

—¿Por qué Martin estaba aquí?

Taran se encogió de hombros.

—Misha es un líder de la Alianza. Supongo que se sintió obligado a


ayudar. También sabía que estabas aquí y que Aric perdería su jodido control si
algo te pasaba. Pobre infeliz.

Me puse unos pantalones deportivos, deteniéndome cuando me ponía


una camiseta sin mangas.

—¿Pobre infeliz? No puedes referirte a Aric.

Salí a la habitación para encontrar a Bren riéndose.

—No, se refiere a Martin. El viejo bastardo nunca había tenido el… placer
de viajar en auto con Shayna. Le llevó unos momentos recuperarse antes de
poder salir del auto y enfrentarse al mal.

Shayna frunció su ceño.

—No fue tan malo.

—Sí, lo fue —espetó Taran.

Danny entró en la habitación y señaló con el pulgar hacia la sala de estar.

—La comida está aquí.

Todos me siguieron a la cocina, jadeando cuando vieron el buffet gigante


que nos esperaba. Mi estómago vacío gruñó y se retorció cuando comencé a
llenarlo, pero la pérdida de la familia de Misha me puso triste. Terminé
rápidamente y me desplomé en el sofá de color salvia, metiendo mis piernas
debajo de mí.

—¿Cuántos murieron de la familia de Misha?


Shayna intercambió miradas con Taran, quien sobresalió su barbilla.

—Tiene que saberlo. Cuanto antes le digamos, mejor. —Taran me miró


directamente a los ojos—. Once vampiros… y Virginia.

Mi espalda se enderezó.

—¿Misha mató a Virginia por atacarme?

Bren resopló.

—Y por envenenarte y por plantar el fuego de brujas.

Taran lo interrumpió, pareciendo más furiosa de lo que la había visto en


mucho tiempo.

—Misha interrogó a la perra con su encanto después de que la revivieran.


Admitió haberle pagado a una bruja de Tribu un montón de dinero para hacer
las dos cosas. Cuando el fuego no te mató, deslizó el veneno en tu sopa,
sabiendo que te conduciría a suicidarte. —Una chispa de llama azul crujió sobre
su cabeza—. Pero eso no fue todo. También fue la que envió un mensaje a la
Tribu y a los cambiaformas, pintándote como el arma perfecta… y una que
necesitaba ser eliminada.

Shayna jugaba con los extremos de su larga coleta.

—Cuando el veneno no funcionó, hizo una última llamada desesperada a


la bruja que la había ayudado. Se suponía que el Maestro de Tribu vendría por ti
y solo por ti. —Soltó su cabello—. No había contado con el ejército que trajo
consigo o que también atacarían a Misha.

Mi mandíbula se apretó.

—Los dejó atravesar las guardas de Misha. —Mis hermanas asintieron.


Sacudí mi cabeza con incredulidad. Virginia me había odiado, eso era obvio,
pero arriesgar la vida de Misha después de asesinarme caía directamente en
paracaídas en lo psicópata.

Bren se recostó en el sofá, colocando sus manos detrás de su cabeza.

—Lo que no entiendo es, ¿por qué demonios no le diste Virginia a Misha
para que se alimentara? En serio, niña, ¿tenías que entregarte a ese imbécil?
—En realidad, no estaba pensando, Bren. Solo reaccioné. Quiero decir,
mierda, iba a morir. —Froté mis manos contra mis rodillas e intenté pensar las
cosas—. Me parece extraño que Virginia me hiciera pensar que Tye era Aric.

—Ceel, te estás olvidando que el veneno fue diseñado para volverte


locamente obsesiva. No podrías obsesionarte así con Tye a menos que en
realidad creyeras que era Aric.

Shayna se inclinó hacia delante en su asiento.

—¿Recuerdas cómo nos dijiste que Virginia los acechaba


constantemente? Probablemente se enteró de la predicción de Destiny.
Piénsalo. ¿Acaso alguien cuestionaría que quisieras a Tye con base a lo que dijo
Destiny?

Lo que dijo tenía sentido. Y, sin embargo, las acciones de Virginia no


parecían del todo correctas. Mi mente luchaba para resolver las cosas.

—¿Pero la bruja que Virginia usó no necesitaría algo de Aric o Tye para
hacer que la magia los apuntara específicamente?

—Las más poderosas pueden hacerlo con solo una foto, Celia —
respondió Danny. Había estado callado, escuchando atentamente lo que todos
habían dicho—. Y las brujas de Tribu son excepcionalmente letales… por eso la
Tribu las recluta.

—Está bien, supongo que eso no sería tan difícil de hacer. —Eché un
vistazo por la ventana cuando escuché a alguien afuera—. ¿Cómo están los
otros vampiros?

Bren se rio entre dientes.

—Esos perdedores están bien. Los más saludables reunieron a un


montón de fiesteros en South Tahoe y los trajeron hasta aquí para reponerse. Al
día siguiente fueron a los casinos y encontraron a algún mexicano.

Alcé una ceja.

—¿Mexicano?

—Su nombre es José —explicó Danny.

Emme caminó hacia la ventana.


—José y sus amigos estaban buscando trabajo, así que Maria los trajo de
vuelta aquí.

—¿Para comer?

Shayna asintió.

—Sí, Ceel. Pero también están ayudando a reparar el daño a la casa.


Misha les está pagando muchísimo más de lo que nosotras ganamos.
Deberíamos haber sido carpinteras.

Aric irrumpió por la puerta y corrió hacia mí. Me tomó en sus brazos
antes de que pudiera saludarlo.

—¿Qué haces fuera de la cama? Deberías estar descansando.

Besé sus labios fruncidos y sonreí.

—He estado descansando por tres días. Se siente bien estar despierta.

Aric se sentó en el sofá, manteniéndome en su regazo. Pasó sus dedos


contra mi cuello y lo examinó cuidadosamente. Sus ojos se suavizaron una vez
que se dio cuenta que no iba a derrumbarme.

—Gracias a Dios que estás a salvo.

Me acurruqué contra él y percibí su aroma.

—Estoy bien, lobo.

Bren puso sus ojos en blanco.

—Consigan una habitación.

Taran mostró una sonrisa malvada.

—O un jardín —canturreó.

Mi cara se sonrojó y también la de Aric.

—¿Le dijiste? —murmuró en mi oído. Me hizo cosquillas con su nariz, así


que supe que no estaba enojado.

Jugué con los botones de su camisa.

—Prácticamente lo descubrió sola.


Entonces entró Misha, seguida de Liz.

—Hola, querida.

—Hola. —Me alivió verlo sano y salvo. Entonces, ¿por qué mi cuerpo se
calentó y por qué demonios estaba jadeando? Me sorprendió cómo mi cuerpo
respondió al verlo, y también Aric. Me soltó suavemente, luego se abalanzó
sobre Misha. No se acercó a tres pasos de él antes de golpear una pared
invisible.

Misha le destelló con un pequeño colmillo, la arrogancia por la que era


infame volando a la superficie.

—Eh, eh, eh, lobo. Ya sabes lo que dijo Martin.

Mis pezones se endurecieron ante el sonido de su voz, y maldición, ni


siquiera me había mirado. Intenté cubrirme con mis brazos. Mi aroma excitado
llenó la habitación, y todos con una nariz sobrenatural lo notaron. Le rogué a
Dios que me matara cuando todos quedaron boquiabiertos.

Bren se echó a reír.

—Oh, mierda. Esto va a estar bueno.

—¡Ceel, basta! —advirtió Shayna.

Como si tuviera algún control sobre eso.

Los gruñidos de Aric golpearon el aire como un viento furioso.

—¿Qué le estás haciendo?

Misha arqueó una ceja, su sonrisa diabólica ensanchándose a pesar de su


sorpresa evidente.

—Nada, te lo aseguro.

Danny se aclaró la garganta, inclinándose para hablar en voz baja.

—Dado que se alimentó de ti tan profundamente, tu subconsciente lo


está asociando con, um, ya sabes… clímax.

—Pero estaba pensando en Aric todo el tiempo —respondí como una


idiota.
—Debería desvanecerse pronto. —Danny se aclaró su garganta otra
vez—. Espero.

—¿Esperas?

Liz continuó limándose sus uñas, sin verse afectada.

—También es por tu compromiso.

Me enderecé, segura de haber oído mal.

—Aric y yo no estamos comprometidos.

Liz dejó caer los brazos y me disparó otro de sus ceños fruncidos de
“chico, eres tan tonta”.

—Estoy hablando de ti y el maestro. Al permitir que casi te drene, él y tú


activaron el vínculo de compromiso. Te casarás en la próxima luna llena.

—¿Qué?

Exploté en una corriente de plumas. Todos saltaron y jadearon. Nadie


dijo nada hasta que Bren finalmente habló.

—Tus pezones son enormes —dijo con asombro.

—¿Chiiiiii?

Miré en el reflejo de cristal de la chimenea y me di cuenta de que me


había convertido en un águila calva. Yo, literalmente, estaba calva. No tenía
plumas. Solo un cuerpo de pájaro… y senos grandes con pezones
sobresalientes.

Emme jadeó y se cubrió la boca.

—Oh, mi… Dios.

Mi humillación y enojo aumentaron. A nuestro alrededor, cualquier cosa


que no estuviera inmovilizada levitó y explotó con fuego azul y blanco. Taran se
agachó y apenas evitó ser golpeada con una maceta de cerámica.

—¡Mierda! —gritó.

La cabeza de Danny se sacudió de lado a lado.


—Celia, la sangre de Taran y Emme te está afectando. Tienes que
calmarte. Tienes que… —Un quiche de desayuno volador se estampó en su cara.

Fue caótico. Aric se abalanzó sobre Misha, maldiciendo y amenazándolo


mientras golpeaba el campo de fuerza invisible. Shayna golpeó los objetos en
llamas con un atizador de fuego, enviándolos a explotar dentro de la chimenea.
Emme y Taran intentaron ayudarme. Emme encontró una manta y me la arrojó,
bloqueando los objetos que volaban por la habitación con su fuerza. Taran hizo
un trabajo pésimo. Me sacudió, exigiendo que me calmara de una jodida vez.
Bren, bueno, él simplemente se sentó en el sofá observando la conmoción
como si fuera la mejor película jamás hecha.

Cuando las cosas finalmente dejaron de explotar, Shayna, Emme y Danny


se ocuparon de recoger mis plumas y los objetos rotos del suelo.

Disparé una corriente de obscenidades a Misha, pero todo lo que salió


fueron píos. El egoísta hijo de puta tuvo el descaro de reír.

—Cálmate, muñequita, no te enojes tanto. Nada de esto fue intencional.

Cambié de nuevo, esta vez al Spaniel Cavalier King Charles, con senos.

¿Muñequita? ¿Me acabas de llamar muñequita? ¿Crees que esto es


gracioso? ¡Bastardo! Esa fue la última vez que salvé tu patético culo, chupasangre.
¡No puedo creer que estemos comprometidos!

—¡Growl, bark, yip, yip, growl, woof, bark!

Será mejor que borres esa maldita sonrisa de tu cara antes de que te
arranque la garganta. Vas a desear que el Maestro de Tribu terminara contigo
después de que acabe contigo.

—¡Bark, bark, growl, yap, growl, yip, woof!

Liz puso sus ojos en blanco.

—Iré a buscar las malditas galletas. —Se fue, pero no antes de darme una
última mirada molesta, como si todo fuera mi culpa.

Los gruñidos de Aric bordearon al asesinato. Danny se le acercó con las


manos extendidas. Las hizo retroceder cuando Aric pareció listo para
masticarlas.
—Aric, cálmate. Estoy seguro de que hay una manera de arreglar esto.
No creo que sea oficial hasta que ellos… ah…

Aric se detuvo un momento en intentar matar a Misha. Su timbre


profundo cayó varias octavas.

—¡Hasta qué!

—Consuman su unión —murmuró Danny.

Una amenaza helada enfrió el aire. Aric se encontró con los ojos de
Misha.

—Sobre mi cadáver.

Saber que Aric se sentía amenazado por Misha me molestó jodidamente


más. Si estaba comprometida, debería haber sido con él. Gañi para llamar su
atención y sacudí la cola cuando me levantó envuelta en la manta. Mi cabeza
peluda acarició su cuello mientras asimilaba su aroma y ese maravilloso calor
que surgía entre nosotros. No lo había reconocido por lo que era, nuestra
conexión como compañeros. Mi cuerpo cambió lentamente a mi ser humano
una vez más.

—Llévame a la suite —susurré.

Aric me llevó a la habitación, dejándome en el suelo después de cerrar la


puerta. Dejé caer la manta a mis pies.

—Ahora llévame a la cama.

Aric y yo permanecíamos acostados uno frente al otro mucho tiempo


después empapados de sudor. Seguía retorciéndome de los efectos de nuestra
sesión haciendo el amor.

—Eso fue increíble.


Sonrió y jugó con mi cabello.

—Sí, lo fue. Me gustó lo que hiciste con las piernas.

—Me di cuenta. —Me acurruqué cerca de él y me retorcí ante el sonido


de su corazón acelerado—. Aric, fuiste aún más escandaloso que lo habitual.
¿Fue porque en realidad lo disfrutaste o todo por el bien de Misha?

Aric respondió con una sonrisa maliciosa.

—¡Aric!

Se subió encima de mí.

—Ambas cosas, nena. —Su sonrisa se desvaneció—. No estoy seguro si


debería dejarte aquí.

Aparté su cabello oscuro de sus dulces ojos castaños claro.

—Aric, no voy a casarme con Misha.

Aric sacudió la cabeza.

—No es solo eso. Se trata de toda esta mierda con Virginia. No me creo
que fuera la mente maestra detrás de todo. Suena demasiado inestable.

Un escalofrío extraño recorrió mi espalda a pesar de la calidez que sentía


con Aric contra mí.

—Sí. Yo tampoco. Si pensaba que le estaba robando a Misha, podría ver


cómo lo percibiría como la clave de su destrucción, especialmente porque vivía
y moría por él. Pero la segunda parte de todo eso, la que dice que también
destruiré a todos los que lidera, no encaja. Virginia no dirigía nada. Era solo una
psicópata. Los vampiros tenían poco que ver con ella.

Aric gruñó.

—Así que, volvemos al punto de partida. No estás a salvo.

Mis dedos trazaron los fuertes músculos de su espalda.

—No necesariamente. Ya no está alrededor para dejar entrar a los malos


o hacer que yo sea el arma definitiva.

—No importa, Celia. Alimentó a los oscuros con suficiente mierda sobre
ti. Mierda que se convirtió en verdad cuando destruiste a otro Maestro de Tribu.
—Se calló mientras pensaba en las cosas—. Este puede aún ser el lugar más
seguro para ti. Independientemente de ese maldito compromiso del que los
vampiros piensan que eres parte.

—Sabes que eso no es cierto, ¿no?

El pulgar de Aric pasó sobre mi labio inferior.

—Lo sé. Pero solo porque si vas a estar comprometida… será conmigo.
Quiero casarme contigo, Celia.

Las lágrimas corrieron por mi rostro a medida que sonreía.

—También quiero casarme contigo, Aric.

Nos besamos. Mucho. Para el momento en que nos detuvimos, tomó el


teléfono para llamar a la casa y pidió hablar con Misha.

—Hola, Meesh. Tu esposa y yo tenemos bastante apetito. ¿Qué tal si nos


preparas algo de comida?
Capítulo 24
A
ric fue llamado a la luna para reunirse con los Antiguos poco
después de que Misha le colgara. De hecho, era algo bueno ya
que no quería que toda la situación se convirtiera en otro de sus
concursos de meadas. Salimos del dormitorio tomados de la mano para
encontrar varios bolsos de ropa sobre el sofá de salvia y cajas de zapatos
apiladas en el piso. Aric frunció el ceño.

Me arrodillé para examinar los zapatos. Todos estaban hechos de satén


elegante que variaba en tonos de blanco puro a marfil intenso. Las perlas
adornaban algunos, mientras que los diamantes de imitación brillaban en las
puntas de otros. Todos venían de mi tamaño, pero no eran míos. Sacudí mi
cabeza.

—No tengo idea de qué se trata, lobo.

Se encogió de hombros.

—Sanguijuelas locas.

Me puse de pie y le apreté la mano.

—No seas malo. Por muy molestos que puedan ser, esas sanguijuelas
locas ayudaron a salvar mi vida.

Me tomó en sus brazos, gruñendo algo indiscernible. Lo detuve rozando


mis labios contra los suyos. Me apoyé contra él todo el camino a su Escalade.

—Desearía que no tuvieras que irte.

—Lo sé, nena. Pero tienes mi palabra: algún día nunca tendremos una
noche sin el otro.

Lo besé por última vez y lo vi conducir por las puertas. Esperaba que
tuviera razón, pero las demandas de sus Ancianos me preocuparon de que
tuviera que quedarse solo para cumplir su promesa. Me rodeé con mis brazos y
regresé a la casa de huéspedes, esperando localizar a Emme. La encontré
sentada en el jardín junto a uno de los estanques de carpas. La nieve fresca
cubría el área a su alrededor. Mi bestia, suéter y jeans me mantenían abrigada,
pero la delgada chaqueta de gamuza que llevaba Emme no parecía suficiente
para proteger su pequeño cuerpo.

—Emme, ¿qué haces sentada aquí sola?

Sonrió.

—Quería darles privacidad a Aric y a ti. Me doy cuenta de que sus


momentos juntos son breves.

—Gracias, pero no me gusta que hayas estado aquí sola.

—No he estado sola mucho tiempo. Regresé a la casa con Misha y los
demás. Ha-Hank me hizo compañía.

Parpadeé hacia ella un par de veces.

—¿Hank estaba contigo?

—Sí. Lo dejé para que pudiera comer. Está famélico teniendo en cuenta
que ha tenido que volver a crecer sus extremidades. —Sus mejillas se pusieron
rosadas—. Celia, ¿por qué me miras de esa manera?

Tamborileé mis dedos contra mis brazos, sintiendo mis músculos


tensarse.

—Estoy un poco sorprendida de que Hank se esforzara por ser amable.

—So-solía pensar que era elitista, pero en este momento fue muy amable
conmigo.

¿Hank, amable? No. Cachondo, sí. Molesto, igual. ¿Pero amable? Algo
estaba pasando. Hank y sus amigos nunca habían sido acogedores conmigo ni
con mis hermanas. Después de salvar a Misha, pensé que finalmente me había
ganado su respeto, y probablemente su confianza. La interacción de Emme con
él había sido limitada en el mejor de los casos.

—¿Intentó algo contigo: hacer un movimiento, tocar algo, intentar


morder?

—No, no, claro que no. Fue un caballero total.


“Hank” y “caballero” iban tan bien juntos como “serpiente venenosa” y
“tierno”. El comportamiento de Emme también me asustaba. Normalmente era
tímida con los demás, pero no tanto con su familia.

—Emme, ¿por qué te sonrojas?

Se encogió de hombros. Y su sonrojo se profundizó.

—Ha pasado un tiempo desde que un chico me miró. Liam generalmente


asusta a cualquier insensato que lo intente.

—¿Hank te estaba mirando? —Me estremecí. Ayúdame, Obi-Wan, Lassie


se cayó por un pozo1.

—No lo sé… tal vez.

Con sus suaves ondas rubias y su rostro de Natalie Portman, Emme tenía
todo lo de la chica linda de al lado en ella. Hank era un vampiro, y en este
mundo vampiro era igual a ardiente. No estaba ciega. Sabía que Hank era
atractivo. Pero Hank era un imbécil que se involucraba frecuentemente en un
comportamiento imbécil. ¿Y alguien puede encontrar sexy a alguien así?

Mi hermana era más pequeña que yo por unos centímetros y varios kilos.
No era fuerte físicamente, ni siquiera podía abrir un maldito frasco de salsa de
espagueti. Y si bien su don la convertía en una oponente formidable, su
ingenuidad podía meterla en problemas con alguien como Hank. Parte de mi
instinto protector estaba relacionado con su ruptura con Liam. Adoraba a Liam.
Él habría muerto protegiéndola. Hank… no tanto. Ese imbécil la usaría como
escudo humano sin pensarlo dos veces. Gemí y froté mis ojos. ¿En serio podía
estar interesada en Hank? Al igual que Liam, Hank tenía esa imagen de chico
malo a su favor.

Sin embargo, Liam era pura imagen. Hank de hecho era un chico malo.
Había visto a algunas de las chicas con las que había estado.

El chico era francamente pervertido.

—Emme, sé que puedes sentirte sola ahora mismo…

Sus ojos se llenaron de lágrimas.

1
Lassie’s fallen down a well: Hace referencia al programa de televisión Lassie que originó el
eslogan “Timmy se cayó por un pozo”.
—Celia, no lo hagas, solo… no lo hagas.

—Lo siento, cariño. —La abracé—. No quise molestarte.

Mis músculos se crisparon cuando olí a un vampiro acercándose.

—Viene Maria —susurré. Emme probablemente necesitaba llorar de


buena gana, pero no querría hacerlo frente a las buenas Católicas. Se secó la
cara rápidamente y se dio la vuelta.

Un hermoso vestido champán recubría la figura escultural de Maria, y su


cabello estaba recogido en un moño elaborado. Me pregunté a dónde
demonios iría.

Trazó su mano libre por su cuerpo como si se admirara a sí misma e hizo


arremolinar el vino que sostenía en su mano opuesta. La abertura de su vestido
recorría la longitud de su muslo izquierdo; un movimiento en falso y se rasgaría
hasta la cadera.

—Lamento interrumpir el tiempo de chicas y todo eso. Pero al maestro le


gustaría que te unas a él para cenar en el solárium tan pronto como estés lista.

Pensé que había escuchado mal.

—¿Por qué en el solárium? ¿Pensé que solo usaba ese espacio para
ocasiones especiales?

Maria resopló y señaló hacia el cielo hacia la luna llena.

—Es una ocasión especial. ¡Es tu maldita recepción de boda! —Corrió por
el sendero de pizarra murmurando en portugués antes de que pudiera formular
una respuesta. Emme volvió a desplomarse en el banco de piedra. Su expresión
de sorpresa sin duda reflejaba la mía.

—¿Ella acaba de decir mi recepción de boda?

Emme asintió, incapaz de hablar. Agarré su mano y la conduje de regreso


a la casa de huéspedes. Después de encontrar mi maleta, la llené como si
estuviera ayudando a la señora Mancuso a empacar para un viaje de ida al
infierno.

—Celia, ¿qué estás haciendo?

—Tenemos que salir de aquí, Emme. No puedo lidiar con esto.


—¿Qué pasa con los atentados contra tu vida?

En comparación con lo que posiblemente me esperaba dentro de la casa,


las amenazas de muerte y los monstruos escalofriantes no sonaban tan mal.

—Emme, no puedo ver a Misha ahora mismo.

—¿Por qué? Tienes que enderezarlo y decirle que no vas a casarte.

Vislumbré mis pezones ya rígidos.

—Mira, lo que sea que sucedió cuando me chupó hasta dejarme seca ha
afectado mi cuerpo. No está siendo razonable. ¿Y si mi mente es la siguiente?
No quiero que me envíen a Transilvania en luna de miel.

Emme me sonrió gentilmente.

—Celia, estarás bien. Estás enamorada de Aric.

Debe haber sido un hermoso lugar mágico dentro de la cabeza de Emme.


Casi le dije que le diera un saludo a Campanita de mi parte.

—Emme, la magia de los vampiros sigue siendo ajena a mi conocimiento.


No sé qué puede hacer ni si puede obligarme a hacer algo en contra de mi
voluntad. Mírame, mi cuerpo ya está reaccionando. No quiero arriesgarme a
lastimar a Aric o Misha.

Emme estrechó mis manos.

—Celia, tienes que enfrentarlo. Necesita saber que ninguna cantidad de


sangre drenada o magia de vampiros te permitirá traicionar a Aric. —Apretó mis
manos—. No te preocupes. Estaré contigo.

Emme tenía razón. Necesitaba patear esta cosa del matrimonio en su


culo virtual.

—Está bien, pero hagas lo que hagas, no nos dejes solos. —Me acerqué a
la casa principal con Emme pisándome los talones. No podía huir de Misha.
Siempre enfrentaba mis miedos. ¿Por qué debería ser esto diferente? Intenté
imaginarme a Misha en mi cabeza solo para prepararme mentalmente. Todo lo
que hizo fue apretar aún más a mis chicas. Me preocupé de que se liberaran del
estrés cuando lo viera.
El aroma de Aric permanecía incrustado en mi ropa. Tomé una
respiración fuerte de mi manga antes de entrar a la cocina brillantemente
iluminada. Su aroma me ayudó a relajarme. Atravesamos la casa y entramos al
solárium. Me detuve debajo del gran arco y maldije por lo bajo. Una orquesta,
completa con un maestro, interpretaba música clásica para la multitud de
vampiros elegantemente vestida. Reconocí a algunos de los forasteros de la
gala.

No podía creer lo rápido que habían organizado toda la fiesta. Rosas


blancas y guirnaldas colgaban del techo. Las velas de tallo largo en candelabros
de cristal iluminaban los manteles dorados de la mesa y los cubiertos con un
brillo sutil. Los camareros aturdidos y demasiado sonrientes se abrían paso
entre los invitados con copas de champán llenas hasta el borde.

Edith Anne, Agnes Concepción y Liz vestían un vestido similar al de Maria


y unas tiaras costosas remataban sus glamorosos moños franceses. Estaban
listas para la alfombra roja, aparte de los ceños fruncidos en sus caras.
Pisotearon hacia nosotras, listas para patear algunas nueces.

—Celia, por amor a todo lo que es sagrado, ¿qué demonios llevas


puesto? —exigió Liz.

Mis nervios ya estaban al límite. No estaba de humor para sus quejas.

—Jeans, suéter y botas —respondí con rigidez.

Edith estampó sus pies como si estuvieran ardiendo.

—¡Es la maldita celebración de tu boda! ¿Por qué no te pusiste uno de


los vestidos que te dejamos?

Mis colmillos sobresalieron sin mi consentimiento.

—No es mi recepción porque no voy a casarme!

—¡Sí. Lo Harás! —siseó Liz—. Te dije en la casa de huéspedes que te


casarías en la próxima luna llena. —Al igual que Maria, señaló a la luna. Me
relucía a través del techo de cristal como si se burlara de mí.

Liz se dio la vuelta y volvió su ira hacia Maria.

—¿No le dijiste que estábamos celebrando su matrimonio con el


maestro?
—Por supuesto que lo hice. —Maria barrió su mano en el aire
despectivamente—. Pero ya sabes cómo es ella.

Agnes me miró con el ceño fruncido y se ajustó sus lentes de


bibliotecaria.

—Parece que deberíamos haber enviado refuerzos.

Apreté y abrí mis puños. Había llegado el momento. Iba a matarlas.

—Saben, estoy en serio harta de sus actitudes insoportables. ¿Ayudé a


salvar a Misha y así es como me pagan?

Liz agitó sus brazos dramáticamente alrededor de la habitación.

—No, así es como te pagamos.

Eché un vistazo al techo. Querido Dios en el cielo, por favor, evita que
estaque a las Colegialas.

Los ojos de Emme bailaron hacia cada una de ellas.

—¿Por qué están todas vestidas igual?

Agnes se inclinó para mirarla a la cara.

—¿Por qué no lo estaríamos? Somos sus mejores amigas.

—¿Quién más serían sus damas de honor? —siseó Edith.

Los labios de Emme hicieron un puchero que llegó hasta los dedos de
sus pies.

Me di una palmada en la cabeza.

—¡Emme, no me mires así! Nada de esto es real. Si lo fuera, Taran, Shayna


y tú serían mis damas de honor.

Maria me dio una mirada dura.

—¿Estás diciendo que no somos lo suficientemente buenas para ti?

Cerré miradas con ella.

—Sí, y son un montón de locas delirantes.


La orquesta tocó una hermosa melodía nueva y un murmullo
emocionado se extendió entre la multitud. Pensé que habían bajado de un
autobús un montón de vírgenes por la forma en que todos respondieron, pero
estaba equivocada.

Chico, estaba muy equivocada.

Misha entró con un esmoquin negro con cola y una camisa de seda
blanca y pajarita. Su largo cabello rubio caía en cascada sobre sus hombros
anchos como un torrente fluyendo con pecado. Cruzó el solárium y ordenó a los
que estaban delante de él que vieran su belleza. No solo todos lo admiraron,
sino que se inclinaron majestuosamente ante el poder de su atractivo sexual. Mi
corazón se detuvo inicialmente al verlo. Ahora corría a toda velocidad,
martillando al compás de mi lugar feliz al ritmo de la música. Observó mi
apariencia y me lanzó una sonrisa perversa. Una sonrisa que decía claramente:
No importa lo que lleves puesto; de todos modos pronto estarás desnuda.

Cada última parte femenina en mí hormigueó, bailó y apuntó en su


dirección. Mi único consuelo era Emme a mi lado. Emme no me decepcionaría.
Emme era mi hermana, mi amiga, mi consciencia, mi roca. Emme estaba…
babeando, y cubriéndose los senos con los brazos.

Maldición.

Olfateé mi piel y cabello frenéticamente, esperando que el aroma de Aric


me abofeteara en mi cachondez.

No funcionó.

Misha se inclinó galantemente.

—Buenas noches, querida…

—¡Quiero el divorcio!

Tuve un miedo terrible. Tenía que admitir que, era francamente


vergonzoso. Misha despejó el solárium. Todos me contemplaron como la chica
lenta de la aldea con la que Drácula había terminado sin remedio alguno.

Misha recibió varias miradas de simpatía e incluso algunas ofertas para


sacarme de mi miseria. Los ignoró y me sorprendió al continuar sonriendo. No
podía esperar para salir de allí. Sin embargo, Emme me convenció de quedarme
y cenar ya que la comida siempre tenía una forma mágica de consolarme.
Tampoco quería que pareciéramos groseras. Emme era siempre de modales. En
cierto modo, era un asco.

Nos sentamos con Misha y Hank se nos unió. Hurra. Al segundo plato
comencé a respirar normalmente.

Hasta que pillé a Hank mirando a mi hermana fijamente.

—Hank, deja de mirarla.

—No hasta que dejes de olerte a ti misma. Eso es realmente molesto,


Celia.

—Tu madre es realmente molesta.

—Sí, lo era. ¿Cuál es tu punto?

Emme puso su mano sobre el brazo de Misha.

—Disculpa, Misha, pero creo que debes considerar los sentimientos de


Celia sobre esta, eh, unión.

—Lo hago, dulce Emme. Ella no nos reconoce como marido y mujer…

—Eso es porque no lo somos —espeté.

Misha sonrió de lado.

—Entonces, nada de esto importa. El matrimonio entre nosotros solo


puede completarse a través del consentimiento mutuo. —Sacudió sus cejas,
haciendo que mis partes femeninas bailaran el limbo 2—. Y consumando la
unión.

Emme asimiló las decoraciones exageradas y la orquesta que continuó


tocando.

—Entonces, ¿por qué pasar por todos los problemas de tener esta
recepción?

Misha se recostó en su asiento, sonriendo.

—Mi intención original era celebrar el despertar de Celia y nuestra


supervivencia. Mi familia cree que el inicio de nuestra unión se desencadenó la

2
El limbo: un baile antillano en el que tienes que pasar por debajo de una barra baja mientras
te inclinas hacia atrás.
noche en que me alimenté de Celia y, por lo tanto, sentí que el matrimonio
debía conmemorarse. Les pareció importante, así que lo permití.

Me incliné hacia adelante, apoyando mi brazo contra la mesa.

—Pensé que no te importaba lo que piensen los demás.

—Normalmente no permito que la influencia de otros o mis emociones


me gobiernen. Si lo hiciera, no solo sería un líder ineficaz, sino también
irresponsable. Por lo tanto, la felicidad de mi familia nunca puede estar a la
vanguardia de mis decisiones. Sin embargo, si surge una oportunidad donde
puedo otorgarles un poco de alegría, lo hago.

—No se veían alegres cuando se fueron —murmuré.

—Eso es porque eres una psicópata desagradecida —murmuró Hank.

Suspiré. Pensándolo bien, tal vez no me había ganado su respeto.

Misha y Emme le dieron a Hank una mirada suficiente para hacerlo


retorcerse. Por extraño que parezca, pareció más afectado por la respuesta de
Emme que por la de Misha. Los miembros del personal aparecieron para
llevarse los platos y ofrecieron sorbete en preparación para el próximo plato.
Misha dio unos mordiscos para limpiar su paladar antes de continuar.

—Mi familia busca cualquier oportunidad para organizar un evento. Esta


era otra razón más para vestirse elegantemente y socializar. Planificar todo en
pocas horas les dio una emoción inesperada a la que no están acostumbrados.
Cuando hayamos terminado con nuestra cena, continuarán las festividades. Si lo
deseas, puedes participar, pero te aseguro, gatita, que no tienes ninguna
obligación.

Me aparté el cabello.

—No quiero que tengan la impresión de que soy una participante


dispuesta en todo esto, Misha. Alojarme aquí solo reforzaría sus creencias de
que soy tu esposa. No es justo permitirles pensar eso.

Misha me observó atentamente antes de levantarse y señalarme hacia la


terraza de piedra.

—Gatita, sal conmigo un momento. Hay algo que deseo discutir contigo.
Dos sirvientes abrieron las puertas de cristal del piso al techo. Salimos a
una vista espectacular del lago Tahoe, azul profundo bajo la clara noche
estrellada. Cuatro chimeneas al aire libre calentaban el área a pesar del frío
helado. Seguí a Misha hasta el borde y también mi sombra, Emme. Volvió a
mirar atrás cuando la vio, pero su presencia de alguna manera logró deleitarlo.

—Sin ofender, pero no confío en ti. —Me crucé de brazos y también


Emme. Ella intentó parecer ruda, pero aun así no habría asustado ni al Puerco
Porky.

El brillo en sus ojos hizo que mi lugar feliz latiera de nuevo.

—Parecería que eres tú quien no confía en sí misma a mi alrededor. —


Una lenta sonrisa sensual apareció en su rostro. De repente, no hacía tanto frío
afuera. Misha cerró la distancia entre nosotros y se estiró para tocar mi cara. Me
balanceé un poco, hipnotizada por la magia vampírica que lo rodeaba,
amplificada por el misticismo del lago. No podía moverme. Mi cuerpo se hizo
cargo y empujó a un lado todo pensamiento consciente. Oh, no. No.

Emme tiró de su manga.

—Misha, para eso. —Él la ignoró y acarició mi mejilla. Ella estampó su pie
en el suelo, pero apenas lo escuché. Una nube extraña adormeció mis sentidos y
mi razón. Ella tiró de él con más fuerza—. ¡Dije ya basta!

Mi cara se derritió contra su mano y Emme entró en pánico. En lugar de


usar su fuerza para alejarlo, le dio unas palmadas en su mano y rompió la suya
en el proceso. Ella gritó y saltó de arriba abajo del dolor. Me asustó y me sacó
de mi estupor. La alcancé.

—¡Emme! ¿Estás bien?

Hank apareció y rodeó su cintura con el brazo para detenerla.

—Querida amor —le susurró al oído—. Cálmate, mi vida, cálmate. —Su


voz sedosa sonó tranquila, seductora. El cabrón nunca había usado un tono tan
gentil conmigo. Ni siquiera sabía que hablaba español. ¿Y qué fue toda esa
basura de “mi amor, mi vida”?

Las palabras relajantes de Hank le permitieron relajarse y concentrarse.


Usó su don para sanarse a sí misma. Aun así, una vez que lo reparó, Hank se
negó a soltarla. Podía oler el calor elevándose entre ellos y caminé hacia ellos
para romperlo. Misha me agarró de la mano y tiró de mí. Cuando me volví para
protestar, cayó de rodillas.

—¿Quééééé estás haciendo? —soné como si hubiera sido golpeada por


demasiadas bolas de relámpagos.

—La celebración de esta noche no fue solo por tu salud, mi amor.

Mis partes femeninas ya sensibles hormiguearon con cada palabra que


dijo.

—Ahhhhh.

La oleada de su poder y cualquier vínculo que hubiera creado al


permitirle alimentarse de mí amenazó con desintegrar mi ropa. No quería a
Misha. No lo amaba. Pero algo en mi mente se rompió y me robó mi voluntad.
Me incliné un poco de lado a lado, como un humano atrapado en la hipnosis de
un vampiro. Dulce Señor. Misha me tenía dentro de su control cerebral. Y no
había ni una maldita cosa que pudiera hacer al respecto. Mi alma gritó,
intentando luchar y recuperar el control.

Misha inclinó su cabeza, confundido por el aturdimiento en el que había


caído. Los vampiros no podían controlar a otros preternaturales y, sin embargo,
me tenía muy bien. Sus ojos se abrieron por completo cuando comprendió que
había sucumbido a su poder. Pasó una mano frente a mi cara. Y solo así, mi
voluntad regresó y el chisporroteo recorriendo mis regiones femeninas se
disolvió.

Besó mi mano, sus suaves iris grises encontrándose con los míos.

—Celia, la otra noche, casi mueres por mí. Lo hiciste no porque estás
atada a mí por la sangre, sino por el tipo de ser que eres. —Su mirada recorrió
la longitud de mi figura—. Sé que tu cuerpo está listo para rendirse ante mí. —
Suspiró—. Pero también reconozco que tu corazón no. Cuando estés lista, en
corazón, alma y cuerpo, estaré esperando.

Misha se levantó y sostuvo mi rostro en sus manos. Sus ojos brillaron con
lágrimas a medida que estudiaba mi rostro. El deseo que había sentido
momentos antes parecía como algo en un sueño imposible. Al ver el alcance de
su gratitud, fue todo lo que pude hacer para no llorar.

—Gracias, Celia, por entrar a mi mundo. Gracias… por salvarme la vida.


Misha me tomó en sus brazos y me abrazó. Le devolví el abrazo con
afecto recién descubierto.

Me tuvo a su alcance para tomar. Y en su lugar, me liberó, eligiendo


demostrar su amor.
Capítulo 25
—Entra, Liam. Te prepararé algo de comer.

H
abía planeado una cena temprana con Aric en nuestra casa en
Dollar Point. Me sorprendió encontrar a Liam en forma de lobo
acostado en nuestro porche. Sus orejas caían contra su cabeza y
apenas parpadeó en mi dirección. La barandilla hacía poco para ocultarlo. Como
no vi ninguna patrulla policial o vehículo de control de animales, supuse que los
vecinos no habían notado al lobo con el corazón roto de 204 kilogramos
descansando en nuestra puerta.

Levanté el encantamiento que Aric me había dado, cortesía de la bruja


líder de Tahoe. El guijarro simple fijado a una cuerda de cuero con alambre
zumbó, liberando la guarda protectora alrededor de la casa de modo que
pudiera atravesar la puerta. Mis músculos se relajaron un poco. Las semanas
que habían pasado habían sido tranquilas. No hubo intentos ni amenazas
contra mi vida, pero eso no significaba que bajara la guardia. Miraba sobre mi
hombro en público constantemente, observando y esperando a que apareciera
mi némesis. Él o ella estaba ahí afuera.

Aric tenía razón. Virginia no podía haber actuado sola.

Liam me siguió. Respiré el aroma acogedor de mi hogar. Se sentía bien


saber que aún podía estar a salvo aquí.

Liam dio un empujoncito en mi cadera, recordándome su presencia.


Ajusté la bolsa de comestibles en mi brazo y lo conduje a la cocina. Le arrojé
cuatro filetes grandes a la parrilla y cocí unas papas al vapor, luego me puse a
preparar el asado que planeaba tener con Aric. Antes de que los lobos nos
conocieran, todo lo que comían era carne y papas. Con el tiempo, sus gustos se
ampliaron al comer nuestra cocina ecléctica. Basado en el estado abatido de
Liam, hoy no era un día de pimientos rellenos.
Liam gimoteó cuando terminé de preparar su almuerzo. Me detuve para
acariciar su peluda cabeza marrón.

—Sé que extrañas a Emme. Ella también te extraña.

Liam me dio un ladrido indignado.

—También te extraña. Esta fue una decisión muy difícil para ella.

—Grrr.

—No te pongas de mal humor, Liam. Puede que no me creas, pero parte
de la razón por la que rompió contigo es porque te ama.

—Woof.

Suspiré.

—Liam, no ser tu alma gemela la asusta y le rompe el corazón. Al dejarte,


te está dando la oportunidad de encontrar a tu pareja destinada. Si eso no es
amor, no sé lo que es.

—También la amo. Es estúpido que estemos separados.

Liam se paró frente a mí. Humano y desnudo. Salté tan alto que casi dejo
caer el tazón de papas que estaba machacando. Aparté mi mirada.

—No es estúpido si vas a dejarla algún día por otra persona.

—¡No voy a dejarla por otra chica!

—¿Incluso si esa chica es la compañera de tu lobo? —Liam se calló y


cerró la boca con fuerza—. Sé que amas a Emme tanto como puedas en este
momento. Pero también sé que al final puede que no sea suficiente. No quiero
que salga lastimada, Liam. Y sé que tú tampoco quieres eso.

Me arrastró en un fuerte abrazo.

—Pero la quiero de vuelta.

—Um, Liam…

—Es mi ángel, Celia. Nunca he conocido a nadie como ella.

—Liam, yo…
—¿Sabes que nunca besaba a los chicos en la primera cita?

—Sí, pero…

—Nos besamos la misma noche que nos conocimos e hicimos el amor


contra un árbol unos días después.

Era demasiada información.

—Eso es estupendo. Deberías…

— ¿No dice eso cuánto nos queremos el uno al otro?

—Um, yo…

—Y solo mejoró a partir de ahí. La amo, Celia. —Me abrazó más fuerte
contra su pecho y sus partes masculinas—. En serio lo hago.

Intenté respirar… y evitar estremecerme.

—Lo siento mucho, Liam. Pero tal vez deberías ponerte ahora unos
pantalones. El almuerzo está listo.

La fuerte voz áspera de Chad Kroeger cantaba suavemente a través de mi


iPhone mientras me ponía un vestido burdeos ajustado al cuerpo. Mis párpados
bajaron y suspiré suavemente al oír unos pasos familiares subiendo las
escaleras. Aric entró en mi habitación con un hermoso ramo de flores. Un suéter
azul oscuro abrazaba los músculos extra grandes de su pecho y brazos, y sus
pantalones color canela recubrían una retaguardia en la que no podía esperar
para poner mis manos. Él sonrió y apartó su largo cabello oscuro de sus ojos,
sabiendo perfectamente que me volvía loca. La distancia entre nosotros
desapareció rápidamente.

—Te ves hermosa —susurró.


—Gracias, amor.

Aric me entregó las flores y dio un paso hacia mi sistema de música.

—Buena canción. —Jugó con la lista de reproducción hasta que encontró


la que buscaba—. Esta es mejor.

Una guitarra retumbó en los altavoces cuando Aric me enfrentó una vez
más. Tomó mis flores y las dejó en el tocador, luego me acercó a él, rodeando
mi cintura mientras mis brazos se deslizaban alrededor de su cuello. Nuestros
cuerpos se balancearon, moviéndose a la melodía evocadora de “Into the
Mystic”.

Solo se necesitaron las primeras palabras para que el calor se elevara


entre nosotros.

—Eres bastante romántico, ¿verdad, lobo? —Me respondió con un beso


muy lento y sexy, dándole la atención que merecía. Gemí, alentando sus manos
a vagar por mi falda. Gruñó profundamente cuando descubrió mi liguero
escondido debajo de la tela elástica. La vibración en su garganta me envió a una
picada de anhelo. Nuestra pasión aumentó. Aric prácticamente me arrancó el
vestido y lo estrangulé a medias cuando intenté desvestirlo. Nuestras manos se
movieron rápidamente. Para el momento en que mi sujetador tocó el suelo, su
boca encontró mis senos. Mis gruñidos de placer se convirtieron en gritos
cuando sus manos vagaron entre mis muslos.

Me recostó en la cama, rechazando mi toque, para saborear mi cuerpo. Vi


su cabeza girar en círculos a medida que exploraba mi región más tierna.
Lágrimas de felicidad corrieron por mi cara. Lo quería y se lo dije. No me
soltaría. Su degustación se tornó más frenética cuando llegué al clímax. Al final,
me alzó de la cama.

Hicimos el amor de pie, en mi silla de cuero, contra el tocador. Sus


movimientos fueron duros y rápidos, y su rostro hizo muecas de deseo y placer.
Cada pizca de emoción en su hermoso rostro me animó a acercarme. El sudor
goteaba por ese pecho perfecto mientras gruñía, quejaba y gemía. Pero cuando
apreté y lo forcé más profundamente dentro de mí, rugió.

Nos derrumbamos en nuestra cama.

—Soy el rey de los orgasmos. —Respiró contra mi cuello, imitando la voz


de Darth Vader—. Alábame.
Me reí y lo atraje contra mí. Se sentía irreal acostarse con él en nuestra
cama. Continuamos besándonos mientras él jugaba con mis senos. Maldije en
mi cabeza cuando sonó la alarma de mi teléfono celular recordándome que era
hora de volver a la cocina. Aunque no quería, terminé nuestro beso.

—Vuelvo enseguida, amor.

Aric me apartó el cabello a un lado y besó mi cuello cuando intenté


envolver mi bata sedosa a mi alrededor.

—¿A dónde vas?

—Tengo que terminar la cena.

Me quitó la bata y pasó su lengua por mi espalda. Me estremecí.

—Quédate conmigo —dijo entre lamidas—. Vamos a ordenar algo.

Lo enfrenté para darle un corto beso dulce.

—Quiero hacer algo especial para ti.

—Lo acabas de hacer —respondió con su voz de dormitorio.

Los dolores de nuestro encuentro sexual palpitaban de la manera más


deliciosa posible. Sonreí y aparté su cabello de sus ojos.

—Para mí es importante que compartamos una sensación de normalidad.


De lo contrario, nuestras vidas parecen demasiado caóticas. Déjame hacer esto
por ti, y por nosotros.

Cerró sus ojos y respiró profundo antes de besar mis labios.

—Está bien.

Me puse la bata nuevamente y salí de la habitación. El olor del asado


llenaba la casa, pero no era lo suficientemente fuerte como para camuflar el
aroma de Aric o el aroma de nuestra intimidad. Y me alegré de eso.

Mientras colocaba el queso brie horneado en un plato para servir, una


mirada malvada cayó sobre mí. Salté. La señora Mancuso me fulminaba con el
ceño fruncido desde la ventana de su cocina.

Tenía el cabello alborotado a lo grande y mordidas de amor cubrían mi


cuello, pero no tenía que parecer tan enojada. Eché un vistazo hacia abajo,
dándome cuenta de que tenía expuesto mi seno izquierdo. Lo cubrí
rápidamente, solo para que la señora Mancuso me recompensara con un dedo
medio rígido.

Aric apareció detrás de mí y besó la base de mi oreja.

—Dijiste que volverías enseguida. —A diferencia de mí, no se había


molestado en cubrir su cuerpo desnudo. Me abrió la bata y acunó mis senos
antes de que pudiera detenerlo.

—¡Aric! ¡La señora Mancuso nos está mirando!

La piel del cuello de la señora Mancuso rozó el alféizar de la ventana


cuando su boca cayó abierta. Hablando sobre querer morir. Aric simplemente
sonrió y saludó. Lo alejé de la ventana antes de que pudiera captar su reacción.
Los dos seguíamos riendo cuando volvimos a nuestra habitación.

Le conté a Aric sobre la visita de Liam durante nuestra cena a la luz de las
velas.

—Sí, apesta lo suyo con Emme —dijo—. Es una gran chica. No puedo
imaginarlo con nadie más.

—¿Hay alguna posibilidad de que ella aún pueda ser su compañera?

Aric terminó de llenar mi copa de vino y colocó su mano sobre la mía.

—No. Su lobo ya le habría dicho si lo fuera.

Giré mi palma para unir nuestros dedos.

—¿Por qué no se lo dijo antes? ¿O romper con ella antes de que las cosas
se pusieran tan serias entre ellos?

—Porque Liam la ama y quiere seguir estando con ella. Simplemente no


es suficiente. Por mucho que ame a Emme, palidecerá en comparación con
cómo se sentirá hacia su compañera.

No quería tener razón sobre ellos, pero supongo que así era. Me
concentré en nuestras manos juntas. Aric y yo teníamos algo tan especial. Emme
también necesitaba tenerlo.

—Si él no fuera un were, ¿crees que lo habrían logrado?


—Sí, más que probable. La mayoría de los humanos nunca llegan a tener
el tipo de relación que comparten Liam y Emme, y aun así se casan y les va bien.
Pero es un were y los weres necesitan a sus compañeros. —Soltó mi mano para
darme un bocado de mi plato—. A veces los compañeros tardan años en
encontrarse. Puede que no siempre estén al tanto, pero sus bestias internas lo
están constantemente. Antes de que comenzara la guerra, la mayoría
encontraba a sus compañeros en algún momento de sus vidas. —Aric se frotó
sus ojos. Pareció tan cansado entonces, como si la mera mención de la guerra lo
agotara—. Perdimos muchos weres. Temo que la mayoría no se encontrará con
sus pareja hasta el más allá.

—¿Y si la compañera de Liam ya no vive? Sería triste si él nunca se casa o


tiene una familia.

Aric me contempló con un destello de tristeza.

—Sería peor si la compañera de Liam existe y Emme y él se casan


eventualmente. Ha habido múltiples casos de cuando el lado humano de un
were se ha cansado de buscar a su pareja y establece una relación con otra. Los
resultados han sido desastrosos para los weres y sus familias cuando descubren
a sus compañeros después del hecho. La mayoría de los weres dejan a sus
cónyuges desconsolados. Algunos se mantienen libres de obligaciones, viviendo
una vida de miseria por su deseo de estar con su compañero.

Me quedé mirando mi plato.

—Esto casi nos pasó a nosotros, al ser obligados a separarnos. Uno


pensaría que a los Antiguos les importaría dejar tanta devastación emocional.

Aric se recostó en su asiento.

—Durante años no tuvieron que preocuparse tanto. Los weres se habían


vuelto abundantes. La guerra lo cambió todo. Ahora se centran en mantener la
especie. Los Antiguos no están hechos de piedra, Celia. Pero no permitirán que
sus emociones interfieran con lo que creen que debe hacerse.

Entendía el razonamiento de los Antiguos. Demonios, en su lugar


probablemente habría tomado las mismas decisiones. Las circunstancias
rodeando mi crianza nunca me permitían ser egoísta. Todos y todo venían antes
que mis propias necesidades y felicidad. Pero al elegir continuar mi relación con
Aric, estaba siendo egoísta. Quizás es por eso por lo que las punzadas de culpa
me hicieron difícil terminar mi comida.

—Aric, ¿crees que no deberíamos…?

La respuesta de Aric fue severa.

—No, Celia. No hay duda de que deberíamos estar juntos. No puedo y


no estaré con nadie más. Seguiré resguardando la tierra. Pero no te abandonaré
por eso.

Creía en sus palabras. Y deseaba lo mismo. Pero a veces los obstáculos


que enfrentamos hacían que nuestra relación pareciera imposible de mantener.
Debe haber sentido mi preocupación, porque cambió de tema rápidamente.
Cuando terminamos nuestro postre, nos reíamos de nuevo.

Aric me llevó al sofá y me colocó en su regazo. Frotó su nariz contra la


mía.

—Debí haberte dicho que te amaba mucho antes de esto. Si hubiera


escuchado a mi lobo, estaríamos casados ahora. Nada podría haberse
interpuesto entre nosotros.

Mi mano se deslizó sobre su pecho.

—¿Tu lobo te dijo que te casaras conmigo?

Se rio entre dientes.

—No, pero me aulló que eras mi compañera ese día que nos conocimos
en la playa. No sabía qué demonios había pasado. Había escuchado historias de
compañeros reconociéndose entre sí… una mierda sobre mirarse el uno al otro
a través de una habitación llena de gente. Siempre los descarté como
exageraciones de mierda. —Sacudió su cabeza como si intentara despejarla—.
Nunca esperé eso, demonios, nunca te esperé. Todo sobre ti me llamó la
atención de inmediato: tus ojos, tu cara, tu cuerpo, tu aroma, pero cuando me
mostraste esa sonrisa sexy fue todo lo que pude hacer para contener a mi lobo.
Él quería perseguirte. Solamente no quería parecer un acosador.

Eché la cabeza hacia atrás riendo.

—Aric, ni siquiera sabes lo patética que fui después de conocerte. A veces


corría por la playa tres veces al día, esperando verte una vez más. Un día corrí
cinco veces. —Extendí mi mano—. Cinco veces. Solo para verte con esa were
mujerzuela unos días después.

Una chispa iluminó los ojos castaños claros de Aric.

—Había concertado una cita con ella antes de verte. Solo la mantuve
porque mis Guerreros me obligaron.

—¿Te obligaron? Lo dudo. —Sonreí—. Vi cómo se veía y qué llevaba


puesto.

La mano de Aric se deslizó sobre mi rodilla.

—Pensaban que algo estaba mal conmigo. No podía concentrarme y


apenas podía juntar dos palabras. Empecé a creerles. Luego te volví a ver y eso
aplastó cualquier duda que quedara.

Entonces me besó, sus labios suaves y su sabor dulce tan acogedor como
la primera vez que nos tocamos. Ambos respirábamos pesadamente cuando
finalmente se apartó para pasar sus labios sobre mi cuello.

—Mi padre me dijo que pasaría por muchas mujeres. Me advirtió que no
me casara hasta que encontrara a mi compañera. No me explicó cómo te
encontraría; solo sabía que lo haría. —Su mano vagó más arriba por mi muslo.
Gruñó cuando sus dedos encontraron la correa de mi liguero. Estaba tan
excitada que no sabía si sería capaz de parar—. Tenías que ir y ponerte esto,
¿no?

Jadeaba fuertemente pero me obligué a mirar el reloj. Mi corazón se


esforzaba por latir.

—Es hora —susurré.

Aric jugó con el encaje.

—La manada puede prescindir de mí esta noche.

Froté mi rostro contra el suyo.

—No, no pueden, Aric.

Su mano se apretó alrededor de mi muslo. Luego, muy lentamente, me


soltó. Me levanté, abrazándolo estrechamente cuando se enderezó. Apretó su
agarre y colocó su barbilla sobre mi cabeza.
—No debería tener que ser así. Deberíamos estar juntos toda la noche.

—Lo sé.

Nos besamos por última vez antes de finalmente alejarnos. Agarré mi


bolso, flores y llaves. Aric me acompañó hasta el auto. La guarda zumbó detrás
de nosotros cuando pasamos por ella, frotándose contra los pequeños vellos de
mis brazos y haciéndome saber que estaba lista para explotar cualquier cosa
amenazadora si se acercaba.

Aric me mantuvo detrás de él a medida que escaneaba el área. Los ojos


de mi depredadora reemplazaron los míos, buscando como él cualquier cosa
que acechara en la oscuridad. Al salir de mi casa, estábamos dejando nuestro
escape de nuestras preocupaciones. Afuera, la realidad de mis luchas de vida o
muerte, y sus demandas como purasangre resurgían con una represalia.

Abrió la puerta del auto de Ying-Ying y esperó a que entrara.

—Te seguiré de vuelta al campamento de vampiros. Si sientes algo


inusual, enciende tus luces.

—Lo haré.

Aric me observó por un momento antes de cerrar la puerta.

—Feliz día de San Valentín —dijo en voz baja.

—Feliz día de San Valentín, amor.


Capítulo 26
S
onó el teléfono de Aric.

Estaba en toples y su mano estaba dentro de mis pantalones.

El teléfono de Aric volvió a sonar, una y otra vez.

Los Antiguos lo estaban llamando, pero parecía que no podía parar.


Estoy segura de que no ayudaba que estuviera gritando como un alma en pena
y retorciéndome, habiendo perdido todo el control.

Terminé. Por un momento, solo hubo el sonido de nuestros corazones


palpitantes y nuestras respiraciones desiguales. Las ventanas de la Escalade de
Aric estaban empañadas y había excavado agujeros en sus asientos de cuero
con mis garras.

Su teléfono volvió a sonar. Mis labios se deslizaron sobre los suyos.

—Necesitamos más tiempo.

Aric gruñó.

—Siempre necesitamos más tiempo.

Se levantó de mí y abrió la puerta. Vislumbré la nieve cayendo con fuerza


antes de que cerrara la puerta.

Aric y yo apenas nos habíamos visto en las últimas semanas. Los


Antiguos lo enviaban continuamente a misiones o lo mantenían ocupado en la
Guarida. Sospechaban de nuestra relación y estas maniobras solo servían para
mantenernos separados.

Mi mano se deslizó por mis senos, aún húmedos por la transpiración del
calor de Aric. Estábamos estacionados en el bosque en la base de Squaw Valley
nuevamente. No me importaba demasiado; era importante ver a Aric de
cualquier forma que pudiera.
Lo que sí me importaba eran las llamadas de Anara y cómo afectaban a
Aric.

—No es asunto tuyo dónde estoy o con quién estoy, Anara. Soy un líder,
no tu maldito sirviente.

—Cuida tus palabras, muchacho —espetó Anara en el otro extremo de la


línea—. Sigo siendo tu Antiguo, ¿o tal vez lo has olvidado? —Aric intentó
reprimir sus gruñidos, pero el lado de su bestia amenazaba con tomar el
control—. Vuelve a la Guarida ahora. O enfrenta las consecuencias de tu
insubordinación.

Anara colgó. Aric explotó en una serie de maldiciones y gruñidos.


Cuando volvió a entrar, la nieve derretida le caía por la cara y pecho desnudo.
Estaba tal como me había dejado: parcialmente desnudo, sudando y jadeando.
Se inclinó sobre mí, y a pesar del frío afuera, su piel se sintió cálida.

—Tengo que irme, dulzura.

Mis ojos recorrieron la longitud de su pecho duro. Su entusiasmo al


escuchar mis gritos seguía siendo obvio. Toqué el exterior de sus jeans
ligeramente.

—¿No puedes dejarme complacerte, aunque sea un poco?

Aric tragó con fuerza y sus ojos castaños claros fulguraron con ardor.

—No será suficiente. Necesito tomarte por completo.

Desabroché sus pantalones y metí mi mano, mis ojos volviendo a


encontrarse con los suyos.

—Entonces hazlo.

Aric perdió el control. Me arrancó los jeans y las bragas con un solo
movimiento. Entró en mí, empujando salvajemente. Llegué al clímax
rápidamente a medida que gruñía mi nombre. Fue brusco, duro… y asombroso.
Todo el auto se sacudió salvajemente cuando explotó dentro de mí.
El golpe en la puerta de la casa de huéspedes me salvó de explicarle a
Emme lo que estaban haciendo mis jeans en la basura… y por qué estaban
desgarrados por la mitad. Aric se había disculpado después por “dejarse llevar”.
Dejé en claro que jamás tenía que disculparse por tener sexo alucinante.

Abrí la puerta para encontrar a Misha con Tim y Hank directamente


detrás de él. Misha dio un paso adelante.

—Gatita, nos necesitan en la Guarida. El asunto es de tremenda urgencia.


—Miró más allá de mí a donde Emme había estado vaciando la basura—.
Querida, tu presencia también es solicitada.

Aferré el pomo de la puerta abierta. Mi primera suposición era que Anara


había descubierto mi cita con Aric. Pero por otro lado, eso no tenía sentido. Que
Misha y también mi hermana fueran convocados significaba que la Tribu había
atacado una vez más. Salimos de la casa de huéspedes y seguimos a los
vampiros al BYTEME Hummer.

Ninguno de nosotros habló en el viaje a la Guarida. Misha parecía


inusualmente distante a pesar de mantener su enfoque en mí.

—¿Sabes qué está pasando?

Se inclinó hacia adelante, frunciendo el ceño ligeramente.

—No. Solo que es posible que no pueda protegerte de lo que viene.

Emme jadeó. Intenté sonreír tranquilizadoramente.

—¿No es esta la razón por la que me has entrenado? De modo que, ¿no
necesitaría protección?

Misha me contempló de cerca.

—No es la única razón —respondió en voz baja.


Para el momento en que llegamos, Misha nos agarró de las manos y nos
condujo rápidamente al edificio principal y a una gran área de reuniones. El
gran espacio abierto me recordó a una habitación familiar inmensa. Una gran
estantería comprendía una pared, llena de viejas novelas encuadernadas en
cuero, mientras que el opuesto estaba hecho casi completamente de vidrio con
vistas magníficas de la puesta de sol. Unos sofás rojos de felpa se envolvían
alrededor de una gran chimenea de granito. Pero nadie se sentaba. Todos
estaban de pie y la tensión espesando el aire probablemente los mantendría así.

Mis hermanas y los lobos ya estaban presentes junto con Tye y los
Antiguos. Su presencia no me sorprendió. Uri lo hizo. También me sorprendió
ver a Bren y Danny. Anara se negaba a reconocerlos como Guerreros de Aric y
nunca les permitía asistir a ninguna reunión. Dios, ¿qué pasó?

Aric fulminó a Misha con la mirada cuando lo atrapó sosteniendo mi


mano. Solté la mano de Misha lo más sutilmente posible. Misha le sonrió a Aric,
le guiñó un ojo y luego me pasó el brazo por los hombros. Le di un codazo.

—No lo antagonices, Misha.

Taran y Shayna se deslizaron a nuestro lado. Sus hermosos rostros


fruncidos con miedo y preocupación.

—No va a gustarte esta mierda —murmuró Taran.

Martin nos reconoció con una ligera inclinación de cabeza y habló.

—Gracias a todos por acompañarnos. Tenemos noticias desafortunadas


sobre las que debemos actuar. El agotamiento de sus números ha obligado a la
Tribu a tomar medidas más desesperadas. En un esfuerzo por destruirnos, los
más formidables de la Tribu han intentado despertar a Ihuaivulu. —No sabía
quién o qué era Ihuaivulu, pero a juzgar por los rostros sombríos de Uri y los
Antiguos, la noticia era peor de lo que podía haber imaginado. Martin hizo un
gesto a Aric—. Por favor, pídele a tu Guerrero que explique.

Aric miró a Danny y le indicó bruscamente que avanzara.

—Adelante, Dan.

Danny se quedó donde estaba, temblando. Esperamos, pero él no habló


ni se movió. Aric asintió alentadoramente. Aún no pasó nada. Bren le dio a
Danny lo que probablemente pretendía ser un empujón suave.
Desafortunadamente, lo envió volando hacia adelante. Tropezó y se deslizó por
el piso de madera pulida y apenas falló en chocar contra Anara.

Koda lo agarró por el cuello y lo levantó antes de que ninguno de


nosotros pudiera parpadear. Danny no era más que un completo desastre
agotado. El sudor goteaba por su cuerpo tembloroso como si estuviera
luchando contra la gripe. Si es así, la gripe estaba ganando. Se aclaró la
garganta varias veces antes de hablar finalmente.

—Un volcán Chaitén hizo erupción recientemente después de estar


inactivo durante un milenio. Me pareció sospechoso teniendo en cuenta que se
dice que este mismo volcán alberga a Ihuaivulu, un demonio de siete cabezas
que escupe fuego. —Se detuvo para limpiarse las manos contra los
pantalones—. Traje mis preocupaciones a Aric. Pensó que valía la pena
investigar y alentó a la Alianza a enviar espías a la Patagonia…

—¿Dónde diablos es eso? —murmuró Bren. Me alegré de que


preguntara. La geografía y yo éramos enemigos mortales.

Danny recuperó su confianza: los asuntos académicos tenían ese efecto


en él. Sonrió.

—La Patagonia es una región que abarca Chile y Argentina, ahí es donde
se encuentra Chaitén. Nuestros espías descubrieron que la Tribu encontró
escrituras para despertar al demonio. —Entonces dejó de sonreír—. Es por eso
por lo que el volcán hizo erupción. Han despertado a Ihuaivulu.

Se me secó la boca. ¿Despertaron a un demonio de siete cabezas que


escupe fuego? ¿Estaba bromeando?

Misha se puso rígido junto a mí.

—¿Podemos detener el ascenso del demonio?

Danny sacudió la cabeza.

—Llegamos demasiado tarde. Ihuaivulu ya ha atravesado la primera parte


de la montaña.

Bren extendió sus manos.

—Espera, ¿dijiste que atravesó una montaña? —Danny asintió—. ¿Qué


tan grande es este imbécil?
Danny se rascó sus rizos alborotados.

—No estoy seguro. ¿Tal vez del tamaño de un edificio de oficinas


promedio?

Mi corazón dio un vuelco, luego unos cuantos más. Un demonio de siete


cabezas le haría eso a un gran volumen.

—Entonces, ¿podría ser más grande? —pregunté.

Danny asintió y Taran maldijo como un marinero. A nuestro alrededor, la


manada de lobos gruñó. Aric dio un paso adelante.

—¿Cómo matamos a Ihuaivulu?

—No puede ser asesinado, Aric.

Emme se removió a mi lado y tomó mi mano. Estaba asustada, con toda


razón. Un monstruo aterrador que no podía morir acababa de despertar de su
sueño. Apreté su mano con fuerza.

—Entonces, ¿qué podemos hacer? —pregunté, esperando que hubiera


algo.

—Hay dos rocas antiguas llamadas las Piedras Sagradas de Mughal.


Ambas necesitan golpear a Ihuaivulu al menos una vez.

Gemini se frotó su perilla.

—¿Necesitan golpear al mismo tiempo o en la misma área?

—No, pero la segunda debe golpearlo dentro de las veinticuatro horas


después de la primera. La primera piedra solo pretende debilitar a Ihuaivulu. La
segunda lo obligará a volver a un estado latente durante al menos el próximo
milenio.

—¿Sabemos dónde encontrar las piedras de Mughal? —preguntó Bren.


Se rio un poco entre dientes cuando pensó en lo que acababa de decir. Eso le
valió una sonrisa de Makawee y una mirada sucia de Anara.

—Los miembros de Tribu que realizaron el despertar están vigilando una


en Chaitén, creyendo que pueden controlar al demonio con ella. —Sacudió la
cabeza—. Pero no pueden. Nadie puede.

—Dan, ¿dónde está la otra piedra? —preguntó Aric.


—Está en el cráter de Ngorongoro en Tanzania. Deben almacenarse muy
separadas, en continentes separados, de lo contrario, explotan como bombas
atómicas si no se usan para su propósito. La Tribu está intentando localizar la de
Tanzania para así ocultárnosla. Pero el mapa que describe su ubicación está
escrito en el antiguo Mapudungan y es difícil de traducir. Según lo que
descubrieron los espías, creo que tienen la ubicación incorrecta. Y eso nos da
tiempo para encontrar la segunda piedra.

Le sonreí a Danny. Ni siquiera podía repetir el nombre del idioma que


mencionó. Pero sabía que él podía, y mucho más.

—Sabes dónde está la segunda piedra.

La obsesión de Danny con la magia, los mitos y los idiomas antiguos


estaba valiendo la pena. Levantó su barbilla con toda la gloria de los
investigadores frikis.

—Sí, Celia. Sé exactamente dónde está.

Makawee ladeó su cabeza, inclinándose respetuosamente.

—Bien hecho, joven Daniel.

Martin se enfrentó a Aric.

—Llevarás a tus Guerreros a Chaitén y obtendrás la primera piedra.

Uri a su vez se dirigió a mí.

—Celia, contamos contigo para localizar la segunda piedra. El joven


Daniel te acompañará. Los Antiguos también acordaron enviar uno de sus weres
más feroces contigo para ayudarte en tu búsqueda.

Miré a Koda, Gemini y Liam, esperando que fuera uno de ellos. No esperé
ni me alegró ver a Tye dar un paso adelante, con su hoyuelo desplegado y todo.

—¿Qué pasa, palomita? No puedes ir a África y no tener un poco de


acción de león.

—No —gruñeron tanto Aric como Misha a la vez.

—No estamos pidiendo su permiso o consejo —les espetó Anara—. Este


es el plan, lo quieran o no.
Makawee puso su mano sobre el hombro de Aric mientras él continuaba
gruñendo.

—Tye ha sido elegido en base a sus habilidades de lucha y sus muchos


talentos. Está entre nuestros miembros de la Alianza más valiosos y sin duda
será un gran activo para Celia.

La evidente desaprobación de Misha entró en la habitación como una


brisa… una brisa realmente molesta, posiblemente menopáusica.

—Insisto en acompañar a Celia.

Uri ajustó su ridícula capa de ópera sin molestarse en reconocerlo.

—No —dijo simplemente.

—Entonces uno de mi familia, Gran Maestro.

Bueno, ahora me imaginaba caminando por las llanuras de África con las
Colegialas Católicas a cuestas. No era una imagen muy bonita. Tampoco lo fue
la forma en que Misha siguió discutiendo con Uri.

La mirada de Uri se suavizó, para mi alivio. Las acciones de Misha podrían


haber sido interpretadas como un desafío. Pensé en el alcance del poder de Uri.
Si tenía un alma o no, no estaba segura de que Misha pudiera con él. Uri agarró
los hombros de Misha.

—Hijo mío, ningún vampiro acompañará a Celia en su viaje. Pueden


pasar muchos días sin ningún contacto humano. No me arriesgaré a que
ninguno de nosotros adquiera sed de sangre, ni puedo permitir que los de la
expedición sean utilizados como alimento. Esa es mi orden final.

Aric fulminó a Tye con la mirada, con suficiente resentimiento como para
arder.

—Celia no puede ir solo con Danny y… él. No sabemos a qué se


enfrentará y su seguridad es de enorme importancia.

Anara lo miró fijamente a los ojos.

—Celia puede llevar a cualquier miembro adicional de la Alianza que


quiera… excepto a ti.

Taran se echó su cabello hacia atrás.


—No necesita a los miembros de la Alianza. Tiene a sus hermanas.
Nosotras iremos con ella.

Sus lobos se tensaron. Koda y Gemini parecieron a punto de cambiar. Los


músculos de sus caras se crisparon, pero ambos lograron mantener el control.
Comencé a objetar, solo para que Makawee interrumpiera con su suave voz
tranquilizadora.

—Taran, admiro profundamente tu amor por tu hermana y te pido


perdón por la petición que debo hacerte. —Taran relajó su postura, ya sea por
respeto o por sorpresa, no estaba segura. Solo sabía que Makawee parecía
apreciar su postura menos desafiante cuando continuó—. Quiero pedirte que te
unas a Aric y sus Guerreros en su misión a Chaitén. Hemos descubierto que uno
de los miembros de Tribu que custodia la piedra sagrada es una bruja
extremadamente poderosa. Si bien nuestros Guerreros están dotados de
muchas maneras, la hechicería los elude, y también el fuego. El demonio
empuña la llama como arma. Temo que necesitamos un portador de fuego
entre los nuestros para ayudarlos. Serías una ventaja tremenda, y no tengo
dudas de que, con Gemini como compañero, no te harán daño.

Taran miró de mí a Gemini, su expresión desgarrada era obvia en la


forma en que nos acogió. Me negué a permitirle que eligiera entre nosotros.

—Ve, Taran. Si vas a hacer esto, es mejor que estés con Gemini.

Emme se retorció las manos nerviosamente. Era raro que las cuatro no
peleáramos juntas como familia. Aun así, ella reconocía la necesidad del poder
de Taran en el equipo de Aric. Intentó sonreír a pesar de su preocupación
evidente. Shayna pasó un brazo alrededor de Taran.

—Ve con ellos, colega. Nos mantendremos a salvo las unas a las otras.

Taran sobresalió su barbilla.

—Está bien, Makawee. Acompañaré al equipo de Aric. Pero solo si Celia


puede llevarse a otro de sus Guerreros.

El rechinar de dientes de Anara dejó en claro que la solicitud de Taran


estaba fuera de lugar. Pero a ella no pareció importarle, y a Koda tampoco. Dio
un paso adelante y se inclinó.
—Grandes Antiguos, pido respetuosamente acompañar al equipo de
Celia. Shayna es mi compañera y me gustaría garantizar su seguridad y la de su
familia.

—No —respondió Anara con rigidez—. Solo te distraerá de tu objetivo.

Los tumultuosos ojos oscuros de Koda fulguraron con volatilidad. Aric lo


tomó del brazo. Sus acciones, aunque asertivas, hicieron poco por silenciar a
Koda.

—¿Permites que Gemini esté con Taran, pero no me permitirás estar con
mi esposa?

El sonido de los lobos aullando siguió al aumento en el poder y la ira de


Anara.

—Gemini tiene la capacidad de dividirse en dos lobos, uno que puede


continuar con la misión a toda costa y otro que puede proteger a su
compañera. A menos que de repente hayas desarrollado este don, vas a
acompañar a Aric.

—Anara, mi compañera…

—Miakoda, ella elige voluntariamente estar con su hermana. Nadie la


obliga a hacer nada. No escucharé más sobre este tema. —Como un interruptor,
la canción de los lobos terminó.

Pensé seriamente que Koda iba a atacar a Anara, y también


aparentemente Shayna. Dejó a Taran para abrazarlo. Él le devolvió el abrazo. Si
bien no calmó por completo su ira, lo calmó lo suficiente como para no hacer
un movimiento contra su Antiguo.

Un montón de palabrotas pasaron por mi cabeza. Maldición, odiaba a


Anara. Me devolvió la mirada con igual odio y probablemente un poco más.
Cualquier persona cuerda habría bajado sus ojos de inmediato. Era una pena
que a veces sintiera que la cordura estaba sobrevalorada.

—¿Hay algo que quieras decir, Celia?

Uri se colocó delante de mí. Retrocedí un poco cuando un toque de su


magia vampírica rozó mis hombros. Estaba flexionando su poder tanto por mí
como por los lobos, a pesar de su sonrisa engañosamente agradable.
—Déjala en paz, Anara —dijo—. Celia es familia y amiga.

—Entre otras cosas —agregó Anara con desdén. Aric bramó un horrible
gruñido, sacudiendo la pared de vidrio. Misha me tapó la boca y me arrastró
hacia la puerta cuando Anara se giró hacia Aric.

—¿Te atreves a desafiar a tu Antiguo?

Martin se interpuso entre Aric y Anara, su rostro oscuro retorciéndose de


ira.

—¿Esperas que Aric ignore una falta de respeto tan flagrante hacia su
compañera? Anara, suficiente de este comportamiento infantil.

El poder relajante de Makawee parpadeó y encerró a los lobos furiosos.


Sin embargo, fue a Aric a quien se dirigió específicamente.

—Aric, por favor, tranquilo.

Fue solo porque los gruñidos de Aric cesaron que permití que Misha me
llevara afuera. Me soltó una vez que llegamos a la amplia pasarela al pie de los
escalones de piedra.

—Anara solo se comporta de esta manera ya que se siente amenazado


por ti. No le des la satisfacción de saber que sus palabras te afectan tanto.

—No me importa lo que ese idiota piense de mí. Pero me importa cómo
trata a Shayna y Koda. Es como si su relación no importara. Es un matón y un
elitista, y no puedo soportarlo.

—No tienes que mantenerlo a tu favor. —Sonrió entonces—. Pero temo


que tu ira te impide ver que has encontrado el arma para eliminar al enemigo
que busca tu destrucción.

Me enderecé ante sus palabras, insegura de lo que quería decir. Entonces


recordé cuán desesperados se estaban poniendo los Maestros de Tribu, y cómo
los más fuertes entre ellos habían intentado despertar a Ihuaivulu.

—La piedra. ¿La que se supone que debo buscar? —Agarré a Misha—. Si
la consigo, puedo eliminar a la Tribu de una vez por todas.

—O, al menos, paralizarlos sin posibilidad de reparación. De cualquier


manera, puedes ver la destrucción de la Tribu y aquellos que la siguen. —El
humor de Misha se disolvió y su mirada se volvió contundente—. Esto
corrobora que fueron ellos los que intentaron matarte. Si habían planeado alzar
a Ihuaivulu, entonces sabrían que te enviaríamos a recuperar el elemento que
podría detenerlos.

Especialmente desde que Virginia me retrató como la pieza clave de los


vampiros. Saber que finalmente podría terminar esta guerra disparó mi deseo
de encontrar esa maldita piedra.

—Puedo hacer esto —dije en voz alta.

Me apartó el cabello de mis hombros.

—Sé que puedes.

La sonrisa de Misha y su muestra de afecto me incomodaron. Capté los


olores de Shayna y Koda y lo usé como una excusa para apartarme de Misha. Se
sentaban cerca de una de las chimeneas al aire libre en el enorme porche
abrazándose. Koda acariciaba la coleta de Shayna de modo que los largos
mechones se deslizaran entre sus dedos. Por la forma amable en que le
mostraba afecto, nadie sospecharía con qué facilidad podía matar.

—No quiero que vayas con Celia —dijo—. No sabemos lo que


encontrarán y no puedo concentrarme si estoy preocupado por ti.

Shayna sonrió, pero su sonrisa carecía de su brillo habitual.

—Cachorrito, no puedo sentarme mientras tú y Celia están fuera, como


tampoco tú podrías. Prometo que tendremos cuidado.

—Nena, es más que eso. Quiero estar contigo.

Shayna continuó sonriendo a pesar de la lágrima que se deslizó por la


mejilla.

—Me encantaría pelear junto a ti. Si no fuera por ese perdedor…

Koda la interrumpió con un beso. Es probable que su intención original


fuera evitar que insultara a Anara a poca distancia. Sin embargo, el beso se
convirtió en algo más… mucho más. Mi propia temperatura aumentó
considerablemente cuando Koda tomó a Shayna en sus brazos y desaparecieron
para despedirse apropiadamente.

Misha apoyó sus labios cerca de mi oreja.


—Veo que la pasión está arraigada en la familia Wird.

Me alejé unos pasos de él.

—Ya basta, Misha.

El aroma a lupino enojado me hizo echar un vistazo hacia la parte


superior de los escalones donde se encontraba Aric. Se acercó de inmediato y
me entregó una pila de documentos sin mirarme a la cara.

—Estos son sus pasaportes y registros médicos. Entiendo que los


vampiros ya te proporcionaron las vacunas necesarias. —Habló como si hablara
de negocios con un completo desconocido. Busqué en sus facciones una pista
del hombre que amaba, pero siguió desviando su mirada.

Me aclaré la garganta.

—Fui vacunada hace meses en preparación para mis misiones en el


extranjero. —Aric asintió, negándose a mirarme directamente—. ¿Qué Guerrero
sugieres que lleve conmigo? —pregunté en un intento de llamar su atención.

—Liam se ofreció a ir. Basado en lo que está pasando entre Emme y él,
desaconsejé eso. Es mejor que pasen un tiempo lejos el uno del otro. De todos,
me gustaría que Gemini te ayude, pero no es justo obligarlo, ya que Taran
estará con nosotros.

—¿Qué hay de Bren?

Aric se reclinó sobre sus talones.

—Bren no es respetado por los Antiguos debido a su falta de educación


en nuestra manada y por su antiguo estatus de solitario. Tuve que luchar para
incluirlo en la reunión de hoy. Pero a pesar de sus debilidades, sé que es leal y
un luchador feroz. —Se pasó una mano por el cabello—. El problema que
enfrento es intentar convencer a los Antiguos.

—Gatita, ¿quieres que Brendan esté a tu lado? —Aric fulminó a Misha


con la mirada. Odiaba cuando me llamaba “gatita”.

Me interpuse entre ellos no casualmente.

—Solo si él quiere ir.

Le mostró a Aric un pequeño colmillo.


—Entonces lo tendrás. Informaré a Uri y él lo hará.

Me pellizqué el puente de la nariz. Y que comience el concurso de meadas.

Tye bajó los escalones como si fuera el dueño.

—Debes ser toda una pequeña fiera para cautivar a un lobo y un


vampiro. —Las comisuras de su boca se curvaron—. Espero conocer ese lado
tuyo. Ese beso solo no fue suficiente.

El gruñido terrible de Aric solo superó ligeramente el siseo mortal de


Misha. Estreché mis ojos hacia Tye.

—Mira, imbécil. La única razón por la que incluso recibiste ese beso fue
porque te confundí con Aric. Mantén la cabeza fuera de tu trasero y concéntrate
en la misión. ¡Y maldita sea, si te atreves acercarte a mí, te dejaré sin vida!

Mis ojos de depredador aún resplandecían cuando Aric y Misha me


miraron. Ambos sonrieron y Aric incluso se echó a reír. La expresión de Tye pasó
de ser ligeramente sorprendida a seductora.

—Eres luchadora, ¿no?

Aric volvió al modo del Gran Lobo Feroz.

—Nunca sabrás cuánto.

Makawee se acercó a nosotros, su hermoso cabello blanco arrastrándose


como un velo de novia detrás de ella.

—Ya basta —dijo con calma—. Es hora de prepararse.

Se van en pocas horas. Tye, por favor, ven conmigo.

Misha bajó su cabeza.

—Disculpe, gran Omega de los Antiguos. Celia desea que Brendan la


acompañe en su misión. Le pido respetuosamente que le conceda esta solicitud.

Makawee juntó las manos frente a ella y consideró su atractivo.

—Muy bien, Sir Aleksandr. Informe a su gran maestro. Si acepta


permitirlo, entonces nosotros también lo haremos.

Misha me guiñó un ojo cuando Makawee desapareció con Tye.


—Te veré de vuelta en nuestra casa, gatita. —Aric no reaccionó. Pensé
con certeza que “nuestra casa” combinado con el apodo para mí lo provocaría.
No fue así, y de alguna manera me decepcionó. A Aric no parecía importarle
nada, yo incluida. Misha se apresuró hacia el edificio principal, pasando a Taran,
Emme y nuestros amigos restantes en su camino para hablar con Uri.

—Bren, ¿quieres acompañar a Celia a África? —preguntó Aric.

Bren se animó de inmediato.

—¡Demonios, sí! Destrozaremos a esas perras de la Tribu. —Me agarró


con fuerza y me revolvió el cabello.

Me lo quité de encima y aparté mi cabello de mi cara. Las expresiones


oscuras de los lobos se centraron en Bren.

—No seas imbécil, Bren. Aric no solo se refiere a matar a los miembros
de Tribu —dijo Liam. Echó un vistazo a Emme—. Necesitas tomar en serio toda
la misión.

Bren se metió en la cara de Liam. Siguió sonriendo, pero sus ojos se


ensombrecieron con toda la seriedad de un depredador.

—No jodas, Liam. ¿Crees que dejaría que les pase algo? Hombre, primero
moriría.

Taran agarró la mano de Bren antes de que yo pudiera y lo apartó. Bren


no estaba desafiando a Liam en sí, pero nunca era una idea inteligente permitir
que dos weres hicieran contacto visual.

—Maldición, Bren. Nosotras también te amamos. Ahora sé una bestia


buena y deja de hablar de morir.

Emme se estremeció. Ninguno de nosotros quería pensar en no volver,


sin embargo, habría sido una tontería pensar que no era una posibilidad. Sonreí
un poco e intenté aligerar el estado de ánimo.

—Lobos, creo que olvidan que no somos exactamente pequeñas


florecitas delicadas.

Gemini echó un vistazo a Aric antes de hablarme.

—Celia, puede que no sean de la manada, pero son parte de nuestra


familia. Nos molesta cuando no podemos protegerlas por nuestra cuenta.
Me mordí el interior de mi mejilla. Mis hermanas y yo habíamos pasado
la mayor parte de nuestras vidas sin nadie. Saber que finalmente teníamos una
familia era hermoso y aterrador a la vez. Sacudí mis emociones femeninas e
intenté sonreír. En cambio, mi expresión cayó cuando Liam tomó a Emme en sus
brazos, permitiéndole liberar sus lágrimas acumuladas.

—Solo porque no estemos juntos no significa que no te amaré por


siempre —le dijo.

Taran cayó contra Gemini. Él le alisó el cabello a medida que sus


emociones se deshicieron.

—Hijo de puta, suficiente con la mierda cursi.

Los puños de Aric se apretaron mientras miraba fijamente el edificio de


enfrente. No podía mostrarme afecto abiertamente, pero al menos quería que
me reconociera. En cambio, me dio la espalda cuando intenté tocar su puño con
la punta de mis dedos.

Los sollozos de Taran y Emme resonaron a nuestro alrededor. Si no


hubiera sido por Bren, creo que también habría comenzado a llorar. Como
mencioné, a Bren no le iba bien con las mujeres sensibles. Para distraernos, nos
contó la broma más repugnante que jamás haya involucrado a un hombre buey
y un Chihuahua en celo. Si bien era una broma que nunca repetiría, nos distrajo.
Taran le dio una palmada en el brazo.

—Eres tan desagradable. —Tenía razón, pero aun así se rio a carcajadas y
también lo hicieron los otros lobos.

La cara de Emme se frunció.

—¿Eso es posible? —me preguntó en voz baja. Por qué pensaba que lo
sabría estaba más allá de mí. Todos los demás rugieron de risa al ver mis
mejillas ardiendo.

—Todo es posible con un poco de imaginación, una pizca de


determinación y un tubo de vaselina…

Extendí mi mano.

—Bren, eso es suficiente, Bren. No sigas. —Había mucho que no


necesitaba saber sobre los pensamientos creativos de Bren.
Seguimos charlando hasta que Shayna y Koda se nos unieron. La noche
se apoderó de la montaña y la oscuridad se arrastró por las aceras,
recordándonos que nuestro tiempo se había acabado y teníamos que
despedirnos. Nos abrazamos y nos deseamos lo mejor. Aric y yo fuimos los
únicos que no nos tocamos. Se marchó antes de que pudiera decirle que lo
amaba. Mis hermanas lo vieron irse, sorprendidas por su rechazo.
Independientemente del daño que había causado, no permitiría que interfiriera
con nuestra despedida de Taran.

Les tendí mis brazos y nos abrazamos entre todas. Los dientes de Taran
se apretaron a medida que luchó contra las lágrimas.

—No mueran, ¿de acuerdo?

Shayna la apretó más fuerte.

—Y no te unas al Club de las Alturas.

La sonrisa de sirena de Taran destelló en la penumbra creciente. Lanzó a


Gemini un guiño sobre su hombro.

—Hermana, demasiado tarde para eso.

Nos fuimos, sin saber cuándo volveríamos a hablar. Las selvas de África
no eran conocidas por su recepción excelente en teléfonos celulares, y
encontrar la piedra podría llevar semanas. Emme nos condujo en silencio
mientras yo me sentaba en la parte de atrás revisando el papeleo que Aric me
había dado. Salté de mi asiento cuando vi que también me había dejado una
nota.

—Shayna, ¿sabes dónde guardan el equipo de jardinería cuando no está


en uso?

Shayna se giró desde el frente, agarrando el costado de su asiento.

—Está fuera de las murallas de la Guarida en un granero viejo. ¿Por qué?

—Llévame allí.
Corrí a través del frío bosque nevado en la dirección que señaló Shayna.
La puerta del granero se abrió cuando estaba a unos metros de distancia. Salté
a los brazos de Aric que esperaban. Me besó salvajemente mientras pasaba sus
dedos por mi cabello largo, sosteniéndome fuerte y hablando entre
respiraciones desiguales.

—Celia, lamento todo eso. No podía soportar no poder despedirme de ti


como amantes.

Descansé mi rostro contra su pecho.

—Cuando no me miraste, pensé que estabas enojado conmigo. ¿Por qué


me trataste así?

—Dulzura, no podía mirarte. Se está volviendo casi imposible controlar a


mi lobo alrededor de ti. Todo lo que esa parte de mí quiere es estar con mi
pareja sin importar nada. A mi lado animal no le importan las consecuencias, y
ahora no sé si a mi lado humano tampoco. No puedo mantenerme lejos de ti
mucho más tiempo. Esta mierda me está volviendo loco.

Pensé en lo que Misha dijo que le pasaría a la familia de Aric si


abandonaba su manada.

—Aric, por favor no hagas nada imprudente. No quiero que nadie salga
lastimado por nuestro deseo de estar juntos.

Aric acunó mi rostro en sus grandes manos y cayó en un silencio


profundo. Sacudió la cabeza.

—No sé cuánto tiempo más puedo cumplir mi promesa, amor.


Capítulo 27
F
ue difícil despedirse de Aric, pero la idea de un demonio
indestructible de siete cabezas que escupe fuego suelto
demostraba una motivación adecuada. Permití que Shayna
condujera para compensar el tiempo que pasé con Aric. El viaje fue aterrador
por decir lo menos. Emme pasó la mayor parte de su tiempo gritando mientras
clavaba agujeros en el tablero con mis garras. No sé cómo lo hizo Shayna, pero
logramos alejarnos de Misha por al menos quince minutos. Si alguna vez se
cansaba de nuestro trabajo de “librar al mundo del mal”, conducir en Indy
definitivamente era su futuro.

Cuando llegamos, tres mochilas pequeñas con lo esencial ya nos habían


sido preparadas por las Colegialas. Casi tenía miedo de mirar dentro y esperaba
que hubieran optado por llenarlo con barras de proteína y fósforos en lugar de
ropa interior comestible y mordazas. Tuvimos una comida rápida y luego nos
dirigimos al aeropuerto. Misha nos acompañó a la pista de aterrizaje, donde
esperaba un lujoso avión privado.

—Buen viaje —nos dijo.

Emme salió primero.

—Gracias, Misha —dijo en voz baja—. Te veremos pronto… espero.

—Amigo, gracias. —Shayna saltó hacia el avión como si fuéramos a una


fiesta.

Había muchas cosas que quería decirle a Misha entonces, pero también
había muchas cosas que podrían malinterpretarse. Pensé que podría salirme con
la mía al darle un abrazo rápido, pero me agarró del brazo, negándose a
soltarme.

—Espera, por favor. Hay algo que quiero discutir contigo.


Shayna se apresuró a regresar a la limusina cuando escuchó que Misha
me indicó quedarme. Dejó de saltar y arrugó su frente cuando vio a Misha
sujetándome.

—Estaré a bordo en un minuto. Continúa —insistí cuando ella no se


movió. Se fue lentamente después de que Hank cerrara la puerta.

Misha me contempló, todo su humor perverso habitual ausente de su


rostro.

—Me gustaría que bebas mi sangre.

—¿Qué?

Él sonrió.

—Me escuchaste.

—Ah… ¿por qué?

—Lo que nos espera en Chaitén podría marcar el final de la guerra. Me


necesitan.

Tamborileó sus dedos sobre el reposabrazos.

—La magia de Tahoe me abandona desde una distancia tan grande. No


puedo llevar su poder conmigo, pero tú puedes llevar el mío contigo. Ingiere mi
sangre, Celia. Te transferirá una parte de mi fuerza. Debo advertirte… que durará
solo unos días.

—¿Pero eso no transferirá también parte de tu esencia?

Su sonrisa se ensanchó.

—Sí, y por lo tanto más de mi fuerza.

—Misha… no creo que sea una buena idea.

—Celia, no puedo acompañarte para ayudar a mantenerte a salvo. Como


mínimo, permíteme ofrecerte un poco más de… autoridad, ¿por así decirlo?

¿Por qué demonios todos sentían la necesidad de protegerme? ¿No


había pateado lo suficiente el trasero del mal?

—Misha, puedo cuidarme sola. Créeme.


—No sabes a lo que te enfrentarás. ¿Por qué te negarías algo que puede
marcar la diferencia en salvar tu vida o la de tus amadas hermanas?

Sonreí.

—En serio sabes cómo hacer que alguien se sienta culpable. ¿Te
almorzaste a una abuela italiana o algo así?

Misha se rio.

—Sí, y también era católica.

—¿Esto creará otro vínculo entre nosotros? En serio, acabamos de


descartar el matrimonio. No quiero volver a divorciarme. —No me respondió—.
¿Misha?

—Sí, pero al igual que el vínculo que tú creaste, se disolverá en unos días.

Me decidí a no estrangularlo.

—Maldita sea, Misha. Ese no es el punto. No puedo hacer esto. ¡Aric


arrancará tus entrañas!

Cualquier otro preternatural lo habría pensado dos veces antes de enojar


a mi novio. Por otra parte, Misha no era solo un vampiro maestro chupasangre
común y corriente.

—El lobo excusará tus acciones si mi sangre te protege.

Maldije a cabo y rabo. Y cedí al final. Misha tenía razón. Necesitaba toda
la ayuda que pudiera conseguir. Y necesitaba proteger a mi familia.

—Bien. ¿Qué tengo que hacer?

La sonrisa de Misha fue tan pecaminosa que cubrí mis pezones


distraídamente.

—Muérdeme con tus colmillos y bebe de mí. Cuanto más tomes, más
fuerte serás.

Mi estómago dio un vuelco, y probablemente se partió. A pesar de la


presencia constante de mi tigresa interior, no ansiaba sangre. De hecho, el olor
me repugnaba. Hice una mueca cuanto más lo pensé.
—Está bien… lo intentaré, pero no esperes mucho. Saborear la sangre me
pone los vellos de punta.

—Te aseguro que será a tu libre voluntad. —Sus ojos se deslizaron por
mi cuerpo—. A menos que prefieras lo contrario.

Me froté la cara.

—Si vas a ser un estúpido fastidioso, no voy a hacer esto.

Misha se rio entre dientes y desabrochó su cuello lo suficiente como para


exponer ese pecho esculpido suyo. Me llevó a su regazo. Cuando apartó su
largo cabello del cuello, me di cuenta de que nada de esto haría feliz a Aric. De
hecho, probablemente preferiría que me arriesgara. Me aparté de él
bruscamente y me levanté tanto como la limusina lo permitió.

—Llámame loca, pero no creo que sea necesario montarte a horcajadas.


Prefiero hacerlo de pie.

El brillo en los ojos grises de Misha me hizo querer salir corriendo.

—Cualquier posición que te convenga, mi amor.

Los gruñidos de Aric resonaron a mi alrededor. Mi mirada lo buscó,


esperando que apareciera mágicamente en el Hummer. En cambio, una imagen
de su bestia rabiosa inundó mis pensamientos. Lo malinterpreté como culpa
hasta que Misha sonrió.

—Tu conexión con ese chucho se ha fortalecido. Su lobo reconoce que


otro te busca como suyo, y está dejando en claro que le perteneces solo a él.

—Si sabes esto, es aún más razón para dejarme ir y encontrar una chica
agradable con la que establecerte. —Pensé en ello—. Preferiblemente, alguien
menos guarra de lo que estás acostumbrado.

Misha ignoró mi comentario y se dirigió a mi relación con Aric.

—No eres ni were ni humana. ¿Alguna vez pensaste que solo porque eres
la compañera del sarnoso, él puede no ser el tuyo?

Esa fue una bofetada en la cara que no necesitaba. Mis ojos de tigresa se
clavaron en Misha.
—No tengo ni una sola duda que pertenezco a Aric. Sin importar lo que
pase.

—Entonces, pruébalo. —Misha se recostó en el asiento de cuero,


exponiendo su cuello y pecho.

Me concentré arduamente en mis emociones e imaginé mis manos


deslizándose sobre el grueso pelaje oscuro de la bestia de Aric. Estoy haciendo
esto solo para ayudarme en mi búsqueda y volver a los brazos de mi amante. El
gruñido se detuvo, pero su lobo no pareció menos feroz. Te amo, Aric, y tu lado
animal. Confía en mí para hacer lo correcto y mi tigresa y yo estaremos pronto
contigo. Muy lentamente, desapareció la imagen cruel de su lobo. Me gustaría
decir que fue reemplazada por una visión de un lobo feliz. Por otra parte,
también me gustaría ganar Doritos gratis de por vida.

Suspiré e intenté relajarme.

—De acuerdo, Conde Chocula3. Aquí voy.

Me incliné sobre Misha y expuse mis colmillos. Mi cuerpo tembló de


miedo a pesar de mis mejores esfuerzos para convencerme de que la sangre de
Misha podría significar la diferencia entre la vida y la muerte. Respiré
profundamente y hundí mis colmillos profundamente en el cuello de Misha.
Misha jadeó cuando un pequeño chorro de sangre escurrió en mi boca abierta.
Me obligué a probarlo.

¡Oh… mis… estrellas!

¡Misha estaba delicioso! Cada postre decadente que he saboreado alguna


vez recubrió mi lengua con cada barrida: brownies con helado, muerte por
chocolate, tarta de queso de Nueva York… Ah, y Twinkies fritos. Mis colmillos se
hundieron más y mi lengua se movió rápido, negándose a dejar escapar una
gota. Misha se retorció y gimió debajo de mí. Mi nivel de azúcar razonó que a él
también le gustaban esos postres.

De alguna manera, terminé encima de él con mi rodilla presionada


firmemente contra su ingle. La razón por la que sabía esto era porque la
sensación de su erección engrosándose contra mi pierna me sacó de mi locura
inducida por la comida. Retiré mis colmillos y volví al otro lado de la limusina.
Nuestras caras se sonrojaban y respirábamos con dificultad. Sin embargo, el

3
Conde Chocula: Count Chocula, variedad de cereal Monster con Marshmallow.
tremendo bulto en sus pantalones me advertía obviamente que era por razones
muy, muy diferentes.

El resto de la camisa de Misha se había abierto. Recé de cabo a rabo para


que lo hubiera hecho él mismo. Ese probablemente no era el caso, dadas las
ardientes marcas de garras rojas rastrillando su musculoso pecho. Mierda. Era
como si la sangre de Misha fuera hierba gatera y su cuerpo el maldito poste de
arañazos. Observé con horror cómo se cerraron los rasguños y se curaron las
marcas de colmillos. Luego fruncí el ceño y lo señalé acusadoramente.

—Sabías que esto iba a suceder, ¿verdad?

Misha continuó mirándome con ojos salvajes.

—Si lo hubiera sabido, me habría almorzado a la abuela italiana mucho,


mucho antes.

—Tengo que irme. —Era horrible. No podía creer que hubiera dejado que
Misha me convenciera de esto, este fiasco de toma de sangre al estilo S&M.
Salté hacia la salida y, sin querer, arranqué la manija y parte de la puerta cuando
la abrí. Observé las partes como una idiota y luego a Misha. Quien observaba
los restos de su puerta.

—Parece que el proceso funcionó —murmuró.

Me escabullí e intenté volver a colocar la puerta en su lugar. En cambio,


la liberé de las bisagras accidentalmente. En lugar de luchar y arriesgarme a más
daños, la empujé a los brazos no tan dispuestos de Hank. Me siseó: sorpresa,
sorpresa. Lo ignoré y enfrenté a su maestro.

—Lo siento mucho, Misha. Puedes descontarlo de mi cheque de pago.

Misha se detuvo de repente en el asfalto conmigo, sosteniendo mi rostro


suavemente en sus manos.

—No te disculpes. Solo prométeme que volverás a salvo conmigo.

Misha era muchas cosas: egoísta, demasiado confiado y en cierto modo


todo un gigoló. Dejando a un lado la erección obvia, también era mi amigo y se
preocupaba por mí sinceramente.

—Prometo que haré lo mejor que pueda.

Besó mi frente y me despedí.


Cuando entré al avión, su extravagancia me sorprendió
momentáneamente. A diferencia del avión que habíamos llevado a Nicaragua,
este estaba diseñado para los muy ricos. Un conjunto de cuatro lujosas sillas se
enfrentaban a otro conjunto, con una mesa en el medio. Sofás de felpa
serpenteaban alrededor del perímetro y un minibar ocupaba la esquina derecha.
La decoración de color crema claro, salvia y burdeos sugería tranquilidad y
relajación, mientras que el resto gritaba tiempo de fiesta, ambos sentimientos
bienvenidos considerando nuestro destino.

Mis hermanas y lobos entablaron una conversación sobre el avión y


todas sus ventajas, hablando sobre todos los dispositivos de alta tecnología y
sobre quién dormiría en la gran habitación en la parte trasera del avión. La
emoción de viajar con tanto lujo emocionaba a mis seres queridos y extinguió
su ansiedad momentáneamente.

Tye, en todo caso, parecía aburrido. Estiraba su largo cuerpo sobre uno
de los sofás como si tomara el sol en la roca donde Rafiki presentó a Simba. Su
cabello rubio platinado se desplegaba sobre la microfibra y su pecho subía y
bajaba mientras dormía. Un león típico.

El capitán y el copiloto eran una pareja agradable que salió a saludarnos


y explicar nuestro plan de vuelo.

Cuando desaparecieron, Bren me arrinconó.

—¿Qué te tomó tanto tiempo? —preguntó, olisqueándome—. ¿Y por qué


huelo a Misha sobre ti?

Solo les diré la verdad. Después de todo, no he hecho nada malo. No es


como si hubiera tenido sexo con el hombre, demonios, ni siquiera lo había besado.
Todo lo que hice fue intentar darnos algo de ventaja en esta misión suicida. ¿Qué
tiene eso de malo? Quiero decir…

—Cariño, ¿qué pasa? —preguntó Emme.

—Bebí la sangre de Misha.

Eso llamó la atención de todos; incluso Tye se incorporó. Sus cejas se


fruncieron al unísono. Me armé de valor contra el bombardeo inevitable de
preguntas, gritos y “¿Por qué lo hiciste?” Danny vino a mi rescate antes de que
lanzaran la primera piedra.
—Esa es una gran idea, Celia. Te ayudará a fortalecerte en el viaje.

Gracias al Señor, todos consideraban a Danny un experto sobrenatural.


Su comentario apaciguó los temores de todos. Me senté e intenté unirme a su
conversación. Danny y Emme invitaron a Tye a unirse a nosotros. Eran así de
agradables. Yo no.

Por supuesto, Tye ubicó su culo arrogante junto a mí y me mostró una de


sus sonrisas sexis. Fue todo lo que pude hacer para no golpearlo con una bolsa
para vomitar. Mis garras sobresalieron cuando él se acercó más y se inclinó
hacia mí. Si no hubiera sido por el sonido de la puerta del avión abriéndose, le
habría arrancado ese maldito hoyuelo de su cara. Casi me caigo de mi asiento
cuando vi quiénes estaban allí.

Misha había enviado refuerzos.

Ying-Ying y Kuan Jang Nim Chang abordaron el avión con mochilas y


sonrisas grandes. Ying-Ying dijo algo en mandarín al mismo tiempo que Chang
disparó algo de coreano. Todos me miraron como si fuera la traductora.

Shayna se inclinó y susurró frenéticamente en mi oído.

—¿Crees que trajo sus bolas?

—Todos necesitamos bolas para sobrevivir a esta misión —respondió


Bren por mí.

Me puse de pie y les hice una reverencia.

—Bienvenidos. Por favor, únanse a nosotros. —Hice un gesto hacia las


sillas con una leve risita. El equipo Aric estaba compuesto por Taran y los weres
equivalentes a las Fuerzas Especiales. El equipo Celia estaba formado por un
lobo completamente nuevo, un ex solitario, un león cachondo, tres bichos raros
y dos sádicos que no hablaban nuestro idioma.

Y que comience la aventura.

Partimos de Tahoe en algún momento después de las ocho. El vuelo a


Amsterdam solo duraría nueve horas.

Bren sugirió un juego de póker para pasar el tiempo. Odiaba jugar al


póker con él porque siempre ganaba.
Esta vez, Tye le dio pelea y también lo hizo Ying-Ying. Fue un juego
realmente emocionante y mantuvo a todos involucrados incluso después de
que la mayoría nos retiráramos. Kuan Jang Nim Chang le dio repetidamente
consejos a Bren en coreano.

Bren señaló sus cartas.

—Esa mierda no funcionará, Chang. Si coloco esto, él me traerá aquí.

Chang entrecerró sus ojos para mirar sus cartas y palmeó la espalda de
Bren en tono de disculpa.

Shayna dejó de mirar las cartas de Ying-Ying para arrugar su cara de


duendecilla.

—¿Lo entendiste?

Bren se rascó la barba desaliñada.

—Diablos, no. Pero entendí lo esencial.

Sonó el teléfono de Shayna, y no necesité escuchar la voz de Koda para


saber que era él. Su sonrisa iluminó la cabina justo antes de entrar a la
habitación de atrás para hablar con él.

No podía creer lo que veía cuando Bren arrojó sus cartas sobre la mesa.
Tomó el lugar de Shayna y se sentó junto a Ying-Ying, al principio para ayudarla
con el juego. No le llevó mucho tiempo coquetear, burlarse y encantarle. Ying-
Ying se rio ante la atención de Bren. Sacudí mi cabeza. Solo él podría quitarle
los pantalones de yoga a alguien sin siquiera hablar su idioma.

Emme se sentó junto a Tye. Él le explicó pacientemente su estrategia


mientras ella escuchaba atentamente y trataba de comprender. No estaba
siendo inapropiado con ella, así que no podía estar enojada; de hecho, fue muy
amable con ella. Me sorprendió observando y sonrió. Lo ignoré para ir al
refrigerador y buscarnos más bebidas. Acababa de llenar mis brazos con
botellas de agua cuando un alboroto estalló en la mesa. Ying-Ying había
ganado con la tutela de Bren y se fue con más de doscientos dólares.

—Buen trabajo, Ying-Ying —le dije. Ella me preguntó algo en mandarín.


Todo lo que entendí fue el nombre de Bren y cometí el error de asentir. Toda su
cara se iluminó radiante y se inclinó hacia atrás con entusiasmo. Me di cuenta
de que había hecho algo terriblemente mal cuando agarró a Bren y lo condujo a
la parte trasera del avión.

Bren me saludó antes de que desaparecieran.

—Gracias por hablar bien de mí, Ceel.

Shayna gritó y corrió de regreso al área principal con su mano sobre su


boca.

—Ellos van, bueno, a hacerlo.

Ignoré el sonrojo de Emme y le di a Tye una botella de agua.

—¿No bebes? —preguntó.

Me encogí de hombros.

—Ocasionalmente, pero dado que nos dirigimos a África, pensé que


teníamos que hidratarnos.

—Es bueno ver que todo el entrenamiento de Chica Exploradora ha


valido la pena.

—Mmm. Nunca fui una Chica Exploradora. Nunca hemos acampado.

Tye casi se atragantó con el agua.

—Dime que sabes cómo construir un refugio y una fogata.

—No.

—Pero cazas, ¿verdad?

—No. Como carne, pero me gustan demasiado los animales como para
matarlos.

Tye echó un vistazo alrededor de la cabina, horrorizado.

—Entonces, ¿qué pueden hacer… cualquiera de ustedes?

Mi tigresa salió disparada a la superficie.

—¿Quién demonios te crees que eres?

Emme frunció el ceño. Siempre me impresionaba cómo rezumaba ternura


incluso mientras echaba humo.
—Déjame informarte que todos somos luchadores excelentes…

—Bueno… —interrumpió Danny.

El sonrojo de Emme regresó.

—Excepto por Danny, pero es inteligente y un investigador excelente.

Mi cabeza se sacudió bruscamente hacia el dormitorio.

—Um…

—Y, bueno, también Ying-Ying. —El sonrojo de Emme se profundizó.

Tye parecía listo para vomitar.

—¿Ying-Ying tampoco sabe pelear?

Shayna extendió sus manos.

—Hombre, no. Pero sus habilidades de yoga son… soberbias.

—¿Está aquí para hacer yoga? —Tye dejó escapar una cadena de
palabrotas—. ¡Esto es una pesadilla! ¿Cómo vamos a conseguir la piedra si estoy
ocupado de niñera?

—No somos ineptos —siseé—. Hemos luchado para salir de muchas


situaciones peligrosas.

—Hermana, lo creeré cuando lo vea.

—No soy tu hermana.

Tye gruñó.

—No. No lo eres. Solo eres con quien estoy destinado a estar.

Tye agarró una manta y una almohada y se arrojó sobre el sofá dándonos
la espalda. Resultó que no estaba tan impresionado conmigo después de todo.

Chang murmuró algo en coreano mientras veía a Tye ponerse cómodo.


Asentí, en acuerdo.

—Sí, lo sé. Todo un imbécil.

Me di la vuelta y me preparé para dormir. Desperté alrededor de la una


de la mañana, hora de la Costa Oeste. Emme y Shayna yacían en la cama
conmigo. Para mi sorpresa y alivio, Shayna no había despertado gritando. A
veces se retorció y gimió, pero se acomodó y volvió a dormir.

Me moví lentamente para evitar despertar a mis hermanas y abrí la


persiana. Por lo que podía ver por la ventana, parecía que acabábamos de
aterrizar en Amsterdam. Un equipo de hombres con trajes de seguridad color
naranja se apresuró al avión y se preparó para repostar el avión. Nuestro capitán
salió y habló con uno de los trabajadores, sonriendo. Su comportamiento
agradable reforzó que todo estaba bien.

Próxima parada: Tanzania.

—¿Por qué te acuestas con ellas? —Tye se sentaba en el sofá frente a


nosotras, sus ojos azules claros pareciendo brillar por la luz sutil de la cabina.

No entendía por qué estaba preguntando, pero de todos modos


respondí.

—No hay mucho espacio considerando que Bren y Ying-Ying acapararon


la habitación de atrás. —Cubrí la espalda de Emme con la manta cuando
tembló—. Además, no es gran cosa. Crecimos durmiendo juntas.

Tye se inclinó hacia delante, haciendo que la sábana a su alrededor se


deslizara hasta su cintura.

—¿No tenían sus habitaciones propias?

—No. Nuestros padres dormían en un sofá cama en la sala de estar


cuando éramos pequeñas, mientras nosotras compartíamos una cama en una
habitación pequeña. En nuestro primer hogar de acogida estuvimos separadas…
pero eso nos hizo querer estar aún más juntas. —No di más detalles y esperé
que no pidiera detalles.

—¿Estuvieron en hogares de acogida?

Asentí.

—¿Qué pasó con sus padres?

—Fueron asesinados durante una invasión en casa.

El ceño de Tye se relajó en algo que pareció shock. Supongo que nadie
se había molestado en contarle nada sobre mí, excepto que deberíamos tener
cachorros juntos.
—Dijiste “nuestro primer”, ¿en cuántos hogares de acogida terminaron?

—Solo uno más. Ana Lisa, nuestra madre adoptiva, nos conservó y nos
dio un hogar real. Su casa solo tenía dos habitaciones, de modo que volvimos a
compartir habitación. —Mis dedos trazaron el alféizar en un intento de
distraerme de mi incomodidad creciente.

—¿Cuatro chicas juntas en una habitación y no se mataron?

—No, siempre hemos sido cercanas. —Me escabullí del sofá y desaparecí
en el baño, consciente de la mirada de Tye siguiéndome.

Esperé fuera de la puerta del baño cuando terminé. Tye yacía sobre su
cama, apoyando su peso en un codo. Me observó, como si esperara algo
extraordinario. Regresé a la cama sin decir una palabra, esperando que
entendiera que ya no deseaba hablar de mi pasado ni de nada más.

Continuó contemplándome con interés. Lo ignoré e hice mi mejor


esfuerzo para volver a dormirme.

Nuestro avión se elevó por los cielos durante diez horas más antes de
aterrizar en un aeropuerto pequeño en Arusha, Tanzania. Eran las once de la
mañana en Tahoe, pero las nueve de la noche en Arusha. Al parecer, el mal no
simpatizaba con el desfase horario. Tomamos nuestros bolsos y salimos del
avión apresuradamente. Solo porque era de noche no significaba que podíamos
parar a descansar.

Froté mi piel, sintiéndome pegajosa por el calor seco que se abría paso
por mis poros a pesar de la ausencia de luz solar.

—¿Qué tan lejos está el cráter de Ngorongoro desde aquí? —preguntó


Danny a Tye.

—Mierda, bastante lejos. Tenemos otro viaje en avión a la pista de


aterrizaje de Manyara y luego un viaje de dos horas por caminos de grava hasta
el parque.

Shayna arrojó su mochila sobre su hombro y echó un vistazo el avión de


Misha.

—¿Por qué no solo repostamos y seguimos?


—El avión es demasiado grande y jodidamente obvio. La Alianza engrasó
muchas palmas para evitar detenernos en el Kilimanjaro International, pero aun
así debemos ser inteligentes y pasar desapercibidos.

Emme corrió junto a mí para seguir mi ritmo. Puse mi brazo alrededor de


su espalda baja para ayudarla. Nos detuvimos frente a un pequeño avión
blanco, lo suficientemente grande como para acomodar a unos diez pasajeros.
Mis ojos recorrieron el hangar desolado.

—¿Dónde está nuestro piloto?

El hoyuelo de Tye apareció una vez más.

—Palomita, lo estás mirando. Como dijo Makawee, soy un were de


muchos talentos.

Mis hermanas y yo intercambiamos miradas antes de seguirlo al avión


pequeño. No era un avión nuevo, ni era elegante o lujoso como el jet. Pero
parecía funcionar bien y afortunadamente estaba libre de óxido.

Tye me pidió que montara de copiloto. Me esforzaba por ser civilizada,


pero no planeaba socializar mucho.

Me relajé cuando vi cómo movió los interruptores con facilidad y ajustó


los controles como si lo hubiera hecho mil veces. Mi ansiedad regresó cuando el
pequeño avión aceleró por la pista y ascendió hacia el cielo negro, dejando
atrás las brillantes luces de la pista. No tenía ni idea de cómo sabía a dónde ir. A
pesar de mis ojos de tigresa, no podía detectar nada en el horizonte.

Tye se rio.

—No me parecías del tipo nerviosa hasta ahora.

Ignoré su comentario e intenté encontrar un punto de referencia.

—¿Cómo sabes en qué dirección volar?

—Mi abuela solía volar por todo el mundo. Ella comenzó a enseñarme
cuando tenía seis años. Conozco mi camino por el aire, a veces incluso mejor
que en tierra. —Sus dedos juguetearon con una perilla antes de girar el control
e inclinar el avión ligeramente hacia la derecha—. África y yo somos viejos
amigos. He volado aquí al menos una docena de veces.
Observé sus movimientos de cerca, sabiendo que si dependía de mí volar
el pequeño avión, todos simplemente tendríamos que morir.

—¿Por qué?

—Porque lo disfruto.

—No, quiero decir, ¿por qué África específicamente?

—Palomita, soy un león. Quería rastrear mis raíces animales. ¿Nunca has
pensado en volver a la patria?

—Mi patria es Jersey.

Eso me ganó otra risa.

—Así que, hay una personalidad muy por debajo de ese exterior duro.

—Déjame informarte que soy bastante divertida una vez que me


conoces.

—Entonces, ¿estás diciendo que después de todo nos conoceremos? —


Sacudió sus cejas.

—No en la forma en que pretende Destiny.

—¿No crees en Destiny?

—Es difícil creer en alguien que lleva una comadreja muerta alrededor
del cuello y botas vaqueras de cebra.

Tye sonrió abiertamente.

—No es tan mala. De hecho, es una chica buena, solo un poco peculiar.

—¿La conoces?

—Sí, crecimos juntos.

Me era difícil imaginar a Destiny cuando niña, aunque parecía muy


infantil a su manera.

—Entonces, ¿además de África, también eres viejo amigo de Destiny?

—Sí, lo somos. —Sonrió con cariño como si recordara algo, pero luego su
sonrisa se desvaneció cuando habló—. Mis padres son puros y siempre se han
codeado con la élite. Los padres de Destiny son brujas famosas. Cuando nació,
supieron de inmediato que era Destiny.

Mi cabeza se inclinó hacia él.

—¿Quieres decir que sabían que su nombre debería ser Destiny?

Tye me contempló como si me hubiera perdido algo importante. Las


arrugas en su frente se suavizaron cuando comprendió que en realidad estaba
esperando su respuesta.

—Su nombre no es Destiny —respondió lentamente—. Es lo que es.


Aproximadamente una vez cada siglo, una niña especialmente dotada nace de
una unión de dos brujos, una especie de adivina. Los talentos adicionales que
poseerá varían de cada individuo, pero el rasgo común es su aptitud para
predecir el futuro. Es tradición nombrarla por la adivina original, pero siempre se
la conoce como Destiny.

Ajusté mi posición tanto como me permitió el área pequeña, pero la tal


llamada cabina era demasiado estrecha para permitir mucho movimiento.

—Eso es un poco extraño. Si tiene un nombre de pila, ¿por qué la gente


no lo usa?

—Porque es Trudhilde Radinka. —Se encogió de hombros—. Si fuera yo,


jodidamente seguro que iría con Destiny.

Parpadeé hacia él.

—No me jodas.

—Dale una oportunidad, Celia. Es una chica buena con una carga pesada
sobre sus hombros. Desde su nacimiento, sus padres siempre han arrojado su
poder en los rostros de las personas. Ha sido difícil para ella hacer amigos.

Nunca pensé que podría relacionarme con Destiny, pero entonces lo hice.
Los amigos no fueron un asunto fácil para mí. No me había detenido a pensar
cómo le iría a alguien como ella.

—Parece tan peculiar. Entre su estilo de vestir y mi experiencia con ella


en la corte de vampiros, no es alguien a quien haya deseado acercarme. Pero…
si la consideras una persona buena, haré un esfuerzo para ser amable si la
vuelvo a ver.
—Te lo agradecería —dijo en voz baja. El afecto en su tono regresó y su
expresión se suavizó, pero no pasó mucho tiempo para que una indirecta
traviesa iluminara sus rasgos—. Entonces, palomita, ahora que sabes más sobre
Destiny, ¿estás más propensa a creer lo que dice?

—No cuando se refiere a nosotros.

Me sonrió con curiosidad.

—¿Por qué estás tan segura?

Le devolví la sonrisa y me crucé de brazos.

—¿Por qué lo estás?

—Por un lado, las predicciones de Destiny nunca se equivocan. —Su voz


bajó una octava y su comportamiento juguetón se desvaneció—. Por otro lado,
me sentí atraído a ti desde el primer momento en que capté tu aroma.

Me alejé de él.

—Creo que solo es una cosa de gatos. No creo que haya muchos de
nosotros por aquí.

—Estás… sonrojándote. —Sonó sorprendido.

Me removí nerviosamente, excepto que no había otro lugar adónde ir


más que saltar.

—¿Cómo alguien que se ha apareado con un lobo y que vive con uno de
los maestros más mortales de la tierra puede ser tan tímida?

El calor de mi cuerpo aumentó cuanto más Tye siguió observándome.

—No me mires de esa manera.

El timbre en la voz de Tye bajó a un susurro seductor.

—¿Por qué no debería?

Me concentré en el panel de control. Era mejor que la alternativa.

—Tye, no estoy acostumbrada a este tipo de atención. Me hace sentir


incómoda. Tienes que entender, Aric y Misha están entre los pocos que me han
dado más que una mirada pasajera.
Tye comenzó a decir algo, pero se detuvo para oler el aire a mi alrededor.
Su expresión cambió de alguien listo para hacer un comentario inteligente a un
individuo que conocía la compasión y lo llevaba bien.

—Hablas en serio, ¿verdad? —Asentí con mi cara ahora carmesí. Él


resopló—. Mujer, te tenía mal catalogada. Aquí estaba yo pensando que eras
otra princesa engreída. En verdad, solo eres un pajarito tímido.

No podía discutir. Aparte de mi relación con Aric, no sabía nada cuando


se trataba de romance. Apenas entendía a la especie masculina, y no tenía
absolutamente ningún deseo de aprender más.

Había visto al Tye el Mujeriego y Tye el Imbécil en acción, pero en ese


momento, me estaba mostrando un lado diferente. En lugar de continuar sus
bromas, respetó mis sentimientos y describió algunos de los animales que
veríamos en un safari.

Hablamos durante aproximadamente una hora hasta que el avión chocó


contra una especie de muro invisible. No tenía sentido.

El avión continuó acelerando. Pero luego se sacudió como si hubiera sido


golpeado por algo duro, y los controles se volvieron locos. Las luces
parpadearon y varias alarmas emitieron una advertencia. La parte delantera se
hundió y el mecanismo de dirección se soltó del agarre de Tye. Mi estómago se
tambaleó hasta mi garganta cuando el avión empezó a hundirse en espiral. Mis
hermanas gritaron. Tye luchó para recuperar nuestra altitud, solo para
sacudirnos hacia atrás. Logró nivelar el avión nuevamente, pero apenas.

—¡La Tribu sabe que estamos aquí! —gritó—. ¡Prepárense para saltar!
Capítulo 28
T
odos en la parte de atrás se apresuraron a buscar paracaídas. Me
desabroché y me apresuré a ayudar, mientras Tye luchaba por
mantener nuestro avión en el aire.

Revisamos el avión de cabo a rabo, solo para encontrar un paracaídas.

—¡Mierda! —gruñó Bren.

Examiné el compartimento lleno de caras aterrorizadas, intentando


desesperadamente encontrar una salida a esto. Solo Chang y Ying-Ying
permanecían sorprendentemente tranquilos. Supuse que era porque no
entendían lo que estaba sucediendo. Me tragué un nudo en la garganta. ¿Cómo
podría explicar que estábamos a punto de morir? Las charadas en un momento
como este parecían completamente inapropiadas. Abrí la boca para decir algo
cuando Ying-Ying señaló la puerta del avión. No me moví, y entonces señaló
nuevamente.

—Bren —dijo.

Emme aferraba el reposacabezas frente a ella, su piel clara pálida de


miedo.

—C-creo que quiere que uno de ustedes abra la puerta.

Bren y yo intentamos explicar que no podíamos abrir la puerta cuando


Chang se levantó. Se ajustó dos mochilas con calma y agarró una manta de uno
de los compartimentos de almacenamiento. Una sonrisa enorme iluminó su
rostro cuando abrió la puerta de un puntapié. Las ráfagas de viento alcanzaron
la pequeña cabina, azotando mi cabello en la cara. Lo aparté a tiempo para ver a
Chang agarrar el brazo de Shayna y saltar con mi pobre hermana chillando.

Bren y yo corrimos hacia la puerta en pánico. Jadeé cuando vislumbré un


paracaídas blanco. Chang de alguna manera había convertido la manta
mágicamente.
—¡Mierda! —gritó Bren.

Bren y yo continuamos mirando boquiabiertos mientras Ying-Ying se


deslizaba por el pequeño espacio. Él se asustó cuando vio que ella llevaba dos
mochilas: la suya y la de él.

—No. No, no, no, no. —Extendió las manos intentando bloquearla. Vi con
horror cómo la pequeña yogui empujó a mi amigo extra grande en el aire antes
de zambullirse tras él. Su risa maníaca explotó abiertamente, ahogando los
gritos de Bren mientras volaba hacia él.

Tye gruñó.

—No puedo mantener el avión estable. ¡En marcha, ahora!

Danny acababa de terminar de asegurar el paracaídas a Emme.

—Celia, agarra a Emme y vete, el paracaídas las sostendrá a ambas. Tye y


yo saltaremos antes de que el avión se estrelle.

—¡A la mierda con eso! —gritó Tye—. Ve con Emme, Dan. Van a
necesitarte para encontrar la piedra. Celia se convertirá en águila y nos llevará
volando.

—¡Buena idea! —gritó Danny y saltó, aferrando a Emme.

¿Buena idea? ¿¡BUENA IDEA!?

—Tye, no creo que pueda…

Tye agarró nuestras mochilas y nos arrojó por la puerta.

No tuve tiempo para pensar o intentar calmar a la histérica hembra


gritando dentro de mí. El viento azotó mi cuerpo y la tierra giraba por debajo.
Apreté los dientes e invoqué mi voluntad para sobrevivir.

Pero entonces mi llamado se convirtió en un chillido: el poderoso chillido


de un águila.

Mis piernas se encogieron y mis brazos se alargaron, brotando plumas de


una respiración a la siguiente. Me enderecé y me deslicé en la noche con una
gracia y velocidad que nunca había conocido. Mi visión aguda se clavó en Tye,
quien se precipitaba hacia el suelo a un ritmo alarmante. Lo alcancé con uno,
dos, tres aleteos de mis alas poderosas.
Clavé mis garras en sus hombros y chillé triunfante por encima de los
sonidos del avión explotando debajo de nosotros. Mi forma nueva se sentía
natural, como si lo hubiera hecho un millón de veces. Desafortunadamente, este
era mi primer vuelo, y si no hubiera sido por el árbol en el que nos estrellamos,
no estaba segura de cómo habríamos aterrizado.

El dolor rompió mi concentración y cambié de nuevo a humana.


Maldijimos y gemimos cuando golpeamos casi cada maldita rama en nuestro
descenso al suelo. Aterricé sobre mi espalda y rodé con Tye, quien yacía tendido
intentando recuperar el aliento. Una familia de monos muy cabreados chilló y se
escabulló a nuestro alrededor, completamente disgustados de que hubiéramos
perturbado su sueño. Las hojas llovieron sobre nosotros y se agruparon en
varias pilas pequeñas antes de que ninguno de los dos nos moviéramos. Tye
dejó escapar la madre de todas las palabrotas antes de girarse para fulminarme
con la vista.

—Bueno, ¿qué clase de águila eres?

Me senté y limpié la suciedad de mis brazos y hombros.

—¡Nunca dije ser un águila! Solo logré cambiar por completo una vez e
incluso entonces solo fue por unos segundos.

—Mi chico Uri dijo…

—¡A tu chico Uri le gusta exagerar la verdad!

Me puse de pie y traté de quitarme las hojas y las ramitas del cabello.
Estaba sacando lo que esperaba fuera una semilla gigante de mis rizos cuando
noté que la expresión de Tye se había transformado de hombre furioso a
adolescente hormonal. Me observaba sonriendo. Me di cuenta demasiado tarde
que estaba parada allí desnuda.

Salté detrás del árbol.

—Arrójame algo de mi mochila —exigí. Revisó mi mochila y me arrojó un


bolígrafo—. Maldita sea, Tye, ya sabes a lo que me refiero. ¡Dame algo para
ponerme!

Se puso de pie y caminó hacia el árbol.

—Hace calor. Probablemente te sentirás más cómoda de esta manera.


Antes de que pudiera matarlo, el lobo de Danny aulló. Mi cabeza giró en
dirección a su llamada.

—¡Están en problemas!

Cambié a mi tigresa y salí corriendo. Tye corrió detrás de mí, pero no


pudo seguir el ritmo. Me desvié a través de un laberinto de árboles hasta llegar
a un claro de tierra plana y parches de hierba seca. Las ramitas desmoronadas
crujieron bajo mis pies a medida que me acerqué acechante.

Emme y Danny se paraban espalda contra espalda, encogidos y


temblando mientras unas veinte serpientes se deslizaban a su alrededor
sacudiendo sus lenguas. Las serpientes tenían al menos cuatro metros de largo
y treinta centímetros de diámetro. Las más cercanas atacaban una y otra vez, su
velocidad sobrenatural y misteriosamente fascinante. Emme las contenía con su
fuerza, pero no podría evitar que sus colmillos se toparan con su carne por
mucho tiempo.

Mi gruñido profundo anunció mi llegada y también el rugido de Tye. Las


serpientes sisearon y escupieron veneno de sus bocas escurriendo antes de
separarse, permitiendo que una figura oscura envuelta en una capa y capucha
rojas se deslizara a través de su pared de cuerpos escurridizos. La magia oscura
se arremolinaba a su alrededor mientras ella levitaba sobre el suelo y se dirigía
hacia nosotros.

Se lamió sus labios delgados con hambre voraz.

—Celia Wird —susurró con un fuerte acento extranjero.

Genial, otra fanática. Toda la campaña “vamos a por Celia” había


deshecho hasta mi último nervio.

La baba escurría de su boca para chisporrotear contra la tierra


crepitando.

—No quieres enojar a mis amigos. Están hambrientos y tú les estás


impidiendo su festín.

Nuestros gruñidos se tornaron más letales mientras Tye y yo


merodeábamos hacia adelante. Celia, las verdes son arborícolas y las otras son
mambas negras, ambas venenosas, pero no hay cura para el veneno de las
arborícolas.
Aunque la voz de Tye me agitó cuando resonó en mi cabeza, no me
atreví a apartar los ojos de las serpientes. Nos separamos para rodearlas justo
cuando Bren llegó con Ying-Ying flotando en posición de loto en su espalda.
Ella se deslizó de su pelaje casi en silencio y corrió a mi lado.

Una de las serpientes se lanzó hacia Tye. No vi lo que pasó: el


movimiento fue demasiado rápido. Pero al momento siguiente, Tye escupió la
gran cabeza de reptil a los pies de su ama. El siseo se hizo más fuerte, pero las
serpientes no atacaron. La figura envuelta levantó sus brazos y cantó a medida
que una niebla roja encerró el campo. Las serpientes desaparecieron una por
una.

Nuestras cabezas se sacudieron, buscando y olisqueando cualquier rastro


de nuestro enemigo. Bren gruñó, retorciendo su nariz. El aroma de las
serpientes permanecía alrededor. Estaban aquí. Pero ¿dónde? Ying-Ying se
apartó de mi lado y dio un paso hacia donde se encontraba la bruja
tranquilamente. Pateó algunas piedras lejos antes de caer una vez más en
posición de loto.

No me molesté en intercambiar miradas con todos los demás de “Ying-


Ying está loca”. Nuestros enemigos permanecían cerca, enojados y listos para
perforar nuestra carne.

El suelo debajo de mí apenas tembló antes de que la primera atacara. Se


lanzó directamente hacia mí en 3-D. Otras la siguieron, surgiendo de debajo del
suelo como cajas de sorpresa dementes. Fueron rápidas, pero yo también.
Esquivé una y mordí la cabeza de otra antes de que volviera a atacar.

Estalló el pandemónium. Me agaché, salté y arañé, evadiendo ataques. La


bruja encantadora de serpientes comenzó a cantar algo más, pero entonces se
detuvo abruptamente con un grito penetrante.

Bren y una mancha blanca pasaron frente a mí con una velocidad


cegadora mientras me enfrentaba con otra serpiente. Esta era más grande. Bailó
a mi alrededor con gracia hipnótica y sacudió su lengua de una manera
asquerosamente sexual. Mis garras rasgaron su ojo cuando atacó. Me abalancé
y fui a por su garganta cuando otra me golpeó en el costado y enroscó su
cuerpo a mi alrededor.

Mis garras derechas perforaron su mandíbula y la cerraron mientras


luchábamos y chocábamos contra todo lo que se interpusiera en nuestro
camino. Mi espalda se arqueó y se retorció, intentando evitar que las otras
serpientes me atacaran. La serpiente sosteniéndome apretó más fuerte,
robándome el oxígeno y debilitando mis músculos gritando.

La presión en mi cabeza se convirtió en un latido sordo. Estaba


perdiendo el conocimiento cuando llegó Shayna. Su pequeño cuerpo delgado
saltó en el aire empuñando dos espadas giratorias. Una cortó la cabeza de mi
atacante. La otra se clavó en las fauces abiertas de otra. Con un movimiento de
su muñeca y un gruñido, dos cabezas aterrizaron en la tierra, una tras otra. Me
liberé y pateé la serpiente muerta. Huyó detrás de la mamba negra
persiguiendo a Danny con una arborícola en sus talones. Rompí a su
perseguidora por la mitad a medida que saltaba sobre su espalda y alcanzaba
su garganta.

Nuestro grupo repelió al enemigo con una gracia cruel. La sangre


oscureció el suelo mientras trozos de carne salpicaban y se adherían a las rocas
grandes. Ruidos, siseos y sonidos deslizantes ahogaron mis gruñidos cuando
mis colmillos atravesaron la suave piel de reptil para aplastar los huesos.

Los ataques de Shayna siseaban en la noche como fuegos artificiales


agudos. Gruñía a medida que sus cuchillas girando en espiral cortaban las
gruesas pieles duras de las mambas negras, y las puntas apuñalaban y
desgarraban las arborícolas.

Chang luchó contra tres serpientes enormes como un extra de Crouching


Tiger, Hidden Dragon. Giró y saltó en el aire como si estuviera atado a un cable
invisible. Tal vez esa era la lección de la próxima semana. Las serpientes
trabajaron juntas para matarlo, pero no pudieron igualar su velocidad fantasmal.
Él las evadió, aterrizando una serie rápida de golpes y patadas antes de volar
hacia atrás para descender en la espalda de otra. Las chispas volaron con cada
ataque hasta que dejó inconscientes a las serpientes. No tenía armas y, sin
embargo, cortó las cabezas de sus cuerpos inmóviles con empujes de sus
manos desnudas.

Los lobos de Danny y Bren se unieron para jugar al tira y afloja con las
serpientes, rasgando a las serpientes por la mitad. La sangre bombeó de los
restos sin vida, irritando al lobo de Bren y haciéndolo aullar.

Había terminado de arañar una mamba negra cuando la mancha blanca


se ralentizó frente a mí. Y he aquí, Tye el león blanco. Su pelaje brillaba como la
nieve recién caída a la luz de la luna. Se detuvo de continuar su matanza solo
para mostrarme una sonrisa de león y sacudir su cola burlonamente en mi cara.

Alejé su cola y corrí para encontrar a Emme. Él me persiguió y casi me


atropelló cuando me detuve en seco. Mi hermanita tímida y bondadosa había
luchado contra la bruja y ganado. Había manipulado las vides con su fuerza y las
entrelazó alrededor de la hechicera poderosa, envolviéndolas alrededor de su
boca y evitando que lanzara otro hechizo. Tye miró la escena detenidamente,
sorprendido de que Emme la estuviera restringiendo mientras sostenía dos
serpientes más de modo que Bren y Danny las maten. Ying-Ying, por otro lado,
permanecía en postura de loto mientras la anarquía continuaba a su alrededor.

Me abrí paso hasta Ying-Ying para protegerla, arrancando las cabezas de


dos arborícolas en mi camino. Continuamos nuestra embestida hasta que solo
quedó una serpiente, una arborícola. Tye luchó contra ella cortando y atacando
con la velocidad del león, pero la serpiente superó su fuerza y poder. Arrojó a
Tye contra una gran roca. Sus costillas se rompieron con un crujido
espeluznante. Emme se aferró a la bruja mientras yo dejaba a Ying-Ying para
ayudar a Tye.

Mis bigotes hormiguearon con el aumento del poder oscuro. La piel


coriácea de la arborícola se engrosó y alargó con cada roce de magia contra mi
pelaje. Abrió la boca y derramó veneno cuando la terrible voz de la bruja resonó
desde el fondo de su garganta. A pesar del agarre de Emme, la bruja había
logrado transferir su esencia al were serpiente.

—No te confundas, Celia Wird —espetó—. Te mataremos a ti y a tu


destino.

Su voz mortal me provocó escalofríos, pero también alimentó mi ira. Al


mismo tiempo, alimentó la ira de mis amigos. Atacamos como uno. Me lancé
sobre la serpiente y clavé mis colmillos en la parte posterior de su cabeza. Chilló
mientras rastrillaba y apuñalaba su piel fría. Me arrojó por el aire como una
muñeca de trapo hasta que la solté, colapsando con un fuerte golpe. Shayna
había dado el golpe final perforando su cerebro con una de sus espadas.

Ella escurría de sudor y jadeaba de agotamiento, pero demonios, el resto


de nosotros también. Habíamos luchado largo y duro. Todos estaban sin
aliento. Bueno, excepto por Ying-Ying.
Pensé que solo quedaba la bruja de Tribu. Pero estaba equivocada. Una
were serpiente final se levantó de la tierra frente a Ying-Ying, quien continuó su
estado meditativo. Mis garras se clavaron en la tierra, levantándola cuando salí
corriendo hacia ella. Mi velocidad fue rápida, pero no lo suficientemente rápida.
Atacó. Hubo un crujido repugnante y luego todo terminó.

Ying-Ying no me necesitaba. La cabeza de serpiente decapitada se unió al


resto que la rodeaba. Estaba confundida por lo que sucedió hasta que la vi
masticando felizmente. Me sonrió con las mejillas llenas. Danny y Shayna
vomitaron detrás de mí. Bren y yo tuvimos arcadas cuando un globo ocular salió
de su boca, pero logramos mantener la compostura. Chang se echó a reír
alegremente y lanzó un puño al aire, como si Ying-Ying hubiera contado algo
divertido.

Tye cambió de nuevo a humano. Aparté mis ojos rápidamente de su


cuerpo desnudo. Todos los were que había conocido, sin importar el tipo,
siempre estaban dotados como un maldito oso. Tye, al parecer, no era la
excepción. Él se rio y se acercó a enfrentarme.

—No te preocupes, palomita. No tenemos tiempo para nada más… al


menos no de momento.

Mantuve mis párpados cerrados, hasta que Emme me llamó. Señaló la


forma inerte de la bruja.

—Creo que invadió el alma de esa otra serpiente. Debe haber muerto
cuando Shayna la mató —susurró.

Bren gruñó en forma humana.

—No importa. De todos modos, la habríamos matado. —La amenaza


contra mi vida lo había enojado. Demonios, también me enfureció y reforzó el
hecho de que la Tribu me quería muerta.

Aunque habíamos librado una dura batalla, las palabras de la bruja


tuvieron un efecto más profundo. Shayna acarició mi espalda.

—No me gusta cómo todas estas criaturas oscuras parecen conocerte,


Ceel.

¿Sí? Bueno, a mí tampoco.


Emme se apresuró a mi otro lado. No dijo nada, pero el olor de su miedo
me golpeó en la nariz. Froté mi cabeza contra ella para consolarla y casi derribo
su cuerpo frágil. Tye la atrapó contra su cuerpo desnudo. Estaba oscuro, y
Emme probablemente no podía ver mucho, pero sabía que Tye no estaba
usando ni siquiera una hoja de higuera. Sus mejillas podrían haber provocado
un incendio forestal y corrió hacia mí rápidamente.

Tye sonrió, complacido con su habilidad para hacer que las chicas Wird
se pusieran rojas.

—Vamos —dijo—. Tenemos que seguir moviéndonos. —Se detuvo para


mirarme—. No te preocupes, Celia. No dejaré que esos imbéciles nos maten a
ninguno de nosotros.

Corrimos toda la noche en nuestras formas de bestia, cargando a


nuestros amigos de dos patas en nuestras espaldas. Tye abrió el camino hacia el
cráter. El terreno estaba cubierto de piedras afiladas, escombros y suficiente
polvo para cubrir nuestras gargantas. Utilicé la imagen de Aric para impulsarme
hacia adelante, e ignoré a Tye cuando intentó comunicarse a través de sus
pensamientos. Se creía mi destino y el último objetivo de la Tribu. Mi corazón
me decía que estaba equivocado.

Cuando amaneció en el horizonte, una señal nos alertó de que solo


quedaban unos cinco kilómetros hasta llegar al cráter. Cambiamos de nuevo a
humanos, sin saber con qué nos toparíamos.

Tanzania era hermosa; solo deseaba haberla disfrutado más. El cielo azul
claro no contenía nubes, solo un sol brillante golpeando nuestras espaldas. Bren
llevó a Emme la mayor parte del camino; su falta de atletismo le obstaculizó
hacerlo por su cuenta especialmente dado el terreno accidentado. Shayna luchó
por mantener el ritmo, y también Danny. Pero su esencia de hombre lobo les
dio el impulso suficiente para seguir de cerca.
Avanzamos por un camino de tierra y pasamos un lago lleno de
flamencos. Tomaron vuelo cuando nos acercamos, asustados de los
depredadores que sintieron dentro de nosotros. Un par de hipopótamos nos
observaron desde el agua, tan natural aquí como los patos en casa. Incluso
atrapamos una leona hermosa y tres cachorros cruzando el camino delante de
nosotros. Todos se sorprendieron gratamente, excepto Tye. Se mantuvo
indiferente, pero el brillo en su sonrisa exponía su amor por la tierra.

—Desearía que Koda estuviera aquí —susurró Shayna. Sonrió cuando lo


dijo, pero la tristeza y la preocupación opacaron sus ojos. Sabía cómo se sentía.
Por mucho que intentara no hacerlo, mi miedo por Aric y los demás
preocupaban mis pensamientos.

Quizás Aric y yo podríamos volver aquí en nuestra luna de miel.

Unos gritos espeluznantes detuvieron mis pasos y pensamientos. Corrí a


un pequeño camino de grava y me congelé.

Niños demonio atacaban a una banda de tanzanos. Volaban por el aire y


barrían para agarrar a los aldeanos. Las mujeres protegían a sus crías mientras
los hombres luchaban valientemente para repeler a sus atacantes. No pensé en
las consecuencias de nuestro descubrimiento; solo actué. Cambié y corrí hacia
ellos.

Me arrojé contra un demonio intentando violar a una joven gritando y


atravesé el pecho con mis garras. Sus entrañas se derramaron y se deslizaron
como serpientes cubiertas de moco, solo para marchitarse bajo el sol abrasador.
La chica gritó horrorizada y su madre se arrojó encima de ella. La sangre
manaba de los múltiples cortes en la piel de la mujer, sin embargo, no le
impidió intentar proteger a su hija.

Otro demonio apuntó a la misma familia. Corté su cuello antes de que los
alcanzara. La sangre de la madre y la hija debe haber despertado a las criaturas.
Seis niños demonio más pequeños se acercaron, con una espesa saliva negra
goteando de sus largos colmillos amarillos y bocas codiciosas. Me posicioné
entre ellos y desaté un gruñido feroz. De ninguna manera dejaría que estos
imbéciles dañaran a esta familia.

Saltaron sobre mí de inmediato, rastrillando sus garras contra mi piel. Me


di la vuelta, golpeándolos contra la tierra repetidamente, luego les arranqué la
cabeza uno a la vez.
Las partes demonio recubrieron mi pelaje mientras mis weres poderosos
trituraban partes corporales como Triscuits ensangrentados. Algunos de los
aldeanos observaron lo que quedaba de sus atacantes, y luego de vuelta a
nosotros. Sus caras cambiaron lentamente y sus ojos se abrieron por completo.
Sabían que estábamos intentando salvarlos. Y la esperanza les dio fuerza.
Recogieron sus lanzas y lucharon con ferocidad pura.

Un grupo de niños pequeños observaron con asombro cómo Shayna


transformó un escudo abandonado en un disco con filo de navaja. Lo arrojó
como un Frisbee, decapitando a un demonio con facilidad y clavándolo en el
pecho de otro.

Bren y Tye saltaron sobre los demonios intentando volar con los niños y
les arrancaron las alas. Los demonios cayeron retorciéndose en el suelo,
llegando a su fin cuando los nativos los apuñalaron hasta la muerte con sus
lanzas.

Ying-Ying recolectó armas de aquellos demasiado heridos para luchar. Se


las llevó a Emme, quien estaba protegiendo a un pequeño grupo de mujeres, y
a un Danny ya herido, que luchaba por ponerse de pie. Emme reunió su fuerza y
lanzó las diez lanzas a los demonios que habían escapado de Bren y Tye.
Cayeron sobre la tierra seca, humedeciéndola con sus entrañas salpicadas.

Ying-Ying se contorsionó en una especie de bola y usó su cuerpo para


derribar a los demonios como bolos. Chang y yo saltamos atacando,
decapitando sus formas aturdidas.

—¡Celia! —llamó Chang, señalando salvajemente a un demonio volando


con un bebé llorando.

Me lancé hacia el bebé, pero fui interceptada por un montículo de bestias


y alas. Danny había intentado unirse a la batalla y ahora un demonio lo tenía. La
sangre saturaba su pelaje a medida que intentaba luchar contra el bruto
gigante. Sin embargo, a pesar de ser were, Danny no podía igualar la fuerza del
demonio. Me adelanté y abordé al demonio, enviándonos a ambos por un
barranco.

Grava y ramas secas afiladas golpearon y se clavaron a mi piel todo el


camino. Golpeé el fondo con una ráfaga dolorosa insoportable, rompiendo mi
cráneo contra una gran roca plana. Un líquido se filtró de mis oídos y boca, y mi
estómago se sacudió por la fría oleada de náuseas. Quise gritar por la agonía
paralizante, pero apenas podía respirar. Algo estaba mal, muy mal. Nunca había
sentido un dolor así. Perdí la concentración y cambié de nuevo a humana.

Me tomó mucho tiempo reunir mi resolución e intentar ponerme de pie.


Cuando finalmente lo intenté, mis extremidades fallaron. Me di por vencida de
momento e intenté regular mi respiración. Es entonces cuando apareció Aric. Él
agarró mi cuerpo roto en sus brazos poderosos y me consoló con sus suaves
palabras dulces. Me prometió una vida de unión, pero tenía que permanecer
fuerte y sobrevivir. Me aferré a sus palabras. Tenía razón: tenía que vivir. Aunque
en ese momento no estaba segura de cómo.

Ni el demonio ni yo nos movimos por mucho tiempo. Me tumbé


completamente indefensa, rezando porque estuviera muerto, pero mis
oraciones no fueron respondidas. La humedad de mi sudor y sangre me heló la
piel cuando el demonio se levantó lentamente y cojeó hacia mí. Estiró sus alas
coriáceas y sonrió con colmillos rotos.

Los gruñidos horribles de Aric se dispararon a mi alrededor, pero en


realidad no estaba allí para ayudarme. Luché para moverme, y una vez más fallé.
Mi cuerpo tembló cuando el demonio se arrastró sobre mí. Su larga lengua
bífida se deslizó con un siseo y la baba negra salpicó mi cara. Sus garras
retrocedieron y las apuntó hacia mi corazón. Me estremecí ante la expectativa
de mi muerte.

Pero nunca llegó. Se desplomó sobre mí, muerto.

Por encima de mí, la madre cuya hija había salvado sostenía la lanza que
le atravesó el cráneo.

Un grupo de hombres corrió por la ladera de la colina y me quitó la


criatura de encima.

—Gracias —murmuré a medida que me ayudaban a ponerme de pie. Me


atraparon cuando mis rodillas se doblaron. No podía soportar ser humana.
Necesitaba la fuerza de mi bestia. Reuní lo que me quedaba de enfoque y
cambié nuevamente a mi tigresa, para gran asombro de los tanzanos.

Mi cuerpo tropezó y se balanceó. La única razón por la que no estaba


muerta era la misma razón por la que había logrado mi forma de águila. La
sangre de Misha me había hecho lo suficientemente fuerte como para engañar
a la muerte dos veces.
Tye me encontró a mitad de camino por el barranco y acarició su rostro
contra mi cuello. Maldición, Celia. ¿Qué tan mal estás herida? Frotó su cuerpo
contra el mío y me instó a subir la montaña. Háblame, palomita. Como gatos,
podemos hablar entre nosotros. Solo concéntrate y deja que tu tigresa se haga
cargo.

Me desplomé y vomité en respuesta. El dolor empeoró cuando derramé


la sangre de mi estómago. Cuando terminé, Tye me puso de pie y subimos por
el barranco. Los tanzanos caminaron a ambos lados de nosotros, con sus lanzas
desplegadas y listos para protegernos de cualquier amenaza. No fue necesario.
Cuando llegamos a la cima, estaba claro que ningún demonio había
sobrevivido. La multitud esperando se separó y nos permitió pasar. Debimos
haber sido todo un espectáculo, una tigresa dorada y un león albino caminando
uno al lado del otro.

Intenté comunicarme con Emme, pero no lo logré. La poca fuerza que me


había dado mi tigresa para conseguir escalar el barranco se agotó. Caí de cara y
cambié una vez más. Shayna gritó y Bren maldijo cuando me vieron. Alguien tiró
una manta encima de mí mientras Bren le gritaba a Emme. Ying-Ying y Chang
balbucearon rápidamente en sus idiomas respectivos; ambos estaban cortados y
sangrando, pero no parecían preocuparse por sí mismos.

Emme acababa de curar al bebé que había sido rescatado y se apresuró


hacia mí inmediatamente. Tomó mi cara. Su suave luz amarilla me rodeó y sus
lágrimas comprensivas humedecieron mis mejillas. Ambas nos estremecimos
ante el sonido de mi cráneo cuando se reajustó por sí y reprimí un chillido
cuando unas cuatro costillas volvieron a encajar bruscamente en su lugar.

—No puedo mirar —escuché decir a Bren por encima del zumbido en
mis oídos.

La imagen del rostro de Aric apareció en mi mente y su timbre profundo


llenó mi cabeza. Te amo, dijo. Ya casi termina. Me concentré en sus palabras. A
Emme le llevó mucho tiempo repararme. La gravedad de mis heridas superaba
con creces lo que había sufrido alguna vez. Mi fuerza volvió lentamente, y mis
náuseas desaparecieron.

Escupí la sangre que quedaba en mi boca y me puse de pie. Habría


preferido tumbarme en el suelo y dormir, pero necesitaba asegurarme y a todos
los demás que estaba a salvo. Shayna ayudó a ajustar la manta a mi alrededor
mientras Tye hablaba con varios de los hombres, comunicándose en un idioma
que no pude identificar.

Tye se acercó a nosotros, con el ceño fruncido.

—Los Maasai dicen que todos los parques vecinos han sido evacuados
por lo que creen que fueron ataques de leopardos. Huían cuando se
encontraron con los niños demonio. La Tribu obviamente está cerca. Sea falso o
no, se están acercando a esa maldita piedra. Tenemos que llegar al jodido cráter
antes de que sea demasiado tarde.

Las bestias entre nosotros cambiaron de inmediato. Tye tenía razón: se


nos estaba acabando el tiempo. Emme subió a mi espalda y se aferró a mi
pelaje. Los otros se apresuraron por delante de nosotros. Me detuve para mirar
a la mujer que me había salvado la vida. Sujetaba a su hija contra ella. Esos
imbéciles de la Tribu me querían muerta y los odiaba por eso. Pero los odiaba
aún más por todas las vidas que habían reclamado en el camino. Era hora de
que murieran.

Emme acarició mi cabeza.

—¿Estás bien, Celia?

Solté un sí antes de salir corriendo para unirme a mi equipo.


Capítulo 29
P
asé mis dedos por mis rizos rebeldes e intenté no derretirme de la
humedad horrible.

—¿Y cómo aprendiste exactamente a cablear un auto?

El pequeño trasero de Shayna se balanceaba y retorcía mientras jugaba


con el cableado del SUV.

—Koda me enseñó. Dijo: “Nena, cada chica necesita saber cómo hacer
tres cosas: defenderse y cablear un auto”.

Emme se abanicaba con su mano.

—Eso son solo dos cosas. ¿Cuál es la tercera?

Shayna se deslizó por debajo del tablero cuando el motor rugió a la vida.
Su sonrojo y sonrisa me dijeron más de lo que necesitaba saber.

—Después te lo diré, dulzura.

Saltamos al Range Rover que habíamos conseguido prestado en la


entrada del cráter. Tye había querido conducir. Para disgusto de Emme, insistí
en que Shayna tomara el volante. Odiaba admitirlo, pero, por más loco que
condujera, sus reflejos y velocidad eran inigualables.

Intenté concentrarme en el paisaje para evitar gritar como la pobre


Emme. Aceleramos a través de selvas y llanuras abiertas con leopardos
merodeando, a través de pantanos repletos de rinocerontes negros y jabalíes.
Pero cuando nos encontramos con una manada de elefantes, supe que había
encontrado el arma perfecta.

—Shayna, detente. —Salté del vehículo antes de que terminara de


patinar hasta detenerse suavemente.

Tye me persiguió.
—Celia, ¿qué demonios estás haciendo?

Lo ignoré y me agaché a pocos metros de las bestias majestuosas. Me


arrastré lentamente, acercándome a ellos tanto como me atreví.

—Maldita sea, este no es momento para hacer turismo —gruñó Tye.

Mis ojos nunca abandonaron la manada.

—Espero que esto sea útil.

—¿Qué?

Me desmaterialicé bajo tierra y emergí detrás del macho más grande. Las
yemas de mis dedos tocaron suavemente su vientre arrugado. Sacudió la cola,
pero no respondió por lo demás. Me concentré en absorber su esencia, tal
como Misha me había enseñado. Algo se activó dentro de mí, similar a la
sensación que tuve cuando conecté con el águila por primera vez. Suspiré con
alivio. Gracias, grandote.

Retiré mi mano, sintiéndome bastante complacida conmigo misma, hasta


que el elefante me notó. Resulta que los paquidermos no son las criaturas más
indulgentes. Balanceó su enorme trompa hacia mí y apenas evitó el aplastarme
con sus patas gigantescas. Cambié y salí corriendo.

Los ojos de Tye sobresalieron de su rostro cuando nos vio dirigiéndonos


hacia él.

—¡Oh, mierda! —Mantuvo su forma humana a medida que arrastraba el


culo y se arrojaba al auto.

Mi yo de ciento ochenta kilos no podría caber dentro de un Range Rover


abarrotado, así que cambié mientras saltaba por la ventanilla móvil. Shayna pisó
el acelerador y sorpresa, sorpresa, aterricé desnuda encima de Tye. Todos
instaron a Shayna a darse prisa a medida que Chang colgaba por la ventana
tomando fotos con su iPhone.

La cabeza de Emme giró bruscamente hacia la bestia cargando hacia


nosotros.

—Oh, Dios mío. Celia, espero que haya valido la pena.

Tye sonrió mientras yo peleaba para ponerme una camisa.


—Sí, sí, valió.

Danny revisó sus notas y nos dirigió al cráter. Incluso con Shayna
conduciendo, tardamos casi dos horas en llegar a la base. Cuando finalmente
llegamos a nuestro destino, salimos disparados del SUV como si se hubiera
incendiado. Danny corrió adelante y buscó entre los muros altos después de
otra mirada a sus notas.

—Tenemos que encontrar una cueva pequeña a unos veinte metros de


altura, tiene forma de boca de dragón. Se supone que la piedra está escondida
en una cresta, cerca de la entrada de la cueva.

Bren se rascó su barba desaliñada mientras contemplaba el cráter


enorme.

—Sé que probablemente deberíamos haber preguntado hace mucho


tiempo, pero ¿cómo demonios se ve la piedra?

Danny metió sus notas en el bolsillo trasero de sus jeans gastados.

—Según los escritos, es de color verde y la reconoceremos por su


esplendor cuando la veamos. Vamos, por aquí.

Trotamos alrededor del perímetro durante aproximadamente media hora


hasta que Tye vio la cueva. Esperaba que pareciera un hocico estrecho y
sobresaliente, pero en cambio se parecía a una boca abierta de serpiente con
dientes dentados. El rugido de un pequeño avión detuvo nuestra subida. Nos
agachamos en la maleza cuando pasó sobre nosotros. No nos movimos hasta
que el motor se desvaneció en la distancia.

Tye emergió de la vegetación densa con Emme a cuestas.

—Puede que solo sean los guardaparques revisando las cosas, pero no
esperemos para averiguarlo. —Se desnudó y arrojó su ropa al suelo—. Celia, tú
y yo subiremos. El resto de ustedes vigilen. —Cambió y trepó rápidamente a lo
largo de la pared del cráter en ruinas. Me quité mis zapatillas y emergí mis
garras delanteras y traseras. Me echó otro vistazo más cuando lo alcancé con
facilidad, devolviendo mi sonrisa con la de su bestia. Me reí. Incluso su león
tenía un hoyuelo.

Escuchamos a poca distancia el regreso del avión. Y el aterrizaje.


Intercambiamos miradas rápidas y escalamos la pared más rápido. La cueva
estaba al alcance cuando alguien disparó una escopeta. Tye echó la cabeza
hacia atrás y gruñó, sus ojos azul claro disparándose con agonía. Una bala de
oro maldito había golpeado su pata trasera. El humo se alzaba donde le había
quemado la carne. Batallamos con los últimos metros mientras la lucha entre
nuestro bando y los miembros de Tribu estalló debajo de nosotros.

Me abrí paso a través de un nido de telarañas y casi golpeé mi cabeza


contra el techo irregular. Danny no estaba bromeando; la cresta estaba a solo
tres metros de la entrada. Pasé mis dedos por el borde. Algo con muchas patitas
se escurrió sobre mi mano. Retiré mi mano hacia atrás y la sacudí
violentamente. No era Lara Croft. Respiré profundo y lo intenté nuevamente.
Esta vez, mis dedos se deslizaron sobre algo grande, frío y suave. Lo agarré con
ambas manos, para nada preparada para lo que vi. Una esmeralda del tamaño
de dos bolas de softbol yacía en mis palmas. Me apresuré y se la mostré a Tye.
Sus fauces enormes se abrieron, pero entonces se giró hacia el borde de la
cueva y gruñó.

Cuatro vampiros infectados por la sed de sangre corrían hacia nosotros a


gran velocidad, sus cuerpos temblando con la necesidad de darse un festín. En
la base, nuestro grupo se refugiaba contra el cráter, luchando contra los
miembros de Tribu que los habían acorralado.

Tye jadeaba de dolor, pero se agachó y se preparó para atacar a los


espeluznantes sedientos de sangre que ya casi estaban sobre nosotros. Tiré de
su melena.

—Tye, escúchame. Cierra los ojos y aguanta la respiración. —Él gruñó


cuando empujé la piedra en su boca. Me aferré a su pelaje y le guiñé un ojo—.
Confía en mí, Mufasa.

El primer sediento de sangre estampó su mano con garras frente a


nosotros cuando me desmaterialicé. Nuestros cuerpos se descompusieron en
partículas diminutas, permitiéndonos atravesar el cráter con facilidad. Emergí a
la superficie como un elefante. Un elefante muy hambriento, privado de sueño y
de mal humor. Mi trompa enorme estampó a un vampiro sediento de sangre
contra la pared, lo suficientemente fuerte como para salpicar el líquido verde
pútrido abultando sus músculos. Levanté mis patas traseras y aplasté a un
miembro de Tribu con las delanteras. El elemento sorpresa me ayudó a hacer
algo de daño, pero estábamos muy superados en número y necesitábamos salir
de Tanzania de una jodida vez. Mis patas pisotearon a los que se atravesaron y
mi trompa los azotó, dando tiempo al equipo Celia para saltar sobre mí. Nos
desmaterialicé a cabo, emergiendo a una buena distancia y confundiendo a los
miembros de Tribu momentáneamente.

Mi forma de elefante desapareció tan pronto como resurgí. Era extraño,


pero sabía que nunca la volvería a poseer. Era demasiado fuerte o demasiado
grande para que mi espíritu la mantuviera. Sin embargo, no había tiempo para
llorar la pérdida.

Shayna saltó sobre el cuerpo lobuno de Bren y señaló hacia adelante.

—Su avión aterrizó allí. ¡Vamos! —Arrastró a Emme con ella y Bren salió
corriendo. Danny los persiguió, llevando a Ying-Ying y Chang. Cambié a mi
tigresa y llevé a Tye humano y desnudo en mi espalda. Arrasaba a través de la
vegetación, pero los disparos detrás de nosotros me motivaron a correr aún
más rápido.

Tye jadeó en mi oído.

—No es así como imaginé nuestra primera vez juntos. Quiero decir, sabía
que estaría arriba, pero esto es extraño.

Deseé poder comunicarme con él solo para decirle que se callara. Pero a
diferencia de Tye, no parecía poseer esa habilidad.

Llegamos a un claro y divisamos el avión. Tye arrojó la piedra a Bren y


todos subimos a bordo. Me fijé en todas las campanas y silbatos en la consola y
sacudí mi cabeza hacia Shayna.

—¿Tu cachorrito te enseñó a cablear un avión?

—No es necesario. —Tye apretó algunos botones y puso el motor en


marcha. Recorrimos el campo de hierba plana mientras las hélices cobraban
impulso. Los miembros de Tribu emergieron de la jungla antes de que
pudiéramos despegar, cargando una especie de lanzacohetes. Que Dios me
perdone por las palabras que salieron de mi boca.

Ahora bien, no sabía ni una palabra de coreano, pero creo que Chang
dijo el equivalente de “¡Jódanse!”

Abrió la puerta y arrojó varios objetos de su mochila. Uno golpeó al


miembro de Tribu llevando el lanzacohetes antes de que pudiera disparar. El
tipo chisporroteó como sacudido por una corriente eléctrica a medida que una
ráfaga plateada subió por su brazo y entró en el arma. Explotó con un
estruendoso trueno salpicando trozos de miembros de Tribu muertos contra el
costado de nuestro avión.

Shayna alzó sus brazos.

—¡Trajo sus bolas!

Chang continuó colgando del avión mientras pasábamos junto a los


miembros de Tribu restantes. Su risa histérica resonando por encima del rugido
del motor mientras agitaba su dedo medio alegremente.

Tye usó el teléfono celular de Shayna para organizar con avión de Misha
para encontrarnos en la pista de aterrizaje de Manyara. Ya no nos importaba
pasar desapercibidos. Solo teníamos que llegar a Chaitén.

Al momento en que abordamos, Shayna y yo nos preparamos para quitar


la bala de oro de la pierna de Tye. No sé si era la fiebre ardiendo por todo su
cuerpo o si fue porque vio a Shayna afilar una cuchara en un escalpelo, pero
toda su arrogancia se disolvió como un helado en una sartén. Sus pupilas se
dilataron y prácticamente se sacudió encogiéndose en su asiento.

—¿Alguna de ustedes ha realizado alguna cirugía antes?


Shayna alargó el extremo puntiagudo del bisturí hasta un borde más fino
con su don.

—Bueno, no. Pero Ceel y yo somos enfermeras de parto y hemos visto


realizar cesáreas aproximadamente un millón de veces.

Tye aferró los brazos de su asiento.

—No tengo un maldito útero. Mierda, ¡no me toquen!

Casi le digo a Tye que una vez quité media docena de balas del cuerpo
de Gemini. Pero luego pensé en el comentario que había hecho sobre “nuestra
primera vez” y “sabía que estaría arriba”. Así que, en lugar de intentar aliviar su
ansiedad, miré a todos los demás.

—Sujétenlo.

Todos saltaron, incluso Emme. Tye retorció y giró su cuerpo, maldiciendo


como un marinero borracho durante la Semana de la Flota. Todos se
mantuvieron firmes. Le di una sonrisa bonita y acaricié su larga melena lejos de
su cara.

—Pensé que eras el rey de las bestias, no el señor de las gallinas.

Mi toque y sonrisa lo distrajeron… un poco demasiado. Me mostró una


de sus sonrisas sexy.

—Entonces, ¿qué consigo si te dejo…? ¡Hijo de puuuuutttttaaaaa!

Arrojé la bala extraída en una taza.

—Absolutamente nada.

Me puse de pie y me lavé las manos mientras mis amigos se bajaban de


él, a excepción de Emme, quien lo ayudó a sanar. El pequeño felino llorón
estuvo como nuevo en menos de un minuto. Se levantó de su asiento y se
acercó a mí acechante, inclinándose para apoyar sus manos sobre mis hombros.

—Eso no estuvo bien —murmuró.

Me quité sus manos de encima.

—De nada.
Tye inmediatamente estrechó mis hombros una vez más y fijó su mirada
en la mía.

—Me gustas, Celia —susurró—. ¿Qué tal, si salimos vivos de esto, me


dejas llevarte a cenar?

Tye dijo “cenar” como la mayoría de los hombres decía “cama”. Me alejé
de él cuando un profundo gruñido sádico atravesó mi mente. Por la sonrisa en
la cara de Tye, también lo había escuchado. Una neblina blanca me rodeó,
haciéndome brillar. Me asusté.

—¿Qué demonios?

Todos me observaban boquiabiertos excepto Tye.

—Parece que el vínculo de Aric contigo acaba de aumentar un poco más.


—Soltó una pequeña risa—. Entonces, ¿qué tal una comida?
Capítulo 30
—Celia, despierta.

Estiré mis brazos lentamente, solo para sentarme abruptamente cuando


mi estómago se revolvió. Mierda, tenía náuseas.

Tye frunció el ceño.

—¿Estás bien?

—Sí, solo jet-lag. —Mis pensamientos me llevaron a Aric. Me froté la


cara, el pecho y los brazos, esperando que dolieran por alguna razón.

Tye observó mis movimientos.

—Estamos a una hora de nuestra última parada. Necesito que todos


estén listos antes de aterrizar. He arreglado un helicóptero. Es la forma más
rápida de llegar a Chaitén.

Asentí y empujé a Shayna suavemente.

—¿Cachorrito? —murmuró ella.

—No, cariño, soy solo yo. —No me gustaron las arrugas profundas
frunciendo su frente. Parecía estar sufriendo, pero entonces, sonrió y se
incorporó. Me estiré de nuevo y busqué unas galletas para calmar mi estómago.
Si no dormía pronto de forma decente, mi cuerpo iba a volverse contra mí.

El teléfono de Shayna sonó en su mochila cuando encontré algunas


galletas saladas. Lo buscó a tientas hasta que lo encontró.

—¿Koda?

—Soy yo, Taran. —Mi corazón se hundió cuando escuché su voz


temblorosa. Algo estaba mal. Las manos de Shayna temblaron a medida que
ponía la llamada en altavoz—. Por favor, dime que están bien y por favor di que
tienen la piedra —rogó Taran.
Shayna se quedó inmóvil, apenas parpadeando. Emme se sentó junto a
ella y aferró su mano mientras yo hablaba.

—Estamos bien y tenemos la piedra. Deberíamos llegar hasta ustedes en


aproximadamente una hora y media. —Los gritos de Taran resonaron por el
teléfono y retumbaron en mis orejas. Tragué fuerte—. Taran, ¿qué ha pasado?

—No podemos vencer a Ihuaivulu. Es muy fuerte. Tuvimos que usar la


primera piedra para debilitarlo. Aric y Koda fueron los únicos capaces de
acercarse lo suficiente como para usarla. —Su voz se quebró—. Están heridos…
en serio es malo.

Los sollozos de Taran atravesaron mi corazón y enviaron escalofríos por


mi columna vertebral. Bren me atrajo contra él y me abrazó con fuerza. Hubo
movimientos en el otro extremo antes de que Gemini entrara en la línea
sonando miserable y exhausto.

—Aric y Koda resultaron quemados severamente. —Dejó escapar un


suspiro—. Sus heridas no están sanando… pero aún pueden pelear.

Salí del agarre de Bren, gritando por encima de los sollozos de Shayna.

—¿Me estás diciendo que están heridos y aun así los están enviando a
pelear?

—Celia, no tenemos elección. Hemos estado luchando contra Ihuaivulu


durante las últimas veinte horas desde que Aric lo golpeó con la piedra. Todo lo
que hemos logrado hacer es mantenerlo en el volcán. Miembros de la Alianza
de toda América Central y del Sur se han unido a nosotros, pero aun así no
somos rivales para él. Tienes que venir hasta aquí… eres nuestra última
esperanza.

Lo que sonó como un gran murciélago chirriante retumbó a través del


teléfono con la fuerza suficiente para enviarlo girando fuera de la mesa. Me tapé
mis orejas y grité por Taran, pero la línea se cortó.

El silencio que llenó el aire amenazó con ahogarme. Las lágrimas corrían
por la cara de Shayna y sus ojos me suplicaron que le dijera que había oído mal:
que Taran estaba a salvo y que nuestros compañeros no habían sido dañados.
Sabía esto porque también quería escucharlo. Quería que todo fuera un sueño
horrible. Pero no era así. Su amor y el mío estaban sufriendo, y nuestra hermana
estaba en peligro. Sufrían solos y no había nada que pudiéramos hacer… por
ahora.

La cara de Shayna palideció.

—Celia, ¿y si mueren?

Me negué a derramar lágrimas ante las palabras de Shayna. Aric no podía


morir y tampoco Koda o Taran. Se suponía que Aric y yo debíamos casarnos y
pasar nuestras vidas juntos. No, no lloraría. Llorar significaba que ya los creía
muertos y que mi tiempo con Aric había terminado.

Irrumpí en el baño para salpicarme agua fría en la cara. Tye me siguió.

—¿Estás bien?

Me quedé mirando mi piel pálida en el espejo, agarrando los costados


del lavabo antes de romper mi reflejo en pedazos.

—No —respondí—. No, no lo estoy.

Los últimos minutos fueron los más largos de nuestro viaje; incluso Ying-
Ying no podía quedarse quieta. Estábamos ansiosos, enfurecidos y listos para
pelear. Al momento en que nuestro avión se detuvo, corrimos hacia el
helicóptero con Tye a la cabeza. No había nadie allí para recibirnos; solo una
nota pegada a la ventana con coordenadas a Chaitén anticipaba nuestra
llegada.

Lo que encontramos en Chaitén fue devastación propia de una guerra


mundial. Una nube espesa de ceniza gris asemejándose a la nieve caída cubría
toda la ciudad y el aire como una niebla. Tye ascendió por la montaña donde
toda la vegetación yacía completamente destruida. Filas y filas de árboles
demolidos y todavía ardiendo se posaban uno encima del otro como legos
descartados, emitiendo luz sobre los restos carbonizados de weres muertos y los
cúmulos oscuros de ceniza que habían sido vampiros una vez. Algunos árboles
permanecían erectos obstinadamente, como gigantes velas negras todavía
humeando.

El terrible chillido de murciélago atrajo nuestra atención hacia el volcán,


donde el fuego se disparaba al cielo desde varias direcciones diferentes.

—En serio espero que sea solo el volcán en erupción —dijo Bren.

—Ojalá —murmuró Tye—. Mierda, y supuestamente ahora está más


débil.

Tye continuó elevándose. Los restos de motocicletas y helicópteros


cubrían el área como un cementerio de metal en medio de un mundo en llamas.
Solo un parche de bosque oculto permanecía intacto: el campamento base de la
Alianza. Habíamos llegado.

No vi a nuestros lobos ni a Taran, pero varios miembros atendiendo a los


heridos se pusieron de pie y señalaron frenéticamente hacia el volcán.

Tye ajustó su transmisor y me dio una sonrisa tensa.

—Parece que estamos solos. Cualquiera que no esté listo debe bajarse
ahora. —Se cernió sobre el campamento mientras yo me deslizaba hacia atrás y
abría la puerta.

Hice un gesto hacia la salida y luego hacia Chang y Ying-Ying para


hacerles entender.

—Esta es su oportunidad de salvarse. Ahora vamos tras Ihuaivulu. —


Sonrieron amablemente, pero permanecieron donde estaban. Me tapé los ojos
con mi mano y traté de sofocar mis lágrimas. Chang y Ying-Ying habían sido mis
maestros y torturadores, pero también se habían convertido en mis amigos.
Había llevado toda mi vida el peso sobre mis hombros de proteger a mis
hermanas. Ahora también llevaba el suyo. Dejé caer mi mano y apreté mis
puños—. Esta no es su pelea. Deberían ir. —Permanecieron juntos y
maniobraron alrededor de los asientos. Pero en lugar de saltar, se inclinaron.

Chang palmeó mi hombro.

—Orgulloso —dijo.

Ying-Ying asintió.
—Chica buena.

Regresaron a sus asientos y sujetaron sus cinturones. Cerré la puerta


cuando Tye nos llevó más alto a los cielos. Mi mirada se fijó en los rostros
decididos de aquellos que amaba.

Bren y Danny reconfortaban a Emme y Shayna. Quería decirles que no


tenían que hacer esto, que moriría por ellos con mucho gusto. También pensé
en inspirarlos de alguna manera. Después de todo, habían subido a bordo del
tren del Equipo Celia. Me siguieron al peligro sin dudar y sin mirar atrás. Habían
confiado en mí para liderarlos y, aun así, no pude formar las palabras para
decirles lo que sus acciones significaban para mí.

—Yo…

Los ojos de Danny brillaban.

—También te amamos, Celia.

Apoyé mis palmas contra la puerta y dejé caer la cabeza. Dios, por favor,
mantenlos a salvo. No te los lleves todavía. El mundo es un lugar mejor con ellos
aquí.

Tye giró bruscamente a la derecha, lo suficientemente fuerte como para


que me aferrara a un asiento, y habló por su comunicador.

—Quiero estar lo más lejos posible de Ihuaivulu. Emme, cuando nos


acerquemos a él, usa tu fuerza para lanzar la piedra. —Ella asintió y rebuscó en
su mochila para recuperar la piedra. Me uní a él al frente y limpié mis palmas
sudorosas contra mi camiseta sin mangas. Él sonrió y mostró su hoyuelo—. No
te preocupes, palomita. Vamos a lograrlo. Nuestros cachorros están destinados
a librar al mundo del mal. Eso significa que tenemos que permanecer con vida
para concebirlos.

Sacudí mi cabeza y suspiré. Tye se llevaría una sorpresa desagradable,


independientemente de si lo lográbamos o no.

El chillido terrible de murciélago rugió con poder suficiente para sacudir


el helicóptero. Todo el infierno se desataba en la cumbre. Los weres avanzaban
atronadores por el suelo, intentando arrear lo que solo podía describirse como,
bueno, un dragón de siete cabezas respira fuego. Oh, Dios mío. El cuerpo
inmenso de Ihuaivulu superaba con ventaja edificios de tres pisos y sus cuellos
largos de lagarto lo hacían parecer aún más grande. Llamas rojas se deslizaban
desde algunas de sus bocas mientras las otras se tragaban a los vampiros con
aspecto de guerrilleros disparándole.

Ihuaivulu azotó su cola y golpeó al conductor de una moto de tierra. El


conductor voló y se estrelló contra la ladera de la gran colina, su cuerpo roto
inmóvil. Grité cuando me di cuenta que era Misha… y que Ihuaivulu se acercaba
rápido.

Los dos Gemini y Liam llegaron en forma de lobo e intentaron interceptar


al demonio alado. Si los lobos tenían miedo, ocultaban bien su temor. Lucharon
con ferocidad y furia rabiosa, mordisqueando y embistiendo a Ihuaivulu en un
intento de distraerlo y lograr que los persiguiera. Pero era inútil.

Me tambaleé hasta la parte de atrás y abrí la puerta.

—¡Necesito bajarme ahora!

Tye maniobró el helicóptero hacia Misha. Salté al momento en que


pasamos por encima de él. Mi cuerpo se lanzó directamente hacia él con las
manos extendidas. Para el momento en que las yemas de mis dedos sintieron el
roce de su chaqueta de cuero, nos desmaterialicé a través de la colina hasta la
cima.

Misha escupió tierra cuando emergimos a la superficie. Me miró


fijamente, aturdido momentáneamente hasta que sus brazos me encerraron en
un fuerte abrazo.

—Volviste a mí —susurró. El suelo retumbó debajo de nosotros y nos


derribó de lado. Nos apresuramos al borde. Debajo de nosotros, Ihuaivulu
liberaba su cabeza de la colina donde Misha había permanecido inmóvil.

Me puso de pie.

—Debemos irnos, ahora —instó.

Mi mandíbula se apretó fuertemente.

—Aún no.

Tye maniobró el helicóptero para una segunda pasada. Las bocas


exhalando fuego lo siguieron, chasqueando sus mandíbulas omnívoras en busca
de más presas. Tye esquivó y se abrió camino alrededor de las llamas, pero sus
movimientos bruscos funcionaron contra nosotros. Emme cayó del frente,
donde se había preparado para lanzar la piedra. Se resbaló de su agarre cuando
intentó aferrarse a los polines. Bren salió para ayudarla, pero ella no pudo
aguantar. Ying-Ying se lanzó tras ella con la velocidad del rayo. Se retorció
alrededor de Emme y rebotó lejos de Ihuaivulu como una pelota de goma.

Estaban a salvo, pero los demás no. Ihuaivulu estrelló una de sus cabezas
contra el helicóptero y lo catapultó fuera de control. Bren, quien colgaba de los
polines, cambió y saltó al suelo tras de la piedra caída.

El helicóptero se estrelló lejos de nosotros, pero no explotó. El rotor


principal continuó girando a medida que Tye y Danny emergían como bestias
con Shayna y Chang a sus espaldas. Zigzaguearon para evitar las llamas de
Ihuaivulu, pero habían aterrizado demasiado cerca de él y necesitaban ayuda.
Estaba a punto de correr hacia ellos cuando una corriente de fuego azul y
blanco disparó contra Ihuaivulu con la furia del infierno.

Taran surgió en una colina frente a nosotros, flotando sobre el suelo con
sus ojos de cristal fijos en Ihuaivulu. Gritaba mientras los meteoritos de fuego
salían arrancados desde su núcleo y contra su objetivo. El demonio atrapó las
bolas de fuego y las tragó enteras. Taran estaba en problemas.

Y Emme estaba allí para salvarla.

Mi hermana menor levantó el gran trozo de metal retorcido que alguna


vez fue un helicóptero con toda la gama de su fuerza. Gruñó y gritó con las
manos sobre su cabeza. La sangre escurrió por su nariz y lágrimas corrieron por
su rostro de un púrpura profundo a medida que levitaba la aeronave sobre el
suelo. Ying-Ying saltaba salvajemente y lanzaba palabras de aliento cuando la
carga de Emme se sacudió por sus esfuerzos tensos. Con un último grito
primitivo, Emme empujó el helicóptero hacia Ihuaivulu. Los rotores giratorios
arrancaron tres cabezas de Ihuaivulu momentos antes de que el resto explotara
sobre él en un estallido gigante de luz.

Los gritos y aullidos emocionados de los miembros de la Alianza fueron


de corta duración. Las cabezas restantes encendieron toda el área en un furioso
infierno.

—¡Retirada! —gritó un vampiro justo antes de que las llamas lo


envolvieran.
Misha agarró mi mano y volvimos corriendo al campamento. Entramos
casi al mismo tiempo que Gemini y Liam entraron. Los otros no habían
regresado.

Los dos lobos de Gemini se convirtieron en uno. Y Liam y él cambiaron y


corrieron hacia nosotros.

—Celia, ¿dónde están todos? —preguntó Liam.

—No lo sé. Nos separamos.

La mirada oscura de Gemini se volvió bruscamente hacia el bosque


humeante.

—Voy a volver.

Misha lo interceptó.

—No seas tonto. Toda el área está en llamas. Si sobrevivieron, volverán


dentro de nada.

Las palabras de Misha, aunque ciertas, no hicieron nada para calmarme.


Mis ojos se movieron frenéticamente alrededor. No veía a nadie que
reconociera. Justo cuando pensé que perdería la cordura, apareció Taran. Las
llamas azules y blancas protegiéndola se retiraron a su núcleo, permitiendo que
Gemini la sujetara entre sus brazos. Lloró abiertamente mientras Gemini la
conducía hacia mí.

Taran me abrazó entonces.

—Oh, Dios mío, Celia. ¡Pensé que nunca más volvería a verte!

Mi voz tembló.

—Taran, ¿viste a alguien más?

Echó un vistazo por encima del hombro a Gemini.

—¿Nadie más regresó?

Él colocó su brazo sobre su hombro.

—No, pero tenemos que darles tiempo.

Me eché el cabello hacia atrás y me paseé de un lado a otro, intentando


evitar mirar a los weres alrededor. Cicatrices horribles cubrían a la gran mayoría.
Algunos tenían extremidades completamente quemadas, mientras que otros
estaban cubiertos con vendajes pesados para proteger sus heridas frescas. Los
pocos vampiros que quedaban parecían ilesos. Deben haber esquivado el fuego
mortal de Ihuaivulu. Si las llamas de la criatura los hubieran rozado, se habrían
unido a los montones de ceniza rodeando la ladera de la montaña.

Los heridos me observaban, el miedo y el dolor reclamando sus rasgos


distorsionados. Ninguno de ellos me era familiar. Ninguno era a quien ansiaba
ver. Una sensación horrible de temor se apoderó de la boca de mi estómago y
me retorció las entrañas.

—¿Aric y Koda están…?

—Están vivos, Celia —respondió Gemini en voz baja—. Aquellos que


tuvieron un mayor trauma fueron trasladados a las tiendas.

Se me doblaron las rodillas cuando volví a ver a los weres con las
extremidades faltantes. Esperaban a la intemperie, no en tiendas… lo que
significaba que ellos estaban en mejor forma.

Taran me pasó un brazo por mis hombros.

—Te llevaré con ellos. Pero Aric especialmente no está… bien. —Me llevó
a las filas de tiendas de campaña, deteniéndose afuera de una de las más
grandes.

Las solapas de la tienda se abrieron justo cuando los Antiguos salieron.


Anara me contempló con su desagrado habitual, mientras que los demás me
encontraron con una mezcla de tristeza y compasión. Respiré hondo antes de
entrar y traté de imaginar lo peor.

Nada podría haberme preparado para esto. Jadeé horrorizada. Y fue todo
lo que pude hacer para no gritar.

La mitad del cuerpo de Koda ardía con furiosas ampollas rojas listas para
estallar, pero el resto de su cuerpo estaba en condiciones mucho peores. Su
lado derecho se asemejaba a un grueso cuero carbonizado, con un diseño muy
parecido a las escamas de una serpiente. Su ojo derecho se había cerrado
hinchado y había perdido una oreja. Y su cabello, una vez largo, grueso y
sedoso, ahora estaba chamuscado o faltando en las secciones de su cuero
cabelludo quemado. Se encorvaba en agonía.
Y aun así le había ido mejor que a Aric.

La parte superior y los lados del cabello de Aric se habían desvanecido,


devorados por las hendiduras chamuscadas dispersas en su cuero cabelludo. Su
cara, cuello, pecho y brazos estaban dañados brutalmente. Había perdido las
dos primeras capas de piel en algunas partes, y las tres en otras. Sus oídos, Dios
mío, no eran más que pedazos encogidos de carne deformada. Y donde había
estado su ojo derecho, solo quedaba un parche de piel quemada. Su ojo
izquierdo se movió hacia donde yo estaba, envuelto bajo una hendidura
alarmantemente hinchada.

Los lobos me observaron atentamente, pero no me moví. Taran se inclinó


para susurrar.

—El poder de Ihuaivulu era demasiado grande. Están curando sus


infecciones y dolor lentamente, pero las cicatrices… parecen ser permanentes.

El sollozo desgarrador de Shayna me hizo saltar. Pasó junto a mí


tambaleándose para arrodillarse ante Koda.

—Oh, Dios mío, no. ¡Cachorrito, no! —Sus gritos golpearon mi pecho
como ráfagas vengativas. Intentó alcanzarlo, pero se retiró. Sus ojos recorrieron
sus quemaduras, sin saber si tocarlo.

Koda la atrajo a su regazo, sometiéndose a un dolor obviamente


insoportable. Sin embargo, sin importarle.

Solo quería abrazar a su compañera. Shayna besó sus labios y mejillas,


llorando histéricamente. Él hizo todo lo posible por consolarla, pero era inútil.
Sufría tanto como él.

La cara arruinada de Aric se encontró con la mía, pero no pude obligarme


a ir hacia él. Mis manos se apretaron en puños y las lágrimas escaparon de mis
ojos. Temblaba con la fuerza de mi ira, lívida por el dolor que había soportado y
por cómo continuaría sufriendo.

Quise gritar por la injusticia. ¿Aric había protegido a la tierra


honorablemente, y esta era su recompensa? ¡JÓDETE!

Mis ojos de tigresa reemplazaron los míos y el odio inundó mi corazón


desenfrenado, chamuscando los bordes de mi alma y exigiendo destruir
cualquier cosa en mi camino. Mi bestia rugió dentro de mí, arañando y
mordiendo mi caja torácica. Matar, exigió. ¡Matar!

Taran agarró mi muñeca.

—Celia… Celia, ¿estás bien? Jesús. Celia, solo respira, cariño. Solo respira…
Oh, Dios. Cariño, por favor cálmate… juro que vamos a superar esto…

Mi propio infierno personal rabiaba dentro de mí. No sabía cómo


controlarlo, o si quería hacerlo. Y entonces, el suelo tembló, lo suficientemente
fuerte como para empujar mi tigresa a un lado y tirar de mi lado humano hacia
adelante.

Ihuaivulu, ese desgraciado hijo de puta, se estaba acercando.

Misha irrumpió en la tienda y me hizo girar, apretando mis hombros con


fuerza. Intenté quitármelo de encima, pero se mantuvo firme y empujó su cara
contra la mía.

—Ahora no es momento del duelo, Celia. Bren ha vuelto con Emme y la


piedra. —Me sacudió con fuerza cuando intenté liberarme—. ¡Escúchame!
Tenemos el poder para terminar esto. Hazlo. Ahora.

Mi mente luchó a través de la niebla vil retorciendo y distorsionando mis


pensamientos. La piedra. La piedra ha vuelto. Me mordí el labio con fuerza hasta
que sangró y me sacó de la miseria.

Me aparté de la tienda a toda prisa, bombeando mis piernas tan rápido


como me llevaran. Aric me llamó. Dios mío, su voz dolida y distorsionada no
tenía indicios de su timbre una vez profundo y confiado. Fue todo lo que pude
hacer para no volver corriendo hacia él. Quería tomarlo en mis brazos y nunca
dejarlo ir. Pero Misha tenía razón. Tenía que acabar con la Tribu de una vez por
todas.

Los pasos de aquellos persiguiéndome aceleraron, pero no pudieron


alcanzarme. Me concentré en Tye, quien estaba al borde de un acantilado,
agitando la piedra: el arma que necesitaba.

—¡Hora de ir como águila! —gritó antes de saltar.

Exploté en mi forma nueva y me zambullí por él. Se estremeció y maldijo


cuando mis garras una vez más se clavaron en sus hombros. Aleteé mis
apéndices poderosos y apunté a Ihuaivulu, quien se apresuraba hacia nosotros
con las alas extendidas, empeñado en asesinar. Es hora de las buenas noches,
bastardo diabólico.

Me elevé por encima de Ihuaivulu con la esperanza de que Tye pudiera


dejar caer la piedra sobre él. Habría funcionado si la criatura no hubiera tomado
vuelo. Maldito infierno. Supuse que era demasiado esperar que sus alas fueran
solo decorativas.

Me zambullí a la derecha, a la izquierda y hacia abajo, intentando evitar la


multitud de chasquidos y chorros de fuego. De ninguna manera podría
sobrevolarlo. Así que, tenía que volar de manera inteligente. Caí en picado por
la parte exterior del volcán y nos desmaterialicé a través de él. Estaba casi sin
aire cuando volamos al otro lado. Debajo de mí, la tierra retumbó por la fuerza
de Ihuaivulu estrellándose contra el volcán.

—¡Celia, perdí la piedra!

—¿Screeech?

—No se desmaterializó con nosotros. Tiene que estar del otro lado.
Regresa. ¡Regresa!

Incliné mis alas y di la vuelta. Se me aceleró el corazón al ver lo que


sucedía en el extremo más alejado del campamento de la Alianza. Shayna corría
a toda velocidad alrededor de los trozos astillados de los árboles en ruinas,
convirtiendo las piezas en largas espigas plateadas. Los vampiros y weres,
incluyendo a Aric y Koda, quienes gruñían en angustia, empalaban la dura piel
de Ihuaivulu y destrozaban sus alas en miles de pedazos. La bestia rugió e
intentó volar, solo para colapsar en el suelo cubierto de cenizas.

Mis ojos de águila escanearon el suelo y se fijaron en la piedra


descartada. Me lancé hacia ella, lista para engancharla cuando Ihuaivulu derribó
a Tye con su cola. El golpe nos impulsó a un árbol lejano. Los gritos de mis
hermanas apenas fueron audibles por encima de la corteza desmoronándose y
el estallido de la madera cayendo.

Aterrizamos con fuerza sobre el tronco humeante y nos desplomamos


sobre el suelo caliente. Perdí mi forma de águila y no pude recuperarla. Cambié
a tigresa y me tambaleé a tiempo para evitar que Ihuaivulu me convirtiera en
estofado. El calor de sus llamas abrasó la tierra, convirtiendo la montaña en su
infierno personal. Mis pulmones se contrajeron con la necesidad de aire. No
podía respirar y comencé a sofocarme, pero obligué a mi cuerpo a correr a
través del terreno maltratado, deseando que mis patas ignoraran el calor
creciente.

La forma del león de Tye salió a toda velocidad por la piedra. Su pelaje
blanco haciéndolo casi invisible contra la ceniza, pero era solo cuestión de
tiempo antes de que las cabezas restantes de Ihuaivulu lo vieran.

Necesitaba distraer a Ihuaivulu. De modo que, en lugar de huir de él,


cargué directamente hacia él. Mis hermanas y amigos me gritaron que volviera.
Los ignoré y mantuve mi cabeza en el juego. Si era mi hora de partir, que así
fuera, pero Ihuaivulu vendría conmigo.

Salté y me alejé de sus llamas más rápido de lo que mi tigresa se había


movido antes, viendo las corrientes de fuego como versiones más grandes de
rayos lanzados por un maestro de artes marciales excesivamente entusiasta. Mi
estrategia funcionó, y también mis evasiones a alta velocidad que lograron
manipular a Ihuaivulu para quemar su propia cola. Rugió y tropezó de dolor,
permitiéndome lanzarme a uno de sus hocicos restantes.

Mis garras traseras se sujetaron a su nariz, mis garras delanteras le


arrancaron los ojos, mis mandíbulas rompieron a través de las escamas gruesas
y contra el hueso. El líquido tibio chorreó contra mis garras y boca, y sus gritos
furiosos perforaron mis oídos, pero seguí desatando mi ira: por Aric, por Koda,
por todos los que se habían enfrentado a él.

Lo último que vi fue la segunda cabeza acercándose a toda prisa hacia mí


justo antes de que una explosión ensordecedora me disparara al aire. Aterricé
como humana en una montaña de cenizas, ahogándome y jadeando junto a la
forma desnuda de Tye. Escupimos y tosimos a medida que el polvo se asentaba
a nuestro alrededor mientras un estallido de vítores emocionados resonaba por
el valle. Tye se puso de pie y me levantó.

—¡Hijo de puta!

Eso lo resumía más o menos. Las ruinas y la destrucción de la montaña


nos rodearon, sin embargo, no quedaba rastro de Ihuaivulu.

—Maldición —dije en voz baja.

Tye no respondió, eligiendo en su lugar frotar sus pulgares contra mis


manos. La ceniza cubría nuestros cuerpos. Desafortunadamente, hacía poco
para ocultar mis bienes. Aparté mis brazos rápidamente y cambié. Sacudió su
cabeza una vez antes de reanudar su forma de león. Corrimos de regreso al
campamento, su alegría haciéndolo juguetón. Se frotó contra mí, haciéndome
cosquillas lo suficiente como para hacerme ronronear. Le di un manotazo y él
me mordió en broma. Continuamos nuestras bromas todo el camino de
regreso. Lo tomé como una diversión afable hasta que llegamos a nuestros
amigos y él volvió a cambiar.

—Celia, si alguna vez cambias de opinión… sabes dónde encontrarme.

—Ponte en línea —siseó Misha. Él y mis seres queridos me abrazaron y


me palmearon la espalda. Busqué a Aric, pero no pude verlo ni olerlo.

Gemini se inclinó para rascar mi cara peluda y susurrarme al oído.

—Está en el bosque inmediatamente a mi derecha.

Me desmaterialicé y viajé tan lejos en el bosque como pude, luego usé mi


nariz para rastrear a Aric. Lo encontré envuelto en una manta, mirando al suelo
fijamente. Cambié de nuevo a humana y me apresuré a él. Las lágrimas caían
por mi rostro a medida que me fijaba en sus rasgos desfigurados.

—Aric.

—Lo entenderé si no quieres quedarte conmigo.

Mis lágrimas detuvieron su descenso mientras luchaba por entender lo


que decía.

—¿De qué demonios estás hablando?

Se alejó de mí cuando lo alcancé. ¿Qué? Todo lo que quería era abrazarlo.

—Estoy diciendo que puedes elegir a Tye, Misha o a quien quieras. Solo
quiero que seas feliz.

Tropecé hacia atrás contra un árbol, aturdida y apenas capaz de


mantener mi cordura. Mi puño encontró el tronco y lo golpeó. La sangre se
derramó de mis nudillos.

—Soy más feliz contigo. ¡No te atrevas a intentar deshacerte de mí otra


vez!

—Celia, sé cómo debo lucir…


—¿Crees que tu aspecto es todo lo que me importa? Aric, te amo: todo
de ti. —Después de todo lo que habíamos pasado y todo nuestro tiempo
separados, ahora él me estaba alejando. Lloré entre mis manos, liberando el
miedo y la tristeza que había llevado desde que me enteré de sus aflicciones.
Mis sollozos se convirtieron en grandes jadeos frenéticos por aire. Me dolía el
pecho por el aliento brusco y por las puñaladas crueles de sus palabras.

Dio un paso hacia mí lentamente y puso sus palmas maltratadas en mis


brazos. Su voz distorsionada se quebró cuando habló.

—¿Aún me quieres?

Lo atraje hacia mí y encontré sus labios con los míos. Gruñó de dolor,
pero me negué a soltarlo. En cambio, mi beso se volvió más apasionado.

Aric envolvió sus brazos alrededor de mi cintura y me acercó, besándome


con el amor que conocía tan bien. Su piel arañó como plástico áspero y
dentado. Ya no era atractiva, lisa o suave. El cosquilleo por los pequeños vellos
en su pecho había desaparecido, al igual que su sentido del tacto. No había
músculo firme, y había perdido la movilidad en sus labios. Nunca más me
saludaría con la sonrisa que hacía cantar mi alma. Pero seguía siendo mi Aric. Su
sabor era igual de dulce, su cuerpo igual de cálido y su corazón aún latía por mí.

Se separó, jadeando pesadamente, pero esta vez no por dolor. Acaricié el


costado de su cara lo más suavemente posible.

—Siempre te querré —susurré—. Sin importar lo que pase.

Unos pasos se acercaron desde el denso sendero arbolado detrás de mí.


Aric me cubrió con su manta y me acercó. Tye se apoyó contra un árbol,
vistiendo unos pantalones cortos y una sonrisa bastante divertida.

—En serio no crees en Destiny. ¿Verdad, palomita?

Apreté mi agarre sobre Aric y descansé mi cabeza contra su pecho.

—Mi destino está en mis manos, Tye.


Capítulo 31
M
akawee examinó los brazos de Aric, sus cejas blancas fruncidas.

—Con el regreso de Ihuaivulu a su estado latente, los


efectos de su poder deberían haber cesado. —Sacudió su
cabeza—. No puedo comprender por qué nuestros weres son incapaces de
curarse.

Emme había intentado ayudar a Aric y Koda. Les quitó el dolor


remanente, pero sus cicatrices no se disolvieron.

Danny vio a Makawee liberar a Aric. El pesar y la tristeza opacaron sus


rasgos jóvenes, haciéndolo aparecer años más allá de su edad.

—¿Qué pasó con los miembros de Tribu que custodiaban la otra piedra?
Tal vez nos pueden decir algo.

Gemini acarició su perilla cada vez más gruesa con su índice y pulgar.
Además de algunas quemaduras leves en sus antebrazos y espalda, su cuerpo
se había salvado.

—La mayoría fueron incinerados por Ihuaivulu cuando lo despertaron.

—Los weres de Tribu que sobrevivieron fueron entregados a los vampiros


—dijo Liam, incapaz de ocultar su disgusto.

—Oye, teníamos hambre —dijo un vampiro a unas pocas tiendas de


campaña.

Me acerqué a Aric, luego lo pensé dos veces. Makawee, aunque


comprensiva, probablemente se opondría a cualquier contacto. Mis brazos
pesaban mucho por la necesidad de abrazarlo a medida que la miraba.

—¿Y la bruja que ayudó a despertar a Ihuaivulu? ¿Podría, no sé, haber


hecho algo para que no puedan sanar?
—La maté, Celia. —Los ojos de Taran se deslizaron sobre los cueros de
Aric y Koda—. La perra merecía algo mucho peor.

Shayna siguió siendo un elemento permanente en el regazo de Koda. No


quería hablar, pero cuando Koda levantó su barbilla, ella le dirigió una sonrisa
radiante. Carecía de su brillo habitual, pero era suficiente para curvar un lado de
la boca de Koda.

Seguimos a Makawee afuera para unirnos a la multitud de miembros de


la Alianza que se habían reunido. Me contuve un poco para poder caminar junto
a Aric. Esperé hasta que ella se unió a los Antiguos y a Uri en una pequeña
pendiente antes de hablar en voz baja:

—Solo quiero estar a solas contigo.

Aric bajó su cabeza.

—Ahora no es un buen momento, amor. Pero veré qué puedo hacer.

Parpadeé para contener las lágrimas. Desde que regresamos del bosque,
Aric había mantenido su distancia. Entendía por qué. No teníamos el lujo de
estar juntos como Shayna y Koda. Pero me necesitaba a su lado. ¿Acaso los
Antiguos no podían concedernos al menos eso? Rocé mi mano sobre la suya
antes de acercarme a Emme.

Aric bajó la mirada hacia su mano. Aunque su rostro lesionado no indicó


si apreciaba el gesto, esperaba que lo hubiera hecho.

Me limpié mis ojos solo para esparcir más de esa ceniza miserable que
seguía cayendo. Mi tigresa se paseaba de un lado a otro con la necesidad de
abandonar este páramo y regresar a Aric. Me llevó un momento calmarla lo
suficiente como para centrarme en los líderes y las palabras que estaban
compartiendo con la multitud reunida. Martin y Uri agradecieron a los
sobrevivientes por su coraje y sacrificio. Sus palabras fueron esperanzadoras y
alentadoras, y sobre todo sinceras.

La atmósfera cambió cuando Anara tomó el centro del escenario.

Su mirada recorrió a la multitud hasta que cayó directamente sobre mí.


Percibí el frío que trajo consigo y su furia cuando habló.

—Hoy hemos perdido muchos Guerreros y amigos estupendos, y temo


más que nunca por el futuro de nuestra raza were. Solo a través de una cría
adecuada podemos asegurar la supervivencia de nuestra especie. —Sacudió su
cabeza de lado a lado, la ira profundizando en sus rasgos de halcón—. Me da
asco que incluso nuestros propios líderes no ven que el mundo se derrumbará
sin nosotros. —Miró a los dignatarios were de América Central y del Sur,
ignorando a Uri y Misha junto a él—. Planeo presentar un decreto ante el
Consejo Were de América del Norte que requerirá que todos los weres sin
parejas cumplan con los mismos deberes que exigimos a nuestros purasangres.
Y los insto a todos a pedir lo mismo de sus órganos rectores. ¡El futuro de
nuestra especie depende de ello!

Mi jadeo fue apenas audible por encima del alboroto que siguió. Martin
se adelantó de inmediato y murmuró algo bajo en el oído de Anara, sus cejas
anguladas iluminando su disgusto con Anara. Anara mantuvo su atención en mí,
negándose a reconocer una sola palabra. ¿Era tan arrogante? Beta purasangre o
no, Anara no era más fuerte que su Alfa.

Muchos weres no estuvieron de acuerdo con Anara, pero un número


sorprendente se pusieron de su lado. Me cubrí la cara y contuve un rugido
furioso. Es posible que la Tribu no haya logrado conquistar el mundo, pero
logró masacrar el número de weres protegiéndolo. Dios, maldito Anara. No se
detendría con la creación de una ley para obligar a todos los weres a
reproducirse. Se aseguraría de que mi relación con Aric fuera interpretada como
un crimen.

Nos separamos en grupos después del discurso entusiasta de Anara,


esperando como el ganado para ser transportado fuera de Chaitén. Aric fue
llevado rápidamente, dejándome con Emme, Taran, Bren, Danny y un par de
miembros de la Alianza que nunca había conocido.

Bren asimiló el desastre a nuestro alrededor.

—¿Cómo diablos van a explicar toda esta mierda?


—La mayor parte se atribuirá a la erupción del volcán. —Danny se limpió
un poco de la ceniza cubriendo sus manos en sus jeans y estornudó. Solo logró
ensuciarlos más—. Los vampiros en la Alianza Sudamericana están posicionados
bastante alto políticamente. Sienten que algunas sugerencias hipnóticas se
encargarán de los cabos sueltos.

La frente de Emme se arrugó.

—¿Eso es todo lo que planean hacer?

Danny se rascó sus rizos alborotados.

—La Alianza siente que, dado que salvó al mundo de Ihuaivulu, lo menos
que el gobierno chileno puede hacer es pagar la limpieza.

Taran estuvo de acuerdo.

—Tienes toda la puta razón, pueden hacerlo. —Su cabeza se giró hacia
un lado, donde un vampiro estaba saludando desde la cama de una camioneta
maltratada—. Vamos, es nuestro turno de irnos. —Aunque estaba ansiosa por
dejar la destrucción muy por detrás de ella, esperó a que me uniera a su lado—.
¿Cómo te va?

Vi como mis zapatillas sucias se arrastraron sobre el suelo pisoteado de


cenizas, mi cabeza tan pesada que no podía levantar mi barbilla.

—No sé, enojada, entumecida, a segundos de perder la cabeza. —Mi voz


se quebró a medida que pasábamos unos cuantos weres levantando a otro que
había perdido ambas piernas. La mano de Taran sujetó mi brazo como para
estabilizarme, así como a mis emociones volátiles—. No se suponía que esto
sucediera, Taran. La Tribu estaba detrás de mí. Solo yo. Nadie más debería haber
sufrido.

Taran me dio la vuelta.

—No —espetó—. Esta mierda no es tu culpa. Estos bastardos van tras


todos: los débiles, los fuertes, no importa. Si no eras tú, habría sido cualquier
otra persona la que tuviera las pelotas para enfrentarse a ellos. —Su tono
llevaba tal borde que no me di cuenta que estaba llorando hasta que levanté la
vista y capté las gruesas gotas escapando de sus ojos.

Su agarre se apretó.
—Y no pienses que se acabó, Ceel, porque no es así. Los hemos
golpeado magistralmente y los hemos enviado corriendo. Pero cualquier cosa
que quede de ellos, bueno maldita sea, aún están por ahí. Seguirán viniendo a
por ti. Así que, tienes que estar atenta y mantente fuerte. —Hizo un gesto hacia
donde Aric y Koda habían desaparecido—. Y lucha por los que amas.

El viaje por la montaña nos obligó a usar máscaras. Entre la brisa


continuando barriendo el polvo espeso de las hojas y el humo del bosque
humeante, no respiré bien hasta que llegamos al aeropuerto. Sin embargo, mi
silencio no se debió únicamente a mi boca cerrada o al estado de Chaitén. Taran
tenía razón. Los esfuerzos de la Alianza habían golpeado en grande a la Tribu.
Pero eso no significaba que se hubiera ido. Estaba a salvo… por ahora. Tal vez
incluso durante la próxima semana o mes, hasta que la legión de superestrellas
se reagrupara y recordara que había ayudado a derribarlos.

Y que, de hecho, era tan formidable como temían.

Salimos de la camioneta en el borde exterior de la pista. El aire seguía


siendo espeso y cagado, pero considerablemente más ligero y más soportable.
Caminamos por el asfalto, cargando las bolsas de ropa bien envueltas que el
conductor del jeep nos había arrojado, y buscando a lo largo de la flota de
aviones nuestro viaje a casa.

Gemini se apresuró desde uno de los aviones privados que teníamos


delante y corrió a nuestro lado. Tomó la mano de Taran y señaló hacia adelante.

—Vengan conmigo, deprisa.

Nos movimos rápido. No fue lo suficientemente rápido. Los Antiguos me


atraparon subiendo las escaleras mientras abordaban el avión justo a nuestra
derecha. Martin y Makawee desviaron sus miradas. Anara no lo hizo. Sus
penetrantes iris oscuros rastrillaron los míos como una rama de espinas. Nunca
nadie me había odiado tanto.

Entramos en el avión, donde Shayna, Koda y Liam esperaban en silencio.


Todo mi cuerpo se tensó.

—¿Dónde está Aric?

Liam se encontró con mi cara con ojos tristes.


—Está en la parte de atrás, Celia. Creo que necesita algo de espacio. Tal
vez deberías darle un momento.

Esperé hasta que alcanzamos altura. Luego esperé otra media hora más.
Aric nunca se unió a nosotros. Mi ansiedad empeoró y pateó mi paciencia a un
lado. Agarré el conjunto de pantalones cortos y camiseta I LOVE CHILE que me
habían dado y entré en la pequeña suite. Todas las luces estaban apagadas. No
me molesté en encenderlas. Llamé a la puerta del baño, una, dos veces. No
respondió, pero incluso a través de la puerta pude oler el aroma persistente de
su carne quemada.

Reuní mi resolución y abrí la puerta. Aric se paraba frente al espejo,


inmóvil y apenas respirando. Mi estómago se retorció lo suficiente como para
hacerme apretar mi mano sobre él. Oh, Dios. Finalmente había visto la extensión
del daño de Ihuaivulu. Y no había ni una maldita cosa que pudiera hacer para
aliviar su dolor y conmoción.

Reprimí mi pena y respiré hondo. Aric no necesitaba mis lágrimas;


necesitaba mi fuerza. Avancé alrededor de él y abrí la pequeña ducha. No fue
hasta que comencé a deshacerme de la ropa sucia prestada de Taran que Aric
me reconoció.

—Celia… ¿qué estás haciendo?

—Ambos estamos sucios. Vamos, entra conmigo.

Aric ni se esforzó por quitarse su ropa, así que lo hice por él. Se quedó
inmóvil mientras pasaba la camisa por su cabeza, pero cuando intenté
desabrochar sus pantalones cortos, agarró mis muñecas.

—No, amor.

Su agarre fue fuerte, pero se aflojó cuando lo miré e intenté sonreír.

—¿Por qué? Te gusta estar desnudo conmigo.

Aric sacudió su cabeza lentamente.

—Las cosas son diferentes ahora… mi cara no es la única parte de mí


dañada.

Seguí inconscientemente el rastro de tejido arruinado por su pecho, más


allá de su ombligo y en su… Jesús.
Intenté decirle que no importaba, solo para tropezar y tartamudear con
las mentiras que no necesitaba escuchar. Por supuesto que importaba. Así que,
en lugar de arrojar murmullos tontos, lo llevé debajo del agua conmigo.
Se quedó allí solo mirándome sin moverse, de modo que lo senté en el
pequeño banco.

No había mucho espacio. Puse mis piernas entre sus rodillas y lavé lo que
quedaba de su cabello. Mis pechos colgaron cerca de su cara, pero él mantuvo
su cabeza alejada de mí. Cuando terminé, besé sus labios y me concentré en el
resto de su cuerpo. Intenté no reaccionar con dolor cuando mis dedos
recorrieron los gruesos surcos de su piel acumulando el agua.

—¿Recuerdas la última vez que nos duchamos? Yo sí…

Aric no respondió. Su única reacción fue volverse para mirarme. Con su


ojo sano, observó cómo el agua se deslizaba por mi cuerpo antes de alejarse
una vez más. No me gustó que apartara su mirada de mí. Tampoco a mi tigresa.
Así que, después de un pequeño aliento de su parte, le di la espalda e hice un
alarde al lavarme mi cabello y curvas. Continué hasta que sentí su calor
creciente acariciando mi espalda. Me escabullí y bromeé con él por la forma en
que me apliqué la loción, cuidando no hacer contacto visual hasta que lo
escuché salir de la ducha.

Aric había arrojado sus pantalones cortos y se cubría la cintura con una
toalla, una toalla que hacía poco para ocultar la tensión creciente de su
excitación. Las yemas de mis dedos se deslizaron de arriba hacia abajo a lo largo
de la larga botella de loción y mi voz ronca cayó en un susurro seductor.

—Ven conmigo. —Tomé la botella de la repisa pequeña y regresé a la


habitación. Aric merodeó hacia mí y me siguió hasta la cama.

Calenté la loción en mis palmas antes de deslizarla por su piel dañada. Se


tensó bajo mi toque hasta que comencé mi masaje profundo en sus hombros. El
calor se extendió a lo largo de mis palmas en círculos casi visibles, incitando el
vínculo entre nosotros. Mis manos se movieron a lo largo de su pecho hasta
que se unieron alrededor de su cuello. Besé su mejilla y esperé. Él jadeó
suavemente como si intentara contenerse y mantener el control, pero eso no
era lo que quería. Mis labios continuaron avanzando por su mandíbula. Cuando
llegué a sus labios, apartó mi cabello mojado de mi cara y hundió su lengua
profundamente en mi boca.
Nuestra pasión se intensificó, instándome a rodar sobre él. Sollocé
cuando su longitud dura golpeó mi región tierna. Tal vez estaba dañado, pero
todo parecía estar en óptimas condiciones de trabajo. Mis manos lo
encontraron, jugando y explorando hasta que sus gruñidos y gemidos
resonaron en mis oídos como una melodía lujuriosa. Mi corazón tronó,
anhelando con el deseo de tenerlo dentro de mí. Necesitaba sentirme cerca de
él. Y él también me necesitaba.

Aric alcanzó mis senos. Me estremecí un poco cuando los bordes afilados
de sus dedos dañados arañaron los picos. Su deseo lo distrajo, y no se dio
cuenta. Pero cuando su mano se deslizó entre mis piernas, no pude ocultar el
dolor bajo su toque.

Se apartó de mí, respirando con dificultad.

—Lo siento —dijimos ambos a la vez.

Miró hacia sus manos masacradas antes de que su expresión congelada


recorriera todo mi cuerpo. El aire dejó mis pulmones en un jadeo. Su caricia
había marcado mi piel con rasguños y arañazos. No suficiente para dejar cicatriz
o sangrar, pero suficiente para detener nuestras manos errantes y extinguir
nuestro fervor.

—Lo siento —repitió, con más arrepentimiento aferrado a su voz.

Nos miramos el uno al otro por lo que pareció demasiado tiempo hasta
que mi necesidad de sentir sus brazos alrededor de mí empujó la tensión del
momento a un lado. Me agaché de modo que nos acostáramos uno frente al
otro, y me acurruqué contra él.

Me atrajo hacia él, pero aun así olí su aprehensión y temor.

Tenía miedo de lastimarme.

Esperamos en silencio, los dos buscando algo que decir. Sin embargo, ni
siquiera nuestras bestias pudieron darnos el conocimiento para formar las
palabras correctas. Aric se estremeció una vez antes de que el aroma de sus
lágrimas escociera en mi nariz.

—¿Estás segura que quieres quedarte conmigo?

Besé su barbilla ante el comienzo de mi propio dolor.


—Jamás te dejaré. Lo juro.
Capítulo 32
L
os dos nos quedamos dormidos. Desperté algún tiempo después
de la incomodidad de la deshidratación. Aric se cubría la cara con el
brazo. Supuse que sin la capacidad de bajar sus párpados era la
única forma en que podía descansar. Decidí no molestarlo y entré en la cabina
principal.

Todos levantaron la vista cuando me vieron. Sus expresiones sombrías


reflejaban la mía. Mis instintos maternos me hicieron querer consolarlos, pero el
vacío en la boca de mi estómago superó cualquier emoción.

Emme apretó mi mano.

—Celia, come algo.

Mis ojos recorrieron la mesa llena de pollo, verduras y panecillos. Una


oleada de ácido ardió en mi garganta y me hizo adoptar una mueca. Me aclaré
la garganta para evitar las náuseas y puse mi mano sobre mi vientre.

—No tengo hambre. Aún me siento un poco enferma.

Emme soltó mi mano.

—También me siento enferma. Llamé al doctor Belman y concerté citas


para mañana. Me preocupa que sea algo más que el jet lag.

Emme tenía razón. Solo Dios sabía qué infecciones extrañas podríamos
haber contraído de todos nuestros recorridos. África sola tenía una lista
creciente de afecciones aterradoras.

Liam se puso de pie, frunciendo el ceño.

—¿Por qué no pueden curarse ustedes mismas?


—No puedo curar enfermedades, Liam. A veces, puedo arreglarlo si está
relacionado con una lesión física, pero eso no parece ser lo que está
sucediendo.

Liam puso su mano sobre el hombro de Emme.

—Pero estarás bien, ¿verdad?

Emme deslizó su mano sobre la de él.

—Estaremos bien, Lee.

Tomé una botella de agua de la nevera pequeña. No estoy segura de por


qué una tarea tan simple me emocionó tanto, pero comencé a llorar después de
tomar la mitad de la botella. Mis sollozos haciéndome escupir un poco de agua.
A Koda no le importó. Simplemente me rodeó con sus brazos y me abrazó.

—Fuerza, Celia. Él te necesita.

Taran finalmente me convenció de comer. Logré picar unos cuantos


pedazos de pan antes de preparar una bandeja para Aric. Se sentó cuando puse
la comida frente a él. Su carne quemada había tensado y encogido el músculo,
haciendo que le resultara difícil masticar y tragar. Le corté el pollo en trozos más
pequeños y le hice un puré de papas y zanahorias con un tenedor.

—Me gustaría llevarte a un centro de quemados. Hay uno en Santa Ana


al que podríamos ir.

—Los weres no pertenecen a los hospitales humanos, dulzura. —Escaneó


sus heridas—. Y no hay una explicación plausible para justificar el alcance de mis
cicatrices.

Volví a machacar las verduras.

—Solo quiero ayudarte.


—Lo sé —respondió en voz baja.

Aric y yo apenas hablamos el resto del vuelo de dieciocho horas.


Principalmente solo nos abrazamos y tratamos de descansar. Se había
inquietado, incapaz de dormir hasta que humedecí un paño y lo coloqué sobre
la hendidura dura recubriendo su ojo.

—Gracias, amor —murmuró debajo de la tela.

Por costumbre, alargué mi mano para apartar el flequillo que ya no tenía.


Luché contra mi pena. No era justo. Hace un tiempo, por breve que fueran,
ambos estábamos a salvo, los dos estábamos completos. Ahora las cicatrices
envolviendo su cuerpo lo estropeaban y nos reclamaba a los dos. El feliz para
siempre en el mundo místico no venía sin un precio alto. Y, sin embargo, era un
precio que estaba dispuesta a pagar. Me arrastré debajo de las sábanas y
encontré mi lugar junto a mi compañero.

Aric me despertó en algún momento mucho más tarde.

—Acabamos de aterrizar en Tahoe, dulzura. Los Antiguos están afuera


esperándome.

La constatación de que estaríamos separados me despertó de golpe.

—Está bien… pero ¿cuándo nos veremos?

Aric se apartó de mí.

—No lo sé.

Mi mano cubrió la suya.

—Aric, vamos a resolver todo esto, ¿de acuerdo? Tienes que creerme.

Levantó mis nudillos e intentó besarlos, pero apenas sentí el movimiento


de su boca.

—Te amo, Celia.

Lo dijo, y tal vez lo dijo en serio, pero sus palabras sonaron más bien
como una despedida. Cuando subí a la limusina de Misha, era un desastre
absoluto. Quería estar con Aric. Quería cuidarlo. Y quería que supiera que nunca
me rendiría. En cambio, tuve que verlo irse sin mí.

Emme intentó consolarme, pero no pude dejar de llorar.


Misha me observó. Se contuvo inicialmente. Al final, supongo que mi
desesperación se volvió demasiado. Se deslizó hasta mí sobre el largo asiento
de cuero.

—Querida, mírame. —Estaba tan avergonzada por el espectáculo lloroso


en el que me había convertido que no pude hacer lo que me pidió—. Gatita, por
favor, mírame.

Levantó mi barbilla, cuidando no lastimarme. Tan pronto como me


encontré con sus suaves ojos grises, me perdí en su ternura y belleza. Una
sensación de calma me rodeó. Mi alma respiró hondo y silenció mis lágrimas.
La suave voz de Emme resonó desde un lugar lejano.

—¿Qué le estás haciendo, Misha?

—Solo otorgándole un poco de paz, dulce Emme.

—¿Será permanente?

—No. Mi poder no es rival para su dolor.


Capítulo 33
D
esperté en la casa de huéspedes de Misha. Lo primero que hice
fue revisar mi teléfono celular en busca de mensajes. No había
ninguno. Aric no había llamado. Me tomé un momento para
calmarme antes de ducharme y comenzar mi día.

Conduje a mi casa en Dollar Point para reunir algunos artículos


personales después de la cita con mi médico. Estaba a punto de dar un paseo
por el lago Tahoe para despejar mi cabeza cuando alguien llamó a mi puerta.
Anara esperaba sosteniendo un hechizo similar al que tenía para pasar por las
guardas. Mis vellos se erizaron instintivamente. ¿Cómo había accedido hasta mi
casa?

—¿Qué haces aquí, Anara?

Un largo gruñido cruel retumbó en su pecho.

—Estoy aquí para decirte que, si alguna vez vuelves a ver a Aric, yo…

—¿Tú qué? ¿Vas a matarme? —Estaba furiosa. ¡Cómo se atrevía a venir a


mi casa y amenazarme!

Esto lo hizo reír.

—No, mujer estúpida. Lo mataré.

Su respuesta me enfureció. Me agaché y me preparé para atacar.

—No si ya estás muerto.

Anara extendió su mano como si estuviera bateando una mosca,


enviándome de golpe contra la pared cubierta de retratos. El vidrio de los
marcos cortó mi piel, escociendo y perforando mi carne como los dientes
dentados de un tiburón.

Sangre tibia escurrió por mi espalda y empapó mi grueso suéter de


algodón. Me sostuvo a unos metros del suelo con solo su voluntad. Sacudí mis
hombros, intentando moverme, patear… cualquier cosa para romper su agarre.
Mis miembros me fallaron. Busqué a mi tigresa en busca de fuerza, pero el
poder de Anara la encerró dentro de mí.

Terminó de entrar, cerrando la puerta detrás de él. Unos puños invisibles


golpearon mi cara con cada paso que dio, cada puñetazo más fuerte,
magnificando mi agonía y haciéndome gritar. Me rompió la nariz y ensangrentó
mi cara sin siquiera mover un dedo. Mis oídos resonaron por las sacudidas y por
la llamada espeluznante de los lobos aullando.

—¿Crees que soy simplemente un vampiro o un Maestro de Tribu que


puedes derrotar tan fácilmente? —espetó—. Soy un Antiguo. Puedo invocar el
poder de la manada y usarlo a mi gusto. Puedo matar a Aric y a cualquiera que
desee a kilómetros de distancia. ¡Nadie puede detenerme, y nadie puede
ayudarte!

Mis párpados pesados se abrieron por completo. Estaba robando el


poder de su manada solo para venir a por mí. Intenté mover mis hombros una
vez más y levantarme de la pared, pero apenas logré sacudir mi cabeza.

Anara levantó su palma y apretó sus dedos, ahogándome lentamente


desde donde estaba parado y cesando mis intentos frenéticos. Manchas
desdibujaron mi visión. Pensé que iba a matarme, hasta que dejó caer su mano
y liberó la presión quemando mi garganta. Se paseó frente a mí, aparentemente
complacido con la cantidad de poder arremolinándose en la punta de sus
dedos. Escupí la sangre acumulada e intenté hablar.

—Estás abusando de la magia de la manada. Los otros Antiguos lo


sabrán.

—Me he asegurado de que no lo hagan. —Cerró la distancia entre


nosotros y se inclinó más cerca—. Puede que ese mestizo de Martin lidere como
Alfa, pero yo poseo su poder. —Dejó de sonreír—. Mataré a Aric, Celia. Lo haré.

—¿Por qué? —pregunté roncamente.

Su aliento caliente se agitó contra mi cara.

—No permitiré que una abominación como tú manche su linaje. Él es un


rey entre los lobos y tú no eres más que una puta. ¡Prefiero verlo muerto que
arruinar lo que queda de nuestra eminencia!
Su mirada recorrió todo mi cuerpo con el odio más profundo jamás visto.
Levantó el borde de mi suéter antes de soltarlo con asco.

—Nunca entendí lo que vio en ti —se burló.

El agarre de Anara continuó mientras se alejaba.

—Mi influencia y control se extienden a todas partes, Celia. Puedo


manipular a cualquiera para hacer mi voluntad… tal como hice con Virginia y
con aquellos a quienes ella divulgó noticias de tu poder. Si ves a Aric lo sabré. Si
hablas con él lo sabré.

Virginia… la Tribu… los cambiaformas. Jesús, había engañado a todos,


incluyendo a sus enemigos, para que me vieran como la amenaza. La realización
me golpeó como un rayo y cubrió mi cuerpo sangrando con un frío temor.
Anara fue quien me creyó la clave de su destrucción… y la de todos los weres
que regía.

Se detuvo en la puerta, los músculos de su espalda tensándose hasta que


se abultaron contra su camisa roja.

—Si te atreves a contarle esto a alguien, tus hermanas compartirán el


destino de Aric.

Como testimonio de su poder, Anara no me soltó hasta


aproximadamente una hora después de irse. Caí al suelo tosiendo y temblando.
El único pensamiento corriendo por mi cabeza era la necesidad de proteger a
Aric, a mis hermanas y al bebé creciendo dentro de mí.

FIN
Guía del Lector
 Alma gemela. Compañera, pareja o ser que un licántropo amará y con
quien compartirá su alma por la eternidad.
 Antiguos. Gobernadores de los clanes de los hombres lobo. Cada clan es
liderado por tres antiguos: un Alfa, un Beta y un Omega. El Alfa es el líder
supremo. El Beta es el segundo en comando. El Omega resuelve las disputas
entre ellos y tiene la habilidad de calmar cuando suelta pequeñas partes de su
alma armoniosa, o a través del sentido del humor entretejido con magia. El
Omega posee raros dones y casi siempre es volátil, egoísta y de cuestionable
lealtad.
 Aquelarre. Comunidad donde habitan las brujas.
 Bruja. Ser nacido con el poder de ejercer el arte de la magia. Adoran a la
tierra y la naturaleza. Las brujas puras no tomarán parte de un sacrificio de
sangre. Ellas cultivan la tierra para hacer crecer plantas que serán utilizadas en
pociones y usan amuletos y talismanes para amplificar su magia. El involucrarse
de la forma equivocada con una bruja es atenerse a las consecuencias de la ira
colectiva de todo su aquelarre o comunidad.
 Cambiar. El transformarse de un ser a otro, típicamente de humano a
bestia, y viceversa.
 Cambiantes. Son criaturas malvadas e inmortales que pueden tomar
cualquier forma. Son nacidas brujas, pasan años buscando inocentes para
sacrificarlas a una deidad oscura quienes les dan grandes poderes en cambio de
su humanidad, y ellas en cambio, la inmortalidad. Los cambiantes pueden
comandar cualquier formar y son las más letales y fuertes de las criaturas míticas.
 Clan. Grupo de Hombres Lobos o licántropos liderados por un Alfa. Los
tipos de clanes difieren dependiendo de las especies. Los clanes de los Hombres
Lobo son llamados “manadas”. Los Hombres León pertenecen a los “grupos”.
 Clanes Vampiros. Familias de los vampiros liderados por un Maestro
Vampiro. Los Maestros también pueden controlar, comunicarse y castigar a sus
lacayos a través de la telepatía mental.
 Consejo Were de Norte América. Cuerpo de gobierno de los were de
Norte América, liderado por un presidente y varios miembros del consejo.
 Creatura. Es el vástago de un Señor Demonio y un licántropo.
 Damtem Animam: Dador de Alma. Un raro ser capaz de devolverle el
alma a un Maestro Vampiro. Un Maestro con alma es más poderoso que
cualquier otro vampiro en existencia, pues él o ella está en balance con la vida y
la muerte a la misma vez.
 Demonios. Criaturas que residen en el infierno. Solo los demonios más
fuertes pueden vivir para asechar la tierra, pero su tiempo es limitado; el poder
del bien los obliga a regresar.
 Guarida. Escuela donde los jóvenes licántropos entrenan y aprenden a
luchar en orden para ayudar a proteger la tierra del mal místico.
 Desmaterializarse. Es la habilidad de Celia para desvanecer su cuerpo en
partículas diminutas. Su don le permite viajar de forma subterránea y a través de
suelos, concreto o rocas. Celia también solo puede desmaterializar un limitado
número de seres. La desventaja incluye no ser capaz de respirar o ver hasta que
surja a la superficie.
 El Poder del Bien. Aquel que encierra la tierra y que hace a los demonios
alejarse de permanecer entre los vivos.
 El Poder de la Luz. Es el bien que se encuentra dentro de cada mortal.
Aquel que combate la oscuridad.
 Enfermedad Lunar. Equivalente licántropo de la sed de sangre vampiro.
Lanzada por una maldición a través de un hechizo poderoso. Causa un dolor
indescriptible. Ataca el sistema nervioso central de un licántropo, haciendo
al Hombre Lobo más fuerte y violento, conduciéndolo a asesinar y matar. No se
conoce cura.
 Gran Maestro. Es el Amo de un Maestro Vampiro. Los Grandes Maestros
son las criaturas más poderosas de la tierra. Usualmente matan a los Maestros
Vampiros que fueron creados por ellos para consumir sus poderes.
 Grupos. Específicamente manada o familia de leones.
 Hombre Bestia. Predador sobrenatural con la habilidad de cambiar de
humano a bestia. También denominados en oportunidades como were. Son
considerados los Guardianes de la Tierra en contra del mal místico. Consiguen su
primera transformación a los seis meses luego del primer año a su nacimiento.
Mientras más jóvenes son a la hora de su primera transformación, más poderosos
serán. Los were también poseen la habilidad de sanar sus heridas. Pueden vivir
hasta la primera luna llena seguida a su cumpleaños número 100. Pueden morir
por la destrucción de sus propios corazones, decapitación o si sus cuerpos son
totalmente destruidos. La única vez que un were puede transformarse
parcialmente es cuando él o ella intentan convertir a un humano. Un humano
convertido conseguirá su primer cambio para la próxima luna llena.
 La Fuerza. Habilidad de Emme Wird para mover objetos con su mente.
 La Llamada. Habilidad de una criatura sobrenatural para alcanzar a otra, a
través de sus pensamientos o sonidos. Un vampiro puedo hacer su llamada
mediante la transferencia de un poco de magia a la piel del ser receptor.
 Licántropos. Por definición, son aquellos hombres o mujeres que pueden
cambiar o transformar sus cuerpos a un animal, y viceversa, específicamente en
lobo.
 Líder. Licántropo purasangre a cargo de delegar y planear ataques en
contra del mal que amenaza la tierra.
 Los Oscuros. Criaturas consideradas puramente malas, tales como los
cambiantes o los demonios.
 Maestro Vampiro. Vampiro con la habilidad de volver a un ser humano
en un vampiro. Los Maestros son inmunes al fuego y a la luz del sol proveniente
de la magia, y típicamente poseen tremendo poder. Solo un Amo u otro ser
sobrenatural letal puede matar a un Maestro Vampiro. Si un Maestro mata a otro,
el vampiro victorioso adquiere su poder, riqueza y lacayos.
 Misericordia. Ruego por piedad en un duelo.
 Mortem Provocatio. Es una pelea a muerte.
 Niño demonio. Es el engendro de un Señor Demonio y una mujer mortal.
Los niños demonios son de limitada inteligencia y se basan principalmente en sus
instintos depredadores.
 Oro. Elemento metálico; fue maldito hace mucho tiempo y tiene efecto
dañino en los licántropos, vampiros y en los Oscuros. Las criaturas sobrenaturales
no pueden sostener el oro sin sentir el efecto venenoso de la maldición. Una bala
de oro puede explotar el corazón de una criatura sobrenatural como una bomba.
El oro en contra de la piel tiene un efecto mordaz.
 Puros o Purasangres. Licántropos de generaciones familiares compuestas
solo por licántropos. Considerados “reales” entre los hombres lobo, y llevan sobre
sus hombros la responsabilidad de su especie. La unión entre dos purasangres es
la única forma de garantizar la concepción de un niño licántropo.
 Reclamo. Método por el cual un licántropo consume la unión con su alma
gemela.
 Sed de Sangre Aguda. Una condición que ocurre cuando un vampiro
pasa demasiado tiempo sin consumir sangre. Aumenta la sed del vampiro a
niveles letales. Es remediado cuando se alimenta al vampiro.
 Sed de Sangre Crónica. Una condición causada por una maldición
lanzada a un vampiro. Hace que la sed del vampiro por sangre sea insaciable y
conduce al vampiro hacia la locura. El vampiro aumenta en tamaño por la gran
ingesta de sangre y asume rasgos deformes. No hay cura.
 Señor Demonio. Engendro de una madre bruja y un demonio. Poderosos,
astutos y letales. A diferencia de los demonios, cuyo tiempo en la tierra es
limitado, los Señores Demonios pueden permanecer en tierra indefinidamente.
 Solis Natus Magicae. Término propio para la luz del sol nacida de la
magia, creada por un portador de hechizos. Considerado luz “pura”. Capaz de
destruir a los que no sean Maestros Vampiros y/o a los demonios. En grandes
cantidades también puede matar a los cambiantes. Deja indefenso al portador
una vez que ha sido utilizada.
 Solitario. Licántropo que no pertenece a ningún clan, y por tal razón no
está obligado a proteger la tierra del mal sobrenatural. Son considerados de clase
baja por aquellos que sí están dentro de clanes.
 Susceptor Animae. Ser capaz de tomar el alma de alguien, tal cual podría
ser la de un vampiro.
 Transformar. Acto de convertir a un ser humano en un licántropo o
vampiro.
 Vampiro. Ser que consume sangre de los mortales para sobrevivir. Son
hermosos y atrayentes, y nunca aparentan más allá de 30 años. Son inmunes a la
luz del sol a menos que sea creada con magia. También son inmunes a objetos
de fe tal como las cruces o crucifijos. Pueden morir por la destrucción de sus
propios corazones, decapitación o fuego. Los Maestros Vampiros o vampiros de
unos cientos de siglos de años solo pueden ser totalmente destruidos cuando sus
corazones y cabezas son removidos de sus cuerpos.
 Velum. Velo conjurado por el arte de la magia.
 Were. Traducido a veces como “Hombre o Mujer”, implica la habilidad de
una persona para cambiar a otra forma, por lo general una bestia, encontrándose
distintas variedades incluyendo a los Hombres mapache, Hombres león, Hombres
rata, Hombres lobo, entre otros.
Próximo
libro

J
usto cuando Celia piensa que
el mundo sobrenatural no
puede volverse más mortífero,
surge un rival nuevo, que demuestra lo
peligroso que puede ser un were
hambriento de poder.

Desde que fueron maldecidas con habilidades únicas, Celia Wird y sus
tres hermanas han luchado contra los sobrenaturales más sanguinarios de la
región del lago Tahoe. Pero la mayor amenaza de Celia es alguien de quien
nunca habría sospechado: Anara, un hombre lobo Antiguo que ha permitido
que su odio por Celia se salga de control. En una jugada por el dominio, Anara
tortura a Celia y le da un ultimátum: cortar su vínculo de compañeros con Aric
un were purasangre, o Anara matará a todos los que ama.

Desde el instante en que se conocieron, Celia y Aric han compartido una


atracción que no puede domarse. Así que, mantener a Aric alejado es imposible,
y Aric preferiría morir antes de permitir que alguien lastime a la mujer que ama.
Misha, un maestro vampiro y protector jurado de Celia, también encuentra su
camino hacia el caos, buscando venganza de aquellos que la han lastimado.

Ahora Celia y sus hermanas están atrapadas en medio de una guerra


impulsada por la lujuria, alimentada por el odio y destinada a terminar en
tragedia. Porque Anara es una fuerza a tener en cuenta, y no sucumbirá sin
robarle a Celia sus seres queridos.

Weird Girls #4
Sobre la autora

C
ecy Robson es la nueva autora New Adult de la serie de fantasía
urbana Once Perfect, Once Loved and Once Pure, así como autora
galardonada por Weird Girls. Una profesional Napper auto
proclamada, Cecy cuenta entre sus muchos talentos un conocimiento
asombroso de trivia inútil, la capacidad de hacer grandes peinados con su
cabello, y una habilidad para romper a cantar a pesar de las protestas
vehementes de su familia. Una escritora a tiempo completo, enfermera, esposa
y madre que vive en el Gran Noroeste, Cecy disfruta pasar tiempo con su familia
y silenciando a los parlanchines personajes en su cabeza al contar sus historias.
Créditos
Moderación
LizC

Traducción
LizC

Corrección
Imma Marques

Indiehope

Mari NC

Nanis

Vickyra

Recopilación y revisión
LizC

Diseño
Evani

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