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Mt 11, 25-30
Es un pasaje recogido por Mateo y Lucas, con algunas connotaciones diferentes. Tiene tres ideas, yuxtapuestas
por el redactor de forma más bien artificial:
La conciencia misma de Jesús parece reflejada aquí. Estos versos, que hacen recordar tanto algunas expresiones
del cuarto evangelio, lo muestran claramente. Es muy de señalar, sin embargo, que hemos insistido quizá
demasiado en el carácter trinitario de estas expresiones. Cuando Jesús se refiere a "el Hijo", se refiere sin más a sí
mismo, a su conciencia filial y a su relación con Abbá, aspecto mucho más importante que una mera especulación
metafísica sobre las Personas Divinas.
La tercera parte es una prolongación natural del mensaje del domingo pasado. Todos los humanos estamos
fatigados y sobrecargados, en toda vida humana hay cruz; se nos invita a llevar la cruz con él, con su misma
disposición, con su mismo corazón, para que la vida sea mucho más llevadera, para que la cruz de la vida tenga
más sentido.
Mateo constata simplemente que Jesús "tomó la palabra y dijo...". Lucas lo expresa así: "Lleno del júbilo del
Espíritu Santo, dijo...".
Jesús siente este sobrenatural júbilo al constatar que la Palabra es bien recibida y entendida por la gente sencilla,
mientras que los grandes, los ricos, los poderosos, los sabios, no la entienden, no la aceptan. Jesús siente júbilo
por ello.
Una vez más, los criterios y valores de Jesús chocan con los normales del mundo. Si los ricos, sabios y poderosos
no aceptan la palabra de Jesús, parece evidente que toda su labor está destinada al fracaso; no será más que una
doctrina popular sin influencia, sin futuro. Jesús no lo cree así: se alegra de que la gente normal se entere y se
alegra también de que los poderosos se cierren. Una vez más, nos encontramos ante el desafío de aceptar los
criterios y los valores de Jesús.
Ante todo, para Jesús los poderosos, ricos, sabios... no son más que los sencillos. Si miramos detenidamente las
relaciones de Jesús con las personas, advertimos que para él no tiene ninguna importancia el status social. Jesús
atiende a todos, sin importarle nunca su dinero, su sabiduría, su rango. Con una distinción: sus relaciones con los
poderosos y con los sabios de Israel suelen ser tensas, incluso cuando está invitado a comer en sus casas,
mientras que sus relaciones con la gente normal son cariñosas, cercanas, sobre todo cuando se trata de gente
especialmente necesitada, enfermos, rechazados, marginados ...
Que sean precisamente éstos los que mejor reciben la Palabra es una enorme alegría para Jesús. Y que los sabios
y poderosos no la acepten, también, porque muestra a las claras que Dios es justo y bueno, no se deja comprar, y
que el dinero y el poder no pueden cambiar a Dios. Jesús se alegra de que Dios es de todos, sobre todo del que
más lo necesita, y especialmente de que no es patrimonio del saber, del poder, del poseer.
Los ricos, los sabios, los poderosos... los sencillos, los pobres, los necesitados. Jesús sabe que serán éstos los que
reciban la palabra. Jesús sabe que aquellos difícilmente la recibirán. Estamos ante el mismo mensaje de otros
mensajes de los evangelios, en que Jesús desconfiaba del dinero y constataba que nadie sirve bien a dos señores.
Una vez más, constatamos la singularidad de Jesús. Las religiones se instauran siempre desde el poder, el poder
sagrado que se origina en la posesión de la palabra sagrada y la condición sagrada de sus dirigentes, y atraen
inmediatamente la riqueza, que da a sus miembros respetabilidad social. Las religiones se instalan
confortablemente entre sabios, santos, poderosos: construyen maravillosos monumentos, asesoran a reyes,
gobiernan, cobran...
Y Jesús no es así: ni él ni su movimiento es así. Teme al dinero como a un peligro, desconfía de la sabiduría
humana, no idolatra la ley, no
aprecia gran cosa a los santos oficiales, no tiene buenas relaciones con el poder, no da mucho valor al templo y
sus actos de culto... Pero valora enormemente a la gente sencilla, su compasión, a su solidaridad, a la limosna de
la viuda, al que visita enfermos, al que pelea por la justicia...
2) La mente de Cristo implica la sabiduría de Dios, una vez oculta pero ahora revelada
(versículo 7).
3) La mente de Cristo es dada a los creyentes por el Espíritu de Dios (Versículos 10-
12).
4) La mente de Cristo no se puede entender por aquellos que no tienen el Espíritu (versículo 14).
A fin de tener la mente de Cristo, debemos primero tener fe salvadora en Cristo (Juan 1:12; 1 Juan 5:12). Después de la
salvación, el creyente vive una vida bajo la influencia de Dios. El Espíritu Santo mora e ilumina al creyente, llenándolo
con sabiduría, la mente de Cristo. El creyente tiene la responsabilidad de rendirse a la guianza del Espíritu (Efesios 4:30)
y permitir que el Espíritu Santo transforme y renueve su mente (Romanos 12:1-2).
La Manera de Vivir Con la Mente de Cristo
Una de las mayores revelaciones de mi vida es que: puedo elegir mis pensamientos y pensar las cosas a propósito. En
otras palabras, no tengo que pensar en lo que caiga en mi mente. Esta fue una revelación que me cambió la vida porque
como Proverbios 23: 7 (RVR) dice: » Porque cuál es su pensamiento en su corazón, tal es él.» Me gusta decirlo así:
Donde la mente va, el hombre sigue.
Ahora Dios está preocupado por el hombre que está escondido en el corazón, que es nuestra vida interior. Nuestra vida
interior es lo que pensamos. Y como dice la escritura anterior, la manera en la que pensamos determina cómo vivimos y
quiénes somos. Es por eso que tenemos que pensar acerca de lo que estamos pensando.
Es tan importante para nosotros entender esto porque si no aprendemos a llevar a todos los pensamientos cautivos a la
obediencia de Cristo (ver 2 Corintios 10: 4-5), no viviremos la vida por la que Jesús murió para darnos, una vida de paz
con Dios, paz con nosotros mismos, grandiosas relaciones, gozo real y la capacidad de llegar a ser todo lo que Dios nos
ha creado para ser. Se trata de elegir creer lo que Dios dice (la verdad) más de lo que creamos a nuestros sentimientos,
lo que digan otras personas o a nuestras circunstancias.
La Biblia habla específicamente de tres cosas que debemos hacer para desarrollar una mente que esté de acuerdo con
Dios. Quiero compartir los beneficios de cada una de ellas.
“Concentren su atención en las cosas de arriba, no en las de la tierra” (Colosenses 3: 2 NIV) Esta es la clave para
resistir la tentación. Mira, cuando de antemano tomamos una decisión para lo que queremos o no queremos hacer,
pues entonces cuando venga la tentación, ya hemos sentado una base para tomar esa decisión correcta y es más
propensa a superar con éxito la tentación. Por ejemplo, antes de entrar en situaciones sociales, decide «No voy a
chismear. No va a arruinar la reputación de alguien y ofender al Espíritu Santo «. Otras tentaciones pueden requerir
que decidas cosas como» Hoy no voy a comer cuatro barras de caramelo «. O » Hoy no voy a ver pornografía en
Internet. «O» No voy a pasar el rato con personas que son de mala influencia. «Mi punto aquí es, no queremos
esperar hasta que la tentación venga y luego reaccionar basándonos en cómo nos sentimos acerca de ello.
«No se amolden al mundo actual, sino sean transformados mediante la renovación de su mente. Así podrán
comprobar cuál es la voluntad de Dios, buena, agradable y perfecta.» (Romanos 12: 2 NVI). Renovar la mente es un
proceso continuo. Todos los días necesitamos dedicar tiempo a estudiar la Palabra para que podamos
intencionalmente pensar según lo que dice. Y no podemos mantener una o dos áreas «chatarra» en nuestra vida de
pensamiento, porque nos mantiene alejados de lo mejor que Dios tiene para nosotros. No estoy diciendo que tenemos
que ser perfectos con esto, pero necesitamos progresar cada día para poder mantener nuestra mente renovada y
crecer en nuestra relación con Dios.
» Por tanto, ceñid los lomos de vuestro entendimiento…» (1 Pedro 1:13 RVR). Probablemente estás pensando, ¿Qué
significa eso? Básicamente está diciendo que necesitamos sacar toda la basura de nuestra mente fuera de nuestro
camino para que podamos seguir corriendo nuestra carrera en Cristo Jesús y tener la victoria que Dios quiere que
tengamos. Entonces estamos listos para actuar, siguiendo el plan de Dios para nuestras vidas.
Una manera práctica de lograr estas tres instrucciones de parte de Dios es tener una sesión de reflexión todos los días.
Simplemente siéntate y di: «Voy a pensar en algunas cosas adrede». Luego pasa un tiempo pensando en las escrituras
que renueven tu mente con la verdad de lo que Dios dice sobre ello, acerca de Su amor por ti, Su plan para ti, Cómo Él
quiere que vivas y te comportes … Usa una concordancia para encontrar versos que cubren áreas con las que estás
luchando o necesitas saber más. Quiero animarte a que escribas algunos de ellos y los pongas en lugares donde los
veas todos los días, como el espejo del baño o el refrigerador.
Si te comprometes a concentrar tu atención en la Palabra de Dios, renovando tu mente con la verdad y sacando los
malos pensamientos de tu camino, entonces experimentarás la plenitud de la nueva vida que todos podemos tener en
Cristo. Todo lo que se necesita es un poco más de progreso un día a la vez.
¿Qué es la mente?
La mente es el centro de la inteligencia, del razonamiento, y de la memoria, y se parece a una computadora con un poder
y memoria, ilimitada. Muestra el proceso de pensamiento en el cual cree, y lo que piensa, se manifiesta directamente en
el cuerpo.
Los científicos creen que el ser humano usa menos del 10% promedio de la capacidad del cerebro. La mente es un
instrumento físico, pero tiene componentes espirituales, que si son activados por el Espíritu Santo, la convierten en un
aparato milagroso, capaz de diseñar cualquier tipo de invento.