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La eutanasia es la intervención deliberada para poner fin a una vida sin perspectiva de cura.

La eutanasia se practica tanto en humanos como en animales de otras especies.

En los casos de ejecución por inyección letal se suele inyectar una dosis masiva de tres
sustancias químicas: tiopental sódico, que provoca una rápida pérdida del conocimiento;
bromuro de pancuronio, que causa parálisis muscular; y cloruro de potasio, que produce
un paro cardiaco.
Eutanasia activa (o positiva): por acción (administración de sustancia letal
p.e.). Eutanasia pasiva (o negativa): por omisión (abstención o retiro de
terapias). Eutanasia directa: la acción u omisión intenta la muerte del paciente.
La eutanasia es un acto totalmente malvado el sufrimiento de una persona no lo decide
otra debería erradicarse ya que tal vez (visto desde el sentido religioso) esa persona esta
reparando algunos de sus pecados para ahorrar tiempo en el purgatorio y acabar aquí y si
acabamos con ese “sufrimiento” estamos condenando a una persona a un fuego
reparador en el purgatorio; más viéndolo desde un punto de vista medico se podría decir
que es “bueno” pero si practicas la eutanasia no eres diferente a un asesino.

“Como hemos reafirmado en varias ocasiones a lo largo del proceso legislativo que ahora
llega a su fin, con la legalización de la eutanasia se rompe el principio fundamental de la
inviolabilidad de la vida humana y se abren puertas peligrosas para una ampliación de las
situaciones en las que uno puede solicitar la muerte asistida”. Así lo expresa la
Conferencia Episcopal Portuguesa en un comunicado después de que el presidente de la
República, el católico Marcelo Rebelo de Sousa, se viera obligado a promulgar la ley de
eutanasia aprobada el 12 de mayo en el Parlamento.

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