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CorteIDH - Velasquez Rodriguez
CorteIDH - Velasquez Rodriguez
Se n t e n cia de 2 9 de j u lio de 1 9 8 8
( Fon do)
la Cort e I nt eram ericana de Derechos Hum anos, int egrada por los siguient es j ueces:
de acuerdo con el art ículo 44.1 de su Reglam ent o ( en adelant e " el Reglam ent o" ) , dict a
la siguient e sent encia sobre el present e caso int roducido por la Com isión
I nt eram ericana de Derechos Hum anos cont ra el Est ado de Honduras.
1. Est e caso fue som et ido a la Cort e I nt eram ericana de Derechos Hum anos ( en
adelant e " la Cort e" ) por la Com isión I nt eram ericana de Derechos Hum anos ( en
adelant e " la Com isión" ) el 24 de abril de 1986. Se originó en una denuncia ( No. 7920)
cont ra el Est ado de Honduras ( en adelant e " Honduras" o " el Gobierno" ) , recibida en la
Secret aría de la Com isión el 7 de oct ubre de 1981.
2. Al int roducir la dem anda, la Com isión invocó los art ículos 50 y 51 de la
Convención Am ericana sobre Derechos Hum anos ( en adelant e " la Convención" o " la
Convención Am ericana" ) . La Com isión som et ió est e caso con el fin de que la Cort e
decida si hubo violación, por part e del Est ado involucrado, de los art ículos 4 ( Derecho
a la Vida) , 5 ( Derecho a la I nt egridad Personal) y 7 ( Derecho a la Libert ad Personal) de
la Convención en perj uicio del señor Ángel Manfredo Velásquez Rodríguez ( t am bién
conocido com o Manfredo Velásquez) . Asim ism o, solicit ó que la Cort e disponga " se
reparen las consecuencias de la sit uación que ha configurado la vulneración de esos
derechos y se ot orgue a la part e o part es lesionadas una j ust a indem nización" .
6. El 30 de m ayo de 1984 la Com isión com unicó al Gobierno que había acordado,
" a la luz de las inform aciones sum inist radas por Vuest ro I lust rado Gobierno,
reconsiderar la resolución 30/ 83, cont inuando con el est udio del caso" , y solicit ó
inform ación, ent re ot ros aspect os, sobre el agot am ient o de los recursos de la
j urisdicción int erna.
reconsideración de su resolución 30/ 83 y que, por el cont rario, " de t odos los elem ent os
de j uicio que obran en el caso se deduce que el señor Ángel Manfredo Velásquez
Rodríguez cont inúa desaparecido sin que el Gobierno. . . haya ofrecido pruebas
concluyent es que perm it an est ablecer que no son verdaderos los hechos denunciados" .
La Com isión en est a m ism a resolución confirm ó la 30/ 83 y refirió el asunt o a la Cort e.
11. La Cort e es com pet ent e para conocer del present e caso. Honduras rat ificó la
Convención el 8 de sept iem bre de 1977 y deposit ó, el 9 de sept iem bre de 1981, el
inst rum ent o de reconocim ient o de la com pet encia cont enciosa de la Cort e a que se
refiere el art ículo 62 de la Convención. El caso fue elevado a la Cort e por la Com isión,
de acuerdo con los art ículos 61 de la Convención y 50.1 y 50.2 de su Reglam ent o.
II
12. La dem anda ant e la Cort e fue int roducida el 24 de abril de 1986. La Secret aría
de la Cort e, en cum plim ient o del art ículo 26.1 del Reglam ent o, la rem it ió al Gobierno el
13 de m ayo de 1986.
16. El Gobierno, en su escrit o de 31 de oct ubre de 1986, form uló obj eciones a la
adm isibilidad de la dem anda prom ovida por la Com isión.
18. Por resolución de 30 de enero de 1987, el President e aclaró que la dem anda
int roducida por la Com isión, que dio inicio al present e procedim ient o, debe t enerse en
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est a oport unidad com o la m em oria previst a por el art ículo 30.3 del Reglam ent o y que,
adem ás, el plazo conferido a la Com isión hast a el 20 de m arzo de 1987, es el previst o
en el art ículo 27.3 del m ism o para present ar sus observaciones y conclusiones acerca
de las excepciones prelim inares opuest as por el Gobierno. Dispuso t am bién el
President e convocar a las part es a una audiencia pública para el 15 de j unio de 1987,
con el propósit o de escuchar sus posiciones sobre las excepciones prelim inares y dej ó
abiert os los plazos procesales sobre el fondo, en los t érm inos del art ículo cit ado del
Reglam ent o.
19. Mediant e escrit o de 13 de m arzo de 1987, el Gobierno com unicó que, por
cuant o
20. La Com isión, en escrit o que acom pañó a sus observaciones de 20 de m arzo de
1987, solicit ó al President e que dej ara sin efect o el párrafo 3 de la resolución de 30 de
enero de 1987 en el cual se fij ó la fecha para celebrar la audiencia pública. Tam bién
expresó que " ( e) n ninguna part e de su Mem oria, el Gobierno de Honduras ha
present ado sus obj eciones con el caráct er de excepciones prelim inares" . Por su part e,
el Gobierno, en not a de 11 de j unio de 1987, se refirió a ellas com o " obj eciones
prelim inares" .
22. La audiencia pública sobre las excepciones prelim inares opuest as por el
Gobierno se celebró el 15 de j unio de 1987. A ella com parecieron represent ant es del
Gobierno y de la Com isión.
24. En esa m ism a fecha la Cort e adopt ó una resolución m ediant e la cual dispuso:
1. I nst ruir al President e para que, en consult a con las part es, ot orgue
al Gobierno un plazo definit ivo y perent orio, que no podrá exceder del 27
de agost o de 1987, para que present e su cont ram em oria sobre el fondo
del asunt o y ofrezca sus pruebas, con indicación de los hechos que con
cada una pret ende dem ost rar. El ofrecim ient o de pruebas deberá indicar
la form a, ocasión y t érm inos com o desea present arlas.
3. I nst ruir, asim ism o, al President e para que, sin perj uicio de la
alzada que sea procedent e ant e la Cort e, resuelva las cuest iones
incident ales que surj an, adm it a o rechace las pruebas ya ofrecidas o que
se ofrecieren, ordene la evacuación de las docum ent ales, periciales u ot ras
no t est im oniales que acoj a, y, en consult a con las part es, convoque a la
audiencia o audiencias sobre el fondo, en las cuales se incorporarán las
pruebas recibidas, se recibirán la declaración de t est igos y perit os que
fueren del caso y se oirán las conclusiones finales.
4. I nst ruir al President e para que gest ione con las aut oridades
respect ivas las garant ías necesarias de inm unidad y part icipación de los
represent ant es y asist ent es de las part es, t est igos y perit os, así com o, en
su caso, delegados de la Cort e.
25. La Com isión, m ediant e escrit o de 20 de j ulio de 1987, rat ificó y am plió su
solicit ud de prueba t est im onial y ofreció prueba docum ent al.
26. El Gobierno present ó su cont ram em oria y prueba docum ent al sobre el caso el
27 de agost o de 1987. En ella solicit ó declarar " sin lugar la dem anda cont ra el Est ado
de Honduras en vist a de no acept ar los hechos por no ser ciert os y por no haberse
agot ado t odavía los t rám it es de j urisdicción int erna del Est ado de Honduras" .
27. El President e, por resolución de 1º de sept iem bre de 1987, adm it ió la prueba
t est im onial y la docum ent al ofrecidas por la Com isión. Asim ism o, por resolución de 14
de sept iem bre de 1987, adm it ió la prueba docum ent al ofrecida por el Gobierno.
28. Del 30 de sept iem bre al 7 de oct ubre de 1987 la Cort e celebró audiencias sobre
el fondo del caso y escuchó las conclusiones de las part es.
c) Test igos present ados por la Com isión para declarar sobre " ( s) i ent re los años
1981 y 1984 ( período en el cual desapareció Manfredo Velásquez) se produj eron o no
en Honduras num erosos caso de personas que fueron secuest radas y luego
desaparecidas, habiendo sido est as acciones im put ables a las Fuerzas Arm adas de
Honduras y cont ando al m enos con la aquiescencia del Gobierno hondureño" :
d) Test igos present ados por la Com isión para declarar sobre " ( s) i ent re los años
1981 y 1984 exist ieron o no en Honduras recursos int ernos eficaces para prot eger a
aquellas personas que fueron secuest radas y luego desaparecidas en acciones
im put ables a las Fuerzas Arm adas de Honduras" :
e) Test igos present ados por la Com isión para declarar sobre hechos específicos
relat ivos al caso:
f) Los siguient es t est igos ofrecidos por la Com isión no com parecieron a est as
audiencias:
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29. Después de haber oído los t est igos, la Cort e, por aut o de 7 de oct ubre de 1987,
decret ó las siguient es pruebas para m ej or proveer:
30. Por el m ism o aut o, la Cort e señaló el 15 de diciem bre de 1987 com o fecha
lím it e para consignar la prueba docum ent al y la sesión de enero para recibir la prueba
t est im onial.
31. En relación con dicho aut o, el Gobierno, por not a de 14 de diciem bre de 1987:
a) solicit ó, en cuant o al organigram a del Bat allón 316, que la Cort e recibiera en
audiencia privada, " por razones est rict as de seguridad del Est ado de Honduras" , al
Com andant e del cit ado Bat allón; b) en lo que se refiere al t est im onio de Alexander
Hernández y Marco Tulio Regalado pidió, " por razones de seguridad y debido a que
am bas personas se encuent ran de alt a en las Fuerzas Arm adas de Honduras, que su
t est im onio sea rendido en la República de Honduras en la form a que ( la) Cort e
det erm ine, en audiencia privada que oport unam ent e se señale" ; y c) sobre el paradero
de José I saías Vilorio, inform ó que est á " laborando com o em pleado adm inist rat ivo de
la Dirección Nacional de I nvest igación ( DNI ) , dependencia de la Fuerza de Seguridad
Pública, en la Ciudad de Tegucigalpa" .
32. La Com isión, en not a de 24 de diciem bre de 1987, se opuso a que el t est im onio
de los m ilit ares hondureños fuera recibido en audiencias privadas, posición que fue
reit erada m ediant e not a de 11 de enero de 1988.
33. La Cort e, por resolución de esa últ im a fecha, decidió recibir el t est im onio de los
m ilit ares hondureños en audiencia privada en presencia de las part es.
Marco Tulio Regalado Hernández. La Cort e escuchó, adem ás, al Coronel Robert o
Núñez Mont es, Jefe de los Servicios de I nt eligencia de Honduras.
38. Las siguient es organizaciones no gubernam ent ales hicieron llegar, com o a m ici
cu r ia e , escrit os a la Cort e: Am nest y I nt ernat ional, Associat ion of t he Bar of t he Cit y
of New York, Lawyers Com m it t ee for Hum an Right s y Minnesot a Lawyers I nt ernat ional
Hum an Right s Com m it t ee.
III
39. La Com isión, m ediant e not a dirigida al President e el 4 de noviem bre de 1987,
solicit ó a la Cort e, en vist a de am enazas cont ra los t est igos Milt on Jim énez Puert o y
Ram ón Cust odio López, adopt ar las m edidas provisionales previst as en el art ículo 63.2
de la Convención. El President e, al t rasm it ir est a inform ación al Gobierno, le com unicó
que él " no cuent a en el m om ent o con suficient es elem ent os de j uicio para t ener
cert eza de las personas o ent idades a las que puedan at ribuirse ( las am enazas) , pero
sí desea solicit ar decididam ent e al ilust rado Gobierno de Honduras que t om e t odas las
m edidas necesarias para garant izar a los señores Jim énez y Cust odio y al Com it é para
la Defensa de los Derechos Hum anos en Honduras la seguridad de sus vidas y
propiedades. . ." y que, previa consult a con la Com isión Perm anent e de la Cort e,
est aba dispuest o, en caso de ser necesario, a cit ar inm ediat am ent e a la Cort e a una
reunión urgent e " con el obj et o, si la anorm al sit uación cont inúa, de que t om e las
m edidas pert inent es" . El Agent e, m ediant e com unicaciones de 11 y 18 de noviem bre
de 1987, com unicó que su Gobierno garant izaba, t ant o al Dr. Ram ón Cust odio López
com o al Lic. Milt on Jim énez Puert o, " el respet o a su int egridad física y m oral por part e
del Est ado de Honduras y el fiel cum plim ient o de la Convención. . ." .
41. El 15 de enero de 1988 la Cort e t uvo conocim ient o del asesinat o la víspera en
San Pedro Sula de Moisés Landaverde y de Miguel Ángel Pavón Salazar, quién había
com parecido el 30 de sept iem bre de 1987 a rendir t est im onio en est e caso. En esa
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m ism a fecha, la Cort e dict ó m edidas provisionales al t enor del art ículo 63.2 de la
Convención, de acuerdo con las cuales dispuso:
2. I nst ar igualm ent e al Gobierno de Honduras para que ext rem e t odos
los m edios a su alcance para invest igar esos repudiables crím enes,
ident ificar a los culpables y aplicarles las sanciones previst as en el
derecho int erno hondureño.
42. Después de haber adopt ado la ant erior resolución, la Cort e recibió una solicit ud
de la Com isión, fechada el 15 de enero de 1988, para que t om ara las m edidas
pert inent es para prot eger la int egridad y seguridad de las personas que com parecieron
o que en el fut uro com parecieran ant e la Cort e.
44. Ese m ism o día el Gobierno present ó copia del act a de reconocim ient o del
cadáver de José I saías Vilorio y del dict am en m édico forense del m ism o, am bos de 5
de enero de 1988.
45. El 18 de enero de 1988 la Cort e resolvió, por seis vot os cont ra uno, oír a las
part es en audiencia pública al día siguient e sobre las m edidas solicit adas por la
Com isión. Luego de la audiencia m encionada, la Cort e, m ediant e resolución unánim e
de 19 de enero de 1988, considerando " ( l) os art ículos 63.2, 33 y 62.3 de la
Convención Am ericana sobre Derechos Hum anos, 1 y 2 del Est at ut o y 23 del
Reglam ent o de la Cort e, el caráct er de órgano j udicial que t iene la Cort e y los poderes
que de ese caráct er derivan" , adopt ó las siguient es m edias provisionales adicionales:
a) Sobre las m edidas que haya adopt ado o pret enda adopt ar
enderezadas a prot eger la int egridad física y evit ar daños irreparables a
las personas que, com o los t est igos que han rendido su declaración o
aquellos que est án llam ados a rendirla, se encuent ran vinculadas a est os
procesos.
c) Sobre las invest igaciones por los asesinat os, incluyendo los
respect ivos dict ám enes m édico forenses, y las acciones que se propone
ej ercer ant e la adm inist ración de j ust icia de Honduras para que sanciones
a los responsables.
Est a resolución fue com unicada en est rados a las part es.
2. Cert ificación ext endida por el m ism o Juzgado de Let ras en la m ism a
fecha, cont eniendo el Dict am en Médico del Forense ant eriorm ent e
m encionado de la dicha Sección Judicial, referent e a la m uert e del
Profesor Moisés Landeverde Recart e.
...
4. Cert ificación ext endida por el Juzgado Prim ero de Let ras de lo
Crim inal, de la ciudad de Tegucigalpa, Dist rit o Cent ral, ext endido el dos de
febrero de m il novecient os ochent a y ocho, correspondient e al POR
CUANTO iniciado por dicho Juzgado para invest igar el delit o de am enazas
a m uert e en perj uicio del Doct or Ram ón Cust odio López y el Licenciado
Milt on Jim énez.
Del cont enido de los docum ent os ant es m encionados queda est ablecido
que el Gobierno de Honduras ha iniciado las diligencias j udiciales para
invest igar los asesinat os de los señores Miguel Ángel Pavón Salazar y
Moisés Landaverde Recart e, t odo de acuerdo a los procedim ient os legales
señalados en la Legislación hondureña.
Se est ablece, adem ás, en los m ism os docum ent os, que no se pract icó la
ext racción de los proyect iles a los cadáveres de los occisos para est udios
balíst icos post eriores, debido a la oposición de los fam iliares, razón por la
cual no se present a el dict am en balíst ico requerido.
47. Asim ism o, el Gobierno solicit ó que se am pliara el plazo est ipulado en la
resolución m encionada, " ya que por m ot ivos j ust ificados, alguna inform ación no ha
sido posible recabarla" . La Secret aría, siguiendo inst rucciones del President e,
com unicó al Gobierno al día siguient e que no era posible ext ender dicho plazo por
haber sido det erm inado por la Cort e.
48. Mediant e com unicación de 10 de m arzo de 1988, la Com isión I nt erinst it ucional
de Derechos Hum anos de Honduras, órgano gubernam ent al, hizo varias
consideraciones respect o de la resolución de la Cort e de 15 de enero de 1988. Sobre
" las am enazas de que han sido obj et o algunos de los t est igos" , inform ó que el Dr.
Cust odio " se negó a present ar la Denuncia ant e los Tribunales correspondient es com o
era lo adecuado, el Juzgado de Let ras Prim ero de lo Crim inal de Tegucigalpa
Depart am ent o de Francisco Morazán levant ó diligencias para invest igar si exist ían
am enazas, int im idaciones, conspiraciones, et c. para querer asesinar al Dr. Cust odio y
al Lic. Milt on Jim énez Puert o, para lo cual fueron cit ados en legal y debida form a para
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que declararan y aport aran la evidencia que t uvieron en su poder" , sin que los t est igos
m encionados hubieran com parecido ant e el Juzgado cit ado. Agregó que ninguna de
las aut oridades hondureñas " ha t rat ado de int im idar, am enazar o coart ar la libert ad a
ninguna de las personas que declararon ant e la Cort e... las cuales est án gozando de
t odas sus garant ías com o los dem ás ciudadanos" .
49. El 23 de m arzo de 1988, el Gobierno rem it ió los siguient es docum ent os:
1. Cert ificación del Secret ario del Juzgado Tercero de lo Crim inal de la
Secret aría Judicial de San Pedro Sula, de las aut opsias de los cadáveres
de Miguel Ángel Pavón Salazar y Moisés Landaverde.
2. Dict am en balíst ico de las esquirlas de los proyect iles ext raídos de
los cadáveres de las m ism as personas, suscrit o por el Direct or del
Depart am ent o Médico Legal de la Cort e Suprem a de Just icia.
IV
50. El Gobierno plant eó varias excepciones prelim inares que fueron resuelt as por la
Cort e en sent encia de 26 de j unio de 1987 ( su pr a 16- 23) . En esa sent encia la Cort e
ordenó unir a la cuest ión de fondo la excepción prelim inar opuest a por Honduras,
relat iva al no agot am ient o de los recursos int ernos y dio al Gobierno y a la Com isión
una nueva oport unidad de " sust anciar plenam ent e sus punt os de vist a" sobre el
part icular ( Ca so Ve lá squ e z Rodr ígu e z, Ex ce pcione s Pr e lim ina r e s, su pr a 23, párr.
90) .
51. La Cort e resolverá en prim er lugar est a excepción pendient e. Para ello, la Cort e
se valdrá de t odos los elem ent os de j uicio a su disposición, incluso aquellos producidos
dent ro del t rám it e de fondo del caso.
52. La Com isión present ó t est igos y diversas pruebas docum ent ales sobre est e
asunt o. El Gobierno, por su part e, som et ió algunas pruebas docum ent ales, con
ej em plos de recursos de exhibición personal t ram it ados con éxit o en favor de diversas
personas ( in fr a 120.c) ) . El Gobierno afirm ó t am bién, a propósit o de est e recurso, que
requiere ident ificación del lugar de det ención y la aut oridad baj o la cual se encuent ra
el det enido.
55. La Com isión sost uvo que los recursos señalados por el Gobierno no eran
eficaces en la sit uación int erna del país durant e aquella época. Present ó
docum ent ación sobre t res recursos de exhibición personal int erpuest os en favor de
Manfredo Velásquez que no produj eron result ados. Mencionó, adem ás, dos denuncias
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penales que no conduj eron a la ident ificación y sanción de event uales responsables.
Según el punt o de vist a de la Com isión, esas inst ancias agot an los recursos int ernos en
los t érm inos previst os por el art ículo 46.1.a) de la Convención.
56. La Cort e considerará, en prim er t érm ino, los aspect os j urídicos relevant es sobre
la cuest ión del agot am ient o de los recursos de la j urisdicción int erna y analizará
post eriorm ent e su aplicación al caso.
57. El art ículo 46.1.a) de la Convención dispone que, para que una pet ición o
com unicación present ada a la Com isión conform e a los art ículos 44 o 45 result a
adm isible, es necesario
que se hayan int erpuest o y agot ado los recursos de j urisdicción int erna,
conform e a los principios del Derecho I nt ernacional generalm ent e
reconocidos.
58. En su inciso 2, el m ism o art ículo dispone que est e requisit o no se aplicará
cuando
c) haya ret ardo inj ust ificado en la decisión sobre los m encionados
recursos.
59. En su sent encia de 26 de j unio de 1987, la Cort e decidió, in t e r a lia , que " el
Est ado que alega el no agot am ient o t iene a su cargo el señalam ient o de los recursos
int ernos que deben agot arse y de su efect ividad" ( Ca so Ve lá squ e z Rodr ígu e z,
Ex ce pcione s Pr e lim in a r e s, su pr a 23, párr. 88) .
60. La Cort e no se ext endió m ás allá de la conclusión cit ada en el párrafo ant erior al
referirse al t em a de la carga de la prueba. En est a oport unidad, la Cort e considera
convenient e precisar que si un Est ado que alega el no agot am ient o prueba la
exist encia de det erm inados recursos int ernos que deberían haberse ut ilizado,
corresponderá a la part e cont raria dem ost rar que esos recursos fueron agot ados o que
el caso cae dent ro de las excepciones del art ículo 46.2. No se debe presum ir con
ligereza que un Est ado Part e en la Convención ha incum plido con su obligación de
proporcionar recursos int ernos eficaces.
61. La regla del previo agot am ient o de los recursos int ernos perm it e al Est ado
resolver el problem a según su derecho int erno ant es de verse enfrent ado a un proceso
int ernacional, lo cual es especialm ent e válido en la j urisdicción int ernacional de los
derechos hum anos, por ser ést a " coadyuvant e o com plem ent aria" de la int erna
( Convención Am ericana, Preám bulo) .
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62. Proporcionar t ales recursos es un deber j urídico de los Est ados, com o ya lo
señaló la Cort e en su sent encia de 26 de j unio de 1987, cuando afirm ó:
La regla del previo agot am ient o de los recursos int ernos en la esfera del
derecho int ernacional de los derechos hum anos, t iene ciert as
im plicaciones que est án present es en la Convención. En efect o, según
ella, los Est ados Part es se obligan a sum inist rar recursos j udiciales
efect ivos a las víct im as de violación de los derechos hum anos ( art . 25) ,
recursos que deben ser sust anciados de conform idad con las reglas del
debido proceso legal ( art . 8.1) , t odo ello dent ro de la obligación general a
cargo de los m ism os Est ados, de garant izar el libre y pleno ej ercicio de los
derechos reconocidos por la Convención a t oda persona que se encuent re
baj o su j urisdicción ( art . 1) . ( Ca so Ve lá sque z Rodr ígue z, Ex ce pcion e s
Pr e lim ina r e s, su pr a 23, párr. 91) .
63. El art ículo 46.1.a) de la Convención rem it e " a los principios del Derecho
I nt ernacional generalm ent e reconocidos" . Esos principios no se refieren sólo a la
exist encia form al de t ales recursos, sino t am bién a que ést os sean adecuados y
efect ivos, com o result a de las excepciones cont em pladas en el art ículo 46.2.
64. Que sean adecuados significa que la función de esos recursos, dent ro del
sist em a del derecho int erno, sea idónea para prot eger la sit uación j urídica infringida.
En t odos los ordenam ient os int ernos exist en m últ iples recursos, pero no t odos son
aplicables en t odas las circunst ancias. Si, en un caso específico, el recurso no es
adecuado, es obvio que no hay que agot arlo. Así lo indica el principio de que la norm a
est á encam inada a producir un efect o y no puede int erpret arse en el sent ido de que no
produzca ninguno o su result ado sea m anifiest am ent e absurdo o irrazonable. Por
ej em plo, un procedim ient o de orden civil, expresam ent e m encionado por el Gobierno,
com o la presunción de m uert e por desaparecim ient o, cuya función es la de que los
herederos puedan disponer de los bienes del presunt o m uert o o su cónyuge pueda
volver a casarse, no es adecuado para hallar la persona ni para lograr su liberación si
est á det enida.
66. Un recurso debe ser, adem ás, eficaz, es decir, capaz de producir el result ado
para el que ha sido concebido. El de exhibición personal puede volverse ineficaz si se
le subordina a exigencias procesales que lo hagan inaplicable, si, de hecho, carece de
virt ualidad para obligar a las aut oridades, result a peligroso para los int eresados
int ent arlo o no se aplica im parcialm ent e.
67. En cam bio, al cont rario de lo sost enido por la Com isión, el m ero hecho de que
un recurso int erno no produzca un result ado favorable al reclam ant e no dem uest ra,
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por sí solo, la inexist encia o el agot am ient o de t odos los recursos int ernos eficaces,
pues podría ocurrir, por ej em plo, que el reclam ant e no hubiera acudido oport unam ent e
al procedim ient o apropiado.
68. El asunt o t om a ot ro cariz, sin em bargo, cuando se dem uest ra que los recursos
son rechazados sin llegar al exam en de la validez de los m ism os, o por razones fút iles,
o si se com prueba la exist encia de una práct ica o polít ica ordenada o t olerada por el
poder público, cuyo efect o es el de im pedir a ciert os dem andant es la ut ilización de los
recursos int ernos que, norm alm ent e, est arían al alcance de los dem ás. En t ales casos
el acudir a esos recursos se conviert e en una form alidad que carece de sent ido. Las
excepciones del art ículo 46.2 serían plenam ent e aplicables en est as sit uaciones y
exim irían de la necesidad de agot ar recursos int ernos que, en la práct ica, no pueden
alcanzar su obj et o.
70. En sus conclusiones el Gobierno expresó que, durant e los años 1981 a 1984, se
ot orgaron varios recursos de exhibición personal en Honduras, con lo que se probaría
que est e recurso no fue ineficaz en est e período. Acom pañó varios docum ent os al
respect o.
71. La Com isión, a su vez, m anifest ó que en Honduras hubo una práct ica de
desapariciones que im posibilit aba agot ar los recursos int ernos, pues no result aron el
m edio idóneo para corregir los abusos que se im put aban a las aut oridades ni dieron
com o result ados la aparición de las personas secuest radas.
72. Afirm ó la Com isión que en los casos de desapariciones el hecho de haber
int ent ado un hábeas corpus o un am paro sin éxit o, es suficient e para t ener por
agot ados los recursos de la j urisdicción int erna si la persona det enida sigue sin
aparecer, ya que no hay ot ro recurso m ás apropiado para el caso. Punt ualizó que en
el caso de Manfredo Velásquez se int ent aron t ant o recursos de exhibición personal
com o denuncias penales que no produj eron result ado. Señaló que el agot am ient o de
los recursos int ernos no debe ent enderse com o la necesidad de efect uar,
m ecánicam ent e, t rám it es form ales, sino que debe analizarse en cada caso la
posibilidad razonable de obt ener el rem edio.
73. Expresó la Com isión que, por la est ruct ura del sist em a int ernacional de
prot ección de los derechos hum anos, la carga de la prueba en m at eria de recursos
int ernos le corresponde al Gobierno. La excepción de la falt a de agot am ient o requiere
la exist encia de un recurso idóneo para rem ediar la violación. Afirm ó que la denuncia
penal no es idónea para encont rar al desaparecido sino para dirim ir responsabilidades
individuales.
74. Del expedient e ant e la Cort e result a que, en favor de Manfredo Velásquez,
fueron int erpuest os los siguient es recursos:
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a) Hábeas corpus
b) Denuncias penales
ii) El 5 de abril de 1984, int erpuest a en el Juzgado Prim ero de Let ras
de lo Crim inal por la Sra. Gert rudis Lanza González, a la cual se
adhirió Zenaida Velásquez, cont ra varios m iem bros de las Fuerzas
Arm adas. Est a causa fue sobreseída definit ivam ent e por el Tribunal y
luego confirm ado dicho sobreseim ient o por la Cort e Prim era de
Apelaciones, el 16 de enero de 1986, dej ándose abiert o el proceso
cont ra el General Gust avo Álvarez Mart ínez, que fue declarado reo
ausent e ( supr a 9) .
75. Aunque el Gobierno no discut ió que los recursos ant eriores hubieran sido
int ent ados, m anifest ó que la Com isión no debió haber adm it ido la denuncia en est e
caso y m enos som et erla a conocim ient o de la Cort e, por no haberse agot ado los
recursos int ernos de que dispone la legislación hondureña, ya que no const an en el
expedient e resoluciones definit ivas que dem uest ren lo cont rario. Expresó que el
prim er recurso de hábeas corpus int erpuest o fue declarado desiert o porque no fue
form alizado por la int eresada; sobre el segundo y el t ercero explicó que no se pueden
int erponer m ás recursos de exhibición personal cuando versen sobre la m ism a m at eria,
los m ism os hechos y se fundam ent en en las m ism as disposiciones legales. En cuant o
a las denuncias penales expresó el Gobierno que no se aport aron las pruebas del caso;
que se ha hablado de presunciones pero que no se han aport ado pruebas y que, por
esa razón, ese j uicio aún cont inúa abiert o en los t ribunales de Honduras en espera de
que se señalen específicam ent e los culpables. Expresó que en una de ellas se dict ó
sobreseim ient o por falt a de prueba a favor de los denunciados que se present aron al
j uzgado, salvo el General Álvarez Mart ínez por est ar ausent e del país. Adem ás, agregó
el Gobierno, aun cuando haya sobreseim ient o no est án agot ados los recursos, ya que
se pueden int erponer los ext raordinarios de am paro, revisión y casación, y en el caso
concret o, no es aplicable aún la prescripción, de m anera que el j uicio est á t odavía
abiert o.
76. En el expedient e ( in fr a , capít ulo V) , se encuent ran t est im onios de m iem bros de
la Asam blea Legislat iva de Honduras, de abogados hondureños, de personas que en
algún m om ent o est uvieron desaparecidas y de parient es de los desaparecidos,
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enderezados a dem ost rar que, en la época en que ocurrieron los hechos, los recursos
j udiciales exist ent es en Honduras no eran eficaces para obt ener la libert ad de las
víct im as de una práct ica de desapariciones forzadas o involunt arias de personas ( en
adelant e " desaparición" o " desapariciones" ) dispuest a o t olerada por el poder público.
I gualm ent e se hallan decenas de recort es de prensa que aluden a la m ism a práct ica.
De acuerdo con esos elem ent os de j uicio, ent re los años 1981 y 1984, m ás de cien
personas fueron det enidas ilegalm ent e, m uchas j am ás volvieron a aparecer y, en
general, no surt ían efect o los recursos legales que el Gobierno cit ó com o disponibles
para las víct im as.
77. De t ales pruebas result a igualm ent e que hubo casos de personas capt uradas y
det enidas sin las form alidades de ley y que post eriorm ent e reaparecieron. Sin
em bargo, en algunos de est os casos, la reaparición no fue el result ado de la
int erposición de alguno de los recursos j urídicos que, según sost uvo el Gobierno,
hubieran surt ido efect o, sino de ot ras circunst ancias, com o, por ej em plo, la
int ervención de m isiones diplom át icas o la acción de organism os de derechos
hum anos.
78. Las pruebas aport adas dem uest ran que los abogados que int erpusieron los
recursos de exhibición personal fueron obj et o de int im idación, que a las personas
encargadas de ej ecut ar dichos recursos con frecuencia se les im pidió ingresar o
inspeccionar los lugares de det ención y que las event uales denuncias penales cont ra
aut oridades m ilit ares o policiales no avanzaron por falt a de im pulso procesal o
concluyeron, sin m ayor t rám it e, con el sobreseim ient o de los event uales im plicados.
79. El Gobierno t uvo la oport unidad de present ar ant e la Cort e a sus propios
t est igos y de refut ar las pruebas aport adas por la Com isión, pero no lo hizo. Si bien es
ciert o que los abogados del Gobierno rechazaron algunos de los punt os sust ent ados
por la Com isión, no aport aron pruebas convincent es para sost ener su rechazo. La
Cort e cit ó a declarar a algunos de los m ilit ares m encionados en el curso del proceso,
pero sus declaraciones no cont ienen elem ent os que desvirt úen el cúm ulo de pruebas
present adas por la Com isión para dem ost rar que las aut oridades j udiciales y del
Minist erio Público del país no act uaron con la debida acuciosidad ant e los alegat os de
desapariciones. El present e es uno de aquellos casos en que se dio t al circunst ancia.
80. En efect o, de los t est im onios y de las dem ás pruebas aport adas y no
desvirt uadas, se concluye que, si bien exist ían en Honduras, durant e la época de que
aquí se habla, recursos legales que hubieran event ualm ent e perm it ido hallar a una
persona det enida por las aut oridades, t ales recursos eran ineficaces, t ant o porque la
det ención era clandest ina com o porque, en la práct ica, t ropezaban con form alism os
que los hacían inaplicables o porque las aut oridades cont ra las cuales se dict aban
llanam ent e los ignoraban o porque abogados y j ueces ej ecut ores eran am enazados e
int im idados por aquéllas.
81. Al m argen de si exist ía o no en Honduras ent re 1981 y 1984, una polít ica
gubernam ent al que pract icaba o t oleraba la desaparición de det erm inadas personas, la
Com isión ha dem ost rado que, aunque se int ent aron recursos de exhibición personal y
acciones penales, result aron ineficaces o m eram ent e form ales. Las pruebas aport adas
por la Com isión no fueron desvirt uadas y son suficient es para rechazar la excepción
prelim inar del Gobierno sobre inadm isibilidad de la dem anda por el no agot am ient o de
los recursos int ernos.
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82. La Com isión ofreció prueba t est im onial y docum ent al para dem ost rar que en
Honduras ent re los años 1981 y 1984 se produj eron num erosos casos de personas que
fueron secuest radas y luego desaparecidas y que est as acciones eran im put ables a las
Fuerzas Arm adas de Honduras ( en adelant e " Fuerzas Arm adas" ) que cont aron, al
m enos, con la t olerancia del Gobierno. Test ificaron t am bién sobre est a m at eria, por
decisión de la Cort e, t res oficiales de las Fuerzas Arm adas.
83. Varios t est igos declararon que fueron secuest rados, m ant enidos prisioneros en
cárceles clandest inas y t ort urados por elem ent os pert enecient es a las Fuerzas Arm adas
( I nés Consuelo Murillo, José Gonzalo Flores Trej o, Virgilio Carías, Milt on Jim énez
Puert o, René Velásquez Díaz y Leopoldo Aguilar Villalobos) .
84. La t est igo I nés Consuelo Murillo declaró haber est ado det enida en form a
clandest ina aproxim adam ent e t res m eses. Según su t est im onio, fue capt urada el 13
de m arzo de 1983, conj unt am ent e con José Gonzalo Flores Trej o con quien t enía una
relación casual, por unos hom bres que se baj aron de un vehículo, le grit aron que eran
de Migración y la golpearon con sus arm as. At rás había ot ro vehículo que apoyaba la
capt ura. Dij o que fue vendada, am arrada y conducida presunt am ent e a San Pedro
Sula, donde fue llevada a un lugar clandest ino de det ención, en el que fue som et ida a
am arres, a golpes, est uvo desnuda la m ayor part e del t iem po, no le dieron de com er
por m uchos días, sufrió elect rochoques, colgam ient os, int ent os de asfixia, am enazas
con arm as, am enazas de quem aduras en los oj os, quem aduras en las piernas,
perforaciones de la piel con aguj as, adm inist ración de drogas y abusos sexuales.
Adm it ió que al m om ent o de ser det enida port aba una ident ificación falsa, aunque diez
días después se ident ificó con su verdadero nom bre. Declaró que a los t reint a y seis
días de est ar det enida fue t rasladada a una inst alación cercana a Tegucigalpa, donde
se percat ó de la presencia de oficiales m ilit ares ( uno de ellos el Subt enient e Marco
Tulio Regalado Hernández) , y vio papeles con m em bret e del ej ércit o y anillos de
graduación de las Fuerzas Arm adas. Est a t est igo agregó que finalm ent e reapareció en
poder de la policía y fue puest a a la orden de los t ribunales, acusada de unos veint e
delit os, pero no dej aron que su abogado present ara prueba y el j uicio no se sust anció
( t est im onio de I nés Consuelo Murillo) .
86. El Gobierno m anifest ó que el hecho de que la t est igo port ara ident ificación falsa
im pidió dar razón de su det ención a sus fam iliares y, adem ás, es indicat ivo de que no
se dedicaba a act ividades lícit as, por lo que se puede deducir que no dij o t oda la
verdad. Añadió que lo declarado por la t est igo en cuant o a que su relación con José
Gonzalo Flores Trej o fue coincidencial, result a increíble porque es evident e que am bos
est aban en act ividades no enm arcadas dent ro de la ley.
87. El t est igo José Gonzalo Flores Trej o m anifest ó que fue secuest rado j unt o con
I nés Consuelo Murillo y conducido con ella a una casa localizada presunt am ent e en
San Pedro Sula, donde varias veces lo int roduj eron de cabeza en una pila de agua
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hast a casi ahogarse, lo t uvieron am arrado de pies y m anos y colgado de m anera que
sólo el est óm ago t ocaba el suelo. Declaró asim ism o que, post eriorm ent e, en un lugar
donde est uvo det enido cercano a Tegucigalpa, le pusieron la capucha ( es un m ét odo
m ediant e el cual se le coloca a la persona en la cabeza un forro fabricado con una
cám ara de neum át ico de aut om óvil, lo que im pide la respiración por la boca y la nariz)
hast a casi asfixiarse y le dieron choques eléct ricos. Afirm ó que est uvo preso en m anos
de m ilit ares porque cuando le quit aron la venda para t om arle unas fot ografías, vio a
un oficial del ej ércit o hondureño y, en una oport unidad cuando lo sacaron a bañarse,
vio las inst alaciones de un cuart el. Adem ás, se escuchaba una t rom pet a, se oían
voces de m ando y sonaba un cañón ( t est im onio de José Gonzalo Flores Trej o) .
88. El Gobierno arguyó que t odo lo declarado por el t est igo, de nacionalidad
salvadoreña, era increíble porque pret endía hacer creer al Tribunal que sus encuent ros
con I nés Consuelo Murillo eran coincidencias y agregó que los dos andaban en
act ividades ilícit as.
89. Virgilio Carías, quien era President e del Part ido Socialist a de Honduras, relat ó
que fue secuest rado el 12 de sept iem bre de 1981, en pleno día, cuando su aut om óvil
fue rodeado por 12 o 13 personas que port aban pist olas, carabinas y fusiles
aut om át icos. Declaró que fue llevado a una cárcel clandest ina, am enazado y
golpeado, y que durant e cuat ro o cinco días est uvo sin com er, sin t om ar agua y sin
poder ir al servicio sanit ario. Al décim o día de est ar det enido lo inyect aron en un
brazo y lo echaron am arrado en la part e de at rás de una cam ionet a. Post eriorm ent e
fue colocado at ravesado en el lom o de una m ula, la que fue puest a a cam inar por la
m ont aña, cerca de la front era ent re Honduras y Nicaragua, zona donde recuperó su
libert ad ( t est im onio de Virgilio Carías) .
90. El Gobierno señaló que est e t est igo reconoció expresam ent e que su conduct a es
de oposición al Gobierno de Honduras y que sus respuest as fueron im precisas o
evasivas. Com o el t est igo dij o no poder ident ificar a sus capt ores, considera que su
t est im onio es de oídas y carece de valor com o prueba, ya que los hechos no han sido
percibidos por sus propios sent idos y sólo los conoce por dichos de ot ras personas.
91. Un abogado, que dij o defender a presos polít icos, t est ificó que fue det enido sin
ninguna form alidad legal en el año 1982, por los órganos de seguridad de Honduras.
Est uvo diez días en poder de ellos en una cárcel clandest ina, sin que se le form ularan
cargos, som et ido a golpes y a t ort uras, hast a que se le rem it ió a los t ribunales
( t est im onio de Milt on Jim énez Puert o) .
92. El Gobierno afirm ó que el t est igo fue procesado por los delit os de at ent ar cont ra
la seguridad de Honduras y t enencia de arm as nacionales ( privat ivas de las Fuerzas
Arm adas) y por eso t iene int erés direct o de perj udicar con su t est im onio a Honduras.
93. Ot ro abogado, que t am bién dij o defender det enidos por razones polít icas y se
refirió al derecho hondureño, relat ó que fue apresado, en pleno día, el 1° de j unio de
1982 por m iem bros del Depart am ent o de I nvest igaciones Especiales en Tegucigalpa,
quienes lo llevaron vendado a un lugar que no pudo reconocer, donde lo t uvieron
cuat ro días sin com er y sin t om ar agua. Fue golpeado e insult ado. Dij o que pudo
m irar a t ravés de la venda y darse así cuent a de que est aba en una unidad m ilit ar
( t est im onio de René Velásquez Díaz) .
94. El Gobierno sost uvo que el t est igo incurrió en varias falsedades relacionadas
con el derecho vigent e en Honduras y que su declaración " carece de virt ualidad y
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eficacia ya que es parcializada, en cuya virt ud, el int erés direct o es perj udicar al
Est ado de Honduras" .
95. Sobre el núm ero de personas desaparecidas durant e el período de 1981 a 1984,
la Cort e recibió t est im onios que indican que las cifras varían ent re 112 y 130. Un
exm ilit ar t est ificó que, según una list a exist ent e en los archivos del Bat allón 316, ese
núm ero podría llegar a 140 o 150 ( t est im onios de Miguel Ángel Pavón Salazar, Ram ón
Cust odio López, Efraín Díaz Arrivillaga y Florencio Caballero) .
96. Con respect o a la exist encia de una unidad dent ro de las Fuerzas Arm adas
dedicada a las desapariciones, la Cort e recibió el t est im onio del President e del Com it é
para la Defensa de los Derechos Hum anos en Honduras, según el cual en el año 1980
funcionó un grupo llam ado " de los cat orce" , al m ando del Mayor Adolfo Díaz, adscrit o
al Est ado Mayor de las Fuerzas Arm adas; post eriorm ent e aquél fue sust it uido por el
grupo denom inado " de los diez" , com andado por el Capit án Alexander Hernández y,
finalm ent e, apareció el Bat allón 316, un cuerpo de operaciones especiales, con
dist int os grupos especializados en vigilancia, secuest ro, ej ecución, cont rol de
t eléfonos, et c. Siem pre se negó la exist encia de est e cuerpo, hast a que se m encionó
en un com unicado de las Fuerzas Arm adas en sept iem bre de 1986 ( t est im onio de
Ram ón Cust odio López. Ver t am bién t est im onio de Florencio Caballero) .
97. El hoy Tenient e Coronel Alexander Hernández negó haber part icipado en el
grupo " de los diez" , haber sido part e del Bat allón 316 y haber t enido algún t ipo de
cont act o con el m ism o ( t est im onio de Alexander Hernández) .
98. El act ual Direct or de I nt eligencia de Honduras dij o saber, por ser persona que
t iene acceso a t odos los archivos de su depart am ent o, que en el año 1984 fue creado
un bat allón de int eligencia que se denom inó 316, cuya m isión era proporcionar
inform ación de com bat e a las brigadas 101, 105 y 110. Agregó que est e bat allón
sirvió inicialm ent e com o una unidad de escuela, hast a que se creó la Escuela de
I nt eligencia a la que fueron pasando paulat inam ent e las funciones de adiest ram ient o,
por lo que finalm ent e fue disuelt o en sept iem bre de 1987. Añadió que nunca ha
exist ido un llam ado grupo " de los cat orce" o " de los diez" dent ro de las Fuerzas
Arm adas o de seguridad ( t est im onio de Robert o Núñez Mont es) .
99. Según los t est im onios recibidos sobre el m odu s ope r a n di de la práct ica de
desapariciones, los secuest ros siguieron el m ism o pat rón: se usaban aut om óviles con
vidrios polarizados ( cuyo uso requiere un perm iso especial de la Dirección de Tránsit o) ,
sin placas o con placas falsas y los secuest radores algunas veces usaban at uendos
especiales, pelucas, bigot es, post izos, el rost ro cubiert o, et c. Los secuest ros eran
select ivos. Las personas eran, inicialm ent e vigiladas y, luego, se planificaba el
secuest ro, para lo cual se usaban m icrobuses o carros cerrados. Unas veces eran
secuest radas en el dom icilio, ot ras en la calle pública. En un caso en que int ervino un
carro pat rulla e int ercept ó a los secuest radores, ést os se ident ificaron com o m iem bros
de un cuerpo especial de las Fuerzas Arm adas y se les perm it ió irse con el secuest rado
( t est im onio de Ram ón Cust odio López, Miguel Angel Pavón Salazar, Efraín Díaz
Arrivillaga y Florencio Caballero) .
100. Un exint egrant e de las Fuerzas Arm adas, que dij o haber pert enecido a la unidad
m ilit ar que luego se organizó com o Bat allón 316, encargada de llevar a cabo los
secuest ros, y haber part icipado personalm ent e en algunos de ést os, afirm ó que el
punt o de part ida era la orden dada por el j efe de la unidad para invest igar, vigilar y
seguir a una persona. Según el t est igo, si se decidía cont inuar el procedim ient o, se
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ej ecut aba el secuest ro con personal vest ido de civil que usaba seudónim os, disfrazado
y que iba arm ado. Disponían para ese fin de cuat ro vehículos " pick- up" Toyot a de
doble cabina, sin m arcas policiales, dos de los cuales t enían vidrios polarizados
( t est im onio de Florencio Caballero. Ver t am bién t est im onio de Virgilio Carías) .
101. El Gobierno recusó, en los t érm inos del art ículo 37 del Reglam ent o, a Florencio
Caballero por haber desert ado del Ej ércit o y violado el j uram ent o com o m ilit ar. La
Cort e, m ediant e resolución de 6 de oct ubre de 1987, rechazó por unanim idad la
recusación, reservándose el derecho de apreciar esa declaración.
102. El act ual Direct or de I nt eligencia de las Fuerzas Arm adas afirm ó que las
unidades de int eligencia no pract ican det enciones porque " se quem an" ( quedan al
descubiert o) , ni ut ilizan aut om óviles sin placas, ni usan seudónim os. Agregó que
Florencio Caballero nunca t rabaj ó en los servicios de int eligencia y que fue chofer del
Cuart el General del Ej ércit o en Tegucigalpa ( t est im onio de Robert o Núñez Mont es) .
103. El exint egrant e de las Fuerzas Arm adas afirm ó la exist encia de cárceles
clandest inas y de lugares especialm ent e seleccionados para ent errar a quienes eran
ej ecut ados. Tam bién refirió que, dent ro de su unidad, había un grupo t ort urador y
ot ro de int errogación, al que él pert eneció. El grupo t ort urador aplicaba choques
eléct ricos, el barril de agua y la capucha. Se m ant enía a los secuest rados desnudos,
sin com er y se les arroj aba agua helada. Agregó que los seleccionados para ser
ej ecut ados eran ent regados a un grupo de exprisioneros, sacados de la cárcel para
llevar a cabo esa t area, para lo cual al principio ut ilizaron arm as de fuego y luego el
puñal y el m achet e ( t est im onio de Florencio Caballero) .
104. El act ual Direct or de I nt eligencia negó que las Fuerzas Arm adas t engan
cárceles clandest inas, ya que ese no es su m odu s ope r a n di sino, m ás bien, el de los
elem ent os subversivos que las denom inan " cárceles del pueblo" . Añadió que un
servicio de int eligencia no se dedica a la elim inación física o a las desapariciones sino a
obt ener inform ación y procesarla, para que los órganos de decisión de m ás alt o nivel
del país t om en las resoluciones apropiadas ( t est im onio de Robert o Núñez Mont es) .
105. Un oficial hondureño, llam ado a com parecer por la Cort e, dij o que a un det enido
no se le puede forzar violent a o sicológicam ent e para que brinde la inform ación
requerida, porque eso est á prohibido ( t est im onio de Marco Tulio Regalado Hernández) .
107. Según la deposición de su herm ana, t est igos presenciales del secuest ro de
Manfredo Velásquez le inform aron que él fue capt urado el 12 de sept iem bre de 1981,
ent re las 4: 30 y 5: 00 p.m ., en un est acionam ient o de vehículos en el cent ro de
Tegucigalpa, por siet e hom bres fuert em ent e arm ados, vest idos de civil ( uno de ellos el
Sargent o Prim ero José I saías Vilorio) , que usaron un vehículo Ford, blanco, sin placas
( t est im onio de Zenaida Velásquez. Ver t am bién t est im onio de Ram ón Cust odio López) .
108. La m ism a t est igo inform ó a la Cort e que el Coronel Leónidas Torres Arias, que
había sido j efe de la int eligencia m ilit ar hondureña, dij o, en una conferencia de prensa
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en México, que Manfredo Velásquez fue desaparecido por un escuadrón especial, baj o
el m ando del Capit án Alexander Hernández, cum pliendo órdenes direct as del General
Gust avo Álvarez Mart ínez ( t est im onio de Zenaida Velásquez) .
109. El oficial Hernández afirm ó que j am ás recibió orden alguna para det ener a
Manfredo Velásquez y que ni siquiera t rabaj ó en el área operat iva policial ( t est im onio
de Alexander Hernández) .
110. El Gobierno recusó, con base en el art ículo 37 del Reglam ent o, a Zenaida
Velásquez por ser herm ana de la presunt a víct im a, lo que en su opinión la hace t ener
int erés direct o en el result ado del j uicio.
111. La Cort e, por unanim idad, rechazó la recusación form ulada, porque consideró
que la circunst ancia de que la t est igo fuera herm ana de la víct im a no bast aba para
inhabilit arla, reservándose el derecho de apreciar esa declaración.
112. El Gobierno arguyó que las declaraciones de la t est igo son irrelevant es, ya que
las m ism as no se concret an al hecho invest igado por la Cort e y lo que expresó sobre el
secuest ro de su herm ano no le const a personalm ent e sino de oídas.
113. El exint egrant e de las Fuerzas Arm adas que dij o pert enecer al grupo que
pract icaba secuest ros, m anifest ó a la Cort e que, aunque él no int ervino en el secuest ro
de Manfredo Velásquez, el Tenient e Flores Murillo le com ent ó cóm o había sido. Fue
secuest rado, según est e t est im onio, en el cent ro de Tegucigalpa en un operat ivo en
que part icipó el Sargent o José I saías Vilorio, unos señores de seudónim os Ezequiel y
Tit anio y el m ism o Tenient e Flores Murillo. El Tenient e le relat ó que a Ezequiel se le
disparó el arm a e hirió a Manfredo en una pierna, ya que hubo lucha; el secuest rado
fue llevado a I NDUMI L ( I ndust rias Milit ares) y t ort urado; luego t rasladado a m anos de
los ej ecut ores quienes, por orden del General Álvarez, Jefe de las Fuerzas Arm adas, se
lo llevaron de Tegucigalpa y lo m at aron con puñal y m achet e. Su cuerpo fue
desm em brado y los rest os ent errados en lugares diferent es ( t est im onio de Florencio
Caballero) .
114. El act ual Direct or del Servicio de I nt eligencia m anifest ó que José I saías Vilorio
fue archivador de la DNI . Dij o no conocer al Tenient e Flores Murillo y afirm ó que
I NDUMI L nunca ha servido com o cent ro de det ención ( t est im onio de Robert o Núñez
Mont es) .
115. Un t est igo afirm ó que fue apresado el 29 de sept iem bre de 1981 por cinco o
seis elem ent os que se ident ificaron com o m iem bros de las Fuerzas Arm adas, quienes
lo t rasladaron a las oficinas de la DNI . De ahí se lo llevaron vendado en un carro a un
lugar desconocido donde fue t ort urado. El 1º de oct ubre de 1981, m ient ras est aba
det enido, lo llam ó, a t ravés del hueco de una cerradura falt ant e en la puert a hacia una
pieza vecina, una voz quej um brosa y adolorida y le dij o que era Manfredo Velásquez y
le pidió ayuda. Según su t est im onio, en ese m om ent o ent ró el Tenient e Ram ón Mej ía,
quien al verlo de pie lo golpeó, pese a que él dij o que se había levant ado por est ar
cansado. Agregó que, post eriorm ent e, el Sargent o Carlos Alfredo Mart ínez, con quien
hizo am ist ad en el bar en el que el t est igo t rabaj aba, le dij o que a Manfredo Velásquez
lo habían ent regado a los agent es del Bat allón 316 ( t est im onio de Leopoldo Aguilar
Villalobos) .
116. El Gobierno afirm ó que la declaración de est e t est igo " no m erece ent era fe
porque hay porm enores que no deben desest im arse, com o es el hecho de haber dicho
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que t an sólo una vez había sido det enido, en el año 1981, por dedicarse al t ráfico de
arm as y al secuest ro de un avión, cuando la verdad es que ha sido det enido en varias
oport unidades por la policía hondureña por sus ant ecedent es nada recom endables" .
117. La Com isión t am bién ofreció prueba para dem ost rar que en Honduras, ent re los
años 1981 y 1984, los recursos j udiciales int ernos fueron ineficaces para prot eger los
derechos hum anos, especialm ent e los derechos a la vida, a la libert ad y a la int egridad
personal de los desaparecidos.
b) Los j ueces ej ecut ores nom brados por los Tribunales de Just icia no
gozaban de t odas las garant ías y sent ían t em or por represalias que
pudieran t om arse en su cont ra, porque en m uchas ocasiones fueron
obj et o de am enazas y, m ás de una vez, apresados. Hubo casos de j ueces
ej ecut ores m alt rat ados físicam ent e por las aut oridades. Profesores de
Derecho y abogados que se dedicaban a defender presos polít icos
sufrieron presiones para que no act uaran en casos de violaciones a los
derechos hum anos. Solam ent e dos se at revieron a int erponer recursos de
exhibición personal a favor de los desaparecidos y uno de ellos fue
det enido m ient ras t ram it aba un recurso ( t est im onios de Milt on Jim énez
Puert o, Miguel Ángel Pavón Salazar, Ram ón Cust odio López, César
August o Murillo, René Velásquez Díaz y Zenaida Velásquez) .
VI
119. Los t est im onios y docum ent os, corroborados en recort es de prensa,
present ados por la Com isión t ienden a dem ost rar:
24
b) Que Manfredo Velásquez fue víct im a de esa práct ica y secuest rado,
presum iblem ent e t ort urado, ej ecut ado y sepult ado en form a clandest ina,
por agent es de las Fuerzas Arm adas de Honduras, y
120. El Gobierno, por su part e, aport ó docum ent os y fundó alegat os sobre los
t est im onios de t res m ilit ares hondureños, dos de ellos cit ados por la Cort e por haber
sido m encionados en el proceso com o direct am ent e vinculados a la práct ica general
referida y a la desaparición de Manfredo Velásquez. Est as pruebas est án dirigidas:
b) Algunos docum ent os, a dem ost rar la inexist encia de dem andas
civiles de presunción de m uert e por desaparición de Manfredo Velásquez,
y
VI I
122. Ant es de exam inar las pruebas recibidas, la Cort e debe com enzar por precisar
algunas cuest iones relacionadas con la carga de la prueba y los crit erios generales que
orient an su valoración y la det erm inación de los hechos probados en el present e j uicio.
123. Dado que la Com isión es quien dem anda al Gobierno por la desaparición de
Manfredo Velásquez a ella corresponde, en principio, la carga de la prueba de los
hechos en que su dem anda se funda.
124. El argum ent o de la Com isión se basa en que una polít ica de desapariciones,
auspiciada o t olerada por el Gobierno, t iene com o verdadero propósit o el
encubrim ient o y la dest rucción de la prueba relat iva a las desapariciones de los
individuos obj et o de la m ism a. Cuando la exist encia de t al práct ica o polít ica haya sido
probada, es posible, ya sea m ediant e prueba circunst ancial o indirect a, o am bas, o por
inferencias lógicas pert inent es, dem ost rar la desaparición de un individuo concret o,
25
que de ot ro m odo sería im posible, por la vinculación que ést a últ im a t enga con la
práct ica general.
125. El Gobierno no obj et ó el enfoque propuest o por la Com isión. Sin em bargo,
argum ent ó que no fue probada la exist encia de una práct ica de desapariciones en
Honduras ni la part icipación de aut oridades hondureñas en la supuest a desaparición de
Manfredo Velásquez.
126. La Cort e no encuent ra ninguna razón para considerar inadm isible el enfoque
adopt ado por la Com isión. Si se puede dem ost rar que exist ió una práct ica
gubernam ent al de desapariciones en Honduras llevada a cabo por el Gobierno o al
m enos t olerada por él, y si la desaparición de Manfredo Velásquez se puede vincular
con ella, las denuncias hechas por la Com isión habrían sido probadas ant e la Cort e,
siem pre y cuando los elem ent os de prueba aducidos en am bos punt os cum plan con los
crit erios de valoración requeridos en casos de est e t ipo.
127. La Cort e debe det erm inar cuáles han de ser los crit erios de valoración de las
pruebas aplicables en est e caso. Ni la Convención ni el Est at ut o de la Cort e o su
Reglam ent o t rat an est a m at eria. Sin em bargo, la j urisprudencia int ernacional ha
sost enido la pot est ad de los t ribunales para evaluar librem ent e las pruebas, aunque ha
evit ado siem pre sum inist rar una rígida det erm inación del qu a nt u m de prueba
necesario para fundar el fallo ( cfr. Cor fu Cha n ne l, Merit s, Judgm ent I .C.J. Report s
1949; M ilit a r y a n d Pa r a m ilit a r y Act ivit ie s in a n d a ga in st N ica r a gu a ( N ica r a gua
v. Un it e d St a t e s of Am e r ica ) , Merit s, Judgm ent , I .C.J. Report s 1986, párrs. 29- 30 y
59- 60) .
128. Para un t ribunal int ernacional, los crit erios de valoración de la prueba son
m enos form ales que en los sist em as legales int ernos. En cuant o al requerim ient o de
prueba, esos m ism os sist em as reconocen gradaciones diferent es que dependen de la
nat uraleza, caráct er y gravedad del lit igio.
130. La práct ica de los t ribunales int ernacionales e int ernos dem uest ra que la prueba
direct a, ya sea t est im onial o docum ent al, no es la única que puede legít im am ent e
considerarse para fundar la sent encia. La prueba circunst ancial, los indicios y las
presunciones, pueden ut ilizarse, siem pre que de ellos puedan inferirse conclusiones
consist ent es sobre los hechos.
131. La prueba indiciaria o presunt iva result a de especial im port ancia cuando se
t rat a de denuncias sobre la desaparición, ya que est a form a de represión se
caract eriza por procurar la supresión de t odo elem ent o que perm it a com probar el
secuest ro, el paradero y la suert e de las víct im as.
132. El procedim ient o ant e la Cort e, com o t ribunal int ernacional que es, present a
part icularidades y caráct er propios por lo cual no le son aplicables, aut om át icam ent e,
t odos los elem ent os de los procesos ant e t ribunales int ernos.
26
133. Est o, que es válido en general en los procesos int ernacionales, lo es m ás aún en
los referent es a la prot ección de los derechos hum anos.
134. En efect o, la prot ección int ernacional de los derechos hum anos no debe
confundirse con la j ust icia penal. Los Est ados no com parecen ant e la Cort e com o
suj et os de acción penal. El Derecho int ernacional de los derechos hum anos no t iene
por obj et o im poner penas a las personas culpables de sus violaciones, sino am parar a
las víct im as y disponer la reparación de los daños que les hayan sido causados por los
Est ados responsables de t ales acciones.
135. A diferencia del Derecho penal int erno, en los procesos sobre violaciones de
derechos hum anos, la defensa del Est ado no puede descansar sobre la im posibilidad
del dem andant e de allegar pruebas que, en m uchos casos, no pueden obt enerse sin la
cooperación del Est ado.
136. Es el Est ado quien t iene el cont rol de los m edios para aclarar hechos ocurridos
dent ro de su t errit orio. La Com isión, aunque t iene facult ades para realizar
invest igaciones, en la práct ica depende, para poder efect uarlas dent ro de la
j urisdicción del Est ado, de la cooperación y de los m edios que le proporcione el
Gobierno.
137. Ya que el Gobierno solam ent e present ó algunas pruebas docum ent ales
relacionadas con sus obj eciones prelim inares pero no sobre el fondo, la Cort e debe
est ablecer sus conclusiones prescindiendo del valioso auxilio de una part icipación m ás
act iva de Honduras, que le hubiera significado, por lo dem ás, proveer adecuadam ent e
a su defensa.
138. La form a en que la defensa ha sido conducida habría podido bast ar para que
m uchos de los hechos afirm ados por la Com isión se t uvieran válidam ent e por ciert os,
sin m ás, en virt ud del principio de que, salvo en la m at eria penal - - que no t iene que
ver en el present e caso, com o ya se dij o ( su pr a 134- 135) - - , el silencio del dem andado
o su cont est ación elusiva o am bigua pueden int erpret arse com o acept ación de los
hechos de la dem anda, por lo m enos m ient ras lo cont rario no aparezca de los aut os o
no result e de la convicción j udicial. La Cort e, sin em bargo, t rat ó de suplir esas
deficiencias procesales, adm it iendo t odas las pruebas que le fueron propuest as, aun en
form a ext em poránea, y ordenando de oficio algunas ot ras. Est o, por supuest o, sin
renunciar a sus pot est ades discrecionales para apreciar el silencio o la inercia de
Honduras ni a su deber de valorar la t ot alidad de los hechos.
139. La Com isión, sin perj uicio de haber ut ilizado ot ros elem ent os de prueba, aplicó,
en el t rám it e ant e ella, el art ículo 42 de su Reglam ent o, que dice:
Se presum irán verdaderos los hechos relat ados en la pet ición y cuyas
part es pert inent es hayan sido t ransm it idas al Gobierno del Est ado aludido
si, en el plazo m áxim o fij ado por la Com isión de conform idad con el
art ículo 34, párrafo 5, dicho Gobierno no sum inist rare la inform ación
correspondient e, siem pre y cuando de ot ros elem ent os de convicción no
result are una conclusión diversa.
Pero, com o la aplicación de est a presunción legal que t uvo lugar en el t rám it e ant e la
Com isión no ha sido discut ida en el proceso y el Gobierno, por su part e, part icipó
plenam ent e en el m ism o, es irrelevant e t rat arla aquí.
27
VI I I
140. En el present e caso la Cort e t iene por buenos los docum ent os present ados por
la Com isión y por Honduras, m áxim e cuando no fueron cont rovert idos ni obj et ados, ni
su aut ent icidad o veracidad puest a en duda.
141. Respect o de los t est im onios present ados por la Com isión, en el curso de las
audiencias, el Gobierno recusó t est igos con base en el art ículo 37 del Reglam ent o. En
la resolución de 6 de oct ubre de 1987, m ediant e la cual se rechazó una recusación, la
Cort e afirm ó lo siguient e:
f) Que est á en las part es, en el curso del proceso, dem ost rar que lo
afirm ado por un t est igo no corresponde a la verdad.
142. En los cont raint errogat orios los abogados del Gobierno pret endieron señalar la
event ual falt a de obj et ividad de algunos t est igos por razones ideológicas, de origen o
nacionalidad, o de parent esco o at ribuyéndoles int erés en perj udicar a Honduras,
llegando, incluso, a insinuar que t est im oniar en est os procesos cont ra el Est ado podría
const it uir una deslealt ad hacia su país. I gualm ent e se invocó la circunst ancia de que
algunos t est igos t uvieran ant ecedent es penales o est uvieran som et idos a j uicio com o
fundam ent o de su falt a de idoneidad para com parecer ant e la Cort e ( su pr a 86, 88, 90,
92, 101, 110 y 116) .
143. Algunas circunst ancias pueden, ciert am ent e, condicionar el apego a la verdad
de un t est igo. El Gobierno, sin em bargo, no dem ost ró con hechos concret os que los
t est igos hubieran falt ado a la verdad, sino que se lim it ó a hacer observaciones de
caráct er general sobre la supuest a falt a de idoneidad o im parcialidad de los m ism os,
que no son suficient es para desvirt uar t est im onios coincident es y cont est es en lo
fundam ent al, por lo cual el j uzgador no puede desecharlos.
144. Por ot ra part e, algunos de los señalam ient os del Gobierno carecen de
fundam ent ación en el ám bit o de la prot ección de los derechos hum anos. No es
adm isible que se insinúe que las personas que, por cualquier t ít ulo, acuden al sist em a
int eram ericano de prot ección a los derechos hum anos est én incurriendo en deslealt ad
hacia su país, ni que pueda ext raerse de est e hecho cualquier sanción o consecuencia
negat iva. Los derechos hum anos represent an valores superiores que " no nacen del
28
hecho de ser nacional de det erm inado Est ado, sino que t ienen com o fundam ent o los
at ribut os de la persona hum ana" ( Declaración Am ericana de los Derechos y Deberes
del Hom bre, Considerando y Convención Am ericana, Preám bulo) .
145. Tam poco es sust ent able que la circunst ancia de t ener ant ecedent es penales o
procesos pendient es sea por sí sola suficient e para negar la idoneidad de los t est igos
para deponer ant e la Cort e. Tal com o lo decidió la Cort e en el present e caso por
resolución de 6 de oct ubre de 1987,
146. A un gran núm ero de recort es de prensa aport ados por la Com isión no puede
dárseles el caráct er de prueba docum ent al propiam ent e dicha. Muchos de ellos, sin
em bargo, const it uyen la m anifest ación de hechos públicos y not orios que, com o t ales,
no requieren en sí m ism os de prueba; ot ros t ienen valor, com o ha sido reconocido por
la j urisprudencia int ernacional ( M ilit a r y a nd Pa r a m ilit a r y Act ivit ie s in a n d a ga in st
N ica r a gua , su pr a 127, párrs. 62- 64) en cuant o reproducen t ext ualm ent e
declaraciones públicas, especialm ent e de alt os funcionarios de las Fuerzas Arm adas,
del Gobierno o de la propia Cort e Suprem a de Just icia de Honduras, com o algunas
em anadas del President e de est a últ im a; finalm ent e, ot ros t ienen im port ancia en su
conj unt o en la m edida en que corroboran los t est im onios recibidos en el proceso
respect o de las desapariciones y la at ribución de esos hechos a las aut oridades
m ilit ares o policiales de est e país.
IX
147. La Cort e ent ra ahora a det erm inar los hechos relevant es que considera
probados, a saber:
b) Que t ales desapariciones t enían un pat rón m uy sim ilar, que se iniciaba
m ediant e el secuest ro violent o de las víct im as, m uchas veces a la luz del día y
en lugares poblados, por part e de hom bres arm ados, vest idos de civil y
disfrazados que act uaban con aparent e im punidad, en vehículos sin
ident ificación oficial y con crist ales polarizados, sin placas o con placas falsas
( t est im onios de Miguel Ángel Pavón Salazar, Ram ón Cust odio López, Efraín Díaz
Arrivillaga, Florencio Caballero y recort es de prensa) .
c) Que la población consideraba com o un hecho público y not orio que los
secuest ros se perpet raban por agent es m ilit ares, o por policías o por personal
29
baj o su dirección ( t est im onios de Miguel Ángel Pavón Salazar, Ram ón Cust odio
López, Efraín Díaz Arrivillaga, Florencio Caballero y recort es de prensa) .
d) Que las desapariciones se realizaban m ediant e una práct ica sist em át ica,
de la cual la Cort e considera especialm ent e relevant es las siguient es
circunst ancias:
ii) Las arm as em pleadas eran de uso reservado a las aut oridades
m ilit ares y de policía y se ut ilizaban vehículos con crist ales polarizados,
cuyo uso requiere de una aut orización oficial especial. En algunas
oport unidades las det enciones se realizaron por agent es del orden
público, sin disim ulo ni disfraz; en ot ras ést os habían previam ent e
despej ado los lugares donde se ej ecut arían los secuest ros y, por lo
m enos en una ocasión, los secuest radores, al ser det enidos por agent es
del orden público, cont inuaron librem ent e su m archa al ident ificarse
com o aut oridades ( t est im onios de Miguel Ángel Pavón Salazar, Ram ón
Cust odio López y Florencio Caballero) ;
iv) Las aut oridades negaban sist em át icam ent e el hecho m ism o de la
det ención, el paradero y la suert e de las víct im as, t ant o a sus parient es,
abogados y personas o ent idades int eresadas en la defensa de los
derechos hum anos, com o a los j ueces ej ecut ores en recursos de
exhibición personal. Esa act it ud se produj o inclusive en casos de
personas que después reaparecieron en m anos de las m ism as
aut oridades que, sist em át icam ent e, habían negado t enerlas en su poder
o conocer su suert e ( t est im onios de I nés Consuelo Murillo, José Gonzalo
Flores Trej o, Efraín Díaz Arrivillaga, Florencio Caballero, Virgilio Carías,
Milt on Jim énez Puert o, René Velásquez Díaz, Zenaida Velásquez y César
August o Murillo, así com o recort es de prensa) ;
Arm adas, no conduj eron a ningún result ado. Las causas j udiciales que
se int ent aron fueron t ram it adas con evident e lent it ud y desint erés y
algunas de ellas finalm ent e sobreseídas ( t est im onios de I nés Consuelo
Murillo, José Gonzalo Flores Trej o, Efraín Díaz Arrivillaga, Florencio
Caballero, Virgilio Carías, Milt on Jim énez Puert o, René Velásquez Díaz,
Zenaida Velásquez y César August o Murillo, así com o recort es de
prensa) ;
f) Que ese secuest ro fue llevado a cabo por personas vinculadas con las
Fuerzas Arm adas o baj o su dirección ( t est im onios de Ram ón Cust odio López,
Zenaida Velásquez, Florencio Caballero, Leopoldo Aguilar Villalobos y recort es
de prensa) ,
148. Por t odo lo ant erior, la Cort e concluye que han sido probadas en el proceso: 1)
la exist encia de una práct ica de desapariciones cum plida o t olerada por las aut oridades
hondureñas ent re los años 1981 a 1984; 2) la desaparición de Manfredo Velásquez
por obra o con la t olerancia de esas aut oridades dent ro del m arco de esa práct ica; y 3)
la om isión del Gobierno en la garant ía de los derechos hum anos afect ados por t al
práct ica.
149. En la hist oria de la violación de los derechos hum anos, las desapariciones no
son una novedad. Pero su caráct er sist em át ico y reit erado, su ut ilización com o una
t écnica dest inada a producir no sólo la desaparición m ism a, m om ent ánea o
perm anent e, de det erm inadas personas, sino t am bién un est ado generalizado de
angust ia, inseguridad y t em or, ha sido relat ivam ent e recient e. Aunque est a práct ica
posee caráct er m ás o m enos universal, en Am érica Lat ina ha present ado en los últ im os
años una excepcional int ensidad.
150. El fenóm eno de las desapariciones const it uye una form a com plej a de violación
de los derechos hum anos que debe ser com prendida y encarada de una m anera
int egral.
151. La creación del Grupo de Trabaj o sobre Desapariciones Forzadas o I nvolunt arias
de la Com isión de Derechos Hum anos de las Naciones Unidas, m ediant e resolución 20
( XXXVI ) de 29 de febrero de 1980, const it uye una act it ud concret a de censura y
repudio generalizados, por una práct ica que ya había sido obj et o de at ención en el
ám bit o universal por la Asam blea General ( resolución 33/ 173 de 20 de diciem bre de
1978) , por el Consej o Económ ico y Social ( resolución 1979/ 38 de 10 de m ayo de
1979) y por la Subcom isión de Prevención de Discrim inaciones y Prot ección a las
Minorías ( resolución 5 B ( XXXI I ) de 5 de sept iem bre de 1979) . Los inform es de los
relat ores o enviados especiales de la Com isión de Derechos Hum anos m uest ran la
preocupación por el cese de esa práct ica, por la aparición de las personas afect adas y
por la aplicación de sanciones a los responsables.
153. Si bien no exist e ningún t ext o convencional en vigencia, aplicable a los Est ados
Part es en la Convención, que em plee est a calificación, la doct rina y la práct ica
int ernacionales han calificado m uchas veces las desapariciones com o un delit o cont ra
la hum anidad ( Anuario I nt eram ericano de Derechos Hum anos, 1985, págs. 369, 687 y
32
1103) . La Asam blea de la OEA ha afirm ado que " es una afrent a a la conciencia del
Hem isferio y const it uye un crim en de lesa hum anidad" ( AG/ RES.666, su pr a ) .
Tam bién la ha calificado com o " un cruel e inhum ano procedim ient o con el propósit o de
evadir la ley, en det rim ent o de las norm as que garant izan la prot ección cont ra la
det ención arbit raria y el derecho a la seguridad e int egridad personal" ( AG/ RES. 742,
su pr a ) .
154. Est á m ás allá de t oda duda que el Est ado t iene el derecho y el deber de
garant izar su propia seguridad. Tam poco puede discut irse que t oda sociedad padece
por las infracciones a su orden j urídico. Pero, por graves que puedan ser ciert as
acciones y por culpables que puedan ser los reos de det erm inados delit os, no cabe
adm it ir que el poder pueda ej ercerse sin lím it e alguno o que el Est ado pueda valerse
de cualquier procedim ient o para alcanzar sus obj et ivos, sin suj eción al derecho o a la
m oral. Ninguna act ividad del Est ado puede fundarse sobre el desprecio a la dignidad
hum ana.
155. La desaparición forzada de seres hum anos const it uye una violación m últ iple y
cont inuada de num erosos derechos reconocidos en la Convención y que los Est ados
Part es est án obligados a respet ar y garant izar. El secuest ro de la persona es un caso
de privación arbit raria de libert ad que conculca, adem ás, el derecho del det enido a ser
llevado sin dem ora ant e un j uez y a int erponer los recursos adecuados para cont rolar
la legalidad de su arrest o, que infringe el art ículo 7 de la Convención que reconoce el
derecho a la libert ad personal y que en lo pert inent e dispone:
2. Nadie puede ser privado de su libert ad física, salvo por las causas y
en las condiciones fij adas de ant em ano por las Const it uciones Polít icas de
los Est ados Part es o por las leyes dict adas conform e a ellas.
4. Toda persona det enida o ret enida debe ser inform ada de las
razones de su det ención y not ificada, sin dem ora, del cargo o cargos
form ulados cont ra ella.
5. Toda persona det enida o ret enida debe ser llevada, sin dem ora,
ant e un j uez u ot ro funcionario aut orizado por la ley para ej ercer
funciones j udiciales y t endrá derecho a ser j uzgada dent ro de un plazo
razonable o a ser puest a en libert ad, sin perj uicio de que cont inúe el
proceso. Su libert ad podrá est ar condicionada a garant ías que aseguren
su com parecencia en el j uicio.
rest ringido ni abolido. Los recursos podrán int erponerse por sí o por ot ra
persona.
156. Adem ás, el aislam ient o prolongado y la incom unicación coact iva a los que se ve
som et ida la víct im a represent an, por sí m ism os, form as de t rat am ient o cruel e
inhum ano, lesivas de la libert ad psíquica y m oral de la persona y del derecho de t odo
det enido al respet o debido a la dignidad inherent e al ser hum ano, lo que const it uye,
por su lado, la violación de las disposiciones del art ículo 5 de la Convención que
reconocen el derecho a la int egridad personal com o sigue:
2. Nadie debe ser som et ido a t ort uras ni a penas o t rat os crueles,
inhum anos o degradant es. Toda persona privada de libert ad será t rat ada
con el respet o debido a la dignidad inherent e al ser hum ano.
Por lo dem ás, las invest igaciones que se han verificado donde ha exist ido la práct ica de
desapariciones y los t est im onios de las víct im as que han recuperado su libert ad
dem uest ran que ella incluye el t rat o despiadado a los det enidos, quienes se ven
som et idos a t odo t ipo de vej ám enes, t ort uras y dem ás t rat am ient os crueles,
inhum anos y degradant es, en violación t am bién al derecho de la int egridad física
reconocido en el m ism o art ículo 5 de la Convención.
XI
159. La Com isión ha solicit ado a la Cort e det erm inar que Honduras ha violado los
derechos garant izados a Manfredo Velásquez por los art ículos 4, 5 y 7 de la
Convención. El Gobierno ha negado los cargos y pret ende una sent encia absolut oria.
34
160. El problem a plant eado exige a la Cort e un exam en sobre las condiciones en las
cuales un det erm inado act o, que lesione alguno de los derechos reconocidos en la
Convención, puede ser at ribuido a un Est ado Part e y com prom et er, en consecuencia,
su responsabilidad int ernacional.
Ar t ícu lo 1
Obliga ción de Re spe t a r los D e r e ch os
162. Est e art ículo cont iene la obligación cont raída por los Est ados Part es en relación
con cada uno de los derechos prot egidos, de t al m anera que t oda pret ensión de que se
ha lesionado alguno de esos derechos, im plica necesariam ent e la de que se ha
infringido t am bién el art ículo 1.1 de la Convención.
163. La Com isión no señaló de m anera expresa la violación del art ículo 1.1 de la
Convención, pero ello no im pide que sea aplicado por est a Cort e, debido a que dicho
precept o const it uye el fundam ent o genérico de la prot ección de los derechos
reconocidos por la Convención y porque sería aplicable, de t odos m odos, en virt ud de
un principio general de Derecho, iur a n ovit cu r ia , del cual se ha valido
reit eradam ent e la j urisprudencia int ernacional en el sent ido de que el j uzgador posee
la facult ad e inclusive el deber de aplicar las disposiciones j urídicas pert inent es en una
causa, aun cuando las part es no las invoquen expresam ent e ( " Lot us" , Judgm ent No.
9, 1927, P.C.I .J., Series A, No. 10, pág. 31 y Eur. Court H.R., H a ndyside Ca se ,
Judgm ent of 7 Decem ber 1976, Series A No. 24, párr. 41) .
164. El art ículo 1.1 es fundam ent al para det erm inar si una violación de los derechos
hum anos reconocidos por la Convención puede ser at ribuida a un Est ado Part e. En
efect o, dicho art ículo pone a cargo de los Est ados Part es los deberes fundam ent ales de
respet o y de garant ía, de t al m odo que t odo m enoscabo a los derechos hum anos
reconocidos en la Convención que pueda ser at ribuido, según las reglas del Derecho
int ernacional, a la acción u om isión de cualquier aut oridad pública, const it uye un hecho
im put able al Est ado que com prom et e su responsabilidad en los t érm inos previst os por
la m ism a Convención.
165. La prim era obligación asum ida por los Est ados Part es, en los t érm inos del cit ado
art ículo, es la de " respet ar los derechos y libert ades" reconocidos en la Convención. El
ej ercicio de la función pública t iene unos lím it es que derivan de que los derechos
hum anos son at ribut os inherent es a la dignidad hum ana y, en consecuencia,
superiores al poder del Est ado. Com o ya lo ha dicho la Cort e en ot ra ocasión,
... la prot ección a los derechos hum anos, en especial a los derechos civiles
y polít icos recogidos en la Convención, part e de la afirm ación de la
exist encia de ciert os at ribut os inviolables de la persona hum ana que no
pueden ser legít im am ent e m enoscabados por el ej ercicio del poder
35
166. La segunda obligación de los Est ados Part es es la de " garant izar" el libre y
pleno ej ercicio de los derechos reconocidos en la Convención a t oda persona suj et a a
su j urisdicción. Est a obligación im plica el deber de los Est ados Part es de organizar
t odo el aparat o gubernam ent al y, en general, t odas las est ruct uras a t ravés de las
cuales se m anifiest a el ej ercicio del poder público, de m anera t al que sean capaces de
asegurar j urídicam ent e el libre y pleno ej ercicio de los derechos hum anos. Com o
consecuencia de est a obligación los Est ados deben prevenir, invest igar y sancionar
t oda violación de los derechos reconocidos por la Convención y procurar, adem ás, el
rest ablecim ient o, si es posible, del derecho conculcado y, en su caso, la reparación de
los daños producidos por la violación de los derechos hum anos.
167. La obligación de garant izar el libre y pleno ej ercicio de los derechos hum anos
no se agot a con la exist encia de un orden norm at ivo dirigido a hacer posible el
cum plim ient o de est a obligación, sino que com part a la necesidad de una conduct a
gubernam ent al que asegure la exist encia, en la realidad, de una eficaz garant ía del
libre y pleno ej ercicio de los derechos hum anos.
168 La obligación a cargo de los Est ados es, así, m ucho m ás inm ediat a que la que
result a del art ículo 2, que dice:
Ar t ícu lo 2
D e be r de Adopt a r D isposicione s
de D e r e cho I n t e r n o
169. Conform e al art ículo 1.1 es ilícit a t oda form a de ej ercicio del poder público que
viole los derechos reconocidos por la Convención. En t al sent ido, en t oda circunst ancia
en la cual un órgano o funcionario del Est ado o de una inst it ución de caráct er público
lesione indebidam ent e uno de t ales derechos, se est á ant e un supuest o de
inobservancia del deber de respet o consagrado en ese art ículo.
170. Esa conclusión es independient e de que el órgano o funcionario haya act uado
en cont ravención de disposiciones del derecho int erno o desbordado los lím it es de su
propia com pet encia, puest o que es un principio de Derecho int ernacional que el Est ado
responde por los act os de sus agent es realizados al am paro de su caráct er oficial y por
las om isiones de los m ism os aun si act úan fuera de los lím it es de su com pet encia o en
violación del derecho int erno.
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172. Es, pues, claro que, en principio, es im put able al Est ado t oda violación a los
derechos reconocidos por la Convención cum plida por un act o del poder público o de
personas que act úan prevalidas de los poderes que ost ent an por su caráct er oficial.
No obst ant e, no se agot an allí las sit uaciones en las cuales un Est ado est á obligado a
prevenir, invest igar y sancionar las violaciones a los derechos hum anos, ni los
supuest os en que su responsabilidad puede verse com prom et ida por efect o de una
lesión a esos derechos. En efect o, un hecho ilícit o violat orio de los derechos hum anos
que inicialm ent e no result e im put able direct am ent e a un Est ado, por ej em plo, por ser
obra de un part icular o por no haberse ident ificado al aut or de la t rasgresión, puede
acarrear la responsabilidad int ernacional del Est ado, no por ese hecho en sí m ism o,
sino por falt a de la debida diligencia para prevenir la violación o para t rat arla en los
t érm inos requeridos por la Convención.
173. Las infracciones a la Convención no pueden ser j uzgadas aplicando reglas que
t engan en cuent a elem ent os de nat uraleza sicológica, orient ados a calificar la
culpabilidad individual de sus aut ores. A los efect os del análisis, es irrelevant e la
int ención o m ot ivación del agent e que m at erialm ent e haya violado los derechos
reconocidos por la Convención, hast a el punt o que la infracción a la m ism a puede
est ablecerse incluso si dicho agent e no est á individualm ent e ident ificado. Lo decisivo
es dilucidar si una det erm inada violación a los derechos hum anos reconocidos por la
Convención ha t enido lugar con el apoyo o la t olerancia del poder público o si ést e ha
act uado de m anera que la t rasgresión se haya cum plido en defect o de t oda prevención
o im punem ent e. En definit iva, de lo que se t rat a es de det erm inar si la violación a los
derechos hum anos result a de la inobservancia por part e de un Est ado de sus deberes
de respet ar y de garant izar dichos derechos, que le im pone el art ículo 1.1 de la
Convención.
174. El Est ado est á en el deber j urídico de prevenir, razonablem ent e, las violaciones
de los derechos hum anos, de invest igar seriam ent e con los m edios a su alcance las
violaciones que se hayan com et ido dent ro del ám bit o de su j urisdicción a fin de
ident ificar a los responsables, de im ponerles las sanciones pert inent es y de asegurar a
la víct im a una adecuada reparación.
la vida, aun en el supuest o de que una persona dada no haya sufrido t ort uras o no
haya sido ult im ada, o si esos hechos no pueden dem ost rarse en el caso concret o.
176. El Est ado est á, por ot ra part e, obligado a invest igar t oda sit uación en la que se
hayan violado los derechos hum anos prot egidos por la Convención. Si el aparat o del
Est ado act úa de m odo que t al violación quede im pune y no se rest ablezca, en cuant o
sea posible, a la víct im a en la plenit ud de sus derechos, puede afirm arse que ha
incum plido el deber de garant izar su libre y pleno ej ercicio a las personas suj et as a su
j urisdicción. Lo m ism o es válido cuando se t olere que los part iculares o grupos de
ellos act úen libre o im punem ent e en m enoscabo de los derechos hum anos reconocidos
en la Convención.
177. En ciert as circunst ancias puede result ar difícil la invest igación de hechos que
at ent en cont ra derechos de la persona. La de invest igar es, com o la de prevenir, una
obligación de m edio o com port am ient o que no es incum plida por el solo hecho de que
la invest igación no produzca un result ado sat isfact orio. Sin em bargo, debe
em prenderse con seriedad y no com o una sim ple form alidad condenada de ant em ano
a ser infruct uosa. Debe t ener un sent ido y ser asum ida por el Est ado com o un deber
j urídico propio y no com o una sim ple gest ión de int ereses part iculares, que dependa
de la iniciat iva procesal de la víct im a o de sus fam iliares o de la aport ación privada de
elem ent os probat orios, sin que la aut oridad pública busque efect ivam ent e la verdad.
Est a apreciación es válida cualquiera sea el agent e al cual pueda event ualm ent e
at ribuirse la violación, aun los part iculares, pues, si sus hechos no son invest igados
con seriedad, result arían, en ciert o m odo, auxiliados por el poder público, lo que
com prom et ería la responsabilidad int ernacional del Est ado.
178. De los aut os se evidencia que, en el present e caso, hubo una com plet a
inhibición de los m ecanism os t eóricam ent e adecuados del Est ado hondureño para
at ender a la invest igación de la desaparición de Manfredo Velásquez, así com o al
cum plim ient o de deberes com o la reparación de los daños causados y la sanción a los
responsables, cont enidos en el art ículo 1.1 de la Convención.
179. Ha quedado com probada, com o ya lo ha verificado la Cort e ant eriorm ent e, la
abst ención del poder Judicial para at ender los recursos int roducidos ant e diversos
t ribunales en el present e caso. Ningún recurso de exhibición personal fue t ram it ado.
Ningún j uez t uvo acceso a los lugares donde event ualm ent e pudiera haber est ado
det enido Manfredo Velásquez. La invest igación crim inal que se abrió concluyó en un
sobreseim ient o.
180. Tam poco los órganos del Poder Ej ecut ivo cum plieron una invest igación seria
para est ablecer la suert e de Manfredo Velásquez. Ninguna averiguación fue abiert a
para conocer denuncias públicas sobre la práct ica de desapariciones y sobre el hecho
de que Manfredo Velásquez habría sido víct im a de esa práct ica. No se at endieron los
requerim ient os de la Com isión en el sent ido de inform ar sobre la sit uación plant eada,
al punt o de que dicha Com isión hubo de aplicar la presunción de veracidad de los
hechos denunciados por la falt a de respuest a del Gobierno. El ofrecim ient o de efect uar
una invest igación en concordancia con lo dispuest o por la resolución No. 30/ 83 de la
Com isión concluyó en una averiguación confiada a las propias Fuerzas Arm adas,
quienes eran precisam ent e las señaladas com o responsables direct as de las
desapariciones, lo cual cuest iona gravem ent e la seriedad de la invest igación. Se
acudió frecuent em ent e al expedient e de pedir a los fam iliares de las víct im as que
present aran pruebas concluyent es de sus aseveraciones siendo que, por t rat arse de
delit os at ent at orios cont ra bienes esenciales de la persona, deben ser invest igados de
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oficio en cum plim ient o del deber del Est ado de velar por el orden público, m ás aún
cuando los hechos denunciados se referían a una práct ica cum plida dent ro del seno de
la inst it ución arm ada la cual, por su nat uraleza, est á cerrada a invest igaciones
part iculares. Tam poco se est ableció ningún procedim ient o dest inado a det erm inar
quién o quiénes fueron los responsables de la desaparición de Manfredo Velásquez a
fin de aplicarles las sanciones que el derecho int erno est ablece. Todo ello configura un
cuadro del que result a que las aut oridades hondureñas no act uaron de conform idad
con lo requerido por el art ículo 1.1 de la Convención, para garant izar efect ivam ent e la
vigencia de los derechos hum anos dent ro de la j urisdicción de ese Est ado.
181. El deber de invest igar hechos de est e género subsist e m ient ras se m ant enga la
incert idum bre sobre la suert e final de la persona desaparecida. I ncluso en el supuest o
de que circunst ancias legít im as del orden j urídico int erno no perm it ieran aplicar las
sanciones correspondient es a quienes sean individualm ent e responsables de delit os de
est a nat uraleza, el derecho de los fam iliares de la víct im a de conocer cuál fue el
dest ino de ést a y, en su caso, dónde se encuent ran sus rest os, represent a una j ust a
expect at iva que el Est ado debe sat isfacer con los m edios a su alcance.
183. No escapa a la Cort e que el ordenam ient o j urídico de Honduras no aut orizaba
sem ej ant es acciones y que las m ism as est aban t ipificadas com o delit os según el
derecho int erno. Tam poco escapa a la Cort e que no t odos los niveles del poder público
de Honduras est aban necesariam ent e al t ant o de t ales act uaciones ni exist e const ancia
de que las m ism as hayan obedecido a órdenes im part idas por el poder civil. Sin
em bargo, t ales circunst ancias son irrelevant es a los efect os de est ablecer, según el
Derecho int ernacional, si las violaciones a los derechos hum anos que se perpet raron
dent ro de la m encionada práct ica son im put ables a Honduras.
184. Según el principio de Derecho int ernacional de la ident idad o cont inuidad del
Est ado, la responsabilidad subsist e con independencia de los cam bios de gobierno en
el t ranscurso del t iem po y, concret am ent e, ent re el m om ent o en que se com et e el
hecho ilícit o que genera la responsabilidad y aquél en que ella es declarada. Lo
ant erior es válido t am bién en el cam po de los derechos hum anos aunque, desde un
punt o de vist a ét ico o polít ico, la act it ud del nuevo gobierno sea m ucho m ás
respet uosa de esos derechos que la que t enía el gobierno en la época en la que las
violaciones se produj eron.
185. De t odo lo ant erior se concluye que de los hechos com probados en est e j uicio
result a que el Est ado de Honduras es responsable de la desaparición involunt aria de
Angel Manfredo Velásquez Rodríguez. En consecuencia, son im put ables a Honduras
violaciones a los art ículos 7, 5 y 4 de la Convención.
186. Por obra de la desaparición, Manfredo Velásquez fue víct im a de una det ención
arbit raria, que lo privó de su libert ad física sin fundam ent o en causas legales y sin ser
llevado ant e un j uez o t ribunal com pet ent e que conociera de su det ención. Todo ello
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187. La desaparición de Manfredo Velásquez es violat oria del derecho a la int egridad
personal reconocido en el art ículo 5 de la Convención ( supr a 156) . En prim er lugar
porque el solo hecho del aislam ient o prolongado y de la incom unicación coact iva,
represent a un t rat am ient o cruel e inhum ano que lesiona la int egridad psíquica y m oral
de la persona y el derecho de t odo det enido a un t rat o respet uoso de su dignidad, en
cont radicción con los párrafos 1 y 2 del cit ado art ículo. En segundo lugar porque, aun
cuando no ha sido dem ost rado de m odo direct o que Manfredo Velásquez fue t ort urado
físicam ent e, la m era circunst ancia de que su secuest ro y caut iverio hayan quedado a
cargo de aut oridades que com probadam ent e som et ían a los det enidos a vej ám enes,
crueldades y t ort uras represent a la inobservancia, por part e de Honduras, del deber
que le im pone el art ículo 1.1, en relación con los párrafos 1 y 2 del art ículo 5 de la
Convención. En efect o, la garant ía de la int egridad física de t oda persona y de que
t odo aquél que sea privado de su libert ad sea t rat ado con el respet o debido a la
dignidad inherent e al ser hum ano, im plica la prevención razonable de sit uaciones
virt ualm ent e lesivas de los derechos prot egidos.
188. El razonam ient o ant erior es aplicable respect o del derecho a la vida consagrado
en el art ículo 4 de la Convención ( su pr a 157) . El cont ext o en que se produj o la
desaparición y la circunst ancia de que siet e años después cont inúe ignorándose qué ha
sido de él, son de por sí suficient es para concluir razonablem ent e que Manfredo
Velásquez fue privado de su vida. Sin em bargo, incluso m ant eniendo un m ínim o
m argen de duda, debe t enerse present e que su suert e fue librada a m anos de
aut oridades cuya práct ica sist em át ica com prendía la ej ecución sin fórm ula de j uicio de
los det enidos y el ocult am ient o del cadáver para asegurar su im punidad. Ese hecho,
unido a la falt a de invest igación de lo ocurrido, represent a una infracción de un deber
j urídico, a cargo de Honduras, est ablecido en el art ículo 1.1 de la Convención en
relación al art ículo 4.1 de la m ism a, com o es el de garant izar a t oda persona suj et a a
su j urisdicción la inviolabilidad de la vida y el derecho a no ser privado de ella
arbit rariam ent e, lo cual im plica la prevención razonable de sit uaciones que puedan
redundar en la supresión de ese derecho.
XI I
Es evident e que en el present e caso la Cort e no puede disponer que se garant ice al
lesionado en el goce de su derecho o libert ad conculcados. En cam bio, es procedent e
la reparación de las consecuencias de la sit uación que ha configurado la violación de
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los derechos especificados en est e caso por la Cort e, cont ext o dent ro del cual cabe el
pago de una j ust a indem nización.
190. La Com isión reclam ó durant e el present e j uicio el pago de dicha indem nización,
pero no aport ó elem ent os que sirvan de base para definir su m ont o ni la form a de
pago, t em as ést os que no fueron obj et o de discusión ent re las part es.
191. La Cort e est im a que esa indem nización puede ser convenida ent re las part es.
Si no se llegara a un acuerdo al respect o, la Cort e la fij ará, para lo cual m ant endrá
abiert o el present e caso. La Cort e se reserva el derecho de hom ologar el acuerdo y la
pot est ad de fij ar el m ont o y la form a, si no lo hubiere.
192. En el Reglam ent o act ual de la Cort e las relaciones j urídicas procesales se
est ablecen ent re la Com isión, el Est ado o Est ados que int ervienen en el caso y la Cort e
m ism a, sit uación ést a que subsist e m ient ras no se haya cerrado el procedim ient o. Al
m ant enerlo abiert o la Cort e, lo procedent e es que el acuerdo a que se refiere el
párrafo ant erior sea concluido ent re el Gobierno y la Com isión aunque, por supuest o,
los dest inat arios direct os de la indem nización sean los fam iliares de la víct im a y sin
que ello im plique, de ningún m odo, un pronunciam ient o sobre el significado de la
palabra " part es" en ot ro cont ext o del sist em a norm at ivo de la Convención.
XI I I
XI V
LA CORTE,
1. Desest im a la excepción prelim inar de no agot am ient o de los recursos int ernos
opuest a por el Gobierno de Honduras.
5. Decide que Honduras est á obligada a pagar una j ust a indem nización
com pensat oria a los fam iliares de la víct im a.
6. Decide que la form a y la cuant ía de est a indem nización serán fij adas por la
Cort e en caso de que el Est ado de Honduras y la Com isión no se pongan de acuerdo al
respect o en un período de seis m eses cont ados a part ir de la fecha de est a sent encia,
y dej a abiert o, para ese efect o, el procedim ient o.
Charles Moyer
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Charles Moyer
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VOTO D I SI D EN TE D EL JUEZ PI ZA ESCALAN TE
6. Decide que la form a y cuant ía de est a indem nización serán fij adas
por la Cort e en caso de que las part es, con int ervención de la Com isión,
no se pongan de acuerdo al respect o en un período de seis m eses a part ir
de la fecha de est a sent encia, y dej a abiert o para ese efect o el
procedim ient o.
I ncluso habría concurrido en una decisión m enos definit iva, que se rem it iera solam ent e
al acuerdo de las part es, en la form a en que la propia Cort e razonó sus conclusiones
en el párrafo 191 de la m ism a, sin referirse a la Com isión; aunque no las del párrafo
192, sobre las cuales t am bién form ulo m i reserva.
2. Mi disidencia, así, no lo es del t odo con el fondo ni con el sent ido fundam ent al
de esa disposición, en cuant o reserva a la Cort e la decisión final sobre la
indem nización ahora ot orgada en abst ract o, dej ando a las part es la iniciat iva para
convenirla en el plazo est ipulado, sino t an sólo con la t it ularidad de la condición de
part e a ese efect o, que el vot o de la m ayoría reconoce a la Com isión, pero no a los
causahabient es de la víct im a.
3. Salvo m i vot o, pues, por la necesidad de ser consecuent e con m i int erpret ación
de la Convención y de los propios Reglam ent os de la Com isión y de la Cort e, de que,
en el proceso ant e ést a, la única part e act iva, en sent ido sust ancial, son la víct im a o
sus causahabient es, t it ulares de los derechos reclam ados y acreedores de las
prest aciones que en la sent encia se declaren, en consonancia con el t ext o del art ículo
63.1 de la Convención, el cual incluye expresam ent e
En cam bio la Com isión, part e im parcial e inst rum ent al, al m odo de Minist erio Público
del sist em a int eram ericano de prot ección de los derechos hum anos, lo es solam ent e en
el sent ido procesal, com o act ora en el j uicio, nunca en el sust ancial o m at erial, com o
acreedora de la sent encia ( art s. 57 y 61 de la Convención, 19 inc. b) del Reglam ent o
de la Com isión y 28 del Est at ut o de la Cort e) .
4. Esa t esis, por lo dem ás, es la m ism a que he sost enido consist ent em ent e, en
general sobre las part es en el proceso ant e la Cort e, por lo m enos desde m is vot os
part iculares sobre las resoluciones dict adas en 1981 y 1983, en el caso " Viviana
Gallardo y ot ras" ( vide , p. ej ., resolución del 13 de noviem bre de 1981, vot o razonado
del Juez Piza, párr. 8, y resolución del 8 de sept iem bre de 1983, vot o salvado del Juez
Piza, párrs. 36, 39 y punt o resolut ivo 8º , últ im a donde sost uve, ent re ot ras cosas:
39. . . . que, a m i j uicio, las 'part es' en sent ido sust ancial son . . . : a)
el Est ado de Cost a Rica com o 'part e pasiva', a la que se im put an las
violaciones y deudora event ual de su reparación . . . y b) com o 'part e
act iva', t it ular de los derechos reclam ados y, por ende, acreedora de una
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event ual sent encia est im at oria, las víct im as . . . . La Com isión no es
'part e' en ningún sent ido sust ancial, porque no es t it ular de derechos ni
deberes que hayan de ser o puedan ser declarados o const it uidos por la
sent encia) .
6. En esos m ism os vot os part iculares expuse, adem ás, m i t esis sobre la sit uación
de las part es en sent ido procesal, o sea, no ya com o acreedora y deudora del
cont enido de la sent encia, sino com o act ora y dem andada en el proceso, en t érm inos
com o los siguient es:
Lo ant erior m e obliga, pues, com o dij e ( su pr a párr. 1) , a plant ear m i reserva expresa
sobre el párrafo considerat ivo 192, en t ant o coloca a la Com isión com o única part e
procesal frent e al Est ado o Est ados que int ervengan en un caso ant e la Cort e, sin
reconocer la legit im ación aut ónom a, incluso en el sent ido m eram ent e procesal, de las
víct im as o sus causahabient es, ent re ot ros.
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7. Por lo dem ás, considero que, si la Convención y los reglam ent os de la Com isión
y de la Cort e aut orizan, en general, form as de solución am ist osa ant es o después de
plant eado el proceso ant e la Cort e, siem pre en m anos direct am ent e de la part e
lesionada y t an sólo con la int ervención m ediadora o fiscalizadora de la Com isión,
carece de sent ido que ahora, al aut orizar un acuerdo direct o para después de la
sent encia que ha condenado en abst ract o al pago de una indem nización, lo haga
invist iendo a la Com isión, para esos efect os, de la condición de única part e frent e al
Est ado responsable, en lugar de los causahabient es de Manfredo Velásquez, únicos
acreedores de esa indem nización.
Conve n ción
Art ículo 48
Re gla m e n t o de la Cor t e :
2. Cuando en una causa present ada ant e la Cort e por la Com isión,
aquélla recibiere com unicación de una solución am ist osa, de una
avenencia o de ot ro hecho apt o para proporcionar una solución al lit igio,
podrá llegado el caso, cancelar la inst ancia y archivar el expedient e,
después de haber recabado la opinión de los delegados de la Com isión . . .
En relación con est a últ im a disposición, es evident e que si la 'part e' en la solución
am ist osa hubiera sido la m ism a Com isión, sería absurdo que la Cort e después t uviera
que recabar su opinión para ordenar la cancelación de la inst ancia y el archivo del
expedient e.
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8. Nada de lo ant erior significa que yo no com prenda o no com part a la inquiet ud
que la decisión de la m ayoría parece revelar, en el sent ido de que la Com isión est á,
posiblem ent e, en m ej ores condiciones reales para velar porque los int ereses de los
causahabient es de Manfredo Velásquez no se vean m enoscabados por la prepot encia
del Gobierno, o la de que un acuerdo específico ent re ést e y la Com isión podría t ener
la relat iva m ayor eficacia propia de un convenio int ernacional. Sin em bargo,
considero:
Rodolfo E. Piza E.
Charles Moyer
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