Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Cuando llegó allí, él estaba ocupado de veras, y tuvo que esperar unos minutos
mientras atendía a varias personas. Desde donde estaba sentada, ella no podía
evitar ver que los compañeros de trabajo le tenían mucho respeto a su esposo.
Asimismo, su jefe y su joven y atractiva secretaria. Luego se acercó al escritorio
de su esposo un hombre mayor, obviamente alguien que tenía más experiencia
en la compañía pero que trabajaba bajo su dirección. Ella no supo exactamente
cómo, pero se le hizo un nudo en el estómago cuando oyó que el hombre mayor
le decía a su esposo: «Sí, señor». Después, su secretaria se acercó para darle
unos papeles, y sintió vergüenza —y un poco de temor— cuando vio cómo esta
joven guapísima respetaba y admiraba a su esposo.
Esta mujer había estado perdiendo al menos dos cosas de su esposo: (1) él
tenía mucha habilidad y perspicacia que ella ignoraba para su desventaja; y, (2)
él deseaba en su hogar la misma clase de respeto que recibía en el trabajo.
Como Job revela, las esposas no siempre son sabias: «Como suele hablar
cualquiera de las mujeres fatuas, has hablado» (Job 2.10).
En las palabras de la mujer citada anteriormente, oigo algo que refuta las
creencias que yo solía tener. Una de ellas era que la gran mayoría de los
hombres se aferraba a sus opiniones, eran parciales y no prestaban atención.
Todo lo que oía de las muchas esposas que aconsejé durante años era: «Él no
es cariñoso, es indiferente, y no es un buen esposo». Pero en las palabras de la
mujer que acaba de leer, encontramos una historia diferente. Ella admite que
pensaba que las ideas de su esposo no eran «dignas de consideración». Se dio
cuenta de que era arrogante; que no le daba oportunidad siquiera para dar una
opinión. Y una vez que el Señor «la tomó» y ella dejó hablar a su esposo, su
matrimonio se transformó.
La esposa que cree que tiene que proveer las respuestas y hacer todas las
reflexiones debería darle un vistazo cuidadoso a la Escritura. Todos conocemos
la historia del Huerto del Edén. Dios le dijo a Adán que podía comer de cualquier
árbol del huerto excepto uno. Come de ese árbol y «ciertamente morirás»
(Génesis 2.17). Más tarde, cuando Eva fue creada, Adán le dijo el mandato de
Dios. Pero cuando la serpiente encontró sola a Eva y la tentó, en esencia con la
astuta pregunta: «¿Dios realmente dijo eso?», ella no pudo resistir. El fruto de
ese árbol parecía delicioso y le garantizaba hacerla sabia. Totalmente
engañada, Eva comió un poco del fruto. Luego llegó Adán (o quizás ella fue y lo
buscó). Eva le dio del fruto a Adán, y él también comió (ver Génesis 3.1–6).
¿Adán también fue engañado? La Escritura no dice que él fuera engañado, sino
que él fue quien desobedeció; él es aquel por quien el mundo entero cayó en el
pecado (ver Romanos 5.12–19).
Adán tenía el discernimiento para advertir que no debería comer del fruto, pero
siguió adelante y lo hizo de todos modos. ¿Fue este el primer caso de un esposo
que es llevado por su esposa con un aro de la nariz? ¿O Adán simplemente no
deseaba dejar que Eva tomara la delantera teniendo un conocimiento que él no
tendría? Nadie puede asegurarlo. Pablo lo resume en 1 Timoteo 2.14 cuando
discute el rol de las mujeres en la iglesia: «… Adán no fue engañado, sino que
la mujer, siendo engañada, incurrió en transgresión».
¿Uno es automáticamente machista por pedirle a una esposa bien dispuesta que
considere que «no fue Adán quien fue engañado, sino la mujer»? (1 Timoteo
2.14).
Aparentemente, Eva llegó a la conclusión de que sabía mucho más sobre lo que
era mejor para ella y su esposo, e influyó sobre él para que la siguiera. Adán
«escuchó la voz de [su] mujer» y fue maldecido (ver Génesis 3.14–19).
Cuando Pablo dice que Eva fue la «engañada» por la astucia de la serpiente
(ver 1 Timoteo 2.14; 2 Corintios 11.3), no está escupiendo desprecio machista
contra las mujeres, como podrían afirmar las feministas. Aquí hay una verdad
profunda, y es necesario que reflexionemos en ella. Sí, los hombres deberían
escuchar a su esposa, quien es naturalmente intuitiva, Pero las esposas no
deberían dejar de apreciar el discernimiento que Dios les ha dado a los esposos
ni rechazar su consejo. En vez de escuchar la voz de Adán, Eva orquestó las
cosas y logró que Adán la escuchara a ella, aunque él tenía un mayor
conocimiento.
¿Cómo se aplica esto a los matrimonios de hoy? ¿Las esposas están tomando
el mando y transformándose en la voz que prevalece en el matrimonio? No
necesariamente, pero siempre existe el peligro. A lo que estoy llamando es a un
retorno al equilibrio bíblico. Esposos y esposas se necesitan unos a otros. Para
las esposas que estén dispuestas a evaluar dónde están exactamente en la
escala, en cuanto a expresar respeto incondicional a su esposo, tengo dos
preguntas: (1) ¿Podría ser que usted tenga un concepto demasiado elevado de
su discernimiento y de su intuición natural? ¿Sería posible que usted pudiera ser
engañada en ciertas áreas, y que pudiera usar la perspicacia de su esposo
porque usted no ve lo que él ve?
Todos podemos ser engañados, pero las mujeres necesitan considerar algunas
áreas donde la serpiente sigue engañándolas sutilmente hasta el día de hoy.
Una de esas áreas incluye las críticas de muchas esposas en cuanto a que sus
esposos no logran dar directivas espirituales a la familia. Como les he
aconsejado durante años a las parejas, he escuchado a muchas esposas
compartir sus fuertes convicciones sobre lo que su esposo debería estar
haciendo como líder espiritual. También recibo muchas cartas de mujeres sobre
«la falta de liderazgo espiritual» de su esposo. Aquí hay algunos ejemplos
representativos:
Si usted tiene tales convicciones, no puedo afirmar si tiene o no razón; pero lo
que sí puedo decirle es que si usted juzga a su esposo con desprecio, está
hiriendo el corazón de Dios. Sus convicciones pueden agradar a Dios, pero el
desdén también puede entristecerlo. El Señor la ama y conoce los anhelos de su
corazón. Abba Padre llora con usted en cuanto a sus convicciones. Pero su
Padre celestial también le está revelando que un espíritu despectivo y
crítico no es la manera de ganar a su esposo «desobediente» para sus
convicciones. Él la insta amablemente a mantener una «conducta
respetuosa» (1 Pedro 3.1–2), aunque a usted le duela el corazón por sus
convicciones frustradas. Aquí hay algunas preguntas que puede formularse la
esposa que no es feliz con el liderazgo de su esposo:
• ¿Mi esposo alguna vez buscó guiar nuestro matrimonio, pero yo discrepé
porque sentí que era algo tonto?
• ¿Le envié un mensaje de que no pensaba seguirlo si tomaba una decisión
contraria a lo que creo que es correcto?
• ¿Le envié un mensaje que dice: «Quiero que dirijas pero solo cuando se
reafirmen y se lleven a cabo mis deseos»?
• ¿Quiero que mi esposo sea responsable, pero si en mi opinión es
irresponsable ejercito el poder de veto?
• ¿Mis palabras y acciones comunican «tú eres el responsable pero yo tengo la
autoridad»?”
Un hedor en las narices de Dios son las palabras: «Soy más santo que tú»
(Isaías 65.5).
Otra cosa que comparto en las conferencias es que la mayoría de los esposos
se ven a sí mismos tan injustos como sus esposas se ven justas. Esta
percepción incorrecta es bastante imprecisa, pero llega un punto en el
matrimonio en el cual la esposa también ve injusto a su esposo. Como ella es
quien constantemente parece tener que estar encima de las cosas, tales como
corregir a los hijos (y a él), se desliza sin advertirlo hacia una actitud de
fariseísmo. Suele ser subconsciente, pero un sutil espíritu de crítica viene sobre
una mujer. Muchas mujeres me han confesado: «Tengo que dejar de ser el
Espíritu Santo para mi esposo». Estuve de acuerdo con ellas porque no hay
vacantes en la Trinidad. Sin embargo, nunca oí a hombres que dijeran: «Tengo
que dejar de ser el Espíritu Santo para mi esposa».
Para ver un modelo bíblico, vayamos a la escena donde Jesús visita el hogar de
Marta y María. Marta estaba excedida de trabajo y ansiosa por lo preparativos
que realizaba para la cena. Le dijo a Jesús: «Señor, ¿no te da cuidado que mi
hermana me ayude« “(Lucas 10.40). Aquí Marta no está haciendo una
pregunta; está declarando lo que ella cree que es un hecho. Está mirando a los
ojos del Amor mismo y lo llama ignorante e indiferente, porque él parece no
estar interesado en lo que ella cree que es importante.
• cuando usted le diga por adelantado que solo necesita su oído; no se le queje
después de que siempre trata de «arreglarla».
• cuando usted le agradezca su consejo sin ofenderse o actuar como si a él no le
importaran sus sentimientos.
• cuando usted reconozca que el enfoque de su esposo para resolver problemas
es el modo masculino de tener empatía.
• cuando usted se dé cuenta de su vulnerabilidad, especialmente entre hombres,
y valore su protección.
• cuando usted lo aconseje respetuosamente al disentir con sus ideas (usted
puede tener razón pero estar equivocada en decirlo con gritos).
• cuando usted a veces le permita «arreglar cosas» y aplauda sus soluciones.
• cuando usted le haga saber que cree que Dios nos ha hecho hombre y mujer
con un propósito y que nos necesitamos mutuamente.