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20.

DISCERNIMIENTO: VALORE SU DESEO DE ANALIZAR Y ACONSEJAR

Ella tenía poco o ningún respeto por su esposo. Lo menospreciaba a sus


espaldas constantemente, se burlaba de él y se mofaba de sus ideas y
opiniones. Un día mientras estaba de compras, pensó que sería interesante
detenerse en su oficina solo para ver dónde —y cómo— trabajaba. Lo llamó
desde su teléfono celular y él dijo: «Bien, por supuesto. Estoy un poco ocupado,
pero ven ahora».

Cuando llegó allí, él estaba ocupado de veras, y tuvo que esperar unos minutos
mientras atendía a varias personas. Desde donde estaba sentada, ella no podía
evitar ver que los compañeros de trabajo le tenían mucho respeto a su esposo.
Asimismo, su jefe y su joven y atractiva secretaria. Luego se acercó al escritorio
de su esposo un hombre mayor, obviamente alguien que tenía más experiencia
en la compañía pero que trabajaba bajo su dirección. Ella no supo exactamente
cómo, pero se le hizo un nudo en el estómago cuando oyó que el hombre mayor
le decía a su esposo: «Sí, señor». Después, su secretaria se acercó para darle
unos papeles, y sintió vergüenza —y un poco de temor— cuando vio cómo esta
joven guapísima respetaba y admiraba a su esposo.

Finalmente tuvo la oportunidad de visitar a su esposo, pero rápidamente lo


interrumpió, se despidió y le dijo que lo vería por la noche. Logró llegar a su auto
y rompió a llorar. Pensaba cuántas veces lo había menospreciado y se había
burlado de él a sus espaldas. Y entonces comprendió: no le faltaba el respeto
por sus acciones para con ella o porque fuera un pésimo esposo. Se dio cuenta
de que el verdadero problema era que él no era lo que ella deseaba que fuera.

Esta mujer había estado perdiendo al menos dos cosas de su esposo: (1) él
tenía mucha habilidad y perspicacia que ella ignoraba para su desventaja; y, (2)
él deseaba en su hogar la misma clase de respeto que recibía en el trabajo.

Esta no es la única esposa de esa clase. He hablado con muchas semejantes a


ella. Piensa que su esposo tiene poco que enseñarle, poca sabiduría para
compartir acerca de cualquier cosa. Después de todo, ella cree que es la que
tiene que administrar su casa, criar a los hijos y tomar las decisiones. Aquí está
un testimonio de una esposa que finalmente «lo captó»:

Como Job revela, las esposas no siempre son sabias: «Como suele hablar
cualquiera de las mujeres fatuas, has hablado» (Job 2.10).

Durante veintitrés años he anhelado tener una relación de intimidad en mi


matrimonio. Poco sabía yo que mi falta de respeto estaba saboteando ese
deseo. Tenía graves problemas de «arrogancia», pensando que mis actitudes
eran correctas y no reconociendo sus ideas como dignas de consideración […]
Pensaba que estaba «ayudando» a mi «inepto» esposo […] Fue bastante
sorpresivo cuando el Señor me tomó […] Sin mi desborde de opiniones y
dándole lugar a él para atreverse a dar su opinión, comenzaron a ocurrir cosas
sorprendentes. Él empezó a revelar su corazón. En verdad tenemos
conversaciones más que monólogos. Mi amor y respeto por él fluyeron. A
cambio, él ha comenzado a transformarse en el hombre que yo siempre esperé
que fuera.

YA NO CREO TOTALMENTE EN LA INTUICIÓN FEMENINA

En las palabras de la mujer citada anteriormente, oigo algo que refuta las
creencias que yo solía tener. Una de ellas era que la gran mayoría de los
hombres se aferraba a sus opiniones, eran parciales y no prestaban atención.
Todo lo que oía de las muchas esposas que aconsejé durante años era: «Él no
es cariñoso, es indiferente, y no es un buen esposo». Pero en las palabras de la
mujer que acaba de leer, encontramos una historia diferente. Ella admite que
pensaba que las ideas de su esposo no eran «dignas de consideración». Se dio
cuenta de que era arrogante; que no le daba oportunidad siquiera para dar una
opinión. Y una vez que el Señor «la tomó» y ella dejó hablar a su esposo, su
matrimonio se transformó.

«No seas sabio en tu propia opinión» (Proverbios 3.7, NVI).

EVA FUE ENGAÑADA, NO ADÁN

La esposa que cree que tiene que proveer las respuestas y hacer todas las
reflexiones debería darle un vistazo cuidadoso a la Escritura. Todos conocemos
la historia del Huerto del Edén. Dios le dijo a Adán que podía comer de cualquier
árbol del huerto excepto uno. Come de ese árbol y «ciertamente morirás»
(Génesis 2.17). Más tarde, cuando Eva fue creada, Adán le dijo el mandato de
Dios. Pero cuando la serpiente encontró sola a Eva y la tentó, en esencia con la
astuta pregunta: «¿Dios realmente dijo eso?», ella no pudo resistir. El fruto de
ese árbol parecía delicioso y le garantizaba hacerla sabia. Totalmente
engañada, Eva comió un poco del fruto. Luego llegó Adán (o quizás ella fue y lo
buscó). Eva le dio del fruto a Adán, y él también comió (ver Génesis 3.1–6).
¿Adán también fue engañado? La Escritura no dice que él fuera engañado, sino
que él fue quien desobedeció; él es aquel por quien el mundo entero cayó en el
pecado (ver Romanos 5.12–19).

Adán tenía el discernimiento para advertir que no debería comer del fruto, pero
siguió adelante y lo hizo de todos modos. ¿Fue este el primer caso de un esposo
que es llevado por su esposa con un aro de la nariz? ¿O Adán simplemente no
deseaba dejar que Eva tomara la delantera teniendo un conocimiento que él no
tendría? Nadie puede asegurarlo. Pablo lo resume en 1 Timoteo 2.14 cuando
discute el rol de las mujeres en la iglesia: «… Adán no fue engañado, sino que
la mujer, siendo engañada, incurrió en transgresión».

¿Uno es automáticamente machista por pedirle a una esposa bien dispuesta que
considere que «no fue Adán quien fue engañado, sino la mujer»? (1 Timoteo
2.14).

Aparentemente, Eva llegó a la conclusión de que sabía mucho más sobre lo que
era mejor para ella y su esposo, e influyó sobre él para que la siguiera. Adán
«escuchó la voz de [su] mujer» y fue maldecido (ver Génesis 3.14–19).

UN MATRIMONIO NECESITA LA INTUICIÓN DE ELLA Y EL


DISCERNIMIENTO DE ÉL

Cuando Pablo dice que Eva fue la «engañada» por la astucia de la serpiente
(ver 1 Timoteo 2.14; 2 Corintios 11.3), no está escupiendo desprecio machista
contra las mujeres, como podrían afirmar las feministas. Aquí hay una verdad
profunda, y es necesario que reflexionemos en ella. Sí, los hombres deberían
escuchar a su esposa, quien es naturalmente intuitiva, Pero las esposas no
deberían dejar de apreciar el discernimiento que Dios les ha dado a los esposos
ni rechazar su consejo. En vez de escuchar la voz de Adán, Eva orquestó las
cosas y logró que Adán la escuchara a ella, aunque él tenía un mayor
conocimiento.

¿Cómo se aplica esto a los matrimonios de hoy? ¿Las esposas están tomando
el mando y transformándose en la voz que prevalece en el matrimonio? No
necesariamente, pero siempre existe el peligro. A lo que estoy llamando es a un
retorno al equilibrio bíblico. Esposos y esposas se necesitan unos a otros. Para
las esposas que estén dispuestas a evaluar dónde están exactamente en la
escala, en cuanto a expresar respeto incondicional a su esposo, tengo dos
preguntas: (1) ¿Podría ser que usted tenga un concepto demasiado elevado de
su discernimiento y de su intuición natural? ¿Sería posible que usted pudiera ser
engañada en ciertas áreas, y que pudiera usar la perspicacia de su esposo
porque usted no ve lo que él ve?

Todos podemos ser engañados, pero las mujeres necesitan considerar algunas
áreas donde la serpiente sigue engañándolas sutilmente hasta el día de hoy.
Una de esas áreas incluye las críticas de muchas esposas en cuanto a que sus
esposos no logran dar directivas espirituales a la familia. Como les he
aconsejado durante años a las parejas, he escuchado a muchas esposas
compartir sus fuertes convicciones sobre lo que su esposo debería estar
haciendo como líder espiritual. También recibo muchas cartas de mujeres sobre
«la falta de liderazgo espiritual» de su esposo. Aquí hay algunos ejemplos
representativos:
Si usted tiene tales convicciones, no puedo afirmar si tiene o no razón; pero lo
que sí puedo decirle es que si usted juzga a su esposo con desprecio, está
hiriendo el corazón de Dios. Sus convicciones pueden agradar a Dios, pero el
desdén también puede entristecerlo. El Señor la ama y conoce los anhelos de su
corazón. Abba Padre llora con usted en cuanto a sus convicciones. Pero su
Padre celestial también le está revelando que un espíritu despectivo y
crítico no es la manera de ganar a su esposo «desobediente» para sus
convicciones. Él la insta amablemente a mantener una «conducta
respetuosa» (1 Pedro 3.1–2), aunque a usted le duela el corazón por sus
convicciones frustradas. Aquí hay algunas preguntas que puede formularse la
esposa que no es feliz con el liderazgo de su esposo:

• ¿Mi esposo alguna vez buscó guiar nuestro matrimonio, pero yo discrepé
porque sentí que era algo tonto?
• ¿Le envié un mensaje de que no pensaba seguirlo si tomaba una decisión
contraria a lo que creo que es correcto?
• ¿Le envié un mensaje que dice: «Quiero que dirijas pero solo cuando se
reafirmen y se lleven a cabo mis deseos»?
• ¿Quiero que mi esposo sea responsable, pero si en mi opinión es
irresponsable ejercito el poder de veto?
• ¿Mis palabras y acciones comunican «tú eres el responsable pero yo tengo la
autoridad»?”

Las preguntas mencionadas pueden aplicarse a todas las áreas de liderazgo en


el hogar. Quizás todas se reducen a esto: pregúntese si podría ser que usted
tuviera una actitud de pretendida superioridad moral al menos hasta cierto
aspecto. No estoy diciendo que sea maliciosa. Usted ama mucho a su esposo,
pero ve sus defectos, flaquezas y errores. Bien puede creer, como muchas
mujeres, que usted es mejor persona que él y que él necesita cambiar.

Lo que veo que ocurre en algunos matrimonios es que la esposa cree —o


parece creer— que ella no peca. En muchos otros matrimonios el único pecado
que una esposa admitirá fácilmente es su reacción negativa ante las fallas de su
esposo en ser afectuoso o por perder la paciencia con los hijos. Más allá de
estas áreas, las mujeres no se ven a sí mismas como pecadoras, aunque
admitan con facilidad malos hábitos y actitudes erróneas. Los descartan como si
fueran desequilibrios químicos, problemas hormonales o disfunciones
heredadas.

“n muchos matrimonios, a la esposa le es facilísimo descartar las percepciones y


sugerencias del esposo, porque piensa que no las necesita o que él no tiene
derecho a dárselas. Pero creo que el esposo y la esposa necesitan examinar
juntos cualquier situación donde algo no está bien y tratar de llegar a una
solución o, si es necesario, buscar el consejo de acuerdo a Dios. A través de los
años, la gente me ha confesado rápidamente, por ejemplo, que tomaba
medicamento para escapar de un asunto interpersonal no resuelto. Admitían
saber que no había nada mal en sus organismos. Para ellos era un clásico caso
de escapismo, y el medicamento los ayudaba. Recientemente la esposa de un
pastor se acercó a mí llorando para confesar que este era precisamente su
problema.

Un hedor en las narices de Dios son las palabras: «Soy más santo que tú»
(Isaías 65.5).

¿ESTÁ USTED TRATANDO DE SER EL ESPÍRITU SANTO PARA SU


ESPOSO?

Otra cosa que comparto en las conferencias es que la mayoría de los esposos
se ven a sí mismos tan injustos como sus esposas se ven justas. Esta
percepción incorrecta es bastante imprecisa, pero llega un punto en el
matrimonio en el cual la esposa también ve injusto a su esposo. Como ella es
quien constantemente parece tener que estar encima de las cosas, tales como
corregir a los hijos (y a él), se desliza sin advertirlo hacia una actitud de
fariseísmo. Suele ser subconsciente, pero un sutil espíritu de crítica viene sobre
una mujer. Muchas mujeres me han confesado: «Tengo que dejar de ser el
Espíritu Santo para mi esposo». Estuve de acuerdo con ellas porque no hay
vacantes en la Trinidad. Sin embargo, nunca oí a hombres que dijeran: «Tengo
que dejar de ser el Espíritu Santo para mi esposa».

Para ver un modelo bíblico, vayamos a la escena donde Jesús visita el hogar de
Marta y María. Marta estaba excedida de trabajo y ansiosa por lo preparativos
que realizaba para la cena. Le dijo a Jesús: «Señor, ¿no te da cuidado que mi
hermana me ayude« “(Lucas 10.40). Aquí Marta no está haciendo una
pregunta; está declarando lo que ella cree que es un hecho. Está mirando a los
ojos del Amor mismo y lo llama ignorante e indiferente, porque él parece no
estar interesado en lo que ella cree que es importante.

En vez de corregir con severidad a Marta, Jesús la reprende tiernamente por


estar preocupada y alterada, mientras se perdía lo que era verdaderamente
importante: la comunión con él. Podría hablarse mucho más de este relato —he
predicado muchos sermones sobre él—, pero la cuestión aquí es que Marta
estaba equivocada. Estaba mirando al mundo a través de su marca especial de
anteojos rosa, y estaba haciendo evaluaciones incorrectas. La pregunta es:
¿sería posible que a veces usted estuviera equivocada por alguna de esas
mismas razones? ¿Y podría ser que su esposo estuviera tratando de ayudarla, y
no solo fuera crítico e indiferente?
Lo esencial para valorar el deseo que un hombre tiene de analizar y aconsejar,
es darse cuenta de que él sí tiene discernimiento; y tener cuidado con cualquier
actitud farisaica que pudiera socavar ese discernimiento. La pretensión de
superioridad moral puede engañarla más que cualquier otro pecado. Si usted se
ve a sí misma como mucho mejor que su esposo, especialmente en el reino
espiritual, él se retraerá de usted espiritualmente y es probable que de otras
muchas maneras también. Con el paso de los años, su esposo dejará de darle
consejo en casi todo nivel. ¿Qué puede decirle él a una persona que siempre
tiene razón y siempre es justa? ¿Qué puede decirle él a una esposa que lo mira
con desdén? Él se ve a sí mismo como que tiene todos los problemas, mientras
que ella no tiene ninguno. Así que se torna callado, temiendo más censura. Al
darse cuenta de su silencio, una esposa suele decir: «¿Por qué siempre estás
callado?». Y él termina por pensar: si digo algo, estoy en problemas. Si no digo
algo, estoy en problemas. Pero si no digo algo, estoy en menos problemas. Ese
es un comentario triste, pero es lo que muchos hombres están pensando

“Durante los desacuerdos con su esposo, su belleza debería consistir en «…la


incorruptible, […] que […] consiste en un espíritu suave y apacible. Esta sí
que tiene mucho valor delante de Dios» (1 Pedro 3.4, NVI).

SU ESPOSO SENTIRÁ QUE USTED APRECIA SU DISCERNIMIENTO Y SU


CONSEJO

• cuando usted le diga por adelantado que solo necesita su oído; no se le queje
después de que siempre trata de «arreglarla».
• cuando usted le agradezca su consejo sin ofenderse o actuar como si a él no le
importaran sus sentimientos.
• cuando usted reconozca que el enfoque de su esposo para resolver problemas
es el modo masculino de tener empatía.
• cuando usted se dé cuenta de su vulnerabilidad, especialmente entre hombres,
y valore su protección.
• cuando usted lo aconseje respetuosamente al disentir con sus ideas (usted
puede tener razón pero estar equivocada en decirlo con gritos).
• cuando usted a veces le permita «arreglar cosas» y aplauda sus soluciones.
• cuando usted le haga saber que cree que Dios nos ha hecho hombre y mujer
con un propósito y que nos necesitamos mutuamente.

• cuando usted admita que usted puede pecar y le agradezca su percepción y


consejo piadoso.”

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