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APROXIMACIÓN A LA IGUALDAD DE GÉNERO

1. Introducción a los estudios de género


Debemos comenzar comprendiendo que “sexo” y “género” son dos conceptos
completamente diferentes. Así, el “sexo” se refiere a aspectos biológicos y
fenotípicos de una persona; mientras que el “género” se refiere a una
construcción social. Tradicionalmente se ha asignado un “género” de forma
automática en relación con el “sexo” biológico de la persona. De este modo a
una persona que es biológicamente mujer se le asignan una serie de
características y capacidades propias del “género femenino”. Es por esto por lo
que a lo largo de la historia las mujeres han sido relegadas al ámbito privado: a
la casa y la familia. La sociedad consideraba (y en muchos casos aún hoy
considera) que las mujeres no tenían capacidades suficientes para el mundo
público: trabajo, política, cargos representativos…
Aunque en ciertos aspectos estos estereotipos han disminuidos, todavía siguen
existiendo en temas relacionados con el cuidado o la maternidad, lo que
provoca una situación de discriminación en contra de las mujeres.
Para entender de forma clara la diferencia entre “sexo” y “género” podemos
ejemplificarla de la siguiente forma: solo aquellas personas con útero,
normalmente mujeres, pueden quedarse embarazadas (esto se refiere al “sexo”
biológico); mientras que estas personas no son las únicas que pueden cuidar a
los niños (esto se refiere al “género” como construcción social).

De forma tradicional se ha estructurado la mentalidad de sexo-género a través


de un sistema binario en el que solo existen hombres y mujeres, pero esto, de
nuevo, es una construcción social que no se ajusta a la realidad.
En cuanto al “sexo” existen documentados casos de personas que biológica y
fenotípicamente no son lo que tradicionalmente se ha considerado ni hombre ni
mujer, a este tipo de personas se las denomina normalmente como
intersexuales. Estos casos se pueden dar de diferentes formas, pero lo que
está documentado sobradamente es que en esta cuestión no se puede hablar
de hombres o mujeres, pues no responden a las características cerradas de
ninguna de estas categorías.
En cuanto al “género” es incluso más complejo puesto que al encontrarnos ante
una construcción social existen personas que, más allá de su “sexo” biológico,
se identifica en cuanto al “género” de muy diversas formas, destacando
habitualmente las personas de género fluido, bigénero, agénero o de tercer
género, entre otros.
Finalmente, hay que destacar la corriente de pensamiento que implica la
eliminación completa del género, pues consideran que su simple existencia
implica (en tanto que constructo social) puede implicar una discriminación.
La formación en igualdad es algo que un sector importante de la sociedad
intenta caminar en los últimos años hacia la igualdad real y efectiva, pero este
es un proceso complejo y con diversas aristas. En lo que coinciden todas las
personas especialistas en los temas de género es que sin influir en la
educación será imposible lograr algún día la mencionada igualdad.
Hay que enseñar a las futuras generaciones que todas las personas somos
iguales sin importar el sexo, el género, la orientación sexual, la identidad sexual
y de género, la raza, la procedencia ni ninguna otra circunstancial de cada
persona de forma concreta. Sin esta formación será muy difícil lograr algún día
una igualdad real y efectiva (no solo en lo que al género se refiere, sino
también de manera amplia).
También existe un acuerdo extendido en el sentido de que esta formación debe
realizarse en la educación reglada (desde la infancia y durante toda la
enseñanza primaria, secundaria, bachillerato y formación profesional) y de
forma transversal, es decir, no solo debe tratarse de incluir asignaturas de
formación concreta en igualdad, sino que sería necesario revisar los currículos
académicos de todas las asignaturas para analizarlos de forma igualitaria con
el fin de no fomentar estereotipos ni naturalizar situaciones discriminatorias.

Cabría preguntarse si, como se dice mucho en los últimos tiempos, ya hemos
alcanzado la igualdad. Este es un mensaje muy extendido por parte de un
sector social que argumenta que el feminismo y la lucha por la igualdad ya no
tienen razón de ser puesto que la igualdad de mujeres y hombres ya ha sido
alcanzada. Esta afirmación es objetivamente falsa.
No se puede afirmar que las mujeres y los hombres son iguales en nuestra
sociedad cuando existen desigualdades de gran importancia en terrenos como
el laboral: la brecha salarial, el techo de cristal, la falta de representación en
puestos de poder... Además, existen otras discriminaciones relacionadas con
tipos penales como las violaciones, los acosos sexuales o los abusos, en los
que las mujeres se ven mucho más afectadas que los hombres. Y tampoco
podemos afirmar que vivimos en una sociedad igualitaria cuando anualmente,
en España, son asesinadas de media aproximadamente 50 mujeres a manos
de sus parejas o exparejas hombres, siendo la violencia de género la más cruel
representación de la igualdad.

La política de “cuotas” es otro tema que habitualmente crea debate y, en


algunos casos, hasta discordia. Lo ideal sería que socialmente no fuera
necesaria una política de cuotas de forma que aquella persona (sea mujer o
no) que por mérito y capacidad merezca un puesto pueda obtenerlo, pero la
realidad es que cuando no existe una obligación de representación de las
mujeres mediante cuotas estas acaban desapareciendo en beneficio de los
hombres.
La política de cuotas es el mal menor para hacer comprender a quienes
ostentan el poder que las mujeres merecen el mismo tratamiento que los
hombres y que los puestos laborales o de representación deben obtenerlos
aquellas personas mejor preparadas para el cargo que proceda. Así, las cuotas
son, en realidad, una política transitoria, es decir, una medida que busca
obligar a que las mujeres sean representadas en la sociedad en igualdad de
condiciones, pero con el deseo de que, algún día, la propia sociedad analice
neutralmente los méritos de las personas a la hora de obtener un puesto
concreto.

2. La lucha feminista
A estas alturas, y antes de continuar, parece importante comprender qué es el
feminismo. Contrariamente a lo que una parte de la sociedad considera e
intentan incentivar, el feminismo es la ideología que buscan lograr la igualdad.
El feminismo es el camino para obtener la igualdad de mujeres y hombres que
es la meta a alcanzar.
Según Nuria Varela, «el feminismo es una teoría política y un movimiento social
que tiene como objetivo la liberación de las mujeres y la reivindicación de sus
derechos para conseguir una sociedad igualitaria».
Por todo ello, es totalmente falso afirmar que el feminismo es el intento de
poner a las mujeres por encima de los hombres, no se trata de una ideología
que busque la supremacía de unas personas por encima de otras, sino que
trabaja en pro de la igualdad de género.

Así, hay que señalar que el feminismo no es el machismo a la inversa, es decir,


el feminismo no considera la superioridad de las mujeres, como hemos visto
antes el feminismo tiene por objetivo lograr una sociedad igualitaria.
Por su parte el machismo es la supremacía del hombre sobre la mujer, es la
ideología que considera, directa o indirectamente, a las mujeres como seres
inferiores a los hombres y, por tanto, incita e implica situaciones de
discriminación en contra de las mismas.
El machismo, por tanto, es la conducta propia del sistema patriarcal que es el
que tiene al hombre como centro de visión y medida de todos los temas
sociales, de forma que cada circunstancia está medida en relación con el
hombre.

El uso del término “feminismo” y no cualquier otro es totalmente necesario. El


lenguaje es muy importante en cuanto que lo que no se nombra no existe y, en
tanto que código social de comunicación, crea realidades e invisibiliza otras. Es
por esto que es muy importante, en lo que a la igualdad real y efectiva se
refiere, utilizar el vocablo “feminismo” y no renunciar a su uso, pese a la
campaña de desprestigio existente desde ciertos poderes sociales fácticos en
su contra.
El “feminismo” se llama así porque lo que busca es poner a la mujer en el foco
para que no solo los hombres ocupen ese lugar. Se trata, como ya hemos visto,
de liberar a las mujeres del patriarcado y de la discriminación machista que
sufre y, precisamente por eso, debe denominarse “feminismo” y no de ninguna
otra forma.

En esencia los estudios de género han considerado que a lo largo de la historia


han existido tres olas del feminismo:
- Primera ola: engloba los movimientos del siglo XIX y principios del XX. Su
máxima preocupación fueron las discriminaciones básicas a nivel legal:
libertad, acceso laboral y educativo y derechos políticos. En este periodo se
incluyen las sufragistas, quienes lucharon por el derecho de voto de las
mujeres. Podríamos destacar a Emmeline Pankhurst, Virginia Bolten, Lucretia
Mott, Lucy Stone, Elizabeth Cady Stanton o Susan B. Anthony, entre otras.
- Segunda ola: periodo desde 1960 hasta el comienzo de los años 90. Busca
analizar la igualdad material, los derechos reproductivos, el cuidado y la
reproducción, superando las situaciones discriminatorias en relación a los
mencionados asuntos. Destacan Simone de Beauvoir, Betty Friedan, Kate
Millett o Gayle Rubin, entre otras.
- Tercera ola: comprende desde los años 90. Se encarga de analizar el género
y la política de la presencia, todo desde una perspectiva combinada con otros
movimientos igualitarios (como los estudios queer, los movimientos raciales o
la transexualidad). Las máximas representantes de este periodo son Rebecca
Walker o Judith Butler, entre otras.
Una parte de la doctrina teoriza sobre si la situación actual en la que nos
encontramos es una cuarta ola en la que diferentes sectores sociales y
académicos siguen luchando por la igualdad y contra la violencia de género.

3. El papel de los hombres en la lucha a favor de la igualdad efectiva


Cuando hablamos de igualdad, precisamente por buscar una sociedad
igualitaria, debe conseguirse con el esfuerzo de todas las personas que
formamos parte de la sociedad, hombres incluidos, no es esto una “cosa de
mujeres”. De hecho, precisamente porque de forma tradicional los hombres
somos quienes hemos disfrutado de la situación de privilegio debemos
implicarse en el logro de la igualdad.
Además, hay que entender que la eliminación de los estereotipos también
beneficia a los hombres, puesto que no nos veremos atados a características
sociales ni a convencionalismos ante los que debamos responder. La igualdad
beneficia a todas las personas, tengan el sexo-género que tengan.

Los hombres debemos implicarnos en la consecución de la igualdad desde una


doble vía.
En primer lugar, desde la deconstrucción patriarcal de uno mismo. Debemos
eliminar las ideas machistas con las que la sociedad nos ha educado para
tener una concepción más abierta e igualitaria. Este es un proceso complejo y
de larga duración puesto que algunos de los estereotipos de género están muy
interiorizados y se encuentran en nuestro subconsciente, de modo que sin
tener conciencia de ello en algunas ocasiones tenemos opiniones y
pensamientos que responden a ideas machistas irreales (es importante resaltar
que esto también le ocurre a las mujeres, puesto que también han sido
educadas en una socialización patriarcal).
En segundo lugar, levantando la voz. Los hombres no podemos aceptar
comportamientos machistas, aun cuando no seamos los directamente
discriminados. Los hombres también debemos condenar socialmente a quienes
tienen comportamientos machistas, sean de la gravedad que sean (es decir,
debemos condenar desde la violencia de género hasta situaciones como los
chistes machistas).

Como ya hemos señalado anteriormente, los estereotipos de género también


afectan a las mujeres. La gran pregunta es: ¿qué significa ser hombre?
Tradicionalmente el hombre posee una serie de cualidades y capacidades que
nos apartan de los sentimientos, de la familia o de los cuidados. La idea de
hombre tradicional implica no llorar y preocuparse por el trabajo y no por el
ámbito privado.
Esto significa que los hombres que, por un motivo u otro, no encajamos en
estas cualidades también somos discriminados y la realidad es que en
situaciones concretas todos los hombres salimos del estereotipo tradicional, lo
que puede provocar sensaciones de inseguridad e problemas psicológicos
como la depresión por no encajar en aquello que la sociedad nos ha dicho que
debemos ser como hombres.
Por todo esto, las discriminaciones por razones de género no solo perjudican a
las mujeres (aunque es cierto que es el grupo principalmente afectado), sino
que también discrimina a los hombres cuando salimos del canon. Ni que decir
tiene que esta discriminación es igual en relación con las personas que no son
de sexo-género binario.

Como ya hemos expresado en varias ocasiones de manera tradicional ha


existido una visión de cómo debe ser un hombre y cuáles son sus cualidades y
características. En este sentido en los últimos años ha aparecido el concepto
de nuevas masculinidades. Esto consiste en las diferentes formas que una
persona puede expresar su masculinidad saliendo así del estereotipo de
hombre tradicional.
Para lograr la igualdad, sobre todo en el ámbito privado es de gran importancia
la corresponsabilidad que es la participación en igualdad de hombres y mujeres
en las tareas domésticas y familiares. En los últimos tiempos se ha extendido
en las familias que se consideran igualitarias la idea de que el hombre “ayuda”
en casa. La igualdad no transita por la ayuda de una persona a otra sino por la
mencionada corresponsabilidad, es decir, hombre y mujeres deben trabajar en
casa de igual forma.

4. El lenguaje castellano en la igualdad efectiva


El lenguaje, en tanto que código lingüístico y comunicativo, posee una
importancia en las relaciones sociales. En este sentido la lengua será
necesaria para alcanzar la igualdad de manera necesaria puesto que la
comunicación transmite los estereotipos y visibiliza a unos grupos mientras
invisibiliza a otros. Por todo ello la igualdad debe permear el idioma castellano
(y cualquier otro).

La sociedad, y las personas que la componen, es sexista por tanto el uso de la


lengua no puede ser un acto aislado a esto. Por ello, cuando una persona
habla puede elegir (ya sea consciente o inconscientemente) enunciados que
discriminan a las mujeres o las invisibilizan. Aun así, no podemos afirmar que la
lengua en sí misma sea sexista, puesto que podemos utilizar también
enunciados ni discriminatorios ni que invisibilicen.

De igual forma que hemos expresado en la anterior pregunta, la concepción


machista del mundo también forma parte de la interpretación lingüística que
realizamos, es decir, cuando escuchamos o leemos un discurso estamos
analizándolo y en esa observación lingüística en ciertas ocasiones
interpretamos de manera machista una expresión que no lo es. Por ello es
importante intentar analizar la lengua desde un punto de vista lo más neutral
posible.

Nuestro idioma es una lengua viva y como está se encuentra en constante


cambio y modificación. Pensar que el castellano es un código estable el cual no
puede ser alterado por la comunidad hablante implicaría dar por hecho que
nadie la utiliza, lo cual es notoriamente falso.
A lo largo de los siglos la lengua ha cambiado mucho, no hay más que
analizarlo diacrónicamente para constatar que desde el latín vulgar al
castellano han existido muchísimos cambios, algunos de ellos muy complejos.
Por todo esto, es fácil comprender que la lengua cambiará en la dirección que
la comunidad hablante considere a través del propio uso.

En cuanto a la Real Academia Española a priori se podría pensar que los


diferentes diccionarios de la RAE son neutrales en lo que al machismo (y otros
tipos de discriminaciones) se refiere, puesto que son fuente de consulta
académica acreditada. A pesar de ello los análisis lexicográficos en este
sentido han demostrado en múltiples ocasiones que la realidad es que los
diccionarios de la RAE adolecen del mismo machismo que impera en la
sociedad, algo similar ocurre con la discriminación por otras razones; como la
raza, la etnia, la orientación sexual o la identidad sexual y de género, entre
otras.

5. Derechos humanos e igualdad


La Constitución española consagra tanto la igualdad formal como la igualdad
material. En su artículo 14 establece que todas las personas somos iguales
ante la ley (igualdad formal), mientras que en su artículo 9.2 implanta la
igualdad real y efectiva (igualdad material) y obliga a los poderes públicos a
remover los obstáculos para alcanzarla.
Esto implica que la igualdad de mujeres y hombres está establecida ya nuestra
Carta Magna, es decir, en el texto normativo más importante de la legislación
española. Además, el su artículo 1.1 establece la igualdad también como valor
superior del ordenamiento jurídico.

En cuanto a la perspectiva de género, esta es una forma de analizar la


sociedad. Es el análisis de los aspectos generales (lenguaje, leyes, normas,
conductas…) desde la configuración de los diferentes géneros.
Esta perspectiva lo que busca es encontrar disfuncionalidades o situaciones
discriminatorias creadas para poder solucionarlas y crear una igualdad real. Lo
más importante de esta perspectiva de análisis es la transversalidad, es decir,
la incorporación del género en todo lo que se realiza en todos los niveles
sociales e individuales.

Es de gran importancia la presencia de la igualdad en la legislación nacional,


en este caso la española. Los derechos deben ser protegidos legalmente, la
experiencia histórica demuestra que sin la protección que implican las leyes los
derechos no se respetan y precisamente por ello es muy importante la
legislación en todo lo que se refiere a la igualdad. Además, en ocasiones la ley
consigue avanzar en igualdades que de otra forma hubiera sido difícil
conseguir, como es en el caso de los temas de género.
Aun así esto no significa en modo alguno que las leyes respalden unos
derechos igualitarios que han surgido de la nada. Muy al contrario la mayoría
de logros en pro de la igualdad se han conseguido gracias a la lucha de
diversos colectivos durante décadas. Por ejemplo, sin el movimiento sufragista
difícilmente se hubiera logrado el derecho al voto de las mujeres; pero si este
derecho no existiera en las leyes sería fácilmente vulnerado por la sociedad. Es
en este camino de asentar derechos sociales en el que la legislación es de
gran importancia.

La Declaración Universal de Derechos Humanos aprobada por la ONU en 1948


consagra en su artículo 1 que “todos los seres humanos nacen libres e iguales
en dignidad y derechos” y en su artículo 2 establece que “toda persona tiene
todos los derechos y libertades proclamados en esta Declaración, sin distinción
alguna de raza, color, sexo, idioma, religión, opinión política o de cualquier otra
índole, origen nacional o social, posición económica, nacimiento o cualquier
otra condición”.
Así, los derechos que emanan de la igualdad de género forman parte, de
manera inherente, a los derechos humanos que plasma la mencionada
Declaración Universal. La lucha por la igualdad de género debe entenderse
como un deseo por eliminar toda la discriminación existente en el mundo y que,
en muchos casos, contraviene, de forma directa o indirecta, por propia
legislación.

Es importante definir presencia equilibrada, que es definida en la disposición


adicional primera de la Ley Orgánica 3/2007, de 22 de marzo, para la igualdad
efectiva de mujeres y hombres que dice lo siguiente:
A los efectos de esta Ley, se entenderá por composición equilibrada la
presencia de mujeres y hombres de forma que, en el conjunto a que se refiera,
las personas de cada sexo no superen el sesenta por ciento ni sean menos del
cuarenta por ciento.
Esto supone una definición que implica que cada uno de los sexos binarios
(hombres y mujeres) deben estar representados por al menos el 40% y no
superar el 60%. Si se analiza detenidamente la disposición se puede ver
claramente que no se hace referencia a cuál de los dos sexos se debe asignar
cada uno de los porcentajes. Aun así lo habitual es que cuando un órgano
colegiado se forma con presencia equilibrada sean las mujeres las que ocupan
un 40% y los hombres un 60%, lo que demuestra el mantenimiento de la
desigualdad.

Por su parte, la paridad es la representación igualitaria de hombres y mujeres,


es decir, con un 50% de presencia cada uno de los sexos. Este principio está
referido de manera general en la doctrina y las personas especialistas en
igualdad y género lo utilizan de forma habitual, aunque la legislación española
no lo protege ni recoge en su corpus legal.

6. La violencia de género: consecuencia de la desigualdad


La violencia de género surge de la idea del maltratador hombre de que es
superior que la mujer por el simple hecho de serlo. Así, quien maltrata a una
mujer intenta en esencia discriminarla y controlarla pues estos hombres
consideran que ellas deben encontrarse bajo su tutela.
La doctrina coincide en que en una sociedad realmente igualitaria la violencia
de género dejaría de existir puesto que la idea discriminatoria que subyace de
esta es la desigualdad de hombres y mujeres.

Como apuntamos anteriormente, aunque no se puede afirmar de forma rotunda


que la igualdad efectiva supondría la eliminación completa de la violencia de
género, sí es posible considerar que una sociedad igualitaria que creyera a sus
mujeres como sujetos de derecho y no subordinados ni inferiores a los
hombres implicaría la eliminación del motivo base de la violencia de género,
que no es otro que la creencia de que el hombre es superior a la mujer.
Así, la violencia de género o sería eliminada o, al menos, disminuiría
notablemente. Es obvio que las creencias y los ideales son individuales y aun
habiendo desterrado ese pensamiento machismo podrían existir hombres que
lo considerasen, pero una educación realmente igualitaria lograría que el
número de personas con pensamientos sexistas quedaran tremendamente
reducidos.

En los últimos tiempos algunas teorías apuntan a que la violencia de género ha


disminuido en los últimos años. Según los datos, todo apunta a que no ha
existido una reducción, pero sí ha habido en los últimos años un aumento de
las denuncias por este motivo, lo que implica un refuerzo de las mujeres
víctimas de esta situación para contarlo. A pesar de ello, en muchos casos la
sociedad y la judicatura no se encuentran a la altura de las circunstancias, pues
ponen a las víctimas de violencia de género en duda en todo momento, cosa
que no suele ocurrir con otros delitos en los que el género no se encuentra
implicado.
Así, debe existir una enorme formación a este respecto con el fin de que las
mujeres víctimas de violencia de género puedan dar el paso de denunciar su
caso y que no serán juzgadas y analizadas social, mediática y judicialmente.

De gran importancia en la sociedad actual es la información que los medios de


comunicación realizan sobre los casos de violencia de género. Es este otro
tema en el que la educación es de gran importancia. Aunque en los últimos
tiempos se han visto avances hacia una información más seria y neutral, lo
cierto es que los medios de comunicación de manera tradicional han suavizado
los casos de violencia de género.
De esta forma muchos medios han utilizado durante años enunciados como
“muere una mujer” en los que el asesinato de género quedaba diluido en su
titular o han señalado de forma habitual si el maltratador era de origen
extranjero o si la mujer no había puesto denuncias previamente con el deseo
indirecto de hacer creer que la violencia de género es asunto de extranjeros, en
el primer caso, o que ha sido responsabilidad, aunque solo sea en cierta
medida, de la mujer, en el segundo casos.
Este tipo de formas de expandir una noticia deben ser desechadas por quienes
deseen realizar un periodismo serio y veraz, y más si buscamos una sociedad
igualitaria.

También sería digno de análisis la influencia de las nuevas tecnologías en la


violencia de género. Sobre esto se podría escribir mucho, pues es un tema con
demasiadas aristas y complicaciones. Por no extendernos demasiado se
pueden constatar que las nuevas tecnologías han sido tanto una ayuda como
una nueva amenaza en lo que a la violencia de género se refiere.
Se utilizan para intentar proteger a las víctimas de sus agresores o como medio
de desahogo de estas últimas a través de diversos movimientos virtuales de
apoyo que, en ocasiones, complementan los apoyos reales de las víctimas.
Aun así también han provocado un nuevo peligro por lo que al control se
refiere, no hay más que destacar que, según los datos, la generación de
adolescentes y jóvenes actuales están teniendo un repunte de machismo y de
aceptación de comportamientos de violencia de género.

7. Diferenciación de las violencias


La violencia de género, como ya se ha visto largo y tendido, es la violencia que
sufre la mujer por el hecho de serlo. En España la Ley Orgánica 1/2004, de 28
de diciembre, de Medidas de Protección Integral contra la Violencia de Género
circunscribe este tipo de violencia únicamente a la situación de pareja o
expareja sentimental. Por su parte, el Convenio de Estambul amplía el
concepto a aquella violencia que sufre cualquier mujer por parte de cualquier
hombre en muy diferentes contextos.

Por su parte, la violencia doméstica puede ser sufrida por hombres o mujeres
en el ámbito de las relaciones de familia (de un padre a un hijo, de una hija a su
madre, de una nieta a su abuelo…) sin que el género tenga nada que ver.
La eterna diferencia entre la violencia de género y la violencia doméstica es
que la primera está basada en la discriminación social y tradicional contra las
mujeres, mientras que la segunda no se basa en ninguna situación social
discriminatoria a lo largo de la historia.

8. Tipos de violencia de género


Contrariamente a lo que se piensa de forma general no solo existe la violencia
física, sino que existen muchos tipos de violencia de género. Así, pueden
distinguirse las siguientes:
 Violencia física: son aquellas acciones que se presentan en el plano
físico, como golpes, empujones, palizas, puñetazos…
 Violencia psicológica: son amenazas, coacciones, insultos, comentarios
vejatorios…
 Violencia sexual: obligar a realizar prácticas sexuales no deseadas, a
ver pornografía, a realizar cualquier acción sexual sin desearla.
 Violencia económica: privar a la mujer (en una relación sentimental) de
medios económicos que puedan garantizar su desarrollo personal.
 Violencia institucional: la discriminación que las mujeres sufren de las
instituciones y organismos oficiales por el hecho de ser mujeres.
 Violencia obstétrica: la realización de prácticas abusivas que afecten al
cuerpo o al proceso reproductivo de la mujer como el trato
deshumanizado, la medicalización injustificada y la patologización de
procesos que son naturales, por ejemplo la realización automática de
una episiotomía practicada para facilitar sin ser realmente necesaria.
 Violencia vicaria: se da cuando el padre mata a los hijos o hijas con la
intención de hacer sufrir a su pareja o expareja.
 Otros tipos de violencia: en los últimos tiempos se ha debatido sobre
diferentes acciones o prácticas que deben considerarse violencia de
género, en sentido amplio, como la prostitución, la ablación del clítoris,
los vientres de alquiler o la custodia compartida impuesta.

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