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Unidad Nº 9
LOS DERECHOS FUNDAMENTALES
1. Concepto y naturaleza de los derechos fundamentales
Los derechos fundamentales son aquellos que se encuentran reconocidos - directa o
indirectamente - en el texto constitucional como las facultades, poderes o capacidades que
tienen las personas para hacer o dejar de hacer algo inherente a su personalidad, pedir la
atención y satisfacción de las necesidades o representar e impugnar las decisiones estatales
que afectan a sus intereses; son de aplicación inmediata. Dicho de otra forma, se trata de
derechos de tal magnitud para el orden constitucional, que su vigencia no puede depender de
decisiones políticas de los representantes de las mayorías.
Según señala Pérez Luño, la doctrina entiende que los derechos fundamentales son
aquellos derechos humanos positivados en las constituciones estatales.
El profesor Luigi Ferrajoli1, sostiene que son derechos fundamentales todos aquellos
derechos subjetivos que corresponden universalmente a todos los seres humanos en cuanto
dotados del status de personas, de ciudadanos o personas con capacidad de obrar.
Por su parte Rudolf Smend citado por Francisco Fernández Segado 2, señala que "los
derechos fundamentales son los representantes de un sistema de valores concreto, de un
sistema cultural que resume el sentido de la vida estatal contenida en la Constitución. Desde el
punto de vista político, esto significa una voluntad de integración material; desde el punto de
vista jurídico, la legitimación del orden positivo estatal y jurídico. Este orden positivo es válido
sólo en cuanto que representa este sistema de valores y precisamente por él se convierte en
legítimo"
El Tribunal Constitucional de España, en su Sentencia Nº 25/1981 citada por Fernández
Segado, ha establecido que "en primer lugar, los derechos fundamentales son derechos
subjetivos, derechos de los individuos no sólo en cuanto derechos de los ciudadanos en sentido
estricto, sino en cuanto garantizan un status jurídico o la libertad en un ámbito de existencia.
Pero al propio tiempo, son elementos esenciales de un ordenamiento objetivo de la comunidad,
en cuanto ésta se configura como marco de una convivencia humana justa y pacífica, plasmada
históricamente en el Estado de Derecho y, más tarde, en el Estado social de Derecho o el
Estado social y democrático de Derecho, según la fórmula de nuestra Constitución" 3.
Los Derechos Fundamentales están consagrados por la Constitución, como una fuente
de garantía para su cumplimiento y protección por parte del Estado. Empero, la consagración e
inserción en las normas jurídicas, es apenas un reconocimiento que hace el Estado, por cuanto
los derechos fundamentales son derechos inherentes a la naturaleza humana y existen más allá
de la norma jurídica.
Los derechos fundamentales no incluyen sólo derechos subjetivos y garantías
constitucionales a través de los cuales el individuo se defiende frente a las actuaciones de las
autoridades públicas, también incluyen deberes positivos que vinculan a todas las ramas del
poder público. No sólo existe la obligación negativa por parte del Estado de no lesionar la esfera
individual, también existe la obligación positiva de contribuir a la realización efectiva de tales
derechos. La razón jurídica que explica este compromiso positivo del Estado se encuentra en el
1
Ferrajoli, Luigi. Los fundamentos de los derechos fundamentales. Madrid – España. Ed. Trotta. 2001. Pág. 19.
2
FERNANDEZ SEGADO, Francisco. La Dogmática de los Derechos Humanos. Ed. Ediciones Jurídica. Lima - Perú. 1994. Pág. 54.
3
FERNANDEZ SEGADO, Francisco. El Sistema Constitucional Español. 2ª reimpresión. Ed. Kykinson. Madrid. 1997. Pág. 164.
2
que los derechos fundamentales son el instrumento de equilibrio en las relaciones entre las
personas particulares y de éstas con el Estado; pues ellos permiten desarrollar las actividades
sociales, económicas y políticas en el marco de la paz, la seguridad y el mínimo de armonía
social; asimismo, son los medios que limitan el ejercicio del poder político.
La inviolabilidad de los derechos fundamentales, en cuanto se refiere al Estado, significa
que los actos, decisiones y resoluciones de sus gobernantes deben orientarse y regirse por su
pleno respeto y resguardo; las resoluciones y las leyes dictadas no pueden ser contrarias a
éstos y las políticas económicas y sociales que se implementan deben estar orientadas a lograr
la mayor realización de los derechos humanos y no a restringirlos.
Ello significa que, por ejemplo, el derecho a la vida y la salud no pueden ser violentados
bajo ninguna circunstancia, como ocurre frecuentemente en la realidad, ni por la acción de
fuerzas policiales o militares, ni por políticas económicas que condenan a la muerte por
desnutrición o hambre a la población.
b) Principio de la universalidad; significa que los derechos fundamentales pertenecen
a todas las personas; pues las mujeres, hombres, niños y niñas tienen derechos sin distinción
de raza, sexo, cultura, religión, edad, condición social, condición económica o política o
nacionalidad. Ello significa que el ejercicio de los derechos humanos no puede ser desconocido
o limitado invocando razones de nacionalidad o el lugar en que viva su titular. Es importante
señalar que cada persona tiene la misma dignidad y libertad, por lo que nadie puede estar
excluido o discriminado del disfrute de sus derechos.
En consecuencia se entiende claramente que tienen los mismos derechos tanto un niño
como una niña, un indígena, un campesino como un citadino, una mujer como un hombre, un
español como un chino, un boliviano como un peruano, un ateo como un cristiano, un negro
como un blanco, un pobre como un rico, un delincuente o corrupto como una persona honesta
d) Principio de la interdependencia; significa que los derechos fundamentales son un
conjunto de capacidades, facultades, cualidades y poderes que están relacionados entre sí
unos con otros, lo que significa que el ejercicio y goce de un derecho está íntimamente ligado al
otro derecho, de manera que no es posible hacer ninguna separación, ni pensar en realizar una
clasificación jerárquica en la que se califique a unos como más importantes que otros.
En consecuencia, la negación de algún derecho en particular significa poner en peligro el
conjunto de la dignidad humana de la persona, por lo que el disfrute de algún derecho no puede
realizarse sacrificando los demás derechos. Así, por ejemplo, no es posible disfrutar
plenamente del derecho a la educación si la persona no está bien alimentada o carece de una
vivienda adecuada; tampoco es posible ejercer el derecho a la participación política si al titular
del derecho se le niega el derecho a la libre expresión, a la asociación o a estar bien
informados.
d) Principio de la indivisibilidad; significa que todos los derechos fundamentales son
infragmentables sea cual fuere su naturaleza. Cada uno de ellos conforma una totalidad, de tal
forma que se deben garantizar en esa integralidad por el Estado, pues todos ellos derivan de la
necesaria protección de la dignidad humana.
En definitiva significa que los derechos fundamentales no pueden ni deben ser divididos,
fragmentados o jerarquizados en su análisis, abordaje, aplicación y exigibilidad porque,
careciendo de jerarquías, conforman una unidad indisoluble que solo se puede (o se debe)
concretar mediante su realización conjunta.
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Al efecto, el parágrafo primero del art. 30 de la Constitución define que “Es nación y pueblo indígena originario campesino t oda la
colectividad humana que comparta identidad cultural, idioma, tradición histórica, instituciones, territorialidad y cosmovisión, cuya
existencia es anterior a la invasión colonial española”.
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niños, niñas y adolescentes, las personas adultas mayores, las personas con discapacidad, las
personas privadas de libertad, y los usuarios y consumidores. Entre los derechos consagrados
se tienen los siguientes: derecho al medio ambiente 5; derecho a la seguridad social; derecho al
trabajo digno, estableciendo un conjunto de garantías constitucionales para su ejercicio, tales
como el fuero de la inamovilidad laboral para la mujer embarazada y el progenitor 6, la
inembargabilidad e imprescriptibilidad de los salarios devengados, derechos laborales,
beneficios sociales y aportes a la seguridad social; derecho a la negociación colectiva; derecho
a la sindicalización de los trabajadores; derecho a la libre asociación empresarial; derecho a la
huelga; derecho al comercio, la industria y cualquier actividad económica lícita; derecho a la
propiedad; derechos de la niñez, adolescencia y juventud; derechos de las familias; derechos
de las personas adultas mayores; derechos de las personas con discapacidad; derechos de las
personas privadas de libertad; derechos de las usuarias y los usuarios y de las consumidoras y
los consumidores. En el Capítulo Sexto se consagran los derechos a la educación,
interculturalidad y derechos culturales, como el derecho a la educación; derecho a la educación
superior; derecho a las culturas; el derecho a la ciencia, tecnología e investigación; derecho al
deporte y recreación; y en el Capítulo Séptimo se consagra el derecho a la comunicación social.
4. La cláusula abierta
Los derechos fundamentales que deben ser resguardados, protegidos y garantizados
por el Estado, no sólo son los enumerados en el texto de la Constitución, sino todos los demás
que sean inherentes a la persona humana.
Se denomina cláusula abierta a aquella norma constitucional habilitante para incorporar
e integrar al catálogo previsto por la Constitución los derechos no reconocidos expresamente y
conocidos como los derechos implícitos, innominados o de origen jurisprudencial, para que
puedan ser ejercidos, preservados y protegidos.
En la Constitución vigente, la norma prevista por el art. 13.II establece la cláusula
abierta, al disponer expresamente que “Los derechos que proclama esta Constitución no serán
entendidos como negación de otros derechos no enunciados”. Sobre la base de esa norma, las
autoridades judiciales deben desarrollar la interpretación integradora para integrar al catálogo
de los derechos fundamentales aquellos derechos innominados o implícitos.
5. Los tratados y convenciones internacionales sobre los derechos humanos
Con relación al rango que ocupan los tratados y convenciones internacionales sobre
derechos humanos en la jerarquía normativa del ordenamiento jurídico del Estado, como regla
general, el art. 410.II de la Constitución determina que tienen rango constitucional al formar
parte del bloque de constitucionalidad7. Esto significa que los derechos humanos consagrados
por los instrumentos internacionales pasan a formar parte del catálogo de los derechos
fundamentales por lo que deben ser resguardados, respetados y protegidos por el Estado y sus
autoridades, además ser tutelados por la jurisdicción constitucional, a través de las acciones de
defensa o acciones tutelares previstas por la Constitución.
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En la teoría de los derechos fundamentales, el derecho al medio ambiente es un derecho colectivo o de los pueblos; s in embargo,
debido a un error de sistemática constitucional se ha incluido este derecho entre los derechos denominados económicos, social es y
culturales.
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Por mandato del art. 48.VI de la Constitución “Se garantiza la inamovilidad laboral de las mujeres en estado de embarazo, y de los
progenitores, hasta que la hija o el hijo cumpla un año de edad”.
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El parágrafo segundo del art. 410 de la Constitución prevé lo siguiente: “La Constitución es la norma suprema del ordenamient o
jurídico boliviano y goza de primacía frente a cualquier otra disposición normativa. El bloque de constitucionalidad está integrado por
los Tratados y Convenios internacionales en materia de Derechos Humanos y las normas de Derecho Comunitario, ratificados por el
país”.
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El parágrafo primero del art. 256 de la Constitución dispone lo siguiente: “Los tratados e instrumentos internacionales en materia
de derechos humanos que hayan sido firmados, ratificados o a los que se hubiera adherido el Estado, que declaren derechos más
favorables a los contenidos en la Constitución, se aplicarán de manera preferente sobre ésta”.
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El parágrafo cuarto del art. 13 de la Constitución prevé lo siguiente: “Los tratados y convenios internacionales ratificados por la
Asamblea Legislativa Plurinacional, que reconocen los derechos humanos y que prohíben su limitación en los Estados de
Excepción prevalecen en el orden interno”.
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El parágrafo cuarto, última parte del art. 13 de la Constitución, dispone lo siguiente: “Los derechos y deberes consagrados en esta
Constitución se interpretarán de conformidad con los Tratados internacionales de derechos humanos ratificados por Bolivia”, y el
parágrafo segundo del art. 256, dispone que: “Los derechos reconocidos en la Constitución serán interpretados de acuerdo a los
tratados internacionales de derechos humanos cuando éstos prevean normas más favorables”.
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a) Para preservar y proteger los derechos humanos de las demás personas; así, por
ejemplo, en los casos en los que una persona al ejercer su derecho a la libertad de expresión
no vulnere o lesione el derecho a la honra y el honor de otra persona.
b) Para proteger la seguridad de todos los miembros de la comunidad; así, por ejemplo,
en los casos en los que una o varias personas al ejercer su derecho a la reunión y
manifestación pública vulneren los derechos al derecho de locomoción o libre tránsito
asumiendo acciones de hecho.
c) Para preservar el orden público y el bien común, como condición básica para el
desenvolvimiento democrático de la sociedad. Es importante advertir que no es posible
establecer un concepto unívoco de “orden público” y “bien común”, pueden dar lugar a
distorsiones en su conceptualización, por ello la corte Interamericana de Derechos Humanos,
en su Opinión Consultiva OC-5/85 del 13 de noviembre de 1985, ha expresado la siguiente
consideración “Es posible entender el bien común, dentro del contexto de la Convención, como
un concepto referente a las condiciones de la vida social que permiten a los integrantes de la
sociedad alcanzar el mayor grado de desarrollo personal y la mayor vigencia de los valores
democráticos. En tal sentido, puede considerarse como un imperativo del bien común la
organización de la vida social en forma que se fortalezca el funcionamiento de las instituciones
democráticas y se preserve y promueva la plena realización de los derechos de la persona
humana... No escapa a la Corte, sin embargo, la dificultad de precisar de modo unívoco los
conceptos de "orden público" y "bien común", ni que ambos conceptos pueden ser usados tanto
para afirmar los derechos de la persona frente al poder público, como para justificar limitaciones
a esos derechos en nombre de los intereses colectivos. A este respecto debe subrayarse que
de ninguna manera podrían invocarse el "orden público" o el "bien común" como medios para
suprimir un derecho garantizado por la Convención o para desnaturalizarlo o privarlo de
contenido real (ver el art. 29.a de la Convención). Esos conceptos, en cuanto se invoquen como
fundamento de limitaciones a los derechos humanos, deben ser objeto de una interpretación
estrictamente ceñida a las "justas exigencias" de "una sociedad democrática" que tenga en
cuenta el equilibrio entre los distintos intereses en juego y la necesidad de preservar el objeto y
fin de la Convención”.
El mismo criterio se aplica en el nivel interno para establecer las limitaciones o
restricciones al ejercicio de los derechos fundamentales. Cabe advertir que conforme a las
normas convencionales previstas por el art. 32.2 de la Convención Americana sobre Derechos
Humanos, y la jurisprudencia constitucional se tratan de restricciones excepcionales al ejercicio
de los derechos fundamentales, no estando permitido en circunstancia alguna la supresión del
núcleo esencial del derecho, lo que es lo mismo a supresión del derecho humano; debe
entenderse que no le está permitido a ningún Estado suprimir, a título de restricción, un derecho
fundamental ni siquiera con el fundamento de preservar el orden democrático.
Al respecto, el Tribunal Constitucional, recogiendo los criterios expresados en la doctrina
y la jurisprudencia comparada, así como el derecho positivo expresado en las normas del
Derecho Internacional de los Derechos Humanos y la Constitución, en su SC 004/2001, ha
sentado jurisprudencia definiendo que “los derechos fundamentales no son absolutos,
encuentran límites y restricciones en los derechos de los demás, la prevalencia del interés
general, la primacía del orden jurídico y los factores de seguridad, moralidad y salubridad
públicos, que no pueden verse sacrificados en aras de un ejercicio arbitrario o abusivo de las
prerrogativas individuales; es decir, que los derechos fundamentales pueden ser limitados en
función al interés social. Es en ese orden que la Constitución ha establecido el mecanismo legal
para la regulación y restricción de los derechos fundamentales”. En la citada sentencia, el
Tribunal Constitucional ha interpretado el alcance de la norma prevista por el art. 7 de la
10
Constitución, con relación a la proclamación de los derechos fundamentales, sujetos a las leyes
que regulan su ejercicio; la regulación a la que hace referencia el texto constitucional, ha sido
entendida por el Tribunal, primero, como el desarrollo legislativo de los derechos
fundamentales, respecto a su naturaleza, la definición del núcleo esencial y los alcances y;
segundo, como el establecimiento de las limitaciones legales a su ejercicio en el marco que
define la sentencia citada.
Conforme enseña la doctrina, se pueden identificar dos tipos de límites al ejercicio de los
derechos humanos: a) los límites intrínsecos, son aquellos que derivan de la propia
naturaleza de un derecho humano y de su función social, es decir, no están establecidos por las
normas jurídicas sino que son inherentes a la propia naturaleza del derecho. En este tipo de
límites se pueden identificar los objetivos, que se desprenden de la propia naturaleza, de la
misma realidad del derecho; y los subjetivos, que derivan de la actitud del sujeto titular y de la
forma de ejercer el propio derecho; y b) los límites extrínsecos, son los que derivan de la
propia existencia social y de los demás sujetos de derecho que en ella coexisten, es decir,
aquellos que están previstos en las normas de la Constitución o las Leyes orgánicas que forman
parte del bloque de constitucionalidad, las mismas que derivan de aquellos mandatos
constitucionales que de manera mediata o indirecta establecen los límites para proteger no sólo
otros derechos humanos, sino otros bienes colectivos que protege la Constitución.
Cabe señalar que la imposición de límites o restricciones al ejercicio de los derechos
fundamentales, permitidas por las normas convencionales y constitucionales, no están sujetas a
la discrecionalidad de los gobernantes o las autoridades públicas, al contrario están sometidas a
la concurrencia de los principios de la reserva de Ley; de reserva judicial y de proporcionalidad.
En primer lugar, para imponer limitaciones o restricciones al ejercicio de los derechos
fundamentales debe concurrir el principio de la reserva legal, que como bien ha definido el
Tribunal Constitucional de Bolivia, en la Declaración Constitucional Nº 06/2000, es la “institución
jurídica que protege el principio democrático, al obligar al legislador a regular aquellas materias
que por disposición de la Constitución deben ser desarrolladas en una Ley; es una institución
que impone un límite tanto al Poder Legislativo como al Ejecutivo; a aquél, impidiendo que
delegue sus potestades en otro órgano, y a éste, evitando que se pronuncie sobre materias
que, como se dijo, debe ser materia de otra Ley”11. Ello supone que las limitaciones al ejercicio
de los derechos humanos sólo pueden ser establecidas a través de una Ley, lo que significa
que sólo le está reconocido al Órgano Legislativo la potestad y facultad de desarrollar los
derechos humanos proclamados en la Constitución y establecer, en su caso, limitaciones a su
ejercicio, estando proscrita dicha facultad para el Órgano Ejecutivo o los gobiernos locales
autónomos, quienes no pueden emitir disposición alguna limitando el ejercicio de los derechos
humanos. De otro lado, cabe señalar que si bien le está reconocido al Órgano Legislativo el
poder establecer límites al ejercicio de los derechos humanos a través de leyes, no le está
permitido desconocer el núcleo esencial del derecho humano, es decir, desconfigurarlo el
derecho de manera que al final se suprima o elimine el derecho en vez de limitar su ejercicio. El
legislador podrá limitar el ejercicio de un derecho humano pero de ninguna manera suprimirlo o
eliminarlo.
En segundo lugar, debe concurrir al principio de reserva judicial, lo que significa que la
limitación o restricción prevista por la Ley debe ser impuesta válidamente mediante una orden
expresa, suficiente y razonablemente motivada, expedida por el Juez o Tribunal competente. El
principio de reserva judicial tiene su razón jurídica, toda vez que en un Estado democrático de
11
Declaración Constitucional dictada en fecha 21 de diciembre de 2000, en la Consulta sobre la Constitucionalidad del Proyecto de
Ley Nº 016/00 que proponía la modificación de los arts. 25 y 29 inc. n) de la Ley Nº 1984 Código. Magistrado Relator Dr. José
Antonio Rivera S.
11
12
DAZA ONDARZA, Ernesto. 12 Temas de Derecho Constitucional. Ed. Universitaria. 1973. Cochabamba - Bolivia. Pág. 100.
12
José Pareja Paz Soldán13, citado por Daza Ondarza, señala que "las garantías son las
seguridades establecidas para lograr el goce efectivo y el ejercicio cabal de los derechos y los
medios puestos a disposición de los ciudadanos para hacerlos respetar".
De acuerdo a la doctrina general del Derecho Constitucional, las garantías
constitucionales pueden ser clasificadas en dos categorías:
7.1. Garantías normativas
Son aquellas normas constitucionales que, expresando los valores y principios
fundamentales, establecen prohibiciones para las autoridades, funcionarios públicos o
particulares para que no asuman actos, decisiones o emitan resoluciones que restrinjan o
supriman derechos fundamentales y, en su caso, constituyen obligaciones para asumir
determinadas decisiones orientadas a hacer efectivo el ejercicio de un derecho fundamental.
Las garantías normativas tienen por finalidad resguardar el ámbito de autodeterminación
de la persona, lo que significa que principalmente resguardan los derechos civiles, los derechos
políticos y algunos derechos económicos. Así, por ejemplo, se pueden mencionar como
garantías normativas las previstas por el art. 23.III de la Constitución, que para proteger el
derecho a la libertad física o derecho de locomoción impone una obligación negativa al Estado,
la de no detener, apresar o perseguir; la mencionada norma textualmente dispone lo siguiente:
“Nadie podrá ser detenido, aprehendido o privado de su libertad, salvo en los casos y según las
formas establecidas por la ley. La ejecución del mandamiento requerirá que éste emane de
autoridad competente y que sea emitido por escrito”. También se pueden citar las normas
previstas por el art. 25 de la Constitución que imponen obligaciones negativas al Estado para
resguardar el derecho a la intimidad o vida privada, n sus elementos esenciales del derecho a la
inviolabilidad de domicilio, inviolabilidad de comunicaciones privadas y correspondencia, y la
inviolabilidad de documentos privados. Asimismo se puede citar, a manera de ejemplo, la norma
prevista por el art. 114.I de la Constitución que impone la obligación negativa de no torturar, no
desaparecer, no confinar, no coaccionar, ni inferir cualquier forma de violencia física o moral;
esto como una forma de proteger el derecho a la vida, y la integridad física, psicológica y moral.
7.2. Las Garantías jurisdiccionales
Son aquellos procesos constitucionales que tienen la finalidad de poner un remedio
jurídico a un acto u omisión ilegal o arbitrario que restrinja o suprima los derechos
fundamentales, reestableciéndolos de forma inmediata y oportuna.
Entre las garantías jurisdiccionales establecidas en la Constitución se tienen las
siguientes:
a) La Acción de Libertad
La Acción de Libertad es un proceso constitucional de naturaleza tutelar, que tiene la
finalidad de brindar una protección inmediata y efectiva a los derechos fundamentales a la vida y a
la libertad física, en los casos en los que sean ilegal o indebidamente restringidos, suprimidos o
amenazados de restricción o supresión por actos u omisiones ilegales o indebidas de las
autoridades públicas o particulares.
Se trata de una garantía jurisdiccional, o una vía de defensa de los derechos
fundamentales, como lo caracteriza la Constitución; ya que pone un remedio jurídico inmediato y
oportuno cuando se produce una violación de los derechos tutelados.
13
Ibidem. Pág. 101.
13
Es una acción tutelar extraordinaria, porque es única en su género y no forma parte de los
recursos ordinarios previstos en la legislación procesal del Estado. Es proceso constitucional
porque, de un lado tiene su origen en las normas de la Constitución, y de otro, porque es una
acción jurisdiccional creada para resolver un conflicto o controversia constitucional que se genera
con la violación de los derechos fundamentales a la vida y a la libertad física.
Finalmente, es de tramitación especial, porque dada su naturaleza tutelar está exenta de los
ritualismos y formalismos procedimentales; tiene un trámite sumarísimo, no admite incidentes
dilatorios, ni plazos probatorios, toda vez que no es un medio para dirimir ni dilucidar controversias
sobre un derecho, sino una vía de reparación o de restablecimiento de los derechos fundamentales
a la vida y a la libertad física ante una acción ilegal o indebida de restricción o supresión. Se tramita
en única instancia, pues contra el fallo pronunciado por el juez o tribunal competente no procede
ningún recurso ulterior.
Cabe señalar que la Acción de Libertad, al igual que la Acción de Amparo Constitucional,
se constituye en un medio eficaz para limitar el poder del Estado, pues es un freno al exceso, el
abuso y la arbitrariedad de la autoridad pública. Sin temor a equivocaciones, se puede afirmar que
se constituye en un efectivo instrumento de freno y contrapeso para el ejercicio del poder político.
Corresponde señalar que en el sistema constitucional boliviano la Acción de Libertad tiene
como objetivo esencial restaurar o restablecer los derechos fundamentales a la vida y a la libertad
física, en aquellos casos en los que sean restringidos o vulnerados por acción u omisiones ilegales
o indebidas de las autoridades públicas o de personas particulares.
b) La Acción de Amparo Constitucional
La Acción de Amparo Constitucional es un proceso constitucional de naturaleza tutelar, de
tramitación especial y sumarísima, que tiene por objeto la restitución o restablecimiento inmediato
de los derechos fundamentales y garantías constitucionales, con excepción del derecho a la
libertad física y los derechos colectivos, en los casos en los que sean amenazados, suprimidos o
restringidos por actos u omisiones ilegales o indebidos de autoridades públicas o particulares.
Según Ernesto Daza Ondarza (1997: 132), la Acción de Amparo Constitucional es una
acción sumarísima que garantiza a todo ciudadano el derecho de pedirlo, cuando se viola
cualesquiera de los derechos consagrados en la Constitución, con excepción de la libertad
personal que se halla protegido especialmente por el hábeas corpus.
La Acción de Amparo Constitucional es una acción tutelar de los derechos y garantías
constitucionales de las personas, tiene una configuración procesal especial, autónoma e
independiente con relación al ámbito procesal ordinario. Su esencia tutelar hace que esta acción
tenga un alcance preventivo y correctivo; en el primer caso, se acciona frente a una amenaza de
una inminente restricción o supresión de los derechos fundamentales o garantías constitucionales,
situación en la que la persona afectada solicitará al Juez o Tribunal competente la adopción de las
medidas necesarias para preservar o precautelar su derecho fundamental o garantía
constitucional, de manera que la autoridad judicial competente disponga la adopción de las
medidas correspondientes para prevenir la consumación del acto o resolución ilegal violatorio; en
el segundo caso, se acciona frente a la consumación de una restricción o supresión de los
derechos y garantías emergente de actos, resoluciones u omisiones ilegales o indebidas, caso en
el que, el Juez o Tribunal competente otorga la tutela respectiva, disponiendo la anulación del acto
o resolución, o la cesación de la omisión, a objeto de que se restablezca, de forma inmediata, el
derecho restringido o suprimido.
La Acción de Amparo Constitucional tiene por finalidad el asegurar a las personas el goce
efectivo de sus derechos fundamentales y garantías constitucionales, protegiéndola de toda
14
14
Cabe advertir que en la doctrina constitucional este derecho también se conoce como la “libertad informática”, así los
constitucionalistas Francisco Fernández Segado, Enzo Roppo, Antonio Pérez Luño o Vittorio Frosini, entre otros, manejan esta
denominación. El autor de este trabajo se inclina por la denominación “autodeterminación informática”.
15
15
Solano Sierra, Jairo Enrique (1998. Acción de Cumplimiento. 2ª ed., Bogotá – Colombia, Ed. Librería del Profesional. Pp. 27.
16
Carpio Marcos, Edgar (2004), “La Acción de Cumplimiento”, en Derecho Procesal Constitucional¨, 2ª ed., Lima – Perú, Ed. Jurista.
Pp 944.
16
administrativo que da origen a la acción; por lo mismo, no tiene por qué pronunciarse respecto a
los fallos o decisiones pronunciados dentro del proceso que motiva el incidente de
inconstitucionalidad; así lo dispone el art. 116 de la Ley Nº 027. Empero, deberá entenderse que
el alcance de dicha norma es exclusivamente con relación a la Acción de Inconstitucionalidad
Concreta y no así con relación a las otras acciones constitucionales que forman de las acciones
de defensa previstas por la Constitución, cuyo conocimiento y resolución corresponde a la
jurisdicción constitucional, como son las acciones tutelares de Acción de Libertad, Acción de
Amparo Constitucional.
20
Unidad Nº10:
LOS DERECHOS DENOMINADOS FUNDAMENTALES
1. Caracterización de los derechos denominados fundamentales
Se trata de un grupo de derechos que tienen por finalidad resguardar la dignidad
humana mejorando la calidad de vida; por lo que se trata de aquellos derechos que obligan al
Estado a garantizar, resguardar y protegerlos a través de la adopción de políticas públicas, de
medidas legislativas y administrativas.
La base y fundamento de este grupo de derechos, denominados fundamentales, es el
valor supremo de la dignidad humana; pues se trata de derecho que se constituyen en el
mínimo esencial para que una persona pueda desarrollarse y vivir con dignidad.
En el Capítulo Segundo, del Título II, la Constitución consagra, bajo la denominación de
derechos fundamentales, los siguientes: el derecho a la vida y a la integridad física, Psicológica
y sexual; el derecho a la salud; el derecho al agua; el derecho a la alimentación; derecho a la
educación; el derecho a un habitad; el derecho a la vivienda; derecho de acceso universal y
equitativo a los servicios básicos.
2. Derecho a la vida y la integridad física, psicológica y sexual
El derecho a la vida es la capacidad, facultad o potestad que tiene todo ser humano a la
existencia y desarrollarse como ser vivo desde el mismo momento de su concepción, no
pudiendo ser interrumpido en el proceso de gestación dentro el seno materno por acción alguna
de agentes externos y una vez nacido no ser víctima de acción alguna que le prive de la vida,
por lo mismo que sea protegido y respetado tanto por el Estado, la sociedad y las demás
personas. Es el primero de todos los derechos, se podría decir el origen de todos los demás
derechos, ya que sin vida no se podría adquirir ni ejercer derecho alguno.
El Tribunal Constitucional, refiriéndose al derecho a la vida, en su SC 411/2000-R, de 28
de abril, ha definido que este derecho es “el origen de donde emergen los demás derechos, por
lo que su ejercicio no puede ser obstaculizado por procedimientos burocráticos ni sujeto a
recursos previos, más aún cuando su titular se encuentra en grave riesgo de muerte”. Por ello,
además de consagrarlo, la Constitución prevé mecanismos de protección para el ejercicio real y
efectivo del derecho a la vida cuando, en su art. 158, obliga al Estado a "defender el capital
humano protegiendo la salud de la población, asegurará la continuidad de sus medios de
subsistencia y rehabilitación de las personas inutilizadas..", obliga también al Estado establecer
un "régimen de seguridad social" inspirado en los principios de universalidad, solidaridad,
unidad de gestión, economía, oportunidad y eficacia.
De otro lado, el mismo Tribunal Constitucional, en su SC 687/2000-R, de 14 de julio, ha
definido que el derecho a la vida “(..) es el bien jurídico más importante de cuantos consagra el
orden constitucional, de ahí que se encuentre encabezando el catálogo de los derechos
fundamentales previstos en el art. 7 de la Constitución. Es el derecho de toda persona al ser y a
la existencia, siendo su característica esencial la base para el ejercicio de los demás derechos.
Es decir, la vida misma es el presupuesto indispensable para que haya titularidad de derechos y
obligaciones. Es un derecho inalienable de la persona que obliga al Estado en dos sentidos: su
respeto y su protección”.
Es importante señalar que la vida no debe ser concebida únicamente como una
manifestación biológica del ser durante un período de tiempo, sino también como la realización
de la dignidad humana, lo que implica que la persona no sea considerada como un objeto o
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medio para alcanzar un determinado fin, sino como un fin en si mismo, con capacidad de gozar
de bienestar económico, de prestaciones sociales, de servicios culturales y el pleno ejercicio de
los demás derechos.
Este derecho genera obligaciones para el Estado en una doble dimensión. En la
dimensión negativa prohibiendo que pueda desplegar acciones que atenten contra la vida de la
persona, prohibiendo y penalizando el genocidio, las desapariciones forzosas, las masacres o la
aplicación de la pena de muerte; en la dimensión positiva, que el Estado debe adoptar políticas
públicas para resguardar la vida y garantizar su pleno ejercicio eliminando la malnutrición y las
epidemias.
El derecho a la integridad física, es un derecho que deriva del derecho a la vida; supone
la ausencia de menoscabo en el cuerpo y en su salud, es decir, que no se le apliquen castigos
que puedan ocasionar daños generando incapacidad para trabajar, que esté exento de
enfermedades, deformaciones, mutilaciones, perturbaciones funcionales o alteraciones
mentales.
El derecho a la integridad psicológica implica en la capacidad y potestad que tiene la
persona a que no deterioren el equilibrio emocional y psicológico a través de acciones
sistemáticas y sostenidas; implica el respeto de su autonomía personal.
El derecho a la integridad moral consiste en la capacidad o potestad que tiene la
persona a desarrollar su vida de acuerdo al orden de valores que conforman sus convicciones,
sin sufrir intromisiones externas que le obliguen a asumir convicciones ajenas o extrañas con
las que no comparte.
Finalmente, el derecho a la integridad sexual consiste en la capacidad o potestad que
tiene la persona para no sufrir violencia o agresión sexual en su ámbito familiar como en el
social.
El derecho a la vida tiene como contenidos esenciales los siguientes: a) el derecho a la
manifestación biológica, es decir, a existir; b) el derecho a la realización de la dignidad humana;
y c) el derecho a que no le priven de su vida.
El art. 15 de la Constitución consagra el derecho, además constituye obligaciones
negativas y positivas para el Estado, a objeto de garantizar su pleno goce y ejercicio efectivo.
En resguardo del derecho a la vida, la norma constitucional proscribe la pena de muerte
y prohíbe toda forma de tortura, tratos crueles, inhumanos, degradantes o humillantes; también
prohíbe y sanciona la desaparición forzosa de persona, la trata y tráfico de personas.
3. Derecho a la salud
El derecho a la salud consiste en la potestad o capacidad que tiene toda persona para
lograr un estado en el que su ser orgánico pueda ejercer normalmente todas sus funciones
orgánicas, fisiológicas, físicas y mentales; un estado de normalidad y regularidad en el
desarrollo de sus facultades y capacidades orgánicas, fisiológicas y psicológicas.
El contenido mínimo del derecho a la salud, que incluye el derecho a entornos
saludables, precisando lo siguiente: el mejoramiento de todos los aspectos de la higiene
ambiental e industrial entraña, en particular, la necesidad de velar por el suministro adecuado
de agua limpia potable y la creación de condiciones sanitarias básicas; la prevención y
reducción de la exposición de la población a sustancias nocivas, tales como radiaciones y
22
sustancias químicas nocivas u otros factores ambientales perjudiciales que afectan directa o
indirectamente a la salud de los seres humanos.
El derecho a la salud genera obligaciones positivas y negativas para el Estado.
Las obligaciones positivas en el sentido de que el Estado debe adoptar políticas de
orden legislativo, administrativo y jurisdiccional para garantizar el ejercicio efectivo del Derecho;
al respecto el art. 18 de la Constitución, a tiempo de consagrarlo, prevé que el sistema de salud
será único, universal, gratuito, equitativo, intracultural, intercultural, participativo, con calidad,
calidez y control social; de otro lado el art. 35 prevé que el Estado protegerá el derecho; el art.
36 dispone que el Estado garantizará el acceso al seguro universal de salud; y el art. 37 impone
al Estado la obligación de garantizar y sostener el derecho a la salud.
El derecho a la salud tiene los siguientes elementos esenciales: a) el derecho a
mantener un estado sano de salud; b) el derecho a entornos saludables; y c) derecho a la salud
preventiva y curativa.
4. El derecho al agua
La capacidad o potestad que tienen todas las personas para acceder a la provisión
oportuna, efectiva y permanente del agua como elemento esencial y básico para su consumo
habitual en la alimentación y la producción de sus alimentos.
Este derecho fundamental, consagrado por el art. 16 de la Constitución, genera
obligaciones positivas para el Estado, pues deberá adoptar políticas administrativas y
legislativas para garantizar un adecuado suministro de agua a todas las personas en función a
sus necesidades.
Es importante señalar que en el contenido esencial del derecho se tiene, el derecho al
abastecimiento de agua, lo que debe ser continuo y suficiente para los usos personales y
domésticos; estos usos comprenden normalmente el consumo, el saneamiento, la preparación
de alimentos y la higiene personal y doméstica. El otro elemento es el derecho al agua
saludable; lo que significa que el agua que se abastece debe ser salubre, y por tanto, no ha de
contener microorganismos o sustancias químicas o radioactivas que puedan constituir una
amenaza para la salud de las persona.
Cabe señalar que los antecedentes para la consagración del derecho al agua se dieron
en el contexto internacional, cuando en noviembre del 2002, el Comité de Derechos
Económicos, Sociales y Culturales (CDESC), de las Naciones Unidas, reconoció (en la
observación General Nº 15 sobre el cumplimiento de los artículos 11 y 12, del PIDESC), de
manera explícita el acceso al agua segura como un derecho humano fundamental. El Comité de
Derechos Económicos, Sociales y Culturales (CDESC), establece que "el derecho humano al
agua es indispensable para llevar una vida en dignidad humana" y que éste es "un pre-requisito
para la realización de otros derechos humanos".
De ahí que existe un movimiento internacional orientado a consagrarlo expresamente en
los tratados internacionales; constituyendo la obligación de los gobiernos de respetar el derecho
de acceso al agua potable, en el marco de la legislación sobre derechos humanos se encuadra
de manera amplia en los principios de respeto, protección y satisfacción de las necesidades
humanas.
5. El derecho a la alimentación
23
La capacidad, potestad o facultad que tiene toda persona para tener los alimentos
adecuados y necesarios para llevar una vida saludable y activa, en un nivel adecuado que le
asegure la salud y bienestar. Se trata de un derecho humano que tienen las personas para
acceder física y económicamente en todo momento a los alimentos en cantidad y de calidad
adecuadas para llevar una vida saludable y activa.
La consagración del derecho a la alimentación forma parte de un proceso mundial
impulsado, principalmente por la FAO, para garantizar el goce del derecho humano de toda
persona a un nivel de vida adecuado; enfrentando la pobreza y el hambre que afecta a millones
de personas en el mundo entero.
Se trata de un derecho que debe ser respetado, protegido, facilitado y garantizado por
los Estados y por la comunidad internacional. Es en ese contexto que la nueva Constitución lo
consagra en su art. 16, además impone la obligación positiva para el estado, imponiéndole la
obligación de garantizar la seguridad alimentaria, a través de una alimentación sana, adecuada
y suficiente para toda la población.
6. Derecho a la educación
La potestad o facultad que tiene toda persona para adquirir conocimientos
sistemáticamente organizados y elaborados, recibir y racionalizar la información que existe a su
alrededor, a más de ampliar sus conocimientos a medida que avanza en su desarrollo como ser
humano, ello con la finalidad de que adquiera las herramientas necesarias que le permitan, en
forma eficaz, desempeñarse en la sociedad y el medio cultural en que habita, capacidades,
habilidades y formar su conducta y personalidad, que le permitan enfrentar el complejo
fenómeno de la naturaleza. La educación es algo más que la mera instrucción.
La educación es un derecho de carácter social, porque es inherente no sólo a la persona
sino a la misma sociedad, por cuanto la educación permite generar ciencia, tecnología y
pensamiento; es el instrumento de la reproducción y ampliación del conocimiento; permite
cualificar la mano de obra; contribuye en la generación de la riqueza social; permite desarrollar
y fortalecer la cultura; por tanto, permite establecer y mantener la libertad de un pueblo.
Debe tenerse presente que el derecho a la educación cobra especial relevancia en los
primeros años de la vida de la persona, ya que se trata de la etapa de formación del individuo,
de su acercamiento a la sociedad y a sí mismo, por lo mismo su protección adquiere especial
importancia.
Dada una naturaleza jurídica y su importancia social, el derecho a la educación se
considera como un derecho de carácter prestacional o asistencial, lo que significa que este
derecho configura una obligación positiva para el Estado, pues éste corresponde adoptar
medidas legislativas, administrativas y presupuestarias para garantizar la prestación prioritaria,
permanente y eficiente del servicio público de educación.
En ese orden, para que el derecho a la educación sea ejercido de manera plena y
efectiva, el Estado deberá adoptar básicamente las siguientes medidas: i) establecer y
garantizar que la enseñanza primaria sea gratuita y obligatoria, por lo mismo de acceso
universal; ii) garantizar que la enseñanza secundaria sea también sea obligatoria y accesible a
todos; iii) garantizar que a la enseñanza superior se pueda acceder en condiciones de total
igualdad y conforme a la capacidad de las personas, eliminando toda forma de discriminación
por razones de raza, sexo, religión, condición económica u opinión política; iv) garantizar la
continuidad y estabilidad en las actividades educativas; v) mantener en todos los
establecimientos educativos de igual grado el mismo nivel de enseñanza y unas condiciones
24
equivalentes de calidad del servicio; vi) velar por que no existan discriminaciones en la
preparación de los docentes y garantizar el respeto de la carrera docente.
El derecho a la educación tiene como contenido esencial los siguientes elementos: 1) el
derecho a recibir una formación que asegure el pleno desarrollo de la personalidad; 2) el
derecho de acceso al servicio en igualdad de condiciones y oportunidades, así como la
permanencia hasta concluir el proceso; 3) el derecho a una educación básica o primaria
gratuita; 4) el derecho a una evaluación objetiva del rendimiento escolar; 5) el derecho a la
calidad de la enseñanza; y 6) el derecho a un tratamiento disciplinario exento de
arbitrariedades.
La nueva Constitución lo consagra como un derecho fundamental en su art. 17,
previendo que el derecho será ejercido en todos los niveles de manera universal, productiva,
gratuita, integral e intercultural, sin discriminación. En los arts. 77 y siguientes, la Constitución
impone una serie de obligaciones positivas al Espado para garantizar el ejercicio del derecho a
la educación.
7. Derecho a un hábitat
Se entiende como la facultad o potestad que tiene una persona de contar con un
conjunto local de condiciones geofísicas en las que pueda desarrollar su vida en el marco de
resguardo de su dignidad humana, en condiciones de normalidad y en un equilibrio con el
ecosistema.
Se trata de un derecho vinculado al medioambiente y la biodiversidad que tiene por
finalidad mejorar la calidad de vida de la persona y su familia, a partir de la creación de las
condiciones necesarias y básicas para dotarle de una vivienda en una adecuado hábitat, con
ello mejorar las condiciones de salud.
El art. 19 de la Constitución lo consagra como un derecho fundamental que tiene por
finalidad dignificar la vida familiar y comunitaria.
8. Derecho a la vivienda
Se entiende como la capacidad y potestad de acceder y contar con una habitación o
morada donde la persona pueda desarrollar, junto a su familia, su vida cotidiana, con las
condiciones necesarias y básicas para la realización de su dignidad familiar.
Se trata de un derecho fundamental, consagrado por el art. 19, que genera obligaciones
positivas para el Estado, mismo que debe crear las condiciones básicas, a través de políticas y
programas, para que las personas puedan acceder a una vivienda familiar. De hecho asé lo
prevé expresamente el parágrafo II del art. 19 de la Constitución.
9. Derecho de acceso a los servicios básicos
Se trata de un nuevo derecho consistente en la capacidad y potestad que tienen las
personas de acceder a la aprovisionamiento y atención de los servicios básicos de saneamiento
y comunicaciones, necesarios para mejorar su calidad de vida; servicios como agua potable,
alcantarillado, electricidad, gas domiciliario, postal y telecomunicaciones.
Es un derecho prestacional, ya que para su ejercicio requiere de políticas estatales que
garanticen el aprovisionamiento de los servicios, para lo que deberán crearse las entidades
proveedoras de los servicios. Por ello, este derecho genera obligaciones positivas para el
Estado.
25
Unidad Nº 11:
LOS DERECHOS CIVILES Y POLITICOS
1. Caracterización de los derechos civiles y políticos
Se trata de un grupo de derechos que tiene su fundamento en el valor supremo de la
libertad, en su dimensión de estatus personal.
Son derechos que tienen por finalidad resguardar y proteger el ámbito de
autodeterminación personal, frente a las acciones provenientes del Estado o de los particulares;
de manera que su objetivo es preservar y proteger el libre desarrollo de la personalidad.
En su Capítulo Tercero, del Título II, arts. 21 al 26, la Constitución consagra los
derechos individuales civiles y políticos, ampliando el catálogo reducido que contenía la
Constitución abrogada; así, se puede advertir que incorpora en el catálogo el derecho a la
intimidad, los derechos al honor, la honra, la dignidad y la imagen; la libertad de conciencia y
religión, derecho a la información, el derecho a la ciudadanía, y el derecho al asilo; sin embargo,
omite incorporar otros derecho como el derecho de acceso a la justicia o tutela judicial efectiva,
pues lo proclama como garantía constitucional no como derecho fundamental; también omite
consagrar el derecho a la nacionalidad, el derecho al nombre, entre otros.
2. Derecho a la autoidentificación cultural
Se trata de un derecho coherente con el nuevo tipo de Estado Plurinacional Comunitario;
consiste en la facultad y potestad que tiene toda persona para identificarse libremente con una
determinada cultura, o a definir por su propia cuenta y exenta de toda ingerencia su identidad
cultural.
La base y sustento del derecho a la autoidentificación cultural es el derecho al libre
desarrollo de la personalidad; de manera que toda persona, por sí misma, en ejercicio de su
autodeterminación personal se autoidentifique con una determinada cultura a la que se
considere vinculado.
3. Derecho a la privacidad o intimidad
El derecho a la intimidad o la vida privada consiste en la potestad o facultad que tiene
toda persona para mantener en reserva determinadas facetas de su personalidad; tiene como
uno de sus elementos esenciales la inviolabilidad de la vida privada referida a su escenario o
espacio físico en el que se desenvuelve como es el domicilio, a los medios relacionales como
es la correspondencia u otros medios de comunicación, y a los objetos que contienen
manifestaciones de voluntad o de conocimiento no destinadas originalmente al acceso de
extraños, es decir, escritos, fotografías u otros documentos.
Eduardo Novoa Monreal considera que “La vida privada está constituida por aquellos
fenómenos, comportamientos, datos y situaciones de una persona que normalmente están
sustraídos al conocimiento de extraños y cuyo conocimiento por éstos puede turbarla
moralmente por afectar su pudor o su recato, a menos que esa misma persona asienta a ese
conocimiento”.
El derecho a la intimidad o la vida privada es un derecho que constituye obligaciones
negativas, lo que significa la prohibición de ingerencia o intromisión de extraños en la vida
privada de la persona titular del derecho; empero, tomando en cuenta que el ejercicio de los
derechos fundamentales no es absoluto sino que encuentra límites en el derecho de los demás,
27
Desde otra perspectiva el derecho al honor es el que toda persona tiene a ser tratada
conforme a la prioridad ontológica y moral que le otorga su propia condición humana, y de
acuerdo con las cualidades que la distinguen en su obrar. Este derecho, se constituye en una
parte del núcleo esencial de derecho a la dignidad humana; por ello se lo vulnera cuando su
titular es tratado como cosa y no como persona, como medio y no como fin, con
desconocimiento del realce y de la primacía que ostenta todo integrante del género humano;
así, por ejemplo, cuando a una persona se le somete a esclavitud, o cuando se le aplican tratos
o penas degradantes, o se le hace objeto de discriminaciones o marginaciones por razón de
raza, sexo, religión u otros motivos. Con mucha frecuencia se tiende a considerar el honor como
sinónimo de la honra, lo cual es impropio ya que entre ambos existe una diferencia claramente
definida por la doctrina, pues mientras el honor constituye un concepto interno de la persona, la
honra constituye el concepto objetivo externo que se tiene de la persona.
La nueva Constitución lo consagra en su art. 21.2).
b) Derecho a la honra
Según la doctrina del Derecho Constitucional de los Derechos Humanos, el derecho a la
honra, es la estimación o deferencia con la que cada persona debe ser tenida y tratada por los
demás miembros de la colectividad que le conocen; es el derecho que tiene toda persona a que
el Estado y las demás personas reconozcan y respeten la trascendencia social de su honor. Es
un derecho que se gana de acuerdo a las acciones realizadas por cada persona, de manera
que en virtud de ellas pueda gozar del respeto y admiración de la colectividad como
consecuencia de su conducta correcta e intachable acorde con valores de la ética y la moral, o,
por el contrario, carezca de tal imagen y prestigio, en razón a su indebido comportamiento
social; cabe advertir que la honra, se constituye en una valoración externa de la manera como
cada persona proyecta y presenta su imagen; de manera que las actuaciones buenas o malas,
son el termómetro positivo o negativo que la persona irradia para que la comunidad se forme un
criterio objetivo respecto de la honorabilidad de cada ser; pues las buenas acciones acrecientan
la honra, las malas decrecen su valoración. En este último caso se entiende que no se puede
considerar vulnerado el derecho a la honra de una persona, cuando es ella misma quien ha
impuesto el desvalor a sus conductas y ha perturbado su imagen ante la colectividad.
c) Del Derecho a la dignidad humana
La doctrina del Derecho Constitucional de los Derechos Humanos, considera a la
dignidad humana como un valor supremo inherente al Estado democrático de Derecho, por lo
mismo lo conceptúa como aquel que tiene todo hombre para que se le reconozca como un ser
dotado de un fin propio, y no cual simple medio para fines de otros. Equivale al merecimiento de
un trato especial que tiene toda persona por el hecho de ser tal.
En el sistema constitucional boliviano, la dignidad humana tiene una doble dimensión, de
un lado, se constituye en un valor supremo sobre el que se asienta el Estado social, de Derecho
Plurinacional Comunitario, as{i lo proclama el art. 8.II de la Constitución; y, del otro, en un
derecho fundamental de la persona, conforme lo ha consagrado el art. 21.2) de la Constitución.
En la dimensión de derecho fundamental, la dignidad humana es la facultad que tiene toda
persona de exigir de los demás un trato acorde con su condición humana. El Tribunal
Constitucional, en su SC 0338/2003-R de 19 de marzo, lo ha definido como aquel: “que tiene
toda persona por su sola condición de 'humano', para que se la respete y reconozca como un
ser dotado de un fin propio, y no como un medio para la consecución de fines extraños, o
ajenos a su realización personal. La dignidad es la percepción de la propia condición humana, y
de las prerrogativas que de ella derivan”.
31
limitación que surge del derecho humano consagrado por el Art. 14 de la Convención
Americana sobre Derechos Humanos o Pacto de San José de Costa Rica.
8. Derecho a la libertad de residencia, permanencia y circulación
Este derecho consiste en la capacidad, potestad o facultad que tiene toda persona de
transitar libremente dentro del territorio nacional, de salir o ingresar al territorio nacional, y de
fijar su domicilio en el lugar que creyere conveniente a sus intereses. Este es un derecho que
deriva del valor supremo de la libertad en su dimensión del status personal; por lo mismo está
vinculado al derecho fundamental de la libertad física y el derecho al libre desarrollo de la
personalidad.
La libertad de tránsito o derecho de locomoción implica la facultad de desplazarse o
circular libremente en todo el territorio del Estado, entrar o salir del mismo, previo cumplimiento
de los requisitos previstos en el ordenamiento jurídico, tales como portar el respectivo pasaporte
para salir del territorio nacional, o no tener una orden judicial de arraigo. Ello significa que la
exigencia del cumplimiento de los requisitos de orden administrativo no se considera, ni debe
ser considerada, como una lesión o vulneración, salvo que se pretenda imponer de manera
desproporcionada, injustificada y arbitraria, sin la debida justificación razonable sustentada en
derecho.
La libertad de elección y fijación de la residencia implica la facultad que tiene la persona
de optar por un determinado lugar en el que establezca su domicilio tomando en cuenta los
beneficios y perjuicios, derechos, obligaciones y cargas que, materialmente o por decisión de
los poderes públicos competentes, corresponden a los residentes de un determinado lugar.
9. Derecho a la libertad física
En términos generales se puede señalar que la libertad es la facultad natural que todo
ser humano ejerce para determinar por sí mismo cada uno de sus actos o decisiones, es una
capacidad de autodeterminarse en el espacio, el tiempo y la estructura social-política, sin
restricciones o limitaciones que no provengan de una justa causa y estén determinadas en una
ley.
El derecho a la libertad física significa autonomía de movimiento efectivo de una persona
sin que exista interferencia o restricción ilegal o indebida alguna. Es uno de los derechos
fundamentales más importantes para la persona, pues de su ejercicio pleno depende el libre
desarrollo de la personalidad; por ello está consagrado expresamente por el art. 23.
El derecho a la libertad física genera obligaciones negativas para el Estado, lo que
significa que el Estado no debe ni puede interferir la esfera de la autonomía personal,
comprendiéndose en dicha esfera el derecho objeto del análisis, de manera que no debe ni
puede suprimir este derecho, salvó de manera excepcional en aquellos casos en los que sea
necesario para preservar los derechos de los demás, la seguridad de todos, el bienestar general
y el desenvolvimiento democrático; por ello la Constitución ha previsto, en su art. 23.III, que
“Nadie podrá ser detenido, aprehendido o privado de su libertad, salvo en los casos y según las
formas establecidas por la ley. La ejecución del mandamiento requerirá que éste emane de
autoridad competente y que sea emitido por escrito”.
De lo referido se infiere que el derecho a la libertad física o derecho de locomoción, no
puede ser restringido ni suprimido sino en casos excepcionales, previo cumplimiento de las
condiciones de validez constitucional previstas por el art. 23.III de la Constitución. Esas
condiciones de validez constitucional son:
34
17
Opinión Consultiva OC-16/99, del 1 de octubre de 1999, párrafo 117.
18
Caso Genie Lacayo, sentencia del 29 de enero de 1997, párrafo 74.
35
proceso, ha manifestado que este derecho '... entre su ámbito de presupuestos exige que toda
Resolución sea debidamente fundamentada. Es decir, que cada autoridad que dicte una
Resolución debe imprescindiblemente exponer los hechos y al margen de ello, la
fundamentación legal que sustenta la parte dispositiva de la misma”. En el ámbito de la
jurisprudencia comparada, el Tribunal Constitucional de España, en su STC 14/1991, de 28 de
enero, ha señalado lo siguiente: “(..) la obligación de motivar las Sentencias que el art. 120.3 de
la Constitución impone a los órganos judiciales, puesta en conexión con el derecho a la tutela
judicial protegido por el art. 24.1 de la propia Constitución –entendido como derecho a una
resolución jurídicamente fundada- conduce a integrar en el contenido de esta garantía
constitucional el derecho del justiciable a conocer las razones de las decisiones judiciales y, por
tanto el enlace de las mismas con la ley y el sistema general de fuentes, de la cual son
aplicación. La motivación de las Sentencias es por consiguiente, una consecuencia necesaria
de la propia función judicial y de su vinculación a la Ley y el derecho constitucional del
justiciable a exigirla encuentra su fundamento, por otro lado coincidente con el interés general
de la comunidad, en que el conocimiento de las razones que conducen al órgano judicial a
adoptar sus decisiones constituye instrumento, igualmente necesario, para contrastar su
razonabilidad a los efectos de ejercitar los recursos judiciales que procedan y en último término,
a oponerse a decisiones arbitrarias que resulten lesivas del derecho a la tutela judicial efectiva
que reconoce la constitución”.
d) Derecho a la ejecución de las resoluciones judiciales firmes, consiste en el
derecho que tiene la persona que interviene en el proceso judicial a que las resoluciones
adoptadas por la autoridad judicial y que adquieran la calidad de cosa juzgada sean ejecutadas
en los mismos términos en que fueron expedidas; lo que supone el cumplimiento de las
situaciones jurídicas declaradas en la resolución judicial. Al respecto, en la jurisprudencia
constitucional comparada se tiene que el Tribunal constitucional de España, en su STC
125/1987, de 15 de julio, ha definido lo siguiente: “Se satisface [el derecho de ejecución] cuando
los Jueces y Tribunales a quienes corresponde hacer ejecutar lo juzgado (art. 117.3 de la
Constitución), según las normas de competencia y procedimiento aplicables, y con
independencia de que la resolución a ejecutar haya de ser cumplida por un ente público,
adoptan las medidas oportunas para el estricto cumplimiento del fallo, sin alterar el contenido y
el sentido del mismo. En principio corresponde al órgano judicial competente, en su caso, a
petición de los interesados cuando proceda según las leyes, deducir las exigencias que impone
la ejecución de la Sentencia en sus propios términos interpretando en caso de duda cuales
sean estos, y actuar en consecuencia, sin que sea función del Tribunal Constitucional sustituir a
la autoridad judicial ene este cometido. Ello no obstante si un Juez o Tribunal se aparta, sin
causa justificada, de lo previsto en el fallo que debe ejecutarse o se abstiene de adoptar las
mediadas necesarias para su ejecución, cuando le sea legalmente exigible, estaría vulnerando
el art. 24.1 de la Constitución, supuesto en el que corresponde al Tribunal Constitucional, en el
ámbito del recurso de amparo, el reconocimiento y restablecimiento del derecho constitucional
infringido”.
10.2. El derecho al debido proceso
El debido proceso es una garantía de legalidad procesal para proteger la libertad, la
seguridad jurídica, la racionalidad y fundamentación de las resoluciones judiciales o
administrativas.
Significa que los conflictos o controversias que se presenten en cualquier proceso estén
previamente reguladas en el ordenamiento jurídico, el cual debe señalar las pautas que
procuren el respeto de los derechos y obligaciones de las partes procesales para que ninguna
38
actuación de las autoridades tenga origen en su propio arbitrio, sino que obedezca a los
procedimientos descritos en la ley y los reglamentos
Según el constitucionalista Pritchett: "el debido proceso en las actuaciones judiciales exige
que los litigantes tengan beneficio de un juicio imparcial ante los tribunales y que sus derechos se
acomoden a lo establecido por disposiciones jurídicas generales aplicables a todos aquellos que se
hallen en una situación similar. En último término, significa el derecho de toda persona a un
proceso justo y equitativo”.
El derecho al debido proceso, de acuerdo a la jurisprudencia constitucional establecida
en la SC 0683/2011-R, de 16 de mayo, es: “(…) el derecho de toda persona a un proceso justo y
equitativo, en el que sus derechos se acomoden a lo establecido por disposiciones jurídicas
generales aplicables a todos aquellos que se hallen en una situación similar; es decir,
comprende el conjunto de requisitos que deben observarse en las instancias procesales, a fin de
que las personas puedan defenderse adecuadamente ante cualquier tipo de acto emanado del
Estado que pueda afectar esos derechos reconocidos por la Constitución Política del Estado así
como los Convenios y Tratados Internacionales”.
La Corte Interamericana de los Derechos Humanos, en su Opinión Consultiva Nº OC-
9/87, ha señalado que el debido proceso "abarca las condiciones que deben cumplirse para
asegurar la adecuada defensa de aquellos cuyos derechos u obligaciones están bajo
consideración judicial"; se trata de "un derecho humano el obtener todas las garantías que
permitan alcanzar decisiones justas, no estando la administración excluida de cumplir con este
deber. Las garantías mínimas deben respetarse en el procedimiento administrativo y en
cualquier otro procedimiento cuya decisión pueda afectar los derechos de las personas" (Caso
Baena Ricardo y otros, sentencia del 2 de febrero del 2001, párrafo 127).
El derecho al debido proceso, en el sistema constitucional boliviano tiene una triple
dimensión; de un lado es un principio constitucional que fundamenta el ejercicio de la
jurisdicción ordinaria, así lo proclama el art. 180.I de la Constitución; en segundo lugar, es un
derecho fundamental, consagrado por el art. 8 de la Convención Americana sobre Derechos
Humanos y el art. 14 del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos, que forman parte
del Bloque de Constitucionalidad; y en tercer lugar es una garantía constitucional, así lo
consagran los arts. 115.II al 121 de la Constitución.
El derecho al debido proceso, por previsión expresa del art. 8 de la Convención
Americana sobre Derechos Humanos y el art. 14 del Pacto Internacional de Derechos Civiles y
Políticos, tiene elementos esenciales consagrados como garantías mínimas, que se describen a
continuación:
10.2.1. Derecho al Juez natural, independiente, competente e imparcial
Uno de los elementos constitutivos del debido proceso es el derecho que tiene toda
persona sometida a proceso para la determinación de una responsabilidad penal, administrativa
o la determinación de una obligación o definición de un derecho, el de ser oído y juzgado por un
juez o tribunal competente, independiente e imparcial constituido por una ley anterior al hecho.
Este derecho está consagrado por el art. 8.1 de la Convención Americana sobre
Derechos Humanos; 14.1 del Pacto Internacional de los Derechos Civiles y Políticos; los arts. 14
y 16.IV de la Constitución, normas que determinan que toda persona tiene derecho a ser oída,
en cualquier proceso, por un "tribunal competente, independiente e imparcial"; es importante
señalar que el cumplimiento de estos tres requisitos permite garantizar la correcta determinación
de los derechos y obligaciones de las personas; cabe advertir que tales características, además,
deben estar presentes en todos los órganos del Estado que ejercen función jurisdiccional. Al
39
en que las audiencias, interrogatorios y demás actuaciones del proceso penal puedan ser
comprendidas por el imputado, desarrollándose en el idioma que entiende y habla, se estará
garantizando el ejercicio real de ese derecho, dado que el mismo no se agota en la defensa
técnica que pueda tener el imputado, sino que comprende a la defensa material, en virtud de la
cual se le da una intervención activa dentro del proceso, para que pueda formular peticiones y
realizar las observaciones que considere oportunas (..) el juzgador está en la obligación de velar
porque ese derecho se efectivice, por lo que ante una solicitud efectuada en ese sentido por el
imputado o su abogado defensor, el juzgador debe designar a un traductor o intérprete, lo
contrario significaría vulnerar el derecho a la defensa del imputado y la garantía del debido
proceso, así como también el derecho a la seguridad jurídica”.
Posteriormente, al resolver un recurso de hábeas corpus en el que se denunció la
vulneración del derecho al debido proceso, en su elemento del derecho del imputado a un
traductor o intérprete, a cuya consecuencia se colocó en indefensión al imputado y se le
restringió su derecho a la libertad física, el Tribunal Constitucional, en su SC 0058/2006-R, de
18 de enero, abordó más profundamente el tema y estableció la siguiente jurisprudencia: “(..) la
norma prevista por el art. 8.2 inc. a) de la Convención Americana sobre Derechos Humanos
dispone que ‘Toda persona inculpada de delito tiene derecho a que se presuma su inocencia
mientras no se establezca legalmente su culpabilidad. 2. Durante el proceso, toda persona tiene
derecho, en plena igualdad, a las siguientes garantías mínimas: a. derecho del inculpado de ser
asistido gratuitamente por el traductor o intérprete, si no comprende o no habla el idioma del
juzgado o tribunal’; el citado derecho es considerado por la doctrina constitucional como una
garantía que permite asegurar el derecho a la defensa en el marco de los procesos penales,
ello porque se constituye en el pilar fundamental para el ejercicio del derecho la defensa del
imputado, toda vez que la ignorancia del idioma utilizado por el juez o tribunal o la dificultad de
su comprensión por parte del imputado, pueden constituir un obstáculo para el ejercicio del
derecho de defensa; por ello la Corte Interamericana de Derechos Humanos ha considerado
que este derecho se constituye en ‘un factor que permite superar eventuales situaciones de
desigualdad en el desarrollo de un proceso’. De lo referido se infiere que el derecho del
imputado de ser asistido gratuitamente por el traductor o intérprete, si no comprende o no habla
el idioma que utiliza el juez o tribunal se constituye en un elemento esencial del derecho al
debido proceso, ya que sólo al contar con un traductor o intérprete podrá comprender
plenamente en su idioma materna todo cuanto acontece en las diferentes actuaciones
procesales, así como le permitirá tener una comunicación correcta con su abogado así como
con el juez o los miembros del tribunal, de manera que así podrá asumir plenamente su defensa
tanto material como técnica; por lo tanto, si el sindicado no comprende o no habla el idioma del
juez o tribunal a cargo de la etapa preparatoria y posterior juicio, necesariamente deberá
designársele un intérprete o traductor para que en su lengua materna le ponga en conocimiento
de todas las actuaciones y situaciones que se van suscitando sobretodo en la realización de las
declaraciones y las audiencias públicas”.
Sobre la base de las consideraciones glosadas, el Tribunal Constitucional, en la misma
sentencia constitucional, definió que “(..) el derecho a ser asistido gratuitamente por un traductor
o intérprete, es una de las garantías que conforman el debido proceso, y encuentra su
fundamento en el derecho a la defensa, toda vez que sólo en la medida en que las audiencias,
interrogatorios y demás actuaciones del proceso penal puedan ser comprendidas por el
imputado, desarrollándose en el idioma que entiende y habla, se estará garantizando el ejercicio
real de ese derecho, dado que el mismo no se agota en la defensa técnica que pueda tener el
imputado, sino que comprende a la defensa material, en virtud de la cual se le da una
intervención activa dentro del proceso, para que pueda formular peticiones y realizar las
observaciones que considere oportunas”. Finalmente, en el examen de la problemática concreta
41
que esta información debe ser “expresa, clara, integral y suficientemente detallada para permitir
al acusado que ejerza plenamente su derecho a la defensa y muestre al juez su versión de los
hechos”; también ha señalado que el investigado, “antes de declarar, deberá conocer de manera
oficial cuáles son los hechos que se le imputan, no tendrá que deducirlos de la información
pública o de las preguntas que se le formulan”.
10.2.4. El derecho del acusado a contar con un tiempo y los medios adecuados para la
preparación de su defensa
Según la norma prevista por el art. 8.2.c de la Convención Americana sobre Derechos
Humanos, toda persona inculpada de haber cometido un delito tiene derecho a la concesión del
tiempo y de los medios adecuados para la preparación de su defensa. La norma convencional,
alude a dos derechos; por un lado, a contar con el tiempo adecuado para preparar la defensa, y
por el otro, a contar con los medios, igualmente adecuados, para tal efecto.
Los derechos referidos, están estrechamente vinculados al derecho a la defensa, es más,
se podría afirmar que en la legislación boliviana está incluido en los alcances del derecho a la
defensa que consagra el art. 119.II de la Constitución, pues es a través de la presentación y
producción de la prueba que el procesado ejerce su defensa enervando los argumentos de la
acusación.
El ejercicio de los derechos mencionados implica diversos aspectos, entre los que se
pueden mencionar los siguientes:
* El imputado o procesado debe ser debidamente informado y con la antelación necesaria
de todas las actuaciones judiciales que se realizarán en el proceso penal.
* El imputado pueda participar en todas las actuaciones judiciales concernientes al proceso
penal.
* Exista un plazo prudencial y adecuado entre la actuación en la que se le informa de la
imputación del delito o la acusación formal y la celebración del juicio oral, que permita al imputado o
procesado preparar su defensa recopilando, obteniendo y organizando la prueba de descargo.
* El imputado o procesado pueda acceder a los documentos y pruebas de cargo y descargo
con la suficiente antelación que le permita preparar su defensa.
* El imputado o procesado pueda utilizar y presentar los medios de prueba pertinentes a su
defensa.
10.2.5. El derecho a la defensa y asistencia profesional
Potestad y facultad para desarrollar los actos procesales necesarios, así como producir y
presentar todas las pruebas necesarias para desvirtuar los términos y extremos de la imputación o
acusación que pesa en su contra.
El derecho a la defensa, como señala Fernández Segado, se sustancia en la posibilidad de
acceder a un juicio contradictorio en el que las partes, alegando y probando cuanto estimen
pertinente, puedan hacer valer en condiciones de igualdad sus derechos e intereses legítimos.
No está orientada a demostrar la inocencia del imputado o acusado, sino tiene por finalidad
garantizar que el imputado o procesado sea oído plenamente antes de ser sentenciado a sufrir
pena alguna.
El Tribunal Constitucional de España, en su Sentencia STC 132/1992, ha definido como "un
derecho instrumental que trata de asegurar la efectiva realización de los principios de igualdad y de
contradicción entre las partes, y en los supuestos en que la ley exige su preceptiva intervención
43
persigue garantizar a la parte una defensa técnica, ello comporta que tal asistencia, además de
prestarse de modo real y efectivo, haya de ser proporcionada en determinadas condiciones por los
poderes públicos, por lo que la designación de estos profesionales se torna en una obligación
jurídico-constitucional que incumbe singularmente a los órganos judiciales".
Este derecho está consagrado por el art. 119.II de la Constitución que textualmente
dispone: "Toda persona tiene derecho inviolable a la defensa. El Estado proporcionará a las
personas denunciadas o imputadas una defensora o un defensor gratuito, en los casos en que
éstas no cuenten con los recursos económicos necesarios"; también está consagrado por el art.
8.2.d y e) de la Convención Americana sobre Derechos Humanos, que textualmente dispone:
"Durante el proceso, toda persona tiene derecho, en plena igualdad, a las siguientes garantías
mínimas: d) derecho del inculpado de defenderse personalmente o de ser asistido por un defensor
de su elección y de comunicarse libre y privadamente con su defensor; e) derecho irrenunciable de
ser asistido por un defensor proporcionado por el Estado, remunerado o no, según la legislación
interna, si el inculpado no se defendiere por sí mismo ni nombrare defensor dentro del plazo
establecido por la ley".
El ejercicio de este derecho, como un elemento constitutivo del debido proceso, conlleva
dos elementos esenciales:
Primero, el derecho que tiene el procesado a designar al profesional de su plena confianza,
aun para el caso de que sea el Estado el que proporcione el abogado defensor, el procesado o
encausado deberá expresar su conformidad y confianza en el profesional asignado. Al respecto es
importante señalar que para el Convenio Europeo para la Protección de los Derechos Humanos, el
derecho que se analiza significa "el que el interesado pueda encomendar su representación y
asesoramiento técnico a quien merezca su confianza y considere más adecuado para instrumentar
su propia defensa".
Segundo, el derecho que tiene el procesado de comunicarse libre y privadamente con el
profesional contratado para su defensa, lo que significa que la figura restrictiva de la
incomunicación, que excepcionalmente puede aplicarse a algunas personas detenidas, no alcanza
a la relación detenido, acusado o procesado con el abogado defensor, pues si el derecho consiste
en tener abogado desde el primer momento de la detención y la finalidad es que este profesional lo
oriente y guíe en su defensa, es entendible que no se puede aplicar la incomunicación.
Según la doctrina del Derecho Constitucional, el derecho a la defensa abarca dos
ámbitos importantes; de un lado, la defensa material; y de otro, la defensa técnica. El Código de
Procedimiento Penal ha recogido esa doctrina, y ha consagrado ambos ámbitos del derecho a la
defensa en sus arts. 8 y 9, respectivamente.
La defensa material es aquella que la asume personalmente el inculpado o procesado
para expresar, conforme corresponde, los justificativos o las causas y motivaciones si es que
hubiese incurrido en el delito por el que se lo juzga, para expresar sus observaciones, así como
para desvirtuar la acusación presentando las pruebas respectivas.
Con relación a la defensa material, el Tribunal Constitucional, en su SC 1031/2000-R, de
6 de noviembre, ha establecido la siguiente jurisprudencia: "el derecho a la defensa como uno
de los componentes de la garantía del debido proceso, consiste en la capacidad y posibilidad de
acceder a un juicio contradictorio en el que las partes, alegando y probando cuanto estimen
pertinente, puedan hacer valer en condiciones de igualdad sus derechos e intereses legítimos”.
10.2.6. El derecho a no declarar contra sí mismo y a no confesarse culpable
Este derecho está expresamente consagrado por el art. 8.2.g) de la Convención
Americana sobre Derechos Humanos, por cuyo mandato toda persona tiene derecho "a no ser
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obligado a declarar contra sí mismo ni a declararse culpable"; de otro lado, la norma prevista por
art. 8.3 del mismo tratado, en coherencia con la anterior norma convencional, dispone que "La
confesión del inculpado solamente es válida si es hecha sin coacción de ninguna naturaleza”.
Finalmente, el art. 121.I de la Constitución dispone que “En materia penal, ninguna persona
podrá ser obligada a declarar contra sí misma, ni contra sus parientes consanguíneos hasta el
cuarto grado o sus afines hasta el segundo grado. El derecho de guardar silencio no será
considerado como indicio de culpabilidad”.
Es un derecho que le permite al procesado guardar silencio frente a una acusación que ha
motivado su detención, es decir, a no formular declaración alguna entre tanto no se comunique con
su abogado ni analice los términos y alcances de la acusación planteada en su contra. En suma, le
garantiza a no verse obligado a hacer una declaración de auto culpabilidad.
La Corte Interamericana, en su Sentencia emitida en el caso Maritza Urrutia vs.
Guatemala este derecho “también se tiene que respetar en procedimientos o actuaciones
previas o concomitantes a los procesos judiciales que, de no someterse a tales garantías,
pueden tener un impacto desfavorable no justificado sobre la situación jurídica de la persona de
que se trata”.
10.2.7. Derecho de recurrir el fallo ante Juez o Tribunal Superior
Consiste en la potestad y facultad que tiene toda persona sometida a un proceso judicial
para impugnar o cuestionar la resolución o decisión que afecte a sus intereses y sus derechos,
dentro de la misma estructura judicial que la emitió, para que un Juez o Tribunal superior en la
jerarquía jurisdiccional pueda examinar el caso respecto a la adecuada valoración de los
hechos y la correcta interpretación y aplicación del Derecho.
Este derecho está consagrado por el art. 8.2.h de la Convención Americana sobre
Derechos Humanos, que expresamente prevé lo siguiente: “Toda persona inculpada de delito
tiene derecho a que se presuma su inocencia mientras no se establezca legalmente su
culpabilidad. Durante el proceso, toda persona tiene derecho, en plena igualdad, a las
siguientes garantías mínimas: h) Derecho de recurrir del fallo ante el Juez o tribunal superior”; y
el art. 14.5 del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos, que textualmente dispone lo
siguiente: “Toda persona declarada culpable de un delito tendrá derecho a que el fallo
condenatorio y la pena que se le haya impuesto sean sometidos a un tribunal superior,
conforme a lo prescrito por la ley”.
Se trata de un derecho concebido como un medio de defensa, mediante el cual, la
persona que se considera afectada por una decisión judicial o administrativa la somete el caso a
nuevo estudio para obtener que se revoque, modifique o aclare. Según la doctrina el
fundamento del derecho de impugnar una resolución o decisión, es el reconocimiento que el ius
gentium hizo sobre la naturaleza falible del raciocinio humano y por ello consideró oportuno
establecer un mecanismo en el cual pudiera haber una apreciación más objetiva de los hechos
y del Derecho aplicable al caso; pues es comprensible que la resolución judicial es fruto de acto
humano, el Juez o los jueces de la causa; por lo tanto, puede contener errores o generar
distintas interpretaciones, ya sea en la determinación de los hechos o en la aplicación del
derecho; por lo tanto es necesario establecer una vía expedita para que esa resolución o
decisión sea sometida a una revisión por un Juez o Tribunal de superior jerarquía jurisdiccional.
El derecho objeto de análisis no se satisface con el mero reconocimiento formal del
derecho de impugnación, exige que de establecer en la legislación procesal las vías de
impugnación, deben eliminarse todos aquellos obstáculos que impidan ejercerlo, tales como la
exigencia de demasiados requisitos formales o plazos muy breves para su interposición, etc. De
45
otro lado, la satisfacción del derecho exige que la persona afectada por la resolución o decisión
a impugnarse disponga, en un plazo razonable y por escrito, el texto escrito del fallo o
resolución que esté debida, suficiente y razonablemente motivado en Derecho; pues es de vital
importancia que la persona afectada conozca las razones del fallo para así poder impugnarlas y
rebatirlas.
Con relación a los alcances del derecho objeto de análisis y los requisitos para ser
satisfecho el mismo, la Corte Interamericana de Derechos Humanos, en su sentencia del 30 de
mayo de 1999 emitida en el caso Castilo Petruzzi, interpretando la norma prevista por el art.
8.2.h) del Pacto de San José de Costa Rica, ha establecido la siguiente jurisprudencia: "(...) El
derecho de recurrir del fallo, consagrado por la Convención, no se satisface con la mera
existencia de un órgano de grado superior al que juzgó y condenó al inculpado, ante el que éste
tenga o pueda tener acceso. Para que haya una verdadera revisión de la sentencia, en el
sentido requerido por la Convención, es preciso que el tribunal superior reúna las características
jurisdiccionales que lo legitiman para conocer del caso concreto. Conviene subrayar que el
proceso penal es uno solo a través de sus diversas etapas, tanto la correspondiente a la
primera instancia como las relativas a instancias ulteriores. En consecuencia, el concepto del
juez natural y el principio del debido proceso legal rigen a lo largo de esas etapas y se
proyectan sobre las diversas instancias procesales. Si el juzgador de segunda instancia no
satisface los requerimientos del juez natural, no podrá establecerse como legítima y válida la
etapa procesal que se desarrolle ante él. En el caso que nos ocupa, el tribunal de segunda
instancia forma parte de la estructura militar. Por ello no tiene la independencia necesaria para
actuar ni constituye un juez natural para el enjuiciamiento de civiles. En tal virtud, pese a la
existencia, bajo condiciones sumamente restrictivas, de recursos que pueden ser utilizados por
los procesados, aquéllos no constituyen una verdadera garantía de reconsideración del caso
por un órgano jurisdiccional superior que atienda las exigencias de competencia, imparcialidad
e independencia que la Convención establece".
Resulta necesario advertir que el derecho objeto de análisis no es en esencia un derecho
a la doble instancia, que incorrectamente interpretada podría dar lugar a que se entienda como
el derecho al doble juicio, llevando a duplicar innecesariamente el proceso, se trata de un
derecho de impugnar o recurrir la resolución o fallo para que el Juez o Tribunal superior en
grado pueda revisar el fallo impugnado; de manera que no sea un solo Juez o Tribunal el que
examine definitivamente la causa y ella se cierre para siempre con una sola decisión, que bien
pueda estar equivocada o contener defectos sustantivos, fácticos, orgánicos o procedimentales;
sino por el contrario, se trata de la oportunidad procesalmente regulada de acudir, dentro de las
reglas del debido proceso, ante otra autoridad judicial superior en la jerarquía jurisdiccional para
someter todo o una parte de la actuación judicial con el fin de procurar la atención de las
posiciones de las partes inconformes con la sentencia o con la actuación, o para garantizar la
efectividad de los derechos de las partes que disienten de lo resuelto.
10.2.8. Derecho a la motivación de las decisiones
Es la potestad y facultad que tiene toda persona sometida a proceso de obtener de las
autoridades jurisdiccionales o administrativas una decisión debidamente motivada y fundada en
Derecho, en la que la autoridad respectiva expresa con claridad y precisión sus convicciones
determinativas, es decir, las razones por las cuales se llega a la conclusión que ellas contienen,
la valoración de las pruebas y los fundamentos jurídicos y normativos en que se basan.
Este derecho se constituye en uno de los elementos esenciales del derecho al debido
proceso, y tiene estrecha vinculación con el derecho a la defensa y con el derecho de recurrir el
fallo ante el Juez o Tribunal superior; pues se entiende que si la decisión o resolución no está
46
situación jurídica y pueda estar a derecho, de manera que la negligencia o descuido indebido e
injustificado de los funcionarios del Estado encargados de la persecución y sanción del delito no
le ocasionen una situación de permanente inseguridad e incertidumbre.
Este derecho, como un elemento esencial del derecho al debido proceso, está
expresamente consagrado por el artículo 8.1 de la Convención Americana sobre Derechos
Humanos, y el art. 14.3.c) del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos.
En Bolivia, este derecho no está expresamente consagrado como una garantía
constitucional por el art. 115.II de la Constitución, que textualmente prevé lo siguiente: “El Estado
garantiza el derecho al debido proceso, a la defensa y a una justicia plural, pronta, oportuna,
gratuita, transparente y sin dilaciones”.
Como ha definido el Tribunal Constitucional de España en su STC 5/1985, significa "el
derecho fundamental de toda persona a que su causa se resuelva dentro de un tiempo razonable".
Cabe señalar que, a los fines de una adecuada comprensión de los alcances del derecho
objeto de análisis, el proceso sin dilaciones es aquel proceso que se desenvuelve en condiciones
de normalidad dentro del tiempo requerido y en el que los intereses litigiosos pueden recibir pronta
satisfacción.
Según ha establecido la Corte Interamericana de Derechos Humanos, en su sentencia
del 12 de noviembre de 1997, el derecho a ser juzgado en un plazo razonable "tiene como
finalidad impedir que los acusados permanezcan largo tiempo bajo acusación y asegurar que
ésta se decida prontamente". Cabe señalar que la duración de un proceso penal por largo tiempo
genera una situación de incertidumbre en el procesado, provocando una lesión colateral de sus
derechos fundamentales a la dignidad humana, a la seguridad jurídica; en su caso al trabajo; pero
algo más grave aún, una excesiva prolongación en la tramitación del proceso provoca efectos
negativos en el entorno familiar del procesado, lo que en la práctica se convierte en un
desplazamiento de la responsabilidad penal en los familiares del proceso, algo que está
expresamente prohibido por el art. 5.3 del Pacto de San José de Costa Rica.
el Tribunal Constitucional, en su SC 101/2004, de 14 de septiembre, ha señalado que “la
finalidad que persigue el legislador constituyente boliviano al introducir, en concordancia con los
preceptos internacionales aludidos, el derecho a ser juzgado dentro de un plazo razonable, es
que el imputado pueda definir su situación ante la ley y la sociedad dentro del tiempo más corto
posible, desde un punto de vista razonable; poniendo fin a la situación de incertidumbre que
genera todo juicio, y la amenaza siempre latente a su libertad que todo proceso penal
representa. Con esto se persigue evitar que la dilación indebida del proceso, por omisión o la
falta de la diligencia debida de los órganos competentes del sistema penal, pueda acarrear al
procesado lesión a otros derechos, entre ellos, el de la dignidad y la seguridad jurídica, que
resulten irreparables”.
“(..) las normas que se analizan [art. 133 y Disposición transitoria Tercera del CPP] (..)
están guardando plena compatibilidad con la Constitución; sin embargo, cuando en la última
parte de ambos preceptos, de manera lisa y llana, es decir sin discriminar si la demora en la
tramitación del proceso es atribuible a los órganos estatales competentes de la justicia penal o a
las partes, establecen: Artículo 133.- ‘Vencido el plazo, el juez o tribunal del proceso, de oficio o
a petición de parte, declarará extinguida la acción penal’; Disposición Transitoria Tercera.- ‘Los
jueces constatarán, de oficio o a pedido de parte, el transcurso de este plazo y cuando
corresponda declararán extinguida la acción penal y archivarán la causa’; no guardan plena
compatibilidad con el sentido del orden constitucional y de los pactos sobre derechos humanos
aludidos, pues tal extinción sólo puede ser conforme a la Constitución, cuando se constate que
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la no conclusión del proceso dentro del plazo máximo establecido por ambas disposiciones es
atribuible a omisiones o falta de diligencia debida de los órganos administrativos o
jurisdiccionales del sistema penal y no a acciones dilatorias del imputado o procesado.
“Pues, debe tenerse presente que en el sentido de la Constitución, se vulnera el derecho
a la celeridad procesal y, dentro de ello, a la conclusión del proceso en un plazo razonable,
cuando los órganos competentes de la justicia penal del Estado omiten desplegar,
injustificadamente, la actividad procesal dentro de los términos que el ordenamiento jurídico
establece; por tanto, en sentido del orden constitucional, no habrá lesión a este derecho, si la
dilación del proceso, en términos objetivos y verificables, es atribuible al imputado o procesado.
Un entendimiento distinto no guardaría compatibilidad ni coherencia con las exigencias de
seguridad jurídica que la Constitución proclama [art. 7 inc. a)] así como el deber del Estado de
proteger de manera eficaz, toda lesión o puesta en peligro concreto, de los bienes jurídicos
protegidos por el orden penal boliviano”.
Cabe aclarar que no toda dilación o retraso en el proceso puede ni debe ser considerado
como una violación al derecho, pues las imputables al procesado, aquéllas emergentes de la
negligencia o mala fe del encausado, no pueden ser consideradas como dilación indebida; como
señala el Tribunal Constitucional de España en su amplia jurisprudencia, las dilaciones indebidas,
son "un supuesto extremo de funcionamiento anormal de la Administración de Justicia, con una
irregularidad irrazonable en la duración mayor de lo previsible o tolerable, y además a la
negligencia o inactividad de los órganos encargados de aquella Administración"; a lo referido,
corresponde añadir que dicha dilación indebida afecte seriamente a la libertad personal o física del
procesado.
La satisfacción de este derecho implica la determinación de un plazo razonable para la
duración del proceso penal; empero, no es recomendable el fijar un plazo general y abstracta de
duración del proceso penal en la Ley, pues para establecer un lapso preciso que constituya el
límite entre la duración razonable y la prolongación indebida de un proceso es necesario
examinar las circunstancias particulares de cada caso.
Al respecto la Corte Interamericana de Derechos Humanos, asumiendo la jurisprudencia
establecida por la Corte Europea de Derechos Humanos, en su Sentencia de 29 de enero de
1997 caso Genie Lacayo, ha definido que “se debe tomar en cuenta tres elementos para determinar
la razonabilidad del plazo en el cual se desarrolla un proceso: a) la complejidad del asunto; b) la
actividad procesal del interesado y c) la conducta de las autoridades judiciales”.
10.2.10. El derecho a un proceso público
Este derecho está consagrado por el art. 8.5 de la Convención Americana sobre
Derechos Humanos, por cuyo mandato "El proceso penal debe ser público, salvo en lo que sea
necesario para preservar los intereses de la justicia".
El proceso público constituye uno de los pilares fundamentales del Estado de Derecho y
una base esencial del debido proceso, pues como señala Fernández Segado este derecho tiene
una doble finalidad: por un lado, proteger a las partes de una justicia sustraída al control público, y
por otro, mantener la confianza de la comunidad en los jueces o tribunales; asegura el derecho de
las partes a que el Tribunal decida la causa sin estar sometido a influencias ajenas a la misma,
garantizando en último término el principio de la imparcialidad del Juez.
La Corte Interamericana de Derechos Humanos, en su Sentencia de 18 de agosto de 2000
caso Cantoral Benavides, ha establecido que “varias audiencias que se realizaron en el proceso
ante el fuero común, fueron llevadas a cabo en el interior de establecimientos carcelarios”, lo cual
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considera suficiente para determinar que “el proceso adelantado por el fuero común no reunió las
condiciones de publicidad que exige el artículo 8.5 de la Convención”.
Se entiende que el derecho a un proceso público implica que la tramitación del proceso es
de carácter público, al que puede tener acceso cualquier ciudadano; excepcionalmente podrá
disponerse la tramitación reservada cuando así lo exijan razones de orden moral u orden público o
el respeto a la persona ofendida por el delito o a su familia. Empero, no debe entenderse en el
sentido de que deben difundirse por los medios masivos de comunicación, los datos inherentes a la
personalidad y la identidad del procesado, pues ello afectaría a la garantía de la presunción de
inocencia, motivando una sanción moral y social anticipada y aun antes de demostrarse su
culpabilidad.
10.2.11. Presunción de inocencia, sus alcances y efectos
Consiste en que toda persona sindicada de haber cometido un delito tiene derecho a
que se presuma su inocencia y se lo trate como tal, de manera que no se deduzcan sus
responsabilidades ni apliquen sanciones sin haberlo oído y vencido en el curso de un proceso
dentro del cual haya podido exponer sus propias razones, dar su versión de los hechos, y
esgrimir las pruebas que la favorecen y controvertir aquellas que la condenan.
Según la Corte Interamericana de Derechos Humanos (sentencia del 18 de agosto del
2000), la presunción de inocencia "subyace el propósito de las garantías judiciales, al afirmar la
idea de que una persona es inocente hasta que su culpabilidad sea demostrada".
En cuanto a su contenido, la Corte Interamericana de Derechos Humanos, en su
Sentencia de 18 de agosto de 2000, ha precisado que "el principio de la presunción de
inocencia, tal y como se desprende del artículo 8.2 de la Convención, exige que una persona no
pueda ser condenada mientras no exista prueba plena de su responsabilidad penal. Si obra
contra ella prueba incompleta o insuficiente, no es procedente condenarla, sino absolverla".
Esta derecho implica que el imputado es inocente mientras una sentencia firme no
disponga lo contrario; de manera que no pueden aplicarse medidas que supriman su libertad
salvo las medidas cautelares aplicadas de manera restringida en los casos estrictamente
indispensables. De otro lado, significa que corresponde al acusador demostrar la culpabilidad
del imputado o procesado y no a éste demostrar su inocencia que ya está presumida por la
Constitución; pues la presunción de inocencia tiene que ser desvirtuada como requisito
indispensable para que se haga posible la imposición de penas o de sanciones.
La presunción de inocencia está orientada a proteger el derecho a la dignidad humana y
el derecho a la libertad física de una persona, de manera tal que no se le imponga condena o
sanción alguna entre tanto no se demuestre plenamente su culpabilidad; por ello, la persona
procesada por una presunta infracción de la ley penal no puede ser tratada o presentada a la
opinión pública como un "delincuente", calificación negativa y estigmatizante que sólo puede ser
consecuencia de la declaratoria de culpabilidad pronunciada por la autoridad judicial al término
de un proceso penal con absoluto resguardo y respeto de las garantías constitucionales.
Este derecho está consagrado por el art. 8.2 de la Convención Americana sobre
Derechos Humanos, que dispone que "toda persona inculpada de delito tiene derecho a que se
presuma su inocencia mientras no se establezca legalmente su culpabilidad"; y por el art. 14.2
del pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos, por cuyo mandato “Toda persona
acusada de un delito tiene derecho a que se presuma su inocencia mientras no se pruebe su
culpabilidad conforme a la Ley”. La Constitución, en su art. 116.I, lo consagra como una
garantía constitucional.
10.2.12. El derecho a la no persecución penal múltiple o principio del nem bis in ídem
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Consiste en la potestad o capacidad que tiene toda persona de no ser sometida dos
veces a proceso o ser sancionada dos veces por los mismos hechos.
La Corte Interamericana de Derechos Humanos ha precisado que la garantía del nom
bis in ídem "busca proteger los derechos de los individuos que han sido procesados por
determinados hechos para que no vuelvan a ser enjuiciados por los mismos hechos".
Este derecho, reconocido en otras legislaciones como un principio o como una garantía,
significa la prohibición de juzgar dos veces a una persona por el mismo hecho; por lo tanto, de
impedir que las controversias se reabran indefinidamente con perjuicio de la seguridad jurídica de
las personas y del orden social del Estado; de manera que ampara a una persona del riesgo de un
nuevo proceso para juzgarlo por un hecho sobre el cual ya hubo pronunciamiento judicial definitivo.
En consecuencia, supone la exclusión del doble procesamiento y, en su caso, de la aplicación de la
doble sanción por los mismos hechos.
El derecho no siempre imposibilitará la sanción de unos mismos hechos por autoridades de
distinto orden y que los contemplen, por ello, desde distintas perspectivas; así, por ejemplo, como
ilícito penal y como infracción administrativa o laboral, pero sí impide el que por autoridades del
mismo orden, y a través de procedimientos distintos, se sancione repetidamente la misma
conducta.
Se entiende que un desconocimiento de este derecho significaría una inadmisible
reiteración del ius puniendi del Estado e, inseparablemente, una abierta contradicción con la
garantía de la presunción de inocencia.
Este derecho comprende dos momentos: la primera, para aquellos casos en los que el
imputado sea absuelto mediante sentencia firme pasada en calidad de cosa juzgada, quien no
podrá ser condenado en un segundo juicio; la segunda, para aquellos casos en los que una
persona que ha sido condenada a sufrir una pena no puede ser nuevamente sometido a otro
proceso menos condenado a una pena más grave por el mismo delito.
Este derecho está consagrado por el art. 8.4 de la Convención Americana sobre
Derechos Humanos, por cuyo mandato "El inculpado absuelto por una sentencia firme no podrá
ser sometido a nuevo juicio por los mismos hechos", y por el art. 14.7 del Pacto Internacional de
Derechos Civiles y Políticos por cuya disposición “Nadie podrá ser juzgado ni sancionado por un
delito por el cual haya sido ya condenado o absuelto por una sentencia firme de acuerdo con la
ley y el procedimiento penal de cada país”. La Constitución lo consagra como una garantía
constitucional en su art. 117.II.
Derechos Políticos
1.- Derecho a la libertad de reunión y manifestación pública
Es la capacidad, potestad o facultad que tienen las personas para concurrir a un lugar
determinado, en una fecha anteladamente fijada, para juntarse con otras personas con el objeto
de manifestar sus pareceres, deliberar y considerar asuntos concernientes a sus intereses.
Es un derecho del ámbito esencialmente político en el buen sentido de la palabra;
permite la vinculación de la persona con la institución o gremio a la que pertenece, con la
administración pública y el propio Estado. Para el ejercicio de este derecho, las personas no
requieren de autorización previa. Es un derecho que, a la vez, se constituye en un eficaz
instrumento de defensa de los intereses de la persona, de la sociedad y el Estado; es un
derecho que viabiliza el ejercicio de la libertad de expresión y de petición, además de estar
vinculado esencialmente al derecho de libre tránsito.
51
derechos y obligaciones distinto a los asociados. En su núcleo esencial, presenta una doble
dimensión, de un lado, la positiva que consiste en el derecho de la persona de fundar y
participar de la asociación libremente o de asociarse sin que pueda serle rechazada la
pretensión por razones no justificada debida y razonablemente; y, de otro, la negativa el
derecho de no asociarse, lo que implica que no puede ser obligado a pertenecer a una
asociación si así no lo desea, pues el ejercicio del derecho tiene como elemento constitutivo la
voluntariedad.
Al respecto el Tribunal Constitucional, siguiendo la doctrina, en su SC 1008/2000-R, de 6
de noviembre, ha señalado que el derecho de asociación “(..) contiene en sí mismo dos
elementos complementarios: uno positivo consistente en el derecho a asociarse, entendiéndose
éste como facultad o potestad de toda persona para comprometerse con otras en la realización
de un proyecto colectivo, libremente concertado, de carácter social, cultural, político,
económico, etc. a través de la conformación de una estructura organizativa, reconocida por el
Estado, y; otro negativo consistente en el derecho a no ser obligado directa o indirectamente a
formar parte de una asociación determinada, entendiéndose éste como la facultad o potestad
de todas las personas de abstenerse de formar parte de una determinada asociación y la
expresión del derecho correlativo a no ser obligado, ni directa ni indirectamente a ello si así no
lo desea”.
Empero, tomando en cuenta que el ejercicio de los derechos fundamentales no es
absoluto, por lo mismo puede ser objeto de limitaciones o restricciones de orden legal a los
fines de preservar el derecho de las demás personas, el interés colectivo o las necesidades
públicas, el ejercicio del derecho de asociación en su vertiente o elemento negativo puede ser
limitado, imponiendo la asociación obligatoria, como en el caso de los profesionales, a quienes
el Estado puede imponer la asociación obligatoria a los respectivos colegios de profesionales
con la finalidad de ejercer un control de la calidad del servicio ofrecido, del cumplimiento de las
normas de ética profesional. Empero, en el marco del principio de la reserva legal, la limitación
o restricción deberá ser establecida mediante una Ley.
Al respecto, la Corte Interamericana de Derechos Humanos, como órgano del Sistema
Interamericano de protección y defensa de los derechos humanos, en la Opinión Consultiva
OC-5/85 de 13 de noviembre de 1985, ha señalado que por razones de orden público es válida
la colegiación obligatoria de determinados profesionales (así se podría citar a los de medicina,
la abogacía, o la ingeniería), excluyendo de ello al periodismo, y concluye señalando que a ese
efecto debe entenderse por orden público “(...) como las condiciones que aseguran el
funcionamiento armónico y normal de las instituciones sobre la base de un sistema coherente
de valores y principios, es posible concluir que la organización del ejercicio de las profesiones
está implicada en ese orden".
Respecto a la asociación obligatoria de los profesionales, el Tribunal Constitucional de
Bolivia, en su SC 112/2004, del 11 de octubre, ha señalado lo siguiente: “(..) la persona tiene
derecho a escoger y formarse en una profesión, pero las demás personas tienen derecho a que
el ejercicio de la profesión que aquella ha elegido esté circunscrita dentro del ámbito de los
principios de la ética, de legalidad, de idoneidad, de buena fe, y que al mismo tiempo, existan
mecanismos que controlen tal ejercicio para que, en caso de detectarse alguna conducta reñida
con los principios mencionados, exista una instancia que investigue ese aspecto y, de ser cierta
la contravención, aplique la sanción que corresponda, todo lo cual conlleva una certeza y
confianza de la comunidad en cuanto a que el profesional que atienda sus intereses, o los del
Estado, está sometido a un régimen que resguarda el orden público y el bienestar social”.
53
Unidad Nº 12:
LOS DERECHOS SOCIALES, ECONÓMICOS Y CULTURALES
1. Caracterización de este grupo de derechos
Se trata de un grupo de derechos que tiene su fundamento en el valor supremo de la
igualdad; tiene por finalidad eliminar las diferencias y desigualdades sociales, sobre la base de
la distribución equitativa de la riqueza social, y sobre la base de la solidaridad.
Son derechos de naturaleza prestacional, de manera que el ejercicio y goce pleno de los
mismos requiere de la adopción de medidas de orden legislativo y administrativo, así como de
políticas públicas.
En el Capítulo Quinto, del Título II, arts. 33 al 107, la Constitución consagra los derechos
sociales y económicos, como el derecho al medio ambiente; el derecho a la salud y a la
seguridad social; el derecho al trabajo y al empleo; el derecho a la propiedad; los derechos de la
niñez, adolescencia y juventud; los derechos de las familias; los derechos de las personas
adultas mayores; los derechos de las personas con discapacidad; los derechos de las personas
privadas de libertad; los derechos de las usuarias y los usuarios y de las consumidoras y los
consumidores. En el Capítulo Sexto los derechos a la educación, interculturalidad y derechos
culturales, como el derecho a la educación; el derecho a la educación superior; el derecho a las
culturas; el derecho a la ciencia, tecnología e investigación; el derecho al deporte y recreación;
en el Capítulo Séptimo se consagra el derecho a la comunicación social.
Algo que corresponde destacar es que, la Constitución a tiempo de consagrar los
derechos económicos, sociales y culturales, impone las obligaciones positivas al Estado, para
que adopte políticas administrativas y legislativas a objeto de garantizar su pleno goce y
ejercicio efectivo.
Cabe también advertir que la nueva Constitución incurre en algunos excesos de prever
normas reglamentarias que debieron ser reguladas en la legislación orgánica; además introduce
un conjunto de principios y propósitos que, en algunos casos, no responden a la realidad
económica, social y política del Estado lo que podría provocar que los derechos consagrados no
sean concretizados generando frustraciones colectivas.
2. Derecho al medio ambiente
La capacidad y potestad que tienen las personas a gozar de un medio ambiente sano y
un orden ecológico equilibrado, libre de contaminaciones que le garanticen una calidad de vida,
resguarden su salud y, en última instancia, su vida misma.
Cabe advertir que el derecho al medio ambiente, juntamente a los derechos que forman
parte del grupo de derechos colectivos o de los pueblos, han sido concebidos como un conjunto
de condiciones básicas que rodean al hombre, que circundan su vida como miembro de la
comunidad y que le permiten su supervivencia biológica e individual, además de su desempeño
normal y desarrollo integral en el medio social; por ello responden a la concepción del hombre y
su entorno colectivo, cultural y territorial.
Por ello, se trata de un derecho que corresponde al grupo de los derechos colectivos o
de los pueblos, no así al grupo de los derechos sociales y económicos como incluye la nueva
Constitución con un error de sistemática constitucional.
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El derecho al medio ambiente genera obligaciones positivas para el Estado, toda vez
que tiene que adoptar políticas y medidas de orden administrativo y legislativo para preservar el
medio ambiente, frenando aquellas actividades que la degradan o la contaminan.
Según la doctrina constitucional, el medio ambiente involucra aspectos relacionados con
el manejo, uso, aprovechamiento razonable y sustentable, así como la conservación de los
recursos naturales, el equilibrio de los ecosistemas, la protección de la diversidad biológica y
cultural, el desarrollo sostenible, y la calidad de vida del hombre entendido como parte
integrante de ese mundo natural.
3. Derecho a la seguridad social
También es un derecho de carácter social que consiste en la potestad o capacidad de
toda persona a acceder a los sistemas de protección y resguardo de su vida y salud física y
mental; su seguridad económica, vivienda, descanso y la protección de su núcleo familiar;
cobertura a contingencias inmediatas y mediatas; vale decir, las coberturas de salud preventiva
y curativa, coberturas de riesgos profesionales y accidentes de trabajo; rentas de invalidez, de
vejez, de derechohabientes, y las demás asignaciones familiares.
Es un derecho irrenunciable de carácter prestacional, a cargo de entidades públicas o
privadas, cuyo contenido y extensión dependen de las políticas sociales y económicas del
Estado, que busca mediante la adopción de un sistema organizacional y funcional proporcionar
la cobertura integral de las contingencias adversas que afectan a las personas y a su familia,
especialmente las que menoscaban la salud y la capacidad económica, con el fin de crear unas
condiciones materiales que aseguren una existencia humana digna, sustrato básico para la
realización de los valores, principios y derechos constitucionales. En consecuencia, el derecho
a la seguridad social tiene por finalidad el preservar el capital humano y garantizar el real
ejercicio del derecho a la vida, la salud e integridad física y mental que consagra la propia
Constitución.
No obstante en la práctica fue uno de los derechos de menor realización; es decir, la
mayoría de las personas ven afectado este su derecho. No existe una verdadera seguridad
social que permita preservar al capital humano del Estado. El sistema creado en el país está
basado en el criterio de la relación obrero-patronal, de manera que en cuanto a la salud, sólo
tienen acceso quienes se encuentran en una relación obrero-patronal, excluyéndose a la
mayoría de la población en razón a que trabajan en el sector informal, por cuenta propia o en el
ejercicio libre de la profesión. Lo mismo sucede con el régimen de pensiones y rentas.
Es de esperar que con las normas introducidas por la nueva Constitución mejore la
situación; pero la realización concreta de las normas constitucionales requerida de la adopción
de medidas legislativas y administrativas que posibiliten la implementación de la entidad gestora
y de las prestaciones que cubre el derecho a la seguridad social.
Cabe resaltar que la nueva Constitución amplía el ámbito de cobertura de la seguridad
social de futuras contingencias; pues según las normas previstas por el art. 45 de la
Constitución, el seguro de largo plazo alcanzará también a la discapacidad y necesidades
especiales, así como al desempleo y pérdida del empleo.
4. Derecho a trabajar
Es la potestad, capacidad o facultad que tiene toda persona para desarrollar cualquier
actividad física o intelectual tendiente a generar su sustento diario así como el de su familia.
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Según la doctrina el trabajo es el hecho social constituido por toda actividad humana libre
y lícita, cuyo fin es transformar las cosas para hacerlas útiles y servibles al hombre, lo que
implica que el trabajo implica una actividad transformadora, orientada a acrecentar la capacidad
se servir más eficazmente al hombre de aquellos objetos transformados. En definitiva es una
actividad humana generadora de riqueza social. Por ello, se lo consagra en una doble
dimensión, de un lado, como derecho; y, de otro, como deber de toda persona, así está previsto
en la Constitución, cuando la norma comentada lo consagra como derecho.
Dada su importancia el derecho a trabajar norma parte constitutiva de los derechos
sociales, por ello está consagrado por el Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales
y Culturales, cuyo Art. 6.1 define que el derecho al trabajo es el que tiene toda persona “a tener
la oportunidad de ganarse la vida mediante un trabajo libremente escogido o aceptado”.
Cabe advertir que según la doctrina del Derecho Constitucional de los Derechos
Humanos, el derecho a trabajar debe ser entendido en una doble dimensión, debidamente
diferenciada: la dimensión del derecho de trabajo y, la dimensión del derecho al trabajo.
1º El derecho de trabajo, es el que tiene toda persona a escoger por sí misma el tipo de
actividad o de ocupación más ajustado a las exigencias de su autodeterminación individual, es
lo que en algunas legislaciones, como la española, se conoce también el derecho a la libre
elección de la profesión u oficio. Esta dimensión del derecho le faculta a la persona ejercer
cualquier actividad que no esté legalmente prohibida; asimismo, lo protege contra todo acto por
el cual se pretenda injustamente impedirle que trabaje, o imponerle una prestación laborar de
carácter forzoso u obligatorio.
2º El derecho al trabajo, es el que tiene toda persona a encontrar y mantener una
ocupación que le permita asegurar su propia subsistencia y la de quienes se encuentran bajo su
dependencia económica, es decir, la de su núcleo familiar. Ello supone que este derecho no se
agota en la mera libertad de trabajar, sino que comprende el derecho que tiene la persona a un
puesto de trabajo
La nueva Constitución lo consagra en su art. 46, explicitando que el derecho comprende
trabajo digno, con seguridad industrial, higiene y salud ocupacional, sin discriminación, y con
remuneración o salario justo, equitativo y satisfactorio, que le asegure para sí y su familia una
existencia digna.
Los arts. 47 al 50 de la Constitución prevén un conjunto de normas que constituyen
garantías para el ejercicio y goce del derecho al trabajo, y los elementos esencial del mismo.
5. Derecho a la libertad de sindicalización
Emergente del derecho al trabajo el derecho a la sindicalización consiste en la potestad o
capacidad que tiene toda persona trabajadora a organizar o integrarse a un Sindicato, como
entidad encargada de desarrollar actividades tendientes a defender y promocionar los intereses
y derechos de los trabajadores.
Este derecho tiene una doble dimensión; una positiva, que comprende el derecho de
creación de sindicados y que toda persona trabajadora pueda afiliarse a ellos libremente sin
impedimentos de naturaleza alguna ni discriminaciones por razones de raza, sexo, creencia
religiosa, nivel educativo o económicas, salvo los requisitos y condiciones previstos en el
Estatuto Orgánico y el Reglamento interno de cada Sindicato; y, una dimensión negativa, que
supone el derecho a permanecer al margen de cualquier organización sindical a no afiliarse a
un Sindicato, es decir, que nadie le obligue a una persona afiliarse a una organización sindical.
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adopte medidas legislativas y administrativas, así como políticas públicas para resguardar y
proteger esos derechos.
La Constitución consagra el derecho de las personas adultas mayores a una vejez digna,
con calidad y calidez humana; de ese derecho derivan los siguientes derechos: a) derecho de
acceso a la educación en cualquiera de sus niveles, y a la preparación adecuada para la
jubilación; b) derecho a participar en actividades recreativas, culturales y deportivas promovidas
por las organizaciones, las asociaciones, las municipalidades y el Estado; c) derecho a tener y
vivir en una vivienda digna, apta para sus necesidades y segura; d) derecho a tener acceso al
crédito que otorgan las entidades financieras públicas y privadas; e) derecho a tener acceso a
un hogar sustituto u otras alternativas de atención con el fin de que se satisfagan necesidades
básicas de alimentación, cuido, techo en el marco de una atención integral; f) derecho a un trato
igual respetando la diferencia, lo que significa un trato preferencial cuando efectúe gestiones
administrativas en entidades públicas y privadas a partir de sus condiciones particulares; y g)
Derecho a una renta vitalicia de vejez, en el marco del sistema de seguridad social integral.
10. Derechos de las personas con discapacidad
Conjunto de capacidades y potestades que tienen las personas con discapacidad o
capacidad diferenciada para desarrollarse en igualdad de condiciones, sin discriminación, y así
alcanzar una vida digna.
Este sector social, goza de todos los derechos consagrados por la Constitución, como los
derechos denominados fundamentales, los derechos civiles y políticos, y los derechos
económicos, sociales y culturales; pero, la Constitución les reconoce ciertos derechos
específicamente ligados a su estatus.
En los arts. 70 al 72 la Constitución consagra los derechos específicos de las personas
con discapacidad; entre los que se pueden mencionar los siguientes: a) derecho a ser protegido
por su familia y por el Estado; b) derecho a una educación y salud integral gratuita; c) derecho a
la comunicación en lenguaje alternativo; d) derecho a trabajar en condiciones adecuadas, de
acuerdo a sus posibilidades y capacidades, con una remuneración justa que le asegure una
vida digna; e) derecho al desarrollo de sus potencialidades individuales; f) derecho a una alto
estándar de salud para un tratamiento médico, psicológico y funcional, de igual manera a una
rehabilitación médica y social y otros servicios necesarios para el máximo desarrollo de las
capacidades, habilidades y auto-confianza; y g) derecho a ser tratado con dignidad y respeto.
La Constitución impone obligaciones positivas para que adopte políticas públicas,
medidas de orden legislativo y administrativo para resguardar, proteger y garantizar los
derechos de este grupo social; asumiendo, entre otras medidas de acción positiva para
promover la efectiva integración de las personas con discapacidad en el ámbito productivo,
económico, político, social y cultural, sin discriminación alguna, conforme dispone el art. 71.II de
la Constitución.
11. Derechos de las personas privadas de libertad
Consiste en el conjunto de potestades y capacidades que tienen las personas para ser
tratadas, durante el tiempo que se encuentren privadas de libertad, con respeto y resguardo de
su dignidad humana, exentas de acciones de violencia que vulneren sus derechos no
restringidos legalmente como consecuencia de su privación de libertad.
Para una mejor comprensión de estos derechos, cabe recordar que la restricción del
ejercicio del derecho a la libertad personal o libertad física es una medida activada ante la
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conducta ilícita de la persona; es decir, ante la comisión de un delito; se trata de una restricción
por la vía preventiva, con fines estrictamente procesales, o por la vía punitiva, como una medida
de defensa social frente a la criminalidad, caso en el que la restricción de la libertad debe tener
un fin de reinserción social. Entonces, debe tenerse presente que, frente a una conducta
criminal, lo que se restringe es el derecho a la libertad física, no así los demás derechos
fundamentales de la persona, salvo aquellos que sean estrictamente, tal como el derecho
político a la ciudadanía cuando la persona tenga sentencia condenatoria ejecutoriada.
Conforme a lo referido, un primer derecho que tienen las personas privadas de libertad es
el de ser tratadas con respeto y resguardo de su dignidad humana, así lo determina el art. 73.I
de la Constitución.
Los arts. 73 y 74 de la Constitución, consagran los derechos de las personas privadas de
libertad, entre los que se pueden mencionar los siguientes: a) derecho a comunicarse
libremente con su defensor; b) derecho a la vida; c) derecho a ser tratada con respeto de su
dignidad humana; d) derecho a la integridad personal; e) derecho a la atención médica; f)
derecho a la visita conyugal y familiar; y g) derecho a trabajar.
Los derechos de las personas privadas de libertad generan obligaciones positivas para el
Estado, el que deberá adoptar políticas públicas, así como medidas legislativas y
administrativas, para garantizar el ejercicio efectivo y goce pleno de los derechos consagrados
por la Constitución y el Bloque de Constitucionalidad.
12. Derechos de usuarios y consumidores
Consiste en el conjunto de capacidades y potestades que tienen los usuarios y usuarias
para recibir la provisión de los bienes o servicios, con prontitud y oportunidad, en condiciones
que no pongan en riesgo su vida, integridad física y psicológica, su salud y economía.
Cabe señalar que los derechos de los usuarios y consumidores tienen una doble
dimensión; la individual, cuando las capacidades y potestades son identificables en la cabeza
de una persona en concreto, es decir, cuando una persona individualmente es la usuaria o
consumidora; y la colectiva, cuando las capacidades y potestades no pueden ser identificados
en la cabeza de una persona, ya que pertenecen a toda la colectividad en su conjunto, es decir,
cuando es toda la colectividad la usuaria o consumidora.
La Constitución, en sus arts. 75 y 76 consagra los derechos de los usuarios y
consumidores, entre los que se pueden identificar los siguientes: a) derecho de acceso a los
servicios y productos en condiciones de inocuidad, calidad, y cantidad disponible adecuada y
suficiente, con prestación eficiente y oportuna del suministro; b) derecho a la información
fidedigna sobre las características y contenidos de los productos que consuman y servicios que
utilicen; c) derecho a la protección de la salud y de su seguridad; d) derecho a la protección de
sus intereses económicos y sociales; e) derecho a la reparación de los daños y perjuicios
sufridos con una mala provisión o suministro; f) derecho a la información y educación; y g)
derecho a la protección jurídica, administrativa y técnica.
Derechos económicos
7.2.1. Derecho a la propiedad privada
Este derecho consiste en la potestad, capacidad o facultad que tiene toda persona para
adquirir, poseer, usar, gozar y disponer de un bien, sea de carácter material, intelectual, cultural
o científico; su función es asegurar a su titular una esfera de libertad en el ámbito patrimonial.
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Este es uno de los derechos que con el transcurso del tiempo ha sufrido variaciones en
su concepción y alcance. En el Derecho Romano tuvo su sustento en los pilares fundamentales
del derecho de usar, gozar y abusar. Ese alcance se consolidó en el régimen del liberalismo
francés.
Empero, a partir de la concepción del constitucionalismo social el alcance del derecho a
la propiedad privada se restringe a poseer, usar y gozar y se pone una condicionante, como es
el de la "función social", de manera que se sustenta en una concepción marcadamente
solidarista y funcionalista que, sin desconocerle al titular la facultad de usar, gozar y disponer
libremente de los bienes en su provecho, le impone el deber de orientar el ejercicio de ese
derecho por los causes del bien común para que las ventajas que de él fluyan, se extiendan a la
comunidad, en cuya representación actúa el propietario en función social.
El texto comentado impone la función social a la propiedad, lo que significa la
identificación de los fines de interés general que, sin perjuicio de la utilidad individual del titular
del derecho, están llamados a satisfacer los bienes objeto de dominio privado.
Cabe advertir que, en el marco de esa concepción de la función social de la propiedad
privada, el legislador le puede imponer al propietario una serie de restricciones a su derecho de
dominio en aras de la preservación de los intereses sociales, respetando sin embargo, el núcleo
del derecho en sí mismo, relativo al nivel mínimo de goce y disposición de un bien que permita
a su titular obtener utilidad económica en términos de valor de uso o de valor de cambio que
justifiquen la presencia de un interés privado en la propiedad.
El art. 56 de la Constitución lo consagra con un límite en su ejercicio, y es que el ejercicio
debe armonizarse con el interés general, de manera que la propiedad privada debe cumplir una
función social; y el Estado la garantiza si el uso que se haga de ella no s perjudicial al interés
colectivo.
7.2.2. Derecho al comercio y la industria
El derecho de industria, es la facultad, potestad o capacidad que tiene toda persona
para dedicarse a la actividad de transformación de la materia prima en productos acabados
destinados al consumo general. Es un derecho íntimamente relacionado con el proceso
productivo.
El derecho de comercio consiste en la potestad, capacidad o facultad que tiene toda
persona para dedicarse a la actividad de poner en circulación en el mercado bienes, servicios y
títulos valores.
Ambos derechos están expresamente consagrados por el art. 7.d) de la Constitución,
como parte de los derechos fundamentales civiles y políticos.
Si bien el derecho de industria y la libertad de comercio, tienen como base constitutiva el
trabajo, se trata de dos derechos de carácter individual, conocidos también en la doctrina como
la libertad de empresa; en cambio, el derecho al trabajo es un derecho de carácter social. Por lo
mismo el tratamiento establecido por el texto constitucional no es el más adecuado.
7.2.3. Derecho a la libre asociación empresarial
La capacidad o potestad que tienen las empresas legalmente constituidas de poner en común
sus intereses y actividades para desarrollar actividades de defensa de sus intereses, de cualificación y
promoción de sus actividades.
Se trata de un derecho que equilibrará la relación con el ejercicio del derecho a la sindicalización
que tiene el sector laboral.
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Unidad Nº 13:
LOS DERECHOS COLECTIVOS DE LAS NACIONES Y PUEBLOS INDIGENA ORIGINARIO
CAMPESINOS
1. Caracterización de este grupo de derechos
Se trata de un grupo de derechos que pertenecen a las naciones y pueblos indígena
originario campesinos, como colectivos humanos.
Estos derechos tienen por finalidad garantizar la continuidad y la existencia perdurable de
estos colectivos humanos, preservando su identidad cultural, sus creencias religiosas,
espiritualidades, prácticas y costumbres, y su cosmovisión, así como su entorno territorial. En el
sistema constitucional boliviano son el resultado del reconocimiento de su existencia ancestral y
su inclusión como parte de la estructura del nuevo modelo de Estado Plurinacional.
Al consagrar estos derechos se pretende proteger la existencia de las naciones y pueblos
indígena originario campesinos como estructura societal y colectivo humano.
En el Capítulo Cuarto, del Título II, la Constitución consagra los derechos colectivos de las
naciones y pueblos indígena originario campesinos.
2. Las bases que sustentan este grupo de derechos
El reconocimiento y consagración de estos derechos colectivos tiene su base en la lucha
permanente de los pueblos originarios o nativos de los diferentes Estados democráticos por que
se reconozca su preexistencia a la estructura del Estado nacional y se respete su derecho a la
autodeterminación. Los pueblos indígenas han debido enfrentar un largo camino para el
reconocimiento y respeto efectivo de sus derechos y libertades fundamentales. Durante la
década de los ‘80 se logró abandonar la visión integracionista y de asimilación que imperaba y
dar un giro hacia una nueva forma de comprender a los pueblos indígenas, su cultura y
cosmovisión.
El permanente movimiento de los pueblos originarios o nativos por la reivindicación de
sus derechos dio lugar a que la Comunidad Internacional adoptara un Convenio Internacional,
como es el Convenio Nº 169 de la Organización Internacional del Trabajo, adoptado el 27 de
junio de 1989 y entró en vigencia el 5 de septiembre de 1991.
Los Estados que suscribieron y ratificaron el Convenio Nº 169, entre ellos Bolivia,
asumieron el compromiso y la responsabilidad de desarrollar acciones coordinadas y
sistemáticas para proteger los derechos de los pueblos originarios o nativos, denominados
indígenas, garantizando el respeto de su integridad.
El Convenio Nº 169 impone un conjunto de obligaciones y responsabilidades a los
Estados partes y sus gobiernos para que adopten medidas de orden legislativo y administrativo
para resguardar, proteger y garantizar los derechos colectivos de los pueblos indígenas;
asimismo reconoce los derechos colectivos referidos al respeto de su autodeterminación, el
derecho a la consulta previa, el derecho a sus tierras y territorio, el derecho al aprovechamiento
de los recursos naturales, el derecho a la contratación y al empleo, el derecho a la formación
profesional, el derecho al reconocimiento de la artesanía, las industrias rurales y comunitarias y
las actividades tradicionales y relacionadas con la economía de subsistencia de los pueblos
interesados, como la caza, la pesca, la caza con trampas y la recolección, derecho a la
seguridad social y la salud.
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Como respuesta a las demandas planteadas por los pueblos originarios de las tierras
bajas en la Primera Marcha por la tierra y territorio, el gobierno de Bolivia ratificó el Convenio Nº
169, y en la reforma Constitucional de 1994 se definió que la estructura social del Estado
boliviano era multiétnica y pluricultural; de otro lado, se determinó que el Estado reconoce,
respeta y protege los derechos sociales, económicos y culturales de los pueblos indígenas,
relativos a sus tierras comunitarias de origen; asimismo, se definió que el Estado reconoce el
carácter de entidades de derecho público que forman parte integrante de Bolivia, dotados de
derechos políticos, sociales, económicos, culturales y colectivos, con respeto y protección de
sus valores y prácticas sociales, culturales, religiosas y espirituales, ello a través del
reconocimiento de la personalidad jurídica de los pueblos indígenas; finalmente, se determino
que el Estado reconoce a las autoridades naturales y aplicación del derecho consuetudinario de
los pueblos indígenas.
De otro lado, como respuesta a la permanente demanda de los pueblos originarios o
nativos ante la Comunidad Internacional por el reconocimiento de su derecho a la
autodeterminación, la Organización de las Naciones Unidas adoptó la Declaración de Naciones
Unidas sobre los Derechos de los Pueblos Indígenas, adoptada el 13 de septiembre de 2007.
Se trata de un instrumento jurídico internacional que declara los derechos de los pueblos
indígenas como colectivos humanos, así como de los indígenas como individuos.
Sobre la base de los antecedentes referidos la Constitución vigente, define que Bolivia
es un Estado Plurinacional lo que significa que está integrado por varias naciones y pueblos
indígena originario campesinos; y el art. 2 de la Constitución determina que el Estado garantiza
la libre determinación de las naciones y pueblos indígena originario campesinos, en el marco de
la unidad del Estado; definiendo que la libre determinación consiste en su derecho a la
autonomía, al autogobierno, a su cultura, al reconocimiento de sus instituciones y a la
consolidación de sus entidades territoriales.
En coherencia a esa definición de la nueva cualidad del Estado, las bases filosóficas de
su configuración y el reconocimiento del derecho a la libre determinación de las naciones y
pueblos indígena originario campesinos, la Constitución, en su art. 30.II consagra los derechos
colectivos objeto de análisis.
3. Los titulares de este grupo de derechos
Es importante señalar que este grupo de derechos consagrados por el art. 30.II de la
Constitución tiene por titulares a los colectivos humanos denominados naciones y pueblos
indígena originario campesinos; lo que significa que la Constitución y los instrumentos
internacionales sobre derechos humanos (Convenio Nº 169 y Declaración de las Naciones
Unidas sobre los derechos de los Pueblos Indígenas) reconocen los derechos de los indígenas
como sujetos colectivos que, en el caso boliviano, integran las naciones y pueblos indígena
originario campesinos.
Al respecto, la Corte Interamericana de Derechos Humanos, en su Sentencia emitida en
el caso Sarayaku vs. Ecuador, del año 2002, ha señalado lo siguiente: “la normativa
internacional relativa a pueblos y comunidades indígenas o tribales reconoce derechos a los
pueblos como sujetos colectivos del Derecho Internacional y no únicamente a sus miembros...
Puesto que los pueblos y comunidades indígenas o tribales, cohesionados por sus particulares
formas de vida e identidad, ejercen algunos derechos reconocidos por la Convención desde una
dimensión colectiva, la Corte señala que las consideraciones de derecho expresadas o vertidas
en la presente Sentencia deben entenderse desde dicha perspectiva colectiva”.
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Cabe advertir que los indígenas, como sujeto individual gozan de todos los derechos
consagrados por la Constitución como los derechos denominados fundamentales, derechos
civiles, derechos políticos, derechos económicos, sociales y culturales.
Ahora bien, para que no quede duda alguna sobre quienes conforman las naciones y
pueblos indígena originario campesinos, la Constitución, en su art. 30.I, sobre la base de lo
definido por el Convenio Nº 169 en su art. 2, define lo siguiente: “Es nación y pueblo indígena
originario campesino toda la colectividad humana que comparta identidad cultural, idioma,
tradición histórica, instituciones, territorialidad y cosmovisión, cuya existencia es anterior a la
invasión colonial española”.
4. Los derechos colectivos consagrados por la Constitución
El art. 30, parágrafo segundo, de la Constitución consagra los siguientes derechos
colectivos de las naciones y pueblos indígena originario campesinos:
4.1. Derecho a existir libremente
Consiste en la capacidad y potestad que tienen las naciones y pueblos indígena
originario campesinos a existir como colectivo humano, con respeto y resguardo de su identidad
cultural, su idioma, su territorio, sus instituciones sociales, culturales, jurídicas y económicas,
recibiendo la protección y resguardo del Estado nacional.
Tomando en cuenta que este derecho colectivo tiene su base fundamental en el
reconocimiento de la libre determinación de estos colectivos humanos, el derecho a existir
libremente supone la existencia como colectivo humano exento de toda intromisión externa que
pueda generar su desarticulación.
4.2. Derecho a su identidad cultural, creencia religiosa, espiritualidades, prácticas y
costumbres, y a su propia cosmovisión
Se constituye en la capacidad o potestad que tienen las naciones y pueblos indígena
originario campesinos de mantener y conservar su identidad cultural, sus creencias religiosas,
espiritualidades, prácticas y costumbres, y su propia cosmovisión, sin que el Estado y los otros
colectivos humanos que forman parte del Estado boliviano puedan desconocer, interferir o
desvirtuarlos.
Este derecho tiene su fundamento en el reconocimiento que hace el Estado, a través de
la Constitución, del derecho a la libre determinación de las naciones y pueblos indígena
originario campesinos. El resguardo de este derecho mantiene la existencia misma de la
respectiva nación o pueblo indígena como estructura social.
4.3. Derecho a que la identidad cultural de cada uno de sus miembros, si así lo desea, se
inscriba junto a la ciudadanía boliviana en su cédula de identidad, pasaporte u otros
documentos de identificación con validez legal
Concierne a los miembros o integrantes de las naciones o pueblos indígena originario
campesinos, se trata de una potestad o facultad que tienen de lograr que se inscriba en sus
documentos de identificación su identidad cultural para mantener su pertenencia a su respectiva
nación o pueblo, así como su identidad cultural y su ligazón a su estructura social a pesar de
integrarse al Estado nacional.
4.4. Derecho a la libre determinación y territorialidad
Consiste en la capacidad y potestad que tienen las naciones y pueblos indígena
originario campesinos a organizarse social y políticamente, dotarse de sus autoridades, y de
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sus normas, sobre la base de sus usos y costumbres, así como su cosmovisión, teniendo por
único límite la Constitución.
De otro lado, significa la capacidad que tienen de que se reconozca y resguarde su
territorio que ocupan de tiempos anteriores al nacimiento del Estado y los procesos de
colonización.
Cabe señalar que el derecho a la libre determinación –conforme a los respectivos
artículos 1 del Pacto Internacional de derechos civiles y políticos y el Pacto Internacional de
derechos económicos sociales y culturales, ambos que forman parte del Bloque de
Constitucionalidad– es el derecho de todos los pueblos a definir libremente su condición política
y de proveer a su desarrollo económico, social y cultural. En consecuencia, en ejercicio de este
derecho pueden disponer libremente de sus riquezas y recursos naturales; pueden organizarse
y dotarse de sus autoridades naturales sobre la base de sus usos y costumbres, constituidos en
Derecho consuetudinario reconocido por la Constitución.
Con relación al derecho a la territorialidad, significa el reconocimiento de sus territorios
ancestrales, en calidad de Tierras Comunitarias de Origen; pero se entiende que el
reconocimiento no solo es de la tierra sino del territorio con todos sus recursos y riquezas que
existen en el territorio.
Según lo previsto por el art. 13 del Convenio Nº 169 de la OIT, el término “tierra” debe
incluir el concepto de territorios, lo que cubre la totalidad del hábitat que los pueblos indígenas
ocupan o utilizan de alguna otra manera. Mientras que en el caso de los pueblos indígenas
agricultores, tierra y territorio se consideran con las mismas implicancias, para los pueblos
indígenas que viven en los bosques sus tierras son el espacio físico donde viven y parte de su
territorio es el bosque de donde obtienen sus alimentos, plantas medicinales y otros elementos
necesarios para mantener su cultura y pervivencia.
4.5. Derecho a que sus instituciones sean parte de la estructura general del Estado
Significa la potestad o facultad que tienen las naciones y pueblos indígena originario
campesinos a que sus órganos de gobierno, su sistema jurídico y estructura social y económica
creados en el marco de sus usos y costumbres y el ejercicio de su derecho de
autodeterminación, formen parte del sistema constitucional del Estado.
En resguardo de este derecho es que la Constitución, en su art. 179.I, integra a la
Jurisdicción Indígena Originaria Campesina como parte del Sistema Judicial del Estado
Plurinacional, dejando expresa constancia que esa jurisdicción se ejerce a través de las
autoridades naturales de las naciones y pueblos indígena originario campesinos, aplicando sus
principios, valores culturales, normas y procedimientos propios. De otro lado, el Estado integra a
su estructura política el Gobierno Autónomo Indígena Originario Campesino, como un nivel sub
nacional de gobierno, así definen los arts. 289 al 296 de la Constitución. Finalmente, el Estado
incorpora en su estructura económica – financiera, la organización económica comunitaria,
asumiendo el compromiso de reconocer, respetar, proteger y promoverla; así prevén los arts.
306y 307 de la Constitución.
4.6. Derecho a la titulación colectiva de tierras y territorios
Consiste en la potestad y facultad que tienen las naciones y pueblos indígena originario
campesinos a que el Estado otorgue títulos sobre las tierras comunitarias de origen que ocupan
y, en su caso, otorgué en dotación con la titulación respectivas tierras fiscales a su favor, para
consolidar como parte de su territorio de origen.
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10. Derecho a vivir en un medio ambiente sano, con manejo y aprovechamiento adecuado
de los ecosistemas
Consiste en la capacidad o potestad que tienen las naciones y pueblos indígena
originario campesinos para gozar de un entorno libre de contaminaciones y degradaciones,
comprendiendo ese entorno los espacios naturales y recursos que forman parte de la
naturaleza, como son el aire, agua, suelo, flora y la fauna.
Este derecho impone al Estado la obligación de no adoptar medidas administrativas ni
desarrollar acciones que degraden ese entorno; de manea que, si se ve obligado a adoptar
alguna medida legislativa o administrativa que ponga en riesgo este derecho debe efectuar la
consulta previa.
11. Derecho a la propiedad intelectual colectiva de sus saberes, ciencias y
conocimientos, así como a su valoración, uso, promoción y desarrollo
Es la potestad que tienen las naciones y pueblo indígena originario campesinos al
respeto de su propiedad intelectual de sus saberes, ciencias y conocimientos; lo que genera la
obligación para el Estado de realizar los registros respectivos, para luego promocionarlos.
12. Derecho a una educación intracultural, intercultural y plurilingüe en todo el sistema
educativo
Es el derecho que tienen los miembros de las naciones y pueblos indígena originario
campesinos de recibir una educación que respete sus valores culturales, su idioma e identidad
cultural.
13. Derecho al sistema de salud universal y gratuita que respete su cosmovisión y
prácticas tradicionales
Consiste en la capacidad y potestad que tienen las naciones y pueblos indígena
originario campesinos a acceder a los sistemas de salud para que sus integrantes puedan
acceder al servicio gratuito y de manera universal; y a que en la provisión de los servicios de
salud se respete su cosmovisión y sus prácticas tradicionales de la medicina.
14. Derecho al ejercicio de sus sistemas políticos, jurídicos y económicos acorde a su
cosmovisión
Es la capacidad y potestad que tienen las naciones y pueblos indígena originario
campesinos para que, en el marco de su derecho a la libre determinación, puedan ejercer,
mantener y desarrollar sus sistemas y sus instituciones políticas (gobierno, asambleas, alianzas
entre comunidades y pueblos, movimientos políticos), económicas (sistemas de producción, de
comercialización, de asociación, de ahorro y financiamiento), sociales (sistemas de educación,
salud, convivencia), y jurídicos (el ejercicio de su sistema jurídico que co0mprende su Derecho
consuetudinario y el ejercicio de su jurisdicción o justicia comunitaria).
Supone un reconocimiento a estos colectivos humanos de un amplio margen de acción
colectiva; para ejercer sus sistemas políticos, jurídicos y económicos
15. Derecho a ser consultados mediante procedimientos apropiados, y en particular a
través de sus instituciones, cada vez que se prevean medidas legislativas o
administrativas susceptibles de afectarles. En este marco, se respetará y garantizará el
derecho a la consulta previa obligatoria, realizada por el Estado, de buena fe y
concertada, respecto a la explotación de los recursos naturales no renovables en el
territorio que habitan
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