Está en la página 1de 72

1

Unidad Nº 9
LOS DERECHOS FUNDAMENTALES
1. Concepto y naturaleza de los derechos fundamentales
Los derechos fundamentales son aquellos que se encuentran reconocidos - directa o
indirectamente - en el texto constitucional como las facultades, poderes o capacidades que
tienen las personas para hacer o dejar de hacer algo inherente a su personalidad, pedir la
atención y satisfacción de las necesidades o representar e impugnar las decisiones estatales
que afectan a sus intereses; son de aplicación inmediata. Dicho de otra forma, se trata de
derechos de tal magnitud para el orden constitucional, que su vigencia no puede depender de
decisiones políticas de los representantes de las mayorías.
Según señala Pérez Luño, la doctrina entiende que los derechos fundamentales son
aquellos derechos humanos positivados en las constituciones estatales.
El profesor Luigi Ferrajoli1, sostiene que son derechos fundamentales todos aquellos
derechos subjetivos que corresponden universalmente a todos los seres humanos en cuanto
dotados del status de personas, de ciudadanos o personas con capacidad de obrar.
Por su parte Rudolf Smend citado por Francisco Fernández Segado 2, señala que "los
derechos fundamentales son los representantes de un sistema de valores concreto, de un
sistema cultural que resume el sentido de la vida estatal contenida en la Constitución. Desde el
punto de vista político, esto significa una voluntad de integración material; desde el punto de
vista jurídico, la legitimación del orden positivo estatal y jurídico. Este orden positivo es válido
sólo en cuanto que representa este sistema de valores y precisamente por él se convierte en
legítimo"
El Tribunal Constitucional de España, en su Sentencia Nº 25/1981 citada por Fernández
Segado, ha establecido que "en primer lugar, los derechos fundamentales son derechos
subjetivos, derechos de los individuos no sólo en cuanto derechos de los ciudadanos en sentido
estricto, sino en cuanto garantizan un status jurídico o la libertad en un ámbito de existencia.
Pero al propio tiempo, son elementos esenciales de un ordenamiento objetivo de la comunidad,
en cuanto ésta se configura como marco de una convivencia humana justa y pacífica, plasmada
históricamente en el Estado de Derecho y, más tarde, en el Estado social de Derecho o el
Estado social y democrático de Derecho, según la fórmula de nuestra Constitución" 3.
Los Derechos Fundamentales están consagrados por la Constitución, como una fuente
de garantía para su cumplimiento y protección por parte del Estado. Empero, la consagración e
inserción en las normas jurídicas, es apenas un reconocimiento que hace el Estado, por cuanto
los derechos fundamentales son derechos inherentes a la naturaleza humana y existen más allá
de la norma jurídica.
Los derechos fundamentales no incluyen sólo derechos subjetivos y garantías
constitucionales a través de los cuales el individuo se defiende frente a las actuaciones de las
autoridades públicas, también incluyen deberes positivos que vinculan a todas las ramas del
poder público. No sólo existe la obligación negativa por parte del Estado de no lesionar la esfera
individual, también existe la obligación positiva de contribuir a la realización efectiva de tales
derechos. La razón jurídica que explica este compromiso positivo del Estado se encuentra en el

1
Ferrajoli, Luigi. Los fundamentos de los derechos fundamentales. Madrid – España. Ed. Trotta. 2001. Pág. 19.
2
FERNANDEZ SEGADO, Francisco. La Dogmática de los Derechos Humanos. Ed. Ediciones Jurídica. Lima - Perú. 1994. Pág. 54.
3
FERNANDEZ SEGADO, Francisco. El Sistema Constitucional Español. 2ª reimpresión. Ed. Kykinson. Madrid. 1997. Pág. 164.
2

mandato constitucional según el cual, el Estado se funda en los valores supremos de la


dignidad humana, la libertad, la igualdad o la justicia, los cuales determinan no sólo un deber
negativo de no-intromisión, sino también un deber positivo de protección y mantenimiento de
condiciones de vida digna.
No cabe duda alguna que, entre los aspectos positivos de la nueva Constitución se tiene
el gran avance en la positivación de los derechos humanos consagrándolos como derechos
fundamentales; de manera que, superando el catálogo resumido de la Constitución abrogada,
presenta un desarrollo extraordinario de los derechos fundamentales, consagrando, de un lado,
los derechos económicos, sociales y culturales, y de otro, los derechos colectivos o de los
pueblos; y ampliando el catálogo de los derechos civiles y políticos; además de ello, la nueva
Constitución no se detiene en la mera consagración declarativa de los derechos, al contrario
establece, aunque de manera poco ordenada y sistemática, garantías constitucionales para el
pleno goce y ejercicio efectivo de los derechos fundamentales, imponiendo obligaciones
negativas y algunas obligaciones positivas al Estado.
Tal es la importancia que le asigna la nueva de Constitución a los derechos
fundamentales, que son 124 los artículos en los que se prevén normas que consagran derechos
o constituyen obligaciones negativas o positivas para el Estado, a objeto de garantizar su pleno
goce y ejercicio efectivo, y en su caso establecen garantías para su materialización, resguardo
o protección.
2. Los principios sobre los que se consagran los derechos fundamentales
En la parte dogmática, la Constitución vigente consagra los derechos fundamentales
sobre las siguientes bases:
a) Los principios configuradores de los derechos fundamentales, son: la inviolabilidad; la
universalidad; la interdependencia; la indivisibilidad; y la progresividad, principios que servirán
de base para la interpretación de las normas constitucionales en la materia.
b) Impone al Estado el deber de promover, proteger y respetar los derechos
fundamentales; garantizando el libre y eficaz ejercicio de los derechos establecidos en esta
Constitución, las leyes y los tratados internacionales de los derechos humanos.
c) Determina la prohibición de toda forma de discriminación fundada en razón de sexo,
color, edad, orientación sexual, identidad de género, origen, cultura, nacionalidad, ciudadanía,
idioma, credo religioso, ideología, filiación política o filosófica, estado civil, condición económica
o social, tipo de ocupación, grado de instrucción, discapacidad, embarazo, u otras; sancionando
cualquier conducta, acto u omisión de discriminación.
d) El reconoce la categoría supraconstitucional de los tratados, convenciones y pactos
internacionales sobre derechos humanos, en la jerarquía normativa que regirá en el Estado.
e) Define que la interpretación de las normas de la Constitución sobre derechos
fundamentales, se realizará de conformidad con las normas de los tratados, convenciones o
pactos internacionales sobre derechos humanos, cuando éstas sean más favorables.
Según dispone el art. 13.I de la Constitución, en el sistema constitucional del Estado
boliviano, los derechos fundamentales son consagrados y ejercidos sobre la base de los
siguientes principios:
a) Principio de la inviolabilidad; significa que los derechos fundamentales conllevan el
elemento de su inviolabilidad, por lo que nadie puede desconocer, restringir, lesionar o
destruirlos; al contrario toda otra persona particular y, con mayor razón, el Estado a través de
sus gobernantes, autoridades y funcionarios debe respetarlos y resguardarlos. Debe entenderse
3

que los derechos fundamentales son el instrumento de equilibrio en las relaciones entre las
personas particulares y de éstas con el Estado; pues ellos permiten desarrollar las actividades
sociales, económicas y políticas en el marco de la paz, la seguridad y el mínimo de armonía
social; asimismo, son los medios que limitan el ejercicio del poder político.
La inviolabilidad de los derechos fundamentales, en cuanto se refiere al Estado, significa
que los actos, decisiones y resoluciones de sus gobernantes deben orientarse y regirse por su
pleno respeto y resguardo; las resoluciones y las leyes dictadas no pueden ser contrarias a
éstos y las políticas económicas y sociales que se implementan deben estar orientadas a lograr
la mayor realización de los derechos humanos y no a restringirlos.
Ello significa que, por ejemplo, el derecho a la vida y la salud no pueden ser violentados
bajo ninguna circunstancia, como ocurre frecuentemente en la realidad, ni por la acción de
fuerzas policiales o militares, ni por políticas económicas que condenan a la muerte por
desnutrición o hambre a la población.
b) Principio de la universalidad; significa que los derechos fundamentales pertenecen
a todas las personas; pues las mujeres, hombres, niños y niñas tienen derechos sin distinción
de raza, sexo, cultura, religión, edad, condición social, condición económica o política o
nacionalidad. Ello significa que el ejercicio de los derechos humanos no puede ser desconocido
o limitado invocando razones de nacionalidad o el lugar en que viva su titular. Es importante
señalar que cada persona tiene la misma dignidad y libertad, por lo que nadie puede estar
excluido o discriminado del disfrute de sus derechos.
En consecuencia se entiende claramente que tienen los mismos derechos tanto un niño
como una niña, un indígena, un campesino como un citadino, una mujer como un hombre, un
español como un chino, un boliviano como un peruano, un ateo como un cristiano, un negro
como un blanco, un pobre como un rico, un delincuente o corrupto como una persona honesta
d) Principio de la interdependencia; significa que los derechos fundamentales son un
conjunto de capacidades, facultades, cualidades y poderes que están relacionados entre sí
unos con otros, lo que significa que el ejercicio y goce de un derecho está íntimamente ligado al
otro derecho, de manera que no es posible hacer ninguna separación, ni pensar en realizar una
clasificación jerárquica en la que se califique a unos como más importantes que otros.
En consecuencia, la negación de algún derecho en particular significa poner en peligro el
conjunto de la dignidad humana de la persona, por lo que el disfrute de algún derecho no puede
realizarse sacrificando los demás derechos. Así, por ejemplo, no es posible disfrutar
plenamente del derecho a la educación si la persona no está bien alimentada o carece de una
vivienda adecuada; tampoco es posible ejercer el derecho a la participación política si al titular
del derecho se le niega el derecho a la libre expresión, a la asociación o a estar bien
informados.
d) Principio de la indivisibilidad; significa que todos los derechos fundamentales son
infragmentables sea cual fuere su naturaleza. Cada uno de ellos conforma una totalidad, de tal
forma que se deben garantizar en esa integralidad por el Estado, pues todos ellos derivan de la
necesaria protección de la dignidad humana.
En definitiva significa que los derechos fundamentales no pueden ni deben ser divididos,
fragmentados o jerarquizados en su análisis, abordaje, aplicación y exigibilidad porque,
careciendo de jerarquías, conforman una unidad indisoluble que solo se puede (o se debe)
concretar mediante su realización conjunta.
4

e) Principio de la progresividad; significa que todos los derechos fundamentales


deben ser resguardados, protegidos y garantizados en su conjunto en cada momento histórico
de manera constante, permanente y continua para lograr el desarrollo íntegro de la dignidad de
la persona, prohibiéndose cualquier retroceso o regresión, debiendo el Estado enfocar su labor
por todos los medios concretos, oportunos, posibles, necesarios y de utilidad que se requieran
para lograr mencionada finalidad.
Asimismo, significa que la enumeración de los derechos fundamentales en el catálogo
no significa que las personas gozan solamente de esos derechos; pues los derechos
fundamentales van surgiendo progresivamente en función a los avances de la ciencia y la
tecnología, de manera que el Constituyente, y, en su caso, el intérprete de la Constitución
deben y tienen que integrar al catálogo los nuevos derechos que surgen progresivamente.
3. El catálogo de los derechos fundamentales previsto por la Constitución
Se denomina catálogo de los derechos fundamentales a aquellas normas de la
Constitución que consagran los derechos humanos como una fuente de garantía para su pleno
ejercicio y goce efectivo por sus titulares.
La Constitución de Bolivia, en su Título II, Primera Partes, arts. 13 al 108 consagra los
derechos humanos como derechos fundamentales, de manera que dichas disposiciones
constitucionales se constituyen en el catálogo de derechos fundamentales; sin embargo, cabe
señalar que dicho catálogo no está acabado, pues a pesar de lo desarrollado que resulta aún
existen omisiones con relación a determinados derechos que no han sido expresamente
consagrados, por ejemplo el derecho a la nacionalidad, el derecho de acceso a la justicia, los
derechos del genoma humano; además debe tenerse en cuenta que conforme avanza la
civilización y la tecnología surgen nuevos derechos humanos que no están consagrados en la
Constitución.
Sobre las bases mencionadas, se organizan los derechos consagrados en cinco grupos,
siguiendo el criterio de la finalidad que se persigue; los derechos denominados fundamentales,
los derechos civiles, los derechos políticos, los derechos colectivos de las naciones y pueblos
indígena originario campesinos, y los derechos económicos, sociales y culturales.
En el Capítulo Segundo, del Título II, arts. 15 al 20 de la Constitución, se consagran un
grupo de derechos denominados fundamentales, cuya finalidad es mejorar la calidad de vida y
garantizar el desarrollo de la dignidad humana, sobre la base de un mínimo esencial de
derechos. En ese grupo de derechos se incluyen los siguientes: derecho a la vida y a la
integridad física, Psicológica y sexual; derecho a la salud; derecho al agua; derecho a la
alimentación; derecho a la educación; derecho a un habitad; derecho a la vivienda; derecho de
acceso universal y equitativo a los servicios básicos de agua potable, alcantarillado,
electricidad, gas domiciliario, postal y telecomunicaciones.
En la Sección I, del Capítulo Tercero, del Título II, arts. 21 al 25 de la Constitución, se
consagran los derechos civiles, ampliando el catálogo reducido que contenía la Ley
Fundamental abrogada. Se consagran los siguientes derechos: derecho a la autoidentificación
cultural; derecho a la privacidad e intimidad; derechos al honor, la honra, la dignidad y la
imagen; derecho a la libertad de pensamiento, espiritualidad, religión y culto; derecho a la
libertad de reunión y asociación; derecho a expresar y difundir libremente pensamientos u
opiniones por cualquier medio de comunicación; derecho a acceder a la información,
interpretarla, analizarla y comunicarla libremente, de manera individual o colectiva; derecho a la
libertad de residencia, permanencia y circulación; derecho a la libertad y seguridad personal;
5

derecho de petición; derecho a la inviolabilidad de domicilio, inviolabilidad de correspondencia e


inviolabilidad de documentos privados.
En la Sección II, del Capítulo Tercero, del Título II, arts. 26 al 29 de la Constitución, se
consagran los derechos políticos a la participación en la formación, ejercicio y control del poder
político, definiendo sus elementos esenciales; se consagra el derecho de los bolivianos y
bolivianas residentes en el exterior del país, a participar en las elecciones a la Presidencia y
Vicepresidencia del Estado, y en las demás señaladas por la ley; y se consagra el derecho de
las extranjeras y los extranjeros a pedir y recibir asilo o refugio por persecución política o
ideológica.
De otro lado, en el Capítulo Cuarto, del Título II, arts. 30 al 32 de la Constitución, se
consagran los derechos colectivos de las naciones y pueblos indígena originario campesinos 4,
constitucionalizando los derechos consagrados por el Convenio 169 de la OIT y la Declaración
de las Naciones Unidas sobre los derechos de los pueblos indígenas. El parágrafo segundo del
art. 30 de la Constitución consagra los siguientes derechos colectivos en favor de los pueblos
indígenas originarios campesinos: a existir libremente; derecho a su identidad cultural, creencia
religiosa, espiritualidades, prácticas y costumbres, y a su propia cosmovisión; a que la identidad
cultural de cada uno de sus miembros, si así lo desea, se inscriba junto a la ciudadanía
boliviana en su cédula de identidad, pasaporte u otros documentos de identificación con validez
legal; a la libre determinación y territorialidad; a que sus instituciones sean parte de la estructura
general del Estado; a la titulación colectiva de tierras y territorios; a la protección de sus lugares
sagrados; a crear y administrar sistemas, medios y redes de comunicación propios; a que sus
saberes y conocimientos tradicionales, su medicina tradicional, sus idiomas, sus rituales y sus
símbolos y vestimentas sean valorados, respetados y promocionados; a vivir en un medio
ambiente sano, con manejo y aprovechamiento adecuado de los ecosistemas; a la propiedad
intelectual colectiva de sus saberes, ciencias y conocimientos, así como a su valoración, uso,
promoción y desarrollo; a una educación intracultural, intercultural y plurilingüe en todo el
sistema educativo; al sistema de salud universal y gratuito que respete su cosmovisión y
prácticas tradicionales; al ejercicio de sus sistemas políticos, jurídicos y económicos acorde a su
cosmovisión; a ser consultados mediante procedimientos apropiados, y en particular a través de
sus instituciones, cada vez que se prevean medidas legislativas o administrativas susceptibles
de afectarles. En este marco, se respetará y garantizará el derecho a la consulta previa
obligatoria, realizada por el Estado, de buena fe y concertada, respecto a la explotación de los
recursos naturales no renovables en el territorio que habitan; a la participación en los beneficios
de la explotación de los recursos naturales en sus territorios; a la gestión territorial indígena
autónoma, y al uso y aprovechamiento exclusivo de los recursos naturales renovables
existentes en su territorio sin perjuicio de los derechos legítimamente adquiridos por terceros; y,
a la participación en los órganos e instituciones del Estado. De otro lado, se impone al Estado la
obligación de proteger y respetar en sus formas de vida individual y colectiva a las naciones y
pueblos indígena originarios en peligro de extinción, en situación de aislamiento voluntario y no
contactados. Finalmente, se determina que el pueblo afroboliviano goza, en todo lo que
corresponda, de los derechos económicos, sociales, políticos y culturales reconocidos en la
Constitución para las naciones y pueblos indígena originarios campesinos.
Finalmente, en el Capítulo Quinto, del Título II, arts. 33 al 107 de la Constitución, se
consagran los derechos económicos, sociales y culturales, incorporando los derechos de
aquellos colectivos sociales expuestos a altos riesgos de vulnerabilidad, como son la familia, los

4
Al efecto, el parágrafo primero del art. 30 de la Constitución define que “Es nación y pueblo indígena originario campesino t oda la
colectividad humana que comparta identidad cultural, idioma, tradición histórica, instituciones, territorialidad y cosmovisión, cuya
existencia es anterior a la invasión colonial española”.
6

niños, niñas y adolescentes, las personas adultas mayores, las personas con discapacidad, las
personas privadas de libertad, y los usuarios y consumidores. Entre los derechos consagrados
se tienen los siguientes: derecho al medio ambiente 5; derecho a la seguridad social; derecho al
trabajo digno, estableciendo un conjunto de garantías constitucionales para su ejercicio, tales
como el fuero de la inamovilidad laboral para la mujer embarazada y el progenitor 6, la
inembargabilidad e imprescriptibilidad de los salarios devengados, derechos laborales,
beneficios sociales y aportes a la seguridad social; derecho a la negociación colectiva; derecho
a la sindicalización de los trabajadores; derecho a la libre asociación empresarial; derecho a la
huelga; derecho al comercio, la industria y cualquier actividad económica lícita; derecho a la
propiedad; derechos de la niñez, adolescencia y juventud; derechos de las familias; derechos
de las personas adultas mayores; derechos de las personas con discapacidad; derechos de las
personas privadas de libertad; derechos de las usuarias y los usuarios y de las consumidoras y
los consumidores. En el Capítulo Sexto se consagran los derechos a la educación,
interculturalidad y derechos culturales, como el derecho a la educación; derecho a la educación
superior; derecho a las culturas; el derecho a la ciencia, tecnología e investigación; derecho al
deporte y recreación; y en el Capítulo Séptimo se consagra el derecho a la comunicación social.
4. La cláusula abierta
Los derechos fundamentales que deben ser resguardados, protegidos y garantizados
por el Estado, no sólo son los enumerados en el texto de la Constitución, sino todos los demás
que sean inherentes a la persona humana.
Se denomina cláusula abierta a aquella norma constitucional habilitante para incorporar
e integrar al catálogo previsto por la Constitución los derechos no reconocidos expresamente y
conocidos como los derechos implícitos, innominados o de origen jurisprudencial, para que
puedan ser ejercidos, preservados y protegidos.
En la Constitución vigente, la norma prevista por el art. 13.II establece la cláusula
abierta, al disponer expresamente que “Los derechos que proclama esta Constitución no serán
entendidos como negación de otros derechos no enunciados”. Sobre la base de esa norma, las
autoridades judiciales deben desarrollar la interpretación integradora para integrar al catálogo
de los derechos fundamentales aquellos derechos innominados o implícitos.
5. Los tratados y convenciones internacionales sobre los derechos humanos
Con relación al rango que ocupan los tratados y convenciones internacionales sobre
derechos humanos en la jerarquía normativa del ordenamiento jurídico del Estado, como regla
general, el art. 410.II de la Constitución determina que tienen rango constitucional al formar
parte del bloque de constitucionalidad7. Esto significa que los derechos humanos consagrados
por los instrumentos internacionales pasan a formar parte del catálogo de los derechos
fundamentales por lo que deben ser resguardados, respetados y protegidos por el Estado y sus
autoridades, además ser tutelados por la jurisdicción constitucional, a través de las acciones de
defensa o acciones tutelares previstas por la Constitución.

5
En la teoría de los derechos fundamentales, el derecho al medio ambiente es un derecho colectivo o de los pueblos; s in embargo,
debido a un error de sistemática constitucional se ha incluido este derecho entre los derechos denominados económicos, social es y
culturales.
6
Por mandato del art. 48.VI de la Constitución “Se garantiza la inamovilidad laboral de las mujeres en estado de embarazo, y de los
progenitores, hasta que la hija o el hijo cumpla un año de edad”.
7
El parágrafo segundo del art. 410 de la Constitución prevé lo siguiente: “La Constitución es la norma suprema del ordenamient o
jurídico boliviano y goza de primacía frente a cualquier otra disposición normativa. El bloque de constitucionalidad está integrado por
los Tratados y Convenios internacionales en materia de Derechos Humanos y las normas de Derecho Comunitario, ratificados por el
país”.
7

Como excepción a la regla, el art. 256.I de la Constitución, otorga el rango supra


constitucional a los tratados y convenciones internacionales para casos concretos en los que
sus normas sean más favorables que las de la Constitución para la protección de los derechos 8.
La referida norma está concordada con la prevista por el art. 13.IV de la Constitución, por cuyo
mandato las normas internacionales sobre derechos humanos prevalecen en el orden interno 9.
La definición constitucional referida, supone que ante un conflicto entre las normas de la
Constitución y las de los tratados y convenciones internacionales sobre derechos humanos, en
la resolución de un caso concreto, priman las normas internacionales, bajo una doble condición;
la primera, que las normas convencionales sean más favorables que las de la Constitución para
el resguardo y protección de los derechos; y, la segunda, que los tratados y convenciones
internacionales hayan sido firmados y ratificados o a los que se hubiese adherido el Estado
boliviano.
De otro lado, la Constitución, en sus arts. 13.IV y 256.II, determina que los tratados y
convenciones internacionales sobre derechos humanos se constituyen en el parámetro de
interpretación de los derechos y deberes consagrados por la Ley Fundamental del Estado 10.
Con la definición referida, se refuerza la otorgación del rango supra constitucional a los tratados
y convenciones internacionales sobre derechos humanos, en los casos concretos en los que,
para resguardar y proteger los derechos de las personas, las normas internacionales sean más
favorables que las previstas por la Constitución.
A partir de una interpretación sistemática y en concordancia práctica de las normas
previstas por la Constitución, antes referidas, se puede concluir que en el sistema constitucional
boliviano, los tratados y convenciones internacionales sobre derechos humanos se constituyen
en parámetro de interpretación constitucional y legal, así como en parámetros para el desarrollo
del control de constitucionalidad y de convencionalidad.
6. Las condiciones para el ejercicio de los derechos fundamentales
Tomando en cuenta la teoría de los derechos humanos se podría afirmar que, de
manera general, no existen condiciones de naturaleza alguna para el ejercicio de los derechos
humanos; sin embargo, cuando los derechos humanos son consagrados por la Constitución
Política del Estado como derechos fundamentales, sí surgen condiciones para el ejercicio de
determinados derechos fundamentales.
En primer lugar se puede referir a la nacionalidad como condición para el ejercicio de
determinados derechos fundamentales. En efecto, existen derechos fundamentales que, dada
su naturaleza jurídica, solamente pueden ser ejercidos por los nacionales y no así por los
extranjeros; ese es el caso de los derechos políticos y ciudadanos, pues un extranjero no puede
ejercer el derecho al sufragio, ya que no puede ser elector ni elegible, tampoco puede participar
en la toma de decisiones trascendentales para el Estado a través del referéndum popular;
tampoco puede ejercer funciones públicas; entonces, los extranjeros no pueden ejercer
definitivamente los derechos políticos y ciudadanos; si bien pueden ejercer otros derechos, pero
deberán cumplir con una serie de requisitos y condiciones previstas por Ley, así para ejercer el

8
El parágrafo primero del art. 256 de la Constitución dispone lo siguiente: “Los tratados e instrumentos internacionales en materia
de derechos humanos que hayan sido firmados, ratificados o a los que se hubiera adherido el Estado, que declaren derechos más
favorables a los contenidos en la Constitución, se aplicarán de manera preferente sobre ésta”.
9
El parágrafo cuarto del art. 13 de la Constitución prevé lo siguiente: “Los tratados y convenios internacionales ratificados por la
Asamblea Legislativa Plurinacional, que reconocen los derechos humanos y que prohíben su limitación en los Estados de
Excepción prevalecen en el orden interno”.
10
El parágrafo cuarto, última parte del art. 13 de la Constitución, dispone lo siguiente: “Los derechos y deberes consagrados en esta
Constitución se interpretarán de conformidad con los Tratados internacionales de derechos humanos ratificados por Bolivia”, y el
parágrafo segundo del art. 256, dispone que: “Los derechos reconocidos en la Constitución serán interpretados de acuerdo a los
tratados internacionales de derechos humanos cuando éstos prevean normas más favorables”.
8

derecho al trabajo deberán obtener la residencia permanente en el territorio del estado


Boliviano, podrán ejercer el derecho a la libertad de expresión pero con las limitaciones
impuestas por la Ley, para ejercer el derecho a la propiedad privada deberán someterse a la
legislación boliviana.
De otro lado, la edad es otra condición para ejercer algunos derechos fundamentales,
pues conforme prevé el art. 144 de la Constitución la ciudadanía se la adquiere a los 18 años de
edad, momento a partir del cual una persona adquiere la capacidad de uso y de goce, por lo
que puede ejercer plenamente la totalidad de sus derechos fundamentales; empero, la
exigencia de esta condición no debe entenderse como que sólo al cumplir esa edad adquieren
los derechos fundamentales, ello no es evidente, así el derecho a la vida se adquiere a partir del
momento de la concepción, el derecho a la propiedad privada pueden adquirir, por vía de
sucesión hereditaria en cualquier momento sin necesidad de cumplir los 18 años, sin embargo
para ejercerlo el derecho disponiendo esa propiedad privada se le exige que adquiera la
ciudadanía.
La condición de la edad es exigible rigurosamente para el ejercicio de los derechos
políticos y ciudadanos, pues sólo a partir de los 18 años pueden ser electores, y a partir de de
una determinada edad prevista expresamente por la Constitución pueden ser elegibles.
7. Los límites al ejercicio de los derechos fundamentales
Conforme se ha señalado en la Unidad temática relacionada con los Derechos
Humanos, el ejercicio de los derechos fundamentales también tiene límites, pues nadie puede
ejercer sus derechos de manera irrestricta y arbitraria, debe ejercer sus derechos respetando
los derechos de los demás, el interés colectivo y el régimen democrático.
Tomando en cuenta que los derechos fundamentales se constituyen en un medio para
lograr el equilibrio en las relaciones interpersonales, de las personas particulares con el Estado
y para lograr la paz en las relaciones entre los Estados, se concluye que los mismos no pueden
ser ejercidos de manera absoluta y arbitraria por sus titulares. Ello implica que el ejercicio de los
derechos fundamentales de una persona encuentra límites en los derechos de la otra u otras
personas, en el interés y bienestar colectivo o la preservación del orden democrático.
Es en esa línea de pensamiento, las normas previstas en el Derecho Internacional de los
Derechos Humanos establecen el principio de la limitación razonable al ejercicio de los
derechos humanos como una forma de lograr el ansiado equilibrio en las relaciones entre las
personas particulares, de éstas con el Estado o entre los propios Estados. Así, el art. 29.2) de la
Declaración Universal de los Derechos Humanos, establece lo siguiente: “En el ejercicio de sus
derechos y en el disfrute de sus libertades, toda persona estará solamente sujeta a las
limitaciones establecidas por la ley con el único fin de asegurar el reconocimiento y el respeto
de los derechos y libertades de los demás, y de satisfacer las justas exigencias de la moral, del
orden público y del bienestar general en una sociedad democrática”; el art. 28 de la Declaración
Americana de los Derechos y Deberes del Hombre dispone que “los derechos de cada hombre
están limitados por los derechos de los demás, por la seguridad de todos y por las justas
exigencias del bienestar general y el desenvolvimiento democrático”. De otro lado, el art. 32.2)
de la Convención Americana sobre Derechos Humanos, dispone expresamente que “los
derechos de cada persona están limitados por los derechos de los demás, por la seguridad de
todos y por las justas exigencias del bien común, en una sociedad democrática”.
De las normas internacionales citadas se infiere que el ejercicio de los derechos
humanos puede ser limitado válidamente en las siguientes circunstancias:
9

a) Para preservar y proteger los derechos humanos de las demás personas; así, por
ejemplo, en los casos en los que una persona al ejercer su derecho a la libertad de expresión
no vulnere o lesione el derecho a la honra y el honor de otra persona.
b) Para proteger la seguridad de todos los miembros de la comunidad; así, por ejemplo,
en los casos en los que una o varias personas al ejercer su derecho a la reunión y
manifestación pública vulneren los derechos al derecho de locomoción o libre tránsito
asumiendo acciones de hecho.
c) Para preservar el orden público y el bien común, como condición básica para el
desenvolvimiento democrático de la sociedad. Es importante advertir que no es posible
establecer un concepto unívoco de “orden público” y “bien común”, pueden dar lugar a
distorsiones en su conceptualización, por ello la corte Interamericana de Derechos Humanos,
en su Opinión Consultiva OC-5/85 del 13 de noviembre de 1985, ha expresado la siguiente
consideración “Es posible entender el bien común, dentro del contexto de la Convención, como
un concepto referente a las condiciones de la vida social que permiten a los integrantes de la
sociedad alcanzar el mayor grado de desarrollo personal y la mayor vigencia de los valores
democráticos. En tal sentido, puede considerarse como un imperativo del bien común la
organización de la vida social en forma que se fortalezca el funcionamiento de las instituciones
democráticas y se preserve y promueva la plena realización de los derechos de la persona
humana... No escapa a la Corte, sin embargo, la dificultad de precisar de modo unívoco los
conceptos de "orden público" y "bien común", ni que ambos conceptos pueden ser usados tanto
para afirmar los derechos de la persona frente al poder público, como para justificar limitaciones
a esos derechos en nombre de los intereses colectivos. A este respecto debe subrayarse que
de ninguna manera podrían invocarse el "orden público" o el "bien común" como medios para
suprimir un derecho garantizado por la Convención o para desnaturalizarlo o privarlo de
contenido real (ver el art. 29.a de la Convención). Esos conceptos, en cuanto se invoquen como
fundamento de limitaciones a los derechos humanos, deben ser objeto de una interpretación
estrictamente ceñida a las "justas exigencias" de "una sociedad democrática" que tenga en
cuenta el equilibrio entre los distintos intereses en juego y la necesidad de preservar el objeto y
fin de la Convención”.
El mismo criterio se aplica en el nivel interno para establecer las limitaciones o
restricciones al ejercicio de los derechos fundamentales. Cabe advertir que conforme a las
normas convencionales previstas por el art. 32.2 de la Convención Americana sobre Derechos
Humanos, y la jurisprudencia constitucional se tratan de restricciones excepcionales al ejercicio
de los derechos fundamentales, no estando permitido en circunstancia alguna la supresión del
núcleo esencial del derecho, lo que es lo mismo a supresión del derecho humano; debe
entenderse que no le está permitido a ningún Estado suprimir, a título de restricción, un derecho
fundamental ni siquiera con el fundamento de preservar el orden democrático.
Al respecto, el Tribunal Constitucional, recogiendo los criterios expresados en la doctrina
y la jurisprudencia comparada, así como el derecho positivo expresado en las normas del
Derecho Internacional de los Derechos Humanos y la Constitución, en su SC 004/2001, ha
sentado jurisprudencia definiendo que “los derechos fundamentales no son absolutos,
encuentran límites y restricciones en los derechos de los demás, la prevalencia del interés
general, la primacía del orden jurídico y los factores de seguridad, moralidad y salubridad
públicos, que no pueden verse sacrificados en aras de un ejercicio arbitrario o abusivo de las
prerrogativas individuales; es decir, que los derechos fundamentales pueden ser limitados en
función al interés social. Es en ese orden que la Constitución ha establecido el mecanismo legal
para la regulación y restricción de los derechos fundamentales”. En la citada sentencia, el
Tribunal Constitucional ha interpretado el alcance de la norma prevista por el art. 7 de la
10

Constitución, con relación a la proclamación de los derechos fundamentales, sujetos a las leyes
que regulan su ejercicio; la regulación a la que hace referencia el texto constitucional, ha sido
entendida por el Tribunal, primero, como el desarrollo legislativo de los derechos
fundamentales, respecto a su naturaleza, la definición del núcleo esencial y los alcances y;
segundo, como el establecimiento de las limitaciones legales a su ejercicio en el marco que
define la sentencia citada.
Conforme enseña la doctrina, se pueden identificar dos tipos de límites al ejercicio de los
derechos humanos: a) los límites intrínsecos, son aquellos que derivan de la propia
naturaleza de un derecho humano y de su función social, es decir, no están establecidos por las
normas jurídicas sino que son inherentes a la propia naturaleza del derecho. En este tipo de
límites se pueden identificar los objetivos, que se desprenden de la propia naturaleza, de la
misma realidad del derecho; y los subjetivos, que derivan de la actitud del sujeto titular y de la
forma de ejercer el propio derecho; y b) los límites extrínsecos, son los que derivan de la
propia existencia social y de los demás sujetos de derecho que en ella coexisten, es decir,
aquellos que están previstos en las normas de la Constitución o las Leyes orgánicas que forman
parte del bloque de constitucionalidad, las mismas que derivan de aquellos mandatos
constitucionales que de manera mediata o indirecta establecen los límites para proteger no sólo
otros derechos humanos, sino otros bienes colectivos que protege la Constitución.
Cabe señalar que la imposición de límites o restricciones al ejercicio de los derechos
fundamentales, permitidas por las normas convencionales y constitucionales, no están sujetas a
la discrecionalidad de los gobernantes o las autoridades públicas, al contrario están sometidas a
la concurrencia de los principios de la reserva de Ley; de reserva judicial y de proporcionalidad.
En primer lugar, para imponer limitaciones o restricciones al ejercicio de los derechos
fundamentales debe concurrir el principio de la reserva legal, que como bien ha definido el
Tribunal Constitucional de Bolivia, en la Declaración Constitucional Nº 06/2000, es la “institución
jurídica que protege el principio democrático, al obligar al legislador a regular aquellas materias
que por disposición de la Constitución deben ser desarrolladas en una Ley; es una institución
que impone un límite tanto al Poder Legislativo como al Ejecutivo; a aquél, impidiendo que
delegue sus potestades en otro órgano, y a éste, evitando que se pronuncie sobre materias
que, como se dijo, debe ser materia de otra Ley”11. Ello supone que las limitaciones al ejercicio
de los derechos humanos sólo pueden ser establecidas a través de una Ley, lo que significa
que sólo le está reconocido al Órgano Legislativo la potestad y facultad de desarrollar los
derechos humanos proclamados en la Constitución y establecer, en su caso, limitaciones a su
ejercicio, estando proscrita dicha facultad para el Órgano Ejecutivo o los gobiernos locales
autónomos, quienes no pueden emitir disposición alguna limitando el ejercicio de los derechos
humanos. De otro lado, cabe señalar que si bien le está reconocido al Órgano Legislativo el
poder establecer límites al ejercicio de los derechos humanos a través de leyes, no le está
permitido desconocer el núcleo esencial del derecho humano, es decir, desconfigurarlo el
derecho de manera que al final se suprima o elimine el derecho en vez de limitar su ejercicio. El
legislador podrá limitar el ejercicio de un derecho humano pero de ninguna manera suprimirlo o
eliminarlo.
En segundo lugar, debe concurrir al principio de reserva judicial, lo que significa que la
limitación o restricción prevista por la Ley debe ser impuesta válidamente mediante una orden
expresa, suficiente y razonablemente motivada, expedida por el Juez o Tribunal competente. El
principio de reserva judicial tiene su razón jurídica, toda vez que en un Estado democrático de

11
Declaración Constitucional dictada en fecha 21 de diciembre de 2000, en la Consulta sobre la Constitucionalidad del Proyecto de
Ley Nº 016/00 que proponía la modificación de los arts. 25 y 29 inc. n) de la Ley Nº 1984 Código. Magistrado Relator Dr. José
Antonio Rivera S.
11

Derecho se fijan límites a la intervención del Estado a la esfera de autodeterminación de la


persona; por lo tanto se otorgan las debidas garantías al titular del derecho en la imposición de
las limitaciones o restricciones. La intervención de la autoridad judicial tiene la finalidad de
determinar si la aplicación de la medida resulta razonable y proporcional, de manera que se
eviten excesos o arbitrariedades; tiene por fin último evitar la imposición de restricciones
innecesarias o excesivas. Cabe advertir que la decisión judicial que disponga la aplicación de la
restricción al ejercicio del derecho fundamental debe estar suficientemente motivada; al
respecto el Tribunal Constitucional de España, en su Sentencia TC 54/1996, de 26 de marzo,
ha establecido la siguiente jurisprudencia: “Desde las primeras sentencias este Tribunal ha
venido declarando que ‘cuando se coarta el libre ejercicio de los derechos reconocidos por la
Constitución el acto es tan grave que necesita encontrar una especial causalización y el hecho
o conjunto de hechos que lo justifican deben explicarse con el fin de que los destinatarios
conozcan las razones por las cuales su derecho se sacrificó y los intereses por los que se
sacrificó. La motivación no es sólo una elemental cortesía sino un riguroso requisito del acto de
sacrificio de los derechos (STC 26/1981), y en este mismo sentido, afirmamos que toda
resolución que limita o restringe el ejercicio de un derecho fundamental ha de estar motivada,
de forma que las razones justificativas de tal limitación puedan ser conocidas por el afectado.
En esta línea, hemos venido reiterando que la restricción del derecho fundamental debe
adoptarse por medio de resolución judicial motivada (SSTC 3/1992, 13/1994), y que ello se
debe a la íntima relación existente entre la motivación judicial y las circunstancias fácticas que
legitiman tal restricción, pues sólo a través de aquélla pueden conocerse y ponderarse éstas
(STC 128/1995).
(..)
“Y la necesidad de motivación resulta necesaria porque sólo a través de ella se preserva
el derecho de defensa y se puede hacer el necesario juicio de proporcionalidad entre el
sacrificio del derecho fundamental y la causa a la que obedece. Pues corresponde al Juez llevar
a cabo la ponderación preventiva de los intereses en juego y determinar si a la vista de las
circunstancias concurrentes debe prevalecer el derecho constitucionalmente protegido (SSTC
160/1994, 50/1995), ya que la motivación es la única vía de comprobación de que se ha llevado
a cabo la ponderación judicial que constituye la esencial garantía de la excepción a la
inviolabilidad de las comunicaciones”.
En tercer lugar, para imponer las limitaciones o restricciones al ejercicio de los derechos
fundamentales debe concurrir el principio de proporcionalidad, lo que significa que la medida
de restricción al ejercicio del derecho fundamental debe ser proporcional al fin perseguido; pues
no se admite que el sacrificio del derecho fundamental excesivo con relación al fin perseguido
con la medida; ya que en ese caso la restricción sería arbitraria e injusta.
7. Las garantías constitucionales
Las garantías constitucionales son institutos jurídico-constitucionales que tienen por
finalidad el proteger y amparar a las personas, en el ejercicio de sus derechos fundamentales,
contra cualquier exceso, abuso o arbitrariedad provenientes de personas particulares, de
autoridades públicas o judiciales.
El Dr. Ernesto Daza Ondarza12, al referirse a las Garantías Constitucionales, manifiesta
que "Las garantías son, precisamente, aquellos medios o remedios jurídicos o jurisdiccionales
encaminados a la protección y al amparo de la libertad constitucional".

12
DAZA ONDARZA, Ernesto. 12 Temas de Derecho Constitucional. Ed. Universitaria. 1973. Cochabamba - Bolivia. Pág. 100.
12

José Pareja Paz Soldán13, citado por Daza Ondarza, señala que "las garantías son las
seguridades establecidas para lograr el goce efectivo y el ejercicio cabal de los derechos y los
medios puestos a disposición de los ciudadanos para hacerlos respetar".
De acuerdo a la doctrina general del Derecho Constitucional, las garantías
constitucionales pueden ser clasificadas en dos categorías:
7.1. Garantías normativas
Son aquellas normas constitucionales que, expresando los valores y principios
fundamentales, establecen prohibiciones para las autoridades, funcionarios públicos o
particulares para que no asuman actos, decisiones o emitan resoluciones que restrinjan o
supriman derechos fundamentales y, en su caso, constituyen obligaciones para asumir
determinadas decisiones orientadas a hacer efectivo el ejercicio de un derecho fundamental.
Las garantías normativas tienen por finalidad resguardar el ámbito de autodeterminación
de la persona, lo que significa que principalmente resguardan los derechos civiles, los derechos
políticos y algunos derechos económicos. Así, por ejemplo, se pueden mencionar como
garantías normativas las previstas por el art. 23.III de la Constitución, que para proteger el
derecho a la libertad física o derecho de locomoción impone una obligación negativa al Estado,
la de no detener, apresar o perseguir; la mencionada norma textualmente dispone lo siguiente:
“Nadie podrá ser detenido, aprehendido o privado de su libertad, salvo en los casos y según las
formas establecidas por la ley. La ejecución del mandamiento requerirá que éste emane de
autoridad competente y que sea emitido por escrito”. También se pueden citar las normas
previstas por el art. 25 de la Constitución que imponen obligaciones negativas al Estado para
resguardar el derecho a la intimidad o vida privada, n sus elementos esenciales del derecho a la
inviolabilidad de domicilio, inviolabilidad de comunicaciones privadas y correspondencia, y la
inviolabilidad de documentos privados. Asimismo se puede citar, a manera de ejemplo, la norma
prevista por el art. 114.I de la Constitución que impone la obligación negativa de no torturar, no
desaparecer, no confinar, no coaccionar, ni inferir cualquier forma de violencia física o moral;
esto como una forma de proteger el derecho a la vida, y la integridad física, psicológica y moral.
7.2. Las Garantías jurisdiccionales
Son aquellos procesos constitucionales que tienen la finalidad de poner un remedio
jurídico a un acto u omisión ilegal o arbitrario que restrinja o suprima los derechos
fundamentales, reestableciéndolos de forma inmediata y oportuna.
Entre las garantías jurisdiccionales establecidas en la Constitución se tienen las
siguientes:
a) La Acción de Libertad
La Acción de Libertad es un proceso constitucional de naturaleza tutelar, que tiene la
finalidad de brindar una protección inmediata y efectiva a los derechos fundamentales a la vida y a
la libertad física, en los casos en los que sean ilegal o indebidamente restringidos, suprimidos o
amenazados de restricción o supresión por actos u omisiones ilegales o indebidas de las
autoridades públicas o particulares.
Se trata de una garantía jurisdiccional, o una vía de defensa de los derechos
fundamentales, como lo caracteriza la Constitución; ya que pone un remedio jurídico inmediato y
oportuno cuando se produce una violación de los derechos tutelados.

13
Ibidem. Pág. 101.
13

Es una acción tutelar extraordinaria, porque es única en su género y no forma parte de los
recursos ordinarios previstos en la legislación procesal del Estado. Es proceso constitucional
porque, de un lado tiene su origen en las normas de la Constitución, y de otro, porque es una
acción jurisdiccional creada para resolver un conflicto o controversia constitucional que se genera
con la violación de los derechos fundamentales a la vida y a la libertad física.
Finalmente, es de tramitación especial, porque dada su naturaleza tutelar está exenta de los
ritualismos y formalismos procedimentales; tiene un trámite sumarísimo, no admite incidentes
dilatorios, ni plazos probatorios, toda vez que no es un medio para dirimir ni dilucidar controversias
sobre un derecho, sino una vía de reparación o de restablecimiento de los derechos fundamentales
a la vida y a la libertad física ante una acción ilegal o indebida de restricción o supresión. Se tramita
en única instancia, pues contra el fallo pronunciado por el juez o tribunal competente no procede
ningún recurso ulterior.
Cabe señalar que la Acción de Libertad, al igual que la Acción de Amparo Constitucional,
se constituye en un medio eficaz para limitar el poder del Estado, pues es un freno al exceso, el
abuso y la arbitrariedad de la autoridad pública. Sin temor a equivocaciones, se puede afirmar que
se constituye en un efectivo instrumento de freno y contrapeso para el ejercicio del poder político.
Corresponde señalar que en el sistema constitucional boliviano la Acción de Libertad tiene
como objetivo esencial restaurar o restablecer los derechos fundamentales a la vida y a la libertad
física, en aquellos casos en los que sean restringidos o vulnerados por acción u omisiones ilegales
o indebidas de las autoridades públicas o de personas particulares.
b) La Acción de Amparo Constitucional
La Acción de Amparo Constitucional es un proceso constitucional de naturaleza tutelar, de
tramitación especial y sumarísima, que tiene por objeto la restitución o restablecimiento inmediato
de los derechos fundamentales y garantías constitucionales, con excepción del derecho a la
libertad física y los derechos colectivos, en los casos en los que sean amenazados, suprimidos o
restringidos por actos u omisiones ilegales o indebidos de autoridades públicas o particulares.
Según Ernesto Daza Ondarza (1997: 132), la Acción de Amparo Constitucional es una
acción sumarísima que garantiza a todo ciudadano el derecho de pedirlo, cuando se viola
cualesquiera de los derechos consagrados en la Constitución, con excepción de la libertad
personal que se halla protegido especialmente por el hábeas corpus.
La Acción de Amparo Constitucional es una acción tutelar de los derechos y garantías
constitucionales de las personas, tiene una configuración procesal especial, autónoma e
independiente con relación al ámbito procesal ordinario. Su esencia tutelar hace que esta acción
tenga un alcance preventivo y correctivo; en el primer caso, se acciona frente a una amenaza de
una inminente restricción o supresión de los derechos fundamentales o garantías constitucionales,
situación en la que la persona afectada solicitará al Juez o Tribunal competente la adopción de las
medidas necesarias para preservar o precautelar su derecho fundamental o garantía
constitucional, de manera que la autoridad judicial competente disponga la adopción de las
medidas correspondientes para prevenir la consumación del acto o resolución ilegal violatorio; en
el segundo caso, se acciona frente a la consumación de una restricción o supresión de los
derechos y garantías emergente de actos, resoluciones u omisiones ilegales o indebidas, caso en
el que, el Juez o Tribunal competente otorga la tutela respectiva, disponiendo la anulación del acto
o resolución, o la cesación de la omisión, a objeto de que se restablezca, de forma inmediata, el
derecho restringido o suprimido.
La Acción de Amparo Constitucional tiene por finalidad el asegurar a las personas el goce
efectivo de sus derechos fundamentales y garantías constitucionales, protegiéndola de toda
14

amenaza, restricción o supresión ilegal o arbitraria proveniente de actos, decisiones u omisiones de


las autoridades públicas o de las personas particulares, protección que se efectúa con excepción
del derecho a la libertad física, que es tutelado por la Acción de Libertad, del derecho a la
autodeterminación informativa, que es protegido por la Acción de Protección de Privacidad, y de los
derechos colectivos, que son tutelados por la Acción Popular.
c) La Acción de Protección de Privacidad
La Acción de Protección de Privacidad es un proceso constitucional de naturaleza tutelar
que tiene por finalidad la protección inmediata y efectiva del derecho a la “autodeterminación
informativa”14, restableciendo o restituyéndolo en los casos en los que sea restringido o
vulnerado de manera ilegal o indebida.
Se trata de una garantía constitucional jurisdiccional a través de la cual se brinda a la
persona una protección efectiva e idónea frente al manejo o uso ilegal e indebido de
información o datos personales generados, registrados, almacenados en bancos de datos
públicos y privados, que son distribuidos a través de los medios o soportes informáticos.
La norma prevista por el art. 130.I de la Constitución determina que la Acción de
Protección de Privacidad protege el derecho fundamental a la intimidad y privacidad personal o
familiar, o a su propia imagen, honra y reputación; a partir del texto literal de la norma
constitucional parece existir una contradicción entre el concepto formulado líneas arriba y lo
determinado en la norma constitucional respecto al derecho fundamental que protege la Acción
de Protección de Privacidad.
Cabe advertir que no existe tal contradicción, toda vez que el derecho a la
autodeterminación informativa deriva de la faceta positiva del derecho fundamental a la
privacidad o intimidad; es decir, esa faceta que consiste en la capacidad o potestad que tiene
toda persona de conocer cuánta información sobre su vida íntima o privada se ha recogido,
almacenado y distribuido a través de soportes informáticos, con qué finalidad y a quienes se ha
distribuido; por ello la doctrina constitucional señala que el derecho a la autodeterminación
informativa es la potestad o facultad que tiene toda persona de disponer de la información o de
los datos personales concernientes a su personalidad, de preservar la propia identidad
informática, o lo que es igual, de consentir, controlar y, en su caso, rectificar los datos
informáticos concernientes a su propia personalidad. Ahora bien, es esa faceta que protege la
Acción de Protección de Privacidad; por ello mencionamos en el concepto que este proceso
constitucional protege el derecho a la autodeterminación informativa.
La Acción de Protección de Privacidad es una garantía constitucional jurisdiccional que
restituye o restablece de manera inmediata el derecho que tiene toda persona a verificar qué
información o datos fueron obtenidos, o almacenados sobre ella, cuáles de ellos se difunden y
con qué objeto, de manera que se corrijan o aclaren las informaciones o datos inexactos,
impedir que se difundan y, en su caso, se eliminen si se tratan de datos o informaciones
sensibles, cuya difusión podría lesionar el derecho a la honra, la buena imagen o el buen
nombre de la persona o de su familia. La protección del derecho a la autodeterminación
informativa se activa en todos aquellos casos en los que los encargados de los bancos de datos
públicos o privados vulneran el derecho al asumir la conducta ilegal o indebida de no permitir el
acceso al banco de datos, la rectificación, corrección, eliminación o mantenimiento en
confidencialidad de los datos privados recogidos y almacenados.

14
Cabe advertir que en la doctrina constitucional este derecho también se conoce como la “libertad informática”, así los
constitucionalistas Francisco Fernández Segado, Enzo Roppo, Antonio Pérez Luño o Vittorio Frosini, entre otros, manejan esta
denominación. El autor de este trabajo se inclina por la denominación “autodeterminación informática”.
15

De lo referido se puede concluir que la Acción de Protección de Privacidad es una vía


procesal de protección de los datos personales, aquellos que forman parte del núcleo esencial
del derecho a la privacidad o intimidad de una persona, frente a la obtención, almacenamiento y
distribución ilegal, indebida o inadecuada por entidades u organizaciones públicas o privadas.
Esta garantía constitucional otorga a toda persona, sea natural o jurídica, la potestad y facultad
de acudir a la jurisdicción constitucional para demandar a los bancos de datos y archivos de
entidades públicas y privadas con el fin de que le permitan el conocimiento, la actualización, la
rectificación o supresión de las informaciones o datos referidos a ella, que hubiesen obtenido,
almacenado y distribuido dichos bancos de datos.
d) La Acción de Cumplimiento
De manera general se puede señalar que la Acción de Cumplimiento es un proceso
constitucional que tiene por objeto hacer cumplir por la autoridad pública un mandato imperativo
impuesto por el ordenamiento jurídico, en aquellos casos en los que de manera injustificada
incumple o se resiste a cumplirlo.
Mediante esta acción tutelar, toda persona a quien afecte el incumplimiento de un
mandato imperativo previsto por la Constitución o la Ley puede pedir a la autoridad judicial
competente emita una orden, a la autoridad pública renuente, para su inmediato cumplimiento.
El profesor colombiano Jairo Enrique Solano15 la define de la siguiente manera: “La
Acción de Cumplimiento puede definirse como el mecanismo jurídico, establecido por la
Constitución y reglamentado por la Ley como derecho público subjetivo – a disposición de
cualquier persona-, para propender a que las autoridades públicas renuentes no burlen el
mandato imperativo de las leyes o las decisiones administrativas y hagan efectivas las
obligaciones estatales que se derivan de aquéllas”. Cabe advertir que en la definición glosada
se hace referencia a un mandato imperativo de las leyes o las decisiones administrativas; ello
en razón a que en el Derecho colombiano la Acción de Cumplimiento no procede ante la
renuencia de cumplir un mandato impuesto por la constitución, solamente procede ante el
incumplimiento de los mandatos de la Le o de los actos administrativos.
La Corte Constitucional de Colombia, en su Sentencia C-158/98, ha definido la Acción
de Cumplimiento como “el derecho que se le confiere a toda persona, natural o jurídica, público
o privada, en cuanto titular de potestades e intereses jurídicos activos frente a las autoridades
públicas y aun de los particulares que ejerzan funciones de esta índole, y no meramente
destinataria de situaciones pasivas, concretadas en deberes, obligaciones o estado de sujeción,
demandados en razón de los intereses públicos o sociales, para poner en movimiento la
actividad jurisdiccional del Estado, mediante la formulación de una pretensión dirigida a obtener
el cumplimiento de una ley o de un acto administrativo que ha impuesto ciertos deberes u
obligaciones a una autoridad, la cual se muestra renuente a cumplirlos”.
El profesor peruano Edgar Carpio Marcos16 ha formulado el siguiente concepto sobre la
Acción de Cumplimiento: “en términos generales, éste es un proceso mediante el cual los
particulares pueden reparar agravios a ciertos derechos e intereses subjetivos derivados del

15
Solano Sierra, Jairo Enrique (1998. Acción de Cumplimiento. 2ª ed., Bogotá – Colombia, Ed. Librería del Profesional. Pp. 27.
16
Carpio Marcos, Edgar (2004), “La Acción de Cumplimiento”, en Derecho Procesal Constitucional¨, 2ª ed., Lima – Perú, Ed. Jurista.
Pp 944.
16

incumplimiento, por parte de las autoridades o funcionarios públicos, de mandatos establecidos


en normas con rango de Ley o en actos administrativos”.
En el sistema constitucional boliviano, la Constitución ha consagrado a la Acción de
Cumplimiento entre las acciones de defensa de los derechos y garantías constitucionales. Su
caracterización como acción responde a que el Constituyente la ha instituido como una
prerrogativa o capacidad que tiene toda persona para acudir a una autoridad jurisdiccional del
Estado para obtener una protección o tutela judicial efectiva frente a una conducta renuente de
una autoridad pública, haciendo efectivo el cumplimiento del mandato imperativo previsto por las
normas de la constitución o las leyes.
e) La Acción Popular
La Acción Popular es un proceso constitucional de naturaleza tutelar, que tiene por
objeto la protección inmediata y efectiva de los derechos e intereses colectivos, contra los actos
u omisiones ilegales o indebidas de autoridades públicas o personas particulares que los
restrinjan, supriman o amenacen de restricción o supresión.
Tomando en cuenta su naturaleza tutelar, se puede señalar que la Acción Popular es
una garantía constitucional, un medio procesal idóneo y efectivo para la protección inmediata de
los derechos e intereses colectivos, a objeto: a) de evitar el daño contingente que podría derivar
de la violación de los derechos protegidos; b) hacer cesar el peligro que implica la vulneración
de estos derechos; c) hacer cesar la amenaza de restricción; y d) evitar la consumación de la
vulneración de los derechos colectivos e intereses difusos.
Según el profesor colombiano Néstor Raúl Correa (2009: 19), la Acción Popular es el
proceso judicial constitucional y autónomo para proteger los derechos colectivos, con una triple
finalidad: normalmente prevenir, a veces restituir y excepcionalmente “indemnizar”.
Como podrá advertirse, se trata de un proceso constitucional de naturaleza tutelar que
difiere de los otros procesos, como el Amparo Constitucional o la Acción de Libertad (Hábeas
Corpus), por las siguientes razones de orden legal. La primera, porque los titulares de la acción
en este proceso, a diferencia de los otros, no son las personas individuales, sino una
colectividad o comunidad humana, vale decir, las personas consideradas como sujetos plurales
que integran una colectividad o comunidad humana. La segunda, porque con este proceso
constitucional no se protegen derechos cuyos titulares son las personas individuales, solamente
se protegen los derechos colectivos que pertenecen a todos en general. La tercera, en este
proceso constitucional la protección del derecho lesionado es indivisible, pues no se lo protege
por partes sino en su integridad. La cuarta, la sentencia que expide el Juez o Tribunal
competente tiene efectos erga omnes, lo que supone que surte efectos con relación a todos los
integrantes de la colectividad o comunidad.
La Acción Popular, en el sistema constitucional boliviano, ha sido consagrada como una
acción de los derechos y garantías constitucionales, concretamente de los derechos e intereses
colectivos; así está definida por el art. 135, que se encuentra consignada en la Sección VI,
Capítulo Segundo, del Título Cuarto, Primera Parte de la Constitución.
Su caracterización como acción responde a que el Constituyente la ha instituido como
una prerrogativa o capacidad que tiene toda persona para acudir a una autoridad jurisdiccional
del Estado para obtener una protección o tutela judicial efectiva frente a acciones u omisiones
ilegales o indebidas de autoridades públicas o personas particulares que violen o amenacen con
violar derechos e intereses, para que el Juez o Tribunal competente puede otorgar la inmediata
y efectiva protección.
17

f) La Acción de Inconstitucionalidad Abstracta


La Acción de Inconstitucionalidad Abstracta es una acción constitucional que tiene por
finalidad el control objetivo de las disposiciones legales ordinarias, para establecer su
compatibilidad o incompatibilidad con los valores, principios, derechos fundamentales, y las
normas orgánicas previstas por la Constitución, con el objeto de realizar una depuración del
ordenamiento jurídico del Estado.
Es una acción constitucional que se articula al sistema de control correctivo o a posteriori
de las disposiciones legales, pues a través de ella se busca la verificación de la compatibilidad
de la disposición legal impugnada con los valores, principios, derechos fundamentales, y las
normas orgánicas previstas por la Constitución, de manera que si se establece su
incompatibilidad se la retire del ordenamiento jurídico. Significa que el órgano de control de
constitucionalidad corrige el acto legislativo inconstitucional, con posterioridad a la promulgación
de la disposición legal respectiva, depurando de esa forma el ordenamiento jurídico del Estado.
Es una acción abstracta porque la impugnación de la disposición legal se la plantea
como una acción no vinculada a un caso concreto, es decir, independientemente de su
proyección aplicativa o de un interés subjetivo. Es una acción directa, porque la persona o
autoridad legitimada efectúa la impugnación de la disposición legal de manera directa sin
condicionamiento alguno, es decir, sin que la supuesta incompatibilidad esté vinculada a la
solución de un conflicto concreto de intereses.
Como señala el profesor español García de Enterría, en su obra La Constitución como
Norma y el Tribunal Constitucional (1994: 137), se trata de un control abstracto de normas que
se origina, no en función de un conflicto concreto de intereses para solucionar cual sea
menester dilucidar previamente la norma de decisión, sino simplemente por una discrepancia
abstracta sobre la interpretación del texto constitucional en relación a su compatibilidad con una
ley singular.
Con relación a los alcances de la Acción de Inconstitucionalidad Abstracta, la
jurisprudencia constitucional establecida en la SC 0074/2003, de 12 de agosto, señala que “(..)
el capítulo II del título Cuarto de la Ley del Tribunal Constitucional, establece el recurso directo o
abstracto de inconstitucionalidad, señalando en el art. 54 que este recurso ‘procederá contra
toda ley, decreto o cualquier género de resolución no judicial, contraria a la Constitución Política
del Estado como acción no vinculada a un caso concreto’; extremo que guarda coherencia
plena sobre el carácter remedial al que la Constitución alude en el art. 120.1ª; de ahí que el
mismo no esté instituido para reparar lesiones a intereses que emerjan de situaciones concretas
que la norma impugnada de inconstitucionalidad pudiera afectar”.
El objeto de la Acción de Inconstitucionalidad Abstracta es el texto normativo de la
disposición legal impugnada, cuyo origen o contenido material puede desconocer los valores
supremos, los principios fundamentales, los derechos y garantías constitucionales, o las demás
normas orgánicas contenidas en la Constitución, que le otorgan validez dentro del ordenamiento
jurídico del Estado. Como señala la jurisprudencia establecida por la Corte Constitucional de
Colombia en su sentencia Nº C-504/93 "el examen de constitucionalidad se limita a examinar el
precepto normativo según los parámetros de una decisión política originaria -la Constitución
Política-, de manera que no se predeterminan los procedimientos democráticos establecidos
para su expedición ni se contraríen los contenidos mínimos de justicia material recogidos en el
texto fundamental".
g) La Acción de Inconstitucionalidad Concreta
18

Es un proceso constitucional que tiene la finalidad de someter al control de


constitucionalidad una disposición legal, sobre cuya constitucionalidad surge una duda
razonable y fundada, en aquellos casos concretos en los que debe ser aplicada para resolver
un proceso judicial o administrativo, a objeto de que el órgano competente someta a juicio de
constitucionalidad para verificar su compatibilidad con la Constitución.
La Acción de Inconstitucionalidad Concreta es una vía de control de constitucionalidad a
través de la cual se realiza la impugnación de una disposición legal cuyas normas son
incompatibles con las de la Constitución. Es concreta porque la aparente incompatibilidad de la
disposición legal con la Constitución surge en la proyección aplicativa de la disposición legal a
un caso concreto a resolverse en un proceso judicial o administrativo.
Esta vía de control concreto de constitucionalidad está abierta a todos los jueces y
tribunales que integran el Órgano Judicial, así como a aquellas autoridades administrativas que
sustancian los procesos administrativos, para que puedan plantear la acción cuando tengan una
duda fundada y razonable sobre la constitucionalidad de una disposición legal o de algunas de
sus normas, de cuya validez dependa la adopción de su decisión, con independencia de que
lleguen a adoptar la decisión respectiva de promover la acción directamente o a petición de las
partes.
La vía de control de constitucionalidad concreta tiene su antecedente en el Derecho
comparado, pues su origen se encuentra en el Derecho austriaco, el Derecho alemán y el
Derecho español. En España, esta vía de control de constitucionalidad se denomina “cuestión
de inconstitucionalidad”, está concebida como una acción cuya problemática de la posible
inconstitucionalidad de una norma, surge como una cuestión incidental previa a la aplicación de
la misma para la resolución de un proceso concreto.
Empero, existen diferencias en la configuración procesal del recurso indirecto o
incidental de inconstitucionalidad de Bolivia con relación a la cuestión de inconstitucionalidad de
España. En efecto, en cuanto a las normas objeto del control, en Bolivia se ha adoptado un
modelo amplio, pues el control a través de la Acción de Inconstitucionalidad Concreta abarca a
las leyes, estatutos orgánicos o cartas orgánicas de las Entidades Territoriales Autónomas,
decretos y cualquier género de resoluciones no judiciales de carácter normativo; en cambio, en
España la cuestión de inconstitucionalidad sólo alcanza a las normas con rango de Ley. Con
relación a la instancia en la que puede promoverse la acción, en Bolivia se ha adoptado un
sistema amplio, pues la acción puede ser promovida dentro de los procesos judiciales como los
administrativos: en cambio, en España la cuestión de inconstitucionalidad sólo puede ser
promovida en los procesos judiciales. Finalmente, respecto a la legitimación activa, en Bolivia
pueden promover la acción los jueces o los tribunales judiciales, así como las autoridades
administrativas ante quienes se tramitan los procesos administrativos; ello difiere del sistema
adoptado en España, ya que la cuestión de inconstitucionalidad sólo puede ser planteada por
los jueces o tribunales judiciales, pues es una prerrogativa exclusiva e irrevisable del Órgano
Judicial, conferida como cauce procesal para resolver las dudas que el mismo pueda tener
acerca de la constitucionalidad de una Ley que se revela de influencia decisiva en el fallo a
dictar.
La Acción de Inconstitucionalidad Concreta, en el modelo de control de constitucionalidad
adoptado en Bolivia, tiene por único objeto el control sobre la constitucionalidad de las
disposiciones legales aplicables al caso concreto y señaladas con precisión por la autoridad
judicial o administrativa que promueve la acción; lo que significa que el Tribunal Constitucional
Plurinacional, al resolver el caso sometido a su conocimiento, no tiene por qué analizar y
considerar los elementos de hecho ni los derechos controvertidos en el proceso judicial o
19

administrativo que da origen a la acción; por lo mismo, no tiene por qué pronunciarse respecto a
los fallos o decisiones pronunciados dentro del proceso que motiva el incidente de
inconstitucionalidad; así lo dispone el art. 116 de la Ley Nº 027. Empero, deberá entenderse que
el alcance de dicha norma es exclusivamente con relación a la Acción de Inconstitucionalidad
Concreta y no así con relación a las otras acciones constitucionales que forman de las acciones
de defensa previstas por la Constitución, cuyo conocimiento y resolución corresponde a la
jurisdicción constitucional, como son las acciones tutelares de Acción de Libertad, Acción de
Amparo Constitucional.
20

Unidad Nº10:
LOS DERECHOS DENOMINADOS FUNDAMENTALES
1. Caracterización de los derechos denominados fundamentales
Se trata de un grupo de derechos que tienen por finalidad resguardar la dignidad
humana mejorando la calidad de vida; por lo que se trata de aquellos derechos que obligan al
Estado a garantizar, resguardar y protegerlos a través de la adopción de políticas públicas, de
medidas legislativas y administrativas.
La base y fundamento de este grupo de derechos, denominados fundamentales, es el
valor supremo de la dignidad humana; pues se trata de derecho que se constituyen en el
mínimo esencial para que una persona pueda desarrollarse y vivir con dignidad.
En el Capítulo Segundo, del Título II, la Constitución consagra, bajo la denominación de
derechos fundamentales, los siguientes: el derecho a la vida y a la integridad física, Psicológica
y sexual; el derecho a la salud; el derecho al agua; el derecho a la alimentación; derecho a la
educación; el derecho a un habitad; el derecho a la vivienda; derecho de acceso universal y
equitativo a los servicios básicos.
2. Derecho a la vida y la integridad física, psicológica y sexual
El derecho a la vida es la capacidad, facultad o potestad que tiene todo ser humano a la
existencia y desarrollarse como ser vivo desde el mismo momento de su concepción, no
pudiendo ser interrumpido en el proceso de gestación dentro el seno materno por acción alguna
de agentes externos y una vez nacido no ser víctima de acción alguna que le prive de la vida,
por lo mismo que sea protegido y respetado tanto por el Estado, la sociedad y las demás
personas. Es el primero de todos los derechos, se podría decir el origen de todos los demás
derechos, ya que sin vida no se podría adquirir ni ejercer derecho alguno.
El Tribunal Constitucional, refiriéndose al derecho a la vida, en su SC 411/2000-R, de 28
de abril, ha definido que este derecho es “el origen de donde emergen los demás derechos, por
lo que su ejercicio no puede ser obstaculizado por procedimientos burocráticos ni sujeto a
recursos previos, más aún cuando su titular se encuentra en grave riesgo de muerte”. Por ello,
además de consagrarlo, la Constitución prevé mecanismos de protección para el ejercicio real y
efectivo del derecho a la vida cuando, en su art. 158, obliga al Estado a "defender el capital
humano protegiendo la salud de la población, asegurará la continuidad de sus medios de
subsistencia y rehabilitación de las personas inutilizadas..", obliga también al Estado establecer
un "régimen de seguridad social" inspirado en los principios de universalidad, solidaridad,
unidad de gestión, economía, oportunidad y eficacia.
De otro lado, el mismo Tribunal Constitucional, en su SC 687/2000-R, de 14 de julio, ha
definido que el derecho a la vida “(..) es el bien jurídico más importante de cuantos consagra el
orden constitucional, de ahí que se encuentre encabezando el catálogo de los derechos
fundamentales previstos en el art. 7 de la Constitución. Es el derecho de toda persona al ser y a
la existencia, siendo su característica esencial la base para el ejercicio de los demás derechos.
Es decir, la vida misma es el presupuesto indispensable para que haya titularidad de derechos y
obligaciones. Es un derecho inalienable de la persona que obliga al Estado en dos sentidos: su
respeto y su protección”.
Es importante señalar que la vida no debe ser concebida únicamente como una
manifestación biológica del ser durante un período de tiempo, sino también como la realización
de la dignidad humana, lo que implica que la persona no sea considerada como un objeto o
21

medio para alcanzar un determinado fin, sino como un fin en si mismo, con capacidad de gozar
de bienestar económico, de prestaciones sociales, de servicios culturales y el pleno ejercicio de
los demás derechos.
Este derecho genera obligaciones para el Estado en una doble dimensión. En la
dimensión negativa prohibiendo que pueda desplegar acciones que atenten contra la vida de la
persona, prohibiendo y penalizando el genocidio, las desapariciones forzosas, las masacres o la
aplicación de la pena de muerte; en la dimensión positiva, que el Estado debe adoptar políticas
públicas para resguardar la vida y garantizar su pleno ejercicio eliminando la malnutrición y las
epidemias.
El derecho a la integridad física, es un derecho que deriva del derecho a la vida; supone
la ausencia de menoscabo en el cuerpo y en su salud, es decir, que no se le apliquen castigos
que puedan ocasionar daños generando incapacidad para trabajar, que esté exento de
enfermedades, deformaciones, mutilaciones, perturbaciones funcionales o alteraciones
mentales.
El derecho a la integridad psicológica implica en la capacidad y potestad que tiene la
persona a que no deterioren el equilibrio emocional y psicológico a través de acciones
sistemáticas y sostenidas; implica el respeto de su autonomía personal.
El derecho a la integridad moral consiste en la capacidad o potestad que tiene la
persona a desarrollar su vida de acuerdo al orden de valores que conforman sus convicciones,
sin sufrir intromisiones externas que le obliguen a asumir convicciones ajenas o extrañas con
las que no comparte.
Finalmente, el derecho a la integridad sexual consiste en la capacidad o potestad que
tiene la persona para no sufrir violencia o agresión sexual en su ámbito familiar como en el
social.
El derecho a la vida tiene como contenidos esenciales los siguientes: a) el derecho a la
manifestación biológica, es decir, a existir; b) el derecho a la realización de la dignidad humana;
y c) el derecho a que no le priven de su vida.
El art. 15 de la Constitución consagra el derecho, además constituye obligaciones
negativas y positivas para el Estado, a objeto de garantizar su pleno goce y ejercicio efectivo.
En resguardo del derecho a la vida, la norma constitucional proscribe la pena de muerte
y prohíbe toda forma de tortura, tratos crueles, inhumanos, degradantes o humillantes; también
prohíbe y sanciona la desaparición forzosa de persona, la trata y tráfico de personas.
3. Derecho a la salud
El derecho a la salud consiste en la potestad o capacidad que tiene toda persona para
lograr un estado en el que su ser orgánico pueda ejercer normalmente todas sus funciones
orgánicas, fisiológicas, físicas y mentales; un estado de normalidad y regularidad en el
desarrollo de sus facultades y capacidades orgánicas, fisiológicas y psicológicas.
El contenido mínimo del derecho a la salud, que incluye el derecho a entornos
saludables, precisando lo siguiente: el mejoramiento de todos los aspectos de la higiene
ambiental e industrial entraña, en particular, la necesidad de velar por el suministro adecuado
de agua limpia potable y la creación de condiciones sanitarias básicas; la prevención y
reducción de la exposición de la población a sustancias nocivas, tales como radiaciones y
22

sustancias químicas nocivas u otros factores ambientales perjudiciales que afectan directa o
indirectamente a la salud de los seres humanos.
El derecho a la salud genera obligaciones positivas y negativas para el Estado.
Las obligaciones positivas en el sentido de que el Estado debe adoptar políticas de
orden legislativo, administrativo y jurisdiccional para garantizar el ejercicio efectivo del Derecho;
al respecto el art. 18 de la Constitución, a tiempo de consagrarlo, prevé que el sistema de salud
será único, universal, gratuito, equitativo, intracultural, intercultural, participativo, con calidad,
calidez y control social; de otro lado el art. 35 prevé que el Estado protegerá el derecho; el art.
36 dispone que el Estado garantizará el acceso al seguro universal de salud; y el art. 37 impone
al Estado la obligación de garantizar y sostener el derecho a la salud.
El derecho a la salud tiene los siguientes elementos esenciales: a) el derecho a
mantener un estado sano de salud; b) el derecho a entornos saludables; y c) derecho a la salud
preventiva y curativa.
4. El derecho al agua
La capacidad o potestad que tienen todas las personas para acceder a la provisión
oportuna, efectiva y permanente del agua como elemento esencial y básico para su consumo
habitual en la alimentación y la producción de sus alimentos.
Este derecho fundamental, consagrado por el art. 16 de la Constitución, genera
obligaciones positivas para el Estado, pues deberá adoptar políticas administrativas y
legislativas para garantizar un adecuado suministro de agua a todas las personas en función a
sus necesidades.
Es importante señalar que en el contenido esencial del derecho se tiene, el derecho al
abastecimiento de agua, lo que debe ser continuo y suficiente para los usos personales y
domésticos; estos usos comprenden normalmente el consumo, el saneamiento, la preparación
de alimentos y la higiene personal y doméstica. El otro elemento es el derecho al agua
saludable; lo que significa que el agua que se abastece debe ser salubre, y por tanto, no ha de
contener microorganismos o sustancias químicas o radioactivas que puedan constituir una
amenaza para la salud de las persona.
Cabe señalar que los antecedentes para la consagración del derecho al agua se dieron
en el contexto internacional, cuando en noviembre del 2002, el Comité de Derechos
Económicos, Sociales y Culturales (CDESC), de las Naciones Unidas, reconoció (en la
observación General Nº 15 sobre el cumplimiento de los artículos 11 y 12, del PIDESC), de
manera explícita el acceso al agua segura como un derecho humano fundamental. El Comité de
Derechos Económicos, Sociales y Culturales (CDESC), establece que "el derecho humano al
agua es indispensable para llevar una vida en dignidad humana" y que éste es "un pre-requisito
para la realización de otros derechos humanos".
De ahí que existe un movimiento internacional orientado a consagrarlo expresamente en
los tratados internacionales; constituyendo la obligación de los gobiernos de respetar el derecho
de acceso al agua potable, en el marco de la legislación sobre derechos humanos se encuadra
de manera amplia en los principios de respeto, protección y satisfacción de las necesidades
humanas.
5. El derecho a la alimentación
23

La capacidad, potestad o facultad que tiene toda persona para tener los alimentos
adecuados y necesarios para llevar una vida saludable y activa, en un nivel adecuado que le
asegure la salud y bienestar. Se trata de un derecho humano que tienen las personas para
acceder física y económicamente en todo momento a los alimentos en cantidad y de calidad
adecuadas para llevar una vida saludable y activa.
La consagración del derecho a la alimentación forma parte de un proceso mundial
impulsado, principalmente por la FAO, para garantizar el goce del derecho humano de toda
persona a un nivel de vida adecuado; enfrentando la pobreza y el hambre que afecta a millones
de personas en el mundo entero.
Se trata de un derecho que debe ser respetado, protegido, facilitado y garantizado por
los Estados y por la comunidad internacional. Es en ese contexto que la nueva Constitución lo
consagra en su art. 16, además impone la obligación positiva para el estado, imponiéndole la
obligación de garantizar la seguridad alimentaria, a través de una alimentación sana, adecuada
y suficiente para toda la población.
6. Derecho a la educación
La potestad o facultad que tiene toda persona para adquirir conocimientos
sistemáticamente organizados y elaborados, recibir y racionalizar la información que existe a su
alrededor, a más de ampliar sus conocimientos a medida que avanza en su desarrollo como ser
humano, ello con la finalidad de que adquiera las herramientas necesarias que le permitan, en
forma eficaz, desempeñarse en la sociedad y el medio cultural en que habita, capacidades,
habilidades y formar su conducta y personalidad, que le permitan enfrentar el complejo
fenómeno de la naturaleza. La educación es algo más que la mera instrucción.
La educación es un derecho de carácter social, porque es inherente no sólo a la persona
sino a la misma sociedad, por cuanto la educación permite generar ciencia, tecnología y
pensamiento; es el instrumento de la reproducción y ampliación del conocimiento; permite
cualificar la mano de obra; contribuye en la generación de la riqueza social; permite desarrollar
y fortalecer la cultura; por tanto, permite establecer y mantener la libertad de un pueblo.
Debe tenerse presente que el derecho a la educación cobra especial relevancia en los
primeros años de la vida de la persona, ya que se trata de la etapa de formación del individuo,
de su acercamiento a la sociedad y a sí mismo, por lo mismo su protección adquiere especial
importancia.
Dada una naturaleza jurídica y su importancia social, el derecho a la educación se
considera como un derecho de carácter prestacional o asistencial, lo que significa que este
derecho configura una obligación positiva para el Estado, pues éste corresponde adoptar
medidas legislativas, administrativas y presupuestarias para garantizar la prestación prioritaria,
permanente y eficiente del servicio público de educación.
En ese orden, para que el derecho a la educación sea ejercido de manera plena y
efectiva, el Estado deberá adoptar básicamente las siguientes medidas: i) establecer y
garantizar que la enseñanza primaria sea gratuita y obligatoria, por lo mismo de acceso
universal; ii) garantizar que la enseñanza secundaria sea también sea obligatoria y accesible a
todos; iii) garantizar que a la enseñanza superior se pueda acceder en condiciones de total
igualdad y conforme a la capacidad de las personas, eliminando toda forma de discriminación
por razones de raza, sexo, religión, condición económica u opinión política; iv) garantizar la
continuidad y estabilidad en las actividades educativas; v) mantener en todos los
establecimientos educativos de igual grado el mismo nivel de enseñanza y unas condiciones
24

equivalentes de calidad del servicio; vi) velar por que no existan discriminaciones en la
preparación de los docentes y garantizar el respeto de la carrera docente.
El derecho a la educación tiene como contenido esencial los siguientes elementos: 1) el
derecho a recibir una formación que asegure el pleno desarrollo de la personalidad; 2) el
derecho de acceso al servicio en igualdad de condiciones y oportunidades, así como la
permanencia hasta concluir el proceso; 3) el derecho a una educación básica o primaria
gratuita; 4) el derecho a una evaluación objetiva del rendimiento escolar; 5) el derecho a la
calidad de la enseñanza; y 6) el derecho a un tratamiento disciplinario exento de
arbitrariedades.
La nueva Constitución lo consagra como un derecho fundamental en su art. 17,
previendo que el derecho será ejercido en todos los niveles de manera universal, productiva,
gratuita, integral e intercultural, sin discriminación. En los arts. 77 y siguientes, la Constitución
impone una serie de obligaciones positivas al Espado para garantizar el ejercicio del derecho a
la educación.
7. Derecho a un hábitat
Se entiende como la facultad o potestad que tiene una persona de contar con un
conjunto local de condiciones geofísicas en las que pueda desarrollar su vida en el marco de
resguardo de su dignidad humana, en condiciones de normalidad y en un equilibrio con el
ecosistema.
Se trata de un derecho vinculado al medioambiente y la biodiversidad que tiene por
finalidad mejorar la calidad de vida de la persona y su familia, a partir de la creación de las
condiciones necesarias y básicas para dotarle de una vivienda en una adecuado hábitat, con
ello mejorar las condiciones de salud.
El art. 19 de la Constitución lo consagra como un derecho fundamental que tiene por
finalidad dignificar la vida familiar y comunitaria.
8. Derecho a la vivienda
Se entiende como la capacidad y potestad de acceder y contar con una habitación o
morada donde la persona pueda desarrollar, junto a su familia, su vida cotidiana, con las
condiciones necesarias y básicas para la realización de su dignidad familiar.
Se trata de un derecho fundamental, consagrado por el art. 19, que genera obligaciones
positivas para el Estado, mismo que debe crear las condiciones básicas, a través de políticas y
programas, para que las personas puedan acceder a una vivienda familiar. De hecho asé lo
prevé expresamente el parágrafo II del art. 19 de la Constitución.
9. Derecho de acceso a los servicios básicos
Se trata de un nuevo derecho consistente en la capacidad y potestad que tienen las
personas de acceder a la aprovisionamiento y atención de los servicios básicos de saneamiento
y comunicaciones, necesarios para mejorar su calidad de vida; servicios como agua potable,
alcantarillado, electricidad, gas domiciliario, postal y telecomunicaciones.
Es un derecho prestacional, ya que para su ejercicio requiere de políticas estatales que
garanticen el aprovisionamiento de los servicios, para lo que deberán crearse las entidades
proveedoras de los servicios. Por ello, este derecho genera obligaciones positivas para el
Estado.
25

Precisamente, a tiempo de consagrarlo, en su art. 20, la Constitución determina que es


responsabilidad del Estado, en todos sus niveles de gobierno, la provisión de los servicios
básicos a través de entidades públicas, mixtas, cooperativas o comunitarias. Asimismo, la
norma constitucional define los criterios básicos sobre los que deberá planificar y programar la
provisión de los servicios básicos; esos criterios son: de universalidad, responsabilidad,
accesibilidad, continuidad, calidad, eficiencia, eficacia, tarifas equitativas y cobertura necesaria;
con participación y control social.
26

Unidad Nº 11:
LOS DERECHOS CIVILES Y POLITICOS
1. Caracterización de los derechos civiles y políticos
Se trata de un grupo de derechos que tiene su fundamento en el valor supremo de la
libertad, en su dimensión de estatus personal.
Son derechos que tienen por finalidad resguardar y proteger el ámbito de
autodeterminación personal, frente a las acciones provenientes del Estado o de los particulares;
de manera que su objetivo es preservar y proteger el libre desarrollo de la personalidad.
En su Capítulo Tercero, del Título II, arts. 21 al 26, la Constitución consagra los
derechos individuales civiles y políticos, ampliando el catálogo reducido que contenía la
Constitución abrogada; así, se puede advertir que incorpora en el catálogo el derecho a la
intimidad, los derechos al honor, la honra, la dignidad y la imagen; la libertad de conciencia y
religión, derecho a la información, el derecho a la ciudadanía, y el derecho al asilo; sin embargo,
omite incorporar otros derecho como el derecho de acceso a la justicia o tutela judicial efectiva,
pues lo proclama como garantía constitucional no como derecho fundamental; también omite
consagrar el derecho a la nacionalidad, el derecho al nombre, entre otros.
2. Derecho a la autoidentificación cultural
Se trata de un derecho coherente con el nuevo tipo de Estado Plurinacional Comunitario;
consiste en la facultad y potestad que tiene toda persona para identificarse libremente con una
determinada cultura, o a definir por su propia cuenta y exenta de toda ingerencia su identidad
cultural.
La base y sustento del derecho a la autoidentificación cultural es el derecho al libre
desarrollo de la personalidad; de manera que toda persona, por sí misma, en ejercicio de su
autodeterminación personal se autoidentifique con una determinada cultura a la que se
considere vinculado.
3. Derecho a la privacidad o intimidad
El derecho a la intimidad o la vida privada consiste en la potestad o facultad que tiene
toda persona para mantener en reserva determinadas facetas de su personalidad; tiene como
uno de sus elementos esenciales la inviolabilidad de la vida privada referida a su escenario o
espacio físico en el que se desenvuelve como es el domicilio, a los medios relacionales como
es la correspondencia u otros medios de comunicación, y a los objetos que contienen
manifestaciones de voluntad o de conocimiento no destinadas originalmente al acceso de
extraños, es decir, escritos, fotografías u otros documentos.
Eduardo Novoa Monreal considera que “La vida privada está constituida por aquellos
fenómenos, comportamientos, datos y situaciones de una persona que normalmente están
sustraídos al conocimiento de extraños y cuyo conocimiento por éstos puede turbarla
moralmente por afectar su pudor o su recato, a menos que esa misma persona asienta a ese
conocimiento”.
El derecho a la intimidad o la vida privada es un derecho que constituye obligaciones
negativas, lo que significa la prohibición de ingerencia o intromisión de extraños en la vida
privada de la persona titular del derecho; empero, tomando en cuenta que el ejercicio de los
derechos fundamentales no es absoluto sino que encuentra límites en el derecho de los demás,
27

en la preservación del interés general o colectivo, de la saludad pública; se pueden establecer


restricciones o limitaciones a su ejercicio, en el marco de las normas previstas por la
Constitución y las leyes
Con relación a este derecho, el Tribunal Constitucional, en su SC 1420/2004-R, 6 de
septiembre, ha señalado lo siguiente:
“El derecho a la intimidad o la privacidad es la potestad o facultad que tiene toda
persona para mantener en reserva determinadas facetas de su personalidad. Es un derecho
que se inscribe en el marco del valor supremo de la libertad en su dimensión referida al “status”
de la persona que implica la libertad - autonomía, lo que importa que esté íntimamente
relacionado con el derecho al libre desarrollo de la personalidad; la consagración de este
derecho se encamina a proteger la vida privada del individuo y la de su familia, de todas
aquellas perturbaciones ajenas que, de manera indebida, buscan penetrar o develar los
sucesos personales o familiares.
“El derecho a la intimidad o la privacidad, al ser inherente a otros derechos
fundamentales como son el libre desarrollo de la personalidad y el derecho a la dignidad
humana, goza de mecanismos de protección constitucional y legal; se entiende que la persona
debe ser protegida de las molestias o angustias que le puedan ocasionar el que otros no
respeten su intimidad, o busquen inmiscuirse en ella. Por ello, la doctrina señala que el núcleo
esencial del derecho a la intimidad define un espacio intangible, inmune a intromisiones
externas, del que se deduce un derecho a no ser forzado a escuchar o a ver lo que no desea
escuchar o ver, así como un derecho a no ser escuchado o visto cuando no se desea ser
escuchado o visto”.
Es importante señalar que, según la doctrina del Derecho Constitucional de los
Derechos Humanos, el derecho a la intimidad o la vida privada, tiene como contenido esencial,
entre otros, los siguientes derechos:
 Derecho a la inviolabilidad de domicilio
 Derecho a la inviolabilidad de correspondencia
 Derecho a la inviolabilidad de papeles privados
a) La inviolabilidad de domicilio
La inviolabilidad de domicilio significa que nadie puede introducirse o ingresar en él sin el
consentimiento del propietario o habitante, excepto en los casos expresamente previstos por la
Constitución o la Ley. A este efecto, debe entenderse por domicilio todo lugar de habitación,
sitio de trabajo o espacio cerrado en el cual no hay libre acceso para el público. Según doctrina
constitucional, el carácter domiciliario de un recinto viene dado por el hecho de que en su
interior una o más personas desarrollan actividades pertenecientes a la esfera de la vida
privada, a ese ámbito de la existencia de cada hombre donde los otros no pueden introducirse
ilícitamente.
Este derecho está consagrado por el art. 25 de la Constitución, pero forma parte del
contenido del derecho a la intimidad o la vida privada.
Este derecho, como los demás, en su ejercicio no es ilimitado, puede ser limitado para
resguardar el derecho de las demás personas, así como garantizar la eficacia de la acción
judicial. Al respecto el Tribunal Constitucional, en su SC 1420/2004-R, de 6 de septiembre, ha
señalado lo siguiente: “(..) el derecho a la intimidad o privacidad, en su elemento de la
28

inviolabilidad de domicilio, no se constituye en un derecho absoluto, al contrario puede ser


objeto de limitación o restricción legal en aras de armonizar el interés particular con el bien
común o el interés colectivo, así por ejemplo para asegurar la eficacia de la función judicial y el
imperio del orden público; lo que supone que esa esfera de la vida privada de la persona puede
ser objeto de injerencia estatal; empero, dicha injerencia debe responder a un motivo justificado
y estar previsto de modo expreso en la Ley, lo que significa que corresponde al legislador
señalar cuándo y cómo pueden, dictarse por los funcionarios judiciales, órdenes de
allanamiento y registro de un domicilio..
“En coherencia con los fundamentos anteriormente anotados, el constituyente boliviano
ha previsto la limitación al ejercicio del derecho a la intimidad o privacidad en su elemento de la
inviolabilidad de domicilio para los casos de delito flagrante, en cuyo caso no se requerirá de
una orden judicial escrita y motivada, o los casos en los que se requiere efectuar un registro o
una actuación procesal dentro del domicilio en cuyo caso se requerirá de orden judicial
motivada; al respecto el art. 21 de la CPE dispone que el ingreso al domicilio se lo realizará a
requisición escrita y motivada de autoridad competente, de dicha norma constitucional se infiere
que la injerencia estatal al ámbito privado de la persona deberá reunir condiciones de validez
legal que serán establecidas por el legislador.
La nueva constitución, en su art. 25.I establece las bases para que el Estado pueda
imponer limitaciones al ejercicio de este derecho; pero sujeto al principio de reserva de Ley,
principio de reserva judicial y principio de proporcionalidad.
b) El derecho a la inviolabilidad de las comunicaciones
La inviolabilidad de correspondencia es un derecho que forma parte del contenido
esencial del derecho a la intimidad o vida privada de la persona. Consiste en la potestad o
facultad que tiene toda persona para mantener en reserva determinadas facetas de su
personalidad; tiene como uno de sus elementos esenciales la inviolabilidad de la vida privada
referida a los medios relacionales como es la correspondencia u otros medios de comunicación;
de manera que impone la obligación negativa para el Estado y otras personas de interceptar
conversaciones o comunicaciones privadas.
En ese marco debe entenderse que el derecho a la inviolabilidad de correspondencia no
se reduce al ámbito de la correspondencia escrita, es decir, la carta postal, sino a cualquier
medio o sistema de comunicación privada de las personas; pues con el desarrollo de la
tecnología hoy se cuentan con múltiples formas y sistemas de comunicación privada con son la
telefonía fija y celular, el correo electrónico.
Dada su naturaleza jurídica este derecho constituye obligaciones negativas para el
Estado y los particulares, la de no invadir la esfera privada de su titular, lo que supone la
prohibición de incautar o interferir la correspondencia realizada por cualquiera de las vías, así
como la prohibición de interceptar conversaciones o comunicaciones privadas. Este derecho
puede ser vulnerado tanto por la interceptación en sentido estricto (aprehensión física del
soporte del mensaje, independientemente de que el mismo se conozca o no) como por el
simple conocimiento antijurídico de lo comunicado (apertura de la correspondencia ajena
guardada por su destinatario, por ejemplo).
El ejercicio de este derecho no es absoluto, lo que significa que puede imponerse
restricciones o limitaciones en aras de armonizar el interés particular con el bien común o el
interés colectivo, así por ejemplo para asegurar la eficacia de la función judicial y el imperio del
orden público; empero, esas restricciones o limitaciones deberán ser impuestas
29

restrictivamente, como excepción a la regla, en el marco de lo previsto por el art. 25.II de la


Constitución y la Ley, previo cumplimiento de las condiciones de validez constitucional, como es
la orden expresa debidamente motivada en derecho, emanada de una autoridad judicial
competente.
c) Derecho a la inviolabilidad de documentos privados
Consiste en la potestad o facultad que tiene toda persona para mantener en reserva
determinadas facetas de su personalidad, referida a los objetos que contienen manifestaciones
de voluntad o de conocimiento no destinadas originalmente al acceso de extraños.
Este derecho comprende la protección, consistente en la reserva de exhibición de
fotografías, cintas cinematográficas, videos y grabaciones magnetofónicas, documentos que
contienen declaraciones personales referidas al ámbito íntimo o privado de la persona, como las
historias clínicas, las declaraciones tributarias, los papeles referidos al “secreto bancario”;
documentos que expresan las ideas y sentimientos de la persona.
Dada su naturaleza jurídica este derecho constituye obligaciones negativas para el
Estado y los particulares, la de no invadir la esfera privada de su titular, lo que supone la
reserva de exhibición de los documentos privados que forman parte del contenido esencial del
derecho, la prohibición de incautar o secuestrar y exhibir los documentos privados antes
descritos.
Al igual que en el caso de los otros derechos descritos precedentemente, el ejercicio de
este derecho no es absoluto, lo que significa que puede imponerse restricciones o limitaciones
en aras de armonizar el interés particular con el bien común o el interés colectivo, así por
ejemplo para asegurar la eficacia de la función judicial y el imperio del orden público; empero,
esas restricciones o limitaciones deberán ser impuestas restrictivamente, como excepción a la
regla, en el marco de lo previsto por el art. 25 de la Constitución y la Ley, previo cumplimiento
de las condiciones de validez constitucional, como es la orden expresa debidamente motivada
en derecho, emanada de una autoridad judicial competente. Así, por ejemplo, el ejercicio de
este derecho podrá ser restringido con relación a los documentos privados relacionados con las
declaraciones tributarias, declaraciones de bienes de funcionarios públicos, libros contables, en
aquellos casos en los que los agentes del poder público requieran acceder a esa información
con fines de administrar justicia, aplicar el sistema tributario o cumplir funciones relacionadas
con la intervención del Estado en la economía.
La vulneración de este derecho resta toda validez legal a los documentos obtenidos
antijurídicamente, lo que implica que la persona que sustraiga, viole, o el funcionario público
que incaute un documento privado sin el consentimiento o conocimiento del dueño, o sin una
orden judicial expresa, no podrá presentar como prueba dicha documentación; de ser
presentada, no surtirá efectos probatorios.
4. Derecho a la honra, honor, propia imagen y dignidad
a) Derecho al honor
Según la doctrina del Derecho Constitucional de los Derechos Humanos, el honor es la
percepción que el propio sujeto tiene de su dignidad, por lo mismo opera en un plano interno y
subjetivo, supone un grado de autoestima personal, ya que es la valoración que la propia
persona hace de sí misma, independientemente de la opinión de los demás. En resumen es un
concepto interno del sentimiento que uno tiene de sí mismo.
30

Desde otra perspectiva el derecho al honor es el que toda persona tiene a ser tratada
conforme a la prioridad ontológica y moral que le otorga su propia condición humana, y de
acuerdo con las cualidades que la distinguen en su obrar. Este derecho, se constituye en una
parte del núcleo esencial de derecho a la dignidad humana; por ello se lo vulnera cuando su
titular es tratado como cosa y no como persona, como medio y no como fin, con
desconocimiento del realce y de la primacía que ostenta todo integrante del género humano;
así, por ejemplo, cuando a una persona se le somete a esclavitud, o cuando se le aplican tratos
o penas degradantes, o se le hace objeto de discriminaciones o marginaciones por razón de
raza, sexo, religión u otros motivos. Con mucha frecuencia se tiende a considerar el honor como
sinónimo de la honra, lo cual es impropio ya que entre ambos existe una diferencia claramente
definida por la doctrina, pues mientras el honor constituye un concepto interno de la persona, la
honra constituye el concepto objetivo externo que se tiene de la persona.
La nueva Constitución lo consagra en su art. 21.2).
b) Derecho a la honra
Según la doctrina del Derecho Constitucional de los Derechos Humanos, el derecho a la
honra, es la estimación o deferencia con la que cada persona debe ser tenida y tratada por los
demás miembros de la colectividad que le conocen; es el derecho que tiene toda persona a que
el Estado y las demás personas reconozcan y respeten la trascendencia social de su honor. Es
un derecho que se gana de acuerdo a las acciones realizadas por cada persona, de manera
que en virtud de ellas pueda gozar del respeto y admiración de la colectividad como
consecuencia de su conducta correcta e intachable acorde con valores de la ética y la moral, o,
por el contrario, carezca de tal imagen y prestigio, en razón a su indebido comportamiento
social; cabe advertir que la honra, se constituye en una valoración externa de la manera como
cada persona proyecta y presenta su imagen; de manera que las actuaciones buenas o malas,
son el termómetro positivo o negativo que la persona irradia para que la comunidad se forme un
criterio objetivo respecto de la honorabilidad de cada ser; pues las buenas acciones acrecientan
la honra, las malas decrecen su valoración. En este último caso se entiende que no se puede
considerar vulnerado el derecho a la honra de una persona, cuando es ella misma quien ha
impuesto el desvalor a sus conductas y ha perturbado su imagen ante la colectividad.
c) Del Derecho a la dignidad humana
La doctrina del Derecho Constitucional de los Derechos Humanos, considera a la
dignidad humana como un valor supremo inherente al Estado democrático de Derecho, por lo
mismo lo conceptúa como aquel que tiene todo hombre para que se le reconozca como un ser
dotado de un fin propio, y no cual simple medio para fines de otros. Equivale al merecimiento de
un trato especial que tiene toda persona por el hecho de ser tal.
En el sistema constitucional boliviano, la dignidad humana tiene una doble dimensión, de
un lado, se constituye en un valor supremo sobre el que se asienta el Estado social, de Derecho
Plurinacional Comunitario, as{i lo proclama el art. 8.II de la Constitución; y, del otro, en un
derecho fundamental de la persona, conforme lo ha consagrado el art. 21.2) de la Constitución.
En la dimensión de derecho fundamental, la dignidad humana es la facultad que tiene toda
persona de exigir de los demás un trato acorde con su condición humana. El Tribunal
Constitucional, en su SC 0338/2003-R de 19 de marzo, lo ha definido como aquel: “que tiene
toda persona por su sola condición de 'humano', para que se la respete y reconozca como un
ser dotado de un fin propio, y no como un medio para la consecución de fines extraños, o
ajenos a su realización personal. La dignidad es la percepción de la propia condición humana, y
de las prerrogativas que de ella derivan”.
31

5. Derecho a la espiritualidad, religión y culto


El derecho a la libertad religiosa es la capacidad y facultad que tienen todas las
personas a profesar una religión y a difundirla en forma individual o colectiva, así como a
celebrar ceremonias, ritos y actos de acuerdo con sus propias convicciones religiosas. Según la
doctrina, este derecho comprende un amplio ámbito que incluye el tema del culto, el
reconocimiento de la personalidad jurídica de las iglesias y confesiones, el valor especial de sus
ritos relacionados con el estado civil de las personas, el alcance y límites de las decisiones de
sus órganos internos, las prácticas y la enseñanza, las condiciones para acreditar la idoneidad
profesional de sus autoridades y las relaciones con la autoridad civil.
Como una especie del derecho a la libertad religiosa se puede identificar el derecho a la
libertad de cultos, el mismo que según la doctrina es la facultad o potestad que tiene la persona
para exteriorizar y propagar sus creencias religiosas, así como para celebrar ceremonias, ritos o
actos religiosos de acuerdo a sus propias convicciones.
El derecho a la libertad de conciencia, según la doctrina es la facultad o capacidad que
tiene una persona para actuar en determinado sentido, o para abstenerse de hacer algo o
actuar en determinado sentido, en función a sus convicciones, a su ideología o su propia
manera de concebir el mundo. Es un derecho que, si bien nace en el valor supremo de la
libertad en su esfera del status personal, implica modelos de comportamiento que se
estructuran sobre la base de su formación académica, social, moral y religiosa, y condicionan a
la persona en su comportamiento en la sociedad y encauzan el ejercicio de su libertad; pues la
formación que la persona recibe y asimila cotidianamente le permite estructurar su sistema de
valores y convicciones, así como el formar los criterios propios para la calificación de lo bueno,
justo, equitativo, oportuno.
6. Derecho a expresar y difundir libremente pensamientos u opiniones
La libertad de expresión, consiste en la potestad o facultad de toda persona a comunicar
libremente, por cualquier medio de difusión, sus propias concepciones e ideas, sus
pensamientos y juicios de valor sobre una determinada situación, suceso o hecho. De ese
concepto se puede inferir que este derecho fundamental tiene dos componentes que, por
razones de mejor comprensión, requieren ser analizados por separado.
De un lado se tiene la libertad de pensamiento que consiste en la capacidad que tiene
toda persona a estructurar y sistematizar sus ideas y juicios sobre las distintas realidades del
mundo y de la vida. El ejercicio de este elemento del derecho fundamental de la libertad de
expresión configura una obligación negativa no sólo para el Estado sino también para las
personas particulares, quienes no pueden desplegar ningún acto de ingerencia en el ámbito de
estructuración y sistematización de las ideas y juicios del titular del derecho.
De otro lado, se tiene la libertad de opinión que consiste en la capacidad que tiene toda
persona de estructurar juicios de valor o pareceres sobre las cosas que por su índole
cuestionable pueden ser controvertidas o disputadas; implica la adopción de un punto de vista
sobre una determinada situación. Este derecho también supone una obligación negativa para el
Estado y los particulares, quienes no pueden ni deben asumir actos de ingerencia.
Es importante señalar que la libertad de expresión es un pilar fundamental de la
democracia. Políticamente, es el medio de formación de la opinión pública, por lo que se
constituye en un factor importante de control y fiscalización del gobierno. A la vez, es un
instrumento de colaboración del gobierno, y un eficaz medio de defensa de los derechos
fundamentales contra los actos arbitrarios y abusivos del mismo.
32

Socialmente, la libertad de expresión constituye un medio de educación, de difusión y


transmisión de cultura; es el instrumento de información que permite conocer la realidad
circundante. Finalmente, puede constituirse en un medio de formación de la conciencia social.
La libertad de expresión en principio no tiene límites preestablecidos, sin embargo se
pueden fijar algunas restricciones destinadas a evitar la divulgación de insultos que puedan
lesionar directamente la dignidad humana de la o las personas a las que están dirigidos, cuando
la misma idea puede ser manifestada de manera distinta o alternativa; limitaciones orientadas a
evitar expresiones gravemente injuriosas, o proteger a la niñez frente a formas en extremo
violentas de manifestar ciertas opiniones o pensamientos; finalmente señalar que, con la
finalidad de proteger a la infancia, se establecen restricciones previas, representadas en la
obligación de presentar algunos programas dentro de ciertas franjas o en la prohibición de que
su emisión se realice a través de determinados medios de comunicación.
7. Derecho a la libertad de información
Este derecho consiste en la facultad o potestad que tiene toda persona para recibir o
difundir la información veraz y objetiva sobre determinados sucesos o acontecimientos sociales
de carácter económico, político, social o cultural. Este derecho está estrechamente relacionado
a la libertad de expresión, es más, se podría decir que surge de ese derecho fundamental, por
cuanto resulta una condición esencial para el efectivo ejercicio del mismo; pues se entiende
perfectamente que para que una persona pueda formar libremente sus opiniones y participar
responsablemente en los asuntos públicos requiere estar debida y ampliamente informado de
manera que pueda ponderar las diversas opiniones existentes sobre un determinado caso o
suceso y así formar su propia opinión.
El derecho de información está configurado por dos elementos: i) el derecho a difundir o
transmitir la información, es decir, el comunicar determinados hechos o sucesos que adquieren
importancia en la vida colectiva; es pues el derecho de buscar, seleccionar, elaborar y
suministrar al público masivamente hechos o sucesos noticiosos; y ii) el derecho a recibir la
información veraz, objetiva e imparcial sobre los diferentes sucesos o acontecimientos que se
suscitan en su medio o en el mundo en general.
El ejercicio del derecho de información, dentro de un régimen democrático y un Estado
Constitucional, implica la concurrencia de los siguientes elementos: 1) la pluralidad de las
fuentes de información; 2) el libre acceso a la información; y 3) la ausencia de obstáculos
legales que no estén debidamente justificados, a la circulación de la información, es decir, a la
difusión y circulación de las noticias.
Dada la trascendental importancia que tiene el derecho a la libertad de información, el
constituyente lo ha revestido de garantías que tienen la finalidad de establecer la interdicción de
toda censura previa o de represión indebida e ilegal. Así, los arts. 106 y 107 de la Constitución
imponen obligaciones negativas y positivas para el Estado.
Cabe señalar que la veracidad y la imparcialidad, constituyen sus límites
constitucionales al ejercicio del derecho a la libertad de información; de otro lado, con la
finalidad de proteger la dignidad humana, el derecho al honor y la honra de las personas, se
establece como límite al ejercicio del derecho de información la rectificación o respuesta a la
que tienen derecho todas las personas que se consideren afectadas por las informaciones
inexactas o agraviantes emitidas en su perjuicio a través de los medios masivos de
comunicación que transmiten o difunden la información destinada al pública, esta es una
33

limitación que surge del derecho humano consagrado por el Art. 14 de la Convención
Americana sobre Derechos Humanos o Pacto de San José de Costa Rica.
8. Derecho a la libertad de residencia, permanencia y circulación
Este derecho consiste en la capacidad, potestad o facultad que tiene toda persona de
transitar libremente dentro del territorio nacional, de salir o ingresar al territorio nacional, y de
fijar su domicilio en el lugar que creyere conveniente a sus intereses. Este es un derecho que
deriva del valor supremo de la libertad en su dimensión del status personal; por lo mismo está
vinculado al derecho fundamental de la libertad física y el derecho al libre desarrollo de la
personalidad.
La libertad de tránsito o derecho de locomoción implica la facultad de desplazarse o
circular libremente en todo el territorio del Estado, entrar o salir del mismo, previo cumplimiento
de los requisitos previstos en el ordenamiento jurídico, tales como portar el respectivo pasaporte
para salir del territorio nacional, o no tener una orden judicial de arraigo. Ello significa que la
exigencia del cumplimiento de los requisitos de orden administrativo no se considera, ni debe
ser considerada, como una lesión o vulneración, salvo que se pretenda imponer de manera
desproporcionada, injustificada y arbitraria, sin la debida justificación razonable sustentada en
derecho.
La libertad de elección y fijación de la residencia implica la facultad que tiene la persona
de optar por un determinado lugar en el que establezca su domicilio tomando en cuenta los
beneficios y perjuicios, derechos, obligaciones y cargas que, materialmente o por decisión de
los poderes públicos competentes, corresponden a los residentes de un determinado lugar.
9. Derecho a la libertad física
En términos generales se puede señalar que la libertad es la facultad natural que todo
ser humano ejerce para determinar por sí mismo cada uno de sus actos o decisiones, es una
capacidad de autodeterminarse en el espacio, el tiempo y la estructura social-política, sin
restricciones o limitaciones que no provengan de una justa causa y estén determinadas en una
ley.
El derecho a la libertad física significa autonomía de movimiento efectivo de una persona
sin que exista interferencia o restricción ilegal o indebida alguna. Es uno de los derechos
fundamentales más importantes para la persona, pues de su ejercicio pleno depende el libre
desarrollo de la personalidad; por ello está consagrado expresamente por el art. 23.
El derecho a la libertad física genera obligaciones negativas para el Estado, lo que
significa que el Estado no debe ni puede interferir la esfera de la autonomía personal,
comprendiéndose en dicha esfera el derecho objeto del análisis, de manera que no debe ni
puede suprimir este derecho, salvó de manera excepcional en aquellos casos en los que sea
necesario para preservar los derechos de los demás, la seguridad de todos, el bienestar general
y el desenvolvimiento democrático; por ello la Constitución ha previsto, en su art. 23.III, que
“Nadie podrá ser detenido, aprehendido o privado de su libertad, salvo en los casos y según las
formas establecidas por la ley. La ejecución del mandamiento requerirá que éste emane de
autoridad competente y que sea emitido por escrito”.
De lo referido se infiere que el derecho a la libertad física o derecho de locomoción, no
puede ser restringido ni suprimido sino en casos excepcionales, previo cumplimiento de las
condiciones de validez constitucional previstas por el art. 23.III de la Constitución. Esas
condiciones de validez constitucional son:
34

1ª La restricción o supresión del derecho a la libertad física o derecho de locomoción, sólo


podrá efectuarse en los casos y según las formas previstas por ley; conforme al ordenamiento
jurídico vigente.
2ª La restricción o supresión deberá ser ordenada por una autoridad competente.
3ª La restricción o supresión deberá ser ordenada de manera expresa y motivada,
debiendo intimarse por escrito y expedirse el respectivo mandamiento.
Al respecto, el Tribunal Constitucional, en su SC 1141/2003- R, de 12 de agosto, ha
señalado que “(...) la autoridad judicial competente, para adoptar la decisión de aplicar la
detención preventiva, de una parte, está obligado a verificar y determinar la concurrencia de los
requisitos previstos por el art. 233 CPP, para lo que deberá contrastar la solicitud fundamentada
del Ministerio Público con los elementos de prueba presentados sobre la concurrencia de los
requisitos, en el marco de las normas previstas por los arts. 234 y 235 CPP; de otra parte,
deberá fundamentar en derecho la decisión de aplicar la medida cautelar de carácter personal,
pues tomando en cuenta que uno de los principios fundamentales inherentes al Estado
Democrático de Derecho es la motivación de las decisiones de las autoridades públicas, el juez
está obligado a expresar los motivos de hecho y de derecho en que se basa su convicción
determinativa de la concurrencia de los requisitos, así como el valor otorgado a los medios de
prueba, esa fundamentación no puede ser reemplazada por la simple relación de los
documentos o la mención de los requerimientos de las partes; de modo que está obligado a
expresar los presupuestos jurídicos que motivan la medida, con cita de las normas legales
aplicables y la descripción clara y objetiva de los elementos de convicción concurrentes”.
10.- Derecho a las garantías judiciales
Son capacidades, potestades o cualidades que tienen las personas para intervenir en un
proceso judicial en calidad de demandante o demandado, a objeto de que se dilucide, de
manera justa, una controversia o conflicto de intereses, previa sustanciación del proceso con las
debidas garantías y resguardo de sus derechos y en igualdad de condiciones.
La Corte Interamericana de Derechos Humanos17 ha señalado que el proceso "es un
medio para asegurar, en la mayor medida posible, la solución justa de una controversia", a lo
cual contribuyen "el conjunto de actos de diversas características generalmente reunidos bajo el
concepto de debido proceso legal". En este sentido, para la Corte18 el Artículo 8º de la
Convención consagra los lineamientos generales del denominado debido proceso legal o
derecho de defensa procesal, el cual "abarca las condiciones que deben cumplirse para
asegurar la adecuada defensa de aquéllos cuyos derechos u obligaciones están bajo
consideración judicial".
10.1 El Derecho de acceso a la justicia o tutela judicial efectiva
Es la potestad, capacidad y facultad que tiene toda persona para acudir ante la autoridad
jurisdiccional competente para demandar que se preserve o restablezca una situación jurídica
perturbada o violada que lesiona o desconoce sus derechos e intereses, a objeto de lograr,
previo proceso, una decisión judicial que modifique dicha situación jurídica. Es un derecho de
prestación que se lo ejerce conforme a los procedimientos jurisdiccionales previstos por el
legislador, en los que se establecen los requisitos, condiciones y consecuencias del acceso a la
justicia; por lo mismo, tiene como contenido esencial el libre acceso al proceso, el derecho de

17
Opinión Consultiva OC-16/99, del 1 de octubre de 1999, párrafo 117.
18
Caso Genie Lacayo, sentencia del 29 de enero de 1997, párrafo 74.
35

defensa, el derecho al pronunciamiento judicial sobre el fondo de la pretensión planteada en la


demanda, el derecho a la ejecución de las sentencias y resoluciones ejecutoriadas, el derecho
de acceso a los recursos previstos por ley.
Según la doctrina jurisprudencial desarrollada por el Tribunal Constitucional mediante su
SC 600/2003-R, de 6 de mayo, el derecho de acceso a la justicia consiste en "(..) la potestad,
capacidad y facultad que tiene toda persona para acudir ante la autoridad jurisdiccional
competente para demandar que se preserve o restablezca una situación jurídica perturbada o
violada que lesiona o desconoce sus derechos e intereses, a objeto de lograr, previo proceso,
una decisión judicial que modifique dicha situación jurídica (..)es un derecho de prestación que
se lo ejerce conforme a los procedimientos jurisdiccionales previstos por el legislador, en los
que se establecen los requisitos, condiciones y consecuencias del acceso a la justicia; por lo
mismo, tiene como contenido esencial el libre acceso al proceso, el derecho de defensa, el
derecho al pronunciamiento judicial sobre el fondo de la pretensión planteada en la demanda, el
derecho a la ejecución de las sentencias y resoluciones ejecutoriadas, el derecho de acceso a
los recursos previstos por ley”.
En la Constitución el derecho fundamental de acceso a la justicia o la tutela judicial
efectiva está consagrado como una garantía constitucional en su art. 115.I, y no como derecho
fundamental; la citada disposición constitucional, en la sistemática constitucional, está consignado
en el Título IV, Parte Primera, de las “Garantías Jurisdiccionales”, y expresamente prevé lo
siguiente: “Toda persona será protegida oportuna y efectivamente por los jueces y tribunales en
el ejercicio de sus derechos e intereses legítimos”.
En cambio en el ámbito del Derecho Internacional de los Derechos Humanos, el acceso a
la justicia o tutela judicial efectiva, está consagrado como un derecho humano; así por los arts. 8 y
25 de la Convención Americana sobre Derechos Humanos, y por el art. 14 del Pacto Internacional
de Derechos Civiles y Políticos. También en el Derecho comparado se puede establecer que
algunas constituciones lo han consagrado como un derecho fundamental. En España, la
Constitución lo consagra en su art. 24.1 en los siguientes términos: “1. Todas las personas tienen
derecho a obtener tutela efectiva de los jueces y tribunales en el ejercicio de sus derechos e
intereses legítimos, sin que, en ningún caso, pueda producirse indefensión”.
La doctrina y la jurisprudencia comparada han identificado como contenido esencial del
derecho de acceso o tutela judicial efectiva los siguientes derechos: a) el derecho a acceder a la
jurisdicción; b) el derecho a controvertir en el proceso; c) el derecho a acceder a los recursos; d)
el derecho a obtener una resolución fundada en derecho; y e) el derecho a la ejecución de las
resoluciones judiciales firmes.
Al respecto, la jurisprudencia constitucional comparada, establecida por el Tribunal
Constitucional de España, en su STC 26/1983, de 13 de abril, ha definido lo siguiente: “El
derecho a la tutela judicial efectiva tiene un contenido complejo que incluye, entre otros, las
libertad de acceso en los Jueces y Tribunales, el derecho a obtener u fallo de estos y, como
precisa la sentencia núm. 32/1982 de este Tribunal (RTC 1982,32) también el derecho ‘a que el
fallo se cumpla y a que el recurrente sea repuesto en su derecho y compensado, si hubiese
lugar a ello, por el daño sufrido’. Esta complejidad, que impide incluir la definición constitucional
del articulo 24.1en cualquiera de los términos de una clasificación dicotómica que, como la que
distingue entre derechos de libertad y derechos de presentación, solo ofrece cabida para
derechos de contenido simple, no hace, sin embargo, de este derecho a la tutela efectiva de
Jueces y Tribunales un concepto genérico dentro del cual haya de entender insertos derechos
que son objeto de otros preceptos constitucionales distintos, como es, por ejemplo, el derecho a
36

un proceso público y sin dilatación indebidas, que la Constitución garantiza en el apartado 2 de


este mismo artículo 24”.
a) Derecho a acceder a la jurisdicción, es entendido como la capacidad o potestad
que tiene toda persona de poder activar un proceso judicial, siendo parte en él, para lograr que
se restablezca una situación jurídica alterada por la acción u omisión ilegal o indebida de otra
persona que vulnera sus derecho y le causa perjuicios a sus intereses; de manera que el
proceso judicial se concrete en una decisión judicial que otorgue protección o tutela a sus
derechos. Al respecto, el Tribunal Constitucional de España, en su STC 220/1993, de 30 de
junio, ha señalado lo siguiente: “(..) si el artículo 24.1 CE reconoce a todas las personas el
derecho a obtener la tutela judicial efectiva de los Jueces y Tribunales en el ejercicio de sus
derechos e intereses legítimos ‘el primer contenido de dicho derecho es un orden lógico y
cronológico, es acceder a la jurisdicción, que se concreta en el derecho a ser parte de un
proceso y, como ha declarado este Tribunal Constitucional, poder promover la actividad
jurisdiccional que desemboque en una decisión judicial sobre las pretensiones deducidas’ [STC
115/1984(RTC 1984, 115), por todas]”.
b) Derecho a acceder a los recursos; significa la potestad y capacidad que tiene toda
persona para utilizar los recursos ordinarios y extraordinarios previstos por el ordenamiento
jurídico procesal del Estado, para impugnar una decisión judicial que la considere ilegal o
indebida que lesiona sus derechos. Este derecho genera una obligación positiva para los jueces
o tribunales judicial, la de tramitar y resolver el recurso planteado cuando cumple con los
requisitos y condiciones previstos por la Ley procesal. “(..) si el artículo 24.1 CE reconoce a
todas las personas el derecho a obtener la tutela judicial efectiva de los Jueces y Tribunales en
el ejercicio de sus derechos e intereses legítimos ‘el primer contenido de dicho derecho es un
orden lógico y cronológico, es acceder a la jurisdicción, que se concreta en el derecho a ser
parte de un proceso y, como ha declarado este Tribunal Constitucional, poder promover la
actividad jurisdiccional que desemboque en una decisión judicial sobre las pretensiones
deducidas’ [STC 115/1984(RTC 1984, 115), por todas]”.
c) Derecho a obtener una resolución fundada en derecho, consiste en la capacidad o
potestad que tiene la persona de obtener, en el proceso judicial instaurado, una decisión de
fondo sobre el conflicto objeto del proceso, y que esté suficiente y razonablemente motivada en
derecho. La decisión de fondo comprende los siguientes ámbitos: una resolución fundada sobre
la inadmisión, si en derecho corresponde; una resolución fundada sobre las excepciones o
incidentes; una resolución fundada sobre el fondo mismo del conflicto objeto del proceso
judicial. La motivación en derecho implica que el Juez o Tribunal deberá expresar sus
convicciones determinativas sobre la decisión que adopta, expresar las razones jurídicas por las
que toma la decisión, por las que valora en un sentido y no en otro los antecedentes y las
pruebas; además esas razones jurídicas deberán ser expresadas en el marco de la
razonabilidad. Con relación al tema el Tribunal Constitucional, en su SC 1635/2003-R, de 17 de
noviembre, ha establecido la siguiente jurisprudencia: “Respecto a la debida fundamentación
que deben contener las resoluciones judiciales y administrativas, el Tribunal Constitucional ‘(..)
interpretando en su verdadero alcance las normas de procedimiento como también los
instrumentos internacionales incorporados a nuestra legislación ha sentado uniforme
jurisprudencia acerca de los requisitos que debe guardar una resolución, y por lo mismo, la
obligación de todo juez o tribunal ya sea judicial o administrativo de exponer las razones que lo
llevan a tomar tal o cual determinación, lo que implica un análisis pormenorizado y exhaustivo
de los fundamentos y probanzas que se hubieran expresado y acompañado. En esta corriente
interpretativa el Tribunal en la SC 1369/2001-R de 19 de diciembre, a tiempo de declarar
procedente un Amparo sobre la misma temática, dando por vulnerado el derecho al debido
37

proceso, ha manifestado que este derecho '... entre su ámbito de presupuestos exige que toda
Resolución sea debidamente fundamentada. Es decir, que cada autoridad que dicte una
Resolución debe imprescindiblemente exponer los hechos y al margen de ello, la
fundamentación legal que sustenta la parte dispositiva de la misma”. En el ámbito de la
jurisprudencia comparada, el Tribunal Constitucional de España, en su STC 14/1991, de 28 de
enero, ha señalado lo siguiente: “(..) la obligación de motivar las Sentencias que el art. 120.3 de
la Constitución impone a los órganos judiciales, puesta en conexión con el derecho a la tutela
judicial protegido por el art. 24.1 de la propia Constitución –entendido como derecho a una
resolución jurídicamente fundada- conduce a integrar en el contenido de esta garantía
constitucional el derecho del justiciable a conocer las razones de las decisiones judiciales y, por
tanto el enlace de las mismas con la ley y el sistema general de fuentes, de la cual son
aplicación. La motivación de las Sentencias es por consiguiente, una consecuencia necesaria
de la propia función judicial y de su vinculación a la Ley y el derecho constitucional del
justiciable a exigirla encuentra su fundamento, por otro lado coincidente con el interés general
de la comunidad, en que el conocimiento de las razones que conducen al órgano judicial a
adoptar sus decisiones constituye instrumento, igualmente necesario, para contrastar su
razonabilidad a los efectos de ejercitar los recursos judiciales que procedan y en último término,
a oponerse a decisiones arbitrarias que resulten lesivas del derecho a la tutela judicial efectiva
que reconoce la constitución”.
d) Derecho a la ejecución de las resoluciones judiciales firmes, consiste en el
derecho que tiene la persona que interviene en el proceso judicial a que las resoluciones
adoptadas por la autoridad judicial y que adquieran la calidad de cosa juzgada sean ejecutadas
en los mismos términos en que fueron expedidas; lo que supone el cumplimiento de las
situaciones jurídicas declaradas en la resolución judicial. Al respecto, en la jurisprudencia
constitucional comparada se tiene que el Tribunal constitucional de España, en su STC
125/1987, de 15 de julio, ha definido lo siguiente: “Se satisface [el derecho de ejecución] cuando
los Jueces y Tribunales a quienes corresponde hacer ejecutar lo juzgado (art. 117.3 de la
Constitución), según las normas de competencia y procedimiento aplicables, y con
independencia de que la resolución a ejecutar haya de ser cumplida por un ente público,
adoptan las medidas oportunas para el estricto cumplimiento del fallo, sin alterar el contenido y
el sentido del mismo. En principio corresponde al órgano judicial competente, en su caso, a
petición de los interesados cuando proceda según las leyes, deducir las exigencias que impone
la ejecución de la Sentencia en sus propios términos interpretando en caso de duda cuales
sean estos, y actuar en consecuencia, sin que sea función del Tribunal Constitucional sustituir a
la autoridad judicial ene este cometido. Ello no obstante si un Juez o Tribunal se aparta, sin
causa justificada, de lo previsto en el fallo que debe ejecutarse o se abstiene de adoptar las
mediadas necesarias para su ejecución, cuando le sea legalmente exigible, estaría vulnerando
el art. 24.1 de la Constitución, supuesto en el que corresponde al Tribunal Constitucional, en el
ámbito del recurso de amparo, el reconocimiento y restablecimiento del derecho constitucional
infringido”.
10.2. El derecho al debido proceso
El debido proceso es una garantía de legalidad procesal para proteger la libertad, la
seguridad jurídica, la racionalidad y fundamentación de las resoluciones judiciales o
administrativas.
Significa que los conflictos o controversias que se presenten en cualquier proceso estén
previamente reguladas en el ordenamiento jurídico, el cual debe señalar las pautas que
procuren el respeto de los derechos y obligaciones de las partes procesales para que ninguna
38

actuación de las autoridades tenga origen en su propio arbitrio, sino que obedezca a los
procedimientos descritos en la ley y los reglamentos
Según el constitucionalista Pritchett: "el debido proceso en las actuaciones judiciales exige
que los litigantes tengan beneficio de un juicio imparcial ante los tribunales y que sus derechos se
acomoden a lo establecido por disposiciones jurídicas generales aplicables a todos aquellos que se
hallen en una situación similar. En último término, significa el derecho de toda persona a un
proceso justo y equitativo”.
El derecho al debido proceso, de acuerdo a la jurisprudencia constitucional establecida
en la SC 0683/2011-R, de 16 de mayo, es: “(…) el derecho de toda persona a un proceso justo y
equitativo, en el que sus derechos se acomoden a lo establecido por disposiciones jurídicas
generales aplicables a todos aquellos que se hallen en una situación similar; es decir,
comprende el conjunto de requisitos que deben observarse en las instancias procesales, a fin de
que las personas puedan defenderse adecuadamente ante cualquier tipo de acto emanado del
Estado que pueda afectar esos derechos reconocidos por la Constitución Política del Estado así
como los Convenios y Tratados Internacionales”.
La Corte Interamericana de los Derechos Humanos, en su Opinión Consultiva Nº OC-
9/87, ha señalado que el debido proceso "abarca las condiciones que deben cumplirse para
asegurar la adecuada defensa de aquellos cuyos derechos u obligaciones están bajo
consideración judicial"; se trata de "un derecho humano el obtener todas las garantías que
permitan alcanzar decisiones justas, no estando la administración excluida de cumplir con este
deber. Las garantías mínimas deben respetarse en el procedimiento administrativo y en
cualquier otro procedimiento cuya decisión pueda afectar los derechos de las personas" (Caso
Baena Ricardo y otros, sentencia del 2 de febrero del 2001, párrafo 127).
El derecho al debido proceso, en el sistema constitucional boliviano tiene una triple
dimensión; de un lado es un principio constitucional que fundamenta el ejercicio de la
jurisdicción ordinaria, así lo proclama el art. 180.I de la Constitución; en segundo lugar, es un
derecho fundamental, consagrado por el art. 8 de la Convención Americana sobre Derechos
Humanos y el art. 14 del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos, que forman parte
del Bloque de Constitucionalidad; y en tercer lugar es una garantía constitucional, así lo
consagran los arts. 115.II al 121 de la Constitución.
El derecho al debido proceso, por previsión expresa del art. 8 de la Convención
Americana sobre Derechos Humanos y el art. 14 del Pacto Internacional de Derechos Civiles y
Políticos, tiene elementos esenciales consagrados como garantías mínimas, que se describen a
continuación:
10.2.1. Derecho al Juez natural, independiente, competente e imparcial
Uno de los elementos constitutivos del debido proceso es el derecho que tiene toda
persona sometida a proceso para la determinación de una responsabilidad penal, administrativa
o la determinación de una obligación o definición de un derecho, el de ser oído y juzgado por un
juez o tribunal competente, independiente e imparcial constituido por una ley anterior al hecho.
Este derecho está consagrado por el art. 8.1 de la Convención Americana sobre
Derechos Humanos; 14.1 del Pacto Internacional de los Derechos Civiles y Políticos; los arts. 14
y 16.IV de la Constitución, normas que determinan que toda persona tiene derecho a ser oída,
en cualquier proceso, por un "tribunal competente, independiente e imparcial"; es importante
señalar que el cumplimiento de estos tres requisitos permite garantizar la correcta determinación
de los derechos y obligaciones de las personas; cabe advertir que tales características, además,
deben estar presentes en todos los órganos del Estado que ejercen función jurisdiccional. Al
39

respecto, la Corte Interamericana de Derechos Humanos, en su sentencia del 31 de enero del


2001 ha precisado que "toda persona sujeta a juicio de cualquier naturaleza ante un órgano del
Estado deberá contar con la garantía de que dicho órgano sea competente, independiente e
imparcial”.
Con relación al derecho al juez natural competente, independiente e imparcial, el Tribunal
Constitucional, en su SC 491/2003-R, de 15 de abril, ha señalado que “Uno de los elementos
esenciales de la garantía del debido proceso es el derecho al juez natural competente,
independiente e imparcial; debiendo entenderse por Juez competente aquel que de acuerdo a
las normas jurídicas previamente establecidas, conforme criterios de territorio, materia y cuantía,
es el llamado para conocer y resolver una controversia judicial; Juez independiente aquel que,
como se tiene referido, resuelve la controversia exenta de toda ingerencia o intromisión de otras
autoridades o poderes del Estado; y Juez imparcial aquel que decida la controversia judicial
sometida a su conocimiento exento de todo interés o relación personal con el problema,
manteniendo una posición objetiva al momento de adoptar su decisión y emitir la resolución. El
cumplimiento de estos requisitos que hacen al juez natural permite garantizar la correcta
determinación de los derechos y obligaciones de las personas; de ahí que la Corte
Interamericana de Derechos Humanos, cuya jurisprudencia es vinculante para la jurisdicción
interna, en su Sentencia de 31 de enero de 2001 (Caso Tribunal Constitucional del Perú, párrafo
77), ha establecido que ‘toda persona sujeta a juicio de cualquier naturaleza ante un órgano del
Estado deberá contar con la garantía de que dicho órgano sea competente, independiente e
imparcial’”
10.2.2. El derecho a ser asistido por un intérprete
Constituye otro elemento fundamental del derecho al debido proceso, pues es un medio
eficaz para evitar la indefensión del procesado o encausado por motivos de idioma. En
consecuencia, consiste en el derecho que tiene toda persona acusada, a ser asistida por un
intérprete o traductor cuando no comprenda o no pueda expresarse fluidamente en el idioma
utilizado por el juez, tribunal o parte acusadora.
La Corte Interamericana de Derechos Humanos, en su Opinión Consultiva OC-16/99, ha
hecho referencia a este derecho en los siguientes términos: "el derecho reconocido en el artículo
8.2.a de la Convención (se refiere al Pacto de San José) constituye un factor que permite superar
eventuales situaciones de desigualdad en el desarrollo del proceso"
Si bien no está consagrado expresamente en el texto de la Constitución de Bolivia, sí lo
está en el texto de la Convención Americana sobre Derechos Humanos cuyo art. 8.2.a) dispone
textualmente lo siguiente: "Durante el proceso, toda persona tiene derecho, en plena igualdad, a
las siguientes garantías mínimas: a) derecho del inculpado de ser asistido gratuitamente por el
traductor o intérprete, si no comprende o no habla el idioma del juzgado o tribunal". La norma
convencional citada legal es de aplicación obligatoria y directa en Bolivia, habida cuenta que la
Convención Americana sobre Derechos Humanos fue suscrita y ratificada por el Gobierno
mediante Ley de la República.
Es importante señalar, que el derecho referido, en el sistema constitucional boliviano, tiene
su fundamento en la naturaleza plurinacional del estado boliviano y en el pluralismo cultural y
lingüístico.
Al respecto el Tribunal Constitucional, en su SC 430/2004-R, de 24 de marzo, ha
establecido la siguiente jurisprudencia constitucional: “(..) el derecho a ser asistido
gratuitamente por un traductor o intérprete, es una de las garantías que conforman el debido
proceso, y encuentra su fundamento en el derecho a la defensa, toda vez que sólo en la medida
40

en que las audiencias, interrogatorios y demás actuaciones del proceso penal puedan ser
comprendidas por el imputado, desarrollándose en el idioma que entiende y habla, se estará
garantizando el ejercicio real de ese derecho, dado que el mismo no se agota en la defensa
técnica que pueda tener el imputado, sino que comprende a la defensa material, en virtud de la
cual se le da una intervención activa dentro del proceso, para que pueda formular peticiones y
realizar las observaciones que considere oportunas (..) el juzgador está en la obligación de velar
porque ese derecho se efectivice, por lo que ante una solicitud efectuada en ese sentido por el
imputado o su abogado defensor, el juzgador debe designar a un traductor o intérprete, lo
contrario significaría vulnerar el derecho a la defensa del imputado y la garantía del debido
proceso, así como también el derecho a la seguridad jurídica”.
Posteriormente, al resolver un recurso de hábeas corpus en el que se denunció la
vulneración del derecho al debido proceso, en su elemento del derecho del imputado a un
traductor o intérprete, a cuya consecuencia se colocó en indefensión al imputado y se le
restringió su derecho a la libertad física, el Tribunal Constitucional, en su SC 0058/2006-R, de
18 de enero, abordó más profundamente el tema y estableció la siguiente jurisprudencia: “(..) la
norma prevista por el art. 8.2 inc. a) de la Convención Americana sobre Derechos Humanos
dispone que ‘Toda persona inculpada de delito tiene derecho a que se presuma su inocencia
mientras no se establezca legalmente su culpabilidad. 2. Durante el proceso, toda persona tiene
derecho, en plena igualdad, a las siguientes garantías mínimas: a. derecho del inculpado de ser
asistido gratuitamente por el traductor o intérprete, si no comprende o no habla el idioma del
juzgado o tribunal’; el citado derecho es considerado por la doctrina constitucional como una
garantía que permite asegurar el derecho a la defensa en el marco de los procesos penales,
ello porque se constituye en el pilar fundamental para el ejercicio del derecho la defensa del
imputado, toda vez que la ignorancia del idioma utilizado por el juez o tribunal o la dificultad de
su comprensión por parte del imputado, pueden constituir un obstáculo para el ejercicio del
derecho de defensa; por ello la Corte Interamericana de Derechos Humanos ha considerado
que este derecho se constituye en ‘un factor que permite superar eventuales situaciones de
desigualdad en el desarrollo de un proceso’. De lo referido se infiere que el derecho del
imputado de ser asistido gratuitamente por el traductor o intérprete, si no comprende o no habla
el idioma que utiliza el juez o tribunal se constituye en un elemento esencial del derecho al
debido proceso, ya que sólo al contar con un traductor o intérprete podrá comprender
plenamente en su idioma materna todo cuanto acontece en las diferentes actuaciones
procesales, así como le permitirá tener una comunicación correcta con su abogado así como
con el juez o los miembros del tribunal, de manera que así podrá asumir plenamente su defensa
tanto material como técnica; por lo tanto, si el sindicado no comprende o no habla el idioma del
juez o tribunal a cargo de la etapa preparatoria y posterior juicio, necesariamente deberá
designársele un intérprete o traductor para que en su lengua materna le ponga en conocimiento
de todas las actuaciones y situaciones que se van suscitando sobretodo en la realización de las
declaraciones y las audiencias públicas”.
Sobre la base de las consideraciones glosadas, el Tribunal Constitucional, en la misma
sentencia constitucional, definió que “(..) el derecho a ser asistido gratuitamente por un traductor
o intérprete, es una de las garantías que conforman el debido proceso, y encuentra su
fundamento en el derecho a la defensa, toda vez que sólo en la medida en que las audiencias,
interrogatorios y demás actuaciones del proceso penal puedan ser comprendidas por el
imputado, desarrollándose en el idioma que entiende y habla, se estará garantizando el ejercicio
real de ese derecho, dado que el mismo no se agota en la defensa técnica que pueda tener el
imputado, sino que comprende a la defensa material, en virtud de la cual se le da una
intervención activa dentro del proceso, para que pueda formular peticiones y realizar las
observaciones que considere oportunas”. Finalmente, en el examen de la problemática concreta
41

planteada a su consideración, el Tribunal Constitucional, determinó que “(..) la omisión en la que


incurrió el Juez recurrido, al no designarle al imputado, hoy recurrente, un intérprete o traductor
en idioma rumano le colocó en una situación de verdadera indefensión, ya que si bien el
recurrente estaba asistido de un abogado defensor, sin embargo dicha asistencia fue nominal ya
que el imputado no podía comunicarse fluidamente en su idioma materno con su abogado; de
otro lado, tampoco pudo asumir su defensa material, interviniendo en todos los actos de la
investigación que incorporen elementos de prueba, así como formulando peticiones y
observaciones que creyere convenientes durante la celebración de la audiencia de medidas
cautelares, ya que no se le informó en su idioma materno el contenido de la imputación
planteada en su contra por el Fiscal, además porque toda la audiencia de medidas cautelares se
realizó en idioma español; agravándose la situación en la medida en que, al no contar con un
intérprete o traductor, el recurrente tuvo una escasa comprensión de su situación jurídica, así
como de lo acontecido durante la celebración de la audiencia de aplicación de medidas
cautelares lo que disminuyó la posibilidad de que pueda impugnar la decisión del Juez cautelar
por la vía de apelación, máxime cuando, por la escasa comprensión del idioma español no tuvo
una adecuada comunicación con su abogada defensora; de manera que, la autoridad judicial
recurrida lesionó el derecho al debido proceso del recurrente a cuya consecuencia se le
restringió indebidamente su derecho a la libertad física”.
10.2.3. El derecho a la comunicación previa y detallada de la acusación
Como afirma Francisco Fernández Segado, el derecho a la comunicación previa y
detallada de la acusación "es aquél que tiende a asegurar a las partes, o a cualquier persona
legitimada para intervenir en un proceso bajo otro título, el conocimiento de las resoluciones
pronunciadas por el órgano judicial actuante durante el curso del proceso". De manera más
específica y particular, es el derecho de conocer los términos de la acusación o incriminación que
tiene toda persona acusada o imputada de haber cometido un delito, o el derecho de conocer la
pretensión y los fundamentos de la demanda en otras materias. Empero, cabe advertir que el
derecho no se resume al conocimiento de los hechos considerados punibles que se le imputan,
sino a la calificación jurídica de tales hechos que efectúa el juez o tribunal.
El reconocimiento y respeto de este derecho importa el emplazamiento personal del
procesado con una doble finalidad: a) garantizar su comparecencia en el proceso; y b) garantizar el
ejercicio del derecho inalienable a la defensa que le reconoce la Constitución. Por ello mismo, las
citaciones y notificaciones no pueden reducirse a meras formalidades para el cumplimiento de
disposiciones procesales, sino constituirse en un aspecto esencial del procedimiento, por lo que la
autoridad judicial debe asegurarse de su efectividad real.
La satisfacción de este derecho no se reduce al mero acto formal de entregar copias de ley
de la acusación formula, importa una explicación clara y exacta por parte del juez, tribunal,
autoridad o funcionario competente.
Garantizar el ejercicio efectivo de este derecho permite al imputado, al procesado o
demandado y sus abogados defensores preparar adecuadamente la defensa y los argumentos de
descargo con relación a la acusación o la demanda. No satisfacerlo coloca al imputado, procesado
o demandado en una situación de indefensión impidiéndole asumir su defensa en igualdad de
condiciones; lesiona el derecho a la igualdad procesal.
La Corte Interamericana de Derechos Humanos, en su Sentencia dictada en el caso Tibi
vs. Ecuador, párrafo 187, ha definido lo siguiente: “el Estado debe informar al interesado no
solamente de la causa de la acusación, esto es, las acciones u omisiones que se le imputan,
sino también las razones que llevan al Estado a formular la imputación, los fundamentos
probatorios de ésta y la caracterización legal que se da a esos hechos”; asimismo ha señalado
42

que esta información debe ser “expresa, clara, integral y suficientemente detallada para permitir
al acusado que ejerza plenamente su derecho a la defensa y muestre al juez su versión de los
hechos”; también ha señalado que el investigado, “antes de declarar, deberá conocer de manera
oficial cuáles son los hechos que se le imputan, no tendrá que deducirlos de la información
pública o de las preguntas que se le formulan”.
10.2.4. El derecho del acusado a contar con un tiempo y los medios adecuados para la
preparación de su defensa
Según la norma prevista por el art. 8.2.c de la Convención Americana sobre Derechos
Humanos, toda persona inculpada de haber cometido un delito tiene derecho a la concesión del
tiempo y de los medios adecuados para la preparación de su defensa. La norma convencional,
alude a dos derechos; por un lado, a contar con el tiempo adecuado para preparar la defensa, y
por el otro, a contar con los medios, igualmente adecuados, para tal efecto.
Los derechos referidos, están estrechamente vinculados al derecho a la defensa, es más,
se podría afirmar que en la legislación boliviana está incluido en los alcances del derecho a la
defensa que consagra el art. 119.II de la Constitución, pues es a través de la presentación y
producción de la prueba que el procesado ejerce su defensa enervando los argumentos de la
acusación.
El ejercicio de los derechos mencionados implica diversos aspectos, entre los que se
pueden mencionar los siguientes:
* El imputado o procesado debe ser debidamente informado y con la antelación necesaria
de todas las actuaciones judiciales que se realizarán en el proceso penal.
* El imputado pueda participar en todas las actuaciones judiciales concernientes al proceso
penal.
* Exista un plazo prudencial y adecuado entre la actuación en la que se le informa de la
imputación del delito o la acusación formal y la celebración del juicio oral, que permita al imputado o
procesado preparar su defensa recopilando, obteniendo y organizando la prueba de descargo.
* El imputado o procesado pueda acceder a los documentos y pruebas de cargo y descargo
con la suficiente antelación que le permita preparar su defensa.
* El imputado o procesado pueda utilizar y presentar los medios de prueba pertinentes a su
defensa.
10.2.5. El derecho a la defensa y asistencia profesional
Potestad y facultad para desarrollar los actos procesales necesarios, así como producir y
presentar todas las pruebas necesarias para desvirtuar los términos y extremos de la imputación o
acusación que pesa en su contra.
El derecho a la defensa, como señala Fernández Segado, se sustancia en la posibilidad de
acceder a un juicio contradictorio en el que las partes, alegando y probando cuanto estimen
pertinente, puedan hacer valer en condiciones de igualdad sus derechos e intereses legítimos.
No está orientada a demostrar la inocencia del imputado o acusado, sino tiene por finalidad
garantizar que el imputado o procesado sea oído plenamente antes de ser sentenciado a sufrir
pena alguna.
El Tribunal Constitucional de España, en su Sentencia STC 132/1992, ha definido como "un
derecho instrumental que trata de asegurar la efectiva realización de los principios de igualdad y de
contradicción entre las partes, y en los supuestos en que la ley exige su preceptiva intervención
43

persigue garantizar a la parte una defensa técnica, ello comporta que tal asistencia, además de
prestarse de modo real y efectivo, haya de ser proporcionada en determinadas condiciones por los
poderes públicos, por lo que la designación de estos profesionales se torna en una obligación
jurídico-constitucional que incumbe singularmente a los órganos judiciales".
Este derecho está consagrado por el art. 119.II de la Constitución que textualmente
dispone: "Toda persona tiene derecho inviolable a la defensa. El Estado proporcionará a las
personas denunciadas o imputadas una defensora o un defensor gratuito, en los casos en que
éstas no cuenten con los recursos económicos necesarios"; también está consagrado por el art.
8.2.d y e) de la Convención Americana sobre Derechos Humanos, que textualmente dispone:
"Durante el proceso, toda persona tiene derecho, en plena igualdad, a las siguientes garantías
mínimas: d) derecho del inculpado de defenderse personalmente o de ser asistido por un defensor
de su elección y de comunicarse libre y privadamente con su defensor; e) derecho irrenunciable de
ser asistido por un defensor proporcionado por el Estado, remunerado o no, según la legislación
interna, si el inculpado no se defendiere por sí mismo ni nombrare defensor dentro del plazo
establecido por la ley".
El ejercicio de este derecho, como un elemento constitutivo del debido proceso, conlleva
dos elementos esenciales:
Primero, el derecho que tiene el procesado a designar al profesional de su plena confianza,
aun para el caso de que sea el Estado el que proporcione el abogado defensor, el procesado o
encausado deberá expresar su conformidad y confianza en el profesional asignado. Al respecto es
importante señalar que para el Convenio Europeo para la Protección de los Derechos Humanos, el
derecho que se analiza significa "el que el interesado pueda encomendar su representación y
asesoramiento técnico a quien merezca su confianza y considere más adecuado para instrumentar
su propia defensa".
Segundo, el derecho que tiene el procesado de comunicarse libre y privadamente con el
profesional contratado para su defensa, lo que significa que la figura restrictiva de la
incomunicación, que excepcionalmente puede aplicarse a algunas personas detenidas, no alcanza
a la relación detenido, acusado o procesado con el abogado defensor, pues si el derecho consiste
en tener abogado desde el primer momento de la detención y la finalidad es que este profesional lo
oriente y guíe en su defensa, es entendible que no se puede aplicar la incomunicación.
Según la doctrina del Derecho Constitucional, el derecho a la defensa abarca dos
ámbitos importantes; de un lado, la defensa material; y de otro, la defensa técnica. El Código de
Procedimiento Penal ha recogido esa doctrina, y ha consagrado ambos ámbitos del derecho a la
defensa en sus arts. 8 y 9, respectivamente.
La defensa material es aquella que la asume personalmente el inculpado o procesado
para expresar, conforme corresponde, los justificativos o las causas y motivaciones si es que
hubiese incurrido en el delito por el que se lo juzga, para expresar sus observaciones, así como
para desvirtuar la acusación presentando las pruebas respectivas.
Con relación a la defensa material, el Tribunal Constitucional, en su SC 1031/2000-R, de
6 de noviembre, ha establecido la siguiente jurisprudencia: "el derecho a la defensa como uno
de los componentes de la garantía del debido proceso, consiste en la capacidad y posibilidad de
acceder a un juicio contradictorio en el que las partes, alegando y probando cuanto estimen
pertinente, puedan hacer valer en condiciones de igualdad sus derechos e intereses legítimos”.
10.2.6. El derecho a no declarar contra sí mismo y a no confesarse culpable
Este derecho está expresamente consagrado por el art. 8.2.g) de la Convención
Americana sobre Derechos Humanos, por cuyo mandato toda persona tiene derecho "a no ser
44

obligado a declarar contra sí mismo ni a declararse culpable"; de otro lado, la norma prevista por
art. 8.3 del mismo tratado, en coherencia con la anterior norma convencional, dispone que "La
confesión del inculpado solamente es válida si es hecha sin coacción de ninguna naturaleza”.
Finalmente, el art. 121.I de la Constitución dispone que “En materia penal, ninguna persona
podrá ser obligada a declarar contra sí misma, ni contra sus parientes consanguíneos hasta el
cuarto grado o sus afines hasta el segundo grado. El derecho de guardar silencio no será
considerado como indicio de culpabilidad”.
Es un derecho que le permite al procesado guardar silencio frente a una acusación que ha
motivado su detención, es decir, a no formular declaración alguna entre tanto no se comunique con
su abogado ni analice los términos y alcances de la acusación planteada en su contra. En suma, le
garantiza a no verse obligado a hacer una declaración de auto culpabilidad.
La Corte Interamericana, en su Sentencia emitida en el caso Maritza Urrutia vs.
Guatemala este derecho “también se tiene que respetar en procedimientos o actuaciones
previas o concomitantes a los procesos judiciales que, de no someterse a tales garantías,
pueden tener un impacto desfavorable no justificado sobre la situación jurídica de la persona de
que se trata”.
10.2.7. Derecho de recurrir el fallo ante Juez o Tribunal Superior
Consiste en la potestad y facultad que tiene toda persona sometida a un proceso judicial
para impugnar o cuestionar la resolución o decisión que afecte a sus intereses y sus derechos,
dentro de la misma estructura judicial que la emitió, para que un Juez o Tribunal superior en la
jerarquía jurisdiccional pueda examinar el caso respecto a la adecuada valoración de los
hechos y la correcta interpretación y aplicación del Derecho.
Este derecho está consagrado por el art. 8.2.h de la Convención Americana sobre
Derechos Humanos, que expresamente prevé lo siguiente: “Toda persona inculpada de delito
tiene derecho a que se presuma su inocencia mientras no se establezca legalmente su
culpabilidad. Durante el proceso, toda persona tiene derecho, en plena igualdad, a las
siguientes garantías mínimas: h) Derecho de recurrir del fallo ante el Juez o tribunal superior”; y
el art. 14.5 del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos, que textualmente dispone lo
siguiente: “Toda persona declarada culpable de un delito tendrá derecho a que el fallo
condenatorio y la pena que se le haya impuesto sean sometidos a un tribunal superior,
conforme a lo prescrito por la ley”.
Se trata de un derecho concebido como un medio de defensa, mediante el cual, la
persona que se considera afectada por una decisión judicial o administrativa la somete el caso a
nuevo estudio para obtener que se revoque, modifique o aclare. Según la doctrina el
fundamento del derecho de impugnar una resolución o decisión, es el reconocimiento que el ius
gentium hizo sobre la naturaleza falible del raciocinio humano y por ello consideró oportuno
establecer un mecanismo en el cual pudiera haber una apreciación más objetiva de los hechos
y del Derecho aplicable al caso; pues es comprensible que la resolución judicial es fruto de acto
humano, el Juez o los jueces de la causa; por lo tanto, puede contener errores o generar
distintas interpretaciones, ya sea en la determinación de los hechos o en la aplicación del
derecho; por lo tanto es necesario establecer una vía expedita para que esa resolución o
decisión sea sometida a una revisión por un Juez o Tribunal de superior jerarquía jurisdiccional.
El derecho objeto de análisis no se satisface con el mero reconocimiento formal del
derecho de impugnación, exige que de establecer en la legislación procesal las vías de
impugnación, deben eliminarse todos aquellos obstáculos que impidan ejercerlo, tales como la
exigencia de demasiados requisitos formales o plazos muy breves para su interposición, etc. De
45

otro lado, la satisfacción del derecho exige que la persona afectada por la resolución o decisión
a impugnarse disponga, en un plazo razonable y por escrito, el texto escrito del fallo o
resolución que esté debida, suficiente y razonablemente motivado en Derecho; pues es de vital
importancia que la persona afectada conozca las razones del fallo para así poder impugnarlas y
rebatirlas.
Con relación a los alcances del derecho objeto de análisis y los requisitos para ser
satisfecho el mismo, la Corte Interamericana de Derechos Humanos, en su sentencia del 30 de
mayo de 1999 emitida en el caso Castilo Petruzzi, interpretando la norma prevista por el art.
8.2.h) del Pacto de San José de Costa Rica, ha establecido la siguiente jurisprudencia: "(...) El
derecho de recurrir del fallo, consagrado por la Convención, no se satisface con la mera
existencia de un órgano de grado superior al que juzgó y condenó al inculpado, ante el que éste
tenga o pueda tener acceso. Para que haya una verdadera revisión de la sentencia, en el
sentido requerido por la Convención, es preciso que el tribunal superior reúna las características
jurisdiccionales que lo legitiman para conocer del caso concreto. Conviene subrayar que el
proceso penal es uno solo a través de sus diversas etapas, tanto la correspondiente a la
primera instancia como las relativas a instancias ulteriores. En consecuencia, el concepto del
juez natural y el principio del debido proceso legal rigen a lo largo de esas etapas y se
proyectan sobre las diversas instancias procesales. Si el juzgador de segunda instancia no
satisface los requerimientos del juez natural, no podrá establecerse como legítima y válida la
etapa procesal que se desarrolle ante él. En el caso que nos ocupa, el tribunal de segunda
instancia forma parte de la estructura militar. Por ello no tiene la independencia necesaria para
actuar ni constituye un juez natural para el enjuiciamiento de civiles. En tal virtud, pese a la
existencia, bajo condiciones sumamente restrictivas, de recursos que pueden ser utilizados por
los procesados, aquéllos no constituyen una verdadera garantía de reconsideración del caso
por un órgano jurisdiccional superior que atienda las exigencias de competencia, imparcialidad
e independencia que la Convención establece".
Resulta necesario advertir que el derecho objeto de análisis no es en esencia un derecho
a la doble instancia, que incorrectamente interpretada podría dar lugar a que se entienda como
el derecho al doble juicio, llevando a duplicar innecesariamente el proceso, se trata de un
derecho de impugnar o recurrir la resolución o fallo para que el Juez o Tribunal superior en
grado pueda revisar el fallo impugnado; de manera que no sea un solo Juez o Tribunal el que
examine definitivamente la causa y ella se cierre para siempre con una sola decisión, que bien
pueda estar equivocada o contener defectos sustantivos, fácticos, orgánicos o procedimentales;
sino por el contrario, se trata de la oportunidad procesalmente regulada de acudir, dentro de las
reglas del debido proceso, ante otra autoridad judicial superior en la jerarquía jurisdiccional para
someter todo o una parte de la actuación judicial con el fin de procurar la atención de las
posiciones de las partes inconformes con la sentencia o con la actuación, o para garantizar la
efectividad de los derechos de las partes que disienten de lo resuelto.
10.2.8. Derecho a la motivación de las decisiones
Es la potestad y facultad que tiene toda persona sometida a proceso de obtener de las
autoridades jurisdiccionales o administrativas una decisión debidamente motivada y fundada en
Derecho, en la que la autoridad respectiva expresa con claridad y precisión sus convicciones
determinativas, es decir, las razones por las cuales se llega a la conclusión que ellas contienen,
la valoración de las pruebas y los fundamentos jurídicos y normativos en que se basan.
Este derecho se constituye en uno de los elementos esenciales del derecho al debido
proceso, y tiene estrecha vinculación con el derecho a la defensa y con el derecho de recurrir el
fallo ante el Juez o Tribunal superior; pues se entiende que si la decisión o resolución no está
46

suficiente y razonablemente motivada, la persona sometida a proceso no podría asumir de


manera efectiva su derecho a la defensa, ya que al no conocer las razones jurídicas de la
determinación no podría realizar ningún acto procesal de defensa, tampoco podría impugnar el
fallo, ya que ante la grave omisión del Juez o Tribunal de expresar sus convicciones
determinativas o razones jurídicas no podría rebatir los argumentos que sustentan el fallo.
Según la Corte Interamericana de Derechos Humanos, el derecho a la motivación de las
decisiones judiciales “es la exteriorización de la justificación razonada que permite llegar a una
conclusión” (Sentencia emitida en el caso Chaparro Álvarez y Lapo Íñiguez vs. Ecuador, párr.
107); de manera que este derecho “protege el derecho de los ciudadanos a ser juzgados por las
razones que el Derecho suministra, y otorga credibilidad a las decisiones jurídicas en el marco
de una sociedad democrática”; según la Corte “las decisiones que adopten los órganos internos
que puedan afectar derechos humanos deben estar debidamente fundamentadas, pues de lo
contrario serían decisiones arbitrarias; ya que la motivación demuestra a las partes que éstas
han sido oídas, que sus alegatos han sido tomados en cuenta y que el conjunto de pruebas ha
sido analizado” (Sentencia emitida en el caso Apitz Barbera y otros vs. Venezuela, párr. 77- 78).
Por su parte, el Tribunal Constitucional Plurinacional, en su SC 0543/2010-R, de 12 de
julio, ha definido lo siguiente: “(…) la garantía del debido proceso, comprende entre uno de sus
elementos la exigencia de la motivación de las resoluciones, lo que significa, que toda autoridad
que conozca de un reclamo, solicitud o que dicte una resolución resolviendo una situación
jurídica, debe ineludiblemente exponer los motivos que sustentan su decisión, para lo cual,
también es necesario que exponga los hechos establecidos, si la problemática lo exige, de
manera que el justiciable al momento de conocer la decisión del juzgador lea y comprenda la
misma, pues la estructura de una resolución tanto en el fondo como en la forma, dejará pleno
convencimiento a las partes de que se ha actuado no sólo de acuerdo a las normas sustantivas
y procesales aplicables al caso, sino que también la decisión está regida por los principios y
valores supremos rectores que rigen al juzgador, eliminándose cualquier interés y parcialidad,
dando al administrado el pleno convencimiento de que no había otra forma de resolver los
hechos juzgados sino de la forma en que se decidió (…) cuando aquella motivación no existe y
se emite únicamente la conclusión a la que ha arribado el juzgador, son razonables las dudas
del justiciable en sentido de que los hechos no fueron juzgados conforme a los principios y
valores supremos, vale decir, no se le convence que ha actuado con apego a la justicia, por lo
mismo se le abren los canales que la Ley Fundamental le otorga para que en búsqueda de la
justicia, acuda a este Tribunal como contralor de la misma, a fin de que dentro del proceso se
observen sus derechos y garantías fundamentales, y así pueda obtener una resolución que
ordene la restitución de dichos derechos y garantías, entre los cuales, se encuentra la garantía
del debido proceso, que faculta a todo justiciable a exigir del órgano jurisdiccional a cargo del
juzgamiento una resolución debidamente fundamentada”.
Cabe señalar que el derecho objeto de análisis no se satisface con la simple relación de
los documentos, la relación circunstancia de los hechos, la trascripción de las normas jurídicas,
ni con la mención de los requerimientos de las partes; el Juez o autoridad administrativa está en
la obligación de expresar los motivos de hecho y de derecho en que se basa su convicción
determinativa sobre la controversia resuelta, que soporte la decisión adoptada; además, los
argumentos jurídicos expuestos deben guardar relación y ser proporcionales y congruentes con
la problemática resuelta.
10.2.9. El derecho a un proceso en un plazo razonable y sin dilaciones indebidas
Consiste en el derecho que tiene toda persona, inculpada o incriminada de haber
cometido un delito, a ser procesada dentro de un plazo razonable para que se determine su
47

situación jurídica y pueda estar a derecho, de manera que la negligencia o descuido indebido e
injustificado de los funcionarios del Estado encargados de la persecución y sanción del delito no
le ocasionen una situación de permanente inseguridad e incertidumbre.
Este derecho, como un elemento esencial del derecho al debido proceso, está
expresamente consagrado por el artículo 8.1 de la Convención Americana sobre Derechos
Humanos, y el art. 14.3.c) del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos.
En Bolivia, este derecho no está expresamente consagrado como una garantía
constitucional por el art. 115.II de la Constitución, que textualmente prevé lo siguiente: “El Estado
garantiza el derecho al debido proceso, a la defensa y a una justicia plural, pronta, oportuna,
gratuita, transparente y sin dilaciones”.
Como ha definido el Tribunal Constitucional de España en su STC 5/1985, significa "el
derecho fundamental de toda persona a que su causa se resuelva dentro de un tiempo razonable".
Cabe señalar que, a los fines de una adecuada comprensión de los alcances del derecho
objeto de análisis, el proceso sin dilaciones es aquel proceso que se desenvuelve en condiciones
de normalidad dentro del tiempo requerido y en el que los intereses litigiosos pueden recibir pronta
satisfacción.
Según ha establecido la Corte Interamericana de Derechos Humanos, en su sentencia
del 12 de noviembre de 1997, el derecho a ser juzgado en un plazo razonable "tiene como
finalidad impedir que los acusados permanezcan largo tiempo bajo acusación y asegurar que
ésta se decida prontamente". Cabe señalar que la duración de un proceso penal por largo tiempo
genera una situación de incertidumbre en el procesado, provocando una lesión colateral de sus
derechos fundamentales a la dignidad humana, a la seguridad jurídica; en su caso al trabajo; pero
algo más grave aún, una excesiva prolongación en la tramitación del proceso provoca efectos
negativos en el entorno familiar del procesado, lo que en la práctica se convierte en un
desplazamiento de la responsabilidad penal en los familiares del proceso, algo que está
expresamente prohibido por el art. 5.3 del Pacto de San José de Costa Rica.
el Tribunal Constitucional, en su SC 101/2004, de 14 de septiembre, ha señalado que “la
finalidad que persigue el legislador constituyente boliviano al introducir, en concordancia con los
preceptos internacionales aludidos, el derecho a ser juzgado dentro de un plazo razonable, es
que el imputado pueda definir su situación ante la ley y la sociedad dentro del tiempo más corto
posible, desde un punto de vista razonable; poniendo fin a la situación de incertidumbre que
genera todo juicio, y la amenaza siempre latente a su libertad que todo proceso penal
representa. Con esto se persigue evitar que la dilación indebida del proceso, por omisión o la
falta de la diligencia debida de los órganos competentes del sistema penal, pueda acarrear al
procesado lesión a otros derechos, entre ellos, el de la dignidad y la seguridad jurídica, que
resulten irreparables”.
“(..) las normas que se analizan [art. 133 y Disposición transitoria Tercera del CPP] (..)
están guardando plena compatibilidad con la Constitución; sin embargo, cuando en la última
parte de ambos preceptos, de manera lisa y llana, es decir sin discriminar si la demora en la
tramitación del proceso es atribuible a los órganos estatales competentes de la justicia penal o a
las partes, establecen: Artículo 133.- ‘Vencido el plazo, el juez o tribunal del proceso, de oficio o
a petición de parte, declarará extinguida la acción penal’; Disposición Transitoria Tercera.- ‘Los
jueces constatarán, de oficio o a pedido de parte, el transcurso de este plazo y cuando
corresponda declararán extinguida la acción penal y archivarán la causa’; no guardan plena
compatibilidad con el sentido del orden constitucional y de los pactos sobre derechos humanos
aludidos, pues tal extinción sólo puede ser conforme a la Constitución, cuando se constate que
48

la no conclusión del proceso dentro del plazo máximo establecido por ambas disposiciones es
atribuible a omisiones o falta de diligencia debida de los órganos administrativos o
jurisdiccionales del sistema penal y no a acciones dilatorias del imputado o procesado.
“Pues, debe tenerse presente que en el sentido de la Constitución, se vulnera el derecho
a la celeridad procesal y, dentro de ello, a la conclusión del proceso en un plazo razonable,
cuando los órganos competentes de la justicia penal del Estado omiten desplegar,
injustificadamente, la actividad procesal dentro de los términos que el ordenamiento jurídico
establece; por tanto, en sentido del orden constitucional, no habrá lesión a este derecho, si la
dilación del proceso, en términos objetivos y verificables, es atribuible al imputado o procesado.
Un entendimiento distinto no guardaría compatibilidad ni coherencia con las exigencias de
seguridad jurídica que la Constitución proclama [art. 7 inc. a)] así como el deber del Estado de
proteger de manera eficaz, toda lesión o puesta en peligro concreto, de los bienes jurídicos
protegidos por el orden penal boliviano”.
Cabe aclarar que no toda dilación o retraso en el proceso puede ni debe ser considerado
como una violación al derecho, pues las imputables al procesado, aquéllas emergentes de la
negligencia o mala fe del encausado, no pueden ser consideradas como dilación indebida; como
señala el Tribunal Constitucional de España en su amplia jurisprudencia, las dilaciones indebidas,
son "un supuesto extremo de funcionamiento anormal de la Administración de Justicia, con una
irregularidad irrazonable en la duración mayor de lo previsible o tolerable, y además a la
negligencia o inactividad de los órganos encargados de aquella Administración"; a lo referido,
corresponde añadir que dicha dilación indebida afecte seriamente a la libertad personal o física del
procesado.
La satisfacción de este derecho implica la determinación de un plazo razonable para la
duración del proceso penal; empero, no es recomendable el fijar un plazo general y abstracta de
duración del proceso penal en la Ley, pues para establecer un lapso preciso que constituya el
límite entre la duración razonable y la prolongación indebida de un proceso es necesario
examinar las circunstancias particulares de cada caso.
Al respecto la Corte Interamericana de Derechos Humanos, asumiendo la jurisprudencia
establecida por la Corte Europea de Derechos Humanos, en su Sentencia de 29 de enero de
1997 caso Genie Lacayo, ha definido que “se debe tomar en cuenta tres elementos para determinar
la razonabilidad del plazo en el cual se desarrolla un proceso: a) la complejidad del asunto; b) la
actividad procesal del interesado y c) la conducta de las autoridades judiciales”.
10.2.10. El derecho a un proceso público
Este derecho está consagrado por el art. 8.5 de la Convención Americana sobre
Derechos Humanos, por cuyo mandato "El proceso penal debe ser público, salvo en lo que sea
necesario para preservar los intereses de la justicia".
El proceso público constituye uno de los pilares fundamentales del Estado de Derecho y
una base esencial del debido proceso, pues como señala Fernández Segado este derecho tiene
una doble finalidad: por un lado, proteger a las partes de una justicia sustraída al control público, y
por otro, mantener la confianza de la comunidad en los jueces o tribunales; asegura el derecho de
las partes a que el Tribunal decida la causa sin estar sometido a influencias ajenas a la misma,
garantizando en último término el principio de la imparcialidad del Juez.
La Corte Interamericana de Derechos Humanos, en su Sentencia de 18 de agosto de 2000
caso Cantoral Benavides, ha establecido que “varias audiencias que se realizaron en el proceso
ante el fuero común, fueron llevadas a cabo en el interior de establecimientos carcelarios”, lo cual
49

considera suficiente para determinar que “el proceso adelantado por el fuero común no reunió las
condiciones de publicidad que exige el artículo 8.5 de la Convención”.
Se entiende que el derecho a un proceso público implica que la tramitación del proceso es
de carácter público, al que puede tener acceso cualquier ciudadano; excepcionalmente podrá
disponerse la tramitación reservada cuando así lo exijan razones de orden moral u orden público o
el respeto a la persona ofendida por el delito o a su familia. Empero, no debe entenderse en el
sentido de que deben difundirse por los medios masivos de comunicación, los datos inherentes a la
personalidad y la identidad del procesado, pues ello afectaría a la garantía de la presunción de
inocencia, motivando una sanción moral y social anticipada y aun antes de demostrarse su
culpabilidad.
10.2.11. Presunción de inocencia, sus alcances y efectos
Consiste en que toda persona sindicada de haber cometido un delito tiene derecho a
que se presuma su inocencia y se lo trate como tal, de manera que no se deduzcan sus
responsabilidades ni apliquen sanciones sin haberlo oído y vencido en el curso de un proceso
dentro del cual haya podido exponer sus propias razones, dar su versión de los hechos, y
esgrimir las pruebas que la favorecen y controvertir aquellas que la condenan.
Según la Corte Interamericana de Derechos Humanos (sentencia del 18 de agosto del
2000), la presunción de inocencia "subyace el propósito de las garantías judiciales, al afirmar la
idea de que una persona es inocente hasta que su culpabilidad sea demostrada".
En cuanto a su contenido, la Corte Interamericana de Derechos Humanos, en su
Sentencia de 18 de agosto de 2000, ha precisado que "el principio de la presunción de
inocencia, tal y como se desprende del artículo 8.2 de la Convención, exige que una persona no
pueda ser condenada mientras no exista prueba plena de su responsabilidad penal. Si obra
contra ella prueba incompleta o insuficiente, no es procedente condenarla, sino absolverla".
Esta derecho implica que el imputado es inocente mientras una sentencia firme no
disponga lo contrario; de manera que no pueden aplicarse medidas que supriman su libertad
salvo las medidas cautelares aplicadas de manera restringida en los casos estrictamente
indispensables. De otro lado, significa que corresponde al acusador demostrar la culpabilidad
del imputado o procesado y no a éste demostrar su inocencia que ya está presumida por la
Constitución; pues la presunción de inocencia tiene que ser desvirtuada como requisito
indispensable para que se haga posible la imposición de penas o de sanciones.
La presunción de inocencia está orientada a proteger el derecho a la dignidad humana y
el derecho a la libertad física de una persona, de manera tal que no se le imponga condena o
sanción alguna entre tanto no se demuestre plenamente su culpabilidad; por ello, la persona
procesada por una presunta infracción de la ley penal no puede ser tratada o presentada a la
opinión pública como un "delincuente", calificación negativa y estigmatizante que sólo puede ser
consecuencia de la declaratoria de culpabilidad pronunciada por la autoridad judicial al término
de un proceso penal con absoluto resguardo y respeto de las garantías constitucionales.
Este derecho está consagrado por el art. 8.2 de la Convención Americana sobre
Derechos Humanos, que dispone que "toda persona inculpada de delito tiene derecho a que se
presuma su inocencia mientras no se establezca legalmente su culpabilidad"; y por el art. 14.2
del pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos, por cuyo mandato “Toda persona
acusada de un delito tiene derecho a que se presuma su inocencia mientras no se pruebe su
culpabilidad conforme a la Ley”. La Constitución, en su art. 116.I, lo consagra como una
garantía constitucional.
10.2.12. El derecho a la no persecución penal múltiple o principio del nem bis in ídem
50

Consiste en la potestad o capacidad que tiene toda persona de no ser sometida dos
veces a proceso o ser sancionada dos veces por los mismos hechos.
La Corte Interamericana de Derechos Humanos ha precisado que la garantía del nom
bis in ídem "busca proteger los derechos de los individuos que han sido procesados por
determinados hechos para que no vuelvan a ser enjuiciados por los mismos hechos".
Este derecho, reconocido en otras legislaciones como un principio o como una garantía,
significa la prohibición de juzgar dos veces a una persona por el mismo hecho; por lo tanto, de
impedir que las controversias se reabran indefinidamente con perjuicio de la seguridad jurídica de
las personas y del orden social del Estado; de manera que ampara a una persona del riesgo de un
nuevo proceso para juzgarlo por un hecho sobre el cual ya hubo pronunciamiento judicial definitivo.
En consecuencia, supone la exclusión del doble procesamiento y, en su caso, de la aplicación de la
doble sanción por los mismos hechos.
El derecho no siempre imposibilitará la sanción de unos mismos hechos por autoridades de
distinto orden y que los contemplen, por ello, desde distintas perspectivas; así, por ejemplo, como
ilícito penal y como infracción administrativa o laboral, pero sí impide el que por autoridades del
mismo orden, y a través de procedimientos distintos, se sancione repetidamente la misma
conducta.
Se entiende que un desconocimiento de este derecho significaría una inadmisible
reiteración del ius puniendi del Estado e, inseparablemente, una abierta contradicción con la
garantía de la presunción de inocencia.
Este derecho comprende dos momentos: la primera, para aquellos casos en los que el
imputado sea absuelto mediante sentencia firme pasada en calidad de cosa juzgada, quien no
podrá ser condenado en un segundo juicio; la segunda, para aquellos casos en los que una
persona que ha sido condenada a sufrir una pena no puede ser nuevamente sometido a otro
proceso menos condenado a una pena más grave por el mismo delito.
Este derecho está consagrado por el art. 8.4 de la Convención Americana sobre
Derechos Humanos, por cuyo mandato "El inculpado absuelto por una sentencia firme no podrá
ser sometido a nuevo juicio por los mismos hechos", y por el art. 14.7 del Pacto Internacional de
Derechos Civiles y Políticos por cuya disposición “Nadie podrá ser juzgado ni sancionado por un
delito por el cual haya sido ya condenado o absuelto por una sentencia firme de acuerdo con la
ley y el procedimiento penal de cada país”. La Constitución lo consagra como una garantía
constitucional en su art. 117.II.

Derechos Políticos
1.- Derecho a la libertad de reunión y manifestación pública
Es la capacidad, potestad o facultad que tienen las personas para concurrir a un lugar
determinado, en una fecha anteladamente fijada, para juntarse con otras personas con el objeto
de manifestar sus pareceres, deliberar y considerar asuntos concernientes a sus intereses.
Es un derecho del ámbito esencialmente político en el buen sentido de la palabra;
permite la vinculación de la persona con la institución o gremio a la que pertenece, con la
administración pública y el propio Estado. Para el ejercicio de este derecho, las personas no
requieren de autorización previa. Es un derecho que, a la vez, se constituye en un eficaz
instrumento de defensa de los intereses de la persona, de la sociedad y el Estado; es un
derecho que viabiliza el ejercicio de la libertad de expresión y de petición, además de estar
vinculado esencialmente al derecho de libre tránsito.
51

Según la doctrina del Derecho Constitucional de los Derechos Humanos, el derecho de


reunión es un derecho subjetivo de ejercicio colectivo, toda vez que está vinculado a la
concurrencia concertada de un grupo de personas; por ello tiene como elementos
configuradores los siguientes:
1º El elemento subjetivo, es decir la existencia de una agrupación de persona
caracterizada que concurren previa concertación a un lugar determinado, y en el que existe un
grado de vinculación subjetiva de cada persona interviniente en la reunión con las restantes que
participan en ella.
2º El elemento finalista, en el bien entendido de una finalidad de comunicación pública,
consustancial a toda clase de reuniones en lugares públicos, no es confundible con la concreta
finalidad que tenga la reunión, elemento externo del derecho de reunión, al que viene a
legitimar, de manera que si bien el derecho de reunión puede ejercitarse con cualquier finalidad
lícita, por la misma razón no se incluyen en este derecho aquellas reuniones que tengan una
finalidad ilícita.
3º El elemento temporal, que la reunión tenga una duración transitoria, que lo diferencia
del derecho de asociación.
4º El elemento objetivo, que significa que la reunión debe celebrarse en un lugar público,
pues las reuniones que no se celebren en lugares públicos no serán objeto del derecho de
reunión.
Tomando en cuenta su naturaleza jurídica, el derecho de reunión tiene como parte de su
núcleo esencial el derecho de manifestación pública, pues se entiende que las personas
concurrirán de manera concertada a un lugar público para reunirse y manifestarse públicamente
ante el Estado, a objeto de hacer conocer sus demandas, observaciones y objeciones a las
políticas estatales.
Dada su connotación política, el ejercicio de este derecho conlleva límites intrínsecos,
los previstos por el propio Constituyente en el texto de la Constitución; y los extrínsecos, los
previstos por el legislador. En el primero, se tiene que la propia norma constitucional comentada
establece que su ejercicio será con fines lícitos y pacíficos, pues la manifestación pública
siempre deberá ser pacífica en resguardo y respeto de los derechos de las demás personas
que no participen del ejercicio del derecho. En cuanto a los otros límites son aquellos que el
legislador puede establecer con la finalidad de preservar la seguridad nacional, la seguridad
pública o del orden público, o para proteger la salud o moral públicas. Al respecto el Pacto
Internacional de Derechos Civiles y Políticos, del cual es parte el estado boliviano y tiene
vigencia en el ordenamiento jurídico del Estado, en su Art. 21 establece que el ejercicio del
derecho de reunión pacífica “solo podrá estar sujeto a las restricciones previstas por la Ley que
sean necesarias en una sociedad democrática, en interés de la seguridad nacional, de la
seguridad pública o del orden público, o para proteger la salud o la moral públicas o los
derechos y libertades de los demás”.
2. Derecho de asociación
Es la capacidad, potestad o facultad que tienen dos o más personas para poner en
común sus intereses, bienes, recursos, profesión u oficio, con el objeto de desarrollar
actividades de distinta índole.
El derecho de asociación presenta las siguientes características: la participación de
varias personas; el fin común de carácter permanente; y la creación de un nuevo sujeto de
52

derechos y obligaciones distinto a los asociados. En su núcleo esencial, presenta una doble
dimensión, de un lado, la positiva que consiste en el derecho de la persona de fundar y
participar de la asociación libremente o de asociarse sin que pueda serle rechazada la
pretensión por razones no justificada debida y razonablemente; y, de otro, la negativa el
derecho de no asociarse, lo que implica que no puede ser obligado a pertenecer a una
asociación si así no lo desea, pues el ejercicio del derecho tiene como elemento constitutivo la
voluntariedad.
Al respecto el Tribunal Constitucional, siguiendo la doctrina, en su SC 1008/2000-R, de 6
de noviembre, ha señalado que el derecho de asociación “(..) contiene en sí mismo dos
elementos complementarios: uno positivo consistente en el derecho a asociarse, entendiéndose
éste como facultad o potestad de toda persona para comprometerse con otras en la realización
de un proyecto colectivo, libremente concertado, de carácter social, cultural, político,
económico, etc. a través de la conformación de una estructura organizativa, reconocida por el
Estado, y; otro negativo consistente en el derecho a no ser obligado directa o indirectamente a
formar parte de una asociación determinada, entendiéndose éste como la facultad o potestad
de todas las personas de abstenerse de formar parte de una determinada asociación y la
expresión del derecho correlativo a no ser obligado, ni directa ni indirectamente a ello si así no
lo desea”.
Empero, tomando en cuenta que el ejercicio de los derechos fundamentales no es
absoluto, por lo mismo puede ser objeto de limitaciones o restricciones de orden legal a los
fines de preservar el derecho de las demás personas, el interés colectivo o las necesidades
públicas, el ejercicio del derecho de asociación en su vertiente o elemento negativo puede ser
limitado, imponiendo la asociación obligatoria, como en el caso de los profesionales, a quienes
el Estado puede imponer la asociación obligatoria a los respectivos colegios de profesionales
con la finalidad de ejercer un control de la calidad del servicio ofrecido, del cumplimiento de las
normas de ética profesional. Empero, en el marco del principio de la reserva legal, la limitación
o restricción deberá ser establecida mediante una Ley.
Al respecto, la Corte Interamericana de Derechos Humanos, como órgano del Sistema
Interamericano de protección y defensa de los derechos humanos, en la Opinión Consultiva
OC-5/85 de 13 de noviembre de 1985, ha señalado que por razones de orden público es válida
la colegiación obligatoria de determinados profesionales (así se podría citar a los de medicina,
la abogacía, o la ingeniería), excluyendo de ello al periodismo, y concluye señalando que a ese
efecto debe entenderse por orden público “(...) como las condiciones que aseguran el
funcionamiento armónico y normal de las instituciones sobre la base de un sistema coherente
de valores y principios, es posible concluir que la organización del ejercicio de las profesiones
está implicada en ese orden".
Respecto a la asociación obligatoria de los profesionales, el Tribunal Constitucional de
Bolivia, en su SC 112/2004, del 11 de octubre, ha señalado lo siguiente: “(..) la persona tiene
derecho a escoger y formarse en una profesión, pero las demás personas tienen derecho a que
el ejercicio de la profesión que aquella ha elegido esté circunscrita dentro del ámbito de los
principios de la ética, de legalidad, de idoneidad, de buena fe, y que al mismo tiempo, existan
mecanismos que controlen tal ejercicio para que, en caso de detectarse alguna conducta reñida
con los principios mencionados, exista una instancia que investigue ese aspecto y, de ser cierta
la contravención, aplique la sanción que corresponda, todo lo cual conlleva una certeza y
confianza de la comunidad en cuanto a que el profesional que atienda sus intereses, o los del
Estado, está sometido a un régimen que resguarda el orden público y el bienestar social”.
53

Sobre esa base ha concluido que la asociación obligatoria de los profesionales no


vulnera el derecho de asociación por lo mismo no contradice a la Constitución, fundamentado
su conclusión de la siguiente forma: “Los Colegios Profesionales cumplen la función de, además
de representar a sus colegiados y demandar el respeto de sus derechos, controlar que el
ejercicio de la profesión que se trate se realice dentro del ámbito señalado por la ley que, en
protección del orden público y el beneficio colectivo, válidamente puede reglar y limitar el
ejercicio de las profesiones, puesto que la reglamentación de su ejercicio no altera el núcleo
esencial del derecho cuando sólo se le impone condiciones razonables. La colegiación o
inscripción en un Colegio Profesional implica que el colegiado podrá ejercer válidamente su
profesión porque existe un órgano (el Colegio, precisamente), que está tutelando que tal
ejercicio sea idóneo, eficiente, correcto. Caso contrario, si no existiera la obligatoriedad de
inscripción en el Colegio Profesional, a más que muchas personas que no cumplan los
requisitos de idoneidad y preparación podrían ejercer la profesión, otros que sí cumplen tales
condiciones podrían incurrir en conductas en desmedro de la comunidad, sin que exista un
control por parte de un organismo que tutele el beneficio de las demás personas y en general
de la sociedad. A ello se suma el hecho que el mantenimiento de un Registro de Profesionales
permite que, en el supuesto de existir una contravención que ha sido sancionada por la
instancia competente al efecto (que tiene cabida dentro de la estructura de cada Colegio
Profesional, como ser el Tribunal de Honor o el Tribunal de Ética), se tenga el dato preciso de
dicha sanción, más aún si esta involucra la inhabilitación del ejercicio de la profesión durante
cierto tiempo”.
3. Derecho de petición
De manera general se entiende por derecho de petición la potestad, capacidad o
facultad que tiene toda persona de formular quejas o reclamos frente a las conductas, actos,
decisiones o resoluciones irregulares de los funcionarios o autoridades públicas o la suspensión
injustificada o prestación deficiente de un servicio público, así como el de elevar
manifestaciones para hacer conocer su parecer sobre una materia sometida a la actuación de la
administración o solicitar a las autoridades informaciones. De lo que se puede inferir que las
peticiones comprenden las quejas, reclamos, manifestaciones, peticiones de información y
consultas, que formulan las personas, individual o colectivamente, como dispone la
Constitución, al Estado a través de los órganos del poder público, así como a las entidades de
derecho privado que ejercen funciones de públicas por delegación del Estado.
El derecho de petición, a decir del constitucionalista boliviano José Carrasco, es el mejor
medio para que un ciudadano se vincule o relacione a la estructura estatal y al ejercicio del
poder; pues permite un acercamiento entre el administrado y el Estado, ya que se otorga a la
persona capacidad para que pueda, en ejercicio del derecho, acudir ante el Estado en busca de
una información o con el fin de que se produzca un pronunciamiento oportuno respecto a un
tema de su interés.
Este derecho genera una obligación positiva para el Estado, ya que su ejercicio supone
el derecho de la persona a obtener una pronta y oportuna resolución o respuesta, lo que no
significa que el Estado esté obligado a dar una respuesta o resolución positiva frente a la
petición formulada, lo que se exige es una pronta y oportuna respuesta, la que según las
circunstancias podrá ser positiva o negativa. De otro lado, corresponde señalar que el ejercicio
de este derecho exige del Estado una resolución o respuesta debidamente motivada, ello con la
finalidad de que la persona titular del derecho pueda impugnar la resolución o respuesta en
caso de que le sea adversa o negativa.
54

De lo referido se puede concluir que se considerará lesionado el derecho de petición en


aquellos casos en los que exista una dilación indebida e injustificada en la tramitación y
respuesta a la solicitud formulada; o, en su defecto, cuando la resolución o respuesta sea
inmotivada, es decir, no esté debidamente fundamentada en derecho.
Al respecto, el Tribunal Constitucional, en su SC 0189/01-R, de 7 de marzo, ha
establecido la siguiente doctrina constitucional “(..) el ejercicio del derecho supone que una vez
planteada la petición, cualquiera sea el motivo de la misma, la persona adquiere el derecho de
obtener pronta resolución, lo que significa que el Estado está obligado a resolver la petición. Sin
embargo, el sentido de la decisión dependerá de las circunstancias de cada caso en particular
y, en esa medida podrá ser positiva o negativa (..) la obligación del Estado no es acceder a la
petición sino resolverla. Por ello, no se entiende conculcado el derecho de petición cuando la
autoridad responde al peticionario, aunque la respuesta sea negativa, pues la respuesta
representa en sí misma, independientemente del sentido que tenga, la satisfacción del derecho
de petición. En consecuencia, sólo en la situación en que transcurridos los términos o plazos
que establece la ley, el Estado, a través del funcionario o autoridad correspondiente, no emite
respuesta alguna el derecho de petición resulta desconocido o vulnerado”.
La nueva Constitución lo consagra en su art. 24, en los siguientes términos: “Toda
persona tiene derecho a la petición de manera individual o colectiva, sea oral o escrita, y a la
obtención de respuesta formal y pronta. Para el ejercicio de este derecho no se exigirá más
requisito que la identificación del peticionario”.
4. Derecho a la participación política
El derecho a la ciudadanía consiste en la capacidad, potestad y facultad que tiene toda
persona para intervenir en el ejercicio democrático del poder político del Estado, sin otros
requisitos ni limitaciones que las previstas por la Constitución y las leyes.
En el derecho a la ciudadanía se pueden identificar los siguientes elementos o
contenidos esenciales:
a) El derecho de la persona a intervenir en los procesos de conformación de los órganos
del poder público como elector o elegible, sin otros requisitos y condiciones que los previstos
por la Constitución y las leyes.
b) El derecho de la persona a intervenir en la toma de decisiones políticas
trascendentales para el Estado, en los casos en los que sea consultados por el Gobierno a
través del referéndum o el plebiscito; ejerciendo la iniciativa legislativa ciudadana, lo que
significa la capacidad de presentar proyectos de leyes o de solicitar la aprobación o
modificación de una determinada Ley al Poder Legislativo; derecho que se ejerce sin otras
limitaciones o condiciones que las previstas por la Constitución y las leyes.
c) El derecho de la persona para acceder a la función pública en condiciones generales
de igualdad de oportunidades, sin otro requisito que la capacidad y la idoneidad y las
condiciones previstas por Ley.
La Constitución, en su art. 26, consagra el derecho político a la ciudadanía, como un
derecho de participación en la formación, ejercicio y control del poder político; describiendo su
contenido esencial; en los siguientes ámbitos: el derecho de organizarse con fines participación
política; el derecho al sufragio activo y pasivo; el derecho a la elección, designación o
nominación de sus representantes para los miembros de las naciones y pueblos indígena
originario campesinos; y la fiscalización de los actos de la función pública.
55

Algo que corresponde resaltar es que la Constitución consagra el derecho de los


bolivianos y bolivianas residentes en el exterior de participar en las elecciones para Presidente y
Vicepresidente del Estado.
56

Unidad Nº 12:
LOS DERECHOS SOCIALES, ECONÓMICOS Y CULTURALES
1. Caracterización de este grupo de derechos
Se trata de un grupo de derechos que tiene su fundamento en el valor supremo de la
igualdad; tiene por finalidad eliminar las diferencias y desigualdades sociales, sobre la base de
la distribución equitativa de la riqueza social, y sobre la base de la solidaridad.
Son derechos de naturaleza prestacional, de manera que el ejercicio y goce pleno de los
mismos requiere de la adopción de medidas de orden legislativo y administrativo, así como de
políticas públicas.
En el Capítulo Quinto, del Título II, arts. 33 al 107, la Constitución consagra los derechos
sociales y económicos, como el derecho al medio ambiente; el derecho a la salud y a la
seguridad social; el derecho al trabajo y al empleo; el derecho a la propiedad; los derechos de la
niñez, adolescencia y juventud; los derechos de las familias; los derechos de las personas
adultas mayores; los derechos de las personas con discapacidad; los derechos de las personas
privadas de libertad; los derechos de las usuarias y los usuarios y de las consumidoras y los
consumidores. En el Capítulo Sexto los derechos a la educación, interculturalidad y derechos
culturales, como el derecho a la educación; el derecho a la educación superior; el derecho a las
culturas; el derecho a la ciencia, tecnología e investigación; el derecho al deporte y recreación;
en el Capítulo Séptimo se consagra el derecho a la comunicación social.
Algo que corresponde destacar es que, la Constitución a tiempo de consagrar los
derechos económicos, sociales y culturales, impone las obligaciones positivas al Estado, para
que adopte políticas administrativas y legislativas a objeto de garantizar su pleno goce y
ejercicio efectivo.
Cabe también advertir que la nueva Constitución incurre en algunos excesos de prever
normas reglamentarias que debieron ser reguladas en la legislación orgánica; además introduce
un conjunto de principios y propósitos que, en algunos casos, no responden a la realidad
económica, social y política del Estado lo que podría provocar que los derechos consagrados no
sean concretizados generando frustraciones colectivas.
2. Derecho al medio ambiente
La capacidad y potestad que tienen las personas a gozar de un medio ambiente sano y
un orden ecológico equilibrado, libre de contaminaciones que le garanticen una calidad de vida,
resguarden su salud y, en última instancia, su vida misma.
Cabe advertir que el derecho al medio ambiente, juntamente a los derechos que forman
parte del grupo de derechos colectivos o de los pueblos, han sido concebidos como un conjunto
de condiciones básicas que rodean al hombre, que circundan su vida como miembro de la
comunidad y que le permiten su supervivencia biológica e individual, además de su desempeño
normal y desarrollo integral en el medio social; por ello responden a la concepción del hombre y
su entorno colectivo, cultural y territorial.
Por ello, se trata de un derecho que corresponde al grupo de los derechos colectivos o
de los pueblos, no así al grupo de los derechos sociales y económicos como incluye la nueva
Constitución con un error de sistemática constitucional.
57

El derecho al medio ambiente genera obligaciones positivas para el Estado, toda vez
que tiene que adoptar políticas y medidas de orden administrativo y legislativo para preservar el
medio ambiente, frenando aquellas actividades que la degradan o la contaminan.
Según la doctrina constitucional, el medio ambiente involucra aspectos relacionados con
el manejo, uso, aprovechamiento razonable y sustentable, así como la conservación de los
recursos naturales, el equilibrio de los ecosistemas, la protección de la diversidad biológica y
cultural, el desarrollo sostenible, y la calidad de vida del hombre entendido como parte
integrante de ese mundo natural.
3. Derecho a la seguridad social
También es un derecho de carácter social que consiste en la potestad o capacidad de
toda persona a acceder a los sistemas de protección y resguardo de su vida y salud física y
mental; su seguridad económica, vivienda, descanso y la protección de su núcleo familiar;
cobertura a contingencias inmediatas y mediatas; vale decir, las coberturas de salud preventiva
y curativa, coberturas de riesgos profesionales y accidentes de trabajo; rentas de invalidez, de
vejez, de derechohabientes, y las demás asignaciones familiares.
Es un derecho irrenunciable de carácter prestacional, a cargo de entidades públicas o
privadas, cuyo contenido y extensión dependen de las políticas sociales y económicas del
Estado, que busca mediante la adopción de un sistema organizacional y funcional proporcionar
la cobertura integral de las contingencias adversas que afectan a las personas y a su familia,
especialmente las que menoscaban la salud y la capacidad económica, con el fin de crear unas
condiciones materiales que aseguren una existencia humana digna, sustrato básico para la
realización de los valores, principios y derechos constitucionales. En consecuencia, el derecho
a la seguridad social tiene por finalidad el preservar el capital humano y garantizar el real
ejercicio del derecho a la vida, la salud e integridad física y mental que consagra la propia
Constitución.
No obstante en la práctica fue uno de los derechos de menor realización; es decir, la
mayoría de las personas ven afectado este su derecho. No existe una verdadera seguridad
social que permita preservar al capital humano del Estado. El sistema creado en el país está
basado en el criterio de la relación obrero-patronal, de manera que en cuanto a la salud, sólo
tienen acceso quienes se encuentran en una relación obrero-patronal, excluyéndose a la
mayoría de la población en razón a que trabajan en el sector informal, por cuenta propia o en el
ejercicio libre de la profesión. Lo mismo sucede con el régimen de pensiones y rentas.
Es de esperar que con las normas introducidas por la nueva Constitución mejore la
situación; pero la realización concreta de las normas constitucionales requerida de la adopción
de medidas legislativas y administrativas que posibiliten la implementación de la entidad gestora
y de las prestaciones que cubre el derecho a la seguridad social.
Cabe resaltar que la nueva Constitución amplía el ámbito de cobertura de la seguridad
social de futuras contingencias; pues según las normas previstas por el art. 45 de la
Constitución, el seguro de largo plazo alcanzará también a la discapacidad y necesidades
especiales, así como al desempleo y pérdida del empleo.
4. Derecho a trabajar
Es la potestad, capacidad o facultad que tiene toda persona para desarrollar cualquier
actividad física o intelectual tendiente a generar su sustento diario así como el de su familia.
58

Según la doctrina el trabajo es el hecho social constituido por toda actividad humana libre
y lícita, cuyo fin es transformar las cosas para hacerlas útiles y servibles al hombre, lo que
implica que el trabajo implica una actividad transformadora, orientada a acrecentar la capacidad
se servir más eficazmente al hombre de aquellos objetos transformados. En definitiva es una
actividad humana generadora de riqueza social. Por ello, se lo consagra en una doble
dimensión, de un lado, como derecho; y, de otro, como deber de toda persona, así está previsto
en la Constitución, cuando la norma comentada lo consagra como derecho.
Dada su importancia el derecho a trabajar norma parte constitutiva de los derechos
sociales, por ello está consagrado por el Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales
y Culturales, cuyo Art. 6.1 define que el derecho al trabajo es el que tiene toda persona “a tener
la oportunidad de ganarse la vida mediante un trabajo libremente escogido o aceptado”.
Cabe advertir que según la doctrina del Derecho Constitucional de los Derechos
Humanos, el derecho a trabajar debe ser entendido en una doble dimensión, debidamente
diferenciada: la dimensión del derecho de trabajo y, la dimensión del derecho al trabajo.
1º El derecho de trabajo, es el que tiene toda persona a escoger por sí misma el tipo de
actividad o de ocupación más ajustado a las exigencias de su autodeterminación individual, es
lo que en algunas legislaciones, como la española, se conoce también el derecho a la libre
elección de la profesión u oficio. Esta dimensión del derecho le faculta a la persona ejercer
cualquier actividad que no esté legalmente prohibida; asimismo, lo protege contra todo acto por
el cual se pretenda injustamente impedirle que trabaje, o imponerle una prestación laborar de
carácter forzoso u obligatorio.
2º El derecho al trabajo, es el que tiene toda persona a encontrar y mantener una
ocupación que le permita asegurar su propia subsistencia y la de quienes se encuentran bajo su
dependencia económica, es decir, la de su núcleo familiar. Ello supone que este derecho no se
agota en la mera libertad de trabajar, sino que comprende el derecho que tiene la persona a un
puesto de trabajo
La nueva Constitución lo consagra en su art. 46, explicitando que el derecho comprende
trabajo digno, con seguridad industrial, higiene y salud ocupacional, sin discriminación, y con
remuneración o salario justo, equitativo y satisfactorio, que le asegure para sí y su familia una
existencia digna.
Los arts. 47 al 50 de la Constitución prevén un conjunto de normas que constituyen
garantías para el ejercicio y goce del derecho al trabajo, y los elementos esencial del mismo.
5. Derecho a la libertad de sindicalización
Emergente del derecho al trabajo el derecho a la sindicalización consiste en la potestad o
capacidad que tiene toda persona trabajadora a organizar o integrarse a un Sindicato, como
entidad encargada de desarrollar actividades tendientes a defender y promocionar los intereses
y derechos de los trabajadores.
Este derecho tiene una doble dimensión; una positiva, que comprende el derecho de
creación de sindicados y que toda persona trabajadora pueda afiliarse a ellos libremente sin
impedimentos de naturaleza alguna ni discriminaciones por razones de raza, sexo, creencia
religiosa, nivel educativo o económicas, salvo los requisitos y condiciones previstos en el
Estatuto Orgánico y el Reglamento interno de cada Sindicato; y, una dimensión negativa, que
supone el derecho a permanecer al margen de cualquier organización sindical a no afiliarse a
un Sindicato, es decir, que nadie le obligue a una persona afiliarse a una organización sindical.
59

En el contenido esencial del derecho a la sindicalización, además de las dos dimensiones


referidas en la vertiente individual; en la vertiente colectiva, se tiene el derecho de los sindicatos
ya creados a desarrollar las actividades y funciones sindicales conforme a la norma prevista por
el art. 51 de la Constitución, así como los fines y objetivos definidos en su respectivo Estatuto
Orgánico.
De otro lado, siempre en la vertiente colectiva del derecho a la libertad sindical se puede
referir el derecho de los sindicatos a formar federaciones o confederaciones o de afiliarse a las
ya existentes. Comprende también el derecho de los sindicatos a formular su programa de
acción, así como el derecho a que sus actividades no sean entorpecidas o interferidas por la
Administración Pública, ni que sean discriminadas por ésta de manera arbitraria o irrazonable.
El derecho a la sindicalización está expresamente consagrado por el art. 51 de la
Constitución, asimismo por el art. 8.1 del Pacto Internacional de Derechos Económicos, sociales
y culturales.
6. Derecho a la huelga
El derecho a la huelga consiste en la capacidad o potestad que tienen los trabajadores
para determinar la decisión de suspender colectiva y concertadamente la prestación del trabajo
o las actividades laborales, con la finalidad de obtener la solución de una controversia de
intereses.
Este derecho se constituye en un medio de defensa de los intereses de los trabajadores
frente al empleador, por lo tanto se convierte en un instrumento de presión de que disponen los
trabajadores para lograr la atención de sus requerimientos o pliegos petitorios planteados al
empleador, sea particular o estatal. Como elemento esencial del derecho a la huelga se puede
señalar la libertad que les asiste a los trabajadores de determinar la oportunidad y los objetivos
de la huelga, las razones de la conveniencia para iniciarla, así como el tipo de intereses que se
pretende alcanzar o defender.
El ejercicio del derecho a la huelga genera las siguientes consecuencias: a) el respeto a
los trabajadores y sus organizaciones sindicales, cuando su ejercicio se encuentra ajustado a
las normas legales que lo regulan; y b) la prohibición para los empleadores de rescindir el
contrato de trabajo de quienes participan en la huelga, es decir, la prohibición de que los
empleadores despidan de su fuente de trabajo a los huelguistas.
El derecho a la huelga está expresamente consagrado por el art. 53 de la Constitución,
así como por el art. 8.1.d) del Pacto Internacional de Derechos Económicos, sociales y
culturales.
7. Derechos de la niñez, adolescencia y juventud
Consiste en el conjunto de potestades, capacidades y cualidades que tienen los niños,
niñas, adolescentes y jóvenes para desarrollarse libre de acciones u omisiones que
menoscaben su dignidad humana.
Si bien es cierto que los niños, niñas, adolescentes y jóvenes son titulares de los
derechos denominados fundamentales, civiles, económicos, sociales y culturales, no es menos
cierto que al tratarse de un sector social altamente vulnerable, la Constitución y las normas del
Bloque de Constitucionales consagran un conjunto de derechos específicos, con la finalidad de
resguardar, proteger y garantizar su dignidad humana y un desarrollo libre de violencia; pues
como manda el art. 58 de la Constitución, son derechos específicos inherentes a su proceso de
60

desarrollo; a su identidad étnica, sociocultural, de género y generacional; y a la satisfacción de


sus necesidades, intereses y aspiraciones.
Los arts. 58 al 61 de la Constitución, y los arts. 6 al 41 de la Convención Internacional
sobre los Derechos del Niño, consagran los derechos de este grupo social.
Entre los derechos de los niños, niñas, adolescentes y jóvenes se pueden mencionar los
siguientes: a) derecho a su desarrollo integral; b) derecho a vivir y a crecer en el seno de su
familia de origen o adoptiva; c) derecho a la igualdad ante sus progenitores; d) derecho a la
identidad y la filiación respecto a sus progenitores; e) derecho de los jóvenes a la protección,
promoción y activa participación de las jóvenes y los jóvenes en el desarrollo productivo,
político, social, económico y cultural; f) derecho a la primacía en recibir protección y socorro en
cualquier circunstancia; g) derecho a la prioridad en la atención de los servicios públicos y
privados; h) derecho de acceso a una administración de justicia pronta, oportuna y con
asistencia de personal especializado.
8. Derechos de las familias
Es el conjunto de potestades, capacidades y cualidades que tienen las familias para
constituirse y desarrollarse con pleno resguardo, respeto y garantía de la dignidad de sus
integrantes; sobre la base de la igualdad de derechos y obligaciones de sus miembros.
Los derechos de las familias tienen su fundamento en el hecho de que la familia es el
elemento natural y fundamental, el núcleo base de la sociedad, por lo que debe y tiene que ser
protegida por el Estado quien deberá velar por el mejoramiento de su situación moral y material
de la familia en su conjunto, así como de sus integrantes.
Los arts. 62 al 66 de la Constitución consagran los derechos de las familias, para
garantizar las condiciones sociales y económicas necesarias para su desarrollo integral, como
prevé el art. 62 de la Ley Fundamental.
Entre los derechos de las familias se pueden identificar los siguientes: a) derecho a
constituir la familia, a través del matrimonio o la unión libre o de hecho; b) Derecho a la filiación;
c) derecho a que el Estado proteja y asista, a los responsables de las familias, en el ejercicio de
sus obligaciones; y d) derechos sexuales y reproductivos.
9. Derechos de las personas adultas mayores
Consiste en el conjunto de capacidades y potestades que tienen las personas adultas
mayores para desarrollarse en un marco de igualdad de oportunidades y en condiciones de
tener una vida digna con calidad y calidez; exentos de discriminaciones y acciones de violencia.
Se trata de derechos que obligan al Estado y la Sociedad promover la permanencia de la
persona adulta mayor en su núcleo familiar y comunitario, y generar formas de organización y
participación de esas personas, para lograr un aprovechamiento de su experiencia y
conocimiento para el bien de la sociedad y el Estado.
Las personas adultas mayores se encuentran en un estado de vulnerabilidad que supone
la presencia de factores de riesgo que, de no ser tratados, les producen daños en la salud y
violaciones de otros derechos; de ahí la necesidad de reconocerles un conjunto de derechos,
adicionales a los que ya gozan en su condición de seres humanos.
La Constitución, en sus arts. 67 al 69, prevén normas que reconocen los derechos de las
personas adultas mayores; e impone obligaciones positivas para el Estado, a objeto de que
61

adopte medidas legislativas y administrativas, así como políticas públicas para resguardar y
proteger esos derechos.
La Constitución consagra el derecho de las personas adultas mayores a una vejez digna,
con calidad y calidez humana; de ese derecho derivan los siguientes derechos: a) derecho de
acceso a la educación en cualquiera de sus niveles, y a la preparación adecuada para la
jubilación; b) derecho a participar en actividades recreativas, culturales y deportivas promovidas
por las organizaciones, las asociaciones, las municipalidades y el Estado; c) derecho a tener y
vivir en una vivienda digna, apta para sus necesidades y segura; d) derecho a tener acceso al
crédito que otorgan las entidades financieras públicas y privadas; e) derecho a tener acceso a
un hogar sustituto u otras alternativas de atención con el fin de que se satisfagan necesidades
básicas de alimentación, cuido, techo en el marco de una atención integral; f) derecho a un trato
igual respetando la diferencia, lo que significa un trato preferencial cuando efectúe gestiones
administrativas en entidades públicas y privadas a partir de sus condiciones particulares; y g)
Derecho a una renta vitalicia de vejez, en el marco del sistema de seguridad social integral.
10. Derechos de las personas con discapacidad
Conjunto de capacidades y potestades que tienen las personas con discapacidad o
capacidad diferenciada para desarrollarse en igualdad de condiciones, sin discriminación, y así
alcanzar una vida digna.
Este sector social, goza de todos los derechos consagrados por la Constitución, como los
derechos denominados fundamentales, los derechos civiles y políticos, y los derechos
económicos, sociales y culturales; pero, la Constitución les reconoce ciertos derechos
específicamente ligados a su estatus.
En los arts. 70 al 72 la Constitución consagra los derechos específicos de las personas
con discapacidad; entre los que se pueden mencionar los siguientes: a) derecho a ser protegido
por su familia y por el Estado; b) derecho a una educación y salud integral gratuita; c) derecho a
la comunicación en lenguaje alternativo; d) derecho a trabajar en condiciones adecuadas, de
acuerdo a sus posibilidades y capacidades, con una remuneración justa que le asegure una
vida digna; e) derecho al desarrollo de sus potencialidades individuales; f) derecho a una alto
estándar de salud para un tratamiento médico, psicológico y funcional, de igual manera a una
rehabilitación médica y social y otros servicios necesarios para el máximo desarrollo de las
capacidades, habilidades y auto-confianza; y g) derecho a ser tratado con dignidad y respeto.
La Constitución impone obligaciones positivas para que adopte políticas públicas,
medidas de orden legislativo y administrativo para resguardar, proteger y garantizar los
derechos de este grupo social; asumiendo, entre otras medidas de acción positiva para
promover la efectiva integración de las personas con discapacidad en el ámbito productivo,
económico, político, social y cultural, sin discriminación alguna, conforme dispone el art. 71.II de
la Constitución.
11. Derechos de las personas privadas de libertad
Consiste en el conjunto de potestades y capacidades que tienen las personas para ser
tratadas, durante el tiempo que se encuentren privadas de libertad, con respeto y resguardo de
su dignidad humana, exentas de acciones de violencia que vulneren sus derechos no
restringidos legalmente como consecuencia de su privación de libertad.
Para una mejor comprensión de estos derechos, cabe recordar que la restricción del
ejercicio del derecho a la libertad personal o libertad física es una medida activada ante la
62

conducta ilícita de la persona; es decir, ante la comisión de un delito; se trata de una restricción
por la vía preventiva, con fines estrictamente procesales, o por la vía punitiva, como una medida
de defensa social frente a la criminalidad, caso en el que la restricción de la libertad debe tener
un fin de reinserción social. Entonces, debe tenerse presente que, frente a una conducta
criminal, lo que se restringe es el derecho a la libertad física, no así los demás derechos
fundamentales de la persona, salvo aquellos que sean estrictamente, tal como el derecho
político a la ciudadanía cuando la persona tenga sentencia condenatoria ejecutoriada.
Conforme a lo referido, un primer derecho que tienen las personas privadas de libertad es
el de ser tratadas con respeto y resguardo de su dignidad humana, así lo determina el art. 73.I
de la Constitución.
Los arts. 73 y 74 de la Constitución, consagran los derechos de las personas privadas de
libertad, entre los que se pueden mencionar los siguientes: a) derecho a comunicarse
libremente con su defensor; b) derecho a la vida; c) derecho a ser tratada con respeto de su
dignidad humana; d) derecho a la integridad personal; e) derecho a la atención médica; f)
derecho a la visita conyugal y familiar; y g) derecho a trabajar.
Los derechos de las personas privadas de libertad generan obligaciones positivas para el
Estado, el que deberá adoptar políticas públicas, así como medidas legislativas y
administrativas, para garantizar el ejercicio efectivo y goce pleno de los derechos consagrados
por la Constitución y el Bloque de Constitucionalidad.
12. Derechos de usuarios y consumidores
Consiste en el conjunto de capacidades y potestades que tienen los usuarios y usuarias
para recibir la provisión de los bienes o servicios, con prontitud y oportunidad, en condiciones
que no pongan en riesgo su vida, integridad física y psicológica, su salud y economía.
Cabe señalar que los derechos de los usuarios y consumidores tienen una doble
dimensión; la individual, cuando las capacidades y potestades son identificables en la cabeza
de una persona en concreto, es decir, cuando una persona individualmente es la usuaria o
consumidora; y la colectiva, cuando las capacidades y potestades no pueden ser identificados
en la cabeza de una persona, ya que pertenecen a toda la colectividad en su conjunto, es decir,
cuando es toda la colectividad la usuaria o consumidora.
La Constitución, en sus arts. 75 y 76 consagra los derechos de los usuarios y
consumidores, entre los que se pueden identificar los siguientes: a) derecho de acceso a los
servicios y productos en condiciones de inocuidad, calidad, y cantidad disponible adecuada y
suficiente, con prestación eficiente y oportuna del suministro; b) derecho a la información
fidedigna sobre las características y contenidos de los productos que consuman y servicios que
utilicen; c) derecho a la protección de la salud y de su seguridad; d) derecho a la protección de
sus intereses económicos y sociales; e) derecho a la reparación de los daños y perjuicios
sufridos con una mala provisión o suministro; f) derecho a la información y educación; y g)
derecho a la protección jurídica, administrativa y técnica.

Derechos económicos
7.2.1. Derecho a la propiedad privada
Este derecho consiste en la potestad, capacidad o facultad que tiene toda persona para
adquirir, poseer, usar, gozar y disponer de un bien, sea de carácter material, intelectual, cultural
o científico; su función es asegurar a su titular una esfera de libertad en el ámbito patrimonial.
63

Este es uno de los derechos que con el transcurso del tiempo ha sufrido variaciones en
su concepción y alcance. En el Derecho Romano tuvo su sustento en los pilares fundamentales
del derecho de usar, gozar y abusar. Ese alcance se consolidó en el régimen del liberalismo
francés.
Empero, a partir de la concepción del constitucionalismo social el alcance del derecho a
la propiedad privada se restringe a poseer, usar y gozar y se pone una condicionante, como es
el de la "función social", de manera que se sustenta en una concepción marcadamente
solidarista y funcionalista que, sin desconocerle al titular la facultad de usar, gozar y disponer
libremente de los bienes en su provecho, le impone el deber de orientar el ejercicio de ese
derecho por los causes del bien común para que las ventajas que de él fluyan, se extiendan a la
comunidad, en cuya representación actúa el propietario en función social.
El texto comentado impone la función social a la propiedad, lo que significa la
identificación de los fines de interés general que, sin perjuicio de la utilidad individual del titular
del derecho, están llamados a satisfacer los bienes objeto de dominio privado.
Cabe advertir que, en el marco de esa concepción de la función social de la propiedad
privada, el legislador le puede imponer al propietario una serie de restricciones a su derecho de
dominio en aras de la preservación de los intereses sociales, respetando sin embargo, el núcleo
del derecho en sí mismo, relativo al nivel mínimo de goce y disposición de un bien que permita
a su titular obtener utilidad económica en términos de valor de uso o de valor de cambio que
justifiquen la presencia de un interés privado en la propiedad.
El art. 56 de la Constitución lo consagra con un límite en su ejercicio, y es que el ejercicio
debe armonizarse con el interés general, de manera que la propiedad privada debe cumplir una
función social; y el Estado la garantiza si el uso que se haga de ella no s perjudicial al interés
colectivo.
7.2.2. Derecho al comercio y la industria
El derecho de industria, es la facultad, potestad o capacidad que tiene toda persona
para dedicarse a la actividad de transformación de la materia prima en productos acabados
destinados al consumo general. Es un derecho íntimamente relacionado con el proceso
productivo.
El derecho de comercio consiste en la potestad, capacidad o facultad que tiene toda
persona para dedicarse a la actividad de poner en circulación en el mercado bienes, servicios y
títulos valores.
Ambos derechos están expresamente consagrados por el art. 7.d) de la Constitución,
como parte de los derechos fundamentales civiles y políticos.
Si bien el derecho de industria y la libertad de comercio, tienen como base constitutiva el
trabajo, se trata de dos derechos de carácter individual, conocidos también en la doctrina como
la libertad de empresa; en cambio, el derecho al trabajo es un derecho de carácter social. Por lo
mismo el tratamiento establecido por el texto constitucional no es el más adecuado.
7.2.3. Derecho a la libre asociación empresarial
La capacidad o potestad que tienen las empresas legalmente constituidas de poner en común
sus intereses y actividades para desarrollar actividades de defensa de sus intereses, de cualificación y
promoción de sus actividades.
Se trata de un derecho que equilibrará la relación con el ejercicio del derecho a la sindicalización
que tiene el sector laboral.
64

Está expresamente consagrado por la Constitución en su art. 52, como un concreción de la


protección del Estado al sector patronal o empresarial
65

Unidad Nº 13:
LOS DERECHOS COLECTIVOS DE LAS NACIONES Y PUEBLOS INDIGENA ORIGINARIO
CAMPESINOS
1. Caracterización de este grupo de derechos
Se trata de un grupo de derechos que pertenecen a las naciones y pueblos indígena
originario campesinos, como colectivos humanos.
Estos derechos tienen por finalidad garantizar la continuidad y la existencia perdurable de
estos colectivos humanos, preservando su identidad cultural, sus creencias religiosas,
espiritualidades, prácticas y costumbres, y su cosmovisión, así como su entorno territorial. En el
sistema constitucional boliviano son el resultado del reconocimiento de su existencia ancestral y
su inclusión como parte de la estructura del nuevo modelo de Estado Plurinacional.
Al consagrar estos derechos se pretende proteger la existencia de las naciones y pueblos
indígena originario campesinos como estructura societal y colectivo humano.
En el Capítulo Cuarto, del Título II, la Constitución consagra los derechos colectivos de las
naciones y pueblos indígena originario campesinos.
2. Las bases que sustentan este grupo de derechos
El reconocimiento y consagración de estos derechos colectivos tiene su base en la lucha
permanente de los pueblos originarios o nativos de los diferentes Estados democráticos por que
se reconozca su preexistencia a la estructura del Estado nacional y se respete su derecho a la
autodeterminación. Los pueblos indígenas han debido enfrentar un largo camino para el
reconocimiento y respeto efectivo de sus derechos y libertades fundamentales. Durante la
década de los ‘80 se logró abandonar la visión integracionista y de asimilación que imperaba y
dar un giro hacia una nueva forma de comprender a los pueblos indígenas, su cultura y
cosmovisión.
El permanente movimiento de los pueblos originarios o nativos por la reivindicación de
sus derechos dio lugar a que la Comunidad Internacional adoptara un Convenio Internacional,
como es el Convenio Nº 169 de la Organización Internacional del Trabajo, adoptado el 27 de
junio de 1989 y entró en vigencia el 5 de septiembre de 1991.
Los Estados que suscribieron y ratificaron el Convenio Nº 169, entre ellos Bolivia,
asumieron el compromiso y la responsabilidad de desarrollar acciones coordinadas y
sistemáticas para proteger los derechos de los pueblos originarios o nativos, denominados
indígenas, garantizando el respeto de su integridad.
El Convenio Nº 169 impone un conjunto de obligaciones y responsabilidades a los
Estados partes y sus gobiernos para que adopten medidas de orden legislativo y administrativo
para resguardar, proteger y garantizar los derechos colectivos de los pueblos indígenas;
asimismo reconoce los derechos colectivos referidos al respeto de su autodeterminación, el
derecho a la consulta previa, el derecho a sus tierras y territorio, el derecho al aprovechamiento
de los recursos naturales, el derecho a la contratación y al empleo, el derecho a la formación
profesional, el derecho al reconocimiento de la artesanía, las industrias rurales y comunitarias y
las actividades tradicionales y relacionadas con la economía de subsistencia de los pueblos
interesados, como la caza, la pesca, la caza con trampas y la recolección, derecho a la
seguridad social y la salud.
66

Como respuesta a las demandas planteadas por los pueblos originarios de las tierras
bajas en la Primera Marcha por la tierra y territorio, el gobierno de Bolivia ratificó el Convenio Nº
169, y en la reforma Constitucional de 1994 se definió que la estructura social del Estado
boliviano era multiétnica y pluricultural; de otro lado, se determinó que el Estado reconoce,
respeta y protege los derechos sociales, económicos y culturales de los pueblos indígenas,
relativos a sus tierras comunitarias de origen; asimismo, se definió que el Estado reconoce el
carácter de entidades de derecho público que forman parte integrante de Bolivia, dotados de
derechos políticos, sociales, económicos, culturales y colectivos, con respeto y protección de
sus valores y prácticas sociales, culturales, religiosas y espirituales, ello a través del
reconocimiento de la personalidad jurídica de los pueblos indígenas; finalmente, se determino
que el Estado reconoce a las autoridades naturales y aplicación del derecho consuetudinario de
los pueblos indígenas.
De otro lado, como respuesta a la permanente demanda de los pueblos originarios o
nativos ante la Comunidad Internacional por el reconocimiento de su derecho a la
autodeterminación, la Organización de las Naciones Unidas adoptó la Declaración de Naciones
Unidas sobre los Derechos de los Pueblos Indígenas, adoptada el 13 de septiembre de 2007.
Se trata de un instrumento jurídico internacional que declara los derechos de los pueblos
indígenas como colectivos humanos, así como de los indígenas como individuos.
Sobre la base de los antecedentes referidos la Constitución vigente, define que Bolivia
es un Estado Plurinacional lo que significa que está integrado por varias naciones y pueblos
indígena originario campesinos; y el art. 2 de la Constitución determina que el Estado garantiza
la libre determinación de las naciones y pueblos indígena originario campesinos, en el marco de
la unidad del Estado; definiendo que la libre determinación consiste en su derecho a la
autonomía, al autogobierno, a su cultura, al reconocimiento de sus instituciones y a la
consolidación de sus entidades territoriales.
En coherencia a esa definición de la nueva cualidad del Estado, las bases filosóficas de
su configuración y el reconocimiento del derecho a la libre determinación de las naciones y
pueblos indígena originario campesinos, la Constitución, en su art. 30.II consagra los derechos
colectivos objeto de análisis.
3. Los titulares de este grupo de derechos
Es importante señalar que este grupo de derechos consagrados por el art. 30.II de la
Constitución tiene por titulares a los colectivos humanos denominados naciones y pueblos
indígena originario campesinos; lo que significa que la Constitución y los instrumentos
internacionales sobre derechos humanos (Convenio Nº 169 y Declaración de las Naciones
Unidas sobre los derechos de los Pueblos Indígenas) reconocen los derechos de los indígenas
como sujetos colectivos que, en el caso boliviano, integran las naciones y pueblos indígena
originario campesinos.
Al respecto, la Corte Interamericana de Derechos Humanos, en su Sentencia emitida en
el caso Sarayaku vs. Ecuador, del año 2002, ha señalado lo siguiente: “la normativa
internacional relativa a pueblos y comunidades indígenas o tribales reconoce derechos a los
pueblos como sujetos colectivos del Derecho Internacional y no únicamente a sus miembros...
Puesto que los pueblos y comunidades indígenas o tribales, cohesionados por sus particulares
formas de vida e identidad, ejercen algunos derechos reconocidos por la Convención desde una
dimensión colectiva, la Corte señala que las consideraciones de derecho expresadas o vertidas
en la presente Sentencia deben entenderse desde dicha perspectiva colectiva”.
67

Cabe advertir que los indígenas, como sujeto individual gozan de todos los derechos
consagrados por la Constitución como los derechos denominados fundamentales, derechos
civiles, derechos políticos, derechos económicos, sociales y culturales.
Ahora bien, para que no quede duda alguna sobre quienes conforman las naciones y
pueblos indígena originario campesinos, la Constitución, en su art. 30.I, sobre la base de lo
definido por el Convenio Nº 169 en su art. 2, define lo siguiente: “Es nación y pueblo indígena
originario campesino toda la colectividad humana que comparta identidad cultural, idioma,
tradición histórica, instituciones, territorialidad y cosmovisión, cuya existencia es anterior a la
invasión colonial española”.
4. Los derechos colectivos consagrados por la Constitución
El art. 30, parágrafo segundo, de la Constitución consagra los siguientes derechos
colectivos de las naciones y pueblos indígena originario campesinos:
4.1. Derecho a existir libremente
Consiste en la capacidad y potestad que tienen las naciones y pueblos indígena
originario campesinos a existir como colectivo humano, con respeto y resguardo de su identidad
cultural, su idioma, su territorio, sus instituciones sociales, culturales, jurídicas y económicas,
recibiendo la protección y resguardo del Estado nacional.
Tomando en cuenta que este derecho colectivo tiene su base fundamental en el
reconocimiento de la libre determinación de estos colectivos humanos, el derecho a existir
libremente supone la existencia como colectivo humano exento de toda intromisión externa que
pueda generar su desarticulación.
4.2. Derecho a su identidad cultural, creencia religiosa, espiritualidades, prácticas y
costumbres, y a su propia cosmovisión
Se constituye en la capacidad o potestad que tienen las naciones y pueblos indígena
originario campesinos de mantener y conservar su identidad cultural, sus creencias religiosas,
espiritualidades, prácticas y costumbres, y su propia cosmovisión, sin que el Estado y los otros
colectivos humanos que forman parte del Estado boliviano puedan desconocer, interferir o
desvirtuarlos.
Este derecho tiene su fundamento en el reconocimiento que hace el Estado, a través de
la Constitución, del derecho a la libre determinación de las naciones y pueblos indígena
originario campesinos. El resguardo de este derecho mantiene la existencia misma de la
respectiva nación o pueblo indígena como estructura social.
4.3. Derecho a que la identidad cultural de cada uno de sus miembros, si así lo desea, se
inscriba junto a la ciudadanía boliviana en su cédula de identidad, pasaporte u otros
documentos de identificación con validez legal
Concierne a los miembros o integrantes de las naciones o pueblos indígena originario
campesinos, se trata de una potestad o facultad que tienen de lograr que se inscriba en sus
documentos de identificación su identidad cultural para mantener su pertenencia a su respectiva
nación o pueblo, así como su identidad cultural y su ligazón a su estructura social a pesar de
integrarse al Estado nacional.
4.4. Derecho a la libre determinación y territorialidad
Consiste en la capacidad y potestad que tienen las naciones y pueblos indígena
originario campesinos a organizarse social y políticamente, dotarse de sus autoridades, y de
68

sus normas, sobre la base de sus usos y costumbres, así como su cosmovisión, teniendo por
único límite la Constitución.
De otro lado, significa la capacidad que tienen de que se reconozca y resguarde su
territorio que ocupan de tiempos anteriores al nacimiento del Estado y los procesos de
colonización.
Cabe señalar que el derecho a la libre determinación –conforme a los respectivos
artículos 1 del Pacto Internacional de derechos civiles y políticos y el Pacto Internacional de
derechos económicos sociales y culturales, ambos que forman parte del Bloque de
Constitucionalidad– es el derecho de todos los pueblos a definir libremente su condición política
y de proveer a su desarrollo económico, social y cultural. En consecuencia, en ejercicio de este
derecho pueden disponer libremente de sus riquezas y recursos naturales; pueden organizarse
y dotarse de sus autoridades naturales sobre la base de sus usos y costumbres, constituidos en
Derecho consuetudinario reconocido por la Constitución.
Con relación al derecho a la territorialidad, significa el reconocimiento de sus territorios
ancestrales, en calidad de Tierras Comunitarias de Origen; pero se entiende que el
reconocimiento no solo es de la tierra sino del territorio con todos sus recursos y riquezas que
existen en el territorio.
Según lo previsto por el art. 13 del Convenio Nº 169 de la OIT, el término “tierra” debe
incluir el concepto de territorios, lo que cubre la totalidad del hábitat que los pueblos indígenas
ocupan o utilizan de alguna otra manera. Mientras que en el caso de los pueblos indígenas
agricultores, tierra y territorio se consideran con las mismas implicancias, para los pueblos
indígenas que viven en los bosques sus tierras son el espacio físico donde viven y parte de su
territorio es el bosque de donde obtienen sus alimentos, plantas medicinales y otros elementos
necesarios para mantener su cultura y pervivencia.
4.5. Derecho a que sus instituciones sean parte de la estructura general del Estado
Significa la potestad o facultad que tienen las naciones y pueblos indígena originario
campesinos a que sus órganos de gobierno, su sistema jurídico y estructura social y económica
creados en el marco de sus usos y costumbres y el ejercicio de su derecho de
autodeterminación, formen parte del sistema constitucional del Estado.
En resguardo de este derecho es que la Constitución, en su art. 179.I, integra a la
Jurisdicción Indígena Originaria Campesina como parte del Sistema Judicial del Estado
Plurinacional, dejando expresa constancia que esa jurisdicción se ejerce a través de las
autoridades naturales de las naciones y pueblos indígena originario campesinos, aplicando sus
principios, valores culturales, normas y procedimientos propios. De otro lado, el Estado integra a
su estructura política el Gobierno Autónomo Indígena Originario Campesino, como un nivel sub
nacional de gobierno, así definen los arts. 289 al 296 de la Constitución. Finalmente, el Estado
incorpora en su estructura económica – financiera, la organización económica comunitaria,
asumiendo el compromiso de reconocer, respetar, proteger y promoverla; así prevén los arts.
306y 307 de la Constitución.
4.6. Derecho a la titulación colectiva de tierras y territorios
Consiste en la potestad y facultad que tienen las naciones y pueblos indígena originario
campesinos a que el Estado otorgue títulos sobre las tierras comunitarias de origen que ocupan
y, en su caso, otorgué en dotación con la titulación respectivas tierras fiscales a su favor, para
consolidar como parte de su territorio de origen.
69

Sobre la importancia que tiene este derecho, la Corte Interamericana de Derechos


Humanos, en su Sentencia emitida en el caso Comunidad Awas Tingni contra el Estado de
Nicaragua, año 2001), ha señalado lo siguiente: “Entre los indígenas existe una tradición
comunitaria sobre una forma comunal de la propiedad colectiva de la tierra, en el sentido de que
la pertenencia de ésta no se centra en un individuo sino en el grupo y su comunidad. Los
indígenas por el hecho de su propia existencia tienen derecho a vivir libremente en sus propios
territorios; la estrecha relación que los indígenas mantienen con la tierra debe de ser reconocida
y comprendida como la base fundamental de sus culturas, su vida espiritual, su integridad y su
supervivencia económica. Para las comunidades indígenas la relación con la tierra no es
meramente una cuestión de posesión y producción sino un elemento material y espiritual del
que deben gozar plenamente, inclusive para preservar su legado cultural y transmitirlo a las
generaciones futuras.
Cabe destacar que la Corte interamericana de Derechos Humanos, mediante una
interpretación evolutiva, ha logrado construir un estándar en relación al derecho a la propiedad
distinto al tradicional y conforme a la cosmovisión de los pueblos indígenas incorporando el
deber de consulta. En la Sentencia emitida en el caso Pueblo Indígena Kiwcha de Sarayaku
vs. Ecuador, año 2012, ha señalado lo siguiente: “para garantizar la participación efectiva de los
integrantes de un pueblo o comunidad indígenas en los planes de desarrollo o inversión dentro
de su territorio, el Estado tiene el deber de consultar, activamente y de manera informada, con
dicha comunidad, según sus costumbres y tradiciones, en el marco de una comunicación
constante entre las partes. Además, las consultas deben realizarse de buena fe, a través de
procedimientos culturalmente adecuados y deben tener como fin llegar a un acuerdo”.
4.7. Derecho a la protección de sus lugares sagrados
Es la facultad que tienen las naciones y pueblos indígena originario campesinos para
que el Estado proteja sus lugares sagrados en los que desarrollan sus cultos religiosos, o actos
de espiritualidad, adoran a sus dioses u otras prácticas sagradas conforme a su cosmovisión.
Cabe señalar que las naciones y pueblos indígena originario campesinos, a diferencia de
la sociedad accidental, no tienen iglesias, sino que cuentan con lugares sagrados para sus
rituales.
4.8. Derecho a crear y administrar sistemas, medios y redes de comunicación propios
Consiste en la capacidad o potestad que tienen las naciones o pueblos indígena
originario campesinos para crear los sistemas o medios de comunicación para ejercer
colectivamente, como naciones o pueblos, o sus integrantes individualmente, su derecho a la
libertad de información.
Para que puedan ejercer plenamente este derecho, el Estado tiene la obligación de
conceder los espacios electromagnéticos que se requieren para la instalación y funcionamiento
de redes de comunicación radial y televisivo.
4.9. Derecho a que sus saberes y conocimientos tradicionales, su medicina tradicional,
sus idiomas, sus rituales y sus símbolos y vestimentas sean valorados, respetados y
promocionados
Es la potestad o facultad que tienen las naciones y pueblos indígena originario
campesinos para que el Estado, a través de sus instituciones, respete y valore sus saberes y
conocimientos, su medicina tradicional, sus idiomas, rituales, símbolos y vestimentas, y los
promueva para que sean conocidos, valorados y respetados por toda la población nacional y la
comunidad internacional.
70

10. Derecho a vivir en un medio ambiente sano, con manejo y aprovechamiento adecuado
de los ecosistemas
Consiste en la capacidad o potestad que tienen las naciones y pueblos indígena
originario campesinos para gozar de un entorno libre de contaminaciones y degradaciones,
comprendiendo ese entorno los espacios naturales y recursos que forman parte de la
naturaleza, como son el aire, agua, suelo, flora y la fauna.
Este derecho impone al Estado la obligación de no adoptar medidas administrativas ni
desarrollar acciones que degraden ese entorno; de manea que, si se ve obligado a adoptar
alguna medida legislativa o administrativa que ponga en riesgo este derecho debe efectuar la
consulta previa.
11. Derecho a la propiedad intelectual colectiva de sus saberes, ciencias y
conocimientos, así como a su valoración, uso, promoción y desarrollo
Es la potestad que tienen las naciones y pueblo indígena originario campesinos al
respeto de su propiedad intelectual de sus saberes, ciencias y conocimientos; lo que genera la
obligación para el Estado de realizar los registros respectivos, para luego promocionarlos.
12. Derecho a una educación intracultural, intercultural y plurilingüe en todo el sistema
educativo
Es el derecho que tienen los miembros de las naciones y pueblos indígena originario
campesinos de recibir una educación que respete sus valores culturales, su idioma e identidad
cultural.
13. Derecho al sistema de salud universal y gratuita que respete su cosmovisión y
prácticas tradicionales
Consiste en la capacidad y potestad que tienen las naciones y pueblos indígena
originario campesinos a acceder a los sistemas de salud para que sus integrantes puedan
acceder al servicio gratuito y de manera universal; y a que en la provisión de los servicios de
salud se respete su cosmovisión y sus prácticas tradicionales de la medicina.
14. Derecho al ejercicio de sus sistemas políticos, jurídicos y económicos acorde a su
cosmovisión
Es la capacidad y potestad que tienen las naciones y pueblos indígena originario
campesinos para que, en el marco de su derecho a la libre determinación, puedan ejercer,
mantener y desarrollar sus sistemas y sus instituciones políticas (gobierno, asambleas, alianzas
entre comunidades y pueblos, movimientos políticos), económicas (sistemas de producción, de
comercialización, de asociación, de ahorro y financiamiento), sociales (sistemas de educación,
salud, convivencia), y jurídicos (el ejercicio de su sistema jurídico que co0mprende su Derecho
consuetudinario y el ejercicio de su jurisdicción o justicia comunitaria).
Supone un reconocimiento a estos colectivos humanos de un amplio margen de acción
colectiva; para ejercer sus sistemas políticos, jurídicos y económicos
15. Derecho a ser consultados mediante procedimientos apropiados, y en particular a
través de sus instituciones, cada vez que se prevean medidas legislativas o
administrativas susceptibles de afectarles. En este marco, se respetará y garantizará el
derecho a la consulta previa obligatoria, realizada por el Estado, de buena fe y
concertada, respecto a la explotación de los recursos naturales no renovables en el
territorio que habitan
71

Es la potestad o facultad que tienen las naciones y pueblos indígena originario


campesinos para que el Estado les consulte de manera previa y de buena fe sobre la aplicación
de medidas legislativas o administrativas que puedan afectar sus derechos e intereses, o para
realizar la explotación de recursos naturales no renovables existentes en su territorio, a objeto
de obtener de ellos el consentimiento libre.
La consulta deberá ser previa a la adopción de cualquier medida; deberá ser informada,
lo que supone que el Estado debe informar de manera amplia y detallada sobre los alcances de
la medida que pretende adoptar, sobre sus bondades, defectos y riesgos.
Las consultas –que deben celebrarse de buena fe, en una atmósfera de diálogo y
respeto recíproco entre las partes– y la participación plena y efectiva son componentes
fundamentales de un proceso de consentimiento. Sin ellas, no hay consentimiento libre, previo e
informado.
Libre debería implicar que no hay coerción, intimidación ni manipulación. Previo debería
implicar que se ha tratado de obtener el consentimiento con suficiente antelación a cualquier
autorización o comienzo de actividades y que se han respetado las exigencias cronológicas de
los procesos de consulta/consenso con los pueblos indígenas. Informado debería implicar que
se proporcione información que abarque (por lo menos) los siguientes aspectos:
a. la naturaleza, envergadura, ritmo, reversibilidad y alcance de cualquier proyecto o
actividad propuesto;
b. la razón o razones o el objeto u objetos del proyecto y/o actividad;
c. la duración de lo que antecede;
d. los lugares de las zonas que se verán afectados;
e. una evaluación preliminar del probable impacto económico, social, cultural y
ambiental, incluidos los posibles riesgos y una distribución de beneficios justa y equitativa en un
contexto que respete el principio de precaución;
f. el personal que probablemente intervendrá en la ejecución del proyecto propuesto
(incluidos los pueblos indígenas, el personal del sector privado, instituciones de investigación,
empleados gubernamentales y demás personas);
g. procedimientos que puede entrañar el proyecto
16. Derecho a la participación en los beneficios de la explotación de los recursos
naturales en sus territorios
La capacidad y potestad que tienen las naciones y pueblos indígena originarios de
intervenir en los beneficios que genere la explicación de los recursos naturales en sus territorios
bajo la administración del Estado; lo que impone la obligación positiva al Estado de distribuir los
recursos generados por esa explotación a las naciones o pueblos respectivos en la cuota parte
que les corresponda.
17. Derecho a la gestión territorial indígena autónoma, y al uso y aprovechamiento
exclusivo de los recursos naturales renovables existentes en su territorio sin perjuicio de
los derechos legítimamente adquiridos por terceros
Consiste en la potestad o capacidad que tienen las naciones y pueblos indígena
originario campesinos para desarrollar la gestión territorial autónoma, y para usar y aprovechar
de manera exclusiva los recursos naturales renovables existentes en su territorio.
18. Derecho a la participación en los órganos e instituciones del Estado
72

Es la capacidad o potestad que tienen las naciones o pueblos indígena originario


campesinos para ejercer su derecho político a la participación, interviniendo en el ejercicio del
poder político del Estado, ya sea en los procesos de conformación de los órganos del poder
constituido o en la toma de decisiones políticas trascendentales.

También podría gustarte