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La Línea de la Concepción, 17 de marzo de 2.

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Allocutio a la Curia de la Legión de María.


Manual, c. 9 (“El legionario y el Cuerpo místico de Cristo”), n. 2.

MARÍA Y EL CUERPO MÍSTICO DE CRISTO:

Por obra del Espíritu Santo, nuestra Señora se convierte en Madre de Dios, dotándole de un
Cuerpo, de su Sangre, de una genética: de una Humanidad perfecta, acabada, plena. Y dio a
luz en Belén a este Hijo suyo, la segunda Persona de la Santísima Trinidad, sin los dolores de
parto: ni Ella ni Él estaban afectados, en su naturaleza humana, por el Pecado Original. En la
Cruz, Cristo engendró en Ella por el agua del Espíritu Santo y la Sangre de la Eucaristía a su
Cuerpo Místico, que es la Iglesia, a la que dio a luz con los dolores del parto en la Cruz 1,
porque nos hace nacer a la vida sobrenatural: del Pecado Original nos hace pasar a la vida de
la gracia.

El Cardenal Robert Sarah, en el Decreto sobre la celebración de la bienaventurada Virgen


María, Madre de la Iglesia, en el Calendario Romano General, escribía así: “La Madre, que
estaba junto a la cruz2, aceptó el testamento de amor de su Hijo y acogió a todos los
hombres, personificados en el discípulo amado, como hijos para regenerar a la vida divina,
convirtiéndose en amorosa nodriza de la Iglesia que Cristo ha engendrado en la cruz,
entregando el Espíritu”3. Tal es la misión de nuestra Madre en su Cuerpo Místico: regenerar a
sus hijos, renacidos en las aguas del Bautismo, a la vida divina.

¿Cuál es el lugar de la Virgen María en el Cuerpo Místico de Cristo? Podemos decir que
ocupa dos lugares. En primer lugar, al considerar que Cristo es la Cabeza y la iglesia es su
Cuerpo, al considerar que nada recibimos si no es por María Santísima, entonces ella es el
cuello que une la Cabeza con el resto del Cuerpo. Pero si acudimos a una de las bendiciones
que la Iglesia realiza sobre los esposos reciñen casados, y leemos en ella, acerca de la esposa,
estas palabras: “Colma de bendiciones a tu hija N., para que pueda cumplir sus deberes de
esposa y madre, y sea el alma y la alegría de su hogar”, entonces la misión de nuestra Madre
del Cielo es la de ser el alma y la alegría de la Iglesia. De esta manera, el Espíritu Santo,
verdadera alma de la iglesia, está indisolublemente unido a su esposa, que es María4.

Esto es muy importante, porque indica el lugar de los legionarios en la Iglesia y,


concretamente, en la parroquia. Leemos en el “Manual” que “no son propiamente los
legionarios quienes se valen de la ayuda de María, para mejor servir a los demás miembros
del Cuerpo místico; es Ella quien se digna servirse de ellos. Y, como se trata de una obra
propia y peculiar suya, nadie puede colaborar sin que Ella lo permita”5. El lugar del
legionario es permanecer en el lugar de María: ser cuello ente el párroco y los feligreses; ser
el alma de la parroquia según el espíritu de María, Esposa y Madre, que es el Espíritu Santo.,
que derrama el amor en los corazones de los fieles 6. La labor del legionario es una labor
esponsal y materna. Se entrega al párroco como padre y pastor, para ayudarle en la labor de
1
Cf. Gen. 3, 16; Ap. 12, 1s.
2
Cf. Jn. 19, 25.
3
Card. Robert Sarah: Decreto sobre la celebración de la bienaventurada Virgen María, Madre de la Iglesia, en el
Calendario Romano General, de 11 de febrero de 2.018.
4
Cf. J. A. Metz: “Alocuciones legionarias”, Estella, edit. Verbo Divino, 1.9732, pg. 154.
5
“Manual”, pg. 57.
6
Cf. Rom. 5, 5.
almas; se entrega a los fieles, hijos de Dios y de la Iglesia, para ayudarles maternalmente a
crecer en Cristo y hacia Cristo.

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