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La misa dio inicio con alabanzas para invocar la devoción y comenzar con las
lecturas bíblicas. Después de las palabras del obispo, empezó a ofrecer la hostia a
las cinco personas que estaban presentes en la celebración de la Santa Misa: el
dueño de la casa, la esposa, el taxista y “probablemente dos allegados al dueño”,
según Hernando. Él procedió a llamarlos para que se acercaran a recibir la hostia y
el vino y tener en ellos la gracia de Dios. Los fieles comenzaron a avanzar hacia
donde se encontraba el obispo para recibir la comunión; a la par, se escucharon el
sonido de las sillas al pararse y murmullos entre los presentes.
—Bendito seas señor Dios del universo por la ofrenda, que hemos de traer y
presentar ante el altar.
cuando Jesús entrando en ella, se abrieron los cielos y descendió a la fuerza del
espíritu santo, se oyó la voz del justo juez decir: “este es mi hijo el amado, en el cual
gozo todas mis complacencias”. Bendice Señor, purifica y santifica estas aguas en
el nombre del padre, en el nombre del hijo y en el nombre del espíritu santo, amén”.
—Salga el mal y entre el bien, como entró Jesús a Jerusalén. Bendice Señor esta
casa, que habite siempre la fuerza de tu Espíritu Santo y que los Ángeles del Señor
acampen siempre a su alrededor.
Los presentes observaban atentos el ritual mientras el obispo bendecía cada rincón
de la vivienda. Arrojaba el agua por todos los lugares de la casa mientras decía esas
palabras. Pero cuando llegó el momento de bendecir las habitaciones, el dueño de la
casa se negó rotundamente a que Hernando entrara en ellas. El obispo trató de
persuadirlo, explicándole que era parte del ritual, pero el hombre se mantuvo firme
en su decisión y con una voz entrecortada y nerviosa le dijo:
—Que esta casa sea un hogar de amor y de paz, y que siempre esté llena de la gracia
de Dios.
Al momento de ingresar a los cuartos, con suma suavidad el obispo giró la manija de
la puerta y se adentró en las habitaciones, una por una, para rociar el agua bendita
mientras pedía por la paz y el amor en el hogar. Sin embargo, al llegar al tercer
cuarto, se llevó una gran sorpresa al encontrarse con una habitación muy iluminada
que tenía cámaras, sombrillas de luz, reflectores, una cama gigante y llamativa y
muchos espejos alrededor. El cuarto también tenía un fuerte olor a cereza. Esta
habitación era prácticamente un estudio de grabación, pero en la habitación.
—Me siento muy sucio y traicionado por haber sido parte de la bendición de esa
casa del diablo. Los jóvenes que hacen parte de esas grabaciones, venden sus
cuerpos.
—Desde este momento maldigo esta casa, maldigo todo lo que entre y salga.
A partir de ese instante, sintió que su dignidad había sido manchada por su
participación en la bendición de esa casa. A pesar de ser obispo y de tener un rango
alto en la religión, tuvo un impulso humano a maldecir aquel lugar. Sin embargo,
como cualquier ser humano, se enfrentó a tentaciones por su ira.
Hernando miró fijamente a los ojos de quien lo había engañado y con la rabia que
recorría por su cuerpo rasgó los billetes de la ofrenda y se los tiró a la cara. El
hombre estaba afligido y se notaba en su rostro el arrepentimiento que traía dentro;
él observó cómo los billetes caían por sus mejillas y se posaban en el suelo. Este
hombre dijo:
Al día siguiente se encontró con su hermano Carlos, el cual le contó lo sucedido con
lágrimas en los ojos y con una voz entrecortada, como si ese recuerdo fuera
demasiado doloroso para expresarlo con claridad. Carlos le dijo:
Luego de un tiempo y tras pensarlo una y otra vez, quiso contárselo a los diáconos,
padres, sacerdotes y obispos cercanos a él para que lo escucharan, a pesar del
miedo de ser juzgado. Dejando de lado su temor, Hernando decidió hacerlo con la
esperanza de recibir comprensión y perdón por su acción.
—Ese día todos los que estábamos ahí, reaccionamos impresionados y después nos
pusimos a reír.
Actualmente el obispo ve esta historia más como una enseñanza de vida y no tanto
como un error propio. Él comenta que:
Además, el obispo manifiesta que quiere compartir su experiencia para que nadie
más tenga que pasar por lo que él vivió. Él le enseña a la comunidad que siempre es
importante verificar la veracidad de la información antes de tomar decisiones
importantes, y no dejarse engañar por apariencias o rumores.