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La Iglesia,
Sacramento de Cristo Glorificado
21 Flp. 2, 7-9.
»2 Rom. 5,6.8; 8,32; 14,15; 1 Cor. 11,24; Gal. 2,20; Ef. 5,2.25;
1 Tim. 2,6; Tit. 2,14; Me. 10,45; Heb. 2,9.14.15; 4,15.16; 5,2.8; 7,27;
9,12; 10,5-10.
23 La sumisión filial de Cristo a la voluntad de Dios en la aceptación
de su muerte fué la expresión-realización humana suprema de su carácter
personal de Hijo de Dios (cfr. Me. 14,36-42; 15,39; Le. 23,46; Mt. 27,54;
Jn. 10,17.18; 14,31; 17,4; 19,30). La donación personal del Padre al hom
bre Jesús, su Hijo, se hizo definitivamente visible y real en la oblación
amorosa de Cristo al Padre en la Cruz.
24 Rom. 8,32; 3,24; 5,8; 1 Cor. 1,30, Jn. 3,16.
CRISTO, SACRAMENTO DE DIOS PADRE 11
25 Me. 10,45; Flp. 2,9; Heb. 4,5; Ef. 5,2.25; Gal, 2,20; Tit. 2,14.
'26 Act. 2,24.36; 13,34; Flp 2,5-11; Rom, 14,9; Heb. 2,9; 10,12; 12,2.
27 i Cor. 15,20.23 ; Col. 1,18; Rom. 6,8; 8,29; Heb. 2,10; 6,20.
12 JUAN ALFARO, S. I.
'28 Col. 1,15-20; 1 Car. 8,6; Ef. 1,9-11; 3,11; Rom, 8,19-23; Flp. 3,
20; Jn, 12,32. Cír. Conc. Vat. II, Const. Dogm. sobre la Iglesia, c. I,
nn. 2.3.7; c. VII, n. 48; Const. Past, sobre la Iglesia en el mundo actual,
c. IV, n. 45.
129 Aunque Cristo tuvo ya en su existencia terrena la visión de Dios
(Mt. 11,27; Jn. 1,18; 6,46), cuya duración propia es la « eternidad par
ticipada» (cfr. K. J. Peter, Participated Eternity in the Vision of God
[Rom] 1964), su actividad humana estuvo sometida a la ley del tiempo. So
lamente por la Resurrección gloriosa llegó el hombre Cristo en la totalidad-
unidad de su ser humano a la unión inmediata con Dios (iniciada en la
visión) y a la participacin en la vida eterna intradivina.
30 La visión de Dios fué en el hombre Cristo una consecuencia nece
saria de la Encarnación (cfr. J. Alfaro, Cristo Glorioso, Revelador del
Padre, en: Gregarianum 39 [1958] 244-250). Por éso el destino del hombre
(y, a través del hombre, de toda la creación) a participar en la vida eterna
de Dios quedé radicalmente fijado por la misma Encarnación.
si Rom, 1,4; 1 Cor. 15,45; Jn. 7,39; 14,16.26; 15,26; 16,7.14.
CRISTO, SACRAMENTO DE DIOS PADRE 13
una relación nueva del hombre para con los hombres; la ley su
prema, que debe regir las relaciones humanas, es el amor 45.
Como enviado por Cristo Resucitado, el Espíritu Santo es en
la Iglesia principio interno de Resurrección y da a los hombres
participación en la vida gloriosa del Señor. La presencia del Espí
ritu de Cristo orienta la humanidad a la unión íntima con Cristo
Glorioso y, en Cristo, con Dios46. Por éso eleva y diviniza el
hombre en su totalidad-unidad corporeo-espiritual, es decir, en su
relación a Dios, a los hombres y al mundo.
La sacramentalidad de la Iglesia (Sacramento de Cristo) pro
viene de la sacramentalidad misma de la Encarnación. Como Sa
cramento del Padre, es Cristo el Sacramento fundamental, a sa
ber, la manifestación-realización ejemplar del amor salvifico de Dios,
el signo supremo y absolutamente eficaz de la unión íntima del
hombre con Dios.
Al apropiarse personalmente el Hijo de Dios la naturaleza
humana, la divinizó por la comunicación de la vida intratrinitaria
y la elevó a signo eficaz de la autocomunicación de Dios a los hom
bres. En la Encarnación la comunidad humana fué radicalmente
divinizada (« capitalidad » de la gracia de Cristo) y elevada a signo
eficaz de la gracia de Cristo. La inclusión de toda la familia hu
mana en la Humanidad del Pii jo de Dios, su Jefe, comportaba su
elevación a signo eficaz de la unión filial de los hombres con Dios
(gracia de Cristo) y de la unidad de la comunidad humana. La
gracia de Cristo, destinada a toda la humanidad, es dada a los hom
bres, en cuanto son miembros de la familia humana, cuyo centro
de unidad es Cristo. En su Glorificación recibe plenamente Cristo
la potestad de dar a la humanidad su Espíritu, como principio
de vida divina en ella. La misión del Hijo de Dios en la Encar
nación, que constituye a Cristo en Sacramento del Padre, es el
fundamento de la misión del Espíritu Santo en la institución de
la Iglesia como Sacramento de Cristo Glorioso. 1-a institución de
la Iglesia, como comunidad visible de la salvación, resulta de la
Glorificación de Cristo y, en último término, de la Encarnación.
La unión de lo divino y lo humano, de lo invisible y de lo visible,
encuentro cara a cara con El, « Imagen » perfecta del Padre in
visible, llegarán los hombres a la unión inmediata con las Per
sonas divinas y alcanzarán la plenitud de la salvación en la tota
lidad de su ser corporeo-espiritual63. Como Sacerdote Único se
ofrecerá para siempre al Padre y le presentará la adoración de
los hombres y la sumisión de la creación; en la actitud de su obe
diencia filial someterá todo el universo al Padre64. Como Señor,
enviará eternamente su Espíritu a los hombres y por su Espíritu
les dará participación en su gloria de Unigénito, es decir, en la
vida intratrinitaria, cuyo Principio es el Padre. La adoración eter
na del Padre, la revelación y comunicación de la vida divina a la
humanidad salvada, inseparablemente unidas entre sí como tres
aspectos de una misma función salvifica, constituirán la estructura
sacramental de la Mediación eterna de Cristo. El Hijo de Dios,
hecho hombre y, como tal, glorificado, permanecerá para siempre
el Sacramento fundamental de Dios : solamente en El y por El
comunicará el Padre eternamente su vida divina a los hombres.
Cristo Glorioso seguirá siendo el centro vivificante y unifi
cador de la humanidad; dará eternamente su Espíritu a la comu
nidad humana y a cada hombre como miembro de esta comunidad.
La dimensión eclesial de la gracia de Cristo resulta necesariamente
de la Encarnación y, por consiguiente, debe permanecer para siem
pre, como la Encarnación misma. La salvación de cada hombre
tendrá también su dimensión comunitaria en la plena unidad de
todos los hombres por la participación de todos ellos en la vida
gloriosa de Cristo. Entonces alcanzará la Iglesia su definitiva ple
nitud como Sacramento de Cristo Glorioso, a saber, como expre
sión y realización de la unión íntima de los hombres con Cristo
(y por Cristo con el Padre) y de la unidad de la familia humana
en Cristo; entonces la humanidad llegará a ser definitivamente el
Pueblo de Dios 65. La solidaridad de Cristo con toda la comunidad
humana alcanzará su expresión y realización suprema : Dios Padre
comunicará su vida a la Iglesia por Cristo en el Espíritu Santo
y por la acción del Espíritu llegará la Iglesia a la unión plena
con Cristo y, por Cristo, con el Padre.
La gloria del Padre resplandecerá en la gloria de Cristo y la
«3 i Cor. 13,10-12; 2 Cor. 5,6-8; 4,4; Flp. 1,23 ; Col 1,15; 3,4;
1 Tes. 4,17 ; 1 Tim. 6,16; Jn. 14,1-3; 17,24; 1 Jn. 3,2.
1 Cor. 15, 28.
65 Conc. Vat. II, Const. Dogm. sobre la Iglesia, c. T, n. 2.4.8; c. VII,
n. 48.50.51.
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Juan Alfaro, S. I.
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