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planificación turística en
contextos rurales de América
Latina
ERNEST CAÑADA & CARLA IZCARA | ALBA SUD
En primer lugar, destacamos un criterio básico, guiado por la prudencia, que se basa
en la necesidad de construir “de abajo arriba” con conocimiento específico. Esto
implica tomar en cuenta las necesidades concretas del tejido turístico existente, por
delante de expectativas de grandes proyectos –o especulaciones sobre posibilidades
de financiamientos externos. Por tanto, hay que ir con especial cuidado con los cantos
de sirenas que por imitación se pueden proyectar en un sitio u otro, porque su impacto
podría ser desastroso.
En cuarto lugar, se tienen que identificar y seleccionar los mercados con los que
se puede o se quiere trabajar, ya que los productos turísticos serán diferentes en
función de a quien se dirijan. Además, deben ser coherentes con los recursos
disponibles en el territorio e implicar de forma diferenciada a los sujetos a quienes va
dirigida la política pública. En el contexto en el que estamos trabajando, hay
fundamentalmente tres mercados a tener en cuenta: el local, que es el más próximo
desde un punto de vista geográfico, el nacional y el internacional. En determinados
contextos fronterizos un mercado de proximidad, que viene definido por la cercanía
entre el lugar de residencia y el de la práctica turística, también podría ser
internacional. Así, en municipios rurales con un desarrollo turístico limitado, y a
diferencia de lo que habitualmente se sugiere, muy a menudo es preferible empezar
por públicos de proximidad o nacionales, ya que el proceso de comercialización es
más sencillo y no es tan exigente para las iniciativas turísticas, sobre todo para
aquellas que empiezan y aún están en proceso de formalización. Además, son
poblaciones más cercanas culturalmente a quien presta esos servicios y es más fácil
la comunicación, un factor especialmente relevante cuando se empieza. También
tienen un comportamiento más estable que el turismo internacional, demasiado
dependiente de factores externos que el territorio no puede controlar y que generan
una elevada incertidumbre. Asimismo, en un contexto de crisis climática,
encarecimiento de combustibles fósiles y escasez de minerales extraños, que están
en la base de los procesos de digitalización, se deberían priorizar mercados locales.
Por otro lado, hay que poner atención a las condiciones básicas de quien presta
los servicios, puesto que no podemos generar un producto turístico en contextos de
extrema pobreza y poca salubridad. Si lo hiciéramos, correríamos el riesgo de
provocar el rechazo de una parte de las personas que visitan una determinada
iniciativa o, peor aún, convertir la pobreza en un atractivo en sí mismo. Aunque
quienes se encarguen de la planificación turística quieran orientarse a mejorar la
situación de las personas que viven en peores condiciones, no necesariamente tienen
que recibir o atender en sus propias casas o espacios de trabajo al turismo. Debemos
poner atención a su la elevada vulnerabilidad y pensar encómo vincularlas dentro de
la cadena de valor turística, sí así lo quieren, y conocer de qué forma quieren
participar. Por ejemplo, si en un determinado municipio con elevados niveles de
pobreza el equipo técnico de planificación turística quiere beneficiar o mejorar las
condiciones de vida de las personas que se encuentran en peores condiciones ,
objetivo plenamente loable, esto no necesariamente tendría que pasar por ponerles
como foco de atractivo turístico. El riesgo de convertir en atractivo turístico el hecho
de “ir a tocar las cabezas de niños pobres”, como sugirió el director de una agencia de
viajes creyendo ser muy innovador en términos de compromiso social, es demasiado
grave como para no estar alerta. Existen otras formas para que puedan ser incluidos
en los beneficios del turismo, incluyendo una fiscalidad específica para las empresas
que acompañe programas de desarrollo económico y social.
Una vez se hayan empezado a ofrecer estos productos turísticos, se irán redefiniendo
y ampliando en función de la demanda. Así, es recomendable intentar diversificar y
complementar la oferta en el territorio para evitar solapamientos o ausencias.
Finalmente, recomendaríamos también actualizar el diseño de los productos a los
mercados potenciales y promover las experiencias vivenciales, ya que los testimonios
aseguran que promueven un aumento de ventas y el mensaje que intenta proyectar
aquella iniciativa turística, ya sea de sensibilización, memoria histórica, revalorización
del sector primario, artesanías o producción local, se transmite mejor.
En noveno lugar, habría que estar siempre alerta que los cambios que produzca
el crecimiento de la actividad turística no se traduzcan en una acentuación de
las desigualdades existentes, tanto de clase como de género, entre otras. En la
medida que las comunidades no son homogéneas, ni por supuesto los municipios, el
aterrizaje o impulso del turismo tiene lugar sobre un entramado de diferencias e
inequidades, que se entrecruzan en múltiples dimensiones y puede agudizarlas.
Planificar de forma ciega ante estas múltiples dimensiones posibilita que el turismo se
convierta en una nueva amenaza para los sectores sociales más desfavorecidos, sea
por una u otra razón. No siempre es fácil prestar atención a estas distintas capas en la
articulación social, pero para ir más allá de discursos en pro del desarrollo, inclusión o
equidad, toda institución tiene que asumir, de veras, esta responsabilidad, sino se
quiere caer en un mero social, green o purple washing.
Así pues, la planificación turística se considera una pieza fundamental para el correcto
desarrollo de la actividad. Aunque una buena gestión no implique la ausencia de
impactos negativos, y nos obligue de igual forma a estar alerta a los riesgos, ofrece
mayores garantías.