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Celeste y blanco: ¿por qué tantas banderas

centroamericanas tienen los mismos colores


que la argentina?
La coincidencia recuerda los tiempos en que los patriotas soñaban con
una sola insignia para una región hermanada
La Nación - 13 de noviembre de 2021
Por Rubén Guillemí
Entre la diversidad de banderas latinoamericanas hay dos grandes grupos,
las que combinan los colores rojo, amarillo y azul (Venezuela, Ecuador y
Colombia), y las que tienen el celeste y blanco. La división no es casual, ya
que está relacionada con las gestas de los dos grandes libertadores, Simón
Bolívar en el norte del continente y José de San Martín en el sur. ¿Pero
cómo es que llevan hoy los colores de la insignia argentina las banderas de
Honduras, Nicaragua, El Salvador y Guatemala, cuando ni el Padre de la
Patria ni Manuel Belgrano estuvieron jamás en esas tierras?
Incluso en la actual página de internet, el gobierno de El Salvador recuerda
que los colores de su bandera son “los de los próceres argentinos San
Martín y Belgrano”.
“Hubo un tiempo en que el Río de la Plata fue el único bastión que quedó
en pie en la defensa de la libertad y de los ideales de los patriotas de la
región”, señaló a LA NACION el historiador Miguel Ángel De Marco.
“Cuando en 1815 la expedición española comandada por Pablo Morillo
logró derrotar y reinstaurar el virreinato en lo que es hoy Colombia,
Venezuela, Ecuador, Panamá y Guyana, el horizonte para los
independentistas del continente pasó a ser el Río de la Plata”, agregó De
Marco.
Y esos ideales no solo entusiasmaron a los americanos. Desde varios
países del Viejo Mundo llegaron militares europeos que adherían a la
lucha por la libertad y a causas como la abolición de la esclavitud que
decidió la Asamblea del Año XIII. Entre los extranjeros que decidieron
sumarse a las luchas de los patriotas de estas tierras, y que ni siquiera
hablaban bien español, se encontraban el irlandés William (Guillermo)
Brown (1777-1857) y el francés Hyppolite (Hipólito) Bouchard (1780-
1837). Y fue este último el que más tuvo que ver con que tantos países
centroamericanos se identifiquen con los mismos colores de la Argentina.
En su libro Bouchard, De Marco profundiza en la vida de este corsario
liberal y antimonárquico que decidió enarbolar el pabellón argentino por
los mares del mundo “sin que le importasen los riesgos ni las
adversidades, para notificar a sangre y fuego que en el extremo sur del
continente americano surgía un país libre”.
Para entender qué hacía un francés luciendo orgulloso la celeste y blanca
como si fuera su propia insignia es necesario diferenciar a los “piratas”,
marinos que solo combatían en beneficio propio, de los “corsarios”, una
institución reconocida internacionalmente y legal, de navegantes
autorizados por el gobierno para luchar en nombre de un país, enarbolar
su bandera, y luego repartir el botín con las autoridades de la nación a la
que representaban.
Una fuente importante de corsarios que luchaban por el Río de la Plata se
encontraba incluso en el centro naviero de Baltimore, Maryland, Estados
Unidos, en tiempos en que la lucha independentista atravesaba todo el
continente. “Una nube de corsarios norteamericanos con documentos
otorgados por el gobierno de Buenos Aires, surcó los mares del mundo en
busca de naves españolas para atacarlas y apropiarse de los bienes que
transportaban”, comentó De Marco.
Hay que aclarar que los corsarios, acostumbrados a la lucha armada e
impiadosa contra el enemigo, eran hombres de acción y muchas veces,
como en el caso de Bouchard, gente de carácter fuerte. En un barco de
corsarios, con tripulantes que en general ni siquiera hablaban el mismo
idioma, se acostumbraba dormir con la pistola debajo de la almohada
porque cualquier discusión se resolvía a los tiros. Entendido en el contexto
de la época, eso no iba en desmedro de la nobleza de los ideales por los
que luchaban.

Bouchard, corsario argentino


En 1817, Bouchard obtuvo la patente de corsario argentino y comenzó la
etapa más novelesca de su vida con la que llevó la bandera por los mares
del mundo, precisamente a bordo de la fragata La Argentina.
Con sus ideales abolicionistas, en la isla de Madagascar, se dedicó a atacar
navíos que traficaban esclavos, barcos “negreros”. El derrotero siguió
hacia Filipinas y lugares tan remotos como Hawaii, donde muchos afirman
que en 1818 el rey Kamehameha I fue la primera autoridad extranjera en
reconocer al gobierno argentino independiente.
Al completar la vuelta al mundo, ya en continente americano, Bouchard
fue el responsable de que la bandera argentina flameara durante seis días
en Monterrey, California, en lo que hoy es territorio estadounidense, y
que hasta ese momento había sido colonia española.
“A las 8 horas desembarcamos, a las 10 era en mi poder la batería y la
bandera de mi patria tremolaba en el asta de la fortaleza”, dice la escueta,
pero colorida bitácora del corsario que hizo que durante casi una semana,
California fuera territorio argentino.

El recuerdo de la gesta de Bouchard en Monterrey, California

“Cuando durante el gobierno de Raúl Alfonsín, como


integrante de la plana mayor de la fragata ARA Libertad
llegamos a lo que hoy es Monterey para rendir homenaje a
Bouchard, me sorprendió la reacción de la gente local”, recordó
De Marco, comodoro de marina (R).
En esa ciudad californiana hay un monolito que evoca la
gesta de Bouchard, y frente a ese monumento los marinos
argentinos hicieron el homenaje en 1988. “Hubo ofrendas
florales y una banda del ejército estadounidense, pero me
llamó la atención la casi nula presencia de autoridades
locales. Luego me enteré que para ellos Bouchard solo había
sido un pirata más que había destruido y saqueado la ciudad”,
dijo De Marco.

Entusiasmo en América Central

Pero no ocurrió lo mismo en América Central. Los ataques


de Bouchard sobre las fortalezas españolas en las costas del
Pacífico, especialmente en Guatemala y Nicaragua,
generaron una ola de entusiasmo por los corsarios “venidos
desde Buenos Aires” también entre los independentistas de El
Salvador, Honduras y Costa Rica.

El propio poeta nicaragüense Rubén Darío (1867-1916)


dedicó un poema a elogiar al periplo de La Argentina que
salió “desde las aguas del Río de la Plata con la bandera bicolor al
mástil gallardo”.

Al año siguiente de los combates de Bouchard, llegó a las


costas centroamericanas una nueva oleada de corsarios
argentinos, esta vez liderados por el comandante francés
Louis-Michel Aury (1788-1821), que también izó la bandera
del río de la Plata sobre las fortificaciones españolas en
Guatemala.

Fue así como, cuando en 1824 se proclamó la República


Federal de Centroamérica (que comprendía Guatemala, El
Salvador, Honduras, Nicaragua y Costa Rica), el patriota
salvadoreño Manuel José Arce pensó en los colores
argentinos para su bandera.
La bandera de la desaparecida República Federal de Centroamérica (1824-1839)

Cuatro de esos cinco países decidieron conservar el blanco y celeste en sus


insignias tras su independencia. Costa Rica le agregó una banda central
roja.
En su libro de 1970, La bandera argentina, inspiradora de los pabellones
centroamericanos, el exembajador argentino Carlos A. Ferro reflexionó
sobre el impacto de esta gesta argentina en todo el continente como “una
reafirmación de fe en el futuro de una América republicana, a la que era
suficiente una sola bandera para que sus pueblos hermanados por el
sentimiento de defender la misma causa, olvidasen las viejas estructuras
coloniales y sus múltiples fronteras. Un sueño que, desgraciadamente, no
se hizo realidad”.
https://www.lanacion.com.ar/el-mundo/celeste-y-blanco-por-que-tantas-banderas-
centroamericanas-tienen-los-mismos-colores-que-la-argentina-nid13112021/

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