Está en la página 1de 2

Despierto y todavía dormís.

El sol de la mañana te peina y yo, envidioso, a acaricio tu

pelo. Sonrío porque tenías razón, como siempre, realmente son hilos de oro. Beso tu

cachete y me incorporo, hago sonar mi espalda y me levanto. Me tambaleo hasta la

cocina y antes de cualquier otra cosa cargo la cafetera. Mientras que el aroma

comenzaba a inundar el ambiente yo parto un huevo atrás de otro y dejo flotando dos

panes en la mezcla. Pongo la leche a batir y cargo una de las tazas hasta arriba de agua

caliente, que quema mi mano cuando se salpica al caer el sobrecito de mate cocido en

mi mano.

El dolor me despierta una inquietud y corro al cuarto, pero el hechizo no se ha

roto y seguís ahí, perfecta. El pelo lo llevas atado y vas tapadita hasta arriba, la frazada

gris se levanta y baja con delicadeza. Me da miedo romper el conjunto que te mantiene

dormida, pero me arriesgo mi me acerco para ver tu cara. Por un instante, una pesadilla

atraviesa tu sueño y fruncís el sueño con terror. Me apresuro a besar tu frente, te

despertas brevemente y sonreís al verme al lado tuyo antes de volver a dormir.

Vuelvo a la cocina y prendo la hornalla. El aroma de la manteca burbujeante

combate contra el del café y me da pena que no vayas a poder olerlo, pero es necesario

que sea en el cuarto. Una atrás de otra, voy sumergiendo en la sartén las tostadas y el

siseo se incrementa para luego disminuir y transformarse en un lejano susurro. Los

colores azules de la llama convierten el blanco de las tostadas en un amarillo delicado y

para cuando aparecen manchas chocolate apago el fuego y espolvoreo con azúcar. Una

terrible llamarada acaricia las tostadas mientras que los cristales dulces se tornan en

caramelo. A una de las dos tostadas la salpico con sal, para mí un sacrilegio, pero

necesario para mi cometido.

Voy un paso, luego otro, luego otro cada uno con extremo cuidado para no

derramar ni una sola gota del tazón hasta arriba de espuma y café. Para cuando llego al
cuarto una primera desilusión por verte despierta se tapa con la fascinación. Tus pelos a

que se escapan de la colita, tus ojos de azul furioso que me miran con el brillo de

nuestros secretos. Y una sonrisa se asoma al ver el desayuno que traigo conmigo. La

sonrisa a la que le dedico mi vida, la sonrisa por la que vivo, la sonrisa que amo.

También podría gustarte