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Café y Cocido
Café y Cocido
pelo. Sonrío porque tenías razón, como siempre, realmente son hilos de oro. Beso tu
cocina y antes de cualquier otra cosa cargo la cafetera. Mientras que el aroma
comenzaba a inundar el ambiente yo parto un huevo atrás de otro y dejo flotando dos
panes en la mezcla. Pongo la leche a batir y cargo una de las tazas hasta arriba de agua
caliente, que quema mi mano cuando se salpica al caer el sobrecito de mate cocido en
mi mano.
roto y seguís ahí, perfecta. El pelo lo llevas atado y vas tapadita hasta arriba, la frazada
gris se levanta y baja con delicadeza. Me da miedo romper el conjunto que te mantiene
dormida, pero me arriesgo mi me acerco para ver tu cara. Por un instante, una pesadilla
combate contra el del café y me da pena que no vayas a poder olerlo, pero es necesario
que sea en el cuarto. Una atrás de otra, voy sumergiendo en la sartén las tostadas y el
para cuando aparecen manchas chocolate apago el fuego y espolvoreo con azúcar. Una
terrible llamarada acaricia las tostadas mientras que los cristales dulces se tornan en
caramelo. A una de las dos tostadas la salpico con sal, para mí un sacrilegio, pero
Voy un paso, luego otro, luego otro cada uno con extremo cuidado para no
derramar ni una sola gota del tazón hasta arriba de espuma y café. Para cuando llego al
cuarto una primera desilusión por verte despierta se tapa con la fascinación. Tus pelos a
que se escapan de la colita, tus ojos de azul furioso que me miran con el brillo de
nuestros secretos. Y una sonrisa se asoma al ver el desayuno que traigo conmigo. La
sonrisa a la que le dedico mi vida, la sonrisa por la que vivo, la sonrisa que amo.