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Esta forma de trabajar presenta una serie de ventajas, entre las que se destacan
el reducido riesgo para el aplicador, la gran variación de opciones de control para
todos los problemas fitosanitarios, así como una mejor estrategia para el manejo
de resistencias. El trabajar de esta forma facilita también el acceso a mercados
más exigentes. Los tratamientos a aplicar se justifican en base a muestreos
rutinarios, evitándose de esta forma hacerlos con una intensidad mayor que la
más estrictamente necesaria. Los programas de Manejo Integrado desarrollados
deben ser compatibles con los distintos sistemas de calidad y protocolos
existentes, tales como Producción Integrada, AENOR ALICIA, NATURANE ó
EUREPGAP.
Hoy, los habitantes de la Tierra son más de siete mil millones; por lo tanto, no es
imaginable la supervivencia humana sin procesos de producción agrícolas
sostenibles y sustentables. Por otra parte, cabe destacar que, en la actualidad, las
plagas causan entre el 37% y el 50% de las pérdidas registradas en los cultivos
mundiales. Por esta razón, no se puede pensar en alimentar a la humanidad sin
controlar malezas, insectos y enfermedades. La disyuntiva es enfrentada por
organizaciones que patrocinan soluciones responsables y solidarias en la cuales
prevalezcan la protección humana y la preservación ecológica, propugnando así
una agricultura sostenible y sustentable en el tiempo. Las propuestas de sistemas
de producción responsables y solidarios son generadas en un ambiente en el cual
predomina una agricultura de altos rendimientos basada en ingentes insumos
técnicos, paquetes de procesos ajustados (siembra continua, ciclos biológicos
abreviados, cuidados culturales calendarizados, etc.) y opciones biotecnológicas.
En el mencionado contexto, los agricultores deben enfrentar a malezas, insectos y
hongos nocivos que reducen el rendimiento de los cultivos. Pero estas plagas ya
no se comportan como antes. Activan mecanismos de defensa y tienden a
evolucionar con mayor rapidez, para escapar de los instrumentos de control a los
que recurren los agricultores. Por ello, lo importante es mirar el tema desde otra
perspectiva; enfocar el problema de manera amplia, diseñando estrategias e
implementando manejos integrados de cultivo para controlar a las explosiones de
plagas.
Desde una perspectiva agrícola, se considera plaga a toda forma de vida vegetal,
animal o agente patógeno potencialmente dañino para plantas y/o productos
derivados. Pueden ser insectos, malezas, bacterias, hongos, nematodos,
roedores, babosas, moluscos, aves y otros animales y/o plantas.
Son muchas las ventajas del control biológico. Por ejemplo, es poco o ninguno el
impacto colateral nocivo producido a otros organismos, incluso al hombre; es rara
la generación de casos de resistencia; los tratamientos con insecticidas
disminuyen progresivamente y con el tiempo pueden ser reducidos totalmente. A
su vez, la relación costo/beneficio es favorable a mediano plazo (2-3 años). No se
debe dejar de lado el hecho de que evita plagas secundarias y problema de
intoxicaciones.
Los aliados del agricultor en el marco de un MIP son los organismos conocidos
como fauna y flora benéfica, biocontroladores o enemigos naturales, por citar
algunas de sus denominaciones. Actúan sobre insectos, malezas y hongos
ayudando a mantener niveles relativamente aceptables de plagas en las
plantaciones. Con ellos, el agricultor consigue desarrollar un control biológico. A
También los controladores de insectos, los controladores de insectos son varios.
Los depredadores atrapan y devoran a su presa (artrópodos); los parasitoides se
alimentan de un hospedante, en este caso de una plaga; los entomopatógenos
son hongos, bacterias, virus y microorganismos que provocan enfermedades a los
insectos. Finalmente, los competidores influyen por su interacción sobre especies
(plantas alelopáticas y cultivos trampas).