Está en la página 1de 1

Puñalada de olvido

Acostado sobre la cama abrazo la almohada, imaginando que es ella, y la acaricio como si
de su cabello se tratara. No creo que sea algo extraño, muchas personas desean el amor
de una persona específica, aquella que perdura día, tarde, y noche. Incluso hasta en los
sueños, aquel sector donde el cerebro nos transporta, y representa todo lo que sintamos.
En mi caso, ésta vez me llevó hacia un castillo, donde nos encontrábamos todos,
compañeros del colegio, y amistades de aquel viaje. Me encontraba en soledad, viendo
como yo era inexistente para ella, e intentando llamar su atención, corriendo, y hasta
peleándome con un compañero, todo sin caso. Recorriendo las inmensas salas del castillo,
solo entre la multitud, llegamos a una pileta, que se encontraba unos cuatro escalones por
encima, como mis sueños solo tienen un enfoque, de forma predecible se encontraba ella
por encima del segundo escalón, a unos siete metros de mi. Alta, imponente, y siempre
acompañada de sus amigas, sin embargo, esta vez aquella premisa no fue cumplida. Se
encontraba acompañada de un chico, de rostro desconocido que me daba la espalda como
ella.
Él le hablaba, y Lourdes, dejando atrás su desprecio hacia todo, comenzó a emitir un aura
de felicidad, que se manifestaba en risas y miradas fijas a éste chico. La ansiedad me
crecía por dentro, y buscaba nacer en forma de lágrimas, que nada le envidiarían a un frío
diluvio de invierno. Ver su alegre rostro era un espectáculo de belleza, en el que ella lo era
todo. Más tarde, a la salida del castillo, todos se dirigieron a la cuadra del frente, donde
parecía haber una fiesta, o algo. Me junté con unos amigos para subirme un poco el ánimo,
y cruzamos la cuadra entre chistes y risas. Fueron unas risas pasajeras, como pude creer
que eso iba a terminar de esa forma, como dije antes, mis sueños tienen solo un enfoque.
Al subir unas escaleras, nos dirigimos al balcón del patio, que apuntaba hacia una pileta, y
mirando hacia abajo, se encontraba ella en la pileta, sentada sobre, y frente al chico,
abrazándolo y besándolo. Su rostro mostraba una pasión incomparable a su alrededor, y
estaba enfocada solo en él, y él en ella. No fue sino hasta el momento en el que el chico
comenzó a besarla en el cuello, cuando sentí la puñalada más dolorosa, por ver el rostro de
Lourdes mirarme como si fuera un completo desconocido, con el que sólo cruzó una mirada
destinada a ser olvidada.

También podría gustarte