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El Origen del Dinero, de Carl Menger

Iván Carriño / lunes 1 de septiembre de 2014 / 3 Comentarios

En 1892, el economista austriaco Carl Menger publicó en The Economic Journal una teoría del origen del dinero
que luego se transformaría en el conocimiento generalmente aceptado sobre la materia.
El trabajo, titulado “El Origen del Dinero” comienza preguntándose por qué es que algunas mercancías,
aparentemente insignificantes por sí mismas, se transformaban en medios de cambio generalmente aceptados.
Cómo era posible que, una persona, una vez que satisfacía su necesidad de un bien particular, seguía
demandándolo en exceso de esa necesidad; es decir, lo demandaba para intercambiar.
La primera teoría que explora Menger es aquella que sostenían Aristóteles y Platón, que atribuía a la autoridad
vigente la creación del dinero. Sin embargo, el austriaco se pregunta: si esa es la realidad, ¿cómo es posible
que no haya en ningún lado un monumento histórico recordando tan importante suceso? Por otro lado, incluso
asumiendo que la autoridad definió que el oro iba a ser el dinero comúnmente aceptado por las personas ¿cómo
hizo para definir al oro por sobre las demás mercancías que podían ser elegibles como dinero?
Es necesaria otra teoría. Entonces Menger formula la teoría de la liquidez de los bienes. Para ello, nos remonta
hasta el principio de los tiempos donde la gente se manejaba con trueque. Es decir, con intercambios directos.
En este contexto, el individuo A que quería un bien B, debía encontrar a un individuo C que tuviera en su poder
el bien B y:
1. Que estuviera dispuesto a intercambiarlo.
2. Que estuviera dispuesto a intercambiarlo por un bien D que A tuviera en su poder y estuviera, a su
vez, dispuesto a ofrecer a cambio.
Además de todo esto, incluso llegado el caso que todo esto sucediera, todavía faltaba que A y C se conocieran,
¡lo que podría no suceder jamás!
Como se ve, si “algo” no “surgía”, el comercio se iba a ver bastante dificultado en el futuro. Finalmente, ese
“algo” que “surgió”, no lo hizo por el mandato de una ley, sino por la naturaleza misma de las cosas: los grados
de liquidez.
¿Y qué es la liquidez? Según explica Menger, la liquidez proviene de la diferencia entre los dos precios que
tienen todas las mercancías. Esto puede llamar la atención, pero a lo que se refiere el autor es a que toda
mercancía difícilmente tenga un solo precio. Un ejemplo bastará: si una persona compra un reloj por, digamos,
una moneda de oro ¿por cuánto podría venderlo luego de comprarlo? Es razonable pensar que difícilmente lo
pueda vender al mismo precio de compra (una cosa es un reloj ofrecido por una casa especializada, y otra un
reloj que ofrece un señor cualquiera). Para los bienes que se comercian en el mercado, entonces, siempre hay
dos precios: el precio solicitado (aquél al que se quiere vender una mercancía dada), y el precio ofrecido (aquél
que se está dispuesto a pagar por dicha mercancía).
La liquidez, entonces, está dada por la diferencia entre estos dos precios. Si la diferencia es pequeña, eso
quiere decir que el comprador de una mercadería podrá desprenderse de ella a un precio que le signifique un
sacrificio menor respecto de uno que tenga que comprar y vender una mercadería con una diferencia entre
precio solicitado y precio ofrecido mayor.
Por poner un ejemplo actual, piénsese en el precio del dólar en el mercado paralelo. Al día de hoy, uno ve que
el precio solicitado es de $ 14,20, mientras que el precio solicitado es de $ 14,10. Esto quiere decir que el
sacrificio por comprar y vender dólares es de 10 centavos. Una diferencia pequeña si se la compara con, por
ejemplo, un sol peruano. En este sentido, decimos que el dólar es mucho más líquido que el sol peruano y, por
supuesto, que es mucho más líquido que un auto cero kilómetros.
En resumen, cuanto menor sea el margen de diferencia entre el precio solicitado y el precio ofrecido, mayor
será la liquidez de la mercancía. En términos prácticos, un bien será más líquido cuanto más fácil sea
desprenderse de él, es decir, cuánto menor pérdida haya que sufrir a la hora de entregarlos. A esto se refiere
Menger cuando habla de vender a “precios económicos”. Vender a un precio económico implica vender a una
pérdida menor en términos relativos. La mercancía que se venda con la menor pérdida, entonces, será la más
líquida.
Se entiende que para que esta liquidez aparezca debemos estar hablando de una mercadería altamente
demandada, puesto que, si la mercadería no tiene demanda, entonces no solo va a costar dinero desprenderse
de ella, sino que hasta puede costar años.
La experiencia fue mostrando que aquellos que poseían mercancías más líquidas tenían más facilidad para
intercambiar bienes en el mercado. Al mercado, de hecho, muchos asistirán para intercambiar bienes menos
líquidos por bienes más líquidos. Así, si bien un individuo puede no satisfacer una necesidad de manera directa,
al intercambiar un bien menos líquido por uno más líquido, está más cerca de conseguir el bien que satisfará
su verdadera necesidad, ya que ese bien más líquido es más fácilmente comercializable que el que tenía
previamente.
Es así, entonces, como los bienes más líquidos del mercado (históricamente, la sal, el tabaco, el oro, la plata)
van transformándose en medios de cambio generalmente aceptados. Este proceso, entonces, no emana de la
cabeza de alguna autoridad superior, ni es producto de una convención, sino que más bien surge como un
orden espontáneo en el cual algunos pioneros individuos fueron, persiguiendo sus propios intereses, mejorando
su condición particular y otros, con el mismo interés de mejorar, los fueron imitando.
Ahora bien, si es cierto que los bienes más líquidos terminaron convirtiéndose en dinero ¿quiere decir que los
metales preciosos (el primer dinero por excelencia) eran los bienes más líquidos del mercado? Si es así ¿Por
qué?
Carl Menger, además de hablar del dinero, también es uno de los precursores de la teoría subjetiva del valor,
por lo que una primera respuesta sería que el oro y la plata eran los bienes más demandados por la gente (por
el mercado) y que, por ello, eran los más líquidos. Sin embargo, no duda en describir ciertas características
objetivas propias de estos metales que incrementaban su demanda. Entre ellas, su divisibilidad, el bajo costo
de transporte, su durabilidad y el bajo costo de almacenamiento.
Así, nuevamente refuerza Menger la idea de que los individuos, al perseguir su interés personal en la búsqueda
de mejorar su comercio, acudieron a estas mercaderías más líquidas y dieron origen a los metales preciosos
como medios de intercambio generalmente aceptados.
Muchos años después los gobiernos tomarían el control del dinero e intentarían torcer la historia. Pero ese es
otro tema. Además, el origen del dinero no podrá ser modificado.

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