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LA INMIGRACIÓN O LAS PARADOJAS DE LA ALTERIDAD

ABDELMALEK SAYAD

¿QUÉ ES UN INMIGRANTE?*

Una de las características fundamentales del fenómeno de la inmigración es que, salvo algunas
situaciones excepcionales, contribuye a ocultarse a sí mismo su propia verdad al no siempre llegar a
conciliar el derecho y el hecho, la inmigración está condenada a engendrar una situación que parece
asignarla a una doble contradicción, ya no se sabe si es un estado provisional que gusta prolongar
indefinidamente o, por el contrario, si es un estado más duradero pero que gusta vivir con un intenso
sentimiento de temporalidad. , según las circunstancias, entre el estado provisional que lo define de
derecho y la situación duradera que lo caracteriza de hecho, La situación del inmigrante se presta,
no sin cierta ambigüedad, a una doble interpretación: ahora, como para no confesar en sí misma la
forma casi definitiva que adopta la inmigración cada vez con mayor frecuencia, lo único que se tiene
en cuenta como inmigrante es su carácter eminentemente provisional (por ley); ahora, por el
contrario, como si fuera necesario contradecir la definición oficial del estado inmigrante como
estado provisional, se insiste con razón en la tendencia actual que tienen los inmigrantes a
"instalarse" de manera cada vez más duradera en su condición de inmigrantes Porque se encuentra
dividida entre estas dos representaciones contradictorias que busca contradecir, todo sucede como
si la inmigración necesitara, para perpetuarse y reproducirse, ignorarse (o hacerse

* Este artículo fue publicado en Peuples méditerranéens, n. 7, abril-junio. 1979, págs. 3-23.

cuenta que se ignora) y ser ignorada como provisional y, al mismo tiempo, no confesada como
trasplante definitivo. Del mismo modo que se impone a todos los inmigrantes, por supuesto, pero
también a la sociedad que los acoge, así como a la sociedad de la que proceden, esta contradicción
fundamental, que parece ser constitutiva de la condición misma del inmigrante , impone a todos la
manu - intención de la ilusión colectiva de un estado que no es ni temporal ni permanente, o lo que
es lo mismo, de un estado que ahora sólo se admite como provisional (por ley), a condición de que
este "provisional" puede durar indefinidamente, a veces como definitivo (de hecho), a condición de
que este "definitivo" nunca se declare como tal. Y, si todos los actores que intervienen en la
inmigración acaban comulgando con esta ilusión, es sin duda porque permite a cada uno componer
con las contradicciones propias del puesto que ocupa, y ello sin tener la sensación de vulnerar las
categorías habituales por las que el otros se piensan y se constituyen como inmigrantes, o incluso
por lo que ellos mismos piensan y se constituyen. Son, en primer lugar, los primeros interesados, los
propios inmigrantes que, habiendo entrado como subrepticia y provisionalmente (como pensaban)
en una sociedad que sienten hostil, necesitan convencerse, a veces contra la evidencia, de que esa
su condición es efectivamente provisional: no puede ser esa insoportable antinomia (situación
teóricamente provisional pero que, de hecho, objetivamente se presenta como prácticamente
definitiva) que les muestra su experiencia y su itinerario como inmigrantes. Son, pues, las
comunidades de origen (cuando no la sociedad de emigración en su conjunto) las que pretenden
considerar a sus emigrantes como simplemente ausentes: por prolongada que sea su ausencia, estos
últimos son evidentemente llamados (cuando no por necesidad) para volver, idénticos a lo que eran,
al lugar que nunca debieron abandonar y que sólo abandonaron temporalmente. Es, finalmente, la
sociedad de extranjería que, si bien ha definido un estatuto para el trabajador inmigrante que le
instala temporalmente como extranjero (por ley, aunque no siempre sea así, o, si es poco, de hecho)
y que, por tanto, niega el todo derecho a una presencia que se reconoce como permanente, es decir,
que existe de otro modo que en la modalidad de lo provisional continuo y de otro modo que en la
modalidad de una presencia solo tolerada ( por antigua que sea esta tolerancia), consiente en
tratarla, al menos mientras encuentre algún interés en ella, como si esta provisional pudiera ser
definitiva o prolongarse indefinidamente.

Mientras la expansión económica, gran consumidora de inmigración, necesitaba de mano de obra


inmigrante permanente y en aumento, todo concurría para asentarse y hacer partícipes a todos de
la ilusión colectiva que se había gestado.

se encuentra en la base de la inmigración. En efecto, emanando de todos los horizontes políticos y


sociales (patronales en primer lugar, hombres en el poder, pero también, y por razones ciertamente
distintas a las de los principales beneficiarios de la inmigración, partidos políticos y sindicatos de
izquierda), sólo se vio entonces -y durante décadas- proclamas y declaraciones que, todas ellas,
querían ser tranquilizadoras; Cualesquiera que sean los sentimientos que uno pueda albergar y las
opiniones que uno pueda tener en relación con los inmigrantes, la gente seguía afirmando que eran
necesarios, si no indispensables, para la economía francesa e incluso para la demografía. El resultado
de todo esto fue que todos llegaron a creer que los inmigrantes tenían su lugar duradero, un lugar
en los márgenes y en la base de la jerarquía social, cierto, pero un lugar duradero; ya sea
reconociendo la utilidad económica y social de los inmigrantes, es decir, las "ventajas" que ofrecían
a la economía que los utilizó, ya sea agradeciéndoles (al menos verbalmente) o incluso defendiendo
sus derechos (los que ya han sido adquiridos o aquellos que necesitan ser conquistados, como, por
ejemplo, el derecho a “seguir como inmigrantes”); o bien, etiquetándolos de parásitos y
considerando que nada se les debe, se deplora el alto "costo social" que su presencia impone a la
sociedad, al mismo tiempo que gusta afirmar, a sus espaldas (es decir, en un camino fácil), las
virtudes con las que se gratifica la sociedad receptora y con las que se gratifica a sí mismo, de este
modo (virtud de las tradiciones políticas y sociales que todos quieren que sea humanitaria, liberal,
igualitaria, etc.). Así, la garantía de permanencia y continuidad de la presencia del inmigrante es
compartida por todos y sobre todo por los propios inmigrantes².

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1. Ciertamente, aun si nos mantenemos escépticos sobre la validez de los resultados y sobre los efectos
persuasivos de la contabilidad costurera de los "costos y ventajas" comparativos de la inmigración, sólo
podemos dejar el cuidado de decidir entre posiciones extremas que, una vez determinadas (o en lucha) entre
sí, deben su "verdad" sólo, directamente o por reacción, a supuestos ideológicos y no a argumentos científicos:
cf. para ello nuestro artículo, "Coûts et profits de l'immigration, les presuposés politiques d'un débat
économique", Acte de la recherche en sciences sociales, n. 61 de marzo 1986, págs. 79-82.

2. Esta certeza, de la que los inmigrantes no siempre estaban seguros -porque, como nunca se adquiere de
una vez por todas, supone un trabajo continuo de reafirmación-, no excluye las angustias, los miedos
fantasmales habitados por el miedo a lo siempre posible eventualidad de una "expulsión" masiva: "y si nos
devolvieran a casa...; en todo caso, no estamos en casa, principalmente porque nosotros (presuntos:
argelinos), elegimos, hicimos todo para no estar en casa, aquí, en Francia... qué dirías de un extranjero que
llega a tu casa y se instala como si estuvieras en su casa..., ¡siempre puedes echarlo!... nosotros no ¡estamos
en nuestra patria!..." Todo sucede como si la situación de hoy tuviera el efecto de reavivar, incluso entre los
inmigrantes que tienen más "seguridad" de la perpetuidad de su condición de inmigrantes, y especialmente
entre éstos, el temor a la "calamidad de la expulsión", dando así razón a la percepción espontánea, instintiva,
emocional, irracional, podríamos decir (frente al análisis "científico" que concluye a partir de consideraciones
económicas

Adquirida esta certeza, los inmigrantes comenzaron a tomar la costumbre de reclamar, de manera
extrema, podríamos decir, su derecho a una existencia plena y ya no sólo sus derechos parciales
como trabajadores inmigrantes. Al alejarse de los límites que les habían sido otorgados, al superar
su rol de inmigrantes, dejaron, en cierta medida, de parecerse a la definición que se les dio. Era más
de lo que se podía tolerar que los inmigrantes siguieran siendo inmigrantes; por lo tanto, era
necesario volver a una definición más estricta de la inmigración y el inmigrante. Esta revisión parece
tanto más fácil de operar cuanto que las circunstancias actuales (al menos tal como se presentan),
porque no son de las que favorecen la inmigración y, mucho más, porque sirven de pretexto, con
razón o sin ella, para un reflujo de inmigrantes (desigualmente según su pertinencia nacional y según
sus características sociales, principalmente las adquiridas durante la inmigración) ya no puede
autorizar la serie de disimulos que alimentaron la inmigración en tiempos normales. Así, basta que
las circunstancias que dieron origen a la inmigración (es decir, las condiciones económicas) cambien
y, al cambiar, impongan una nueva valoración de los beneficios que se pueden sacar de los
inmigrantes, para que resurja naturalmente, frente a la ilusión colectiva que permitió perpetuar la
inmigración, la primera definición del inmigrante como trabajador temporal y de la inmigración
como estancia literalmente temporal.

Al mismo tiempo que se hace esta confesión de la temporalidad -que todos convienen en ocultar en
tiempos normales-, también se desvela la verdad objetiva de lo que es la inmigración y lo que es un
inmigrante (o un aspecto de esta verdad). Esta verdad es la misma que rige el balance contable que
se hace de los "costos y ventajas comparativas" de la inmigración; cuáles son las "ventajas" de
recurrir a mano de obra inmigrante y cuáles son los "costes" que se pagan por el uso de esta mano
de obra, entendiendo por supuesto "ventajas" y "costos" en todos los sentidos de estos términos (y
no sólo en el sentido económico)? Si bien ya no termina de enumerar las "ventajas" y los "costos"
que considera -sin duda porque no siempre hay acuerdo sobre la definición o, más precisamente,
sobre las definiciones que se deben dar a estos términos³-, esta técnica,

o políticas la permanencia de la inmigración y la estabilidad de los inmigrantes), que los inmigrantes


tienen desde la precariedad de su situación.

3. Aunque nunca podemos estar seguros de que pueda ser exhaustivo, como nunca podemos estar
seguros de la exactitud de las valoraciones a las que llega, si no de la posibilidad de algunas de esas
valoraciones o de la posibilidad de evaluarlo todo, el método de análisis que consiste en relevar los
efectos de la inmigración alcanzó excelentes resultados: permitió, en particular, identificar un
número creciente de factores que no siempre aparecen con claridad; constituye, por tanto, una
excelente

¿QUÉ ES UN INMIGRANTE?
La aproximación a la teoría económica de la inmigración. Pero, contrariamente a este método de
investigación pura de las incidencias de la inmigración (incidencias de todo tipo) y porque se
distancia de ella, la “manera de tratar los problemas migratorios en términos complementarios o
antitéticos de costos y ventajas trae algunas salvedades, algunas de de orden epistemológico, otras
de orden práctico" (cf., entre otras referencias, N, Scott, Principes d'une analyse compare des coûts
et des avantages des migrations de main-d'oeuvre, OCDE, seminario de Atenas, oct. , 1966; "Grandes
lignes d'une méthode pour l'analyse des coûts et des avantages des migrations de main-d'oeuvre",
en Bulletin de l'Institut inter-nacional d'études sociales, 2 de febrero de 1967, págs. 55-72;E, J.
Mirshan, "Does Immigration Confer Economic Benefits on the Host Country?", en Economic Issues
in Immigration, Institute of Economic Affairs, 1970, pp. 91-122;G, Tapinos, L' Économie des
migraciones internacionales, Presses de la F.N.S.P., 1974, 287 pp.: Anicet Le Pors, Immigration et
développement économique et social, París, Documentation française, 1977, 364 pp.).

1) En primer lugar, por muy útiles que sean los resultados que arroja el método, no hay que olvidar
que hacer un balance mecánico de los efectos de la inmigración (incluso los menos visibles o más
difíciles de cuantificar, o aquellos cuyo alcance es más lejano) y desglosarlos en "costos" y
"beneficios" (y esto para cada una de las partes en cuestión: la sociedad y economía que utiliza mano
de obra inmigrante, la sociedad de origen y su economía, los inmigrantes) no es en definitiva más
que un resumen, en términos contables, del brutal inventario que una determinada teoría
económica (es decir, la teoría del equilibrio general) acabó imponiendo.

2º) Además, la definición dada de "ventajas" y "costes", aunque se corrija, aunque se afine y se
atenúe, en particular con la distinción introducida entre efectos cuantitativos (es decir, estrictamente
económicos) y efectos cualitativos ( es decir, en términos generales, todas las demás implicaciones
(sociales, políticas, culturales, etc.) de la inmigración y entre los efectos a corto plazo y los efectos a
más largo plazo, sigue siendo demasiado absoluta: mientras que cada uno de los elementos del
marco de referencia que ofrece la inmigración se define inmutablemente como "ventaja" o "costo",
de hecho todos ellos sujetos a interpretaciones contradictorias; "beneficios" aquí, "costos" allá, o
incluso "beneficios" para unos y "costos" para otros, la impresión que prevalece es la de una
construcción con fines polémicos: uno de los mejores ejemplos de esta polémica impuesta (por
razón de las divergencias que suscita la inmigración) lo aportan las conclusiones radicalmente
opuestas a las que se llega, partiendo de puntos prácticamente idénticos, en los informes conocidos
como "Rapport général Anicet Le Pors" (cf. op. cit.) y "Rapport Fernand Icart" (Le Coût social des
travailleurs étrangers en France, resumen, Asamblea Nacional, 1976, 123 pp.) Se Anicet Le Pors,
inspector de finanzas, antiguo alumno de la ENA (Escuela Nacional de Administración) y miembro
de mayor influencia del Partido Comunista Francés, al retomar el problema de los "costes y
beneficios" de la inmigración desde su punto de vista, procede de una valoración del coste social de
los inmigrantes que contradice las ideas establecidas así como un gran número de tesis comúnmente
aceptadas y trae así a prueba el carácter relativo de la distinción que a la gente le gusta establecer,
de una vez por todas, entre "ventajas" y "costos", el diputado F. Icart se dedica a una evaluación
simétrica en todos los puntos, colocando a veces entre los "costos" lo que su rival trataba como
"ventajas" .

34) Los "costos y beneficios" fueron establecidos y calculados, en primer lugar, por la sociedad de
inmigración. Pero, ¿no tenderíamos a trasladar nuestros problemas y nuestras técnicas de
evaluación a la sociedad de la emigración, y eso sin preguntarnos siempre por la validez de la
operación y las consecuencias que conlleva? Excesiva de etnocentrismo, totalmente inadecuada a la
hora de apreciar los efectos más propiamente sociológicos (es decir, cualitativos) de la emigración,
la transposición descontrolada del método ignora la especificidad de la economía de las sociedades
de origen de los emigrantes: si en el caso de la economía desarrollada en las sociedades de
inmigración, es casi un postulado afirmar la primacía del cálculo, ya que todo es (idealmente)
medible y calculable y, de hecho, todo o casi todo se mide o calcula, en el caso de la economía de
los países subdesarrollados. (ya que esta es la realidad económica de la mayoría de los países de
emigración) se privilegiaría más la calidad, que escapa a todo cálculo. ¿Cómo, entonces, llevar a cabo
el desafío que consiste en calcular (es decir, evaluar los "costos" y los "beneficios") lo que por
definición es incalculable? ¿Cómo, por ejemplo, medir los efectos cualitativos de lo que es, en este
caso, la ausencia (es decir, la emigración)? Cómo tasar, en el mismo acto y al mismo tiempo que se
tasa la cantidad de dinero introducida con la

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que es, en principio, tan antiguo como la inmigración misma, traiciona la función atribuida a los
inmigrantes y el sentido que se quiere reservar a la inmigración: inmigración e inmigrantes sólo
tienen sentido y razón de ser si el doble entramado erigido con el fin de dar cuenta para que los
"costos" y los "beneficios" presenten un balance positivo - idealmente, la inmigración debería
implicar sólo "ventajas" y, en última instancia, ningún "costo". ¿Cómo maximizar las "ventajas"
(principalmente las ventajas económicas) de la inmigración, mientras se reduce al mínimo el "coste"
(en particular, el costo social y cultural) que impone la presencia de inmigrantes? Esta es una
formulación que, al tiempo que condensa en sí misma toda la historia del fenómeno de la
inmigración, revela la función objetiva (es decir, secreta) de las normas aplicadas a los inmigrantes:
cambiantes según las circunstancias, según las poblaciones relativas. imponer a todos la definición
constituida según las necesidades del momento. En efecto, nadie puede escapar al hecho de que,
en el fondo, es una determinada definición de inmigración y de inmigrantes lo que

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la emigración (que suele ser percibida como una "ventaja" para la sociedad que recibe este dinero), los efectos
que la generalización del uso del dinero puede tener a la larga sobre la economía campesina tradicional? De
hecho, es el estado mismo de la economía (en el sentido en que la entendemos en un sistema económico
desarrollado) lo que está en cuestión.

4) Todavía se puede hacer otra crítica a este método, siendo concebido y probado sólo desde el punto de vista
de la economía al servicio de la cual se ponen los inmigrantes, opera, implícita y a veces explícitamente, como
si las "ventajas" de una de las dos partes (la sociedad de inmigración o la sociedad de emigración) correspondía
necesariamente a los "costos" sufridos por la otra parte: así, los "beneficios" aportados por los inmigrantes
serían sólo los que se pagaran con algún "costo" por su sociedad de origen (así el par "ventaja"/"coste" se
constituye así: por un lado, la "ventaja" que representa una mano de obra inmigrante en la edad adulta y, por
otro lado, por otro lado, el " coste" de creación, como suele decirse, con el que tiene que lijar el país de origen)
y, por el contrario, no existe ningún "coste" imputable al hecho de utilizar una mano de obra inmigrante que
no corresponda, para los países de emigración, a alguna "ventaja" económica y social. Esta manera absoluta
de transponer la definición absoluta de "costo" y "ventaja", constituidos en adelante como solidarios entre sí
e igualmente solidarios con ambos sistemas económicos (inmigración y emigración), impide percibir que lo
que puede ser considerado como una "ventaja hoy, es decir, en un momento dado de la historia de la
inmigración en un caso y de la emigración en otro (o incluso en un momento dado del estado de una u otra
de estas sociedades y del estado de las relaciones de poder que se instalan entre ellos con motivo de la relación
migratoria), puede revelarse como un “costo” mañana; asimismo, lo que era (o sigue siendo) "costo" puede (o
podría) convertirse en "ventaja". Así, para ambos socios, pero más fundamentalmente para el país de
emigración, bastaría un cambio de perspectiva o un cambio político (sobre todo en términos de desarrollo)
para que se convirtieran en "costes" o problemas objetivos que, antes, en circunstancias particulares, se
definió como "ventajas". En el fondo, lo que nunca se explicita es que se negocia la definición de "ventaja" y
"costo"; refleja el estado de una relación de fuerzas: cada parte trabaja para convencer a su socio de que
encuentra en el fenómeno migratorio una "ventaja" mayor o, al menos, una suma de "ventajas" que compensa
ampliamente los inconvenientes que le resultan. ; ventajas siempre renovadas para poner en beneficio del
otro. Trabajar, por un lado, para maximizar las ventajas atribuidas a su pareja y, por otro lado, enmascarar sus
propias ventajas o minimizarlas: es a partir de este trabajo de imposición que resulta la definición de lo que
significa, cada vez. , por "beneficios" y "costos".

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se cuestiona a través del trabajo, que es a la vez legal -derechos que deben ser reconocidos al
inmigrante, ya que residirá y trabajará en Francia (derechos de nacionalidad)-, político -acuerdos
laborales, convenios acuerdos bilaterales celebrados con los países de emigración (definiendo
siempre de forma diferente las condiciones de entrada, estancia y trabajo en Francia, estos contratos
dan lugar a estatutos diferentes que sólo consagran, en definitiva, las diferencias que existen o las
variaciones que se producen en las relaciones de poder entre Francia y los países de origen ) - y
sociales - acciones diversas que contribuyen a una mejor adaptación de la población inmigrante -
realizadas sobre las personas de los inmigrantes. Sin duda por la distancia que se ha vuelto
insoportable, a pesar del trabajo así realizado, entre, por un lado, la concepción que se suele tener
(o que adoptan notablemente los empresarios) de la inmigración -es decir, que tiene una función
exclusivamente económica y técnica- y, por otro lado, la realidad actual de la inmigración (que, por
el "coste social" y, de manera accesoria, crecientemente cultural que impone, contradice esta
concepción), nunca quizás la contradicción misma a la inmigración o lo que podría llamarse política
de inmigración fue tan evidente como lo fue en este período caracterizado por la crisis económica,
el desempleo y dificultades de todo tipo. al final

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fingiendo que sólo hoy lo estamos descubriendo, estamos jugando con esta contradicción
para orientar la inmigración en la mejor dirección para los intereses, materiales y simbólicos,
que nos atribuimos: es esto lo que inspira las palabras que se hablan hoy en día sobre los
inmigrantes. o sobre inmigrantes*; es lo que sirve de pretexto a las prácticas cotidianas en
relación con los inmigrantes, así como a
4. En la coyuntura actual, podemos decir que no existe un discurso sobre el desempleo que no sea a la vez un
discurso sobre los inmigrantes, o más bien, sobre la relación causa-efecto que, a veces, sólo se sugiere, pero
que, al mismo tiempo, otras veces, a veces, se dice explícitamente, entre inmigración y desempleo. “En un país
que tiene dos millones de trabajadores inmigrantes, no debería surgir el problema del desempleo”. (J. Chirac).
A veces es para indignarse y escandalizarse; y, cuando se finge asombro e incomprensión, es para sospechar
mejor que los inmigrantes son nocivos para el interés nacional (y esto con la complicidad de sus "amigos",
entre los que aparecen, mezclados, primero, los militantes, los comerciantes sindicalistas e intelectuales de
izquierda, eclesiásticos y luego capos, así como políticos u hombres de poder que son considerados
"favorables" a los inmigrantes): "Los inmigrantes toman el trabajo de los franceses..., por lo tanto, les roban el
pan a los franceses "; "se trata de sustituir la mano de obra nacional (implicada con el desempleo) por
inmigrantes" (R. Barre), "la preocupación del gobierno francés es reducir el número de trabajadores
inmigrantes en Francia" (L. Stoléru, 28 sep. 1978 ), o incluso "no vale la pena fanfarronear en el extranjero
cuando no somos capaces de recoger la basura en nuestro propio país" (L. Storélu): "Las regiones que reciben
muchos inmigrantes no deben esperar ayuda del gobierno" (Ministro de la Industria), etc. A veces, por el
contrario, se trata de hacer un esfuerzo (sinceramente o por pura circunstancia) para tranquilizar a los
inmigrantes: "Un inmigrante no es una persona que es deportada... es un hombre que viene a nuestro país
con una esperanza, la de participar en la vida económica de un país que es la tierra del trabajo, la tierra de la
libertad..." (P. Dijoud, en los Dossiers de l'écran, 14 de enero de 1975). “El país no debe explotar a los
trabajadores inmigrantes, sino darles los mismos derechos y las mismas oportunidades que da a los
trabajadores franceses, y muchas veces más…” (P. Dijoud, presentación de su programa de 25 medidas en
1974), o de nuevo: "No sería correcto querer deshacerse de la mano de obra inmigrante que ha estado
trabajando para nosotros durante muchos años con el pretexto de que estamos pasando por dificultades
laborales" (L. Storélu, Le Figaro, 11 de septiembre de 1975) ; "Los trabajadores inmigrantes pueden atravesar
la crisis con nosotros, como nosotros" (L. Storélu, en televisión, 8 de noviembre de 1977), "La fraternidad
francesa se extiende a los trabajadores inmigrantes que contribuyen a nuestra producción y a nuestro
progreso" (V. Giscard d' Estaing, en el Consejo de Ministros, 9 oct. 1974), "Acompañaré personalmente la
ejecución del programa para mejorar las condiciones de vida de los trabajadores inmigrantes y su protección
social y cultural" (V. Giscard d'Estaing, jul. 1974 ). En todos los casos, sea cual sea el discurso, el resultado es el
mismo: por un lado, el inmigrante, es decir, el trabajador extranjero o la trabajadora extranjera, como
inmigrante sólo puede concebirse como indisolublemente ligado al trabajo (no existe inmigrante
desempleado, como diría R. Desnos); por otra parte, los franceses desempleados, o más bien los franceses
desempleados, aunque esta aproximación, que se presenta como un completo escándalo (escándalo
intelectual, social, moral y político), es de hecho cuestionable (intelectualmente), inexacta (socialmente). ),
injusto (moralmente), mezquino (políticamente), basta para desacreditar a los inmigrantes; suficiente para
producir e imponer a la opinión pública la ecuación simplista y falaz: inmigración y desempleo, una
contraverdad que tiene el efecto de responsabilizar a los inmigrantes del desempleo francés y, convirtiéndolos
en chivos expiatorios, presentando su salida como la solución más rápida a las dificultades laborales: " En un
país donde hay más de un millón de parados y dos millones de inmigrantes activos, la

la solución es simple: enviarlos de vuelta a casa". ANPE - Agencia Nacional de Empleo, que son siempre
relaciones de crisis, ya que explicitan la contradicción entre la calidad de inmigrante y la condición de inactivo,
etc.), en la actitud general adoptada hacia los inmigrantes (la

así como las decisiones administrativas que se tomen en relación con ellos”; es lo que sirve
de justificación a los textos legislativos que rigen la presencia de inmigrantes.
las circunstancias actuales, suscitando entre nosotros el sentimiento de que es necesario "solidarizarse" unos
con otros, no puede sino agudizar el racismo, la hostilidad general hacia el extranjero, hacia el inmigrante que
se presenta como competidor), que se percibe mejor el definición implícita que se fraguó de ellos, así como la
definición de la función que se les asignó. Por el trabajo, como proclama un empresario de Lorena, "su papel
es sacrificado". "Sacrificados" cuando están activos (su condición de inmigrantes afecta su promoción, su
educación, si no su salario); "sacrificados", principalmente, cuando están desempleados (su "sacrificio", si
pudiera disipar el miedo de los franceses, llegando entonces a la negación misma de su existencia). "En parte,
los contratamos para eso. En caso de crisis, cuentan menos que los nacionales" (Le Monde, 14 de diciembre
de 1971). Esta es, sin duda, la razón que había permitido no sólo la limitación del trabajo del inmigrante
(naturaleza autorizada y ámbito de actividad) sino también, en caso de crisis, que la incertidumbre que pesa
sobre su estancia fuera utilizada como pretexto para licenciarlo o hacer que se lo autorice. Parado en medio
de tantos otros, el inmigrante parado se diferencia de los demás parados (estos últimos, franceses), porque
nadie, a su alrededor, deja de hacerle sentir que "no tiene más sitio", que "no tiene demasiado", que "él es el
que ya no se necesita pero que todavía está enamorado"; cada uno de sus actos, cada una de sus iniciativas
con la Agencia Nacional de Empleo (ANPE), lugar donde se objetiva plenamente la verdad de la condición de
trabajador inmigrante, despierta en él una especie de sentimiento de culpa, el sentimiento que tiene de su
inconveniencia social, la ilegitimidad de su presencia. En la vida cotidiana, las exigencias que se le imponen
son percibidas por él, no sin razón, como otras tantas pruebas humillantes que revelan desconfianza hacia él;
señalarlo como sospechoso, a sus ojos, esta es la función objetiva de los múltiples controles de documentos
(que no siempre son controles policiales), de las desagradables exigencias burocráticas a las que está
sometido: tiene la obligación, a menudo inoportuna y, en el circunstancias actuales, no exento de cien excesos
de celo y manifestaciones de mal genio, de mostrar constantemente sus documentos, de presentar, por cada
uno de sus más mínimos gestos, en cualquier circunstancia y delante de todos (no sólo para la policía), prueba
de su identidad (documento de identidad), prueba de su presencia regular (permiso de estancia), prueba de
su domicilio (recibo de alquiler), su trabajo (hollerith), sus ingresos (recibos que pueden ser incluso la
exhibición de recibos personales). Un inmigrante: “Es increíble lo confiada que es esta sociedad. comerían su
pan [...] Con nosotros, los inmigrantes, esto da para mucho: inmediatamente es sospechoso, no es el
reglamento [...], con nosotros hay que demostrar que ganamos nuestro dinero, sin que estás robando, estás
mendigando, es lo mismo, empiezas a sospechar [...] Un inmigrante está hecho para trabajar, tienes que
demostrar que estás trabajando, si no trabajas, entonces ¿para qué sirves? [...] En el correo, para enviar tu
dinero [...], en la seguridad social [...], necesitas demostrar que ganaste tu dinero, que trabajas, quién no robó
[...] Incluso para morir, cuando no moriste en el trabajo, necesitas pro

var que funcionó; de lo contrario no puedes morir [...

6. Estas decisiones contribuyen al mismo resultado: provocar, de una forma u otra, de manera resignada o
impuesta, la salida de inmigrantes: "ayuda para el retorno" (en forma de el "millón de Storélu"); "ayuda por
salida voluntaria" (una prima de 50.000 francos) para los trabajadores del acero (Usinor-Longwy) pero que, en
el caso de los trabajadores del acero inmigrantes, está sujeta a la condición de que acumule con esta otra
ayuda, la "ayuda para el retorno”, y ser liberada según el mismo procedimiento que esta última (“ayuda para
el retorno” que acaba de ser invalidada por el Consejo de Estado, pero que continúa en vigor); “entrenamiento
para el retorno”. otra forma de deshacernos de los inmigrantes desempleados sin mucho daño,
convenciéndonos de que estamos liberados de cualquier obligación con ellos e incluso, al hacerlo, estamos
prestando un gran servicio y ayudando a sus países de origen; Restricciones a la reunificación familiar y
tentación.

subvenciones (tu entrada y tu estancia)?. Si la función de todo ello, tanto de los hechos como de los
discursos, aparece como un recordatorio para los inmigrantes de su condición de trabajadores a los
que sólo se tolera y se tolera provisionalmente, se trata de poder actuar sobre la realidad social (que
es decir, la inmigración) hasta someterlo a la definición que se le da: ¿cómo imponer la definición
más próxima al modelo ideal típico del inmigrante y la inmigración?

¿Cuál será entonces esa definición? Después de todo, ¿qué es un inmigrante? Un inmigrante es
esencialmente una fuerza de trabajo, y una fuerza de trabajo provisional, temporal, en tránsito. En
virtud de este principio, un trabajador inmigrante (siendo que trabajador e inmigrante son, en este
caso, casi un pleonasmo), incluso
"prohibir el trabajo" a las nuevas personas que llegan (esposas, hijos) o hacerles aceptar el hecho de estar
"prohibidos de trabajar" (la suspensión de la reunificación familiar fue anulada por el Consejo de Estado);
vigilancia extrema de la continuidad de la estancia del inmigrante y control estricto de las fechas de viaje para
detectar cualquier ausencia de Francia que supere la duración normal de los períodos autorizados; no
renovación o renovación condicional de los permisos de residencia (las condiciones para la renovación son
más draconianas que las condiciones requeridas al emitir el primer permiso de residencia: así, sucedió que a
los inmigrantes argelinos o a algunos de ellos se les pidió que presentaran los holeriths de tres años
consecutivos, cuando en 1969 era, para los inmigrantes argelinos, la fecha de alta en la seguridad social que
acreditaba los tres años de residencia necesarios para tener derecho a un certificado de residencia válido por
diez años), etc.; todo ello sin mencionar, por supuesto, las expulsiones, las negativas que, la mayoría de las
veces, tienen como pretexto motivos insignificantes.

7. Son los múltiples proyectos de ley n. 922 que modifica la Ordenanza de 2 de noviembre de 1945 relativa a
las condiciones de entrada y estancia de los extranjeros en Francia. Algunos de estos proyectos, que pretenden
legalizar las prácticas arbitrarias más actuales que controlan la "entrada de extranjeros (en realidad
inmigrantes) en territorio francés" y que regulan las condiciones en las que pueden permanecer y trabajar en
Francia, tienen al menos el mérito de siendo claro Al someter la entrada a Francia a un régimen discriminatorio,
dado que "puede prohibirse la entrada en territorio francés por motivos distintos de la falta de documentos y
visados exigidos por los convenios internacionales" (exposición explicativa más abajo), el proyecto de ley
conocido con el nombre de su promotor , el Ministro del Interior Christian Bonnet (bajo el gobierno de
Raymond Barre) en adelante divide el mundo en dos partes: un mundo geográfica y demográficamente
minoritario pero mayoritario en todos los demás aspectos (económico, político, militar, científico, etc.); este
mundo corresponde aproximadamente a los países industrializados que son también países de inmigración,
los únicos dignos de producir turistas porque, allí, las convenciones internacionales (las que vinculan a los
países de la Comunidad Económica Europea, por ejemplo) prohibirían que la ley prohibiera "entrada en
territorio francés por razones distintas de las exigidas por los convenios internacionales" - podemos dudar si
se requiere un estadounidense o un canadiense, un belga o un alemán, un australiano o incluso un japonés
para justificar, por ejemplo, "medios suficientes de existencia”, como se hace con cualquier persona de un país
subdesarrollado, especialmente si ese país proporciona emigrantes-; otro mundo, éste minoritario en todo
(aunque sea mayoritario geográfica y demográficamente), "indigno", por razones que no son sólo económicas
- son sociales, políticas, culturales, todas acumuladas en la percepción que uno tiene del Extranjero del Tercer
Mundo (hacen esa percepción)-, de producir turistas, capaces sólo de producir emigrantes; por ello, es
importante que la ley discrimine entre verdaderos turistas y falsos turistas y, entre estos últimos, los virtuales
inmigrantes contra quienes es necesario tener garantías Estas disposiciones policiales y muchas otras tienden
a reafirmar la subordinación de la situación del inmigrante a la definición que de él se haga ya la representación
que se haga de su condición.

54pag

Si naces para la vida (y para la inmigración) en inmigración, aunque te llamen a trabajar (como
inmigrante) durante toda tu vida en el país, aunque estés destinado a morir (en inmigración), como
inmigrante, es continúa siendo un trabajador definido y tratado como provisional, es decir, revocable
en cualquier momento. La permanencia autorizada del inmigrante está enteramente supeditada al
trabajo, única razón de ser que se le reconoce: ser inmigrante, primero, pero también como hombre,
quedando subordinada su calidad de hombre a su condición de inmigrante. Fue el trabajo el que dio
a luz al inmigrante, el que lo hizo existir; es él, cuando termina, quien hace “morir” al inmigrante,
quien decreta su negación o quien lo empuja hacia el no ser. Y este trabajo, que condiciona toda la
existencia del inmigrante, no es un trabajo cualquiera, no se encuentra en ninguna parte; es el
trabajo que le asigna el "mercado de trabajo para inmigrantes" y en el lugar donde se le asigna:
trabajos para inmigrantes que por lo tanto requieren inmigrantes; inmigrantes por puestos de
trabajo que se convierten así en puestos de trabajo para inmigrantes. Como el trabajo (definido para
los inmigrantes) es la justificación propia del inmigrante, esta justificación, es decir, en definitiva, el
propio inmigrante, desaparece en el momento en que desaparece el trabajo que los crea a ambos.
Se comprende entonces la dificultad, que no es sólo técnica, que se tiene para definir el paro en el
caso del inmigrante (¿hasta cuándo? ¿por cuánto tiempo?), la dificultad que se tiene para pensar la
conjunción del inmigrante y el paro. : ser inmigrante y desempleado es una paradoja. Y sin ir tan
lejos como para decir que esta situación es exactamente impensable, todavía se siente como un
escándalo para la mente, en primer lugar, aunque sea desde un punto de vista puramente
intelectual; la dificultad está, aquí, en conciliar objetos irreconciliables: desempleado e inmigrante
o, lo que es lo mismo, no trabajo con lo que sólo se concibe y sólo existe a través del trabajo.

Al fin y al cabo, un inmigrante sólo tiene razón de existir de forma provisional ya condición de que
se ajuste a lo que se espera de él; sólo está aquí y tiene su razón de ser en el trabajo y en el trabajo;
porque lo necesitas, mientras lo necesitas, para lo que lo necesitas y donde lo necesitas. //

Esto no es todo. Si la realidad de la inmigración es algo muy antiguo, el problema social que
constituye es relativamente independiente de esta realidad fenoménica, es decir, no está
necesariamente definido por la población en cuestión (es decir, el conjunto de personas que deben
presentar los rasgos específicos al inmigrante), es relativamente reciente; y tiene sus condiciones
sociales de posibilidad*. el pes-
8. Como todos los "problemas sociales", el de la inmigración no puede definirse por naturaleza propia. Herbert
Blumer demostró cómo varía según los tiempos y lugares lo que

55
la investigación sobre la inmigración, ese otro objeto aparentemente natural y totalmente evidente,
no podía ignorar que es también y sobre todo una investigación sobre la constitución de la
inmigración como problema social; ahí radica toda la dificultad de construir el objeto de
investigación en sociología. Durante mucho tiempo casi exclusiva de las ciencias jurídicas en todas
sus formas (sobre todo en el ámbito universitario, donde los primeros trabajos de investigación y las
primeras tesis sobre inmigración son trabajos de juristas y tesis sobre derecho), después de la
demografía, ya sea que provenga de los propios demógrafos o historiadores (demografía histórica),
o, más frecuentemente, geógrafos- las ciencias del espacio y las ciencias de la población, la geografía
y la demografía se vinculan en el estudio de la inmigración, ya que ésta consiste en el desplazamiento
de las poblaciones a través de todas las formas del espacio socialmente calificado (espacio
económico, espacio político en el doble sentido de espacio nacional y espacio de nacionalidad y
espacio geopolítico, espacio cultural sobre todo en sus dimensiones simbólicamente más
"importantes", el espacio lingüístico y el espacio religioso, etc.), la inmigración terminó, bajo la
influencia de varios factores, al constituirse como un "problema social" antes de convertirse en
objeto de la sociología. Más que cualquier otro objeto social, no hay otro discurso sobre el
inmigrante y la inmigración que no sea un discurso impuesto; más aún, es incluso toda la
problemática de la ciencia social de la inmigración la que es una problemática impuesta”. Esta
relación entre un grupo social y una serie de problemas sociales (inmigrantes y empleo o inmigrantes
y desempleo, inmigrantes y vivienda, inmigrantes y formación, inmigrantes
se constituye como "problemas sociales": un determinado "problema social" sólo puede aparecer mucho
tiempo después de la aparición del fenómeno que está designando y, muchas veces, desaparecer como tal,
aunque el fenómeno persista; Así, por ejemplo, la pobreza, que sólo se convirtió en un "problema social" grave
en los Estados Unidos durante la década de 1930, o incluso el racismo, que sólo se convirtió en un problema
social a partir de 1960 (cf. H. Blumer, " Social Problems as Collective Behavior ", Problemas Sociales, XVIII, n.
3, Invierno 1971, pp. 298-306); y, del mismo modo, podríamos añadir "infancia", "adolescencia" o "jóvenes",
"vejez", "mujeres", etc. (recordar solo las categorías más evidentes porque son más cercanas a lo biológico y,
aparentemente, más naturales). Para todos estos problemas de construcción de objetos en sociología, cf. P.
Bourdieu, J. C. Chamboredon y J. C. Passcron, Le Métier de sociologue, París-La Haye, Mouton-Bordas, 1968, y
P. Champagne, Rémi Lenoir, D. Merlié y L. Pinto, Initiation à la pratique sociologique, París, Dunod, 1989, 238
págs.

9. A. Sayad, "Tendencias y tendencias en las publicaciones de ciencias sociales sobre la inmigración a Francia
desde 1960", en Current Sociology, vol. 32, núm. 3, invierno de 1984, t. 2, pág. 219-251 (ver notadamente
págs. 237-251); ver também "Salud y equilibrio social entre inmigrantes", em Psicología Médica, 1981, 13, 11,
pp. 1747-1773 (ver notadamente p. 1748); e "Costos y beneficios de la inmigración, los presupuestos políticos
de un debate económico", Actes de la recherche en sciences sociales, n. 61, marzo de 1986, pág. 79-82.

56

o los hijos de los inmigrantes y la escuela, los inmigrantes y el derecho al voto, los inmigrantes y su
integración, los inmigrantes y la vuelta a su tierra y, para colmo, los inmigrantes y la vejez, o ¡los
viejos inmigrantes! etc.) constituye el indicio más claro de que el tema de investigación, tal como se
ordena y se conduce, está en consonancia y en continuidad directa con la percepción social que se
tiene de la inmigración y del inmigrante. Objeto sobre el que pesan numerosas "representaciones
colectivas", la inmigración se somete a estas representaciones que, como sabemos, "una vez
constituidas, se convierten en realidades parcialmente autónomas", con una eficacia tanto mayor
cuanto que estas mismas representaciones se corresponden entre sí. transformaciones objetivas,
pues éstas condicionan su surgimiento y determinan, del mismo modo, su contenido.

Al final, es toda la comprensión que tenemos de nuestro orden social y político, son todas las
categorías de nuestra comprensión política (y no sólo política) las que se tratan en las "percepciones
colectivas" que se encuentran en el principio de la definición del inmigrante y del discurso que
actualiza esta definición. ¿Cuál es esta definición? Sólo se acepta abandonar el universo familiar
(universo social, económico, político, cultural o moral, cuando no mental, etc.), al que se pertenece
"naturalmente" o al que se es "natural", por usar un lenguaje cercano al lenguaje jurídico-político
de la naturalización (o, mejor dicho, de la "naturalidad"); sólo se acepta emigrar y, como una cosa
lleva a la otra, sólo se acepta vivir en tierra ajena en país extranjero (es decir, emigrar), a condición
de que se convenza de que no es más que un calvario, transitorio por definición, una prueba que
lleva en sí misma su propia resolución. Correlativamente, sólo se acepta que hay inmigración y que
hay inmigrantes, es decir, sólo se acepta entrar en un universo al que no se es "natural" naturalmente
con las reservas de las mismas condiciones. Todas estas especificaciones por las que se define e
identifica al inmigrante encuentran su principio generador, su suma y su eficacia, así como su
justificación última, en el estatuto político que le es propio al inmigrante en cuanto no sólo
extranjero sino, más que es decir, un "no nacional" que, como tal, sólo puede ser excluido del campo
político. La política y la cortesía, y la cortesía sin duda más que la política, exigen una neutralidad
similar, que también se llama "obligación de reserva": la forma de cortesía que el extranjero debe
adoptar y que se siente obligado a adoptar -y, al mismo tiempo, límite, sólo debe adoptar esta
cortesía porque se siente obligado a adoptarla-, constituye una de esas malicias sociales (o malicias
de lo social) por las que se imponen
10. Cf. E. Durkheim, "Representaciones individuales y representaciones colectivas" (1924), em Sociologie et
philosophie, París, PUP, 1973.

57

imperativos políticos y se logra la sumisión a estos imperativos". de derecho) fundamental¹², la


distinción jurídica, es decir, reflexionada, pensada y confesada, que así es operada en el plano
político de manera totalmente decisiva, constituye como la justificación suprema de todas las demás
distinciones En efecto, porque todas estas distinciones son susceptibles Más que presentarse como
derivadas de la primera, están así fundadas en la razón (en oposición a la razón misma, ya que
reciben su explicación de ella, pero igualmente vis-à -vis razón política, social, económica y, más aún,
ética); al no ser el inmigrante un elemento nacional, ello justifica la economía de exigencias que se
le hacen en materia de igualdad de trato ante la ley y en la práctica”.

"Lo ideal" hubiera sido que, así definido, el inmigrante fuera una máquina pura, un sistema integrado
de palancas, pero, en este caso como en cualquier otro, "puesto que el hombre no es un espíritu
puro" -sabemos que para un mucho tiempo - y dado que el inmigrante no es puramente mecánico,
es necesario concederle un mínimo. Así, como trabajador, debe tener alojamiento, pero entonces el
peor de los alojamientos (que consigue él mismo) es ampliamente suficiente; como paciente,
necesita ser tratado (que por sí mismo, y quizás mucho más por la seguridad de "otros"), pero que
se haga de la manera más rápida y económica, sin tomar siempre el tiempo y el cuidado que un
determinado situación requiere requiere, especialmente en el caso de las enfermedades mentales
(que, en su mayor parte, son de origen sociológico o al menos implican una dimensión importante
11. Extorsionando lo esencial bajo el pretexto de exigir sólo lo accesorio o lo insignificante, imponiendo el
respeto de las formalidades para obtener todas las formas de respeto constitutivas de la sumisión al orden
establecido, las concesiones de cortesía sólo tienen un precio porque darán a luz a las concesiones políticas;
para todas las relaciones entre "política" y "cortesía", cf. P. Bourdieu, Esquisse d'une théorie de la pratique,
París, Librairie Droz, 1972, pp. 189-199.

12. Para un análisis más riguroso del principio constitutivo de división del orden social o incluso del principio
de constitución de grupos instituidos (es decir, opuestos a los grupos prácticos) sobre la base de "propiedades
comunes [...], de rasgos o experiencias que parecían incomparables sin el principio de pertinencia propio de
constituirlas como índices de pertenencia a la misma clase”, cf. P. Bourdieu, "Décrire et prescrire, note sur les
conditiones de possibilité et leslimits de l'efficacité politique", Actes de la recherche en sciences sociales, n.
38, mayo de 1981, págs. 69-71.

13. La discriminación legal (entre nacionales y no nacionales) requiere el reforzamiento de las discriminaciones
de hecho (es decir, las desigualdades sociales, económicas, culturales) y, a cambio, éstas encuentran
justificación y atribuyen legitimidad a la discriminación de derecho: esta lógica circular, según a la que se
apoyan mutuamente las situaciones de hecho y de derecho, se encuentra al principio de todas las
segregaciones (esclavitud, apartheid, colonización, inmigración, etc.) y de todas las dominaciones (el esclavo,
el negro, el colonizado, el inmigrante , la mujer, etc.) que generan racismo, negándose la igualdad de derecho
utilizando como pretexto las desigualdades de hecho, y la igualdad de hecho, a su vez, se torna imposible por
el derecho a la desigualdad.

58

son sociológicas); la mayor parte del tiempo casado y padre de familia, no sería posible prohibirle
que trajera consigo a su esposa e hijos, dentro de ciertos límites y bajo ciertas condiciones, ni
siquiera sería posible impedirle indefinidamente que lo hiciera. así, especialmente cuando
manifiesta tal deseo -; habiendo aceptado que vive con su familia en Francia, no se podría, sin caer
en la contradicción o sin incurrir en la amenaza de ser acusado de notorio racismo y discriminación,
privarlo de las ventajas (al menos las ventajas principales) que le otorga su pelea .- Trabajador y
paternidad. Como trabajador, garantizar -al menos teóricamente- la igualdad de remuneración
(salario directo e indirecto) con el trabajador francés es sin duda la mejor forma de proteger a este
último frente a la amenaza que supone una mano de obra demasiado barata que constituye (o
constituye) el inmigrante; como padre, uno no podría, por ejemplo, privar a sus hijos de la educación
escolar y la formación profesional (al menos hasta los 16 años, que es una obligación por ley), pero
la lógica del sistema de educación y formación reduce esta escolarización y aprendizaje a lo
estrictamente necesario (el tiempo mínimo, el menor costo y la certeza de reproducir in loco la mano
de obra que sus padres trajeron cuando emigraron). Porque se convocó a muchos, porque se
alojaron en los mismos sectores profesionales, en el mismo hábitat, en los mismos espacios sociales,
honestamente no sería posible, al menos mientras esté seguro el "orden público" (el orden político,
social , orden moral, pero también el orden externo, el orden estético, que ensombrecería el
panorama de una presencia excesivamente numerosa de inmigrantes dispares), impidiéndoles
agruparse y entregarse a un mínimo de prácticas que les son propias; prácticas que dan testimonio
de su "cultura" oa las que su cultura se reduce fácilmente.
Todavía podemos preguntarnos, en cada uno de los puntos mencionados, si este mínimo -de hecho
indispensable para la supervivencia del inmigrante- se le otorga al inmigrante por sí mismo o si no
para mantener limpia la conciencia de la sociedad que lo utiliza; si ese mínimo le es concedido por
el hombre que sigue siendo (aunque disminuido, mutilado, enajenado) o, por el contrario,
14. La actual división del trabajo, incluso (o mayoritariamente) manual, entre mano de obra nacional y mano
de obra inmigrante, al conducir a la autonomización del mercado de trabajo realizado por inmigrantes (y, en
consecuencia, la imposibilidad o, al menos, la extrema dificultad que existe, incluso en tiempos de paro, en la
sustitución de trabajadores inmigrantes por trabajadores nacionales), tal vez dejó obsoleto el problema de la
competencia, así como todas las querellas de rivalidad, pero no pudo hacerlo, olvidando una de las
características fundamentales de la inmigración. , una característica evidente en el origen y aún más camuflada
hoy, que es la de ser intrínsecamente (es decir, de jure si ya no de facto) un arma en manos de los empresarios,
un arma que sirve para presionar a la clase obrera nacional .

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río, si sólo se concede para permitir que la sociedad sea (o parezca) coherente consigo misma, con
sus principios morales de organización que son siempre, en todos los campos, principios de justicia,
igualdad, respeto a los derechos y libertades de la persona, etc. . Todo esto significa que la
inmigración, aunque inscrita en la relación entre dominante y dominado, aunque sobredeterminada,
cuando no está plenamente constituida por esta relación de dominación, no puede estar libre de
toda moral, no puede ser totalmente secularizada (es decir, libre de toda - desvalorización moral). ).
No hay discurso, no hay discurso sobre la inmigración, ni siquiera los más hostiles, que no apele a la
moral, es decir, a las buenas intenciones ya los buenos sentimientos, a los intereses simbólicos
ligados a ellos. Al igual que el universo doméstico o la economía de la afectividad de la que la
inmigración constituye, en cierto modo, un paradigma- participa en parte de ambos: el universo
doméstico se empareja aquí con el universo nacional o la "nación como familia" y la economía de la
afectividad encuentra su retraducción en lo que podemos llamar la economía de la “pasión
nacional”, y sin duda, más que estos dos objetos sociales, la inmigración aún no se configura como
un objeto político propiamente autónomo, es decir, un objeto político exclusivamente político. El
Maquiavelo de la inmigración aún no se ha inventado¹. Sin duda, ahí reside la razón o una de las
razones que hacen sumamente difícil concebir o decidir una verdadera política en materia de
inmigración, objeto fundamentalmente contradictorio. Si la política, para constituirse como
políticamente política, necesita distinguirse de la moralidad, es el objeto mismo de la inmigración el
que escapa a toda política autónoma, separada de la moralidad. La única política posible en materia
de inmigración es precisamente la ausencia de política.

Después de haber sacado todo el provecho posible de la inmigración (es decir, después de haberla
correspondido con el precio económico, social y cultural más bajo posible al mismo tiempo), la
sociedad de la inmigración aún puede, a través de las concesiones que parece estar haciendo , y
también por la complacencia que radica en el principio de estas concesiones, y, más aún, por la
explotación política que de ellas se pueda hacer, encuentran nuevas gratificaciones y otro motivo de
satisfacción: en efecto, a los beneficios materiales que otorga la inmigración le suma las ventajas
simbólicas que proporciona, además de la manipulación que sabe hacer (en beneficio propio) de la
situación que reserva para el
15. Sobre la autonomía de la esfera política y las condiciones sociales para la constitución de esta autonomía,
cf. por ejemplo J.-J. Chevalier, Les grande oeuvres politiques de Machiavelli à nos jours, París, A. Colin, 1949
(ver particularmente la primera parte, "Al servicio del absolutismo", y el Capítulo I, "El príncipe" de
Maquiavelo, pp. 7 -37) .

60

inmigrantes La lógica propia del orden simbólico está estructurada de tal manera que, por la
negación que opera en relación con los beneficios materiales o por la transfiguración o sublimación
por la que pasan, los perpetúa y los refuerza aún más porque logra enmascararlos mejor. , es decir,
mejor convertirlos en ganancias simbólicas, por lo tanto aparentemente desinteresadas. Debido a
que la balanza de poder se inclina indiscutiblemente a favor de la sociedad de la inmigración -lo que
le permite revertir por completo la relación que la une con los inmigrantes, hasta el punto de
colocarlos en la posición de deudores donde deberían ser acreedores-, tiende a demasiado para
contar como su logro lo que es, sin embargo, el trabajo de los propios inmigrantes: así, a menudo se
presentan al menos los aspectos más positivos (o considerados como tales) de la experiencia de los
inmigrantes, es decir, a grandes rasgos. hablando, el conjunto de adquisiciones que lograron imponer
durante su inmigración y que lograron imponer, podemos decir, en contra de su condición de
inmigrantes aún cuando estas adquisiciones muchas veces parecían obtenidas por la fuerza como
resultado de un trabajo difuso o sistemático. de inculcar, de educar que se opera gracias a la
inmigración (este trabajo consiste en producir lo que llamamos "seres evolucionados" y,
concomitantemente, en discriminar a los inmigrantes "evolutivos", "educables" o "reparables" ya
los inmigrantes que no lo son. o que no quieren serlo) y cuyo mérito recae, por supuesto, en la
sociedad receptora y sólo en ella. Ayudado por el etnocentrismo sobre todo cuando se alimenta y
refuerza, como en este caso, por la certeza que da el hecho de ocupar una posición que se sabe
absolutamente dominante en todo, éste es, en cierta medida, el sentido objetivo de el discurso que
se da sobre todas las multiformes iniciativas de moralización a las que se ven sometidos los
inmigrantes, tanto trabajadores como sus hijos y miembros de sus familias, tengan éxito o fracasen
estas iniciativas, pero quizás más cuando fracasen. Todas estas son cosas que a la gente le gusta
confundir y ver sólo desde el punto de vista de quienes tomaron esta iniciativa: la acción educativa,
en el sentido más amplio del término (todavía se le llama acción civilizadora), ejercida sobre este
"peligroso clase" a la nueva moda, estos "indígenas" desnaturalizados, estos "salvajes" venidos de
otro continente -geográfico y, más aún, cultural- y de otro tiempo; acciones formativas de todo tipo,
desde la formación más sencilla, el aprendizaje profesional en el nivel más rudimentario (sobre todo
cuando se califica de “formación para volver”), hasta la formación más general (lingüística, social e
incluso política); la acción de adaptación, primero, a una forma de trabajo (trabajo industrial
asalariado, es decir, medido y remunerado en consecuencia) y luego, inevitablemente, a formas de
vida consideradas como índices de un alto nivel de civilización;

61

y también, en la medida en que ninguna de estas acciones puede excluir, cuando se le da la gana (o
porque no se atreve a decirlo), la intención de "rehabilitar" a los inmigrantes, su cultura de origen (o
lo que se considera ser así), su lengua y, podríamos añadir, como culminación de esta paradoja, todas
las iniciativas que se autodenominan "reculturación", ya que les permitirían reencontrarse,
redescubrir su país, su lengua, su religión, reconciliarse con sus tradiciones, su cultura, etc. Signo de
los tiempos; pero también, ligadas unas cosas a otras, una necesidad impuesta por la forma en que
ha evolucionado la inmigración (inmigración de familias enteras cuyo asentamiento en Francia se
prolonga hasta hacerse casi permanente), la población inmigrante constituye actualmente el
objetivo privilegiado de trabajo social, institución inventada en otros tiempos, es cierto, y
progresivamente establecida para ajustarse al orden económico y social establecido, en origen, por
personas distintas a los inmigrantes de hoy. Sin embargo, ahora que aparece con claridad la verdad
de la condición de inmigrante, o, dicho de otro modo, ahora que sentimos de forma aguda las
contradicciones inherentes a esta condición; ahora que los inmigrantes, como si estuvieran contra
la pared, sienten la necesidad de deshacerse de todas las ilusiones que constituyen su condición
(ilusiones que les son indispensables para existir y poder sostener su condición de inmigrantes), el
llamado incesante insistente e insistente para que recuerden que deben ajustarse al imperativo
según el cual siguen siendo, de derecho, prescindibles y expulsados (muchos son los medios que
conducen a este fin: regulares o excepcionales, violentos o más furtivos y más disfrazados , todos
sirven) prueba, otra contradicción más, la inanidad, por no hablar del carácter mistificador de las
intenciones que se proclaman, así como de los discursos pronunciados sobre la virtud educativa y
formativa de la experiencia adquirida durante la inmigración y por la inmigración.- perro. Más aún,
aparece también el fin al que pueden estar sirviendo estas intenciones y estos discursos: recordar a
los inmigrantes que son constantemente objeto de una obra de corrección que consiste en reducir
los errores, los fracasos que manifiestan con respecto a la sociedad. de su inmigración (pero, de
hecho, este es un trabajo por el cual uno quiere apropiarse de ellos); recordándoles los estigmas por
los que son denunciados y denunciados como inmigrantes (analfabetismo, incultura, falta de
cualificación, inadaptación o desadaptación en relación a los mecanismos de la sociedad y economía
a la que vinieron a servir, desconocimiento de los principios y normas que rigen el funcionamiento
de esta economía y sociedad, en definitiva, la barbarie en el sentido primitivo del término), ¿no es,
en el fondo, una forma de recordarles su condición de inmigrantes? Es decir, hombres de otro lugar,
de un lugar al que tendrán que volver antes.

62

o después. Como el inmigrante debe seguir siendo siempre inmigrante -lo que significa que la
dimensión económica de la condición de inmigrante es siempre el elemento que determina todos
los demás aspectos de la condición del inmigrante: un extranjero cuya estancia, totalmente
subordinada al trabajo, es provisional por ley-, lo que Cuál es el uso de la "solicitud" que parecen
mostrar hacia él aún hoy, al menos en ciertos círculos? ¿Existe sólo en función de las corrientes
actuales? ¿Fue realmente impulsado por la simple preocupación por el interés económico? En todo
caso, contribuye, al fin y al cabo, según las necesidades del momento, a veces a enmascararlo a los
ojos de todos, a veces a recordar a todos (y sobre todo a los inmigrantes) el carácter
fundamentalmente provisional y utilitario de la presencia del inmigrante. Sin embargo, los
inmigrantes, en general, han aprendido lo suficiente de su historia -su historia como inmigrantes y
su historia anterior de gente antiguamente colonizada, o de individuos de países dominados- para
saber lo que vale la proclamación narcisista de los grandes principios: todo sucede. como si estos
principios sólo fueran proclamados a grandes gritos para poder contradecirlos y violarlos mejor en
la práctica o, en otras palabras, ¡es cuando son pisoteados cuando uno siente la necesidad de
proclamarlos alto y claro!
En cuanto a las múltiples ventajas, materiales y simbólicas -estas últimas más maleables que las
primeras, por acomodarse menos a la confesión de la realidad que ofrece la inmigración-, cómo
explicar que se está volviendo, corriendo el riesgo de agudizar las contradicciones, por una
concepción "verdadera", más realista, si no "cínica" de la inmigración? ¿Por qué, al operar este
repentino retorno a la verdad fundamental de la condición inmigrante (condición provisional e
instrumental), se corría el riesgo de romper la ilusión o creencia mantenida colectivamente de una
inmigración (es decir, de una provisional) que puede durar indefinidamente? ¿Será realmente por lo
que llamamos la "crisis económica"? ¿Será por las transformaciones de todo tipo, económicas,
sociales, culturales, etc., propias de la sociedad francesa? ¿No será porque los propios inmigrantes
han cambiado? Cambiaban según una perspectiva que, desde todos los puntos de vista que se
puedan pensar (punto de vista morfológico y demográfico, punto de vista económico, punto de vista
cultural y político, etc.), se muestra a los "usuarios" de la inmigración (empresarios y autoridades
públicas en primera
16. Es lo que parecía querer decir el jefe de gobierno Raymond Barre cuando declaró ante la Asamblea
Nacional: "Estamos cambiando los tiempos, necesitamos cambiar las políticas en materia de inmigración" (12
de octubre de 1977) o incluso: "es normal que en un momento en que la economía francesa está cambiando
y los jóvenes tienen dificultades para encontrar trabajo, necesitamos reconsiderar nuestra política de
inmigración" (diciembre de 1978).

63

lugar, sino también los servicios sociales, las instituciones de acción social y, más ampliamente, la
opinión pública) mucho menos "ventajosas" que en el pasado. En general -es casi una ley del
fenómeno- cuanto más reciente es una corriente de inmigración (como parece ser el caso hoy de la
última en llegar, la inmigración de turcos a Francia), más "ventajosa" es, en todos los sentidos, la
mano de obra que trae. A pesar de las revoluciones que la engendraron, mientras la emigración
estaba todavía en pañales, es decir, mientras la conexión con las estructuras comunitarias
(estructuras sociales, estructuras económicas) estaba todavía muy viva, sólo se refería a los hombres
(y no a las mujeres y los niños, ya que la emigración de las familias sigue siempre con retraso a la
emigración de los trabajadores) y, principalmente, a los jóvenes, en la fuerza de su edad; el ritmo
alternado de salidas para la emigración y retornos a la tierra, de estancias (relativamente cortas)
fuera del país y períodos (más largos) pasados en la patria, al dar a la inmigración un aspecto de
fenómeno rotativo, permitieron asegurar la continua renovación de la masa de inmigrantes A estas
"ventajas" correlativas a las características comunes a los emigrantes incluso antes de su partida,
hay que añadir también todas las demás "ventajas" que, corolarios de las primeras, parecían
provenir de la retraducción que las características de la partida encontraban en Inmigración: los
inmigrantes recién llegados, un rango situado en la parte inferior de la jerarquía interna de la
población inmigrante (sería ingenuo creer que esta población está desprovista de cualquier jerarquía
y de cualquier diferenciación social), son más proclives a aceptar más doloroso, trabajos menos
estables, menos remunerados, etc. ¿Mayor ignorancia de los mecanismos sociales, de los
mecanismos económicos del universo que están descubriendo? ¿Falta de familiaridad con los
métodos de organización, los métodos de trabajo, las técnicas de remuneración, los hábitos de
cálculo, toda esta herencia objetivada de una civilización diferente a la de ellos? ¿Mala integración
de las condiciones de trabajo, ausencia de los "reflejos" que proporciona una larga experiencia (o
experiencia acumulada de muchas generaciones) de trabajo asalariado? Todo esto es sin duda cierto,
pero más cierto y más decisivo aún son los efectos del sistema de reivindicaciones que siguen
sufriendo aquellos inmigrantes que aún no han sido desarraigados por completo de su mundo
tradicional y de sus formas de pensar y actuar. El sistema de requisitos importados a la inmigración
parece desviarlos aún más, al menos al principio, de todo lo que tienda a asegurarles un mejor
control de su experiencia; en lugar de una adhesión inmediata que encontraría su forma más
completa en la constitución de las disposiciones requeridas por la condición de los trabajadores, así
como en el dominio que estas disposiciones permiten: esta adhesión, este dominio y, por supuesto,
las disposiciones.

64

que mandan ambas, todas tienen, en efecto, sus condiciones de posibilidad, condiciones materiales,
pero también culturales, salvo prueba en contrario, es el viejo estado anterior a la emigración el que,
por las preocupaciones que a él se vinculan, sobrevive y se prolonga en la inmigración".
Aparentemente, este es el precio que hace que ciertos inmigrantes se vuelvan más "ventajosos" que
otros. Pero, mientras dure la inmigración, ¿por qué no emigrar? universo cultural, habitual) y no se
inmigra (es decir, no se incorpora, aunque sea marginal y muy superficialmente, a otro sistema
social) con impunidad (es decir, sin consecuencias), hay, entre los inmigrantes, una inevitable
reconversión de su actitudes hacia sí mismos, hacia su país y hacia la sociedad en la que viven más
y más continuamente y, sobre todo, estas nuevas cualidades, sin ser un impedimento total -porque
también tienen, cuando es necesario, aparecen sus "ventajas", cuando las circunstancias son menos
favorables, como "perjudiciales": no sólo no aportan o no dan lo mejor de sí, y todas las demás
"ventajas" son consideradas, esta vez, desde su aspecto social, político, cultural, más que económico,
sino también, en la medida en que como pueden contradecir estas "ventajas" (mejor integración en
las luchas de la clase obrera, preocupación por organizarse autónomamente, etc.), constituirían en
sí mismas un "daño". El mejor ejemplo de esta inmigración "mala" (o que se hizo "mala") y

inmigrantes "malos" o que se han vuelto menos "ventajosos" es proporcionado por


17. Para un análisis más completo de las transformaciones correlativas de las condiciones generadoras de la
emigración y las correspondientes condiciones de la inmigración, que a su vez rigen el movimiento de la
emigración, podemos referirnos, a propósito del caso ejemplar de la emigración argelina a Francia, a nuestro
artículo "Les trois 'âges de l'émigration algérienne", Actes de la recherche en sciences sociales, n. 15 de junio
1977, págs. 59-79.

18. En otro contexto o simplemente con otros agentes (principalmente los empresarios), estas "cualidades"
compartidas por los inmigrantes que se denominan mejor "adaptados" al trabajo industrial y a las condiciones
de vida en Francia pueden ser muy apreciadas: menor absentismo, mayor continuidad en el situación de
inmigrante y, en consecuencia, una mayor estabilidad en el empleo y, por tanto, un mejor rendimiento del
pequeño aprendizaje proporcionado inicialmente, así como de toda la formación adquirida en la práctica a lo
largo del año de la carrera de inmigrante, etc.

19. Inmigrantes "malos", inmigración "mala", estos calificativos despectivos pueden parecer exagerados frente
al eufemismo generalizado con el que se protege la lengua actual, y en particular la lengua de los dominantes
cuando ha de nombrar las diferenciaciones sociales que existen en realidad; máxime cuando estas
características distintivas de los dominados, por el solo hecho de su enunciación, ya sea por etnocentrismo, ya
sea por prejuicio o por un enfoque sociológico, corren el riesgo objetivo de ser acusados de racismo (racismo
de clase en un caso y racismo de cultura o racismo de la sociedad), xenofobia en el otro caso, en el caso de los
inmigrantes). Seguramente uno sólo puede, con respecto a la ética, felicitarse a sí mismo por el trabajo hecho
sobre sí mismo aquí o allá; y sin duda hay que ver en esta forma de "cortesía" uno de los efectos de la
vulgarización (o democratización) del "relativismo cultural" que, en una primera aproximación,

65

Inmigración e inmigrantes argelinos. Sin duda, mucho antes de la inmigración argelina, las distintas
oleadas de inmigrantes constituyeron, cada una en su momento y a su manera, paradigmas de la
"mala" inmigración formada por "malos" inmigrantes, pero es sobre todo en el caso de esta
inmigración y con motivo de esta inmigración- tiene a su favor el hecho de que fue la primera
inmigración de un país que hoy forma parte de lo que convencionalmente llamamos el Tercer
Mundo, que fue una inmigración de gente colonizada (trabajadores coloniales, franceses ciudadanos
-ses, y finalmente franco-musulmanes) etc. - que percibamos hasta qué punto la negación del
carácter fundamentalmente político de toda emigración y de toda inmigración es indispensable para
que se realicen y continúen. Si es posible, si no trae mayores consecuencias, podemos decir, hacer
de cualquier individuo extranjero un trabajador, un agente productor y consumidor, ¿sería
igualmente conveniente transformarlo en el ciudadano del mañana? Asimismo, ¿estaríamos de
acuerdo tan fácilmente en convertir a nuestros propios ciudadanos en trabajadores de cualquier país
extranjero si no estuviéramos de acuerdo, en el fondo y de antemano, en que consentimos en que
se conviertan en ciudadanos (virtuales) de ese mismo país? Los trabajadores son "exportados" o
"importados" exclusivamente, pero nunca -una ficción indispensable y compartida por todos- los
ciudadanos, actuales o futuros. Efectivamente, ¿podría ser de otra manera? muy similar
ción y pagando el precio de alterar su significado original, parece haber descendido del cielo purificado de la
axiomática científica a la vida cotidiana y las prácticas actuales. Sin embargo, a pesar de esto, no se puede
ignorar por completo qué adquisiciones culturales (como, por ejemplo, el "relativismo" cultural en el campo
de las relaciones entre culturas), que son también adquisiciones sociales, mentales, éticas y políticas,
enmascaran y al hacer tal cosa simplemente inconfesable pero no impensable. Así, en otros tiempos se
permitía más que hoy oponerse o deplorar que nadie se opusiera (que es otra forma de oponerse) a una
inmigración que sería sólo de trabajo y estaría hecha sólo de trabajadores y a una inmigración que ser de
liquidación; en otras palabras, "inmigración de cantidad" e "inmigración de calidad" (cf. Louis Chevalier,
"Principaux aspects du problème de l'immigration", en Documents sur l'immigration, París, INED, Cahier n. 12,
1947; texto escrito en enero de 1944), uno referido a las "prácticas de inmigración del Antiguo Régimen" y el
otro a la "historia reciente del siglo XIX" (cf. M. Coornaert, "L'État et l'immigration de main-d' oeuvre sous
l'Ancien Régime", INED, op. cit.). Para el registro, citemos algunas publicaciones que implícita o explícitamente
se refieren en sus títulos a la noción de "calidad" en términos de inmigración: Jean Pluyette, La Doctrine des
races et la sélection de l'immigration en France, París, 1930, 148 págs.; Raymond Millet, Three Millions
d'étrangers en France, les indésirables et les bienvenus, París, 1938, 167 pp.; René Martial (médico) y sus
diversos escritos (libros y artículos) sobre el "injerto interracial", entre los que destaca Traité de l'immigration
et de la greffe interraciale, París, 1930, 304 pp., "Race et inmigración " (comunicación a la Academia de Ciencias
Morales y Políticas, julio de 1936), Race, hérédité, folie: étude d'anthropo-sociologie appliquée à
l'immigration, París, 1938, 210 pp.; Paul Bertin, Promotion de la race en France, Niort, 1939, 32 pp.: Paul
Vincent, "Les condition psicologiques d'une inmigración de qualité", en Pour la vie, n. 4, abril-junio. 1946, págs.
37-40; A la recherche d'une patrie, la France devant l'immigration, París, 1946, 254 pp., del Centro de
Orientación Social para Extranjeros; Robert Gessain, "Anthropologie et démographie, aperçu sur une
recherche du qualitatif".

66
el disimulo sumado a muchos otros de la misma naturaleza aparece como la condición misma, la
condición absolutamente necesaria para que exista la emigración y la inmigración. No es que sea
impredecible, no es que sea indispensable; la especie de "transustanciación" que la emigración y la
inmigración operan a largo plazo, cuando el paso de una nación a otra, de una nacionalidad a otra,
tiene que ser imprevisto, tiene que ser irreflexivo. El enmascaramiento del carácter intrínsecamente
político del fenómeno efectuado, aunque abundantemente cargado de implicaciones políticas,
constituye una de las malicias que exige la lógica propiamente simbólica, la lógica del orden
simbólico.

Al constituir la mayor población de inmigrantes de un país no europeo, la comunidad argelina


residente en Francia es también la comunidad extranjera (no europea) cuya implantación es la más
antigua y progresiva. Como consecuencia de los disturbios engendrados por la colonización, es decir,
por el brutal enfrentamiento de la vieja sociedad argelina (y en particular del campesinado) con el
sistema económico y social introducido por la colonización, la inmigración de argelinos a Francia,
por causas principalmente económicas, apareció al principio, e incluso mucho después, como una
inmigración exclusivamente laboral. Pero, a pesar de todas las resistencias (culturales) que la
sociedad argelina pudiera oponer a la extensión (geográfica y social) del fenómeno, esta inmigración
evolucionaría y tendería hacia una inmigración de asentamiento, confirmando así la regla casi
general de todos los movimientos migratorios. : toda inmigración laboral contiene en germen la
inmigración de asentamiento que la prolongará; por el contrario, puede decirse que no hay
inmigración reconocida como de asentamiento (con la excepción quizás de los desplazamientos de
población que requiere la colonización o incluso de los movimientos de población a raíz del estado
de guerra o los reordenamientos de fronteras) que no haya comenzado con una inmigración laboral".
Prolongación y continuidad de estancias en inmigración
20. Evolución de los flujos migratorios argelinos. 1918: 60 mil (saldo); 1921: 48 mil (saldo); 1923: 110 mil; 1931:
111 mil (saldo); 1937: 150 mil (saldo); 1946: 22 mil (censo); 1954: 212 mil (censo); 1962: 355 mil (censo); 1968:
530 mil (censo); 1972: 800 mil; 1975: 711 mil (censo).

21. Ni siquiera la inmigración transcontinental de europeos a América a lo largo del siglo XIX e incluso la
primera década del siglo XX (1820-1920) no escapa a esta regla; esta inmigración que cierta imagen (literatura,
cine, folclore) gusta describir como un transporte masivo de familias "heroicas" que parten a la conquista de
tierras vírgenes presenta en realidad, manteniendo las proporciones, las mismas características demográficas
de las inmigraciones europeas (intraeuropeas o de países no europeos) después de 1945: inmigración
masculina - 60% de los inmigrantes a los Estados Unidos entre 1830 y 1915 y 70% entre 1900 y 1910; 70 a 80%
de los migrantes a Argentina entre 1860 y 1920; según los países de partida, esta proporción sube en 1910 al
87% para los portugueses, al 85% para los italianos cuando es sólo del 50 al 60% para los alemanes, los
austríacos, los emigrantes de las islas británicas; de hombres jóvenes (el grupo de edad de 15 a 40 siempre
representa

67

(en el censo de 1968, el 30% de los inmigrantes argelinos encuestados tenían ya entre 8 y 17 años
de presencia en Francia), instalación en la condición de inmigrantes y "profesionalización" de esta
condición, agravamiento del desmantelamiento de las estructuras sociales y, en en primer lugar, la
familia, proletarización más acentuada de los estratos rurales, todo ello conduciría a la emigración
de familias enteras a Francia. Los primeros signos de este movimiento aparecieron en 1938 y, a partir
de 1949, se aceleró la salida de familias; de mayo de 1952 a agosto de 1953 llegó a Francia una media
de cien familias cada mes; en octubre de 1954, unas 6.000 familias argelinas (15.000 niños) residían
en Francia. Los años de guerra y posteriores revoluciones -casos de fuerza mayor y urgencia- hicieron
el resto, poniendo fin a la última resistencia: entre 1962 y 1968, entre los 162.000 argelinos que
emigraron a Francia, había más de 35.000 mujeres (es decir, 21,60%), incluidas 11.000 niñas
menores de 6 años (en la fecha de su llegada); en el censo de 1968, la población femenina -
compuesta por casi 60.000 mujeres adultas (mayores de 16 años) representaba una cuarta parte de
todos los inmigrantes argelinos (122.540 cm 471.000 argelinos). El 1 de julio de 1972, según el
Ministerio del Interior, las mujeres inmigrantes argelinas en Francia contaban con 70.882, una mujer
por cada siete inmigrantes varones adultos. La suspensión de la emigración a la salida de Argelia
(medida adoptada por Argel el 18 de noviembre de 1973) y de la inmigración decidida por el
gobierno francés (5 de julio de 1974) no logró impedir (salvo en ocasiones en que se cerraron las
puertas) , el por un lado, la salida de familias de Argelia y, por otro, su entrada en Francia: al fin y al
cabo
Hago más del 66% de los inmigrantes a los Estados Unidos; 83% entre 1906 y 1910); de hombres que se
asentaron no en el occidente del país sino, principalmente a partir de 1870, en las áreas metropolitanas de la
costa atlántica y en los centros industriales del norte (los censos de 1900, 1910 y 1920 respectivamente dieron
22,2%, 22,6% y el 19,5% de hombres blancos nacidos en el extranjero, es decir, inmigrantes europeos, en
ciudades de más de 2.500 habitantes, frente a sólo el 7,6%, 7,7% y 6,7% en los distritos rurales); de hombres
dedicados no a la agricultura sino a actividades industriales y de transporte (alemanes, ingleses y, en parte,
irlandeses en actividades propias de la revolución industrial; italianos en trabajos no cualificados en el sector
de las minas, servicios de construcción civil o en las profesiones artesanales); de hombres no implantados
definitivamente en el país, ya que, durante el último cuarto del siglo XIX, la tasa de retorno al país de origen
se situó entre el 30 y el 40% del total de salidas de emigrantes británicos, italianos, españoles en En particular
(entre 1908 y 1915), más del 50% de los inmigrantes a EE.UU. regresaron a su país de origen. Por todos estos
datos, ef. en particular, W. F. Willcox (ed.), International Migrations, Nueva York, Oficina de Ec. Res., 1929;
reimpreso en New York-London-Paris, Gordon and Breach Publ., 1969, 2 vols, citado por A. Bastenier y F.
Dassetto, L'Étranger

nécessaire, capitalisme et inégalités, FERES, Louvain-la-Neuve, 1977. 22. Evolución de la inmigración familiar
argelina. Número de familias: 1969: 183; 1972: 1685; 1974: 2317; 1975: 1744; 1976: 2590; 1977: 2748; 1978:
2 542. Número de personas: 1974: 5 663; 1975: 4249; 1976: 5832; 1977: 6365; 1978: 5565.

68

Al fin y al cabo, podemos estimar el número de familias argelinas en Francia en torno a las 100.000,
tanto si emigraron como parte del procedimiento de reunificación familiar como si se constituyeron
en Francia a través de un matrimonio con un miembro de la comunidad inmigrante. Otro
componente de la inmigración familiar infinitamente más importante, tanto por el volumen de su
número como por la amplitud y complejidad de los problemas que genera, lo constituye la población
infantil. Si el tamaño de la familia (tres hijos de media), inferior al tamaño medio de las familias
argelinas (4,7), da fe de la estructura adoptada en Francia -se acerca más a la familia conyugal que
es la regla, da fe mucho más de la juventud de la población inmigrante: en 1968, el 30% de la
población era menor de 17 años (270.000 niños), el 17% de 17 a 25 años; en 1975, 45,5% menores
de 25 años. Desde 1969, han nacido una media de 19.500 niños en familias argelinas en Francia; un
total estimado de 136.500 nacimientos entre 1969 y 1975, y para el año 1978 - 300.000 niños en
total, con unos 25.000 nacimientos, ¡eso es un niño que nace cada veinte minutos! En el otro
extremo de la escala de edades, aunque todavía restringida, el número de inmigrantes que llegaron
a la edad de jubilación (5.300 en 1968 y 8.600 en 1975, es decir, en ambos casos, algo más del 1 %
de la población mundial de inmigrantes argelinos) o acercándose a esa edad (el 6% tenía más de 50
años en 1968, el 4,5% tenía 55 años o más en 1975), solo da una imagen de la población argelina
diferente de la convencional: cada vez más se impone como una pequeña, sociedad relativamente
autónoma que presenta todas las características (morfológicas, sociales, culturales) de una
formación, si no integral y perfectamente equilibrada, al menos en proceso de compensación de los
desequilibrios que trajo consigo desde las condiciones iniciales de su génesis.

Todo esto hace que los inmigrantes argelinos, en relación con lo que se espera de una población
inmigrante y con lo que a uno le gustaría que fuera, acumulan paradojas y, por tanto, pueden parecer
personas mucho menos "ventajosas" que en el pasado o relativa a otros inmigrantes: así, por tomar
sólo un ejemplo y compararlos sólo con otra población "cercana", si la "ventaja" se atribuye a la
población que cuenta menos inactiva y en ese sentido conlleva menores gastos sociales juzgados
(cuando viene a los inmigrantes) siempre excesivo, porque no son productivos directamente y a
corto plazo, los inmigrantes argelinos tienen una tasa de actividad más baja que los inmigrantes
marroquíes y tunecinos, que están más a menudo, cuando no solteros, al menos aislados de sus
familias". además de un cierto tamaño morfológico,
23. Como los parados están incluidos entre los activos, las tasas de actividad medidas en los censos de 1968 y
1975 fueron, respectivamente, para los inmigrantes argelinos, 51% (grupo de hombres y mujeres).

69

máxime cuando ese tamaño sólo se alcanzó al final de una larga historia (como es el caso de la
población argelina residente en Francia, que actualmente asciende, según ciertas fuentes, a 850.000
personas y que llegó a cerca de 1 millón en su época de mayor expansión), no se puede pedir a una
comunidad inmigrante que se componga sólo de bienes, y más aún, sólo de bienes asalariados,
relegando al "parasitismo" todas las funciones necesarias para su organización, así como el personal
que garantiza estas funciones (artesanos, comerciantes, agentes especializados en la producción de
bienes simbólicos, responsables de asegurar la mediación con las estructuras sociales y económicas
francesas, etc.). Como se acepta la presencia de las familias, no se les puede pedir que se ajusten
estrictamente a la estructura del modelo familiar francés, arrojando a la "ilegalidad" a las personas
consideradas intrusas (descendientes, agnados, sobrinos, uterinos, aliados, etc., todas las personas
unido a la familia conyugal por un sistema legítimo de derechos y obligaciones). Así, no dejan de
surgir todos los casos, todas las situaciones, todas las configuraciones familiares, que son tantas
negaciones de la estricta definición de inmigración e inmigrantes por trabajo. El contexto actual,
económico pero también social y político, constituye en realidad un incentivo para detectar estas
negaciones con el fin de constatar un estado que ya no tiene la sencillez y la verdad de su simple
definición. Así, tenemos la respuesta que la policía dio, en un primer momento, en un tono medio
serio, medio irónico, a una viuda argelina (marido muerto a los 45 años en un accidente de trabajo),
madre de siete hijos (el la menor siendo anciana, solo adulta, un joven que vive sostenido por su
madre por ser minusválido psíquico; otras dos hijas que llegaron a Francia a los 4 y 2 años, siendo
todas las demás nacidas en Francia), que solicitaba la renovación de su certificado de residencia:
"Pero señora, ¿qué hace usted aquí? Usted no trabaja (es decir, para ser inmigrante), su esposo
murió, entonces él no puede trabajar (es decir, usted no es miembro de una familia inmigrante),
¿qué quieres?..." O este otro caso que provocó una respuesta aún más amenazante. Una joven
argelina de 18 años, estudiante de último año de bachillerato, había sido acogida hace cuatro años
por una familia francesa que cuenta que "es la superviviente de una familia desplazada" (padres
separados, aquí en Francia , que volvió a Argelia,
de mujeres) y 65% para hombres y 7.6% para mujeres; para inmigrantes marroquíes, 67% (grupo de ambos
sexos) y 75% para hombres y 13,8% para mujeres; para inmigrantes tunecinos, 53% (hombres y mujeres juntos)
y 69,5% para hombres y 13,7% para mujeres. Para los franceses tenemos, en el censo de 1968, el 41% de los
activos totales y, en el censo de 1975, el 51,9% para los hombres y el 30,7% para las mujeres.

70

cada uno por su lado y llevando cada uno consigo una parte de los hijos que compartían); dado que
ella no había pedido que se regularizara la situación de la niña cuando cumplió 16 años, sin duda
por desconocimiento de la normativa, la familia protectora, alarmada por las amenazas que hoy
pesan sobre la población inmigrante, quiso asegurar el futuro de su protegida y supo por el
Departamento de Policía que la niña, en situación irregular, no tenía por qué estar en Francia (no es
inmigrante y no es hija de inmigrante) y, por tanto, no sólo fue expulsada, sino debe ser expulsado!
¿Cuántas situaciones análogas a la de esta viuda y aquella niña puede haber en una población
inmigrante de 800.000 personas, fruto de una historia que, en el fondo, se inicia en 1830? Es sin
duda para investigar este tema colonial y sus vestigios (entre los que destaca la inmigración) que se
persigue a los jóvenes, otra paradoja de una situación que tiene varios: inmigrantes que nunca han
emigrado de ninguna parte. Si la atención se dirige más precisamente a la llamada inmigración "no
europea", no será, en cierta medida, por el pasado colonial que produjo esta inmigración y del que
constituye una supervivencia: colonizados como otros sujetos no lo fueron. .- En los países
coloniales, los inmigrantes argelinos se comportan en Francia de una manera que no se comportan
otros inmigrantes. Como adquirieron de la sociedad francesa y de sus mecanismos, a pesar de los
defectos que padecen, una familiaridad que sólo un largo "comercio" puede dar (y que incluso antes
de la emigración), los inmigrantes argelinos de hoy -antaño inmigrantes de la colonia- pueden
permitir- mayores libertades, empezando por la libertad de defender sus derechos. ¿El pretexto de
la crisis resolverá borrar todo ese pasado y anular sus efectos? Se puede medir cuán falaz, en esta
circunstancia, es la comparación que a uno le gusta hacer, para protegerse de cualquier crítica o para
tener la conciencia tranquila, con las medidas "similares" que adoptan los "países vecinos"; es como
comparar lo incomparable: comparar una inmigración que es producto de la colonización o que
deriva en línea directa de la colonización (los argelinos entraron en Francia como franceses de 1947
a 1962) con una inmigración sin precedentes coloniales (inmigrantes en Alemania)24. La
colonización que prolonga la inmigración y la hace sobrevivir en cierto modo constituye una especie
de "laboratorio" en el que, en estado experimental (con intervención), la
24. “Lo haremos (reconsiderar nuestra política migratoria) respetando la dignidad de los trabajadores
inmigrantes y sin infligirles tratos que a veces sufrían en otros lugares” (R. Barre en la Asamblea Nacional, al
discutir el presupuesto, en diciembre de 1978 ); cf. también la conclusión de la exposición que presenta el
proyecto de ley que modifica la Ordenanza de 2 de noviembre de 1945 y que extrae sus argumentos de
disposiciones adoptadas por otros países de inmigración, como Suiza y Alemania, para reducir el número de
sus inmigrantes.

71
condiciones de generación, condiciones de perpetuación y, quizás también, condiciones de extinción
del fenómeno migratorio. Si, "regulares" o "irregulares", pero fácilmente "regularizados" cuando era
necesario, los emigrantes respondieron en masa al "llamado" que se les hacía, era porque el estado
de las relaciones de poder entre, por un lado, los países, las sociedades que emigraban y su
economía y, por otro lado, los países, sociedades y economía a los que vinieron a servir ya habían
producido las condiciones objetivas para su emigración. Como por un efecto boomerang, los
inmigrantes, confrontados hoy con la verdad de su condición, descubren el torbellino en el que están
atrapados, lo que da a su emigración un aspecto de movimiento browniano: son los pequeños
granos de arena (es decir, los individuos y - parsi) arrancados de la roca madre (es decir, de su
sociedad, de sus comunidades de origen) por la acción de un viento que sopla en una larga tormenta
(es decir, los efectos destructivos, perturbadores, iniciados por la imposición de la economía
monetaria) y que , trasplantados a lo lejos, acabaron constituyendo, en cuanto encontraron el primer
accidente de terreno (es decir, la primera fábrica que los atrajo y que les ofreció comprar la mano
de obra que las nuevas condiciones habían liberado en ellos), esa inmensa "duna (la paradoja del
"montón de trigo") en que se han convertido los inmigrantes hoy. También están descubriendo que,
al final, la tormenta inicial que los tomó y el elemento que los mantuvo en su loca carrera fueron
una misma cosa: la economía capitalista y sus efectos de transferencia de un campo económico (la
agricultura, lo que se llama tradicional) a otra (la industria, esa actividad que se llama moderna), de
un país a otro, de un continente a otro, de una civilización a otra. Será necesario que esta tormenta
dure y que los inmigrantes recojan o regresen hoy para transportarlos de regreso a su punto de
partida, sin poder volver a pegarlos a la "roca" de origen, que por cierto ya no existe?

72

EL HOGAR DE LA FAMILIA*

Si, por un lado, es cierto que el motivo esencial de la emigración radica en la búsqueda de trabajo y
que es también el trabajo el que puede, por sí solo, justificar la presencia del inmigrante, por otro
lado, esta persona se encuentra, desde todos los puntos de vista y en todos los sectores de su
existencia, en una situación excepcionalmente diferente a la del trabajador nativo (o nacional). Si
bien se considera que una persona, nacida en el país, tiene inmediatamente allí su residencia,
residencia que es como una prolongación de la cuna, anterior e independiente (no sólo desde el
punto de vista cronológico sino también de derecho y de hecho ) del trabajo, aunque sea el primero
de su vida activa, el trabajador inmigrante, como un extranjero, como si viniera de otro país y no
sólo porque le hagan venir especialmente, como sucede cada vez que se lleva a cabo una
contratación fuera a través de

* Este texto fue publicado en Acier de la recherche en sciences sociales (n. 32-33, jun. 1980, pp. 89-
104) y, tal como fue escrito en el momento o poco después del final de la larga huelga de alquileres
( cincuenta meses de huelga) detonada por los vecinos de los alojamientos y, en particular, de los
alojamientos más numerosos y habitados, de la Sonacotra (Sociedad Nacional de Construcción de
Vivienda para los Trabajadores), puede parecer sorprendente que no haya un lugar más grande para
este huelga. Sin embargo, aunque no se menciona explícitamente, no se puede decir que se haya
ignorado por completo. En lugar de tratar superficialmente un hecho cuyo significado va más allá
del marco estricto de las condiciones de vivienda, dado que lo que está en juego es el estatus mismo
del inmigrante, parece preferible limitarse, mediante un enfoque metodológico, al análisis de las
funciones atribuido, no sin contradicción, al acomodo, esperando esclarecer lo que realmente está
en juego en el conflicto, es decir, el fundamento mismo de las reivindicaciones de los vecinos, así
como los límites de lo que se les puede "conceder" sin que se cuestione la definición dada a un
inmigrante.

73

EL ORDEN DE LA INMIGRACIÓN EN EL ORDEN DE LAS NACIONES*

Estado, nación, inmigración, la simple yuxtaposición de estos tres términos plantea cuestiones
importantes que demandan múltiples y amplios desarrollos que no pueden llevarse a cabo en el
presente texto, si tenemos la posibilidad o la capacidad de hacerlo. Nos contentaremos con sugerir
sólo los puntos que parecen más fundamentales en la relación entre la inmigración y cada uno de
sus otros dos términos.

Así, el orden de la migración, en su doble componente de orden de la emigración y orden de la


inmigración, dos órdenes solidarios entre sí, está fundamentalmente ligado al orden nacional, o, más
precisamente, a los dos órdenes nacionales que, de esta manera, , están relacionados entre sí. Y si
esto es más cierto hoy que en el pasado, se debe principalmente a la generalización, o incluso a la
universalización, del hecho nacional y, correlativamente, de la emigración y la inmigración como
hechos nacionales: como descolonización (al menos estatal, es decir, contrariamente a lo ocurrido
en los imperios coloniales y en la era del imperialismo colonial, la emigración que no proviene, salvo
raras excepciones, de un Estado independiente (o de un orden nacional). Además, la única manera
que se le da hoy en día a un
Este texto se publicó inicialmente, sin los cambios introducidos en esta nueva versión, en Peuples
méditerranéens ("L' État de la Méditerranée", n. 27-28, abr.-nov. 1984, pp. 187-205 ), con el título "Estado,
Nación e Inmigración".

265

comunidad para que exista auténticamente, es decir, de manera reconocida que se imponga, es que
exista nacionalmente (es decir, bajo una forma territorial y estatal políticamente garantizada). Con
cierto retraso en cuanto a la inmigración, el mismo retraso que las sociedades que actualmente
emigran, más aún tratándose de ex colonias, experimentan en llegar a un orden nacional (durante
mucho tiempo monopolio o casi monopolio de las sociedades de inmigración ), la emigración acabó
convirtiéndose, en casi todos los países con fuerte emigración hacia los países industrializados de
Europa, en un problema nacional (por tanto, eminentemente político) y no sólo en un problema
local, en el ámbito de los grupos sociales y lugares de pertenencia ( grupos familiares, aldeanos,
regiones, etc.)'.

Considerada desde este punto de vista, es decir, desde el punto de vista de la pertenencia nacional
o desde el punto de vista de la relación con la nación, la nación de la que se procede y la nación en
la que se reside, se puede definir entonces la inmigración como la presencia dentro del orden
nacional (es decir, en la nación y, virtualmente, una cosa que lleva a la otra, en la nacionalidad) de
individuos no nacionales (es decir, extranjeros, nacionales de otra nación, de otro orden nacional y
de otra nacionalidad) , y la emigración, por simetría, como la ausencia del orden nacional (es decir,
de la nación, y si dura demasiado, de la nacionalidad) de los nacionales pertenecientes a ese orden;
el inmigrante es quien se da cuenta de esta presencia extranjera y, correlativamente, el emigrante
es el ausente que está en el extranjero. Así, los dos órdenes, el orden de migración (orden de
emigración y orden de inmigración) y el orden nacional, están sustancialmente vinculados entre sí.
Y si no podemos hablar de uno sin hablar del otro, no es por algún juego fácil de la dialéctica de la
identidad y la alteridad: lo "nacional" sólo existiría en oposición a su contrario o, al menos, en la
presencia ( presencia efectiva o sólo presencia posible, experimentada o sólo pensada) de su
contrario, lo "no nacional", sino porque la inmigración y su doble, la emigración, son el lugar donde,
en el modo de la experiencia, la confrontación con el orden nacional, es decir, con la distinción entre
"nacional" y "no nacional"
1. Huelga decir que nos hemos limitado intencionadamente a tratar la forma actual de las migraciones,
las migraciones contemporáneas de la economía moderna (mediados del siglo XIX y XX en el caso de
Francia), excluyendo todos los demás movimientos de población: los de el pasado, anterior a los
actuales sistemas políticos (sistemas "nacionalistas"), que hoy pertenecen a la historia demográfica
de todos los pueblos o de todas las naciones; y las del presente, cuando no parecen comandadas
directamente por las necesidades de la economía, la economía dominante, que necesita
estructuralmente, a pesar de las crisis y más allá de las crisis que pueda experimentar, la inmigración
y los inmigrantes que atrae, y la economía dominada , obligados a producir la emigración y abastecer
a los emigrantes, considerando que el fenómeno migratorio tal como hoy se instaura no es más que
el resultado de la dominación de los primeros sobre los segundos.

266

Sabemos muy bien cuán arbitraria es esta definición, que relaciona a un inmigrante con un
extranjero, en el sentido de que solo es válida en el límite, que solo es válida "idealmente" para casos
"puros", los casos legalmente (es decir, , "nacionalmente"), cuando el inmigrante (en el sentido social
del término) es también y al mismo tiempo extranjero (en el sentido legal o "nacional" del término),
es decir, un individuo de otra nacionalidad. La situación actual, infinitamente más compleja, ya no
ofrece la sencillez de la oposición binaria que postula el legalismo; desdibuja por completo los límites
que separan a los grupos y, por lo tanto, los principios sobre los que descansan esas separaciones,
así como los grupos que separan. Todos los "inmigrantes" no son necesariamente (o ya no son
necesariamente) extranjeros (nacionalmente hablando); Asimismo, nos inclinamos a afirmar que
todos los extranjeros no son ni serán siempre inmigrantes (socialmente hablando). ¿De ahora en
adelante, ser inmigrante en Francia y ser, al mismo tiempo, de nacionalidad francesa ya no
constituye, como podríamos pensar, por mucho que sufra el principio diacrítico de la diferencia entre
nacionalidades, una contradicción en los términos? O, al menos, esta contradicción, simplemente
2. Por ejemplo, "inmigrantes", a pesar de tener la nacionalidad francesa, son personas de los DOM (dominios
de ultramar) y los TOM (territorios de ultramar) y sus hijos que viven en Francia - esto se debe principalmente
a dos criterios de discriminación en relación con la metrópoli y en relación con los individuos nacionales
metropolitanos, criterios que también sirven, correlativamente, como criterio de identificación interna de esta
población: el "Ultramar", ese dato antes geográfico, pero que constituye también un dato histórico y un dato
político, no falla recordar, principalmente desde el punto de vista de la emigración, la situación de los países
del Tercer Mundo, tanto más cuanto que, en este caso, esa situación trae consigo una relación casi colonial, el
color de la piel, un signo más (y signo este más manifiesto ) de diferenciación, por no decir un signo de
discriminación, que actúa como soporte en torno al cual se realiza la objetivación de la distinción entre un
francés del continente y un francés de ultramar, y este signo por sí solo constituye, por así decirlo, una memoria
, para todos, es decir, para ambas partes, de diferente historia y origen de la metrópoli, y que es necesario
llamar historia y origen "nacional", aun en ausencia del ente "nación", o pseudonacionales (precisamente por
esta ausencia); la población denominada "franco-musulmana" -que también son denominadas, por amalgama
y al precio de un disparate histórico, por el término global de "harki"- eran, con los miembros de sus familias,
unos 50 a 70 mil que regresaron a Francia en 1962; hoy son, como se ha vuelto genérica la expresión "franco-
musulmanes", unos 400 a 500 mil (con sus descendientes); Nacionalidad aparte, esta población es muy
cercana a los inmigrantes argelinos, con los que comparte el mismo origen (podemos llamarlo "nacional", o,
según el vocabulario de moda, étnico o comunitario), la misma historia, así como también como ciertas
características sociales y culturales (incluyendo el idioma, la religión, el sistema de comportamiento y el
sistema de valores, etc.), y, aún hoy, es debido a este mismo origen y esta historia común que los hijos de
harkis y los hijos de inmigrantes argelinos son en pie de igualdad con la ley francesa cuando nazcan franceses;
la fracción de la población inmigrante compuesta en su mayoría por personas de antiguas colonias y más
ampliamente de países del Tercer Mundo y que, de una forma u otra (a través de la naturalización,
reintegración, jus soli para sus hijos) y por el hecho de "doble nacimiento" para los hijos de inmigrantes
argelinos, hijos nacidos en Francia y que tengan un padre nacido en Francia, lo que se consideraba Argelia
antes de 1962), adquirieron o recibieron la nacionalidad francesa, naturalizados que, en otras circunstancias,

267

en la superficie, prueba que no basta que el "inmigrante" definido como extranjero, como
procedente de otra nación (de otra nacionalidad), esté "naturalmente" -lo que apunta al hecho de
naturalizarse- en el categoría política y derecho de lo nacional (es decir, de la nación y de la
nacionalidad), para desaparecer como inmigrante, inmigrante definido, ahora, desde el punto de
vista de su condición social; desaparecer en el paisaje, en el sentido estético del término, nacional.
Es tanto menos suficiente cuanto que la condición social del inmigrante, es decir, de hecho, la
posición que ocupa en el fondo de la jerarquía social, tiene por efecto recordar a todos, al inmigrante
y a la sociedad de inmigración, su identidad nacional o origen comunitario (cuando no sea étnico o
racial); como los efectos de la condición social duplican los efectos del origen nacional, los
inmigrantes de países dominados, que son casi todos países de emigración, estén naturalizados o
no, siempre están referidos a su condición de origen, es decir, su país y su nacionalidad. Así, el estatus
jurídico-político de los inmigrantes puede ser, en muchos casos, transformado y legalmente abolido
(lo que sucede con la naturalización) sin que cambie su condición social y, sobre todo, siendo
condición de otro, la posición que ocupa en el estructura jerárquica de la sociedad.

De la definición que se dio del inmigrante en su forma más completa, es decir, en los dos sentidos
de la palabra (el sentido jurídico y el sentido social), se derivan todas las demás características
relacionadas con el término inmigrante y su par, el emigrante. ., y atribuyen a la inmigración y,
correlativamente, a la emigración, sus formas específicas y, respectivamente, de presencia (por
inmigración) y ausencia (por emigración) sui generis. Porque contradicen todas las categorías de
nuestro
habría sido "imposible de naturalizar" y cuyo número va en aumento (4 976 naturalizaciones de argelinos,
marroquíes, tunecinos solamente en 1976; 7 221 en 1980) La tendencia actual, que conduce a una autonomía
(relativa) del significado social de los términos inmigración e inmigrantes en relación con su significado jurídico,
hace que este vocabulario encuentre su verdadero sentido, es decir, su sentido primero y completamente
banal: un individuo deja de ser un "inmigrante" por una estancia lógicamente temporal -creída y pensada- y
durante esta estancia temporal efectiva o ilusoria (hablando subjetivamente), como si fuera en tránsito, y más
bien cuando se instala o, más exactamente, cuando se instala en la sociedad y en relación con esta sociedad
en la que es "inmigrante", definitivamente , al menos según las apariencias y según los índices objetivos que
delatan el carácter permanente de esta instalación y, sobre todo, completamente, lo que significa en todos los
ámbitos de la sociedad, incluso en el ámbito político y lo que da acceso a este ámbito, es decir , la nacionalidad,
que exige, por supuesto, mucho tiempo y sólo se realiza realmente después de un largo período y, con
frecuencia, después de toda una generación; sólo entonces se convierte en un "inmigrante" y deja de ser un
"migrante".

3. Sobre todas las características constitutivas de la definición del inmigrante en los marcos exigidos por la
intercambios entre espacios nacionales, cf., supra, A. Sayad, "La naturalisation, ses condition sociales su
significado entre los inmigrantes argelinos en Francia", Gréco 13, investigación sobre nacional, nm. 3, 1981 (1ª
parte: "La naturalización como resultado natural de la inmigración",

268

entendimiento político (que es, esencialmente, un entendimiento nacional), que son también las
categorías constitutivas de nuestro mundo social y político (es decir, de nuestro orden nacional), la
inmigración y con ella la emigración, constituyen verdaderos desafíos a la ortodoxia social y política.
político; una especie de prueba en contrario o una situación límite, obligan a reflexionar sobre la
noción de nación. Siendo la política el monopolio exclusivo de lo nacional -es incluso su rasgo
distintivo por excelencia- el inmigrante, como no nacional, está excluido de ella, y excluido por ley;
pero el emigrante que es también (y que lo sigue siendo mientras se le designa y nombra como
inmigrante) está de facto excluido en cuanto nacional ausente (ausencia de nación) de lo político.
Excluirse y/o excluirse de lo político es lo que hace la inmigración (que también es y será siempre
inmigración en un orden político), por un lado, por ley, y, una cosa lleva a la otra, los propios
inmigrantes -en virtud de la misma concepción de lo político, y la exclusión y autoexclusión de lo
político son la misma cosa, ya que ambas participan de la misma lógica y proceden del mismo
principio: / el individuo se excluye a sí mismo de aquello de lo que está excluido y de de qué está
excluido, quién sabe, casi instintivamente, que está excluido; el individuo se excluye antes de ser
excluido y también para no tener que ser excluido; y por otro lado, de hecho, la emigración (que es,
igualmente y siempre, una emigración fuera de un orden político) y, con ella, los emigrantes que,
con su ausencia o su deserción, se excluyen o son excluidos de la política de la que proceden. Qué
paradójicas son las situaciones de los inmigrantes que no son "nacionales" del orden nacional en el
que la inmigración los colocó y los llevó a vivir; y la del emigrante cuya emigración lo llevó a vivir (ya
vivir durante mucho tiempo) fuera del orden nacional del que es "nacional" de lo político, tal como
se impone al inmigrante y como él se impone a sí mismo; encuentran también en esta exclusión (y
en esta autoexclusión) su justificación última. Presencia fundamentalmente ilegítima en sí misma,
es decir, en relación con lo político o en relación con las categorías de nuestro entendimiento político
que descansan enteramente en la distinción entre nacional y no nacional, la presencia del inmigrante
(quien, idealmente y para el plena realización de la categoría de nación, no debería existir) traduce
una especie de límite a la esperada perfección del orden nacional, el orden de la inmigración
alterado por la presencia de los no nacionales y el orden de la emigración que también sufre, a su
vez, de la ausencia de sus nacionales -ausencia tan fundamentalmente ilegítima y de los mismos
páginas 23-46), núm. 4 y 5, 1982 (24 parte: "La naturalización como equilibrio de poder entre naciones y
nacionalidades", pp. 1-56).

269
un orden de ilegitimidad superior a la presencia del inmigrante; un límite que no tiene otra
legitimación posible que la que vendría del trabajo. Así, la doble exclusión política que determina al
inmigrante y al emigrante (exclusión de derecho en el caso del inmigrante y exclusión de hecho en
el caso del emigrante) equivale, guardando las debidas proporciones, a lo que Hannah Arendt califica
de negativa o negación. . ción del derecho a la vida, en tanto que la propia identidad del individuo
está íntegramente contenida en su identidad civil (o cívica), en cuanto es uno de sus efectos. En
definitiva, ahora que la inmigración dura toda una vida laboral, vivir toda tu vida es lo mismo que
estar privado y privarte para toda la vida del derecho más fundamental, el derecho de lo nacional,
el derecho a tener derechos, el derecho pertenecer a un cuerpo político, tener en él un lugar, una
residencia, una verdadera legitimidad, es decir, el derecho, en última instancia, a poder dar un
sentido y una razón de ser a las propias acciones, tu palabras, tu existencia; es no estar capacitado,
no poder adquirir los medios para tener una historia.
4. Proviene del ámbito del trabajo y no del ámbito de la política, de la fábrica y la obra y no de la ciudad, de la
estricta economía y no de la intención de asentamiento -aunque, a pesar de ello, la inmigración también es ,
objetivamente, una cuestión de demografía - la justificación de la presencia del inmigrante así como, en
consecuencia, la apariencia de legitimidad indispensable para cualquier presencia extranjera. Es legítima,
podemos decir, la presencia que no puede ser cuestionada; la presencia que es, sin más; que es
absolutamente, que es en sí mismo, sin ninguna otra condición y sin subordinación a nada más, a algo más
fuera de sí o fuera de sí mismo. Tiene su fin en sí mismo, o es él mismo su propio fin. La presencia del
inmigrante es una presencia legitimada, por tanto, una presencia de la que siempre hay algo que decir, de la
que no se puede decir que exista en sí y para sí, puesto que existe en aras de otro fin además de ella misma;
es la presencia que no puede ser concebida, no puede ser pensada y no puede ser percibida, no puede ser
sentida como una presencia con miras a... para que... o a causa de, a causa de... mientras... etc. ., condiciones
y justificaciones que dan sentido y razón, orden y norma, legitimidad a lo que de otro modo sería disparate,
sinrazón y “desviación de la norma”, ilegitimidad. Si bien la legitimidad no debe probarse o discutirse hasta
que la idea de que puede probarse o discutirse sea impensable, la legitimación (entendida: lo que es
"ilegítimo") es la oferta de lo que no es lícito ni controvertido.

5. Esto es lo que dice Hannah Arendt sobre las condiciones sociales que previamente hicieron posible el
exterminio de los judíos bajo el nazismo - "muerte cívica", primero, que permitió su muerte "física" o
"biológica". “Entre los nazis, el exterminio de los judíos comenzó despojándolos de su estatus legal
(ciudadanos de segunda clase), separándolos del resto del mundo vivo y aislándolos en guetos y campos de
concentración... esa condición de completa la privación de derechos se había creado mucho antes de que se
impugnara el derecho a la vida". Y además, estar privado de los derechos políticos, aquellos que son
constitutivos de la existencia civil, es “primero y ante todo estar privado de un lugar en el mundo que da
sentido a las opiniones y eficacia a las acciones. Algo mucho más fundamental que la libertad y la justicia, que
son derechos de los ciudadanos, están en juego cuando la pertenencia a la comunidad en la que se ha nacido
ya no es una cosa lógica, y cuando no pertenecer a ella ya no es una cuestión de elección, o cuando el individuo
se encuentra en tal situación que, a menos que cometa un delito, el modo en que es tratado por los demás ya
no depende de lo que haga o deje de hacer» (L'Impérialisme, París, Fayard, 1982, pp. 280-281); existe una
relación evidente entre "estar sin derechos" y "estar fuera de la ley": colocarse "fuera de la ley" es sin duda la
única forma de alcanzar un estatus jurídico mínimo (fuera de la norma y mediante la represión) cuando se está
"sin derechos".

270
un pasado y un futuro y, por tanto, la posibilidad de dominar esta historia. Las formas de dominación
que se muestran hoy, así como las que atestigua la historia pasada, son muchas; aunque sean de
diferente naturaleza y alcance desigual, según las épocas, según el tipo de sociedad y el tipo de
régimen político, todos tienen en común la organización de una exclusión más o menos completa de
la esfera política, una mayor o menor exclusión menos natural o, mejor dicho, más o menos
"naturalizada", legitimada: ya sean los esclavos de la antigüedad (frente al hombre libre), los
peregrini (frente a civil o latini), los "bárbaros", los outsider (el derecho del Estado a heredar los
bienes de los extranjeros) y de las tierras baldías de la época feudal (y las costumbres germánicas)
o, más simplemente, del metic (extranjero), el zeck (idem), un "desplazado" ( o apátrida), de un
deportado, de un refugiado, etc., y de un inmigrante. La aproximación entre todas estas formas de
exclusión no deja de esclarecer la situación típica de los inmigrantes y el proceso migratorio desde
el punto de vista político y en sus relaciones con el Estado. Por todo ello, será útil remitirse a los
historiadores de la Antigüedad, historiadores de la política, la economía, la organización de las
ciudades de la antigua Roma y Grecia, y lo que dicen sobre la institución política y las oposiciones
entre los grupos que tienen acceso a lo político y los que están excluidos de él'.
6. ¿Qué es un extranjero cuando sólo son extranjeros, como ocurría en la antigua Roma, hombres de otra raza
o vencidos, cuando la misma palabra designa al extranjero y al enemigo (peregrinus y hostilis son sinónimos)?
Cuando, además, como era costumbre en las tribus de los bárbaros (francos, sajones, borgoñones, etc.), el
extranjero no era considerado digno de participar de la ley, es decir, en términos generales, de la obligación
común de garantía recíproca para el mantenimiento de la paz pública, la seguridad de la vida y la propiedad,
demanda de prenda o reparación (wehrgeld) debida a alguien que ha sido lesionado en sus derechos? Hay, en
todos los tiempos y lugares, una constancia en la relación con el extranjero según la cual, como dice
Montesquicu, "los hombres piensan que, no estando unidos a ellos por ninguna comunicación de derecho
civil, los extranjeros no podrían beneficiarse de ninguna ley". ; ninguna clase de justicia se les debía" (Libro 21,
17).

7. Entre los historiadores más modernos de la "cosa política" antigua citaremos a Michel Austin, Moses I.
Finley, P. Anderson, J. Annequin, M. Aymard, J.-P. Vernant, P. Vidal-Naquet, etc. Todos tuvieron que lidiar con
las diferencias que separan a los hombres que tienen competencia civil, es decir, la capacidad de conocer las
leyes de la ciudad, y los hombres que son incompetentes o inhabilitados desde este punto de vista: "Entre los
esclavos del tipo ateniense, la mercancía esclavos importados del extranjero y comprados en el mercado, y
grupos del tipo ilota, hay una diferencia fundamental, son dos tipos de sujeción muy diferentes, que tienen un
origen e historia distintos y que representan dos etapas de una evolución [.. .]" (Michel Austin y P. Vidal-
Naquet, Economies et sociétés en Grèce ancienne, París, A. Colin, 1973, 416 p.). Los esclavos se compran
individualmente, tienen orígenes diversos (después de Solón, no hubo más esclavos de origen ateniense en
Atenas), no pueden nombrarse colectivamente y no tienen identidad que puedan reclamar (sin personalidad
jurídica), son cosa de su señor ; a esta inexistencia se añade una sujeción corporal, sexual, total (cf. Moses L.
Finley, Esclavage antique et idéologie moderne, París, Ed. de Minuit, 1981, p. 212; véase p. 127); sólo pueden
esperar una liberación individual que nunca logrará convertirlos en ciudadanos; por el contrario, en

271

Sea o no parte de la ciudad, esto sigue siendo, podemos imaginar, hoy como ayer y, probablemente,
más hoy que ayer -principalmente por el creciente volumen de inmigrantes e inmigración cuyo
origen se extiende hoy en casi todo el mundo entero (al menos en el Tercer Mundo), con sus
transformaciones intrínsecas que, al convertirse relativamente rápidamente en inmigración familiar,
tienden a implantarse de manera duradera, por no decir definitiva, la cuestión en el caso de la
inmigración: a lo nacional. en su forma actual (y para todos los órdenes nacionales, tanto de
inmigración como de emigración) o, en otras palabras, para el estado-nación (y para los dos estados-
nación involucrados en el proceso migratorio), el inmigrante (y con él el emigrante) es alguien que
no puede tener, en un caso de jure y en el otro de facto, una identidad civil. Desvinculada así de todo
orden nacional, tanto el de la inmigración como el de la emigración -del primero en cierto modo y
como por definición, desde el primer día y durante toda la inmigración-; del segundo de manera
progresiva a medida que prosigue la emigración, es decir, como consecuencia de la carencia por la
ausencia provocada por la emigración, y porque esta doble disociación hacía de él una especie de
hombre abstracto, un hombre "integral", se podría decir ia, en cuanto escapa a todas las
determinaciones concretas, empíricas, histórica y territorial, social, política y culturalmente (es decir,
nacionalmente) determinadas, en cuanto se libera de todos los lazos (sociales, nacionales, etc.) que
la identificarían; el hombre "ideal", en definitiva, el que paradójicamente se postula en la expresión,
Esparta, los ilotas, conocidos por haber sido conquistados (se creen griegos o no griegos) y no comprados,
gozan de mayor homogeneidad, hablan la misma lengua y se les designa con un nombre colectivo, conocen
una identidad genealógica (la población se reproduce) , territoriales (pertenecen a un lugar), históricas, etc. y
tienen una libertad de acción que les permite ser manumitidos por el Estado y convertirse en neodamodes
(nuevos miembros de la damos), nuevos ciudadanos de Esparta, sin por ello ser iguales a los Pares. Estos dos
grados de sujeción explican las diferentes relaciones con el Estado En Atenas, es raro que se recluten esclavos
para el servicio militar, los casos son infrecuentes y siempre corresponden a situaciones urgentes. Además,
cuando se utilizan esclavos para la guerra, se empieza por manumisionarlos. En Esparta es normal utilizar ilotas
para la guerra y, en ese caso, si son manumitidos, a veces esto sucede después de su tiempo de servicio militar
[...]. Los ilotas podían reclamar ser parte del estado lacedemonio, mientras que era inconcebible que los
esclavos atenienses pudieran reclamar el derecho de ciudadanía en Atenas o, de hecho, cualquier derecho de
ciudadanía en cualquier lugar (en la ciudad antigua, la propiedad de la tierra, el servicio militar y la religión
hacen un ciudadano)". Estas diferencias explican -lo que es importante desde el punto de vista que nos
interesa- por qué no hubo revueltas de esclavos en Atenas, en la época clásica (aunque muy numerosas: cuatro
veces más que los hombres libres), mientras que la situación era completamente diferente en Esparta, donde
las revueltas ilotas eran constantes: "En Atenas, un complot que unía a los libertos y esclavos contra los
ciudadanos era simplemente inconcebible..., porque estaban completamente excluidos del Estado, mientras
que en Esparta todos, desde los Pares hasta los ilotas , pasando por todas las categorías intermedias,
participaba del Estado en cierta medida y en diferentes grados y la homogeneidad étnica hacía posible una
conciencia común y una acción común” (M. Austin y P. Vidal-Naquet, op. cit.).

272

“Derechos del Hombre”-, el inmigrante podría terminar, como el deportado, por ejemplo, no siendo
más que una individualidad singular y corpórea, un cuerpo biológico y técnico (un “cuerpo-trabajo”).
el orden jurídico y político nacional, especialmente hoy cuando la paradoja de su presencia no se
puede reducir ni seguir disimulando como si no tuviera nada, el inmigrante constituye precisamente
por eso, es decir, por su misma existencia, una amenaza para aquél. orden mismo; amenaza tanto
mayor (es decir, más subversiva) cuanto más viene del exterior (de la alteridad, de la extrañeza, de
la alogeneidad, de la exterioridad, cosas que las categorías constitutivas del orden nacional no
pueden integrar e interpretar según su propia lógica, la lógica o el genio de lo "nacional") y ya no,
como es "políticamente" (es decir, "nacionalmente"; también dicen "democráticamente") admitida,
desde dentro (de la identidad, la homogeneidad, la indigeneidad , interioridad, etc.), es decir, de
algún conflicto interno de individuos nacionales (de la nación) › que, sólo ellos, están autorizados
para entrar en conflicto entre sí y, por tanto, entrar en competencia política, o que es , en
competencia, en última instancia, por el poder político. De este antagonismo regulado que puede
llamarse "antagonismo de clase", o reducible a un antagonismo de clase, (los inmigrantes quedan
excluidos, no tanto por su posición en la sociedad y en el proceso productivo, muy al contrario, sino
por su condición de miembros "excedentes", y "excedentes" incluso en la clase social a la que
podrían sumarse. Sin embargo, esto no significa que los conflictos que involucren a los inmigrantes
(ya sea que los inicien o participen contra su voluntad, como por poder, y a veces más como
pacientes que como agentes) no eran “conflictos de clase”; simplemente quiere decir que, para los
inmigrantes que sólo participan de forma secundaria, como por accidente o por amalgama, sin gran
legitimidad para hacerlo, estos conflictos son completamente distintos a los simples conflictos
negociables como pueden ser entre socios legítimos y legítimos para hacerlo, son más que esto o, al
menos, lo son de forma secundaria y por agregación o por delegación.
8. La inmigración es, por esencia, del orden de la exterioridad: el inmigrante procede del extranjero; y, con la
inmigración, la exterioridad alcanza (o en) la interioridad - del mismo modo, el emigrante sale al exterior y, con
la emigración, la interioridad va hacia alguna exterioridad; La oposición inmigración/emigración (o
inmigrante/emigrante) permea toda una serie de otras oposiciones homólogas estructuralmente relacionadas:
presencia/ausencia, interior (o interno)/exterior (o externo), privado (doméstico)/público, etc. Inmigrar es
venir al interior (de fuera) o al interior (de fuera), es estar aquí presente, etc.; emigrar es pasar del interior (o
de lo interno) al exterior (o a lo externo), de la intimidad, de lo "privado" (doméstico) a lo público, es estar
ausente de aquí para estar presente allá, etc.

273

El inmigrante pone en riesgo el orden nacional, obligando a pensar en lo impensable, a pensar en lo


que no se debe pensar o en lo que no se debe pensar para existir; obligándolo a revelar su carácter
arbitrario (es decir, no necesario), a desenmascarar sus supuestos; obligándola a revelar la verdad
de su institución y exponer sus reglas de funcionamiento. En este sentido, el inmigrante (y con él el
emigrante) es un escándalo para todo el orden político, tanto para el orden político que lo hizo
"inmigrante" como para el que habla de él como emigrante: es, como Hannah dice Arendt, “ese gran
peligro que engendra la existencia de individuos obligados a vivir fuera del mundo común”, siendo
en este caso “el mundo común” el “mundo” nacional que es el único mundo político, ya que se
elabora como tal ., es políticamente político. Si, a pesar de todas las infracciones, todas las
violaciones y todas las degeneraciones de las que las democracias son responsables ante sí mismas,
la pasión democrática es, en el fondo, la pasión por la igualdad - igualdad de condiciones y, condición
y resultado de esta igualdad, igualdad de derechos , porque en una democracia y para una
democracia no podría existir, salvo excepciones que habrá que replantear, la desigualdad ante la ley,
podemos entonces afirmar que este ideal igualitario podrá derrotar y acabará derrotando al
“ilotismo” moderno que es la inmigración?"⁰ Por la buen funcionamiento-
9. Estos individuos son "peligrosos" para el orden político porque "se encuentran, dentro de la civilización,
retraídos en sus dones naturales, en su estricta diferenciación. Están privados del gigantesco igualador de
diferencias que pertenece a quienes son ciudadanos de un público comunitario [...] La paradoja que implica la
pérdida de los derechos humanos es que llega en el momento en que una persona se convierte en un ser
humano en general - sin profesión, sin ciudadanía, sin opinión, sin actos con los que se identifique y se
particulariza- y aparece como diferencia en general, ya que no representa más que su propia individualidad
absolutamente única que, en ausencia de un mundo común en el que pueda expresarse y en el que pueda
intervenir, pierde todo su sentido” (Hannah Arendt, L'Impérialisme, op.cit., p.292; énfasis añadido).

10. Si trazáramos la historia, es decir, la génesis y la jerarquía de todas las formas de sujeción, pasadas y
presentes, veríamos que se puede encontrar en su principio común la distinción que se hace en todas partes
entre aquellos que tienen, incluso cuando son totalmente teórica, la facultad o personalidad política (o civil) y
los que estén privados de ella; distinción constante, donde sólo varían los criterios, los rasgos distintivos o
relevantes en los que se basa esta diacrisis. Hoy, en las repúblicas y democracias modernas y también en los
estados-nación (sobre todo cuando son potencias coloniales o con bases coloniales), como en el pasado, en
las antiguas repúblicas, las ciudades de Atenas y Esparta, en particular, por retomar sólo los ejemplos que se
constituyeron en modelos de referencia - si podemos confiar en todas estas referencias de los tiempos
modernos, las de la Iglesia en primer lugar (cf. Moses I. Finley, Esclavage antique et idéologie moderne, op.
cit.; ver principalmente pp. 13 -21), los del Siglo de las Luces y la Revolución, posteriores (Montesquieu;
Robespierre, Saint-Just, etc.), así como todos los revolucionarios de la República igualitaria del Año II para los
que Esparta fue un modelo y la antigüedad una "reserva de referencias", como dice P. Vidal-Naquet), las de la
era liberal, finalmente (la Atenas "burguesa" inventada por la era liberal burguesa posrevolucionaria como
respuesta a la Esparta de la Revolución del Año II, ver Moisés I. Finley, op.cit., y Pierre Vidal-Naquet, "Tradition
de la démocracie grecque", prefacio de Moses I. Finley, Démocracie antique et démocracie moderne, París,
Payot, 1976, 182 p.; N. Loraux y P. Vidal Naquet, "La formación de l'Athènes bourgeoise, ensayo de
historiografía, 1750-1850",

274

Del orden nacional, ¿podría esta pasión conducir a la inclusión total, a la integración en lo nacional
(es decir, a la naturalización) de todo lo que no lo es naturalmente (por "naturalidad")? O, dicho de
otro modo
en Influencias clásicas en el pensamiento occidental, ed. RR Bolgar, Cambridge, 1978, págs. 169-222), todas
referencias que tienen en común lo que M. I. Finley llama "el error teleológico" (op. cit., p. 21)-, o incluso las
repúblicas medievales, como las ciudades italianas (ciudades feudales, -Estados) de los siglos XII, XIII y XIV (cf.
M. Bragadin, Histoire des républiques Maritimes italiennes: Venise, Amalfi, Pise, Gênes, Paris, 1955; y,
principalmente, D. Waley, Les Républiques médiévales italiennes, Paris, Hachette, 1969, 255 p.; y también
Perry Anderson, Les Passages de l'Antiquité au féodalisme, París, F. Maspéro, 1977, 331 p.) - en estas
"talasocracias" de Veneto, Liguria, Toscana, y en las "feudales ciudades" (y no burguesas) en todo el norte y
centro de Italia (Lombardía, Emilia, Romaña, Umbría, etc.), en la época del primer Renacimiento, cuando la
ciudad soberana ejercía su soberanía sobre las castras y los pueblos e, incluso es más, en los campos
circundantes (los contados), parece que la distinción entre el ciudadano (el "habitante de la ciudad" en cuanto
pertenece a un arte y ejerce su parte de soberanía a través de ese arte, a partir del cual la política lucha por la
definición de las "artes" y para la clasificación y distribución de los oficios vienen) y el no ciudadano (el
campesino, los "campesinos", los contadini) pasa por, por un lado, la ciudad, "república de los productores" (y
no de "guerreros y consumidores", como en la ciudad griega), a la que sólo pueden competir los miembros
(miembros de un "arte") (en el doble sentido de contribuir a... y competir por...) para poder, y, por otro lado,
el campo fuera de las murallas de la ciudad y cuyos miembros no pertenecen al cuerpo político, al cuerpo civil
(es decir, e., de la ciudad) y no compiten (en el doble sentido del término) con los conflictos políticos que
determinan la ciudad; y, sin duda, los "inmigrantes" de la época eran aquellos residentes no ciudadanos, los
habitantes, a menudo emigrantes del contado, y que podían solicitar la ciudadanía, la "naturalización" de la
época (cf. Michel Austin y Pierre Vidal-Naquet, Économies et sociétés en Grèce ancienne, París, A. Colin, 416
p., ver p. 15); en las democracias más auténticas, así como en sus desviaciones y perversiones, sus tendencias
hacia todas las formas de totalitarismo (el "mundo único", como lo describe Hannah Arendt; el nazismo, el
fascismo, el apartheid, el colonialismo y otros regímenes segregacionistas), el único principio de toda sujeción
es la oposición, en múltiples formas y en diferentes grados, entre, por un lado, el hombre "libre" para quien la
única actividad válida es la política - es el ciudadano ateniense o romano, el Par en la ciudad de Esparta , el
"ciudadano" de Florencia y otras ciudades italianas en la Edad Media, el ciudadano del Reich hitleriano, el
hombre "blanco" en el régimen del apartheid, el ciudadano "del primer colegiado" o el colonizador en el SIS -
naturaleza colonial , el ciudadano en el estado-nación, etc. - y, por otro lado, el hombre "sujetado",
"enajenado", que está excluido del cuerpo político y de las prerrogativas políticas, que no tiene una identidad
civil de jure (no tiene una identidad "nacional", como diría hoy)- es el esclavo, el meteco, el ilota, el "bárbaro",
el "campesino" o contadino, así como todos los nacionales o todos los ciudadanos de segunda clase, todos
pertenecientes (por nacimiento) a la "raza equivocada " (nacionales del Reich hitleriano, privados de derechos
políticos (cf. las Leyes de Nuremberg), el "color equivocado" (negros), la "casta equivocada" (por ejemplo, los
colonizados); también es el caso del deportado (por razones del todo desconocidas), el zeck (que pertenece
por nacimiento a la "clase equivocada") y, en menor medida, el inmigrante (el no nacional de una nación de la
que es sólo un miembro de facto). Para todas estas cuestiones, se puede leer provechosamente, además de
los grandes clásicos de la filosofía política (desde Maquiavelo, Discours sur la première décade de Tite-Live,
Montesquieu, Tocqueville, hasta Claude Lefort), en particular Hannah Arendt, L'Imperialism, Op. cit., y, más
ampliamente, Origines du totalitarisme (Nueva York, Harcourt Brace, 1951), de la que forma parte
L'Impérialisme, siendo la otra Sur l'antisémitisme (Paris, Calman-Lévy, 1973, 290 p.) y el segundo dedicado al
totalitarismo Le Système totalitaire (París, ed. du Seuil, 1972), Essai sur la révolution (París, Gallimard, 1967),
Pensée politique (París, Gallimard, 1972, 382 p.), Condition de l' homme moderne (París, Calman-Lévy, 1961,
369 p.), Du mensonge à laviolence, essei de politique contemporaine (París, Calman-Lévy, 1972); y, más
recientemente, La Pensée politique de Hannah Arendt de André Enegren (París, PUF, 1984, 256 p.); Michel
Austin y P. Vidal-Naquet, Économies et sociétés en Grèce ancienne, op. cit. (ver principalmente pp. 11-180:
"Concepts et problèmes généraux").

275

acción política de unos (los que no pertenecen al orden nacional, en este caso los inmigrantes),
condición y efecto del monopolio político otorgado a otros (los "nacionales") podría convertirse en
una posibilidad (aunque teórica) ofrecida a todos de participar en el "conflicto regulado", el que
instituye el orden político? Los antagonismos correlativos de la oposición entre lo que es "nacional"
y lo que no lo es, entre lo que es "político" y lo que no puede ser, acabarán constituyendo una
verdadera división política dentro del mismo orden nacional, en lugar de dejarse siempre ser
reducido a lo que es una forma de neutralización - a la distinción arbitraria y decisoria (distinción
más radical porque es decisoria y convencional) que está operando entre "nacional" y "no nacional".
Excluir del orden político, expulsar al inmigrante, como extranjero, desde el punto de vista de la
nacionalidad, fuera del campo político; relegar al inmigrante a lo ajeno a la política por ser
políticamente ajeno a la política, es una forma de que el orden democrático ajuste cuentas con su
ideal igualitario: basta con delimitar el campo político -con delimitarlo territorialmente” o con
nacionalidad y , correlativamente, constituyen el código de inclusiones en lo nacional y exclusiones
de lo nacional, es decir, los criterios pertinentes que discriminan a quienes participan de derecho de
quienes (por ley) no participan en política (el Código de Nacionalidad, por ejemplo ), para que el
orden y la moral estén sanos y salvos. Como aún es posible definir el territorio político (o nacional)
y se sabe cuánto la definición e imposición de fronteras constituyen siempre luchas políticas, tal cosa
permite conciliar el derecho (es decir, la "pasión democrática
11. La delimitación por nacionalidad obviamente tiene el efecto de distinguir entre lo que proviene de esa
nacionalidad y lo que no; la delimitación por territorio, y esto dentro de la misma nacionalidad, permite
separar -y esto es particularmente el caso en la situación colonial- el espacio metropolitano del resto del
espacio cubierto por esta nacionalidad común y, por lo tanto, separar el la "nacionalidad" que lo compone se
combina con el espacio metropolitano y sus ciudadanos metropolitanos (nacionalidad verdadera) y la
"nacionalidad" que sirve al resto del territorio (nacionalidad de los colonizados). Es significativo que la
diferencia así introducida entre dos formas posibles de una misma nacionalidad, dos estatutos, dos cuerpos
colegiados, no se encuentre en el territorio metropolitano: en éste no puede haber desigualdad entre
ciudadanos, no puede haber dos ciudadanías diferentes. Es lo que sucede en el siguiente ejemplo, tomado de
la historia colonial reciente - de colonización "francesa" (colonización más "integradora", más total y más
global; colonización del territorio tanto como de "cuerpos y almas", de almas por la "colonización" de los
cuerpos) en su forma más elaborada, tal como se aplica en Argelia. Cuando el estatuto orgánico de Argelia (ley
del 20 de septiembre de 1947) instituyó la nacionalidad francesa para todos los argelinos colonizados en su
estatuto personal (o local) y creó la diferencia entre el "estado civil francés de derecho consuetudinario" (los
franceses de origen, los ciudadanos del primer colegiado) y los "franceses de estado civil de derecho personal"
(los "franco-musulmanes", los ciudadanos del segundo colegiado), él mismo estipuló que la distinción que
opera de este modo entre dos categorías de ciudadanos y nacionales no podía ocurrir en la metrópoli: "Cuando
residan en la Francia metropolitana (se trata de franco-musulmanes), gozan de todos los derechos
relacionados con la calidad de ciudadanos franceses y están sujetos a la misma obligación" (artículo 2, inciso
2).

276

democratica" de la igualdad) y el hecho, es decir, la discriminación, la segregación que así se fundan,


regulan, legitiman. A menos que la inmigración y la población a la que se enfrenta no constituyan,
como ocurre hoy, en el momento en que una integración más amplia al todo nacional es
teóricamente posible, y sin duda precisamente por esta posibilidad teórica ("recrear al pueblo",
como lo expresaron los revolucionarios de 1794: citado por P. Vidal-Naquet, en M. I. Finley,
Démocracie antique... , op. cit., p. 29), lo que permite pensar el orden democrático del Estado-nación
como "transparente", es decir, arbitrariamente unificado, homogéneo por o gracias a la
identificación cuya oportunidad así se ofrece¹² .

Por tanto, si no nos conformamos con una comprensión demasiado inmediata, restrictiva e ingenua
(o falsamente ingenua) del fenómeno migratorio en su conjunto (emigración e inmigración), o si no
nos limitamos a la definición dóxica -definición que es cómoda para todos, para nuestro
entendimiento en todos los campos (económico, social, demográfico, moral, étnico, estético,
cultural; en fin, político, es decir, nacional) que se le suele dar a la inmigración ya los inmigrantes; si
no nos conformamos con la representación común, completamente impregnada de la oposición
entre "nacional" y "no nacional" (es decir, inmigrante), que está en el fundamento del orden
nacional, o incluso, si no nos sacrificamos por la percepción de la inmigración (y la emigración) como
siendo, como la conciencia común la designa, "naturalmente" apolítica; y, más que todo eso, si, del
mismo modo (una cosa está ligada a la otra), nos preguntamos lúcidamente por la génesis social e
histórica de estas representaciones, definiciones y entendimientos que se conjugan para ocultar y
negar lo fundamentalmente político. significado de la inmigración a través de la neutralización (ética)
o "naturalización"
12. “Transparencia social”, como hablaba Marc Richin de la idea que la Revolución Francesa tenía de la
sociedad que instauraba o a la que aspiraba, utilizando así el símbolo de una Esparta (o una historia de Esparta)
concebida a tal efecto ; cf. prefacio a J. G. Fichte, Considerations sur la Révolution française, París, Payot, 1974
(citado también por P. Vidal-Naquet, "Tradition de la démocracie grecque", art. cit., p. 29).
13. Necesidad de "orden nacional", la neutralidad política de la inmigración (que es algo más y algo diferente
de la neutralidad política de los inmigrantes) acabó convirtiéndose, para todos, para la sociedad de
inmigración, para el país de emigración y, también , para los inmigrantes, los primeros interesados, ajustándose
a la definición que se les dio y que, por otra parte, se dieron a sí mismos (es decir, con la excepción de los
inmigrantes, hoy numerosos, que se comportan como "herejes" del orden nacional de inmigración y
emigración), un hecho natural (sin darse cuenta de la paradoja que existe en hablar de "naturaleza" en el pleno
ámbito político, en el que sólo existe el hecho político y donde todo es político), la "naturalización" ("es natural
que...", "es lógico que...", "no hace falta que digamos que...", etc.), de enmascarar lo social) a través de las
cuales lo "social" se niega a sí mismo como tal, es decir, como arbitrario.

277

es decir, si nos preguntamos por las condiciones sociales de producción, funcionamiento y


perpetuación o difusión de esa misma representación y definición o, lo que es lo mismo, por las
condiciones sociales de génesis y reproducción del fenómeno de la emigración y la inmigración en
sí, nos veremos abocados a revelar y reconocer la evidencia de la estrecha relación que existe entre
el hecho de la inmigración (y, correlativamente, de la emigración) y el hecho nacional o estatal. Como
todos los demás simulacros o disimulos sobre los que descansa el fenómeno migratorio, la
suspensión de su dimensión intrínsecamente política es fundamental para el advenimiento, la
perpetuación y la "buena" regulación de la inmigración. Y si todos están de acuerdo en la
"apolitización" de la inmigración es porque todos (y cada partido a su manera) tienen interés en este
último disimulo (o ilusión); es como resultado de su común "apolitización" que la emigración y la
inmigración pueden ignorar lo que son y lo que operan objetivamente, que pueden ignorar su
verdad, es decir, su naturaleza esencialmente política; pues, tanto en un caso como en otro, bajo la
apariencia de una transferencia de trabajo (y parece creerse que es sólo trabajo), se trata, en
realidad, de la transferencia de ciudadanos o de individuos nacionales. , por lo tanto, en última
instancia, de sujetos políticos. Si, en el fenómeno migratorio, la razón o necesidad económica
invocada autoriza a cada uno de los socios a celebrar un contrato confeso, uno (el país de
emigración), con miras a la "exportación" (provisional) de sus trabajadores nacionales proclamados
disponibles para este propósito - proclamado desempleado; esta es la función objetiva que cumple
la coartada de desempleo, el otro (el país de inmigración), con miras a la "importación" (también
provisional) de los trabajadores que le faltan o de una determinada categoría de trabajadores, por
otro lado , la razón nacional o la necesidad política, aun hablando en términos demográficos,
impiden que se confiese del mismo modo y de manera tan manifiesta que se está procediendo
efectivamente a un traslado, no provisional sino definitivo (como quizás podría consagrarse "por
ejemplo" por naturalización, operación de "transubstanciación" por la que el ciudadano o nacional
de una nación y una nacionalidad se convierte en ciudadano o nacional de otra nación y de otra
nacionalidad), a uno de los dos países (el país de "exportación" o emigración), de una parte de su
población actual, sus emigrantes -población que es efectivamente suya o que considera como suya
por ser, de derecho (y sólo de derecho), suya; y, para el otro país (el país de "importación" o de
inmigración o incluso de naturalización), de una parte de su población futura, sus inmigrantes.
Dentro de la lógica (nacional y nacionalista), ningún orden nacional puede disponer a sabiendas de
la cesión o adquisición de la cesión más que la adquisición - de una fracción de su población, es decir,
de una fracción de sí mismo, de su identidad

278
y su integridad nacional. Mientras que la agregación política -y, en este sentido, definitiva, en un
caso, a la población nacional de personas ajenas a la nación y nacionalidad (es decir, de inmigrantes),
y, en el otro caso, de nacionales a una población , próxima a una nación y una nacionalidad a las que
eran extraños (nacionalmente hablando), está objetivamente inscrita en el convenio laboral que
firmaron los dos países, y sólo espera el momento de realizarse, no puede, sin embargo, confesarlo.
si se confiesa o es como tal; ni siquiera puede concebirse a sí mismo como un objeto sujeto a
negociación. Las dos partes en cuestión deben estar, más allá de todas sus divergencias y más allá
de los intereses contrarios que puedan oponerse, fuertemente unidas por una especie de
complicidad objetiva (es decir, complicidad independiente de la voluntad de cada uno, complicidad
que no necesita combinarse como en una trama), por lo que no sale a la luz la relación de similitud
o de causa y efecto que existe entre, por un lado, lo que se suponía que era simplemente una
introducción de trabajadores extranjeros (y, desde el punto de vista desde el punto de vista de la
emigración, lo que se suponía que era una simple salida de trabajadores al exterior) y, en
consecuencia, un traslado ("temporal" por definición) de mano de obra y, por otra parte, lo que
encierra potencialmente esta introducción y este traslado, es decir , de hecho, un traslado casi
definitivo de lo que será y será en el futuro una fracción de la población nacional (es decir,
ciudadanos, nacionales, sujetos políticos, etc.): la emigración y la inmigración serían negadas como
tales si su finalidad estrictamente política dimensión no estaban enmascarados; la "complicidad" (o
acuerdo tácito) que es indispensable para ello y que funciona aquí en el campo político sólo es
posible porque hace que los dos socios compartan las mismas definiciones de lo "nacional" (es decir,
lo político) y lo "no nacional". - nacional" (es decir, de lo apolítico). Así, el juridismo, es decir, la
consideración prioritaria sólo del estatus jurídico o sólo de la pertinencia nacional (aunque esta
pertinencia sea sólo formal, cuando no ficticia, pura abstracción, a veces porque no se puede
experimentar de manera efectiva, a veces porque subsiste una especie de salto entre la pertenencia
a una nacionalidad y la pertenencia a la nación), excluyendo todas las demás características (sociales,
lingüísticas, culturales, etc.), constituye el único verdadero fundamento de entendimiento dado a
ambos socios. Esta "complicidad", es decir, el común disimulo de la naturaleza y los efectos políticos
de la emigración y la inmigración, es necesaria para que éstas puedan tener lugar sin el orden
nacional o, más precisamente, sin ninguno de los dos órdenes nacionales, fundamentalmente
solidarios en este caso, tiene que sufrir cualquier ataque.

Acto aparentemente individual, por no decir "voluntario", porque así lo representan las sociedades
de emigración y de inmigración (representación

279

el que ambos necesitan); esta es la "paradoja del montón de arena": la emigración/inmigración en


realidad involucra dos órdenes políticos, dos naciones y dos nacionalidades y no solo dos países, dos
sociedades, dos economías, como se piensa y se afirma a menudo. Y porque hay, en el límite, sólo
dos formas de existir dentro de un grupo nacional: una forma legítima, que es la de los nacionales -
y también, en rigor, de quienes se "naturalizaron" en nacionales-, y una "forma ilegítima" forma en
sí misma (pero sujeta por tanto a una legitimación continua y, por tanto, objeto de un trabajo
constante de legitimación), que es la de los inmigrantes, ya que toda presencia de inmigrantes que
no se ajuste al orden así instituido en base a la oposición. La diferencia fundamental entre "nacional"
y "no nacional" debe resolverse, tarde o temprano, inevitablemente, con la naturalización, es decir,
con una fusión en la naturaleza (política) francesa. Es con esta única condición que la presencia de
inmigrantes -sobre todo cuando se distancian, por su comportamiento, de la representación general
que se tiene del inmigrante y de lo que debe ser y hacer- puede ser sustentada en todos los sentidos,
al al mismo tiempo económicamente.- mica, social, cultural e intelectualmente (la presencia del
inmigrante, que puede bordear la paradoja, se vuelve así inteligible y deja de ser impensable por la
sociedad), cuando no estéticamente (el inmigrante es un "tipo" físico, con una tez o color de piel,
hexis corporal y forma de comportarse diferentes, por lo tanto, susceptibles de alterar el panorama
estético "nacional") y, sobre todo, políticamente. La distinción según el criterio de nacionalidad o
pertenencia nacional se recuerda con más fuerza cuando nos encontramos en periodos de crisis de
empleo, que es también crisis de inmigración.

El orden de la inmigración y la emigración es tan dependiente del orden nacional, es decir, de las
categorías o esquemas de pensamiento que constituyeron ese orden, que remite a la herejía todo
discurso, toda práctica que no se ajuste o que no se adhiera inmediatamente a la representación
espontánea, común, casi natural que se tiene de ambos órdenes. Se necesita una ruptura
verdaderamente herética con estos dos órdenes para concebir y hacer concebible, para prever, para
hacer previsible, para enunciar y anunciar otro modo de relación…
14. Granos de arena, diminutas individualidades, van saliendo uno tras otro de la roca erosionada sin que
nadie los vea, y son arrastrados por el viento hasta que un accidente del terreno, un obstáculo, sirve de
pretexto para retenerlos y hacerlos que se fusionen entre sí; sólo cuando se hayan excavado grandes agujeros
en la roca matriz y, más aún, cuando la duna se haya formado y empiece a verse enorme, incómoda, aburrida,
el problema de la inmigración (y, de paso, la emigración de los países socios) . Lo que no era más que
comportamientos individuales y la suma de los comportamientos individuales se convierte en una realidad
colectiva, lo que era completamente predecible desde el principio aparece necesariamente como imprevisto
(y no predecible) para existir.

280

posible entre los dos. Cambiar el mundo social, cambiar el mundo político -y cambiar la relación con
la inmigración es cambiar esto- cambiar la representación de ese mundo (en este caso, la
representación de la inmigración y el inmigrante) presupone la conjunción de un discurso (o de una
práctica : la manifestación pública) crítica y de una crisis objetiva. Pareciera que esto es lo que en
parte está pasando hoy: la crisis, una situación paradójica (en el sentido fuerte de la palabra), una
situación extraordinaria, contraria al entendimiento (político) o al sentido común, requiere un
discurso que, de la misma manera , se aparta de lo común, contradice y choca con el sentido común.
Obra de enunciación de lo que hasta antes de ser enunciado (e incluso después de haber sido
enunciado) era y es impensable, de lo que no tiene nombre para ser nombrado principalmente en
el lenguaje político (es lo indecible, lo inaudito, lo inobservado) o, más bien, el trabajo de
dramatización (huelgas de hambre u otras manifestaciones, etc.), único medio de transgredir reglas
tácitas, de violar las censuras más fuertemente interiorizadas, como, por ejemplo, proclamar, violar
el orden político tal como está establecido, que un inmigrante (es decir, un "no nacional") puede
existir, puede reclamar el derecho a existir en el país de inmigración en igualdad de condiciones y
bajo el mismo principio y en las mismas condiciones que un nacional de ese país; y, más aún,
reivindicar lo que hacen ciertos "herejes", nacionales "herejes" del orden nacional e inmigrantes
"herejes" de la condición de inmigrante, constituyendo ambos herejes de un nuevo orden de
inmigración y, por tanto, de un nuevo orden nacional. ordenar el derecho a existir en igualdad de
condiciones con el nacional.
Es herético, y "herético" del orden de la inmigración (y la emigración), por ejemplo, el inmigrante (y
también el emigrante) que se niega a ajustarse a la serie de normas que lo definen y que definen la
inmigración (y la emigración) ; que se niega a someterse al imperativo de la provisionalidad, de la
subordinación al trabajo ya la exclusión política (del político que "se entromete donde no le
corresponde"). Un ejemplo de este tipo de comportamiento "herético" por parte de los inmigrantes
es la protesta pública contra la expulsión (a diferencia de la expulsión) inherente a su condición de
inmigrantes. Hasta el día de hoy, era común que el inmigrante, como "no nacional", sólo se retirara
en la medida de la expulsión, desobedeciera el mandato que se le hacía de "salir del territorio
nacional", en fin, infringir la ley pero violar la ley.la ley es también una forma de reconocerla y de
reconocer la filosofía política y social que implícitamente la habita. La evolución actual, interna y
externa, de la emigración y la inmigración -la emigración y la inmigración como procesos y como
poblaciones: el conjunto de emigrantes y el conjunto de inmigrantes se inclina a producir emigrantes
e inmigrantes que se comportarían cada vez más como "herejes". (y no sólo como blasfemia) del
orden nacional de emigración e inmigración.

281

También son herejes, y "herejes" del orden nacional, los que se niegan a aceptar que el inmigrante
sea expulsado y, sobre todo, que pueda ser expulsado, los que se niegan a aceptar que sea excluido
y, sobre todo, que sea excluible del campo político, como exige la distinción entre "nacional" y "no
nacional", la noción de "orden público" en el doble sentido de derecho administrativo (orden
municipal) y de derecho internacional privado o civil (más próximo a lo que se entiende por
"costumbres") como otra manera de hacer explícita esta oposición. Una especie de discurso
"herético" (en acto), las protestas de ambos, todos "herejes" del orden nacional (huelgas de hambre
u otras manifestaciones públicas: caminatas, manifestaciones de prensa, votos simbólicos, etc.;
actos políticos políticamente realizados por su significado político por parte de sus autores, agentes
"prohibidos" de la política), proclaman públicamente la ruptura con el orden común que hace que
ser inmigrante y ser expulsado, ser inmigrante y ser "excluible" de la política, se conviertan en una
sola cosa. cosa. Así, estas manifestaciones contribuyen a producir y se esfuerzan por producir un
nuevo sentido común (o que se hará común) sobre la inmigración y el inmigrante y, más
ampliamente, sobre el orden nacional; En este nuevo sentido, prácticas y experiencias hasta
entonces clandestinas e ilegales o, al menos, "extraordinarias" y "extraordinarias" entrarán o
deberían entrar con naturalidad, una vez investidas de la legitimidad (a conquistar) que confiere la
manifestación pública. y reconocimiento colectivo heterodoxo (en oposición a la definición común y
ortodoxa de inmigración y orden nacional). El comportamiento y el lenguaje "heréticos", al margen
de las condiciones sociales de su producción, es decir, de la producción de sus autores, suponen que
pueden, a pesar de la excepción (la heterodoxia) que constituyen, movilizar la autoridad del grupo
que los constituye. escucha y el grupo en cuyo nombre habla y actúa. Este comportamiento y este
lenguaje -por ejemplo, la huelga de hambre contra la expulsión y, más aún, contra la expulsión de
los que pueden ser expulsados- son actos eminentemente políticos, actos que tienen un sentido
político y que pueden tener consecuencias políticas incalculables, ya que son decididos y
radicalmente (decisivamente) innovadores en términos de definición
personalidad nacional, identidad nacional y, en última instancia, de la nación. Disolver el principio
de la constitución de grupos y, en consecuencia, la oposición entre estos grupos (nacionales e
inmigrantes), fundir los límites entre
15. Para un análisis más detallado de la relación entre ortodoxia y heterodoxia en la representación y definición
de los hechos sociales y, también, del significado de la manifestación como voluntad y como medio (violento
o no) de hacer realidad la existencia actual lo que todavía no existe, lo que todavía está en estado de
potencialidad, véase P. Bourdieu, "L'identité et la représentation, elementos para una reflexión crítica sur l'idée
de région", Actes de la recherche en sciences sociales, norte 35 de noviembre 1980, págs. 63-72.

282

entre grupos y entre las bases sobre las que descansan, entre los criterios relevantes por los que se
distinguen, por ejemplo, lo nacional y lo no nacional, desde el momento en que las primeras
propiedades distintivas dejan de ser pertinentes: quién es nacional o no -nacional?, esta es una obra
de subversión política que sólo es posible si va precedida o acompañada de una conversión en la
visión del mundo social (incluida la inmigración).

Una especie de "momento de la verdad" -más, dicho sea de paso, para las sociedades de emigración
e inmigración que para los propios inmigrantes-, la actual situación de crisis, al agudizar las
contradicciones de la inmigración (y la emigración), obliga a tres parejas a posar sin maquillaje ni
máscara, primero , la cuestión del estatuto actual y futuro (este estatuto, por supuesto, económico,
jurídico, social, cultural, etc. y, sobre todo, político) de la emigración a un , la inmigración al otro y su
emigración/inmigración al tercero ; y luego la cuestión, inseparable de la primera, del futuro del
inmigrante (o del emigrante), es decir, el lugar exacto que puede y debe ocupar en la sociedad de la
inmigración y en la sociedad de la emigración, o, más precisamente, dentro de (y hacia) cada uno de
los dos conjuntos nacionales entre los que se divide y se divide: ser miembro, agente y sujeto de una
u otra sociedad, pero no de ambas a la vez -la "ubicuidad" es imposible.- ble o ilusoria, pero el
inmigrante la persigue dentro de sus límites, los límites de la ilusión; ser ciudadano de una u otra
nación exclusivamente. Si cada época de la historia de la inmigración tuvo su manera de afrontar la
ilegitimidad (política) que está fundamentalmente ligada al inmigrante, y cada época de crisis, su
manera de revelar esa ilegitimidad (la ilegitimidad de la presencia del inmigrante aunque no está, y
sobre todo cuando no lo está, desempleado; ilegitimidad de su trabajo y, más aún, de todas sus
costumbres, de todas sus formas de ser, de todo lo que lo distingue como inmigrante), esto se
traiciona hoy
16. Es más imperativo para los primeros creer en la mentira (social) que han contribuido a provocar y mantener
para poder resistir la paradoja de una situación que no pueden reconocer del todo, porque sólo pueden
comprenderla a través de la las categorías políticas que desechan la herejía social o la heterodoxia, la
desviación de la norma común (verdad de un momento, verdad del mayor número, pero verdad eternizada y
universalizada) son, ante todo, cognoscitivas antes que políticas; son, ante todo, subversión mental antes que
subversión política: para la sociedad de la emigración, una ausencia duradera que no puede aceptarse como
tal; para la sociedad de la inmigración, una presencia permanente pero destinada a un estatus de ilegitimidad
permanente. En cuanto a los emigrantes/inmigrantes, porque saben por experiencia lo imprescindible que les
resulta ocultarse a sí mismos la verdad de su condición presente y de su situación futura, no se equivocan, en
lo más profundo de su ser, sobre los disimulos a los que están expuestos, forzados por su doble condición de
emigrantes allá e inmigrantes aquí.
17. Es un error o, al menos, una exageración creer que nuestro tiempo tiene la exclusividad no de la
inmigración, sino de las dificultades que ella genera (dificultades de los inmigrantes y dificultades de la
sociedad

283

a través de la cuestión de la adquisición, por parte de los inmigrantes, de la nacionalidad francesa, a


través de la naturalización (de los inmigrantes y de sus hijos) como fin lógico (sociológico y político)
de una nueva situación y, principalmente, de una experiencia de la inmigración que ya no tiene nada
que ver con la vieja relación, tradicionalmente constitutiva de la inmigración y de la condición del
inmigrante -la relación de los inmigrantes con la sociedad de inmigración y, recíprocamente, la
relación de esta sociedad con sus inmigrantes (y, correlativamente, la relación relación recíproca
entre inmigrantes y su sociedad de emigración y entre ésta y sus emigrantes).

Si es lícito considerar la "nacionalidad", es decir, la pertenencia o no pertenencia (nacional) a la


nación como la objetivación de la nación y el código de nacionalidad que rige esta pertenencia -
quién pertenece a la nación y quién no te pertenece? ¿Quién puede pertenecerte y quién no? ¿Con
qué medios y bajo qué condiciones se le puede pertenecer y bajo qué condiciones acepta esta
pertenencia "adquirida"? ¿Con qué medios y bajo qué condiciones es posible poner fin o negar esta
pertinencia y también bajo qué condiciones la nación puede aceptar o provocar esta ruptura? etc. -
como forma, al mismo tiempo, de protección y salvaguarda y refuerzo de la nación, tenemos derecho
a cuestionar el derecho a la nacionalidad y su historia, no sólo desde el punto de vista de la evolución
interna de la idea y la realidad de la nación (y de la nacionalidad que es su expresión) como
hacia sus inmigrantes); hay que ser muy ingenuo (y falsamente ingenuo) para creer que ocurrió en el pasado
sin plantear problemas (o sin haber planteado tantos problemas y problemas tan difíciles) -y esto, se piensa,
se debe a las características atribuidas retrospectivamente a los inmigrantes entonces considerados
"asimilables" (o más fácilmente "asimilables" porque están dispuestos a ser "asimilados")- y que si, hoy, genera
tantas dificultades, suscita tantos problemas graves, es la Culpa de los inmigrantes de hoy que no tienen la
calidad y las virtudes -son "inasimilables" o difíciles de "asimilar"- de los inmigrantes del pasado, más que la
propia inmigración. Asimismo, no se trata de una ilusión óptica (la situación actual es única en su género, no
tiene precedentes ni equivalentes pasados o futuros) ni con una especie de "históricocentrismo" (actitud
demasiado fijada en el presente, en el problemas actuales) que los problemas de la inmigración actual pueden
convertirse en nuevos problemas o, al menos, en problemas que alcanzan formas y grados inéditos. En
realidad, todo hace pensar que en todas las épocas, al menos en la historia reciente (desde mediados del siglo
XIX), hubo una inmigración y sin duda hubo que resolver problemas similares, en su naturaleza y en sus
extremas dificultades. , a los problemas planteados hoy, tenía también la ilusión de poseer la exclusividad de
estos problemas (recordemos aquí los problemas planteados, en su tiempo, por la inmigración polaca, italiana,
etc.); véase sobre este tema J. C. Bonnet, Les Pouvoirs publics français et l'immigration dans l'entre-deux-
guerres (Centre d'histoire économique et sociale de la région lyonnaise, Université Lyon II, 1976, 414 p.; véanse
en particular pp. 130-176 y 228-301), y R. Schor, L'Opinion française et les étrangers en France, 1919-1939
(Paris, Publications de la Sorbonne, 1985, p. 761; cf. pp. 109-134, 257 -260, 449-476), y Pierre Milza, Français
et Italiens à la fin du 19 siècle (Roma, 1981, cf. principalmente páginas 274-285) y otras obras publicadas bajo
su dirección, Les Italiens en France de 1914 a 1940 , Roma, École française, 1986, 787 p.), etc. 18. La literatura
sobre el derecho a la nacionalidad es muy abundante; solo cito: Paul Lagarde, La Nationalité francés (París,
Dalloz, 1975); Bouchez, Historia Parlamentaria de la Revolución Francesa; B. Mikrin-

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también -algo que no se hizo sistemáticamente- desde el punto de vista, primero, de la colonización
(que sucedió ayer) y luego de la inmigración (que sucedió hoy). Ambos se enfrentan, en diferentes
momentos, a los mismos o similares problemas: cómo hacer, en un caso (el caso de la colonización
y, principalmente, la colonización de Argelia), con lo que los franceses "no franceses de hecho" (no-
franceses de hecho) Los franceses debido a toda una serie de características diferentes que
conducen a una historia diferente, y una historia que podríamos llamar "nacional") son al mismo
tiempo "franceses" sin ser completamente franceses (es decir, "francés" "francés musulmán" o
"francés personas con estado civil de derecho personal o local”); en el otro caso (el de la inmigración
y, más particularmente, de una inmigración que es producto directo de la colonización y que, por
sumarse y sobrevivir a la colonización, prolonga sus efectos), cómo hacer un "no francés de derecho"
, sino "francés de facto" - "francés" por nacimiento, escolaridad, educación en la sociedad francesa,
trabajo y toda la existencia, etc., es decir, todo lo que hace que un individuo sea un francés de facto
y, a veces, solo de facto, incluso cuando a todo ello se añade la nacionalidad de jure, es decir,
francesa (es especialmente el caso de los hijos de familias inmigrantes argelinas cuando nacen),
franceses que no son completamente franceses. Además de la analogía que podemos encontrar
entre colonización e inmigración desde el punto de vista de la relación con la nacionalidad que se
ofrece o se impone tanto en un caso como en otro, el desafío de la inmigración, especialmente
cuando se combina con la de la colonización, parece mucho más grave, más violenta y más brutal
porque es más imperativa, ya que ocurre dentro de la nación y en su territorio y pone en juego la
nacionalidad dentro de su competencia. ¿Mediante qué transformaciones internas -sería una
verdadera revolución o mediante qué nuevos subterfugios puede el orden nacional superar el
desafío que se le hace? Además del orden nacional, ¿mediante qué otro artificio, pueden los
"extranjeros" o "pseudonacionales", cuya presencia dentro de la nación constituye una negación
llevada a la representación que se tiene de la nación, superar la contradicción en el orden nacional?
¿cuáles se encierran y en cuáles se encierran? Así, siendo ellos mismos productos de esta
representación, asumen, cada vez más frecuente y activamente, el esquema "nacionalista" del que
son subproductos: pues la primera reacción de todos los estigmatizados es reivindicar el estigma por
el que son son discriminados. Cuando no son forzados, hoy como en el pasado como las mismas
causas (o causas similares)
Guetzevicht, "Las fuentes constitucionales de la nacionalidad", en La nacionalidad en las ciencias sociales y el
derecho contemporáneo (obra coletiva, Instituto de Derecho Comparado, Universidad de París, 1933); G. Weil,
Europa en el siglo XIX y la idea de nacionalidad (Paris, 1938) etc.

285

producen los mismos (o similares) efectos, no hay razón para que la situación actual no reproduzca
por analogía las situaciones del pasado, situaciones de otros en otro tiempo y en otros lugares,
inventándose o reinventando alguna otra “nacionalidad”. (según la expresión de Marx en La cuestión
judía) o alguna otra "pseudonacionalidad" o "nacionalidad íntima", poco consuelo y reflejo del
"subyugado" común a todos aquellos que sólo poseen una identidad enajenada (por razones
históricas), y enajenada por a una "alienación inicial" (en términos de Gershom Scholem),
"alienación" a la que la "asimilación" (que sólo puede ser una "asimilación hacia afuera" y no una
"asimilación desde lo externo", algo que los "sojuzgados" no puede lograr) no pudo poner fin.

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LÉXICO
Abedel (en cabilio): el cambio, la transformación y la
transfiguración (cf. aqlab).

Adhrum (en lengua cabila): unidad social constituida por


un grupo en el que todos los miembros se sienten
parientes unos de otros; este parentesco puede ser
atestiguado por una genealogía común (más o menos
mítica, dicho sea de paso). cómo puede deberse sólo a
las circunstancias, siendo la relación "fraterna" el
modelo arquetípico de todas las relaciones entre
individuos o entre grupos.

"Aggoun e no fem. 'aggouna (em árabe); A'aggoun e


tha aggount (em língua cabila): idiota, tolo (e tola).

Aghrib (en lengua cabila): los exiliados, los perdidos


(solo hay exilio y perdidos en el ocaso, en el gharb); cf.
elghorba.

*Alam: sabio; en la tradición musulmana, doctor de la


fe. Alghrib. veterinario elghorba.

Amusnaw: el conocedor, el erudito: pl.: imusnawan (los


conocedores), de issin: saber (él sabe); thamusni:
conocimiento, cultura.

Aqlab (en lengua cabila): el reverso, la inversión, la


metamorfosis; cf. abedel

Aqul (en cabilio): retroceder, retroceder, volver sobre


los pasos, retroceder.

Asno (en lengua cabila): el día (en oposición a la noche),


el día (del trabajo); - elmou'awana: un día de ayuda
mutua; -u-rattal: salario de un día (de trabajo).

Aw-lad lahram: los hijos del pecado, el interdicto (y, en


el sentido fuerte, lo sagrado), el haram; hijos ilegítimos.

A'waj (en lengua cabila): torsión, al revés.

Bent: hija de... (femenino de ibn, hijo de...):

-el'amm: literalmente, hija del tío patemo (hija del


hermano del padre, prima paralela patrilineal); por
extensión, presione.

-Si fulano de tal: hija del señor fulano de tal... Buniya:


Bu (el padre de...)+niya (fe, inocencia, ingenuidad): la
ingenua, la inocente, la tonta, el hombre de fe (como
cuando se habla de fe ciega).

Cheikh: el maestro, el sabio (que es reverenciado) y, por


lo tanto, el hombre de conocimiento (que enseña o

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