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Ivet Sellés

11-10-22
TEXTO NARRATIVO

Ante él, los más inalcanzables rascacielos lograban intimidar hasta el mayor de los egos.
Sin darse cuenta, se había quedado admirando la metrópolis boquiabierto. Todo era tan
distinto a lo que estaba acostumbrado a ver en su día a día. Su tía ya se lo dijo aquel día
que decidieron ir a desayunar a esa cafetería tan acogedora donde vendían sus pastas de
té favoritas, solo con salir por la puerta el aroma envolvente de madalenas recién horneadas
les obligaba a cruzar la calle y dirigirse hacia el local: ‘Ya me dirás si echas de menos el
pueblo cuando no puedas distinguir los pájaros de los aviones.’
Caminaba impaciente, no sabía exactamente hacia donde iba, ¿y si, en realidad, nadie le
esperaba? Las calles, inundadas de destinos, lo condujeron hasta un tentador escaparate.
Bajo el cristal empañado pudo vislumbrar un sinfín de muñecas de porcelana colocadas con
maniático orden una al lado de la otra, como si de una fotografía de graduación se tratara,
que lo miraban fijamente sin parpadear. Le pareció que dejaban escapar una multitud de
murmullos ininteligibles, que le acariciaban la oreja, eran hojas sacudidas por el viento.
Estas no tardaron en convertirse en gritos. Llantos. Corre. Vete. Huye. Gritos que llenaban
hasta el último rincón de silencio de su interior.

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