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Que Es El Tercer Estado de Sieyes 1789 Jean Jacques Chevallier PDF
Que Es El Tercer Estado de Sieyes 1789 Jean Jacques Chevallier PDF
(S ieyés)
la expresión que tienen ahora en la boca todas las gentes cultivadas: donde,
bajo Luis XIV se hubiera dicho “el Rey”, se dice hoy la nación.
Entre estos millares de folletos, uno de ellos, en 8o, de 127 páginas,
dividido en seis capítulos y aparecido en los primeros días del 89, hace
olvidar los demás por la sensación que produce. Verdadero manifiesto
resonante de las reivindicaciones del tercero, se titula ¿ Qué es el Tercer
Estado? Desde sus primeras líneas es fulminante: “El plan de este escrito
es bastante simple. Tenemos que hacernos tres preguntas: Ia ¿Qué es el
Tercer Estado? Todo. 2a, ¿ Qué ha sido hasta ahora en el orden político?
Nada. 3a ¿Qué pide? Llegar a ser algo”.
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1. T odo
“El Tercer Estado es una nación completa”. ¿Qué hace falta para que
una nación prospere? Trabajos particulares y funciones públicas. Ahora
bien: el Tercer Estado soporta sólo los trabajos particulares que sostienen
la sociedad: agricultura, industria, comercio, profesiones científicas y libe
rales, ¡“hasta los servicios domésticos menos estimados” ! En cuanto a las
funciones públicas —es decir, la administración, la Iglesia, la toga, la es
pada— , el Tercer Estado forma sus diecinueve vigésimas partes, pero fue
ra de los cargos lucrativos y honoríficos reservados a los privilegiados sin
mérito. A él le toca cumplir todo lo que hay de penoso en el servicio públi
co, todo lo que los privilegiados se niegan a hacer. “Se le dice: cualesquie
ra que sean tus servicios, cualesquiera que sean tus talentos, llegarás
hasta ahí; no pasarás más adelante. No conviene que tú recibas honores”.
Odiosa iniquidad, y traición hacia la cosa pública, pues sin el orden pri
vilegiado los puestos superiores estarían infinitamente mejor desempe
ñados.
“¿Quién, pues, se atrevería a decir que el Tercer Estado no tiene en sí
todo lo que se necesita para formar una nación completa? El es el hombre
fuerte y robusto, uno de cuyos brazos está todavía encadenado. Si se
suprimiese el orden privilegiado, la nación no sería algo menos, sino algo
más. Así, ¿qué es el Tercer Estado ? Todo, pero un todo trabado y oprimi
do. ¿ Qué sería sin el orden privilegiado ? Todo, pero un todo libre y flore
ciente. Nada puede marchar sin él, todo marcharía infinitamente mejor
sin los otros".
El orden privilegiado, esto es, la nobleza (pues S ieyés no considera al
clero como un Orden, sino como “una profesión encargada de un servicio
público”), es en realidad extraño a la nación. Siendo una carga que pesa
sobre ella, no podrá “formar una parte” de la misma. Cuerpo extraño a la
nación por su holgazanería; extraño por sus privilegios civiles, que hacen
"¿QUÉ ES EL TERCER ESTADO?", DE SIEYÉS 167
2. N ada
3. A lgo
lo menos que sea posible”. No formula más que tres peticiones: ser repre
sentado por diputados sacados verdaderamente de él; que estos diputados
sean en igual número que el de los diputados reunidos del clero y la noble
za; que se vote por cabezas y no por orden. “Lo repito: ¿puede pedirse
menos?” Realmente, es muy insuficiente para darle la indispensable igual
dad de influencia en los Estados, que él reclama. Porque él no tiene em
pleos ni beneficios que dar, ningún poder de protección, mientras que “en
los campos y por todas partes, ¿cuál es el señor un poco popular que no
tenga a sus órdenes, si lo desea, una multitud indefinida de hombres del
pueblo?”
¡Y, sin embargo, se atreven a discutir estas tres peticiones, cuya timi
dez se resiente de los antiguos prejuicios.
Se pretende continuar haciendo representar al Tercer Estado por gen
tes “manchadas” de privilegios, gentes del foro y de otras profesiones.
Ahora bien: supongamos que Francia está en guerra con Inglaterra y que
un directorio de representantes de la nación dirige la guerra. “En este caso,
pregunto, ¿se permitiría a las provincias, so pretexto de no vulnerar su
libertad, elegir para diputados suyos en el directorio a miembros del minis
terio inglés? Pues, ciertamente, los privilegiados no se muestran menos
enemigos del orden común que los ingleses lo son de los franceses en
tiempo de guerra”.
Se pretende denegar la duplicación. ¡Y bien!, no es la igualdad, sino
dos votos contra uno de la asamblea de los privilegiados lo que el Tercer
Estado habría debido pedir. Cuestión de número, ante todo, pero también
cuestión de valor.
El tercer orden tiene sobre los otros dos una enorme superioridad
numérica. Cálculo de S iey és , desprovisto, por lo demás, de todo rigor
aritmético: ochenta mil cuatrocientos eclesiásticos y ciento diez mil no
bles. “Así, pues, en total, no llegan a doscientos mil los privilegiados de
los dos primeros órdenes. Comparad este número con el de veinticinco a
veintiséis millones de almas y juzgad la cuestión”. Para todos los que van
a leer a S ieyés , la cuestión, en efecto, está juzgada. ¿Cómo refutar su ló
gica, cómo “sostener, de un lado, que la ley es la expresión de la voluntad
general, es decir, de la pluralidad, y pretender al mismo tiempo que diez
voluntades individuales pueden contrapesar mil voluntades particulares”?
El número, noción democrática, barre la jerarquía—ligada al nacimiento,
a la “calidad”, en el sentido del antiguo régimen—, noción aristocrática.
Por otra parte, fuera, inclusive, de la cuestión de número, los progre
sos del Tercer Estado en todos los dominios, sobre todo en el comercio y
en la industria, la gran cantidad de “familias acomodadas, llenas de hom-
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