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Steffany Alcocer Gil

“El hombre sin cabeza” Juan Solanas (2003)

Pensar en un hombre sin cabeza podría referirse a una persona confundida, que no piensa
antes de actuar, que está locamente enamorado, o quizá, que tiene sed de venganza. Son
los principales prejuicios a la representación de la pérdida de la cabeza, donde se encuentra
toda la capacidad de decisión y acción de un ser humano. “El hombre sin cabeza” de Juan
Solanas, genera más de una percepción tan sólo en el primer minuto. Es un ser humano,
aunque parezca incompleto, tiene una personalidad marcada por el movimiento de su
cuerpo, está perdidamente enamorado pero no cree ser suficiente para su amada.

El hombre prepara su cuerpo para encontrarse con su amor, se le hace necesario hallar
una cabeza que pueda estar en sintonía consigo mismo y su cuerpo. Esta indagación de la
intervención corporal es, como lo dice Velasco (2016), “un intento de hacer frente a las
emociones, de drenar afectos desbordantes, como pueden ser la excitación, la angustia y
los miedos, el dolor, la rabia, la confusión, etc.” (p.6). Es clara la inconformidad del hombre
al faltarle una parte que pareciese fundamental en su cuerpo, así que emprende una
búsqueda para llenar ese faltante.

A lo largo de probar diferentes cabezas, el hombre se comienza a enfrentar con lo que


llama Velasco (2016) como el conflicto estético, donde desde su perspectiva la perfección
se define en estar completo, pero se encuentra con que ninguna cabeza le encaja en
relación con su cuerpo y personalidad. El individuo debe darle frente a su propio conflicto
estético, para lograr apreciarse y valorarse sin prejuicios, entendiendo así, su forma de
belleza (Velasco, 2016). “Degas lo sabía muy bien cuando decía que el dibujo no es la forma
sino la manera de ver la forma” (Sánchez, 2005, p.218, citado por Mallarino (2017, p.26).

Se trata de ver más allá de los prejuicios estéticos para encontrar belleza en lo no
convencional. “El hombre sin cabeza” se relaciona directamente con lo que Mallarino (2017)
menciona de Gilles Deleuze sobre los cuerpos sin órganos en cuanto a lo que denomina
paisaje-cuerpo. Al final de la película, el hombre da cuenta de cómo la mujer lo amaba tal
cual él es, reiterando lo que indica Mallarino (2017) como no estar “al asecho de la forma
sino de la sensación”. La belleza también se puede encontrar fuera de lo convencional y lo
que se puede considerar como desfigurado.

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