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Iluminaciones de un lienzo
es el primer poemario
homenaje a la gran figura de
Reveron. Este libro, que leo
como un poema con
variaciones, cuenta con
epígrafes de Reveron y
Caraballo, poemas en verso
y prosa, y un artificio literario
al final dónde Caraballo
imagina un encuentro entre
Vincent Van Gohg, Carlos
Cruz Diez y Reveron en
Francia. Como es costumbre
en la poesía y poética de
Caraballo, las imágenes se
multiplican, se engarzan, se
pueblan para lograr una
especie de rizoma como ha
visto Juan Ramón Jiménez
Sanchez o se nos presentan
como una especie de
caleidoscopio, como
advierte Gabriela Moreno en
su lectura de Es tiempo de
volver. Estas imágenes tan
complejas, poderosas hacen
que se vea en el poema
hasta la saciedad la labor de
un pintor, el movimiento de
su trazo, el uso de sus
pinceles y brochas, la
llamada “gestualidad” de la
pintura de Reveron.
Iluminaciones de un lienzo
abre con un poema que
medita el instante que un
pintor se enfrenta con su
lienzo en blanco. De acuerdo
con Caraballo, este es un
momento único donde el
pintor se enfrenta a ese
lienzo en blanco que es una
especie de “abismo” y que
crea gran inquietud en el
artista.
Detrás de un lienzo
Hay millones de
cuadros sembrados
Como brisas,
como sueños
Como un relámpago
detenido
Transgredieron la
quietud
El nimbo
En olvido
La inexistencia.
Como nubes
aparecen
Y luego se van a lo
lejos
Temblorosas de
alquimia
Se van adentro
Con su lluvia de
sueño.
A las escaleras,
A dormitar en la
vereda interna
Cercana de los
astros,
En el silencio del
cuadro
Un poema recita la
noche secreta
Vestida de
verde
En el silencio del
cuadro
Arde con sus torres
Alumbra el sentir del
río fragua
Su latencia
eterna.
Y más abajo:
Se quedó un pájaro
atrapado en el
Ojo
Y revolotea con sus
alas,
Y pica con el trino
levanta vuelo
En el atardecer y
siempre regresa
A mi ojo
Me surca con sus
venas y mares.
La Iluminación número 5
lleva un epígrafe de Reveron
que capta la importancia de
la luz y la luz en cada hora
para ejecutar un lienzo:
“Cada hora es de un color
distinto y uno siente el paso
de una a la otra”.
Cuando en la paleta
logro
Liberarme de
ellos
Cuando siento por
fin
La llenura se va
recomponiendo,
Y mis islas elegidas
se pueblan de
Esos paisajes
luminosos
Piadosos
Como ofrendas de
algún Dios
La Iluminación IX también
cuenta con un epígrafe de
Reveron: “El lienzo esta en
blanco/y cada pincelada/es
un pedazo del alma. En esta
Iluminación que es en prosa,
Luis Gilberto Caraballo
imagina a Armando Reveron
con su “cuerpo herido de
alucinaciones”, llegando a
Manhattan a la Calle 53 con
la 5ta Avenida donde se hizo
una retrospectiva póstuma
de la obra de este. Las
imágenes del pintor en su
Castillete de Macuto se
confunden con el nuevo
escenario donde Caraballo
coloca a Reveron, colapsan
para imaginar la ritualidad de
este en el paisaje
neoyorquino. Escribe
Caraballo:
Un cuerpo nómada
embebido de
Susurros y
fantasmales figuras
Pretende bajar hacia
el Hudson y
Beber de sus,
beberse los
Rascacielos en Nueva
York, ahora
Cercano y aún lejano.
Dejarlos en
la bruma en el salitre
penetrante,
En las pinceladas del
alba, en la
Luminosidad de
abismos...
En la Iluminación XVII,
también titulada “Retrato,
Caraballo vuelve a utilizar un
epígrafe de Reveron que lee
así: “La pintura es la verdad/
pero la luz ciega, vuelve
loco, atormenta, porque uno
no puede ver la luz”. En este
Bella Iluminación en prosa,
una de las más logradas, se
ve la lucha de Reveron con
la luz, con el paisaje de
Macuto, los personajes que
quiere captar en silencio.
Una vez más nos enfrentan
estas imágenes a la lucha
constante de un pintor con
su lienzo, en su espacio
donde pinta, para captar esa
realidad que se escapa.
Apunta Caraballo:
Se acomoda tu
lejanía en el
Cuadro, apenas
sigilos y líneas,
Apenas visibles, para
que
Sepamos que eras
tú, con tu
Amor a aquellas a
olas
Demoradas, a tu
canción apacible
Y detenidas sílabas,
apenas tus
Ojos, apenas tu
rostro contenido
En tu cuerpo
vacilante por el
Vaivén de un
tormento...