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UNIVERSIDAD AUTONOMA DE SANTO DOMINGO

(UASD-SANTO DOMINGO)

NOMBRE: Rosangela Berroa

MATRICULA:100486960

MAESTRA: Lourdes del Carmen Torres

ASIGNATURA: Percepción Humana.

Santo Domingo, R.D.


SENTIDOS DE LA PIEL

La piel, el órgano más extenso del cuerpo, actúa desde que nacemos como uno
de los principales canales que nos conectan con el mundo. No en vano, está
involucrada en todas las interacciones físicas que tenemos a diario.

Debido al importante papel que desempeña en el organismo y en la percepción


del entorno, los científicos llevan más de un siglo estudiando el sentido del tacto.
Pero muchos detalles de su funcionamiento continúan siendo un misterio.

“Todavía no entendemos la naturaleza de las sensaciones capturadas por la piel


ni cómo son procesadas para convertirse en percepciones y acciones”, admite
Yon Visell, investigador de la Universidad de California en Santa Bárbara. Los
expertos disponen ya de modelos detallados de otros sentidos, como la vista y
el oído, pero todavía les falta información sobre el tacto.

Llevamos un traje dérmico sensible al mundo

Para obtener información del exterior, la dermis y la epidermis (las capas más
externas de la piel) disponen de numerosos receptores distribuidos por todo el
cuerpo. Actúan como sensores, recopilando datos del entorno y
transformándolos en señales que pueden ser procesadas.

Existen diferentes tipos, según los estímulos que captan: los nociceptores se
encargan del dolor, los termoreceptores de las variaciones de temperatura y los
mecanorreceptores detectan la fricción y los cambios de presión y vibración. Su
acción combinada nos aporta una radiografía bastante precisa de los objetos que
tocamos. Tanto, que a veces no necesitamos la vista para reconocerlos.

Tipos de sensores de la piel: termoreceptores (corpúsculos de Krause y Ruffini),


mecanorreceptores (corpúsculos de Meissner, Pacini y Merkel) | CNX OpenStax
I Wikimedia Commons

Cuando son activados, estos receptores producen impulsos nerviosos que se


transmiten entre neuronas (las células del sistema nervioso) hasta llegar a la
médula espinal y el cerebro. Entre otras cosas, todavía no se conoce en detalle
cómo estas señales se convierten en información interpretable, por ejemplo, para
distinguir si alguien nos ha raspado con la uña o nos ha hecho cosquillas.

Estudiando la física del tacto

Sin embargo, la piel no es solo un material muy sensible. Junto con un par de
colegas, Visell ha demostrado recientemente en un estudio que este complejo
órgano contribuye al procesamiento de la información táctil que capta. La clave
está en la elasticidad de la epidermis.

Para explicar sus hallazgos, el científico pone como ejemplo el funcionamiento


de los ojos. La óptica de los órganos de la visión permite focalizar la luz en la
retina, plagada de receptores sensibles que transforman los estímulos en
información que el cerebro puede procesar e interpretar.

Un fenómeno similar ocurre cuando tocamos una superficie: al igual que la


cornea y el iris del ojo dirigen la luz hacia la retina, la elasticidad de la piel
distribuye los estímulos captados al tocar un objeto entre distintos receptores
sensoriales.

No solo la parte de la piel que entra en contacto con una superficie capta
información

Los investigadores han estudiado este proceso en las manos utilizando sensores
electrónicos. Han podido observar así cómo, cuándo palpamos una superficie,
se generan vibraciones en la piel. Los patrones que siguen estas ondulaciones
codifican información, como en un lenguaje, de manera que facilitan su posterior
procesamiento.

De esta forma, la elasticidad de la piel permite involucrar en la detección de los


estímulos a miles de sensores, aunque no estén ubicados justo en el área que
experimenta el contacto. Aumentan la cantidad de recursos disponibles para
interpretar la información y la eficiencia a la hora de compilarla en las señales
táctiles. Un tipo de procesamiento que se esperaría del cerebro, no de la piel.
Los hallazgos, señalan sus responsables, no solo aportan nuevos detalles sobre
esta magnífica capa sensorial que siempre llevamos puesta, sino que pueden
aplicarse en el desarrollo de miembros prostéticos o de robots sensibles al tacto.

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