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(UASD-SANTO DOMINGO)
MATRICULA:100486960
La piel, el órgano más extenso del cuerpo, actúa desde que nacemos como uno
de los principales canales que nos conectan con el mundo. No en vano, está
involucrada en todas las interacciones físicas que tenemos a diario.
Para obtener información del exterior, la dermis y la epidermis (las capas más
externas de la piel) disponen de numerosos receptores distribuidos por todo el
cuerpo. Actúan como sensores, recopilando datos del entorno y
transformándolos en señales que pueden ser procesadas.
Existen diferentes tipos, según los estímulos que captan: los nociceptores se
encargan del dolor, los termoreceptores de las variaciones de temperatura y los
mecanorreceptores detectan la fricción y los cambios de presión y vibración. Su
acción combinada nos aporta una radiografía bastante precisa de los objetos que
tocamos. Tanto, que a veces no necesitamos la vista para reconocerlos.
Sin embargo, la piel no es solo un material muy sensible. Junto con un par de
colegas, Visell ha demostrado recientemente en un estudio que este complejo
órgano contribuye al procesamiento de la información táctil que capta. La clave
está en la elasticidad de la epidermis.
No solo la parte de la piel que entra en contacto con una superficie capta
información
Los investigadores han estudiado este proceso en las manos utilizando sensores
electrónicos. Han podido observar así cómo, cuándo palpamos una superficie,
se generan vibraciones en la piel. Los patrones que siguen estas ondulaciones
codifican información, como en un lenguaje, de manera que facilitan su posterior
procesamiento.