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Familias hortícolas, vida cotidiana y exposición a plaguicidas. Córdoba,


Argentina

Conference Paper · June 2017

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3 authors:

Luciana Dezzotti Mariana A Eandi


National University of Cordoba, Argentina National University of Cordoba, Argentina
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Mariana Butinof
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FAMILIAS HORTÍCOLAS, VIDA COTIDIANA
Y EXPOSICIÓN A PLAGUICIDAS.
CÓRDOBA, ARGENTINA

Dezzotti, Luciana; Eandi, Mariana; Butinof, Mariana

Resumen: Introducción: El hogar y la quinta son los espacios donde las familias hortícolas (FH) del Cinturón
Verde de la Ciudad de Córdoba (CVCC) llevan a cabo las actividades cotidianas, prácticas productivas y
reproductivas, vinculadas con los procesos de exposición ocupacional y no ocupacional a plaguicidas. El
modelo productivo vigente, habitus y sistema de género social determina el modo de organización material y
simbólica de las FH. Objetivos: Describir las prácticas productivas y reproductivas llevadas a cabo por las
FH del CVCC vinculadas con los procesos de exposición ocupacional y no ocupacional a plaguicidas, en el
marco de la vida cotidiana. Metodología utilizada: Estudio cualitativo mediante entrevistas en profundidad a
integrantes de FH, observación participante y notas de campo (Mercado de Abasto, Ciudad de Córdoba y
en la quinta-hogar). Resultados y conclusiones: Las prácticas productivas, trabajo en la quinta, son llevadas
a cabo en su mayoría por el hombre y las reproductivas, de cuidado y quehaceres domésticos, por la mujer
madre o hija. Ambos participan en menor medida en las áreas no asignadas socialmente, actividad
invisibilizada objetiva y subjetivamente. Las buenas prácticas de horticultura (BPH) y aquellas relacionadas
con el hogar, se distribuyen de acuerdo al sistema de género social, hombres y mujeres modulan el proceso
de exposición a plaguicidas. Las FH se encuentran expuestas a plaguicidas ocupacional y no
ocupacionalmente de acuerdo a los diferentes aspectos que hacen al proceso de exposición.

Palabras claves: prácticas productivas y reproductivas - familias hortícolas – Cinturón Verde de la ciudad
de Córdoba.

Abstract: Introduction: The home and the farm are the spaces where horticultural families (HF) of The
Greenbelt of the City of Córdoba (GBCC) carry out the daily activities, productive and reproductive practices,
linked to the processes of occupational and non-occupational exposure to pesticides. The current productive
model, habitus and social gender system determine the mode of material and symbolic organization of the
HF. Objectives: To describe the productive and reproductive practices carried out by the HF of the GBCC
linked to the processes of occupational and non-occupational exposure to pesticides, within the framework of
daily life. Methodology: Qualitative study through in-depth interviews with HF members, participant
observation and field notes (Green Market City of Córdoba and farm- home). Results and conclusions: The
productive practices, work in the farm, are carried out mostly by man and the reproductive, care and
domestic chores, by the woman mother or daughter. Both participate to a lesser extent in areas not socially
assigned, activity invisibilized objectively and subjectively. Good practices in horticulture and those related to
the home are distributed according to the social gender system, men and women modulate the process of
exposure to pesticides. HF are exposed to pesticides occupationally and non-occupationally according to the
different aspects that make the exposure process.

Keywords: productive and reproductive practices - horticultural families - Green Belt of the city of Córdoba.

Introducción: En la Argentina, la provincia de Córdoba es una importante productora de hortalizas,


las primeras explotaciones hortícolas se desarrollaron hacia fines del siglo XIX, en los alrededores
de los centros poblados de las grandes ciudades formándose los llamados “cinturones hortícolas
periurbanos o cinturones verdes”, territorios localizados en cuñas, intersticios y áreas vacantes
(Secretaría de Comercio Interior, 2012). El “Cinturón Verde de la Ciudad de Córdoba” (CVCC)
ubicado en la parte central de la provincia, aporta el 16% de participación en la producción
hortícola en Argentina (Secretaría de Comercio Interior, 2012). Las quintas o huertas familiares
son establecimientos caracterizados por el cultivo de una gran diversidad de especies, hortalizas
de hoja, de inflorescencia y de fruto, tratándose en su mayoría de explotaciones pequeñas o
medianas, de 1 a 40 hectáreas, siendo su principal ventaja competitiva la cercanía al mercado
consumidor, un sistema poco diversificado, donde además de producirse hortalizas, las Familias
Hortícolas (FH) llevan a cabo la vida cotidiana (Secretaría de Comercio Interior, 2012).

El suelo periurbano de grandes ciudades suele convertirse en la franja descosida de la ciudad y


en el escenario residual de aquellas actividades que no encuentran su acomodo en el tejido
consolidado. Es considerado espacio de transición sometido a dinámicas dominantes, como es el
caso del mercado inmobiliario y el auge de la agroindustria, fuera de toda regulación y
planificación (Verdaguer, 2010). En la actualidad, en el CVCC, se observa una reducción y un
desplazamiento de la horticultura. Se estima que esta pasó de ser de 11.000 hectáreas en 2004 a
un área cultivada en el año 2012 de 5.500 hectáreas, producto ello de una importante puja
territorial donde intervienen medianos y grandes productores de corte extensivo (cereales y
oleaginosas), el aumento del área urbana en la que intervienen tanto el mercado inmobiliario como
los asentamientos poblacionales informales y el crecimiento del sector industrial que también
avanza sobre este territorio (Secretaría de Comercio Interior, 2012).

Cotidianeidad resulta el espacio donde hombres, mujeres, niños y niñas “metabolizan” lo ajeno,
desconocido y diferente, proceso simbólico que se expresa en el lenguaje, prácticas y
representaciones y da cuenta del modo de interpretar al otro, al mundo, y actuar en consecuencia
(Lindón, 2000). Es en la vida cotidiana donde los roles de cada integrante, entre ellos lo asignado
socialmente según el sistema de género, se van ajustando a cambios internos del entorno
(Carrasco, 2003a). La división entre lo masculino y femenino es normal y natural, hasta el punto
de ser inevitable, las prácticas productivas son asignadas socialmente a los hombres, trabajo
visible y valorado socialmente por el intercambio económico que este implica y, las prácticas
reproductivas centradas en el hogar y basadas en lazos afectivos a las mujeres madres e hijas del
hogar (Carrasco, 2003b; Celiberti y Mesa, 2009). El hábitus resulta el principio generador y
organizador de la cotidianeidad, de las prácticas productivas y reproductivas: “lo social hecho
cuerpo” (Bourdieu, 2007).

El escenario donde se encuentran inmersas las FH y desarrollan sus prácticas cotidianas resulta
de gran vulnerabilidad y alta exposición ocupacional y no ocupacional a plaguicidas, generada por
la naturaleza del trabajo productivo (Lantieri et al., 2009; 2011; Blanco y col., 2014; Butinof et al.,
2014). Distintos reportes internacionales y locales posicionan a la agricultura como una de las
ocupaciones más peligrosas (SRT, 2014; Organización de las Naciones Unidas para la
Alimentación y la Agricultura, 2009), importante causa de afecciones crónicas (Mostafalou, 2013) y
agudas entre horticultores-as (Sanborn et al., 2007). En términos de salud ocupacional, exposición
resulta el acto o condición de estar por razones de trabajo, en contacto dérmico, por inhalación o
ingestión, con uno o una mezcla de agentes químicos, en un lugar y durante un período de tiempo
determinado (Organización Panamericana de Salud y Escuela de Salud Pública de la Universidad
de Chile, 2006). Por otra parte, las vías de exposición no ocupacional incluye aquella que se
produce a través de la introducción de plaguicidas en el hogar por los miembros que se
encuentran en contacto con los mismos, la deriva de la agricultura (primaria y secundaria), el uso
de plaguicidas en el hogar, y la ingestión dietética por miembros de la familia o la comunidad
colindante (Ward et al., 2006; NRC, 1993; Deziel et al., 2015). En entornos agrícolas el uso de
plaguicidas aumenta la productividad lo que se refleja en los beneficios económicos, sin embargo,
dado que sólo el 10 por ciento de los plaguicidas aplicados llegar al organismo diana, un alto
porcentaje se deposita sobre suelo, agua y sedimentos y, afecta a la salud pública (Ortiz y col.,
2011).

Las buenas prácticas hortícolas (BPH) procuran asegurar la calidad de los alimentos, prevenir los
riesgos ocupacionales, mantener un medio de trabajo adecuado para el desarrollo de las prácticas
productivas y además, reducir la exposición no ocupacional. La utilización del equipo de
protección personal (EPP) durante el trabajo, la ubicación de los plaguicidas en la quinta y el
correcto manejo y disposición de los envases ya utilizados forman parte de las BPH
ocupacionales. En cuanto a las no ocupacionales, existen aspectos fundamentales que protegen
la salud de las personas que consumen los alimentos producidos en las quintas y prácticas de
higiene, tales como el lavado de la ropa contaminada con plaguicidas separada de la del resto de
la familia, cambio de ropa de trabajo antes de entrar en la casa y después del trabajo en la quinta
(Deziel et al., 2015).

De acuerdo a lo expuesto anteriormente, nos plantemos describir las prácticas productivas y


reproductivas llevadas a cabo por las FH del CVCC vinculadas con los procesos de exposición
ocupacional y no ocupacional a plaguicidas, en el marco de la vida cotidiana. Profundizar en el
estudio de las mismas con el propósito de aportar elementos en pos de disminuir riesgo para la
salud de las personas vinculadas con estos contextos de producción agrícola.

Materiales y Métodos: Investigación cualitativa abordada desde una sociología comprensiva


(Minayo, 2009), mediante entrevistas en profundidad a hombres y mujeres de cinco FH del CVCC,
observación participante y notas de campo realizadas en el Mercado de Abasto de la ciudad de
Córdoba y en la quinta-hogar de las FH. El acercamiento y trabajo previo realizado por miembros
del Grupo y las actividades desarrolladas en el Mercado de Abasto de Córdoba, en el marco de
las actividades propuestas por el Proyecto SECyT-UNC1, permitió el contacto con la población
participante a partir de vínculos generados con anterioridad.

Resultados y Discusión: Como se mencionó anteriormente, las quintas donde las FH llevan a
cabo la vida cotidiana se encuentran ubicadas en espacios periurbanos, en el CVCC. En su
mayoría nucleares, son propietarias de las tierras donde realizan las actividades productivas y
reproductivas, continuando así el legado familiar en producción de alimentos.

En cuanto a la organización del grupo familiar, existe una división naturalizada de áreas
reproductivas asignadas a las mujeres y productivas a los hombres. Esta división de género se
demuestra también en una investigación realizada con familias hortícolas en La Plata, las mujeres
madres e hijas adolescentes, asumen la actividad doméstica, la venta minorista en ferias locales o
verdulerías y la agroindustria mientras que el hombre aquellas en el campo (Otero y col., 2013).
Los espacios físicos que ambos ocupan se vuelven espacios simbólicos donde reproducen roles
femeninos y masculinos, cada integrante se adueña simbólica y materialmente de los mismos. Las
prácticas productivas realizadas en la quinta son el principal sustento de la economía familiar
siendo el eje organizador de las actividades diarias: siembra, mantenimiento, aplicación de
plaguicidas, cosecha y posterior venta de los productos obtenidos. En cuanto a las prácticas
reproductivas, las mujeres madres e hijas realizan los quehaceres domésticos, actividades
consideradas como su deber y responsabilidad. Además, cuidan la salud de la familia, atienden a
sus miembros y realizan todas aquellas actividades que contribuyen al bienestar físico, social,
emocional o cognitivo de las personas. En relación a esto, ellas insisten en la utilización del equipo

1
Proyecto Categoría A SECyT 2016-2018: Exposiciones Ambientales y Cáncer en Córdoba: Plaguicidas de Uso
Agrícola y Condiciones de Salud de Trabajadores de Cultivos Intensivos y Extensivos de la Provincia de Córdoba.
Directora Dra. Mariana Butinof.
de protección personal (EPP) durante la manipulación de plaguicidas, además de proteger los
espacios donde se guardan los productos químicos del contacto con niños y niñas.

“(…) estoy muy hincha en cuanto guantes, a todo ese tipo de cosas (…) no porque no lo tomas, no
te lo pones en la boca no te vas a contaminar. Igual que yo en cuanto a mamá tengo muy mucho
miedo con los niños (…)” (Mujer, 40 años)

Hombres y mujeres participan y contribuyen en las prácticas no asignadas socialmente,


reconocidas estas como una “ayuda” a su par en el hogar, lo cual confirma la invisibilización
objetiva y subjetiva de la actividad realizada. Investigaciones previas realizadas en el CVCC
refieren que los miembros de la familia participan en alguna actividad de la quinta, un 19% de los
jefes de familia refirió que sus hijos e hijas participan del trabajo hortícola y un 31% da cuenta que
las mujeres también lo hacen (Butinof et al., 2014; Machado y col., 2017).

Todas las FH entrevistadas utilizan plaguicidas en la producción, esta práctica realizada por sus
antecesores y heredada culturalmente, es reconocida por sus miembros como necesaria para
continuar con la producción de hortalizas. Los hombres se dedican a la actividad en el campo
desde niños-a, “ayudando” a sus padres a mezclar, lavar u otras veces solo estar presentes
durante las actividades. En cuanto a los años reconocidos como trabajo socialmente visible,
refieren realizarlo desde los 15 años en promedio, llegando en uno de los casos a 40 años de
trabajo en la quinta.

“(…) siete años, ocho que mi papa para joder me ponía a arar soja. (…) siempre de curar las
semillas, traerlas, llevarlas, ponerle el inoculante antes de sembrarlas (…) y bueno, todo eso lo
teníamos que hacer como quien dice a mano” (Hombre, 30 años)

La identificación constituye una de las manifestaciones más tempranas de lazo afectivo con otra
persona, siendo los padres y abuelos ideales a seguir. Así lo postula un artículo que presenta
resultados, postula a partir de las actividades realizadas por los niños de familias hortícolas, de
una investigación sobre exposición a plaguicidas y cuidado de la salud de los trabajadores
hortícolas del CVCC (Machado y col., 2012). En la actualidad hijos e hijas de la FH participan en
la actividad incentivados por sus padres y madres con el fin de “formarlos en la cultura del
trabajo”, se observa una distribución por parte de madres y padres de acuerdo al sistema de
género social, niños en el campo y niñas en el hogar.

En relación a las BPH y utilización del EPP durante la manipulación de plaguicida y presencia en
el momento en que se realiza la actividad, a excepción de dos hermanos de la misma familia,
todos afirman protegerse y usar la mayoría de los elementos recomendados. Las respuestas de
mujeres y hombres hortícolas no resultan significativas, no se detallan los elementos utilizados y
se percibe una franca evasión de la pregunta. En cuanto a los hermanos mencionados
anteriormente, trabajan parcialmente protegidos o sin ninguna protección, siendo la falta de
tiempo, la incomodidad que sienten al utilizar algunos de los componentes y el costo del EPP los
principales motivos referidos. Afirman que los demás trabajadores tampoco los utilizan y que si
dicen lo contrario están mintiendo.

”Pero seamos realistas, nadie lo va a usar (...) no, te llevo ya a todas las quintas que hay en Villa
Retiro y si, son mentiras. Y te está diciendo el gordo (hermano) que usa el barbijo (...) que no
sirve, que eso es peor, es un algodón que se humedece y vos respiras y queda ahí” (Hombre, 30
años)

De acuerdo a la disposición de los plaguicidas, son ubicados a una distancia entre 10 y 30 metros
de la vivienda familiar, en un galpón específico, en su mayoría con llave y candado para evitar que
niños-as u otros integrantes de la familia accedan a este espacio. Una vez utilizado el plaguicida,
las FH no realizan el triple lavado de los envases y la disposición y eliminación de los mismos de
acuerdo a Ley Provincial 9164. Reflejan disparidad en cuanto a la técnica realizada para el lavado
de los envases lo cual refleja la necesidad de profundización en las BPH. Las FH, manifestaron no
realizar los procedimientos adecuados y tener prácticas fuera de la normativa por falta de
facilidades para hacerlo correctamente. Según lo mencionado anteriormente, un estudio realizado
por Butinof et al., (2014) en el CVCC, muestra que la mayoría de los aplicadores realizó el triple
lavado de los envases ya utilizados (90%), pero esto no fue acompañado por la correcta utilización
final de los envases vacíos, el 57% se almacena, el 17% fueron quemados, 7 % enterrado, y
había otros malos usos de envases contaminados.

En cuanto a la exposición no ocupacional a plaguicidas, la ubicación de la vivienda de las familias


hortícolas representa un factor muy significativo, se visualiza que todas las FH que viven en la
quinta residen a escasos metros de los cultivos, siendo en la mayoría de los casos menor a 10
metros la distancia entre los cultivos y la puerta de ingreso al hogar. Los datos anteriormente
expresados reafirman resultados de un estudio realizado en el CVCC, donde las principales
entrevistadas fueron mujeres. Se reportó que la distancia entre la quinta y sus hogares es de un
mínimo de 3 metros en las zonas periurbanas y un máximo de 800 metros en espacios urbanos
(Peralta y col., 2015). Las FH no utilizan plaguicidas en el interior de la vivienda, pero a pesar de
esto, el ingreso de hombres, mujeres y niños-as al interior del hogar luego de manipular
plaguicidas o encontrarse cerca mientras se realiza esta actividad, y el libre tránsito hogar-quinta
hacen que el escenario de exposición se agrave. Los hombres se quitan las botas o calzado
utilizado durante el trabajo en la quinta para ingresar al hogar y así evitar que se ensucie el interior
de la vivienda, la mujer es la que lava la ropa de trabajo, separada de la del resto de la familia.
Resulta importante destacar que la mayoría de los hombres productores se duchan
inmediatamente luego de aplicar plaguicidas, en el baño de uso común por la familia, a excepción
de dos hermanos que a veces, cuando el clima lo permite, lo hacen afuera de la vivienda,
cuidando así de manera consiente la salud de los niños-as del hogar

“Si, al baño urgente (...) la ropa afuera, sobre todo por la criatura (...)” (Hombre, 40 años)

En un estudio realizado en una comunidad agrícola en el centro del estado de Washington el 60%
de los trabajadores afirmaron quitarse los zapatos en la puerta del hogar luego de realizar el
trabajo en la quinta, mientras que un 38% dice usar la misma ropa en el interior del hogar. Por otra
parte la mayoría de los hombre agroaplicadores (68%) colocan esta ropa de trabajo para que sea
lavada por separado de la del resto de la familia (Lu y col., 2000).

Las FH entrevistadas consumen diariamente las hortalizas que producen, asociando esto a
hábitos saludables. De acuerdo a las Guías Alimentarias para la Población Argentina, se
recomienda el consumo de “al menos medio plato de verduras en el almuerzo, medio plato en la
cena y 2 o 3 frutas por día” (Ministerio de Salud, 2015). Por el contrario, el consumo de hortalizas
por FH que utilizan plaguicidas en sus quintas, se encuentra dentro de las posibles vías de
exposición no ocupacional, ya que existe la posibilidad de que los alimentos contengan residuos
de los mismos (Deziel et al., 2013). Una FH refirió haber experimentado mareos, nauseas, vómitos
y diarrea, síntomas relacionados con intoxicación aguda a plaguicidas luego de consumir una
sopa preparada por la mujer con hortalizas propias. El hombre afirmó que estas no habían
superado el período de carencia luego de la aplicación de los agroquímicos, el cual evita que los
residuos finales sobrepasen los niveles de tolerancia establecidos por la normativa (periodo de
carencia). La FH entrevistadas poseen agua de red, considerado por la literatura como un factor
protector de exposición a plaguicidas.

Conclusiones: En cuanto al contexto de vida cotidiana de las familias hortícolas del CVCC, se
encuentran inmersas en un escenario complejo: el espacio periurbano que refleja una mixtura de
características particulares tanto de lo rural como de lo urbano. El paisaje se muestra en un
proceso de transición, donde se hace cada vez más visible como la ciudad se adueña de terrenos
donde anteriormente se practicaba la horticultura reduciéndose considerablemente el área
destinada a la producción. Esta realidad pone en riesgo la sustentabilidad de los sistemas
productivos y la seguridad alimentaria de las FH y la comunidad en general, a pesar de esto las
FH sostienen la actividad hortícola y el legado familiar estimulando a las generaciones más
jóvenes que continúen con el mismo.

Se observa en las FH una división fuertemente naturalizada de áreas reproductivas y áreas


productivas, se adueñan material y simbólicamente de los espacios físicos y las actividades que
estos requieren, el hombre trabaja la tierra y la mujer se encarga de los trabajos domésticos y de
cuidado. Sin embargo, ambos participan en menor medida en las áreas no asignadas
socialmente, el hombre en la casa y la mujer en la quinta. Teniendo en cuanta las prácticas
productivas de las FH entrevistadas, tradicionalmente y en la actualidad aplican plaguicidas
entendiendo a esta forma de producción como la más indicada, inmersas en un paradigma que
promueve visiones mercantilistas.

De acuerdo a los diferentes aspectos estudiados que hacen al proceso de exposición a


plaguicidas, concluimos que las familias hortícolas se encuentran expuestas ocupacional y no
ocupacionalmente a plaguicidas en el pasado y en la actualidad. Las BPH desplegadas en el
espacio quinta, son consideradas una responsabilidad del hombre, quien toma los recaudos
culturalmente asignados, y aquellas relacionadas con interior del hogar, limpieza y lavado de ropa,
entre otras, son asignadas principalmente a la mujer, minimizando en sus prácticas la exposición
no ocupacional, cuidando así la salud de la familia. Las vías de contaminación no ocupacional del
trabajo hortícola contribuyen a la exposición a plaguicidas de las FH que residen en las quintas del
CVCC, la distancia a los campos de cultivo y la indivisibilidad vivienda-quinta hacen de la misma
un lugar de constante exposición. La exposición dietética se evidencia como un potencial riesgo
para la salud, siendo este peligro no reconocido por las mismas, que consideran al consumo de
hortalizas de su quinta como saludable, conocimientos de la población en general, de acuerdo a
postulaciones del Ministerio de la Salud Nacional.

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Agradecimientos: A horticultores, horticultoras y familias hortícolas participantes y al Grupo de


Epidemiología Ambiental del Cáncer y otras Enfermedades Crónicas Córdoba (GEACC).

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