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El orientalismo

de Femando Gómez Redondo

Dra/ Rasha Aboudi

:Presentado por
Hadeer Assem

2023
Índice

22.2. El orientalismo ……………………………………………………. 2

22.2.1. El origen de una noción ……………………..………………….. 2

22.2.2. La nueva dimensión del orientalismo ………….……………….. 3

22.2.3. La radicalización orientalista ……………………...……………. 3

Bibliografía …………………………………………………...………… 6

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22.2. El orientalismo
Abierta a la influencia del mundo del Islam y de los musulmanes en el seno de las
sociedades occidentales, se construye esta vía de conocimiento crítico que toma su
nombre del revelador estudio del palestino Edward W. Said, Orientalism de 1978. El
manual de Said obligó a revisar los fundamentos en que estaban asentadas las
relaciones entre estos dos mundos tan antagónicos, pero a la vez, en épocas de
globalización como la presente, tan cercanos: no se puede prescindir de la presencia
de lo «oriental» en la visión del mundo de las antiguas naciones que intervinieron en
la colonización de aquellas regiones; precisamente, a partir de este estudio se
sistematiza el conocimiento de los pueblos islámicos, al reducirlos a categorías
intelectuales que permiten su valoración e integración en un orden de pensamiento
que viene a coincidir, en muchas posturas, con el de los estudios culturales, aunque,
en este caso, la visión orientalista no se deje cercar por presupuestos ideológicos
cerrados, ya que se trata de mundos sometidos a continuos cambios: no se puede
mantener ya la idea de que es Occidente la que domina a Oriente de una forma
pacífica —usando vías diplomáticas y comerciales— tras los conflictos bélicos
desatados en los primeros años del siglo XXI y que dejan bien clara la diferencia
radical que existe entre una y otra representación del mundo.

22.2.1. El origen de una noción


En sus orígenes, el orientalismo aparece como una visión política de la realidad
que se construye en el período del dominio imperialista que se extiende entre 1815 y
1914, en el que franceses y británicos compartieron unas estructuras de poder
intelectual que cuajan en una primera concepción «orientalista»: es decir, aquella
imagen de las colonias, más o menos distorsionada por intereses casi siempre
comerciales, que llegaba a Occidente y se involucraba en las formas artísticas que se
estaban produciendo. Se fijaba de esta manera la seguridad de un «nosotros»
occidental frente a un «otro» oriental, de donde surgía una red de oposiciones
binarias: formas de pensar, de vestir, de rezar, de amar eran juzgadas incompatibles,
aunque no por ello rechazables.

Desde estas perspectivas, el orientalismo determina las diferencias entre estos dos
mundos para radicalizarlas aún más y permitir a las potencias occidentales mantener
su poder, controlar y gobernar a esos «otros»; de este modo, cualquier valoración que
se realice de aquellas formas artísticas se encontrará siempre sesgada por estas
posturas: los occidentales son caracterizados como dueños de la razón, de la paz, de la
lógica, del bienestar, mientras que los orientales son presentados desde las
perspectivas del fanatismo, de la violencia, de la desigualdad social.

Las imágenes de una realidad totalmente inventada conforman la base de ese


«orientalismo»; es lo que Said ha denominado la «fase textual» de esta visión del
mundo, transmitida a través de los sistemas educativos occidentales y perpetuada en
relatos o películas; de este modo, la concepción academicista que se construye a lo

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largo del siglo XX no puede prescindir de ese sistema ideológico, tan incardinado a
unas estructuras de poder que, aunque hayan desaparecido, mantienen su presencia en
las relaciones económicas que siguen vigentes entre los países industriales y los que
fueron colonizados ideológicamente.

22.2.2. La nueva dimensión del orientalismo


Es necesario que se imponga un cambio a estas concepciones del mundo
recibidas de una política de expansión imperialista y de una manipuladora reducción
de la realidad; se hacía urgente articular un nuevo pensamiento orientalista sobre una
actividad racional y científica diferente, creando para ello un vocabulario nuevo y
unos métodos de análisis, que pudieran ser usados por los que pretendieran acercarse
a este dominio de la realidad sin prejuicios ni valoraciones históricas. Se trata de un
proceso que, por supuesto, no se realiza sólo a lo largo del siglo XX; Said destaca, en
este sentido, la labor emprendida por Silvestre de Sacy y Ernest Renán, que
desarrollan su labor entre las últimas décadas del siglo XVIII —en el ámbito del
dominio napoleónico— y las primeras del siglo XIX. Renán, hebraísta, es el primero
en preocuparse por un planteamiento desacralizador de estos estudios, logrando que lo
semítico y lo indoeuropeo se convirtieran en objetos de investigación científica. Con
posterioridad, algunos viajeros comienzan a acercarse a estas áreas culturales con
otras perspectivas como sucede con Richard Burton; otros escritores pretenden alzar
una realidad que no esté sostenida por categorías ideológicas previas tal y como
plantean François-René de Chateaubriand —«intenta consumir Oriente»— y E.
William Lane —«sacrificaba su ego al canon orientalista»— a tenor del interés de
ambos por los «nativos», apuntada esta diferencia.

Por último, tienen que ser considerados, como parte activa del proceso, los
intelectuales que quieren sentir la experiencia orientalista, tal y como lo demuestran
los casos de Lamartine, Nerval y Flaubert.

En cualquiera de los casos, el orientalismo sigue siendo una doctrina sobre


Oriente, construida dentro del marco del pensamiento occidental que cuaja en una
tradición académica o en una concepción puramente comercial; se trata de suministrar
líneas de conocimiento sobre pueblos geografías o culturas muy diversas, sin que
exista una visión similar de le pueblos sometidos a examen; es decir, no había un
«occidentalismo» que contraponer a esta visión del mundo.

22.2.3. La radicalización orientalista


Un cambio radical de estas posturas se fija en el período intermedio entre las dos
guerras mundiales, al aparecer nuevos signos de reivindicación política y nacionalista,
que permite que Oriente por vez primera se sacuda esa imagen de colonia condenada
al eterno dominio de las estructuras comerciales que le han sido impuestas.

Hay, posturas intermedias: pensadores que intentan encontrar zonas comunes


entre uno y otro mundo, como sucede con el intento de Louis Massignon de encontrar

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vínculos entre musulmanes y católicos, acudiendo al origen «abrahámico» compartido
por una y otra religión; su creencia de que sólo existe «un espíritu humano» permite
volver a analizar el simbolismo del arte islámico, las estructuras lógicas del
pensamiento musulmán, la tradicional economía islámica, además de sus
organizaciones gremiales; la mística musulmana se relaciona de esta forma con los
planteamientos de Jung o de Kierkegaard; Massignon critica la «expansión» británica
sobre este mundo, como inductora además de falsas categorías.

Tras el fin de la Segunda Guerra Mundial, el orientalista se convierte en un


«experto en áreas culturales» vinculado al aparato del estado o de las principales
multinacionales; vuelve a construirse una visión de lo oriental adaptada a las
necesidades políticas de cada momento, incrementada, en este caso, por los medios de
comunicación de masas. El conflicto entre palestinos e israelitas, fuerza una nueva
imagen de los árabes como enemigos de lo occidental, convertidos en una especie de
pueblo antisionista del que sólo interesa su producción de petróleo, pero que no
merece la menor confianza.

Bernard Lewis fue uno de los primeros en intentar explicar la dicotomía entre el
ámbito semítico y el musulmán, intentando explicar por qué los árabes no podían
aceptar la presencia de los judíos en aquella zona geográfica, mediante posturas que
no llega a aceptar Said, por cuanto piensa que la visión reducida de la realidad
impuesta por los orientalistas instiga posiciones tan radicales como la de este ideólogo
que llega a afirmar que la lengua árabe es una estructura de pensamiento peligrosa,
por la imprecisión de sus ideas, por la dimensión categórica del mundo, por el
radicalismo de sus afirmaciones.

Es necesario, por tanto, como señala Said, asumir esta visión orientalista —llena
de prejuicios y de esquemas de dominio político y económico— para lograr construir
una alternativa que permita el trazado de una concepción ideológica diferente, en la
que los problemas de enfrentamiento social y religioso puedan ser dirimidos y se
logre, a la par, construir un sistema de convivencia diferente.

La lección más importante del «orientalismo habla del modo en que el


conocimiento puede degradarse y de la tarea urgente del verdadero intelectual de
revisar todo ese sistema de ideas. Tal es el objetivo de Cultura e imperalismo de
1993, en donde Said configura un método de análisis que le lleva a interesarse por las
obras individuales en que se ha planteado la confrontación de mundos, para
examinarlas después desde la relación entre cultura e imperio, en los casos francés,
británico y norteamericano, superando de esa manera el modelo limitado del
orientalismo; predica, ahora, la necesidad de resistir ante las concepciones
totalizadoras que el imperialismo pretende imponer; es preciso que se quiebren los
esquemas binarios de poder, que emerja una nueva conciencia intelectual en el seno
de las naciones dominadas, una visión crítica que se refleje finalmente, sobre las
propias estructuras dominantes y modifique sus categorías; Said es uno de los

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primeros críticos en percibir el lento proceso de afirmación cultural de los grupos
minoritarios.

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Bibliografía

- Bobes, Carmen, y Gloria BAAMONDES, Magdalena CUETO, Emilio


FRECHII.I.A e Inés MARFUL, Historia de la teoría literaria I. La
Antigüedad grecolatina, Madrid: Gredos, 1995 e Historia de la teoría literaria
II. Transmisores. Edad Media. Poéticas clasicistas, Madrid: Gredos, 1998.
- CESARINI, Remo, Introducción a los estudios literarios {2003}, Barcelona:
Crítica, 2004.
- CULLER, Jonathan, La poética estructuralista. El estructuralismo, la
lingüística y el estudio de la literatura [1975}, Barcelona: Anagrama, 1978.
- DI GIROLAMO, Constanzo, Teoría crítica de la Literatura {1978},
Barcelona: Crítica, 1982.
- SELDEN, Raman, La teoría literaria contemporánea {1985}, Barcelona:
Ariel, 1987.

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