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El Darwin más

incomprendido.
¿Venimos del mono?
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Si preguntamos a cualquiera cuál fue la contribución esencial de Charles Darwin


a la ciencia, posiblemente nos responderá que fue el naturalista inglés quien
descubrió que el ser humano desciende del mono. En 1871, se publicaba la
segunda de las obras más conocidas de Darwin, El origen del hombre, en la que
aplicaba los principios descritos anteriormente en El origen de las especies a la
evolución humana. El 22 de marzo de aquel año aparecía una famosa caricatura
que encastraba la cabeza del propio científico sobre el cuerpo de un simio. A ella
la siguieron otras muchas, pero en España se había adelantado en 1870 la etiqueta
del Anís del Mono, una bebida hoy aún consumida, que retrata a un simio con
cabeza humana —¿el propio Darwin?— mostrando un pliego en el que se lee:
“Es el mejor. La ciencia lo dijo y yo no miento”. 
Una caricatura de Charles Darwin como un simio publicada en The Hornet, una
revista satírica. Fuente: Wikimedia

Y en realidad, no solo Darwin jamás propuso que los humanos descienden de


los monos, sino que la misma idea es errónea. Por algún motivo, 150 años
después, la obra del padre de la teoría de la evolución ha perdurado como una de
las más incomprendidas de la historia de la ciencia.

Basta para ello con evocar otras ideas que popularmente se asocian a sus
trabajos: los famosos pinzones de Darwin no inspiraron la teoría desarrollada
en El origen de las especies; de hecho, ni siquiera aparecen mencionados en ella.
Solo en libros posteriores el naturalista analizó en detalle las aves de las
Galápagos, pero más los sinsontes que los pinzones. Es más: a muchos les
sorprenderá saber que el sustantivo “evolución” no aparece mencionado ni una
sola vez en las primeras ediciones de El origen de las especies. Darwin hablaba
simplemente de “variación”, y solo al final la palabra con la que se cierra el libro
es el verbo “evolucionar”.

EL PARENTESCO ENTRE HUMANOS Y MONOS

Pero si la obra fundacional de su teoría causó un terremoto en la ciencia y en el


pensamiento humano en general, con El origen del hombre Darwin se convirtió
en el centro de debates y críticas. Y ello a pesar de que la propuesta de las
relaciones evolutivas entre humanos y otros primates no era una novedad
entonces. Una noción más o menos rudimentaria de la transmutación de unas
especies en otras —evolución— existía al menos desde el filósofo griego
Anaximandro, más de 500 años antes de Cristo, y a lo largo de los siglos
posteriores a raíz de la observación de los fósiles. Pero en el siglo de Darwin,
también se manejaba ya la idea del parentesco entre humanos y monos. Otros se
adelantaron al naturalista en este vínculo, siendo Evidence as to Man’s Place in
Nature (1863), de Thomas Henry Huxley , el primer libro científico que trataba
en profundidad el problema de la evolución humana.

La obra de Huxley se adelantó en ocho años a la de Darwin, si bien en ella el


autor no hacía sino aplicar al ser humano los principios descubiertos antes por su
colega, extendiendo la idea que cerraba El origen de las especies según la cual
múltiples formas de vida habían aparecido a partir de una o unas pocas. Su
implicación en relación al ser humano, que en su volumen anterior Darwin había
dejado aparcada con la sugerencia de que “se arrojará luz sobre el origen del
hombre y su historia”, era sin embargo ya más que evidente.
Ilustración que compara los esqueletos de varios simios con los del hombre.
Portada de Evidence as to Man’s Place in Nature. Fuente: Wikimedia

Así, El origen del hombre se consideró entonces una intervención tardía en este
terreno, cuando el problema de la evolución humana ya era tema de amplia
discusión. Pero tanto la obra de Huxley como la de Darwin dejaban claro cuál era
el concepto: humanos y otros primates descendían de un “progenitor común”, de
“alguna forma inferior”, no los primeros de los segundos. La confusión ha
llegado hasta nuestros días, llevando a muchas personas a creer que los simios
como los chimpancés, orangutanes o gorilas son proyectos humanos frustrados,
como especies que se quedaron a medias en su evolución —El planeta de los
simios— y no progresaron más; una visión del todo equivocada, ya que tanto
ellos como nosotros hemos recorrido caminos evolutivos de la misma duración,
aunque divergentes. Un estudio encontró que, de hecho, hay más genes que han
pasado una selección natural positiva en el genoma del chimpancé que en el
humano, por lo que técnicamente podría decirse que ellos han evolucionado más. 

LA FAMOSA MARCHA DEL PROGRESO


A este concepto erróneo del resto de los primates como humanos en fase de
construcción ha contribuido un desafortunado dibujo mil veces repetido y que
muestra a distintos homininos caminando en fila por detrás del ser humano. La
ilustración, llamada March of Progress o The Road to Homo sapiens, fue
originalmente creada en 1965 para Life Nature Library por el artista Rudolph
Zallinger, aunque tuvo sus precursores: el libro de Huxley incluía un dibujo de
los esqueletos de varios primates, pero sin otro ánimo que el comparativo, y en
1889 la novela de Mark Twain Un yanqui en la corte del rey Arturo publicó en
una de sus ediciones un dibujo de animales gradualmente transformados en
humanos, con el título “Evolución”.

En realidad, y aunque El origen del hombre haya perdurado como el libro en el


que Darwin estableció el vínculo entre humanos y otros primates, su propósito no
era aportar una idea ya entonces aceptada por la ciencia. En su lugar, el
naturalista analizaba este parentesco evolutivo a través del prisma de la selección
sexual, una hipótesis que no había podido desarrollar por completo en El origen
de las especies, y según la cual ciertas variaciones no se transmitían a la
descendencia porque ofrecieran una ventaja de cara a la supervivencia, sino a la
reproducción. El clásico ejemplo darwiniano son las plumas del macho del pavo
real, que atraen a las hembras cuanto más grandes y llamativas. En el caso de los
humanos, Darwin proponía numerosos ejemplos posibles de selección sexual,
como la belleza física, la barba o el escaso vello corporal del hombre en
comparación con los monos.
La ilustración March of Progress or The Road to Homo sapiens.
Fuente: Wikimedia

Asimismo, la obra de Darwin indagaba en los aspectos evolutivos de la


psicología, la moral, la religión, las etnias o la misma sociedad civilizada,
aspectos que otros autores de su época no habían tratado. Algunos de sus
planteamientos hoy resultan gravemente erróneos, cayendo en el racismo y el
machismo, como ya en su día le criticó Antoinette Brown Blackwell, la primera
ministra protestante ordenada en EEUU. Pero si hoy son bien conocidos sus
errores, lo menos que merecería el venerable naturalista es que también lo fueran
sus aciertos. 
Javier Yanes

@yanes68
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