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La zoología fantástica

de Borges:
imaginación y ciencia
Darwin | Grandes Personajes | Literatura

Manuel Ruiz Rejón


Profesor de Genética

Tiempo 4 de lectura



Entre los literatos del siglo XX que más repercusiones y resonancias han tenido
en el mundo de la ciencia destaca sobre todo Jorge Luis Borges (Buenos Aires,
1899-Ginebra, 1986). En este sentido, diversos autores han señalado cómo en
su obra existen intuiciones y anticipaciones de conceptos físicos y matemáticos
como el tiempo, el espacio, el infinito, etc. En cambio, no se han analizado tanto
las ideas de Borges en aspectos biológicos como la naturaleza y la clasificación
de los animales.

LOS ANIMALES DE BORGES

En alguna entrevista, Borges declaró que de las Ciencias Biológicas la que más le
interesó fue la Zoología, es decir, la ciencia que estudia los animales. De hecho, en su
obra aparecen animales reales: tigres, sobre todo, pero también jaguares, caballos,
leones, lobos, etc.

Jorge Luis Borges 1951, fotografiado por Grete Stern


Pero su interés por la mitología le llevó a recrear otros animales más o menos
imaginarios y extraordinarios. Concretamente en su obra El libro de los Seres
Imaginarios (1967) que publicó en colaboración con la misteriosa e imaginaria
Margarita Guerrero (aunque inicialmente con menos seres imaginarios se
publicó en 1957 como Manual de Zoología Fantástica) compiló con su particular
estilo y erudición los “extraños entes que ha engendrado, a lo largo del tiempo y
del espacio, la fantasía de los hombres”.
Y entre tales entes figuran extraños animales fundamentalmente de dos tipos.
Unos que existen realmente pero a los que la mitología y/o el desconocimiento
atribuyó propiedades extraordinarias: panteras, pelícanos, salamandras, etc. Y
luego otros verdaderamente imaginarios. Y aquí, junto a algunos conocidos
como los centauros, dragones, unicornios, etc., incluye otros menos conocidos
como animales con más patas, alas o cabezas de las normales. En particular en
este último grupo destaca la Anfisbena, palabra que en griego significa “doble
dirección”, que sería una serpiente que puede ir hacia adelante y hacia atrás
por tener dos cabezas, una en su lugar y la otra en la cola.

Representación de una anfisbena (una serpiente de dos cabezas) en un relieve


medieval (Rock of Cashel Museum, Irlanda)
En sus descripciones de estos animales imaginarios y extraños, Borges muchas
veces señala que se podían basar en propiedades aparentemente extrañas de
algunos animales reales. Así señala que el mito de la anfisbena podía estar
basado en observaciones reales como las que existen en las Antillas y algunas
regiones de América unos reptiles comúnmente conocidos como “dobles
andadores” porque son capaces de moverse tanto hacia adelante como hacia
atrás, además de como “serpientes de dos cabezas” porque aparentemente
tienen estructuras parecidas a cabezas en la colas.
Pero también en ciertos casos Borges se mete a biólogo-científico y recoge los
argumentos en contra de la posible existencia de tales animales
extraordinarios. Así, para el centauro (animal con cabeza de hombre y grupa de
caballo), menciona el argumento en contra de Lucrecio en su libro De Rerum
Natura: “porque la especie equina logra su madurez antes que la humana y, a los
tres años, el Centauro sería un caballo adulto y un niño balbuciente. Este caballo
moriría cincuenta años antes que el hombre”. Y para la Anfisbena recoge el
argumento de Sir Thomas Browne que en el siglo XVII: “observó que no hay
animal sin abajo, arriba, adelante y atrás, izquierda y derecha, y negó que
pudiera existir la Anfisbena, en la que ambas extremidades son anteriores”.
Centauro montado por Eros. Fuente: Wikimedia
Pese a todo, en la actualidad, las serpientes mencionadas constituyen todo un
grupo que acepta el nombre de la anfisbena, los amphisbenidos, muy
interesante y poco conocido, en los que no se ha confirmado que tengan dos
cabezas, pero sí que tienen la capacidad de moverse hacia adelante y hacia
atrás. Por otro lado, la rama de la Biología que estudia el desarrollo de los
animales está de acuerdo en que puede haber animales con anomalías como
patas, antenas, ojos, o alas adicionales, e incluso que puedan aparecer
organismos bicéfalos en posición anterior. Pero que un animal como la mítica
anfisbena con dos cabezas en posiciones opuestas es difícil o imposible que se
produzca, y no digamos quimeras como los centauros, aunque ya veremos a lo
que se llega con técnicas de la nueva biología como la ingeniería genética o
el CRISPR.

Y SU CLASIFICACIÓN

Una de las principales ocupaciones de la Zoología es la de clasificar los


animales. A la hora de enfrentarse a este problema, Borges, en primera
instancia, acepta las ideas canónicas de la taxonomía binomial y anidada por
categorías-especie, género, familia, orden, etc, de las que disponen la Zoología
y la Biología en general desde los tiempos de Linneo. Pero después, interesado por
el problema global que supone toda clasificación de aspectos complejos, también
propone otro sistema de clasificación de los animales totalmente heterodoxo y que en
el fondo pone de manifiesto la dificultad de los afanes clasificatorios.

Este asunto lo desarrolla en el ensayo “El idioma analítico de John


Wilkins” incluido en su libro Otras Inquisiciones, publicado en 1952. En los
intentos por encontrar un idioma universal, que según Borges se remonta al
siglo XVII con este autor –y con Descartes-, menciona el intento de un tal
Letelier (1850) de encontrar un idioma analítico en el que “[…] a, quiere decir
animal; ab mamífero; abo carnívoro; aboj felino; aboje gato…”. Con ello es claro
que Borges, además de Letelier, aceptaba de partida el sistema convencional de
clasificar a los animales.

Pero también más adelante propone una clasificación de los animales muy
peculiar que según él se atribuye a cierta enciclopedia china, desconocida o
apócrifa, que se titula Emporio celestial de conocimientos benévolos. En ella, los
animales se dividen en: “a) pertenecientes al Emperador, b) embalsamados, c)
amaestrados, d) lechones, e) sirenas, f) fabulosos, g) perros sueltos, h) incluidos
en esta clasificación, i) que se agitan como locos, j) innumerables, k) dibujados
con un pincel finísimo de pelo de camello, l) etcétera, m) que acaban de romper
el jarrón, n) que de lejos parecen moscas.”

Árbol filogenético que muestra eventos de transferencia horizontal de genes.


Fuente: Wikimedia
Borges justifica esta clasificación tan estrambótica de los animales en que
cualquier clasificación de aspectos complejos es hasta cierto punto arbitraria.
Y la clasificación de los animales no sería una excepción. De hecho, en esta
actividad han surgido diversas dificultades desde que Aristóteles comenzara
con los intentos por clasificar científicamente los seres vivos en general y los
animales en particular según sus parecidos o sus diferencias. La última es que
los intentos de clasificar los seres vivos utilizando las secuencias ADN sobre la
base de que tales secuencias no se comparten entre distintas especies tiene un
cierto problema desde el momento en que se ha descubierto que puede existir
transferencia lateral-horizontal de ADN entre especies, mediante virus por
ejemplo.

Manuel Ruiz Rejón

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