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Acciones Institucionales para la Preservación del

Patrimonio Documental de México

Definir, clasificar, describir y conservar el patrimonio documental de México han


sido tareas generalmente aisladas; si acaso, alguna institución y especialistas
en el tema han levantado voces, sobre todo, cuando alguna manifestación de
ese patrimonio se encuentra en riesgo. Las bibliotecas y los archivos han sido
objeto de inadecuados tratamientos, traslados a lugares no apropiados,
condiciones ambientales que no cumplen los requerimientos mínimos de
conservación, etc., en México y países en vías desarrollo. Y esto resulta obvio si
pensamos en las prioridades de una sociedad que no alcanza a cubrir las
mínimas condiciones de bienestar de sus integrantes y si observamos los niveles
de corrupción de la sociedad o, aún más, la carencia de una conciencia social
que valore la cultura en sus diversas manifestaciones y, en este caso, el
patrimonio documental.
El caso de los archivos es muy específico, una vez que, desde tiempos remotos,
se les ha vinculado con las bibliotecas, museos y otros centros de guarda
documental, que tienen como objetivo común la conservación de los
documentos, aunque, como hemos dicho varias veces, estos centros y sus
respectivas disciplinas tienen su propia identidad, basada en el
correspondiente objeto de estudio que, si bien es el documento, tiene distinto
valor y significado.

Villanueva, G. (2018). Biblioteca [fotografías].


Como hemos comentado, la conservación en el archivo va más allá de los
aspectos físicos; tiene que ver con el mantenimiento de las relaciones que se
dan entre los documentos de manera natural y el respeto a la procedencia y
al contexto en el cual fueron producidos; sin embargo, hablar de políticas
institucionales para la preservación del patrimonio documental de México nos
remite, en primera instancia, a acciones aisladas y a los pocos intentos que se
tienen para producir un marco jurídico que establezca líneas de acción al
respecto. Un ejemplo es la discusión que se suscitó por la propuesta de la Ley
General de Archivos (LGA) en nuestro país que, para el tema que nos ocupa,
en el artículo transitorio décimo cuarto, señalaba la posibilidad de eliminación
de documentos con carácter histórico (AGN, 2016):
A aquellos documentos que no hayan sido organizados y valorados y que
fueron transferidos a un archivo histórico antes de la entrada en vigor de
la presente Ley, se les deberá aplicar los procesos técnicos archivísticos
antes mencionados, con el objetivo de identificar el contenido y carácter
de la información. De conformidad con lo anterior, los documentos que, a
partir de la valoración y organización, sean determinados como históricos
en términos de la ley.
En tanto no concluyan los procesos técnicos archivísticos señalados en el
párrafo anterior, el acceso a los mismos procederá de acuerdo con lo
dispuesto por la ley.
La Federación contará con un plazo de dos años a partir de la entrada en
vigor de esta Ley para el cumplimiento de este transitorio. Las entidades
federativas contarán con un plazo no mayor a tres años.

Ese artículo, tal y como estaba redactado en el anteproyecto de ley, suscitó


una gran controversia entre las comunidades de archivistas e historiadores,
pues, según un análisis realizado por la Red Nacional de Archivos de
Instituciones de Educación Superior…
[…] es indudable que a los archivos históricos han ingresado fondos
documentales sin una previa valoración; sin embargo, éstos forman ya
parte inherente al mismo, pues, aunque no hayan sido organizados, es muy
posible que hayan sido consultados y citados en publicaciones, por lo que
la aplicación de los procesos de valoración y disposición documental sería
improcedente. México debe asumir el hecho de que existen fondos
documentales en los archivos históricos a los que no se les aplicó el proceso
de valoración; ello forma parte de la historia de los archivos y de la
archivística en México. Partimos de la convicción de que todo documento
que ingresó o que ingrese en un futuro a los archivos históricos, por ese sólo
hecho, adquiere ya el carácter de patrimonio público.
Ésta es una forma legal de aplicar expurgo a los archivos históricos
constituidos actualmente; el hecho de que hayan formado parte y, en lo
futuro, formen parte de un archivo histórico constituido, les otorga el
carácter de patrimonio histórico y, por tanto, no pueden ser depurados o
eliminados (Renaies, 2016).

De esa manera, en múltiples foros, se levantaron voces en contra de esta


disposición y de otras establecidas en la ley y que se consideraban que, aparte
de ser antiarchivísticas, atentaban contra el patrimonio documental de la
nación.
Foro de análisis y propuestas a la iniciativa de LGA organizado en el Senado de
la República
Asociaciones de archivistas y de historiadores, así como destacados personajes
en ambas disciplinas, se manifestaron en cuanto foro pudieron, lo que suscitó
un cambio en el controvertido transitorio, que alejaba la posibilidad de
desarrollar acciones de valoración y, por tanto, de depuración o eliminación
de documentos en los archivos históricos. Finalmente, el artículo décimo cuarto
quedó aprobado en la Cámara de Senadores y Diputados, en abril del 2018:
Aquellos documentos que se encuentren en los archivos de concentración
y que antes de la entrada en vigor de la presente Ley no han sido
organizados y valorados se les deberá aplicar estos procesos técnicos
archivísticos, con el objeto de identificar el contenido y el carácter de la
información y determinar su disposición documental.
Los avances de estos trabajos deberán ser publicados al final de cada
año, mediante instrumentos de consulta en el portal electrónico del sujeto
obligado (LGA, 2018).

Este ejemplo nos sirve para mostrar dos cosas:


1. Las leyes obedecen a criterios muy específicos de quienes las elaboran y
no a necesidades concretas de la sociedad o de la cultura; en este caso,
una ley que se propone como pilar de un sistema anticorrupción, en aras
de transparentar la información y de tenerla a mano, olvida o ignora la
necesidad de salvaguardar el patrimonio histórico documental.
2. Nos muestra cómo la sociedad y la comunidad cultural de nuestro país
son capaces de reaccionar, de manera eficaz, pero solamente ante
peligros que pudieran considerarse para el patrimonio, en este caso,
documental.

Podríamos mencionar algunos casos más aislados, pero efectivos, de rescate o


prevención contra acciones que se presumen dañarían los documentos, las
bibliotecas y los archivos; no obstante, considero que este ejemplo es suficiente
para reiterar que, en nuestro país, no existen acciones institucionales
planeadas, ni proyectos para el rescate y la preservación del patrimonio
documental. Este problema lo habremos de analizar a continuación, a partir de
dos líneas de referencia: los procesos reguladores y ejecutores.
Procesos reguladores

En cuanto a los procesos reguladores, debemos tomar en cuenta la


normatividad que aplica en los diversos ámbitos, desde el institucional hasta el
nacional, pasando por niveles intermedios, como el federal y los municipales.
En este sentido, la normativa en México, referida a la preservación,
conservación y restauración del patrimonio documental, ha sido muy escasa y
en los siglos pasados, sólo había alcanzado niveles básicos de la jerarquía legal.
De esta manera, los archivos en México han sido regidos por normas
secundarias que, a través del tiempo, han intentado dar sentido a las
instituciones archivísticas, en especial, al funcionamiento del Archivo General
de la Nación.
El Archivo General de la Nación (AGN) se constituyó por decreto en 1823, desde
que el conde de Revillagigedo, en 1790, reglamentó la existencia de un archivo
que reúna todos aquellos documentos que pudieran interesar y apoyar las
decisiones del Gobierno; tuvo varias reglamentaciones que fueron definiendo
sus características institucionales y, con ello, el perfil de las tareas que le daban
sustento y razón al archivo. Los reglamentos se dieron en 1846, 1856, 1865, 1920,
1946 y, en épocas más recientes, en 1973 y 1984.
En 1823, se otorga el carácter de público al archivo y se plantea no sólo el
aspecto administrativo, sino la conservación de la memoria histórica; en 1846,
José María Lafragua, en un reglamento muy completo para su época, presenta
todo un diagnóstico de la situación de los archivos en México, sus problemas y
posibles soluciones.
El reglamento de 1920 desaparece la obligación, por parte de las oficinas de la
Administración Pública, de enviar periódicamente al AGN, sus documentos.
Con esto, se pierde un tanto el sentido administrativo del archivo y se resalta su
carácter histórico y patrimonial. En 1946, se reafirma dicho carácter y se crea la
comisión consultiva. Respecto con su conservación, se establecía que los
documentos de las oficinas federales, cuya tramitación se encuentra agotada
conforme a los reglamentos propios de cada oficina, o bien, de una oficina que
haya sido extinguida, tenían carácter de dominio público y, por tanto,
formaban parte del patrimonio nacional. Además, prohíbe la exportación de
documentos originales relacionados con la historia de México y otorga al AGN
facultades para regular la salida del país de éstos (Mariscal, 1946). Por supuesto
que estos reglamentos, más que la conservación y organización de los
documentos, buscaban normar la vida interna y la forma de administración del
AGN que, de igual manera, estuvo ligada con varias entidades de la
Administración Federal desde 1915, como el Ministerio de Relaciones,
Instrucción Pública o Gobernación, de quien depende en la actualidad.
El AGN ha ocupado dos sedes:
a) Lo que fue el Palacio de Comunicaciones, actualmente Museo Nacional
de Arte, ubicado en la Plaza Tolsá, en 1973, dio albergue a una parte de
la documentación del AGN.
b) El AGN fue trasladado al Palacio de Lecumberri, con su arquitectura
panóptica, en agosto de 1982.

Otras normas que se han ocupado del patrimonio y de su parte documental


son:
a) El decreto federal del 31 de diciembre de 1943 prohíbe la exportación de
documentos originales relacionados con la historia de México y de los
libros que, por su rareza, no sean fácilmente sustituibles. Sin duda, ésta es
una de las primeras normas relacionadas con la protección del
patrimonio documental que, además, delega en el AGN la facultad de
autorizar la salida al extranjero de documentos que pudieran
considerarse de interés histórico.
b) La Ley General de Bienes Nacionales (LGBN) de agosto de 1944 observa
que los expedientes de las oficinas y archivos públicos deberán ser
considerados bienes nacionales de dominio público y que el Ejecutivo
Federal dictará las medidas necesarias para su preservación.
c) La Ley Federal sobre Monumentos y Zonas Arqueológicos, Artísticos e
Históricos (LFMZAAH) del 6 de mayo de 1972 determina que son
monumentos históricos los documentos y expedientes que pertenezcan
o hayan pertenecido a las oficinas y archivos de la Federación, los
estados o los municipios y de las casas curiales, así como los documentos
originales manuscritos, relacionados con la historia de México y los libros,
folletos y otros impresos en el país o el extranjero, durante los siglos XVI al
XIX que, por su rareza e importancia, merezcan ser conservados. Con ello,
se le otorga, a lo que llamamos patrimonio documental, un carácter
fundamental para el conocimiento de nuestra historia e identidad
nacional; por lo mismo, requiere de tratamiento especial, a cargo de la
Administración Pública en sus más altos niveles.
A inicios del presente siglo, el tema de la transparencia y acceso a la
información irrumpe en la sociedad mexicana de manera por demás
importante, sobre todo, cuando se convierte en uno de los instrumentos
fundamentales de un régimen que iniciaba y que quería plantear situaciones
que acercaran a la sociedad con la participación colectiva. La transparencia
y el acceso a la información pública en México se pusieron de manifiesto en
una normatividad que, a nivel federal, obliga a cada una de las instancias de
Gobierno a establecer los mecanismos y desarrollar las herramientas necesarias
para atender las necesidades de información que nuestra sociedad se plantea,
como parte del cambio democrático. La transparencia debe mucho a las
discusiones sobre el derecho a la información desde ámbitos más generales,
como el de la reforma del Estado mexicano, la obligación de los distintos
partidos políticos para con los ciudadanos que representan, el papel de los
medios de comunicación masiva e, incluso, los añejos debates sobre la libertad
de expresión y prensa.
Distintos foros se generaron en torno a la discusión del tema, como la
Convención Americana de Derechos Humanos, la Comisión Especial de
Comunicación Social de la LVI Legislatura de la Cámara de Diputados, la
Comisión de Radio, Televisión y Cinematografía de la LVII Legislatura y el
Seminario Nacional de Derecho de la Información y Reforma Democrática,
realizado en la ciudad de Oaxaca en 2001.
Son, pues, varios momentos los que permiten arribar a la Ley Federal de
Transparencia y Acceso a la Información Gubernamental (LFTyAIG) que, si bien
marca un parteaguas en el desarrollo de los archivos en nuestro país y, por
tanto, del patrimonio documental, en lo que se refiere a la evolución de su
acceso, no es una ley que surja de la necesidad administrativa ni histórica de
los archivos, sino que los toca de manera indirecta, pues son los repositorios que
contienen la información útil, para hacer efectiva la transparencia.
Hablando sobre la normatividad de los archivos, la protección y el resguardo
de una parte del patrimonio documental, en enero de 2012, fue publicada la
Ley Federal de Archivos (LFA), casi 10 años después de la LFTyAIG; por primera
vez, México contaba con una ley de archivos a nivel nacional.
Finalmente, en materia de archivos, fue aprobada la Ley General de Archivos
y publicada el 15 de junio de 2018; ésta contiene importantes artículos
relacionados con la conservación del patrimonio documental, en el caso de
los documentos de archivo.
El recorrido legislativo en torno al patrimonio documental, en lo referente a su
conservación, no puede considerarse como algo sólido y propio de una
sociedad que se interesa en la conservación de su memoria, su identidad y su
cultura, con base en lo que representa el documento, como parte de una
actividad cotidiana y natural de las instituciones y que, en su momento, habrá
de ser el testimonio, a partir de la información y la noticia que proporcionan.

Procesos ejecutores

Los peligros a los que están expuestos los documentos de archivo y el patrimonio
histórico documental son múltiples. Los factores que intervienen en el riesgo
provienen del exterior y el interior del documento. Los materiales que los
componen —naturales, sintéticos u orgánicos— provocan necesariamente
inestabilidad y, a consecuencia de factores externos, se ocasionan
alteraciones en su composición química.
Entre los externos, existen diferentes factores; por un lado, los efectos
ambientales, como la temperatura, la humedad y la luz; asimismo, el patrimonio
documental está expuesto a los efectos de otros factores, como inundaciones,
incendios y terremotos. También la acción humana, consciente o inconsciente,
puede provocar daños irreparables en el patrimonio documental, como
sucede en los saqueos, accidentes, guerras, corrupción, descuidos, etc.
En documentos con otros soportes y formas de producción y transmisión, suele
haber daños por negligencia, descuido o desconocimiento acerca de los
materiales y mantenimiento; dichos soportes requieren actualización o
migración del hardware y el software; así, para la preservación del patrimonio
documental, se necesitan programas que, a nivel nacional o internacional, se
aboquen a su cuidado.
Tal es el caso del programa Memoria del Mundo que, mediante la reunión del
conocimiento de diversos especialistas y las perspectivas de instituciones,
intenta rescatar las manifestaciones humanas, en torno al reconocimiento del
patrimonio documental, su inscripción y la adopción de las medidas que se
requieran para su adecuada conservación o, en su caso, restauración.
La preocupación por la fragilidad que, en un mundo tan cambiante, tienen los
documentos en sus variados soportes y técnicas de elaboración y transmisión
de contenidos, provocó una reacción mundial, encabezada por la Unesco, por
lo que se creó el programa en 1992, a fin de buscar su protección, preservación
y acceso, a través de un registro del patrimonio documental seleccionado,
entre múltiples propuestas hechas por los Estados miembros de la Unesco,
mediante un comité consultivo internacional.
El registro abarca el patrimonio documental a lo largo de la historia de la
humanidad: papiros, tablillas de arcilla, vitelas, pergaminos, hasta las técnicas
más recientes de producción, como películas, grabaciones sonoras y
documentación digital o electrónica. El registro ante la Unesco es una llamada
de atención hacia la necesaria sensibilidad y oportuna intervención para
proteger el patrimonio histórico documental que se conserva y que, por su
condición y fragilidad, es susceptible de perderse.
En el país, no ha habido programas sistemáticos de conservación y
preservación del patrimonio documental; generalmente, la sociedad y las
comunidades interesadas reaccionan a situaciones que se consideran
adversas y que ponen en peligro el patrimonio referido; sin embargo, México es
uno de los países que más registros tiene en Memoria del Mundo; desde 1996,
se integra a ese programa; por lo que se crea un comité nacional y se
establecen tres niveles: internacional, con nueve registros, regional, con cinco
y nacional, con 18.
Algunos de los documentos y archivos que han tenido ese reconocimiento son
la película Los olvidados, la Biblioteca Palafoxiana o la colección de códices
mexicanos, a nivel internacional; la colección de incunables de la Biblioteca
Nacional, a nivel regional; los archivos de Salvador Toscano, la colección
Lafragua de Porfirio Díaz, el fondo del Ayuntamiento de la Ciudad de México y
el de la Real Audiencia de la Nueva Galicia 1541-1824, a nivel local.

Unesco. (2010). Códices del marquesado de Oaxaca [imagen]. Tomada de http://ciudadania-


express.com/2010/06/14/registraran-en-la-unesco-los-codices-del-marquesado-de-oaxaca/
Unesco. (2014). Biblioteca Palafoxiana [imagen]. Tomada de https://mowlac.wordpress.com/2014/10/10/xv-reunion-
del-comite-regional-para-america-latina-y-el-caribe-del-programa-memoria-del-mundo-de-la-unesco/

Tomando en cuenta esta situación, es conveniente hacer un análisis de lo que


la LGA estipula en materia de preservación del patrimonio documental, en este
caso, el archivístico. No hay que olvidar los planteamientos de las unidades
anteriores sobre la conservación documental en archivos, pues abarcan no sólo
el aspecto físico de los documentos, sino también el contextual, es decir, la
procedencia institucional del documento; por eso, se respeta la procedencia y
el orden original que es, a fin de cuentas, el principio fundamental y que le da
sentido y razón a la archivística como ciencia; se trata no sólo de mantener el
documento en las mejores condiciones físicas posibles, sino en las que
determinan y condicionan su producción y su conservación, dentro del
conjunto orgánico, que es el archivo. Hemos puesto en contexto la LGA y nos
habremos de referir a los artículos que consideramos importantes para el mejor
entendimiento de nuestro tema.
La ley está compuesta por 123 artículos y 17 transitorios que buscan hacer
homogéneos los procesos de organización, conservación y difusión de los
archivos, a fin de respetar el derecho que los ciudadanos tienen a la
información y a la cultura, a través del conocimiento del patrimonio
documental de la nación.
En este aspecto, hay que destacar el título quinto del libro primero, que habla
del patrimonio documental de la nación y la cultura archivística. En el artículo
84, se define jurídicamente al patrimonio documental de la nación como
propiedad del Estado mexicano, de dominio e interés público, inalienable,
imprescriptible, inembargable y no sujeto a gravamen o afectación de
dominio, todo esto en concordancia con la Ley Federal sobre Monumentos y
Zonas Arqueológicos, Artísticos e Históricos; según ésta, todos los documentos
de archivo con valor histórico y cultural son bienes muebles y formarán parte
del patrimonio documental de la nación y, por tanto, deberán ser protegidos y
conservados, con las medidas adecuadas para su preservación permanente;
asimismo, se deberá:
• Establecer mecanismos para que el público, en general, pueda acceder
a la información contenida en los documentos que son patrimonio
documental de la nación.
• Conservar el patrimonio documental de la nación.
• Verificar que los usuarios de los archivos y documentos constitutivos del
patrimonio documental de la nación posean y cumplan con las
disposiciones tendientes a la conservación de los documentos.
• Dar seguimiento a las acciones que surjan como consecuencia del
incumplimiento a las disposiciones jurídicas aplicables (LGA, art. 89).

En estas acciones por la preservación del patrimonio, el AGN ocupa un lugar


preponderante, al grado de no permitir la salida de documentos considerados
patrimonio documental, sin la previa autorización de ese organismo. Este tema
es sumamente delicado, una vez que uno de los problemas fuertes que ha
enfrentado la preservación del patrimonio documental es el tráfico ilícito de
documentos que son sustraídos de alguno de los archivos históricos o de la
propiedad de particulares, quienes no podrán realizar transacciones y, en caso
de peligro de su conservación física, podrán ser objeto de expropiación, de
acuerdo con la normatividad existente.
Asimismo, en los documentos que se encuentren en riesgo en algún lugar del
país por razones diversas, ya sea naturales o humanas, el AGN deberá
coordinarse con las autoridades competentes, federales, locales o municipales,
para realizar las acciones conducentes para su conservación. Cuando en el
extranjero se observe la existencia, exhibición o comercialización no autorizada
de documentos considerados patrimonio documental, se deberá denunciar
ante las autoridades judiciales y ante el mismo AGN (LGA, arts. 93 y 94).
Un aspecto interesante se puede apreciar en los artículos del 95 al 99 de la LGA,
sobre el tratamiento del patrimonio documental de la nación en posesión de
particulares, un tema no tratado con anterioridad y que se busca regular en
esta normativa, a fin de conservar, de mejor manera, el patrimonio y establecer
mecanismos para su permanencia en el país, siempre con el apoyo y
acompañamiento del AGN; se prevé que éste y el Consejo Nacional de
Archivos emitirán los criterios para la custodia y aplicación de las medidas
técnicas, administrativas, ambientales o tecnológicas para la conservación y
divulgación de los archivos, a los cuales se habrán de ceñir los particulares que
tengan bajo su custodia y posesión documentos o archivos considerados
patrimonio de la nación. Cabe la figura de la recuperación por parte del AGN
en caso de que los documentos se encuentren en riesgo, así como su
supervisión y visitas de revisión de los correspondientes archivos locales.
De hecho, entre los objetivos de la LGA, se encuentra el de promover la
organización, conservación, difusión y divulgación del patrimonio documental
de la nación (art. 2, frac. IX); en este caso, no se hace diferenciación entre los
documentos propiamente de archivo, que son los que, a fin de cuentas,
deberían interesar a la ley, lo que provoca una vaguedad y una dispersión en
la concepción archivística, misma que esta norma debería evitar o tratar de
hacerlo.
Resulta interesante la doble caracterización que hace la ley, en general,
acerca de los documentos históricos, pues para la ley de bienes nacionales
resultan ser bienes nacionales con la categoría de bienes muebles y, de
acuerdo con la LFMZAAH, caen en la categoría de monumentos históricos, con
la categoría de bien patrimonial documental; esto pone a los archivos bajo la
tutela de ambas disposiciones legales, además del tratamiento que hace por sí
la LGA, en sus diversos artículos.
En suma, lo tratado sobre la preservación del patrimonio documental ha sido
un discurso basado en leyes y ordenamientos, más que en acciones concretas;
sin embargo, la expectativa de una nueva legislación en materia archivística
nos impone nuevos retos al respecto; asimismo, nos otorga nuevas herramientas
para tratar de cumplirlos. La LGA es, sin duda, un instrumento jurídico del que
puede aprovecharse la sociedad y, muy específicamente, la comunidad
archivística, para buscar la creación y la aplicación de políticas en materia de
la preservación del patrimonio documental; en un sentido más práctico, no
debemos ceñirnos exclusivamente a los documentos de archivo, parte
fundamental y constitutiva de ese amplio concepto de patrimonio, pero que
abarca mucho más, por ejemplo, los materiales de las bibliotecas, fototecas,
mapotecas, etc.
Fuentes de consulta

Bibliografía

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Documentos electrónicos

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