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TEMA
201943165
Especifico
General
Aunque los padres tengan criterios distintos sobre cómo se debe educar a los hijos, discutir
esos criterios a solas. Es perjudicial la costumbre de que el padre desapruebe lo que la
madre ha hecho o viceversa. Ser consecuentes es una regla de oro para la educación de los
hijos. Es mejor mantener un castigo injusto y garantizar que se cumpla que saltarse el
castigo del otro progenitor.
El castigo se podría definir como aquella acción realizada por una persona que provoca
aversión o desagrado en otra y que tiene como finalidad eliminar o corregir una conducta o
comportamiento molesto o inadecuado.
Es posible que la causa por la que el castigo permanece como herramienta educativa sea su
aparente eficacia e inmediatez para controlar o detener el comportamiento inadecuado o
quizás simplemente sigue vigente porque fuimos educados así y por lógica natural
tendemos a actuar tal y como actuaron con nosotros.
Los efectos del castigo son momentáneos. El castigo no provoca el desaprendizaje del
comportamiento que se desea modificar ni ofrece una alternativa más adecuada y ello hace
que la conducta tienda a repetirse.
El castigo no cambia la conducta a largo plazo, no educa en los valores que deseamos, sino
que los niños dejan de actuar por miedo a las represalias, deteriora el vínculo que tenemos
entre niños y adultos, genera sentimientos negativos de resentimiento, rabia o soledad,
estilos de resolución de conflictos conformistas, evitativos o violentos.
La balanza argumentativa se inclina hacia el uso moderado del castigo como método
psicopedagógico de corrección conductual, prefiriéndose, si es posible, el empleo de otras
técnicas menos intrusivas; Sin embargo, puntualmente, su utilización es positiva e incluso
necesaria, siempre que se ponga especial cuidado en el cómo y sin olvidarse de explicar las
causas hasta tener la seguridad de que son comprendidas.
Es fundamental recordar que el ejemplo que les damos a nuestras niñas, niños
y adolescentes se transforma en una de las mayores influencias para su
comportamiento. Así, si el ejemplo que damos en el hogar es el uso de la
violencia, por ejemplo, propinando una palmada o un pellizco cuando algo no
nos gusta, nuestros hijos aprenderán y replicarán dicha violencia en el hogar,
en el colegio y en otros entornos.
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