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La palabra "volcán" tiene su origen en la isla "Vulcano" del mar Mediterráneo, cerca de Sicilia. Los
habitantes de la isla creían que el cráter de la isla era la chimenea de la herrería del dios romano
Vulcano, y la lava y los gases que salían de ella eran los productos del trabajo de Vulcano en la forja
de armas para Marte y rayos para Júpiter.
El ascenso de los magmas hasta la superficie de la Tierra está controlado por la gravedad, ya que
son menos densos que el ambiente rocoso que los rodea. Los volcanes erupcionan cuando las
fuerzas que empujan el magma hacia la superficie son superiores a las fuerzas que se oponen a su
ascenso, aunque la determinación precisa de tales fuerzas y de su magnitud es muy complicada.
Por esta razón, el monitoreo de los volcanes se realiza principalmente por la observación de los
efectos relacionados con la oposición de tales fuerzas.
Desviar un flujo de lava o un lahar por medios artificiales es posible, pero es una opción que debe
evaluarse cuidadosamente debido a las posibles consecuencias y riesgos. En el caso de un flujo de
lava, se intenta desviarlo construyendo barreras de tierra o cavidades que lo redirijan hacia áreas
deshabitadas o lejos de la población. Para un lahar, una opción es construir canales para desviar su
curso, aunque esto puede no ser siempre efectivo.
Los volcanes pueden influir en el clima a través de grandes erupciones, inyectando gases y
partículas finas en la atmósfera y provocando cambios climáticos globales, como sucedió con la
erupción del volcán Tambora en 1815, que causó una caída en la temperatura ambiental global.
Por desgracia, las erupciones volcánicas también pueden tener consecuencias mortales, como lo
demuestra la erupción del volcán Nevado del Ruiz en 1985, que cobró la vida de cerca de 25 mil
personas.
Los volcanes se clasifican en activos y potencialmente activos, siendo la principal diferencia que los
volcanes activos han tenido al menos una erupción durante el periodo histórico. En Ecuador, se
han contabilizado 27 volcanes potencialmente activos, de los cuales 7 han tenido erupciones
durante el periodo histórico. Chimborazo es el volcán activo más alto de Ecuador, mientras que el
volcán más grande es Cayambe y Sangay es el volcán con el mayor relieve.
Aunque las erupciones volcánicas pueden tener consecuencias trágicas, los volcanes también
pueden ser beneficiosos. Por ejemplo, la generación de energía geotérmica para producir
electricidad y la creación de suelos ricos y fértiles debido a la nueva materia mineral que aportan.
Además, muchos yacimientos de minerales metálicos del mundo están relacionados con antiguas
zonas volcánicas.
Los estudios geológicos nos permiten identificar los volcanes que pueden tener erupciones a largo
plazo y anticipar su ocurrencia en el corto o mediano plazo a través de los métodos científicos de
vigilancia y monitoreo. Sin embargo, estos métodos no son capaces de predecir con precisión la
hora y el tamaño de una erupción, por lo que es necesario hacer planes de contingencia para lidiar
con la incertidumbre.
En Ecuador, una de las erupciones más grandes conocidas ocurrió hace unos 200 mil años y formó
la caldera de Chalupas, de 14 km de diámetro, ubicada al sureste del Cotopaxi. En comparación, la
erupción del Reventador en 2002 emitió solo 0.3 km3 de magma en unas pocas horas. Por otro
lado, los Andes del sur de Ecuador no tienen volcanes activos debido a que las condiciones
internas de la Tierra que favorecían la formación de magmas cambiaron hace al menos 1 millón de
años y las características geométricas de la zona de subducción del sur del Ecuador ahora impiden
la formación de magmas y, por lo tanto, de volcanes.