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La reprensión del Señor

Muchos de nosotros hemos escuchado frecuentemente que la Palabra


de Dios habla de dos naturalezas que tenemos después del nacimiento. La
Biblia habla de ellas en muchas partes, llamando a la antigua como el viejo
hombre o la carne y a la nueva como nueva u hombre interior o espíritu1.
Además, también nos informa de la interminable batalla que hay entre
ellas. Como Gálatas 5:17 dice:

Gálatas 5:17
“Porque el deseo de la carne es contra el Espíritu, y el del Espíritu es contra
la carne; y éstos se oponen entre sí, para que no hagáis lo que quisiereis”.

También Romanos 7:21-23 dice:


“Así que, queriendo yo hacer el bien, hallo esta ley: que el mal está en mí.
Porque según el hombre interior, me deleito en la ley de Dios; pero veo
otra ley en mis miembros, que se rebela contra la ley de mi mente, y que
me lleva cautivo a la ley del pecado que está en mis miembros.”

Cuando creemos en el Señor Jesucristo y su resurrección de los muertos


(Romanos 10:9), nuestro viejo hombre no dejó de existir. Más bien, obtuvo
un competidor: el nuevo hombre. Pablo en lo anterior no solo describe la
existencia de estas dos naturalezas sino también la batalla entre ellas, como
me parece que todos sabemos: conocer el bien pero cuando el hombre

1
Donde la palabra “espíritu” se compara con la palabra “carne”.
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viejo está a cargo encontrarás una barrera en ti que te bloqueará de


hacerlo.

1. La mente de Cristo
Mientras que el viejo hombre siga a cargo no podemos ser útiles para
Dios. Mientras que Él nos quiere siervos, nosotros queremos ser jefes.
Hacemos obras en Su nombre, pero a pesar del hecho de que éstas tengan
una cobertura “espiritual”, somos nosotros los que las dirigimos y son
nuestras. De lo contrario, las verdaderas obras espirituales son obras que
DIOS PREPARÓ para nosotros para caminar en ellas (Efesios 2:10), y en las
cuales Él es el líder. Él no nos pide que hagamos lo que nosotros queremos,
que preparemos nuestro propio camino, sino que mejor que nos sujetemos
y caminemos en el camino QUE ÉL YA HA PREPARADO.
Desafortunadamente, mientras que entendemos fácilmente las
expresiones rudas de la carne, nos perdemos las partes que tienen una
cobertura “espiritual”. De esta manera, la verdad es que es imposible para
nosotros hacer cualquier obra espiritual en nuestras propias fuerzas. Como
Cristo mismo dijo:

Juan 5:30
“No puedo yo hacer nada por mí mismo; según oigo, así juzgo; y mi juicio es
justo, porque no busco mi voluntad, sino la voluntad del que me envió, la
del Padre”.

Romanos 7:18

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“Y yo sé que en mí, esto es, en mi carne, no mora el bien; porque el querer


el bien está en mí, pero no el hacerlo”.

2 Corintios 3:5
“no que seamos competentes por nosotros mismos para pensar algo como
de nosotros mismos, sino que nuestra competencia proviene de Dios”.

1 Corintios 15:10
“Pero por la gracia de Dios soy lo que soy; y su gracia no ha sido en vano
para conmigo, antes he trabajado más que todos ellos; pero no yo, sino la
gracia de Dios conmigo”.

Y Gálatas 2:20
“Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo
en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el
cual me amó y se entregó a sí mismo por mí”.

La pregunta aquí es: ¿Quién vive en nosotros? ¿El viejo hombre o Cristo?
¿Quién hace las obras, el viejo hombre o Cristo? ¿A quién manifestamos en
nuestra relación unos con los otros? ¿El viejo hombre o Cristo? No se nos
pide que hagamos obras que se vean espirituales, sino obras
verdaderamente espirituales. No se nos pide que actuemos como hombres
de espíritu sino verdaderamente ser hombres de espíritu. Como el Señor
dice en Lucas 14

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Lucas 14:26.27, 33
“Si alguno viene a mí, y no aborrece a su padre, y madre, y mujer, e hijos, y
hermanos, y hermanas, y aun también su propia vida, no puede ser mi
discípulo. Y el que no lleva su cruz y viene en pos de mí, no puede ser mi
discípulo… Así, pues, cualquiera de vosotros que no renuncia a todo lo que
posee, no puede ser mi discípulo”.

¿Qué es lo que consideramos como “nuestro”, como nuestros


“derechos”? puede que sea nuestro trabajo, nuestra familia o el derecho de
tener una familia, salud, o el derecho de estar saludable. ¿Es malo tener
una familia? ¿Es malo tener trabajo? No. Lo malo es apegarnos mucho a
esos “derechos”, que negamos someter en las manos del Señor. Es malo
pelear por ellos, más bien confiémoslos a Dios. Mientras sigamos
considerando el tener pertenencias, “derechos” que no han sido sometidos
a Dios para que Él haga lo que quiera de ellos, no seremos discípulos de
Cristo. Ese “derecho” que no fue satisfecho cuando queríamos y como
queríamos, aquella promesa que tenía que cumplirse cuando y como
queríamos se interpondrá frente a nosotros como una barrera – hasta que
la pongamos en SU TRONO, hasta que renunciemos a ella y digamos
“Señor, haz como quieras. Tú sabes”. Mientras que no nos hayamos
vaciado a nosotros mismos depositando todos nuestros afanes y
preocupaciones de esta vida en el Señor, el viejo hombre tendrá espacio
para sobre salir y clamar un lugar en nuestro corazón. Como la Palabra dice:

Filipenses 2:5-11

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“Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús, el
cual, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que
aferrarse, sino que se despojó a sí mismo [Griego: “vaciarse así mismo”],
tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres; y estando en la
condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la
muerte, y muerte de cruz. Por lo cual Dios también le exaltó hasta lo sumo,
y le dio un nombre que es sobre todo nombre, para que en el nombre de
Jesús se doble toda rodilla de los que están en los cielos, y en la tierra, y
debajo de la tierra; y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor, para
gloria de Dios Padre”.

La Palabra nos dice que tengamos la misma mente que tenía Jesucristo.
¿Cuál es esta mente? Era la mente que lo llevó a la cruz. Era la mente de
negarse a sí mismo y de la completa sujeción a la voluntad de Dios, incluso
cuando esa voluntad era la muerte. Era un “no como yo quiera sino como
Tú” (Mateo 26:39). Solo cuando nos vaciamos a nosotros mismos seremos
útiles para Él. Solo cuando nos vaciemos a nosotros mismos lo que saldrá
de nosotros ya no será más: Tassos, Juan o Jaime sino CRISTO en Tassos,
Juan y Jaime. De otro modo el nuevo hombre, sin lugar a duda, estará en
nosotros pero no podrá expresarse, siendo aprisionado por el viejo hombre
el cual está a cargo. Conoceremos la voluntad de Dios pero cuando
tratemos de hacerla, una pared bloqueará el camino.

2. La reprensión del Señor


El viejo hombre es el obstáculo más grande para los propósitos de Dios.

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Mientras el viejo hombre siga teniendo el control no vamos a ser el hombre


que Dios quiere que seamos. No le agradan los corazones orgullosos sino
LOS CORAZONES CONTRITOS. No le agradan los altivos sino los humildes.
No quiere hombres que confíen en sus propias fuerzas sino hombres que
aunque tengan debilidades confíen en SU FUERZA. Como le dijo a Pablo:

2 Corintios 12:9-10
“Y me ha dicho: Bástate mi gracia; porque mi poder se perfecciona en la
debilidad. Por tanto, de buena gana me gloriaré más bien en mis
debilidades, para que repose sobre mí el poder de Cristo. Por lo cual, por
amor a Cristo me gozo en las debilidades, en afrentas, en necesidades, en
persecuciones, en angustias; porque cuando soy débil, entonces soy fuerte.

Son el débil, el humilde y el contrito aquellos con los cuales Dios puede
comunicarse como Él dice en Isaías 57:15:

Isaías 57:15
“Porque así dijo el Alto y Sublime, el que habita la eternidad, y cuyo
nombre es el Santo: Yo habito en la altura y la santidad, y con el
quebrantado y humilde de espíritu, para hacer vivir el espíritu de los
humildes, y para vivificar el corazón de los quebrantados”.

Y de nuevo en Ezequiel 6:9 hablando a los Israelitas:

Ezequiel 6:9

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“Y los que de vosotros escaparen se acordarán de mí entre las naciones en


las cuales serán cautivos; porque yo me quebranté a causa de su corazón
fornicario que se apartó de mí, y a causa de sus ojos que fornicaron tras sus
ídolos; y se avergonzarán de sí mismos, a causa de los males que hicieron
en todas sus abominaciones”.

Cuando el viejo hombre es alto y poderoso, cuando nuestra carne no ha


sido tocada, no somos “yo, sino Cristo” como Pablo era, sino “no Cristo,
sino yo”. Incluso la obra que Él nos haya encargado se convierte en algo
importante para la satisfacción de los deseos pecaminosos y secretos del
viejo hombre: poder, dominio, autoridad, estatus. En lugar de escondernos
como Cristo hacía después de un milagro, nos apuramos para darnos a
conocer, para ir a las posiciones frontales, a ser admitidos por los otros. De
este modo la obra no está hecha por Dios y para Dios, sino por propósitos
personales. Nuestro corazón está enfermo y en contra del Señor, aunque
utilicemos palabras “cristianas”. Es un corazón duro, de piedra que necesita
sanidad y quebrantamiento. Y eso sólo lo puede hacer la mano paternal del
Señor. Como con los Israelitas en el pasaje anterior de Ezequiel, el Padre
extenderá Su mano para quebrantar nuestro corazón de piedra y al viejo
hombre que reina en él. Después del quebranto, lo recordaremos así como
ellos hicieron. Cuando Él trae a la luz nuestro verdadero yo, cuando
detestemos nuestra apatía, la tolerancia hacia el pecado y la manera en que
pensábamos, NOS ACERCAREMOS MAS A ÉL. En el dolor del
quebrantamiento Él vendrá a nosotros, porque Él habla con el de corazón
contrito. Luego nos volveremos a Él y diremos “Señor, no puedo hacer nada

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por mí mismo, ni si quiera puedo mirar lo que he hecho”. Sin embargo no


tengamos falsas expectativas. Cada quebranto trae dolor y el quebranto del
viejo hombre trae dolor y se hace a través del dolor. Ésta es la reprensión
del Señor, que aunque inicialmente es dolorosa ¿Cómo viviríamos sin ella?
en Hebreos 12:4-11 leemos:

Hebreos 12:4-11
“Porque aún no habéis resistido hasta la sangre, combatiendo contra el
pecado; y habéis ya olvidado la exhortación que como a hijos se os dirige,
diciendo: Hijo mío, no menosprecies la disciplina del Señor, Ni desmayes
cuando eres reprendido por él. Porque el Señor al que ama, disciplina, Y
azota a todo el que recibe por hijo. Si soportáis la disciplina, Dios os trata
como a hijos; porque ¿qué hijo es aquel a quien el padre no disciplina? Pero
si se os deja sin disciplina, de la cual todos han sido participantes, entonces
sois bastardos, y no hijos. Por otra parte, tuvimos a nuestros padres
terrenales que nos disciplinaban, y los venerábamos. ¿Porqué no
obedeceremos mucho mejor al Padre de los espíritus, y viviremos? Y
aquéllos, ciertamente por pocos días nos disciplinaban como a ellos les
parecía, pero éste para lo que nos es provechoso, para que participemos
de su santidad. Es verdad que ninguna disciplina al presente parece ser
causa de gozo, sino de tristeza; pero después da fruto apacible de justicia
a los que en ella han sido ejercitados”.

Muchos de nosotros rechazan cualquier dolor como si viniera de una


acción independiente del diablo. Así también rechazamos el dolor de la

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reprensión del Señor. Pero, si cualquier dolor viene independientemente


del diablo, entonces ¿dónde está la reprensión del Señor que es dolorosa?
Admitimos el dolor que le causamos a nuestros hijos cuando los
reprendemos, pero lo rechazamos cuando viene del Señor y es nuestra
propia reprensión. Sin embargo, la verdad es que el dolor no siempre es
algo negativo. Una cirugía también causa dolor; un cuchillo está cortando tu
carne, se crea una herida y la sangre empieza a correr. No obstante se hace
para tu propio bien y en caso de nuestro corazón se hace por la tierna
mano del Padre que nos corta quitando lo que no sirve. Por supuesto que
nos va a doler. Por supuesto que vamos a estar tristes. Por supuesto que
vamos a llorar. Pero como la Palabra dice:

Proverbios 20:30
“Los azotes que hieren son medicina para el malo el castigo purifica el
corazón”.

Y Hebreos 12:11
“Es verdad que ninguna disciplina al presente parece ser causa de gozo,
sino de tristeza; pero después da fruto apacible de justicia a los que en ella
han sido ejercitados”.

Después de la tristeza inicial nace el gozo. El gozo de la salud. Aquella


fiebre que te aterrorizó ya se ha ido. Aquel hueco, la apatía y la incapacidad
de expresar a Cristo se han ido con la limpieza del Señor. “Y aunque era
Hijo, por lo que padeció aprendió la obediencia” (Hebreos 5:8), así también

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aprendemos obediencia en las cosas que sufrimos. Por lo cual no pensemos


que las todas las cosas que hemos sufrido son obras del diablo, como algo
“fuera de lo que se considera como normal en la vida Cristiana”. La
reprensión y el dolor inicial que esto implica son normales en la vida
cristiana y aunque al principio es doloroso el Padre lo usa para hacernos los
hombres que Él quiere que seamos.

3. La paradoja de la exaltación

Es difícil, no nos gusta hablar de quebranto, tristeza, reprensión,


persecución, humildad. Preferimos solamente hablar de bendiciones,
poder, gloria, exaltación, conocimiento. Buscamos las bendiciones y por
supuesto las materiales. TODOS TENEMOS LAS ESPIRITUALES, (Efesios 1:3),
pero parece que no nos importan mucho. Contamos nuestra fe y la fe de los
otros de acuerdo a las bendiciones materiales que tengan. Si algo malo
sucede, si se tardan, entonces somos responsables, no tenemos… mucha fe,
es un… pecado viejo oculto etc. leemos de las persecuciones de Pablo, de la
lapidación de Esteban, la ejecución de Santiago pero intentamos olvidarlas.
Nos las brincamos rápidamente con excusas tales como: “esas cosas ya no
pasan hoy en día” o incluso más extremas como… “esa gente no escuchó a
Dios”. Uno no se imagina que alguien podría morir por Cristo
probablemente porque no podemos. ¿Cómo dejar nuestras bendiciones,
nuestra casa, tv, nuestra chimenea? El evangelio de prosperidad no lo
permite. Las posesiones materiales y el cristianismo son lo mismo para

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muchos de nosotros. Sin embargo, para el Señor no lo es. Para el Señor, un


discípulo de Cristo es aquel que lo niega todo por Él y lo sigue a donde
quiera que le llame. Es aquél que se levanta teniendo sus ojos puestos en el
Señor y en sus manos esperando sus órdenes. No se para frente al Creador
como antes… su hermano más pequeño ÉL ES EL DIOS TODO PODEROSO, al
cual todos deberían OBEDECER.
Paquistán, India, Turquía, Irán, y los otros llamados países “cerrados” no
están cerrados porque sean musulmanes. El cristianismo no empezó
cuando la gente ya era cristiana. No comenzó en un terreno amigable sino
en un lugar cuyos habitantes acababan de matar al Señor. En Paquistán, el
cristianismo empezó, con mártires como Esteban que perdieron su vida por
eso. Ahora, ¿Eso significa que nosotros también deberíamos perder
nuestras vidas? ¿A caso eso significa que deberíamos venderlo todo, dejar
nuestras familias, e ir a predicar la Palabra, digamos a Irán? Si el Señor lo
dice, SI. Sin embargo, si lo dice o no, deberíamos contar todo como suyo y a
nosotros mismos como desnudos y vacíos ante Él. Esa es la mente de Cristo
de la cual la Palabra nos dice que tengamos. Cuando estamos desnudos y
vacíos ante Él, Él viene y nos exalta, sin hacer nada de nuestra parte.
Cuando nos exaltamos ante Él, Él nos baja. Cuando nos humillamos delante
de Él, Él nos exalta. En Filipenses 2:8-9 dice:

Filipenses 2:8-9
“y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose
obediente hasta la muerte, y muerte de cruz. Por lo cual Dios también le
exaltó hasta lo sumo, y le dio un nombre que es sobre todo nombre”,

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Y Proverbios 18:12
“Antes del quebrantamiento se eleva el corazón del hombre, Y antes de la
honra es el abatimiento”.

1 Pedro 5:5-6
“Igualmente, jóvenes, estad sujetos a los ancianos; y todos, sumisos unos a
otros, revestíos de humildad; porque: Dios resiste a los soberbios, Y da
gracia a los humildes. Humillaos, pues, bajo la poderosa mano de Dios, para
que él os exalte cuando fuere tiempo.”

Lucas 18:29-30
“Y él les dijo: De cierto os digo, que no hay nadie que haya dejado casa, o
padres, o hermanos, o mujer, o hijos, por el reino de Dios, que no haya de
recibir mucho más en este tiempo, y en el siglo venidero la vida eterna”.

El Señor trae exaltación, pero eso viene solamente como resultado de la


humildad. El llanto trae gozo, el dolor sanidad. El Señor no se va a quedar
con nada que Él considere que sea bueno para ti (Salmos 84:11). No estés
ansioso, no trates de hacerlo por ti mismo. Quédate tranquilo y ve que Él es
Dios (Salmos 46:10). Dile “Señor, todo es tuyo. Tú lo sabes todo. Que se
haga en mi de acuerdo a tu voluntad” y Él traerá a tu vida lo mejor, lo que
Él considera lo mejor.

Tassos Kioulachoglou

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Español: Aleida López de Steinmetz


Versión Bíblica: Reina-Valera 1960

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