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LA ESCALERA DE LA SALVACION

ROMPE-HIELO: ¿A alguien le ha tocado subir o bajar por una escalera de muchos peldaños, o
escalones? ¿Desea compartir su experiencia?

Leamos Génesis 28.10-12 y Juan 1.49-51

INTRODUCCIÓN

Comenzamos hoy la serie “Acercándonos a Dios” hablando de la escalera que Dios mostró a Jacob
en visión.

La palabra hebrea traducida por “escalera” puede designar tanto una rampa como una escalinata
de piedra, semejante a las que tenían algunos templos de la antigua Mesopotamia. Se consideraba
que estas grandes estructuras eran un lazo de unión entre el Cielo y la Tierra.

LA ESCALERA DE JACOB

Jacob viajó alrededor de cien kilómetros de Beerseba hasta Betel, tres días de camino. Una noche,
él tomó una de las piedras del lugar para usarla como almohada, y mientras dormía, Dios le dio una visión
de una escalera que iba de la Tierra al Cielo. Esta fue la primera de por lo menos siete revelaciones de Dios
a Jacob (si desea conocer las demás visiones que tuvo Jacob, lea en casa los capítulos 31, 32, 35 y 46 de
Génesis).

Jacob era un hombre lleno de engaño; su vida es un cuadro perfecto del alma perdida, en
tinieblas, que huye lejos de la casa de su padre, arrastrando el peso de su pecado, e ignorando
que Dios está cerca y dispuesto a salvarle.

Jacob pensaba que estaba en un desierto solitario cuando se acostó a dormir, ¡pero se
despertó para descubrir que había estado en la misma puerta del Cielo!

La escalera que vio Jacob es una figura o tipo de Cristo acercándonos el Cielo y sus
bendiciones. Esta escalera nos enseña que Jesús es el camino para ir de la Tierra al Cielo; que
sólo Él puede llevarnos allá, que sólo tenemos un Salvador: Jacob no vio varias escaleras; él vio
sólo una.

Los extremos de la escalera también tienen su significado. El hecho de que uno de ellos
estuviera apoyado en tierra alude a la naturaleza humana de Jesús, mientras que el otro extremo
tocando el cielo representa la naturaleza divina del Señor.

Los ángeles en la escalera fueron una señal del cuidado de Dios para con Jacob; ellos
aparecieron para protegerle cuando estaba a punto de encontrarse con su hermano Esaú (Génesis
32.1–2), quien le buscaba para matarle. Cuando Jacob vio la escalera y los ángeles, experimentó la
certeza de la protección de Dios.
Nosotros también debemos tener la certeza de que Jesús se preocupa por nosotros y cuida
de nuestra vida; creer que está interesado en salvarnos y ayudarnos en nuestra necesidad, así
como prometió y está escrito en Salmos 91.9-16 y Mateo 21.21-22. Leamos esos textos.

LOS PRIMEROS PASOS

El primer paso que necesitamos dar por la escalera que lleva al Cielo es uno muy sencillo:
Confiar en Dios, poner toda nuestra fe en Él. Luego encontraremos el escalón del arrepentimiento
de nuestros pecados, que significa simplemente que nos debemos apartar del mal, cambiando
nuestra manera de pensar y actuar.

Así llegaremos al tercer peldaño, el del bautismo en agua. De este tema trató la
conversación entre Cristo y un judío maestro de la ley llamado Nicodemo, el cual se acercó al Señor
interesado en el reino de Dios.

En Juan 3.3 Jesús le dice a Nicodemo: “De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de
nuevo, no puede ver el reino de Dios.” Y en el verso 5 Jesús le explica cómo se produce ese nuevo
nacimiento:

“De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de agua y del Espíritu, no puede entrar
en el reino de Dios.”

La Palabra de Dios es el otro elemento esencial del nuevo nacimiento, pues ella produce
vida en el creyente. El apóstol Pedro escribe que debemos ser “renacidos, no de simiente
corruptible, sino de incorruptible, por la palabra de Dios que vive y permanece para siempre.” 1ª
Pedro 1.23.

Al nacer de nuevo por la Palabra y el bautismo en Jesucristo ¡estamos dando nuestros primeros pasos por
los peldaños de la escalera de la salvación! Luego encontramos el quinto e imprescindible escalón: Recibir
el bautismo del Espíritu Santo.

LA LLENURA DEL ESPÍRITU SANTO

Esta bautismo o llenura del Espíritu Santo, es especialmente importante para acercarnos
más a Dios. La oración, el medio por excelencia que usamos para hablar con Él, sería imposible
sin el Espíritu Santo en nosotros.

Romanos 8.26 nos enseña que, para poder orar de manera eficaz, necesitamos del
Espíritu Santo: “El Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad; pues qué hemos de pedir como
conviene, no lo sabemos, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos indecibles.”

Claramente, los “gemidos indecibles” que aquí se mencionan son el hablar en nuevas
lenguas, que el Espíritu de Dios nos da como evidencia inicial de que hemos sido bautizados por
Él.

Apocalipsis 4.1 es un claro ejemplo de cómo el Espíritu Santo intercede por nosotros. En
esta Escritura, Dios llama a Juan a subir hasta Su trono para mostrarle las cosas futuras, y el
Apóstol nos dice en el V. 2 que, al instante de oír el llamado de Dios, él “estaba en el Espíritu”.

Por lo anterior y por muchas razones más, debemos orar siempre pidiendo el Espíritu
Santo, como nos lo dice el Señor Jesús en Lucas 11.11-13. Él afirma que si nosotros, como padres
o madres, estamos dispuestos a alimentar a nuestros hijos, mucho más lo estará Él a darnos de
Su Espíritu.

PELDAÑO A PELDAÑO

En el nivel al que hemos llegado, no deberíamos detenernos o estancarnos; mucho menos


descender. Dios está arriba, no abajo. Por eso Su mandato es que subamos, con toda diligencia, y
que añadamos a nuestra fe, virtud; a la virtud, conocimiento; al conocimiento, dominio propio; al
dominio propio, paciencia; a la paciencia, piedad; a la piedad, afecto fraternal; y al afecto fraternal,
amor.” 2ª Pedro 1.5-6.

En otras palabras, debemos tomar la escalera de la salvación, y nunca detenernos, para


poder llegar adonde Dios está. Muchos creyentes hoy día van a la iglesia, participan del culto,
cantan, saludan y sonríen, pero no están subiendo por esta escalera. Al igual que Jacob, se quedan
observándola, pero no dan los pasos de fe y obediencia necesarios. Otros creyentes llegan hasta
cierta altura, pero luego comienzan a bajar; porque subir peldaños implica esfuerzo, y muchos no
quieren esforzarse.

CONCLUSIÓN

Cuando Jesús encontró a Natanael, dijo de él: “he aquí un verdadero israelita, en quien no
hay engaño” Juan 1.47. Y Natanael no esperó a un segundo llamado de Jesús para convertirse en
discípulo suyo, y seguirle.

Si usted aún no ha comenzado a subir por la escalera de la salvación, ahora es el momento


de empezar. Ponga a un lado las dudas y los temores, pues esta escalera es firme y segura. La
escalera es Jesucristo, nuestro Salvador. Y si usted ya está subido a ella, no es tiempo de retroceder
sino de retomar fuerzas para continuar subiendo, en el nombre del Señor Jesucristo.

¡Alabe el nombre del Señor aquel que esté dispuesto a subir!

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