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Cuerpos Emergentes. Modelo metodológico para un trabajo corporal con


mujeres.

Book · August 2019

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1 author:

Jimena Luz Silva Segovia


Universidad Católica del Norte (Chile)
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Mercantilización de las emociones. El lugar simbólico de las Trabajadoras sexuales en las emociones de los hombres de la gran minería del cobre chileno. FONDECYT
1180079 View project

significados del autocuidado corporal y la prevención en sexualidad juvenil. Fondecyt 1110301 View project

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Cuerpos emergentes
Jimena Silva Segovia

Cuerpos emergentes

Modelo metodológico
para un trabajo corporal con mujeres
306 Silva Segovia, Jimena
S Cuerpos emergentes. Modelo metodológico
para un trabajo corporal con mujeres / Jimena
Silva Segovia. – – Santiago : RIL editores, 2019.

182 p. ; 23 cm.
ISBN: 978-956-01-0727-5

  1 mujeres. 2 cuerpo humano-aspectos socia-


les. 3. género.

Este libro contó con la aprobación


del Comité Editorial y referato externo.

Cuerpos emergentes.
Modelo metodológico para
un trabajo corporal con mujeres
Primera edición: agosto de 2019

© Jimena Silva Segovia, 2019


Registro de Propiedad Intelectual
Nº XXX.XXX

© RIL® editores, 2019

Sede Santiago:
Los Leones 2258
cp 7511055 Providencia
Santiago de Chile
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valparaiso@rileditores.com

Sede España:
europa@rileditores.com • Barcelona

Composición e impresión: RIL® editores


Diseño de portada e ilustraciones: Xenia Steel

Impreso en Chile • Printed in Chile

ISBN 978-956-01-0727-5

Derechos reservados.
Índice

Palabras preliminares
Ricardo Espinoza Tapia..........................................................................9

Mapas intertextuales del cuerpo: una entrevista


con Jimena Silva Segovia
Entrevistador: Ricardo Espinoza Tapia.................................................13

Agradecimientos................................................................................19

Líneas teóricas para comprender los vínculos


cuerpos-mujeres en Chile
Ximena Valdés Subercaseaux ...............................................................25

Cuerpos que narran. Utilidad del método biográfico


para descubrir la voz del cuerpo
Jimena Silva Segovia..............................................................................45

«Mujer cubista». Maternidad, sexualidad y feminización


de la pobreza en la cultura minera del norte de Chile:
análisis de caso mediante la metodología
Mapas Intertextuales del Cuerpo
Jimena Silva Segovia • Rosa Olmos Soto..............................................81

Mapeando el cuerpo femenino en el trabajo.


Mujeres viviendo en zonas de desierto y minería.......................117

Anexos
Consentimientos..............................................................................175

Mapa fotográfico...........................................................................178
Palabras preliminares

El trabajo que Jimena Silva Segovia ofrece en esta publicación


articula un interesante propósito: dar voz al cuerpo. En otras pa-
labras, reconocer la emergencia de un cuerpo, un cuerpo plural,
cuerpos de mujeres que se despliegan desde sus biografías en las
páginas que usted tiene a continuación; haciéndoles visibles, com-
prensibles y narrables.
De modo que el cuerpo ocultado en la narración positivista de
las ciencias humanas, queda descubierto y toma lugar en este trabajo
desde el principio feminista de la corporeización del conocimiento,
donde toda experiencia es política, situada y demarca un punto de
vista; el punto de vista de las mujeres. En ese sentido, el feminismo
como una teoría crítica «de la razón patriarcal», históricamente ha
problematizado las formas de conocer y propuesto conceptos y pun-
tos de fuga que contribuyen a que las mujeres emerjan del reducto de
la naturaleza y se sitúen en la cultura, como parte del reconocimiento
y ejercicio de sus derechos. En este afán, se ha interesado desde sus
inicios por analizar y desmontar los constructos impuestos sobre las
mujeres, y particularmente, sobre su propia experiencia.
Así, el cuerpo ha sido un tema central en la teoría feminista pero
no solo por un fin revisionista de la historia, o bien, un objetivo
deconstructor de inequidades, sino más bien por la necesidad de
alcanzar un análisis comprensivo del ser mujer en la cultura y qué
sucede con sus subjetividades y sus cuerpos. Esta tarea que supone
comprender el cuerpo desde la subjetividad femenina es la que exige
desarrollar conocimientos que siguen el trazado abierto por autoras
de diversos feminismos, tales como Simone de Beauvoir, Joan Scott,
Gayle Rubin, Donna Haraway, Julieta Kirkwood, Angela Davis o
Judith Butler. Es decir, comprender que el cuerpo de las mujeres desde
sus características biológicas y materiales, aunque no represente un

9
Ricardo Espinoza Tapia

destino, las sitúa encarnadas en una determinada manera de «ser y


estar en el mundo» (Beauvoir,1981: 49); por tanto, el cuerpo de las
mujeres debiese problematizar la existencia de un cuerpo simbólico,
creado y gestionado por discursos y prácticas dominantes de las que
ellas han buscado emerger, ejerciendo derechos y haciendo escuchar
su propia voz, sus discursos, sus historias.
Por tanto, en estas páginas asistimos a una expresión del
reconocimiento de estos derechos, a través de una metodología
que busca deconstruir los mandatos que circulan y restringen la
expresión de las mujeres. En esa línea, ellas circulan mediante
sus historias que van desde el silenciamiento del trabajo domés-
tico –situado en el espacio privado– hacia la visibilidad en el
espacio público de cuerpos diversos: prohibidos y deseados en
el trabajo sexual, sancionados y excluidos en la privación de li-
bertad, subalternos y funcionales en la precarización del trabajo
subcontratado, masculinizados y restringidos en el trabajo polí-
tico dirigencial, y asimismo, agentes y disidentes en las luchas de
mujeres organizadas que reivindican autonomías en las esferas
económica, política, sexual y simbólica.
A nivel teórico, la emergencia de estos cuerpos es acompañada
por un marco conceptual que transita desde diferencias estructurales
vinculadas al mundo del trabajo, demarcadas ya por el marxismo, y
revisitadas por teorías posestructuralistas, donde el análisis simbólico
de las prácticas ha mostrado un punto de fuga a teorías sociológicas
sobre las desigualdades. En este enclave, la teoría feminista –desde
sus diversos aportes y énfasis– posibilita el análisis de elementos
simbólicos de la matriz cultural que reproduce desigualdades entre
lo femenino y lo masculino.
La propuesta metodológica sistematizada en esta publicación
complejiza la perspectiva biográfica, dotando a los métodos cuali-
tativos de un marco de inteligibilidad para el estudio de la expe-
riencia corporal desde una perspectiva de género, donde el sujeto
que narra es reconocido como autor, de esta forma nos entrega una
guía de referencia para el estudio del cuerpo desde una dimensión
semiótica y material, de la mano de la herramienta de los «mapas
intertextuales del cuerpo».

10
Palabras preliminares

En los mapas intertextuales del cuerpo presentados, circulan


mujeres de las nueve comunas de la Región de Antofagasta, que se
han desarrollado bajo un contexto minero y de relaciones andro-
centradas. Estas mujeres performan a nivel gráfico, narrativo y sim-
bólico, sus vivencias de género –unas con mayor y otras con menor
complejidad– desde un lenguaje intertextual que deja entrever los
mandatos culturales que les han normado desde niñas hasta su vida
adulta, ejerciendo de paso ciudadanías desde la esfera micropolítica
al «estar con otras». En dicho ejercicio, comparten sus trayectorias
y le otorgan voz a sus cuerpos, narrando sus biografías a través de
una metodología que les ha facilitado mirar, describir y agenciar sus
experiencias y cuerpos domesticados por la cultura y sujetados a un
régimen patriarcal, heterosexual, binarista, neoliberal y capacitista.
Desde ahí, entonces, la invitación a quienes lean estas páginas, es
a acompañar las voces emergentes de estos cuerpos que se cuestionan
por otras formas de ser mujer y otras posibilidades para el ejercicio
de sus derechos, en síntesis, nuevas ciudadanías. En sintonía con lo
anterior, Jimena Silva Segovia busca junto con otras mujeres hacer
frente a los miedos, las injurias, a la vez que exorcizar los discursos
que victimizan, que las sitúan en un lugar de vulnerabilidad y debi-
litan sus autonomías. Por el contrario, estas mujeres invocan desde
un sentimiento colectivo, deseos, recursos y las infinitas capacidades
que les permiten cuestionarse y apropiarse de sus biografías, sus
cuerpos, su devenir mujer.

Ricardo Espinoza Tapia


Académico Universidad Católica del Norte
Doctor en Psicología Social

11
Mapas intertextuales del cuerpo:
una entrevista con Jimena Silva Segovia

Entrevistador: Ricardo Espinoza Tapia

Nos encontramos en Antofagasta, una ciudad minera recono-


cida en el mundo por su producción de cobre y en el pasado por
las oficinas salitreras. Así mismo se la identifica como la cuna de las
organizaciones sindicales de obreros chilenos, en el auge del salitre.
Este desierto donde se enclava Antofagasta ha sido tipificado como
el más árido del planeta, sin desconocer que en sus territorios existen
diversos oasis, de aguas frías y cristalinas, que otorgan al paisaje
la idea de una lengua verde que humedece la piel de este desierto.
En el otro extremo del territorio, vemos las orillas del litoral
bañadas por el mar Pacífico, sus bahías y roqueríos, lo que deja a la
ciudad abrazada por dos cordilleras: la de los Andes y la de la Costa.
En este escenario, hemos decidido con Jimena conversar sobre
los inicios de su trabajo con el «Modelo de Mapas Intertextuales»
para estudiar el cuerpo.

E: ¿Puedes comentarme cómo y cuándo iniciaste el trabajo que se


sistematiza como el «Modelo de Mapas Intertextuales»?
JS: Empecé buscando formas expresivas de trabajar con el
mundo emocional de la juventud universitaria, principalmente con
sus experiencias en la construcción del género. En los años 2000,
nos costaba alcanzar a tocar el dolor que significaba ser hombres
o mujeres en un contexto androcentrado, con mandatos tan encar-
nados. Estaban sufriendo en las relaciones de pareja, en el autorre-
conocimiento de los valores de ser ellos y ellas mismas, con el peso
corporal, la estética, la sexualidad, entre tantos otros sufrimientos.

13
Jimena Silva Segovia

Estábamos en pleno auge de las redes sociales, y observé que también


las usaban para denigrarse, generando violencias.
Yo deseaba encontrar estrategias metodológicas participativas.
Así fue que recuperé un aprendizaje recibido de mi madre; ella en
su periodo de actriz de teatro utilizó máscaras para sus personajes,
y las elaboraban en el taller de mi padre, que fue pintor, donde yo
acudía después del liceo, para ayudar. Fue un acierto. Si bien en dis-
tintas experiencias estas juventudes habían conocido los talleres de
máscaras, aunque nunca para identificar su construcción de género,
estaban muy entusiasmados y creativos, al punto de que participaron
más de doscientos jóvenes entre 2000 y 2005. Del saber emergente
de las máscaras, en sus relatos sobre símbolos, colores y experiencias
se iban extendiendo a un cuerpo que quedaba flotando solo en el
discurso. Había tanta emoción y malestar de género y sexualidad
en sus narraciones, que en uno de los talleres decidimos trabajar
con el cuerpo.
A partir de ese momento, busqué experiencias corporales en
otros países, encontré talleres realizados en África, en la India,
en Argentina, leí mucho sobre color desde la antropología, de los
selknam en el sur de Chile, del uso del color en el mundo andino,
las simbologías como efectos de la cultura, también. Toda esa infor-
mación me dio mucha alegría, pues me confirmó que yo no estaba
aplicando estrategias desconocidas. Sin embargo, atendiendo a los
relatos de estas juventudes, empezamos a marcar nuestras distin-
ciones, fortalecí un enfoque no patologizante, no diagnóstico, lejos
de las clasificaciones, y así llegamos a concebir la primera versión
sistemática de lo que fueron «Mapas Corporales», dándole mucha
importancia a los relatos biográficos de sus cuerpos.

E: ¿Qué diferencias existen entre este modelo y otros usos de me-


todologías cartográficas sobre el cuerpo?
JS: Precisamente, el que no buscamos clasificaciones diagnós-
ticas, que en su elaboración existe voluntad y autointerpretaciones
constantes. Así también que se sostiene como una herramienta bajo
el paraguas del método biográfico, es decir, hemos entregado una

14
«Mapas intertextuales del cuerpo»: una entrevista

técnica al método que le otorga voz al cuerpo en su construcción


simbólica constante. Además, cartografiamos el cuerpo, acompañan-
do su deconstrucción, en un proceso de empoderamiento afectivo
desde la materialidad hasta el imaginario.

E: ¿Por qué inicialmente le llamaste Mapas corporales?


JS: Pues, precisamente en el inicio de este proceso, estaba hacien-
do mi tesis de maestría sobre el femicidio de Alto Hospicio, y a la
vez trabajando con Guadalupe Santa Cruz, en Calama, con mujeres
liderezas. Ella usaba un modelo que se llamaba «Cartografía de la
experiencia sindical», con zonas de la ciudad cargadas de emociones
en que se situaban los aprendizajes significativos de sus biografías.
Por otra parte, en el caso de las jóvenes asesinadas, el descubri-
miento de sus cuerpos en los piques del desierto transversalizó toda
mi existencia. Cuando trabajé con los familiares, ellos me hacían
mapas de dónde vivían, mapas de las animitas, mapas de sus vidas
cotidianas. Entonces, me hacía mucho sentido cartografiar, mapear
la experiencia corporal, pues en ese momento fue una metáfora del
producto cultural que es el cuerpo. Un mapa de discursos.

E: Posteriormente incorporaste «Mapas Intertextuales». ¿A qué


alude la intertextualidad?
JS: La intertexualidad apareció como efecto de la maduración del
modelo; esto fue en 2007 gracias a que descubrí a Denisse Arnold,
mientras estudiaba el doctorado en Antropología. Ella me impulsó
a utilizar la intertextualidad para analizar un ritual boliviano. Fue
tan esclarecedora su aplicación, pues comprendí que al sumergirme
en los olores, colores, canciones y en el significado interconectado
de cada elemento del ritual, se podía ver el origen, la afectividad, y
supe que existía un enlace con el trabajo de los mapas del cuerpo.
Desde entonces la articulación entre el relato autobiográfico, auto-
interpretaciones de todo elemento simbólico que se han plasmado
en el proceso, son interpretados como lenguajes, voces, convertidas
en texto en una dialéctica que nos lleva a generar comprensión del
sujeto que narra y autonomía a quienes construyen el mapa.

15
Jimena Silva Segovia

E: ¿Qué principios o conceptos de las epistemologías y métodos


feministas y de género son posibles encontrar en el modelo?
JS: Los principios de una búsqueda con quienes participan de las
tensiones de poder, de los mandatos de la cultura que se encarnan
en los cuerpos desde los discursos institucionalizados, como valores
de verdad. Estos mandatos desde la perspectiva feminista, en sus
distintas vertientes, se sitúan en el núcleo crítico de este modelo.
Precisamente por constituir un modelo que valora la autonomía y la
voluntad de saber sobre sí mismos, se busca con quienes participan
que elaboren un relato situado en su contexto, restituyendo un len-
guaje corporal emocional proveniente del poder de la subjetividad,
su agencia.

E: ¿Cuáles son las dimensiones de análisis que tu modelo propone?


JS: Durante estos veinte años hemos logrado perfeccionar la sis-
tematización de los eventos significativos de la experiencia corporal
a través de la recuperación de la oralidad y escritura sobre el cuerpo
en su trayectoria, que hemos llamado dimensión oral. Desde allí
avanzamos hacia las grafías y las autointerpretaciones individuales
y colectivas, dimensión gráfica, donde emerge una riqueza simbólica
original y auténtica que ilustra el mundo emocional de quienes lo
trabajan, y en la autointerpretación se observa la recuperación de
las voces corporales por parte de la persona.

E: ¿Cuál es la importancia del discurso respecto de la dimensión


gráfica en el modelo?
JS: Esta dimensión es muy importante, pues la persona se au-
tointerpreta y le da sentido a su creación, reconoce los lenguajes de
su cuerpo, articula sus voces con sus experiencias relacionales y se
sitúa en los escenarios. Allí es posible observar la agencia que se ha
alcanzado y sus proyecciones.

E: ¿Cómo trabajas la dimensión interpretativa?


JS: Esta dimensión está basada en la autointerpretación, y si se
le dará un sentido investigativo al proceso, se trabaja en tres voces:

16
«Mapas intertextuales del cuerpo»: una entrevista

la de la persona creadora, la de quien guía el proceso y la de las


teorías elegidas. Los ejemplos pueden verse en las páginas del libro.

E: ¿Cómo se le da nombre al mapa?


JS: Por ejemplo, esta «mujer mariposa» o esta «mujer xxx». Para
resguardar el anonimato de las personas, luego que han firmado un
consentimiento que autoriza su análisis y publicación, se observan
los elementos gráficos y sus relatos y lo más significativo lo situamos
para nombrar un mapa.

E: ¿Cómo crees que han recibido tu trabajo en las ciencias sociales?


¿Dónde has visto que lo han utilizado, para qué, quiénes?
JS: En algunos momentos, hace varios años atrás, fue recibido
en los grupos de investigadoras/es sobre temas de sexualidad, con
sorpresa y suspicacia. Señalaban que habría que ser psicólogos/as
para aplicarlo, se preguntaban qué se haría en casos de descompen-
sación frente a aspectos emocionalmente dolorosos, que resultaba
invasivo. Ante esas observaciones los resultados y la expansión de su
aplicación han dado las respuestas. Una entrevista sobre sexualidad
y corporalidad puede provocar las mismas reacciones. Este modelo
se aplica en base a la voluntad de saber sobre si quien participa
promueve el empoderamiento y autointerpretación, y su paulatina
profundización va resguardando las reacciones emocionales. Es decir,
se trabaja en grupos, observando constantemente el proceso y no
necesariamente será un psicólogo/a quien aplique.
Lo he compartido en Alemania con grupos interdisciplinarios
de humanidades que lo han recibido con agradecimiento; en Méxi-
co lo he enseñado en posgrados de Antropología y los estudiantes
han aprendido aplicando a sus propias experiencias; hoy se sigue
enseñando en Colmex-DF. En Bolivia lo han utilizado en grupos de
recuperación de mujeres que han vivido abuso sexual; en Chile, en
distintos talleres con grupos muy diversos: jóvenes universitarias/
os, mujeres privadas de libertad, liderezas de las 9 comunas de An-
tofagasta; se ha exhibido en Madrid-España, en Estados Unidos y
Argentina para grupos universitarios.

17
Jimena Silva Segovia

E: ¿Qué opinas sobre el uso de tu modelo para el trabajo con jóvenes


en educación sexual? ¿Qué impresiones tienes sobre la recepción de
la metodología por parte de los jóvenes durante los talleres?
JS: Es una aplicación fundamental, pues el autocuidado corpo-
ral y la educación para el cuidado de sí, posee muchos vacíos en la
educación formal e informal en las juventudes. Aun teniendo muchos
nichos de conocimientos, las prácticas planificadas en sexualidad son
escasas, la vida emotivo-sexual posee sus propios ritmos, tiempos
y circunstancias que están dejando cifras alarmantes de jóvenes vi-
viendo con VIH, por ejemplo, mujeres muy jóvenes enfrentando una
maternidad no deseada, entre algunas de las circunstancias, donde
un modelo cercano de educación sexual es muy necesario.
En cada taller que he realizado, las juventudes participantes
han trabajado comprometidamente, creo que posee un estilo de
acercamiento óptimo, cada proceso tiene su tiempo de aceptación y
apertura, y también la posibilidad de retirarse si se provoca malestar.
Entonces creo, hasta este momento, que tiene bastante aceptación.

E: ¿Qué proyecciones ves a este modelo? ¿Cuáles son aspectos que


aún no has desarrollado o crees pertinente seguir profundizando?
JS: Dada las distancias, en que cada generación va creando sus
interacciones con los/as adultos/as, el modelo ofrece algunas posi-
bilidades que lo hacen útil para diversas temáticas y grupos etarios.
Sin embargo, creo que toda estrategia se debe ir mejorando en la
medida que sus aplicaciones te vayan mostrando vacíos o aspectos
técnicos perfectibles, pues estos solo se observan en la práctica. Aún
se debe perfeccionar las estrategias de autointerpretación, pues en
muchos casos los grupos se dispersan y no se logra un seguimiento
óptimo del proceso posterior, por ejemplo, o cómo la apertura a
este conocimiento se convierte en agencia, de qué modo, en qué
circunstancias. Son aspectos que espero las personas que utilicen
estas herramientas vayan descubriendo, por ello es una experiencia
que siempre estará abierta.

18
Título del capítulo

Agradecimientos

Este libro, desde sus inicios, quiso ser la continuidad de Cuerpos


y metáforas. La primera versión del Modelo de Mapas Intertextua-
les que ilustraba la experiencia corporal juvenil. En esta versión, se
encuentra al modelo madurado, donde hemos recogido las expe-
riencias anteriores, las interrogantes de quienes lo han utilizado en
incomparables contextos, y hemos ido perfeccionando para avanzar.
Entre los capítulos encontraremos las voces corporales de mujeres
trabajadoras que han decidido dar la batalla para hacer frente a sus
biografías corporales dolorosas y transformarlas. Agradezco a todas
las que me permitieron conocer sus historias y con las que hemos
allanado algunos caminos para comprender diversas verdades, pues
necesitamos abandonar el lugar de victimización en el que el mismo
sistema nos sitúa para emanciparnos y ampliar nuestra ciudadanía.
Juntas hemos abierto ventanas para que el dolor silenciado encuen-
tre su voz y adelantemos hacia una existencia con mayor equidad.
Así también agradezco a mis amigos/as y colaboradores/as
Katherine Valdivia Westphal de Ayni Consultora, Ricardo Espinoza-
Tapia y Ximena Valdés Subercaseaux. Agradezco a Xenia Steel que
me ha acompañado en la aventura de poner arte y belleza a las
páginas del libro, su paciencia y generosidad. Con Kathy y Ricardo
hemos trabajado juntos desde el año 2000, ambos profesionales de
la Escuela de Psicología de la Universidad Católica del Norte, ins-
titución a la que agradezco por su apoyo en las investigaciones que
he realizado en los últimos veinte años. A través de Kathy, su aguda
visión y su comprometido trabajo en la comunidad, logré conectarme
con las mujeres trabajadoras que emergen con fuerza en este libro.
Con Ricardo he compartido sus inteligentes contribuciones a mis
investigaciones, con las cuales he logrado ver posibilidades ocultas
del procedimiento, que sin duda lo perfecciona. Con Ximena, he

19
estado conectada a su lúcido y concienzudo análisis de los contextos
del trabajo femenino, que me ha abierto interesantes perspectivas
teóricas.
Agradezco al Fondo de Ciencia y Tecnología (fondecyt) que
ha financiado las investigaciones, facilitándome la contribución de
nuevos conocimientos a la línea de Género, Cuerpo y Derechos
Humanos, desarrolladas en la UCN.

20
Para Agustina y Sofía, mujeres que
vivirán en un mundo mejorado
por las feministas
de sus anteriores generaciones.
Líneas teóricas para comprender los
vínculos cuerpos-mujeres en Chile1

Ximena Valdés Subercaseaux2

Michele Perrot3, en la conferencia de clausura del coloquio


«Yo trabajo luego existo» afirmaba que en nuestros días el tema
del trabajo había sido desplazado por otras tematizaciones como el
cuerpo y las representaciones sociales4. Y de hecho, los problemas
que enfrenta la sociedad parecen tener temporalidades que se tornan
visibles en la producción de las distintas disciplinas de las Ciencias
Sociales y Humanidades. Así, cuando las mujeres comenzaron a
ingresar masivamente al trabajo asalariado tras el período en que
los Estados de Bienestar las conminaron a permanecer en sus casas,
abundaron los estudios sobre la participación laboral femenina, los
modos de inserción en distintos sectores y ramas de la economía,
las brechas salariales entre hombres y mujeres, la reproducción de
las desigualdades a través de los empleos a tiempo parcial, la femi-
nización y precarización de ciertos empleos y de las migraciones
laborales, y así en adelante. De la misma forma en que el trabajo
1
Proyecto Fondecyt 1180079: «Género, etnia y nacionalidad en los tempore-
ros de la agricultura de exportación. Una inmersión en trayectorias sociales y
desplazamientos geográficos frente a estrategias empresariales de empleo en
Atacama y la Araucanía».
2
Geógrafa, doctora en Estudios Americanos; directora cedem, docente en la
Escuela de Geografía de la Universidad Academia de Humanismo Cristiano;
directora del Magíster en Geografía, territorios y ambientes en la misma uni-
versidad.
3
Una de las historiadoras más conocidas en la incorporación de las mujeres en
la historia y participe en la extensa obra Historia de la vida privada.
4
Michele Perrot (2015). Conferencia de clausura «Faire l’Histoire du travail des
femmes», en Colloque: Je travaille, donc je suis, Le MAGE a 20 ans, 4 décenbre
2015, La Sorbonne, Anphitéatre Louis Liard, Paris.

25
Ximena Valdés Subercaseaux

de las mujeres formó parte de la agenda de investigación y de una


enorme producción de conocimiento desde hace algunas décadas, con
anterioridad algo semejante ocurrió con el tema de la familia ya que
una vez que la familia patriarcal dio paso a la familia conyugal hacia
fines del siglo XIX (Durkheim, 1892; Tocqueville, 1840) y también
casi un siglo después, cuando la familia conyugal de la sociedad
industrial comenzó a dar origen a otras formas familiares como las
familias monoparentales o matricentradas, homoparentales, etc.,
en los años setenta del siglo pasado (Godelier, 2004; Théry, 1998),
abundaron los estudios sobre estas transformaciones ya sea bajo el
diagnóstico de crisis de la familia o, simplemente, como resultado
de las transformaciones que enfrentaba la institución producto de
los cambios que ocurrían tanto en la sociedad como en el sujeto
(Thernborn, 2007). Años después comenzó a ganar terreno en el
campo de las problematizaciones que comprometen a las mujeres
y a los estudios de género, el tema del cuidado5: la población enve-
jece, las mujeres de las clases medias y altas que trabajan requieren
apoyo de otras mujeres para el cuidado de sus hijos y la ocupación
de cuidadora normalmente se lee en clave femenina/etno/racial, en la
medida que buena parte de las mujeres migrantes del sur al norte o
de los barrios pobres a los barrios ricos provienen de comunidades
indígenas y campesinas, de grupos mestizos y afrodescendientes.
En las últimas décadas el campo de los estudios sobre el cuerpo/
los cuerpos ha abierto nuevas miradas sobre la sociedad; al cuerpo se
lo piensa como espejo de lo social (Le Breton, 2002: 81) y, por sobre
todo, como una construcción cultural, mientras desde diferentes
perspectivas teóricas se lo ha situado últimamente como un lugar
central dentro de las preocupaciones por avanzar en el conocimiento
de nuestras sociedades (Detrez, 2002; Le Breton, 2005). Pero los
cuerpos son cuerpos sexuados. Desde las diferencias biológicas de
sexo visibles en la anatomía de los cuerpos sexuados, cada sociedad
ha construido un entramado de atributos, significados y simboliza-
ciones socio-culturales que dan por resultado desigualdades entre

5
La emergencia del tema del cuidado es visible por ejemplo en los trabajos de la
cepal.

26
Líneas teóricas para comprender los vínculos cuerpos-mujeres...

hombres y mujeres, terreno sobre el cual reposa la discriminación


sexual y se ejerce la dominación masculina. Son estos significados
socioculturales sobre datos de la biología los que construyen los gé-
neros que se traducen en una gramática universal (Héritier, 1996) que
homologa diferencia sexual a desigualdad social. En otras palabras,
la simbolización de la anatomía desemboca en el establecimiento de
un conjunto de prácticas, ideas y discursos que especifican papeles,
tareas y sentimientos «propios» de unas y «propios» de «otros. Este
sistema de códigos sobre lo masculino y lo femenino es lo que las
Ciencias Sociales conceptualizan como género (Lamas, 2013: 67).

¿Y qué hay del cuerpo de las mujeres?

Mariarosa Dalla Costa66 reflexionaba frente a la pertenencia/


propiedad de los cuerpos femeninos en «¿De quién es el cuerpo de
esta mujer?» En un manifiesto que llevaba por título la misma pre-
gunta, las feministas italianas se preguntaban si el cuerpo era «¿de
la iglesia?, ¿del Estado?, ¿de los médicos?, ¿de los partrones? No,
es suyo», dando un lugar central a la pregunta por el cuerpo. Pero
–señala Dalla Costa– «la respuesta no era en absoluto evidente y la
necesidad de afirmarla derivaba del hecho de que, precisamente en
torno a la sexualidad y a la capacidad procreadora, padres, maridos,
médicos, jueces y jerarquías eclesiásticas se disputaban el derecho
de dominio, de permitir o no que ella pudiese tener una vida sexual,
pudiese disponer de métodos anticonceptivos, pudiese mantener al
hijo concebido sin estar casada o pudiese abortar».
Al respecto, la acción política de las mujeres ha hecho también
variar este derecho de dominio de otros sobre los cuerpos femeninos
e incluso las concepciones satanizadoras de oficios como la prosti-
tución arrancando este oficio del estigma y colocándolo como un
trabajo más, alterando así el lenguaje y desplazando a la prostituta
por la trabajadora sexual (Lamas, 2013).

6
Mariarosa Dalla Costa. ¿De quién es el cuerpo de esta mujer? En: Dinero, perlas
y flores en la reproducción feminista, Madrid, AKAL, pp. 267-280 .

27
Ximena Valdés Subercaseaux

En estas páginas nos preguntamos sobre la relación entre cuerpos


femeninos, oficios y trabajos precarios, entendiendo que el género
marca muy particularmente tanto los antiguos oficios y ocupaciones
de las mujeres como la inserción laboral femenina bajo un capita-
lismo tardío de raíz neoliberal y sin fronteras.

• ¿Cómo vincular las cada vez más reiteradas manifestaciones


de tensiones, dolor, sufrimiento, explotación desmedida en
el trabajo (de Gaulejac y Guerrero, 2017) inducidas por la
flexibilidad laboral y qué huellas dejan en los cuerpos del
precariado femenino?
• ¿Qué relaciones podrían establecerse entre precarización
laboral, género y usura del cuerpo?
• ¿Cuánto de viejo y de nuevo tienen los cuerpos femeninos
maltratados, abusados, explotados?
• ¿Cómo y qué agentes han actuado en la construcción de los
cuerpos de las mujeres y sus usos?

El trabajo precario y las interrogantes


sobre el cuerpo

Aunque los estudios sobre el cuerpo suelen estar más vinculados


a las sexualidades, a la diversidad sexual, a las edades, a la estética
corporal y los cambios alimentarios, u otras dimensiones, no cabe
duda que el campo laboral sitúa a esos cuerpos con respecto a
la producción de bienes o a los servicios sociales o personales de
manera singular bajo el capitalismo tardío, afectando la salud y la
vida de las personas según los modos de inserción en el trabajo y
las distintas formas que adquiere actualmente la misma organiza-
ción del trabajo y los sistemas de protección que, a menudo en la
sociedad contemporánea, corren en paralelo a procesos que generan
protecciones ausentes como lo que ocurre en los trabajos precarios
que caracterizan en particular las formas de inserción laboral de
las mujeres, hoy más que nunca llamadas a trabajar para superar la
pobreza y, de paso, a ganar en autonomía económica para escapar
a la tutela masculina.

28
Líneas teóricas para comprender los vínculos cuerpos-mujeres...

La vulnerabilidad social y la precarización del trabajo constitu-


yen en efecto los rasgos más elocuentes del proceso de erosión que
ha sufrido la «sociedad salarial» (Castel, 1995) que se desarrolló
al tenor de reformas sociales empujadas por el movimiento obrero
a lo largo de buena parte del siglo XX, y cuyo resultado plasmó en
la legislación laboral y sistemas de protección social al trabajador.
Trabajador –obrero, empleado– mayoritariamente masculino, ge-
nerador del salario «familiar» y estructurador de la dependencia
económica femenina7. Las seguridades y las certidumbres logradas
por el mundo del trabajo durante el período de industrialización en
nuestros países –a lo menos para el sector formal de la economía– han
dado lugar a una inseguridad creciente y a procesos de desafiliación
laboral (Castel, 2010) que se traducen en trabajos inestables y sin
calidad (Sennet, 2000).
La precarización aumenta la usura del cuerpo, los accidentes
del trabajo se multiplican, las condiciones de trabajo se degradan
mientras se agregan nuevas exigencias y estas se intensifican: el tra-
bajo en cadena es reemplazado por el trabajo en línea, los ritmos se
aceleran, las tareas se multiplican al infinito, penalizando a los más
hábiles por el cronometraje que ejerce la empresa que vigila para
sostener y aumentar la productividad (Detrez, 2002). En igual me-
dida, la competitividad y las exigencias crecientes que interponen las
empresas ocasionan grandes costos en los/las trabajadores/as y sus
cuerpos son diezmados por las nuevas lógicas del trabajo (Aubert
y de Gaulejac, 2007).
En este contexto de precarización galopante, las mujeres ingresan
masivamente al trabajo asalariado, vale decir, cuando el trabajo se
ha devaluado y las condiciones laborales se han deteriorado dando
lugar a una nueva categoría social que reemplaza al asalariado
de la sociedad industrial –o salarial– por el «precariado» (Castel,
2010), o por los «asalariados precarios» (Detrez, 2002) o bien por
la categoría de parias, categoría social que traduce el lugar y la
condición de una enorme masa de trabajadores de ambos sexos en

7
Como lo analiza Silvia Federici (2018) en El patriarcado del salario. Críticas
feministas al marxismo, Buenos Aires, Tinta Limón.

29
Ximena Valdés Subercaseaux

el capitalismo tardío globalizado. Esta metáfora para designar un


tipo de inclusión laboral sin derechos (Varikas, 2007) recubre el
género, la etnia, la raza, la nacionalidad y a los masivos fenómenos
migratorios del mundo actual.
En este ambiente de aparición de nuevas vulnerabilidades socia-
les y de la condición de precariado/parias/asalariado/as precarios se
suman los antiguos empleos y ocupaciones feminizados y devaluados
como la servidumbre doméstica salarial, la prostitución. Labores y
oficios femeninos degradados y estigmatizados a los cuales se suman
estos nuevos trabajos y ocupaciones para mujeres en el capitalis-
mo tardío globalizado, que en clave neoliberal son el resultado en
nuestros países de procesos de desindustrialización que han sido
reemplazados por la expansión de las actividades orientadas a la
producción para la exportación normalmente bajo la forma de encla-
ves, como ocurre en toda América Latina y la cuenca mediterránea
con la producción agroalimentaria, la agricultura y la agroindustria
(fao/cepal/oit, 2012; Pedreño, 2014), la minería y la energía.

Hablando de los cuerpos

El campo de los estudios sobre el trabajo y aquel avocado al


estudio del cuerpo no necesariamente han marchado juntos. Marx
y Engels abundaron en describir las consecuencias de la desposesión
del campesinado en Inglaterra y la formación de la gran industria
que se tradujeron en el deterioro de las condiciones de vida de los
trabajadores, hombres y mujeres, adultos y niños. No obstante, se
refirieron más a la miseria que a la expresión de estos fenómenos en
los cuerpos de la clase obrera aunque tanto Marx como Engels, en
El capital y en La situación de la clase trabajadora en Inglaterra, se
refieren al trabajo bajo el capitalismo como un sacrificio de sí mismo,
como suplicio y explotación del cuerpo, como una patología indus-
trial que estropea al trabajador (citados en Detrez, 2002: 81-82).
Marcel Mauss, en las Técnicas del cuerpo, desarrolló aspectos
de interés inherentes al cuerpo y su relación con el trabajo, al refe-
rirse a los conceptos de rendimiento, destreza y habilidades (Mauss,

30
Líneas teóricas para comprender los vínculos cuerpos-mujeres...

1934). Mauss entiende por técnicas del cuerpo las maneras donde
los hombres, sociedad por sociedad, en forma tradicional saben
servirse de su cuerpo. El autor sostuvo que el primer objeto o medio
técnico del hombre es su propio cuerpo. Estableció principios de
clasificación de las técnicas del cuerpo en función del sexo, la edad,
el rendimiento, destrezas y habilidades, y las formas de transmisión
de estas técnicas. A propósito de las habilidades el autor sostiene:
«He tenido a lo largo de muchos años esta noción de la naturaleza
social del ‘habitus’ o ‘habitudes’ que varían no solo entre individuos
sino a través de las sociedades, la educación, las convenciones y las
modas, el prestigio (Mauss, 1934: 7).
Robert Hertz88 es quien quizás con mayor claridad puso en
evidencia, hace ya largo tiempo, el carácter sociocultural de las
representaciones del cuerpo. Citado por Mauss en Las técnicas del
cuerpo y también por Le Breton en Sociología del cuerpo, sostiene:
«La mano derecha cuenta con los honores, las designaciones elo-
giosas, las prerrogativas. Actúa, ordena, toma. Por el contrario, la
mano izquierda es despreciada y queda reducida al papel de oscuro
auxiliar: no toma nada por sí misma, asiste, sostiene en segundo
plano» (Hertz citado por Le Breton, 2002: 72).
De otra parte, Norbert Elias, quien también recurre al concepto
de habitus como Mauss, se refiere a ciertos aspectos vinculados al
cuerpo como el surgimiento del pudor por la desnudez y el uso del
pijama o la aparición de un instrumento para comer como el tene-
dor, que reemplazó el uso directo de la mano para comer conforme
avanzaba el proceso de civilización (Elias, 2011).
Luc Boltanski (1971) y Pierre Bourdieu teorizaron e ilustra-
ron la importancia de los usos sociales del cuerpo articulándolos
al sistema general del habitus y demostrando la existencia de una
correspondencia entre la utilización que los individuos hacen de su
cuerpo y la cultura del grupo de pertenencia: grupo social y grupo
sexuado. Para Bourdieu, lo relacionado con la corporeidad respon-
de también a «habitus» interiorizados por los agentes, que forman

8
Robert Hertz (1928), «La préeminence de la main droite. Étude sur la polarité
réligieuse», Mélanges de sociologie réligieuse et de folklore, Paris, PUF.

31
Ximena Valdés Subercaseaux

un solo cuerpo con sus comportamientos que están determinados


socialmente; el autor muestra en La distinción las prácticas físicas y
deportivas y la relación entre condiciones sociales de existencia y los
habitus vinculados a ellas como estructuras que nutren los estilos de
vida (Bourdieu, 1988). Bourdieu de otra parte no deja el habitus en
el terreno de la neutralidad si no que explicita su carácter sexuado
(Bourdieu, 2000).
Entre otras autoras contemporáneas, Francoise Héritier, ana-
lizando los fluidos del cuerpo –sangre menstrual, semen– y sus
representaciones simbólicas, llega a establecer que la «valencia
diferencial de los sexos» es una gramática universal y perdurable
que produce y reproduce la diferencia expresada como desigualdad
entre lo masculino y lo femenino (Héritier, 1996).
De su lado, Judith Butler avanza en la construcción de una
«ontología social del cuerpo», señalando: «Mi propósito es afirmar
que, si queremos ampliar las reivindicaciones sociales y políticas res-
pecto a los derechos a la protección, la persistencia y la prosperidad,
antes tenemos que apoyarnos en una nueva ontología corporal que
implique repensar la precariedad, la vulnerabilidad, la dañabilidad,
la independencia, la exposición, la persistencia corporal, el deseo, el
trabajo y las reivindicaciones respecto al lenguaje y a la pertenencia
social… (…) El ‘ser’ del cuerpo al que se refiere esta ontología es un
ser que siempre está entregado a otros: a normas, a organizaciones
sociales y políticas que se han desarrollado históricamente con el fin
de maximizar la precariedad para unos y minimizarla para otros»
(Butler, 2010: 15).
La minimización de la precariedad, de la usura industrial de los
cuerpos obreros, del uso y abuso, de la extinción y aniquilamiento de
los cuerpos femeninos (Segato, 2003; 2016), de la colonización del
cuerpo de las mujeres, forman parte de estrategias de resistencia a la
dominación de organizaciones sindicales y del movimiento feminista
en favor del resguardo de los cuerpos obreros y de la soberanía de
los cuerpos femeninos. El sindicalismo desde fines del siglo XIX
luchó por la reducción del tiempo de trabajo ganando jornadas de
ocho horas, peleó por la prevención de los accidentes del trabajo,

32
Líneas teóricas para comprender los vínculos cuerpos-mujeres...

más tarde por las enfermedades profesionales logrando legislaciones


sociales preventivas y protectoras (que hoy muestran un manifiesto
retroceso). El movimiento feminista, de su lado, politizó el uso y
colonización que hizo el Estado de los cuerpos de las mujeres bajo
el Estado de Bienestar maternalista que promovió el lugar de las
mujeres en la casa, como procreadoras y cuidadoras de hijos (Bock
y Thane, 1996; Arce, 2018) bajo la sociedad salarial y el proceso de
industrialización que requería de la afirmación de la maternidad y de
la figura del hombre trabajador, proveedor de la familia, perceptor
del «salario familiar».
El movimiento feminista reivindicó y logró el acceso de las
mujeres a la soberanía de sus cuerpos a través de la planificación
familiar, la contracepción y control de la natalidad y, luego, del
aborto (Htun, 2010).

La mano, la principal herramienta


de trabajo de las mujeres

Uno de los fundamentos del creciente y constante proceso de


feminización de la fuerza de trabajo y su ingreso a la categoría de
precariado o su pertenecia a la metáfora de parias modernas se vin-
cula a la noción de habilidades y rendimientos a la que apuntaba
Marcel Mauss en Las técnicas del cuerpo. De hecho desde fines de
los años setenta, conforme la instalación de un nuevo modelo de
acumulación abierto a un capitalismo agrario que se demostrará
triunfante en el mercado internacional, las superficies en plantaciones
de frutales han aumentado a expensas de los cultivos para el merca-
do interno (Valdés, 1986; 2007; 2014). Esos cambios en el uso del
suelo produjeron un mercado de trabajo temporal hoy compuesto
mayoritariamente por mujeres (Anríquez et al., 2016) que sufren
condiciones de trabajo manifiestamente nocivas para sus cuerpos y
sus vidas, haciendo de ellas fuerza de trabajo «desechable» (Heran,
2014; Valdés y Godoy, 2016).
En el sentido común de empresarios y subcontratistas en la agro-
industria y la agricultura, las mujeres tienen habilidades distintas a

33
Ximena Valdés Subercaseaux

los hombres. De un lado, son más delicadas; de otro, más dóciles9.


Lo mismo podría señalarse para el trabajo de maquila.
Estas habilidades están inscritas en los cuerpos de las mujeres
dado que, desde la socialización temprana, han acompañado a sus
madres y a la parentela femenina en los trabajos minuciosos del
mundo doméstico y las preocupaciones maternas como lo son la
costura, el tejido, el tratamiento de los alimentos. Perrot sostiene que
las mujeres nacen con las agujas entre los dedos (Perrot, 2015). Este
aprendizaje concuerda con la conceptualización del mismo Mauss
referida a la «imitación prestigiosa», por ejemplo, entre una niña y
su madre o una mujer mayor, formas de aprendizaje y de transmisión
de conocimientos entre generaciones y géneros, forma privilegiada
para reproducir «habitus sexuados».
En este contexto de actividades domésticas, la principal herra-
mienta de las mujeres es la mano. Mano que desarrolla habilidades
a lo largo del curso de la vida y que, al ingresar al mundo del trabajo
asalariado en la fruta, ya cuenta con «capacitación» previa para la ac-
tividad requerida en los sectores de la economía más precarizados10,
en particular en los packing de fruta, para la limpieza y embalaje de
frutas y hortalizas, que son tareas más delicadas que las de cosecha
en los potreros (fao/cepal/oit, 2012).
Paola Tabet11 se aproxima a las diferencias sexuales y a las
desigualdades derivadas de ellas no a través de las tareas que des-
empeñan hombres y mujeres, sino mediante las herramientas que
usa uno u otro sexo, verdaderas marcas de la división sexual del
trabajo. Cada sexo emplea herramientas adecuadas al trabajo que
desempeña. Las mujeres realizan ciertas tareas y no otras en función
de las herramientas que utilizan mientras los hombres se apropian de

9
Ni tan dóciles, considerando una gama de acciones colectivas emprendidas por
las temporeras. Véase Ximena Valdés, Carmen Gloria Godoy y Angie Mendoza
(2017). «Acción colectiva y resistencia. Asalariadas agrícolas en Chile frente a
la precarización laboral», Revista Izquierdas, Nº 35, pp. 167-198.
10
Como ocurre en la agricultura de exportación de los enclaves en casi todos
los países latinoamericanos y de la cuenca mediterránea (Pedreño, 2014; fao/
cepal/oit, 2012; Valdés et al., 2014).
11
Paola Tabet (1998). «Les mains, les outils et les armes», en La construction socia-
le de l’inégalité des sexes. Des outils et des corps, Paris-Montreal, L’Harmattan.

34
Líneas teóricas para comprender los vínculos cuerpos-mujeres...

los instrumentos más perfeccionados y complejos, lo cual contribuye


a la dominación de las mujeres, en tanto las actividades femeninas
son realizadas o sin herramientas o con herramientas muy simples
(Tabet, 1998).
De su lado, Alain Testart12, basándose en un estudio estadístico
de Murdock, señala que «las materias duras son casi siempre traba-
jadas por los hombres; en 99,8% de los casos en el metal, 98,8% en
la madera, 95,9% en la piedra, 94,6% en el hueso, los cuernos y las
conchas. Las materias blandas o flexibles son sobre todo trabajadas
por las mujeres: en el 86,4% de los casos en el hilado, 78,9% en la
fabricación de ceramios, 67,5% en los textiles, 62,4% (...)» (Tes-
tart, 2014: 11), y así en adelante. De otro lado, Testart, revisando
variados casos de culturas tradicionales, afirma que las mujeres son
excluidas cuando hay progresos tecnológicos (Testart, 2014: 120) y
que mientras el trabajo se hace a mano es una labor femenina que
al tecnificarse deviene masculina13 (op. cit., ídem).
En síntesis, es la mano la herramienta privilegiada en el desem-
peño laboral de las mujeres y no solo en las actividades tradicionales
sino, en este caso, en las economías de exportación y la agroindustria
globalizada como la chilena y los numerosos enclaves hortofrutícolas
en Latinoamérica cuyo funcionamiento reposa en la fuerza de tra-
bajo femenina, indígena, afrodescendientes generalmente migrantes
nacionales y extranjeros como los chicanos en California, peruanos,
bolivianos, haitianos, mapuche y aymara en Chile, de diversas co-
munidades indígenas en México, marroquíes y búlgaros en España,
y así en adelante.

12
Alain Testart (2014). L’amazone et la cuisinière. Anthropologie de la división
sexuelle du travail, Paris, Editions Gallimard.
13
Es lo que hemos observado al estudiar la ordeña que realizaban las inquilinas
en los fundos y haciendas que, al tecnificarse la labor con la introducción de
las ordeñadoras mecánicas, la actividad devino masculina (Valdés, 1988), o
bien, al analizar los cambios en los procesos de trabajo alfareros en Pomaire
donde su masculinización se produce con la introducción del horno y del torno
mecánico que reemplazan el trabajo manual de la alfarera que produce en el
espacio doméstico trasladándose la producción al taller alfarero y a asalariados
torneros (Valdés y Matta, 1986).

35
Ximena Valdés Subercaseaux

Cuerpos colonizados en la historia reciente

La historia cercana muestra que los cuerpos de las mujeres han


estado colonizados por las concepciones sobre su lugar en la familia
y la sociedad. No obstante, la primacía del mercado, el neolibera-
lismo y también la presión interpuesta por las propias mujeres han
hecho variar estas concepciones en las últimas décadas. Esos cuerpos
han estado dispuestos bajo ciertos modelos de desarrollo –el Esta-
do de Bienestar– a servir a la procreación de hijos y a su cuidado,
a resguardar el bienestar de los esposos, mientras bajo el modelo
neoliberal y el capitalismo tardío se llama a las mujeres, sobre todo
a las de los sectores populares, a inscribirse en el trabajo para su-
perar la pobreza y ganar ellas mismas en autonomía económica e
independencia con respecto de la familia conyugal y la autoridad
masculina (Valdés, 2007).
Los estudios sobre el trabajo de las mujeres alcanzaron su apogeo
una vez que los modelos de sociedad impulsados por los Estados de
Bienestar maternalistas de la posguerra dieron un giro radical hacia
la inscripción de las mujeres en el trabajo remunerado. Esto explica
el desplazamiento de los discursos y políticas públicas orientadas a
la familia y a la reproducción para recuperar los equilibrios demo-
gráficos perdidos con la Segunda Guerra con políticas pronatalistas
(Bock y Thane, 1986; Thernborn, 2007; Valdés, 2007), hacia dis-
cursos y políticas públicas sobre un nuevo lugar de las mujeres en
la sociedad: el mundo del trabajo asalariado14.
De esta manera, durante buena parte del siglo XX, los cuer-
pos femeninos estuvieron avocados a responder a las políticas de
población con el fin de repoblar las devastadas sociedades de la

14
Véase por ejemplo estudios con aportes multidisciplinarios dirigidos por Mar-
garet Maruani como Femmes, Genre et Sociétés, Paris, La Découverte 2005;
en Chile una abundante producción de conocimientos sobre el trabajo de las
mujeres en el medio urbano emanó –hasta hoy– del Centro de Estudios de la
Mujer –CEM– de autoras como Rosalba Todaro, Virginia Guzmán, Amalia
Mauro, Ximena Díaz, Julia Medel, entre otras. Por su parte, en el cedem, des-
de 1990 al presente, se han hecho numerosos estudios sobre el trabajo de las
mujeres en el medio rural, la agricultura y la agroindustria, por Pamela Caro y
Ximena Valdés.

36
Líneas teóricas para comprender los vínculos cuerpos-mujeres...

posguerra, dando lugar, desde los años sesenta en adelante, a nue-


vas concepciones sobre el papel de las mujeres en la sociedad. Estas
surgieron a la luz de los nuevos movimientos sociales de esos años
que enarbolaron demandas dirigidas al logro de la soberanía de los
cuerpos femeninos y, paralelamente, autonomía e independencia de
las mujeres de las tutelas maritales. El modelo del padre proveedor,
o del «señor gana pan» como se le llamó, quedaba atrás, así como
también esos cuerpos permanentemente dedicados a la procreación,
a la familia y a las labores domésticas en forma gratuita (Federici,
2018; Dalla Costa, 2009).
Para los países del entonces llamado Tercer Mundo, asolados
por la pobreza y altas tasas de fecundidad, las políticas sobre control
de la natalidad de los años sesenta no emergieron necesariamente de
movimientos sociales sino de los Estados influenciados y apoyados,
en el caso de América Latina, por los Estados Unidos y la Alianza
para el Progreso. Así, los servicios hospitalarios en los años sesenta
establecieron políticas de contracepción facilitando el acceso a mé-
todos contraceptivos en el sistema público, sobre todo en las clases
populares (Rojas, 1994)15.
Con el cambio de giro desde modelos de sociedad proclives a
las mujeres en la casa, para la familia y la reproducción, hacia las
concepciones que promovieron el ingreso de las mujeres al mundo
laboral y un conjunto de reformas que apuntaron a emanciparlas de
la tutela marital, conquistar la soberanía de sus cuerpos liberándolos
de embarazos no deseados, accediendo al derecho de interrupción
de los embarazos, el siglo XXI trajo consigo para las mujeres de
los sectores populares una nueva situación cuyos rasgos funda-
mentales serán redefinidos por el modelo neoliberal: aumento de la
participación laboral, debilitamiento de las protecciones sociales,
privatización de los servicios y precarización del empleo (Valdés,

15
En Chile, en los años sesenta, el promedio de hijos por mujer era de 5,6, mientras
en el medio rural las mujeres solían pasar toda su vida reproductiva embara-
zadas, llegando a tener más de diez hijos en contextos en que muchos de los
partos y nacimientos permanecían aún en manos de parteras de las comunidades
rurales (Valdés et al., 2018).

37
Ximena Valdés Subercaseaux

2014). Como sostiene Nancy Fraser, hubo «reconocimiento» pero


no hubo «redistribución» (Fraser, 2015).
En este contexto, hacia fines del siglo pasado comenzó a aumen-
tar la participación de las mujeres en las actividades generadas por
la agricultura intensiva de exportación16 de tal suerte que gracias a
la expansión de este sector de la economía hoy día las temporeras
en Chile llegan a constituir más del sesenta por ciento del mercado
de trabajo temporal (Anriquez et al., 2014). Formando parte de
las economías globalizadas, este fenómeno de asalarización y pro-
letarización femenina toca una geografía extensa que cubre desde
Neuquén al sur de Argentina hasta el estado de Sonora al norte de
México (fao/cepal/oit, 2012), la cuenca mediterránea en Europa
(Pedrero et al., 2014) y otras latitudes que se prestan a la producción
de frutas y hortalizas. En todas las situaciones estudiadas, se trata de
procesos de feminización de los empleos agrícolas y agroindustriales,
generación de trabajos precarios, generizados, racializados, carac-
terizados por las migraciones al interior de los países y migraciones
extranjeras. Género, etnia y nacionalidad constituyen las marcas de
las agriculturas intensivas de exportación.

Cuerpos maltratados, cuerpos abusados,


cuerpos eliminados

La producción globalizada de frutas se la puede inscribir en


los cambios en los hábitos alimentarios en los países del norte y la
aparición de nuevas estéticas corporales, de ahí las importaciones
de frutas en incremento y, como consecuencia de este fenómeno,
un tipo de división internacional del trabajo que sitúa a los países
del sur en la producción de frutas, lo que se extiende a la cuenca

16
Con el golpe de Estado de 1973, la dictadura militar instaló un modelo de
desarrollo de corte neoliberal que orientó la agricultura al mercado externo,
abriendo las fronteras a tratados de libre comercio para abastecer el mercado
interno. La fruticultura, como sector de ventajas comparativas con respecto del
Hemisferio Norte, ha sido el sector productivo de mayor incremento en términos
de exportaciones y uso del suelo entre Atacama y la región de Los Lagos. Este
sector ha generado el aumento del empleo estacional o temporal, incorporando
fuerza de trabajo femenina, indígena y extranjera (Valdés, 2014).

38
Líneas teóricas para comprender los vínculos cuerpos-mujeres...

mediterránea europea, Sudáfrica y, en general, a países con climas


mediterráneos y cálidos17. De igual forma ocurre con otros empleos
precarios, como la maquila, producto de la desterritorialización de
ciertas producciones como el vestuario.
Uno de los aspectos que caracterizan el empleo estacional en la
agricultura intensiva globalizada es la insostenibilidad social de los
enclaves de producción como lo son estas geografías económicas
de frutas y hortalizas situadas en distintos hemisferios y latitudes
(Pedreño, 2014). Parafraseando a Polanyi en La gran transforma-
ción, el autor reitera que lo que supuso la Revolución Industrial en
la Inglaterra del siglo XVIII como ahora lo hacen los enclaves de
fruta, fue un «perfeccionamiento casi milagroso de los instrumen-
tos de producción y a la vez una dislocación catastrófica de la vida
del pueblo» (Pedreño citando a Polanyi, 1979). El crecimiento del
sector agroalimentario, en efecto, no ha ido acompañado de una
mejora de las condiciones de trabajo y vida (op. cit.:15). Para
Pedreño, el estudio de la uva de mesa en Murcia, España, muestra
que la intensificación de la competencia que conlleva la globalización
agroalimentaria se convierte en la principal «coacción económica»
conducente a un proceso de «destrucción creativa», según la cual la
continua elevación de las inversiones técnicas para la producción de
nuevas variedades de uva de mesa y la reducción de costos laborales
agudizan los aspectos destructivos de este proceso: intensificación de
la explotación del trabajo y del territorio, movilización continua de
categorías socialmente vulnerables (mujeres e inmigrantes) y de la
disponibilidad de un ejército de reserva de mano de obra jornalera
(Pedreño, 2014: 34). Los estudios compilados en la obra de Pedre-
ño localizados tanto en España como en países latinoamericanos
(Argentina, Uruguay, Brasil, México) no desmienten sino refuerzan
estas afirmaciones relativas a la insostenibilidad social que enfrentan
los y las jornaleras de los enclaves globalizados agroalimentarios tal

17
En este contexto, la demanda de frutas en Chile se ha incrementado en los últi-
mos años por las exportaciones a China, especialmente de cerezas y arándanos
lo que contribuye a movilizar gran cantidad de trabajadores/as que, según el
ultimo Censo Agrícola bordeaban los 400.000, con algo más de un tercio de
mujeres, con una proporción mucho mayor en verano (INE, 2008).

39
Ximena Valdés Subercaseaux

como ocurre en Chile, testigo de cuerpos dañados por la falta de


protección, legislaciones permisivas a los abusos del capital y débiles
o inexistentes fiscalizaciones del trabajo (Valdés y Godoy, 2016).
El género no solo recorta y marca las características que ha
asumido la economía bajo el neoliberalismo incorporando a las mu-
jeres como fuerza de trabajo paria, precaria, temporal, mal pagada,
débilmente protegida, expuesta a accidentes laborales y a la usura
silenciosa de sus cuerpos18, sino a oficios tradicionales, estigmatiza-
dos y satinizados como la prostitución forzoza y voluntaria (Lamas,
2013; Segato, 2016) y la servidumbre asalariada crecientemente
racializada (Trujillo y Tijoux, 2016; Stefoni, 2016).

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18
Con el uso de pesticidas y plaguicidas en frutas y hortalizas, los encierros de
las trabajadoras en la maquila.

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42
Cuerpos que narran
Cuerpos que narran.
Utilidad del método biográfico
para descubrir la voz del cuerpo

Jimena Silva Segovia

El relato biográfico, en sus distintas formas, como estrategia de


investigación social, se ha consolidado a lo largo del tiempo como
parte de los diseños cualitativos para trabajar exhaustivamente la
experiencia vivida por sujetos o grupos reducidos de sujetos. Cuando
aplicamos esta estrategia se logra ampliar el grado de comprensión
de la realidad, puesto que a partir de una biografía se puede retratar
el devenir étnico, político, de género, socioeconómico y cultural de
una comunidad o grupo.
En este capítulo, con el método biográfico expresado en la au-
tobiografía, encontramos una herramienta útil para generar cono-
cimientos desde, con y sobre un cuerpo imaginado como lenguaje.
Con esta propuesta, buscamos motivar el uso de esta estrategia
investigativa, tomando en cuenta que el escuchar, compartir y recu-
perar memorias sobre el cuerpo, nos conecta con una posibilidad
de transformación tanto para quien investiga, como para aquellos/
as que comparten sus historias corporales.

Memorias Biográficas

Las historias de vida se vinculan íntimamente con memorias


individuales y colectivas. Así, como seres sensibles y constructores de
relatos y discursos, nos constituimos en parte testimonial en el difícil
camino de hilvanar los recuerdos. Acudimos a los recuerdos plenos
de emociones, con el fin de articular la búsqueda de ciertos sucesos

45
Jimena Silva Segovia

o circunstancias que permanecen oscuros, ocultos a la conciencia


(Silva, 2012). En este proceso, la elección de una perspectiva situada
contribuye a reconocer la subjetividad como proceso de producción
simbólica susceptible de ser analizada tanto a nivel individual como
social (Bourdieu, 1992). Los símbolos no solo se generan entre in-
dividuos en interacción, sino también como producto del situarse
en límites espaciales y temporales vinculados con la construcción
del sujeto. Estos constructos no son simplemente compartidos por
consenso entre sujetos, sino que implica involucrarse en juegos de
jerarquías sociales y de poder, es decir, en una dinámica donde se
produce la posibilidad de la subordinación o la imposición (Foucault,
1968). A propósito de esta dialéctica, cada persona recuerda, de
modo diferente, las escenas de un mismo evento, incluso de su propia
biografía; estas distintas manifestaciones de la memoria ofrecen la
posibilidad de completar los recuadros guardados en la memoria de
unos y otras, en la medida en que se rearman de manera colectiva
en la arena de los juegos de poder (Silva, 2012; Bourdieu, 2000).
Cuando hablamos entonces de historias de vida, abarcamos
diversas expresiones de las memorias de las familias, de las co-
munidades, de las personas que van relatando sucesos que les han
ocurrido y que están tejidos con sistemas políticos, económicos,
sociales, y sus expresiones como el arte cinematográfico, literario,
de modas, musical, de danzas y bailes, articulados a movimientos
juveniles, políticos, ecológicos, entre tantos otros que dan riqueza a
las culturas. Como bien señala Bengoa (1999) es muy difícil separar
un tipo de historia de otras, y es necesario ir organizándolas poco a
poco para no establecer campos cerrados. Así, es importante recordar
que cuando hablamos de «historia de vida» nos estamos refiriendo
a historias de múltiples personas participantes de sucesos ocurridos
alrededor de una biografía que, combinadas, originan la historia
colectiva. Esta historia se recoge a través de una persona que narra,
activando sus memorias, por ello es su recuerdo de un suceso que
puede haber sido vivido colectivamente, por ejemplo, un terremoto.
En ocasiones, bajo el mismo rótulo de historia de vida, aparecen
las autobiografías de personas que según su propia subjetividad

46
Cuerpos que narran

sienten haber participado de manera destacada en su comunidad


y escriben su historia bajo el rótulo de memorias (Bengoa, 1999).
Es importante destacar que las autobiografías se constituyen en las
expresiones más antiguas y ricas de la literatura, que nos permiten
conocer la historia y sus protagonistas. Rosario Correa (1999) se-
ñala que la elección del método biográfico se origina y sostiene en
la propia historia del investigador(a), relato considerado como una
globalidad, es decir, no solo en relación con la historia académica de
cada cual sino también con la de su vida privada, de su concepción
de mundo, de su ideología.

Algunas distinciones en el método biográfico

Estas se refieren a un camino sociológico, en el cual se trabaja


con uno o varios relatos, para interpretar aspectos globales de la
vida social, económica, política, tales como movilidad social, inmi-
gración, estructura de empleos, estructura educacional, entre otros
aspectos. Este método requiere una doble hermenéutica, donde el/
la entrevistado/a interpreta su vida, y el/la investigador/a interpreta
esa interpretación. Muchas veces se produce un trabajo conjunto
que otorga una interesante profundización a la historia contada y
escuchada.
Se requiere que quien se sitúe como investigador/a y utilice el
método biográfico, se enfoque epistemológica, ética y metodológica-
mente, de modo de alcanzar cierto nivel de articulación y coherencia
en estos niveles: a) dimensiones que se abordarán con el sujeto que
narra; b) marco conceptual y enfoque vinculado a los hallazgos; y
c) proceso interpretativo.
Con el método biográfico se logra la emergencia de una expe-
riencia singular anclada en lo social; se destaca la experiencia sub-
jetiva ocurrida en la vida cotidiana y se puede observar la manera
en que se resuelve la posición y situación de una persona, tomando
en cuenta las articulaciones interseccionales en el contexto en que se
desenvuelve (género; etnia; situación educativa; situación económica;
edad, entre otros niveles).

47
Jimena Silva Segovia

Las fuentes en el método biográfico

Con este método es posible recurrir a diferentes fuentes como


fotografías, diarios de vida, relatos de viaje, autobiografías, perió-
dicos, cartas, testimonios de terceras personas, entre otras. Estas
constituyen parte del género narrativo que es utilizado en las ciencias
sociales, como por ejemplo en sociología, psicología social crítica,
historia y en antropología como método de investigación. Por otra
parte, las vidas ejemplares de personas sobresalientes, sus vicisitudes
o conflictos, y los límites de su accionar, pueden ser estudiados en
relación con el ambiente científico y cultural de la época y con el
significado que tuvo dicho entorno. No se trata de meras descrip-
ciones, sino de interpretaciones o análisis del pensamiento, discursos
y acciones de los sujetos.

Contribución a la recuperación de memorias


en el método biográfico

Las biografías, autobiografías, narraciones y relatos resultan


fundamentales en todos los contextos culturales, principalmente en
aquellos que corren el riesgo permanente de perder partes de sus me-
morias ancestrales o patrimoniales, ya sea por procesos de extinción
o por procesos ideológicos y políticos, tanto por prejuicios sobre
la «validez» del autoconocimiento como fuente de saber. En estos
casos resulta innegable que a nivel psicológico ninguna memoria
puede ser descalificada o renegada como verdadera memoria o falsa
memoria, es más, la memoria subjetiva de la sociedad se compone
de las múltiples memorias privadas, de los hechos y sus variadas
significaciones, no solamente diversas sino también antagónicas. En
esta concepción de memoria, a la que postula Elizabeth Lira (2005),
se considera que «las versiones de la memoria tienen validez para sus
protagonistas, puesto que toda memoria es en primer lugar una me-
moria subjetiva. El relato puede modificar los hechos ‘como fueron’
pero da cuenta de un sentido, que tal como es recordado nos habla
del lugar desde donde se construyen los recuerdos para su portador.

48
Cuerpos que narran

Esta construcción está combinada entre memoria y emociones que


definen la intensidad de la experiencia».
Al hablar de memoria es fundamental revisar los aportes de
Maurice Halbwasch (1994) en torno a los distintos niveles de me-
morias. Es así que la memoria individual será entendida como el
recuerdo autobiográfico de una persona a partir de las emociones y
los significados que da a ciertos acontecimientos o relaciones sociales.
Asimismo, la memoria colectiva será entendida como el conjunto
de experiencias y acontecimientos que representan la identidad de
uno o varios grupos. Está constituida por factores de lugar, alrede-
dores, idiomas, normas sociales, costumbres, instituciones sociales
y políticas, además de clases sociales que constituyen una sociedad.
Es inevitable que al volver sobre los acontecimientos vividos algo
se mueva, aflore, vuelva a aparecer, inquiete, angustie.
En este sentido, debemos puntualizar que estas experiencias se
inscriben y dejan sus huellas tanto a nivel emocional de las memorias
como en el cuerpo, por lo cual es relevante registrar con quienes
narran ambas experiencias: evocadas por el recuerdo y las memorias
corporales: dolores, huellas, emociones vividas expresamente con el
cuerpo. Por ejemplo, los cambios corporales, asociados al género, la
edad, la sexualidad, entre otros.
Al emerger la subjetividad y sus diversas dimensiones, se re-
cupera el sentido de lo vivido. Así, cuerpo, emoción y memoria se
articulan dinámicamente expandiendo el conocimiento biográfico
hacia múltiples dimensiones. La memoria no se adscribe solo a un
espacio de existencia, transita desde la intimidad de lo privado hasta
lo público. En este mismo sentido, la memoria radica en un sujeto que
habla desde un presente, tanto desde un plano personal como desde
uno colectivo, desde el yo para conectarse con el nosotros que marca
un antes y un después en la vida de una persona. Desde ese punto de
vista, la memoria da cuenta de la experiencia de un individuo, de su
versión de los hechos relatados y no pretende desde ningún punto
de vista dar cuenta de verdades en busca de reconocimiento social.
Con el término memoria colectiva, Halbwachs (1994) da cuenta
de las formas de conciencia del pasado compartidas por un grupo

49
Jimena Silva Segovia

social en el presente. Las memorias individuales se inscriben en el


seno de la memoria colectiva de un grupo de pertenencia social
primario. Aquí nos confrontamos a la doble dimensión de las me-
morias: aquella que resulta de la mirada del presente compartido
hacia un pasado; y aquella expresada en el relato de cada individuo,
que sorprende por sus puntos en común más que por sus diferencias,
confluyendo de esta manera hacia la existencia probable de una
memoria colectiva. Ambas se entrecruzan en el bricolage que hacen
los individuos, como diría Lévi-Strauss (2003).
En síntesis, vemos que con los actos de memoria, activamos el
recordarle qué significa volver al corazón. Ese retorno emocionado
se logra desde lo autobiográfico, situado en un contexto colectivo,
al que se conectan las emociones de otros individuos con sus carac-
terísticas. En estas interacciones se generan recuerdos compartidos,
susceptibles de transformarse en un discurso social, político, cultu-
ral, de grupo, a la hora de construir un relato. Igualmente, sabemos
que este proceso de conformación de la memoria colectiva no es un
fenómeno ahistórico, sino que tiene lugar en el presente, de manera
selectiva, en ciertos lugares o espacios que se vuelven simbólicos para
quien narra, volviendo al pasado recreando y transitando desde el
recuerdo de lo personal hacia lo colectivo (Silva, 2005; 2012).
Aller (2010) en su revisión de los trabajos de Pierre Nora (1997),
señala que este, cuando retoma la tesis de Halbwachs propone ana-
lizar aquellos elementos simbólicos de una comunidad denominados
«lugares de memoria» (1997: 105). En estos lugares ocurren interac-
ciones entre los sujetos y sus relaciones sociopolíticas y culturales.
Así, constituyen una base necesaria para la recuperación de sucesos,
donde no todos resultan igualmente válidos; este proceso dependerá
del objetivo perseguido. Por ejemplo, homenajes a víctimas de dic-
taduras militares, pueden diferir dependiendo de los énfasis que les
otorgen los/as testigos de estos hechos.
Los relatos de historias de vida son intentos por descubrir lo
social, en donde la comunicación adquiere un lugar central, siendo
el sujeto que narra el protagonista. Es importante remarcar una
primera diferencia que distingue a lo que se denomina la «historia

50
Cuerpos que narran

de vida» del «relato de vida». Aunque a primera vista parecieran ser


la misma técnica, no lo son. La «historia de vida» remite a estudios
sobre una persona determinada, que sí incluye su propio relato, pero
que es complementado por el investigador, como se ha señalado más
arriba con otras fuentes.
La historia de vida se basa en trayectorias amplias en la exis-
tencia de un sujeto; lo que interesa es recuperar distintas fases de
la biografía, puede ser que el recordar no se produzca en un orden
cronológico, el cual cobra importancia posteriormente en el proceso
interpretativo. La historia de vida se diferencia del testimonio, ya
que este toma a quien narra en calidad de partícipe u observador/a
de un hecho, por lo tanto, se aleja de la entrevista biográfica. Tam-
bién se lo podría diferenciar de la historia oral, siendo esta una
técnica que recupera los testimonios de personajes destacados de
la historia o testigos fundamentales, dependiendo de la comunidad.
Como herramienta, va transformando lo que a su paso encuentra a
lo largo de los años, hasta posicionarse como método de análisis en
investigaciones históricas, antropológicas y sociológicas, entre otras.
La historia cultural, la microhistoria italiana, la historia de la vida
cotidiana alemana, algunas corrientes feministas y posmodernas se
constituyen en antecedentes de su utilidad como fuente de informa-
ción (Archila, 2005; Hinojosa, 2012).
El relato de vida es un procedimiento que busca conocer lo social
a través de lo individual. Se sustenta en un recorte específico de la
experiencia del individuo, acotado por interrogantes, no teniendo
que ser quien narra una persona en particular ni especial, ya que
solo basta con ser parte de la comunidad estudiada. Estas han sido
algunas de las características que investigadores clásicos como Daniel
Bertaux (1988) o Franco Ferrarotti (1983) –autores con una amplia
trayectoria en la aplicación de esta técnica en sus investigaciones–
defienden, al reivindicar lo biográfico en tanto enfoque metodológico
y no simplemente como herramienta o técnica. Un relato de vida es
un documento que recoge la narración de una experiencia vivida
por una persona y expresada con sus propias palabras. Es un tipo
de investigación cualitativa de carácter descriptivo en el que el relato

51
Jimena Silva Segovia

del informante adquiere la mayor importancia (Amezcua y Hueso


Montara: 2004).
El relato de vida de tipo investigativo, aplicado expresamente
a la investigación, se compone de dos elementos: la narración del
informante y un comentario crítico del investigador. En cuanto a
la entrevista biográfica, también se puede reconocer como relato
temático. Esta técnica es un relato pronunciado en primera persona,
ya que lo que se intenta rescatar son las experiencias individuales.
Casi nunca se pretende que sea exhaustivo, sino que se centre en
algún momento o aspecto de la vida. También la ilusión de la to-
talidad está desterrada, porque se considera que todo sujeto posee
un mecanismo selectivo que desde el presente lo lleva a recordar u
olvidar determinados hechos, y dicho proceso debe ser respetado
por quien investiga (Silva, 2012; 2013; 2000; Cornejo, Mendoza
y Rojas, 2008; Legrand, 1993). Michel Legrand, sobre el relato de
vida de tipo investigativo, propone atender dos etapas iniciales: a)
elección del problema de investigación y b) tema central (enfoque)
que construirá las interrogantes y el marco conceptual. En el pro-
ceso, y en todas las aplicaciones del método biográfico, es necesario
mantener activa la reflexividad sobre el problema, las interrogantes
y el marco conceptual, los cuales pueden ir transformándose acorde
emergen nuevas situaciones en torno al problema investigado y los
sujetos participantes.

Del relato autobiográfico, como un acto


de autorreconocimiento y poder de la propia voz,
a la voz del cuerpo

Una de las posibilidades que posee el ser para dar cuenta de su


existencia, requiere del ejercicio de buscarse y distinguirse entre otros,
aquellos que sin la existencia de ese ser no podrían reconocerse en
la masa. Sumergirse en ese ejercicio de búsqueda de la propia voz
supone autoexaminar los eventos de su vida, situarse, recordar, emo-
cionarse, volver con la memoria a los escenarios reconociendo olores,
colores, sonidos, con las distintas intensidades que acompañan el re-
cuerdo. Con vueltas, recuperaciones, olvidos, resistencias, evasiones,

52
Cuerpos que narran

se relanzan, desanudados, los hilos que anudan los eventos y, a su


vez, van anudando otros. Así, a través de la evocación alimentamos
el relato. Puede ser a través de la escritura, oralidad, dibujo, danza
u otras formas de expresión, donde nos podemos encontrar y dar
voz propia a la historia.
A través de los movimientos de las Ciencias Sociales, rupturas y
posicionamientos epistemológicos en el último siglo, las narrativas
del yo se han situado en lugares relevantes: biografía, autobiografía,
diarios personales, cartas, análisis documental de registros fotográfi-
cos, estudios de rostros, voces e historias corporales nos comunican
lo vivido, lo que han visto y padecido (Arfuch, 2010; Granado,
2017; Silva y Méndez, 2013). La plena existencia subjetiva en toda
su diversidad resurge en el siglo XXI a través de escrituras autobio-
gráficas y resulta fundamental para comprender el lugar del sujeto
en el mundo contemporáneo.
Ya lo anunció Habermas a finales de los noventa, la «vuelta
al sujeto» no es solamente un retorno al hombre y la mujer en su
capacidad de saber, sentir y actuar, sino también al sujeto social
situado, deconstruyendo y construyendo cultura (Loureiro, 1991;
Granado, 2017; Sandoval, 2004). Una vez reconocida la muerte
del sujeto, firmada con el sello de Nietzsche, Freud y Heidegger, del
estructuralismo y el posestructuralismo francés de Saussure, Levi-
Strauss, Foucault, Derrida, Bourdieu, Lacan, en la era actual renace
un sujeto, como argumento privilegiado de la sociología crítica. En
sus análisis busca resucitarlo por un último giro de la razón, por una
nueva vuelta de tuerca de la racionalidad moderna para atornillar
los mecanismos de la modernidad, para dar un golpe de timón a un
razonamiento que permita iluminar nuevamente el camino y orien-
tar la acción social por la vía de una modernidad reflexiva (Beck,
Giddens y Lash, 1997) o una racionalidad comunicativa (Habermas,
1989, 1990) hacia un orden social más justo y sustentable.
En ese giro, la narrativa en voz propia es una de las agencias
a la que el sujeto puede recurrir para deconstruir y reconstruir su
existencia. Estas agencias tienen que ver con su temporalidad e histo-
ricidad, con su existir en el mundo y con la manera en como trabaja la

53
Jimena Silva Segovia

comprensión del sí mismo, reconociendo sus mecanismos restrictivos


y las posibilidades de acción hacia la autonomía. La narración, como
una hermenéutica, es un acto de la consciencia reflexiva en el que
el sujeto se hace un intérprete de sí mismo (Ricoeur, 2003, 2006).
Aplicando esta perspectiva, en el «Modelo de Mapas Intertex-
tuales del Cuerpo», situamos a la autobiografía como una escritura
personal, en la que el cuerpo va reconociendo su voz a partir de un
acercamiento entre quien escribe y la intimidad de su cuerpo. Se
escribe con voz personal sobre la existencia otorgándole un lugar
central a la voz del cuerpo en todas sus dimensiones, desde el cuerpo
simbólico, el imaginario, hasta lo real corporal.

Mapas intertextuales del cuerpo

Con los mapas intertextuales del cuerpo se conjugan las preocu-


paciones por construcciones simbólicas, reales e imaginarias que las
culturas elaboran de él. Nos preocupamos por encontrar su voz en sí
mismo, en la corporalidad expresada como lenguaje, entramado en
la autobiografía de quien narra. Tomando en cuenta las experiencias
encarnadas, buscamos el sentido que sus protagonistas le otorgan
a sus cuerpos. La carne y sus simbolizaciones, como una de las más
enigmáticas y persistentes interrogantes que atraviesa cada existencia,
y a su vez la más visible, la que encara resistencias e incógnitas por
donde circula el poder social (Foucault, 2011). Con el mapa corpo-
ral se busca elaborar un anclaje material con voz corpórea: carne,
huesos, sangre y todos sus sistemas amalgamados con referentes
simbólicos desde una perspectiva interseccional.
Consideramos que el modelo abre caminos para reivindicar la
agencia del sujeto, pues al reconocer «esta voz es mía, porque este
cuerpo es mío», es posible iniciar el proceso para subvertir diversos
mecanismos de sujeción, construidos en la iniciación de la subjetivi-
dad a través de la discursiva institucional dominante (familia, escuela,
iglesia, Estado, entre otras). Estas se reproducen en la experiencia
semiótica-material propia de la práctica científica, como el silencia-
miento del sujeto que habla en beneficio del sujeto de la ciencia. Este

54
Cuerpos que narran

proceso se impone a través de codificaciones en categorías predeter-


minadas, subalternizando la experiencia del/a otro/a en el proceso de
interpretación. Con el modelo de mapas intertextuales se abre una
vía para el registro de la voz del cuerpo, donde este «se obstina en
ser», lo que en palabras de Rivera, se entiende como que «el cuerpo
es y se sale con la suya a pesar del poder y de los estereotipos de
género, impuestos por el orden cultural» (Rivera, 2011: 59).
La posibilidad de actos reapropiadores del ser corporal, suma-
do a que el sujeto y quien investiga tienen acceso a la comprensión
de mandatos, gestos, actitudes y símbolos articulados a un poder
social que lo subordina y se manifiesta en sus prácticas sociosexua-
les, organizadas como normativas a las cuales el sujeto –desde su
autonomía– puede oponerse o interpretar según su biografía y las
decisiones que vaya tomando (Araujo y Martucelli, 2010).
Desde esta posición, buscamos contribuir al autoconocimiento
corporal desde una perspectiva de derechos, proponiendo este mo-
delo metodológico orientado al estudio del cuerpo desde su valor
simbólico. Como ha sido expresado en acápites anteriores, este se
enmarca en el ámbito de los modelos biográficos y las teorías críti-
cas, desde las cuales se busca recuperar dimensiones psicosociales
y contextuales de las personas, en su amplia diversidad. En ese
sentido y siguiendo a Pujadas (2002), buscamos provocar rupturas
epistemológicas que aporten a los científicos sociales, fuentes de
conocimiento y profundicen en lo que las personas y los grupos
representan con sus cuerpos.
A continuación desarrollaremos una síntesis del modelo con su
estrategia procedimental de aplicación y sus niveles de análisis, a
modo de guía de trabajo.

Mapas intertextuales del cuerpo


basados en género y derechos

El concepto de Mapas Corporales empezó a difundirse como


técnica con algunas aplicaciones como la del Instituto de la Másca-
ra de la Universidad de Buenos Aires que dio a conocer el trabajo
«Mapa Fantasmático Corporal» de Mario Buchbinder y Elina

55
Jimena Silva Segovia

Matoso (2011), prologado por David Le Breton. Estos autores


proponen un dispositivo de intervención creado, entre otros fines,
para el diagnóstico institucional denominado Mapa Fantasmático
Institucional (MFI) (Stopiello, 2011). Estas formas de aplicación
ofrecen esta técnica dentro de la lógica diagnóstica y de intervención
que permite elaborar un conjunto de saberes bajo una disposición
de asimetría de poderes sobre la salud física y mental del cuerpo a
partir de saberes expertos.
En diferentes aplicaciones, se busca clasificar y/o diagnosticar a
la persona que narra. Con el modelo propuesto, si bien dependerá de
los objetivos de quien lo aplique, no se busca un proceso diagnóstico
ni de intervención, más bien, se estimula la emergencia de significados
y discursos encarnados en un cuerpo protagonista de la biografía del
sujeto y su activa participación en el proceso interpretativo.

Figura 1. Ejemplos de mapas intertextuales

Fuente: elaboración propia.

56
Cuerpos que narran

Sus procedimientos están dispuestos para articular saberes en


una co-construcción de escritura, relato oral y gráfica autobiográfica
con las que se elabora una geografía de la experiencia corporal. Se
consideran relaciones interpersonales con figuras significativas y
autoanálisis de experiencias que emergen desde los niveles intrap-
síquicos, entramados con escenarios socioculturales, y se relevan
las emociones asociadas a cada evento. La relación que se produce
entre el sujeto que produce el mapa corporal con el investigador
es dialógica, de manera que se reconoce en quien elabora el mapa
corporal la noción de autoría, destacando la agencia y autonomía
del sujeto en la producción del saber y verdad. El proceso antes
descrito puede resumirse en el siguiente esquema:

Figura 2. Esquema inicial del proceso

Modelo de mapas corporales

Procedimiento

Sujeto que narra


Autobiografía Mapa corporal
Línea de vida

oralidad

memoria
Recordar los contextos
de las interacciones

Fuente: elaboración propia.

57
Jimena Silva Segovia

Organización del grupo

La selección de participantes para la aplicación no presenta


restricciones de género, edad, nivel socioeconómico, diversidad se-
xual, étnica o política. Para ejecutar los mapas se requiere que los/
as participantes: a) expresen voluntad y disposición para trabajar
en el proceso de reapropiación corporal y autonomía subjetiva a
partir de la recuperación de eventos autobiográficos; b) logren con-
tinuidad y sistematicidad para participar en todas las sesiones; y c)
estén dispuestos/as a la firma de un consentimiento informado para
el uso de la autobiografía, mapa corporal y relatos en el proceso de
investigación biográfica.

La línea de vida

Como herramienta, la línea de vida es un paso primario para


organizar en la memoria acontecimientos, como así también un
recurso para encontrarlos fácilmente si los necesitamos. La línea de
vida se ordena en base a nudos de acontecimientos que –para sí– son
más relevantes de un periodo de vida, situados de tal manera que
permiten ilustrar los contextos (económicos, políticos, sociocultu-
rales) más amplios en que ocurren los eventos, avanzando hacia
conjuntos de procesos biográficos en secuencias de tiempo. Cada
nudo representado permite identificar las huellas de género inscritas
por la cultura en la vida de quien narra. Si bien esta herramienta
es utilizada en los estudios de curso de vida (Blanco, 2011), de tipo
de cronología lineal, al abrir los sujetos cada nudo en el relato de
estas líneas de vida se expande a la subjetividad y emociones que
acompañan a cada nudo, aportando al modelo.

58
Cuerpos que narran

Figura 3. Grilla/matriz de análisis

Dimensión: CUERPO
En esta dimensión se visualiza el cuerpo como protagonista, dentro de diversos espacios bajo el contexto minero de
Antofagasta. Estos cuerpos situados en una sociedad de consumo se ven constantemente explotados. Por una parte,
el cuerpo de la MCS es mercantilizado y, por otra parte, el cuerpo del HM es concebido como proveedor y productor.
Para la categorización y análisis de esta dimensión se abordan temáticas como la performance, la interacción y la
explotación de los cuerpos, que son concebidos desde distintas perspectivas en una sociedad patriarcal y neoliberal.

Relatos en subca-

Emociones vincu-
Personas involu-

Objetos de bús-

Interpretación
Identificación

Conflictos y
Categorías

del sujeto

tensiones
tegorías
cradas

queda
ladas
El cuidado y
preocupación por
el cuerpo de la TS
surge de las prácti-
Cuerpo productor cas normativas de
MCS1: (refiriéndose a la feminidad. Estas
sus senos) Me siento han sido impuestas
segura con ellas, es mi históricamente,
fuente y herramien- constituyéndose
ta de trabajo. Mi como fuentes de
MCS1 cuerpo, para mí, ha control y poder nor-
El
Ecuato- sido mi máquina de mativo de la belleza
Valora- Seguri- cuerpo es
riana dinero, mi instru- estereotipada, enpos
Instru- ción del dad. valorado
Mujer (4 hijos, mento; mi cuerpo era de lograr un cuerpo
menta- cuerpo en Satisfac- y cuidado
en el co- 46 años) muy lindo, porque yo dócil y seductor.
lización base a lo ción. en pos
mercio trabajaba igual con El acercamiento
del que logra Preocupa- de una
sexual MCS6 mi cuerpo, lo cuidaba al estereotipo
cuerpo producir ción por función
Chilena mucho, porque tenía brindará seguridad,
con él. el cuerpo produc-
(4 hijos, que hacer y estar en aceptación social
tiva.
56 años) condiciones para y satisfacción, en
poder preparar los cuando se establece
espectáculos, pero mi el vínculo con el
cuerpo, para mí, ha hombre-cliente,
sido mi máquina de fomentando la va-
dinero, mi instru- loración del cuerpo
mento. en función de lo que
puede producir y
mercantilizar (Silva
y Barrientos, 2008;
Tubert, 2011).
Síntesis cuerpo
A modo de síntesis, hemos hecho una recopilación de las principales tensiones y hallazgos que emergieron de los
discursos presentados por los objetos, en cuanto a cómo el cuerpo encarna las tensiones de género, performances, la
explotación laboral, la mercantilización, emociones y exigencias.
La interacción entre el HM y la MCS se lleva a cabo a partir de la performance de ambos sujetos, siendo el cuerpo el
actor principal que encarna las vivencias de la explotación laboral-corpórea-afectiva, la sexualidad y la expresión de
emociones que circulan en el vínculo. Por un lado, la performance de la MCS responde a los estereotipos de género y
de belleza, encarna el placer y la seducción en pos de escindir su identidad, como mecanismo adaptativo y funciona
para la producción de los bienes económicos en un contexto de alta exposición a vulneraciones, riesgos y violencia. Por
otro lado, el HM en su performance se desenvuelve seductor, seguro y confiable. Al concentrarse la dinámica sexual-
afectiva con la MCS en lo privado, el HM expresa su emocionalidad, fantasías y deseos. No obstante, la expresión de
su subjetividad en un ámbito público, representaría un riesgo para su estatus e imagen de hombre fuerte, racional y
sexualmente activo, contrario a la emocionialidad y a lo relacionado con la feminidad, por ende, implicaría un cuestio-
namiento social hacia su masculinidad hegemónica.

59
Jimena Silva Segovia

Escrituras autobiográficas

La escritura se inicia sobre la base de la producción de líneas de


vida. Mediante preguntas reflexivas se estimula a los participantes a
abrir los nudos biográficos articulando los hechos al contexto don-
de han ocurrido, identificando personas involucradas y emociones
desplegadas. En esta parte de la dimensión narrativa autobiográfica
surgen posibilidades para autointerpretaciones de las relaciones
interpersonales con figuras significativas, por ejemplo sexuales,
afectivas, de cuidado, de castigos, entre otras. Así también, para el
análisis de escenarios socioculturales y afectivos donde ocurrieron
las experiencias significativas ancladas en procesos asociados a man-
datos de género, al orden normativo institucional y sociocultural,
por ejemplo estética, étnica y orientación sexual.
Como proceso de reflexividad, estimula la emergencia de emo-
ciones desde un enfoque microsocial del contexto social, de relacio-
nes afectivas y de género en la construcción de los protagonistas,
facilitando así niveles de comprensión sobre conflictos, elecciones,
rupturas, tensiones entre los sujetos y personas significativas de su
entorno, entre otras. Como recomendación, las narrativas que emer-
gen pueden ser grabadas o escritas, de modo de facilitar la expresión
en grupos con dificultades de alfabetización, asimismo, favorecer la
reflexividad propia de esta metodología dialógica que vuelve sobre el
relato para encontrar nuevas líneas interpretativas de la experiencia
a partir del proceso que cada sujeto exprese.

Relatar lo escrito

La dimensión narrativa está compuesta por la recuperación de


espacios de memoria con sus interpretaciones y la organización de
estos espacios en nudos o conglomerados biográficos significativos.
Esta dimensión se subdivide a su vez en: a) discursos normativos
sobre el cuerpo y restricciones, castigos, mandatos de belleza, esté-
tica y de género (Scott, 1990; Muraro, 1994; Butler; 2001; Facio,
1994, 2002; Esteban, 2006; Araujo, 2009); y b) prácticas vincula-
das a lo que ocurre a nivel topográfico del cuerpo como el uso de

60
Cuerpos que narran

biotecnologías, medicamentos, dispositivos médicos correctivos o


estéticos, entre otros.
Cada narración ofrece entradas interpretativas horizontales y re-
cursivas a las experiencias, formando parte de las prácticas humanas
que contribuyen a generar conocimientos sobre un grupo, un periodo
de la historia o una generación (Ferrarotti, 1981; De Villers, 1999;
Silva, 2009, 2012). La dimensión narrativa del procedimiento es de
mayor espontaneidad, ya que los fragmentos para narrar son de libre
elección. Esta fase implica un esfuerzo por dar sentido al pasado, al
presente y a los contenidos asociados al proyecto biográfico o a lo que
significa su reformulación o relanzamiento. Es importante motivar
la autointerpretación, sea esta escrita, oral o gráfica (artística), sin
importar los juegos que la memoria le realiza a quien narra.
Es relevante que durante toda esta fase los participantes desa-
rrollen una postura frente a sus experiencias de dolor o sufrimiento,
como también a aquellas otras satisfactorias. Esta postura promueve
su empoderamiento, ya sea desde el autorreconocimiento de sus
potencialidades como de la autointerpretación de las opciones de
transformación o reconversión del dolor que el sujeto posee.
El lugar de los que acompañan esta fase, como monitores o
guías, es de escucha activa, empatía, facilitadores/as de toda mani-
festación de las experiencias biográficas, participando con el grupo
en las interpretaciones.

Dibujar el cuerpo. Construcción final


del mapa corporal

Esta dimensión gráfica puede iniciarse con una invitación del


tipo: con lo ya escrito (o relatado), dibujaremos nuestros cuerpos,
ubicaremos aquellos símbolos, palabras o mensajes que representen
nuestra autoimagen y experiencias biográficas.
Esta invitación y todo el proceso siempre debe adaptarse al gru-
po de trabajo, a su pertenencia étnica, de género, edades, situación
educacional, entre otras particularidades. Por ejemplo, al trabajar
con un grupo con mayores capacidades orales que escritas se sugiere

61
Jimena Silva Segovia

enfocar todo el procedimiento hacia la oralidad y la gráfica (graban-


do o registrando de forma escrita todo lo narrado).
A partir de este momento, se preparan los materiales para las
gráficas. El papel o tela debe ser del tamaño real del cuerpo de la
persona. A continuación, se organiza a los participantes en duplas
y se les indica dibujar el contorno del cuerpo en la posición más
cómoda para el participante, una ayuda a la otra en esta tarea. La
producción del mapa corporal es un proceso individual, dejando
libre la creatividad en cuanto al uso de colores y materiales para las
aplicaciones o texturas.
Por último, se motiva a representar, gráficamente, los elementos
simbólicos de la experiencia con el cuerpo. Así, por ejemplo, serían
las características de la autoimagen (experiencias con el peso cor-
poral, apariencia, procesos de transformaciones entre la infancia
y la juventud, o sexualidad, enfermedades, etc.). En otro nivel de
representación se registran distintos discursos provenientes de la
imagen social construida sobre diversas creencias. Mediante estos
discursos se busca facilitar la expresión de inscripciones culturales
encarnadas (orientación sexual, género, pertenencia étnica, etc).
Finalmente, con el conjunto de elementos simbólicos trabajamos en
el proceso de recuperación subjetiva.
La dimensión gráfica está compuesta por representaciones de
autoimagen e imagen social interpretadas por cada sujeto en un
mapa como su «geografía» corporal. Dicha geografía se plasma en
formas, colores, tramas e instalaciones, que articulan emociones, su-
frimientos físicos, mitos y tabúes inscritos en la carne. Esta dimensión
ofrece conocimientos sobre los comportamientos de los sujetos y se
fundamenta en el hecho de que como seres sociales respondemos a
cierto orden normativo, lo que no garantiza que «se conduzcan o
inscriban sus actos en el marco señalado por este. Hay una brecha
entre el ideal y lo procedimental. […] Sin ella, el sujeto, y la necesaria
distancia sobre la que se constituye, desaparecería» (Araujo, 2009:
254). Por ello, interesa motivar la producción iconográfica como
producto cultural, es decir, construido para generar un efecto, un

62
Cuerpos que narran

discurso con intención de expresar los significados de una creación


que nos abre puertas interpretativas (Fernández, 2011).
Es pertinente mencionar que si bien el modelo suscita
interrogantes biográficas, expresiones de emociones y emergen
experiencias de salud corporal, con esta propuesta no se busca
realizar diagnósticos. Es posible utilizarlo para el objetivo que
el grupo decida, siempre enfatizando la búsqueda de derechos
y autonomía corporal y de género.

Intertextualidad corporal

En esta etapa de la dimensión proyectiva se recoge el conjunto


de los relatos, conversaciones, líneas de vida y autobiografías dis-
poniéndose estas para alimentar el mapa corporal. Por tanto, es el
momento en el que los nudos biográficos se abran a la recuperación,
la reflexividad y la textualización. Esta fase se caracteriza por su
nivel de densidad simbólica en la intertextualidad, ya que desde
aquí se construye un saber de los sujetos con su plena participación
autointerpretativa.
El proceso autointerpretativo se trabaja bajo los criterios del
sujeto narrador, con la participación activa de quien investiga o hace
de monitor o guía; juntos construyen el saber corporal alimentado
con elementos teóricos que ofrecen densidad al modelo intertextual.
Cuando situamos la autointerpretación estamos hablando de
autoanálisis, es decir, hacer un ejercicio de interpretación de la his-
toria propia: situando a quien narra de manera sistemática en los
campos sociales, aplicando la interseccionalidad en estos análisis, a
saber, género, edad, orientación sexual, pertenencia étnica, situación
socioeconómica, política, entre otras dimensiones. Este proceso de
reflexividad es subjetivo, relevando las emociones en el conocer. Este
proceso se sostiene en la sistematicidad metodológica, en utilizar las
herramientas disponibles del modelo propuesto.
Como ejercicio, el autoanálisis está sometido a la confronta-
ción crítica y no pretende estar finalizado, pues sabemos cuando
comienza, pero no cuando termina, ya que está sujeto a revisiones
críticas con el paso del tiempo del narrador y de quienes participan

63
Jimena Silva Segovia

en la comunidad que lee o escucha. Por tanto, no pretende ser la


experiencia de la biografía corporal o de vida fija, sino expuesta a
circunstancias e intereses que puedan transformarla.

Fase de cierre

El trabajo detallado de elaboración del mapa corporal


se realiza en soledad, en un diálogo con el sí mismo y sus
propias autointerpretaciones. Es por esto que, en la etapa de
cierre, se genera un espacio donde tanto el grupo como el
sujeto deciden voluntariamente compartir sus experiencias.
Este es un proceso de reflexividad intersubjetivo, donde los
participantes han generado oportunidades de reconocerse
y hacer un trabajo con aquellos obstáculos que dificultan
su autonomía y restringen sus derechos. Los sujetos
dialogan bajo una modalidad grupal sobre sus hallazgos.
La metodología permite la discusión e interpelación de sus
propios descubrimientos graficados en el mapa (ver figuras 3
y 4). Así también, si los participantes se disponen al análisis
de tipo investigativo, se procede al tratamiento del material.1
.

1
Las posibilidades de las expresiones gráficas (forma, trama, color, texturas,
entre otras aplicaciones) al interior de distintos modelos metodológicos son
amplias; por ejemplo, la técnica del dibujo de figura humana (DFH) como mé-
todo proyectivo desde el campo de la clínica psicológica individual (Kopptiz,
1982; Burns y Kauffman, 1978; Hammer, 1999), utilizado para diagnósticos
tanto de adultos como de niños. Desde los estudios culturalistas se reconoce el
mérito de las investigaciones que recuperan documentos históricos graficados
como registros válidos del pasado, y los conciben como construcciones ideoló-
gicas, como formas de comunicación humana. La antropología de los medios
de comunicación gráfica abarca dos tipos de investigación: primero, estudios
de recepción que exploran el impacto de los medios gráficos en una cultura
(Caldarola, 1990; Dickey, 1993); y segundo, el estudio de cómo las personas,
generalmente no occidentales, hacen de sus propias producciones (Michaels,
1982; Turner, 1991).

64
Cuerpos que narran

Figura 4. Ejemplo de matriz de análisis


intertextual participativo
Dimensión narrativa Dimensión gráfico / pro- Dimensión
yectiva interpretativa
No siento placer con el En el mapa corporal
cliente, uno tiene que de la MCS el ROJO es
ir con la mejor cara autointerpretado como
del mundo, porque si pasiones negativas, tales
a una la ven enoja- como el desagrado y asco
da no la levan. Puse al momento de interac-
«placer» porque hay tuar con el HM. El placer
momentos que a uno como performance para
le toca actuar, que uno la satisfacción del HM.
se siente algo, para En este sentido, la pala-
que el cliente esté más bra «PLACER» escrita en
satisfewcho o para que rojo simboliza emocio-
al otro día vuelve y lo nes, que ocultan más
llame a uno, pero igual una interioridad pura y
(...) la verdad me da verdadera (Le Breton,
demasiado ascto, pero 2010). En la misma línea,
a uno le toca. (MCS3, el NEGRO que enmarca
24, 2, E). la vulva y la pelvis, sería
la manifestación gráfica
de la escisión de la MCS,
entre lo íntimo del placer
y lo representado para el
cliente, el negro muestra
la dualidad entre lo
iluminado y lo oscuro/
oculto (Heller, 2004).

Interpretación del corpus documental:


la disposición intertextual

El «análisis», que acompaña al procedimiento se va aplicando


progresivamente en cada etapa de producción de materiales simbóli-
cos. Esta forma de proceder se aproxima a la postura antropológica
de campo. El «análisis» se va haciendo con quienes participan a lo
largo de toda la investigación, y consiste en co-construir, progresi-
vamente, una representación de la cultura encarnada en sus cuerpos.
Para el tratamiento de todos los materiales recolectados en el
proceso, se trabaja desde una comprensión intertextual, inspirados
en los trabajos de Julia Kristeva (1967), Jaques Derrida (1971),
Michel Foucault (1976) y Roland Barthes (1987). Estos autores

65
Jimena Silva Segovia

proponen la intertextualidad para dar cuenta de las múltiples po-


sibilidades de juegos del lenguaje. Barthes, por ejemplo, habla de
un ideal de textualidad donde abundan las redes que actúan entre
sí sin que ninguna pueda imponerse a las demás. El texto que se
produce usando la intertextualidad es una galaxia de significantes
y no una estructura de significados; el texto no tiene principio, pero
sí diversas vías de acceso, sin que ninguna de ellas pueda calificarse
de principal. Asimismo, los códigos que se movilizan se extienden
hasta donde alcance la vista; estos son indeterminables. También, los
sistemas de significados pueden imponerse a este texto absolutamente
plural, pero su número nunca está limitado, ya que está basado en
la infinidad del lenguaje (Kristeva, 1967).
El análisis se produce entrando desde los microtextos seleccio-
nados del conjunto de relatos orales y escrituras autobiográficas,
articulando con la idea de armar un intertexto con las gráficas de
los mapas corporales, sus texturas, colores e íconos integrados a
las emociones recogidas en el proceso. Se propone no jerarquizar la
búsqueda, jugando con los hallazgos como en una red de significados.
En este juego, la técnica de interpretación incorpora algunos aportes
del análisis del discurso (De Villers, 1999; Van Dijk, 2002; Canales,
2000) rompiendo con elementos estructuralistas de su vertiente
clásica. Para los dibujos se trabaja con aportes de Bateson (1998),
incluyendo algunos elementos de las técnicas proyectivas (Machover,
1949) y antropológicas (Barthes, 1987, 1986).2
Si bien planteamos que esta mirada teórica entrega aportes a
la necesidad de generar una metodología de trabajo que rescate los
lenguajes del cuerpo, sugerimos que la elección teórica a la hora de
realizar el acto interpretativo quede bajo la libre elección de quien
realiza el proceso, acompañada por quien educa o aplica el mode-
lo. La idea es que en todo el proceso interpretativo no se pierda
la creatividad que esto permite, pero, por sobre todo, el carácter
intersubjetivo asociado a la interpretación del material.
.

66
Cuerpos que narran

Figura 5. Ejemplo de interpretación del corpus documental

Fuente: elaboración propia.

Con este modelo aplicado a la deconstrucción de las restricciones


y apertura a las autonomías, se busca producir conocimientos nuevos
sobre la corporalidad, para lo que se propone trabajar el material
para interpretación y análisis en dos momentos: 1) tratamiento del
corpus documental, y 2) proceso de autointerpretación, reinterpre-
tación e interanálisis. Estos dos momentos poseen ocho etapas:

67
Jimena Silva Segovia

• Etapa 1: Reconocimiento de productos narrativos de valor


simbólico. Microtextos.
• Etapa 2: Organización de dimensiones de análisis.
• Etapa 3: Elaboración de matrices y/o grillas (ver figura 2).
• Etapa 4: Contrapunto teórico.
• Etapa 5: Integración y sistematización de microtextos y ele-
mentos simbólicos de mapas corporales.
• Etapa 6: Autoanálisis social e individual.
• Etapa 7: Reinterpretaciones y contrapuntos teóricos.
• Etapa 8: Construcción de un modelo intertextual con las
voces corporales.

A partir de todo el proceso se llega a la elaboración de las con-


clusiones o reflexiones finales: en esta etapa el investigador/a, por un
lado, dará respuesta a las interrogantes iniciales sobre el problema
y, por otro, a partir de la aplicación de este modelo, obtendrá la
comprensión y generación de nuevo conocimiento.

Discusión

Los trabajos basados en el método biográfico, tradicionalmente,


han dejado vacíos de conocimientos sobre los discursos de la ex-
periencia de construcción del género y las emociones que el cuerpo
produce. En el proceso de construirse sujeto sobre la materialidad
del cuerpo se articulan imágenes subjetivas con los procesos iden-
titarios y psicosexuales a lo largo de la vida, ubicando al cuerpo en
un lugar protagónico en la biografía personal.
En las historias y relatos de vida, si bien se construyen repre-
sentaciones sobre las experiencias vividas por el cuerpo, es el sujeto
que habla el que elabora el discurso sobre él, dejando en silencio
la corporeidad desde su propio lenguaje. Por lo tanto, el modelo
metodológico de mapas corporales propone recuperar lenguajes
corporeizados en sus dominios sexual, psicoafectivos, cultural, social
y de género, abriendo pasajes hacia la compleja relación entre autoi-
magen, prescripciones culturales, normativas y los contextos sociales.

68
Cuerpos que narran

De esta manera, trabajar con mujeres bajo este modelo meto-


dológico facilita deconstruir posiciones de género adoptadas desde
el orden simbólico expresadas en el cuerpo, además de ofrecernos
información que facilite la elaboración de nuevas interpretaciones
de ese orden y nos genere procesos de reflexividad de la biografía
de los estudiantes y, a la vez, opciones de reconstruir la subjetividad.
Todas estas articulaciones exigen del investigador avanzar más
allá de lo que han alcanzado las herramientas proyectivas en el
diagnóstico clínico en Psicología, donde el sujeto es evaluado en una
relación asimétrica. Estas articulaciones también permiten avanzar
en las investigaciones biográficas con una técnica que contribuye con
información relevante sobre experiencias corporales en su comple-
jidad semiótico-material.
Con los mapas corporales, precisamos que las protagonistas de la
biografía se conviertan en autoras de la interpretación, los cuerpos no
son tratados, entonces, como «objetos» de estudio específico, para su
clasificación de sanos o enfermos (lo que llevaría, en cierta forma, a
reinstalar el dualismo cartesiano), sino que son reconocidos en amplias
dimensiones constitutivas e insoslayables de toda práctica social. Lo
anterior cobra sentido en el contexto sociopolítico y cultural latinoame-
ricano, donde las experiencias socioafectivas se construyen en contactos
altamente globalizados y fragmentarios de la experiencia del sujeto.
En sociedades como la latinoamericana, con relaciones de género
organizadas mayormente en jerarquías de poder, nos construimos,
por una parte, de metáforas, ficciones, retazos y suturas y, por otra,
somos interpelados a consumir y producir. Estas demandas atrapan
al sujeto en una existencia paradójica que muchas veces le enmudece
hasta el dolor o la destrucción. En este sentido, este modelo meto-
dológico ofrece estrategias de comprensión del cómo la cultura se
hace carne desde discursos socioculturales, entramados en el mundo
intrapsíquico, los que se implican en las relaciones interpersonales
dependiendo del tipo de protagonismo que adquiere en cada sujeto,
anclado a un conjunto de normativas de la sociedad actual. Así, tam-
bién, abren una opción de renovar diálogos transdisciplinarios entre
antropología, sociología, psicología y psicoanálisis. Esto significa que

69
Jimena Silva Segovia

al escuchar los lenguajes del cuerpo, encontramos una vía riquísima


de interpretación de conflictos entre pautas normativas ideales de
la cultura y la experiencia de trabajo intersubjetivo con las normas
inscritas en la carne.
Sin embargo, como todo modelo, este posee limitaciones.
Respecto a la organización de los grupos no es recomendado para
trabajos con un número elevado de personas, resultando óptimo
solo con grupos de entre 15 y 20 personas por taller. Dentro de los
procedimientos y sus riesgos es importante evitar explorar aspectos
que trasgredan su intimidad y que expongan a los participantes a los
prejuicios y juicios de los demás. Al respecto, por ejemplo, es nece-
sario evaluar previamente la conveniencia o no de realizar espacios
mixtos (hombres y mujeres, niños y adultos).
En relación con educadores, monitores o guías, requiere que
estos posean capacitación en la técnica y sus fundamentos teóricos
para su aplicación. En el proceso, pueden contribuir a identificar y
a gestionar recursos personales, familiares, comunitarios e institu-
cionales, a los que las personas pueden acudir. Es importante tomar
nota atenta de las demandas de las personas, de sus necesidades y
requerimientos de apoyo y tramitarlas en las instancias pertinentes.
En particular, es preciso atender las demandas de apoyo psicológico,
y se debe contar con espacios que permitan prestar una atención
especializada.
Una consideración relevante está referida al contexto en que se
aplica el modelo, ya que en experiencias en ambientes multiculturales
andinos se observaron particularidades por las diferentes interpre-
taciones y valoraciones simbólicas del cuerpo y de las relaciones
sociales. Por ejemplo, en el caso de cosmovisiones andinas, el cuerpo
poseerá significados diversos de los occidentalizados (Van Kessel,
2008), como es el caso de las cuatro fases del «ciclo vital andino»
(Bascopé, 2001).
Estas particularidades culturales, en las diferentes aplicaciones,
deberá ser un elemento central en la organización de las estrate-
gias; una recomendación que contribuye al desarrollo del modelo
consistirá finalmente en trabajar enfatizando la oralidad y la fase

70
Cuerpos que narran

gráfica, introducidas con otras metodologías adecuadas a contextos


socioculturales del grupo.
A continuación se presenta un ejemplo de taller para la aplica-
ción y aprendizaje del modelo.

SESIÓN DESCRIPCIÓN MINUTOS MATERIALES FECHA

Sesión 1: trayectoria vital Encuadre: Aspectos 25 min. Consentimiento


generales del proceso, informado For-
Objetivo: presentación y com- mulario socio-
promiso. demográfico.
Recuperar de la trayec-
toria vital eventos signi- Problematización en Etiquetas para
ficativos de experiencia 30 min.
conversación grupal nombres
biográfica corporal sobre su situación
actual. Croqueras y lá-
pices proyector
25 minu-
Elaboración de líneas y computador
tos
de eventos vitales en
tres etapas: infancia,
primera juventud,
actualidad.

Apertura de eventos 25 min.


felices de la etapa en
conversación grupal.

Cierre Comentarios
sobre la experiencia.
Compromiso 2da
sesión. Escribir sobre
lo que yo creo de mi,
quien soy. Lo que
hago, como me veo,
mi personalidad.
Tiempo total: 2 horas. Aprox.

71
Jimena Silva Segovia

SESIÓN DESCRIPCIÓN MINUTOS MATERIALES FECHA

Sesión 2: Cuerpo y Au- Resumen sesión ante- 15 min. Etiquetas para


toimagen (identificación rior experiencias de la nombres
de mandatos de género, semana.
Familia, iglesia, alimenta- Recuperación de
conversación grupal 35 min. croqueras con
ción, carretes, consumos,
amor, fantasías, gusto por sobre eventos elegidos líneas de vida.
la estética, uso de tecno- individualmente de la
logías,) línea de vida que mar-
can su corporalidad.
Espejos de
Objetivo:
Reconocimiento de los rostro
Identificar los procesos rasgos identitarios a 45 min. Caja de crema
socioafectivos vinculados partir de ejercicio tác-
en la construcción de la til del rostro: se rea- Toallitas desma-
autoimagen corporal liza un masaje facial y quillantes
se habla de las parti-
cularidades del rostro
20 min.
y sus vínculos con las
emociones (positivas y
negativas)

Cierre. Recuperación
de lo mas positivo de
mi misma. Compro-
miso para la próxima
sesión escribir sobre lo
que creo que dicen de
mi. De mi personali-
dad, de mi cuerpo, de
mis acciones.
Tiempo Total: 2 horas. Aprox.

72
Cuerpos que narran

SESIÓN DESCRIPCIÓN MINUTOS MATERIALES FECHA

Sesión 3: Cuerpo e Ima- Resumen de la sesión 20 min. Caja de maqui-


gen social y significados anterior. Experiencias llaje
culturales de la semana.
Toallitas desma-
quillantes

Objetivo: Ejercicio de lo que 35 min. Caja de crema


quiero representar
Identificar los discursos de mi. La persona Espejos de
culturales encarnados en que soy, a través del rostro
la imagen que proyecto. espejo. Maquillaje y
expresión.
cuadernillos
Conversación sobre 45 min. de trabajo con
los significados de mi
escrituras avan-
cuerpo y su imagen
zadas.
proyectada, lo que
creo que dicen de Computador y
mi cuerpo, de lo que
45 min. proyector
hago, como me ven
los demás. Mapas corpora-
les de experien-
Exposición de mapas 15 min. cias anteriores
corporales hechos en proyectados en
tela. Preparación de fotografías para
esquemas corporales ejemplificar
de las/os participantes 15 min.
Tiempo total: metodología
sobre telas.
3horas.20min. Aprox.
Telas del tama-
Indicaciones del tra- ño 1. 70 cm de
bajo de pintura del alto X 1 .60 de
mapa y escritura sobre ancho x el Nº
la tela. de participantes.
Cierre con Comenta-
rios sobre la experien-
cia Y Compromiso
para siguiente sesión:
autobiografía corporal
en croqueras sobre
el cuerpo y eventos
biográficos. Pintura de
los cuerpos en telas.

73
Jimena Silva Segovia

SESIÓN DESCRIPCIÓN MINUTOS MATERIALES FECHA

Sesión 4: Cuerpo, y expe- Resumen de la sesión 15 min.


riencia de sobrevivencia. anterior y de los even-
tos de la semana. Tela, individual,
Pinturas témpe-
Instrucciones para el 2 ho- ra o acrílicos.
trabajo sobre mapas ras.30 Pequeñas bro-
corporales. Pintura y min. chas, pinceles de
Objetivo: Identificación escritura libre sobre distintos groso-
de bienestar corporal, tela. res, materiales
malestar, dolores, temores, de pintura.
fantasías, deseos, estrate- 1.hora.
Exposición de mapas
gias de sobrevivencia. terminados, comenta- Marcadores
rio individual sobre su
creación. Objetos de-
20 min.
corativos de
Comentarios grupales 10 min. fantasía: para
sobre la experiencia aplicaciones,
cierres, canda-
Cierre final. dos pequeños,
llaves. Cadenas,
flores, etc..

Tiempo Total: 4 horas, 15 min. Aprox.

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«Mujer cubista»
Una aplicación del modelo de investigación
«Mujer cubista»
Maternidad, sexualidad y feminización
de la pobreza en la cultura minera
del norte de Chile: análisis de caso me-
diante la metodología
Mapas Intertextuales del Cuerpo

Jimena Silva Segovia • Rosa Olmos Soto

Introducción

En este capítulo buscamos comprender la experiencia corporal


de sexualidad y maternidad juvenil contextualizada en la feminiza-
ción de la pobreza, a través de la exploración de la subjetividad de
una madre-joven. Para ello consideramos necesario profundizar en
el análisis de su posición de género en forma dinámica, consideran-
do los cambios del territorio sociocultural en que habita. Partimos
desde el análisis de la experiencia corporal hacia el conocimiento de
la subjetividad, considerando que el cuerpo resulta susceptible de ser
simbolizado, toda vez que en su materialidad se inscriben las marcas
de la cultura y, con ellas, el sujeto se vincula en su devenir social.
¿Cómo podemos comprender la experiencia corporal de se-
xualidad y maternidad juvenil contextualizada en la feminización
de la pobreza?
Situándonos en el contexto regional, se estima que cada año en
América Latina y el Caribe un 15% de todos los embarazos ocurren
en adolescentes menores de 20 años y 2 millones de niños nacen

81
Jimena Silva • Rosa Olmos Soto

de madres con edades entre 15 y los 19 años (ops/oms; unicef;


unfpa, 2018).
En cuanto a la situación en Chile, si bien han disminuido los
niveles de jóvenes embarazadas mientras están matriculadas en algún
centro educativo, el 50% de ellas deja o retrasa el término de sus
estudios, siendo la principal causa de abandono de la educación for-
mal (Molina y Gonzáles, 2007; Ministerio de Salud de Chile, 2013),
repercutiendo en el acceso al trabajo, y consiguiendo generalmente
empleos precarios y de bajos sueldos (Baeza, 2015).
Las mujeres embarazadas que desertan del sistema educativo
son aquellas que se encuentran en situación de pobreza, precariedad
en sus redes de apoyo familiar, de parejas y abandono del Estado.
Esta situación se articula con las diferencias en cifras de mujeres
en situación de pobreza, en contraste con las cifras de hombres,
entendiéndose esta desigualdad como feminización de la pobreza
(Medeiros y Costa, 2008). Las mujeres en esta condición quedan
expuestas al círculo de la precariedad global, como la falta de
oportunidades; de acceso a educación superior y técnica; violencias
y situadas mayormente en el trabajo doméstico mal remunerado y
de bajo prestigio, aumentando así las brechas salariales respecto de
los sueldos de hombres en situación de pobreza (21,1%) (OCDE,
2018). Un dato que ilustra este escenario es el aumento de mujeres
como jefas de hogar, únicas sostenedoras del núcleo familiar. Son
también responsables de la crianza de los hijos/as, desgastando la
salud integral y coartando las posibilidades de acceder al desarrollo
de proyectos personales (Baeza, 2015).
Existen en estos grupos madres jóvenes que han logrado romper
con este círculo, pudiendo acceder a capitales culturales y económicos
y por ende a una mejor calidad de vida para ella y su descendencia,
siendo el empoderamiento un concepto clave para la construcción
de estas agencias que les permiten autonomía e independencia.
El empoderamiento de las mujeres, entendido como la habilidad
para elegir opciones e incorporar recursos, administrarlos y obtener
logros para su propio bienestar, articulado con las trayectorias de
vida, resulta fundamental para comprender las transformaciones

82
«Mujer cubista»

y/o continuidades de los modelos de género inequitativos en las


sociedades Kabeer (2001).
Para una mayor comprensión del contexto, es necesario situar-
nos desde la interseccionalidad, entendida esta como la interacción
de diferentes categorías en la vida de las personas y prácticas sociales,
teniendo posicionamientos múltiples, de acuerdo con las categorías
en las que son encasilladas y a las relaciones de poder (Crenshaw,
1998; Davis, 2009), comprendiéndose desde acá las diferentes formas
de subordinación, discriminaciones y privilegios de las personas.

¿Por qué elegimos la historia de «Mujer cubista»?

Seleccionamos este caso, pues en su biografía, ella alcanza una


restitución de la sabiduría social y la transparencia de sus palabras,
y nos permite conectar a un amplio colectivo de madres jóvenes.
Esta mujer fue madre a los 19 años, en la actualidad tiene 3 hijos y
estuvo dispuesta a compartir su biografía para esta investigación. Su
relato permitió profundizar de manera articulada en la construcción
de subjetividad corporal sexual, de género, de maternidad, con-
textualizado en la feminización de la pobreza a través de patrones
intergeneracionales.
En este estudio tomamos en cuenta que en la experiencia sexual-
corporal se registra el acontecer de la conquista de la subjetividad
juvenil y lo que significa apropiarse de ese territorio. Esta puede ser
en autonomía, restringida o sometida, dependiendo cómo se gene-
ren las interacciones de género del sujeto, cómo está situado en el
contexto, con sus emociones, deseos y placeres, los que vendrán a
ocupar un lugar relevante en su historia corporal (Silva, 2008, 2013).
Ello, tomando en cuenta además que la maternidad contiene a nivel
simbólico un cambio de estatus en sociedades latinoamericanas,
contextos culturales donde la maternidad se resignifica como un
proceso de identidad y legitimidad social, y también se constituye en
un factor de reproducción de la pobreza intergeneracional (Guzmán
y Godoy, 2009).

83
Jimena Silva • Rosa Olmos Soto

En este estudio utilizamos un modelo que nos permitió acercar-


nos a la experiencia subjetiva de la juventud, a través de una mujer-
madre joven, como contribución a una educación sexual basada en
derechos. Desde esta aproximación, la experiencia juvenil puede ser
visibilizada en tanto protagonista de su vida, con capacidades flexi-
bles de agencia y obstáculos en su construirse sujetos (Butler, 2000).
Además, desde un enfoque sociocrítico analizamos la maternidad
como evento fundante de la vida, engrillada al cuerpo femenino,
concebida así por su asociación con un discurso tradicional o he-
gemónico que vincula a las mujeres, por un lado, con un destino y,
por otro, con la naturaleza; articulada a una ecuación maternidad
= mujer (Saletti, 2008; Badinter, 2006), normalizando la inequidad,
los mayores costos en los sistemas de salud asociados y la crianza
monomarental de los hijos.

Presentación del caso: «Mujer cubista»

«Mujer cubista» es una joven estudiante universitaria de 25


años del sector socioeconómico medio bajo del norte chileno. De
contextura delgada, baja estatura, rasgos redondeados y ojos rasga-
dos. Cabello largo rizado de tono oscuro, piel clara y aspecto general
menudo. El inicio sexual lo vivió a los 16 años y la maternidad a
los 19, y a los 27 ya tenía otros dos hijos, con la misma pareja con
que inició su vida sexual. Teniendo avanzada la tesis para graduarse,
se embarazó del tercer hijo, terminó la relación con el padre de sus
niños y abandonó la universidad, sin conseguir terminar la carre-
ra. Ha sido criada por los abuelos y una tía de la familia materna.
Durante su infancia y la primera etapa de su vida mantuvo una
relación distante con la madre y una cercanía intelectual y afectiva
con el abuelo. En su juventud, destaca su formación política y el
interés por la literatura. En su cuerpo se han inscrito las huellas de
sus embarazos y ella lo resiente en su vida erótica y en la relación
con su autoimagen.

84
«Mujer cubista»

Contexto en que «Mujer cubista» construye subjetividad

«Mujer cubista» ha construido subjetividad femenina en el norte


chileno, identificado como zona de producción minera, anclada en el
desierto más árido del mundo, situado al extremo del país y aislado
de la capital; es a su vez reconocido a nivel mundial por su alta pro-
ducción de cobre y considerado una de las regiones más relevantes
de Chile, por la alta importancia de la minería para la economía
nacional (Carrasco y Vega, 2011; Valdés y Rebolledo, 2014).
A nivel sociocultural, así como en otras culturas de producción
minera, en esta región predomina un modelo de género androcén-
trico, reforzado en una alta valoración de la capacidad productiva,
masculinidad y prestigio como proveedores de familias construidas
bajo normativas de género tradicional-conservador (Pini & Mayes,
2013). Este modelo de masculinidad y femenidad permea las rela-
ciones sociales, desde allí que en la región estudiada sobresalgan las
jerarquías para pensar el lugar de hombres y mujeres en la sociedad
y se elaboren interpretaciones y significaciones de su corporalidad
y sexualidad con fuertes connotaciones sexistas.
Este estilo cultural se asocia con las dinámicas históricas de
sobrevaloración de la fuerza y resistencias corporales masculinas y
de las capacidades corporales reproductivas, así como una orien-
tación al sacrificio y abnegación de las mujeres. De esta manera se
conservan emblemas de la construcción de género, y de los lugares
que hombres y mujeres ocupan en la pareja y en la familia. Los
hombres trabajadores siguen siendo significados como proveedores,
situados en lo público y empoderados a nivel económico, a su vez
como modelo dominante, en tanto, se mantiene reforzado el lugar
de las mujeres en un plano de crianza doméstica y en espacios de lo
privado en dependencia económica.
A lo largo del tiempo y con las transformaciones de género en
el mundo, estos modelos han generado cambios; sin embargo, aún
existe muy bajo nivel de reconocimiento del valor de la participación
social, económica y política de las mujeres, especialmente en espacios
de trabajo minero, de su lugar como jefas de hogar o como profesio-
nales en cargos públicos y de gerencia. Esta situación alimenta una

85
Jimena Silva • Rosa Olmos Soto

constante tensión en las relaciones de género en la sociedad chilena


y en la región estudiada.
En este contexto sociocultural de crianza y educación se des-
envuelve «Mujer cubista», joven que se ha desarrollado entre lo
moderno y lo tradicional, en términos subjetivos, escenario que se
exhibe como telón de fondo para comprender las construcciones
corporales en las relaciones sociales y cómo repercute esta dinámica
de género en la expresión de la sexualidad y las vivencias que se
encarnan en el cuerpo, como la maternidad y su significación.
El estudio de este caso nos permite indagar con mayor profundi-
dad en las construcciones que el sujeto femenino joven realiza sobre
sí mismo y cómo este trabaja con sus procesos en la medida que
recurre a la memoria biográfica como una herramienta para expresar
los episodios significativos de su vida personal. Así también como
los nudos de conflictos que se van abriendo en la autointerpreta-
ción, generando tensiones en su historia y produciendo un nivel de
autocomprensión de la propia vida.

Diseño metodológico

¿Por qué estudiar este caso?

Consideramos que los estudios demográficos y epidemiológi-


cos ofrecen una gama fundamental de conocimientos en datos y
cifras sobre sexualidad, maternidad juvenil y pobreza. Estos dejan
vacíos en la comprensión de la subjetividad juvenil femenina desde
la interseccionalidad, así como la articulación con los desafíos cul-
turales que encarnan las mujeres en la construcción de género, su
experiencia corporal y su necesidad para romper con el círculo de la
pobreza. Se estudia un caso, ya que la estrategia central del modelo
metodológico utilizado en este estudio considera la profundización
de la vida completa de las/los participantes, desde la infancia a la
actualidad del relato. En este proceso trabajamos centrando al sujeto
en su contexto sociopolítico e histórico, que permite darle una base
sociocultural al relato (Silva, 2012, 2013).

86
«Mujer cubista»

El modelo metodológico utilizado corresponde a «Mapas in-


tertextuales del cuerpo» (Silva, 2012, 2013, 2014). Este modelo se
ubica en la tradición del paradigma comprensivo y particularmente
en el enfoque biográfico, el que responde al propósito de contribuir
a la generación de conocimientos sobre la experiencia biográfica
desde una perspectiva corporeizada, articulando técnicas de pro-
ducción, análisis y criterios de validación que permite sistematizar
su producción.
Los «Mapas intertextuales del cuerpo» articulan las significacio-
nes y sentidos del sí mismo como parte de un lenguaje entramado en
la biografía y corporalidad de cada sujeto. Bajo distintas modalidades
se han desarrollado aplicaciones de Mapas corporales en Europa,
África y América Latina (Buchbinder y Matoso, 2011; Devine, 2008;
Gastaldo, Magalhães, Carrasco, and Davy, 2012; Silva, Espinoza &
Barrientos, 2013; Silva & Méndez, 2013 Weinand, 2006).
El modelo aplicado en esta investigación responde al interés
de incorporar en los estudios biográficos la experiencia corporal
como una persistente interrogante que atraviesa a la investigación
social, puesto que, en palabras de Foucault, es la carne la que encara
resistencias e incógnitas por donde circula el poder social (Foucault,
1998). Por tanto, el mapa corporal propone un anclaje material
en torno a las significaciones de lo corpóreo: carne, huesos, sangre
y todos sus sistemas, se amalgaman con referentes simbólicos y
culturales que dan sentido a la experiencia del sujeto. Las técnicas
narrativas y proyectivas utilizadas en el Modelo Mapas intertex-
tuales del cuerpo posibilitaron la comprensión de las subjetividades
corporales, autointerpretada por su protagonista y reinterpretada
por la investigadora.
En la reinterpretación de los relatos autobiográficos jugó un rol
importante detenerse en la expresión de emociones asociadas a la
experiencia de la sexualidad y la maternidad. Estas se articularon a
las relaciones socioafectivas representadas en íconos y colores con
los que nos aproximamos a un campo semántico cromático. Este se
encuentra entramado por la experiencia (cultural) previa y por el
contexto (social) de interacción (Toren 1993). Nuestra experiencia

87
Jimena Silva • Rosa Olmos Soto

no se encuentra restringida solo a la captación de los sentidos, sino


también por el significado que damos a las emociones que nos pro-
vocan (Heller, 2008) y cómo se activan en el hacer, el interpretar y
el relacionar (Dedrick, 2002; Ávila, 2011).

Participantes

Participaron 47 jóvenes (24 mujeres y 23 hombres) de 15 a 25


años, pertenecientes a establecimientos educativos públicos y pri-
vados de distintos niveles socioeconómicos y niveles de educación
(secundaria y universitaria). Entre los y las 47 jóvenes se registró a
3 mujeres con hijos.
Como criterios de inclusión solicitamos: voluntad y disposición
para trabajar en el proceso de reapropiación corporal, así como
también, autonomía subjetiva a partir de la recuperación de eventos
autobiográficos, continuidad y sistematicidad para participar en
todas las sesiones. Se solicitó al grupo la firma de un consentimiento
informado, con la finalidad de resguardar criterios éticos y respaldar
el uso del material producido para efectos de la investigación.
Dentro de los tres casos de mujeres madre, se seleccionó el de
«Mujer cubista», ya que su historia refleja claramente elementos en
donde se hace carne la interseccionalidad y la sujeción de la mujer,
y cómo en el transcurso de su vida va construyendo agencia.

Producción de la información

Para la producción de información organizamos 10 sesiones


de trabajo de 3 horas cada una. El proceso completo se dividió en
4 fases: 1° fase) Construcción biográfica desde la infancia hasta
el momento actual en base a dimensiones como construcción del
género en la familia de origen, educación e información sobre pla-
nificación y prevención en sexualidad, experiencias en afectividad y
sexualidad; 2° fase) elaboración de líneas de vida en base a eventos
significativos y sus contextos socioculturales; 3° fase) elaboración
del mapa corporal en tamaño natural, y con libertad de creación;

88
«Mujer cubista»

4° fase) cierre: socialización de la creación en forma voluntaria y


autointerpretación.
En ese sentido, la emergencia de procesos emocionales y de
subjetivación de género se produce mediante iconografía, textos,
colores y dibujos, que dan cuenta de elementos simbólicos nucleares
en la experiencia del sujeto. En este caso utilizamos principalmente
interpretaciones cromáticas producidas desde la cultura andina
(Ávila, 2011; Dedrick, 2002), por su influencia en la cosmovisión
de la región de Antofagasta en el norte chileno. Esta nuclearidad
se sostiene en el concepto de «imagen corporal» (Guimón, 1999;
Raich, 2000), puesto que cada persona posee a nivel intrapsíquico
una imagen de sí mismo, que se activa y retroalimenta con la mirada
de otros y los discursos socioculturales que le sostienen.

Análisis interpretativo

El análisis interpretativo del material lo realizamos en tres


niveles: 1) Narrativa; 2) Gráfica; 3) Intrapsíquico (ver figura 1),
dando cuenta de una comprensión intertextual1. Utilizamos la in-
tertextualidad para dar cuenta de los múltiples juegos de lenguaje
presentes en la cultura y que se encuentra en los distintos niveles de
este modelo: la gráfica como un lenguaje, en que se analizan formas,
colores, líneas e iconografía; la narrativa, como lenguaje oral y es-
crito, donde se abordan cada uno con sus riquezas; y por último el
lenguaje de las emociones, proveniente del nivel intrapsíquico. Con
el lenguaje narrativo organizamos las redes que actúan entre sí, sin
que ninguna pueda imponerse a las demás.
El modelo de Mapas intertextuales propone un:

1. Tratamiento del corpus narrativo, que, a su vez, se compone


de las siguientes etapas:

1
Para llegar a esta versión me he inspirado inicialmente en los trabajos de Julia
Kristeva (1967), Jacques Derrida (1971) y Roland Barthes (1987).

89
Jimena Silva • Rosa Olmos Soto

1.1. Reconocimiento de productos de valor simbólico del proce-


so autobiográfico junto con selección de microtextos significativos
de acuerdo a los criterios de búsqueda o dimensiones a estudiar;
1.2. Organización de categorías de análisis;
1.3. Elaboración y organización de matrices analíticas, articu-
ladas con interrogantes del investigador;
1.4. Contrapunto teórico; y finalmente,
1.5. Integración y sistematización de microtextos y mapa cor-
poral elaborando una red intertextual compuesta de color, forma,
iconografía, textualidad y análisis teórico que genera conocimiento
nuevo (ver figura 2).

2. Proceso de autointerpretación, reinterpretación, intercambio


entre participantes e investigador, e interanálisis:
2.1. Retroalimentación a los participantes sobre el proceso
individual y grupal.
2.2. Reinterpretaciones, debate y contraste de propuestas de
interpretación del material entre los participantes;
2.3. Construcción de un modelo emergente de análisis intertex-
tual (ver figura 5).

Análisis interpretativo de hallazgos

Hemos organizado los hallazgos a partir de las siguientes cate-


gorías: 1) Tensiones frente a mandatos de género; 2) Restricción de
la sexualidad y el placer; 3) Malestar en la experiencia corporal de
la maternidad; y 4) Agencias corporales en tensión.

90
«Mujer cubista»

Figura 1. Mapa completo

91
Jimena Silva • Rosa Olmos Soto

En la gráfica general del Mapa (figura 1) se observa que «Mujer


cubista» utiliza cinco colores: blanco, rojo, naranja, negro y gris. El
rojo recubre todo el contorno del esquema corporal y se ubica en
el centro del cuerpo para acentuar dolor corporal en su discurso. El
rostro se grafica abierto, sin contornos que delimiten, bordeado de
cabello ondulado. Los rasgos se encuentran elaborados produciendo
una performance de carácter intenso, fiero en su expresión global.
Los ojos gatunos con una línea de pupila y de cejas hacia el centro,
se completa la expresión ceñuda con una boca cerrada y delgada.
Ha graficado el cuerpo en actitud de movimiento con un brazo
hacia la derecha y arriba; en la misma dirección se ubica la pierna
derecha. El que puede sugerir empuje a la superación y necesidad
de avanzar. En los análisis propuestos por el pensamiento feminista
contemporáneo, la noción de embodiment es traducida al español
como corporeidad o encardinación. Desde esta perspectiva, se plantea
que el cuerpo es el lugar íntimo donde la naturaleza y la cultura se
encuentran. El cuerpo ya no se trata más ni de un objeto puro ni de
un sujeto puro (Mcnay, 1999). A partir de esta lógica, la experiencia
subjetiva de «Mujer cubista» encarna los discursos desde la crianza
hasta la sexualidad, las hace texto y emoción.

Tensiones frente a los mandatos de género.

Mi mamá no me podía llevar, ya que se iba de viaje para


trabajar, y ahí quedé yo sola, con mi abuela que me retaba
[castigos] y me hacía callar cuando lloraba. No era para nada
tierna, me cuidaba sí, pero no se permitían las demostraciones
de afecto, nunca me hacían cariño. (9 años)

Las mujeres de las generaciones previas –madre y abuela–


encaran la sobreviviencia en un contexto de grandes necesidades
económicas a resolver, por tanto, la vida cotidiana se centra en la
supervivencia y en la rudeza de las interacciones a fin de lograr sacar
a su familia adelante. Este espacio simbólico en que se gestiona la
afectividad deja carencias a «Mujer cubista» lo que resiente e inter-
preta como un sentimiento de soledad y abandono.

92
«Mujer cubista»

Cuando yo preguntaba algo del sexo, ella me decía que


no había que hablar de eso porque era cochino, me quedaba
con la incertidumbre de por qué era cochino, pero prefería
no preguntar. (12 años)

De acuerdo al discurso de «Mujer cubista» se encuentran ten-


siones respecto a los mandatos de género y valores de la sexualidad
que ha compartido en su infancia, basados en un modelo restrictivo
para la expresión femenina del deseo y apropiación del cuerpo en
los discursos educativos promovidos por la abuela.

En el matrimonio de mi abuela con mi abuelo hubo infi-


delidad, pero cuando mi abuela lo cuenta, siempre lo justifica
diciendo que no importa porque él era hombre y siempre
aportaba económicamente al hogar y quería a los niños (…)
Siempre estuvo muy ausente, era comerciante, viajaba cons-
tantemente; cuando estaba en Antofagasta, la mayor parte
del tiempo estaba con sus amigos. Cuando murió, tuvo que
salir a trabajar como asesora de hogar [doméstico] mi mamá,
la menor, tenía cinco años y fue cuidada por la tía abuela.
(…) Cocaína era una de las cosas que traía de Arica para
venderla en Antofagasta. También consumía en el hogar, pero
ella no lo veía como un problema, lo tenía normalizado (…)
Mi papá también estuvo vinculado con consumo y tráfico.
Cuentan que lo pillaron con marihuana prensada que traía
de Calama (…) Éramos bien pobres, él era camionero y mi
mamá llegó solo hasta 2° medio, vivíamos todos juntos, con
mi abuela y mi tía abuela. Cuando murió, también en un ac-
cidente, yo tenía 7 años y ahí fue cuando mi mamá se volvió
comerciante y yo fui criada por mi abuela materna. (7 años)

Al momento en que mueren los esposos, las mujeres de la familia


asumen el rol de proveedoras y jefas, debiendo salir a trabajar con
precarias herramientas para encarar el trabajo asalariado y disminui-
das redes sociales en qué apoyarse, persistiendo así la feminización
de la pobreza y el empuje a sobreponerse a la adversidad. Las otras
mujeres de la familia tienen un rol clave en este último punto, ya que
gracias a la colaboración en el cuidado y protección de los hijos, las
madres, viudas, pueden acceder a un trabajo remunerado y cubrir
al menos necesidades básicas de la familia.

93
Jimena Silva • Rosa Olmos Soto

Hombros cansados, pero no derrotados. (…) Me fue re’


bien y el puntaje de la PSU me alcanzaba para todas las ca-
rreras que me gustaban. (…) Estaba súper contenta de irme
a estudiar a Valparaíso. En mi familia igual estaban todos
contentos y me apoyaban harto. (18 años)

«Mujer cubista» logra vencer el estereotipo de género reforzado


por las mujeres de su familia de origen, demostrando tener compe-
tencias para encarar la transición de un modelo de género de las
generaciones anteriores y trazar una ruptura, iniciando el camino
hacia la autonomía mediante la formación profesional.
Esta transición se relaciona con la propuesta de Butler (2001)
respecto a la relación sujeción-agencia, debido a su empuje a vencer al
amo interno que de acuerdo al contexto la llevaría a la domesticidad,
tomando en cuenta que ella sería la primera mujer universitaria de
su familia, que saldría del círculo de sujeción familiar, rompiendo
con la feminización de la pobreza en el que se ha criado.

Restricción de la sexualidad y el placer

Figura 2. Fragmento 1

94
«Mujer cubista»

En el mapa, si bien no grafica la vagina, sitúa en la zona un


discurso –«tu herencia cochina fue superada»– asociado a placer o
deseo, y en las metáforas que inscribe revela tensiones entre el avance
hacia la apropiación de sus sensaciones y la restricción: «cohibieron
mi expresión sexual, despertaron a “lo cochino” y “lo malo” por
un tiempo. Volviendo a ser enterrado y pronto les tocará su turno».
Sobre sus pechos: «Pequeñas compañeras, grandes amigas, gracias
por entregarme todo su placer». En las piernas, en el muslo derecho
se observa la frase: «Gracias por complacerme».

Pensé una época que me podían gustar las mujeres, no me


atraían los hombres. Las encontraba algunas más lindas que
otras, me gustaba mirarlas y pensar «qué linda» pero nunca
sentí un deseo intenso de estar con alguna (…). Hasta que a
mediados de primero medio [14 años], comencé a fijarme en
un compañero de curso.

Observamos que el deseo en «Mujer cubista» se desplaza entre


un objeto erótico femenino y masculino en su proceso de construc-
ción subjetiva y sexual, frente a mandatos obstructivos de la afec-
tividad y de las sensaciones corporales. El deseo se despliega y con
él, esta joven avanza hacia su autoconocimiento experimentando
emociones. Para este camino posee rudimentarios conocimientos,
lo que dificulta el descubrimiento de la identidad sexual.

Mi abuelo me decía «hay que disfrutar la vida pero tienes


que cuidarte». La voz del abuelo me ha marcado mucho, la
complicidad, (…) «hay que abrirse al placer», me decía. (15
años)
En segundo medio con 15 años (…) lo conocí, hasta que
atinamos [besos y caricias] por primera vez. Esta vez sí fue
con deseo de por medio, ya que estaba empezando a sentir
atracción por otras personas; también sentía curiosidad, me
preguntaba ¿cómo se sentirá?, ¿que pasará?, ¿será rico o no?
Sentía vergüenza. (15 años)

Ella logra avanzar por sobre las mujeres anteriores de su familia


[abuelas, tías y madre], acompañada de las conversaciones con el
abuelo, así logra un nivel de contrapunto pues esta figura masculina

95
Jimena Silva • Rosa Olmos Soto

adopta una posición discursiva más abierta a las posibilidades de


disfrute y experimentación del sexo, pero también sobre la necesidad
de autocuidado. Biográficamente en este punto es posible identificar
que su deseo la mueve hacia un objeto sexual masculino.
El abuelo emite un discurso que le abre opciones, pero este
requiere de un saber disciplinado del cuerpo que queda ausente a
nivel práctico. Ese discurso de apertura le favoreció la posibilidad de
realizar un trabajo personal con el orden normativo restrictivo, sin
embargo, en la implicación educativo-informativa queda obstruido
el camino de un conocimiento útil de cara al momento biográfico
y sus deseos sexuales.

Todo lo que tenía que ver con los órganos sexuales más
que nada o con la masturbación era cochino y malo. Lo que
sí me acuerdo cuando yo solía tocarme la vagina, por sobre
los pantalones, ella me decía que no [abuela], porque era malo
que me podía hacer una herida y yo me asustaba y lo dejaba
de hacer. (9 años)

El discurso da pautas para comprender que esta joven construye


subjetividad sexual entre un modelo de guiones conservadores [ver
fragmento 1] caracterizados por discursos sobre «lo malo y lo co-
chino» de la sexualidad [discurso de la abuela], y otro de apertura al
placer sin mayor orientación: «Hay que disfrutar la vida» [discurso
del abuelo]. En definitiva, estas pautas o guiones no le ofrecen he-
rramientas de autocuidado y encara el deseo llena de interrogantes
y rebeldía.
No se encuentran relatos que revelen que haya tenido educación
sexual en su educación básica y media; por la época en que estuvo
en el sistema educativo se infiere que no existía ningún programa
formalizado. Así inicia una vida sexual poco satisfactoria, con in-
formación precaria sobre sexualidad.

Fueron mis primeros encuentros de exploración mutuos


y cuando lográbamos estar solos nos devorábamos a besos.
Reconozco que con él fui súper apasionada y él conmigo
también. Nunca logramos tener relaciones sexuales, siempre
estábamos en espacios públicos. (16 años)

96
«Mujer cubista»

Encara el descubrimiento de su corporalidad, de las emociones


producidas por el deseo sexual, para que sus primeros encuentros
sean ocasionales o estables, con poco o nada de conocimientos, que
les facilite un autocuidado integral y comprender sus emociones
o deseos sexuales. Junto con esto se suma la falta de espacios en
donde expresar la intimidad sexual, lo que dificulta los procesos de
exploración, manifestándose el pudor y la vergüenza por sobre el
placer sexual.
Desde el análisis intertextual, en el nivel gráfico del mapa de
«Mujer cubista», encontramos rojo en todo el contorno, lo cual
ilumina la interpretación del conflicto entre despliegue y restricción
del deseo. El rojo emerge como uno de los colores más arquetípicos
en la simbología cromática, pues simboliza dos elementos vinculados
a experiencias básicas: fuego y sangre. Interpretado en contraste de
afectos y placeres, dolor o pasión; timidez y enamoramiento.
En este caso, el rojo da cuenta de la pasión juvenil, las emociones
asociadas al deseo en el inicio de la vida sexual, la timidez frente al
sujeto de la excitación y la ignorancia con que encara la experiencia.
De acuerdo a lo referido en una reinterpretación de «Mujer cubista»,
este contorno en rojo es una coraza que no permite exteriorizar ni
recibir fácilmente afectos, relacionándose con la dinámica interge-
neracional de la inhibición de emociones y afectos para hacer frente
a la rudeza de la vida.

Nunca le conté a mi mamá de los andantes [parejas oca-


sionales] que yo tenía; no teníamos la costumbre de conversar
sobre las cosas que nos sucedían, sobre todo si eran del área
afectiva. Ella era bastante alterada y estaba segura que si
contaba algo que a ella no le gustaba, me iba a castigar.

De acuerdo a los estudios revisados, muchas jóvenes como «Mu-


jer cubista», no logran establecer un nivel óptimo de comunicación,
confianza y diálogo con sus madres, padres o educadores, iniciando
su vida sexual desde intuiciones o con información que comparten
con sus pares o las encuentran en las redes sociales. El núcleo cen-
tral de esta etapa biográfica consiste en la distancia afectiva con la
madre: «Yo ya no respetaba los castigos y me arrancaba, como ella

97
Jimena Silva • Rosa Olmos Soto

[madre] no estaba, me acuerdo que mi abuela se ponía renerviosa,


pero casi nunca me acusaba».

En enero de ese año carretié harto, me tenía que despedir


de todos mis amigos. Con «A» aprovechamos ese mes al
máximo para estar juntos, con él tuve mi primera relación
sexual, a los 17 años. Ambos sabíamos que todo terminaba
una vez que yo me fuera a Valparaíso a estudiar.

En ese sentido, entre la juventud del contexto cultural del norte


de Chile se encuentran actitudes de rebeldía, oposición y prácticas
hacia nuevas formas de relaciones similares a las de esta joven, las
cuales no se acompañan de una educación sexual de calidad.

Esta experiencia [inicio sexual] no fue como yo esperaba


que fuera la primera vez. Sí tenía hartas ganas y curiosidad
de hacerlo pero igual me dio un poco de miedo porque no
fue ni en una pieza ni en una casa, sino que fue al aire libre;
fue en una playa. Además, él apenas lo puso, eyaculó al tiro.

La iniciación en la vida sexual no planificada y sus expectativas


sobre este momento no coinciden. «Mujer cubista» logra dar un
paso adelante en la búsqueda de su satisfacción sexual y amorosa,
sin embargo, en esta experiencia debe encarar emociones opuestas,
por un lado, la expectativa de excitación y placer, y por otro, la frus-
tración producto de la eyaculación precoz de su pareja, dejando en
suspenso su excitación y deseo en esta primera experiencia sexual.

Malestar en la experiencia corporal


de la maternidad

En ese tiempo andaba con la menstruación irregular, así


que no me preocupé mucho cuando no me llegó la regla. En
vista que pasó el tiempo y no me llegó me hice un test de em-
barazo y salió positivo [1er hijo]. Le conté a «A» [pareja], su
reacción fue de mucho asombro. Hablamos de la posibilidad
de abortar, pero yo no quise. Me dieron oportunidad [la ma-
dre apoya] de seguir estudiando en Valparaíso, yo no quise
quedarme, extrañaba mucho a «A». (18 años)

98
«Mujer cubista»

Figura 3. Fragmento 2

Podemos observar que en el inicio sexual «Mujer cubista» no


conecta la actividad sexual con la posibilidad de un embarazo. Aún
con la opción de interrumpirlo y seguir con sus estudios que le
abrirían oportunidades de movilidad social, decide continuar hacia
la maternidad. La pareja adopta una posición pasiva, delegando la
decisión en ella. En esta joven el embarazo la sitúa en una interrup-
ción de la agencia inicial; a partir de allí se ubica en consonancia con
el discurso hegemónico que vincula a las mujeres, por un lado, con
un destino y, por otro, con la naturaleza, encarnando la ecuación
maternidad = mujer (Saletti, 2008; Badinter, 2006), lo cual resulta
coherente con la precarización, rudeza y orientación al cuidado
compartido con las mujeres de su familia.

[Después del 1er hijo] Retomé de nuevo la universidad,


lo que provocó conflicto entre «A» y yo, él quería que estu-
diara cuando mi hijo estuviera más grande, pero no esperé.
Afortunadamente pronto se acostumbraron los ánimos y él
lo aceptó. Se me hizo bien difícil estudiar y preocuparme del
hijo, solo me ayudaba mi mamá y mi abuela.

99
Jimena Silva • Rosa Olmos Soto

«Mujer cubista» asume «lo materno» como una condición


femenina, apoyada por las mujeres de la familia, con el padre de
su hijo distante y menos comprometido. Discursivamente «mi
hijo» alude a una dinámica históricamente reiterada en las mujeres
latinoamericanas del asumir una maternidad como condición de
responsabilidad y sacrificio. En el joven padre se observa que se
posiciona en una paternidad opuesta al rol de proveedor del modelo
androcéntrico minero.
Sobre el nivel gráfico, «Mujer cubista» expresa simbólicamente
su experiencia corporal con la maternidad y los mandatos de la
cultura: dibuja líneas blancas irregulares y entrecortadas sobre su
vientre, en un primer plano usa el negro, luego sobre el negro repasa
con blanco. Estas marcas representan las estrías que cortan la piel
del abdomen-cuerpo. Resulta interesante el uso del blanco sobre el
negro de las estrías, donde dicho color, en el mundo simbólico de
Los Andes, se asocia al deseo de prestigio y luminosidad.
Parece una representación del deseo de iluminar esta zona de
su cuerpo, darle otro valor, más allá del malestar estético que re-
presentaría el negro. En el mundo andino el blanco es de carácter
femenino, asociado a la tierra, al agua y al trueno; en la iconografía
de las estrías, estas semejan rayos. En Kopptiz (2006), las líneas
entrecortadas dan señales de un nivel de inseguridad y baja autocon-
fianza, precisamente el discurso ofrece un refuerzo de esta vivencia
asociada a lo corporal-sexual.

[Estrías] cohibieron mi expresión sexual, adornos ingratos


que cohíben mi sexualidad y mi juventud. Después del parto,
cuando llegó el momento de tener la primera relación sexual
yo no quise seguir, me acuerdo que él trató de sacarme la
polera y se me pasaron las ganas, no dejé que me la sacara.

Entre la gráfica y el discurso se proyecta un conjunto de procesos


que van desde la melancolía por su anterior imagen corporal, pa-
sando por una posición de mayor apertura, llegando a la autonomía
corporal-sexual, donde decide establecer límites en la relación sexual
en busca de su bienestar psicosexual. El blanco en su mapa corporal
es autointerpretado precisamente como un vaivén entre sus deseos y

100
«Mujer cubista»

la restricción que se autoimpone por las marcas que no quiere dejar


ver, o que su pareja vea. Ella recuerda:

Las estrías no me gustaban pero mi pareja me daba a


entender que a él no le importaba que las tuviera. Siempre
me decía esto y fue súper comprensivo, así que yo me fui
sintiendo mejor y lo que más ayudó a que dejara de lado un
poco el asunto de las estrías fue que igual me sentía deseada
por él. Era como que no le importaba mucho cómo estuviera
físicamente. Así que poco a poco fui como «destapándome»
más frente a él y me permití nuevamente sentir deseos en una
relación sexual.

«Mujer cubista» avanza hacia el reapropiarse de su cuerpo y


sus sensaciones placenteras, en una búsqueda de satisfacción, de
agencia corporal, de control de sus emociones sexuales. Al utilizar
esta noción, tomamos en cuenta la perspectiva de Teresa del Valle,
quien considera la agencia como el paulatino empoderamiento del
sujeto «un proceso por el cual las personas oprimidas ganan control
sobre sus propias vidas tomando parte, con otras, en actividades
transformadoras de la vida cotidiana y de las estructuras, aumentan-
do así su capacidad de incidir en todo aquello que les afecta» (Del
Valle et al., 1999: 61). El empoderamiento, según Mari luz Esteban
(2004), es siempre corporal.
En la vida de «Mujer cubista», la maternidad se convierte en un
ancla al centro de su existencia. En ese plano, cobra sentido el contorno
rojo de su mapa corporal, si se asocia con la intensidad del conflicto
por la falta de la sangre menstrual; sus embarazos no planificados,
vinculados a culpa y emociones conflictivas entre ella y su pareja.
Es importante señalar en este punto que la maternidad se cons-
tituye en una articulación compleja de aspectos biopsicosociales,
políticos, étnicos, de clase, entre otras implicaciones, donde se com-
prometen significados que el contexto ha construido para este evento.
Contiene los aspectos de las emociones conscientes del sujeto, las
dinámicas inconscientes individuales y colectivas, donde lo real, lo
imaginario y los simbólico se amalgaman de manera fundamental
con las creencias y costumbres (Tubert, 2011).

101
Jimena Silva • Rosa Olmos Soto

Respecto de esta compleja articulación en el relato de su mater-


nidad, emerge dolorosamente el recuerdo de días que:

Fueron súper agotadores y dolorosos, dormía mal porque


tenía que darle el pecho tres veces en la noche, me dolían
los pechos. Lo peor de todo era verme como había quedado
físicamente, me encontraba horriblemente gorda y mi vientre
piernas y caderas llenas de estrías enormes y oscuras. No
me gustaba verme al espejo, me sentía súper mal, añoraba
volver a tener mi cuerpo de antes, pero era imposible borrar
esas estrías.
El blanco de las estrías es porque es lo que más detesto
de mi cuerpo, asociado a todo lo que no soy. No me siento
identificada ni con la pureza ni con un ser angelical. Por eso
no me gusta el blanco.

La maternidad conlleva una experiencia melancólica en «Mujer


cubista». Este proceso es graficado en su mapa mediante la utilización
del color blanco. En la cosmovisión andina este se articula con vida,
semen, leche, grasa corporal, elementos nutricios producidos por el
cuerpo y que a nivel simbólico protegen, recubren, garantizan vida
(Carrasco y Gavilán, 2009; Turner, 1999). Por otro lado, existen
interpretaciones opuestas en la cultura China, donde el blanco se
asocia a luto, duelo y aflicción (Heller, 2008). Así vemos a «Mu-
jer cubista», ubicada en una constante tensión dialógica viviendo
psíquicamente un duelo ante la pérdida de lo que ella considera su
belleza corporal, el dolor de sus pechos en el inicio de la lactancia
y las huellas en su vientre.

Estábamos pasando por distintos conflictos con «A»,


cuando quedé embarazada de mi segundo hijo, para mí fue
lo peor que me podía pasar porque tampoco fue planificado,
estaba tomando pastillas anticonceptivas. Posteriormente
me explicaron que fue por un cambio en el tipo de pastillas.
El deseo de «A», por tener otro hijo se había cumplido, yo
no sentía lo mismo, me sentía derrotada, sentía que así él me
tendría «atada» bajo control, solo para él y sus hijos.

102
«Mujer cubista»

Entre los 19 y los 27 años asume tres embarazos y en su vida


de pareja no logra compartir la responsabilidad de la crianza con su
compañero y padre de sus hijos, y se observan emociones intensas
de malestar por el sentimiento de restricción y atadura a la materni-
dad. Luego de su primer embarazo, utiliza métodos anticonceptivos
para planificar su maternidad, una práctica que da cuenta de una
«intención» que no le da resultado de reorganizar su vida académica
ni tampoco de evitar embarazos.

No sabía cómo hacerlo con la universidad, con mis hijos


y el consumo drogas por parte de «A». En una ocasión el
consumo lo llevó a desaparecer por más de una semana;
cuando volvió, casi lloro al verlo, estaba aún más delgado,
unas ojeras muy marcadas, sus pómulos muy sobresalidos.
Reconoció que estaba «metido hasta las hueas en cagás de
drogas» esas fueron sus propias palabras.

El vínculo de apego por parte de la pareja hacia ella y a los hijos


es evitativo y egocéntrico, y se concentra en sus propios intereses y
desvaríos, no respondiendo a la necesidad de un lugar activo en la
paternidad. Ella intenta avanzar en sus estudios; sin embargo, este
será un proyecto no acabado que le retrasará su formación profe-
sional y una mejor calidad de vida.
En ese sentido, se identifica un agenciamiento truncado, donde
el lugar de madre en soledad se superpone a sus intereses personales,
coincidiendo transversalmente en las tres generaciones mencionadas
por «Mujer cubista» (abuela, madre y ella). Junto con esto, interge-
neracionalmente está presente el patrón de parejas abandonadoras,
desvinculadas de la crianza de los hijos que utilizan el tráfico y
consumo de drogas como un medio para ejercer y demostrar poder
en sus contextos de socialización masculinos.
Este conflicto logra reflejarse a nivel cromático en el uso del
rojo presente en la gráfica del mapa, el cual comprime al cuerpo y
se focaliza en el medio del estómago, metaforizando la expresión
de la ira. El rojo representará la expresión de rabia, vergüenza y la
búsqueda de libertad; descontrol del enojo u odio (Heller, 2008).

103
Jimena Silva • Rosa Olmos Soto

Agencias corporales en tensión

Siempre me gustó leer, pero es en este periodo [13-14 años]


en donde intensifico este hábito. Me acuerdo que juntaba
hasta los diarios para leerlos, era fanática de los cuentos y
me encantaba coleccionar libros y revistas.

Figura 4. Fragmento 3

El fragmento 3 del mapa presenta elementos proyectivos que


otorgan pistas sobre procesos de agencia y sus obstáculos. Presenta
una cabeza construida de discursos que revelan sus preocupaciones
afectivas. Los discursos se refieren a hombres relevantes en su vida,
pueden ser los hijos o parejas. Los ubica simbólicamente en el lugar
interpretado como el mundo de las ideas, el conocimiento, y desde
una perspectiva de la crítica feminista en la cabeza-saber que en el
modelo androcéntrico se ha considerado un atributo masculino.
El rostro se grafica sin contorno, con un cuello de solo un trazo,
dejando una conexión abierta entre la cabeza y el resto del cuerpo.
«Mujer cubista» de este modo vincula sus ideas y sus prácticas como
un proceso en permanente construcción, en tensión con su impulso
coartado hacia la agencia.

104
«Mujer cubista»

El cuello oculto bajo el cabello suelto da algunas pistas sobre


procesos afectivos inmaduros, impulsos que le dificultan el manejo
de conflictos. A la vez, una resistencia a la restricción que le empuja
hacia la autonomía y que emerge una y otra vez situaciones como:
«Ansiedad fuera de mí»; «hombros cansados, pero no derrotados»;
«hay que tener cuidado con los sentimientos».
Sobre su cabello señala:

Torbellinos silenciosos que se enredan, juegan con el


viento, libres como el mar, regalones y gemelos de mi alma,
oscuros y silenciosos como mis secretos, son mis mejores
representantes, nunca dejen de ser como son.

El cabello en cascada ondulante sugiere además una orienta-


ción a la seducción y al deseo de deslumbrar por su apariencia, en
una actitud performática en busca de autonomía para su deseo. Así
también sobre el cabello señala: «Oscuros y silenciosos como mis
secretos». Los cabellos, como símbolo poseen importantes con-
notaciones culturales. Michelle Perrot (2009) interpreta que una
melena suelta que resalta entre los pueblos antiguos poseía cierta
connotación de niña salvaje.
Más aún, en la historia de las culturas, el cabello desatado y
visible se vinculó con desorden o desobediencia al mandato de la
autoridad. Para lograr el control, o la obediencia, las madres o edu-
cadoras cortaban los cabellos, los trenzaban estirados y apretados
para domesticarlos. A pesar de los obstáculos, «Mujer cubista» no
es domesticable, se resiste, cae y avanza.
Identifica partes de su rostro con sensaciones eróticas, en la boca,
por ejemplo, «vecina de mis besos» y en señales identitarias cerca
de los ojos o ligado a pensamientos ansiosos –«mi Yaya» [abuela]–.
Es decir, «Mujer cubista» deja una huella sobre el mapa, de
aquello que no puede revelar; su oposición a las restricciones de la
voz de la abuela, se embaraza a los 19 años, proyectando algún nivel
de desobediencia al orden sexual impuesto a las jóvenes en la socie-
dad estudiada. Luego, aun con un importante potencial intelectual
e inquietudes académicas, no concluye su formación universitaria,

105
Jimena Silva • Rosa Olmos Soto

generando una serie de conflictos interpersonales con su familia y


su pareja.

Figura 5. Modelo emergente de analisis intertextual


Modelo emergente de análisis intertextual

Antecedentes: 16 millones de mujer, estudian-


mujeres menores de 20 años te, 27 años
son madres en países en vías Estudio de caso
de desarrollo, abandonando lugar de naci- contexto so-
sus estudios y aumentando miento: ciocultural de
la feminización de la pobreza Antofagasta predominancia
minera y an-
3 hijos
drocentrado
soltera
Construcción de corpora- línea de vida
lidad, maternidad y sexua- Modelo metodo- análisis
lidad juvenil. Un estudio lógico de produc- autobiografía intertextual
de caso ción y análisis
mapa corporal

Hallazgos

1. tensiones frente a mandatos de género


2. restricción de la sexualidad y el placer

Deserotización /
maternidad
3. malestar en la experiencia
corporal de la maternidad Presión de los ideales de
belleza en la
subjetividad

Trabajo con mandatos y normativas


de género restrictivas

Deconstrucción / agencia de mandatos y


autonomización del deseo

Agencia 1
Oposición a modelos normativos
de belleza

Agencias Agencia 2
personales Recuperación de sensualidad
subjetiva

Agencia 3
Reconocimiento del cuerpo

106
«Mujer cubista»

Discusión

«Mujer cubista», en su rebeldía u oposición al mandato, busca


satisfacción, y saltar el obstáculo normativo: «lo superado» como
parte de su paulatino trabajo con la norma social. Reconoce la in-
terpelación de los mandatos del cuerpo y la sexualidad juvenil; sin
embargo, también reconoce la necesidad de vivir sus deseos sexuales
en un empuje hacia una liberación que ella misma boicotea. Inicia
su vida sexual con vacíos fundamentales sobre el autocuidado de
su cuerpo y la planificación de la maternidad.
Estos desplazamientos, en una joven universitaria con formación
política, ofrecen pautas de cierta agencia de resistencia hacia la inde-
pendencia personal, que de una u otra forma es también su obstáculo
hacia la autonomía que buscaba en su primera etapa juvenil.
Si bien en la región minera donde se ha construido mujer, el ser
madre le otorga un lugar simbólico diferente al de la niña, un cierto
prestigio, también le significa la sobrecarga del modelo sexo-género
que se impone y retrasa sus objetivos de independencia: término de
su profesión e ingreso al mundo laboral remunerado. Su búsqueda
se expresa en lentas trasformaciones en sus relaciones de intimidad;
sin embargo, la maduración individual no es acompañada de una
evolución subjetiva del modelo de masculinidad hegemónico en su
pareja, por lo que ella asume la responsabilidad materna en soledad
con todas sus complejidades.
El cuerpo de «Mujer cubista», como territorio parlante (Butler,
2001), ha producido discursos sobre sus múltiples experiencias, estas
se han cargado con las inscripciones culturales del contexto minero
donde se ha desarrollado su subjetividad sexual y de género. A través
de su mapa corporal, pudimos acceder a sus mundos simbólicos y
aproximarnos a su experiencia materno-corporal.
Entre las voces significativas, encontramos las de una abuela y
un abuelo puestas en tensión frente al orden normativo, lo que le
deja una vía de escape hacia la agencia (Butler, 2006). Sin embargo,
no escapa con suficientes herramientas para la planificación ni el
autocuidado corporal, sexual, ni afectivo. «Mujer cubista» queda en
una posición desfavorable en las relaciones de género, se ve forzada

107
Jimena Silva • Rosa Olmos Soto

a desplazar proyectos profesionales propios para encarar una ma-


ternidad no planificada.
Los avances en agencia que le facilitaron despegar desde el mo-
delo restrictivo hacia la búsqueda de una sexualidad satisfactoria,
a partir de los 19 años se complejizan con las huellas corporales
dejadas por una triple maternidad que le llevan a perder seguridad
sobre su autoimagen estético-corporal. Si bien pasa un periodo de
ocultamiento del cuerpo, sus posibilidades reflexivas le abren paso
paulatinamente hacia la recuperación de su capacidad erótica.
A partir de la autointerpretación y el análisis intertextual de
narraciones y colores, hemos observado cómo sus afectos, sensacio-
nes y recuerdos en un periodo importante de su vida colonizaron su
cuerpo con guiones sexuales y de género restrictivos (Ganon y Simon,
2001). En este caso comprendemos el uso del negro desde una sim-
bolización positiva, y el color blanco y rojo toman en conjunto esa
carga negativa que representa al negro, por lo tanto se genera una
dinámica de dolor y culpa situado en el abdomen cómo un espacio
del territorio corporal en donde se han graficado las interpelaciones
y sujeciones de la maternidad y la erotización.
Analizar este caso nos ha permitido comprender como se desa-
rrollan las ideologías sobre la vida íntima y sexual de una joven de
escasos recursos, donde se pueden encontrar los obstáculos para la
planificación de la maternidad y el autocuidado corporal, articula-
dos a una precarización en la educación sexual formal, soledad y
autonomía en la experiencia de inicio sexual.
En una región minera como Antofagasta, es necesario tomar
en cuenta el poder que la mujer adquiere al asumir ser madre. La
pareja y los hijos en esta cultura constituyen emblemas de prestigio,
puesto que representan la estabilidad y también el empuje hacia la
familia de tipo nuclear, aquella que sienta las bases de la sociedad
conservadora.
Sin embargo, también desde posiciones más críticas, en distintas
regiones del mundo la noción de maternidad se ha situado como una
«función social» y, para algunas corrientes del feminismo, incluso,
una «posición política» en tiempos de luchas por los derechos de las

108
«Mujer cubista»

mujeres. Desde esta posición el ejercicio de la maternidad ha sido


una forma de hacer política, puesto que a las que son o pueden ser
madres no se las debe privar de derechos civiles, sociales y políticos
(Marcús, 2006). Así también esta corriente feminista ha sido plena-
mente consciente del doble carácter de la maternidad: valiosa para
la libertad, valiosa para la opresión.

Conclusión

Así como le ocurrió a «Mujer cubista», su caso permite visibilizar


la permanencia del mandato a la maternidad y la precariedad de la
educación sexual basada en derechos, ambos se encuentran como
fantasmas que amenazan una de las experiencias más importantes
en las biografías de los grupos de mujeres menores de 19 años, con
énfasis en contextos empobrecidos.
La tendencia hacia la feminización de la pobreza en madres jó-
venes; a pesar de la disminución de los índices de pobreza general en
Chile (Gobierno de Chile, 2014), entregan indicios que las políticas
públicas implementadas en cuanto a favorecer la equidad de género
no están entregando los resultados esperados.
Es por esto necesario en las ciencias sociales una profunda re-
visión teórico-metodológica, a fin de comprender la complejidad de
la sexualidad y corporalidad femenina en contextos empobrecidos y
diseñar intervenciones efectivas en las comunidades de mujeres jóve-
nes. Es preciso deconstruir una serie de paradigmas y metodologías
con los que se construyen y analizan los hallazgos sobre sexualidad
(Llanes, 2012), para recuperar las historias de las mujeres y sus
vivencias afectivo-corporales.
Así también, atender e incorporar las propuestas de los distintos
estudios latinoamericanos que dan cuenta que la maternidad en
edades tempranas de una mujer ha sobrepasado las explicaciones
dominantes que la ubican como un problema social. Resulta urgente
para los países en desarrollo analizar y comprender la persistencia
de la maternidad en sectores socioeconómicos cada vez más espe-
cíficos (Menkes, 2008; Llanes, 2012), que requieren articular las

109
Jimena Silva • Rosa Olmos Soto

interpretaciones al género, la etnia y la clase social, junto con la


expresión del deseo de maternidad en jóvenes menores de 19 años,
vinculado a un proyecto de pareja y de vida (Durand, 2005; Nóblega,
2009; Montenegro y Pacheco, 2010; Llanes, 2012).
La historia de vida de «Mujer cubista» nos ofrece una oportu-
nidad para escuchar el lenguaje corporal que puede ser también la
experiencia otras mujeres. En este plano, la dimensión gráfica y na-
rrativa del modelo de investigación Mapas Intertextuales Corporales,
le ha facilitado el autorreconocimiento y autoanálisis de aquellos
procesos de construcción subjetiva seleccionados. Este análisis nos
permite comprender e integrar nudos conflictivos revelados en su
proceso proyectivo-corporal sobre relaciones de pareja, sexualidad
y maternidad.
En relación a esto, es importante indicar que una de las debili-
dades de este estudio justamente es delimitarse a profundizar en el
análisis de un solo caso; si bien se logró ahondar en los niveles gráfi-
cos, narrativos e intrapsíquicos; es necesario que en futuros estudios
se pueda profundizar en las subjetividades materno/corporales en
contextos empobrecidos de grupos de mujeres y así lograr identificar
y comprender nudos y formas de construcción de agencias comunes.
A través de esto, es posible codiseñar intervenciones más
efectivas, haciendo partícipes a las mismas mujeres en procesos
de acompañamiento para lograr la autonomía, empoderamiento y
agenciamiento corporal.
Una segunda limitación de este estudio fueron las interrupciones
para llevarlo a cabo y el tiempo requerido para finalizarlo. Estas
pausas justamente tuvieron origen en la incompatibilidad de la
maternidad y el desarrollo profesional en el sistema androcéntrico,
en el que «Mujer cubista» se construye como madre y trabajadora.

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113
En este capítulo encontrarán aplicaciones del
modelo Mapas Intertextuales inspirado en la noción
de «poder ver» con otras, posición que ha caracteri-
zado nuestra preocupación constante por descubrir
caminos para alcanzar nuevos conocimientos desde
una perspectiva crítica. Esta selección de relatos y
Mapas contribuye a descubrir las voces del cuerpo,
que buscan autonomía.
En los grupos, participaron mujeres trabajadoras
residentes en el contexto minero de las nueve comu-
nas de la Región de Antofagasta: profesionales con
participación política, educadoras, actrices de teatro,
comerciantes, del comercio sexual, mujeres privadas
de libertad, todas con hijos e hijas, casadas, solteras y
divorciadas. Sus Mapas le otorgan poder a este libro.

117
Mapeando el cuerpo femenino en el trabajo

Mapa corporal Mariposa

Bueno, yo escribí todas las cosas que pasé cuando era niña,
después ahora presente, me da un poco de pena, sí. A los diecinueve
años quedé embarazada de mi hijo; bueno, yo no quería ser mamá
en ese tiempo, yo quería estudiar, pero fui mamá. Acá en mi corazón
tengo a mis hijos; son lo más hermoso para mí. En mis relaciones
lo pasé muy mal, después conocí a otra persona e igual, entonces
ya no creo en el amor. Bueno, después de todo eso, con lo que he
pasado ahora me siento libre, por eso dibujé una mariposa porque
la mariposa es libre, vuela; ahora yo me siento libre, estoy bien,
estoy con mis hijos. Ya no hay nadie que me diga: «¡No!, no hagai
esto».Tengo un hijo que se metió en la droga, bueno ahora él está
saliendo de a poquito; él esta en el regimiento ahora, pero estas son
las cosas que me pasaron a mí, cosas malas, pero de todo eso uno
aprende, y ahora puedo salir adelante nomás.
Yo me acuesto así en la noche, porque me siento más cómoda
así de guatita. Toda mariposa antes de ser mariposa fue gusano, pero
para volar tienes que transformarte, y eso es ser valiente, ser fuerte.
Esa mariposa va a volar, tiene que volar hacia algo mejor, a una
estabilidad, a algo grande. Tener más fuerza para hacer lo que yo
quiero. Antes yo pensaba tener una pastelería, tener un negocio; eso
es lo que quiero, porque mis manos hacen tortas, pasteles y con el
corazón, porque de ahí nacen las cosas.

118
Mapeando el cuerpo femenino en el trabajo

119
Mapeando el cuerpo femenino en el trabajo

Mapa corporal Soñadora

Este es mi cuerpo, yo voy a empezar desde acá, de mi cabeza, o


sea, lo que es la mente, desde que me levanto, cuando me acuesto,
o sea, mis pensamientos. La preocupación en mi mente, tanto en el
diario vivir como en el futuro, es tener mi casa algún día, por la que
estoy luchando ahora, y que mi hija logre sus sueños, tengo un nieto
de tres años. Lo que yo veo en mi nieto y he visto en muchos niños;
es que hoy en día pasa en mi población, que las mamás los mandan
a la calle a jugar, son las doce de la noche y siguen en la calle. Mi
nieto no; él está en la casa, él no sale jugar, entonces mi hija dice que
lo mando mucho, que no lo dejo ser libre, pero ¿por qué? Porque
tengo miedo a que le pueda pasar algo, porque aparte a él también
le hacían bullying, le pegaban en el colegio, no se sabía defender. O
sea, igual yo quiero que mi nieto sea alguien en la vida más adelante
cuando crezca, todo el tema, ustedes me entienden ¿cierto? Y también
puse que está en mi mente que mi abuelita se me puso mal, le dio
un infarto, entonces pasé toda la noche en el hospital.
Mi marido, mi pareja que lleva 12 años conmigo, igual me pre-
ocupa que no le falte el trabajo. Tampoco yo ni él queremos grandes
lujos pero igual que no nos falte; yo siempre he dicho, que no nos
falte para comer.
Por dentro soy una buena persona, puedo ser mejor persona que
la que me hace burla por mi cara. De repente me dice: «¡Tú no usai
buenas cremas!», y yo quedo con dolor porque no tengo la plata
para comprarme buenas cremas. Yo me siento bien, eso es lo bueno
que yo me sienta bien, entonces de hecho mi marido me dijo: «¿Por
qué pusiste arrugas en el mapa?». Porque tengo arruguitas en mi
cara, no me puedo poner perfecta, ¡si tengo que colocar también mis
defectos! No puedo ser una modelo. Él dice: «No, si tienes razón en
todo caso; yo siempre he dicho usted tiene que quererse como es.»

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Mapeando el cuerpo femenino en el trabajo

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Mapeando el cuerpo femenino en el trabajo

Mapa corporal Volando

Puse lo que es mi infancia: fui hermana mayor de seis hermanos,


y lo que eso implicaba era asumir mucha responsabilidad desde chica.
Mi mamá tuvo sus seis hijos, uno detrás de otro; entonces sentía que
no se la podía con los seis, porque además de ama de casa también
tejía y trabajaba y el rol de mi hermana segunda y yo era cuidar a mis
otros hermanos. Algo que se reflejaba en mí como persona chica es
que era muy responsable y siempre trataba de sobresalir en el colegio
y todo, a pesar de que mi hermana, la segunda, era la más revoltosa y
yo era la más tranquila y siempre nos comparaban, «mira tu hermana
cómo es»; era la más inteligente y la otra la más burrita. Ella, como
es la más tontita y siempre nos andaban comparando, y eso creó
una rivalidad entre nosotras dos que duró hasta cuando ella tuvo
su primera hija ya, casi a los dieciocho años. A esa edad yo tuve tres
etapas en mi vida bien marcadas, en mi infancia y adolescencia igual
porque en esa etapa yo sufrí de acné. Me acuerdo que tenía la cara
muy marcada con acné a pesar que siempre tenía un buen cuerpo y
era más delgada, y todo me daba vergüenza, mostrarme, pero en todo
ese proceso, yo tenía un grupo y todos decían que yo, terminando
el colegio, iba a ser religiosa y estuve diez años en el convento, fui
misionera; lo puse en la parte de arriba del mapa porque siempre
fue como mi ideal, quiero ser religiosa, servir a los demás, me la pasé
así haciendo misiones en todo Perú y en parte de Latinoamérica y a
los veinticinco años decidí retirarme, ¡me enamoré! (risas). No, no
me enamoré, fue una opción personal puesto que fue una época en
el año noventa que Perú vivió una fuerte crisis económica; entonces
nosotros como religiosas teníamos muchas cosas, y comenzamos a
repartir a la gente en contra de la decisión de la madre superiora.
En cierta forma estábamos robando para ir a darles a los pobres;
entonces entramos a un juicio y toda la cuestión y al final, eso me
causó una gran frustración y decepción porque yo decía: «¿Por qué
no compartir?» Bueno y fuimos a un juicio como de un año que
tuvimos, ¡lo ganamos nosotras!.

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Mapeando el cuerpo femenino en el trabajo

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Mapeando el cuerpo femenino en el trabajo

Mapa corporal Fuego

Yo en realidad estoy agradecida de estar acá; preparé una ex-


posición de treinta minutos con un vídeo y un poema y todo, mi
característica peculiar. A mí me gusta hablar desde muy chiquitita,
en la primaria yo declamaba siempre hasta la secundaria, en un
momento de mi vida me pasó lo que me pasó y retrocedí y retrocedí.
He dibujado a una mujer en posición fetal porque tengo aquí
el pasado, el presente y lo que me gustaría en el futuro. Yo podría
decir para resumir todo que yo he vivido rápido, yo he corrido, he
escuchado cada exposición, historias de vida fabulosas, he vivido
mi propia vida. Al comenzar he preguntado a cada una de dónde
eres, «¿de dónde eres?», porque yo soy peruana, soy extranjera,
entonces tengo un pasado y lo he puesto así de negro porque yo sí
he abierto esas puertas y lo he hecho a partir del 2012. No ha sido
fácil, no está siendo fácil, estoy trabajando día a día en ser yo una
persona proactiva, una persona que pueda recuperar su autoesti-
ma; estoy recuperando mi autoestima porque yo antes no me creía
bonita, siempre parada detrás, he trabajado siempre detrás, ¿no?.
En mi pasado desde chiquitita, para empezar, con mi nombre yo lo
quería borrar, cuando Jimena dijo hay que trabajarlo yo dije ¡no!,
pero después dije ¡no, soy yo! R. R. No me gustaba R. porque era
muy fuerte, mis hermanos crecieron orgullosos de ese apellido, yo
decía R. pa, pa, pa (emulando golpes fuertes), como dicen bullying,
era R. no y R. era muy común, o sea R. era el nombre de mi abuela
y mi hermano se llamaba J.; yo soy hija de un parto gemelar, soy
melliza. Tengo mi otra mitad que es todo lo opuesto a mí; yo soy
extrovertida me gusta hablar, tuve un pasado lleno de juicios, cul-
pas, enojos, miedos, exigencias, autoexigencias, autoculpas, juicios
infundados. Al final, me terminé quebrando, fui traicionada, fui
engañada, mentí, me mintieron, tuve relaciones fallidas, no puedo
decir que fui un ángel, tuve muchas relaciones, pero ¡pucha!, no sé,
creo que era un pastel, no lo podía evitar, tú dices ¡no! y dices con
este puede irme bien.

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Mapeando el cuerpo femenino en el trabajo

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Mapeando el cuerpo femenino en el trabajo

Mapa corporal Artista

Nací en 1945, aunque acá le pusieron 1946. ¿Por qué?, porque


yo tenía como tres años cuando me inscribió mi padre. Yo fui muy
regalona de mi papá, mi padre falleció cuando yo tenía cinco años,
en 1951; de ahí me quedé sola, me marcó mucho, porque yo me
acuerdo de muchas, muchas cosas que a mí me pasaron después.
Mi sufrimiento, todo lo que yo escuchaba, lo que sentía, cosas que
veía, y yo digo que todas esas cosas que a mí se me presentaban era
el espíritu de mi padre, porque yo era muy regalona de él. Pasó esa
etapa hasta los siete, ocho años más menos, en que yo quería ser
artista y antes, cuando mi padre falleció, sentí como que me rebelé
en contra de todo, ¡porque se murió tu papá, se murió tu papá! Y
yo me pongo a llorar, me acuerdo, donde había una cama de esas,
una payasa –como le llamaban antiguamente en el campo– y el catre
era de fierro, puro fierro, entonces yo me siento y me pongo a llorar,
¡mi papito! Y de ahí me rebelé contra todo, a mí me decían: M. este
color es rosado, para mí no es rosado, es negro o es amarillo o es
de cualquier color menos del color que me decían. A mí me pegaron
mucho cuando era chica en el campo y pasé cualquier hambre, pero
eso ya pasó, después seguimos. A los once años me rebelé contra
todo en mi casa, contra mis hermanos, mi mamá, todo lo que exis-
tía. Les dije que quería irme a trabajar, porque nunca quisieron que
fuera a estudiar, que fuera a la escuela, yo me arrancaba y me iba
a la escuela cuando tenía como nueve años, me iba a escondidas.
Alcancé a estudiar tres meses el primer año y como yo quería ser
artista y ser cantante. Aprendí a leer muy chica porque yo leía las
canciones de los mexicanos y yo le decía a mi hermano mayor y mi
hermano mayor me compró un silabario hispanoamericano, El Ojo
que le llamaban antiguamente, y ahí yo aprendí a conocer las letras
y empezaba a juntar las letras y aprendí a leer sola...

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Mapeando el cuerpo femenino en el trabajo

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Mapeando el cuerpo femenino en el trabajo

Mapa corporal Corazón

Lo primero que puse en mi cabeza fueron las marcas que tengo


en mi cabeza, por los golpes que recibí cuando niña, porque no me
crié con mis papás, me crié con una tíadrastra. Es decir, tía madras-
tra, pero muy drástica, que me formó, a pesar de todo y gracias a
todo eso, yo comentaba la otra vez que yo maduré muy niña. A los
diez, doce años yo ya maduré, tenía noción de las cosas. Me acuer-
do de que un día mi tía tuvo que viajar a Concepción a cuidar a su
hermana que estaba enferma y quedé con mi abuela y mi tío-papá.
Como estaba solito, llegaba del trabajo y se iba a jugar cartas, al
clandestino, y mi abuelita viejita ya, ni cuenta se daba. Mi tía lavaba
ropa ajena, en esos años las camisas de los hombres eran blanquitas
y había que almidonarlas, los puños y los cuellos. Yo sabía planchar,
entonces yo le decía a mi abuela, hace el almidón y yo las planchaba,
con esas planchitas de fierro.
Tenía como once, diez, once, doce años, por lo que me acuerdo,
llegaba el tren de pasajeros, venían garzones, mi tía les lavaba las
cotonas y en ollas grandes se hacían hervir y todo eso lo hacía yo con
mi abuela. Yo cobraba y llevaba la ropa, y tomé esa responsabilidad
de que en la casa cuando falta algo tenía que conseguirlo, con la
ayuda de mi abuela, pero mi mentalidad era que ella dependía de
mí. Abuelita, yo plancho, tú lava, yo plancho; le ayudaba a enjuagar
como niña. Además fui a vender huevos, a los diez años, y vendía.
Todas esas cosas me han servido para la vida, para enfrentarla, me
tocó un hombre que estaba separado, él se fijo en mí, y mi familia
nada que ver con él: «No, pu, cómo se te ocurre este gallo». Al cum-
plir un año de relación me comprometí, porque antes uno no podía,
tenía que tener los veintiuno, son cuarenta y ocho años que estoy
con él, le doy gracias a Dios de que me tocó un hombre bueno. Él me
ha aceptado como soy, tengo tres hijos, todos mayores, el más chico
tiene treinta y ocho años, tengo siete nietos, mientras pueda todo se
hace con felicidad y donde uno vive también se hace con felicidad.

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Mapeando el cuerpo femenino en el trabajo

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Mapeando el cuerpo femenino en el trabajo

Mapa corporal Mujer Salitre

Esta soy yo, así duermo, si estoy en el sillón. Ahora vivo en María
Elena, pero yo soy de la cuarta región, me vine cuando tenía once
años, porque mi mamá murió cuando yo tenía esa edad. Nosotros
fuimos dieciocho hermanos, quedamos doce; cuando mi mamá murió
yo me quedé a cargo de como siete hermanos chiquititos. Yo era la
que los criaba, todos chicos ¿qué podía criar yo, una cabra chica?
A tantos hermanos. Mi papá me castigaba porque yo no sabía ha-
cer las cosas, me mandaba a cocinar y yo me ponía a jugar con los
niños, sufrí mucho pero no tengo rencor. No tuve estudios porque
él dijo las mujeres son pa’ la casa, pa’ criar hijos y pa’ tener marido,
pa’ eso me eligió él a mí. Como a los doce años me trajo mi tío pa’
acá, pal norte, llegamos a Chuqui, estuve doce años ahí, estuve de
empleada de mi tío. Así después de ahí me fui a María Elena, entré
a trabajar en la empresa de SQM; en el Hospital trabajé treinta
años. Tengo una hija que crié sola, sola, luche con ella, porque a
mí no me dieron estudios, yo le di estudios, me sacrifiqué, pasé por
muchas cosas pero igual estoy agradecida de la vida, por haberme
dado la vida mis padres. Mi mamá también murió joven, mi papá
también murió joven, mi papá murió a los cincuenta y cinco años,
mi mamá murió a los treinta y siete años, de tener tantos hijos. Yo
me considero una persona que he sigo luchadora y fuerte, porque
no me dejo que nadie me patee; a pesar de que he sufrido mucho,
me considero una persona leal con la gente que yo quiero, y estos
brazos son cuando yo quiero a alguien para abrazarlo, mis piernas,
si mis piernas son fuertes pa’ caminar, pa’ hacer lo que tengo que
hacer, este es mi pelito así como usted me ve. Mi hija, una excelente
hija, que me respeta, que ha sabido valorar lo que yo he sido como
madre, gracias a Dios que estoy feliz y que me siento feliz como
mujer, y como madre.

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Mapeando el cuerpo femenino en el trabajo

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Mapeando el cuerpo femenino en el trabajo

Mapa corporal Colorida

Es la historia de mi vida desde que nací hasta ahora que tengo


treinta y seis años, y en el lado izquierdo está prácticamente todo
lo bueno. En el lado derecho lo malo, porque es como el lado malo
mío, porque bueno... nací en el año ochenta y uno, el quince del
seis, igual ha sido bien significativo. Mi madre cuando nací me
puso H y yo lo odiaba, y a los quince años me lo cambié y me puse
el nombre de H, que es lo mismo pero en inglés. Cuando ella me
dio el significado entendí que significa la que brilla en la oscuridad
y al pasar los años si me he dado cuenta y por eso lo coloqué acá
en el centro, porque desde acá irradio la luz, porque brillo con luz
propia, no necesito robarle luz a nadie y eso es lo que me ha traído
problemas en el lado de la derecha. En 1990, lo que me recuerdo
que fue el primer castigo que me dieron en la casa, cuando llegaba
la democracia, soy la primera mujer de izquierda en la familia; to-
dos son de derecha y me llegó el medio castigo y ya de ahí me puse
que tenía que liberarme y empecé a liberarme. En el liceo fui cuatro
años presidenta, logré cuando nos cambiaron de la jornada, que
era de las ocho a la una, a jornada completa, logré que nos fueran
adecuando de a poco, poner los casilleros para poder llevar nuestras
cosas y eso. Tengo como títulos, como grietas en el corazón que son
esas, que esas son la separación de mis padres y los bloqueos de los
recuerdos. Hay cosas que dice mi mamá que yo no me acuerdo y
han tratado de sacármela con psicólogos, con psiquiatras y no hay
caso que yo me acuerde. Amores y desengaños de personas, tuve
pocos pololos, eh… El primer hombre fue mi esposo, no por creer
en la virginidad, porque me da lo mismo, y a mi hija igual le digo
lo mismo, creo en el amor y lo otro que tengo manías, soy, soy, me
obsesiono mucho, cuido mucho a las personas que dicen que desde
acá viene esa obsesión, como de aferrarme mucho a la gente, enton-
ces la gente que tengo alrededor no me la tocan. Defiendo mucho la
homosexualidad, estoy definida como demisexual, porque creo en
el amor y ahí he aprendido a volar.

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Mapeando el cuerpo femenino en el trabajo

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Mapeando el cuerpo femenino en el trabajo

Mapa corporal Corazón rojo

Yo nací en 1971. Dentro de las anécdotas de mi nombre, como


dice la compañera, mis hermanos querían que me pusieran P. S.
porque estaba de moda una cantante en esos años pero mis papás
dijeron no, P. porque nació en el mes de la patria y eso es como que
siempre mis hermanos todavía me dicen P. o L. pero no me dicen P.,
Después entrando al trabajo, entré al mundo de lo sindical.
El pelo me lo pinté de hartos colores, pero igual me gusta innovar,
cambiar mi look de vez en cuando, de repente me da como la depre
y ya, me tiño el pelo, pero también eso significa en mí que soy una
mujer diversa. No tengo problemas con la homofobia, que me puedo
poner en el lugar del otro, no tengo problemas con los inmigrantes,
creo en la América unida porque tengo mis arraigos comunistas, o
muy de izquierda, de repente llego a ser anárquica, lo que más rescato
de mi vida. No pinté mi cuerpo porque he aprendido a aceptarme,
tengo tendencia a engordar, pero ya no es un problema para mí;
quiero que la gente me aprecie por lo que soy, por lo que uno es, y
ya; cuando tú pasas esa barrera en que no necesitas que los demás te
acepten por tu apariencia física, si no por lo que eres interiormente.
Pinté mi corazón muy rojo porque yo soy una mujer tremendamente
apasionada, me apasiona lo que hago, y dentro de los arraigos más
fuertes que tengo es mi familia, mi trabajo, mis hijos, mis nietos que
son mi vida, mi esposo que ha sido un machista de mierda toda la
vida pero... (risas) pero es mi marido. Él ha cambiado conmigo, que
ha tenido que adecuarse, pero nunca lo dejé, podía haber dicho que
me separaba hace muchos años por como era machista, ahora le
digo lústrame los zapatos, él me lustra los zapatos a mí (risas). Mis
senos no los dibujé tan (gesticula con las manos) porque siento que
son parte de mí, ahí yo generé los apegos con mis hijos, es la parte
sensible de la sensualidad de una mujer, mi guatita sí, porque sufro
con mi guatita, ya… tengo todas mis penas.

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Mapeando el cuerpo femenino en el trabajo

Mapa corporal Estrellita

Soy ecuatoriana, tengo 46 años, 4 hijos. Mi cara, mis labios, mis


ojos de rabia y mi cadena de plata no me la saco nunca porque es la
que me cuida, mi pelo negro también me encanta y mis ojos, porque
cuando tengo rabia se ponen chiquititos y rojos. Los labios, porque
el rojo es pasión, a la gente le gustan los labios rojos y gruesos, yo
me los pinto los labios rojo, lila o rosado cuando voy a trabajar.
Mis pechugas es lo que más me encanta, y a veces buscan mujeres
que tengan las pechugas grandes. Las pinté doradas, yo creo que
por mi color de piel, café y porque me siento segura con ellas. Mi
cintura no me gusta porque es cuadrada, no tengo forma de mujer
ni cinturita fina con buenas caderas. Una vez hace como 7 u 8 años,
por hacer dieta y tener una cintura flaquita casi me muero, estuve 15
días en el hospital, sentí miedo porque me iba a morir y la ansiedad
que me dio después, empecé a comer y comer, ahora lo que me dan
me lo como y engordé.
Mi brazo lo dibuje de mi bandera tricolor porque mi bandera
es así «pues» amarillo, azul y rojo, «Ecuador. ¡Ay! Ecuador es muy
lindo», ¡sí, es muy lindo!. «Mis brazos son lo más importantes por-
que con ellos hago todo», hago todo pues, obvio, los muevo, cocino,
lavo, plancho, hago todo.
En mi corazón, siempre hay tristeza, miedo, amor también. La
tristeza a veces por mis hijos, que alguien me los trate mal me duele
mucho. Por mi trabajo, a veces siento mucho miedo, porque se ven
muchas cosas, por ejemplo, le puede caer una botella a uno, un borra-
cho tira alguna cosa y le puede lastimar su cara, trabajo con miedo.
Acá está mi útero, representa donde uno carga las guaguas pues,
es algo bonito tener hijos, porque un hogar sin hijos es como un
jardín sin flores y eso es lo más importante, porque ahí se carga la
vida. Mi vagina es importante porque igual uno disfruta, goza, ahí
está el placer, es algo que hay que cuidar mucho. Mis piernas son
muy gorditas, me gusta eso, que sean gruesas y mis pies, me dan
fortaleza, porque sin mis pies no puedo caminar, movilizarme para
allá, para acá.

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Mapeando el cuerpo femenino en el trabajo

Mapa corporal Tri-color

Tengo 25 años, 2 hijos, nacionalidad colombiana. Mi rostro,


los ojos, ahí expreso todos mis sentimientos, si tengo rabia, si estoy
triste, si me enojo, mis problemas todos los reflejo con el rostro.
Cuando ando de mal humor, me cambia la forma de mirar, la cara,
los gestos, todo, siento que soy muy espontánea y sincera, lo que
no me gusta lo digo directamente; entonces lo primero que se va
a reflejar es aquí, en la mirada, en los ojos, mi carácter es mi ros-
tro. Mis ojos son lo más notorio, sí, porque son mis enfoques, mi
visualidad, soy de pocas palabras, usted me va ver hablar cuando
realmente estoy demasiado enojada, entonces mis ojos son los que
expresan todo. Cuando siento asco, fastidio, se siente también en la
garganta, con nauseas, repudio. Mi cabello, siempre me ha gustado
tenerlo largo, yo creo que por el cabello uno expresa mucho, llama
mucho la atención. 
Mi familia es lo que más amo en mi vida, también es lo que
cargo aquí en mi espalda en estos momentos; soy como un burro,
los tengo atrás en mi cuerpo, soy el sustento diario de ellos. Igual
siento tristeza, un gran dolor en mi pecho porque no los veo, me
hace falta mi hija, mi hijo, me hacen demasiada falta, lloro por eso,
mi gran dolor.
Mi vagina es un producto para hacer dinero, porque es el lugar
donde yo trabajo, la mayoría solo quiere eso, pero hay algunos que
solo quieren hablar; como si fuera una mercancía, mi vagina es una
máquina de dinero, lo represente con el rojo, de pasión, lujuria, pero
en el trabajo no hay placer.
Mi Colombia es mi patria, me vio nacer, amo mucho Colombia,
estoy acá por ciertas cosas, la economía, acá hay más oportunidades,
pero yo amo a mi tierra, en mis proyectos está volver a Colombia.
En mis pies escribí un lema de vida que tengo: «Vi tantas liebres
correr que aprendí a ser tortuga y apreciar el recorrido». Así es como
veo la vida, aprendí a ser todo con calma, ir despacio, aprender
quién sí, quién no, aprendí mucho. Esa frase dice mucho, todas las
personas se caen y yo antes también andaba por ahí, pero ahora
voy más calmada. 

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Mapa corporal Manos azules

Soy colombiana, tengo 24 años, 2 hijos. Pues dolor y golpe,


aquí tuve una pelea de parejas y quedé ahí, adolorida y hay veces
hasta me duele. Aquí le coloqué que no me gustaba mi pelo porque
es muy duro, pero igual eso es lo que me representa a mí, que soy
colombiana. Aquí, en el lado del placer, le coloqué «asco en mi
trabajo», porque me repugna hacerlo, pero igual me toca, porque
tengo dos hijos y les tengo que mandar para la comida. Los short
o ropa corta son mi herramienta de trabajo, porque así le atraigo
mucho a la gente, por mis piernas. Los hombres me llevan y me dicen:
«Tu cuerpo, tus piernas, morena vamos». Pues yo escribí «placer»,
aunque no, pues no siento placer, en el momento que uno va donde
el cliente, uno tiene que ir con la mejor cara del mundo. Entonces
digo placer porque hay momentos que a uno le toca actuar para que
el cliente se sienta más satisfecho. La mayoría de los clientes llega
pidiendo sexo anal.
Dolor y estrés, porque hay un momento que me duele mucho
aquí los hombros, la espalda, me siento como cansada, de pronto es
el trasnocho. Y aquí escribí que me encantan mis caderas, igual me
encanta mi cuerpo como está, pues lo único igual que no me gusta
mucho es la barriguita, porque tengo estrías aquí. En mis pechos no
coloqué nada, pero también es mi herramienta de trabajo.
Al principio nadie me llevaba porque no les sonreía. La prime-
ra vez, el cliente me dijo que no me llamaría más, que yo era muy
aburrida, porque yo no lo tocaba.
Nunca me he ido con un colombiano, porque soy de Colombia y
cuando yo llegue a Buenaventura, trataré de dejar este pasado atrás,
a una nueva etapa con mis hijos, olvido todo lo que viví acá, todo lo
que pasé. Mi proyecto es algún día juntar algo de plata, para estar
tranquila con mis dos niños y olvidar todo lo que pasé acá.
La otra vez me fui con un cliente que paga bien, la hora la paga
50 mil pesos, pero me dejó molida, molida, no quería penetrar, me
quería piñizcar, golpear, y ahí uno se tiene que hacer como si le
gustara todo eso por la plata.

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Mapa corporal Anayensi

Tengo 23 años, 1 hija, nacida en Colombia. En mi pelo puse


«afro» porque soy negra de pelo quieto. «Pensamiento», pues mi
pensamiento siempre ha sido tener mi casa y vivir con mi hija. En mis
hombros puse «cansancio» porque a veces siento mucho cansancio
en los hombros; en las manos puse «trabajo» porque soy peinado-
ra también. Aquí me pinté café, pues representa mi color de piel,
aquí puse «Nazly» porque lo llevo tatuado. Bueno en mi cuerpo,
«atracción a los mayores» cuando estoy trabajando, me veo más
chica y por eso me llevan porque pareciera que tengo menos edad.
Mis estrías representan la bebé que tengo, tengo una bebé de 5 años.
«Placer» lo puse en los senos, porque claro toda mujer cuando la
tocan aquí, ya saben ¿no? «Sentimientos», siempre van en el corazón
los sentimientos y se conecta con el útero pues, claro, mi hija, el ser
madre me lleva todo el sentimiento, el amor hacia ella. Lo hice de
un color bien intenso, cuando tengo la regla aveces me dan cólicos.
Esta es mi parte de trabajo (vulva), pues trabajar en la noche,
acá me tocó, porque en Colombia siempre me ha tocado mi trabajo
de ser peinadora, acá me tocó mandarle a la niña, a mi mamá, que
es la que me la cuida, entonces me tocó trabajar así.
Estoy atenta a lo que ellos dicen, no hacerle mala cara para que
no crean que uno está enojado, porque a veces cuando ven que uno
está enojado, ya no quieren más con uno, hay unos que dejan la plata
y otros que te dicen «devuelve mi dinero». Me gustan más los clientes
mayores, porque nos entendemos un poco más; con los jóvenes, hay
algunos enojones, yo también soy «contestadora», entonces no nos
llevamos bien. A los mayores le gustan las más niñitas, yo tengo 23
años, pero me veo de menos edad; a veces me preguntan cuántos
años tengo, yo les digo «tengo 23» y dicen «parece de 16, 17, me
encantaste morena, dame tu número que te vuelvo a buscar». No lo
disfruto, pero me toca, a veces me quedo como «huu... acabe rápido,
que termine rápido, quiero que se vaya, ya no quiero más», me da
fastidio, pero bueno… el pago es bueno.

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Mapa corporal Plateada

Tengo 36 años, 2 hijos, nacionalidad chilena. Voy a empezar


por acá (vulva); yo creo que todos se preguntarán por qué «pudor»,
yo les he comentado que, a pesar de los años que llevo en la noche,
jamás he trabajado teniendo sexo, de los 15 años que llevo traba-
jando en la noche jamás lo he hecho, y la vez que lo intenté hacer,
no pude, me puse a llorar. Acá dice cicatrices, tengo una cicatriz en
mi pierna, tuve un accidente bailando, sufrí mucho, pensé que iba a
quedar lisiada. Estuve seis meses sin poder caminar bien, gracias a
Dios, quedé bien, aunque me da vergüenza mi cicatriz, por eso uso
una media transparente tipo tatuaje, aunque en el escenario con las
luces no se nota casi nada, me hecho un poco de base, pero igual me
da vergüenza me siento muy incómoda si no tengo la media.
«Fuerza» y el «ritmo» acá porque me gusta mucho bailar, me
considero una muy buena bailarina.«Sensual», una tiene que tener
una cintura sensual para que una pueda llamar la atención. Para mí
es un trabajo el baile, me dedico a lo artístico nomás, no lo mezclo
con la parte sexual. Sobre mi rostro, me gusta maquillarme cuando
trabajo, me gusta el maquillaje producido, es diferente a cuando me
maquillo para salir a la calle o a una fiesta. Y el pelo negro porque
me encanta el negro, yo tengo mi pelo claro, pero me lo tiño negro,
dicen que me veo más joven.
En mis labios dice «sonrisa» y «asco», porque de repente uno
está trabajando y hay clientes que se te acercan mucho, te piden que
lo beses y a mí me da cosa, entonces yo digo que no, se enojan, me
devuelven el trago y no me invitan más. Le tengo mucho miedo a
la soledad, al fracaso, a que no me resulten las cosas que yo quiero,
por eso en la cabeza puse «pensar» y «miedos», yo estudié seis me-
ses criminalística para la PDI, y como entré a trabajar de noche, el
cuerpo ya no me dio y como el trabajo me estaba dando dinero, ya
me empezó a gustar y deje de estudiar.
Bueno estas cositas las coloqué acá en los pechos, porque yo
cuando bailo me decoro los pechos. Aún así viéndome linda tengo
miedo.

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Mapa corporal Rizos amarillos

Tengo 56 años, 4 hijos y soy chilena. Acá está mi bello y especta-


cular cuerpo, porque yo todavía me creo bonita. Mis pensamientos,
siempre han sido de hacer cosas por otras personas. A los ojos les
puse tristeza porque en realidad en estos momentos yo estoy triste,
a pesar que yo soy bien alegre, me gusta el baile, me gusta estar con
mucha gente, pero en estos momentos de mi proceso estoy triste. Mi
boca siempre está sensual porque siempre me maquillo, yo puedo
andar muy desarreglada pero siempre mis labios están pintados. En
mis pechugas puse placer, porque la verdad que el placer sexual para
mí está aquí, al tocar mis pechos. Solidaridad: no dibujé el corazón
pero mi corazón es solidario, siento que es así, siempre quiero ayudar
a la otra persona. Acá en mi panza puse los corazones y las letras de
los nombres de mis hijos, esto es verdadero y puro amor, no dibujé
las estrías pero sí las tengo, las marcas de mis hijos.
Y acá abajo en mi vagina puse oro, que para mí esto es dinero,
mi trabajo, por eso tiene que estar bien; como ven, aquí no tengo
pelos, porque me rasuro completa. Mis pies significan baile, mis
piernas el baile, siempre el movimiento y atletismo, a mí me gusta
mucho correr, yo soy atleta senior y me gusta estar siempre activa
en el área del deporte porque considero que el deporte es vida, es
sano y a uno la ayuda para mantenerse físicamente. Mis tacos rojos y
mis brillos, yo bailaba con unas chalas que eran rojas y con muchas
lentejuelas. Mis uñas siempre trato de que estén bien presentables
porque me quiero mucho.
La tristeza está en mis ojos por todo lo que yo veo a diario,
cuando visito los locales, cuando veo a mis pares, a mis compañeras
que las veo sufrir, el abuso de poder, eso me da tristeza, la persecu-
ción hacia ellas. Ver el abuso de poder desde los empresarios, a pesar
que les dan trabajo, pero igual las maltratan psicológicamente, no
las respetan.
Me gusta mi cuerpo, para mí, mi cuerpo es sagrado, es sagrado
a pesar de que uno se desinhibe, se quita la ropa, se pone ropas
cortitas, eso no quiere decir que no tenga respeto por mi cuerpo.

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Mapa corporal Útero

Este es mi útero, todas hablaron mucho de sus pechugas, que es


lo más lindo sentir… ¡yo no siento nada! Nunca he sentido nada en
mis pechugas, cuando hago el amor, con huevones pencas o huevones
ricos, con todos, es una cosa mía. Cuando yo era chica, me tocaron
así muy suave y eso hizo darme cuenta que yo era la única especial o
casi única que no sentía nada. Cuando amamanté a mi hija también,
para mí era una molestia amamantarla, era una pérdida de tiempo,
aparte que siempre estoy haciendo muchas cosas entonces, y ahora
que veo que han pasado muchos años, mi hija tiene dieciséis, me di
cuenta que no siento nada, porque como alguien una vez me tocó
como que me anuló. Mi fuerza creo que la tengo en mi útero, en mis
ovarios, porque late, porque lo siento, porque no sufro de dolores,
pero lo siento.
Nací en el año ochenta en una familia como un matriarcado en
dictadura; mis papás se separaron cuando yo era súper chica, está
superado eso creo yo, no tengo problemas a menos que sean muy
inconscientes, pero me llevo bien con mis papás, con todos, pero mi
papá siempre estuvo muy alejado cuando yo era chica, por eso me
crié entre puras mujeres, mi familia son casi puras mujeres y ahora
estos últimos años me he dado cuenta que no sé si eso fue bueno o
fue malo porque llegué a un mundo de hombres y ha sido difícil, soy
más o menos grande, hablo fuerte, tengo una voz ronca, yo reclamo,
soy muy reclamona. Tengo que ser así en realidad como todo lo que
nos impone la sociedad al ser mujer. Mi dispositivo lo llevo puesto
desde que tuve a mi hija, dieciséis años atrás, me lo cambié el lunes,
el matrón me dice «¡pero cómo!» , yo le digo: «Yo voy todos los
años al ginecólogo, siempre me lo revisaban».
El odio, las injusticias, es un sentimiento que convive en mi
diariamente, por nosotras las mujeres inmersas en una sociedad
machista, pero sigo dando la pelea.

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Mapa corporal Satu

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Mapa corporal Blanca

Mi nombre, con mucho orgullo, era C.C., pero mis abuelos me


reconocieron como hija legítima y mi mamá me dejó a los tres meses
de edad con mis abuelos, me dejó bota’ prácticamente, y de ahí fui
criada en el campo, en la novena región, en Lautaro, donde me crié
cuidando chanchos, arando tierra, que nadie lo creyera, que nadie
lo cree. Mi padre fue un hombre conmigo súper bueno, pero con
mi madre que me adoptó, mi abuela, señora Z., muy golpeador y
debido a eso me rebelé como a los trece años. Dije: «¡Yo ya no lo
acepto más en nuestra casa, usted se va! Porque no quiero que le
pegue a mi mamá ni a nosotros». Me dijo con estas palabras: «Te
vas a cagar porque no vas a tener qué comer». Le contesté: «Bueno,
veremos cómo nos arreglamos, cómo comimos», y se fue de la casa.
A esa edad, a los trece años me puse a trabajar, dejando los miedos
de lado, solo pensaba en mi familia. Desde aquel momento la mujer
fuerte comenzó su lucha.

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Mapeando el cuerpo femenino en el trabajo

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Mapa corporal Flor

Yo intenté dibujar una de las cosas que a mí me marcó de niña,


fue que yo me desarrollé muy chiquitita, a los nueve años yo ya tenía
pechos; entonces, por ejemplo, a nosotros antes nos hacían hacer
con malla de educación física y dábamos vueltas por el patio pa’
correr, pa’ calentar y yo inconscientemente corría igual que todas
mis compañeras, y ahí me di cuenta que mis pechos llamaban la
atención de mis compañeros de curso; ellos se apuraron en ir a verme
correr, porque obviamente se me iban a mover. Entonces por eso les
puse ese anzuelo a mis pechos, porque desde ahí yo sabía que los
que miraran mis pechos era por algo atractivo, era una parte bien
sexualizada de mi cuerpo; mi mamá siempre me quiso cuidar, ella
me decía «saca pecho» y yo sacaba pecho. Con eso tú te distingues,
entonces siempre fue mi parte destacada.
Yo crecí bien con mi papá y mi mamá, ellos todavía están casa-
dos, vivieron en Chuqui. Junto a mi hermana tuvimos una infancia
como una burbuja porque no tuvimos presiones de falta, teníamos
para comer, no quizás la comida más rica para el obrero pero te-
níamos un plato en la mesa. Con mi hermana siempre jugábamos,
lo único que a mí me marcó en la infancia es que yo tuve dislexia;
entonces tenía diez años y todavía no podía leer fluido, leía para mí,
pero si me enfrentaban al público me ponía nerviosa, me ponía a
llorar, no podía juntar las palabras, y en verdad a uno se le da vuelta
la película, y uno cree que lee lo que dice el texto pero mi mamá
siempre me decía, «tú puedes», «tú lo vas a hacer mejor», «esto es
una etapa de la vida», «tú eres buena para las matemáticas y lo vas
a lograr». Mis pensamientos siempre fueron esto va a pasar, esto sí
voy a poder hacer y lo voy a poder lograr y de hecho. Yo a pesar de
ser disléxica estudié una carrera con letras, porque mi mamá que-
ría una asistente social en la familia, entonces yo le dije: «Ya, yo le
cumplo el sueño a mi mamá», y soy asistente social.

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Mapa corporal Serena

En el dibujo, en mi mapa, me faltaron por poner muchas cosas,


pero más que nada definir lo que yo soy, como una balanza. Yo
destaco en este caso lo positivo y lo negativo; en mi derecha yo ten-
go lo positivo, me han pasado muchas cosas buenas, muchas cosas
destacables y en lo negativo he pasado también mucho sufrimiento,
lamentablemente no he nacido así como una estrella dorada, o no he
nacido en cuna de oro, he pasado sufrimientos. El otro día, cuando
nuestra psicóloga, la señorita Jimena, nos dijo a nosotras que te-
níamos que escribir nuestras vivencias, a mí se me complicó porque
en primer lugar ya soy adulta, una mujer, soy madre, entonces no
quería volver al pasado, no lo estoy ocultando y no es que no lo haya
superado, ya lo superé. Ya pasé la etapa de llorar, ya viví lo que viví
y de esto hay que aprender y de esto no voy a seguir viviendo, era
como traumante, pero bueno. Ella nos explicó un poquito que como
esto es un taller de liderazgo y que igual nos servía a nosotros para
darnos cuenta, para ver cómo se inició nuestra vida, para conocer-
nos a nosotras mismas. Entonces comencé a escribir en el cuaderno,
igual me costó y me costó lágrimas y llantos. Lamentablemente en
mi infancia no la pase bien, fui muy marcada porque como yo soy
morena a mí siempre me decían «la negra», o «la fea» o «la india»,
o «la chascona» o «la bruja». Desde primero a cuarto básico los
niños siempre me trataban así, me trataban mal, no viví una buena
infancia y lamentablemente la profesora tampoco hacía nada, y
más encima me pegaban mis compañeros y en una oportunidad la
profesora también, porque decía que yo no aprendía. Ella también
me trataba de negra o de fea, no sé, entonces lamentablemente viví
así con una rabia guardada en mí, por eso escribir de mi pasado es
doloroso, mi dolor no se borra.

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Mapa corporal Rojiza

Yo no sé cómo resumirlo; en realidad ese día estaba media com-


plicada para escribirlo y esto lo hice anoche porque me costaba, no
sabía cómo reflejarlo. Yo siempre he usado lentes, siempre he sido
corta de vista. Somos cuatro hermanos, tres mujeres y un hombre.
Yo nací en la ciudad de Quillota; a los nueve años mis papás se
trasladaron nuevamente a Calama porque ellos venían de ahí, eran
de la zona Chuquicamata. Mi mamá era de Calama, después se casó
en Chuquicamata; de ahí mis abuelos se fueron al sur de Quillota,
porque ellos se cancelaron y después mi mamá los siguió, era la más
chica y la más apegada a ellos y yo nací allá; mi hermana la mayor
nació en Chuquicamata y mis otros hermanos igual. Bueno fue una
niñez muy bonita, hasta los nueve años yo viví ahí, y en el 65 hubo
un terremoto y entonces ahí nos tuvimos que ir (se emociona, llora
y pide agua). Ahí se perdió todo, teníamos negocio y se perdió, y
tuvimos que regresar a Calama y ahí fue muy difícil, puse Calama
como el sol porque ahí siempre ha habido mucho calor y además la
minería. Para nosotros, desde chicos, bueno desde los nueve años
fue difícil hasta los dieciocho, con una construcción de casa, no
teníamos dónde vivir y entonces vivíamos como allegados donde
una tía. Posteriormente mi hermana, la mayor, cuando ya cumplió
sus dieciocho años estudió enfermería y ella empezó a trabajar en
Chuquicamata. Entonces ahí, como una familia muy unida, comen-
zamos a surgir más, tenía mi mamá un negocio, mi papá trabajando
en una empresa contratista, pero ya ahí comenzó a mejorar la cosa.
Yo terminé mis estudios de enseñanza media, eso fue en el año 72,
pero en el 73 la situación no estaba muy bien, entonces yo no pude
seguir estudiando; luego una prima que trabajaba en Chuquicamata
me dice: «Oye, están recibiendo gente así que anda a presentarte».
Paralelo a eso me avisan que había quedado en la universidad pero
en Iquique, y yo entré a trabajar a Chuquicamata, que fue esa mi
decisión.

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Mapa corporal Minera

Comenzando con la posición, yo me puse como una persona


súper alegre, carismática, sensible, entonces siempre ando con la
buena onda, nunca con la mala vibra, siempre tirar pa’ adelante. Lo
amarillo refleja el color de la alegría y por eso me dibujé amarilla.
Bueno yo no soy de Sierra Gorda, yo nací en Antofagasta porque en
Sierra Gorda no hay hospital, pero a los tres días ya estaba en Sierra
Gorda, toda mi infancia la viví ahí, tengo muy bonitos recuerdos.
Sierra Gorda es un pueblo chico y todos nos conocemos, entonces
uno salía a la calle, jugaba, no había peligro, entonces tengo muy
bonitos recuerdos. Terminé mi enseñanza básica, y en la media via-
jaba todos los días a Calama igual que mis dos hermanos mayores,
a estudiar enseñanza media; era una hora de viaje de ida y después
una hora de vuelta. Terminé de estudiar mi enseñanza media y lue-
go me vine a estudiar a Antofagasta; mis estudios superiores en la
Universidad Católica del Norte, estoy a punto de titularme, por eso
es el birrete, estoy a punto, a un paso de titularme de ingeniera civil
metalúrgica, así que es un logro. Tengo a mis padres acá, ellos son
un pilar fundamental para mí, yo no tengo hijos todavía. Todo lo
que tengo es gracias a ellos, son unos padres ejemplares, nada que
decir de ninguno de los dos, somos una familia muy unida, tanto
mi hermano, sobrino, hermana, mi cuñado, mi pololo, somos muy
unidos, y creo que es a través de mis padres, porque mis padres
nos han unido mucho, incluso mi hermano vive todavía en Sierra
con sus tres hijos y su señora, ellos viajan a Antofagasta o nosotros
viajamos a Sierra Gorda, somos muy unidos. En mi corazón, voy a
cumplir cinco años pololeando con él, también estudia ingeniería
civil industrial aquí en la UCN; bueno tenemos muchos proyectos
juntos, y muchos planes así que por eso pinté como amor un cora-
zón y en él un casco de minero, porque es un logro trabajar en ese
rubro, esa es mi vida, estoy agradecida y soy feliz de la vida que se
me ha dado, así que gracias.

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Mapa corporal Guerrera

Yo siempre he pensado que mi cabeza es como una casa con


muchas habitaciones, con vivencias buenas y malas. Puse una puertita
con varias habitaciones, pero hay algunas que las tengo clausura-
das, cerradas, donde guardo todo lo malo, pero no por eso dejan
de existir, están, y de repente uno tiene que revisarlas, tiene que
sacarlas y cuando las saca, ¡mal!. uno se siente mal. Voy a contarles
algo que nunca cuento, es una vivencia de niña, yo nací el 71, un 12
de septiembre, somos cuatro hermanos, un año antes nació mi her-
mano Patito. Al año tuvo una meningitis y quedó con una parálisis
cerebral, tenía un retraso, pero como yo nací un año después para
mí fue siempre normal, fue mi hermano. Nosotros cuando éramos
chicos vivimos mucha pobreza, miseria, hambre, miseria de piso de
tierra, adobe. De no comer un día, dos días, pero ¿saben qué?, a mí
no me da pena eso, porque gracias a Dios yo tengo ahora. Lo que
me da pena y me mata siempre, y por eso no lo hablo, y no entro en
esa habitación, es porque mi hermano pasaba hambre y no tenía qué
darle, no había bebida, no había un plátano, y él pedía y no le podía
explicar que no había y era la miseria más grande, es la rabia más
grande que tengo. Recuerdo que ponía su vasito en la tele cuando
repartían bebida y él ponía su vasito ahí para que le dieran, no había
cómo explicarle que no. Mi papá comenzó a trabajar en Chuqui, en
Codelco, pudimos tener de todo, pero a mi papá le daba por tomar y
a mi vieja le pegaba todas las semanas y si es que tomaba todos los
días, todos los días le pegaba. Me acuerdo que teníamos que salir
corriendo por arriba de los techos, escondernos donde los vecinos,
mi hermano tuvo que salir a trabajar a los 12 años para darnos qué
comer, especialmente a mi Patito. Yo vendí bolsas, roscas, quizás le
debería tener mala a Calama, pero saben que lo quiero tanto, y es
porque yo lo recorrí de punta a punta, vendiendo bolsas, vendiendo
roscas a los seis, siete años.

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Mapeando el cuerpo femenino en el trabajo

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Mapeando el cuerpo femenino en el trabajo

Mapa corporal Fuerte

Soy así, después cuando empiezo a ponerme más tranquila, me


tranquilizo. Como dije ese día cuando me preguntaron sobre este
mapa. No lo pinté, porque siempre quiero ser invisible para todos.
El pelo rojo, como dicen por ahí el pelo morado, yo siempre he que-
rido tener el pelo rojo por mi abuela que ella era colorina, quería ser
igual que ella. Yo, en la pampa, nací en Pedro de Valdivia con unos
padres muy amorosos, hermanos; mientras yo vivía allá, mi mundo
era muy lindo, éramos todos unidos, los niños todos jugábamos muy
bien, pero a mi papá lo tuvieron que sacar, lo echaron de Pedro de
Valdivia. Nos tuvimos que ir a Mejillones. Mejillones fue el peor
lugar que pude haber llegado, y vivo ahí, siempre he querido irme.
Todo esto refleja lo que me pasó en Mejillones, mi niñez, cuando
llegué niña de once años, empezó el bullying de los niños en la es-
cuela, porque era muy flaca y no los conocía. Mis amigos estaban
en Pedro, y nadie sabía, yo no se lo decía a mi mamá, tampoco me
pegaban; un día me llegó el desarrollo, como a todas nos tiene que
llegar, no sé si es por herencia, pero mis mamas crecieron mucho, a
diferencia de mis compañeras que todas eran planas, yo las miraba
y decía «¿por qué yo soy así?», y eso me trajo que ellas se burlaran
más de mí todavía. Cuando hacíamos gimnasia y teníamos que ir
a bañarnos, entre todas me desnudaban y se reían de mí; entonces
muchas veces quise sacármelas, de repente no lo entendía como niña.
Todo eso me trajo mucho dolor más adelante porque sufrí muchas
agresiones, yo fui muchas veces violentada sexualmente por muchas
personas. Yo puse acá liberación, porque esto no le había comentado
con nadie (llora), no sé por qué Dios hace las cosas y no sé por qué
me puso acá, a lo mejor ya era tiempo que esto se tenía que acabar
en mi vida, yo tenía que seguir y empezar a ser. Las cadenas porque
ahora me las rompí, aquí me rompí esas cadenas, todo esto me ha
enseñado a crecer y a ser una mujer más fuerte.

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Mapeando el cuerpo femenino en el trabajo

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Mapeando el cuerpo femenino en el trabajo

Mapa corporal Sol

Estos son mis anillos de compromiso, de matrimonio, cuando


yo me casé con mi marido, llevo casada diez años con él. Nosotros
tenemos tres hijos A. que tiene ocho años, M. que tiene siete y mi
chico que tiene dos años y medio, se llama J.; los tres han nacido por
cesárea. A. venía podálica así que tenía que nacer sí o sí por cesárea
y después ya no pude tener parto normal, y así que aquí está mi
cesárea, y eso es lo que no me gusta por el rollito que queda como
guatita de delantal, que trato de hacer dieta pero no se puede bajar,
tampoco me gusta porque soy como muy ancha de hombros, muy
gorda de brazos, porque bajo esto (señala el resto de su cuerpo),
pero esto (señala sus brazos), por mí me sacara todo, pero acá está.
Bueno lo demás de mi cuerpo me gusta, me gusta mi poto, me gustan
mis piernas, mi cara en sí. Estoy conforme, a veces cuando engordo
mucho no me entra la ropa, soy buena pa’ comer, soy buena pa’
teñirme el pelo, de pelo negro, aunque no me viene mucho el pelo
negro porque me veo más gorda.
Mis hijos son dentro del matrimonio, con mi marido pololeamos
como cinco años y medio, a escondidas como nueve meses y en ese
tiempo le tenía como miedo a mi papá, era medio jodido conmigo,
entonces me costó como presentarlo, llevarlo a mi casa, porque nunca
había llevado a nadie. Entonces entró a mi casa y mi papá le dio así
un testamento y que este es el primero, con este te casai’, con este
te quedai’ y así fue, a los cinco años y medio nos decidimos casar y
ya tenemos diez años casados, eso fue lo que me marcó y después
mis hijos, no me he operado, me cuido, pero no quiero tener más;
espero que no me salga ninguna «chiripa», porque el chico salió de
«chiripa» (risas), no era lo que yo quería. Soy de Sierra Gorda. Nací
en Ovalle, mi papá como a los cuatro años nos trajo a vivir a Sierra
Gorda; en Ovalle era muy malo el trabajo, para evitar que faltara
la comida en casa, nos trasladamos en familia.

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Mapeando el cuerpo femenino en el trabajo

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Mapeando el cuerpo femenino en el trabajo

Mapa corporal Planta

Toda mala experiencia que he pasado la he ido dejando atrás, ha


sido complicado para mí, porque siempre yo, con la alegría, la que
viva la fiesta, que quiero fiesta, incluso en mi Facebook hasta el mes
pasado me llamaba «chiquitita alegre», entonces después me hice
una autocrítica y dije: tengo un hijo de veintitrés y, claro, a mi hijo
le gusta cantar reguetón y canta. Además de cambiar a mi nombre
A. y me siento ahora con mis pies bien puestos sobre la tierra. Tengo
unos hijos preciosos, los quiero a todos, todos tienen características
diferentes, del más chico al más grande, soy una persona feliz y me
ha costado salir a delante, pero aún así me gustaría decirle a todas:
«las que se sientan aproblemadas, que son etapas, siempre hay una
salida y en algún lugar estará alguien que para escucharte, ya sea una
amiga, un familiar, pero una mujer que nunca se hunda, que nunca
piense que no hay salida, porque lo único que no tiene solución es
la muerte», eso nomás quiero decir.

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En este apartado se encuentra el mo-
delo de consentimiento informado que se
aplicó al taller de mujeres trabajadoras
de zonas mineras. También se encuentra
el consentimiento informado general de
Fondecyt 1180079 que se aplica a todos
los grupos de participantes.
Así también hemos incluido una
selección de fotografías que representan
las distintas experiencias que han per-
mitido perfeccionar el Modelo Mapas
Intertextuales, a través de intercambios en
distintos países, en diversos grupos se han
realizado interpelaciones e interrogantes
que han abierto desafíos para mejorar la
metodología.

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179
Este libro se terminó de imprimir
en Santiago de Chile,
agosto de 2019

Teléfono: 22 22 38 100 / ril@rileditores.com


Se utilizó tecnología de última generación que reduce
el impacto medioambiental, pues ocupa estrictamente
el papel necesario para su producción, y se aplicaron
altos estándares para la gestión y reciclaje de desechos
en toda la cadena de producción.

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