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Con el año de consulado de Cicerón se da inicio al último tercio del llamado ‘’Siglo
de las revoluciones’’ el cual culminará con la Batalla de Accio, la cual convirtió a
Octavio en gobernante único. Esta época se vio marcada por múltiples asesinatos y
guerras civiles, proscripciones y un rastro de sangre como jamás se había visto en
toda la historia de Roma. En todo este contexto histórico de crueldades y
problemas, ocurre la llamada Conjuración de Catilina (de la cual hablaremos más en
profundidad más adelante) la cual el cónsul Cicerón descubrió hacia el final de su
mandato y logró desarmar lo que le valió ser nombrado pater patriae. Sin embargo,
sus expectativas de llevar una vida honorable como el princeps senatus, se vieron
mermadas con la llegada del primer triunvirato entre César, Pompeyo y Craso.
Cicerón no podía mantenerse simplemente con el arte de las palabras y esto vio su
punto culminante cuando fue desterrado en el año 58 del cual volvió al año
siguiente, pero en una situación dudosa. Sus dos obras más importantes
corresponden a los años 50 A.C: De republica, en donde expone cómo sería su
estado romano ideal, y De oratore en donde se presenta a un orador ideal. Al
estallar la guerra entre César y Pompeyo en el año 49, Cicerón se posicionó del
lado de la República después de un dudoso titubeo, se presentó en el campamento
de Pompeyo y luego de la Batalla de Farsalia, pasó a estar en el bando de los
perdedores. Fue indultado por Cesar en el año 47 y volvió a dedicarse a la
producción de escritos de carácter retórico y filosófico y esta empezó con Brutus la
cual era una historia de la elocuencia en Roma. Sin embargo, tras la muerte de
César, Marco Antonio, el hombre de confianza de César, y Octavio, su heredero,
amenazaron con hacerse con el poder, es entonces cuando Cicerón, alejado desde
hace tiempo, vuelve a la palestra política con una serie de discursos conocidos
como In M. Antonium Philippicae o simplemente Filípicas, en donde Cicerón
(emulando los discursos de Demóstenes contra Filipo de Macedonia) arremetió
fuertemente contra Marco Antonio y se manifestó a favor del fortalecimiento del
Senado y la salvación de la República. Con un febril esfuerzo, Cicerón logró vincular
a Octavio en el Senado y sus seguidores lograron tener éxito contra las fuerzas de
Marco Antonio. Sin embargo, todo dio un giro de 180 grados cuando Octavio,
Antonio y Lepido formaron el segundo triunvirato en el año 43 y en la lista de sus
proscritos estaba Cicerón y en diciembre de ese mismo año Marco Tulio Cicerón fue
asesinado en Caieta.
3-Resumen de la lectura
A pesar de que los planes de Catilina han sido descubiertos, este tiene la insolencia
de presentarse en el Senado, aquí, ante los ojos de aquellos cuya muerte planea.
Debería haberle hecho sospechar el silencio unánime que lo recibió y que los
senadores se alejaran visiblemente de él. Si sus padres se hubieran alejado de
Catilina de esa manera, estaría avergonzado, pero ahora que su patria se aleja de
él, ¡qué extraño es que permanezca impasible! También el ambiente de las calles
está en contra de Catilina. Por su culpa, los romanos, tanto caballeros como
ciudadanos, enojados y preocupados, se han reunido en torno al Senado.
Aunque ya desde hace 20 días existe una decisión del Senado contra Catilina, que
le otorga a los cónsules plenos poderes para llegar incluso a la pena de muerte,
estos –incluido Cicerón– todavía están dudosos respecto a su aplicación. Catilina,
sin duda, merecía morir, él, que planeaba incendiar Roma, asesinar romanos y
devastar toda Italia. En la historia de Roma, crímenes mucho más inofensivos se
expiaron con la muerte.
Su gente ya lo está esperando. Catilina debe reunirse con ellos y con las tropas de
C. Manlio y comenzar la guerra. Cicerón considera que esto es lo mejor. Aunque
sospecha que más tarde le echarán en cara haber dejado huir a un peligroso
enemigo del Estado, cree que está haciendo lo correcto por dos razones. Por un
lado, todavía hay romanos que abrigan dudas sobre la peligrosidad de Catilina, así
que a estos habría que aportarles la última prueba. Por el otro, Catilina debe irse a
fin de que se revele la dimensión de la conspiración para que, de una vez por todas,
se extraiga la raíz del mal porque sus cómplices saldrán arrastrándose de sus
agujeros. Si, por el contrario, ejecutaran a Catilina, nunca se sabría cuán grande era
el resto de la conspiración.
4-Importancia y recepción
Como hemos mencionado previamente uno de los factores que iba a condicionar la
vida del orador romano fue su patriotismo. Esta actitud es perfectamente observable
a lo largo de toda esta obra donde el orador romano se preocupa en todo momento
de mantener firme la estabilidad de la república romana, enfrentándose a Catilina y
consiguiendo frenar la conspiración, es debido a este gran acto que el famoso
orador romano fue nombrado por el senado como el Pater Patriae. Pero, con la
caída de la república y el establecimiento del imperio, la oratoria queda subordinada
únicamente a las escuelas al poseer el emperador todo el poder, sin embargo, la
obra de Cicerón fue muy importante para que en esta época se diera un intento por
retornar al clasicismo ciceroniano por parte de Quintiliano, un retórico natural de
Calagurris, Hispania. La obra más importante del retórico hispano se conoce como
Institutio Oratoria que es una obra que recoge lo necesario para formar a un orador
y que posee claras influencias ciceronianas
5-Conclusión
Finalmente, podemos extraer como conclusión que Marco Tulio Cicerón fue sin duda
alguna un hombre que poseía una gran elocuencia, la cual lograba deleitar a todo
aquel que lo escuchaba hablar, acompañado de un gran patriotismo que le permitió
alcanzar la máxima gloria en su carrera política y ser sin duda un hombre distinguido
y admirable para la República Romana y por último y no menos tener una gran
capacidad a la hora de realizar escritos tanto de ámbito retórico, como filosófico,
como político. Por esto y muchas otras cosas más es que es considerado el autor
más importante sino uno de los más importantes de la historia de Roma y de toda la
Antigüedad Clásica