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Félix Lope de Vega y Carpio (Madrid, 25 de noviembre de 1562 – Madrid, 27 de agosto de

1635)

Mira, Zaide, que te digo Ir y quedarse, y con quedar partirse,


que no pases por mi calle, partir sin alma, y ir con alma ajena,
no hables con mis mujeres, oír la dulce voz de una sirena
ni con mis cautivos trates, y no poder del árbol desasirse;
no preguntes en qué entiendo
ni quien viene a visitarme, arder como la vela y consumirse,
qué fiestas me dan contento
haciendo torres sobre tierna arena;
ni qué colores me aplacen;
caer de un cielo, y ser demonio en pena,
basta que son por tu causa
las que en el rostro me salen, y de serlo jamás arrepentirse;
corrida de haber mirado
moro que tan poco sabe. hablar entre las mudas soledades,
Confieso que eres valiente, pedir prestada sobre fe paciencia,
que hiendes, rajas y partes, y lo que es temporal llamar eterno;
y que has muerto más cristianos
que tienes gotas de sangre; creer sospechas y negar verdades,
que eres gallardo ginete, es lo que llaman en el mundo ausencia,
que danzas, cantas y tañes, fuego en el alma, y en la vida infierno.
gentilhombre, bien criado
cuanto puede imaginarse;
blanco, rubio por extremo, No sabe qué es amor quien no te ama,
señalado entre linajes,
celestial hermosura, esposo bello,
el gallo de los bravatos,
tu cabeza es de oro, y tu cabello
la nata de los donaires;
que pierdo mucho en perderte como el cogollo que la palma enrama.
y gano mucho en ganarte,
y que si nacieras mudo Tu boca como lirio, que derrama
fuera posible adorarte; licor al alba; de marfil tu cuello;
mas por ese inconviniente tu mano el torno y en su palma el sello
determino de dejarte, que el alma por disfraz jacintos llama.
que eres pródigo de lengua
y amargan tus liviandades; ¡Ay Dios!, ¿en qué pensé cuando, dejando
habrá menester ponerte tanta belleza y las mortales viendo,
la que quisiere llevarte perdí lo que pudiera estar gozando?
un alcázar en los pechos
y en los labios un alcaide. Mas si del tiempo que perdí me ofendo,
Mucho pueden con las damas tal prisa me daré, que un hora amando
los galanes de tus partes,
venza los años que pasé fingiendo.
porque los quieren briosos,
que hiendan y que desgarren;
mas con esto, Zaide amigo,
si algún banquete les hacen No ser, Lucinda, tus bellas
del plato de sus favores niñas formalmente estrellas,
quieren que coman y callen. bien puede ser;
Costoso me fue el que heciste; pero que en su claridad
que dichoso fueras, Zaide, no tengan cierta deidad,
si conservarme supieras no puede ser.
como supiste obligarme. Que su boca celestial
Mas no bien saliste apenas no sea el mismo coral,
de los jardines de Atarfe, bien puede ser;
cuando heciste de la mía mas que no exceda la rosa
y de tu desdicha alarde. en ser roja y olorosa,
A un morillo mal nacido
no puede ser.
he sabido que enseñaste
Que no sea el blanco pecho
la trenza de mis cabellos
que te puse en el turbante. de nieve o cristales hecho,
No quiero que me la vuelvas, bien puede ser;
ni que tampoco la guardes, mas que no exceda en blancura
mas quiero que entiendas, moro, cristales y nieve pura,
que en mi desgracia la traes. no puede ser.
También me certificaron Que no sea sol ni Apolo,
cómo le desafiaste ángel puro y fénix solo,
por las verdades que dijo, bien puede ser;
que nunca fueran verdades. pero que de ángel no tenga
De mala gana me río; lo que con ángel convenga,
¡qué donoso disparate! no puede ser.
no guardaste tu secreto Que no sean lirios sus venas
¿y quieres que otro lo guarde? ni sus manos azucenas,
No puedo admitir disculpa,
bien puede ser;
otra vez torno [a] avisarte
mas que en ellas no se vean
que ésta será la postrera
que te hable y que me hables?». cuantas gracias se desean,
Dijo la discreta Zaida no puede ser.
al gallardo Abencerraje,
y al despedirse replica
«Quien tal hace, que tal pague».

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