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El filo de la navaja
por el élder Sterling Welling Sill
Hace algunos años se exhibió en casi todos los cines del mundo, la película “El Filo de
la Navaja”, basada en la novela de W. Somerset Malignan. El tema del libro giraba en
torno a la idea de que la línea que separa al fracaso del éxito es tan fina como el filo de
una navaja.
Vemos también este principio ilustrado de igual manera, cada día de nuestra vida. En el
deporte, por ejemplo, ser sólo un poquito mejor que otros, lo hace a uno campeón. En
las grandes ligas de béisbol, un bateador de 350 gana 3.000 dólares mensuales,
mientras que uno de 250 gana sólo 300 dólares por mes. Aquél, el campeón, es el que
obtiene la primera base tres veces y media de cada diez intentos; el bateador de 250,
dos veces y media de cada diez. El campeón tiene éxito sólo una vez más que éste.
Quizás éste pega mejor, pero no corre tan rápido como aquél. El margen de diferencia
es tan pequeño como “el filo de una navaja” pero ¡cuán tremenda es la diferencia en el
resultado!
Este mismo principio está continuamente operando en todo éxito, tanto en el trabajo en
la Iglesia como en la vida privada. Frecuentemente vemos a dos hombres con
habilidades tan idénticas que no podríamos establecer diferencia alguna; y sin embargo
uno de dos llega a ser “astro” y el otro un “doble”. Uno de ellos es nada más que en
poquito más atento, un poquito más constante, un poquito más puntual, un poquito más
leal, un poquito más fiel, un poquito más industrioso. Dedica unos pocos minutos más
cuando prepara una lección y un poquito más de tiempo en planearla. Pero ¡cuán
tremenda es la diferencia en el resultado!
Alguien ha hecho resaltar la magia que puede encerrar un simple “diez por ciento”. Un
hombre de 1.75 de estatura es considerado un individuo común. Pero si le restamos el
diez por ciento, tendremos un pequeño hombre de menos de 1.60. En cambio, si en vez
de sacarle, le aumentamos ese diez por ciento, tendremos un gigante. Cambios
comparables se producen cuando sustraemos o sumamos un “diez por ciento” a nuestra
diligencia, a nuestra perseverancia o a nuestro entusiasmo. Ese “diez por ciento” hace la
diferencia entre un enano y un gigante. Como resultado de esto, descubrimos uno de los
más grandes secretos para el éxito en nuestra habilidad para dirigir. Un líder
sobresaliente es aquél que hace lo mejor que puede y entonces le agrega un diez por
ciento. Es aquél que aspira un diez por ciento más alto, que trabaja un diez por ciento
más duramente y que persevera un diez por ciento más de tiempo.
Sobre las paredes de la Biblioteca del Congreso, en Washington (EE.UU.), hay una
inscripción que dice: “Apunta demasiado bajo quien apunta más abajo que una estrella.”
Si esto es verdad en cuanto a un éxito ordinario ¿qué podríamos decir cuando está en
juego el reino celestial? El éxito más insignificante llega a ser entonces importante.
Pensemos qué pasaría si cada uno de nosotros elevara su objetivo un 10 o un 20 por
ciento. Pensemos cuáles serían los resultados en la eternidad.
Supongamos que perdemos el reino celestial sólo por un margen comparable al del filo
de una navaja. No será mucha la diferencia, pero cuán importante puede llegar a ser
para la eternidad. Generalmente logramos todo lo que nos proponemos; de ahí que
podríamos decir entonces que “no es malo fracasar, pero sí lo es el tener bajas
aspiraciones.
¡Qué diferencia para esas personas y sus familiares hubieran producido unos pocos
metros más de altura!
El Duque de Wéllington dijo una vez a ciertos soldados franceses que los soldados
británicos no fueron más bravos, sino que habían logrado mantener su valentía por cinco
minutos más que ellos. El famoso ex-Campeón de peso pesado, Jim Corbett, decía que
el secreto del éxito consistía en aguantar un “round” más.
Una de las más grandes lecciones sobre el éxito enseñadas por el Maestro, fue la de
caminar una milla más, hacer un poco más y hacerlo con un poquito más de fe, un poquito
más de energía, un poquito más de devoción. Y si hacemos esto, nos veremos
convertidos, de “dobles”, en “astros” o “estrellas”. Los resultados son tremendos, aunque
la diferencia sea tan fina como el “filo de la navaja.”