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INFIERNO
ADMINISTRATIVO
12 CUENTOS DE HORROR, HUMOR Y HEROÍSMO
RoBERT D. GILBREATH
Traducción:
Mcf~RAW-HILL
ISBN 970-10-0525-2
ISBN 1-88105226-5
CONTENIDO
Prefacio lX
El autor xiii
Prólogo 1
7. El télex revelador 95
(La vergüenza es una cualidad administrativa)
vii
11. Abejas asesinas 149
(Cómo se inició la consultoría)
Epílogo 173
Vlll
PREFACIO
lX
Prefacio
ahora es una caída libre. Lo que fue desafiante ahora es caótico. Lo que era
dificil, ahcra es tortuoso. Lo que tenía sentido, ahora es incongruente. Lo que
era impensable es ahora la norma; si es que "norma" todavía tiene algún
significado. El infierno administrativo.
X
Prefacio
Entre los pillos y los santos, reconocerá al jefe que casi arruinó su carrera,
o lo ayudó a hacerla. Verá al cliente que perdió, el competidor contra quien
luchó. Los hombres o mujeres inteligentes que lo colocaron en el camino
correcto; los rivales que intentaron apartarlo de él.
XI
EL AUTOR
Xlll
El autor
X!V
PRÓLOGO
Es posible que esta tenaz mujer se haya ido con la impresión de que el
orador quedaba sumido en la vergüenza, oculto detrás de la cortina -un
fracaso, totalrnente anticuado, totalmente irrelevante.
2
Prólogo
Para esa hora, los ejecutivos ya se habían precipitado hacia sus suites, se
habían despojado de la ropa de viaje y puesto chaquetas rellenas con plumas
y prendas de fiera. Algunos atacaron las pistas con la ferocidad característica
de marineros llenos de ansiedad por tocar tierra y encontrar en el puerto la
taberna más cercana. Otros organizaron partidas de póquer con cuantiosas
apuestas. Otros más corrieron a sus habitaciones y abrazaron sus teléfonos
para establecer contacto con sus servicios de correo de voz con la pasión de
amantes que se reencuentran. Y unos más, se sumergieron en tinas de
hidromasaje, sus cuerpos y pensamientos desapareciendo en el vapor y la
rendición. Todos olvidaron al profesor y su asistente, y lo que fuera que
hubiese tratado de enseñarles.
Así, el largo fin de semana pasó para algunos de los más poderosos del
mundo. Cuando terminó, varios estaban bronceados por la penetrante luz del
sol de las colinas de cristal y azúcar. Unos eran más ricos, otros más pobres.
Unos cuantos se frotaban las rodillas suplicando siquiera una hora más en las
tinas de hidromasaje. Otros se crispaban nerviosos en sus costosos trajes de
negocios -visiblemente ansiosos por volver a la tensión y emoción de la caza
corporativa.
3
Prólogo
-En ese vuelo viajaban doce empresarios muy importantes -dijo entre
dientes el controlador. Resistió la acometida del humor negro. Rechazó el
apremio de preguntarle a su supervisor si los salvarían sus "paracaídas
dorados", todos los beneficios y prestaciones de una jubilación temprana.
Aguantó el impulso de preguntarles a sus colegas si el inminente impacto
provocaría un desplome o un alza en las acciones respectivas. Se limitó a
4 1
1
Prólogo
U na docena de ejecutivos formaba una fila imprecisa, uno detrás del otro,
las cabezas girando de un lado a otro, las espaldas dobladas, como las de
muchos de los viajeros por negocios que están agotados. Reinaba la oscuri-
dad. El aire era pesado y fétido, inundado con el hedor a miedo. Los directivos
miraban de soslayo y se revolvían en una angustia desacostumbrada.
Una cadena de hierro corría de uno a otro de los doce, uniendo las esposas
que tenían puestas en la mano derecha. Cuando uno de ellos cambiaba de
posición, levantaba una mano para secarse una frente sudorosa o aflojarse la
corbata, el resto se sobresaltaba por reflejo y le reclamaba al ofensor.
Algunos eran industriales del medio oeste. Se les notaba por sus hombros
de jugadores de futbol y sus prácticos zapatos bostonianos de suela gruesa.
Por sus vientres abultados por la cerveza y sus sobrios trajes. Hombres del
acero, de los automóviles, del caucho, de los futuros de panza de puerco.
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Prólogo
~
E
6 f
i
Prólngo
-¿Dónde diablos están los teléfonos aquí? Tengo que llamar para ver qué
mensajes he recibido.
-¿A propósito, qué se tiene que hacer para conseguir un trago en este
lugar? ¿Suplicar?
7
,'
Prólogo
-Las súplicas son algo muy común aquí -empezó-. No les servirán para
nada.
Todos los ojos estaban fijos en el que hablaba mientras los corazones
dejaban de latir, en espera. Nadie se atrevió a moverse o hablar. La figura se
acercó un paso más. -Permítanme presentarme. ¡Soy Reflecto! -anunció
orgullosamente-. Director de Operaciones de Satán. Y como he dicho,
suplicar no les servirá de nada.
8
Prólogo
te unos a otros. Nunca se habían enfrentado a una respuesta como esa. ¿El
dinero no tiene valor? Estaban mudos de asombro, impotentes. Un hombre
apacible, tal vez contador en otro tiempo, se asomó entre ellos y planteó una
modesta solicitud.
9
Prólogo
-Ustedes son doce -les dijo el demonio-, y doce son los pasos que los
llevan a la libertad. Cada uno de ustedes debe ganarse su propia salida del
Infierno. Cada uno debe dar un paso. Si todos pasan, todos escaparán. Si uno,
si tan sólo uno fracasa, todos perecerán. Su destino está vinculado con la
sabiduría con la misma solidez con que el hierro enlaza ahora sus cuerpos.
-¿Pero por qué? -preguntó un prisionero-. ¿Por qué no puede cada uno
salvarse a sí mismo?
-Usted tiene sentido del humor -le dijo al hombre-. Eso está bien. Muy
bien. Verán, para escapar, para huir de este infierno, tienen que divertirnos
a mí y a mi jefe. Cada uno de una manera diferente. Tienen que instruirnos
acerca de sus errores y triunfos, ilustrar nuestras débiles mentes diabólicas,
por así decirlo. Deben impartirnos sabiduría empresarial. ¡Y sin tonterías, sin
basura del tipo de "cómo nadar con los tiburones!" ¡También he visto a
tiburones supiicar!
10
Prólogo
-Quiere historias.
11
,'
Prólogo
12
Prólogo
13
CAPÍTULO UNO
LOS HUESOS
DE HAMMURABI
(Conozca al primer fanático del control)
El prisionero número uno fue llevaao por un estrecho corredor que conducía
a un masivo y adornado pórtico. Cuando el guardia accionó la palanca de
bronce, el hierro enmohecido crujió y se abrió la puerta. El prisionero número
uno fue pateado hacia el aposento.
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Los huesos de Hammurabi
-¿Tiene algo que ver con la forma en que dirigí mi negocio? -sugirió el
aterrorizado ejecutivo.
-¿Tienes una historia para mí, entonces?¿ Un cuento acerca del control,
el poder, las leyes? ¿Una historia que corrija los errores de un fanático del
poder en el infierno?
"' de papeles y respondió:
El prisionero levantó el fajo
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Los huesos de Hammurabi
Esta es una historia que trata sobre huesos y sobre similitud y diferencia.
Puesto que la dirección de una empresa es una batalla constante entre el deseo
por cada una de éstas: consistencia en el sistema para todas las operaciones,
frente a la flexibilidad y la adaptación local. Las grandes corporaciones han
librado estas guerras civiles: centralización frente a descentralización,
uniformidad versus autonomía. Y grandes líderes han tenido que determinar,
diariamente, en qué casos resulta fatal el exceso de cualesquiera de ellas.
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Los huesos de Hammurahi
Dado que temían despertar la ira del déspota, todos acudieron al llamado.
Llegaron desde el Sudán y Egipto y Etiopía. Desde Arabia, Persia y desde las
costas del golfo. Y desde las islas también. U na variada colección de
embajadores, subordinados, jefes supremos territoriales, todos al servicio de
Hammurabi y a merced de sus ejércitos. Y una vez que se reunieron en el gran
Salón de Mandatos, apareció Hammurabi, acompañado por su séquito de
eunucos.
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Los huesos de Hammurabi
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Los huesos de Hammurabi
Así, los eunucos se pusieron a trabajar. Una vez que inscribieron todas las
reglas del libro mímico importado, se dieron cuenta de que no decían gran
cosa. Algunas eran vagas, otras no eran más que simple sentido común. Por
tanto, los eunucos añadieron especificidad y detalle, seguros de que compla-
cerían a Hammurabi. Y después de 30 días y muchas lápidas modificadas,
quedó encantado. Los edictos esculpidos se enviaron a sus destinos y se
erigieron en cada territorio. Bueno, casi en todos.
Las leyes eran tan específicas -y muchas eran sólo pertinentes dadas las
condiciones de Mesopotamia, además de que habían sido redactadas en
dialecto babilonio- que se presentó una gran dificultad para interpretarlas y
aplicarlas. De hecho, los portadores de las lápidas tuvieron serios contra-
tiempos.
20
Los huesos de Hammurabi
Por ejemplo, una de las leyes estaba diseñada para proteger a los burros
de ia crueidad de sus dueños, ya que estos animales eran extremadamente
frágiles y valiosos en la tierra de Hammurabi. A la letra, la regla 214
establecía, "Quien se desmonte para tomar agua durante un viaje, deberá
primero atar firmemente su asno (ass)* a un árbol". Y en el camino a las
regiones interiores, tres de los portadores de las lápidas llegaron a un oasis
en el desierto.
En esta tierra del este de África, la costumbre local dictaba que los
panaderos apartaran una hogaza de pan por cada seis como limosna para los
pobres. El pan recién horneado se colocaba en el borde de una ventana
especial de donde los mendigos, sabiendo que eran para ellos, pasaban y lo
tomaban. Esta benevolente costumbre se había seguido durante generaciones
y a ella se debía la paz y la tranquilidad entre los marginados.
*Juego de palabras intraducible, ya que en inglés ass significa asno y trasero. (N. de
la T.)
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Los huesos de Hammurabi
llegada de las lápidas, con lo que llegó a su fin la colocación de hogazas para
los indigentes. Y miles de individuos necesitados, y sus respectivas familias
y animales, murieron.
Ahí estaba también el Sudán, un pueblo urbano con una gran ciudad
densamente poblada en las márgenes del río. Su problema habían sido las
ratas, enormes plagas que nadaban hasta la orilla en la primavera y llevaban
la peste negra. Pero generaciones atrás los sudaneses habían inventado
trampas infalibles y suficientes para estos roedores y las cebaban con miel.
22
i
Los huesos de Hammurabi
Los persas trataron de adaptarse. A los hombres se les dieron las hondas,
los arcos y las flechas. Sin embargo, eran terriblemente ineptos en el manejo
de armas de guerra y hubo muchas heridas y muertes accidentales. Entonces
llegaron los arios, a cabaUo con excelentes tiradores. Mientras las competen-
tes mujeres observaban, sus hombres fueron aniquilados. Y, al fin, sin
armamentos o sorpresa u ocultamiento siquiera, se asesinó o secuestró a las
mujeres. Suponemos que algún eunuco en esa cabaña de piedra tenía algún
agravio contra las mujeres. En cualquier caso, la ley debe obedecerse.
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Los huesos de Hammurabi
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Los huesos de Hammurabi
Al escuchar esto, las cinco mil almas -al unísono, con los brazos
entrelazados- saltaron al cráter y se hundieron a través de la superficie
reluciente en busca de la muerte inmediata. Las últimas palabras que oyó
ComPlaciente antes de que cayeran fueron -¡Hagamos lo que es mejor para
nosotros!
Así, el misterio de los huesos en el vientre del foso descansa en paz y los
críticos de Hammurabi señalan el error que cometió.
*
* *
-Muy buena -comentó el demonio-, muy buena, sin duda. ¡Me gustó
especialmente la parte acerca de los viajeros sedientos que ataron sus traseros
a un árbol!
-Ilústrame ahora, señor fanático del control. Dime la lección. ¿Cuál fue
el error de Hammurabi?
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Los huesos de Hammurabi
-¿Por qué?
-¡Te has convertido en el primer ex eunuco del mundo! -rugió con júbilo
y golpeó la mesa de piedra. El prisionero permaneció en silencio, confundi-
do-. Humor -bufó el demonio-. Algo que no entendería un fanático del
control. -Después añadió lo siguiente-: Por primera vez en tu carrera,
gusano, tu destino está totalmente faera de tu control. Está en las manos de
los once imbéciles que te siguen. Más te vale esperar que ellos hayan
aprendido tanto como tú.
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1
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CAPÍTULO DOS
L;\S ASOMBROSAS
CABEZAS DE DÍGITO
(Una breve historia de toma de decisiones)
-Eclesiastés 1:14
29
Las asombrosas Cabezas de Dígito
-¡Explícate!
-¿Y a qué han llegado ustedes, los modernos ejecutivos? ¿Algo nuevo,
algo de alta tecnología? ¿Computadoras, tal vez?
El prisionero levantó sus papeles como si fuesen una prueba legal. -Lo
es -contestó.
30
,'
Dos dados más rodaron por los escalones, por debajo de la cortina y se
detuvieron a los pies del prisionero. -¡Empecemos! -vociferó el jefe.
Eran los Cabezas de Dígito, una tribu decente, y pasaron las dos
generaciones tallando réplicas de sí mismos y enterrándolas hasta el cuello en
las colinas y las playas. Cada estatua se numeraba y contaba, y cada una tiene
Ja boca abierta, como si hablara o respondiera.
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Las asombrosas Cabezas de Dígito
de decisiones era algo nuevo, Microvisión probó todos los métodos primiti-
vos: presagios, sortiiegios, augurios y adivinación espontánea.
Mientras jugaba en esta forma, por azar, las cinco piedras rodaron en línea
recta, una directamente detrás de la otra. Microvisión ordenó a toda la
población de varios miles de isleños que se formaran en una fila similar. Un
autobús mágico llegaría pronto, les dijo, y todos serían trasportados alcielo.
Así que formaron la fila y esperaron. Aves intrigadas volaban por encima
y los observaban, sudando de pie bajo el sol. Los delfines nadaban por la orilla
y se reían de ellos. Pero no pasó ningún autobús. -Es posible que no estemos
en la ruta -sugirió Microvisión y sus súbditos se dispersaron y desplomaron.
Dos días después recuperaron la compostura y volvieron a esculpir estatuas
Cabezas de Dígito. Era infinitamente más sensato.
-Dinos, oh, Dipso -imploró-, qué deben hacer las Cabezas de Dígitos
para complacer a los dioses?
Por toda la isla se dejaron caer los martillos en la prisa por cumplir con
los deseos de la reina. Todo el tallado se detuvo y varias personas resultaron
heridas en el clamor y el ímpetu por dirigirse a la orgía de baile y bebida. No
obstante, después de tres días y tres noches, Microvisión se cansó de observar
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Las asombrosas Cabezas de Dígito
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Las asombrosas Cabezas de Dígito
era, "¿Qué preferiría?" y las respuestas posibles eran: "(l) Tallar otra Cabeza
de Dígito de piedra; (2) ser ahogado en ía íaguna; o (3) casarse con
Microvisión". ¡Los resultados fueron sorprendentes! Noventa y nueve por
ciento de los encuestados favorecían el tallado de más estatuas. Así que se
ordenaron más estatuas. A seis varones que eligieron las alternativas dos o
tres, se les vio deslizándose por la playa a media noche, remando frenéticamente
en una canoa de carrizo.
Otro sondeo preguntaba, "¿Qué es lo que nos hace más falta?" y las
posibles respuestas eran: "(1) más estatuas; (2) el sacrificio de una mujer
honesta; o (3) otra emigración de tortugas". ¡Y oh sorpresa! Noventa y cinco
por ciento de los ciudadanos eligieron más estatuas! La noche siguiente se vio
a veinte mujeres que se alejaban remando de la isla en una nave construida
a toda prisa. Microvisión no se inquietó: diez eran virtuosas y diez tenían
piernas débiles. Además, estadísticamente no eran relevantes. Se ordenó que
más personas tomaran el martillo y el cincel.
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Las asombrosas Cabezas de Dígito
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Las asombrosas Cabezas de Dígito
*
* *
-¿No hay datos? -preguntó la voz desde el oscuro trono. Era la primera vez
que hablaba durante toda la lectura-. Tal vez esa sea la respuesta -bufó-.
¿No lo ves, bodoque?
-Los Cabezas de Dígito tenían todos los datos del mundo, y estaban a la
disposición inmediata de su encargada de la toma de decisiones. Sin embargo,
el resultado fue miles de estúpidas estatuas, una población que desapareció
y un final demasiado repugnante para imaginarlo, incluso para mí.
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_,
CAPÍTULO TRES
EL CAFE DEL
HUEVO DORADO
(Cómo el compromiso ahoga la innovación)
41
El café del Huevo Dorado
sobre el block. El asistente del demonio sabía cómo lastimar, cómo reabrir
las viejas heridas. En la parte superior del block, la prisionera número tres
leyó, "El café del huevo dorado".
La prisionera se sobresaltó tanto que habló sin pensar. -No sabía que
entregaban aquí -suspiró sorprendida.
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El café del Huevo Dorado
-Lo sé, lo sé. Y por ello que el hueso de pollo es una prueba idónea para
ti. Aquí en el infierno tenemos un dicho. Decimos que una buena idea nunca
muere de un solo golpe. En cambio, sufre una muerte lenta y por descuido.
La innovación nunca es ejecutada muere picoteada por gallinas.
-No, señor. Suena como una contradicción. ¿Cómo puede ser temeraria
la prudencia?
-¿Ya te olvidaste del café del Huevo Dorado, cobarde? ¿No has
aprendido nada en las últimas dos semanas?
-Sí señor; quiero decir, no, señor ... Lo que quiero decir ...
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El café del Huevo JJorado
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El café del Huevo Dorado
Mientras policías militares agitaban las manos para guiar a los camiones
y autobuses a través de un acceso para ganado, el soldado primero, Billy
Goetz, sacudió la cabeza para despertarse. Hacía seis meses que era soldado
y sabía cómo echarse una siesta cuando podía. Estaba vigilando el eorredor
del campo. Billy era cocinero. Era oriundo de Pueblo y sus compañeros del
ejército le llamaban mestizo.
Los tibetanos estaban hambrientos, así que Billy se puso a trabajar. Para
la hora en que terminó el primer desayuno, Billy descubrió muchas cosas
acerca de estos extraños hombres. Llevaban puestos sombreros de Mickey
Mouse con grandes orejeras colgantes y ostentaban enormes bigotes con las
puntas hacia abajo. Y no les gustaba la comida del ejército. Gruñían mucho
y escupieron el "rancho" que les había preparado, en la tierra plana rodeada
por altas montañas.
El campo Hale está aislado totalmente. Las señales de radio no llegan. Los
hombres no quieren llegar. Con montañas por los cuatro lados, era un
escondite perfecto. Empezó el entrenamiento y Billy experimentó con las
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El café del Huevo Dorado
Los tibetanos los llamaban "pájaro en un nido", pero para Billy no era más
que un huevo frito colocado en el centro de una pieza de pan. Haz un hueco,
vacía ahí el huevo, déjalo freír. Voltéalo, sírveselos y obsérvalos sonreír.
En cuatro meses, los tibetanos estaban de regreso en los autobuses con las
ventanillas tapadas y rodando hacia el aeropuerto de nuevo. Mientras habían
estado practicando el descenso con cuerdas, las caminatas y el campismo en
las Rocosas en el invierno, algún burócrata en Washington se atemorizó un
poco con este asunto. Se cancelaba el trato. Billy dijo adiós, terminó su
servicio y salió con rumbo a Pueblo con sus zapatos del ejército.
Viajando de "aventón" desde la puerta sur del fuerte Carson, llegó a unos
cuantos kilómetros de Fountain, población de 4000 habitantes. Ahí se
embriagó y gastó el dinero que recibió con la baja, en un antro llamado
Roundup Saloon. Trabajó dos días ahí, lavando platos, para reunir el costo
del billete del autobús hasta Pueblo. En eso, el cocinero se enfermó y Billy
fue a dar a la parrilla. Nunca llegó a Pueblo. Permaneció en el Roundup, atado
a un empleo temporal, durante veinticuatro años.
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1
El café del Huevo Dorado
Los camioneros lo mantuvieron a flote, los que acarreaban piedra y los que
transportaban maíz y cebada a la fábrica de cerveza Coors en Golden. Con
el propósito de reducir costos, Billy empezó a criar gallinas y obtenía la
mantequilla de un extraño grupo de granjeros naturistas en la planicie, muy
cerca de la línea divisoria. Criaban al ganado sin hormonas o antibióticos,
dejando que se alimentaran en los pastizales y vendían los productos a un
precio un poco más alto de su valor nominal en el mercado del este del país,
un mercado preocupado por la salud. La mantequilla era buena, puesto que
provenía de vacas alimentadas con pasto, pero el ejército no la habría
aprobado.
Una tarde, Biily estaba lanzando maíz a sus gallinas en el patio, cuando
un camionero rechinó ios frenos de aire y se convirtió en un factor decisivo
47
El café del Huevo Dorado
-Es malta remojada, supongo. Acabo de recoger una carga en Coors. Son
los residuos de la fabricación de cerveza.
Y en efecto. Los pollos se peleaban por ella, se picaban las plumas unos
a otros en sus intentos por engullir tanto derrame como pudiesen.
-¿Crees que podrías detenerte aquí con frecuencia? -le preguntó Billy
al camionero.
-Suena bien.
Y lo fue sin duda, ya que los pollos recibían alimentos gratis y los costos
de Billy bajaron una o dos muescas más. En eso, apareció la reportera.
Billy ya había visto tipos similares antes, ataviados con botas de excursio-
nistas, chalecos rellenos con plumas y mochilas de nilón marca Lands' End.
Había estado haciendo un reportaje sobre el estilo de vida en Telluride. Quería
añadirle cierto colorido local y se extravió en el camino hacia Leadville.
Estaba ansiosa por salir de ahí, pero tenía hambre y le faltaban varias horas
para llegar a Denver. Se le sirvió un pájaro en un nido. Gallinas alimentadas
con malta y ganado magro que comía pasto y le encantó.
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1
.'
*En el lenguaje del cuartel, carne con salsa cremosa sobre una tostada, (N. de la T.)
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El café del Huevo Dorado
Antes de que se diera cuenta, Billy estaba hablando por teléfono con su
representa:ite en Chicago. Había un probiema con el nombre, "Billy Goat de
Leadville".
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El café del Huevo Dorado
51
_¿
-El vínculo con la cerveza es mortal -afirmó una mujer al informar sobre
los resultados de pruebas de mercado-. En una época en que tenemos caídas
en las ventas de alcohol, en que todo aquel que es alguien está en contra de
conducir en estado de ebriedad y hay etiquetas de advertencia en todos los
envases de cerveza, ¿realmente podemos ofrecer un producto cuya materia
prima proviene de gallinas embriagadas?
¿Quién podía discutir con ella? Se empezó a alimentar a las aves con
gránulos de esto o aquello.
Poco después, descubrieron que los japoneses alimentaban sus gallinas con
alimentos derivados de peces y cambiaron a éstos. Como resultado, los huevos
sabían a carpa y las yemas adquirieron un tono casi blanco. Pero a ninguno
le importaba, era más barato. Además, los japoneses lo hacían, así que tenía
que ser una medida brillante.
Al poco tíempo, Billy perdió la pista de qué era exactamente lo que iban
a producir y vender. Un simple huevo en una rebanada de pan tostado se
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El café del Huevo Domdo
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El café del Huevo Dorado
*
* *
La prisionera número tres terminó su lectura, levantó los ojos del block y rniró
alrededor de la sombría caverna. El demonio estaba en silencio, o tal vez se
había ido a la mitad de la historia. Como era característico de ella, la pri-
sionera número tres empezó a preocuparse.
En eso, percibió un movimiento por el rabillo del ojo. Algo se movía bajo
la cortina. Un hueso de la suerte de nuevo. El diablo lo agitaba sugestivamen-
te, ofreciendo otra oportunidad. La prisionera decidió arriesgarse.
-¡Ninguno!
-¿Qué?
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El café del Huevo Dorado
-¿Sí señor?
55
i
CAPÍTULO CUATRO
LA CARRERA DE CARROS /
DE CALlGULA
(La calidad desafía al fraude)
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La carrera de carros de Calígula
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La carrera de carros de Calígula
Cayo Calígula estaba sin duda alguna demente. Creía que era un dios y,
para probarlo, practicó el incesto con sus tres hermanas, afirmando que
Júpiter había hecho lo mismo con su propia hermana Juno. No obstante su
perversidad y degeneración, el hombre era una auténtica celebridad. El
secreto de ía popularidad de Calígula entre los romanos consistía en que,
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La carrera de carros de Calígula
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1
La carrera de carros de Calígula
Para evitar la miseria, los ruederos sustituían con suave latón el hierro en
el centro de las ruedas. Los artesanos de arneses usaban pieles de perros y
gatos callejeros en vez de becerros finos. Los carpinteros empezaron a omitir
un clavo de cada tres y a rogar que los compradores de Edsel no notaran la
ausencia. El engaño cundía por doquier.
Incluso los herreros a quienes se pagaba para ponerles las herraduras a los
caballos imperiales, optaron por pintar las pezuñas con una mezcla de
mercurio y negro de humo para dar la impresión de que tenían herraduras.
Los compradores de Edsel estaban tan ocupados con el precio que no
sospechaban nada. Los pocos que notaban las anomalías se mostraban
ambivalentes. -¿A quién le importa? -se preguntaban a sí mismos-. De
todos modos, los aurigas habrán muerto antes de que los caballos empiecen
a espumar del hocico.
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La carrera de carros de Calfgula
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1
La carrera de carros de Calígula
Edsel estaba en éxtasis. -Sé que mi carro recorrerá seis leguas -afir-
maba-, ya lo he visto hacerlo en una ocasión -además, dio instrucciones a
los caballerangos para que extendieran la vida del carro con adiciones
menores-: ¡Seis leguas es todo lo que necesito -dijo- y ni una más!
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La carrera de carros de Calígula
En tanto que la multitud aclamaba, bebía y agitaba los brazos en una ola
gigantesca de emoción, Edsel mantuvo la delantera durante cuatro leguas. El
polvo se levantaba de la arena cuando los carros giraban en cada curva.
En eso, el animal de punta del tiro de Edsel rompió el yugo de piel de perro
y se separó de los demás, lo que ocasfonó que Edsel redujera un poco su
velocidad. Técnico ganó ventaja. De la rueda izquierda del carro de Edsel
salieron disparados tres rayos hacia la multitud, empalando a un vendedor de
vino y agitando a las masas. ¡Con sólo dos leguas por delante, Técnico se
emparejó con Edsel!
En la legua final, Edsel encontró su caída. Pues mientras corría lado a lado
con Técnico ante la plataforma imperial, la orilla de la rueda derecha salió
volando y una lluvia de clavos y latón barato roció el rostro de Edsel,
haciéndolo sangrar.
Luego, un león tallado se desprendió del frente del carro. Esto ocasionó
que tropezara su tiro de caballos; y en su caída, Edsel voló por encima de ellos
hasta la tierra. Técnico continuó sin ningún incidente y ganó claramente.
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1
La carrera de carros de Calígula
*
* *
-Esa historia casi dio en el blanco -comentó Satán-. Tengo que reflexio-
naría un rato.
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La carrera de carros de Calígula
*
* *
-Esa historia casi dio en el blanco -comentó Satán-. Tengo que reflexio-
narla un rato.
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La carrera de carros de Calígula
-Reflecto.
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CAPÍTULO CINCO
EL CULTO PERDIDO
DEL CONSENSO
(Equipo de trabajo in extremis)
Tan pronto como el quinto prisionero entró al salón del trono del demonio,
de la oscuridad surgió una orden contundente. -Siéntate. ¡Ahí, en la banca!
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El culto perdido del consenso
Satanás siseó con desdén. Aquí, pensó el depravado genio, está una
prueba viviente de la corrupción administrativa. Aquí está un especialista en
cultura corporativa sin conocimiento de otras culturas. La respuesta fue un
gruñido. -¡Los Shakers, torpe! Están perdidos también. ¿No sabes nada de
los Shakers?
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El culto perdido del consenso
-¿Sí señor?
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El culto perdido del consenso
-Creo que tiene razón, señor. Creo que es probable que tengamos una
interesante dinámica de grupo en acción, aquí mismo, en esta conversación.
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El culto perdido del consenso
Los cultivadores de flores, por ejemplo, sugerirían que se les diese más
terreno para sus plantas que a los que plantaban maíz. Se sacaba la mesa
redonda, y toda la comunidad dejaba caer herramientas y armas y corría al
lugar de reunión. Pasaban los días. La votación se tomaba y retomaba. Y las
flores se marchitaban y el maíz se secaba.
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El culto perdido del consenso
Y, desde luego, ningún dios podía ser de mayor o menor importancia que
los otros, ni su estela más alta o más baja, ni su color más brillante o más tenue.
El mínimo común demoninador reinaba en Consenso, exactamente por igual,
para todas las cosas y para todas las personas.
Una vez ejecutada esta acción, los Consensii mancos siguieron con sus
tareas, si bien con una eficiencia un poco menor, hasta que un picapedrero
quedó prensado entre dos piedras que se cortaban para la imagen de otro dios
más. Desafortunadamente, perdió el brazo izquierdo. Salió la mesa redonda
y las cuerdas. ¿Cuánto tiempo se requirió para que los Consensii sin bnzos
se murieran de hambre? Tres días, máximo.
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El culto perdido del consenso
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El culto perdido del consenso
*
* *
-¿Son ésas las únicas teorías? -preguntó Satán.
-Sin duda. ¿Y qué me dices del mensaje que dejó el culto perdido de
Consenso? Es universal, cerdo. Y actual. Incluso tú, un simple mortal,
deberías saberlo. El señuelo del consenso no está restringido a la penínsu-
la de Yucatán o a la época de este cuento. Abunda en las empresas moder-
nas de hoy. Todo lo que has hecho es divertirme, que es más de lo que la
mayoría de los pelmazos de recursos humanos han podido hacer alguna vez.
¿Pero no has extraído una lección del cuento?
76
,'
-¿Cómo es eso?
77
El culto perdido del consenso
-En ocasiones, cuando hace una suena como la otra -murmuró entre
dientes Reflecto.
78
1
CAPÍTULO SEIS
81
El laberinto del toro
El prisionero número seis dio tres pasos ciegos, tentativos, al frente y fue
arrojado de espaldas sobre el piso. Una puerta se había cerrado en sus
nances.
82
El laberinto del toro
El prisionero número seis, aun cuando seguía con los ojos vendados,
empezó a ver la luz. En la tierra, el hombre había construido una burocracia
de primer orden. Una pirámide de poder tan incomprensible e impenetrable
que, si bien le proporcionabacomadidad y satisfacción, estaba prácticamente
congelada en la inactividad. Y él mismo era el maestro del síndrome de No
inventado aquí.
El demonio le dijo que se quitara la venda para que pudiese leer la historia.
Pero primero, le advirtió Satán, tendría que responder a una o dos preguntas.
*En inglés, la palabra bull significa toro y en el lenguaje del ejército se refiere
particularmente a una excesiva reglamentación de formalidades innecesarias. (N. de la T.)
También es la forma abreviada de Bullshit. que significa, entre otras cosas, mentira,
engaño, exageración y palabrería barata. (Trámites engorrosos y discursos huecos.) (N. del
R. T.)
83
El laberinto del toro
En la mitología griega, la isla de Creta era el hogar del toro y del rey que
pensaba como tal.
84
1
El laberinto del toro
Los minoanos tenían Creta, tenían Chipre y miles de islas en los mares
Mediterráneo y Egeo. Y tenían un rey afable y bondadoso: Minos I. Planeaba
cuidadosamente y proveía para la educación y el bienestar de todos los
ciudadanos, quienes por ello le amaban. Fomentó el comercio y apoyó las
artes. En todos los aspectos, Minos I era sabio. Pero Minos I cometió un error.
Minos I engendró a Minos II. Nació el toro.
Minos II era un tipo diferente de rey. Era tan posesivo como un niño y,
además, temeroso. Dio por sentado que la riqueza de sus pueblos era fija y
que su tarea consistía en protegerla del exterior. Adoptó una actitud
defensiva. Construyó el más radical mecanismo de defensa: el laberinto.
Era, también, el centro del gobierno. Y así, a sus salones sin números
acudían administradores sin numerar. Estaban separados por medio de
reglamentos complejos y arcanos, mismos que estipulaban que aquellos que
realizaban una función particular se ubicaran en un sitio particular y en ningún
otro.
85
El laberinto del toro
Todo esto era dirigido por Minos II, que se sentaba en el gran salón del
trono en el centro del laberinto. Minos II tenía un toro especial, también.
Acechaba por los rincones, defendiendo el Status Quo, es decir, estado actual
de las cosas. Era el secreto de Minos II. Si alguien lograse penetrar las
inverosímiles defensas, el toro lo embestiría.
86
El laberinto del toro
-El segundo es un navegante que proviene de los mares del norte. Se llama
a sí mismo Magneto, y trae consigo un extraño artilugio.
-¡Toro! -vociferó Minos II. Y estaba indignado, ya que nadie sabía por
cuál pasadizo o cuál corredor embestiría el toro en el laberinto.
Minos rugió una orden: -¡No debemos permitir que esos enemigos
perturben el laberinto! -hizo una señal con la cabeza al subdirector asistente
del presidente adjunto y susurró-: Dales el tratamiento, acorde a la amenaza
-el cortesano sonrió, y frotándose las manos regocijado, salió.
Fuera del perímetro, los tres sabios aguardaban con una afable confianza.
Habían oído hablar del Laberinto y sabían que en su interior se necesitaban
sus servicios. En eso, de pronto se vieron envueltos en una red de papeleos
y Cinta roja* arrojada desde un parapeto.
*Cima roja, o "Red tape", es una forma coloquial de referirse a la burocracia. (N. del
R.T.)
87
El laberinto del toro
88
El laberinto del toro
que esto ocurría poco después del medio día, y Houdini tenía que entrecerrar
los ojos para ver al que hablaba.
-Tienes el resto del día para eludir al perseguidor a tus pies -le gritó
alguien-, o morir en el intento.
89
El laberinto del toro
Enseguida, hizo una pausa, aspiró el aire viciado, y añadió una condición
final. -Pero, puesto que eres decodificadora de acertijos, te amordazaremos
'¡
y te llenaremos con cera las ventanillas de la nariz. ¡En esa forma, tendrás un i
incentivo para seguir correctamente el procedimiento! ¡No obstante, tienes
treinta días, así que no hay prisa! -bufidos y risas frenéticos siguieron a este 1
último comentario y se ató y amordazó a la mujer.
Nadie sabe qué fue lo que precipitó esta calamidad. Algunos sugieren que
olfateó a una vaca que pasó el Laberinto. Otros, que se cansó de Minos II.
Otros más, que por fin el toro se dio cuenta que la vida ofrecía algo más que
deambular por callejones sin salida y atrapar burócratas que hacían llamadas
90
El laberinto del toro
-¿Dónde esta Houdini, mi artista favorito del escape? ¿Dónde está ese
genio, ese hombre maravilloso a quien haré rey tan pronto como atravesemos
la última puerta? -pero, por supuesto, Houdini también había sido NIA y
estaba más muerto que una piedra.
91
El laberinto del toro
*
* *
-Un cuento maravilloso -dictaminó el demonio-, lleno de estupidez y
orgullo, temor y crimen. Me gusta esa clase de historias.
-Es parte historia y parte mito, señor. Tan vieja como la piedra.
-En eso estás equivocado, insecto -gruñó Satán-. ¡El toro está en todas
partes, vivo y multiplicándose hasta estos días! El toro que destruyó el
laberinto tenía razón: nunca muere. Las corporaciones gigantescas han
construido laberintos de confusión y acertijos de procedimientos. Tenemos
gobiernos e instituciones de todos tipos. Y los cortesanos aún habitan en
92
El laberinto del toro
-En estos laberintos -continuó Satán- cualquier cosa que provenga del
exterior se trata como inferior, es NIA: ya sea cliente, consumidor, compe-
tidor. Con la misma lógica, lo que está dentro de esos laberintos se considera
superior, ya sea torpe, peligroso o destructivo. Y las paredes siguen
ascendiendo alrededor de estos lugares. Y el toro deambula entre ellas, como
soberano supremo.
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j
!
1
CAPÍTULO SIETE
EL TÉLEX REVELADOR
(La vergüenza es una cualidad administrativa)
Desde una silla alta en la esquina del salón para escribir, justo al lado de la
puerta, Reflecto vigilaba el trabajo del resto de los penitentes. Unos arañazos
delicados, que se detenían y reanudaban, hacían eco de cubículo a cubículo.
Los ejecutivos estaban escribiendo, algunos con rasgos elaborados, otros
vertiendo historias con el abandono de los condenados.
-¡Y no has escrito nada, cretino! -le gritó Reflecto-. ¡Estás de$perdi-
ciando el tiempo, hombre! ¡A este paso, nunca saldremos de aquí!
'95
El télex revelador
96
1
El télex revelador
¿Ypor qué es Poe tan atemorizante, aun para nosotros, en la época actual?
Presenta pocos monstruos, ningún mutante ni bestias voraces. Se ocupa
principalmente de seres humanos, su culpa, su vergüenza. Eso explica el
poder de su horror. Y su universalidad. Y es que Poe ha exhibido la vergüenza.
La extrajo de los ocultos nichos de la psique y la describió en blanco y negro.
Su genio reside en que propició que cada lector, de todos los tiempos, la
reconociera como suya. Es el monstruo con que dormimos, y Poe le dio
tamaño y forma y una voz.
-Ahora sabes por qué las historias son importantes -respondió Reflec-
to-. Las historiasproporcionan una sabidurfa que nunca se puede proyectar
en la pantalla de una sala de conferencias.
97
El télex revela.dar
-lvfe dice mi asistente que me gustará este cuento -siseó desde los
oscuros recodos de su cubil-. Ruego que confronte crímenes atroces y
malvados. Y -añadió- ruego los confronte en tu alma.
98
1
El télex revelador
con los negocios. Instalé nuestras operaciones químicas en Burma, un país con
mano de obra de diez centavos y un gobierno que se hace de la vista gorda.
El mínimo ~n activo, aunado a cero mantenimiento es igual a una utilidad
máxima. La fórmula de la habilidad.
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El télex revelador
Y los medios, el ojo estúpido, piensan que están dando a conocer la verdad.
¡Tontos! No son más que torpes herramientas del negocio.Yo los manejo
como si fuesen focas que ladran. Soy un genio para desarmar y desinformar.
Util,izo el ojo, a pesar de que lo odio.
Así que aquí estoy, solo. Fuera del alcance de todos porque la cosa está
que arde. Si no pueden localizarme, no tienen historia. Si no hay historia,
estoy a salvo. El saqueo puede esperar.
Lenore es la única que sabe que estoy aquí, y sabe cómo mantener la boca
cerrada. Sabe que puedo cambiarla de asistente ejecutivo a mesera de
cafetería en un abrir y cerrar de ojos. En mis manos está que tenga que mover
el trasero para conseguir la~ propinas. Que sus hijos vendan periódicos en la
calle lo puedo hacer. Ella sabe muy bien lo que le conviene.
100
!
El télex revelador
Dios, sí que está oscuro aquí. Un momento, esa ventana en lo alto deja
pasar un delgado rayo de luz. Debe venir del muelle, de algún farol. La luz
ilumina hasta el rincón más distante y la sigo. ¡Oh, dios mío! ¡Hace años que
no veía un aparato de éstos!
Un momento. ¿Toqué esa cosa? ¿La encendí? No, no, ni siquiera bajé
hasta el pie de las escaleras. Sin embargo, ahí está de nuevo, ese golpeteo,
ese traqueteo. No estoy seguro de si lo oigo o me lo imagino. Suena como el
ruido que se oye cuando algunos chicos universitarios se sientan en primera
101
El télex revelador
de luz alumbra todavía, pero hay algo diferente. ¿Es eso 1 :~.,cl? ¿
antes?
Puede haber estado ahí desde hace años. ¿Cuánto tiemp<, ;evo a
observando esta cosa? ¿Cinco, diez minutos? No se ha rtn~"ido n'
metro. Vaya, ni siquiera está conectado. ¿Dónde están las ~,z.;1:kra
voy de aquí!
funciona con baterías o algo así. ¡Hey'. ¿Qué demonios está ~:<:rnd1 ,J j.
duda de que lo estoy oyendo, estoy se guro!
102
El télex revelador
¡Corre, sube las escaleras y abre las cortinas! ¡Busca las luces en el cielo!
Ahí, ahí está. Están subiendo por el camino, vienen tras de mí. ¿Qué es eso,
una furgoneta de enlace via satélite? ¿Servicio de Mensajería RA VEN? Es la
última vez que le digo a Lenore a dónde voy. ¡Nunca más!
¡En cuanto regrese a la ciudad, la mato! ¿Bien, quién será esta vez? ¿Safer?
¿Jennings? ¿Geraldo? Espera, ahí viene otro automóvil.
103
El télex revelador
Quieren entrevistarme para una sección sobre el estilo de vida de los eje-
cutivos. Estos tontos incautos. Esos don nadie pedigüeños de tonterías. ¡Ja!
¡Es indudable que lo oyen, los idiotas tienen que oírlo! ¿Lo están
ignorando, se están burlando de mí, me están torturando? Suena como una
ametralladora. ¿Cómo pueden seguir con esta comedia? ¿Cuándo lo admitirán
por fin? ¡Estilos de vida, mis polainas! ¡Han venido a crucificarme!
¡Está bien, está bien! ¡Me rindo! ¡Bajen las malditas escaleras y vean el
télex! Ahí está todo, hasta el último detalle, estoy seguro. ¡Anótalo todo,
maldito ojo hambriento!
Aquí, les grito, bajen aquí y acabemos de una buena vez. ¡Lean todo lo
relativo al costo de mi codicia! Escriban sobre los sobornos y el mantenimien-
to retrasado, escriban sobre los embarques de fórmula a la media noche, de
las prácticas desleales vendiendo productos a precios regalados, para desalen-
tados de la alimentación al pecho y volverlos adictos a la basura que produ-
cimos!
104
El télex revelador
*
* *
Al terminar, el prisionero descartó la voz y los ademanes del protagonista de
la historia y esperó. El tiempo se deslizó lentamente. No llegaba ningún
sonido de atrás de la cortina. Me ha descubierto, pensó. El diablo se ha dado
cuenta del plagio. El temor lo dominó por completo. En eso, se oyó la voz.
-¿Perdón señor?
105
El télex revelador
-Lo mismo que el personaje del cuento de Poe, has arrancado los tablones
de tu vida y has visto lo que está debajo. Has escuchado, como debemos
hacerlo todos, los latidos de nuestro propio palpitante corazón. Y -el
demonio hizo una pausa- has reintroducido la vergüenza a la práctica
gerencial. ¡Largate! -le gritó-. ¡Estás descubierto! ¡Te has liberado a ti
mismo!
106
El télex revelador
-Por favor, por favor -murmuró Satanás-, dime algo que no sepa,
¿quieres? Vete ahora y vuelve con otro gerente con cerebro de gusano.
Una vez que salió Reflecto, el demonio sacudió la cabeza y susurró para
sí mismo. -Lo conozco desde hace siglos y es mi mejor hombre. Sin embargo,
Reflecto todavía no sabe de qué se trata esto. ¡No soy yo quien necesita la
sabiduría, sino ellos! Sigo siendo el profesor y sigo enseñando. Sólo que en
una forma más efectiva y satisfactoria. -Aún se reía cuando se abrió la puerta
y entró un estudiante fresco.
-.
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l
CAPÍTULO OCHO
LA MUJER CATARATA
(Visiones de un líder)
-Algunos lo están, otros no. Los líderes osados lo respaldan. Los tímidos
se aferran al pasado como niños a las faldas de sus madres, o fanáticos a un
mito fallido.
109
La mujer catarata
-¿Así que los hay osados, eh? -preguntó Satanás, con un claro matiz de
escepticismo en la voz-. ¿Sabes tú, mujer, qué es la valentía?
-La metáfora del tiempo como río es tan antigua como -Herodoto -le
explicó, el rostro todavía apretado contra la tela, su atención clavada en las
respuestas de la cautiva.
110
La mujer catarata
Y así fue. Ella lo llevó al antiguo Egipto, a las cataratas del Nilo y de
regreso nuevamente. Le habló de heroísmo y el triunfo de lo nuevo.
Alrededor del año 2000 a.C., en la ciudad de Estabile, una joven doncella
fue seducida por el hijo del rey y dio a luz a un niño. Pero el rey, Tradici-on,
se enfureció. Con el fin de consolidar la paz entre las dos ciudades, tenía en
mente dar a su hijo en matrimonio a una princesa de Flux. Y, en consecuencia,
actuó impulsado por la ira.
Pero justo antes de que se cumpliera esa sentencia, Tradici-on mismo tomó
al nií1o, lo levantó por encima de la cabeza y lo estrelló contra un poste del
muelle para después lanzarlo al agua. Enseguida, ordenó a su verdugo que le
sacara los ojos a la madre y la arrojara, igual que al niño, al aceptante Nilo.
111
La mujer catarata
La vida continuó en las ciudades, como siempre, con el flujo y reflujo del
Nilo. El Nilo realimentaba los campos fértiles a lo largo de su ruta, desde las
cataratas hasta el mar, y las franjas de tierra en sus riberas se vo 1vían
exuberantes y verdes, mientras que todo lo que se encontraba más allá de la
inundación de sus aguas era desierto.
Cada afio, los campesinos a todo lo largo del Nilo esperaban la periodi-
cidad de su desborde y adaptaban sus ciclos de vida a la del río. La mujer
catarata empezó a aventurarse en una pequeña balsa de carrizos, partiendo de
la fuente del río, con recorridos cortos al principio y después más largos,
según adquiría destreza.
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La mujer catarata
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La mujer catarata
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La mujer catarata
Con el trascurso de los días. Flux cada vez se enfrentaba a más dificultades
para mantener a su población. Los Recalcitrantes se multiplicaron, las quejas
se Juplicaron y empezaron a notarse las privaciones. Ra salía y se ponía y el
río continuaba inalterable. -Cuando no hay nada a la vista -confió Dinámico
a sus lugartenientes-, la visión es más importante.
115
La mujer catarata
y satisfecha. Ellos especularon sobre lo que sucede. Ellos han sido más ¡'
j
~
inteligentes. En eso, algo llamó su atención. l
Era una cosa insignificante, nada más que una cáscara de nuez de nogal f
que flotaba a gran velocidad. Pero Dinámico contuvo la respiración y se metió
al río y recogió la nuez de la corriente. Esto es, pensó regocijado. ¡La 1
predicción se ha cumplido!
i
1
La mujer catarata conocía las plantas que crecían en la parte más elevada
del Nilo y le había dicho a Dinámico que los nogales producen sus frutos en
ramas más altas. Cuando se arrastra la fruta del nogal, había dicho, el 1
desbordamiento es inminente. Dinámico subió corriendo el acantilado, por J
1
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La mujer catarata
*
* *
-Un cuento muy emocionante -pronunció Satán tan pronto como terminó
la prisionera-. Muy original, muy motivador.
-Comparado con su contraparte al otro lado del río, ese cerdo llamado
1
117
··.,;;+o~_.
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Ú1 mujer catarata
actividad en el infierno. Pero yo, yo soy el único con visión. ¡Yo soy quien ve
lo que viene, lo que es nuevo, lo que tiene que cambiar!¡ Yo soy Lucifer, mujer!
¡El líder del infierno!
-¡La mujer catarata, vieja gloria con cuernos! Ella tuvo la visión, ella vio
el futuro, fue ella quien logró que la población hiciese lo que nunca habrían
l
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1
1
La mujer catarata
-Pero señor, er, es decir, pero Maestro del Cambio -interpuso Reflecto-
tal vez debe ria actuar con más moderación en este asunto. Es mucho le que
hemos construido durante los milenios. Sentimos orgullo y fe en la forma en
que funcionan aquí las cosas. Podría ser imprudente ...
-¡Al demonio con todo eso! -gritó el diablo-. ¡Todo va a cambiar, ahora
mismo!
119
La mujer catarata
-Una historia més, entonces. ¡Pero que sea breve! ¡Tengo que rehacer
un mundo!
120
,'
CAPÍTULO NUEVE
EL CAMBIO DE CULTURA
DE CONSTANTINO
(El maestro del cambio del infierno)
-¡Yo me río en la cara del caos, imbécil!¡ Yo soy el lvfaestro del Cambio
del Infierno!
-Tal vez sería conveniente que escucharas acerca del Maestro del
Carnbio del Cielo.
E n el año 324 d.C., un aspirante mago del cambio tomó juramento como
emperador de Roma. Su nombre era Constantino y adoraba al Rey Sol, mismo
que ordenó que se imprimiera en sus monedas y, en determinado momento,
llegó a interesarse en esa nueva cosa llamada cristianismo. Al final, este
hombre impuso el cristianismo como la religión oficial del imperio romano,
y con ello, cambió la historia del mundo. Los templos paganos fueron
saqueados, sus rituales prohibidos. Se persiguió a miles y el campesino común
tenía que adaptarse a una nueva serie de dioses e ideas, le gustasen o no. Hay
de cambios de cultura a cambios de cultura. Éste fue el mayor.
*
* *
-Y ahora -el prisionero número nueve hizo una pausa- contaré la historia
desde la perspectiva de alguien que la vivió. Hablaré en primera persona.
* *
124
El cambio de cultura de Constantino
125
El cambio de cultura de Constantino
Este árbol era otro dios, ya que sus hojas eran perennes, siempre verde.
En fos días más oscuros, con la nieve y el viento encolerizados sobre los
campos y las provisiones menguando y la caza olvidada, mirábamos el árbol
que nunca muere y sabíamos que nosotros mismos no moriríamos.
126
El cambio de cultura de Constantino
la proclamó como la única. Pero, por supuesto, dado que vivíamos en una
alde::i tranquiia en ei bosque, no sabíamos nada de estas razones. Todo lo que
supimos fue gracias a los soldados.
Así que erigimos sobre la puerta del templo la insignia que nos habían
dejado y continuamos orando al Rey Sol, y comerciando con monedas del rey
Sol y adorando a la Madre Tierra y al árbol que nunca muere. Somos personas
complacientes. No deseamos hacerle daño a nadie.
-¿Pero quién celebrará los matrimonios y ocultará los huevos y leerá las
entrañas y adornará el árbol que nunca muere? -pregunté, temblando.
-¡Esos cultos están prohibidos! -respondió en voz alta, como para que
se enterara todo el pueblo-. Ahora tenemos nuevos dioses y nuevos rituales.
127
El cambio de cultura de Constantino
-¿Pero ahora que ha muerto el árbol que nunca muere, qué nos brindará
consuelo durante las épocas de desolación -preguntó uno los pobladores en
tono de lamento- cuando se acerca el viento aullante y los lobos aullantes?
¿Cómo nos traerá fecundidad una vngen, campos fértiles, vida del
vientre? ¿Cómo podrán nuestras mujeres imitar a una virgen? ¿Cómo
empezará nuestra primavera, se multiplicarán nuestros animales, se renova-
rán nuestras vidas? ¿La virginidad no es una negación? ¿No es acaso la
ausencia de la fuerza de la vida? Estas preguntas se las formulé a Rigor.
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,'
129
El cambio de cultura de Constantino
Pero algunas noches, todavía oigo el sonido del martillo de Thor, hasta
hace poco tan perteneciente a mi corazón, resonando por esos muros de piedra
y elevando mi alma con sus campanilleos. Los monjes dicen que ahora son
campanas, de torres que se erigen sobre los templos. Suspiro y supongo que
están desapareciendo los últimos vestigios del mundo que conocí.
*
* *
130
El cambio de cultura de Constantino
-¿Este Constantino -preguntó el diablo- era tan tonto como para pensar
que podía rehacer el corazón y la mente de la gente de un día para otro?
¿Ignoraba acaso que los líderes inteligentes jalan a sus seguidores, en vez de
empujarlos?
-Sí, por supuesto. Pero eso no importa si no logra que los demás también
crean en ella.
-¡Yo soy lo que se me antoja! -gritó Satán-. ¡Pero puedes estar seguro
de que nunca imitaré al Maestro del Cambio del Cielo/
131
El cambio de cultura de Constantino
-Sí, oh Maestro del Cambio, como diga -llegó la respuesta desde el otro
lado de la puerta.
-Y, Reflecto.
132
CAPÍTULO DIEZ
LOS PENSAMIENTOS DE
HAMBRE DE LOS ESCLAVOS
(El peligro del éxito)
"El peligro del pasado era que los hombres se volvían esclavos.
El futuro presenta el peligro de que los hombres se conviertan
en robots".
135
Los pensamientos de hambre de los esclavos
*
* *
-¿Pero qué tiene eso que ver con la historia por contar? ¿Qué relación
guarda con el liderazgo, torpe? -Lo interrumpió Satán. La respuesta del
prisionero fue rápida.
-Esto: que sólo dirigirán aquellos que ambicionan elfuturo. Los esbeltos.
Los hambrientos. Aquellos cuya conducta es representativa de las palabras
que Shakespeare escribió para Casio: "Ni prisiones sin aire, ni recios
eslabones de hierro, pueden detener la fuerza del 2spíritu ".
136
Los pensamientos de hambre de los esclavos
-¡Ahí está otra vez con Shakespeare! -gimió el demonio-. ¡Este imbécil
ha confandido el infierno con una clase de literatura de preparatoria!
*
* *
Era una época en la que los gigantes recorrían por la tierra. Pompeyo, el gran
general romano, había alcanzado la victoria en toda España. Piratas y
atracadores recorrían los mares y capturaban esclavos y los vendían a los
romanos, quienes se deleitaban con su esclavitud y sus matanzas. Y los
romanos se acostumbraron a los esclavos y establecieron una escuela de
gladiadores en Capua para entrenar a estas almas torturadas a pelear en
combate. No se trataba de que combatieran contra enemigos, ni era para la
gloria de Roma, sino por el placer perverso que derivaban al verlos morir
como diversión.
137
Los pensamientos de hambre de los esclavos
Dos de tales visitantes eran muy jóvenes, de pie ante los recintos de los
es el a vos, observando a los gladiadores en el interior. Siendo ambos patricios
y, deseosos de apostar a los resultados de las competencias, trataban de
esmerarse en la elección de los futuros ganadores en sus propias guaridas.
En uno de los fosos estaba Espartaco, pero no llamó la atención de los dos
jugadores. Espartaco era esbelto, no enorme. Los demás eran competidores
más atractivos: grandes y corpulentos mastodontes, elegidos por su fuerza
física.
Para este duelo, a Espartaco se le dio una daga y una pica, y Muestra
portaba un hacha y una red de cota de malla. Al principio, dieron vueltas uno
en torno al otro, frente a los escasos espectadores, y después, Muestra empezó
a mofarse de Espartaco.
-Te aprisionaré con la red -le gritó- ¡y veremos la libertad con que
puedes pelear[
En eso, Muestra. lanzó la red con gran esfuerzo, ya que era grande y
pesada, cruzó por el aire y se acercó a Espartaco. Pero Espartaco era enjuto
y ágil y con toda facilidad dio un salto y dejó que pasara por debajo de él.
i38
Los pensamientos de hambre de los esclavos
139
Los pensamientos de hambre de los esclavos
hambre, pern no de las migajas que se arrojaban a los esclavos, sin importar
su sabor. Él tenía hambre de libertad.
Los juegos comenzaron, con diez encuentros por día. Espartaco, delgado
y rápido, entró en la arena de la pelea, primero contra Hominus, una bestia
de Egipto. Y a que se trataba de un combate preliminar, había poco público.
No obstante, el astuto y voluntarioso Espartaco despachó rápidamente a
Hominus, y a continuación aparecieron los peleadores más pesados y gigan-
tescos. Para entonces, ya se había congregado una multitud.
140
Los pensamientos de hambre de los esclavos
Y uno muy fiero, por cierto. Dado que todos sus miembros eran esclavos
escapados y todos tenían hambre de libertad y odiaban el pasado. Todos
estaban seguros de que les aguardaba la tortura y la muerte si los capturaban,
así que combatían como demonios del infiern0. Atacaban los puestos remotos
del ejército y obtenían armas y provisiones y volvían victoriosos al Vesubio.
141
Los pensamientos de hambre de los esclavos
Las ironías se acumularon sobre más ironías. Pompeyo, quien había estado
en España, regresó rápidamente, desclavó a rebeldes crucificados y se llevó
142
,'
algunos para que desfilaran por las calles de Roma. ¡Y llegó a la ciudad antes
que Craso! Así, la población ofendida otorgó a Pompeyo, espectador de todo
el conflicto, los laureles y honores y se le llamó "el Grande".
Ése es del deber de un líder. Sea hombre o mujer, esclavo o libre, su tarea
consiste en llevar al resto a una tierra que es diferente, a circunstancias
desconocidas. Arrebatar el futuro de las garras de los que están saciados con
el presente. Y para ese fin, no puedes ser feliz con las condiciones esta-
blecidas. Debes tener hambre por lo nuevo.
143
Los pensamientos de hambre de los esclavos
¿Al fin y al cabo, quién es esclavo y quién es libre? ¿La persona con poder
y sin sueños, o la persona sin más poder que los sueños? Los obesos con el
presente "y tales que de noche duerman bien". ¿O los esbeltos y hambrientos,
demasiado inquietos y demasiado llenos de visiones para descansar?
*
* *
Terminar así, con una pregunta en vez de una conclusión, era arriesgado, y
el prisionero lo sabía. Era imposible predecir cómo respondería el diablo, o
si respondería siquiera. Ahora parecía que su captor estaba reflexionando,
pensando, ya que el prisionero podía oír suspiros y gruñidos sordos, el sonido
de un puño que golpeaba en una mesa, y después, a través de la cortina llegó
un "¡Ah-ja!" apagado.
-¡No ran aprisa, sapo! Tengo una prueba más para ti. Una pregunta, en
realidad. Y es la siguiente: ¿Por qué te traje aquí?
144
Los pensamientos de hambre de los esclavos
-Para un hombre que puede escribir un cuento profundo, eres tan lerdo
como el que más -siseó Satanás. Un suspiro de disgusto ondeó el oscuro velo.
Enseguida, se oyó una profunda inhalación, como la de un profesor impa-
ciente a punto de sermonear a un agresivo menor.
145
Los pensamientos de hambre de !os esclavos
Ambos salieron del aposento del dernonio, Reflecto con una mueca de
disgusto por el insulto, y el prisionero perplejo. Una vez fuera, rnientras
caminaban por el humeante corredor, el ejecutivo le preguntó a su guardián
por qué role raba tanto mal trato de su jefe.
14ó
CAPÍTULO ONCE
ABEJAS ASESINAS
(Cómo se inició la consultarla)
-Sé todo lo que hay que saber acerca del poder y procedimientos. ¡Lo
aprendí directamente de Hammurabi! No te quepa la menor duda, también sé
tomar decisiones. Conozco los secretos de la isla de Pascua, la CIA y sé que
Edgar Alían Poe murió en Baltimore. Pregúmame sobre el liderazgo, sobre
Shakespeare o los Shakers. ¿Y la innovación? Pregúntame acerca de la
comida rápida y el Tíbet. O de administración por participación, visión,
formación de consenso. Burocracia y toro.
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Abejas asesinas
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Abejas asesinas
Esta era empezó mucho antes, alrededor del año 1200 a.C. En Grecia se
la conoce misteriosamente como época de las Invasiones Dóricas. Platón, más
tarde, se refirió al continente perdido de Atlántida, pero los geólogos actuales
sugieren que fue consecuencia de la erupción volcánica de la isla de Tera en
el mar Egeo. Sobrevinieron enormes migraciones y una mezcla entre pueblos
antes distintos. El resultado fueron guerras, hambre y la destrucción de
civilizaciones con siglos de antigüedad.
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El vino y las palabras empezaron a fluir entre ellos, ambos magníficos sin
duda. -¿De dónde proviene este néctar? -preguntó Ligero Barniz. Y el
comerciante, con voz de borracho, admitió que era de la tierra de los Hititas,
cerca del gran mar interior. Barniz salió a atender las necesidades de la
naturaleza, y rápidamente inscribió esta localidad en su tabli-dex. Podría ser
valiosa, pensó, pero más tarde.
Barniz reservó un pasaje para la tierra de los Hititas y partió hacia allá en
la mañana. Ahí conoció un maestro constructor y de nuevo se sentó con un
desconocido a beber, y robar. El constructor sabía del vino Hitita, como todos
los habitantes de esa tierra, y después de que habló de fermentación, acidez
e injertos cepas, Barniz hizo otros apuntes en su tabli-dex.
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obras públicas que podrían edificarse con las matemáticas que había adqui-
rido. Aún tenía más preguntas pendientes, pero la noche había caído sobre
ellos y Barniz y su tabli-dex ya habían partido antes de que se les diese
respuesta. Barniz iba con destino a Atenas.
Más tarde, ese mismo día, encontró a un agricultor que cultivaba uvas,
quien haría rico a Barniz a cambio de los secretos del vino Hitita. Pero cuando
el agricultor preguntó acerca de los tipos de tierra, métodos de siembra y el
uso de la uva pasa, Barniz musitó algo entre dientes y se perdió entre la
multitud. Partió hacia Egipto.
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*
* *
Al oír el final de esa aterradora.historia, Reflecto se deslizó en el aposento
y se colocó detrás del onceavo prisionero. El demonio estaba comentando
sobre una cosa u otra; Reflecto no pudo enterarse de todo. Sin embargo, su
tono era demasiado claro, aun cuando su expresión estaba oculta. El demonio
estaba resignado, tal vez escarmentado incluso, por lo que acababa de
escuchar.
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-¿Pero señor, qué pasó con su oferta? Todos se quedan o todos se van.
-Muy bien, señor. Déjelos a todos aquí. Estoy seguro de que le serían
útiles para dirigir su organización.
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CAPÍTULO DOCE
LA CONFESIÓN DE SAN
AGUSTÍN
(Llegando a los límites de la administración)
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-¡Vaya coincidencia!
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-Le voy a llevar muy lejos de todo esto, señor -musitó entre dientes el
último ejecutivo-. Entraremos en los terrenos del alma humana. No obstante,
no es un viaje tranquilo, ya que ahí habitan todos los horrores que aparecen
en las pesadillas, con frecuencia más amenazantes y terribles. Es un reino de
opresión, y huir no bosta para escapar. No podemos huir de nuestras dudas;
no podemos escaparnos de nosotros mismos. No existe una salida fácil ni un
alivio directo para una mente angustiada. El único recurso es la confesión.
-¿Cómo intentas hacer todo eso con un cuento corto, basura? -demandó
el diablo.
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La confesión de San Agustín
,,
R1 es un ejecutivo; su vestimenta lo dice, y su portafolios. Pero sobre todo
su apariencia. Está encorvado, derrotado. Su rostro es un mapa de esfuerzos
y atención al detalle. Se sienta pacientemente en el reclinatorio esta lluviosa
noche de invierno, esperando, con una destreza adquirida en muchos
aeropuertos, durante muchos años. El último en la fila, es el siguiente en
turno.
La tenue luz de la catedral disminuye con cada nube que pasa, e incluso
las viudas con velos negros, agachadas por su pena, salen, una a una. En eso
se abre la puerta del confesionario y un penitente abandona el templo sin ser
visto.
-Me he confesado dos veces en las últimas semanas, pero no estoy seguro
de que cuenten. La primera fue con un terapeuta, la segunda con un cantinero.
Me desahogué con ambos, pero aún sigo abrumado. He venido a usted como
último recurso.
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~J. confesión de San Agustín
-Cien hombres y mujeres trabajan para mí, Padre y les he fallado. He sido
..:.n líder deficiente, un mal administrador. No los he desarrollado, ni me he
zanado su afecto y admiración. No soy apto para supervisar. No soy
idecuado.
-Te repito, hijo rufo, deja los juicios a mí y a mi jefe. Pero dime, ¿los has
abandonado por su diferencia? ¿Los has protegido y defendido, o los has
sencillamente dejado de lado?
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La confesión de San Agusrín
-Tal vez ése sea mi mayor triunfo, Padre, ya que los he protegido en gran
medida. Vaya, este año me negué a promover a dos mujeres que no estaban
preparadas para las demandas de la administración. Planeo nutrirlas, adies-
trarlas con el tiempo. No quiero que fracasen. Me intereso por ellas, sí, lo
hago.
-Oh Padre, lo siento, pero en los negocios nos guiamos por evangelios
adjuntos. Asistimos a universidades y estudiamos al pie de profesores.
Compramos los libros de más éxito y aprendemos los siete pasos para la
excelencia, los secretos de liderazgo de los directores generales exitosos.
Leemos revistas cuando viajamos en avión y asistimos a semmanos y
similares. Algunas veces éstos son confusos y divergentes, pero algunos
puntos fundamentales de la administración nunca cambian.
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La confesión de San Agustín
-¿Entonces? ¿No tienen que inspirarse en mí? ¿No tienen que adoptar mis
objetivos, reflejar mis ideales?
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La confesión de San Agustín
-¿Nos llevará esto toda la noche? Lo que quiero decir es que tengo una
cena de negocios y debo ponerme al día con el sistema electrónico de recados.
-¿Qué más?
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La confesión de San Agustín
el esperar que se desempeñen debido a tus estándares. Deja que los estimulen
sus propios temores y anhelos, no los tuyos. Éste es el pecado de imposición.
-Una misión común, sí, pero no una motivación común. Esto nos conduce
a tu tercer pecado: ei pecado de identificación. Estás tratando de consegüir
que sean tú, y no pueden ni deben. Ellos son ellos mismos, cada uno diferente.
El hecho de que trabajen juntos no significa que deban ser uno y el mismo.
Tú eres tú, hijo mío, deja que ellos sean ellos.
- Y a admitiste eso antes y me causa gran aflicción, como estoy seguro que
les causa a ellos. Has pecado de nuevo, el pecado de protección. Debes
permitirles que progresen más allá de ti, o más allá de tu apreciación de ellos.
Tus impresiones sobre ellos se convierten en sus ataduras, hijo, y eso es
injusto.
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La confesión de San Agusrín
-Pues ahí, hijo mío, es donde intervengo yo. Ahora entramos a una nueva
fase de la confesión: la segunda parte, por así decirlo. Es el momento de la
recapitulación. Tengo un método para hacer esto. ¿Te gustaría oírlo?
-Tengo poco tiempo, Padre, pero no debo irme sin recibir mi penitencia.
¿Qué debo hacer para expiar estos pecados?
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La cor.fesión de San Agustín
-Como dice San Agustín en su último párrafo, "Puede ser demasiado para
algunos, muy poco para otros".
* *
Tan pronto como se des1/aneció la voz del prisionero, Reflecro, presa de un
paroxismo de impaciencia. empezó a parlorear con su amo.
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La confesión de San Agustín
Satán se levantó del trono y alzó sobre la cabeza los brazos huesudos.
-¡Basta de ese ofensivo parloteo! ¡He aprendido suficiente' ¡He alcanzado
los límites de la administración! -bufó. En eso, del centro de su.alma surgió
en ulular de sirena una pregunta, penetrante, dolorosa. ¿A dónde deberá
enviarlos?
-¿A dónde deberá enviarlos? Están en la ciudad del Pecado. ¡La ciudad
de Dios está descartada!
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"Y uno de los
serafines voló hacia mí, en su mano
una brasa ardiente ...
Con ella tocó mi boca y dijo ...
quitada está tu iniquidad".
-Isaías 6: 6-7
-Esa nave parece una exhalación, hombre. ¡Va como alma que lleva el
diabio!
prestó poca atención a esta cortesía. Todos tenían prisa. Había lugares a los
que tenían que ir, y lugares de los cuales huir.
-Creo que volaré a Las Vegas esta noche. Tengo que ponerme al día en
cuanto a diversión, tal vez vea un encuentro de box, o me dé una vuelta por
las carreras.
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-¿Enseñando, supongo?
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Epílogo
-¿En serio?
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