Está en la página 1de 28

REPUBLICA BOLIVARIANA DE VENEZUELA.

MINISTERIO DEL PODER POPULAR PARA LA EDUCACION


SUPERIOR.

UNIVERIDAD BOLIVARIANA DE VENEZUELA.

PFG: PSICOLOGIA SOCIAL.

U.C: PSICOPATOLOGIA

Algunas nociones sobre los recursos terapéuticos que se


utilizan para la atención integral de los trastornos mentales y
conductuales que complementan las técnicas
psicoterapéuticas. La rehabilitación y la terapia ocupacional.
Los psicofármacos. Las llamadas terapias biológicas.
Indicaciones específicas de la hospitalización.

ESTUDIANTE:

JUAN CARLOS FLORES ARRAIZ

CI: 6251361
PROFESOR: DR PEDRO BOLIVAR
INTRODUCCION

La psicoterapia es el conjunto de técnicas curativas utilizadas en el tratamiento de las


enfermedades mentales y médicas, se basa en la palabra y otras influencias de origen psíquico.
Implica establecer una relación operativa del terapeuta con el paciente, y el uso de varios
recursos, entre ellos: hipnosis, sugestión, reeducación, persuasión e interpretación.

Está integrada por tres componentes: un agente sanador, un ser humano que sufre y una
relación terapéutica. La psicoterapia se sustenta en el uso sistemático de una relación humana con
propósitos terapéuticos o el alivio del padecimiento emocional al propiciar cambios duraderos en
los sentimientos y la conducta del paciente.

Estudios recientes sugieren que la combinación de psicoterapia y farmacoterapia es


superior sobre cualquier tratamiento aislado, en especial en algunos trastornos específicos.

Es claro que cada vez se superan más falsas dicotomías tales como mente-cerebro,
genética-medio ambiente y la disyuntiva de fármacos o psicoterapia. Se concibe la conducta como
el interjuego entre dotación biológica, ambiente personal y experiencias de vida, todo en una
matriz cultural, donde se vuelve significativa. El cerebro es un órgano muy complejo y la mente, su
resultado. Para su estudio se utilizan lenguajes y métodos diferentes, pues se observan desde
distintos niveles de abstracción. La mente es una función del organismo interactuando con su
ambiente.

Llevado al límite, la psicoterapia es también un tratamiento biológico. Al respecto,


estudios de neuroimagen han revelado que la psicoterapia produce efectos sensibles en la función
cerebral.1 Se ha demostrado que la psicoterapia cognitivo-conductual modifica circuitos
neuronales involucrados en la regulación de emociones negativas y en la extinción del miedo, tal
es el caso de pacientes fóbicos, quienes muestran una elevada actividad de la corteza prefrontal
dorsolateral y del giro hipocampal, actividad que disminuye después de la terapia citada.

En general, todas las formas de psicoterapia consideran al sujeto como un todo, aunque
viéndolo desde la perspectiva de las fuerzas motivacionales de la personalidad. Las psicoterapias
pueden ser individuales (psicoanálisis, hipnosis, etc.) y colectivas (dinámicas de grupo, psicodrama,
entre otras). El mutuo compromiso del paciente y el psicoterapeuta, ambos cognitivo y emocional,
constituyen el fundamento para un trabajo terapéutico efectivo.

La mayoría de las psicoterapias utiliza un continuo que va de lo expresivo al apoyo. Las


intervenciones principales en la teoría expresiva son la confrontación, la clarificación y la
interpretación de la transferencia, esta última constituye la piedra angular del psicoanálisis. En la
terapia de apoyo se utilizan la sugestión, el revalidar, aconsejar, aprobar y la intervención en el
entorno.

A pesar de los avances en las técnicas psicoterapéuticas y los factores psicodinámicos, la


relación entre muchos médicos y sus pacientes todavía es impersonal, cuando no un mero
encuentro mecánico. Esto resulta muy desafortunado, pues para el logro de sus fines terapéuticos
el médico requiere de una considerable capacidad de empatía y solidaridad
Tipos de tratamientos para trastornos de la salud mental

Los trastornos de la salud mental son más comunes de lo que podemos imaginar. Por eso
es importante tener conocimiento sobre cómo acceder a tratamientos eficaces.

Los siguientes datos fueron resultados de la Encuesta Nacional de Epidemiología en


México y el informe “La salud mental en México”, elaborado por la Cámara de Diputados:

El 28.6% de la población de entre 18 y 65 años ha sufrido, al menos una vez, una


enfermedad o un trastorno mentales.

El trastorno psicológico más frecuente en México es la ansiedad, padecida por el 14.3%; le


siguen el abuso de sustancias (9.2%) y los trastornos afectivos, como la depresión (9.1%) y las
fobias (7.1%).

El 18% de la población urbana de entre 18 y 65 años padece un trastorno afectivo,


principalmente depresión.

Un 36% de los mexicanos padecerá un desorden psiquiátrico antes de los 65 años, de


entre ellos, 20% desarrollará bipolaridad o depresión, 17.8% de ansiedad y 11.9% abusará de
sustancias.

Estos datos deben ser una alerta, en caso de presentar síntomas que señalen algún tipo de
trastorno de salud mental, no dudes en consultar a un psicólogo que pueda evaluarte para un
diagnóstico.

Por eso te recomendamos que tengas en cuenta la opción de un psicólogo en línea, ya que
es una modalidad del servicio que te brinda innumerables beneficios.

¿Cómo saber cuándo se necesita tratamiento para trastornos de la salud mental?

Los primero que tienes que saber es si necesitas terapias para superar algún tipo de
trastorno de la salud mental.

Por eso te presentamos algunos síntomas generales que te ayudarán a identificar la necesidad de
terapias:

Constantes sentimientos de tristeza o depresión

Hostilidad o violencia inexplicable.

Incapacidad para lidiar con el estrés o con sus sentimientos.

Delirios, paranoia o alucinaciones

Problemas o dificultad para concentrarse.

Sentimientos extremos, como el miedo, culpabilidad, tristeza o ira.

Aislamiento de los amigos o las actividades.


Cambios de humor extremos.

Abuso de alcohol o drogas.

Pensar en hacerse daño a sí mismo o a otros.

Ante la presencia de uno o más de estos síntomas, mayormente si se hacen frecuentes, lo


mejor es buscar ayuda profesional para obtener un diagnóstico y tratamiento que se ajuste a tu
condición.

A continuación, presentamos los distintos tipos de tratamiento:

Tipo de tratamiento # 1: Medicamentos

Existen trastornos de la salud mental que requieren de tratamientos a base de


medicamentos.

Este tipo de tratamiento origina cambios en las sustancias químicas cerebrales que son
parte de los procesos relacionados a la manifestación de emociones y patrones de pensamientos.

Ahora bien, los medicamentos no curan el problema de salud mental, tan solo mejoran los
síntomas. De cualquier manera este es un tipo de tratamiento que debe ser indicado por un
especialista.

La automedicación puede agravar el problema, por eso evita tomar medicamentos sin
prescripción médica.

Tipo de tratamiento # 2: Grupo de apoyo

Estos son grupos de autoayuda y apoyo. Pueden ayudar a tener una mejor idea sobre la
afección. También es ventajoso ya que permite conocer personas, obtener apoyo, recursos y
recibir consejos que te ayudarán a enfrentar los síntomas del problema de salud mental.
Generalmente los problemas de salud mental originan sentimientos de aislamiento, los grupos de
apoyo son una forma eficaz de vencer tales sentimientos. Es importante que el grupo sea dirigido
o guiado por un especialista.

Tipo de tratamiento # 3: Programa hospitalario o residencial

Cuando los problemas de salud mental evolucionan a tal punto de poner en riesgo la vida
del paciente, o de quienes le rodean, se emplea este tipo de tratamiento. Se implementa también
cuando la persona que padece el trastorno no puede cuidarse a sí mismo. Es un tratamiento
efectivo bajo los distintos contextos mencionados, ya que le permite a la persona obtener el
cuidado que necesita y el resguardo para que su vida no esté en peligro. El seguimiento que
proporciona un tratamiento hospitalario e incluso residencial es una de las grandes ventajas de
este tipo de tratamiento.

Tipo de tratamiento # 4: Psicoterapia o consejería

Este se considera uno de los más efectivos, además que suele combinarse con otros tipos
de tratamientos. Existen diversos tipos de psicoterapias, un psicólogo será capaz de determinar
cuál es la psicoterapia más apropiada según el tipo de trastorno y sus síntomas.
Entre las más comunes están la terapia cognitiva conductual y la terapia de conducta
dialéctica. Por otra parte, este tipo de terapia se puede hacer de manera individual, en grupo e
incluso con la familia del paciente. También se recomienda la asistencia de un psicólogo online, en
la actualidad las psicoterapias online representan una gran solución.

Conclusión

Se presentan los distintos tipos de tratamientos para trastornos de la salud mental. Existen
otros tipos, sin embargo, los presentados en este trabajo son los más populares y efectivos.

Fuentes:

De Maat S, Dekker J, Schoevers R, de Jonghe F. Relative efficacy of psychotherapy and


combined therapy in the treatment of depression: A meta-analysis. European Psychiatry 2007;
22:1-8.

BECK, A.T. y FREEMAN, A. Terapia cognitiva de los trastornos de personalidad. Barcelona:


Paidós.

ORGANIZACIÓN MUNDIAL DE LA SALUD: Trastornos mentales y del comportamiento.


Descripciones clínicas y pautas para el diagnóstico. Madrid: Meditor.

Encuesta Nacional de Epidemiología en México/Informe “La salud mental en México”,


elaborado por la Cámara de Diputados/Información del Plan de Acción de Salud Mental 2013-2020
de la Organización Mundial de la Salud (OMS). https://www.milenio.com/ciencia-y-salud/como-
andamos-de-salud-mental-los-mexicanos

Como cada año desde 2013, el 10 de octubre conmemoramos en México el Día Mundial de
la Salud Mental. Y como el propósito de esa fecha es el crear conciencia al respecto de la salud, las
enfermedades y los trastornos mentales, revisemos las estadísticas de nuestro país al respecto.

Para ello, tomaremos como fuente de la Encuesta Nacional de Epidemiología en México y


el informe "La salud mental en México", elaborado por la Cámara de Diputados, así como
información del Plan de Acción de Salud Mental 2013-2020 de la Organización Mundial de la Salud
(OMS).
El 28.6% de la población —más de uno de cada cuatro mexicanos— de entre 18 y 65 años
ha sufrido, al menos una vez, una enfermedad o un trastorno mentales.

El trastorno psicológico más frecuente en México es la ansiedad, padecida por el 14.3%; le


siguen el abuso de sustancias (9.2%) y los trastornos afectivos, como la depresión (9.1%) y las
fobias (7.1%).

El 18% de la población urbana de entre 18 y 65 años padece un trastorno afectivo,


principalmente depresión.

Un 36% de los mexicanos padecerá un desorden psiquiátrico antes de los 65 años; de


entre ellos, 20% desarrollará bipolaridad o depresión, 17.8% de ansiedad y 11.9% abusará de
sustancias.

Se estima que más del 9% de la población adulta de la Ciudad de México sufre de


depresión y 8.3% padece trastornos de ansiedad como la agorafobia o los atques de pánico.

En 2014, hubo 6 mil 337 suicidios en México, equivalentes a 17.3 suicidios diarios, lo que
representa un incremento del 43% con respecto a 2005. La población más vulnerable es el de los
desempleados.

Entre la población urbana, las personas con trastornos mentales solicitan ayuda, primero,
en sus redes sociales; 54% la solicita a familia o amigos, 10% a sacerdotes y ministros, 15% se
automedica y sólo después de esto acuden con especialistas.

En México existían 4 mil 393 especialistas en psiquiatría en 2016, que equivalen a uno por
cada 29 mil habitantes.

La coexistencia de un trastorno adictivo con otro trastorno psiquiátrico, conocido como


«patología dual», interfiere en el cuadro clínico y representa una dificultad en todo el proceso de
tratamiento que plantea la necesidad de nuevas fórmulas asistenciales. El modelo integrado con
abordajes de ambas patologías, simultáneos y realizados por el mismo equipo terapéutico,
permite soslayar los inconvenientes encontrados en modelos anteriores. Este modelo de
tratamiento integral es más eficaz, ya que facilita una intervención precoz y coordinada en caso de
reagudización, aumenta la adhesión al tratamiento ambulatorio, disminuye las hospitalizaciones y
disminuye los problemas legales y sociales de estos pacientes.

Para llevar a cabo su función las unidades de patología dual precisan: una infraestructura
sencilla, un equipo profesional multidisciplinario y un marco metodológico que facilite el
desarrollo de una intervención multidireccional, continua y longitudinal. El proceso terapéutico es
largo y complejo, y se estructura en torno a fases, con unos objetivos específicos y una duración
variable, en las que se pretende mediante intervenciones clínico-rehabilitadoras facilitar la
modificación de hábitos y actitudes, propiciar la adquisición de estrategias de enfrentamiento más
adaptadas y establecer las bases sobre las que el paciente pueda plantearse un nuevo estilo de
vida. Dicho abordaje resulta compatible con los denominados programas «libres de drogas» y de
«reducción del daño» en función de los casos. El tratamiento de la patología dual es un proceso
complejo, que exige la coordinación de distintos recursos.

La evolución en los últimos años en los tipos de demanda de tratamiento de los pacientes
drogodependientes ha sufrido una modificación, donde destacan el policonsumo y la comorbilidad
psiquiátrica, planteándose nuevos retos terapéuticos y nuevas necesidades asistenciales
enfocadas hacia tratamientos integrales e integradores.

En muchas ocasiones la presencia de un trastorno por uso indebido o dependencia de


sustancias es minimizada o simplemente pasa desapercibida en individuos con un trastorno
psiquiátrico, en especial durante un episodio agudo. Además en estos casos la información
espontánea suele ser escasa, lo que obliga a la búsqueda de confirmación en otras fuentes
(familiares, allegados y otros terapeutas que hayan tenido relación con el paciente).

La coexistencia de un trastorno adictivo con al menos otro trastorno psiquiátrico, conocido


como «patología dual», interfiere en el cuadro clínico y representa una dificultad en todo el
proceso de tratamiento (evaluación, diagnóstico y desarrollo del plan terapéutico). En los
pacientes con psicosis y dependencia de sustancias el abordaje terapéutico es complejo y
dificultoso, y entre los principales problemas que nos encontramos podemos destacar: la baja
adherencia al tratamiento, el frecuente incumplimiento de las prescripciones, la carencia de
recursos asistenciales específicos, la necesidad de cuidados continuos en pacientes que suelen
haber perdido los apoyos sociales, la elevada frecuencia de trastornos de conducta en el seno
familiar, la alta incidencia de problemas legales, las interferencias entre los tratamientos
específicos para ambos trastornos, drogas y síntomas, etc.1. Estos pacientes presentan dificultades
para integrarse en los tratamientos habituales, para cumplir algunas normas y precisan con
frecuencia de programas específicos que integren tanto el tratamiento psiquiátrico como el de
abuso de sustancias.

Modelos de tratamiento de la patología dual

Se han definido distintos modelos conceptuales en el tratamiento de la patología dual: el


modelo secuencial o en paralelo y el modelo integrado.

En el modelo secuencial se ofrece al paciente tratamiento primero en un dispositivo (de


salud mental o de atención a drogodependientes) y posteriormente en otro, y en el modelo en
paralelo el paciente recibe tratamiento simultáneo de las dos patologías, en dispositivos
separados, por equipos diferentes. Entre los inconvenientes que tienen estos dos modelos nos
encontramos que los profesionales de los dos dispositivos (generalmente pertenecientes a redes
asistenciales diferentes) suelen adherirse a modelos psicopatológicos distintos creando, con
frecuencia en el paciente, confusión con respecto a las indicaciones terapéuticas a seguir. Esto,
unido a las dificultades de coordinación entre los dos equipos, puede favorecer una baja
implicación de los pacientes en el tratamiento, con un consiguiente bajo índice de retención.
En el modelo integrado el abordaje terapéutico del trastorno mental y del trastorno
adictivo son simultáneos y se realizan por el mismo equipo terapéutico. Con este modelo se
soslayan los inconvenientes encontrados en los dos anteriores al existir una coordinación más
estrecha entre los distintos profesionales que trabajan en un mismo caso. Dicho modelo permite
una intervención precoz y coordinada en caso de reagudización de ambas patologías y evita las
dilaciones, interacciones negativas y pérdidas por problemas burocráticos que casi siempre
conlleva el tratamiento realizado por diferentes equipos2. La literatura científica sustenta que el
modelo de tratamiento integral es más eficaz, ya que parece aumentar la adhesión al tratamiento
ambulatorio, disminuye las hospitalizaciones y reduce los problemas legales y sociales de estos
pacientes.

A pesar de las ventajas de este modelo su implantación actual sigue siendo escasa,
probablemente influido por factores económicos, al requerir de más recursos. En nuestro país el
abordaje de esta patología se realiza en los siguientes recursos asistenciales:

1. En régimen de ingreso:

a) Unidades de desintoxicación hospitalaria.

b) Unidades de psiquiatría.

c) Comunidades terapéuticas.

d) Unidades de patología dual (de breve estancia, residenciales).

2. En régimen ambulatorio:

a) Unidades de salud mental.

b) Unidades de conductas adictivas.

c) Centros de día de drogodependientes y salud mental.

La realidad que nos encontramos es que, a pesar de contar con dispositivos estructurados
en un Servicio Nacional de Salud, la red de salud mental y de atención a drogodependencias no
suelen estar integradas, perdiéndose eficacia en el tratamiento de estos pacientes. Se ha
planteado que una mejora en la coordinación entre ambas redes, así como en el nivel de
formación de los distintos profesionales, y una integración de los recursos terapéuticos existentes
permitiría obviar la creación de más unidades específicas de tratamiento (unidades de trastornos
duales).

Características esenciales de una unidad de patología dual residencial

La unidad de patología dual como centro residencial de media-larga estancia ocupa un


tercer nivel en la red asistencial de la comunidad, y para ofrecer una asistencia integrada precisa
de su inserción tanto en la red de salud mental, como en la de atención a las drogodependencias,
si ésta fuera diferente. La red sanitaria general también debe implicarse, dado que la Atención
Primaria constituye un lugar preferente de cribado, diagnóstico, tratamiento y/o derivación a
otros recursos asistenciales.

Estos dispositivos incluyen la atención a todo tipo de problemas derivados del consumo de
sustancias susceptibles de producir dependencia o intoxicación (tabaco, cafeína, xantinas,
fármacos, psicofármacos, cannabis, alcohol, opiáceos, anfetaminas, drogas de síntesis, cocaína,
etc.) y proporcionan una contención elevada para dependientes a sustancias con comorbilidad
psiquiátrica. Ofrecen, pues, atención a pacientes con diagnóstico dual de trastorno psicótico y
trastorno adictivo con dificultad para lograr la abstinencia en el medio ambulatorio, y con graves
problemas derivados tanto de la adicción (médicos, personales, familiares, laborales, sociales,
legales, etc.) como de la enfermedad mental (síntomas psiquiátricos, desajuste psicosocial...). El
tratamiento dispensado se plantea en régimen cerrado y se enfoca hacia la abstinencia de
sustancias, siempre que se pueda lograr.

Para llevar a cabo su función estos dispositivos precisan de:

1. Una infraestructura no sofisticada, pero sí acorde a los fines, tanto terapéuticos como
ocupacionales que se persiguen (sala de recogida de muestras para controles toxicológicos,
farmacia, enfermería, sala de grupos con espejo unidireccional y equipo audiovisual que facilita la
supervisión, taller ocupacional, etc.).

2. Un equipo profesional multidisciplinario que entiende la enfermedad dual desde una


referencia biopsicosocial, compuesto por: psiquiatra, médico, psicólogo, enfermero, educador y
trabajador social. Estos profesionales, que precisan de un adecuado nivel de formación tanto en
materia de adicciones como en psiquiatría, necesitan además un alto grado de cohesión y
comunicación para aplicar con flexibilidad y rigidez las intervenciones y establecer una relación
empática mantenida en el tiempo.

3. Un marco metodológico que facilite el desarrollo de una intervención multidireccional


(desde todos los profesionales y todos los programas en los que esté participando el paciente),
continua y longitudinal, durante todo el tiempo que persista la problemática dual y el paciente
permanezca en contacto con el centro.

Los criterios de no inclusión en la unidad vienen determinados fundamentalmente por el


estado psicomédico del paciente, de tal manera que no debe existir riesgo infecto-contagioso, y el
nivel de funcionamiento debe ser compatible con las actividades del programa terapéutico. La
patología psiquiátrica ha de preservar la convivencia en grupo y la implicación en las actividades
grupales programadas a diario. De cara a la seguridad en la unidad es preciso que el paciente
mantenga un control mínimo sobre las conductas, de manera que no supongan un riesgo para él ni
para los demás.

En cualquier caso ha de tenerse en cuenta, en el diseño de las intervenciones


psicoterapéuticas o psicosociales, la perspectiva de incrementar los recursos personales de los
pacientes con objeto de hacer frente a los conflictos, problemas o tensiones interpersonales que
suelen presentarse.

Intervención integrada desde la unidad de patología dual

El proceso terapéutico es largo y complejo, y se estructura en torno a fases, con unos


objetivos específicos y una duración variable, en las que se pretende mediante una serie de
intervenciones clínico-rehabilitadoras facilitar la modificación de hábitos y actitudes, propiciar la
adquisición de estrategias de enfrentamiento más adaptadas y establecer las bases sobre las que
el paciente pueda plantearse un nuevo estilo de vida. Buscando estos objetivos se conjugan
actividades clínicas y psicoeducativas que se inician con la evaluación del caso y finalizan con la
reinserción sociolaboral del paciente, ofreciendo distintas intervenciones terapéuticas adaptadas a
la situación individual de cada paciente.

En el primer contacto con el paciente se inicia la evaluación, con la apertura de la historia


clínica y la recogida de datos que se hace de manera multidisciplinar (tabla 1). En esta primera fase
el paciente y su familia clarifican dudas acerca del tipo de tratamiento que se dispensa en la
unidad y se acuerdan los primeros pactos.

Al finalizar la evaluación se emite un diagnóstico de presunción (médico, toxicológico y


psiquiátrico) y se elabora un plan terapéutico individualizado. Generalmente, al ingreso existe una
confusión de síntomas por la interrelación compleja entre la enfermedad mental y el consumo de
sustancias que dificultan la precisión de los diagnósticos. El diagnóstico de confirmación3 se
establece cuando el paciente lleva al menos 4 semanas abstinente y se puede diferenciar entre
patología psiquiátrica inducida por sustancias, patología psiquiátrica primaria y patología adictiva
primaria. Este diagnóstico sigue las clasificaciones internacionales al uso (DSM o CIE), siendo de
naturaleza multiaxial. Merece especial interés la exploración del eje II con un estudio en
profundidad de la personalidad del paciente. Cuando el manejo de este tipo de diagnóstico
categorial no resulte operativo, conviene contemplar la posibilidad de apoyarse en cuadros
sindrómicos (ansiedad, depresión, psicosis, trastornos de conducta, agresividad, impulsividad,
inestabilidad emocional, trastorno del control de impulsos, etc.).
Una vez identificadas las necesidades del paciente con un plan terapéutico se procede al
ingreso, si existe voluntariedad, y se fracciona el tratamiento en fases:

1. Una primera fase de desintoxicación, es decir, de lograr la abstinencia a las sustancias


objeto de uso indebido, siempre que no precise para ello de una atención hospitalaria por sus
posibles riesgos o complicaciones orgánicas (caso infrecuente). Se realiza en la unidad y así facilita
la adherencia en el tratamiento. Se inicia al ingreso y se aborda simultáneamente el abandono de
la(s) sustancia(s), y de la patología médica y psiquiátrica intercurrente. Durante esta fase, que dura
entre una y cuatro semanas, se evitan las salidas, que se realizan únicamente por cuestiones
médicas o judiciales, facilitando así una alta contención y evitando la exposición a estímulos de
recaída. En las salidas, si son precisas, se dispondrá de acompañamiento familiar o de un educador
de la unidad.

2. Una segunda fase, conocida habitualmente como deshabituación, constituye la fase en


la que se han de realizar los cambios y el análisis del trastorno adictivo. La duración puede oscilar
de dos a 9 meses durante los cuales, y de forma progresiva, en función del estado físico y psíquico,
se trabajan conceptos claves como: conciencia de enfermedad, deseos de consumo, percepción de
control interno y apoyo social del paciente, se reduce la contención y se intensifican las salidas del
centro. Alrededor de esta fase de abstinencia supervisada y mantenida debe reafirmarse la
conducta de no consumir, para lo que se actúa en múltiples frentes del paciente y de su entorno.
Este abordaje incluye tratamiento psicofarmacológico y estrategias y técnicas psicoterapéuticas:
tratamiento específico de patología médica y psiquiátrica asociada o no al consumo,
entrenamiento en habilidades sociales, programas educativos sobre aspectos relacionados con las
drogas y con el trastorno psiquiátrico comórbido, entrenamiento para manejar el deseo y la
prevención de las recaídas en el consumo e intervenciones familiares.

3. Finalmente podemos hablar de una fase de rehabilitación. Suele ir pareja a la


deshabituación y las intervenciones se centran en tres áreas: familiar, laboral y social. Se facilitan
los recursos necesarios para la reinserción o promoción laboral, se promueve la participación en
actividades de ocio u ocupacionales y se ayuda al paciente a adquirir habilidades relacionales y de
comunicación a través de la participación en diferentes áreas de entrenamiento. La duración, que
viene marcada por la evolución individual, dura alrededor de un año.

Las determinaciones toxicológicas con el fin de objetivar los posibles consumos son
convenientes durante todo el proceso, y deben aprovecharse como estrategia de refuerzo para
mejorar el cumplimiento terapéutico, por encima de su posible valor coercitivo.

El modelo de tratamiento anterior es ejemplo de lo que se ha denominado un programa


«libre de drogas», cuyo objetivo es el abandono del consumo de drogas y el fin de la dependencia.
En muchas ocasiones estos pacientes no están motivados para lograr una abstinencia total y/o
mantenida, y nos obligan a plantear inicialmente programas de «reducción del daño». Estos
programas, que pueden complementar a los programas con objetivos de abstinencia, intentan
conseguir (dependiendo del momento de la evolución del paciente) el objetivo más ambicioso de
entre los posibles (objetivos parciales, a corto plazo y realistas): disminución de las frecuencias y
dosis de consumo, implantación de estilos de vida más saludables, abandono de comportamientos
peligrosos, reducción de la conflictividad social y laboral, atención a los problemas de salud, etc. al
tiempo que se realizan intervenciones hacia objetivos más ambiciosos, como la motivación para la
abstinencia.

Para lograr la abstinencia se precisa de una motivación expresada en condiciones


individuales objetivas del tipo: entorno social que no facilite ni tolere el consumo (la familia
principalmente), contar con recursos que ofrezcan una alternativa realista al estilo de vida de la
adicción (recuperar hábitos del pasado, amigos, esposa, hijos...), mantener una actitud y un
compromiso ante el tratamiento, circunstancias aversivas («situaciones límite») asociadas al
mantenimiento de la adicción: problemas legales, enfermedades físicas, pérdida total de apoyos
sociales... Aunque hay que tener presente que la motivación (tanto para el cambio como para el
tratamiento) es un elemento que puede y debe trabajarse ante cualquier planteamiento
terapéutico. Además los pacientes han de comprender claramente que presentan dos trastornos
crónicos complejos que, conjuntamente, dan lugar a un pronóstico peor que el que tendría cada
uno por separado.

El plan terapéutico (fig. 1) determina el eje fundamental del tratamiento, y se elabora


desde las distintas áreas con la formulación de los objetivos generales y específicos para cada fase,
y de las estrategias y técnicas de tratamiento que se irán desarrollando para lograr esos fines. La
consecución de los objetivos marcados se revisa periódicamente, en función de las necesidades de
cada paciente. Dadas las características de estos pacientes, precisan de una reevaluación
frecuente del estado mental y de una gran flexibilidad en la ejecución de las actividades e
intervenciones, así como en el ajuste y replanteamiento de los objetivos4.

Fig. 1. Elaboración del plan terapéutico.

El tratamiento psiquiátrico de los trastornos duales debe incluir, por tanto, los siguientes
objetivos:

1. Establecimiento y mantenimiento de la alianza terapéutica.


2. Vigilancia del estado clínico del paciente.

3. Tratamiento de la intoxicación y abstinencia.

4. Prevención de recaídas.

5. Educación sanitaria individual y familiar.

6. Reducción de la comorbilidad y de las secuelas del consumo.

Con relación al primer punto es fundamental el proceso de desintoxicación en el que es


necesario un adecuado manejo de los fármacos, de forma tal que logremos un grado de
confortabilidad durante el control del síndrome de abstinencia que nos permita alcanzar la
complicidad necesaria para lograr la alianza terapéutica. El proceso de desintoxicación, que parece
denostado actualmente, constituye sin embargo un elemento clave de especial relevancia en las
fases iniciales de relación médico-paciente.

El abordaje terapéutico, como hemos visto, contempla simultáneamente los problemas


del trastorno adictivo y las descompensaciones del trastorno psiquiátrico. La psicoterapia resulta,
por tanto, compleja, teniendo que manejar elementos encontrados y desestabilizadores como:
deseo, pérdida de control en diferentes áreas, ansiedad, inquietud, desasosiego, irritabilidad,
disforia, desgana, desinterés, tedio vital, inseguridad, baja autoestima, etc. La atención a estos
pacientes duales exige frecuentemente de intervenciones inmediatas e inexcusables para
estabilizar la patología psiquiátrica, teniendo que adaptar permanentemente los objetivos al
estado mental del paciente, que en ocasiones oscila bruscamente. En cualquier caso la prioridad
viene marcada por el alivio del malestar y la estabilidad psiquiátrica.

El equipo multidisciplinar (tabla 2) concilia sus tareas específicas de área junto con tareas
comunes, en las que todos los técnicos participan: intervención integral (adicción y patología
psiquiátrica), flexibilidad en los planteamientos, propiciar el compromiso con el tratamiento,
fomentar la conciencia de enfermedad dual (adicción y psicosis), capacidad de control, motivación
para los cambios necesarios, prevención de recaídas dual (adicción y psicosis), etc.

Reflexiones acerca de la práctica y aplicación de un tratamiento dual


Tal como hemos mencionado el planteamiento terapéutico debe ser integrado, teniendo
muy presentes siempre las características personales de los pacientes, en especial los déficits
cognitivos y su habitual tolerancia limitada al estrés.

El modelo de tratamiento integral de la patología dual no es a corto plazo; es decir, hasta


que se resuelva la situación aguda de consumo o se estabilice la clínica psiquiátrica. Debe ser un
modelo a medio-largo plazo insertado en un proceso de rehabilitación psicosocial, en el que no
falten, como ya se han señalado, los siguientes componentes: evaluación y diagnóstico preciso,
formulación de objetivos terapéuticos focalizados en la abstinencia, cribado de tóxicos,
tratamiento psicopatológico, motivación, entrenamiento en habilidades sociales o en técnicas de
control de síntomas clave, psicoeducación y prevención de recaídas.

Los pacientes con un trastorno dual suelen tener escasa motivación para el abandono del
consumo de sustancias. Por tanto, el objetivo terapéuticamente inicial no debe ser la abstinencia
total, sino la retención en el tratamiento mediante el establecimiento de una buena relación
terapéutica. La evidencia demuestra que los pacientes que permanecen en tratamiento durante
más tiempo muestran menor consumo de drogas, menor severidad psiquiátrica y menor número
de hospitalizaciones, mejor estado de salud y mayor adaptación social5-7. El trabajo sobre la
motivación para el abandono del consumo debe ser más prolongado que en pacientes con un solo
diagnóstico, y al principio es importante ser tolerante con los consumos. En cualquier caso, el
hecho de no haber alcanzado la abstinencia completa nunca debe ser motivo de exclusión de las
intervenciones terapéuticas recomendadas, tanto para los trastornos psiquiátricos como para los
trastornos por uso de sustancias.

En estos programas se ha de ser flexible, tanto en las técnicas, como en los objetivos
(abstinencia total frente a abstinencia parcial), como en el tiempo de evolución, y se deben
abordar las recaídas recurriendo a una etapa más temprana del tratamiento, en lugar de sacar al
paciente del mismo. Se deben proporcionar técnicas para la prevención de recaídas, dado que la
mejoría del trastorno mental no implica la mejoría del trastorno por consumo de sustancias. Y
debe incluirse algún tipo de intervención psicosocial, dirigida a mejorar las relaciones
interpersonales, las habilidades sociales, la adaptación familiar y/o laboral.

En la atención a las drogodependencias, tradicionalmente, la responsabilidad del


tratamiento se ha dejado en manos del paciente como muestra de su motivación para el mismo.
Sin embargo, los pacientes psicóticos difícilmente pueden hacerse cargo de buscar y seguir el
tratamiento de manera adecuada. Por ello ha surgido la figura del terapeuta de referencia, que
sigue y coordina el proceso del paciente de una manera flexible, e integra todos los recursos
terapéuticos en un plan de terapia individual.
Un aspecto importante para la evolución satisfactoria de los pacientes es que el paso de
régimen de ingreso a ambulatorio se realice de forma planificada y coordinada con otros
dispositivos, con el objetivo de evitar abandonos y rehospitalizaciones. En estos pacientes el
tratamiento corto es menos frustrante y facilita una mayor adherencia. Es importante anticiparse
al paciente y prepararlo para la salida, concienciarle de la necesidad de seguir controlando la
medicación, de realizar psicoterapia y de estar en contacto con los servicios sociales. El
tratamiento de este tipo de enfermos precisa de sistemas de apoyo externo, que incluyen además
del tratamiento ambulatorio una estrecha colaboración de la familia y la participación de los
servicios sociales.

Conclusiones

El tratamiento de la patología dual es un proceso complejo, que exige de la coordinación


de diferentes recursos (atención mental, atención a drogodependencias, Atención Primaria y
servicios sociales). En muchos casos se recupera el trastorno adictivo, pero va a persistir el
trastorno psíquico de base, que en los procesos crónicos limita el de reinserción social.

La cuestión clave para la aplicación del tratamiento en pacientes con patología dual
consiste en llevar a cabo un enfoque que integre el tratamiento tanto del trastorno por uso de
sustancias, como el psiquiátrico. En la actualidad existen muchos programas que proporcionan
esta integración mediante equipos interdisciplinarios con experiencia en el tratamiento de ambos
trastornos.

Los pacientes psicóticos responden mejor en un programa integrado que ofrezca en un


mismo servicio el abordaje del trastorno mental y el adictivo. Los elementos esenciales de estos
programas integrados son: continuidad de cuidados, tratamiento de la adicción y de la
comorbilidad, vivienda segura con supervisión y rehabilitación ocupacional y laboral, que van a
repercutir en una mayor retención en el tratamiento y en un mayor nivel de funcionamiento y
calidad de vida.

Las unidades de patología dual deben ofertar un marco grupal de referencia, que se
adecue a las diferentes necesidades de los pacientes y que sea el lugar preferente de tratamiento
de pacientes psicóticos drogodependientes que no se adaptan a programas de seguimiento de
metadona o libres de drogas, ni a dispositivos de rehabilitación ambulatorios.

ENFERMEDAD

Introducción a los trastornos de ansiedad


Por John W. Barnhill , MD, New York-Presbyterian Hospital

Modificación/revisión completa

VER VERSIÓN PROFESIONAL

DATOS CLAVE

Causas

Síntomas

Diagnóstico

Tratamiento

Más información

Recursos de temas

Audio (0)

Imágenes (1)

Modelos 3D (0)

Pruebas analíticas (0)

Tablas (1)

Video (0)

La ansiedad es una sensación de nerviosismo, preocupación o malestar que forma parte de


la experiencia humana normal. También está presente en una amplia gama de trastornos
psiquiátricos, incluidos el trastorno de ansiedad generalizada, el trastorno de angustia y las fobias.
Si bien cada uno de estos trastornos es diferente, todos presentan una aflicción y una disfunción
específicamente relacionadas con la ansiedad y el miedo.

Además de la ansiedad, los afectados presentan a menudo síntomas físicos, como


dificultad para respirar, mareos, sudoración, taquicardia y/o temblor.

Los trastornos de ansiedad a menudo cambian sustancialmente el comportamiento diario


de las personas, llevándolas incluso a evitar ciertas cosas y situaciones.

El diagnóstico de estos trastornos se realiza según los criterios específicos establecidos por
la comunidad médica.

La terapia farmacológica, la psicoterapia o la combinación de ambas, resultan eficaces en


el tratamiento de la mayoría de los casos.

La ansiedad es una respuesta normal a una amenaza o una situación de estrés psicológico.
Está relacionada con la sensación de miedo y cumple una importante función en la supervivencia.
Cuando alguien tiene que afrontar una situación peligrosa, la ansiedad desencadena una respuesta
de lucha o huida. Esta respuesta proporciona al cuerpo, a través de distintos cambios fisiológicos
como el incremento del flujo sanguíneo en los músculos y en el corazón, la energía y la fuerza
necesarias para afrontar situaciones amenazantes para la vida, como huir de un animal agresivo o
enfrentarse a un atracador.

Sin embargo, la ansiedad se considera un trastorno cuando

Ocurre en momentos inapropiados

Ocurre con frecuencia

Es de tal intensidad y duración que interfiere en el desarrollo de la actividad habitual de la


persona.

Los trastornos de ansiedad son más frecuentes que cualquier otra clase de trastorno
mental y se cree, por ejemplo, que afectan aproximadamente al 15% de los adultos en el caso de
Estados Unidos. La ansiedad significativa puede persistir durante años y la persona afectada puede
comenzar a sentirla como algo normal. Por esta y otras razones, los trastornos de ansiedad a
menudo no se diagnostican ni se tratan.

Los trastornos de ansiedad incluyen

Trastorno de ansiedad generalizada

Crisis de angustia y trastorno de angustia

Fobias específicas

La angustia que se produce inmediatamente o poco después de experimentar o ser testigo


de un acontecimiento traumático abrumador ya no se clasifica como un trastorno de ansiedad.
Estos trastornos se clasifican actualmente como traumatismos y trastornos relacionados con el
factor estresante e incluyen el trastorno por estrés agudo, el trastorno por adaptación y el
trastorno por estrés postraumático.

¿Cómo afecta la ansiedad al rendimiento?

Los efectos de la ansiedad sobre el rendimiento de una persona se pueden representar


mediante una curva. A medida que el nivel de ansiedad aumenta, la eficiencia del rendimiento
aumenta de forma proporcional, pero solo hasta cierto punto. A partir de ese punto, si la ansiedad
sigue aumentando, la eficiencia del rendimiento disminuye. Antes del máximo de la curva, la
ansiedad se considera adaptativa, porque ayuda a la persona a prepararse para una crisis y
mejorar su actividad global. Más allá del máximo de la curva, la ansiedad se considera
inadaptativa, ya que produce angustia y perjudica el desempeño de las actividades globales de la
persona.

¿Cómo afecta la ansiedad al rendimiento?

Causas de los trastornos de ansiedad

Las causas de los trastornos de ansiedad no son totalmente conocidas, pero pueden estar
implicados los siguientes factores:

Factores genéticos (incluidos antecedentes familiares de trastorno por ansiedad)

Factores ambientales y del entorno (como el hecho de experimentar estrés o un


acontecimiento traumático)

Perfil psicológico

Estado físico

Un trastorno de ansiedad puede desencadenarse como una respuesta al estrés ambiental,


por ejemplo ante la ruptura de una relación importante o la exposición a un desastre que amenaza
la vida de la persona.

El trastorno de ansiedad aparece cuando la respuesta al estrés es desproporcionada o


cuando la persona se ve desbordada por los acontecimientos. Por ejemplo, algunas personas
encuentran estimulante hablar en público; otras, en cambio, temen hacerlo, y ante tales
situaciones experimentan ansiedad, miedo, sudoración, temblores y aumento de la frecuencia
cardíaca. Pueden incluso llegar a evitar hablar en un pequeño grupo.

La ansiedad suele ser una característica familiar. Los médicos creen que esta tendencia a la
ansiedad puede ser en parte hereditaria, pero también es probable que tenga un componente
aprendido al vivir con personas ansiosas.

¿Sabías que...?

Los trastornos de ansiedad constituyen los trastornos mentales más frecuentes.

Las personas con trastorno de ansiedad presentan un riesgo más elevado de depresión
que el resto de la población.

Ansiedad causada por un trastorno orgánico o en relación con el consumo de algún


medicamento o droga
La ansiedad puede aparecer también debido a la existencia de un trastorno orgánico
general o por el consumo o la interrupción (abstinencia) del consumo de una sustancia. Los
problemas médicos generales que pueden causar ansiedad son los siguientes:

Trastornos cardíacos, como insuficiencia cardíaca y anomalías del ritmo cardíaco


(arritmias)

Trastornos hormonales (endocrinos), como una hiperactividad de las glándulas


suprarrenales (hiperadrenocorticismo) o el tiroides (hipertiroidismo), o por un tumor secretor de
hormonas llamado feocromocitoma.

Trastornos pulmonares (respiratorios), como el asma y la enfermedad pulmonar


obstructiva crónica (EPOC)

La fiebre también puede originar ansiedad.

El enfermo terminal también puede padecer ansiedad, como resultado del miedo a la
muerte, al dolor y a las dificultades respiratorias ( ver Depresión y ansiedad).

Algunas de las sustancias que pueden provocar ansiedad son las siguientes:

Alcohol

Estimulantes (como anfetaminas)

Cafeína

Cocaína

Muchos de los medicamentos de venta con receta, como los corticoesteroides

Algunos productos adelgazantes de venta libre, como los que contienen hierba de
guaraná, cafeína o ambos

La abstinencia dealcohol o sedantes, como las benzodiazepinas (utilizadas para tratar los
trastornos de ansiedad; véase la entrada apropiada en la tabla Fármacos utilizados para el
tratamiento de los trastornos de ansiedad), pueden causar ansiedad y otros síntomas, como
insomnio e inquietud.

Síntomas de los trastornos de ansiedad

La ansiedad puede aparecer de manera repentina, como en el caso de la angustia, o


gradual, en el transcurso de minutos, horas o días. La duración de la ansiedad es muy variable, de
pocos segundos hasta varios años. Además varía en intensidad, desde una inquietud apenas
perceptible hasta una verdadera crisis de angustia, durante la cual la persona puede experimentar
sensación de ahogo o de falta de aire, mareos, aumento de la frecuencia cardíaca y temblores.

Los trastornos de ansiedad pueden provocar un intenso malestar e interferir


significativamente en la vida habitual de la persona, a veces de manera tal que conducen a la
aparición de una depresión. La persona afectada puede desarrollar un trastorno por consumo de
sustancias. De hecho, el riesgo de padecer depresión es al menos dos veces mayor en las personas
con trastornos de ansiedad (con excepción de algunas fobias muy específicas, como el miedo a las
arañas) que en la población general. A veces, las personas con depresión desarrollan un trastorno
de ansiedad.

Diagnostico de los trastornos de ansiedad

Evaluación de un médico, en base a criterios específicos

En ocasiones, puede resultar complicado decidir cuándo la ansiedad es lo suficientemente


grave como para ser considerada un trastorno. La capacidad de tolerar la ansiedad varía entre las
personas, de modo que determinar cuándo existe una ansiedad anómala puede no ser tarea fácil.
Por lo general, se siguen los siguientes criterios específicos establecidos por la comunidad médica:

La ansiedad es muy angustiante.

La ansiedad interfiere con el funcionamiento normal de las personas.

La ansiedad es duradera o sigue regresando.

Los médicos buscan otros trastornos que puedan causar ansiedad, como una depresión o
una alteración del sueño. También preguntan si los familiares han tenido síntomas similares,
porque los trastornos de ansiedad tienden a ser hereditarios.

También se realiza una exploración física. Se pueden realizar análisis de sangre y otras
pruebas con objeto de detectar otras enfermedades orgánicas que puedan provocar síntomas de
ansiedad.

Tratamiento de los trastornos de ansiedad

El tratamiento de la causa, si resulta adecuado

Psicoterapia

Terapia con fármacos


Tratamiento de otros trastornos activos

Es importante la precisión diagnóstica ya que los tratamientos difieren en función del


trastorno de ansiedad de que se trate. Además, es necesario distinguir entre la existencia de
trastornos de ansiedad y la de aquellos otros trastornos de la salud mental que incluyen síntomas
de ansiedad, y que requieren enfoques terapéuticos distintos.

Si la causa es otro trastorno orgánico o un fármaco o sustancia, se intenta corregir la causa


más que tratar los síntomas de la ansiedad. Se espera que la ansiedad remita tras el tratamiento
del trastorno orgánico o una vez transcurrido el tiempo suficiente desde la supresión del fármaco
para que se produzca la desaparición de cualquier síntoma de abstinencia. Si la ansiedad persiste,
se emplean fármacos ansiolíticos o psicoterapia (como la terapia conductual).

Para las personas en estado terminal, ciertos analgésicos fuertes, como la morfina, pueden
aliviar tanto el dolor como la ansiedad.

Si se diagnostica un trastorno de ansiedad, la terapia farmacológica y la psicoterapia


(como la terapia cognitivo-conductual), ambas en combinación o empleadas de manera aislada,
pueden reducir de manera significativa el malestar de la persona y la disfunción asociada. Las
benzodiazepinas (como el lorazepam) se prescriben habitualmente para la ansiedad aguda. Para
muchas personas, los antidepresivos, tales como los inhibidores selectivos de la recaptación de
serotonina (ISRS), funcionan tanto para los trastornos de ansiedad como para la depresión. Los
tratamientos específicos dependen de cuál es el trastorno de ansiedad que se ha diagnosticado.

Todos los trastornos de ansiedad pueden ocurrir junto con otras afecciones psiquiátricas.
Por ejemplo, los trastornos de ansiedad a menudo ocurren junto con un trastorno por consumo de
alcohol. Es importante tratar todas estas afecciones lo antes posible. Es poco probable que el
tratamiento del trastorno por consumo de alcohol sin tratar la ansiedad sea eficaz, ya que la
persona puede estar usando el alcohol para tratar la ansiedad. Por otro lado, tratar la ansiedad sin
abordar el trastorno por consumo de alcohol puede no tener éxito porque los cambios diarios en
la cantidad de alcohol en la sangre pueden hacer que los niveles de ansiedad fluctúen.

TABLA

Fármacos utilizados para el tratamiento de los trastornos de ansiedad

Más información sobre los trastornos de ansiedad

National Institute of Mental Health, Anxiety Disorders: (Instituto nacional de salud mental,
Ansiedad): información general sobre muchos aspectos de todos los trastornos de ansiedad,
incluyendo teléfonos de ayuda (líneas de crisis) y programas educativos
Fármacos utilizados para el tratamiento de los trastornos de ansiedad

Algunos
Fármaco Usos efectos Comentarios
secundarios

Benzodiazepinas

Tipo de fármaco
ansiolítico más
frecuentemente
utilizado
Promueve la
relajación mental y
Somnolencia,
física mediante la
Alprazolam problemas de
Trastorno reducción de la
Clordiazepóxi memoria,
de ansiedad actividad nerviosa
do alteraciones de la
generalizad que desarrolla el
Clonazepam coordinación, y
a cerebro
Clorazepato tiempo de
Trastorno Comienza a hacer
Diazepam reacción retrasado
de angustia efecto
Lorazepam Puede producir
Fobias rápidamente, a
Oxazepam fármacodependen
veces, en menos
cia
de una hora
Las personas con
un trastorno por
consumo de
alcohol no deben
utilizarlo

Buspirona

No produce
somnolencia ni
interacciones con
el alcohol
Trastorno
No produce
de ansiedad Mareo y dolor de
— fármacodependen
generalizad cabeza
cia
a
Puede tardar
varias semanas
en empezar a
actuar

Antidepresivos*
Algunos
Fármaco Usos efectos Comentarios
secundarios

Trastorno
de ansiedad
ISRS (como generalizad
escitalopram) a (Véase
ISRN (como Trastorno tabla Fármacos
venlafaxina) de angustia utilizados para
IMAO Fobias tratar la
ATC (como Trastorno depresión).
clomipramina) por estrés
postraumáti
co

Tratamiento farmacológico para la depresión

Por William Coryell , MD, University of Iowa Carver College of Medicine

Modificación/revisión completa

VER VERSIÓN PROFESIONAL

Recursos de temas

Audio (0)

Imágenes (0)

Modelos 3D (0)

Pruebas analíticas (0)

Tablas (1)

Video (0)

Agomelatina, un nuevo tipo de antidepresivo, es un posible tratamiento para los episodios


depresivos mayores.

Se pueden indicar varios tipos de medicamentos para tratar la depresión:

Inhibidores selectivos de la recaptación de serotonina (ISRS)

Antidepresivos de nueva generación

Antidepresivos heterocíclicos
Inhibidores de la monoaminoxidasa (IMAO)

Antidepresivo melatoninérgico

Fármacos similares a la ketamina

Los psicoestimulantes, entre ellos el metilfenidato y la dextroanfetamina, se suelen


prescribir junto con los antidepresivos. Los psicoestimulantes se utilizan para aumentar el estado
de alerta mental y la conciencia.

El hipérico (hierba de San Juan), una planta utilizada como suplemento dietético, se usa en
algún caso para aliviar la depresión leve, aunque no se ha comprobado su efectividad. Debido a la
existencia de interacciones potencialmente nocivas entre el hipérico y muchos tratamientos
farmacológicos, las personas interesadas en tomar este suplemento dietético deben consultar con
su médico sobre las posibles interacciones con su medicación.

La mayoría de antidepresivos deben tomarse regularmente durante varias semanas, por lo


menos, antes de que comiencen a actuar. La mayoría de la gente necesita tomar antidepresivos
durante 6 a 12 meses para evitar recaídas. Las personas mayores de 50 años pueden tener que
tomarlos durante un máximo de 2 años.

Los efectos secundarios varían con cada tipo de antidepresivo. A veces, cuando el
tratamiento con un fármaco determinado no alivia la depresión, se prescribe otro tipo (clase) de
medicamento o una combinación de fármacos antidepresivos.

El riesgo de suicidio después de comenzar un antidepresivo ha sido noticia. Unas cuantas


personas se muestran más inquietas, deprimidas y ansiosas poco después de empezar el
tratamiento con antidepresivos o tras el aumento de la dosis. En algunas personas, especialmente
los niños más pequeños y los adolescentes, aumenta la propensión al suicidio si estos síntomas no
se detectan y se tratan con rapidez. Se informó de este hallazgo por primera vez en referencia a
los inhibidores selectivos de la recaptación de serotonina (ISRS), pero el riesgo probablemente es
similar para todas las clases de antidepresivos. Si se produce un empeoramiento de los síntomas
después de iniciar la toma de antidepresivos o de aumentar la dosis (o por cualquier motivo), se
debe informar de ello al médico de la persona afectada. El hecho de tener pensamientos suicidas
también es un síntoma de depresión, por tanto los médicos pueden tener dificultades para
determinar qué papel desempeñan los antidepresivos en los pensamientos y conductas suicidas.
Algunos estudios arrojan dudas sobre la conexión.

Inhibidores selectivos de la recaptación de serotonina (ISRS)


Los inhibidores de la recaptación selectiva de serotonina (ISRS) son, en la actualidad, el
tipo de antidepresivos de uso más frecuente. Dichos fármacos son eficaces para tratar la depresión
y otros trastornos de salud mental que a menudo coexisten con la depresión.

Aunque los inhibidores de la recaptación selectiva de la serotonina (ISRS) pueden producir


náuseas, diarrea, temblor, pérdida de peso y dolor de cabeza, estos efectos secundarios suelen ser
leves o desaparecen con su uso continuado. La mayoría de las personas toleran los efectos
secundarios producidos por los inhibidores de la recaptación selectiva de la serotonina (ISRS)
mejor que los producidos por los antidepresivos heterocíclicos. La probabilidad de afectación
cardíaca es menor con los inhibidores selectivos de la recaptación de la serotonina que con los
antidepresivos heterocíclicos.

No obstante, algunas personas parecen más inquietas, deprimidas y ansiosas la primera


semana después de empezar el tratamiento con inhibidores de la recaptación selectiva de
serotonina (ISRS) o tras el aumento de la dosis. En dichas personas, especialmente niños pequeños
y adolescentes, aumenta la propensión al suicidio si estos síntomas no se detectan y se tratan con
rapidez. Las personas que siguen tratamiento con inhibidores selectivos de la recaptación de
serotonina (ISRS) y sus familiares deben ser advertidos sobre esta posibilidad y sobre la necesidad
de llamar al médico si los síntomas empeoran con el tratamiento. Sin embargo, dado que las
personas depresivas que no siguen tratamiento a veces también completan el suicidio, los médicos
deben sopesar con el paciente y con sus familiares el riesgo de la enfermedad y el riesgo del
tratamiento.

Además, con el tratamiento a largo plazo, los inhibidores selectivos de la recaptación de


serotonina (ISRS) pueden tener efectos secundarios adicionales, como el aumento de peso y la
disfunción sexual (en una tercera parte de los casos). Algunos ISRS, como la fluoxetina, causan
pérdida de apetito. Durante las primeras semanas después del inicio del tratamiento con los ISRS,
la persona puede sentirse adormecida durante el día, pero este efecto es temporal.

La interrupción brusca del tratamiento con algunos inhibidores selectivos de la recaptación


de serotonina (ISRS) provoca un síndrome de suspensión (síndrome de discontinuación) que
consiste en mareo, ansiedad, irritabilidad, fatiga, náuseas, escalofríos y dolorimiento muscular.

Antidepresivos de nueva generación

Los nuevos antidepresivos son tan eficaces y seguros como los inhibidores selectivos de la
recaptación de serotonina (ISRS) y tienen efectos secundarios similares. Estos medicamentos son
Inhibidores de la recaptación de norepinefrina (noradrenalina)-dopamina (como
bupropión)

Moduladores de la serotonina (como la mirtazapina y la trazodona)

Los inhibidores de la recaptación de serotonina y norepinefrina (como la venlafaxina y la


duloxetina)

Como puede ocurrir con los inhibidores selectivos de la recaptación de serotonina (ISRS),
el riesgo de suicidio es temporalmente mayor cuando se inicia el tratamiento con estos fármacos,
y la suspensión brusca del tratamiento con inhibidores de la recaptación de serotonina y
norepinefrina puede evolucionar con un síndrome de suspensión (síndrome de discontinuación).

Otros efectos secundarios varían según el medicamento (consulte la tabla a continuación).

Antidepresivos heterocíclicos (incluidos los tricíclicos)

Los antidepresivos heterocíclicos, que habían sido antiguamente los más utilizados, se
prescriben actualmente con poca frecuencia porque tienen más efectos secundarios que otros
antidepresivos. Suelen producir somnolencia y aumento de peso. También pueden causar un
aumento de la frecuencia cardíaca y una disminución de la presión arterial cuando la persona se
pone en pie (denominada hipotensión ortostática). Otros efectos secundarios, denominados
efectos anticolinérgicos, incluyen vista borrosa, sequedad de boca, confusión, estreñimiento y
dificultad para empezar a orinar. Los efectos anticolinérgicos suelen ser más graves en las
personas de edad avanzada.

La interrupción repentina de los antidepresivos heterocíclicos, como ocurre con los


inhibidores selectivos de la recaptación de serotonina (ISRS), puede dar lugar a un síndrome de
suspensión (síndrome de discontinuación).

Inhibidores de la monoaminoxidasa (IMAO)

Los inhibidores de la monoaminooxidasa (IMAO) son muy eficaces pero rara vez se
prescriben, salvo cuando otros antidepresivos no han dado resultado. Las personas que utilizan
inhibidores de la monoaminooxidasa (IMAO) deben cumplir una serie de restricciones dietéticas y
tomar precauciones especiales para evitar una reacción grave que entrañe un aumento súbito de
la presión arterial con un dolor de cabeza intenso y punzante (crisis hipertensiva). Esta crisis puede
causar un accidente cerebrovascular. Las precauciones son las siguientes

No ingerir alimentos ni bebidas que contengan tiramina, como cerveza de barril, vinos
tintos (incluido el jerez), licores, alimentos demasiado maduros, salami, quesos muy curados,
habas, extractos de levadura, higos secos, uvas pasas, yogurt, queso, cuajada, arenques, caviar,
hígado, carnes muy ablandadas y salsa de soja

No tomar pseudoefedrina, una sustancia contenida en numerosos medicamentos para la


tos y el resfriado de venta sin receta médica

No tomar dextrometorfano (un antitusígeno), reserpina (un fármaco antihipertensor) o


meperidina (un analgésico)

Tener siempre a mano un antídoto, como la clorpromazina en comprimidos; en caso de


aparición de dolor de cabeza intenso y pulsátil, tomar el antídoto de inmediato y acudir al servicio
médico de urgencias más cercano

Las personas en tratamiento con inhibidores de la monoaminooxidasa (IMAO) también


deben evitar tomar otro tipo de antidepresivos, incluidos los heterocíclicos, los inhibidores
selectivos de la recaptación de serotonina (ISRS), el bupropión, los moduladores de la serotonina-
noradrenalina y los inhibidores de la recaptación de la serotonina-. Administrar un inhibidor de la
monoaminooxidasa (IMAO) junto con otro antidepresivo puede provocar una elevación peligrosa
de la temperatura corporal, acompañada de degradación muscular, fallo renal y convulsiones.
Estos efectos, conocidos como síndrome maligno por neurolépticos, son potencialmente mortales.

La interrupción repentina de los IMAOs, como ocurre con los inhibidores selectivos de la
recaptación de serotonina (ISRS), puede dar lugar a un síndrome de suspensión (síndrome de
discontinuación).

TABLA

Fármacos utilizados para tratar la depresión

Antidepresivo melatoninérgico

La agomelatina es un antidepresivo melatonérgico que estimula los receptores de


melatonina y se utiliza para tratar los episodios depresivos mayores. Tienen varios beneficios:

Provoca muchos menos efectos secundarios que la mayoría de antidepresivos.

No causa somnolencia diurna, ni insomnio ni aumento de peso.

No es adictivo y no causa síntomas de abstinencia.

La agomelatina puede causar cefalea, náuseas y diarrea. También puede aumentar las
concentraciones de enzimas hepáticas, por lo que los médicos miden estas concentraciones antes
de comenzar el tratamiento y cada 6 semanas a partir de entonces. Las personas con problemas
hepáticos no deben tomar agomelatina.

Fármacos similares a la ketamina

La ketamina es un medicamento anestésico. Sin embargo, los investigadores han


descubierto que los mecanismos cerebrales afectados por la ketamina desempeñan un papel en la
depresión y que, cuando se administra a dosis subanestésicas, produce una mejoría rápida,
aunque transitoria, de los síntomas depresivos. Recientemente, la esketamina, una forma de
ketamina, recibió la aprobación de la FDA para su uso en personas con trastorno depresivo mayor
que no han respondido a los tratamientos tradicionales. Se administra en forma de aerosol nasal.
Se usa en dosis más bajas que las administradas para anestesia.

La mayoría de las personas que reciben ketamina o esketamina presentan una disminución
en los síntomas de depresión al cabo de 3 a 4 horas. Se trata de una respuesta muy rápida en
comparación con la de la mayoría de los fármacos antidepresivos, que puede tardar varias
semanas en ser efectivos. En la mayoría de los casos, el efecto de la ketamina o de al esketamina
comienza a disminuir pasadas una o dos semanas. Repetir la dosis cada semana más o menos a
menudo ayuda, pero puede dejar de funcionar transcurridos unos meses, si bien algunas personas
pueden mantener su mejoría con un solo tratamiento al mes.

Los efectos secundarios pueden aparecer al cabo de 1 o 2 horas de la administración del


fármaco y consisten en aumento de la presión arterial, náuseas y vómitos y efectos mentales,
como una sensación de desconexión de uno mismo (desrealización), sensación de distorsión del
tiempo y el espacio y delirios. Estos medicamentos se administran por lo general en el consultorio
de un médico o en una clínica hospitalaria a fin de que los médicos puedan controlar la aparición
de efectos secundarios durante las horas posteriores a su administración y porque la ketamina es
un medicamento del que a veces se consume de forma recreativa.

También podría gustarte