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¿Cómo conquistar el Corazón de Dios?

Introducción hecha a mano…

Salmo 103:13 “Como el padre se compadece de sus hijos se compadece Jehová de los que
le temen”

Nosotros somos privilegiados de tener un Dios que es bueno y misericordioso. Un Dios


que nos ama y que se preocupa por nosotros. Él nos cuida como un padre porque somos
creación suya. Ademas de esto, hay cosas que mueven su corazón en forma especial.

 Nuestra fe

La fe es básica para el creyente porque “Sin fe es imposible agradar a Dios, porque es


necesario que el que se acerca a Dios crea que le hay” Heb. 11:6 Asi Dios espera de
nosotros. Pero Dios pone a prueba nuestra fe para sacar lo mejor de nuestro corazón.

Primer Ejemplo: Lucas 7:1-10

El centurión que le pidió que sanara a su siervo, pero no se sentía digno de que Jesús
entrara a su casa

1. El centurión conocía las costumbres de los judíos y las respetaba. El sabía que un
verdadero judío no entraba en la casa de un gentil, pero en esta ocasión que su siervo esta
grave y el corre a Jesus en busca de ayuda, Jesus lo prueba diciéndole: “Yo ire y lo sanare”
Jesus esta provocando una reacción donde el Centurion exprese lo que hay en su corazón

2. El centurión dice: Yo no soy digno de que tu entres en mi casa. Siendo un oficial


importante, en vez de ser orgulloso, demostró humildad en reconocer que no merecía que
Jesus entrara a su casa.

3. Luego le dijo: “Di la palabra, y mi siervo sanara” Demostrando una fe excepcional, siendo
capaz de creer que solo por la palabra de Jesus dicha a la distancia, su siervo recibiría
salud.

4. 9 Al oírlo, Jesús se asombró de él y, volviéndose a la multitud que lo seguía, comentó:

—Les digo que ni siquiera en Israel he encontrado una fe tan grande.

 Nuestra Humildad.

Mateo 15:21 - 28 La mujer cananea que tenia una hija atormentada por un demonio y
vino a suplicarle a Jesus por su sanidad y liberación. Jesus probo su fe al máximo.
A. Jesus primero la ignoro. V. 23

B. Luego Jesus le dijo que ella no era del pueblo escogido. Una forma de discriminación,

D. Ella entoces se postro ante el y volvió a suplicarle. Entonces Jesus le dice que no es
bueno coger el pan de los hijos y tirárselo a los perros. La insulto llamándole perra.

E. Ella no se da por ofendida, sino que se humilla mas, acepta que no es nadie ni merece
nada al responder: “Si, Señor, pero aun los perrillos comen las migajas que caen de la mesa
de sus señores.

F. Ninguna de estas frases que Jesus le decía eran un negativa, sino una prueba. Jesus
quería sacar lo que había en su corazón y ella dio lo mejor que tenia, su adoracion
incondicional y su humildad perfecta. Entoces Jesus dijo: “Oh mujer, grande es tu fe,
hágase contigo como quieres.

H. Humildad mueve a Dios Sant. 4:6 “Dios resiste a los orgullosos, pero da gracia a los
humildes”.

 Nuestro clamor persistente

Primer ejemplo: Mateo. 20:29-34 Los dos ciegos que la gente mandaba a callar y ellos
continuaban clamando por misericordia. Los mandaban a callar y ellos gritaban mas alto.

A. Jesus se detuvo. V. 32 Tu clamor hace que Dios se detenga y te ponga atención.


“deteniéndose los llamo y les pregunto; ¿Qué quieren que les haga?” El iba con una gran
multitud, e iban de camino, pero el clamor de aquellos ciegos fue suficientemente
importante para que Jesus se detuviera y los atendiera, aunque nadie mas pensara que
eran importantes.

B. Jesus se compadeció. V.34 “Entonces Jesus, compadecido, les toco los ojos y en seguida
recibieron la vista y le siguieron”

C. Dios pone a prueba tu paciencia, haciéndote esperar. Como en el caso de los ciegos.
Ellos clamaron, pero Jesus siguió caminando y no les puso caso.

 La obediencia

El huerto del Edén fue el primer escenario que Dios usó para enseñar obediencia.

(Génesis 2 y 3 se ubica esta historia) La importancia de hacer lo que Dios nos pide se
aprecia en la historia de Adán y Eva. Dios no les habló sobre fe y humildad, sino sobre
obediencia. Les dio permiso para comer de toda fruta de los árboles del huerto, con
excepción de una de ellas. Fue al desobedecer que el pecado y sus consecuencias entraron
a este mundo.
La obediencia, es una característica fundamental para que nosotros podamos alegrar el
corazón de Dios y podamos tocar su corazón a tal punto que logremos cautivar sus
sentimientos hacia nuestra vida.

Quiero enfocar aquí dos historias de la Biblia, en donde observaremos las consecuencias
de la desobediencia y las bendiciones de la obediencia.

La desobediencia del Rey Saúl:

En 1 de Samuel viene una historia bien conocida: la historia del levantamiento y caída de

Saúl en el pueblo de Israel. Saúl fue escogido por Dios para ser el primer rey de Israel. En el

principio, era humilde sin embargo, su humildad no duró mucho. Pronto se convirtió en

orgullo y precipitación por actuar conducido por el pueblo, en lugar de someterse al Señor.

En 1 de Samuel 13 vemos su primera rebelión: Saúl y el pueblo esperaron a que Samuel

viniera para el sacrificio, mientras que los filisteos estaban listos para pelear al otro lado.

Samuel llegó tarde. Viendo esto, Saúl hizo lo que no debió haber hecho: ofreció él mismo el

sacrificio. El obediente espera a Dios y guarda Sus mandamientos, no importándole lo que

cueste. Por otra parte, el desobediente es obediente mientras las cosas marchen bien. No

obstante, cuando las cosas cambian, entonces las toma en sus propias manos haciendo lo

que a su propio juicio considera pertinente. Piensa que ha esperado mucho y que al final

del día tiene que hacer algo. Samuel llegó exactamente cuando Saúl había terminado el

sacrificio. Sin embargo, no le traía buenas noticias.

1 de Samuel 13:13-14 “Entonces Samuel dijo a Saúl: Locamente has hecho; no guardaste el

mandamiento de Jehová tu Dios que él te había ordenado; pues ahora Jehová hubiera

confirmado tu reino sobre Israel para siempre. Mas ahora tu reino no será duradero. Jehová

se ha buscado un varón conforme a su corazón, al cual Jehová ha designado para que sea

príncipe sobre su pueblo, por cuanto tú no has guardado lo que Jehová te mandó.”

Probablemente, ese fue la prueba crítica de Saúl. Si la pasaba, si obedecía al Señor y su

mandamiento, su reino sería establecido. Pero como no obedeció, su reino se iba a perder.

Como Samuel le dijo: “pues ahora Jehová hubiera confirmado tu reino sobre Israel para
siempre. Mas ahora tu reino no será duradero”. Obviamente, Saúl no pasó la prueba de

obediencia a Dios. Cuando vio que Samuel no llegaba, abandonó el mandamiento del Señor

para hacer lo suyo. Después lo vemos repitiendo el mismo pecado. En 1 de Samuel 15:1-3

leemos: 1 de Samuel 15:1-3“Después Samuel dijo a Saúl: Jehová me envió a que te ungiese

por rey sobre su pueblo Israel; ahora, pues, está atento a las palabras de Jehová. Así ha dicho

Jehová de los ejércitos: Yo castigaré lo que hizo Amalec a Israel al oponérsele en el camino

cuando subía de Egipto. Ve, pues, y hiere a Amalec, y destruye todo lo que tiene, y no te

apiades de él; mata a hombres, mujeres, niños, y aun los de pecho, vacas, ovejas, camellos y

asnos.”

Dios le ordenó a Saúl que destruyera a Amalec completamente. Los versos 7-9 nos dicen lo

que finalmente hizo: 1 de Samuel 15:7-9“Y Saúl derrotó a los amalecitas desde Havila hasta

llegar a Shur, que está al oriente de Egipto. Y tomó vivo a Agag rey de Amalec, pero a todo el

pueblo mató a filo de espada. Y Saúl y el pueblo perdonaron a Agag, y a lo mejor de las

ovejas y del ganado mayor, de los animales engordados, de los carneros y de todo lo bueno,

y no lo quisieron destruir; mas todo lo que era vil y despreciable destruyeron.”

A pesar del hecho de que Dios le había dicho muy claro a Saúl que tenía que destruir

completamente a Amalec, no llevó a cabo Su mandamiento, o más precisamente, lo ejecutó

solamente hasta el punto donde mejor le parecía a él y al pueblo. Así que destruyeron lo que

les parecía más despreciable, pero salvaron LO QUE CONSIDERARON MÁS CONVENIENTE.

Sin embargo, eso no es obedecer. Obedecer a Dios no significa el hacer Su voluntad

parcialmente, hasta el grado donde te guste más. Sino que es hacer lo que Dios te ha

ordenado exacta y completamente.

Obediencia es hacer lo que Dios te ha ordenado, ya sea a través de Su Palabra escrita o como

en el caso de Saúl, mediante revelación. El llegar al grado de hacer algo que Dios no ha dicho,

nos hace desobedientes, aunque eso que hagamos sea en el nombre del Señor. El Señor no

quiere que nos ocupemos en hacer nuestras cosas para Él. Mas bien, quiere que seamos

siervos OBEDIENTES, trabajando EXACTAMENTE en lo que nos ha ordenado hacer. Saúl y su


gente hicieron el trabajo del Señor negligentemente. De acuerdo a él, no tenían malas

intenciones. Como dijo después: “Mas el pueblo tomó del botín ovejas y vacas, las primicias

del anatema, para ofrecer sacrificios a Jehová tu Dios en Gilgal.” (1 Samuel 15:21). El pueblo

quería hacer sacrificios, PERO NO QUERÍAN OBEDECER.

Como Samuel dijo:1 de Samuel 15:22-23 “Samuel respondió: ¿Qué le agrada más al Señor: que

se le ofrezcan holocaustos y sacrificios, o que se obedezca lo que él dice? El obedecer vale más

que el sacrificio, y el prestar atención, más que la grasa de carneros. La rebeldía es tan grave

como la adivinación, y la arrogancia, como el pecado de la idolatría. Y como tú has rechazado

la palabra del Señor, él te ha rechazado como rey.”

No importa cuántos sacrificios hagas para el Señor. Lo que importa es qué tan OBEDIENTE

eres. Los sacrificios agradables a Él son solo los que Él mismo ha ordenado.

Saúl buscaba agradar a los hombres. Les daba más importancia a ellos y a su opinión que a la

opinión de Dios. Después, cuando admitió su pecado, lo que tenía miedo de perder no era su

relación con Dios sino su honor frente al pueblo: “Luego [Saúl] dijo: “He pecado; hónrenme

ahora, por favor, ante los ancianos de mi pueblo y ante Israel, y vuelvan conmigo…” David, el

sucesor de Saúl, también cometió adulterio y asesinato. Sin embargo, cuando Natán lo

confrontó (2 Samuel 12:1-14), lo que le preocupaba, no era su trono sino su relación con Dios

(Salmo 51). Es por eso que David, buscando la restauración de su relación con Dios, fue

perdonado, mientras que Saúl buscando restauración del trono, fue rechazado. (para tenerlo

presente para otro estudio)

La obediencia de Abraham

Un ejemplo totalmente contrario al de Saúl es el ejemplo de Abraham. Probablemente ya

nos sabemos la historia de Abraham e Isaac. Isaac era el único hijo de Abraham y Sara; era

también el hijo que Dios les había prometido tener y el cual habían esperado por años. Sin

embargo, un día Dios le ordenó a Abraham que sacrificara a Isaac:


Genesis 22:1-18.

Génesis 22:1-2“Dios prueba a Abraham

22 Pasado cierto tiempo, Dios puso a prueba a Abraham y le dijo:

—¡Abraham!

—Aquí estoy —respondió.



Y Dios le ordenó:

—Toma a tu hijo, el único que tienes y al que tanto amas, y ve a la región de Moria. Una
vez allí, ofrécelo como holocausto en el monte que yo te indicaré.

Dios sabía muy bien cuánto amaba Abraham a Isaac. Sabía que el era el “hijo que

amaba”. Después de todo, había sido Dios quien se lo había dado. Sin embargo, ¿A caso

amó Abraham a Isaac, la bendición de Dios, más que a Dios mismo? Teniendo que

escoger entre los dos, ¿qué escogería realmente? ¿Se sometería a Dios, incluso si eso

implicara un enorme costo personal? o como Saúl ¿se rebelaría haciendo lo que él quería?

Volteando esta pregunta a nosotros: ¿Seguimos realmente a Dios porque queremos

conocerle y porque queremos estar con él? o ¿le seguimos solo por Sus bendiciones, por

los “Isaacs” que nos ha dado? o ¿qué esperamos que nos de? ¿Qué haríamos? si como en

el caso de Abraham lo que fuéramos llamados a poner en el altar, fuera la bendición más

grande que Dios no haya dado o que esperamos que nos de, cualquier cosa que ésta sea.

¿Lo haríamos? Aunque hay incontables bendiciones del Señor, por supuesto que esas no

son el foco de nuestra relación con Él. Más bien, el centro debería ser el conocerlo

íntimamente y a su maravilloso Hijo el Señor Jesucristo. 

veamos lo que hizo finalmente:

Génesis 22:3-10 3 Abraham se levantó de madrugada y ensilló su asno. También cortó leña
para el holocausto y, junto con dos de sus criados y su hijo Isaac, se encaminó hacia el
lugar que Dios le había indicado. 4 Al tercer día, Abraham alzó los ojos y a lo lejos vio el
lugar. 5 Entonces les dijo a sus criados:

—Quédense aquí con el asno. El muchacho y yo seguiremos adelante para adorar a Dios, y
luego regresaremos junto a ustedes.

Abraham tomó la leña del holocausto y la puso sobre Isaac, su hijo; él, por su parte, cargó
con el fuego y el cuchillo. Y los dos siguieron caminando juntos.

Isaac le dijo a Abraham:

—¡Padre!

—Dime, hijo mío.

—Aquí tenemos el fuego y la leña —continuó Isaac—; pero ¿dónde está el cordero para el
holocausto?

—El cordero, hijo mío, lo proveerá Dios —le respondió Abraham.

Y siguieron caminando juntos.



Cuando llegaron al lugar señalado por Dios, Abraham construyó un altar y preparó la
leña. Después ató a su hijo Isaac y lo puso sobre el altar, encima de la leña. 10 Entonces
tomó el cuchillo para sacrificar a su hijo.”

Abraham siguió exactamente lo que el Señor le había dicho, ciertamente no era lo más

grato de esta vida. Él, así como también otros hombres de la Biblia, no eran robots que

hacían la voluntad de Dios mecánicamente, sino que eran como nosotros, seres de libre

voluntad que por sí mismos escogerían someterse a Dios. Su obediencia no era robótica

sino “DE CORAZÓN”. Esa es la única obediencia de la cual habla la Palabra de Dios. Dios

no quería robots, hombres que hicieran mecánicamente lo que él decía, sin que pusieran

el corazón en ello. Más bien, quería que la gente LO AMARA CON TODO SU CORAZÓN,

ALMA, Y FUERZA (Marcos 12:30). Quería seres de libre voluntad que decidieran “DE

CORAZÓN” el someterse por sí mismos a Él.

Regresando a Abraham, siguió la Palabra de Dios a pesar del hecho de que implicaba la

pérdida de su propio hijo. Luego, cuando llegó al punto más crítico, el Señor interfirió:
Génesis 22:11-12, 11 pero en ese momento el ángel del SEÑOR le gritó desde el cielo:

—¡Abraham! ¡Abraham!

—Aquí estoy —respondió.


12 
—No pongas tu mano sobre el muchacho, ni le hagas ningún daño —le dijo el ángel—.
Ahora sé que temes a Dios, porque ni siquiera te has negado a darme a tu único hijo.

15-18. 15 El ángel del SEÑOR llamó a Abraham por segunda vez desde el cielo, 16 y le dijo:

—Como has hecho esto, y no me has negado a tu único hijo, juro por mí mismo —afirma
el SEÑOR— 17 que te bendeciré en gran manera, y que multiplicaré tu descendencia como
las estrellas del cielo y como la arena del mar. Además, tus descendientes conquistarán las
ciudades de sus enemigos. 18 Puesto que me has obedecido, todas las naciones del mundo
serán bendecidas por medio de tu descendencia.”

El propósito de la prueba era el demostrar si Abraham obedecería a Dios, aún si eso

implicaba el sacrificio de su bendición. Ambos, Saúl y Abraham fueron bendecidos por

Dios. Uno fue hecho el primer rey de Israel, el otro tuvo la promesa de que en su simiente

todas las naciones serían bendecidas. Sin embargo, había una gran diferencia entre ellos.

La diferencia era que el primero iba tras las bendiciones de Dios, lo cual lo condujo a

desobediencia y a su caída. Por otro lado, el último iba tras EL QUE BENDICE,

devolviéndole al final a su hijo, junto con la confirmación de las bendiciones para él y su

simiente.

Conclusión

Todo lo que Dios quiere que hagamos es obrar justamente, amar la misericordia y

el caminar humildemente con Él. Humillémonos bajo Su poderosa mano para que Él

pueda exaltarnos a su debido tiempo (1 Pedro 5:6). Desobediencia, ya sea haciendo lo que

el Señor no ha dicho que hagamos o no haciendo lo que nos ha ordenado hacer, es una

acción que no es de Dios. No importa lo que hagamos, o las intenciones que podamos

tener. Lo que importa es si lo que está hecho viene de la obediencia a Dios, así como el
sacrificio de Abraham, o de la desobediencia, así como dijo Saúl del sacrificio que quería

hacer.

¿Cómo aprender a obedecer a Dios?

No llegamos a este mundo sabiendo cómo obedecer a Dios. Somos los padres los que
debemos invertir tiempo para enseñarle a nuestros hijos a seguir las instrucciones del
Señor. Es de esa manera que aprenderán que para obedecer a Dios es necesario:

 Decidir confiar en Él. No podremos obedecer al Señor si no confiamos en Él. Cada vez
que nos sentimos tentados a desobedecerle en algún aspecto es debido a que no
confiamos en sus promesas. Es por eso que debemos confiar de todo corazón en que
Dios es quien dice ser, y en que hará todo lo que nos ha prometido.
 Estar dispuestos a esperar en Dios en oración. Lo primero que debemos hacer para
asegurarnos de que andamos en la voluntad de Dios es pedirle que nos muestre lo que
desea hacer en nuestra vida. Debemos dedicar tiempo a meditar en las Sagradas
Escrituras y buscar pasajes que nos muestren su voluntad y dirección. Luego debemos
esperar por sus instrucciones, de acuerdo a su tiempo. Y aunque hay ocasiones en las
que no comprenderemos lo que el Señor haga, el saber que conoce cada aspecto de
nuestra vida nos dará confianza.
 Meditar en su Palabra cada día. No podremos vivir en obediencia si mantenemos
nuestra Biblia cerrada, pues es por medio de ella que Dios nos guía. Es en las páginas de
la Palabra de Dios que encontraremos la respuesta para cada situación que
enfrentemos. Cuando Josué necesitó dirección, el Señor le dijo: “Nunca se apartará de tu
boca este libro de la ley, sino que de día y de noche meditarás en él” (Jos 1.8). Hoy
contamos con la revelación escrita de Dios, y el Señor promete bendecir a los que la
obedezcan.
 Estar dispuestos a caminar aunque la senda no sea clara. Si nos negamos a seguir
adelante, porque deseamos esperar a saber lo que nos espera, nos perderemos muchas
de las bendiciones que Dios nos tiene preparadas. No podemos ver con anticipación lo
que el Señor hará, pero nuestra responsabilidad es obedecerle con la seguridad de que
nuestro futuro está en sus manos. Fue por fe que Abraham obedeció al llamado que
Dios le hizo, aunque no sabía hacia dónde le llevaba (He 11.8). Y es de esa manera que
debemos andar con el Señor. No nos mostrará todo el camino, pues con cada paso que
damos fortalece nuestra fe.
 Aceptar la disciplina divina en respuesta a nuestra desobediencia.Dios disciplina a
cada uno de sus hijos. La pregunta que debemos hacernos es: ¿cómo reaccionaremos
ante su disciplina? Si le culpamos y nos resistimos a su disciplina, demostramos que no
hemos aprendido a ser obedientes. Pero si tenemos un espíritu humilde y obediente,
reconoceremos que la disciplina de Dios es una muestra de amor y responderemos con
gratitud.

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