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La evolución, sustancialmente, es una sucesión de cambio genético en el tiempo, que dispone

que todos los organismos provienen de un antepasado único común quién sufrió cambios
graduales de mutaciones en el ADN, dando origen a especies con habilidades particulares
después de largos periodos de tiempo por selección natural. Todos los humanos poseemos los
mismos genes, pero con numerosas secuencias de ADN con una química ligeramente diferente
que se pueden encontrar en la misma pieza de ADN, con alelos quienes representan la
variación genética subyacente que impulsa el cambio evolutivo. El ADN es fundamental al
momento de comprender lo que abarcan los procesos evolutivos, pues supone la unidad
primordial de la herencia encargada del paso de información de una generación a otra. Es así
como la “evolución” es dada por la mutación o cambio químico del ADN que permite adquirir
nuevo material genético, que cada cierto tiempo resulta en una nueva secuencia, un nuevo
alelo, que produce una proteína con mejor funcionamiento “selección natural de los más
aptos”. Tenemos entonces a la evolución genética, que es la variación en las frecuencias
alélicas a lo largo del tiempo, donde los genes y sus alelos contienen la información y mensajes
para proteínas y su regulación, que eventualmente, generaran cambios en los rasgos físicos.

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