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Brisa Vivante
vivantebrisa@gmail.com
1.Hace unos años mientras “scrolleaba” por alguna red social me encontré con la foto
de la portada, el mural decía “Ni la tierra ni las mujeres somos territorio de conquista”.
Me encantó, pero no fue hasta que me interioricé con la perspectiva del feminismo
ecológico que logré entender en plenitud qué significaba tal frase. En los próximos
párrafos intentaré explicar el porqué esta frase protagoniza el discurso de los
ecofeminismos así como también la relevancia de este último. Ante todo, es preciso
una aclaración teórica, no hay una única definición de ecofeminismo como así
tampoco podemos hablar de un feminismo o ambientalismo. Se trata de una corriente
de pensamiento y una praxis política, acuñada por d'Eaubonne en los años 70,
impulsada por mujeres y disidencias, con un enfoque pluralista, e interdisciplinario que
se presenta bajo diversas formas teórico-prácticas. Por un la lado, se nutre de la
ecología política, economía feminista, teoría decoloniales, entre otras corrientes y por
el otro, toma como base las praxis que emergen de los diversos movimientos de
mujeres que levantan su bandera en pos de la justicia socio-ambiental, lo que se ha
autodenominado “Feminismos del Sur”(Svampa,) Feminismos territoriales(Ulloa, 2016)
y comunitarios. También existen corrientes de ecofeminismos clásicos, pos
colonialistas o espiritualistas del Sur ( Shiva y Gebara) constructivistas (Plumwood,
Waren, Mellor), críticos (Puleo y Ulloa ). Otro rasgo a destacar, es como señala
Svampa no todas las praxis políticas se autoproclaman como tales. Por ello de acá en
adelante nos referiremos a los “ecofeminismos”. Ahora bien, podemos encontrar
premisas comunes en ellos: en principio, los ecofeminismos abogan por la defensa de
la vida y el cuerpo- territorio, por la liberación humana y no humana de la dominación.
En tal sentido, consideramos que tales imperantes forman parte del discurso, y de la
lucha de ambos movimientos, el ecologismo-ambientalismo y el feminismo.
Ahora bien ¿qué significa que ni los cuerpos territorio ni las mujeres somos territorio de
conquista? y ¿por qué es necesario hilar ambas luchas? En principio, la premisa de la
cual parten los ecofeminismos es que existe una correlación entre la violencia y
desvalorización sistemática hacia las mujeres y disidencias , y la depredación contra la
naturaleza. Coloquialmente hablando, se trataría de dos caras de la misma moneda.
De acuerdo a Amaranta Herrero (2018) el patriarcado capitalista, una visión
mecanicista del mundo, y una cultura basada en la dominación y la violencia
conforman la triada de condicionantes que agrava la violencia hacia las mujeres y el
medio ambiente. Los ecofeminismos nos vuelven conscientes sobre estas raíces de
opresión, aspirando a partir de ellas a novedosas aportaciones teóricos para los
feminismos y ecologismos pero también apostando a relaciones sociales alternativas
en la que sean suprimidas, o por lo menos paleadas, todo tipo de desigualdades e
injusticias sociales.
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El mundo nos está mostrando las consecuencias de un sistema capitalista y patriarcal
atroz. Las catástrofes socioambientales son noticia del día a día y pese al auge del
feminismo, la violencia hacia las mujeres y los feminicidios no han decrecido. No hay
postura negacionista que pueda ignorar que el mundo se encuentra en emergencia
socio- ambiental a la par del crecimiento galopante de las desigualdades sociales. No
cabe duda alguna de que nos acechan una emergencia tanto a nivel ambiental como a
nivel social. Ante esta desidia , el ecofeminismo nos ofrece una respuesta y apuesta
por una salida alternativa. Somos testigos de las consecuencias del “patriarcado
colonial-moderno de alta intensidad” del que nos habla Segato (2016). América latina
es la región del mundo con más feminicidios o asesinatos de activistas
socioambientales (De Vidal y Ramognini, 2018). La forma colonial del poder patriarcal
evolucionó hacia el tratamiento altamente destructivo de los bienes naturales, que se
plasma en las prácticas extractivistas, la explotación intensiva de los suelos y pesca
intensiva, la cuasi-extinción de algunas especies(como el orangután a raíz del
extraccion de aceite de palma, entre otros), la megaminería, el fracking, el uso de
agrotóxicos que generan daños irreversibles hacia la naturaleza y la salud y hábitos de
las personas. Regirse bajo una perspectiva ecofeminista implica comprender que la
violencia hacia las mujeres repercute en la destrucción y depredación hacia la
naturaleza, a nivel ambiental, social-comunitario así como en otras especies. También
nos torna conscientes de que las mujeres del sur global, indígenas, negras y pobres
son las que sufren en mayor medida las consecuencias socioambientales del
“capitalismo de rapiña” del que nos habla Segato(2016). Frente a la ofensiva
neoliberal, las mujeres son las que levantan la bandera contra un modelo extractivista
cuyos modos de explotar los recursos resulta insostenible (Por ello autoras como
Svampa hablan de “ecofeminismos de supervivencia”).Esto se debe a que
históricamente han asumido el rol como cuidadoras y responsables de las tareas de
reproducción social en la división social del trabajo. En tal sentido, el ecofeminismo
también aporta una nueva mirada hacia los cuidados.
Pensar la opresión hacia la naturaleza, y hacia las mujeres de forma conjunta nos
aportan una nueva mirada sobre la realidad socio-ecológica y ambiental, y sobre sus
luchas en el Sur Global. La relación analítica entre la mujer y la naturaleza ha
prevalecido en los imaginarios sociales, y por ende, ha sido reproducido desde la
ciencia hegemónica. Fue Sherry Ortner (1972) quien señaló a partir de investigaciones
empíricas, la asociación cultural de la figura de la Mujer a la de la Naturaleza. Puleo
(2017) sostiene que tal análisis antropológico dio el origen científico al ecofeminismo.
Hace siglos que existe una ideología imperante y de dominación hacia la naturaleza.A
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propósito de ello, Gevara argumenta que la historia occidental de la modernidad se
rigió bajo una “lógica de dominación”, a partir de la construcción de un Yo “dominador”
ligado al paradigma patriarcal del varón amo y guerrero sustentado en la razón y por
ende escindido de su cuerpo, de la emociones. De acuerdo a esta lógica opresiva, la
En sus palabras,diferencia se encuentra asociada a la inferioridad, a la inacción y a la
pasividad. K.Warren argumenta que tales categorías funcionan como sistemas de
legitimación de dominación y subordinación hacia grupos considerados subalternos,
así como hacia la naturaleza y otras especies. Las representaciones duales con la que
observamos y analizamos lo que nos rodean denotan la opresión hacia la naturaleza y
las mujeres: la mujer es al hombre, lo que la naturaleza contraria a la cultura, el cuerpo
respecto de la mente, la afectividad frente a la racionalidad la pasividad/actividad,
subordinación/dominio. De tal manera se ha edificado el saber occidental que ha
desencadenado consecuencias nefastas a nivel ideológico y pragmático contribuendo
a pensar a la sociedad aislada e independiente de la naturaleza así como también a
los roles reproductivos relegados a las mujeres de la esfera pública y tomas de
decisión, la reproducción escindida de la producción mercantil, entre otras analogías
que delatan la opresión unívoca. Desde los inicios del imperio y la conquista ha
primado la desidia del capital sobre la vida, es lo que algunas autoras ecofeministas
han llamado “conflicto capital-vida”. El capitalismo se conformó a partir de la violencia y
saqueo hacia los varones, mujeres y “cuerpos territorios”. De acuerdo a Federici
(2021) esta violencia contra las mujeres( y agregamos, hacia la tierra) se construye
como el elemento estructural de la acumulación permanente del capitalismo.
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vulnerabilidad y necesidades vitales que tenemos como especie. La perspectiva de la
sostenibilidad de la vida nos invita a repensarnos y revisar nuestro vínculo con la
naturaleza, esto implica reconocernos como ecodependientes e
interdependendientes. La mayoría de la población se encuentra alienada
culturalmente, en este aspecto, Herrero (2013) manifiesta que estamos sesgados por
un anafalbetismo ecológico: “buena parte de la sociedad y muchas de sus instituciones
continúan pensando que un río es una tubería de agua y que los animales son una
fábrica de proteínas”(p.286). Una toma de conciencia socava las barreras imaginarias
que dividen nuestra vida moderna de la codependencia de la naturaleza. Ser
ecodependientes significa romper el mito antropocéntrico de que somos dueños de la
naturaleza, de los recursos, de todas las especies no humanas. A su vez, los
ecofeminismos plantean que la economía convencional invisibiliza las tareas de
cuidado y atención que realizan las mujeres. Oculta y desvaloriza las prácticas que son
vitales pero que no pueden ser convertidas en mercancía en el mundo monetario.
Como señala Carrasco (2011) “la dependencia es algo inherente a la condición
humana”(p.214). La salida que propone el ecofeminismo es que las tareas del cuidado,
y atención deben ser universalizadas, en tal sentido invita a los hombres y mujeres a la
a corresponsabilización de las tareas que hacen posible supervivencia.
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atacadas y aún resistentes que hacen posible la vida (Alianza Política, 2020).
Debemos establecer diálogos fecundos con los movimientos de indígenas y
campesinas de Latina presentan una lección de interculturalidad de la que es
necesario aprender.
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la explotación de minas en el río Rovuma en pos de extraer gas, piedras preciosas y
minerales, petróleo, gas entre otros bienes naturales en el país . Cuando las empresas
se instalan acaparando sus tierras y el acceso a bienes comunes como el agua,
destruyendo la vida comunitaria, amenazando su autonomía y trastocando la
producción agrícola de subsistencia, son ellas quienes sufren en mayor medida los
daños de los megaproyectos a partir de situaciones de despojo como de degradación
socioambiental y de salud. El ecofeminismo crítico-constructivista, tomando distancia
de una postura esencialista clásica, establece la conexión ideológica entre la
dominación hacia las mujeres y la naturaleza a partir de su asignación cultural a los
roles de género en la esfera doméstica-reproductiva y su relación con el ambiente
debido a la división sexual de trabajo. Los datos ponen de manifiesto que las mujeres
africanas apuestan por la economía de subsistencia pese a los esfuerzos del Banco
Mundial y las corporaciones de mercantilizar sus territorios, ellas producen el 80% de
los alimentos que consumen sus habitantes(Federici, 2004). El compromiso con las
causas socioambientales por parte de las mujeres, reside en la construcción de sus
subjetividades ligadas a la domesticidad. Las pobladores locales de África y de Abya
Yala se encuentran obligadas a garantizar la economía de subsistencia debido a la
construcción social patriarcal que las liga a la atención y los cuidados.
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deterioro de la biodiversidad. El atropello hacia la Ley de Tierras en África es un
ejemplo de cómo se antepone el capital sobre la vida. Ya lo denunció Berta Caceres,
quien fue asesinada por defender la vida sobre el capital, “Mientras haya capitalismo
ese planeta no se va a salvar porque es contraria a la vida, a la ecología, al ser
humano, a las mujeres”. Que las mujeres y hombres del Sur Global y de África hayan
sufrido el despojo de sus territorios y sus desposesiones de los bienes comunes
responde a la propia historia del “progreso” del capitalismo colonial. Las poblaciones
de ambos lados del Sur comparten la misma raíz de opresión colonial, el
entrelazamiento entre la violencia patriarcal y colonial ligadas a la expansión
económica del capital. Es por ello que podemos volver unívocas las luchas de ambos
continentes, sin negar la trama político-histórica diferencial de cada movimiento. La
lucha de las mujeres africanas pueden ser comprendidas a partir de las categorías
novedosas que nos aportan los ecofeminismos territoriales definidos por Ulloa(2016)
como movimientos de protesta y acción de mujeres indígenas, afrodescendientes y
campesinas centradas en la circulación y defensa de la vida, la autonomía y control de
los cuerpos, territorios la naturaleza, y en la crítica a los procesos de desarrollo
capitalista y extractivista. Ambas luchan, la de los feminismos territoriales del Sur, y los
movimientos de mujeres africanas, bogan por la defensa de la soberanía territorial, en
el caso de África debido al peso de las economía de subsistencia en las dinámicas
comunitarias y nos invitan a replantear las desigualdades sociales y ambientales
desde la implantación del extractivismo en sus territorios. Como bien denuncia Ulloa la
imposición del capital extractivista provocan escenarios ambientales de apropiación y
el despojo de los bienes naturales de los que sustentan las comunidades, el
agua,minerales,petróleo, la repercusión en el cambio climático etc. Los dinámicas y
modos de vida de los y las pobladoras cambia radicalmente a la par que sus tierras y
faunas son degradadas.Ulloa (2016)enfatiza en cómo el extractivismo trastoca las
relaciones económicas basadas en la solidaridad y exacerba la violencia hacia las
mujeres de la comunidades. Esto lo podemos ver en las países dependientes cuyas
poblaciones no tienen poder político ni social, como en Cabo Delgado, Mozambique:
Múltiples empresas trasnacionales y nacionales se instalan en Cabo Delgado en
búsqueda de gas despertando movimientos de oposición, debido al mayor control de
los cuerpos-territorio por la instalación de seguridad privada, una mayor militarización,
violencias por razones de género y el desplazamiento forzado de personas, al mismo
tiempo deben lidiar con agrupaciones terroristas. Las mujeres fueron excluidas de los
procesos de acaparamiento de las tierras de los aprendizajes de la agricultura
moderna, exacerbando la división sexual entre hombres y mujeres. Es interesante
cómo Ulloa (2016) pone de manifiesto que en AL ocurre algo muy similar entre las
empresas trasnacionales y los grupos ilegales de minería; las mujeres sufren violencia
sexual, se le atributen roles enraizados y mal pagos en la mineria. De todas maneras,
no aceptaron la pérdida de autonomía y la destrucción de la naturaleza sin protestar.
Frente al avance del capital sobre la vida, las mujeres apuestan por la sustentabilidad
de la vida. Las experiencias ecofeministas están creando espacios de resistencia
mediante defendiendo la economía de subsistencia, el acceso comunal a las tierras, y
la seguridad alimentaria (Federici, 2004). Las praxis políticas del Sur Global y de África
ponen de manifiesto que los lazos comunales siguen siendo poderosos.Los
movimientos y luchas protagonizadas por las mujeres en defensa de la vida y del
cuerpo-territorios nos demuestran que como especie somos seres dependientes de
nuestros ecosistemas e interdependientes entre nosotros mismos. Las prácticas
ecofeministas han existido siempre, desde la historia de la colonización (Federico,
2016:Herrero,2013), las mujeres de África, Asia y Abya Yala defendieron los modelos
de agricultura comunales de los colonizadores europeos. La tierra es la fuente primera
de subsistencia de las comunidades y es la fuente de seguridad alimentaria de miles
de productos que son vendidos en África y Asia.
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Las luchas de estas mujeres en defensa de la vida y los territorios nos alientan a
apostar por un proyecto social y económico alternativo, donde lo comunitario
reemplace a la lógica mercantil, la solidaridad a la hiperindividualización , la
explotación sea sustituida por la solidaridad. Las mujeres que lideran las luchas en
defensa de los cuerpos-territorios las impulsa el deseo por un mundo que sea
habitable para todas las especies, libre de dominación y explotación. Es la apuesta
por quebrantar de una vez por todas la alianza entre capitalismo, colonialismo y
patriarcado.
Bibliografía