Está en la página 1de 1

Moisés camina sobre el sendero hacia la cima del monte.

Sus pies descalzos se recargan sobre


la tierra cálida con cada paso, primero el derecho y luego el izquierdo. Su ayudante Josué sigue
las marcas que deja a su paso. Andan en silencio, reflexivos, conscientes de que el pueblo
entero los espera.
Cuando llegan a la mitad del sendero, una nube densa los encierra. De pronto, el ambiente se
ensombrece tanto que la tierra bajo sus pies se vuelve helada al tacto. Húmeda. Permanecen
callados, enmudecidos por la fuerza que está sobre ellos, sintiéndose desnudos en su absoluta
vulnerabilidad.
Josué se queda atrás cuando Moisés se planta en el punto más alto del monte, firme y erguido,
a pesar de la ola de nervios que recorre su cuerpo. El cielo comienza a retumbar con miles de
relámpagos atronadores, que ahogan los ruidos del pueblo, de los pájaros, e incluso los gritos
que Moisés deja escapar involuntariamente.
Una calma repentina. Un silencio inquietante. Las nubes paralizadas; el cielo inmóvil. Una onda
cálida y luminosa pasa sobre las manos extendidas de Moisés, y deja en ellas una masa doblada
a la mitad. Él la observa perplejo. Su consistencia es similar a la de un pan, pero es más ligera y
aplanada. En el interior del doblez, hay algo que parece las entrañas de un animal; su color es
rojizo y su textura parece tierna. También tiene una mezcla verdosa, algo que se escurre entre
los cortes finísimos del contenido de este objeto tan extraño.
Moisés instintivamente la lleva a sus labios; siente el vapor de su temperatura colándose entre
los poros de su piel. Le da una mordida.
En ese momento, el universo cobra sentido. Su lengua percibe las notas más sutiles de las
verdades íntimas del cosmos. Todos los principios de la humanidad, de la naturaleza, de la
relación con el más allá, están claros y evidentes en sus papilas. Con un solo bocado, Moisés
comprende el fundamento, la raíz, la causa final de todo cuanto existe.
Desde ese entonces, el mundo entero se ha dedicado a replicar esa comprensión total. En los
templos y las iglesias, la gente se reúne a saborear a Dios. En las escuelas, las universidades, las
academias, intentan conocer al mundo por medio del sentido del gusto. Desde ese momento
en que la verdad revelada cruzó los dientes de Moisés, todo occidente le hace culto a los
sensores rugosos que habitan la superficie de la lengua.

También podría gustarte