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Recopilación de textos

y
enseñanzas de Jesucristo
extraídos
de la
Obra Arpas Eternas
de la
Vidente
Josefa Rosalía Luque Álvarez.
Prefacio:
Esta pequeña obra, solo es una recopilación de las enseñanzas y textos que aparecen, en la
obra Arpas Eternas, que muestra la vida completa y en detalle de nuestro maestro y Mesías,
Jesucristo.; y no tiene ninguna otra pretensión que remarcar y hacer de más fácil el acceso,
debido a la larga extensión de la fuente original, a las enseñanzas y los conocimientos de los
que dio y bebió respectivamente, nuestro Mesías, para así llevar a cabo su obra redentora.
Esta información la considero valiosísima para no solo el desarrollo personal sino de toda la
comunidad humana y planetaria, de ahí mi motivación para recopilar.

Esta información es obtenida por medio de la vidente Argentina Josefa Rosalía Álvarez Luque,
que las vertió en su obra excelsa llamada Arpas eternas.

De ante mano muchas gracias y espero que les sea útil.


Parte I:
Manuscritos extraídos de Arpas Eternas
Manuscritos Extraídos de Arpas Eternas:

1) Texto de Essen 1, sobre el origen de los esenios (Escrito en hebreo originalmente)

Yo Esen, hijo de Nadab, de la sangre de Aarón, que huí a la altura de Nebo en seguimiento de
Moisés, mi Señor, juro por su sagrada memoria que él me mandó recoger de su cuerpo estas
escrituras cuando le viere muerto, y me declaró que la voz de lo alto le aconsejó llevarlas
consigo para que no fueran destruidas y adulteradas como ya pensaban hacerlo una vez
muerto el autor, pues que había tenido visión de que fueron quemadas las copias fieles que él
mandara sacar para uso de los Sacerdotes y del pueblo Mi padre Nadab, hijo de Aarón, gran
Sacerdote, fue muerto en el altar de los holocaustos, por ofrecer incienso sobre las ascuas y
panes de propiciación, y negarse a las degollaciones de bestias, repudiadas por el Gran
Profeta. Y huí en pos de él, a causa de que la ley fue sustituida por otra ley en beneficio de los
Sacerdotes y de los Príncipes de Israel dueños de los ganados que prescribían sacrificar para su
negocio y ganancias. Que Jehová Poderoso y Justiciero, ante quien voy a comparecer dentro
de breve tiempo, de testimonio de que digo verdad enviándome un siervo suyo que cierre mis
ojos, y recoja las escrituras de Moisés, que yo su siervo he conservado.

Lloro de gozo y bendigo a Jehová, que dio testimonio de que yo decía verdad y trajo a mi
soledad estos seis Levitas que huyen de la abominación de Israel, entregado a la matanza en
los pueblos que quieren habitar, renegando de la Ley de Jehová que dice: No matarás. Y luego
con letras diferentes se veía: "Atestiguamos de ser todo esto verdad. Y seis nombres: Jhoanan,
Sabdiel, Jonathan, Saúl, Asael, Nehemías y Azur". "El amor de estos siervos de Jehová me ha
curado la fiebre que me consumía, y El me concede la vida por otro tiempo más. Loado sea
Jehová, Esen, siervo de Moisés.

2) Texto de Essen 2, sobre la muerte de Essen (Escrito 14 años después del anterior)

Jehová ha llamado a su Reino a nuestro hermano Essen y le hemos sepultado en Beth-peor


junto al sepulcro de Moisés nuestro padre.

3) Texto de Melchor, sobre el origen de la escuela de filosofía de los montes de Paran


(Alejandría):

En una edad muy remota, en las montañas de Paran de la Arabia Pétrea, hubo una floreciente
civilización gemela de la que floreció en los valles del Nilo, pues emanaban ambas de la
Sabiduría de los Kobdas, la más grandiosa Institución benéfica que hizo florecer tres
continentes. Y en los montes Horeb y Sinaí, que en la prehistoria se llamaron Monte de Oro y
Peñón de Sindi, habían quedado ocultos como águilas en los huecos de las peñas los Kobdas
'perseguidos por los conquistadores, del alto y bajo Egipto. Moisés que en su juventud tuvo
que huir, acusado falsamente de un asesinato, estuvo en el país de Madiam, al cual
pertenecen dichas montañas, y la Divina Ley le puso en contacto con los solitarios de Sinaí y
del Horeb, y fue allí, donde forjó la liberación del pueblo hebreo que sirviera de raíz y cimiento
a la eterna y grandiosa verdad: la Unidad Divina. En aquellos montes recibió Moisés por divina
iluminación, la Gran Ley le marcó rutas nuevas a la humanidad terrestre. De la enseñanza
oculta de estos solitarios, hemos nutrido nuestra vida espiritual durante siglos y siglos. Quien
encuentre este papiro y los demás que le acompañan, sepa que está obligado por la Ley Divina
a abrir una escuela para difundir la sagrada enseñanza que de paz y dicha a los hombres.
Firmado: Diza, Abad - Marvan Elimo, Abad

4) Texto Profeta Iraní de las escuelas secretas de Persia sobre venida del mesías (expresado
por los reyes magos):

En el heno de los campos que verdean en la ribera oriental de la Mar Grande, anidará un día el
pájaro azul, a cuyo canto se derrumbarán las arcaicas civilizaciones y surgirán las nuevas. En las
arenas de los campos dejará las huellas de sus pies, y el polvillo de su plumaje. Comerá el pan
moreno de los humildes, y sacará por sí mismo las castañas de las cenizas". "Ninguno cobrará
jornal de sus manos, ni será llevado jamás a hombros de sus esclavos.

5) Texto de Antulio (vida anterior de Jesucristo en la Atlántida) “descripción de la creación de


la nebulosa que dio origen a la formación de nuestro Sistema Planetario” (Escritura
conservada por Thylo, que relata las exploraciones espirituales y las principales visiones de
Antulio, recopiladas y escritas por su madre Walkiria de Cerro de Oro, y traducidas por
nuestros Padres Elías y Elíseo a la lengua fenicia):

El Absoluto o Gran Todo, es Energía, es Luz y es Amor, tres Eternas Potencialidades residentes
en siete Fuerzas Inteligentes y Vivas, llamadas Fuegos Magnos, que son las que determinan
lugar, época y forma a las creaciones que luego realiza la esplendorosa Legión de Inteligencias
superiores, que la divina ciencia de Dios y de las almas llama Antorchas Vivas, cuyo número es
tanto como setenta multiplicado por setenta. "En una edad que por ser extraordinariamente
lejana, no se puede fijar con precisión, aunque podría calcularse aproximadamente en Setenta
mil millones de siglos, los Fuegos Magnos impulsaron a las Antorchas Vivas hacia el vacío más
cercano en el infinito piélago azul, donde la sustancia etérica estaba ya en condiciones de ser
fecundada por la Energía Eterna. La idea surgió como un relámpago al mismo tiempo, en
aquellas Inteligencias ultra poderosas, diciendo como en una sola voz, vibración o sonido: "Una
nueva espiral debe llenar este vacío de los cielos". "El Absoluto ha llenado de Energía nuestro
cántaro hasta el borde. Vaciémoslo aquí y que mundos nuevos surjan de su Poder Infinito y de
su Eterno Amor. "Los Fuegos Magnos que son Siete, están dispuestos así: cuatro representan
el principio activo o masculino, y tres el principio pasivo o femenino. La cooperación de ambos
principios es indispensable en toda creación. "Y teniendo como auxiliares a la Legión de
Antorchas Vivas, divididas por mitad en principio activo y pasivo, inyectaron el fecundo
germen en el seno materno: el Éter, y una ígnea burbuja como un botón de fuego se plasmó
en el fondo oscuro del vacío, por el cual se fue diseñando levemente la nueva espiral en
graciosas curvas que se iban dilatando paulatinamente, hasta ocupar una enorme extensión.
La espiral diminuta y sutil, se transformó en nubecilla primero y después en gran nebulosa,
salpicada a intervalos de hebras de luz y chispas de fuego. Y cuando la Energía Eterna ultra
poderosa, consiguió imprimir a la nebulosa el impulso necesario para el girar vertiginoso y
permanente, los Fuegos Magnos recogieron en sí mismos el impulso creador, que equivale a
dar la voz de cese o quietud, porque la gestación estaba hecha, y ella sola seguirá su proceso
evolutivo en el largo y pesado correr de las Edades. Fue pues el Éter cargado de fuerzas vivas,
la primera madre de nuestro sistema planetario, como lo es de todos los Sistemas Estelares
que forman los incontables universos del espacio infinito. Durante largas edades, la recién
formada nebulosa giró, se dobló, se retorció en el vacío, hasta que el vertiginoso movimiento
la impregnó de calor, de gases, de fuego y fue como una inmensa llamarada con locuras de
vértigo y ebria de energías que en su formidable rodar sobre sí misma, arrojó al espacio
lenguas de llamas ardientes, burbujas de gases inflamables que a su vez corrían girando como
enloquecidos, cual si buscaran reunirse en grandes masas incandescentes, formando un
laberinto de globos de fuego, hasta que la gran masa central venció en la loca vorágine a las
más pequeñas que comenzaron a rodar en torno de aquella, obligadas por las ineludibles leyes
de la atracción. "Inmensas edades pasaron para llegar a diseñarse nítidamente los planetas
mayores, planetoides, satélites y asteroides, que a millares se intercalan entre las órbitas de
aquellos, siguiéndolos a veces como cortes de honor de las grandes estrellas, cuya fuerza de
atracción les arrastra irresistiblemente a rodar conjuntamente con ellas en el inmenso océano
azul. Nuevas edades imprecisas por su misma inmensidad, caminan sin apresuramiento, que
no hay prisa en la eternidad, hasta que aquellos vertiginosos movimientos se van haciendo
más lentos, y los globos van apartándose lentamente unos de otros a inconmensurables
distancias, todo lo cual coopera al enfriamiento y solidificación de aquellas materias gaseosas e
inflamadas, que pasan a convertirse en rocas de lava, húmedas de vapores incesantes
producidos por los globos incandescentes aún. La enorme acumulación de vapores, da lugar a
la formación de corrientes de agua, lluvias tormentosas cargadas de electricidad, que invaden
poco a poco los globos en formación. Y cuando después de otra inmensa cadena de tiempo,
esas aguas consiguieron estacionarse en las oquedades de las montañas de lava semi-
apagadas y aún humeantes, forman lagos hirvientes y pantanosos. En esa agua cálida y
estancada en huecos y honduras, se reúnen a millones átomos y moléculas vivas, y comienzan
a crecer y unirse unas a otras como en informes burbujas, dando con tal himeneo, lugar a la
formación de células vivas aunque imperceptibles, origen primero de la vida, en gusanillos de
forma semilíquida, más densa después hasta formar diminutas lengüetas de movimientos casi
imperceptibles a simple vista. "Esas células se agrupan, se estrechan, se buscan por ley de
atracción y en esas aguas pantanosas se forman principios de larvas, como todos los planetas
de todos los universos. "Es pues, el Agua la segunda madre en la vida universal. "Aquellos
pantanos cálidos, fueron ensanchándose con nuevas corrientes de vapores disueltos en lluvias,
las larvas agrandándose por aproximación, y a la vez segregando sedimentos y escorias, llenos
de células vivas, que a su vez se difundieron en infinitas y variadas formas de vida, semi vegetal
y semi animal, o sea principios de algas, esponjas y corales. "Nuevas edades de incontables
siglos pasaron, hasta que las corrientes de aguas pantanosas invadieron las partes rocosas de
los planetas, y esas vidas embrionarias adheridas al lodo que bañaba las rocas, fueron
asimilándose con grandes esfuerzos al nuevo medio en que debían desenvolverse. La vida
pasaba pues del Agua a la Tierra, que es la tercera madre de la vida universal. "La gestación
formidable estaba realizada. Las primeras células vi-vas se agitaron formando larvas o gusanos
en las aguas pantanosas, y en las rocas de lava humedecidas por ellas. En ambos elementos,
Agua y Tierra, se perpetuará la vida desde la larva del insecto, lombrices de agua y lombrices
de tierra, primitivos antepasados de los grandes monstruos marinos y de los enormes reptiles;
primeros habitantes de los globos, que un día serán el palacio de cristal y oro del ser
inteligente, que se negará sin duda a reconocer como progenitores, a aquellos ínfimos y
repugnantes principios. "Manifestada ya la vida sobre la faz de la tierra, la evolución
ascendente de las especies inferiores a las superiores, es fácilmente comprensible,
descontando desde luego millones de años necesarios a cada transformación. "Diez mil
millones de siglos próximamente, ha necesitado este planeta para llegar a sustentar vidas y
humanidades como las que vemos en la actualidad.
6) Texto de Antulio “La definición del hombre encarnado en la tierra” (La traducción que de
la lengua cretense o ática prehistórica, hicieron nuestros padres Elías y Elíseo, Profetas.)

Prosternada mi alma ante el Altísimo, pedía luz para conocerse a sí misma, toda vez que, en
determinados momentos, la siento agitarse como ave cautiva, que busca tender el vuelo. "Yo
hombre de la tierra, ¿qué soy?, ¿cómo soy? La luz eterna se hizo en mí, y vi claramente lo que
es el ser humano encarnado en la tierra. "Pude comprender que son tres los principios que lo
constituyen: 1º Materia densa o cuerpo físico. 2º Cuerpo mental o intermediario. 3º Principio
espiritual o Ego, que es el Yo propiamente dicho. Hago la descripción de los tres componentes
o principios, tal como me fueron mostrados en la interior claridad que recibí. La materia densa
o cuerpo físico que todos vemos y palpamos, forma por sí sola una complicada maquinaria que
han sido necesarias distintas ramas de la Ciencia para estudiarla y comprenderla, y no es sobre
ella que tratará este relato con más amplitud, puesto que el cuerpo orgánico del hombre ha
sido, y es estudiado y conocido por los sabios que se han dedicado a la Anatomía. Únicamente
diré, que el cuerpo físico del hombre, está envuelto en un aura o irradiación de sustancia
etérea o astral, en cuya composición participan los cuatro elementos del globo terrestre: aire,
fuego, agua y tierra.

Pose también el fluido vital o fuego circulatorio, que recorre vertiginosamente todo el cuerpo
físico y que es el aura de la sangre, de color rosado más vivo o más pálido según la sangre sea
más o menos pura y fuerte. Tiene además la irradiación o aura particular del cerebro y de la
médula espinal, prolongación, de aquél, a la que se denomina fluido etéreo nervioso. Todos
estos componentes forman conjuntamente con la materia el cuerpo físico del hombre. Cuerpo
mental o intermediario: Cuando el Ego, origen primero del ser, ha pasado de chispa de la
Eterna Llama Viva, a burbuja, y de burbuja a óvalo, el proceso evolutivo le confiere el poder de
crearse personalidades en los mundos físicos, o sea en los planetas capacitados para alimentar
humanidades.

Llegado a este grado de adelanto, y bajo la tutela y guía de las elevadas Legiones creadoras de
las formas, el Ego comienza a extraer del Éter, materias sutilísimas y va formando lentamente
un cuerpo que acompañará como prototipo y modelo, a todas las personalidades humanas
que ha de revestir en futuras edades, y en múltiples existencias hasta completar su evolución.
Este es el cuerpo mental o intermediario que se une al cuerpo físico en el momento del
nacimiento del niño, cuya vida gestatoria se ha efectuado bajo su acción, y bajo la tutela de las
Inteligencias superiores encargadas de las gestaciones humanas. Se ve pues, que el cuerpo
mental o intermediario, es como la emanación directa del Yo o Ego, como si dijéramos su
voluntad puesta en acción, que desciende al plano físico a buscar la unión con la materia
orgánica que ha formado a su imagen y semejanza, para realizar todas las existencias
planetarias que necesite, hasta llegar a la suprema perfección.

Este cuerpo mental o intermediario, está sujeto a variaciones infinitas, según las actividades
que despliega, según los ambientes en que su materia física actúa, y según la orientación que
se le imprime.

Si la unión con la materia o sea el nacimiento, ocurre bajo una influencia astral decadente, este
cuerpo Mental o Intermediario sentirá muy débilmente la influencia de su Ego o Yo superior,
por lo cual los instintos propios de la materia orgánica tendrán sobre él notable
preponderancia, dominándole a veces casi por completo.

Él cuerpo mental o intermediario varía y cambia de aspectos y de colores a cada pensamiento,


a cada deseo, a cada emoción. Y de aquí viene que los clarividentes no avezados a las
investigaciones extraterrestres le vean de tan diversas maneras, pareciéndoles a veces que se
trata de personalidades diferentes. Sus variaciones están sujetas a los colores madres del Iris
según las emociones, deseos y pensamientos: un intenso anhelo hacia la Divinidad, le revestirá
como de un ropaje sutil oro pálido; un profundo sentimiento amoroso, de un suavísimo tinte
rosado; un ansioso pensamiento o deseo de un conocimiento elevado, le revestirá de una
sutilísima vestidura azul turquí resplandeciente ; la melancolía o tristeza, según los errados de
intensidad que tenga, le llevará desde el violeta pálido al oscuro y desde el gris al negro; un
pensamiento de odio y de crimen le teñirá de cárdeno gangrena y negro-lodo; el deseo vivo de
fecundidad y de verse reproducido en hijos, le envolverá en una bruma verde pálido o más
vivo, según la intensidad de su deseo. 'El Ego o Yo Superior es el más simple de los
componentes del ser humano perfecto.

Nace de la Eterna Energía, que es Luz y Amor, como un pequeño foco luminoso que encierra
en germen todos, los poderes y fuerzas de la Eterna Potencia Creadora que le dio vida, y
apenas nacido, empieza a acumular en torno suyo sustancias cósmicas sutilísimas que le
forman su aura propia, que es su envoltura o cuerpo. Cuando ha conseguido formarse a
perfección esta aura, crea como ya dije, el prototipo o modelo para sus múltiples existencias
planetarias en la especie humana. "Es en tal momento, cuando el Ego como entidad, comienza
a desarrollar su voluntad y libre albedrío, y lentamente va adquiriendo conciencia de su ser y
de sus responsabilidades y poderes.

Cuando el Ego, bajo la tutela de las Inteligencias creadoras de las formas, ha logrado dar
estructura perfecta a su prototipo, entonces lo emite como un haz de rayos o reflejos de su
voluntad hacia el plano físico en que debe actuar, que siempre es un planeta que comienza a
recibir humanidades en estado primitivo.

7) Texto de Antulio, “sobre el séptimo cielo.” (La traducción que de la lengua cretense o ática
prehistórica, hicieron nuestros padres Elías y Elíseo, Profetas.)

Mi Guía me había hecho comprender que me faltaba por investigar el Séptimo Cielo, más allá
de lo cual sólo puede llegar una Inteligencia encarnada rodeándose de circunstancias y
elementos muy especiales.

Pero la Eterna Ley que te abre en esta hora sus más ocultas magnificencias, dará cuanto sea
necesario para que veas y comprendas lo que Ella quiere que sepas. "Esto decía mi guía para
darme el ánimo necesario a la continuación de mis exploraciones, que a veces se hacían
demasiado intensas para mi pobre y débil materia física.

Y luego de la conveniente preparación, los Guías nos unieron a mi alma gemela y a mí, para
que en conjunto hiciéramos aquella magnífica exploración. Encarnada ella en Venus, como yo
en la Tierra, realizábamos misiones idénticas, y nos era necesario, sin duda, conocer nuestra
Morada Celestial, para tener la fuerza necesaria al gran holocausto que se acercaba. Sólo le
faltaban a ella veinte lunas para dejar entre tormentos su materia, y a mí, treinta y dos.
"Cuando fui sacado de la Esfera Astral de la Tierra, la encontré a ella con su Guía que me
esperaba. Llegué yo con el mío, y los cuatro nos lanzamos a la inmensidad. ¡Inmensidad! El
alma se pierde en aquel vasto piélago azulado brillante, que va cortando en línea recta por en
medio a las Esferas Astrales de millares de globos de mayor o menor evolución, por lo cual, va
percibiendo sensaciones diferentes de infinita dicha o de angustiosa tristeza. Por fin, aquel
inmenso piélago azul, se fue tornando sonrosado y sutilísimo, y nuestros Guías nos detuvieron
ante una bruma de rosa y oro, tan viva, que casi causaba deslumbramiento.

Son las redes que los Amadores tienen tendidas en todas direcciones para captar las ondas de
amor o de angustia de las humanidades, que a cada uno le pertenecen — dijeron mentalmente
los Guías, contestando a nuestros interrogantes también mentales. Son los pescadores de
amor y de dolor en el seno del insondable Infinito. Y ahora vais a ver de qué maravillosa
manera lo cumplen en su eternidad.

Y no bien fueron pensadas tales ideas, que nos lanzamos los cuatro en línea recta a través de
aquella suavísima bruma de rosa y oro. Nos había parecido sólida y compacta, como formada
de cuarzo abrillantado, de amatistas y topacios y no obstante la atravesábamos sin dificultad
ninguna.

Nuestros Guías que en esta exploración fueron Orfeo y Kapella, hermanos de evolución, se
colocaron hacia un lado y otro, dejando a Odina y a mí en el centro. Nuestra condición de
encarnados les obliga a usar para nosotros muchas precauciones, a fin de que ninguna
emoción demasiada intensa perjudicara nuestra materia física.

No pude precisar el tiempo que tardamos atravesando aquel inmenso mar de efluvios de amor
intenso, de fe vivísima, y de una dulce y firme esperanza para contemplar la infinita grandeza
del Altísimo Supremo, del Alma Universal. Me desconocía yo mismo.

Llegué a pensar que no era yo, sino que el Atman Supremo me había absorbido por completo y
era El, quien vivía en mí. "Mi guía percibió mi pensamiento, pues me contestó con el suyo al
momento: A medida que avanzamos a estas sublimes y felices regiones, se siente más la
sensación del Infinito en nosotros, que acabamos por olvidarnos y perdernos en El, en forma
tal, que sentimos hasta la impresión de haber sido absorbidos completamente por la Divinidad.
No os asustéis pues, si llegáis a percibir claramente que habéis desaparecido y que no existís
más. Y llegamos al primer portal, que era como un gran arco luminoso de un suave color
turquesa, cuya intensidad deslumbraba. Estaba todo como bordado de inmensos lotos en alto
relieve, y lo expreso así, por acercarme cuanto puedo a la imagen más exacta de lo que percibí.

Toda esta belleza, pensaron nuestros Guías, es el original de las bellezas que contempláis en
vuestros planos físicos, aunque naturalmente muy deficientes allí.

Aquí, toda esta magnífica belleza son sólo vibraciones de amor, que han tomado la forma que
sus creadores han querido darles. "Probad a tocar un loto de esos que os parecen de alabastro
incrustado en el arco de turquesa, y veréis como es verdad lo que decimos.

Mi alma gemela y yo extendimos nuestras manos para palpar aquellos pétalos que eran
impalpables, y una corriente tan intensa de amor nos invadió a entrambos, que comenzó el
llanto a correr de nuestros ojos, y el alma a sumergirse en una intensidad que nos aniquilaba
en un supremo gozo, imposible de describir. Retirad las manos, pensaron los Guías, para que
no perdáis el conocimiento en este infinito piélago de amor, antes de que hayáis comprendido
todo lo que la Eterna Ley permite comprender. Nosotros obedecimos, aunque era un sutilísimo
deleite el dejarnos absorber aquella divina suavidad.

El gran arco de turquesas se abrió por el centro, y nos encontramos ante una asamblea de
seres radiantes que tenían todos ellos sostenidas por sus propias manos, una especie de
bocinas pequeñas, al parecer de un cristal dorado. Las tenían aplicadas sobre el plexo solar, y
por la otra extremidad salían una infinidad de rayos sutilísimos, como hilos de fuego que
vibraban vertiginosamente, y a intervalos, según que aquella inteligencia les imprimiera mayor
fuerza e intensidad.

Aparecían aquellos gloriosos espíritus, como sentados sobre un gran estrado circular con altos
respaldos como doceles, pero tan transparentes, que a través de ellos se podían ver otros
estrados circulares, con otros seres igualmente ocupados con las bocinas aquellas. Y nuestros
Guías pensaron en respuestas a nuestros interrogantes: Esas que os parecen bocinas, son
receptores y transmisores. Por allí perciben con admirable nitidez el dolor y el amor que les
llega de los planetas que prohíjan, y cuya evolución les está encomendada, y por allí mismo
irradian hacia ellos su amor infinito y su infinita piedad.

Y por voluntad de nuestros Guías, fuimos viendo desfilar en el espacio infinito uno por uno, los
globos que aquellos espíritus protegían desde la altura de su Cielo de Amor. Eran todos
habitados por humanidades de parecida evolución a esta Tierra. Algunas un poco más
atrasadas; otras algo más adelantadas. En algunos globos era aún espantosa la lucha del ser
inteligencia con los elementos de la naturaleza, y con las grandes bestias de parecidas especies
a las de nuestra Tierra.

En otros globos los seres inteligentes luchaban contra las duras condiciones climatéricas, que
aparecían tales como son en las regiones polares: nieves eternas, y escasa luz por las grandes
distancias de los soles centrales de cada sistema. En cambio vimos los planetas que viven y se
mueven dentro de la órbita del sol central, abrasados como en llamas vivas y con sus volcanes
ardientes, de cuyas erupciones huían los seres como enloquecidos. Pudimos observar que
algunas humanidades absorbían más que otras los dulces e intensos rayos de amor, de
esperanza y de fe, que irradiaban hacia ellos sus Mesías respectivos, y algunas, semi
embrutecida aún por su escasa evolución, apenas si los percibían como un viento fresco que
templaba el fuego implacable de los climas ardientes. Mirad ese globo de aura verdosa, pensó
uno de nuestros Guías, y que está bajo la dependencia de Hehilep, como podéis ver siguiendo
la dirección de los rayos de amor de ese Mesías. Observad las altas montañas de ese globo,
coronadas por penachos de humo ardiente, presagio de formidables erupciones. Corred la
vista a los pies de esos montes, y mirad como duermen tranquilas esas ciudades, pueblos
aldeas, con sus campiñas cubiertas de rebaños. Tres lunas iluminan ese paisaje nocturno, que
dentro de unos momentos será horriblemente alterado por la erupción de cien volcanes, que
abrirá en profundas grietas la cordillera, y las aguas del mar al cual servían de escollera se
precipitarán sobre pueblos, ciudades y rebaños. Observad esa parte del globo y no perdáis de
vista al Mesías Hehilep, el segundo del estrado comenzando por la derecha.

De pronto el paisaje se cubrió de llamas, humo y cenizas, y al siniestro resplandor de aquellas


rojas llamaradas, las gentes abandonaban sus viviendas en una desesperación sin límites.
Hehilep se estremecía en un suave temblor, entornaba sus ojos radiantes para dar más
intensidad a la amorosa fuerza que emanaba de sí mismo, y que semejaba un raudal enorme,
como un torrente de oro y luz hacia los Cirios de la Piedad que en la Esfera Astral del globo
azotado por el cataclismo, se multiplicaban para adormecer la desesperada angustia de los que
perdían la vida. ¿Y no se fatigan nunca de irradiar tanto y tanto amor? pregunté yo con mi
pensamiento. ¿Te fatigas tú de amar a tu madre y de prodigarle toda suerte de ternezas y de
cariño? No, jamás, porque la amo mucho. Mucho más amamos, los Amadores desde nuestro
Cielo de amor y de luz, por toda la eternidad. Habéis visto los del primer portal, y este Cielo,
como todos tiene siete moradas de diferente grado de elevación. Los dos primeros Portales,
permiten aún la encarnación en los planos físicos. Los otros ya no lo permiten, porque las
Inteligencias han llegado a tan alto poder vibratorio, que no hay materia física que pueda
resistirles. En seguida se nos presentó otro gran arco color marfil igual que el anterior, con la
sola diferencia a primera vista, que en vez de los lotos blancos como en alto relieve,
ostentaban grandes rosas bermejas de un púrpura vivo, como si sus pétalos fueran de rojo
cristal. Aquellas rosas se estremecían ligeramente, como si un céfiro suavísimo las agitara.
Nunca olvidaré esas divinas rosas rojas, cada una de las cuales parecía un corazón humano
estremecido de amor. Y esta vez ni Odina ni yo necesitamos que nos dijeran tocadlas porque
ambos pusimos en una de ellas nuestros labios en un beso tan hondo, como un abismo que no
se podría medir. Aquellas rosas bermejas nos habían fascinado a los dos.

Por este arco entraréis, nos dijeron nuestros Guías, cuando abandonéis la materia que revestís,
al presente. ¿Por qué no ahora? interrogué yo con vehemencia. Porque aún no habéis
terminado vuestra misión redentora actual, que marca el tiempo medio de las ocho
encarnaciones mesiánicas preparatorias de la liberación final. Cuatro habéis pasado en el
primer portal y cuatro pasaréis en el segundo, de donde bajaréis a la materia por última vez,
donde el triunfo final y decisivo os hará superar la materia física, de la cual os despediréis para
no tomarla jamás.

¡Cuatro encarnaciones realizaremos desde el portal de las rosas bermejas! exclamó mi alma
compañera. ¿Y después? interrogué yo. Después moraréis en los otros cinco portales
Superiores del cielo de los Amadores, según que os queráis dedicar a la Sabiduría o al Amor.
Los que se dedican al estudio, investigan hasta lo profundo todas las más secretas y sublimes
Leyes del Cosmos, y ensayan los medios de aplicarlas a nuevas creaciones. Y los que se dedican
al Amor forman Legiones de Cirios de la Piedad, escogidos entre los espíritus amadores de
inferiores categorías, y los derraman bajo su tutela como bandadas de palomas blancas,
mensajeras de paz y de amor por todos los mundos del vasto Universo. No pudiendo ellos
bajar a los planos físicos del dolor, impulsan y dirigen a sus afines, a través de los cuales siguen
consolando y amando a los pequeños sufrientes de los mundos expiatorios. Me desposaré con
la Sabiduría por un tiempo, pero mi eternidad será toda consagrada al amor exclamé con
vehemencia. Y me abracé delirante al portal de las rosas bermejas donde lloré intensamente.
Odina me apartó de aquel delirio diciéndome con gran dulzura: Yo lo haré como tú por toda la
eternidad. Orfeo y Kapella pensaron fuertemente en que yo reaccionara de aquella impresión,
y acto seguido nos vimos ante una columnata semi circular que parecía construida de
transparente ámbar, y que era como todo allí puramente de materia astral sutilísima. Aquella
columnata aparecía toda orlada de suaves trepadoras, cuya espléndida floración eran
campánulas de un blanco tan resplandeciente como la nieve cuando recibe la luz del sol.
Vibraban como los lotos blancos y las rosas bermejas de los dos primeros portales, pero esta
vibración era armónica y exhalaba una dulcísima melodía. No eran notas musicales, ni
arpegios, ni acordes como los que oímos arrancar de instrumentos de viento o de cuerda. Eran
sonidos delicadísimos y continuados, como voces humanas que suben o bajan de tono sin
poder precisar donde comienzan y donde terminan. Tampoco eran palabras, y hubo momento
en que llegué a pensar que ruiseñores ocultos en las trepadoras eran los que exhalaban
aquellas suavísimas melodías.

Nuestros Guías percibieron este pensamiento, y mentalmente me contestaron: No son voces


humanas ni voces de pájaros. Son solamente vibraciones de amor de estas blancas
campánulas, que son receptáculos y transmisores del Eterno Amor, allí dispuestas
perennemente y sin interrupción, para que de allí se alimenten los Amadores que se
encuentran encarnados en planos físicos, cuando el desamor y la incomprensión de las
criaturas les colme de decepciones y desaliento.
¡Cuántas veces habéis bebido de estos blancos cálices de amor y no los reconocéis! "Os
asombra el fuerte lazo solidario que hay entre todas las puras Inteligencias que pueblan estos
Cielos. Ni el más leve pensamiento de angustia de un Mesías encarnado pasa desapercibido
para estas flores vivas de Amor Eterno. Y si las plantas y las flores de vuestros planos físicos
tienen cierta inteligencia dentro de sus formas de muda expresión, ¿qué no será esta divina
floración del Eterno Amor, que eterna y constantemente son rebosadas de los pensamientos
de amor de estas gloriosas Inteligencias? "La columnata de ambas, estaba cerrada al interior
por un velo rosado vivo, con tenues hilos de oro que irradiaban ininterrumpidas chispas de luz
dorada. El pensamiento de nuestros Guías descorrió parte de ese velo, lo bastante para que
nosotros contempláramos lo que detrás de él había. "Un radiante cortejo de seres que
parecían lámparas formadas de estrellas, observaban por una especie de ojiva recortada sobre
un fondo turquí. Comprendí que aquella observación era como la de un inteligente operador,
que sosteniendo en sus manos los hilos eléctricos de una complicada maquinaria, va viendo
atentamente la forma y modo cómo obran sus propios procedimientos. ¿Quiénes son?
preguntamos. Son éstos los Querubes o Desposados de la Divina Sabiduría, que ensayan
nuevas creaciones en los vacíos del Espacio Infinito. Genios sublimes del Amor, buscan la
forma de establecer una posible solidaridad entre las humanidades de globos cercanos,
mediante la interposición de astros en las órbitas de los compañeros de sistema, de tal
manera, que en épocas determinadas y lo más frecuente posible, se encuentren a distancia
adecuada para comunicaciones, tal como se realiza de un continente a otro. Ya comprenderéis
que para realizar esto, deben estudiar la forma de conseguir la homogeneidad de éter y de
atmósfera de los globos solidarios. Mirad: Y nuestros Guías descorrieron otros pliegues del
amplio velo rosa vivo que cerraba la columnata, y por otra ojiva cercana a la que servía de
observación a los Querubes, contemplamos mi compañera y yo, este insólito espectáculo
sideral: En el fondo oscuro de un abismo azul turquí, revoloteaban como grandes pájaros
blancos en lucha, una agrupación de pequeñas esferas que rodaban vertiginosamente,
acercándose más y más unas a otras, mientras como anillos luminosos, sus inmensas órbitas
iban colocándose, interpuestas unas entre otras en un enlazamiento tan magnífico, que
parecía a la gran distancia en que las veíamos, como una red de hilos de oro en cuyo centro
hubieran bordado en alto relieve los diez globos de aquel Sistema naciente.

Pero en esos mundos, dije yo, van a hablarse las humanidades de una a otra como desde
balcones vecinos. Eso lo creemos a primera vista, porque aquellas esferas parecen tocarse;
más en la realidad no es así. Podrán entenderse de unos a otros, puesto que tal es lo que esos
Genios del Amor buscan; pero sólo será por medio de la onda sonora transmitida a través del
éter y de la atmósfera. Para esto será necesario que todos esos globos estén envueltos en una
sola aura conjunta, y a conseguir tan estupendos resultados dedican ellos su gloriosa
eternidad. "— ¿Cuánto tiempo tardarán para dejar terminada y perfecta esta creación?
interrogamos.

¡Bien sabéis, contestaron los Guías, que el tiempo no se mide aquí como en los planos físicos, y
que para estos Cielos que son globos de una materia completamente sutilizada, y donde el
pensamiento corre al igual que la luz, las edades pasan con velocidades que producen vértigo!
Pero medido el tiempo según vuestras moradas planetarias actuales, vosotros habréis
superado ya la materia, o sea que estaréis liberados para siempre de encarnaciones, cuando
esta nueva Creación entre en perfecto funcionamiento. Y acaso desde estas mismas ojivas
cooperaréis vosotros a la conclusión de tan magnífica obra de solidaridad y de amor.
Al igual que esta creación que habéis visto, se hacen muchas en todos los ámbitos del
Universo, a donde los Querubes, Genios creadores del Amor Eterno que es eterna solidaridad,
hacen llegar la fuerza irresistible de sus pensamientos.

Si la Eterna Ley os revela sus grandes secretos, es para que vayáis sembrando la Divina
Sabiduría en las inteligencias más adelantadas de vuestros respectivos planetas. Tal hacemos
con todos los Mesías encarnados en misiones de redención como vosotros. Decidme, interrogó
mi compañera, ¿podrán los seres de un globo de esta nueva creación trasladarse a otro? Los
espíritus desprendidos por la hipnosis, sí; pero los cuerpos físicos lo podrán cuando
inteligencias avanzadas encarnen en ellos, y mediante grandes esfuerzos mentales, descubran
y forjen ellas mismas los vehículos adecuados para atravesar la atmósfera intermedia de un
globo a otro en estas nuevas creaciones.

Estos genios del Amor y solidaridad universal obtienen densidad igual de éter y de atmósfera
para su creación de globos solidarios y cercanos, y así desaparece la imposibilidad de que se
trasladen cuerpos orgánicos de un globo a otro.

Nos hicieron comprender que nuestra visita había terminado, y ambos Guías nos dieron el
mandato mental de recordar perfectamente en vigilia todo cuanto habíamos visto para
enseñanza de nuestras humanidades, y con la promesa de que ellos repararían cualquier falla
involuntaria de nuestra memoria.

Desperté al plano físico en el canapé de junco, cuando el sol estaba a mitad de su carrera, por
lo cual comprendí que mi sueño había durado toda la noche y la mitad de la mañana.

Mi madre y mis discípulos íntimos rodeaban mi lecho, pero yo no pude coordinar mis
pensamientos hasta muy entrada la tarde, debido a que una sensación de frío intenso me
producía un ligero temblor en todo el cuerpo, y más aún en la cabeza, y las extremidades. Mis
pies y mis manos estaban insensibles.

La reacción tardó más esta vez que otras, pero cuando se produjo, fue acompañada de tan
poderosa energía y vitalidad, que, al penetrar al siguiente día a nuestra hospedería de
enfermos y ancianos decrépitos, se obró en todos ellos una reacción colectiva no bien iba yo
pasando por las salas como siempre, con la idea de derramar en ellos mi fuerza vital. Con toda
verdad pudimos calificar de curación colectiva instantánea, a la reacción obtenida aquel día, si
bien no perduró mucho tiempo en los más viejitos cuyos organismos estaban en el límite de la
disolución de la materia orgánica. Sobre todo, en los atacados de úlceras cancerosas y
afecciones pulmonares y cardíacas, la metamorfosis fue completa. "Los purísimos efluvios del
Cielo de los Amadores, habían descendido a la tierra por intermedio de un insignificante
mortal, sujeto a las penosas leyes de la naturaleza física, comunes a todos los hombres de este
planeta".
8) Texto Antulio, sobre “Visión de los planos sutilísimos, morada de las Antorchas Eternas y
de los Fuegos Magnos; vislumbrando al Padre celestial” (La traducción que de la lengua
cretense o ática prehistórica, hicieron nuestros padres Elías y Elíseo, Profetas.)

Una noche mis discípulos tuvieron la idea de realizar nuestra concentración en la terraza de
nuestro Santuario, que aparecía casi cubierta de trepadoras florecidas de blancos racimos
perfumados, mientras el infinito azul se nos mostraba bordado profusamente de estrellas.

Mi Guía Aheloim me dijo por medio de la hipnosis de Hilkar, el más adelantado de mis
discípulos, que había llegado la hora de realizar el más arduo trabajo espiritual, para un ser
revestido de materia física. Los cielos que has visitado, me decía, están constituidos de una
forma de materia que, aunque sutilísima y radiante desde tus campos habituales de acción.
Más ahora necesitarás otros vehículos para llegar a las alturas en que toda materia ha
desaparecido ya, que dando sólo la poderosa vibración de pensamientos que no son más que
Energía, Luz y Amor, y que son de tal intensidad que el alma encarnada se siente invadida
completamente por la sensación del anonadamiento. Y esto es lo que debemos evitar si es que
pretendemos que conserves memoria de lo que has visto y sentido, toda vez que el fruto de
tus conquistas no es para ti solo, sino para la humanidad que anhele llegar a la Divina
Sabiduría.

Has como lo quieras, le contesté yo que, a mí, sólo me corresponde obedecer. Durante tres
días te alimentarás nada más de pan, miel y jugo de naranjas, y harás dos inmersiones diarias
en la piscina de agua vitalizada por ti mismo. Cuida de que no te llegue en esos días ninguna
noticia desagradable, ni emoción alguna que pueda cambiar la vibración de tu espíritu. Yo
vendré a buscarte en la salida de la Esfera Astral de este planeta, y en un sitio determinado nos
encontraremos con uno de nuestros hermanos, Delphis, cuya evolución lo lleva directamente a
formar antes que nosotros en esa gloriosa hueste de las Antorchas Eternas. El té formará con
sus vibraciones propias, el vehículo sutil radiante que necesitas para comprender y para
recordar, sin que sufra el lazo fluídico que te une a la materia física terrestre.

Que tu madre y discípulos sigan iguales indicaciones durante los tres días de preparación, para
que formen el aura conjunta que coopere con nosotros a la mejor realización de este delicado
trabajo espiritual. Todo se hizo conforme a la indicación de Aheloim y la noche tercera
esperamos en completo silencio y completa oscuridad, tendidos como siempre en nuestros
canapés de juncos, y con la atmósfera tibia de varios pebeteros encendidos y que exhalaban
esencias.

Mi Guía me condujo hasta el sitio en que nos esperaba Delphis, cuyo símbolo, Resplandor de la
Idea Eterna, revela por sí, lo que ese genio divino de la Luz y del Amor tenía conquistado.
Comprendí que estábamos a la entrada de la Esfera Astral de un globo, cuya materia
constitutiva era más sutil que lo más sutil y delicado de nuestro éter terrestre. Era el sol central
de un Sistema, cuyas materias densas se habían disgregado hacia inmensas edades, quedando
sólo la parte fluídica, tal como cuando el espíritu abandona la materia que se disgrega en
polvo, y continúa su eterna vida sutilizando cada vez más sus vestiduras o vehículos, que le
permitirán la entrada en los cielos más puros y luminosos. Esto me rememoró el viejo
pensamientos "Las estrellas y las almas se semejan.

Entre los hermanos de mi evolución, o sea entre los Setenta, Delphis, figura entre los más
avanzados; que, aunque hicimos en alianza los caminos eternos, siempre se da el caso de que
algunos dan los pasos más largos. Desde que yo estoy encarnado en el planeta, sólo una vez
habíamos tenido contacto espiritual, por razón de sus; propias actividades, muy lejanas del
plano en que yo desenvuelvo las mías.

Por hoy, me dijo con intenso amor, estrechamos nuevamente nuestra antigua amistad. Mas
¡en qué situaciones tan diferentes! exclamé yo, aludiendo a que él estaba en su magnífica
libertad de espíritu de Luz, y yo atado a una materia tan grosera. Ya verás, me contestó como
en los Eternos Laboratorios del Infinito, el Amor tiene el secreto de hacernos a todos iguales.

Y nada más al decirlo, extendió sus manos radiantes como dos llamas doradas sobre mí, al
mismo tiempo que sus ojos de un azulado vivo de dulzura infinita, atraían a los míos, y ambos
nos mirábamos como si quisiéramos refundirnos el uno en el otro. Jamás sentí tan intensa ola
de amor como en aquellos momentos.

Observé que mi ser astral se iba convirtiendo también en llama viva, y que todos mis recuerdos
terrestres se iban borrando lentamente hasta el punto de olvidarlos por completo, como si
fuera yo un ser libre enteramente, de todas las ligaduras a mi materia. La dicha que me
embargó en tales instantes, no es posible definirla con este torpe y mezquino lenguaje.

Delphis, Ahelohim y yo, éramos como tres inmensas llamas vivas que nos lanzábamos al
espacio infinito a! cual surcábamos con una velocidad fantástica. ¿Nos percibirán de los
mundos cerca de los cuales pasamos? pregunté yo, pensando en que aquellos que nos vieran,
creerían estar ante el hecho insólito de tres cometas atravesando juntos los abismos de la
inmensidad.

Todo este Universo, me contestó Delphis, está formado por globos y sus moradores,
desmaterializados, son inteligencias avanzadas que saben que no somos cometas como tú
piensas, y además casos como éste, no son una excepción, sino el cumplimiento de una ley
que hoy se cumple en ti, como se ha cumplido en todos los que están en iguales condiciones
que tú.

Perdí la noción del tiempo, y no sé decir si fue larga la travesía. Lo que si se decir, es que sentía
una sensación de energía y de poder tan grandes, que me creía capaz de correr con esa misma
velocidad días y años.

Observé también que, cruzando entre millares de mundos completamente sutiles y


desmaterializados, no se perciben esas sensaciones penosas que se sienten al cruzar las
Esferas Astrales de globos atrasados y con humanidades en sufrimiento. Una diafanidad tan
suave, una corriente de simpatía y de amor tan puros que yo sentía en mi ser, como si cada
vibración fuera un beso intenso que dejaba cada átomo, en cada uno de los átomos de que
estaba formado yo mismo.

¡Todo amor, puro amor son aquellos cielos inefables! Y como en oleadas periódicas y
regulares, pude percibir resonancias suavísimas como de música divina, que se acercaba hasta
envolvernos en sus melodías, y volvía alejarse para volver nuevamente. ¿Por qué se va y por
qué vuelve nuevamente? pregunté a mi Guía. No se va, me contestaron, sino que es el ritmo
potente y soberano de la Eterna Energía que circula vertiginosamente por todos los mundos
del Universo, de igual manera que la sangre en un cuerpo físico en que el movimiento mismo
la renueva y vivifica constantemente. Son las palpitaciones infinitas del Eterno Infinito, a cuyo
Corazón vamos llegando, y es por eso, que aquí se percibe tan fuertemente este incesante
vaivén, de igual manera que en un organismo físico, en las proximidades del corazón, órgano
del sistema circulatorio, se perciben más intensas las palpitaciones y es lo último que cesa de
moverse cuando la vida física se extingue.

Entonces, dije yo es bien verdadero el viejo decir: Como es abajo es arriba. Todo es uno en lo
infinito, y esa Unidad Suprema se percibe y se comprende más claramente en estos mundos
avanzados donde ya no existe el mal, bajo ningún aspecto, porque esto es el Reino del Amor y
el Amor es el Bien Eterno. Nos detuvimos de pronto en nuestro gigantesco vuelo sideral, hasta
que una intensa claridad dorada diseñó un enorme disco que se fue ensanchando poco a poco.
Comprendí que aquel disco desempeñaba el papel de una lente poderosísima que acercaba las
imágenes y las cosas que miraban a través de ella.

El disco me permitía ver una porción de Llamas Vivas, que siendo al parecer fuego, su vista no
sólo no quema ni hace daño, sino que irradian tal sensación de plenitud, de energía y de amor,
que el observador se siente próximo al anonadamiento. Yo creía ser sólo una vibración de
aquel fuego y todo yo, me parecía estar en aquellas radiaciones de sol que me penetraban por
completo, hasta hacerme pensar en que me había diluido en aquella soberana claridad. "Uno
de aquellos seres superiores me miró fijamente con tan infinita dulzura, que perdí toda idea de
mi individualidad y me sentí también como una luz que vibraba dentro de aquella otra luz. Esa
antorcha gobierna el Universo al cual pertenece tu Sistema Solar, dijo Delphis, y por eso
sientes esa irresistible atracción Uno de esos rayos que parten de su plexo solar está
vivificando incesantemente a todos los globos de tu Sistema. No puedes contar los rayos
luminosos que parten de él y cada rayo está ligado a un Sistema planetario que le pertenece.

Para esa sublime Inteligencia, tú eres como un ave mensajera que le trae la prueba de que sus
efluvios de Amor y de Vida, son recibidos absorbidos en el pequeño globo que es tu morada
actual.

Mi pensamiento no pudo responder nada, porque estaba como diluído en aquella poderosa
Llama Viva, que me hacía morir de amor y de dicha con su honda y divina mirada.

¿Esto es Dios, el Infinito?, pude pensar al fin. Dios vibra y anima todo el Universo, pero se le
siente y comprende plenamente desde los cinco planos superiores del Cielo de los Amadores,
o sea cuando las Inteligencias ya purificadas han superado el Reino Humano, al cual ya no
volverán, porque han pasado a formar parte del llamado Reino de Dios. Las Antorchas Eternas
que ves, están semi refundidas ya en la Divinidad y son resplandor vivo de Ella, en mucho
mayor grado que cualquier otro ser de menos evolución. ¡No dice la Ley que de Dios hemos
nacido y a El hemos de volver convertidos en llama viva? ¡Quiero conocer a Dios! quiero saber
tanto de El que no me quede duda alguna, dije con suplicante pensar y sentir, pues sólo el
pensamiento y el sentimiento quedan vivos y palpitantes en aquellos reinos divinos de la Luz.

El Amor atrae al Amor, me respondió el Guía, y él se te mostrará por completo en la hora que
está llegando. Y cuando así se expresaba extendía de nuevo sus manos radiantes sobre mí,
debido a la cual me perdí de vista yo mismo, confundido enteramente en la llamarada viva que
era Delphis en esos momentos. En ese instante mismo nos vimos tan cerca del recinto de oro
transparente de las Antorchas Eternas, que me fue posible hacer algunas observaciones más.
Vi que estas excelsas Inteligencias no parecían posadas en nada, pues tanto abajo como
alrededor no había más que radiaciones de luz tan viva, que producía algo así como
anonadamiento, como una hipnosis dulcísima de la cual el alma no quisiera despertar jamás.
No obstante, el contacto de mi Guía me mantenía despierto a mi plena lucidez. Observé
también, que en medio de aquella explosión de llama viva en que aquellos grandes seres
estaban envueltos, se destacaban como bordeados de un azul vivísimo de zafiro, unos grandes
florones de conformación semejante al loto, con su corola vuelta hacia arriba en forma de
copas. Me imaginé lotos de oro festoneados sus pétalos de una hebra de zafiro que vibraba
delicadamente, arrojando de tanto en tanto, menudas chispitas de azulada luz que corrían
vertiginosamente hasta larga distancia.

Desde una inconmensurable altura, bajaban con un ritmo periódico unas saetas como dardos,
sobre aquellas copas que coronaban las cabezas de todos aquellos seres. Delphis respondió a
mi pensamiento: No son lotos ni son copas de oro y zafiros, lo que llama tu atención. Son
centros de recepción que todos los seres tenemos, pero que se manifiestan y agrandan, a
medida de la evolución que vamos conquistando a través de siglos y edades. Son receptores de
Energía, de Luz y de Amor, que vienen constantemente desde la Triada Divina que los emana
sin cesar. Y con tal Energía, Luz y Amor, estos potentísimos seres vivifican y animan los mundos
que les están encomendados. Probad a contar, me dijo estas cintas de luz ardiente que parten
de su plexo solar hacia todas direcciones. Imposible, repuse yo, viendo el haz de hebras
radiantes que en su nacimiento tenía una dimensión que no abarcaban cuatro manos puestas
abiertas alrededor, y tocándose apenas las puntas de los dedos. ¡Imposible! Repetí pues hay
allí millares de rayos luminosos.

Cada rayo corresponde a un sistema planetario, mayor o igual que el vuestro. Ya ves por sólo
este dato, cuál será la poderosa fuerza de vibración de cada uno de estos excelsos Espíritus.
¿A qué queda reducido, pensé yo el poder y la grandeza de un hombre terrestre, que desde un
mísero trono que la erupción de un volcán reduce a polvo, se juzga con derechos de atropellar
cuanto se opone a su paso? ¡Orgullo, soberbia estúpida, ignorancia inaudita de la infeliz
hormiga terrestre, que no ha nacido apenas y ya se pudre en el polvo? Ahora ¡fuerza y valor!
pensó intensamente Delphis, uniendo sus manos de luz a la de Ahelohin y la mía, quedando él
entre los dos. Fue un momento, como el cruzar de una flecha o de un rayo de luz, y habíamos
atravesado por entre un mar de claridad que tenía a intervalos todos los radiantes coloridos
del iris, pero en rizadas ondulaciones que vibraban suavemente, como si un fresco vientecillo
les pusiera en movimiento. Estas maravillosas oleadas de iris rizados, se iban haciendo más
intensas en el breve intervalo de nuestro avance vertiginoso. Hasta que por fin, y como
reposando en ese inmenso mar ondulado de radiantes y movibles olas, percibimos siete
magníficos soles que irradiaban todos los colores del iris, y eran sus irradiaciones las que
teñían todo aquel vibrante mar, que no era más que Energía, Luz y Amor. "Pronto percibí que
cada uno de aquellos Soles tenía en su centro, una faz hermosísima sobre toda ponderación.
No hay palabras para describir tan perfecta belleza.

Esto es Dios, pensé con siete rostros de maravillosa hermosura. Son la más perfecta semejanza
a Dios, pensó mi Guía. Son los Siete Fuegos Magnos, los Supremos Jerarcas de la Creación
Universal. Son ellos que emiten la Idea Divina y el Supremo Amor a sus ministros inmediatos,
las Antorchas Eternas que gobiernan los Universos de Sistemas Estelares que pueblan el
inconmensurable Infinito.

A estos soles, no les vi forma alguna, sino sólo la faz entre un grandioso sol resplandeciente de
tan poderoso fulgor, que por largo tiempo quedamos petrificados en su contemplación.

La vibración sonora de todo aquel mar de luz producía tan hondo sentimiento de amor, que yo
inmóvil y anonadado, lloraba incesantemente, y sentía que todo mi ser quería estallar por no
poder contener en sí, la visión de tan incomparable belleza.

Me Sentía morir como en un éxtasis de amor, de felicidad, de infinita ternura. Ya no era más
Yo, sino sólo una aspiración hacia el Gran Todo, que me inundaba hasta aniquilarme. Y sin
saber si era yo presa de un vértigo, de un ensueño divino, de una locura de amor supremo,
vislumbré por encima de los Siete magníficos Soles una espiral inmensa que se perdía en lo
infinito, formada por una ancha cinta rizada de los colores del Iris, y que cada color nacía en lo
alto de la frente de aquellas Siete fases radiantes.

Y la espiral girando sobre sí misma, se perdía en la inmensidad salpicada con intermitencias y


ritmo de palpitación, por focos de luz intensa que transmitían tal claridad de entendimiento,
bastante para que yo, mísero gusanillo terrestre pudiera pensar: ¡He ahí el origen de toda
Energía, de todo Amor, de toda Idea! ¡Es la Causa Suprema! La Eterna Espiral circulatoria, sin
formas definidas, imprecisas, como una Esencia que fluye eternamente do sí misma, y que da
vida a todo cuanto existe en los millares de millones de mundos que han existido y que
existirán.

¡El Gran Todo! ¡La Idea Divina! ¡El Amor Eterno! ¡Dios!, pensó Delphis y Ahelohin respondiendo
a mi pensamiento. Se hizo el caos en mi pensamiento y en mi voluntad, y perdí toda noción de
ser.

Cuando me desperté, pude notar que había perdido el uso de la palabra y que mis sentidos
físicos no me respondían. ¡No veía, no oía, no percibía absolutamente nada! Sólo mi mente
permanecía vivida, como una antorcha entre un abismo de tinieblas, y el recuerdo de mis
recientes visiones se iba despertando más y más intenso. Pronto comencé a sentir un
agradable calor en torno mío. Mis ojos fueron percibiendo sombras que se movían. Mis oídos
escuchando voces leves en mi derredor. La cabeza de mi madre se unía a la mía inerte sobre la
almohada. Unas lágrimas de ella cayeron como gotas de fuego sobre mi rostro. Sus manos de
azucenas ordenaban mis cabellos y mis ropas. Por fin la vi claramente, y mis ojos se llenaron
también de llanto mientras mis labios pudieron decir: Dios, el Gran Todo, ¡la Idea Suprema, el
Amor Infinito! El Eterno Ideal sin formas, porque es una Luz una Esencia y una permanente
Vibración.

Y un raudal de llanto que no podía contener, siguió derramándose de mi alma que permanecía
aún bajo la formidable acción de lo desconocido, que apenas había vislumbrado.

9) Texto Antulio, sobre “otros viajes y exploraciones extraterrestres de las moradas a donde
van después de la muerte física, las almas de los hombres que han traspasado la Ley Divina
con toda clase de crímenes y delitos.”

Moradas de tinieblas, Globos en estado Ígneo, Globos con vida orgánica primitiva, Globos de
ciénaga hirviente, Mundos apagados y en proceso de destrucción.

Cuando mis Guías espirituales lo creyeron conveniente, me predispusieron para seguir las
exploraciones por las moradas a donde, van después de la muerte física, las almas de los
hombres que han traspasado la Ley Divina con toda clase de crímenes y delitos.

Yo había visitado las moradas de luz y de dicha de los justos, y de las más puras inteligencias
sumergidas ya en el infinito seno de la Divinidad. Más era necesario conocer también el
reverso de la medalla, para completar mis conocimientos ultra-estelares. Indudablemente que
debía ser una grande y casi insoportable tortura. Iba a ver el dolor más tremendo en todas sus
más pavorosas formas y ante el cual, los dolores que sufre la humanidad en este planeta no
son sino pequeños rasguños de un zarzal espinoso.
Me asistiría Okmaya y Ahelohim, que debían revestirme del ropaje astral y etéreo que era
necesario para penetrar en los mundos donde reina el dolor. En la plácida terraza cubierta de
trepadoras en flor, me dormí entrada la noche y estando acompañado sólo por dos de mis
discípulos íntimos y por mi madre, que jamás quiso apartarse de mí durante estos
desdoblamientos de mi personalidad.

No saldremos por hoy de este sistema planetario, me dijeron los Guías pues dentro de él,
tenemos lo que debes conocer y recordar, para dejarlo en herencia a esta humanidad a la que
has sido enviado.

Visitaremos un mundo de tinieblas tan densas, que cada uno de sus moradores se cree solo en
medio de ellas. Y apenas emitido por el Guía este pensamiento, estábamos llegando a una gran
esfera de un verdoso opaco, casi color de humo. Un calor sofocante causaba sensaciones
penosas, por lo cual los Guías debieron cubrirme de una vestidura fluídica densa, que me
pusiera más a tono con la pesada atmósfera y éter de aquel globo, que era un planetoide de
tercera magnitud. Sé que este globo estaba en las proximidades del gran planeta Jovia (actual
Júpiter), pero no pertenecía a su corte de satélites. Globos como éste, dijo mi Guía no pueden
ser percibidos en ninguna forma desde el plano físico terrestre, porque la esfera astral que le
envuelve es como ves tan sombría, que se confunde con los abismos siderales.

Sintiendo él mi pensamiento, que interrogaba el por qué de dichas sombras, contestó en el


acto: Son innumerables los globos iguales a éste, y su sombrío color se debe a múltiples
causas, siendo una de ellas, que están destinados a servir de expiación a las inteligencias, que,
habiendo tenido la luz de la Verdad Eterna en sus manos, la apagaron para innumerables
almas a las cuales debieron servir de guías en los caminos de la evolución.

Almas tenebrosas, irradian tinieblas en torno suyo como un volcán, que, no teniendo aún los
gases necesarios para producir llamaradas vivas, sólo arroja negros penachos de humo que
obscurecen la atmósfera hasta largas distancias.

Debido sin duda a la claridad mental que emanaban mis Guías, pude comprender el estado
físico de aquel globo, para el cual había comenzado la decrepitud, quién sabe desde cuántos
millones de años, y que aún parecía luchar para no morir. Pude comprender asimismo que los
mundos que están en tal estado no pueden ya alimentar vidas orgánicas, ni aún seres con vida
embrionaria. Allí todo es oscuridad, muerte y desolación. Sólo son utilizados para moradas de
espíritus viejos y de muchos conocimientos, de los cuales usaron para arrastrar las
muchedumbres al error, a la corrupción, a la delincuencia.

Pude comprender asimismo que en el infinito campo sideral, ocurre con los mundos en
general, como ocurre en cada mundo con los seres que lo habitan: gestación, nacimiento, edad
infantil, adolescencia, juventud, virilidad, ancianidad, decrepitud y muerte. Comprendí que los
globos todos tienen, al igual que los cuerpos orgánicos, dos especies de existencia, que se
completan y hasta se refunden como si fueran una sola: La primera es como el alma. La
segunda es como el cuerpo, pues, hasta la roca inerte tiene aura y vibración propia.

La existencia-energía, una vez que fue formada por la aglomeración de átomos con células
vivas obedeciendo a los mandatos de las poderosas Inteligencias impulsadas por la Triada
Divina o Poder Creador, Renovador y Conservador, se encarga ella misma de ir acumulando
cuanto necesita, para desenvolver y acrecentar su existencia material, en forma de que a
través de un largo proceso, de capas y ciclos, de milenios de siglos y de años, vaya poniéndose
en las condiciones necesarias de cumplir el fin a que está destinado, o sea para habitación de
humanidades. ¡Cuán claramente vi entonces la semejanza que hay entre los seres humanos, y
los globos que giran con velocidades de vértigo en el espacio infinito, Mi pensamiento
preguntó a los Guías que me acompañaban: Este mundo en tinieblas, ¿hacia dónde se
encamina? Ellos dieron mayor intensidad a sus pensamientos para que penetrara a mi mente
de encarnado la abrumadora verdad la estupenda verdad.

Vi que el inmenso doble astral de aquel globo iba como saliéndose lentamente hacia un lado,
presentando ya tres cuartas partes libres de materia, y sólo una cuarta parte como aprisionada
aún por la materia muerta y tenebrosa. Ofrecía el aspecto de un sol que sufre un eclipse
parcial, o sea que aparecía un casco de sombra, interpuesto en la ingente y viva claridad que se
agrandaba por momentos.

Mi observación se hizo aún más profunda, y me permitió ver que en esa parte del globo en que
aun palpitaba, diré así, la energía, se mantenía con vida física, una colonia o agrupación de
seres humanos de evolución escasa y muy primitiva, cuyos medios de vida eran tan mezquinos
y los elementos que les rodeaban tan desfavorables, que iban extinguiéndose por
agotamiento, por lo cual comprendí que cuando aquella pequeña parte del globo fuera
abandonada por la energía, todas esas vidas se extinguirían, tal como queda el cuerpo muerto,
cuando el alma o principio inteligente le abandona por lo que se llama muerte.

Entre los espíritus tenebrosos, comprendí que había algunos, a lo sumo dos, que en ese
momento podían ser rescatados por un ser que hubiera hecho los caminos que yo tenía
andados en la eternidad. El amor habló muy fuerte en todo mí ser. Los pedí a la Eterna Ley, y
Ella me permitió envolverlos en mi manto de explorador sideral, y trasplantarle a la tierra para
empezar una nueva evolución.

Y como persistía mi interrogante mental: ¿Hacia dónde camina este globo?, mis Guías me
diseñaron con sus poderosos pensamientos, una órbita o sendero de sombra que se perdía a
larguísima distancia, como en una nebulosa sombría, o bruma densa. Pareció que aquel triste
panorama se acercaba, o yo me acercaba a él, y vi como un amontonamiento informe de
monstruos muertos. Y digo monstruos, porque no acierto a darles otro nombre según su
espantoso aspecto exterior. Algo así como restos de ojos luminosos con rojizos parpadeos, que
me hicieron pensar que algo de vida animaba aún aquel informe montón de materia muerta.

También en la inconmensurable inmensidad de los espacios infinitos hay cementerios como los
de vuestro planeta físico, pensaron mis Guías, aunque aquí la Ley es más adusta, y no se
preocupa de levantar los artísticos mausoleos en que vosotros guardáis la materia muerta de
los que amasteis. Como vieran ellos mi estupor pensaron nuevamente: Estás ante un
cementerio de globos muertos, en los que aún viven como gusanos en cadáveres putrefactos
los vampiros, para quienes está indefinidamente retardada la redención en espera de su
despertar al arrepentimiento y al amor que rechazaron durante múltiples existencias físicas, lo
cual le ha conducido a ese miserable estado espiritual.

Esos eran los chispazos rojizos que como intermitente luz de relámpago iluminaba a intervalos
aquella espantosa negrura. Volvamos, insinuaron mis Guías, porque tu materia física está
sufriendo enormemente.

Unos minutos después me despertaba ligeramente agitado por una crisis nerviosa, que pasó
unas horas después, dejándome el cuerpo dolorido y extenuado como si hubiera realizado un
trabajo de grandes esfuerzos físicos.
10) Libro del Profeta Malaquías Capítulos 6 versículos del 2 al 6 (No está esta parte en la
biblia)

1º Porque he aquí que viene el día ardiente como un horno, y los soberbios y los malvados
serán la estopa que arderá y se abrasará. 2º Más a vosotros, los que amáis mi Nombre, nacerá
el Sol de Justicia. Y en sus alas traerá salud, y saltaréis de gozo como becerrillos de una
manada. 5º He aquí, Yo os envío a Elías Profeta, antes que venga el día de Jehová grande y
terrible. 6º El convertirá los corazones de padres e hijos; y así cuando Yo venga, no sea herido
con destrucción la Tierra.

11) Libro de Isaías parte del capítulo 60, versión esenia (existe este texto en la biblia, pero la
parte final no está en concordancia con la biblia, acá se observa una parte extra)

Levántate Oh Sión y resplandece, que ha venido tu lumbre, y la gloria de Jehová ha nacido


sobre ti. He aquí que tinieblas cubrirán la tierra y oscuridad los pueblos, más sobre ti nacerá
Jehová, y sobre ti será vista su gloria. Y Andarán las gentes a su luz y los reyes al resplandor de
su nacimiento. Y no necesitarás que el sol te sirva de luz para el día, ni el resplandor de la luna
para la noche, sino que Jehová será tu luz perpetua y el Dios tuyo será tu gloria. Jehová hizo oír
en todos los parajes de la tierra estas palabras; Hija de Sión, he aquí que viene tu Salvador, y tu
recompensa con El, y delante de Él su obra. Y os llamarán Pueblo Santo, Redimidos de Jehová y
a ti Sión, te llamarán Ciudad glorificada, no desamparada.

12) "Crónica escrita por Arjuna" discípulo de su Grandeza Khrisna, el príncipe filósofo del
amor y de la paz". Del archivo de Ribla, de Homero el guardian de archivos (Libano)

En la inmensidad donde giran estrellas y soles, resonó la voz eterna repetida por los ecos y
marcó la hora inmortal. La Legión protectora, de la sexta Jornada Mesiánica en globos gemelos
del.

Planeta Tierra, entró en actividad, y elevadas inteligencias penetraron en la atmósfera astral


de los planos físicos, para anunciar el gran acontecimiento a los encarnados que habían de
antemano aceptado él encargue de ser instrumentos del designio divino en el plano que
ocupaban.

Una elevada inteligencia, un arcángel fue el heraldo elegido para buscar aquellos instrumentos
perdidos en las selvas terrestres, y apareció en sueños a una mujer de vida pura cuyo nombre
era Sakmy, desposada recientemente con e' doncel Baya-Dana, ambos pertenecientes a la
numerosa parentela del joven Rey de Madura, país del Sur indostánico sobre el mar. Vedo-Van
Ugrasena era un rey justo y piadoso con su pueblo, que le amaba y reverenciaba por su gran
misericordia.

La hermosa visión anunció a la joven esposa Sakiny, que la hora era llegada de que un rayo de
Luz Eterna bajase a la tierra, y que ella sería madre de la elegida por los Genios Tutelares de la
Tierra, para vaso purísimo que encerrara al Divino elixir de vida para la humanidad, enferma de
muerte por sus propias miserias.
Y cuando fue el tiempo, les nació la hermosa niña a quien llamaron Devanaguy y en cuya
crianza y educación pusieron sus padres un esmero muy superior a lo habitual, ya que
conocían los elevados designios divinos sobre aquella criatura.

Cuando ésta llegó a la pubertad, fue tomada como esposa por Vasuveda, gentil y noble
mancebo, hijo segundo del buen rey Ugrasena, que al poco tiempo fue desposeído de su reino
por su hijo mayor Kansa, erigido en caudillo de los poderosos descontentos por la misericordia
de Ugrasena para con el pueblo.

El buen rey había sido encerrado en una Torre, y sus fieles servidores y amigos, reducidos a
esclavitud, habían perdido toda esperanza de salvarle.

Lloraba el triste rey su obscura suerte de caer en prisiones, cuando apenas se habían
extinguido los ecos de los himnos nupciales del desposorio de su hijo Vasuveda con la niña
elegida por los dioses para que Vishú encarnase en ella, y hecho hombre, salvara a la
humanidad de la muerte que le amenazaba.

Devanaguy su joven nuera, inspirada por los Genios del bien y del amor, disfrazada de chicuelo
vendedor de frutas azucaradas, logró introducirse con su venta en la Torre, presidio de su
suegro, y cuando a través de los barrotes de su puerta pudo hablarle, se dio a conocer y le dijo
que los Devas querían que viviese para ver la gloria de Vishú que se acercaba. La adolescente
esposa estaba ya encinta en la quinta luna y mientras aparentaba ofrecer sus golosinas al
cautivo le decía: Alégrate Ugrasena, padre mío, porque Vishú encarnado en mi seno, será tu
salvador.

Mientras tanto Vasuveda su esposo, y segundo hijo del cautivo, hacía correr secretamente la
gran noticia entre los que permanecían adictos a su padre, que en su mayoría se hallaban en la
dura condición de siervos, desposeídos de todos sus bienes.

Desde aquel momento se formó una numerosa alianza entre los desposeídos y esclavizados,
para prepararse a la llegada del Libertador.

Con la mezquina concepción de la vida y del bien que tuvo siempre la humanidad, la mayoría
de estos desposeídos y esclavizados, esperaban un Vishú salvador de su penosa situación y no
al Rayo de Luz Divina que venía para toda la humanidad.

Mas la Eterna Sabiduría, que aún de las ignorancias humanas extrae el bien para sus criaturas,
de este gran entusiasmo popular extrajo la divulgación del sentimiento de justicia y protección
divinas, para quienes la merecen con su buen obrar.

Los sucesores de aquellos Flámenes originarios de Lemuria, vivían como anacoretas en los
bosques y grutas que llamaron sagrados con el tiempo, por las maravillosas manifestaciones
del poder divino que en ellos se obraban, debidos, según el vulgo, a la vida penitente y de
oración continua que los solitarios hacían.

¿A quiénes, pues, habían de acercarse los desposeídos y esclavizados, sino a estos pobres
voluntarios que se contentaban con los frutos que les daba la tierra para sostener sus vidas?

De aquí vino que el pueblo empobrecido y tiranizado por Kansas y sus partidarios, formó unión
con los anacoretas hindúes, conservadores de las doctrinas de los Flámenes, aunque ya algo
transformadas y desfiguradas, por la acción devastadora de los siglos y de la incomprensión
humana.
Los solitarios, cuya vida de alta contemplación y estudio de las Leyes Divinas, les ponía en
condiciones de seguir la luminosa estela de la Divina Voluntad con relación al planeta Tierra,
sabían que el tiempo de la llegada de la Luz Divina había sonado ya en los arcanos eternos, y
esperaban de un día a otro el gran acontecimiento.

Sus antiguas profecías decían bien a las claras: Cuando hayan pasado cuarenta centurias desde
que el sol se durmió en las riberas del Eufrates, el sol nuevo se levantará al sur del Indostán
junto al mar. Su llegada será anunciada por el hecho insólito de un hijo en rebelión contra su
padre-rey, al cual encadenará en un calabozo.

Para los contemplativos anacoretas hindúes, el sol dormido a orillas del Eufrates, era Abel. Las
cuarenta centurias habían ya pasado, y al sur del Indostán, junto al mar, en la gran capital de
entonces, Madura, un hijo, Kansas, se había rebelado contra su padre Ugrasena, y le habla
puesto en calabozo. Era pues allí y en esos momentos, en que debía aparecer el nuevo sol de
justicia.

Otro anuncio profético que contaba varios siglos de existencia, y que había cantado un bardo
sagrado en las selvas Indostánicas decía: "Cuando los grandes ríos del oriente bajen sus aguas
hasta entregar a los hombres las arenas de su cauce para amurallar ciudades, y suban luego
hasta que los monstruos del mar crucen por encima de sus techumbres, alegraos corazones
que latís, porque siete lunas pasadas, aparecerá un lucero nuevo en el horizonte, a cuyo influjo
irresistible y suave todo pájaro cantará en su nido.

Este hecho relacionado desde luego con movimientos y evoluciones astrales había ya tenido
lugar y estaba terminando la séptima luna de la profecía.

Y los contemplativos solitarios de las grandes montañas y selvas de la India, alentaban a la


inmensa turba de los desposeídos y esclavizados, con la divina esperanza de un ungido del
Amor que se apiadaría de ellos.

Y de las inmensas cavernas del Himalaya y de los Montes Zuleiman, bajaban de dos en dos y en
interminable caravana, hacia el sur del Indostán. Las grutas de la cordillera Windyha junto al
caudaloso Narbhudha que desemboca en el Golfo de Cambayha, dieron asilo a aquellos
infatigables visionarios que extraían de los abismos estelares y del fondo de las aguas, los
indicios anunciadores de que un rayo de la Luz Increada iba a iluminar la Tierra.

La Energía Eterna, fuerza impulsora que es vendaval que arrastra, y relámpago que ilumina las
tinieblas, les hizo encontrarse sin buscarlo y sin pensarlo, con los últimos vestigios de una ya
desaparecida civilización que en el ostracismo de las cavernas vivían también esperando. Y los
solitarios indostánicos, cenizas vivas de los muertos Flámenes Lémures, se encontraron en la
legendaria Bombay con las últimas lucecillas que dejara en pos de sí el sol dormido en las
orillas del Eufrates y en los valles del Nilo según la antigua profecía. Se encontraron, se
reconocieron, y como todos buscaban a luz de un nuevo amanecer, se refundieron en un
abrazo que permaneció anudado durante largas edades.

Y por esas maravillosas combinaciones que sólo teje y desteje la Ley Divina, se encontraron
unidos al S.O. de la península Indostánica, los Dacthylos de Antulio con su clara sabiduría
extraída de los abismos estelares, con los Kobdas azulados de Abel, con su ciencia arrancada
del estudio del humano corazón ávido de amor y de paz; y los Flámenes Lémures de Numú,
cuya llama viva sabía el secreto de transformar la bestia humana harta de carne y sangre, en
buscadores de una estrella nueva que debía aparecer en el horizonte terrestre.
Y apareció el niño Krishna hijo de Vasuveda, hijo segundo del rey de Madura Ugrasena, y de
Devanaguy, hija primogénita de BayaDana y de Sakmy la sensitiva, que recibió la primera
visión precursora del acercamiento divino.

Mas, como las sagradas profecías eran también conocidas de las inteligencias tenebrosas que
persiguen a la luz, un mago negro hizo llegar a Kansas el hijo usurpador y rebelde, que un rayo
de la Justicia Eterna nacería de Devanaguy mujer de su hermano Vasuveda, mandó sus
esclavos que la raptaran del hogar y la encerrasen en una dependencia de la misma Torre en
que tenía secuestrado a su padre.

Y aunque los hijos de las tinieblas apagan toda luz, los hijos de la claridad la encienden hasta
en las piedras de los caminos. Y fue así, que los que conocían el gran secreto, se valieron de
ingeniosos ardides para rondar alrededor de aquella Torre y ocupar en ella puestos ínfimos de
limpiadores de acueductos y de fosos, de leñadores y de picapedreros, con el fin de evitar que
el niño que iba a nacer fuera asesinado tal como Kansas el usurpador había mandado.

Las tinieblas de su propia maldad cegaron a los que buscaban pagar la luz divina que venía a la
tierra, y mediante un túnel abierto secretamente desde la Torre-presidio a la orilla del mar,
Devanaguy fue sacada antes de ser madre y sustituida por una joven que había muerto al dar a
luz su hijo.

El guardián Donduri, discípulo de los solitarios y adicto al rey encarcelado, estaba en el secreto
del cambio, y se limitó a dar parte a Kansas el traidor, que la cautiva había perecido al dar a luz
sin socorro alguno.

El malvado usurpador hizo grandes fiestas celebrando su triunfe y el de sus magos sobre los
hijos de la luz, y durante el mismo año fue libertado el rey justo por los mismos medios,
quedando en su lugar uno de los solitarios que se le parecía, y que se brindó al sacrificio a fin
de que Ugrasena quedara en libertad para organizar con Vasuveda y su pueblo fiel, la
liberación de Madura.

Krishna que significa, secreto guardado en sombras fue encargado a un pastor llamado Nanda
que vivía a orillas del Nerbuhdah, al pie de los Montes Windhyah donde los solitarios tenían el
más antiguo y numeroso Refugio-Santuario hábilmente oculto en las cavernas y entre los
bosques más impenetrables".

El pastor Nanda, ya de edad madura, vivía solo en su cabaña donde fue oculta Devanaguy con
su pequeño Krishna, alrededor del cual se percibieron grandes manifestaciones del Poder
Divino que residía en él.

Entre las selvas impenetrables del Indostán, existían en distintos parajes algunas
ramificaciones de la formidable Escuela de Magia Negra llamada Serpiente Roja, cuyos
orígenes se perdían en la noche de los tiempos, pues había venido desde la desaparecida
Lemuria, y continuaban sembrando destrucción y muerte allí donde lograban poner sus fatales
anillos.

Cada anillo de la terrible serpiente era un núcleo de cuatro magos que siempre encontraban el
medio de aliarse con los piratas, con los mercaderes de esclavos, con los usureros y las
prostitutas. De todo este bajo y ruin elemento humano, pestilencia dañina en medio de la
sociedad, la Serpiente Roja tornaba sus agentes y espías para introducirse en las casas más
poderosas, en las residencias de los Maharajás y dominar el Continente Asiático, como había
dominado a Lemuria hasta producirse su desquicio y su ruina total.
Debido a sus criminales prácticas y manejos, Kansas el mal hijo, se había rebelado contra su
padre hasta llegar a ponerle encadenado en un calabozo. Desde luego se comprenderá que la
Serpiente Roja era quien gobernaba en todo el sur del Indostán en rededor de Madura, su
Capital. Y no tardó en enterarse de que había sido puesto en salvo el poderoso ser venido a la
tierra para destruir definitivamente su fuerza. Y desataron como manadas de lobos
hambrientos sus más perversos agentes para encontrar al futuro vencedor de la Serpiente
Roja. Más que en el plano físico, fue tremenda la lucha en la esfera astral del planeta, donde la
numerosa Legión de Espíritus de Justicia se puso en acción, cortando las comunicaciones entre
los genios tenebrosos descarnados, con los encarnados de la maligna institución.

Debido a esto, los componentes de la Serpiente Roja se vieron desorientados, corriendo como
enloquecidos por entre selvas y montañas sin poder dar con el paradero del niño Krishna ni de
sus padres, ni de su abuelo el rey Ugrasena.

Los solitarios de los Montes Suleiman, les tenían ocultos en su ciudad de cavernas y grutas
inaccesibles para los profanos. Y habiendo entre ellos muchos clarividentes y auditivos,
conocían a fondo los caminos obscuros y tortuosos por donde se arrastraba la Serpiente Roja,
en busca de inocentes presas para devorar.

Las grandes cavernas de los Montes Suleiman, resultaban ya estrechas para dar refugio a los
perseguidos por los agentes de Kansas el usurpador. La montaña se fue horadando más y más
durante las noches, abriendo túneles, pasadizos y caminos, para que aquella enorme población
oculta bajo las rocas, pudiera salir de tanto en tanto a buscarse lo necesario para no perecer
de hambre. Los solitarios mismos se vieron a veces entristecidos y desanimados casi al borde
de la desesperación, cuando varios de ellos, vieron en clarividencia al niño Krishna que
sostenía el globo terrestre en su pequeña mano, y que tocaba con su dedo una montaña árida
y reseca, y toda ella se convertía en una montaña de dorado trigo.

En estas visiones espirituales, los solitarios Flámenes comprendieron el oculto aviso que desde
el plano espiritual les daban, de que, teniendo al Espíritu Luz en medio de ellos, no debían
temer al horrendo fantasma del hambre para el numeroso pueblo que habían albergado en sus
cavernas.

Cuando más recias eran las persecuciones de los agentes de Kansas, que eran de la Serpiente
Roja, algunos solitarios tuvieron otra visión simbólica que les aquietó el alma conturbada:
vieron al niño Krishna con una espada en la mano cortando las cabezas a una enorme manada
de panteras negras que, avanzaba hacia ellos con las fauces abiertas para devorarles.

La montaña de trigo dorado llegó desde el Golfo Pérsico en enormes barcazas salidas del
Eufrates, enviadas por Nadir, rey de Urcaldia, cuyos dominios abarcaban los fértiles valles del
Eufrates y el Tigris. Este buen rey estaba casado con una hermana de Ugrasena, y quiso
socorrer al pueblo que seguía fiel a su rey, pues que los Flámenes que tenían Santuario en las
cavernas de los Montes Kirthar, sobre el Mar de Arabia, le anunciaron las angustias que sufrían
los refugiados en las cavernas.

Los Flámenes diseminados por valles, montañas y selvas iban llevando discretamente la doble
noticia del advenimiento del Salvador y de los sufrimientos de los creyentes en él que le
esperaban. Y secretamente fuese formando una enorme coalición de esclavos, de perseguidos,
de azotados por la injusticia de los prepotentes que habían llegado al latrocinio más voraz y
criminal, hurtando hasta niños y niñas de corta edad, para ser vendidos como víctimas de
dioses iracundos y coléricos que exigían una fe sellada con sangre de seres puros e inocentes.
El criminal sacerdocio que oficiaba en los altares de tales dioses pagaba oro en barras por las
inocentes víctimas que aplacarían la cólera infernal de sus dioses, y las madres huían
enloquecidas como ovejas perseguidas por lobos, a esconder en las madrigueras disputadas a
las bestias, sus hijuelos para salvarlos de la rapiña feroz y monstruosa de los mercaderes de
sangre humana.

La familia base de toda sociedad bien constituida, estaba aniquilada y deshecha, pues la
avaricia hizo presa en muchos padres que buscaban y se procuraban abundante prole, para
venderla a quienes tan generosamente la pagaban.

En la isla de Bombay llamada la isla misteriosa, se formó entonces una fuerte alianza espiritual,
entre los sucesores de los antiquísimos Kobdas de Abel, civilizadores de tres continentes, con
los Flámenes, cuyo origen se remontaba a la desaparecida Lemuria.

En una peregrinación de muchos milenios de años, habían ido pasando desde las grandes islas
del Mar Indico, al montañoso Birmanh y luego al Indostán.

Mientras, los últimos Kobdas habían bajado desde el Eufrates por el Golfo Pérsico, hasta el
caudaloso Indo, al pié de los Montes Suleiman.

Y ambas corrientes de bien, de justicia y de amor, se unieron en la misteriosa Bombay, donde


dejaron como exponente milenario de aquella eterna alianza, cuarenta y nueve torres, número
símbolo de 7x7, y cada torre, era un templo de estudio y concentración y cultivo de los
poderes mentales, y de las fuerzas superiores del espíritu.

Rodeada de jardines y bosques, de corpulentos árboles, la isla de Bombay era inaccesible, pues
distaba más de una milla dentro del mar y sólo en barquillas podía llegarse a aquel lugar de
silencio y de misterio, donde a decir del vulgo habitaban las almas de los muertos.

De allí les vino el ser llamadas Torres del Silencio, alrededor de las cuales se tejieron
innumerables leyendas terroríficas, que los solitarios dejaron circular como medio de tener
ellos mismos mayor seguridad.

Las 49 torres estaban unidas unas a otras por interiores pasadizos, sólo conocidos por los
solitarios ancianos, que tomaron el nombre compuesto de Kobdas-Flámas, que significaba
"Corona de llamas" como una sutil remembranza del nombre Kobda, que significa corona y
flama, llama, alusivo a los antiguos flámenes. Cuando la persecución de Kansas y de los
agentes de la Serpiente Roja, fue más persistente y terrible, Krishna con sus familiares y
adeptos, fue ocultado en las silenciosas Torres de la isla de Bombay, donde no había temor
que se acercase hombre alguno por el terror pánico que aquel lugar inspiraba a todos.

En aquellas 49 torres, para los sucesores de los kobdas estaba representado como un sueño
milenario, el gran Santuario de Neghadá junto al Nilo, y sobre el Mar Grande (Mediterráneo)
como las Torres de Bombay quedaban sobre el Mar de Arabia, y a corta distancia de los
corpulentos brazos del delta del gran río Nerbhudah, que fertiliza toda la comarca. Para los
sucesores de los flámenes, las 49 Torres de Bombay eran copia fiel de sus ciclópeas torres de
Lina-Pah-Kanh, labradas en las montañas inaccesibles de la costa Lémur, sobre el Pacífico
Norte. Y los kobdas-flamas hacían revivir allí sus perdidos recuerdos a favor de los diseños, en
piedra o en cobre que les habían dejado sus mayores en aquellas construcciones que parecían
haber sido concebidas por súper-hombres y construidas por gigantes.
Bajo aquellas formidables Torres, en aquella isla circundada por el mar, se desarrolló la
infancia y la adolescencia del futuro príncipe de la Paz y de la Justicia, salvador de una raza., de
una dinastía en desgracia, para el vulgo inconsciente de los valores espirituales que vienen
desde lo Eterno, adheridos por leyes que desconocen, a seres superiores que tomaron sobre sí
la tremenda misión de salvar a la especie humana en un período de decadencia espiritual,
moral y física que le lleva a una inevitable ruina.

Por el gran desarrollo físico adquirido, Krishna a los 15 años representaba un doncel de 20, y su
clara inteligencia podía parangonarse a la luz interna de sus viejos maestros.

Bajo las bóvedas vetustas de aquellas Torres silenciosas, obscurecidas por la acción de los
siglos, se forjó la liberación de la especie humana, representada entonces en el vasto Dekan
(Indostán) donde la aglomeración de gentes de todas las razas dominadoras de la humanidad
hacía de aquella parte del globo terrestre, un mercado de todo cuanto podía utilizarse para el
bien y la dicha de los hombres. Y otra vez se repitió el hecho más grande de todos los tiempos:
la aparición de la Luz Divina como un blanco loto, en medio del fango en que perecía la
humanidad. Los kobdas-flamas dejaron por un momento en los siglos, sus túnicas cenicientas
para vestirse de cuero de búfalo y de cobre, con el carcaj, el arco y las flechas a la espalda, para
organizar las filas libertadoras en torno de Krishna el Príncipe de la Justicia.

Kansas el hijo traidor, cuando tuvo conocimiento que de las cavernas y de los bosques
brotaban arqueros que se extendían como una ola por el Dekan y avanzaban sobre Madura,
huyó despavorido hacia la costa del mar, buscando su salvación en un barco velero anclado allí
por los piratas que acechaban las ventas posibles de carne humana viva. Como le vieron
cargado de oro y piedras preciosas que buscaba salvar, como medio de asegurar su vida, al jefe
pirata le atravesó el pecho con su puñal y le arrojó medio muerto al mar donde fue devorado
por los tiburones.

El rey Ugrasena entre el delirio de sus pueblos, fue restaurado en el trono de sus mayores, y
como la Justicia y la Paz se restablecieron prontamente, los solitarios kobdas-flamas tornaron a
sus torres silenciosas, desde donde cooperaron con el Enviado a eliminar el mal, con que los
magos negros de la Serpiente Roja habían envenenado las corrientes humanas, hasta el punto
de que los padres procreaban hijos para venderlos como carne de mercado a quien más oro
les daba.

Vasuveda, padre de Krishna, había muerto durante la niñez de su hijo, por lo cual el Hombre-
Luz permaneció al lado de su abuelo y de su madre, a fin de que el anciano rey fuese respetado
en vista del sucesor legítimo que dejaba, con lo cual se impedía que se levantara de nuevo el
afán de otra usurpación.

La noticia de la nueva legislación de justicia se extendió rápidamente por el Dekan y países


circunvecinos, que se apresuraron a enviar embajadas en busca de alianza y protección con
aquel príncipe sabio y justo, que daba a cada cual lo que era suyo, no reservándose para sí, ni
aun las horas del sueño necesarias a todo ser humano, pues que durante la noche y
acompañado sólo de algún amigo o criado fiel, recorría sin sur notado los distintos barrios de
la Capital para asegurarse de que las órdenes eran cumplidas.

Y durante noventa lunas consecutivas viajó desde el Indo al Ganges, y desde los Himalayas
hasta el Cabo Camorín que se hunde en el Mar Indico, anudando alianzas y despejando de
tinieblas y de crimen aquel vasto país en el que había nacido y que fuera tomado como cueva
infernal de la Serpiente Roja, con toda su corte de malhechores de la peor especie.
La adhesión de los oprimidos y de los hambrientos, respondió con creces a todo cuando
Krishna hubiera podido imaginar, pero las clases pudientes miraban con desconfianza al joven
innovador, que pedía libertad para los esclavos e igualdad para todos los seres humanos. Y se
desencadenaron dos poderosas corrientes en formidable lucha: los oprimidos y los opresores.

En aquella parte del papiro que los Esenios iban traduciendo, aparecía un grabado explicativo:
se veían dos torrentes que se precipitaban uno contra otro con irresistible potencia, y en el
lugar donde debía ser el choque, un doncel fornido con la cabellera suelta al viento y los brazos
abiertos hacia ambas corrientes que se amansaban a sus pies y continuaban corriendo como
arroyuelos de regadío.

Significaba a Krishna, encarnación de Vishnú pacificando a la humanidad.

Los anillos de la Serpiente Roja habían perturbado la fe sencilla de los pueblos, ignorantes en
su gran mayoría, y habían propalado principios erróneos para inocular en las conciencias el
virus del terror a la divinidad, como medio de sujetar a las masas al carro triunfal de su avaricia
y feroz egoísmo.

Indra o sea el aire, tenía a su disposición el rayo, el vendaval que todo lo destruye. Agni o sea
el sol, era dueño del fuego, que pedía continuas víctimas consumidas en sus llaman para
aplacar su cólera; mientras Indra quería víctimas arrojadas desde los más altos montes, o
colgadas de los árboles en cestas de flores, hasta que el hambre las consumía o los buitres les
devoraban. De aquí surgió el bárbaro comercio de niños y niñas menores de diez años.

Y Krishna en sus largos y continuos viajes, no pedía a sus aliados y amigos otra contribución
que la de destruir esa ignominiosa y criminal doctrina de Indra y de Agni, que ponía tan
obscura venda en las inteligencias respecto de la Divinidad. ¿Cuándo el prudente príncipe
entró a actuar en el escenario lóbrego y siniestro que de jamo? esbozado, los Indranitas y los
Agnianos luchaban a muerte unos contra otros, atribuyéndose cada bando el derecho de ser
los depositarios de la verdad de Vishnú.

Y Krishna apareció entre las tinieblas como un genio benéfico con su antorcha encendida,
rasgando las sombras casi impenetrables de tanta ignorancia y fanatismo.

¿Qué hacéis?, les preguntaba el Apóstol de la Verdad. Ni Indra que es el aire; ni Agni que es el
fuego, son nada más que simples manifestaciones del Poder Supremo, que sopla en el aire y
calienta en el fuego. ¿Por qué, pues, lucháis locamente por lo que todos por igual necesitáis
del Supremo Dador de cuanto es vida, fuerza y bienestar para el hombre? Inclinad vuestras
frentes y prosternad vuestro corazón ante el Gran Atman, autor de todo Bien que os ama a
todos por igual, pues que todos sois sus hijos.

Dejad vuestras flechas y vuestras hachas para las bestias feroces que consumen vuestro
ganado, mientras vosotros perdéis el tiempo en mataros unos a otros. El gran Atman, está en
su Eterno Amor en todas las cosas, y sobre todo dentro de vosotros mismos y si El fuera capa?,
de cólera, la tendría, de ver que os matáis sin ningún respeto a la vida, que os dio para amarle
en todos vuestros semejantes, y en todos los seres y las cosas; la tendría, cuando vendéis
vuestros hijos para ser asesinados sobre un altar donde habéis entronizado al crimen; la
tendría cuando compráis y vendéis vuestros semejantes que llamáis esclavos y siervos, porque
carecen del oro que habéis acumulado con la sangre, el sudor y la vida de cuantos infelices
cayeron en vuestras garras de buitres sin alma.
Los pueblos se levantaban en torno de Krishna, en un despertar de júbilo y de gloria. Nadie
podía contener las masas enardecidas de esperanza y de entusiasmo; enloquecidas de dicha
ante la palabra de aquel príncipe de Madura, que les hablaba de amor y de libertad.

Y desde el Golfo Pérsico hasta el Mar de China, y desde el Thibet hasta Ceilán, estalló como un
incendio incontenible, un levantamiento general de los pueblos clamando por su libertad y por
sus derechos de hombres.

El viejo rey Ugrasena, estaba espantado de la ola formidable que su nieto había soltado a
correr como un torrente que lo invadía todo. Los Kobda-flamas repetían las palabras del Gran
Apóstol, reprimiendo toda venganza, toda violencia, toda lucha armada. El arma era la palabra,
el verbo de fuego de Krishna que hablaba a los hombres de libertad, de amor, de justicia, de
igualdad, pues todos eran hijos del gran Atman, que encendía el sol para todos y enviaba las
lluvias para todos.

¿Qué haría el Príncipe con aquella enorme ola humana que lo esperaba todo de él?

Sus adversarios que eran en general los acaudalados y los que se enriquecían con la esclavitud
y la muerte de sus semejantes, decían alegremente: No haya inquietud entre nosotros, que
cuando este temerario doncel buscador de gloria y de fama se vea como un ciervo acorralado
por toda esa jauría de lobos hambrientos que le van a devorar, él mismo se dará por vencido, y
comprenderá que es insensata locura pretender levantar a la altura de hombres, esas masas
imbéciles, más que bestias que nos sirven para la carga. El Príncipe tenía sólo 18 años y
representaba 30, porque sentía profundamente la carga de la humanidad que pesaba sobre él.

Bajo todos los bosques, a la vera de los ríos caudalosos, en los valles más pintorescos, ordenó a
aquella masa humana echar abajo los árboles de las selvas y construir cabañas de troncos, de
ramas, de pajas y de lodo, en toda la extensión de los dominios de Ugrasena, su abuelo.

Fue tal el humilde origen de casi todas las ciudades del sur del Indostán, que pocos años
después, se convirtieron en florecientes poblaciones que resplandecían de paz, de justicia, de
libertad y de trabajo.

La figura de Krishna crecía día a día, hasta llegarse a dudar de si era un hombre de carne,
sangre y huesos, o era un dios mitológico que realizaba por arte de magia tan estupendas
obras.

Temían por momentos verle desaparecer en una nube que pasaba, en un soplo de viento que
agitaba la selva, en el incendio púrpura del amanecer, o entre los resplandores de fuego del
ocaso.

¡No te vayas de nosotros, señor! no te vayas porque seremos encadenados nuevamente, y


nuestros hijos serán asesinados en los altares de los dioses, le clamaban a voces.

Las arcas reales de Madura se iban agotando rápidamente en el rescate de esclavos y en


alimentar aquella inmensa ola humana semi-desnuda y hambrienta, El dolor del valeroso
Príncipe crecía también hasta hacerse desesperante y angustioso, cuando un poderoso
príncipe que reinaba en las regiones del Ganges y de Birman le envió emisarios anunciándole
que deseaba amistad porque quería para sus pueblos la ley que Krishna daba a los suyos.

Se llamaba Daimaragia y su alianza fue tan firme, que jamás retiró su mano de la mano que
había estrechado.
Mi pan es tu pan, le dijo cuando ambos príncipes se encontraron en Calcuta. Salvemos juntos
al Dekan de la iniquidad y del crimen y si has consumido tus tesoros, yo conservo los míos que
sobran para hacer feliz la tierra donde descansan nuestros antepasados.

Detrás del rey Daimaragia llegaron otros de más modesta alcurnia, el de Penchad, de
Belhestán y de Nepal, que se pusieron a las órdenes del Príncipe de Madura para devolver la
justicia, la paz y la prosperidad al Dekan, que caminaba a la más espantosa ruina, la
desnatalidad, pues las mujeres se negaban a tener hijos que les eran arrebatados para
venderlos como víctimas propiciatorias de un culto de crimen, de muerte y exterminio.

Y alrededor de Krishna, se amontonaron como palomas perseguidas por los buitres, 26


centurias de mujeres en estado de gravidez, pidiéndole protección para el ser que latía en sus
entrañas. Y en la más grande fortaleza de Madura, en Thinneveld sobre el mar, hospedó a
aquellas infelices víctimas del egoísmo humano, todas ellas en la segunda edad, en la
adolescencia y primera juventud (La vida humana estaba dividida en edades de diez años; o
sea que la primera edad duraba hasta los diez años, la segunda hasta los veinte, la tercera
hasta los treinta y así sucesivamente).

De este hecho, los adversarios levantaron al Príncipe espantosas calumnias, diciendo que
había robado a sus maridos las más bellas mujeres del Dekán para formar el más grande
serrallo que príncipe alguno hubiese tenido. Krishna había puesto la segur a la raíz del árbol
dañino que destruía el país: la mortandad de niños en los altares de dioses sanguinarios,
creaciones horrendas de la avaricia humana. Las infelices madres defendidas por él, se
sintieron fuertes para defender a su vez a los hijos que aún no habían nacido y desde los
torreones de la fortaleza, organizaron ellas mismas una defensa contra la que nada pudieron
las flechas de sus perseguidores, que rodearon la Fortaleza para sacarlas a la fuerza. Aquellas
mujeres se tornaron fierecillas contra los que pisoteaban sus sentimientos de madres y
arrojaban a sus enemigos hachones ardiendo de cáñamo engrasado, lluvia de piedras,
recipientes de aceite hirviendo, y todo cuanto pudiera servirles para exterminar a aquellos que
lucraban con la vida de sus hijos.

Otro acontecimiento inesperado se cruzó en el Camino del Gran Apóstol del Dekan creándole
nuevas dificultades y mayores sacrificios. Un poderoso Maharajá del país de Golkonda sobre el
gran golfo de Bengala, tenía entre sus muchos tesoros una hija llamada Malwa, cuya
hermosura y sabiduría atraían a cuantos príncipes llegaron a conocerla. Bicknuca, su padre, la
reservaba celosamente, a fin de hacer con ella una alianza ventajosa para sus intereses. Mas,
el corazón de la hermosa doncella le desbarató los proyectos y esperanzas, enamorándose
muy secretamente de un doncel extranjero traído al país entre un grupo de rehenes, por los
guerreros de Bicknuca que hacían largas excursiones por el Norte fantástico, poseedor de
incalculables riquezas.

De la antigua y legendaria Samarcanda, era el hermoso doncel de los ojos azules y cabellos
dorados como las piedras y arroyuelos de su tierra natal. Se llamaba Oflkan, y de tal manera se
enamoró do él la hija del Maharajá, Malwa, que no tardaron en hallar el medio de burlar la
vigilancia en que se guardaba a los rehenes, los cuales sacaron partido de este amor oculto,
para escapar de sus guardianes y huir a su país.

Malwa se vio grandemente comprometida ante su padre y los guerreros, algunos de los cuales
sospecharon que por amor a uno de los rehenes la joven princesa les había ayudado a escapar.
Iba a ser juzgada su conducta si los rehenes no eran encontrados, y se le daría la pena que se
daba a las doncellas nobles que traicionaban su raza y su país. Se las encerraba en una torre-
templo, consagrada toda su vida al culto de su dios, sin tornar a ver a ningún ser viviente sobre
la tierra. De estas infelices secuestradas, había varias, y entre ellas una que tenía fama de
grande sabiduría, por lo cual era consultada detrás de rejas y velos, por aquellos que se
hallaban en situaciones difíciles.

Malwa fue a consultarle, y aquella mujer recluida hacía muchos años, le contestó: Sólo hay un
hombre que puede salvarte de caer en el fondo de esta Torre y es el Príncipe de Madura. Hazle
llegar tu queja, dile que en tus entrañas alienta un nuevo ser, y sólo él tendrá compasión de
ti".

La infeliz princesa que a nadie había descubierto el secreto de su estado, se llenó de asombro
cuando la reclusa se lo dijo, y se echó a llorar amargamente.

Tu maternidad no es un crimen, prosiguió la reclusa.

Crimen cometen los hombres que ponen precio al corazón de sus hijas, y crimen ha cometido
el hombre que te hizo madre y te abandona a tu suerte.

El postiguillo de hierro se cerró ante la llorosa princesa, que volvió a su morada dispuesta a
cumplir la orden de la reclusa.

Y un mensajero suyo, fue en busca de Krishna con el mensaje de Malwa escrito en un trozo de
blanco lino, y encerrado en un tubo de plata.

Toda una noche caviló el príncipe sobre la extraña encrucijada que le salía al paso, y a la
mañana siguiente, pidió permiso a su abuelo para tomar como esposa a la hija del Maharajá de
Golconda.

Y al momento salió un convoy de suntuoso cortejo a solicitar a Bicknuca la mano de su hija


para el Príncipe heredero de Madura. Los caballos del convoy corrían como el viento y llegaron
cuando sólo faltaban horas para que Malwa fuera sometida a juicio y condenada a reclusión.

El Maharajá complacido por la ventajosa unión, olvidó su agravio, y su cólera se convirtió en


júbilo porque el reino de Madura era de los más antiguos y poderosos del Dekan.

Siguiendo la costumbre, entregó su hija al cortejo, que la encerró en una pequeña carroza de
oro y seda sin que nadie viera su rostro, y la transportó a Madura donde el viejo rey y el
príncipe la esperaban. "Cuando pasaron las grandes fiestas populares por el matrimonio del
príncipe, su madre Devanaguy le llevó la esposa a la cámara nupcial, y por primera vez en su
vida, se encontró Krishna solo con una mujer.

La infeliz se arrojó a sus pies para besarlos, porque le había salvado algo más que la vida, la
honra, pero Krishna levantándola, la hizo sentar a su lado y le habló así: Mujer, no te acuso ni
te recrimino. No tengo nada que perdonarte porque sólo eres una víctima del egoísmo
humano. Hago tal como tú lo has querido, para salvarte. Adopto tu hijo como si fuera mío,
para que sea el heredero de Madura, pero no me pidas un amor que tengo ya entregado a la
humanidad que me rodea.

Estaré contento de ti, si sabes ser tan discreta, que todos vean en ti la fiel y honorable esposa,
consagrada al amor de su hijo, al cuidado de mi madre y de mi abuelo.

Y para vos ¡Oh príncipe generoso y bueno! ¿Nada queréis de mí que me doy a vos como una
esclava? preguntó tímidamente la joven.
¡Nada! Seguid amando al hombre que os hizo madre, y que acaso gime en el mayor
desconsuelo por no haber podido esperar la llegada de su hijo, y si algo queréis darme, venga
vuestra mano de aliada para trabajar a mi lado por la igualdad humana en esta tierra de
esclavitudes y de injusticias.

La princesa tomó con las dos suyas la mano tendida de Krishna, y le dijo con la voz temblando
por un sollozo contenido: ¡Aliada hasta la muerte príncipe y para siempre! Razón tienen los
que piensan que no sois un hombre, sino Vishnú encarnado para salvar a los hombres.

Y Malwa rompió a llorar en tan angustiosa forma, que Krishna se conmovió profundamente.

Si lloráis así con tanta desesperación, le dijo, lamentaré el haberos atado a mí con el lazo del
matrimonio, que os impedirá ir a encontraros con el que amáis.

Lloro de agradecimiento por vuestro sacrificio en mi obsequio, puesto que tampoco vos
podréis tomar una esposa que os dé hijos para el trono de Madura le contestó Malwa, cuyo
corazón había casi olvidado al padre de su hijo, que la tomó como un medio para salvarse a sí
mismo y a sus compañeros.

Si él me hubiera amado como yo le amaba, no me hubiese abandonado, sino que hubiese


huido conmigo —decía a su salvador cuando la calma renació en su agitado espíritu.

Ni aun Devanaguy madre de Krishna conoció nunca el secreto que murió con ellos mismos. Y
cuando el niño nació, el viejo rey de Madura lo presentó al pueblo que así podía estar seguro
de que la dinastía de Ugrasena permanecería por mucho tiempo al frente de su país. Malwa
cumplió su palabra de aliada, y se convirtió en madre de las madres perseguidas, para
arrancarles sus hijos, que destinaban a los sacrificios. A tal punto se identificó con el
pensamiento y el anhelo de Krishna, que sus adversarios decían llenos de ira: Este príncipe
audaz y temerario, se unió a la princesa de Golkonda porque era el reverso de su propia
imagen.

El viejo rey murió cuando su glorioso nieto estaba próximo a la tercera edad, o sean los 25
años cumplidos. Y el niño de Malwa que aún estaba en la primera edad, fue proclamado
heredero de Krishna el mismo día que él fue coronado Rey. Y Bicknuca, Maharajá de Golkonda,
proclamó a su pequeño nieto heredero también de su trono, por lo cual quedaban unidos en
una alianza fuerte y solemne los dos más grandes reinos del Dekan.

Si como heredero Krishna hizo tan grande obra civilizadora en aquellos países, cuando ocupó
el trono de su abuelo su acción se extendió enormemente, pues tuvo aliados poderosos hasta
más allá de los Himalayas por el norte, hasta los Urales por el noroeste, y hasta el Irán por
occidente.

Y como sabía que su vida era breve en los arcanos de Atman, asoció a todos los actos de su
gobierno a la admirable mujer que era su aliada, Malwa, a fin de que ella fuese la guía de su
hijo cuando éste fuera subido al trono.

Una inmensa paz se extendió como una ola suave y fresca, que hacía felices a los pueblos a
quienes llegaba la influencia de aquel rey ungido de Atman, para llenar de dicha y abundancia
a los pueblos.

Y entonces Krishna comenzó su labor de orden interno y espiritual, para lo cual abrió casas de
estudio y de meditación allí donde lo creyó oportuno, poniéndolas bajo la dirección de los
Kobda-Flamas de las Torres del Silencio.
Y retirándose él mismo en días y horas determinadas, escribió el admirable Baghavad-Gita y los
Uphanisad, colección de máximas de una moral sublime, como aquel, es, el tratado magno de
la más elevada y sutil espiritualidad.

13) Papiros del archivo de Ribla sobre la vida de Krishna príncipe de Madura (escrito por
Adgigata, Patriarca de las Torres del Silencio; Arjuna, Asura del Reino de Madura; Paricien,
Primer Consejero; Malwa, Reina madre de Madura y de Golkanda):

Los mercaderes de carne humana viva eran los únicos descontentos y perjudicados en su
insaciable acumular tesoros a costa de vidas humanas, y casi todos se habían retirado a países
bárbaros para extender allí la zarpa y comenzar de nuevo sus latrocinios y crímenes.

Y cuando Krishna iba a cumplir la tercera edad o sea los 30 años, se vio rodeada Madura de
una numerosa turba de malhechores armados de hachones encendidos y de flechas
envenenadas que gritaban como energúmenos: Entregadnos a vuestro rey que nos ha llevado
a la miseria y al hambre, porque de lo contrario moriréis todos abrasados por las llamas o
envenenados con nuestras flechas.

Hombres y mujeres corrieron a todas las puertas y murallas para formar una infranqueable
defensa de su amado rey, pero como habían sido tomados de sorpresa se veían en situación
desventajosa para enfrentarse con aquella numerosa turba de malhechores y de tribus
salvajes, que parecían demonios escapados del abismo donde anidan como víboras venenosas
todos los males de la tierra.

Krishna después de tres días de meditación, reunió su Consejo de Gobierno que estaba
formado por los representantes de cada uno de los príncipes sus aliados, por Malwa que
representaba a Golkonda y por sus tres discípulos y confidentes: Adgigata que era el Asura
(quiere decir inspirado para las escrituras sagradas). Paricien, pariente cercano de su amigo el
rey Daimaragia, y el más sabio filósofo y médico de su tiempo. Y Arjuna, llamado el vidente por
su clara visión de los planos astrales y espirituales en casos determinados.

El joven rey quería entregarse a aquella muchedumbre de fieras hambrientas de su sangre, a


fin de que no atormentasen a su pueblo fiel. Pero su Consejo se oponía, pensando que una vez
desaparecido Krishna, el pueblo desorientado y el desorden, acabarían por arruinarlo todo.

Los días pasaban, y cada uno de ellos marcaba un número de víctimas entre el pueblo de
Madura. Y cada víctima arrancaba un sollozo del corazón de Krishna que decía: ¡Mueren por
mí! Malwa y su pequeño hijo que ya tenía diez años, no se apartaban del rey ni un momento
por temor de que él se entregase a sus enemigos. Y la inteligente y discreta princesa que había
despachado desde el comienzo de la lucha, emisarios secretos a su padre, esperaba cada día la
llegada do los bravos guerreros de Golkonda que salvarían la situación.

A su vez y por separado y también silenciosamente, Paricien había pedido socorro a su


pariente el rey Daimaragia de Calcuta; Adgigata y Arjuna lo habían pedido a otros dos príncipes
aliados, el de Bombay y de Rhanpur y todos ellos sin descubrir a nadie su secreto, esperaban.
El único que no había pedido auxilio a nadie era Chrisna, que creía llegada la hora de
sacrificarse por su pueblo, para dar ejemplo de amor fraterno y de amor a la paz, que había
procurado imponer como un ideal sublime en la tierra.
Cincuenta y dos días llevaba Madura de estar sitiada, y como aún no faltaban los alimentos
necesarios, el pueblo se sentía fuerte en resistirse a la entrega de su rey. Sus feroces enemigos
aullaban como lobos alrededor de las fuertes murallas naturales que le formaban las rocas
cortadas a pico de los montes Cardamor en que estaba edificada.

Krishna en continuo contacto con su pueblo, le exhortaba a la calma y les hacía comprender
que para él nada significaba la muerte si con ella les había de proporcionar la paz.

Sin vos señor seremos de nuevo esclavizados, les decían a gritos. Vivid, vivid, que sólo así
seremos felices.

De pronto comenzaron a aparecer en todas direcciones del horizonte numerosas huestes


guerreras, que como una avalancha cayeron sobre los sitiadores de Madura.

Sobre los cerros que circundaban la vetusta ciudad hacia el oriente, ondeaba el pabellón de
Golkonda como un ala gigantesca de sangre y oro, v esto sólo les llenó de espanto, pues sus
guerreros eran tenidos por los más bravos de aquella época. Poco después de ellos,
comenzaron a llegar los guerreros de los demás países.

Los torreones de la vieja fortaleza se llenaron de banderas blancas, como si una bandada de
palomas aleteara sobre ella. Luego a través de una bocina se oyó la voz de la princesa Malwa
que decía: “Soy yo que he llamado a los guerreros de mi padre para defender a mi esposo, del
injusto y traicionero ataque que le habéis hecho. En nombre de él os prometo el perdón si os
retiráis tranquilamente a vuestras casas. De lo contrario, los guerreros de Golkonda os
aniquilarán completamente.

Espantados alaridos se oyeron hacia todos lados que decían: Que nos devuelvan nuestros
esclavos y nuestras mujeres. ¡Muera la extranjera! Muera el que atropello con nuestros
derechos y nos redujo a la miseria. Ante tales groseros insultos el pueblo perdió toda
serenidad, y viendo que los guerreros de Golkonda bajaban de los cerros como una ola
humana a todo el correr de sus corceles de guerra, los sitiados subieron a los torreones y
almenas, a las copas de los árboles y a todos los sitios más elevados, y una lluvia de piedras, de
flechas, de hachones encendidos cruzaron en todas direcciones. La voz del príncipe calmó de
nuevo a su pueblo enfurecido y dijo a los sitiadores: "No sé quiénes sois. Bien veis que estáis
vencidos por las numerosas huestes guerreras de nuestros aliados. Os doy diez días de plazo
para que me mandéis emisarios que resuelvan conmigo pacíficamente el problema de vuestras
reclamaciones.

Los sitiadores se retiraron desordenadamente, y Madura quedó rodeada por un bosque de


lanzas que brillaban a los últimos resplandores del sol poniente.

Todos eran felices en la vieja ciudad de Ugrasena; y pueblo y guerreros se entregaron


jubilosamente a festejar el triunfo. Sólo Krishna sufría honda tristeza en su corazón. Había
dado cuanto de sí puede dar un hombre animado de buena voluntad y contando con los
medios para hacer felices a sus semejantes, puestos por el gran Atman en medio de su camino.
Y aun así, veía con dolor que si había dado la dicha a los unos, había despertado odio profundo
y rencorosa aversión en los otros. Y sumido en el silencio de su alcoba en penumbras, pensaba
hora tras hora:

¿Dónde encontrar la dicha de los hombres? Sus genios tutelares, los grandes Devas sus amigos,
que custodiaban desde sus altos planos luminosos, el sacrificio de su compañero, tejieron para
él con los hilos mágicos de la Luz Divina, una hermosa visión que llenó su alma dolorida de
claridad y de paz.

Vio una larga escala de transparente cristal, que desde el plano terrestre iba subiendo hasta
perderse de vista en lo infinito del espacio y de la Eterna Luz. Todos los matices del iris
resplandecían a través de su nítida transparencia. Estaba dividida en nueve tramos, y cada uno
de ellos irradiaba a larga distancia una luz diferente. Y Krishna se vio a sí mismo subiendo el
sexto tramo de aquella radiante escala de cristal.

Y una voz íntima que vibraba sin sonidos en lo más hondo de su ser le decía: Estás terminando
de andar la sexta jornada, en la que has creado para la humanidad una justicia y una paz a
medida de la Voluntad Eterna. Has hecho cuanto debías hacer. En tu subida al próximo tramo
de esa escala se te descubrirá donde puedes encontrar la felicidad para los hombres, y la
tendrán todos los que sigan tu ruta.

Cuando el príncipe ya sereno y tranquilo descorría las cortinas de su ventana, para que la luz
solar entrase por ella, vio al pequeño Shanyan, su hijo adoptivo, que, subido a lo alto de un
corpulento magnolio, cuyas ramas tocaban a su ventana, esperaba tranquilamente con su
flauta de bambú en la mano. Sus miradas se encontraron, y Krishna le sonrió afablemente.

¿Qué haces ahí? le preguntó. El niño no contestó, sino que empezó a tocar una hermosa
melodía que él le había enseñado desde chiquitín y le había dicho: Esta melodía se llama Busco
tu amor, y la tocarás para todo aquel que tenga tristeza en él alma.

El príncipe bueno y justo comprendió que el pequeño había adivinado su tristeza, y buscaba
curarlo con la tierna y dulce cadencia de su flauta.

El alma pura y sensible de Krishna sintió como una suave oleada de ternura que la inundaba.
Vio en el amor inocente y franco de aquella criatura, el amor de todos los hombres que
llegaron a comprenderlo, y tendiendo sus robustos brazos hacia el magnolio, asió de sus ramas
y las atrajo hasta alcanzar la mano de Shanyan que, como ágil pajarillo de las selvas, saltó de
rama en rama hasta encontrarse entre los brazos de su padre que en verdad sentía la dicha de
aquel inocente amor.

¿Has visto cómo te sanaste, padre, con mi flauta de bambú? Si hijo mío., me has curado la
tristeza diciéndome que buscas mi amor. Tal debes hacer con todos aquellos que llevan
sombra gris en los ojos. Ven ahora conmigo al pabellón dé los heridos y veremos si hay forma
de aliviarles.

Ya fui con mi madre y hemos llevado raciones de pan y miel para todos. No había ninguno
triste, por eso no toqué en mi flauta.

Sólo tú estabas triste, padre, y todos saben que tú llevas la tristeza en el alma.

Es que me hicieron rey, hijo mío, y ningún rey puede estar contente en esta tierra si sabe lo
que es la carga que lleva sobre sus hombros. ¿Qué harías tú si estuvieras en mi lugar?

¿Yo? Pues llenaría todas las bodegas de pescado seco, harina y miel para que ninguno tenga
hambre. Les daría a todos flautas de bambú para cantar tu canción favorita y espantar la
tristeza. ¿No es así como se hace dichoso a todos?

Si, hijo mío, sí. Pero si los hombres rompieran y pisotearan tu flauta, y despreciaran tu
pescado, tu harina y tu miel, ¿qué harías? Los ojos castaño claro del niño parecieron
sombrearse de una imperceptible bruma de tristeza y contestó: Si rompen las flautas y
rechazan los dones, será porque son malos y gustan apoderarse de lo que no es suyo. Y
entonces yo tomaría un látigo y les daría azotes como hacen los guardianes en los fosos de
esta fortaleza con las fieras, cuando se enfurecen contra sus cuidadores.

Serías un rey justiciero dijo Krishna.

Yo sí. Pan y miel al que es bueno y quiere la flauta de bambú. La tristeza y el látigo para los
malos que no dejan vivir tranquilos a los demás.

¡Pobrecillo! dijo el buen rey acariciándolo. Que Atman llene tu corazón de nobleza y de
bondad, para que llegues a amar aún a los que desprecien tu flauta de bambú.

Los diez días que el príncipe dio de plazo a los descontentos pasaron, y él esperó en vano
verles llegar a exponer sus reclamaciones.

Llegó el gran festín del pueblo al cumplir su rey la tercera edad, o sea los treinta años, y ningún
acontecimiento adverso vino a turbar el júbilo de aquel pueblo que se sentía dichoso bajo la
protección de su soberano.

Y cuando su suegro Bismuka, Maharajá de Golkonda, se sintió morir, llamó a su heredero para
dejarle coronado rey. Krishna quiso que la princesa Malwa llevase a su hijo para asistir también
ella a recoger a última voluntad de su padre. Y partió el convoy de la princesa custodiada por
cien arqueros. Krishna le acompañó en la primera jornada y se tornó a Madura en compañía de
Arjuna, Paricien y cuatro arqueros formando un pequeño grupo de siete caballeros en ligeros
corceles. Mas al llegar a una encrucijada de la montaña sombría de árboles y a la escasa luz
final del ocaso, les cortó el paso una turba de ochenta jinetea armados de hachas, puñales y
flechas que aullaban como lobos rabiosos. Arjuna, que era el de más edad y menos apto para
las armas, corrió hacia Madura para traer una legión de defensa. El príncipe no querva
defenderse; pero Paricien y los cuatro arqueros armaron rápidamente sus lanzas y formaron
círculo a Krishna.

Vamos a ver qué queréis que así aulláis como las fieras de la selva. ¿No os di plazo para
solucionar vuestros problemas?

No queremos otra solución que la entrega inmediata de las 2.600 mujeres que guardáis en la
Fortaleza y de los 40.000 esclavos que nos habéis quitado para que se paseen triunfantes por
las ciudades y los campos.

Seguidme a Madura y allí hablaremos. Tened en cuenta que esos esclavos han sido rescatados
con el oro de las arcas reales.

Vosotros lo habéis recibido a satisfacción y ahora reclamáis por ellos.

Obráis con injusticia manifiesta y con tan mala fe que os asemejáis a malhechores que asaltan
en los caminos a las personas honradas.

No queremos más filosofías que nos perjudican. Firmad aquí mismo una orden de que nos
sean devueltos esclavos y mujeres y os dejamos continuar libremente vuestro camino.

¡Un momento! gritó con desesperación Paricien, temiendo más que de la turba de bandoleros,
del mismo Krishna que nada permitiría hacer para salvarle. Y apartándolo hacia atrás de los
arqueros» le dijo en voz baja: Prometedles que les complaceréis para dar tiempo a que vuelva
Arjuna con el auxilio pedido.
¿Qué es lo que me pides, amigo mío? Eso sería una mentira por debilidad, por temor de la
muerte. ¿Cómo puedo prometerles que les complaceré, sí sé que no debo hacerlo y que no lo
haré jamás?

Pensad que no sería por salvaros de la muerte, sino por la salvación de esas mujeres, de esos
niños y de todos esos infelices esclavos.

¡Es mi hora, Paricien, es mi hora! Feliz de mí si compro con mi vida los grandes dones de
Atman para la humanidad. Necesito de ti Paricien para que me ayudes a morir como me
ayudaste a vivir en la voluntad de Atman. Venga un abrazo que será el postrero. Paricien
sollozando hondamente estrechó al príncipe que pronto se arrancó de sus brazos.

Idos con él, dijo a los arqueros que yo sólo me basto para tratar con estas gentes. Y avanzando
hacia la turba que le esperaba con el arco ya dispuesto, cruzó sus brazos sobre el pecho y les
dijo: ¡Tirad! ¿Te niegas, pues, a grabar tu nombre al pie de esta orden? gritó uno de los
bandidos.

Si, me niego les contestó. Mira que morirás aquí mismo y de igual modo asaltaremos la
Fortaleza de las mujeres y cazaremos como gamos a todos nuestros esclavos. i Lo habéis oído!
dijo Krishna a los suyos. Idos a tomar las medidas necesarias para evitarlo.

Un arquero salió a todo correr de su caballo. Contaremos hasta cien propuso uno de los
bandidos. Si en ese tiempo no grabas tu nombre dispararemos nuestras flechas.

Perdéis el tiempo contestó impasible el príncipe.

¡Idos he dicho! volvió a insistir Krishna dirigiéndose a Paricien y sus arqueros, que obedecieron
en el acto, pero sólo para introducirse en una caverna a la vuelta del cerro ante el cual se
hallaban y quedarse allí en observación.

¡Preparar vuestras flechas y disparad contra los cuatro tiradores de ellos, antes que ellos lo
hagan contra él dijo Paricien a sus tres arqueros! Y cuando el que contaba entre los bandidos
iba a llegar a cien, Paricien y los suyos dispararon flechas contra los tiradores que debían matar
a Krishna, y tres de ellos cayeron muertos, más la flecha disparada por el cuarto había dado en
el blanco y Krishna cayó herido de muerte, pronunciando estas sublimes palabras: ¡Gran
Atman, he cumplido tu voluntad! ¡Dadme Señor la paz y el amor entre los hombres!

Al ver tres de sus hombres muertos, los bandidos juzgaron que llegaban los ejércitos de
Madura y huyeron hacia la Fortaleza de las mujeres para asaltarla antes de que pudieran
defenderla.

Paricien y los suyos corrieron hacia el príncipe que aún estaba consciente. Amigo mío le dijo,
no amargues mi agonía con tu desesperación.

Ya era la hora de mi libertad y de mi paz. Piensa en Malwa y en mi hijo y con Arjuna y Adgigata
ayudadla a ocupar mi lugar.

¡Mi Rey! Gritó con suprema angustia Paricien. Que Atman te reciba en su luz y su gloria y seas
el genio tutelar del Dekan para que no vuelva a las tinieblas.

Krishna estrechó débilmente la mano de su amigo, mientras sus arqueros le besaban los pies
llorando amargamente. Con el incendio purpurino del ocaso que doraba el paisaje, se cerraron
sus ojos a la vida material para abrirse los de su espíritu a su gloriosa inmortalidad.
Paricien sólo conservó a su lado uno de los arqueros y los otros dos fueron enviados para,
avisar a los príncipes aliados que debían disponerse para la defensa, pues la Serpiente Roja
estaba dispuesta a levantar de nuevo la aplastada cabeza.

Y cargando en su propio caballo el cuerpo de su rey, siguió camino hacia Golkonda, donde se
encontraba la princesa con su hijo.

El rey Bismuka aún vivía y se le ocultó el triste acontecimiento, hasta que terminado el trabajo
de embalsamiento del cadáver se organizaron los solemnes funerales de las hogueras
encendidas en círculo alrededor del féretro durante siete días consecutivos, pasados los
cuales, el féretro era paseado en una balsa cubierta de flores y antorchas sobre el Ganges, el
río sagrado, desde cuyas ondas, según la tradición del país, los Devas recogían el alma pura del
justo que había muerto por el bien.

No quiero que mi cadáver sea tomado para adoración de los hombres había dejado escrito el
santo príncipe en sus cartapacios, y los Kobdas-Flamas, de acuerdo con Malwa y los tres
amigos íntimos, le ocultaron muy secretamente en un gran peñasco blanco de Bombay, al cual
estaba adherida la Torre que tenía el número 49 que era la destinada a panteón funerario de
las momias de los grandes maestros de la viejísima Institución.

Y la princesa Malwa cubrió aquel sagrado túmulo que guardaba la momia de Krishna, con el
manto de oro y diamantes que su padre había mandado tejer con todos los diamantes de
Golkonda para cuando su hija fuera coronada reina.

Si algún día, dijo ella a sus consejeros los países que Krishna hizo dichosos padecieran carestía
y hambre, su Rey guarda en la tumba más de lo suficiente para alimentar por diez años a todo
el Dekan. Ya lo sabéis.

Y el culto hacia aquel gran ser que fue para ella más que su padre v su madre, porque era
Vishnú encarnado, la hizo fuerte para gobernar hasta la mayaría de edad de su hijo, los dos
más poderosos reinos de aquella época: Madura y Golkonda.

Las dinastías de Ugrasena y de Bismuka, unidas, mantuvieron la justicia y la paz de Chrisna


durante tres centurias y inedia más.

Más tarde, el egoísmo de los hombres comenzó de nuevo la siembra de iniquidad que fue
ahogando lentamente la buena simiente. Pero las lámparas vivas de las Torres del Silencio, no
se apagaron por completo, y esas lucecitas símbolo perpetuo de una fe inmortal y de un amor
eterno, alumbrarán de nuevo los campos de la humanidad.
14) Texto de "Escrituras del Patriarca Aldis (Papiro Setenta ) sobre la muerte del Thidalá de la
Gran Alianza, Bohindra, y su reemplazo por el joven Abel, llamado el Hombre-Luz.

Una ola inmensa de paz y de justicia se extendía desde los países del Nilo, por las costas del
Mar Grande, y hacia el oriente en las tierras bañadas por el gran río Eufrates y sus afluentes; y.
hacia el norte hasta el Ponto Euxino y el Mar del hielo (el Báltico) y hasta las faldas de la
cordillera del Cáucaso.

A tres Continentes había llegado la influencia de los hombres de la toga azul, entre lote cuales
había bajado como una estrella de un cielo lejano, el Ungido del Altísimo para elevar el nivel
moral y espiritual de la humanidad.

Dos centenares de pueblos se habían unido al influjo de un hombre, mago del amor, el
incomparable Bohindra, genio organizador de sociedades humanas, entre las cuales
desenvolvió su misión Abel, el Hombre-Luz, hijo de Adamú y Evana.

Una larga vida había permitido a Bohindra recoger el fruto de su inmensa siembra, y la
Fraternidad humana era una hermosa realidad en los países a donde había llegado la Ley de la
Gran Alianza, esa obra magna del genio y del amor, puestos al servicio de la gran causa de la
unificación de pueblos, razas y naciones.

Bohindra, anciano ya y cargado, más que de años, de merecimientos, veía terminada su labor.
Veía a su biznieto Abel, retoño de Evana hija de su hijo Johevan, que se levantaba como un
joven roble pleno de savia, de fuerza, de genio; y sonreía lleno de noble satisfacción. Veía a su
nieta Evana ya llegada a los treinta años, apoyada en Adamú su compañero de la niñez que
habían respondido ampliamente a la educación recibida de las Matriarcas Kobdas, y eran
regentes de los "Pabellones de los Reyes" escuelas-templos, donde se formaba la juventud de
los países aliados.

¿Qué más podía desear? ¿Qué le faltaba por hacer?

El Altísimo había fecundado todos sus esfuerzos, dado vida real a todos sus anhelos de paz y
fraternidad humana, y nadie padecía hambre y miseria en toda la extensión de la Gran Alianza.

Y por fin, como un halo de luz rodeando su cabeza, veía a su fiel compañera Ada que
circunstancias especiales pusieron a su lado como una aurora de placidez que ahuyentaba
todas las sombras, como un fresco rosal plantado inesperadamente en su camino, como un
don de Dios a su corazón solitario. Y rebosante su alma de dicha y de paz, con los ojos
húmedos de emoción decía la frase habitual del Kobda agradecido a la Divinidad: ¡Basta,
¡Señor, basta! que en este pobre vaso de arcilla no cabe ni una gota más! Y haciendo un
postrero saludo con ambas manos a todos cuantos le amaban, y a la muchedumbre que le
aclamaba desde la gran plaza del Santuario, se retiró del ventanal porque ya la emoción le
ahogaba y se sentó ante su mesa de trabajo donde durante tantas noches y tantos días había
dado vida a sabias y prudentes leyes, a combinaciones ideológicas grandiosas, a sus sueños de
paz y fraternidad entre los hombres.

Y su alma que ya desbordaba, se vació sobre un papiro de su carpeta, el último papiro que
debía grabar: ¡Señor! ¿qué puedo ya darte Si cuanto tuve lo di?

¿Qué puede hacer esta chispa, que sea digno de Ti?

Los hombres en este mundo. Te han visto y hacia Ti van. Si no pierden el camino Pronto hasta
Ti llegarán.
Te saben Padre y te aman, Buscan tu luz y calor; Te saben grande y excelso Y te dan su
adoración Tus dones les hacen buenos, Supo tu amor perdonar Dolorosos extravíos De esta
pobre humanidad.

Si en esta heredad que es tuya Una gota nada más Puso la savia de mi alma Y la ayudó a
fecundar.

Que esa gota se convierta En un anchuroso mar, De aguas dulces y serenas

Que su sed pueda calmar, Si un solo grano de arena Mi débil mano aportó Para el castillo
encantado De los que buscan tu amor, Que se torne en fortaleza Opuesta al negro turbión

¡Señor! Si todo lo he dado ¿Qué más puedo darte yo? Si soy sólo en tus jardines Mariposilla
fugaz, en los mares de la vida, Ola que viene y se va. Si soy pájaro que anida. En las ramas de
un pinar su nido lo destruyen. Las furias del huracán. Si soy una chispa errante,

Gota de agua nada más, Flor de efímera existencia, Mariposilla fugaz, ¡Déjame, ¡Señor,
diluirme En tu Eterna inmensidad!

¿No es hora de que la gota Retorne a su manantial? ¿No es hora de que la chispa Se refunda
en el volcán? ¿No puede la mariposa Sus tenues alas plegar?

Soy viajero fatigado, Tiemblan cansados mis pies. ¡Dime Señor que repose De tu Reino en el
dintel!

¡Que este corazón se duerma Que cese ya de latir! Amó tanto en esta vida

¿No es hora ya de dormir? ¡Que tu voz me llame queda, Que tu amor oiga mi ruego!

¡Señor! ¡Espero que llames! ¡Señor! ¡Señor! ¡Hasta luego!

El anciano por cuyo noble y hermoso semblante corrían lágrimas de emoción, tomó su lira para
cantar en ella a media voz las estrofas que había escrito, pero la voz divina que había evocado
tan intensamente le llamó en ese instante, y la noble cabeza coronada de cabellos blancos se
inclinó pesadamente sobre aquella lira de oro, ofrenda de sus amigos, y en la cual tanto había
cantado a todo lo grande y bello que encontró en su vida.

Así murió Bohindra, el mago del amor, de la fe, de la esperanza, siempre renovada y
floreciente. Así murió ese genial organizador de naciones, de razas, de pueblos, que sin echar
por tierra límites ni barreras, supo encontrar el secreto de la paz y la dicha humana en el
respeto mutuo de los derechos del hombre, desde el más poderoso hasta el más pequeño,
desde el más fuerte hasta el más débil.

Bien puede decirse que fue Bohindra, quien puso los cimientos del templo augusto de la
fraternidad humana, delineada ya desde lejanas edades por el Espíritu Luz, Instructor y Guía de
esta humanidad.

Pocos momentos después corría como una ola de angustia por los vastos pabellones, pórticos
y jardines del gran Santuario de la Paz, la infausta noticia. Y como avecillas heridas se
agruparon todos en torno a la reina Ada, que apoyada en Abel, en Adamú y Evana, debía hacer
frente a la penosa situación creada por la desaparición del gran hombre que había llevado
hasta entonces el timón de la civilización humana en aquélla época.
Un numeroso grupo de Kobdas jóvenes formados en la escuela de Bohindra, respaldarían a los
familiares del extinto en el caso de que las circunstancias les pusieron de nuevo al frente de la
Gran Alianza de las Naciones Unidas.

Y el clamor inmenso de los pueblos, huérfanos de su gran conductor, designó como en una
ovación delirante al joven Abel, hijo de Adamú y Evana, para suceder al incomparable
Bohindra, que había encontrado en el amor fraterno el secreto de la dicha humana.

El gran Thidalá desaparecido, dejaba su esposa viuda, joven todavía, Ada, mujer admirable que
había hecho sentir su influencia sobre la mujer de todas las condiciones, y sobre la niñez,
esperanza futura de naciones y pueblos. Y ella fue la Consejera Mayor del joven Abel, que
reunió en torno suyo como cooperadores, a las más claras inteligencias de aquella hora.

Una agrupación de mujeres valerosas y decididas habían sido el aliento de Bohindra, en sus
inmensos trabajos. Las llamaban Matriarcas, y varias de ellas eran dirigentes de pueblos que
por diversas causas quedaron sin sus jefes.

Y de entre estas Matriarcas, el joven apóstol de la verdad eligió dos, que en unión con la reina
Ada, fueron en adelante su apoyo y su sostén en medio de los pueblos que lo habían
proclamado Jefe Supremo de la Gran Alianza. Estas mujeres fueron Walkiria de Kifauser,
soberana de los países del Norte entre el Ponto Euxino y el Káucaso y Solania de Van,
Matriarca de Corta-agua y de todo el norte africano, desde los países del Nilo hasta la
Mauritania.”

Los países de los tres Continentes que formaban la Gran Alianza de Naciones Unidas se vieron
conminados desde el Eufrates, por sus representantes ante la Sede Central del Consejo
Supremo, establecido hacia 25 años en el Gran Santuario de "La Paz, en la llanura hermosa y
fértil entre el Eufrates y el Hildekel, poco antes de reunirse ambos ríos en el vigoroso delta que
desemboca en el Golfo Pérsico. Se les pedía su concurso para establecer el nuevo Consejo
Supremo que continuara la obra civilizadora de paz y de concordia iniciada por Bonhindra, la
cual había anulado la prepotencia, los despotismos, las esclavitudes, en una palabra, la
injusticia ejercida por los poderosos en perjuicio de las masas embrutecidas por la ignorancia y
la miseria. Y desde los países del Ponto Euxino y del Mar Caspio, desde el Irán hasta las tierras
del Danubio, por el norte, y desde el Nilo hasta la Mauritania sobre las Columnas de Hércules
por el sur, se vieron reunirse en el Mediterráneo caravanas de barcos que anclaban en Dhapes,
importante puerto del País de Ethea, donde terminaba el recorrido de las caravanas mensuales
que cruzaban toda la inmensa pradera del Eufrates, y las cuales conducían a los viajeros hasta
los pórticos de La Paz.

Se repetía la escena, grandemente aumentada de 25 años atrás, cuando los caudillos, príncipes
o jefes de tribus se reunían en torno al blanco Santuario, abriendo sus tiendas bajo los
platanares que lo rodeaban, para depositar su confianza y su fe en un hombre que había
encontrado el secreto de la paz y la abundancia para los pueblos.

Aquel hombre era Bonhindra. Él no estaba ya más sobre la tierra, pero quedaba un vástago
suyo, un bisnieto: Abel, que, aunque sólo contaba 28 años, era conocido de todos los pueblos
de la Alianza a donde fuera enviado desde sus 20 años, en calidad de mensajero y visitante de
pueblos, como un portador de los afectos y solicitudes del Kobda-Rey, para todos los países de
la Alianza.
¿En quién, pues, habían de pensar sino en Abel, en el cual veían reflejada la noble grandeza de
Bonhindra y su heroico desinterés, para solucionar las más difíciles situaciones y evitar luchas
fratricidas entre pueblos hermanos? Y otra vez, bajo los platanares que rodeaban como un
inmenso bosque el Santuario de La Paz, se oyeron los mismos clamores de 25 años atrás.

¡Paz y concordia para nuestros pueblos! ¡Paz y abundancia para nuestros hijos!

¡Abel, hijo de Adamú y Evana, biznieto del gran Bonhindra que llevas su sangre, y un alma
copia de la suya!... ¡Abel! ¡Abel! ¡Tú serás el que llene el vacío dejado en medio de nosotros
por el gran hombre que nos dio la dicha! Y un clamor ensordecedor formaba como una
orquesta formidable a la terminación de aquellas palabras.

La reina Ada envuelta en su manto blanco de Matriarca Kobda, apareció en el gran ventanal
del Santuario con Abel a su lado. "Le seguían Adamú y Evana que completaban la familia carnal
del gran Thidalá desaparecido. Las aclamaciones eran delirantes, y los príncipes y caudillos,
entraron a los Pórticos del Santuario, e invadieron sus grandes pabellones hasta encontrarse
con Abel a quien venían buscando. "La reina Ada les presentó sobre el gran libro de la Ley de la
Alianza, la corona de lotos hecha de nácar y esmeraldas, y la estrella de turquesa que 25 años
atrás habían entregado a su esposo como símbolo de la suprema autoridad que le daban.

Y los Príncipes, puestos de acuerdo, dijeron: Eres Reina y Matriarca Kobda, la fiel compañera
del hombre que nos dio la paz y la dicha. Seas tú misma quien entregue a nuestro elegido esos
símbolos de la Suprema Autoridad que le damos.

Abel, mudo, sin poder articular palabra por la emoción que lo embargaba, dobló una rodilla en
tierra para que la Reina Ada le colocara la diadema de lotos sobre la frente, y le prendiera en el
pecho la estrella de cinco puntas que según la tradición lo asemejaba a Dios que todo lo ve y
todo lo sabe.

La paz ha sido otra vez asegurada. ¡La dicha de nuestros pueblos ha sido de nuevo
conquistada! exclamaban en todos los tonos los príncipes de la Alianza.

Así llegó Abel al supremo poder; el hijo de Adamú y Evana, nacido en una caverna del país de
Ethea, entre una majada de renos, y lejos del resto de la humanidad que por mucho tiempo
ignoró su nacimiento.

Era el Hombre-Luz enviado por la Eterna Ley, para guiar a los hombres por los caminos del
bien, del amor y de la justicia.

Su primer pensamiento como Jefe Supremo de la Gran Alianza fue éste: "Antes de todo, soy un
Kobda poseedor de los secretos de la Divina Sabiduría". Y este pensamiento lo envolvió todo
como un nimbo de luz y de amor, que lo condujo hasta el Pabellón de la Reina Ada, a la cual
encontró de pie junto al sarcófago de su rey muerto, tiernamente ocupada en ordenarle la
blanca cabellera, que como una madeja de nieve coronaba su noble cabeza. Habían pasado los
70 días del embalsamamiento acostumbrado.

¡Mi Rey! le decía a media voz, mientras sus lágrimas caían suavemente como gotas de rocío
sobre un manojo de rosas blancas. ¡Mi Rey! No pensaste sin duda en mí, que quedaba sola en
medio de pueblos y muchedumbres que me amaban por ti.

Me acogiste bajo tu amparo a mis 14 años, y en vez de la esclava que pensaba ser, me
colocaste en un altar como a una imagen da ternura, a la cual diste el culto reverente de un
amor que no tiene igual en la tierra ¿Y ahora, mi rey y ahora?
Ahora estoy yo, mi Reina, a tu lado, como el hijo de tu rey, que te conservará para toda su
vida, en el mismo altar en que él te dejó dijo Abel, desde la puerta de la cámara mortuoria.
¿Me permites pasar?

Entra, Abel, hijo mío, entra, que contigo no rezan las etiquetas le contestó Ada sin volver la
cabeza para ocultar su llanto.

El joven Kobda entró y arrodillándose a sus pies le habló así: Las madres que tengo en esta vida
mía: tú y Evana. Y así como mi primer pensamiento ha sido para ti, que el tuyo sea para mí, y
que tu primer acto de reina viuda sea para adoptarme en este momento y ante el cadáver de
nuestro Rey, como a un verdadero hijo, al cual protegerás con tu amor durante toda tu vida.

El llanto contenido de Ada se desató en una explosión de sollozo sobre la cabeza de Abel, que
recibió aquel bautismo de lágrimas con el profundo sentimiento de amor reverente y piadoso,
con que recibiera años atrás a sus 12 años, la túnica azulada que lo iniciaba en los caminos de
Dios.

Hijo mío, Abel, le dijo la reina; tenías que ser tú quien recibiera primero todo el dolor que
ahogaba mi corazón.

Y extendiendo ambas manos sobre aquella rubia cabeza inclinada ante ella le dijo: Desde este
momento quedas en mi corazón como el hijo de Bonhindra mi rey, y nunca más te apartaré de
mi lado.

Entre ambos dispusieron enseguida, que en la gran Mansión de la sombra del Santuario se
reuniera a todos les Kobdas, hombres y mujeres para hacer una concentración conjunta, con el
fin de ayudar al espíritu del Kobda Rey a encontrar en plena lucidez su nuevo camino en el
mundo espiritual.

Cuando resonó el toque de llamada, todos estaban esperando ya vestidos con las túnicas
blancas de los grandes acontecimientos, y la gran sala de oración se vio invadida de inmediato
por aquella concurrencia blanca, que entraba en filas de diez y diez, según la costumbre.

Al final entró la Reina Ada envuelta en su blanco manto de Matriarca Kobda, y detrás de ella,
Evana, Adamú y Abel.

El que esto escribe, ocupaba por entonces un lugar en el alto Consejo de Gobierno que había
formado a su alrededor Bonhindra, y por ser el más anciano, de orden me correspondía ocupar
el lugar del Patriarca desaparecido. Mas, un íntimo sentimiento de respeto hacia el dolor de la
Matriarca Ada, me impidió hacerlo, y el lugar de Bonhindra quedó vacío a su lado. Sobre uno
de los brazos del sillón estaba apoyada su lira, la que él usaba siempre para las melodías de la
evocación.

Cuál no sería el asombro y emoción de todos, cuando a poco de hacerse la penumbra, se sintió
la suavidad inimitable de la lira de Bonhindra que preludiaba su melodía favorita: Ven Señor
que te espero.

Y en el mayor silencio, apenas moviéndose imperceptiblemente unos en pos de otros,


comprobamos la sutil materialización del espíritu del Kobda-Rey, que ocupaba su sitial al lado
de su fiel compañera, y ejecutaba su más sublime evocación a la Divinidad.
Pocos momentos de emoción como aquel he presenciado en mi vida. Juntos habíamos
padecido luchas espantosas, juntos habíamos sido felices; Bonhindra era, pues, para mí, un
hermano en todo el alcance de esa palabra.

La reina Ada y todos los sensitivos habían caído en hipnosis, y ayudaban sin duda a aquella
materialización tan perfecta como no recordamos haber visto otra en mucho tiempo.

El llanto silencioso de todos hacía más intensa las ondas sutiles de aquel ambiente de cielo en
la tierra, laborado con el amor de todos hacía el Kobda Rey que poseyó en grado sumo, el
poder y la fuerza de hacerse amar de todos cuantos le conocimos.

Abel se acercó el último a la hermosa aparición, que por su extrema blancura parecía formar
luz en la penumbra violeta del Santuario.

Y cuando terminó la melodía, la lira quedó sobre el asiento del sillón y la visión ya casi
convertida sólo en un halo de claridad, envolvió a la Reina Ada y a Abel que se había
arrodillado a sus pies, y luego se evaporó en la penumbra de la gran sala de oración, donde
todos pensábamos lo mismo:

¡Qué grande fue el amor de Bonhindra que le hizo dueño de los poderes de Dios!".

Tal fue la saturación de amor de aquella inolvidable tenida espiritual, que todos salimos de ella
sintiéndonos capaces de ser redentores de hombres por el sacrificio y el amor.

Desde ese momento comenzaron las grandes actividades de Abel, que, con el apoyo y
concurso de todos, supo cumplir los programas de Bonhindra, en bien de los pueblos de la
Alianza.

La Fraternidad Kobda, reforzada por la unión de los últimos Dacthylos del Ática, lo fue aún
más, en cuanto al elemento femenino traído al Santuario de la Paz por la Matriarca Walkiria,
cuya grandeza atrajo a muchas mujeres de los países del hielo, a vestir la túnica azulada de las
obres del pensamiento.

Reunido el alto Consejo del Santuario, escuchó la palabra de Abel que decía: Los jefes y
Príncipes de los pueblos me han designado sucesor del Kobda-Rey, porque el hecho de llevar
en mis venas su sangre, representa para ellos como un derecho de parte mía y una garantía
para ellos, de que yo seré justo como él fue. A las multitudes que no tienen nuestra educación
espiritual, no podemos cambiarles de raíz su criterio referente a este punto, pero nosotros que
estamos convencidos de que lo bueno como lo malo tiene su origen en el alma, principio
inteligente del hombre, debemos obrar de acuerdo a nuestra convicción.

Esto quiere decir que yo necesito que seáis vosotros, mis hermanos de ideales y de
convicciones, Quiénes digáis y resolváis si debo o no ocupar el lugar del Kobda Rey en esta
hora solemne de la actual civilización.

Hilcar de Talpaken, el sabio Dacthylos que desde su llegada del Ática ocupaba el puesto de
Consultor del Alto Consejo, aconsejó la conveniencia de no contrariar la voluntad de los
Príncipes de la Alianza en cuanto a la designación de Abel. Y para aquietar los temores del
joven Kobda, propuso que se hiciera tal como 25 años atrás, o sea que el Alto Consejo de
Ancianos fuera quien respaldara al joven en todo cuanto se relacionara con el mundo exterior.
De esta manera se eliminaban las inquietudes de Abel, que descargaba parte del gran peso del
gobierno, en los diez Ancianos llenos de sabiduría y de prudencia, que serían los asesores en
quienes confiaba plenamente.
Esta solución propuesta por Hilcar, fue aceptada por todos, aun cuando era indispensable que,
ante la Gran Alianza, sólo apareciera Abel como lazo de unión entre los pueblos de tres
continentes que lo habían proclamado Jefe Supremo en reemplazo de Bonhindra.

15) Texto de los archivos de Ribla (El papiro 79) sobre la apoteosis del Hombre-Luz, Abel, que
continuó la obra de Bohindra y su trágica muerte por causa de Kaino, su hermano, adoptivo
en favor de la paz y la justicia.

La Luz- Divina estaba con él, porque siempre buscó el consejo de los Ancianos y jamás impuso
su voluntad con violencia.

Se creía un niño entre los hombres de experiencia y saber, y escuchaba con amor la palabra de
todos para obrar aquello que convenía a. todos.

Nunca se buscó a sí mismo y parecía haber olvidado que era el Thidalá, dirigente de
innumerables pueblos que tenían toda su esperanza en él.

El mismo limitó el poder omnímodo, que los Príncipes de la Alianza le dieron, y quiso a su lado
una trilogía de mujeres que habían dado pruebas de prudencia y de sabiduría en los países que
estaban bajo su tutela: Ada la admirable compañera de Bohindra, que por muerte de su padre,
Jebuz de Galaad y. por pedido de su pueblo, era Matriarca y Reina del país de Galaad; Walkiria
de Kiffauser, nieta del gran civilizador de los países del norte, Lugal Marada, cuya muerte y la
de sus hijos ocurrida al arrojar de su país la invasión de razas bárbaras, la colocó a ella en el
alto puesto que la muerte dejó vacío.

Los países del Ponto Euxino y del Cáucaso occidental gritaban a voces lo que ella era para sus
pueblos.

Y Solania de Van, que nacida, en las agrestes orillas del Lago Van, era entonces Matriarca del
norte africano desde Corta —agua, hasta las Columnas de Hércules (desde Túnez hasta el
Estrecho de Gibraltar.), después de haber llevado la Ley de la Gran. Alianza desde el Bajo Nilo
hasta más allá de las Cataratas en el país de Artinon.

Estas tres ilustres mujeres, tenían sus lámparas encendidas para alumbrar el camino de Abel
en medio de los pueblos de tres Continentes.

'Venía después el Consejo de los diez. Ancianos Kobdas, conocedores de los países de la
Alianza y de sus costumbres y leyes. Y por último la Junta de representantes de cada uno de los
pueblos de la Gran Alianza que pasaban de los doscientos.

Yo no hago más, decía él, que sellar con el anillo de Bohindra lo que todos vosotros habéis
querido que sea. Tan sólo me opondré cuando queráis la injusticia y la guerra, que Son los más
espantosos delitos que repudia la Bondad Suprema.

Tasaron cien lunas sobre los países de la Alianza, y la barca dorada de la fraternidad se
deslizaba suavemente por las aguas mansas de una paz que no alteraba ninguna borrasca.

La serpiente voraz del egoísmo parecía haber sido exterminada para siempre.

Luna tras luna llegaban los Koraforcas trayendo al Santuario de la Paz, los mensajes de los
países aliados comunicando a la Gran Junta Central de Gobierno las innovaciones, los cambios,
los proyectos, los progresos realizados, siempre dentro del marco augusto de la Ley que todos
habían jurado.

A veces el mensaje era portador de tristezas y desolaciones ocasionadas por la furia de los
elementos.

Témpanos de hielo que habían azotado poblaciones de la costa del mar, inundaciones que
habían perjudicado los campos de labranzas destruyendo cosechas; epidemias en los ganados,
erupción de volcanes, terremotos, etc.

Pero ahí estaba almacenado el Tesoro Sagrado que ordenaba la ley, aportado por todos los
países año por año, en previsión de estos casos funestos inevitables sobre el planeta, pero
remediables oportunamente, cuando el amor fraterno reina en los corazones de los dirigentes
de pueblos.

Y entonces era digno de verse, las caravanas de camellos, asnos y muías llevando el socorro a
los pueblos que habían sido azotados por los elementos.

Pero en este planeta de escasa evolución, no puede durar largo tiempo un estado semejante
que ya fuera propio de un mundo de mayor adelanto.

La serpiente feroz del egoísmo se despertó de nuevo, y acaso donde menos se esperaba.

En el papiro 62 de estas Escrituras, quedó relatado que Kaino fue reconocido como nieto de
Etchebea por línea paterna, por cuya razón le correspondía una participación en el vasto
territorio del país de Nairi en el alto Eufrates. Pero la larga esclavitud de su padre cuyo
paradero se ignoró por mucho tiempo, puso aquellas tierras y pueblo bajo el dominio de Iber,
el soberano del país de Ethea, que las regía con toda la solicitud de un padre que se desvela
par la felicidad de sus hijos. Y las tribus que poblaban aquella región no aceptaban la
imposición de otro soberano. Y Kaino, que siempre se vio dominado por la ambición, no se
conformaba con ser un jefe de tercer orden en el principado pequeño de Shivara, cuya capital
Nood estaba aún bajo la dependencia de su tío materno, su antiguo jefe y señor.

Cuando se supo su origen y que era un descendiente directo del grande y querido Etchebea, su
corazón se llenó de amargura al saberle repudiado por los pueblos que ocupaban los dominios
que pertenecían a su padre.

El genio conciliador de Bohindra había podido mantener en quietud relativa aquel espíritu
turbulento como una tempestad, encomendándole misiones de importancia y muy arriesgadas
en países lejanos, en los cuales pudiera hacer grandes méritos que lo hicieran conocido y
amado de los pueblos.

Mas, su carácter duro y dominante, entorpecía su propio camino, por más que la ternura
maternal de Evana, la suavidad persuasiva de la reina Ada, y la sugestión que sobre él ejercía la
Matriarca Walkiria, hicieron siempre un gran contrapeso a las violentas reacciones de su
temperamento.

Su tío materno, el Anciano Príncipe de Shivara, cayó postrado en cama para no levantarse más,
motivo que dio origen a la perturbación de la paz en aquel país de la Gran Alianza. El Consejo
del Anciano Príncipe juzgaba que Kaino debía presentarse al pueblo como sucesor, pero los
jefes de las tribus no le querían para gobernante, sino que pedían a un nietecito del Príncipe,
que sólo tenía 12 años de edad y sus padres habían muerto.
El niño se hallaba internado en el Pabellón del Rey, en el Santuario de La Paz, educándose
como toda la noble juventud de su tiempo.

Kaino se afianzó en las fuerzas guerreras del país, se conquistó con promesas a todo el cuerpo
de arqueros que defendía el orden y custodiaba las fronteras, y pensó que con la fuerza
dominaría a las tribus que le repudiaban.

Y el Consejo de Gobierno de Shivara pidió auxilio a la Gran Junta Central, cuya sede habitual
era el Santuario de La Paz. De inmediato comprendieron Abel y Ada que el origen del disturbio
era Kaino, cuya ambición les había causado antes tantos sufrimientos. Y antes de que el
desacuerdo tomara mayores proporciones, resolvieron ir a verle Evana y la Reina Ada, cuya
autoridad maternal suavísima, le había desarmado en otras alteraciones semejantes.

Una caravana de dos elefantes y 50 arqueros a caballo salió de La Paz en dirección al país de
Shivara. Y mientras aquellas dos nobles mujeres, cada una en su pequeña tienda sobre el lomo
de los elefantes, meditaban en el modo de vencer la rebeldía de Kaino, otra mujer valerosa,
Walkiria, que se encontraba también en el Santuario de La Paz, meditaba a su vez sobre la
forma justa y aceptable para los pueblos interesados de satisfacer los anhelos hasta cierto
punto justos de Kaino, sin contrariar la voluntad de los pueblos.

Postergado y humillado siempre por los acontecimientos que le salían al paso cortando sus
caminos, Kaino había llegado a una exasperación tan violenta, que se hacía insoportable para
todos.

La Matriarca Walkiria sabía perfectamente hasta qué punto había lastimado a Kaino el
engrandecimiento de Abel, su hermano adoptivo. Obligado a ser siempre a su lado una figura
de segundo orden se había empeñado en reconquistar por lo menos lo que según su modo de
ver le correspondía por derecho, la herencia paterna que le adjudicaba en el país de Nairi, los
pueblos que estaban colindantes con el país de Ethea gobernado por Iber, el dulce y paternal
Iber, que era como un vaso de miel para sus súbditos.

Todos aquellos pueblos se habían puesto por propia voluntad bajo su tutela cuando muerto el
noble príncipe Etchebea y llevados como esclavos sus hijos a los países del hielo, se vieron
como rebaño sin pastor.

Iber no hacía nada por tenerles bajo su mando; antes, al contrario, les aconsejaba aceptar al
que, siendo heredero natural del viejo Príncipe, tenía derecho sobre el país.

Le dejaremos sus tierras regadas tantos años con nuestro sudor decían algunos, y nos iremos
con nuestros ganados al país de Ethea.

Kaino traicionó a Bohindra, a la Gran Alianza, a los que le sirvieron de padres ¿Qué confianza
podemos tenerle?

El conflicto estaba planteado, y así lo veía la Matriarca Walkiria, que retirada en su alcoba del
Pabellón de la Reina meditaba buscando una solución.

La fina intuición que le acompañó siempre, parecía decirle que tras de toda aquella niebla
vendría algo terrible que estremecía su corazón de mujer.

Y reunida en confidencias íntimas con Abel, Adamú y el que esto escribe, que éramos como su
familia del Eufrates, seguía con el pensamiento a Evana y Ada, que marchaban hacia el país de
Shivara.
Nuestro hermano Iber, decía Abel ha mandado mensaje que casi todos los pueblos del país de
Nairi se han hecho solidarios para resistir a Kaino. No le quieren allí bajo ninguna forma. Y si él
persiste en presentarse con un cuerpo de arqueros, aquello será una matanza horrible, porque
todos los hombres y hasta muchas mujeres, están armados de flechas, de hachas, de
catapultas para esperarle.

Lo que haya de ser será, decía Adamú. Esperemos que la Reina Ada y Evana logren
convencerle.

En esta incertidumbre se hallaban, cuando llegó jadeante un mensajero de Shivara trayendo la


noticia de que Kaino no se había dejado convencer. Que había puesto en prisión los 50
arqueros de la escolta de la Reina, y a ella y a Evana las guardaba como rehenes en el pabellón
de palacio en que fueron hospedadas desde su llegada.

Iré yo, dijo Abel, apenas oyó la infausta noticia. Y yo, añadió Adamú juntamente conmigo, que
también me creía obligado a acompañar a mi nieto.

Conviene que os quedéis, dijo Abel para que toda esta juventud y niñez hospedada en los
Pabellones de los Reyes no se alarmen, viendo que faltamos todos los íntimos que hemos
cuidado de ellos.

Iré yo, y creo que basta, añadió Abel.

Llevad mi escolta de arqueros, dijo Walkiria, que yo respondo de su valor y de su capacidad.


Les tengo experimentados desde los tiempos terribles de nuestras grandes luchas en el norte.

Nadie os será más fiel que ellos.

Bien, dijo Abel; os acepto, Matriarca. Podéis avisarles que saldré esta misma tarde.

Más la Matriarca ya había forjado rápidamente su plan de acción, según su costumbre.

Como era riguroso invierno, aquellos cien hombres vestidos con casacones y gorros de piel de
oso negro que apenas les dejaban los ojos al descubierto, parecían de una estatura gigantesca
cuando se presentaron a Abel ya montados en sus caballos de guerra.

Sólo sabíamos de esta expedición de Abel, su padre, la Matriarca Walkiria y yo. Los tres le
despedimos cuando ya él, vestido también de un casacón y gorro de piel negro, entró al
recinto de oración.

También entramos Adamú y yo. La Matriarca se dirigió a su alcoba.

Nadie se dio cuenta que de allí salió en seguida otro arquero vestido igual que los demás.
Cuando salimos con Abel al parque lateral del Santuario donde ocultaban las cabalgaduras,
vimos uno de los arqueros que estaba desmontado y que otro de ellos le acercaba un caballo
sobre el cual saltó con gran ligereza y se mezcló a los demás.

Cuán lejos estábamos de pensar que aquel arquero retardado en montar era la Matriarca
Walkiria en persona, pues ella a nadie había comunicado su intento.

Aquel inmenso grupo de hombres vestidos de pieles negras se puso en movimiento a la mitad
de la tarde con un sol velado de ligera niebla.

Padre, me dijo Adamú como en un sollozo, ¡qué mal presagio tiene mi corazón en este viaje de
mi hijo!
En verdad, respondí yo que no vale Kaino con toda su parentela la ansiedad que nos causa a
todos.

La angustia de la Reina y de Evana es bastante para que se le condene al Peñón de Sindi, como
yo quería en la otra rebeldía que tuvo, y que casi costó la vida a Bohindra. ¡Oh la piedad! La
piedad es buena paira los indefensos y los débiles, no para un rinoceronte siempre dispuesto a
clavar los dientes.

Desde la torre mayor del Santuario continuamos viendo aquella mancha negra que corría por
la pradera a la luz pálida de un sol brumoso de invierno.

Extraño que no esté aquí la Matriarca Walkiria, dije yo, que había creído encontrarla en la
torre.

Estará desconsolada, me contestó Adamú, pues ella no quería la partida de Abel por juzgarla
muy peligrosa.

A ella no le ha pasado desapercibido el odio disimulado de Kaino para mi hijo. Fue un mal que
apareció en la niñez, cuando el nacimiento de Abel, y ese mal ha crecido juntamente con él.

Abel ha querido evitar una matanza terrible si de aquí salían cuerpos de ejército a rescatar a la
Reina y a Evana. De hacerlo así, era ya una guerra declarada.

El cree que aún será posible un razonamiento con Kaino.

Dios te oiga, le contesté, y ambos nos dirigimos al Pabellón del Rey, donde se oía la algarabía
de los muchachos que se hallaban en el recreo de la tarde.

En el Pabellón de la Reina se escuchaban los alegres cantares de las doncellas, bajo la custodia
de sus regentes, las Kobdas auxiliares de la Reina Ada en la educación de la juventud femenina
hasta la edad de que tomaran esposo.

Nada hacía sospechar en el Santuario que una gran tempestad se cernía sobre él.

Cuando ya cerrada la noche entré en mi alcoba particular, encontré sobre un retazo de papiro
esta breve escritura: Patriarca Aldis: valor, La hora llega. No decaiga vuestro ánimo, pues
debéis ser la fortaleza de todos. Senio.

No necesité más para comprenderlo todo. La breve escritura había sido dejada allí por el
sensitivo que la recibió en el recinto de oración, en el momento en que yo me despedía de
Abel y mi angustiado corazón sentía ansiedades de muerte.

¿Qué pasó allá en Shivara en los tres días que siguieron al de su partida? Vamos a verlo.

Evana y la reina Ada habían agotado todos los recursos de su ternura y bondad para convencer
a Kaino de que no sería más feliz por asumir el mando de los pueblos de Nairi en contra de la
voluntad de los mismos.

La sangre que se derramara por su causa caería sobre él, aplastándolo como a una serpiente
venenosa.

Su ambición desmedida que lo llevó a desertar del Santuario protector a los 15 años, le daba
ahora el amargo fruto que saboreaba.

Ninguno de los pueblos que por herencia le pertenecían accedía a ser gobernados
Ya que mi hermano Abel ha subido tan alto, decía, que me ayude a subir también a mí, que me
veo desposeído de todo como un animal dañino del cual todos huyen.

Ningún soberbio comprende que su mal lo lleva en sí mismo, y se empeña en cargar sobre otro
la causa y la culpa que sólo está en él.

Convencido de que Abel podía forzar a los pueblos de Nairi y de Shivara a aceptarlo como
soberano, mandó clausurar con fuertes cerrojos el pabellón en que estaban hospedadas la
Reina y Evana, y puso guardias de toda su confianza. Y despachó mensajero a La Paz de que
ambas habían sido tomadas como rehenes para obligar al Alto Consejo de la Alianza a pactar
con él las condiciones del rescate.

Cuando Abel llegó, y antes de entrar en Nood, se levantó bandera blanca para anunciar misión
de paz y que nadie se alarmara por aquel centenar de arqueros que le escoltaban.

La gran Fortaleza estaba al final de una avenida abierta en el espeso bosque que rodeaba el
edificio, y que, poblado de fieras encadenadas, ofrecía un pavoroso aspecto en la noche
iluminado por antorchas que chisporroteaban.

Ya clareaba el nuevo día cuando Abel llegó a la plazoleta de la fortaleza.

Viajeros del Santuario de La Paz, anunció la bocina del heraldo, y esta voz llegó al pabellón de
la Reina y Evana, que comprendieron lo que sucedía.

Mas no pensaron que era Abel mismo quien venía. Kaino salió a recibirle escoltado por una
decena de guerreros armados de lanzas. Abel hizo una señal a los suyos de que se mantuvieran
a distancia, y sólo se acercó a su hermano.

Traigo mensaje de paz, le dijo afablemente, como si nada ocurriera y tocándole el pecho con
su diestra, según el saludo de práctica.

La paz no me interesa, sino la justicia contestó secamente Kaino.

La justicia y la paz son hermanas, y siempre están juntas. Para hablar contigo he venido, Kaino,
y sólo me anima el deseo de llegar a un acuerdo.

Deja que entren a la fortaleza tus hombres, dijo dulcificando Kaino su voz.

A una señal de Abel, los cien arqueros entraron en la plazoleta y se desmontaron.

Esperadme aquí, que yo hablaré con mi hermano.

Y en el pórtico exterior de la fortaleza, Abel y Kaino hablaron.

Uno de los arqueros de Abel, habló al oído al que tenía a su lado y disimuladamente y
ocultándose en la sombra de los grandes árboles que enredaban sus ramas con las columnatas,
se acercaron al edificio todo cuanto les fue posible.

El lector habrá comprendido que el primer arquero era la Matriarca Walkiria y el otro el que
mandaba la centuria que era aquel capitán Crisanto, segundo del velero Añade que había
salvado la vida de Abel en una oportunidad ya relatada en otra parte de estas Escrituras.

Mi viejo tío está para morir, decía Kaino y si tú quieres, él me nombrará su heredero del país
de Shivara.
Bien hermano mío, yo trataré el asunto con tu tío. Te doy mi palabra y ya sabes que nunca te
he engañado.

Quiero que obligues a Iber a que abandone a los Nairitas para que me acepten como su único
soberano, puesto que lo soy por derecho paterno.

Bien sabes que Iber, nunca te ha resistido. Quien te resiste es el pueblo y tendrías que
conquistar su amor con tus hechos Kaino.

Procúrate que el pueblo de Nairi, se entere de que has tomado como rehenes a la reina Ada y
a tu madre para conseguir tus deseos.

¿Esa acción ésta que conquista el amor de los pueblos? ¿No ves Kaino que la violencia
engendra odios y que el odio es una fuerza destructora?

No es hora de filosofía sino de obrar, contestó Kaino. Vamos a ver a mi tío. Cuando Abel pasó,
Kaino tiró detrás de él tan hábilmente una lazada de cuerda encerada, que Abel quedó atado
por la cintura y con sus brazos sujetos.

Pero los dos arqueros que se habían escondido en el pórtico hicieron lo propio con Kaino, que
sin saber cómo, se vio amarrado por dos cuerdas que se apretaban más y más a su cuerpo.

¡Miserables! gritó viendo los dos arqueros que le seguían.

Vos lo fuiste antes, y a vuestra traición hemos respondido como se merecía, contestó Walkiria
con fuerte voz.

¡Esa voz, esa voz! exclamó Kaino tratando de mirar a los ojos a aquel arquero, pero como
aparecía tan cubierto de piel y a más estaba detrás de él 210 logró su deseo.

Esta voz es de la Justicia que va a pediros cuenta de lo que habéis hecho.

¡La Matriarca Walkiria! dijeron al mismo tiempo Abel y Kaino, volviendo el rostro hacia ella.

Sí, la Matriarca Walkiria, respondió tirando hacia atrás el capuchón de piel que le ocultaba el
rostro. ¿Ereis vos el descendiente de Etchebea que reclama el puesto de su ilustre abuelo? Si
se levantara de su tumba sería para maldeciros por vuestra infamia sin nombre. ¡Aprisionar a
la Reina Ada, la compañera de Bohindra, que fue el padre de todos! ¡Aprisionar a vuestra
madre que os conservó la vida para que hoy la uséis en contra de ella! ¡No merecéis ver la luz
del sol, ni pisar la tierra santa que nos alimenta a todos!

La vibración de su voz y sus palabras era tan intensa que refrenó por un momento la cólera de
Kaino.

Vos Matriarca, dijo no tenéis nada que ver en este asunto. Es gratuita vuestra intervención.

¿Habéis olvidado el pacto que hicimos en Kiffauser por el cual quedaba obligaría yo a teneros
en cuenta en toda empresa importante que quisiera realizar, y a vos, a no hacer nada sin
consultarme? ¿Lo habéis olvidado? Yo que soy mujer he cumplido mi palabra, pero vos no
habéis cumplido la vuestra. Estaría por negar que corriera por vuestras venas la sangre noble
de Etchevea.

Matriarca, dijo Abel, podríais haberos ahorrado este grave disgusto. Hablemos tranquilamente
y todo llegará a buen término.
Walkiria sacó de su pecho un pequeño puñal y cortó la cuerda que sujetaba a Abel. ¡Gracias
Matriarca! ahora yo cortaré al de mi hermano.

¡No, Grandeza! y perdonad! A él se le debe tratar como se trata a los traidores. Me habéis
hecho compartir con vos la autoridad suprema.

Dejadme ejercerla en este instante. ¡Vuestra alma no puede medirse con los buitres!

Dio tres silbidos en su voz-quía de plata, y los cien arqueros entraron a la fortaleza.

Las llaves del encierro de la Reina y de vuestra madre dijo a Kaino con una voz que causaba
terror.

Kaino estaba rojo de furor, pero los cien arqueros le rodeaban con sus puñales desenvainados
y estaba sujeto por dos fuertes lazadas de cuerda.

Buscad en mi bolsillo dijo el capitán Crisanto se acercó y sacó las llaves.

Yo abriré, dijo Abel pues más de una vez estuve en esta fortaleza.

Dos arqueros siguieron tras de Abel y otros dos sostenían las cuerdas que sujetaban a Kaino.

Sabíamos que vendrías, exclamaban a un mismo tiempo Ada y Evana abrazándose de Abel con
una angustia indecible.

Hay que libertar a nuestra escolta, decía Ada para defendernos de Kaino que tiene hombres
armados entre el bosque.

Los viejos criados del Príncipe salieron al ruido causado por todo este movimiento, y ellos
indicaron a Abel donde estaban los arqueros.

En los calabozos de la fortaleza habían sido encerrados cuando la Reina y Evana lo fueron
también.

¡Calma! Les dijo Abel, viéndolos enfurecidos. Preparadlo todo para que llevéis a la Reina y a mi
madre a La Paz, inmediatamente.

Volvamos hacia Kaino. Habéis nacido príncipe de Nairi y de Shivara, y vuestras obras de
aventurero y de forajido entorpecen vuestro camino que pudo ser de justicia y de gloria decía
Walkiria cuya exaltación nerviosa la iba llevando a ese estado en que ella solía ponerse en las
situaciones culminantes. ¿Qué puede hacerse con vos que no se haya hecho ya?

Sois en verdad un ser dañino que no puede gozar de libertad entre las gentes de bien.

La Reina y Evana se negaban a partir sin Abel, el cual volvió a donde había quedado Kaino.

Ambas le siguieron sin que él se diera cuenta y grande fue su sorpresa al encontrar a la
Matriarca Walkiria como un ángel de justicia de pie ante Kaino sujeto con cuerdas.

Venís a tiempo Reina Ada, para confirmar la sentencia que ya tengo dada contra este vil
traidor que ha pisoteado cuánto hay de noble y santo en la vida. Irá al Peñón de Sindi
amarrado a una roca para toda su vida.

Evana se echó a llorar amargamente y la Reina Ada acercándose a Kaino le dijo con indecible
dulzura.
Hijo mío, más dolor me causa ejercer justicia contigo, que el que me ha causado tu mala acción
paira mí. ¿Cómo olvidaste otra vez nuestro amor para ti? Kaino guardó silencio.

Mientras tanto los hombres de su guardia habían sido avisados de lo ocurrido y como gatos
monteses trepándose a los árboles, llegaron a los techos de la fortaleza por los cuales se
deslizaron como culebras en busca de presa.

Walkiria y Kaino se apercibieron, y ambos se aprestaron a la lucha.

Los hombres de Kaino caían de los techos como frutas maduras cuando el viento sacude el
árbol, y los arqueros de Walkiria les apresaban vivos o muertos según se presentará el caso.

Los silvos de Kaino dieron a entender a los suyos que se trataba de una lucha a muerte, y se
tornaron como fieras rabiosas.

De nada valía la palabra de paz de Abel que llamaba a la calma, mientras apartaba a su madre
y a la Reina a un rincón del pórtico.

Llevadlas al interior de la Fortaleza, decía Walkiria a Abel que mis arqueros bastan para
restablecer el orden.

En realidad, lo que más deseaba la Matriarca, era alejar de allí a Abel, pues había visto las
miradas de Kaino que les señalaban a sus hombres la persona de Abel, por lo cual la intención
de ellos era apoderarse de él.

Ada y Evana abrazadas de Abel le arrastraban también hacia dentro.

Casi todos los hombres de Kaino estaban ya maniatados, cuando de pronto entró silbando una
flecha que hirió al centurión de los arqueros en el hombro izquierdo, luego otra y otra más.
Eran disparadas desde el espeso bosque que llegaba hasta la plazoleta delantera.

Adentro Príncipe Abel, adentro gritaba Walkiria.

Idos vos también Matriarca le dijo Kaino, y yo pondré calma en mis hombres. Y diciéndolo se
tiró con todo su peso sobre ella para arrojarla a tierra.

Entonces Walkiria que parecía un dios guerrero, le puso el pie sobre la espalda pues había
caído boca abajo.

Muerde la tierra reptil venenoso le dijo y que la Justicia de Dios caiga sobre ti.

En ese preciso instante uno de los hombres de Kaino que espiaba desde el techo, arrojó con
fuerza su puñal sobre Abel, que se inclinaba a socorrer a su madre presa de un desmayo. El
arma aguda y de doble filo penetró como un punzón en la espalda de Abel por el lado
izquierdo tocándole el corazón. Walkiria corrió hacia él y le sacó el puñal que destilaba sangre.

¡No es nada, no es nada! Decía Abel, procurando tenerse en pie sostenido por Walkiria y la
Reina.

El odio es fuerza destructora. ¡El amor es vida y es paz!

Piensa en el amor Kaino y que Dios te perdone.

¡Madre! Reina mía, Walkira, sed clemente con los que aún no saben ser buenos

Fueron sus últimas palabras.


Kaino no había vuelto en sí del golpe recibido y yacía aún tendido entre los cuerpos de sus
hombres heridos, y otros amarrados con cuerdas.

Abel fue llevado al lecho de la Reina y Evana al suyo. Cuando la madre volvió al conocimiento,
el gran hijo, el amado hijo que había sido su gloria y su dicha, ya no vivía más sobre la tierra.

Se abrazó a su cadáver aun tibio y la escena que allí tuvo lugar no es para ser descripta sino
para ser sentida y vivida por aquellos que sepan lo que es un amor como el que aquella madre
tuvo a ese hijo.

Kaino fue mandado al Peñón de Sindi, condenado a cadena perpetua por la intercesión de la
Reina Ada que recordaba las últimas palabras de Abel: Sed clementes con los que aún no
saben ser buenos. Todos los príncipes y caudillos de la Alianza querían para él una terrible
muerte: Ahorcado, descuartizado, quemado vivo, todo les parecía poco para su crimen. Las
últimas palabras de Abel le salvaron la vida.

Era el Hombre-Luz, el Hombre-Amor, el Hombre-Dios, y su amor para todos los seres envolvió
también a Kaino, que, amarrado a una roca en el pavoroso Peñón de Sindi, comprendió por fin,
que teniéndolo todo, lo había perdido todo, y que, habiendo nacido junto a la luz, se había
rodeado de tinieblas, por su soberbia y desmedida ambición.

¡Qué doloroso regreso el de las tres amantes mujeres que recibieron el postrer suspiro del
Hombre-Luz!

Sobre el lomo de un elefante, bajo colgaduras de púrpura, regresó Abel al Santuario de La Paz,
acompañado de su madre, la Reina Ada y Walkiria.

Había salido tres días antes a todo el correr de su caballo, a salvar a su madre y a la Reina de
las furias de Kaino, y volvía traído por ellas, que, aunque estaban con vida, tenían la muerte
dentro del alma.

Mi niño rubio, decía Evana besándole los cabellos ya no veré más tus ojos color de hoja seca.

¡Aquí estoy madre! y estos mismos ojos te miran desde el inmenso infinito! le dijo una suave
voz apenas perceptible.

Evana levantó sus ojos inundados en llanto, y vio junto a ella la visión resplandeciente de Abel.

Ese mismo día le vimos todos en el recinto de oración, cuyo ambiente saturado de angustia, no
permitía otra vibración que la de aquel nombre tan amado, que parecía le llevábamos todos
grabado a fuego en el corazón.
16) Texto de Isaías parte del Cap. 55

Todos los sedientos, venid a mis aguas, dice Jehová. Inclinad vuestros oídos y venid a Mí. Oíd y
vivirá vuestra alma y haré con vosotros pacto eterno, como hice misericordias a David después
de su pecado.

Buscad a Jehová mientras puede ser hallado. Llamadle en tanto que está cercano.

Deje el impío su camino, y el hombre inicuo sus pensamientos, y vuélvase a Jehová que tendrá
de él misericordia y será amplio en perdonar.

Porque mis pensamientos no son vuestros pensamientos, ni vuestros caminos, mis caminos,
dijo Jehová.

17) Texto de fragmento de papiro en el Archivo de Ribla:

Abiathar, sacerdote del pueblo de Israel en los días de Salomón, rey. y cuando éste abandonó
los caminos del Señor para adorar dioses extranjeros, en complacencia a sus numerosas
mujeres idólatras, declara haber recogido las escrituras de Salomón Rey de Israel que le fueron
inspiradas por Jehová, autor de toda sabiduría, y depositado parte de ellas en la gruta más
interior de los Estanques de Salomón y parte, en la tumba de Raquel, detrás de un sarcófago
de cedro con ornamentos de cobre.

18) Testamento de Judas de Gaalad (líder de una rebelión contra la opresión romana cuando
Jesucristo era un niño):

Hijo de David, Salvador de Israel. Sé que estás en medio de nuestro pueblo porque el príncipe
Melchor te vio en la cuna años atrás. No sé si llegaré a conocerte antes de morir, pues mis días
están contados. Mi vida sólo durará el tiempo que tarden los tiranos de nuestro pueblo en
encontrar mis refugios.

He ofrecido mi vida al Dios de mis padres por la salvación de mi pueblo y la felicidad de mis dos
únicos hijos Isaías y Othoniel que dejo encomendados a mi tío materno Manoa, viejo marino
de Tolemaida. Dejo veinte talentos de oro, fruto de la venta de la heredad de mis padres y de
mi propio trabajo; mitad para mis hijos y mi tío, y mitad para el ejército defensor del Mesías
Rey de Israel.

¡Hijo de Dios! salva a nuestro pueblo del oprobio y de la opresión, y que mis hijos honren la
memoria de su padre con su vida consagrada a la justicia y a la libertad.

Judas de Galaad.
19) Papiro en la Gruta del Profeta en la Ciudad de Sarepta:

Mis padres fueron originarios de la isla de Creta donde nací, causando al venir a la vida la
muerte de mi madre.

Mi padre me llevó a Pafos en la costa sudoeste de Chipre, donde su muerte me dejó solo a los
ocho años.

Fui adoptado como hijo por un ermitaño sabio que me enseñó astrología y química, ciencias en
las cuales llegué a un gran adelanto. De él aprendí a retornar la vitalidad a un moribundo y a
encender en el aire llamas de fuego, mediante el empleo de substancias imperceptibles a
simple vista.

Su sabiduría era bebida de los anacoretas del Monte Himeto, llamados Dacthylos.

El Supremo Hacedor de cuanto existe en los cielos y en la tierra, me tomó como instrumento
de su justicia para castigar a los malvados y proteger a los débiles.

Si cumplí mal, quiero ser perdonado y corregido.

Si cumplí bien, loado sea el Supremo y que me lo tenga en cuenta para una nueva jornada.

Elías Tesbitha

20) Papiro del Libro de Caleb hijo de Jephone, del archivo de la sinagoga de Nehemías:

Un varón de la tribu de Leví, que tenía gran arte para las obras de oro, plata y piedras
preciosas, fue llamado al palacio de Faraón, a causa de la muerte del más hábil de sus joyeros,
para que hiciera a medida la diadema, gargantilla y ajorcas que había de usar la princesa
Thimetis el día de su presentación al pueblo como heredera, ya que había llegado a los quince
años sin que los dioses hubieran concedido un hijo varón al Faraón Ramsés I, que llevaba diez
años de reinado.

Amram se llamaba el hábil joyero de la Tribu de Leví, que fue llamado ante el Faraón, a cuyos
pies estaba sentada sobre ricos tapices la princesa Thimetis, hermosa como un nenúfar del
Nilo. Los criados del palacio llevaron grandes cofres repletos de joyas que deslumbraban a la
luz de los rayos solares que penetraban a torrentes por los ventanales.

Quería el Faraón en su desmedido orgullo, que su hija luciera las mismas joyas que dos siglos
antes llevó en su coronación la gran reina Hatasu, que tan gloriosa memoria dejó en su pueblo.
Pero como dicha reina era de un gran desarrollo físico y Thimetis era pequeñita de cuerpo, las
joyas debían ser dispuestas a su medida.

En su cabeza, en sus brazos, en sus muñecas, en sus dedos de las manos, piernas y pies debía
de lucir el oro y pedrería que usara la reina Hatasu.

Y el joyero israelita comenzó temblando su tarea con gran temor de no satisfacer los deseos
del Faraón. Como el soberano era un gran bebedor, y pasaba su tiempo ebrio, entregado a
lúbricas orgías con sus numerosas esclavas traídas de todas las partes del mundo, y con sus
cortesanos tan viles como él, la princesita que era huérfana de madre pronto quedó olvidada
en la habitación destinada a taller del joyero Amram, que era de gallarda presencia y de bello
rostro.

Tocaba él tan hábilmente la cítara, que, entre joyas y melodías, se inició entre ellos un secreto
idilio sólo conocido de una fiel esclava etíope que había ganado la confianza de Thimetis.

Amram, el hijo de Leví, explicaba a la princesa las grandezas de su raza, de sus patriarcas,
sobre todo de José, hijo de Jacob, que había engrandecido el Egipto dándole paz y abundancia
hasta convertirlo en el granero del mundo. La fe y la honradez de Amram, lías visiones
hermosas de Jacob, la dulce virtud de Raquel por cuyo amor luchó Jacob catorce años, sin
cansarse de esperar hasta que le fue dada como esposa. Todos estos relatos de tal manera
encendieron el amor en el corazón de Thimetis, que ya no veía sino por los ojos de Amram su
joyero, hermoso como el sol naciente sobre las aguas del Nilo. Y acompañados de la esclava
etíope, paseaban en barca cuando el Faraón y su corte se entregaban a sus ruidosos festines.

Thimetis anunció a su joyero que había resuelto desposarse secretamente con él y abrazar su
fe, adorar al Dios de Abraham, Isaac y de Jacob. Amram la condujo ante los ancianos del
esclavizado pueblo de Israel, y ocultando quién era la joven doncella, les pidió que se la dieran
por esposa, pues, aunque egipcia de origen, adoraba al Dios de sus padres. Quedaron pues
unidos en matrimonio, sin que en el palacio del Faraón se supiera el terrible secreto, que, de
publicarse, costaría la vida al infeliz Amram por su desmedida audacia.

Tan a satisfacción del Faraón quedaron las joyas de la reina Hatasu para su hija, que hizo
quedar en palacio al joyero israelita a que hiciera hermosas joyas a sus esclavas favoritas, y a
sus cortesanos honrados con su amistad.

La presentación de la princesa Thimetis al pueblo, se hizo poco después con tal pompa y
solemnidad, que dejó memoria por mucho tiempo.

El Faraón, se entusiasmó con una princesa extranjera venida del otro lado del Mar Grande, del
país de los cabellos rubios y de los ojos azules, y entre grandes festines y saraos se casó con
ella, con la cual Thimetis pasó a segundo término y se vio casi por completo olvidada de su
padre y de la corte.

Después de un año, se sintió próxima a ser madre y pidió a su padre la dejara retirarse con sus
esclavas favoritas a pasar el estío en el solitario palacio que antes de nacer ella, había hecho
construir para su madre en el Lago Meris, abierto en el desierto por Amenhamat III para
inmortalizar su nombre.

El Faraón acababa de decretar la pena de muerte para todo niño varón nacido al pueblo
hebreo, cuyo creciente aumento alarmaba a los consejeros del Faraón, que temían verse
absorbidos y dominados por aquella fecunda raza, inteligente y fuerte, que había
engrandecido al país en todas las formas, construyendo ciudades, puertos, caminos, fortalezas,
templos y palacios.

Este decreto cruel e injusto sobremanera, sirvió a Thimetis para ocultar el origen de su hijo
nacido en la desierta isla del Lago Meris. Volvió al palacio de su padre, y su esclava preparó
una arquilla de mimbre calafateada de brea por fuera, y forrada de piel de antílope por dentro,
donde fue colocado el niño de la princesa y puesta la arquilla entre los juncales del río. En tal
momento la princesa bajó a la orilla con sus doncellas y damas de corte para bañarse, y la
esclava hizo como que encontró enredada en el carrizal la arquilla, sin duda con algún tesoro
escondido. Las doncellas corrieron todas para descubrir el secreto, y encontraron un hermoso
niño dormido.

Llamada la princesa para que lo viera, dijo con perfecta naturalidad: Es sin duda un niño de los
hebreos, cuya madre no habrá tenido el valor de ahogarlo, según manda el decreto real, y lo
ha echado al Nilo por si alguien se apiada de él.

Ese alguien seré yo, añadió la princesa, y mandó a su esclava etíope que le buscase una nodriza
para que criase al niño. La esclava corrió a dar aviso a Amram, padre del niño, y éste mandó a
su tía Jacobet, que criaba entonces a su pequeño hijo Aarón de pocos meses. La tía que estaba
en el secreto tomó gran amor al hijito de su sobrino y de la princesa Thimetis, la cual la pagó
tan espléndidamente, que la casa de Jacobet se vio colmada de todo cuanto pudieran desear.
La princesa quiso que ambos niños se criasen como hermanos, y así se encargó ella de darles
cuanto necesitasen, y más tarde les educó como a príncipes de la corte, en todas las ciencias
en que eran consumados maestros los sacerdotes egipcios.

Como a su padre le nacieron dos hijos varones de la bella extranjera que tomó por esposa, no
hizo ninguna resistencia cuando Thimetis le comunicó que no deseaba tomar esposo, sino que
retirada al Castillo del Lago Meris, dedicaría su tiempo a las ciencias y a la música. Su
madrastra lo vio muy bien, porque tal resolución, la dejaba como única soberana en la corte, y
desaparecía el peligro de que la princesa, casada y con hijos, disputase a sus hijos el trono y la
corona de Egipto. Allí fue llevada la tía de Amram con los dos niños que amamantaba juntos, y
el joyero Amram de la tribu de Leví, fue nombrado mayordomo del Castillo de la Isla, que
desde entonces se llamó 'Isla de la Princesa". Allí vivieron y crecieron Moisés y Aarón llamando
madre a Jacobet, y con un reverente amor a la buena princesa Thimetis, que llevó a la isla los
mejores maestros para aquellos dos niños, a los cuales consagró su vida por entero. "Quince
años llevaba Thimetis en aquel voluntario destierro, cuando murió su padre Ramsés I, y le
sucedió él mayor de sus hijos, Sesostris, de catorce años con el nombre de Ramsés II, el cual no
gobernó a Egipto por su menor edad, sino que gobernó la reina Ghala su madre, con un
Consejo de Ministros, y fue entonces, que los israelitas sintieron que un yugo demasiado
pesado era puesto encima de su cerviz.

Entonces Amram, el mayordomo de la Isla de la Princesa, sintió sublevarse su sangre hebrea, y


llamando un día a Moisés, que ya contaba dieciocho años, lo llevó a presencia de Thimetis y
ambos le declararon su origen, y lo prepararon para ser un día el salvador de sus esclavizados
hermanos de fe y de sangre.

Con los caudales de la princesa, Amram, Moisés y Aarón, aliviaban la dura situación de los
israelitas, que año tras año se hacía más dura y terrible.

Ramsés II, que por su madre tenía sangre europea, era de carácter recio y orgulloso, y a la
muerte de la reina Ghala, hizo encerrar a su propio hermano en un calabozo para que no
entorpeciera su acción, según él decía.

La princesa Thimetis, que era de tierno corazón, se condolió de esta injusticia y reconociendo
que el infeliz príncipe era un hijo de su padre, lo hizo escapar del calabozo y lo envió a Daphne,
en la Tierra de Gosen, juntamente con Amram, Moisés y Aarón, a fin de ir organizando la
liberación del pueblo hebreo, al cual pertenecían los dos grandes amores de su vida: su esposo
Amram y su hijo Moisés.
En la tierra de Gosen se encontraba recluido el infeliz pueblo hebreo, al cual se le quitaban la
mitad de sus cosechas y de sus haciendas para el erario público; y el trabajo hecho por ellos
era pagado a mitad del precio que cobraban los jornaleros egipcios. El matar un hebreo era
como matar un perrillo; pero si un hebreo mataba un egipcio era decapitado en el acto y sin
juicio previo.

La princesa Thimetis era la fortaleza en que se amparaban todos los perseguidos, y como el
pueblo la veneraba por su piadoso corazón para con todos, lo mismo nativos que extranjeros,
el Faraón y sus ministros se veían obligados a tolerarla en sus intromisiones desmedidas, según
ellos, en los asuntos populares.

Jamás podremos doblegar a esa soberbia raza hebrea, decía Ramsés a sus ministros, porque se
ve protegida por mi hermana Thimetis, que tiene debilidad por ellos.

Estudiaron el modo de quitar de en medio a la princesa, y un astuto mago dijo al Faraón que él
sabía el secreto de producir una muerte natural que ni los más sabios médicos pudieran
descubrirlo.

De acuerdo el Faraón, puso manos a la obra con una astucia verdaderamente diabólica.
Moisés, en el cual se manifestaban grandes facultades mentales, espirituales y magnéticas,
tuvo en el sueño una visión de lo que se tramaba contra la gran mujer que era su madre.

Tenía ya él 20 años, y un día que la encontró sola paseando en sus jardines, por primera vez en
su vida se inclinó ante ella y la llamó madre. Grandemente sorprendida, lo miró con inefable
ternura al tiempo que le tendía su mano para que él la besara.

A tus veinte años oigo de tus labios ese nombre, Moisés, hijo mío; y para que hayas traspasado
mi mandato, algo muy grave debe ocurrir.

Quieren matarte, madre, y yo he venido a salvarte. ¿Quién desea mi muerte?, preguntó ella. El
Faraón, tu hermano. Un mago ha sido pagado para matarte con hermosas flores traídas del
país donde nace el sol (la India era llamada así) y ahora mismo vendrá a ofrecértelas. Están
envenenadas y su perfume acabará con tu vida.

¡Tú deliras, ¡Moisés, hijo mío! ¿Qué mal genio te hizo pensar tal cosa? En tal instante apareció
el mago con el ramo de flores, por una avenida del jardín. ¡Dios de Abraham, de Isaac y de
Jacob! murmuró el joven. ¡Si es verdad que me has elegido para vaso de tu sabiduría, dame la
fuerza de derribar a ese aborto del abismo antes de perpetrar su crimen!

La princesa continuaba avanzando por un sendero y el mago venía a su encuentro. Moisés


caminaba al lado de ella, a respetuosa distancia, y cuando sólo faltaban diez pasos para
encontrarse, Moisés le gritó ¡Detente!, y extendió su mano hacia él. El mago cayó de espaldas
sobre las piedras y musgo del pavimento, y su inmovilidad le hizo parecer como muerto.

Thimetis quedó aterrada y a punto de desmayarse. Moisés, que era muy fuerte y de elevada
estatura, la levantó en sus brazos y corrió a ocultarla en uno de los pabellones del jardín, hasta
llamar a sus doncellas.

Huye Moisés, hijo mío, le dijo ella, porque Faraón hará presa de ti en cuanto se descubra lo
ocurrido con ese hombre, pues los guardias de la puerta te han visto entrar a mis jardines.

Ella misma le condujo a una salida secreta hacia el valle del Nilo, sobre el cual estaba asentada
la antigua Menfis de Mizraim. Le dio una epístola recomendatoria para un tío materno suyo,
que por disgusto con Ramsés se había desterrado voluntariamente a Paran, en el país de
Madiam, poniéndolo así fuera del alcance del Faraón.

Largos días vagó Moisés por entre los grandes palacios y templos de la esplendorosa capital de
edades pasadas, hasta que llegó la caravana que volvía de Rafia, hacia la Arabia de Piedra, y
despidiéndose de las Pirámides cuyos secretos de Ciencia Oculta había sorprendido, guiado
por sus grandes maestros, atravesó el Nilo por última vez, según él creía, y se unió en Suez a la
caravana que pasaba. En aquella tierra donde nació, quedaban sus padres como sobre el cráter
de un volcán, pues Amram, no gozaba de las consideraciones de Ramsés II, como en el tiempo
de Ramsés I, y su madre despreciada por el retiro voluntario que ella se había impuesto, sólo el
pueblo le recordaba con amor. Desde el incidente del mago negro, se hizo correr el rumor de
que la Princesa Thimetis se había vuelto loca, y recibió la orden de no salir de la Isla que ella
misma había elegido para su retiro, veinte años antes.

Entre su servidumbre, se fueron ubicando, guiados por el fiel Amram, los amigos y servidores
que no querían apartarse de ella. Así respondió aquella admirable mujer a los designios divinos
sobre Moisés, al cual seguía ella protegiendo a larga distancia. Cada tres meses volvía la
caravana del país de Madiam, y ella, con infinitas precauciones, mandaba a su encuentro uno
de sus servidores, que siempre volvía con una epístola del hijo de su amor, por el cual había
sacrificado todo lo que más aprecian las mujeres de su alcurnia y de su sangre. Y al regreso de
la caravana de Rafia a Madian, llevaba siempre los dones de la madre amante que sólo quería
la vida para protegerlo a él.

En las afueras de la ciudad de Paran, perdida entre las ásperas serranías del Monte Sinaí,
existía desde remotos tiempos un pozo de agua dulce, donde había abrevaderos para las
bestias, y del cual se sacaba también el agua para los habitantes de la ciudad.

La caravana había pasado, y Moisés, solo y desconocido de todos, se sentó a descansar y a


pensar, sobre el zócalo de piedra que resguardaba el pozo. Temía buscar a Jethro, el tío
materno de la Princesa, que había sido sacerdote en el gran Templo de Karnak y que acaso no
encontraría justa su conducta.

En tales cavilaciones estaba, cuando llegó un bullicioso grupo de doncellas con sus cántaros a
buscar agua al pozo. Al mismo tiempo llegaron unos pastores, y sus cabras y antílopes
invadieron toda la playa alrededor del pozo, tirando al suelo a algunas de las muchachas que
no resistieron al empuje de las bestias sedientas. Moisés reprendió ásperamente a los
pastores, y con grandes voces plenas do energía, alborotó los rebaños que huyeron por la
pradera.

Sacó, él mismo el agua y llenó los cántaros de las doncellas, que asustadas corrieron a la
ciudad. Dos de ellas eran nietas de Jethro, el sacerdote de Karnak, que continuaba en Paran
siendo maestro, juez y patriarca de aquellas gentes sencillas y sin grandes conocimientos.

Enterado de la acción del extranjero, acudió él mismo al pozo para invitarlo a su casa, a partir
con él, el pan de su mesa. ¿Cuál no sería su sorpresa? al descubrir en el valiente y noble doncel
al protegido de su ilustre sobrina, la Princesa Thimetis, que sólo a la hora de su muerte reveló
a su tío, que Moisés era su hijo.

Moisés estudiaba siempre con gran dedicación, y recogía hermosas lecciones de la sabiduría
de su anciano protector, al cual servía en todo cuanto él hacía. Lo mismo le servía de lector, de
escriba, de traductor y de ayudante en sus tareas de maestro, sacerdote y juez de Paran.
Un día se presentó allí una adolescente llorando con gran desconsuelo. Los piratas del Mar
Rojo la habían sacado de casa con engaños para cumplir, en ella el bárbaro ritual de su culto a
dioses sanguinarios. Consistía en engalanar una niña y hacerla danzar con un condenado al
sacrificio, al cual otorgaban como premio antes de la muerte, la posesión de la más hermosa
doncella de la comarca.

Jethro ¡sacerdote del Señor!, clamó la infeliz. Tú has prometido ser el padre de toda doncella
ultrajada por los piratas del Mar Rojo. Ten piedad de mí, que he sido arrojada de la casa de mi
padre a causa de mi deshonra. El viejo patriarca la recogió en su casa y mandó que fuera
considerada como una de sus hijas y de sus nietas.

La infeliz lloraba siempre y nadie podía consolarla. Moisés, que la observaba en silencio,
comprendió la causa de aquel dolor mudo y dijo a Jethro: Dame a Séphora por esposa, pues
que estoy enamorado de ella.

Háblale tú mismo, y si ambos estáis de acuerdo, cuenta con mi consentimiento. Así cubrió
piadosamente Moisés con su abnegación la deshonra de Séphora, hija por adopción del
patriarca Jethro, que estaba orgulloso de tener a Moisés por yerno. El hijo que le nació a
Séphora fue llamado Essen, y siguió a Moisés hasta su muerte con una grande constancia y
fidelidad, que abandonó a su propia madre cuando el gran profeta se dirigió a la Tierra de
promisión, guiando a su pueblo.

Diez años hacía que él estaba en Madiam, porque vivían el mago y los ministros que habían
querido matar a la Princesa Thimetis, y que nunca pudieron dar con el paradero del hombre de
Dios que sus ángeles guardaban.

"En aquel lejano país perdido entre grandes montañas, fue favorecido del Altísimo con las más
estupendas maravillas. De las grandes escuelas de Menfis, tomó la Princesa Thimetis dos
sacerdotes ancianos, del antiguo culto, y líos envió secretamente a Madiam, porque su tío
Jethro le hizo saber que Moisés languidecía en una gran tristeza por causa de su destierro.
Ambos ancianos sacerdotes, eran descendientes de los primeros discípulos de Mizraim, padre
de la raza y fundador del culto antiguo, que mandaba adorar al Único Dios que vivía en la luz
del sol, en el aire que aventaba las arenas del desierto, y en las aguas del Río Sagrado que se
desbordaba dos veces cada año para fecundar los valles del Nilo, produciendo dos cosechas
cada trece lunas.

Eran además clarividentes que sondeaban los abismos siderales, y de sus luces y de sus
sombras les venían descubiertos los grandes secretos de Dios.

Moisés tu hijo, le decía a la Princesa, es un vaso elegido por el Altísimo para cumplir grandes
designios en favor de la humanidad de este planeta. En ese vaso surgido de tu seno, como un
loto de entre las aguas del Nilo, beberán los hombres la ley eterna, que muchas veces les fue
dada en siglos ya olvidados. El atraso y la iniquidad humana sepultaron bajo la tierra, como se
sepulta un cadáver bajo las piedras de la montaña, la voluntad soberana del Creador, y
tornaron su corazón como arcilla donde todo se borra y desaparece. Pero tu hijo Moisés trae
fuego de Dios en su dedo índice, y luz de estrella polar en su frente, y la ley que él traerá a la
tierra, no se borrará jamás de la mente de los hombres.

Id a Madiam al lado de mi hijo Moisés, les dijo la Princesa Thimetis; que padecía angustias por
él, y si con vuestra presencia no se conforta y consuela, iré yo misma, aunque me cueste la
vida un viaje tan penoso hacia un país extranjero.
Ambos ancianos se pusieron en viaje cargados de dones que aquella madre mártir enviaba
para su hijo. Desde entonces comenzaron los grandes favores divinos para el elegido del Señor,
porque la presencia material de aquellos dos justos a su lado fue como el abrirse de una
corriente nueva emanada del Eterno Poder, sobre el instrumento elegido para manifestarse a
los hombres.

El alma del desterrado se llenó de alegría con aquel nuevo don de su madre, y les dijo cuando
se presentaron a él: Os recibo como ángeles de Dios, que venís a endulzar las amarguras del
destierro.

Y construyó un cenáculo como los usados por sus hermanos de Gesen, en tierras de Egipto,
para dedicarse allí con los ancianos y su suegro Jethro, al estudio y contemplación de las leyes
divinas.

Tenía entonces Moisés treinta años cumplidos, y aunque había recogido en sí todas las ciencias
humanas conocidas por entonces, sentía su alma vacía y triste, cual si el hambre y la sed le
devorasen las entrañas.

Ohad y Carmi, que eran los nombres de los clarividentes que auxiliaron a Moisés en su tristeza
del destierro, veían en los eternos designios, que se acercaba el momento de la gran
iluminación del Elegido. Se diría que sus plegarias fervientes acercaron hacia él, la hora fijada
en los siglos y uno de ellos le preguntó:

¿Hay en esta tierra un monte que se llama Horeb?

Sí, le contestó Moisés, es aquel promontorio de oscuro contorno que veis detrás de este valle,
donde pacen las ovejas de Jethro.

Irás allí mañana, hijo de la Princesa Thimetis, y de Amram el Levita, que allí te espera la
grandeza del Eterno. Siete días y siete noches tendrás que pasar en una caverna de aquel
monte. Llévate pues el pan necesario para siete días.

Moisés obedeció, tomó una vara de olivo por cayado, una alforja de pan y partió a la
madrugada.

Los dos ancianos encerrados en el cenáculo le seguían con su pensamiento encendido en


amor.

Llegó a la cima del monte Horeb cuando el sol quemaba la tierra, con sus ardientes rayos. Le
abrasaba la sed y su corazón desfallecía. Miró en torno suyo, y aquellas rocas estériles
cubiertas de espinos y zarzales salvajes, parecían centellear con los ardorosos rayos solares,
que al mediodía caían de plano sobre ellas.

De pronto sintió un rumorcillo como de agua que saltaba entre las piedras, y apartando las
enmarañadas ramas de un arbusto, vio un hilo de agua dorada que brotaba en la grieta de un
peñasco.

¡Agua de vida es ésta! gritó con todas sus fuerzas, porque ya moría de sed. Bebió del manantial
y comió el pan de su alforja, y luego se quedó dormido porque era grande su cansancio.

En su sueño vio que aquellos zarzales ardían sin consumirse y que en las vivas llamaradas de
aquel fuego se formaba una imagen semejante a los humanos, pero de incomparable belleza.
Aquella imagen formada de llamas, le hablaba con indecible amor, y él comprendía su
lenguaje, aunque no era ninguna de las lenguas usadas por los hombres de su tiempo.
¡Moisés! ¡Moisés!, le dijo con acento indefinible: Yo soy la que soy, la alma compañera que te
sigue en lo infinito desde inmensas edades, y que te seguirá eternamente, porque el Supremo
Amor nos ha unido y nunca más podremos separarnos. Tu divina misión comienza en este
instante, y yo soy el intérprete del Eterno Pensamiento para ti. Instructor y guía de la
humanidad terrestre, debes saberlo todo para dar la luz de la Verdad a los que andan a tientas
en las tinieblas.

La Eterna Idea se descubre ante ti. Mira. Y en su magnífico sueño de iluminado, Moisés vio una
blanca nubecilla que se formaba entre un negro abismo, que se agrandaba rápidamente, que
luego giraba como llevada por un torbellino, que mil chispas de fuego salían de ella, formando
como un enjambre de abejas de luz que se perseguían unas a otras sin tocarse, hasta que se
fueron apartando a enormes distancias arrastradas por vertiginosas corrientes. Por fin, una de
aquellas abejas de luz se detuvo ante él, y vio que era una masa informe de vapores ígneos de
sustancias que hervían en borbotones inmensos, furibundos, rabiosos, como si fueran
monstruos con vida e inteligencia y quisieran devorarse unos a otros. Aquel vértigo se calmaba
por fin, y entre cortinados de nieblas y claridades cenicientas, se iban diseñando paisajes de
aguas turbias y costas rocosas, cual montañas de cenizas humeantes y movedizas a intervalos
dados. La aridez, la soledad, la muerte por todas partes, espantosos temblores, estampidos
terribles, hilos de fuego como culebras retorcidas en lejanos abismos... y el sueño del vidente
estremecía su cuerpo físico tendido en el fondo de una caverna del Monte Horeb.

La vida comenzaba a aparecer en aquel horrendo laberinto, de fuerzas tremendas puestas en


acción por el Eterno Invisible. Y el reino vegetal primero, y el animal después, comenzaron a
tomar posesión de aquellas aguas turbias, y de aquellas rocas cenicientas que erguían sus
cabezas calvas entre brumas heladas.

Los valles se cubrían de verdor, y las aguas copiaban el azul purísimo de los espacios infinitos.
Los musgos cenicientos se tornaban árboles gigantescos, donde anidaban las aves, y las
praderas se poblaban de animales monstruosamente grandes, lo mismo que las aguas
profundas que cubrían la mayor parte del globo. Finalmente aparecían formas como de
humanos, gigantes de piel cubierta de pelo, pero cuya mirada inteligente y vivaz demostraba la
astucia, con la cual debía dominar a los seres inferiores de aquella estupenda creación. Era la
especie humana por la cual debía sacrificarse.

Siete días con sus noches duró el sueño de Moisés profeta de Israel, y cuando se despertó, se
encontró a sí mismo que había envejecido veinte años. Sus párpados caídos y sus cabellos
grises lo hacían aparecer como un hombre de cincuenta años, y sólo tenía treinta.

¡Dios de mis padres! exclamó. ¿Cuánto tiempo ha pasado en esta caverna, que el agua de la
fuente me refleja como un anciano?

Y la voz era de amor, y le habló nuevamente de entre los zarzales que parecían llamas, para
contestarle: Sólo han pasado siete días y siete noches, pero los secretos del Eterno Invisible
son tan grandes y su peso es tan enorme, que el soportarlos equivale a un tercio de vida. ¿Qué
importa Moisés, hermano mío si ahora sabes todo lo que será, y si el Eterno te hizo dueño del
pasado y del futuro, de qué puedes quejarte?

El sol del séptimo día se levantaba como un disco de fuego en el horizonte, y la zarza se apagó
de repente, dejando un suave resplandor que se fue extinguiendo lentamente. "Moisés se
echó a llorar con indefinible angustia, sintiéndose envuelto en soledad profunda.
Séphora que ignoraba el motivo de esta ausencia, y que había seguido con la mirada la
dirección que tomó Moisés cuando salió de casa, tomó a su hijo y se encaminó por la pradera
poblada de ovejas hacia el Monte Horeb. Cuando estaban ya muy cerca dijo a su niño entrado
ya en los diez años: Camina hasta el cerro, y llama ¡padre! tres veces, él te contestará y
entonces tú le presentarás esta cestita con frutas y queso fresco.

Qué emocionante sorpresa la de Moisés cuando en medio de su amargo llanto, oyó la dulce
vocecita de su Essen, que llamaba: ¡padre!, ¡padre!, ¡padre!

Ángel del Señor eres, cuando llegas en este duro momento, dijo Moisés levantándose para
salir al encuentro del niño que se colgó de su cuello, y lo cubrió de besos, y le aturdió a
preguntas referentes a su salida de casa, y a su tardanza en volver.

Comió luego juntamente con el niño, lavó su rostro en el manantial y bajó del Monte Horeb
con el alma llena de cuanto podía comprender la mente humana de los secretos de Dios.

Unos días después, escribió Moisés esta magnífica visión y la llamó Génesis. Fue su primer libro
que nadie conoció hasta muchos años después.

En seis días de sueño profundo había visto desfilar ante su alma extática, la creación de un
universo de millares de mundos, y luego la evolución del planeta Tierra, en épocas cuya
duración le era imposible fijar.

Doy fe de la fidelidad de este relato, conforme a la palabra de Amram el Levita, y de Jethro,


patriarca de Madiam.

Caleb hijo de Jhepone.

21) Papiro sobre Escrituras de Salomón Rey de Israel, del archivo de la sinagoga de
Nehemías:

ESPOSOS ETERNOS:

Yo soy la Sabiduría, y estoy desposada con el Perfecto Invisible.

Mi Eterno Esposo me poseía en el principio de su camino y mucho antes de sus obras.

Eternamente Él tuvo el principado, desde mucho antes del sol, las estrellas y la tierra.

Antes de los abismos, fuimos engendrados Él y Yo por nosotros mismos, que surgimos de
nuestra propia vida eterna.

Antes que fuesen los mares de las muchas aguas.

Antes que los montes fuesen fundamentados.

Antes que las nebulosas, madres de soles y estrellas.

Cuando nacían de Él y Yo eternos, los cielos que se tendían como doseles sobre los abismos.

Cuando dábamos mandato a las nebulosas, para que dieran a luz sus hijos los astros radiantes,
que corren como corceles de oro, carreras vertiginosas sin encontrarse jamás. Él y Yo eternos,
ya estábamos unidos.
Él y Yo eternos, nacimos juntos. Nos engendramos a nosotros mismos y vivimos eternamente
en amor.

El Universo todo, es de Él y Mío, y lo conozco como conoce el hombre los dedos de su mano.

Yo, sabiduría, esposa del Eterno Invisible, amo a los que me aman y me buscan en el albor de
su vida, y me buscan hasta el borde del sepulcro.

Y mi Eterno Esposo, me permite darme a los que me aman, porque mis velos de luces y de
sombras, les deslumbran y no pueden herirme, ni dañarme, ni tocarme. Sólo les es permitido
verme, como a la imagen reflejada en la fuente.

Variedad infinita son los soles y estrellas que pueblan los abismos, como variedad infinita son
las vidas que pueblan soles y estrellas.

De aire, agua, fuego y polvo, fueron hechos los mundos en la noche Eterna, en que dormían los
abismos, hasta que el Eterno Invisible y Yo nos engendramos en soberano connubio y fuimos, y
nos amamos, y esparcimos como racimos de frutos maduros, los soles y las estrellas para
moradas eternas de los que en las edades futuras debían ser nuestros amadores, nuestros
hijos, nuestra continuación; nuestra propia vida prolongada y renovada hasta lo infinito.

No hay arriba ni abajo, no hay base ni techumbre, no hay principio ni fin en las obras nacidas
de El y Yo eternos. Es lo ilimitado.

Vida, fuerza, movimiento, vibración, sonido y silencio, eso sólo hay y habrá para siempre
jamás.

Y todo ello, envuelto, penetrado por el fluido vital de la Luz, que es el gran velo de oro que nos
cubre a entrambos Eternos, que damos vida y más vida a todo cuanto vive, sin que nuestra
fuerza de vida se disminuya jamás.

Hombre terrestre: como tú fuiste desde tu principio, como eres y como serás, fueron, son y
serán todos los seres que pueblan todos los globos que ruedan como burbujas en los abismos
del infinito.

Soy la Sabiduría, la eterna amada del Eterno Invisible, y El me permite revelarme a los que me
aman y madrugando me buscan.

Hombre terrestre: purifica tu corazón, si buscas que yo te amé. Sólo el limpio de corazón
puede verme.

No te encierres en el huevo negro, depositado en el pantano, como el cocodrilo, que sin


moverse espera la presa para devorar: así es el fanatismo y la soberbia.

Él y Yo eternos, te hemos dado tres alas poderosas: Entendimiento, memoria y voluntad.


Agítalas en la inmensidad y nos encontrarás y nos amarás, y encenderás tu lámpara en nuestra
luz, y vivirás la verdadera vida que es el Conocimiento. Paz y Amor para toda la Eternidad.

Yo Salomón, hijo de David, fui tomado como se toma un punzón rojo, y por invencible fuerza
escribí mandatos de Jehová. Sea El bendecido y glorificado por todos los siglos. El que merezca
comprender, que comprenda. El Altísimo lo da todo. Bienaventurado el que tiende su mano
para recibir, y abre su boca para beber.

La Luz es el cofre de oro que lo encierra todo.


Bienaventurado el que acierta a abrirlo y poseer sus tesoros. Es rico y feliz sobre toda la
riqueza y toda felicidad.

Alabado sea Jehová.

22) Textos extraídos de las placas de barro cocido de la antigua Palmira sobre el cataclismo
del valle de Shidin, del que resultaron incendiadas Sodoma, Gomorra y tres ciudades más, y
de las cuales sólo quedaban como recuerdo vivo, el Mar Muerto con sus aguas venenosas y
estériles:

Eran cinco ciudades blancas en el valle de Shidin, que parecían garzas dormidas al sol: Sodoma,
Gomorra, Aadma, Zeboim y Bela. Cuatro reyes se unieron para subyugarlas: Anraphel, Arioch,
Chedorlaomer y Tidal.

Durante veinte años tiranizaron a sus pueblos, ultrajaron sus mujeres, degollaron a los
hombres que no se sometieron, enterraron vivos a los ancianos y enfermos inútiles para el
trabajo. Los hombres hábiles fueron escapando en grupos de veinte y de treinta.

Y cuando los veinte años de esclavitud y de oprobio se cumplían, los que estaban ya a salvo
dijeron: He aquí que en nuestras ciudades sólo quedan nuestros muertos que no podemos
cargar sobre la espalda. Que ellos pidan justicia a Jehová para nosotros. Y se dispersaron por
los campos y pueblos lejanos a ganarse el pan con el sudor de la frente.

Una de las fuentes de riqueza de aquellas populosas ciudades eran las minas de carbón, de
betún y de azufre, y un día elegido por Jehová para hacer justicia, las almas de los degollados,
enterrados y quemados, en las cinco ciudades del valle Shidin se presentaron a los invasores
como un viento de fuego, que hizo explotar las minas, y en sólo catorce días todo quedó
reducido a un negro lago de betún, que continuó ardiendo por cuatro lunas consecutivas.

El florido valle de Shidin, es y será por los siglos el lago de la muerte. Los muertos fueron
antorchas incendiarias de la justicia de Jehová. Los muertos mandan sobre los vivos.

23) Textos extraídos de las placas de barro cocido de la antigua Palmira sobre el valle del
Ghor, y la formación del río Jordán, que inició su curso, cuando la roca del Hermón abrió
aquella grieta:

Allá en época muy remota, cuando la Virgen Blanca de los cielos (la estrella Vegha) era la
estrella polar de la tierra, un poderoso rey quiso limpiar sus ciudades de contrahechos, ciegos,
paralíticos y enfermos de toda especie, con el fin de perfeccionar la raza; y sus guerreros
corrieron a azotes como a manadas de perros sarnosos, a todos los que estaban en tales
condiciones en sus vastos dominios. Los empujaron hacia el profundo barranco de Ghor, para
que los devorasen las fieras o perecieran de hambre, pues sólo crecían allí, zarzales espinosos
y no habla ni un solo pozo de agua.

Más de la mitad pereció de hambre y de sed a los pocos días, otros muchos fueron devorados
por las fieras, y los pocos que sobrevivieron querían huir hacia otras regiones en busca de agua
y frutas silvestres. Lloraban amargamente por dejar allí abandonados los huesos de sus
muertos.
Pero las almas errantes les aparecían en el sueño y les decían: esperad un día más que el Dios
de los vivos y muertos está pronto a hacernos justicia. Haremos brotar el agua del Monte
Cabeza Blanca. Era el Monte Hermón, cuya cima nevada se asemeja a una gran cabeza con
cabellera cana. Los pocos sobrevivientes treparon por gargantas y desfiladeros, y bajo un
ardiente sol de medio día, vieron que la montaña crujía como si fuera a derrumbarse, hasta
que se abrió una grieta negruzca y profunda, y comenzó a brotar un delgado hilo de agua.

Nuestros muertos nos dan el agua para nuestra vida. Nuestros muertos viven, y son ángeles
protectores de los que hemos quedado aún vivos sobre la tierra.

Los muertos mandan sobre las fuerzas vivas de la naturaleza, porque el Dios de vivos y
muertos los quiere unidos y solidarios a los vestidos de barro y a los vestidos de luz.

Y el profundo barranco de Ghor, se convirtió en el delicioso valle regado por el río Jordán, que
fertilizó la tierra dada por Jehová, a la numerosa descendencia del Patriarca Abraham.

24) Textos extraídos de las placas de barro cocido de la antigua Palmira sobre los sucesos
acaecidos en el Continente Atlante desaparecido, y del cual quedó como último vestigio la
Isla de Poseidonis, frente a las "Columnas de Hércules", hoy Estrecho de Gibraltar:

En una edad muy remota, que no podemos precisar, el azulado firmamento, se abrió como en
rojizas llamaradas de fuego y produciendo ruidos y temblores espantosos, hasta que cayó una
enorme masa de rocas, guijarros y arena, sobre una populosa ciudad de un hermoso país de la
Atlántida, cuando las grandes inundaciones del mar que la tragaron habían ya comenzado su
obra de destrucción que duró muchos años.

La masa planetaria, que de algún globo en disgregación se precipitó sobre la superficie


terrestre era tan grande, como el área de la ciudad que se hundió a muchos codos, arrastrada
por el tremendo aerolito. Sólo se salvaron de la catástrofe, los pastores que guardaban los
ganados lejos de la ciudad, y los leñadores que se encontraban en el bosque.

A su regreso encontraron en el sitio que había ocupado la ciudad, algo que les pareció un trozo
de montaña, aunque de una especie de piedra desconocida en el lugar.

La ignorancia, tiende siempre a buscar en lo maravilloso, la solución de todos los fenómenos


que no alcanza a comprender. Y en seguida se pensó en la cólera de los dioses que habían
aplastado la gran ciudad con una piedra, como aplasta un chicuelo un lagarto indefenso.

El insólito acontecimiento fue conocido en otros países vecinos, y hombres doctos acudieron a
ver de cerca los vestigios de la catástrofe.

Comprendieron que se trataba de una enorme masa planetaria, de una piedra hermosísima
equivalente y aún superior a los mejores mármoles. Era de un rojo casi púrpura con vetas
verdosas, azuladas, amarillentas.

Esto es pórfido... puro pórfido, dijeron los técnicos, y hay aquí para edificar palacios y templos
de una suntuosidad nunca vista.

Los magnates de las ciudades vecinas llevaron cuadrillas de esclavos a sacar piedra de aquella
cantera venida a través del azulado firmamento, quien sabe de qué mundo lejano e ignorado
de la humanidad terrestre.
Pronto comenzó la lucha a muerte entre los ambiciosos explotadores de la cantera
maravillosa, y los infelices esclavos morían a centenares con los cráneos o las espaldas partidas
a golpes de pico y de azada de los obreros de una cuadrilla contra los de las otras.

Y la sangre de aquellos mártires del trabajo, se confundía con el rojo brillante de la piedra tan
codiciada.

Pasaron cinco, diez, quince años, y los muertos en el hundimiento de la gran ciudad aplastada
por el aerolito, se habían despertado ya de la turbación natural de una muerte súbita y trágica.
Reconocían haber merecido tan horrorosa muerte, porque la mayor parte de ellos, habían
hecho con sus esclavos y servidores, lo que estaban haciendo los explotadores de la montaña
trágica.

Y esos muertos comenzaron a hacerse visibles para decirles: Huid todos de aquí, que esta es
nuestra ciudad desaparecida y no consentiremos que se alimente la soberbia de los tiranos,
construyéndose palacios de la roja piedra que nos privó de la vida.

¡Huid! ¡huid de aquí!, que esta roca bermeja es nuestro panteón sepulcral.

Claro está, que, en toda la comarca, no se encontró quienes se prestaran a trabajar en la


misteriosa montaña dominio de los muertos. Si algún porfiado y testarudo amo quería forzar a
sus esclavos, látigo en mano a trabajar en aquella cantera, los fantasmas materializados le
arrancaban el látigo y la emprendían a azotes, con el audaz que se atrevía a desmandar su
mandato.

Un gran profeta que amaba a los pequeños desvalidos acertó a pasar un día por aquel trágico
sitio, terror de la comarca. Lo vieron acercarse sin miedo a la montaña color de sangre, subir y
bajar por sus flancos y cortantes laderas. Lo vieron pensativo sentado sobre un
amontonamiento de bloques, que los fantasmas no habían permitido arrastrar fuera de allí.
Después le vieron hablar en las plazas y calles de los pueblos vecinos, del poder que el Altísimo
da muchas veces a los muertos, para que enseñen el bien y la justicia a los vivos.

Obtuvo de algunos príncipes y caudillos aterrados por los sucesos ocurridos, los medios
necesarios para construir en la cumbre de la montaña roja, un refugio para madres desvalidas
y niños nacidos en la miseria, o destinados a muerte por contrahechos o enfermos.

Esto fue del agrado de los muertos que defendían la montaña; y la Casa-cuna, asilo de madres,
fue rápidamente levantada sin que los obreros sufrieran molestia alguna.

Esto permite suponer que los muertos en la catástrofe tomaron la materia para realizar una
nueva vida en aquel mismo refugio de madres y de huérfanos, allí donde una terrible
experiencia les había enseñado que la maldad jamás conduce a la dicha, y que la Justicia Divina
vence siempre a la soberbia de los hombres.

Aquel Profeta se llamaba Antulio, y tres años después moría envenenado por los sacerdotes y
reyes, que veían en su enseñanza a los pueblos, un peligro para su dominación.

Pocos años después, las bravías aguas del océano desbordaban sobre aquella parte del
continente, inundándolo todo. Sólo quedó como un islote color de sangre, la montaña rojiza
con la Casa-Cuna y refugio de madres, cuyo basamento lamían mansamente las olas del mar.
Los refugiados se negaron a abandonar su nido de águila, de donde salían en pequeñas barcas
los discípulos del Profeta, que cuidaron de sus vidas en memoria del gran muerto que contenía
las furias del mar a los pies de la montaña salvadora. Los muertos viven y mandan en nombre
de Dios, sobre los vivos de la Tierra.

25) Dialogo entre José de Arimatea y Nicodemus, registrado por este último, pocos días
antes del martirio de Jesucristo:

Cuando él llegó a Betania en su último viaje a Jerusalén, José me llamó a un aparte y tuvimos
este diálogo:

¿No has observado tú que hay algo en Jhasua que no concuerda con el entusiasmo de toda
esta multitud de amigos que le rodea?

En verdad que no se ve nada en él que se parezca a una aceptación de lo que todos creemos
que es un hecho próximo a realizarse. Si alguien hace alusiones a ese negocio, Jhasua desvía
hábilmente la conversación haciéndola recaer en la gloriosa dicha que guardan las moradas del
Padre para los valerosos y denodados hijos que han cumplido con su deber, aún a costa de los
mayores sacrificios.

Eso mismo he observado yo, y cuando a poco de llegar traté de sondearle si él pensaba que la
nación israelita tuviese su completa independencia o que continuase bajo el protectorado de
Roma, me contestó desilusionado: ¿También tú, José, sueñas como los demás? ¡Sois todos
niños en los caminos de Dios! ¡Te creía bien despierto a la Verdad Divina y aún duermes!

No, hijo mío, Jhasua, no duermo, sino que quiero de ti la verdad completa. ¿Serás en verdad el
rey de Israel?

Mi reino no es de este mundo, me contestó; y aunque lo he repetido muchas veces, veo con
dolor que no llegan a comprenderme. Olvidaron el espíritu de las profecías, para atenerse tan
sólo a la letra muerta y por esto van engañados.

Dios, que es bondad y amor supremo lo quiere así, para evitar pérdidas de vidas humanas,
cuya responsabilidad pudiera caer sobre el Ungido de la paz y del amor.

Comprenderán la realidad, cuando ya no puedan evitarla, lo cual entra en el designio del


Padre.

Tú piensas, añadí, que todo esto terminará en una ruptura definitiva con la autoridad civil y
religiosa que gobierna el país, pero si cuentas con la sumisión incondicional de todas las
fuerzas vivas de la nación a las disposiciones del Sanedrín, acaso te equivoques, Jhasua. El
pueblo quiere su Libertador, su Rey, y no sé si se le podrá satisfacer con esa hermosa frase de
doble significado: Mi reino no es de este mundo. ¿Qué quieres decir con eso? ¿Qué tienes
plena certeza de que vas a morir para volver así al Absoluto de dónde has venido? ¿Es aquel el
Reino a que aludes?

Y si tal hecho llega a producirse, ¿qué dejas detrás de ti que te asegure la cosecha de lo que
has sembrado?

La miserable condición humana nos dice que a rey muerto rey puesto. Cuando dejen de ver en
ti la realidad de sus anhelos y esperanzas, te olvidarán, Jhasua, y. me resisto a creer que tal sea
el triste fin del Mesías enviado a Israel para salvarle de la miseria y del oprobio. El Ungido del
Eterno debe cambiar la faz de este mundo, y ese cambio no se ha producido aún.
¿Qué me contestas a todo esto? Con su habitual complacencia Jhasua me contestó: "Cuando
tú plantaste en tu huerto tus olivares y tus palmeras, ¿recogiste de inmediato los frutos que
esperabas de tu plantación?

No, porque yo he recogido los frutos de los que sembró mi padre; y mis hijos recogerán de los
que he sembrado yo.

Bien has contestado, José, me dijo. Y si para cosas materiales y perecederas, añadió se espera

pacientemente la hora ¿qué no deberá suceder para lo espiritual y eterno? Yo he sembrado y


sigo sembrando.

El Padre hará fecunda mi siembra que cambiará la faz de este mundo, pero no hoy ni mañana
sino cuando el tiempo haya madurado los frutos.

Tal fue la contestación del Maestro a José de Arimatea que me la transmitió aquella primera
noche de Betania en el último viaje que hizo a Jerusalén.

Desde ese momento José y yo comprendimos que el Reino de Israel era un sueño, que no se
realizaría por entonces, y acaso nunca, añado ahora, después que he visto el desarrollo de los
últimos acontecimientos.
Parte II:
Discursos y enseñanzas de Jesucristo
1) Tenía 12 años en el templo

Jehová os contestará por mi boca. No me conoce ni me comprende quien habla de mi cólera y


mis castigos. Yo soy una esencia, una luz, una vibración permanente y eterna. ¿Puede
encolerizarse la esencia, la luz, la vibración? Vosotros os encolerizáis, y bajo el impulso de la
cólera, castigáis, más Yo no soy un hombre revestido de vuestra grosera materialidad". Así dice
Jehová, el Inmortal que no tuvo principio ni tendrá fin. Y el niño guardó silencio. Los Doctores
se miraban unos a otros, y los que ocultamente eran Esenios, comprendieron con luz
meridiana que aquel niño era un vaso que contenía un raudal de luz divina que se derramaba
sobre la Tierra. El quiere que sepáis que Vosotros no conocéis al Padre Celestial porque sois
cobardes y estáis llenos de miedo.

Sí, estáis llenos de cobardía y de miedo, y a la Divina Sabiduría no la conquistan los miedosos,
sino los valientes para colocarse frente por frente a lo desconocido, al Eterno Enigma, no de
potencia a potencia y con insólito orgullo, sino con el amor de hijos que ansían conocer a su
padre. Y entonces el Padre se les descubre y les dice: Aquí estoy. Conocedme para que podáis
amarme como dice la Ley, más que a todas las cosas de la Tierra. ¿No veis que es un contra
sentido que mande a sus criaturas amarle sobre todas las cosas de la Tierra, y luego se
encolerice y animado de ira y de furor les castigue despiadadamente como hace un mal amo
con sus infelices esclavos? La Ley debería decir entonces: Temerás a Dios más que a todas las
fuerzas y formas de mal que hay en la Tierra. Os digo que tenéis miedo de escudriñar la verdad
divina, y por eso sigue ella siendo una diosa escondida y esquiva que no quiere mostrarse a los
hombres. Sabéis que Dios es inmutable y os permitís hablar de su ira y de su cólera.
Encolerizarse es mudarse, es cambiar de estado, y esto es otro contrasentido, porque si en
momentos dados se llena de ira y de furor, no es inmutable y es una blasfemia atribuir al
Altísimo tan grave imperfección, propia de las atrasadas criaturas de la Tierra. Dios es
inmutable y porque lo es, permanece impasible ante todos los errores humanos, ante todas las
hecatombes de mundos y humanidades. Dios sabe que las inteligencias encarnadas, recién
llegadas a los dominios de la inteligencia y de la razón, están aún, bajo el gobierno de la fuerza
bruta que es la materia en humanidades primitivas; ¿cómo pues, ha de encolerizarse contra el
orden establecido por El mismo, o sea que todas las humanidades adquieran lenta y
paulatinamente el conocimiento, la sabiduría y la bondad? "Si la Ley Divina dice: "Amarás al
Señor Dios tuyo con toda tu alma, con todas tus fuerzas y sobre todas las cosas, es evidente
que El quiere como único don, el amor de todas sus criaturas de todos los mundos, y por tanto
lo que más le complace, es que sus criaturas se esfuercen en conocerle porque nadie ama lo
que no conoce.

En resumen, todo lo bello y bueno nos viene de Dios que es nuestro Padre Universal, y todo lo
malo tiene su origen en nuestros errores, en nuestra ignorancia y en nuestras inquietudes.

¡Padre mío! ¡Señor de los cielos, haz que los hombres te conozcan y sólo así te amarán!
2) A los 12 años en la reunión de Doctores y Sacerdotes de Israel

Si tenéis puro y sencillo el corazón, yo bajaré a vosotros con toda mi claridad. Y aquellos que
me busquen en espíritu y en verdad, me encontrarán en todas las cosas que viven y que
mueren desde los soles que brillan en el espacio azul, hasta la oruga que se arrastra por la
tierra.

Yo he arrancado un pedazo de Mí mismo, dice Jehová y es el Mesías que os mando. Es mi


Verbo, mi Palabra Eterna grabada en las olas de los mares que, os dan la carne de sus peces y
el esplendor de sus perlas; grabadas en las montañas que os dan piedra para vuestras
viviendas y oro para vuestro regalo y vuestro bienestar; grabadas en los árboles que os dan sus
maderas y sus frutos; en las bestias todas de la Tierra que os sirven para vuestra vida.

Yo soy la Luz Eterna, dice Jehová y mi Mesías es un rayo de esa luz. Yo soy el Poder, la Energía,
la Fuerza que veis en todo cuánto vive, y mi Mesías es una vibración de ese Poder, de esa
Energía, de esa Fuerza que está por encima de todos.

Él ha surgido de Mí, y vive en Mí, y piensa y siente en Mí ahora, y mañana y por toda la
eternidad.

Él os lleva mi mensaje de Amor y de Luz, pero vosotros haréis con él como lo habéis hecho con
todos aquellos que en Mi Nombre os llevaron la Verdad.

Y ¿qué os dirá Moisés si es El que irá hacia vosotros? Mi Ley que fue Mi Mensaje llevado por él,
está sepultada bajo una montaña de prescripciones y de mandatos que habéis ido
acumulando, con lo cual no habéis hecho sino encadenar las conciencias y cargar de temor y
espanto las almas, que no saben cómo poner de acuerdo la debilidad y miseria propia de su
escasa evolución con los furores de Jehová, el terrible Dios tirano y déspota que habéis creado
en vuestras monstruosas alucinaciones, en vez del Dios-Creador por su Amor Omnipotente
que se da continuada y eternamente a todo cuanto vive y alienta en el Universo.

Soy Uno, pero tan grande que dentro de Mí se mueven todos los mundos y todas las
humanidades que viven en esos mundos. La luz que os alumbra y el aire que respiráis son
emanaciones mías; y vosotros mismos que os creéis a veces tan grandes no sois más que una
vibración de mi Energía Eterna.

Dentro de Mí vivís, os movéis y sois aún sumergidos entre el oleaje pesado de vuestro atraso y
grosera materialidad. Si un día por Moisés os di como primera ley el Amor hacia Mí, por el
Mesías que ahora esperáis y llamáis, no os daré otra ley sino aquella misma, llevada a la altura
suprema del Amor por encima de todas las cosas creadas.

Y porque soy inmutable y eterno, y soy el aliento de toda vida, veo, sé y percibo cuanto pensáis
y obráis y sentís; y ninguna de vuestras obras malas, me afecta ni siquiera como el ondular de
un cabello. ¡Inmutable! ¡Eterno! son frases, cuyo significado está más allá del alcance de
vuestra mentalidad.

¡Qué horrible blasfemia pronunciáis cuando habláis de la ira de Dios, de la cólera de Dios, del
furor de Dios!
Mi justicia que es inexorable dice Jehová no es ejercida ni por la cólera, ni por el furor, sino por
la Ley Suprema de causas y efectos, que rige invariablemente en todos los mundos del vasto
universo. Y si vosotros que sois imperfectos amáis a vuestros hijos, vuestras obras, vuestras
ideas, vuestros pensamientos, subiendo en la escala de lo infinito, encontraréis claramente
demostrado mi amor eterno y en grado infinito, sin límites, para todo lo que surgió de Mí
Mismo, y es como una prolongación mía, como un hálito mío, como un resplandor de mi Luz
Eterna. "Las Inteligencias llegadas a la perfección más completa en todas sus facultades, son mi
Idea, mi Pensamiento, mi Voluntad, mi Verbo, mi Palabra Eterna, mi Amor inconmensurable.
Ellas están en Mí y Yo en Ellas formando así la maravillosa Unidad Divina que es Luz, Energía y
Amor.

3) A los 12 años frente a unas copias de los 10 mandamientos en el Santuario del


Quarantana:

Estos diez mandamientos se encierran en dos: Amar a Dios sobre todas las cosas y al prójimo
como a ti mismo.

4) Palabras de Jesús a sus discípulos:

Buscad primeramente el Reino de Dios y su Justicia; y todo lo demás se os dará como


añadidura.

5) Palabras de Jesús sobre la justicia y como obtenerla:

Me parece que hay que comenzar por preparar a las masas para reclamar sus derechos con
éxito, esto es, instruirlas en la verdadera doctrina del bien y de la justicia.

El hombre, para ocupar su lugar en el concierto de la vida universal, debe saber en primer
lugar quién es, de dónde ha venido y hacia dónde va. Debe saber su origen y su destino, lo cual
lo llevará a comprender claramente la ley de solidaridad, o sea le necesidad absoluta de unión
y armonía entre todos, para conquistar juntos esa estrella mágica que todos anhelamos: la
felicidad.

6) Palabras de Jesús sobre la justicia y libertad ante disidentes de Herodes y el domino


Romano:

He venido hacia vosotros porque sé que padecéis persecuciones a causa de vuestras ansias de
justicia, de libertad y de paz, esa hermosa trilogía, reflejo de la Inteligencia Suprema que
gobierna los mundos.

Más no creáis que me impulse ambición alguna de ser dirigente de multitudes que reclaman
sus derechos ante los poderes civiles, usurpados o no. Soy simplemente un hombre que ama a
sus semejantes, porque reconoce en todos ellos a hermanos nacidos de un mismo origen y que
caminan hacia un mismo destino: Dios-Amor, justicia, paz y libertad por encima de todas las
cosas.

Las mismas ansias de liberación y de luz que os hace exponer vuestras vidas a cada instante,
vive y palpita en mi ser con una fuerza que acaso no sospecháis, no obstante, yo vivo en
tranquilidad y paz, buscando el bien que anhelo por otro camino que vosotros.

Vosotros veis vuestro mal, vuestra desgracia, vuestros sufrimientos, surgiendo como
animalejos dañinos de un soberano que usurpó el trono de Israel, y su horrible latrocinio
quedó en herencia a sus descendientes; los veis en el poderío romano, cuyas ansias de
conquista le atrajo hacia estas tierras, como a la mayoría de los países que forman la
civilización actual. Pero vuestro verdadero mal no está en todo eso, según el prisma por el cual
yo contemplo la situación de los pueblos, sino en el atraso intelectual y moral en que los
pueblos viven, preocupados solamente de acrecentar sus bienes materiales, y dar así a su
cuerpo de carne, la vida más cómoda y halagüeña que puede imaginarse.

Son muy pocos los que llegan a pensar, en que el principio inteligente que anima los cuerpos
tiene también sus derechos a la verdad y a la luz, y nadie se los da, antes al contrario, se busca
el modo de que no los conquiste jamás.

¿No habéis pensado nunca en que la ignorancia es la madre de toda esclavitud? Pensadlo
ahora, y poned todo vuestro esfuerzo en luchar contra la ignorancia en que vive la mayoría de
la humanidad, y habréis puesto al hombre en el camino de conseguir los derechos que con
justicia reclama. Bien veis que, todas las rebeliones, los clamores, los tumultos, no han hecho
más que aumentar la nómina de vuestros compañeros sacrificados al hacha de los poderosos,
sin que hayáis conseguido dar un paso hacia la justicia y la libertad.

Ni en las sinagogas, ni en el templo, se pone sobre la mesa el pan blanco de la Verdad Divina.
Debe cada cual buscarlo por sí mismo y ponerlo en su propia mesa, al calor santo del hogar, de
la familia, como el maná celestial caído en el desierto y que cada cual recogía para sí.

¿Cuántos sois vosotros? ¡Ciento treinta y dos!

Bien; son ciento treinta y dos hogares hebreos o no hebreos, que comerán el pan de la Verdad
y beberán el agua del Conocimiento Divino que forma los hombres fuertes, justos y libres, con
la santa libertad del Dios Creador que los hizo a todos iguales, llevando en sí mismos, los
poderes necesarios para cumplir su cometido en la tierra.

¿De qué, y por qué viven los tiranos, los déspotas, los opresores de los pueblos? De la
ambición de unos pocos, y de la ignorancia de todos.

Demos al hombre de la actualidad, la lámpara de la Verdad Eterna encendida por el Creador


para todas las almas, y haremos imposibles las tiranías, los despotismos, abortos nefandos de
las fuerzas del mal, predominante por la ignorancia de las multitudes.

Yo soy un portavoz de la Verdad Eterna, y como yo, están aquí estos amigos que lo son
también y al lado de ellos, otros muchos.

¿Os reunís en el panteón sepulcral del rey David para desahogaros mutuamente de vuestros
anhelos, rotos en pedazos por la prepotencia de los dominadores? Continuad reunidos para
encender la lámpara de la Divina Sabiduría, y prepararos así a las grandes conquistas de la
justicia y de la libertad.

7) Palabras de Jesús Cristo Ante los Esenios a los 20 años:

El hombre dado a la vida del espíritu con preferencia a la de la materia, debe mirar todos los
acontecimientos como mira un maestro de alta enseñanza a los niños que comienzan su
aprendizaje. Los ve obrar mal en pequeñas o grandes equivocaciones. Los ve darse golpes o
trabarse en luchas por la conquista de un juguete, de una golosina, de un pajarillo que morirá
en sus manos, de un objeto cualquiera que le entusiasma por un momento, y que luego
desprecia porque su anhelo se ha fijado en otro mejor. Pero su yo interno permanece sereno,
inalterable, sin permitir que encarne en él la ardorosa pasión, madre de odios infecundos y
destructores.

Bien veo que en nuestro pueblo fermenta sordamente un odio concentrado contra la
dominación romana, contra reyes ilegítimos, contra un sacerdocio sin más ideales, que el
comercio vil de las cosas sagradas. Tan grandes y dolorosos males son simples consecuencias
de la ignorancia en que se ha mantenido a este pueblo, como a ¡a mayoría de los pueblos de la
actual civilización.

Una fue la enseñanza de Moisés y de los Profetas, y otra muy diferente se dio como
orientación a los pueblos. Moisés dijo: "Amarás al Señor Dios tuyo, por encima de todas las
cosas, y al prójimo como a ti mismo". Y el pueblo ve que en los atrios mismos del templo se
ama el oro y el poder, por encima de todas las cosas; que se castiga con penas y torturas
terribles a los acusados de faltas en que incurren a diario, los que se hacen jueces de sus
hermanos indefensos; que los poderosos mandatarios viven en un festín eterno, y el pueblo
que riega la tierra con el sudor de su frente, carece hasta del pan y la lumbre bajo su mísero
techo.

Moisés dijo en su inspirada ley: "No matarás, no hurtarás, no cometerán adulterio", y el pueblo
ve que los poderosos mandatarios, asesinan a todo el que estorba en su camino, hurtan por
ruines y engañosos medios, todo aquello que excita su avaricia, y destruyen los hogares,
arrebatando traidoramente la esposa compañera fiel. ¿Quién contiene al torrente que se
desborda desde la cima de altas montañas? El pueblo se hizo eco de las falsas acusaciones de
los ambiciosos y libertinos contra los Profetas, que le hablaban en nombre de la Eterna Ley de
amor y justicia, y acalló sus voces, entregándolos a la muerte en medio de crueles suplicios.
Ahora el pueblo paga las consecuencias de su ignorancia, y de sus odios inconscientes.

Veo la sabiduría más alta en el mensaje de los Setenta (Grupo de sabio líderes de la comunidad
Esenia) que acabáis de escuchar. No hemos de sacrificar inútilmente la paz que goza todo
hombre de bien, todo esenio consciente de su deber, a la idea de que, mezclándose a las
luchas sórdidas y apasionadas de la turbamulta, pueda conseguirse de inmediato la
transformación de este doloroso estado actual.

Destruir la ignorancia respecto de Dios y de sus relaciones con sus criaturas, es la obra que
realiza en secreto la Fraternidad Esenia, y nuestro deber es secundarla en su labor misionera
encendiendo la lámpara del divino conocimiento, o sea la ciencia sublime y eterna de Dios en
relación directa con el alma humana.
Padres, madres, jefes de familia, haced de vuestros hogares, santuarios de la verdad, del bien,
del amor y de la justicia, sin más códigos ni ordenanzas que los diez mandatos divinos que
trajo Moisés a esta tierra, y será como la marca indeleble puesta en vuestra puerta, que
quedará cerrada a todos los males, y dolores que afligen a la humanidad.

Tomad mis palabras pronunciadas con el alma saliendo a mis labios, no como de un Maestro
que os enseña, sino como de un joven aprendiz que ha vislumbrado la eterna belleza de la Idea
Divina, en las penumbras apacibles de los santuarios de rocas, bajo los cuales se cobijan los
verdaderos discípulos de Moisés.

8) Discurso de Jesucristo a los 20 años, luego de su viaje a Alejandría. Ante sus familiares que
comentan sublevación armada judía, contra las injusticias de gobernador de Roma en la
zona:

Comprendo que no podemos ser indiferentes al dolor de nuestros hermanos y que estamos
obligados a poner esfuerzo de nuestra parte para aliviar el yugo que pesa sobre todos.
Nosotros los afiliados a la Fraternidad Esenia, creo que' no somos libres de obrar sin ponernos
antes de acuerdo con los que han sido hasta ahora nuestros conductores y guías.

Francamente, os digo que mis puntos de vista en cuanto a la liberación son otros muy
diferentes, pues estoy convencido de que mientras el hombre no se liberte a sí mismo de su
pesada cadena de ambiciones, egoísmos y ruindades que le agobian, poco será si le libertamos
de amos exteriores que él mismo se echa encima por su propia inferioridad. ¿Cómo y por qué
vino la dominación extranjera? Porque las ambiciones de grandeza y de poder habían dividido
en bandos a las clases dirigentes, y en el afán de escalar cumbres donde brilla el oro, abrieron
la puerta a intrusos usurpadores que explotan justamente las discordias internas de los
pueblos.

Yo había pensado en ampliar la obra silenciosa pero eficaz de los Esenios, por medio de
auxiliares voluntarios que compartan la obra de los Terapeutas.

Vosotros pensáis quizá en ejércitos armados para imponer la justicia por la fuerza. Yo pienso
en ejércitos también, pero sin lanzas ni espadas, y sólo armados con la verdad, con la lealtad
de unos para otros, con la instrucción necesaria para que el pueblo aprenda a pensar y
razonar, desterrando la ignorancia y el fanatismo utilizados por los audaces aventureros, para
dominarlo, engañándolo.

Así interpreté las orientaciones que las cartas del príncipe Melchor abrían ante mis ojos. Todos
esos recursos materiales que esas epístolas permiten entrever pueden ser utilizados para esta
vasta red de elevación moral, de instrucción, de enseñanza al pueblo en forma de prepararlo
para gobernarse por sí mismo.

Fue Herodes un amo arbitrario y despótico hasta el grado sumo, que se aprovechó de las
internas discordias para subir; la Divina Ley lo sacó de la vida física, y un nuevo amo vino sobre
Israel en parecidas condiciones al anterior.

El gobernador Graco ha encontrado dividida la nación hebrea por odios profundos. ¿Por qué
odia la Judea a Samaría? ¿Por qué desprecia a Galilea? ¿No son todos descendientes de
aquellas doce tribus cuyos troncos son los doce hijos de Jacob; hijo de Isaac, hijo de Abraham,
favorecidos con las promesas divinas?
Mientras existan todas estas ignorancias, rivalidades, odios y miserias, nuestro pueblo se
arrastrará miserablemente sujeto, hoy a un amo, mañana a otro, hasta que sepa conformar
sus pensamientos, sus obras, su vida toda, a la Divina Ley, que es el único amo justo que todo
pueblo debe tener.

Y dentro de la misma Jerusalén, ¿por qué el odio de los fariseos contra los sabuesos y sus
príncipes? Por la envidia que les corroe el alma, por la ambición que les acosa a todas horas.
Favorecidos los fariseos con la protección de Graco, han emprendido una guerra a muerte
contra la nobleza saducea en su mayor parte; se han hecho nombrar pontífice fuera de la ley,
pero que responde a sus fines. ¿Qué haríamos con arrojar del país a los extranjeros, si la causa
de todo mal está en el corazón mismo del pueblo?

Tal es mi pensamiento, que puede ser equivocado. Vosotros sois libres, de pensar, según
vuestros propios modos de ver.

Para mí, no es un levantamiento armado el que pondría remedio a tantos males, sino una
campaña silenciosa pero decidida y firme de unificación y concordia, de instrucción y de
persuaden, que eleve el nivel moral del pueblo hasta ponerlo en condiciones de gobernarse
sabiamente a sí mismo.

9) Explicación de Jesucristo de 20 años, al príncipe Jesua del motivo por el cual el mesías
nació en Israel:

Porque en los designios divinos, estaba marcado este país para su nacimiento, porque Israel
tuvo antes a Moisés transmisor de la Ley Divina, y porque la adoración de un solo Dios
inmutable, indivisible y eterno ofrece una base firme para cimentar sobre ella la doctrina
salvadora de la humanidad.

10) Jesucristo de 20 años explicando el tipo de mesías que esperan los Esenios (el verdadero
mesías):

La Fraternidad Esenia, a la cual pertenezco por la familia en que he nacido y por la propia
convicción, no concibe un Mesías guerrero que quiera por las armas conquistar el puesto de
Salvador de Israel. Los Esenios, han esperado siempre un Mesías Instructor lleno de luz
divina y de conocimientos superiores para marcar a los hombres el derrotero que le conduzca
a Dios, fin supremo de toda criatura.

11) Jesucristo de 20 años con respecto a Moisés:

No se concibe, que Moisés, que recibió la Ley Divina por vías espirituales tan elevadas, y en las
cuales uno de los preceptos: "No matarás", escriba luego ordenanzas plagadas de sentencias
de muerte individuales o colectivas hasta incluyendo ancianos, mujeres y niños por pecados
ocultos o públicos, graves o no, según el punto de vista en que se miran, y menos aún, para
lograr usurpaciones de territorios, de ciudades, de bienes de fortuna pertenecientes a otros
pueblos. ¿Dónde queda el No matarás de la Ley? Y sobre todo: ¿Dónde queda el "Ama a tu
prójimo como a ti mismo", resumen y síntesis de toda la Ley?
Por eso digo que Moisés, no sólo no fue comprendido por su pueblo, sino que fue
horriblemente calumniado, desprestigiado como legislador, como instructor y dirigente de
pueblos.

12) Jesucristo de 21 años en camino al monte Quarantana a sus futuros discípulos Felipe,
Bartolomé y Zebeo:

El gran conocimiento, sólo llega al alma del hombre, cuando ha bebido toda la hiel de las
ingratitudes humanas, del abandono, del olvido, del desamor de aquellos a quienes nos dimos
como oblación completa, sin detenernos a pensar que aquellas criaturas amadas no podían
nunca darnos lo que no poseían, la esencia pura de un amor sin interés, sin egoísmo, capaz de
perpetuarse a través de todos los contratiempos y de todas las contingencias.

Nos brinda a veces con la copa rebosante de sus amores efímeros, pensando que recogerán de
nosotros la satisfacción de sus ambiciones y deseos, y tales amores sólo viven el tiempo que
vive la ilusión. Desvanecida ésta, los afectos mueren como el pez fuera del agua, como la
hierba arrancada de la tierra, como la luz de la lamparilla cuando se agota el aceite.

Y el alma que soñó con amores fuertes más que la muerte y eternos como ella misma,
comienza a saborear la amargura de la agonía, que le irá llevando al aniquilamiento de su
esperanza y de su fe en la vida, en los seres y hasta en sí misma.

13) Jesucristo en el panteón del rey David ante los seguidores de la santa alianza (proyecto
de Jesucristo para la evolución de los hombres), sin decir explícitamente que es el mesías:

Veo encendido en vuestros corazones el fuego santo de la unión fraternal, que os hará grandes
y fuertes para responder al ideal supremo que os designa pueblo escogido por la ley de esta
hora, para recibir al portavoz de la Verdad Eterna que es luz, paz y bienestar para todos los
pueblos de la tierra.

Vengo, como se ha dicho del Monte Moab, donde he encontrado al Salvador que esperábamos
con ansia febril, y sé que está dispuesto a Sacrificarlo todo, absolutamente todo, y hasta la vida
misma, en aras de la liberación de sus hermanos oprimidos por toda especie de cargas.
Acabo de encontrarle y he comprendido que su acción no será de armas y de sangre, sino de
esa resistencia silenciosa y firme, que hace de cada corazón un bloque de diamante, en el cual
se estrellan todas las acechanzas y maquinaciones de astutos adversarios, que buscarán
comprar con oro las conciencias, acallar el razonamiento y la lógica, desfigurar la verdad para
que reinen el fanatismo y la mentira, único medio de triunfo con que cuentan los opresores de
pueblos.

Vuestro Mesías sabe, que sólo de vosotros mismos vendrá vuestra liberación de todas las
cargas que soportáis, si sois capaces de conquistar, cueste lo que cueste, la nueva vestidura
que él exigirá para todos aquellos que quieran compartir con él la ardua y penosa misión de
dar a los hombres, la grandeza, la paz y la dicha que buscamos.

No hay lana, ni lino, ni seda, que pueda tejer esa vestidura, que no es materia corruptible, sino
inmaterial y eterna: está tejida de desinterés, de abnegación, de espíritu de sacrificio y de un
anhelo poderoso y fuerte, como el vendaval que todo lo arrastra, de mejoramiento social,
material y espiritual, para todas las razas y pueblos de la tierra.
Vuestro Mesías sabe, que debe ser desterrado el pensamiento egoísta, de que sólo Israel debe
ser salvado. Nuestra Nación, por grande que nos parezca, es sólo como el mantel de nuestra
mesa, y muy poco haremos si sólo somos capaces de mantener limpio nuestro mantel,
dejando que alrededor de él se agigante en olas rabiosas el mar de sangre y llanto, de
inmundicia y de miseria que nos rodea por todas partes.

Vuestro Mesías sabe, que el pueblo de Israel ha sido llamado el primero en esta hora de la
evolución humana, para dar el grito de libertad de toda suerte de esclavitudes, y sois, amigos
de la Santa Alianza, los heraldos de esa libertad hija de Dios, que hace de cada hombre un
apóstol de la dignidad humana, lacerada, ofendida y pisoteada de todos los despotismos
creados, y sostenidos por la soberbia y egoísmo, de audaces aventureros adueñados del poder
por la inconciencia y la ignorancia de las masas populares.

Vuestro Mesías sabe, que, si la Santa Alianza logra destruir esa inconciencia e ignorancia de los
pueblos, sustituyéndolas por la convicción razonable y lógica de lo mejor, de lo justo, de lo
grande, noble y verdadero que hay en la vida humana, el triunfo es seguro, como seguro es el
fuego encendido con una chispa en día de viento, cuyas corrientes llevarán su llama viva por
todas partes donde haya una planta de heno en que prender.

14) Discurso de Jesucristo sobre las causas de la dominación y la esclavitud:

El mundo ha caído bajo la dominación romana por su propio atraso moral e intelectual. La
ignorancia es la que ha forjado uno tras otro los eslabones de la cadena que aprisionan
nuestros países.

La luz de la Divina Sabiduría fue apagada hace siglos por la ambición y el egoísmo de los
hombres, que se dividieron unos de otros en tantas formas y modos, que hay momentos en
que hasta llegan a olvidarse de que todas las razas y todos los pueblos son absolutamente
iguales en su origen y en su destino.

El rey, cree que es de distinta naturaleza que sus esclavos y servidores, y que por tanto debe
vivir de la manera más opuesta a la vida de aquellos. Todo para él, nada para los otros sino el
yugo sobre la cerviz.

Es necesario que los reyes, como los esclavos, sepan que sólo Dios es grande, invencible,
inmutable, dueño y señor de todo cuanto existe, y que todos los demás, así estén ceñidos de
una corona, como amarrados a una cadena somos ínfimas criaturas suyas, incapaces de crear
una hormiga, ni añadir un cabello a nuestra cabeza, ni cambiar el color de nuestros ojos, ni la
estatura a nuestro cuerpo. Todos nacemos por igual y todos morimos igualmente. Si
alguna grandeza puede conquistar el hombre, es la que se obtiene por el mayor acercamiento
a la grandeza de su Creador.

Destruida la ignorancia en las masas de los pueblos, quedará destruida la causa de las
dominaciones y de las esclavitudes.

15) Discurso de Jesucristo sobre la grandeza real de los pueblos:


La grandeza y felicidad de los pueblos, no se consigue por las armas, sino por la elevación
moral de las masas, cuando se extiende sobre ellas un manto de amor y de luz que despierte
las conciencias a la Verdad Eterna, y a su ley soberana que dice al hombre en todos los tonos.

Eres igual que tu hermano al cual debes amar como te amas a ti mismo.

16) Jesucristo al pueblo:

La libertad de conciencia, de pensamiento y de acción, es un don concedido por Dios a la


criatura humana; y siempre que esa libertad no atente contra los derechos del prójimo,
comete delito, el que la impida o la destruya.

17) Explicación de Jesucristo de parte del capítulo 66 del libro de Isaías:

La parte del capítulo 66 dice:

El cielo es mi trono y la tierra estrado de mis pies. ¿Dónde está la casa que me habréis de
edificar, y dónde el lugar de mi reposo?

Mi mano hizo todas las cosas, y todas las cosas fueron, dice Jehová, más yo miraré a aquel que
es pobre y humilde de espíritu, y que inclina su frente a mi palabra.

La explicación:

Entiendo que el soberano Señor de todo lo creado busca con agrado el amante corazón de sus
criaturas, para reposo de su grandeza y de su infinita majestad, y que el corazón del hombre
soberbio, no puede ser jamás santuario para el Supremo Hacedor.

Es humilde de espíritu, el que hace suyos» los dolores del huérfano y desamparado, y no
encuentra descanso y gozo verdadero, sino cuando ha remediado sus dolores y ha secado sus
lágrimas.

Es humilde de espíritu el que amando la verdad por encima de todas las cosas, da a Dios lo que
es de Dios, y toma para sí su propia carga de imperfecciones y de atraso, que le lleva a
prosternarse ante la Divina Justicia, clamando con todas sus fuerzas: No mires Señor mi
iniquidad y miseria, sino tu gran misericordia para acoger a tu siervo, no por lo- que es, sino
por lo que tú quieres que sea, para glorificarte por los siglos de los siglos.

Es humilde de espíritu, el que sólo quiere la vida para llenarla de obras de amor y de justicia,
dignas del que ha dejado penetrar en sí la Ley Divina, que dice: "Ama a Dios sobre todas las
cosas y al prójimo como a ti mismo".

No es con sacrificio de bueyes, de carneros y palomas, con lo que el hombre conquista el


derecho de servir como santuario de reposo al Señor, sino con el sacrificio de las propias
pasiones y renunciamientos, elevándose por el amor fraterno y la sinceridad de una vida pura,
por encima de todas las ambiciones y de todos los egoísmos.
18) Sueño o aspiración de Jesucristo comentada a uno de sus seguidores:

Educar a los pueblos, enseñar a las masas con la antorcha de la Verdad Eterna en la mano,
para que sepan el origen y destino de la vida, su Verdadero objeto y su glorioso fin. Que sepan
todos los pueblos que Dios Inteligencia Suprema, Alma de todas las cosas, es Amor, Luz,
Energía eternas, y que es Padre Universal de todos los seres, de todas las razas, de todos los
pueblos y aún de todos los mundos, que al igual que nuestra tierra, ruedan por la infinita
inmensidad sostenidos por la omnímoda voluntad del Eterno Creador.
Enseñar a las multitudes, que tan hijos de Dios y hermanos nuestros son los negros del Áfricas
Sur, como los blancos de la Europa del Norte, los soñolientos hindúes, los pacíficos persas, los
orgullosos romanos, los griegos artistas, los egipcios laboriosos y sumisos, todos, todos somos
hijos de una madre: la Tierra y nuestro padre Uno Solo: ¡el Eterno Hacedor de todo cuanto
alienta! Enseñarles que la tierra es, para sustentar a todos, como el aire, el agua y la luz, y que
nadie tiene derecho a privar a su hermano de un girón de tierra donde plantar su cabaña, y
donde abrir después su sepulcro.

Enseñarles, que los caudillos por grandes y poderosos que ellos se crean, son de la misma
carne y sangre que el último de sus esclavos, y que la Eterna Ley, no les adjudica otros
derechos que los de servir de guías, de conductores, de padres solícitos y amantes de los
pueblos que gobiernan.

Enseñarles la sabia ley de la Justicia Divina, que las Escuelas de Sabiduría llaman preexistencia,
o sea las existencias físicas repetidas continuamente en el correr de los siglos y de las edades,
tan admirablemente ordenadas y dispuestas, en el que hoy es un soberano déspota y cruel, y
que te pasea sobre las cervices inclinadas de sus súbditos, en otra encarnación futura, vendrá a
vivir la vida del esclavo, para que otro déspota lo pisotee como un gusano, tal como lo hizo en
su existencia anterior.

19) Discurso de Jesucristo en asamblea de la Santa alianza (Santa Alianza es un proyecto del
mesías para lograr la propagación de la verdad y sabiduría divina).

Dice el rey sabio, en el versículo I del capítulo IV del Eclesiastés: "Y tórneme yo, y vi todas las
violencias que se hacen debajo del sol: y vi "las lágrimas de los oprimidas, y sin tener quien los
consuele; y vi la "fuerza en la mano de sus opresores, y que para ellos no había consolador".

Por estos amigos míos ha nacido la Santa Alianza en la tierra que vieron nuestros padres, y
donde están sus sepulturas. Por esto ha florecido en el jardín de Jehová, el blanco rosal de la
Santa Alianza, beso de amor para todos los que padecen angustias de muerte en sus hogares
sin lumbre y sin pan; abrazo de fraternidad y compañerismo, para los que sienten el azote
feroz de la humillación y del oprobio, en la amada tierra que los vio nacer; encuentro de almas
en la misma senda, que todos vamos recorriendo en cumplimiento de la gran ley de
la vida; lámpara encendida en las tinieblas, de los que buscan a tientas una mano en qué
apoyarse, y un pecho amigo en qué descansar la frente fatigada...
El Rey-Sabio, vio todo el dolor de lote humildes oprimidos, y desahogó su alma en amargas
quejas diciendo, que, "todo es vanidad y aflicción de espíritu, debajo del sol".
La Santa Alianza ha dado un paso más, y busca la unificación, que es fuerza defensiva para
todos los que sufren la opresión y la injusticia. Busca el acercamiento de todos los corazones
animados de un mismo sentir, de una misma fe, de un mismo ideal: la santa libertad de los
hijos de Dios, bajo la suave tutela de su Ley soberana. La única ley que iguala a todos los
hombres, al grande como al pequeño, al fuerte como al débil, al rico como al desposeído,
puesto que a todos les dice: ama a tu prójimo como a ti mismo, no hagas a otro lo que no
quieras para ti, honra a tu padre y a tu madre; no quites la vida, ni la honra, ni los bienes a tus
semejantes; no manches tus labios con juramentos falsos, ni tu corazón con impúdica lasciva.

Esta es, amigos míos, la Santa Alianza de que todos formamos parte, en la cual ensayaremos
nuestra capacidad de amarnos los unos a los otros, en tal forma y de tan perfecta manera, que
el dolor de uno sea el dolor de todos, y la alegría del más pequeño sea compartida, vivida y
sentida, por todos sus hermanos.

No es un levantamiento armado, para tirar por tierra poderes constituidos por la fuerza bruta,
y levantar otros constituidos en igual forma. Es un levantamiento espiritual, para
engrandecernos hasta hacernos dignos del nombre que nos hemos dado, de pueblo elegido,
pueblo de. Dios, pueblo de justos, de profetas de la Verdad y de la Justicia. Hasta hoy no
hemos merecido esos nombres, porque toda nuestra historia, desde la muerte de Moisés
hasta hoy, es una historia de ignorancia, de ignominia y crimen, de engaños y de falsedades, de
odiosa profanación contra sagradas instituciones, con fines de lucro y de dominio.

Hombres justos y austeros hubo, que levantaron su voz inspirados por Dios para encaminar los
pueblos a sus sagrados deberes; pero esos hombres llamados profetas, fueron perseguidos y
muertos, para que desde el fondo de sus sepulturas no se escucharan sus voces que gritaban
más alto que las conciencias dormidas de los hombres: "pecáis contra Dios, pecáis contra
vuestros semejantes, pecáis contra la Verdad, contra la Justicia y contra el Amor, y sobre
vosotros mismos caerán las consecuencias de tan desastrosos desmanes, en contra de la
Eterna Ley.

Cuando nuestros caminos se hayan enderezado en la eterna marcha de la vida; cuando


nuestros labios se hayan purificado como los del profeta Isaías, al contacto de un fuego divino,
y no destilen el engaño y la mentira; cuando nuestras manos estén limpias, como el pan de flor
de harina que adorna nuestra mesa, cuando nuestros ojos no se deleiten en los placeres
lúbricos, y sólo busquen gozarse en las obras de Dios para alabarle eternamente, entonces
amigos míos, caerán sin esfuerzo los tiranos, los déspotas, se romperán las cadenas de todas
las esclavitudes, se abrirán las puertas de todos los calabozos, las armas se oxidarán en las
cuevas de las fortalezas, los gritos de guerra se transformarán en canciones de cuna, en
barcarolas de pescadores, en cadencias de doncellas sentadas al telar, en cantares de labriegos
segando sus trigales dorados, y endechas de pastores abrevando sus ganados.

Tal es el sueño que agitó sus alas en mi mente, al forjar en ella él ideal de la Santa Alianza que
os congrega en torno mío, como una inmensa cosecha de flores y de frutos en torno al
labrador que las cultivó.

Y si cada uno de vosotros realiza en sí mismo, mi sueño creador de la Santa Alianza, no seréis
vosotros deudores míos por la iniciativa de esta obra de bien y de dicha para todos, sino que
seré yo vuestro deudor, pues que habré recogido de vosotros la más pura e inmensa felicidad
que puede gozar un alma humana encarnada en esta tierra.
20) Enseñanza de Jesucristo a Filón de Alejandría sobre el conocimiento y la cercanía hacia la
divinidad:

El Enigma, el Misterio, el Incognoscible nos rodea por todas partes, y nuestra alma anhela
saber algo de ese Dios al que quiere amar. Todos nosotros presentimos, adivinamos casi, la
tumultuosa actividad, los torbellinos de vida, de fuerzas, de poderes sobrehumanos que
gravitan lejos, cerca, y hasta dentro de nosotros mismos.

La Ley de la Evolución nos dice mucho. La Ley de la preexistencia nos habla también alto. No
obstante, las sombras son aún muy densas, y tú, encarnación del Pensamiento Divino, eres el
llamado a disolverlas en el mar diáfano de la Verdad sin velos.

Te digo, que en mundos como la tierra, cuando la Ciencia corre más a prisa que la moral, trae
el desbordamiento de fuerzas tremendas, que nada ni nadie puede contener. Por tener más
ciencia que moral, fueron tragadas por el abismo, las civilizaciones Lemúrica y Atlántica. Juno y
Numú, alumbraron a Lemuria con la lámpara suave del amor fraternal, antes que con la
antorcha ardiente de la ciencia. Pero Lemuria, rompió los velos del Eterno Enigma antes del
tiempo, y lo incognoscible la sepultó en su inmenso silencio. Anfión y Antulio
iluminaron a la virgen de oro del Atlántico, y el último, le dio lo más que podía dárseles a
mentes humanas del planeta tierra. Mas la ciencia de los atlantes, audaz y soberbia, rasgó con
su estilete el velo del Santo Sanctorum, y la Suprema Potencia que obscurece a los soberbios, y
da su luz a los humildes, desató el tremendo desbordamiento de fuerzas desconocidas y la
sepultó también en el eterno silencio.

La sabiduría más antigua que conocemos los hombres de esta hora es la que nos dejaron en
libretos de piedra los Flámenes Lémures, los Profetas Blancos de Atlántida y los Dacthylos del
Ática.

De ese rico venero, extrajeron los Kobdas de la Prehistoria, la capacidad de impulsar hacia la
Verdad, el Bien y la Justicia a la humanidad de tres Continentes. Pero toda esa grandiosa ola de
Sabiduría Divina tan sólo osó levantar la punta del velo que oculta el Eterno Enigma; apenas lo
suficiente para enseñar a los hombres, que Dios es Amor Infinito, Justicia Inexorable, Poder
Absoluto, Energía Suprema, Vida eternamente renovada en todas y cada una de sus
creaciones, desde los más radiantes soles que pueblan la inmensidad, hasta la más
insignificante larva que forma su colonia en una burbuja de espuma, o en la grieta de un
peñasco.

El simbolismo incomprendido, de la célebre pareja del Paraíso, perdido por haber comido del
árbol de la Ciencia que igualaba en sabiduría al hombre con su Creador, nos dice de la manera
más sencilla y al alcance de todas las mentes, que este planeta con todo cuanto encierra, no es
sino un organismo en formación, y que es pueril vanidad, y hasta estupenda locura, pretender
subirle de un salto a la altura mental a que llegaron en centuplicados millones de siglos, los
mundos radiantes habitados por Inteligencias tan poderosas y puras, que cooperan con la
Suprema Potencia en la creación de nebulosas, y en la dirección de Sistemas Planetarios que
aún no vislumbraron los hombres de esta tierra.
Lo que sucedería con el embrión humano que está en formación en el seno materno, si se
pretendiera conseguir prematuramente la hora del nacimiento, es lo que ocurre cuando se
precipita la llegada de esta humanidad, al Templo-Luz del perfecto Conocimiento Divino.

En nuestros Santuarios Esenios perdidos entre las grutas de las montañas, corre
silenciosamente la antigua sabiduría condensada en los papiros de los Dacthylos de Antulio,
que es el que más ha dicho entre los maestros de la más remota antigüedad. Su mensaje de
aquella hora estuvo casi exclusivamente dedicado a las exploraciones metafísicas, al punto de
manifestarse como relator de poemas interplanetarios. A través de las crónicas de sus
familiares y discípulos íntimos, podemos conocer la vida en planetas inferiores y muy
superiores a la tierra. Podemos conocer la escala infinita, en la jerarquía ascendente de las
inteligencias nacidas como chispas de la Eterna Llama Viva que las irradia de Sí Misma, como el
sol su polvo de oro sobre nuestro pequeñito mundo.

Mi guía, nos dice Antulio, en la crónica escrita por su madre Walkiria, levantó una punta del
gran Velo de los siete colores, detrás del cual la Eterna Potencia perfectamente feliz en Sí
Misma, emite de su seno oleadas interminables de chispas inteligentes y vivas, que con
vertiginosa velocidad van difundiéndose en el éter, cual átomos de oro, hasta que los grandes
guías de la evolución de los mundos, les van ubicando en los millares de millones de globos
grandes y pequeños, por donde comienzan su progreso las nuevas oleadas de ida que emergen
del divino seno materno, eternamente fecundo.

Y no bien la punta del velo fue levantada, que un torrente de luz potentísima me cegó, me
aturdió, me traspasó de parte a parte, me produjo un vértigo enloquecedor, como si de pronto
hubiera perdido todos los puntos de apoyo, y me encontrara absorbido por el vacío.

No quieras ver más, dijo mi guía, porque con lo poco que has visto, has comprendido bien lo
pequeña que es la criatura de evoluciones no perfectas, para ver a cara descubierta la Esencia
Divina, que sólo resisten las inteligencias más superiores y puras, de las Legiones de Antorchas
Eternas y de Fuegos Magnos, que ya no descenderán jamás a existencias físicas, en mundos
donde las inteligencias se revisten temporalmente de
carne.

De las crónicos antulianas, sacaron su doctrina los sabios sacerdotes de la antigua Menfis en
Egipto, los maestros de las viejísimas Escuelas de Sabiduría de Golconda y de Madura, de
donde la tomó Krisna; y que perseguida después por los Brahmanes, huyó a las cimas nevadas
de los Montes Himalaya, y a las selvas impenetrables del Tíbet; de allí la copiaron los maestros
de la antigua Persia y de la Samarcanda azul, que se confunde casi con la leyenda entre sus
rocas color turquesa y sus arroyuelos de zafiros.

21) Los catorce principios de Divina Sabiduría, esbozados en la reunión de maestros del
Monte Hor (reunión de los miembros más avanzados de la santa alianza, entre ellos
Jesucristo).

Para las masas populares:

1º La inmortalidad del alma humana, y su progreso constante a través de múltiples existencias


físicas, con el fin de conquistarse su propia felicidad.
2º Que la Suprema Potencia, Dios, es el Bien, es el Amor, es la Justicia, y ha grabado en la
esencia misma del alma humana, el principio eterno que es su única ley: "No hagas a otro lo
que no quieras para ti".

Los dolores, los males, las llamadas desgracias ocurridas a los seres, no son castigos de esa
Suprema Potencia; son tan sólo consecuencias de las transgresiones del hombre a la Divina
Ley, si no en la vida presente, en una anterior.

3º Para la Suprema Potencia, Dios, no hay seres privilegiados, porque tal afirmación sería una
negación del Amor y de la Justicia Divina, que se derrama por igual sobre toda criatura
emanada de Él. Hay solamente el Bien, atraído y conquistado, por el acierto y rectitud en el
pensar y en el obrar.
4º El alma humana es libre de obrar el bien o el mal. Si obra el bien, conquista el bien. Si obra
el mal, atrae el mal.

5º La muerte destruye tan sólo el cuerpo material, y da libertad al espíritu, que continúa
viviendo ligado por el amor, a los que fueron en vidas físicas, sus afines, amigos o familiares, a
los cuales sigue prestando apoyo y cooperación en toda obra de bien y de justicia. Son los
ángeles tutelares más íntimos de que hablan todas las religiones.

6º Sufrimiento eterno, no existe ni puede existir, porque la eternidad es sólo de Dios, que es
Bien Supremo, y todo, absolutamente todo, ha de volver a Él. El sufrimiento lo mismo en la
vida física, que después de la muerte, es sólo temporal hasta tanto que la inteligencia que
sufre ha comprendido la causa y aceptado los efectos, como medios de reparar el mal
causado.
Una vez reparados los efectos causados por una mala acción, el alma sigue su camino eterno
con mayores facilidades y luces, debido a la experiencia adquirida.

7º Siendo Dios Amor Supremo, que sólo por expansión de su Amor, da vida a cuanto existe, sin
pedir ni esperar de sus criaturas, sino que sean eternamente felices, se deduce que las faltas
en contra del amor deben ser las que atraen al alma más dolorosas consecuencias, y asimismo,
que las obras de amor, grandes o pequeñas, sean las que le atraigan mayor progreso, mayor
conocimiento y más felicidad.

Para los que buscan escalar la montaña santa del conocimiento superior:

1ª La caridad con el prójimo.

2ª La pureza de vida en pensamiento, palabra y obra.

3ª La paciencia en todas las circunstancias de la vida.

4ª Valor para perseverar en el sendero elegido, no obstante, las opiniones diversas del mundo.

5ª La concentración espiritual o meditación, buscando el propio conocimiento y la energía de


la Eterna Potencia.

6ª Consagración a la ciencia, que nos descubre las obras y leyes de Dios y nos hace útiles a la
humanidad.

7ª Hacer el bien, siempre el bien, con un afán incansable, sin esperar la compensación del
éxito, y sin temer el fracaso.
22) Jesucristo explicando porque existe el mal y las injusticias en el Israel de su época (sirve
para extrapolar al mundo en general)

Los sufrimientos de nuestro pueblo de Israel soportando la dominación extranjera. Hay un


proverbio antiguo que dice: "Lo que siembras, eso recoges". No sé si vosotros que me
escucháis, conoceréis la historia del pueblo hebreo, cuyo tronco originario es el patriarca
Abraham, hombre justo, ecuánime y sincero adorado del Dios Invisible. Pero el pueblo
fundado por él no siguió sus huellas, y los desaciertos, crímenes y violencias, empezaron ya en
sus biznietos, los hijos de Jacob, que por envidia vendieron a su hermano José, a unos
mercaderes que iban al lejano Egipto. Ya veis cuan pronto torcieron el camino. Desde
entonces, la senda recorrida por ese pueblo está toda regada de sangre, y se desliza como una
sierpe maligna sembrando el dolor, las devastaciones, asolando países, matando a sus
habitantes para quedarse con sus ganados y sus riquezas, sin perdonar ancianos, mujeres y
niños.
"¿Cómo pensáis que el pueblo de Israel ocupó la Palestina desde el Líbano hasta Idumea? Pues
matando despiadadamente a todos los habitantes que se resistieron a someterse. Y hasta
David y Salomón, contados entre los mejores reyes de Israel, se hacían pagar onerosos tributos
y diezmaban a los pueblos dominados por ellos. Tanto es así, que cuando Jeroboan, hijo de
Salomón sucedió al padre, al oír que los pueblos pedían clemencia por las injusticias que
sufrían, él les contestó insolentemente: "Si mi padre os azotó con varas, yo os
castigaré con escorpiones". Los libros llamados de los Jueces, de los Reyes y las Crónicas, son
una cadena de horrores que espanta al alma menos sensible.
"Ahora decidme ¿puede quejarse el pueblo de Israel de sufrir injustamente la dominación
extranjera? "¿No hizo él lo mismo desde la muerte de Moisés, con todos los pueblos más
débiles que encontró a su paso?

Razón de los actuales sufrimientos: la desunión, el odio, el separatismo entre judíos,


samaritanos y galileos. Todos forman el pueblo de Israel, pero les divide un antagonismo
profundo, un odio que no tiene curación por la dureza de corazón de la gran mayoría. La Judea
no perdona a las dos provincias hermanas, porque no 'quisieron por rey al hijo de Salomón.
Diez centurias pasaron desde entonces, y aquel odio continúa aún vivo y tenaz. Esa profunda
división ha sido explotada con hábiles, maniobras por los audaces Idumeos, que, entre la
aridez de su país, codiciaban las fértiles tierras regadas por el Jordán. Y uno de ellos, el más
audaz y ambicioso de todos, con simulaciones y engaños, se proclamó rey de acuerdo con el
águila romana, y se hizo fundador de la dinastía herodiana que esclaviza a Israel.

Se podrá decir que los hebreos de hoy no tienen que ver con los crímenes y devastaciones
hechos por los de diez o quince siglos atrás. Pero entonces sale ante nosotros, la Eterna Ley de
la preexistencia o vidas sucesivas y nos dice:
"Los que hoy sufren la dominación extranjera, son los mismos que devastaron, diezmaron y
mataron a las razas que habitaban la Palestina desde remotos tiempos. La Ley de causas y
efectos que es una de las leyes inmutables de la Suprema Potencia, y se cumple
inexorablemente.
23) Discurso de Jesucristo en la sinagoga de Bab-Scharqui en Damasco:

Hace algún tiempo que vengo escuchando en distintas circunstancias, la manifestación de


un deseo, en almas que me están ligadas por vínculos hondos y fuertes, que deben perdurar
por largo tiempo.
Danos parte Maestro, en ese Reino tuyo que nos anuncias, dice la voz en ese deseo íntimo,
que a veces sube del corazón a los labios y se traduce en palabras. A tales insinuaciones
responderé esta tarde.

El Reino de Dios pide vencimientos y exige violencias, y tan sólo los que se los hacen, podrán
conquistarlo.

Y como no puedo ser yo, quien os de parte en él, sino que sois vosotros, quienes debéis
conquistar la participación en sus dominios, quiero que comprendáis de qué vencimientos y de
qué violencias os hablo.
Violencia se hace, el que retuerce su propio corazón para acallar su voz, que le reclama las
manifestaciones exteriores de una afección humana, hondamente sentida, cuando ella lesiona
los afectos, el honor y la vida de un semejante.

Violencia se hace, el que habiendo recibido injuria y agravio en su honra y en todo cuanto le es
querido, es capaz de estrechar sereno la mano de su detractor.

Vencimiento y violencia, son los de aquel que renuncia generosamente a ciertos deseos y
anhelos propios de todo corazón de hombre, pero entorpecedores de sus destinos como
espíritu afiliado por una alianza, a los honores de una misión determinada.

El Reino de Dios sólo puede ser comprendido en toda su belleza, por aquellos a quienes
desciende la Luz de la Divina Sabiduría, mediante el esfuerzo perseverante del espíritu por
merecer esa Luz.

La Luz Divina ilumina a los puros de corazón y a los humildes.

Los mensajeros de esa Luz son los Mesías conductores de humanidades, forjadores de
mundos, auxiliares de la Energía Creadora en su constante y eterna gestación.

Mirad hasta qué punto van errados, aquellos que afirman que los Mesías están impedidos por
su propia elevación espiritual, de acercarse a los mundos cuya evolución les fuera
encomendada.

Las leyes inmutables del Universo tienen en los Mesías sus fieles y sumisos cumplidores, y por
lo mismo, es una grave falta de lógica y hasta de sentido común promulgar como axioma
inconmovible, la imposibilidad del acercamiento de los espíritus de luz, a las esferas que
prohíjan.
La Ley Eterna de Amor Universal, que es la base de oro y diamante en que descansa todo
cuanto existe en los mundos adelantados, y en los mundos embrionarios, es la que designa los
seres, los lugares y el tiempo, en que las corrientes astrales, etéreas y espirituales deben
combinarse, para formar ondas, o círculos, o bóvedas psíquicas determinadas y aptas, a las
diversas manifestaciones de los Mesías en los mundos que aceptaron como una heredad, para
cultivar hasta su completo perfeccionamiento.

La ignorancia, el fanatismo y la malicia humanas, se unen siempre para negar lo que es


innegable, dando lugar a que se cumpla el profundo axioma aceptado por las antiguas Escuelas
de Divina Sabiduría: La Suprema Inteligencia niega su luz a los soberbios y la da con
abundancia a los humildes.

Por eso os he dicho, que, para conquistar el Reino de Dios, el alma ha de levantar en sí misma,
un edificio espiritual basado en el sólido cimiento de la aceptación amplia, generosa y sincera
de la verdad, venga de donde venga, y aunque ella sea espada de dos filos que lastime nuestro
corazón de carne, tan tristemente apegado al egoísmo de lo tuyo y lo mío.

¡Oh! ¡Cuándo olvidarán los hombres esas inarmónicas palabras que ponen en relieve al
exterior, las insaciables fauces del egoísmo feroz que arrastra humanidades al caos, que
destruye pueblos, que decora vidas, que aniquila afectos, y detiene el paso triunfante del amor
universal!

Tuyo y mío, palabras de división, palabras de guerra, de antagonismo, de enemistades y de


odio, ya se las apliqué a las ideas religiosas, a las actividades intelectuales, o a los bienes
temporales.

Por eso las más elevadas inteligencias compenetradas de la Verdad Eterna, son esencialmente
armónicas, desinteresadas y su bondad y tolerancia corren parejas con su claro conocimiento
de Dios y de los hombres.

Todo bien, lo atribuyen al Supremo y Eterno Invisible, todo mal, al egoísmo y debilidades
humanas.

Esas grandes inteligencias conquistaron el Reino de Dios, del cual queréis participar, porque
abdicaron de todos los egoísmos, de todas las ambiciones. Para ellas dejó de existir lo tuyo y lo
mío, y sólo vivió el soberano amor fraterno, que sabe olvidarse de sí mismo en beneficio de los
demás.

Y estos principios son aplicados a las colectividades, donde florece la fraternidad, dulce y suave
como caricia materna sobre la humanidad, porque ellos iluminan el camino de las inteligencias
hacia la Luz Increada, hacia el Eterno Amor, hacia la Suprema Inteligencia, por la cual alientan,
viven, y son los mundos, los seres y las cosas.

Y si de verdad aspiráis a la conquista del Reino de Dios que os anuncio, comenzad por
desterrar de vosotros la ambición y el egoísmo, que obstruyen los caminos de la justicia, de la
felicidad y del amor.

¡Pobres humanidades que habitáis los mundos carnales devorados por el egoísmo!
Conquistasteis sin esfuerzo y sin gloria, los reinos vegetales, animal y humano, pero no
conquistaréis sin esfuerzo y sin gloria el Reino de Dios, al cual llegaron los espíritus puros o
Mesías, como llegaréis vosotros más tarde o más temprano por derecho de conquista.
¡Porque el Reino de Dios exige vencimientos y violencias, y tan sólo el que los hace llegará
hasta él!

Si en verdad queréis participar del Reino de Dios, lejos arrojad de vosotros el orgullo con todos
sus derivados: el deseo de poder y de dominio, la ostentación y la vanagloria, el afán de
imponer la propia voluntad, como un yugo sobre la mente y la conciencia de los seres, todo lo
cual os convierte en voraces aves negras y fatídicas, que pueblan de terror y de espanto, el
viejo castillo en ruinas de la humanidad inconsciente y aletargada.

Que mis palabras tengan el poder de levantar el velo de tinieblas que oculta a vuestra
inteligencia, la grandeza divina del Reino de Dios, para que se despierte vivo en vosotros, el
anhelo de poseerlo y conquistarlo por toda la eternidad.

24) Discurso de Jesucristo a la muchedumbre empobrecida de Damasco:

Oídme bien y comprendedme bien, este planeta tierra que vosotros y yo habitamos, es un
mundo inferior, donde domina el mal en todas las esferas sociales; algo así como un inmenso
presidio, donde todos soportamos las penosas leyes a que está sujeta la vida en este planeta.

El trabajo, el dolor y la muerte, son aquí leyes inexorables e inmutables, y sería la mayor locura
rebelarse en contra de ellas, como locura es pretender desecar el agua de los mares, detener
la marcha del sol que nos alumbra, o cambiar de sitio las montañas. Las diferentes condiciones
sociales, son en parte, consecuencia de la diferente capacidad de los seres, y de su
distinto grado de adelanto intelectual y moral. No todos los hombres son hábiles pilotos en
alta mar.

El egoísmo y la malicia humana han tejido una espantosa cadena alrededor de las leyes
ineludibles, y propias de este planeta.

Siento que muchos de vosotros estáis preguntando ¿por qué hemos de ser nosotros
desposeídos y miserables, y otros inmensamente ricos y poderosos?

Es este un problema sin solución para vosotros, y enseguida pensáis equivocadamente de la


Justicia de Dios. Las enormes diferencias sociales, no son obra de Dios, sino del egoísmo de los
hombres.

Y los profetas de Dios que pueden curar las enfermedades físicas, quieren también curar las
enfermedades morales. El egoísmo es una enfermedad tan dañina, como la lepra que devora
el cuerpo del que la posee. El egoísmo devora y consume los cuerpos, de todos aquellos
adonde alcanzan sus tentáculos de pulpo. Me llamáis Profeta de Dios y lo soy; y porque lo soy
he recibido de Él, el supremo mandato de destruir el egoísmo y hacer florecer el amor.

Mi Dios me ha dado esta inmensa satisfacción. En vuestro Etnarca el príncipe Artalh y en


vuestros amos ha comenzado a florecer el amor, y ellos poderosos y ricos, han pensado en
aliviar vuestras cargas mejorando vuestra situación.

El Profeta de Dios necesita ahora que vosotros le demostréis, que hay en vuestros corazones,
tierra fértil para cultivar su siembra de amor.

El odio y el egoísmo son fuerzas destructoras. El amor es fuerza fecunda y creadora.


Aquí al calor del corazón del Profeta de Dios, probemos todos unidos, de hacer florecer y
fructificar el amor en esta hermosa ciudad de Damasco, resplandeciente como una sílfide de
oro, a la vera de sus magníficos lagos serenos, donde se miran los cielos y se reflejan las
estrellas.

25) Discurso de Jesucristo a los discipulos de Beth-Gamul Patriarca Arabe (Maestro y


estudioso de la ciencia divina):

¡Gloria a Dios soberano y eterno en la infinita inmensidad y paz en la tierra a los hombres que
buscan la Verdad y la Justicia! De entre la bruma de pasadas edades, surge en este instante por
justicia de la Ley Divina, un día de la vida terrestre de Moisés, en que Elohín su guía le llevó a
las grutas del Monte Horeb, para colmar sus ansias inmensas de rasgar los velos que ocultaban
a los hombres de aquella generación, los comienzos de este globo terrestre, dado a ellos por
habitación en los inescrutables arcanos de la Divinidad.

Y cual, si las zarzas de la montaña ardieran en llamaradas, vio levantarse entre el vivido
resplandor, una diminuta nubecilla blanca que subía más y más en el azulado horizonte; y
luego como aérea nave, majestuosa, de flotantes velas desplegadas, bogando en la
inmensidad hasta llegar a convertirse en una gigantesca nebulosa.

Vio luego desprenderse de ella grandes jirones, como si una mano de mago hubiera soltado al
viento los blancos velos en que ocultaba Isis, los misterios de la Creación, según el hermético
ocultismo de los sabios del Egipto vio que la furia de vertiginosos remolinos sobre sí mismos,
producían corrientes magnéticas formidables, y fuerzas de atracción imposibles de definir. Les
vio doblarse en llameantes espirales hasta formar globos que parecían seguirse, y a la vea huir
unos de los otros, condensados cada vez más y como si en una explosión de luz, de colores y
fuego, y entre un torbellino de descargas eléctricas, se hubiera rasgado el inconmensurable
abismo.

Desfiló en breves horas, la obra de inmensas edades, y la visión de la montaña de Horeb,


enseñó a Moisés lo que no le hubiera sido dado entrever en muchos años de cavilación. La
formidable atracción, arrebató de los vecinos sistemas planetarios, globos de evolución más
avanzada, y entre ellos la esplendorosa Venus, que tan de cerca vino a hermanarse con esta
tierra, acababa de surgir de la radiante energía del Eterno Pensamiento.

Y el gas, el fuego y el agua, fueron sucediéndose los unos en pos de los otros, con furia de
vértigo que duraba siglos, hasta que el globo terrestre destinado a ser cuna de tantas
civilizaciones, pudo albergar gérmenes de vida en su corteza envuelta en el cristal de las aguas
primero, y en pañales de nieve después.

Desde la cumbre del Horeb contempló el vidente, en las páginas imborrables de la Luz Eterna,
los pasos primeros de la vida, y su inaudito esfuerzo por manifestarse en las múltiples formas
que conocemos, y que no conocemos aún.

Monstruos pequeños y monstruos enormes, rudimentarios ensayos de lo que había de ser un


lejano futuro, la más acabada manifestación de la belleza de la forma y de la expresión,
comenzaron a arrastrarse pesada mente, como si fueran conscientes, de que una enormidad
de siglos les contemplaría en tal espantosa manifestación de vida.

Y los seres del más remoto pasado, y del más avanzado porvenir, desfilaron ante el alma
extática del vidente de la montaña de Horeb. Hombres deslizándose como seres alados por
encima de la superficie del globo, y hombres flotantes en ígneos vapores como los Henoc y
Elías, de los carros de fuego, desfigurados esbozos de la verdad magnífica del porvenir; todo
ese largo peregrinaje de la evolución humana, arrancó de la pluma de Moisés aquel canto que
transformado por la incomprensión y la ignorancia se tornó legendario, y al cual conocemos
hoy con el nombre de Génesis; canto que he querido desglosar para vosotros del vasto archivo
de la Luz Increada y Eterna.

Y he aquí que de la evolución de esferas y de sistemas; de mundos y de nebulosas, he llegado


en mi confidencia de hoy. al desenvolvimiento ascendente de las mentalidades, para deciros a
vosotros discípulos de Beth-Gamul, admirador de Moisés, vislumbrados y presentidos acaso
por él en la montaña de Horeb, como artífices del pensamiento, por el cual podéis llegar a ser
genios creadores de la belleza y del bien, o genios maléficos sembradores de dolor y del
crimen en medio de la humanidad.

Inteligencias creadoras seréis, si con la onda luminosa de vuestro pensamiento de amor,


acertáis a recoger de los inmensos planos de fuerzas vivas, que esperan el impulso de vuestro
mandato mental, las que han de convertirse como hadas benéficas de suaves efluvios, niños
alados como acariciante frescura de pétalos, querubes de Paz, mensajeros tiernos de piedad y
de amor, con que formaréis el nimbo de protección para vuestros seres amados, para vuestros
pueblos y países, para toda la humanidad.

Discípulos de Beth-Gamul, hombres conscientes de la fuerza poderosa del pensamiento,


tomad vuestro puesto entre los genios creadores del bien y de la justicia, de la paz y del amor
entre los hombres, en contraposición a los genios del mal, creadores también para su
desgracia, de las tenebrosas entidades que obstaculizan y tuercen los caminos do los hombres.
Almas selectas que me escucháis, conocedores de la potencia que puso el Eterno Creador a
vuestra disposición, en las estupendas fuerzas mentales que podéis desarrollar a voluntad,
¿por qué no ser genios del bien y del amor para poblar el horizonte de vuestros seres afines,
con los niños alados de la pureza y la ternura, que siembran desde el espacio azul las perlas
musicales de todas las sanas alegrías, y ahuyentan las tristezas de la vida; de las dulces hadas
sutiles que siembran en los corazones la ilusión, el optimismo y la esperanza, que refrescan
como una llovizna de bálsamo, las almas agotadas y secas, antes de haber llegado a vivir la vida
verdadera.

Discípulos de Beth-Gamul, al cual buscáis de uniros íntimamente por llenar el vacío inmenso
que dejó a vuestro lado. Yo os digo: estaréis en él, y él estará en vosotros como una sola
esencia, como una misma vida, como un mismo anhelo y una misma palpitación, el día que
comencéis a ser genios creadores del bien y de la justicia de la belleza y del amor, con la magia
poderosa de vuestro pensamiento, vibrando a tono con el Pensamiento Divino y Eterno del
Creador.

Almas creadoras de la paz del amor y la justicia, cantemos unidos al concierto de las puras y
sublimes Inteligencias, que después de haber conducido humanidades a la Verdad y a la Luz, se
han unificado con la Claridad Eterna, como una resonancia de este himno inmortal.

Gloria a Dios en la inmensidad de los cielos infinitos, y paz en la tierra o los seres de buena
voluntad.
26) Discurso de Jesucristo a la Santa alianza de Tiro, sobre la providencia de Dios:

Yo soy un representante del Consejo de Jerusalén que vela por todos los que se han afiliado a
esta hermandad, y será inmensa mi satisfacción si puedo llevar a mis hermanos del suelo natal
el informe de vuestros progresos espirituales y morales.

Vosotros sois la porción de humanidad que más cerca está de la Piedad y Misericordia Divina, a
la cual podéis sentir en todos los instantes de vuestra vida, mediante la certeza que debéis
adquirir, de que su amorosa Providencia no descuida vuestras necesidades.

El hombre acaudalado, que sabe sostenida y afianzada su vida sobre cimientos de oro, piensa
poco o nada en esa gran Fuerza Creadora y conservadora de la vida, que llamamos Providencia
de Dios, nuestro Padre Celestial.

Sois vosotros amigos de la Santa Alianza, los que, si hoy tenéis lumbre encendida y el pan
sobre la mesa, ignoráis si le tendréis mañana porque sólo os apoyáis en el esfuerzo grande o
pequeño que hacéis por un mísero jornal diario. Para vosotros más que nadie, se derrama
permanente en cada rayo de sol, en cada vibración de luz, en cada ráfaga de viento, esa
omnipotente fuerza misericordiosa que transformaría en pan los guijarros del camino, si de
otra forma no consiguierais vuestro alimento para cada día.

En las numerosas leyendas y tradiciones que se han tejido alrededor de la personalidad de


Moisés, el legislador hebreo, haya una, cuyo sentido oculto se adapta admirablemente a
vosotros. Es aquella que refiere el mandato de Moisés, de marcar todas las puertas de los hijos
de Israel con la sangre del cordero que era costumbre comer en la fiesta de la Pascua.

Viendo esta señal, dice la leyenda, pasará de largo el ángel del Señor que vendrá a herir a los
primogénitos de Egipto.

Era Moisés gran conocedor de las características del pueblo que conducía, incapaz por
entonces, de apoyar su esperanza y su fe en lo que es invisible a los sentidos físicos. Y la fe
inconsciente de aquel pueblo niño, se encendió y se afianzó en aquella señal de sangre que
marcaba sus puertas.

Quince siglos han pasado desde entonces, y vosotros no sois ya ten niños como el pueblo de
Israel cautivo en Egipto, y no necesitáis una marca de sangre en vuestras puertas para saber
que estáis protegidos por la omnipotente fuerza misericordiosa, que, si os ha traído a la vida,
es para que la viváis en paz y justicia, bajo el suave manto de su Ley Soberana.

Moisés escribió para sus hermanos de raza, una ley que la inspiración divina materializó,
digámoslo así, para ese pueblo en medio del cual bajaría el Verbo de Dios a enseñar a los
hombres. Pero esa misma ley fue grabada por el Supremo Creador, en el corazón de cada
hombre venido a la vida material; y esa ley es tan simple y sencilla que puede encerrarse en
pocas palabras: No hagas a tus semejantes lo que no quieras que se haga contigo.

Ley suprema y única, que la escritura mosaica ha subdividido y especificado en diez artículos
que se han llamado Mandamientos, los cuales están encerrados como en un cofre de
diamantes, en aquel eterno principio divino que todo hombre lleva en su corazón: No hagas a
tus semejantes lo que no quieras que se haga contigo.

Vamos ahora amigos míos a donde quiero llegar, llevándoos a todos vosotros conmigo.
Si ajustáis vuestra vida a ese único principio eterno, y basáis vuestra fe y esperanza en él, os
digo en nombre del Dios Omnipotente que me asiste, que jamás os faltará lo necesario para
vivir vuestra vida en paz y tranquilidad.

Meditad y reflexionad continuamente, en el significado claro y sencillo del mandato eterno, y


encontraréis en él, toda la rectitud, toda la justicia, todo el bien que instintivamente busca el
hombre desde que nace hasta que muere.

En esas breves palabras No hagas a tus semejantes lo que no quieras que se haga contigo, está
condenado el despojo, el asesinato, la calumnia, la traición, el abuso de la fuerza, el engaño, la
falsedad, y toda especie de daño causado a nuestros semejantes.

No necesitáis, pues, ser israelitas para estar obligados a esta Ley Suprema y Eterna, porque
nuestro Soberano Padre Creador, lo es de todos los seres con vida que pueblan los
inconmensurables mundos del Universo. Y apenas han llegado las inteligencias a la edad del
razonamiento, ya está dando voces internas en el fondo del corazón el eterno y divino
principio: No hagas a tus semejantes lo que no quieras que se haga
contigo.

Tened asimismo en cuenta que todos los crímenes, delitos y abominaciones que acarrean a la
vida humana la pléyade inmensa de dolores que la abruman, es por la falta de cumplimiento a
ese eterno principio emanado de Dios.

Ajustad pues a esta sencilla enseñanza vuestra vida diaria, y yo os prometo en nombre de Dios
nuestro Padre Omnipotente, que viviréis tranquilos y felices, descansando vuestro corazón en
su amorosa Providencia, que, si cuida de las avecillas del campo y de los insectos que viven
libando flores, más aún cuidará de vosotros que podéis decirle con el alma asomada a los ojos
buscándole en la inmensidad:
¡Padre mío que estás en los cielos!... ¡He aquí tu hijo que espera y confía en Ti!

Yo sé que hoy vivís confiados en la solicitud de la Santa Alianza, a la cual consideráis como
Vuestra madre, y que más de una vez anuda la zozobra en vuestro pecho, pesando que ella
puede desaparecer. Si así fuera, otra forma tomaría la Providencia de Dios para vosotros, si os
mantenéis dentro del eterno principio que os he anunciado, y que nuevamente repito, para
que no lo olvidéis jamás: No hagas a tus semejantes lo que no quieras que se haga contigo.

Quiero grabar a fuego en vuestros corazones la idea sublime y tiernísima de que todos somos
hijos de Dios, y que Él es el más amante y piadoso de todos los padres. Y cometeríais un grave
delito, si llegarais a pensar que Él os deja abandonados a las contingencias adversas de una
azarosa vida mientras le buscáis, llamándole Padre vuestro en todos los días de vuestra
existencia.

Se ha vulgarizado la idea de que el dolor humano es un castigo de Dios, por el pecado de un


matrimonio, que marca el origen de una nueva civilización: Adamú y Evana.

Dios no castiga a nadie, ni puede su perfecta justicia aplicar penalidades a los hijos por las
culpas de los padres, caso que las hubiera habido. Los dolores humanos son consecuencia de
los errores humanos cometidos en una o en otra de las vidas sucesivas que nuestro espíritu
inmortal vive, hasta alcanzar la purificación que le da derecho al Reino Eterno de dicha y amor,
que nuestro Padre Universal nos tiene preparado.

¿No es verdad, amigos míos, que cuando vosotros emprendéis un viaje tomáis la ruta que os
han marcado para llegar con felicidad a vuestro destino?

Y si por un gusto o una curiosidad o un capricho, dejáis aquel camino y tomáis otro, ¿a quién
culparéis sino a vosotros mismos si os extraviáis, si caéis en un precipicio, o tenéis que afrontar
espantosa lucha con las fieras?

Nuestra vida física no es otra cosa que un viaje, para el cual nuestro bondadoso Padre, nuestro
Dios Amor, nos ha marcado el camino, en el eterno principio que tanto os he mencionado hoy.

La desventurada humanidad, ha vivido y vive olvidada en absoluto, de ese principio eterno,


que le marca el viaje feliz hacia el Reino inmortal y dichoso de su Padre. ¿A quién ha de culpar
de sus dolores? ¿Es Dios que la castiga, o es ella misma, que, obrando fuera de ley, se carga
con las terribles consecuencias de su rebelión contra la Ley?

La Santa Alianza a la cual pertenecéis, ha orientado sus actividades y sus ideales hacia ese
código tan sublime en su sencillez, y que, no obstante, abarca cuanto de bien y de justicia
puede concebir la mentalidad humana en este planeta, y saciar los anhelos de santa felicidad
que vibran al unísono en todos los corazones.

Y si cada afiliado a ¡a Santa Alianza, enciende su lamparilla en este principio inmortal de la Ley
Divina, y busca con afán nuevos adherentes, pronto tendremos nuestras muchedumbres
bogando en un mar de suaves claridades, donde florecerá el amor y la paz con exuberancia de
jardines primaverales.

Amad a la Santa Alianza, no tan solo por el socorro material que recibís de ella, sino más aún
porque es para vosotros un faro, que, en los mares turbulentos de la vida, os marca el rumbo
seguro que os llevará a la dicha eterna del Reino de Dios.

Amigos queridos de mi corazón: bendecid vuestra pobreza, porque ella os congrega con este
santo recinto donde encontráis a vuestro Padre Celestial flotando como un reflejo de amor, de
paz y dé sosiego para vuestras almas, atormentadas a veces por la incertidumbre del mañana.

Yo quiero aniquilar para siempre ese duro tormento en vosotros. ¿Puede acaso tenerlo el hijo
sintiendo el abrazo estrecho del padre que le trajo a la vida, y que le ama sobre todas las
cosas?
¿Puede sentir temores el parvulito a quien tiene la madre en su regaza?
¿Puede abrigar temores la esposa que siente, apoyado a su espalda, el brazo fuerte del
compañero de su vida?
"¡Mucho más fuerte que padre, madre y compañero, es el brazo omnipotente de vuestro
Soberano Creador, que jamás deja abandonada una criatura suya, cuando ella se acoge a su
piedad infinita y a la justicia de su Ley Eterna!
27) Discurso de Jesucristo sobre la Ley de Moisés (Deuteronomio), en la Sinagoga de
Joshaphat en Tiro:

La verdadera Ley de Moisés son los diez mandamientos de las Tablas, los cuales concuerdan en
absoluta armonía con la Eterna Ley, que llevamos grabada todos los hombres en nuestro
propio YO íntimo.

Todo lo demás son simples prescripciones tendientes a guardar el orden, la limpieza, las
medidas higiénicas, que evitan enfermedades, contagios y epidemias. Pero los israelitas en
general, dais mayor importancia a todo este catafalco de ordenanzas y descuidáis el principio
fundamental de la Ley: No hagas o tus semejantes lo que no quieras que se haga contigo.

Os causa horror comer carne de determinados animales que las ordenanzas dan como dañinos
a la salud, y veis como natural y justo, matar a pedradas a uno de vuestros semejantes por
haber sido encontrado en falta.

Veis con espanto que sean descuidadas las abluciones marcadas por las ordenanzas y las
diversas purificaciones del cuerpo, y no os espanta enlodar vuestra alma con el atropello a los
derechos del prójimo, todo lo cual está condenado por la Ley Divina.

La Ley de Dios es una sola, eterna e inmutable, y tiene la finalidad de hacer al hombre justo y
bueno, un verdadero hermano para su semejante. Las ordenanzas civiles, judiciales,
medicinales e higiénicas pueden ser muchas según las necesidades, climas y épocas, pero ellas
no deben afectar ni rozar siquiera, la Ley Suprema de Dios, pues que entonces, en vez de ser
constructivas son destructoras y traen a la larga, el estancamiento en el progreso moral y
espiritual de los seres.

De pocas personalidades de la antigüedad, se ha hecho el mal uso que de la doctrina y


personalidad de Moisés. O acaso lo vemos así, loa que formamos hoy entre el pueblo, que fue
su pueblo.

Es una triste condición humana, propia solo de la inferioridad y de la inconsciencia, el poner


sombras en lo que es claridad, el arrojar manchas de betún sobre la blancura de la nieve; el
salpicar de lodo las vestimentas blancas, y enturbiar las aguas claras de manantiales benditos.
¿Quién puede reconocer? en el espantoso y cruel separatismo de castas en la India de Krishna,
la pura y elevada filosofía suya que decía: No cometáis el delito de la separabilidad, porque
todos somos uno en el infinito seno de Atman.

¿Quién encontrará en la egolatría y deslumbrante lujo de los príncipes y poderosos del lejano
oriente, en los países de religión budista? ¿Quién encontrará el desprendimiento de
Siddhartha Sakya Muni, el Buda que renunció a un poderoso reino, para consagrarse al dolor
de los desposeídos y de los hambrientos?

Es deber vuestro, mosaístas que me escucháis, el volver valientemente por la honra de vuestro
legislador Moisés, cuyo nombre ha sido fieramente enlodado por la inconsciencia de los que se
llaman sus seguidores.

La investigación, el estudio, el noble anhelo de la verdad, deben ser vuestras armas en una
gloriosa campaña, para hacer surgir de entre el pantano en que fue arrojada, la doctrina y la
personalidad de Moisés.
Hay actualmente un hombre que es apóstol de la Verdad en la ciudad de Alejandría: el
maestro Filón, que ha consagrado su vida a esta gloriosa campaña que os insinúo en favor de
la depuración de la filosofía mosaica. Le secunda en sus esfuerzos el príncipe Melchor de
Horeb, mosaista ilustre, que en continuados viajes de estudio ha encontrado preciosos
elementos comprobatorios de las transformaciones que la ignorancia la inconsciencia humana
han realizado en la obra civilizadora de Moisés.

Y a fin de dar forma definida y práctica a vuestro anhelo de conocimiento y de verdad, escoged
de entre vosotros, tres o cuatro de los más capacitados y enviadles a la Escuela del maestro
Filón en Alejandría, a escuchar su enseñanza y revisar la abundante documentación que en sus
archivos se guardan referente a los escritos y enseñanzas de Moisés.

Entonces comprobaréis que el Moisés de vuestro Pentateuco mosaico no es sino una sombra,
una triste caricatura del Moisés verdadero.

Entonces realizaréis una magnífica obra cultural y de mejoramiento social de vuestro pueblo,
de vuestra raza, de vuestra nación que, difundida profusamente por Asia, Europa y África, va
llevando su fe en un Dios Creador Único, es cierto, pero va llevando también sus errores y la
desastrosa tergiversación de los claros principios de Moisés, basados en la inmutable y divina
Ley que recibiera por inspiración da los cielos de Dios.

En vuestro Pentateuco mosaico, no aparecieron nunca los diálogos de Moisés con Aheloin, con
Shamed, con Ariel, inteligencias sutilísimas, Serafines de luz del cielo de los Amadores, que le
esbozaban las grandiosas concepciones de la' Eterna Inteligencia, y las creaciones sublimes de
su Amor Soberano. No aparecieron tampoco las tiernas y a la vez profundas confidencias de
Moisés, con su discípulo íntimo Esén, el cual escribió fielmente cuanto oyó de los labios de su
Maestro. Ni los relatos de Jetro patriarca de Madián, ni los de Séphora su hija, y acaso no
habréis oído ni mencionar, el poema tiernísimo que escucharon los ángeles de Dios, vaciarse
como una copa de miel del corazón de Moisés, en el de su madre la princesa egipcia Thimetis,
de quien se veía separado por ocultar el misterio de su nacimiento.

Si os llamáis mosaístas, sedlo de verdad y conscientes de vuestro deber, de salvaguardar de


errores, vuestra doctrina y vuestra ley.

Este apostolado de verdad y de reivindicación que os enumero es inmenso, y trae consigo la


seguridad de luchas terribles con los que traen a Moisés en los labios, pero no en el corazón. Si
os sentís con fuerzas para afrontar esa lucha, adelante Yo estoy con vosotros.

Si no, a lo menos buscad para vosotros mismos la luz que en la Escuela de Alejandría podéis
adquirir, y en vuestros archivos particulares guardadla hasta mejores tiempos.

La Bondad y el Amor Divino, desbordarán sobre aquellos que se constituyan apóstoles de la


Verdad y del Bien.
28) Conversación de Jesucristo con Myriam su Madre, sobre la vida y la muerte:

La vida en un planeta inferior como la Tierra, para el alma avanzada en su progreso, es un


destierro de su patria verdadera, de la cual conserva recuerdos que le producen una nostalgia
profunda; es una esclavitud en duras cadenas que le impiden realizar sus anhelos en la medida
de sus capacidades; es un oscuro presidio a través de cuyas rejas sólo le llegan tenues
resplandores de la divina claridad, en que se ha extasiado tantas veces.

Y la muerte es la vuelta a la patria verdadera, tan hondamente amada, y deseada con tanto
fervor; es el romperse de las cadenas que atan al alma a una grosera vestidura de carne que le
asemeja a las bestias.

Es el abrirse los cerrojos del presidio y sentir de nuevo la gloria de la libertad que le hace
dueña de la inmensidad infinita, donde reina la armonía, ¡a belleza, la paz, el bien y el amor!

Dime madre ¿es justo que amemos tan desmedidamente la vida? ¿Es justo que abriguemos
tanto horror a la muerte?

En dos formas debemos considerar la vida física en planetas inferiores: como una expiación
por graves transgresiones a la Ley Suprema del amor a nuestros semejantes; o como un
mensaje divino de amor hacia la humanidad en medio de la cual entramos a la vida carnal.

En ambos casos, no podemos encontrar lógica alguna a nuestro apego a la vida, ni a nuestro
terror a la muerte. Si estamos encarnados por expiación, cuanto más pronto la terminemos,
será mejor para nosotros. ¿Y si estamos aquí como mensajeros del Padre Celestial, una vez
transmitido fielmente el mensaje, no hemos de desear volver a Aquel Padre que nos envió?

29) Discurso de Jesucristo sobre la Paternidad de Dios:

Si conocierais al Padre como le conozco yo, le amaríais sin esfuerzo alguno, con una emoción
de amor tan ínfima y profunda, que la transmitía a todos los que le escuchaban. Si cada vez
que asoma el sol en los arreboles de la aurora y se esconde en la bruma de oro del ocaso,
levantarais vuestro pensamiento al Padre para confiaros a El, para repetirle una y mil veces
vuestra entrega absoluta a su voluntad, para hacerle cada día la ofrenda de cuanto sois con
todas vuestras miserias, enfermedades y dolores, creedme que seríais todos felices, porque
vuestro pensamiento unido al Padre atraería sobre vuestras vidas, todo el bien que buscáis en
la tierra sin encontrarlo jamás.

Pero vosotros tomáis un sendero equivocado que os lleva a las tinieblas y al dolor.
Vivís buscando en las criaturas buenas o malas, lo que falta a vuestras necesidades, y os
encontráis naturalmente con el egoísmo, con la mezquindad, con la indiferencia, que hace más
crueles vuestros dolores, o con la impotencia para remediarlos; y de vuestra ansiosa búsqueda
tornáis con las manos vacías y con el corazón deshecho, a las negruras de vuestro hogar sin
lumbre, de vuestra mesa sin pan, de vuestro lecho helado por falta de abrigo. Olvidasteis a
vuestro Padre, y Él os deja padecer para que el desengaño de las criaturas os vuelva por fin a
su amoroso regazo.

Ahora confiáis en mí porque veis que tengo un cuerpo de carne igual que el vuestro, porque mi
palabra entra por vuestros oídos y vuestras manos tocan las mías, y quedan marcadas en la
arena las huellas de mis pies.
Nuestro Padre Celestial os habla más alto que yo, y sus huellas eternas fueron marcadas en
todo cuanto existe en el universo.

Cuando el sol extiende su resplandor que todo lo vigoriza y anima, ¿no pensáis en el Padre que
os besa con su luz divina y se infiltra en vuestra sangre, en vuestro cuerpo, en vuestra vida
toda?

Cuando vienen las lluvias abundantes, y los torrentes del Monte Hermón bajan desbordados al
Jordán, que remueva las aguas de este Lago y os ofrece centuplicados sus peces y sus moluscos
¿no pensáis en el Padre Celestial que provee así a vuestra alimentación?

Cuando la correntada arrastra árboles secos, y pasan los vientos desgajando los bosques, cuyo
ramaje va a cubrir a veces los huertos y los caminos ¿no pensáis en el Padre Celestial que
provee así, a que tengáis lumbre en el hogar?

Cuando vuestro huerto se cubre de flores y vuestras higueras y castaños, vuestros olivos y
vuestras vides, bajan a la tierra sus ramas cargadas de frutos ¿no pensáis en el Padre Celestial
que así provee a vuestra alimentación?

Son esas las formas de expresión de nuestro Padre Común son esas sus palabras y >sus huellas
que vosotros encontráis y no lo reconocéis; más aún, le olvidáis para correr tras de las
criaturas, para maldecir de vuestra situación, para envidiar al que tiene más, para alimentar la
rebeldía y el odio contra los favorecidos de la fortuna, que nunca recuerdan al que nada tiene,
y no pensáis que vosotros, puestos en su lugar, haríais lo mismo.

Grabad sobre la mesa del hogar, los diez mandamientos de la Ley Divina que lleváis grabados
en vuestro propio corazón, porque son la Eterna Ley Natural que vive desde que el' hombre
vive sobre la faz de la tierra, y si esa Ley es la norma de vuestra vida y cada día de ella, oráis al
Padre con fe y amor, yo su Profeta, su Hijo, os digo solemnemente en nombre suyo: El cuidará
de vosotros y de vuestras necesidades, como cuida di las aves del bosque y de las florcillas del
valle que, no siembran ni siegan, y que ni Salomón con todas sus riquezas, estuvo vestido
como ellas.

Vuestro pensamiento me pregunta ¿cómo debe ser mi súplica al Padre Celestial? Y yo os


contesto, que del mismo modo que pide el niño a su madre sin rebuscadas palabras y sin los
adornos de la retórica, con la sola expresión de lo que necesita vuestro espíritu y vuestro
cuerpo.

Padre muestro que estás en los cielos, alabado sea tu Nombre. Venga a nosotros tu Reino y
hágase tu voluntad, así en la tierra como en el cielo. El pan nuestro de cada día, dánoslo hoy.
Perdónanos nuestras deudas, así como nosotros perdonamos a nuestros deudores. Y no nos
dejes caer en la tentación, más líbranos de todo mal.
El Padre sabe que todo esto lo necesitáis, más su divina ternura para vosotros, se deleita en
vuestra fe, amor y confianza en Él y quiere que así se lo manifestéis.

Las generaciones de la Edad de Piedra, formadas entre la furia de los elementos, cuando las
fuerzas todas de la Naturaleza pugnaban a una, para dar a la corteza terrestre y su envoltura
de éter, de gas y de fluidos la forma y consistencia perfecta, sentían a no dudarlo la grandeza y
poderío de una Causa Suprema, que reconocían en el estampido del rayo, en el fragor de los
truenos y relámpagos, en los torrentes desbordados, en el bramido de los mamuts enfurecidos
desbastando selvas; en las montañas que abrían sus entrañas vomitando fuego, humo, llamas,
vapores ardientes! Y aterrados por aquellos formidables cataclismos
que les llenaban de espanto, sólo sentían un Dios iracundo, terrible, que paseaba sus ejércitos
en alas de los huracanes que desbastaban los campos y los pueblos! í quedó viva y en pie, la
frase legendaria "del Dios de los ejércitos", "la ira de Dios", "la cólera de Dios" desatada en las
tormentas, en los huracanes, en los incendios producidos por el fuego interno de la tierra,
expelido por los cráteres de cien volcanes que reventaban en distintos parajes de este globo.
"¡Todo aquello pasó! Era la infancia de la humanidad sobre el planeta, su casa, su morada para
largas edades. Hoy no es la Edad de Piedra. Es la hora de la fraternidad y del amor, en que la
Causa Suprema aparece ante su Creación Universal con sus más tenues y delicados ropajes,
con sus millares de cortesanos cantando al amor, a la piedad, a la ternura, tal como un augusto
emperador que quiere a todos sus súbditos, vestidos de fiesta, tocando cítaras y laúdes, que
repiten un cantar nuevo: Gloria a Dios en los cielos infinitos, y paz en la tierra a ¡os hombres de
buena voluntad.

Os anuncio pues un Dios Amor, Piedad y Misericordia, al cual debéis llamar vuestro Padre,
porque lo es con toda la ternura, y solicitud con que amáis y cuidáis vosotros a vuestros
pequeñuelos.

De hoy más, nunca diréis que estáis solos y desamparados en los caminos de la vida, porque
Dios vuestro Padre, vela en torno vuestro, con más solicitud que una madre, junto a la cuna de
su niño.

Pero es necesario que os procuréis por la oración y las buenas obras, el acercamiento a vuestro
Padre Divino, del cual no os separáis, ni aun cuando le olvidáis; entendedlo bien, pero su
efluvio benéfico, su energía que vigoriza, su fuerza que será vuestra fuerza no penetra en
vosotros de igual manera, que cuando vuestra fe, esperanza y amor, le abre vuestro corazón
de par en par, como penetra el rayo solar si abrís la puerta de vuestra vivienda.

Comprended a Dios, y llamadle en vuestra sencillez; encontradle en el agua que bebéis, en el


pan que os alimenta, en el fruto maduro que arrancáis del huerto, en el aire que respiráis, en
los astros que os alumbran y en las florcillas silvestres que holláis por los caminos.

En todo está Dios vuestro Padre, que os rodea por todas partes, que derrama el bien para
vosotros, en todas las manifestaciones di Naturaleza.

Desde los cedros del Líbano hasta el musgo prendido en las montañas, todo encierra la virtud
de Dios para vuestra salud y para vuestra vida.

Y para que veáis resplandecer sobre vosotros, como una aureola radiante el amor del Padre, os
digo en nombre suyo: ¡Venid a mí los que lleváis cargas que no podéis soportar, los que tenéis
en vuestro corazón dolores que os causan angustia de muerte!, venid, que nuestro Padre me
ha dado poder para sanar vuestros cuerpos y consolar las tristezas de vuestra vida.
29) Discurso de Jesucristo ante Hazzanes de sinagogas, luego del lavado de pies del Mesías
por María Magdalena:

Habéis pensado algunos de vosotros que soy un rebelde a la autoridad de Sanedrín, porque os
he dicho que la autoridad y derechos que él se atribuye, no vienen desde Moisés. Y ahora os
digo más: el Sanedrín mismo sabe, y está convencido de la verdad de esta afirmación.

Hubo un príncipe judío descendiente de una de las más antiguas casas, cuyas raíces llegan
hasta Josué, si elegido de Moisés para conducir a Israel a la tierra de Promisión. Y este príncipe
fue asesinado por los piratas en las islas del Mar Egeo. En su rico archivo se encuentran obras
de arte antiguo, crónicas milenarias, documentos históricos que llegan hasta treinta y seis
siglos atrás. Sólo en el hipogeo de Mizraim, el padre de la raza egipcia, mucho más antiguo que
Menes el primer rey del país del Nilo que conoce la historia, he podido encontrar
documentación más antigua que la que guarda el archivo del príncipe judío asesinado por los
piratas.

Sus ascendientes remotos y aún sus abuelos fueron miembros del Sanedrín, y aún dos de ellos
llegaron a ocupar el soberano pontificado de Israel. Sus crónicas, sus documentos, sus relatos y
tratados teológicos y doctrinarios, científicos y apologéticos, los he tenido en mis manos y los
he revisado a satisfacción.

Allí veo relatados con fechas del año, mes y día en que se fueron creando y ordenando en
forma de libro, las distintas ordenanzas que hoy forman el monumental volumen llamado
Deuteronomio. Y así como estos miembros del Sanedrín conservaron esos documentos, del
mismo modo conservarán los actuales, la documentación de sus antepasados que ocuparon
esos mismos puestos en el alto tribunal que gobierna y juzga al pueblo de Israel. De modo que
los actuales componentes del Sanedrín saben muy bien que su autoridad no viene desde
Moisés, que no dio a su pueblo más ley, que los diez mandatos grabados en tablas de piedra,
cuyo original se encuentra oculto en las grutas de la cordillera de Moab.

Aquellos de vosotros que tuvieron el pensamiento de que soy rebelde al Sanedrín, tienen ya mi
contestación. No soy rebelde al Sanedrín, ni a ninguna de las autoridades constituidas en este
país. Soy rebelde sí, y en sumo grado, a la mentira y al engaño, difundidos en los pueblos con
fines utilitarios, porque acepto de lleno la Ley Divina que dice: No levantar falso testimonio ni
mentir; y porque creo que sólo la verdad puede ser maestra de los hombres y llevarlos al más
alto grado de progreso en las ciencias, en la filosofía y en la religión.

La verdad es educadora y constructiva. La mentira corrompe y destruye, por que ataca a la


lógica, a la razón y a la fe.

Ahora daré la explicación conveniente a aquellos que han pensado que, si yo fuera en verdad
un Profeta de Dios, sabría qué mujer es esta que acaba de salir, que ha besado mis manos y
mis pies, los ha ungido con sus perfumes y los ha secado con sus cabellos.

Vosotros os habéis escandalizado de mí, al verme aceptar con agrado, las manifestaciones del
amor reverente de esa mujer. Y como no habéis querido pensar malamente de mí, me habéis
disculpado, creyendo que yo ignoro quién es y de qué manera, vive. Y de esta ignorancia mía,
sacáis la consecuencia de que no soy un Profeta de Dios.

Sé muy bien que es pagana, como llamáis vosotros a todo el que no pertenece a vuestro culto
y a vuestra religión. Sé muy bien que vive entre la niebla dorada de la mitología, entre esa
corte resplandeciente de dioses, hadas, genios y ninfas, que han creado las más ardientes
imaginaciones del Egipto, de la Grecia y de la India y entre los cuales viven satisfechos todos
los pueblos de la tierra menos el pueblo de Israel que, iluminado por Moisés, adora al Dios
Único Creador de Mundos y de seres.

Ahora escuchadme bien. He vivido algún tiempo entre los paganos y he llegado a conocerlos a
fondo. Y os aseguro con mi palabra de Profeta de Dios, que ellos adolecen de las mismas
debilidades y miserias que tenéis todos vosotros en vuestra vida.

Vosotros condenáis duramente al hombre infiel a la mujer de su juventud, y vosotros lo sois


cada vez que se os presenta la oportunidad.
Vosotros denunciáis ante el Sanedrín a la mujer adúltera, y con serenidad miráis como la
arrastran fuera de la ciudad y la matan a pedradas. Y vosotros sois adúlteros en la sombra,
pues que, al hacerlo, cuidáis bien de ocultar vuestro pecado.

Vosotros adoradores del Dios Verdadero. Padre universal de toda criatura, azotáis
bárbaramente a vuestros esclavos, cuando el cansancio y la fatiga les hace reposar un instante;
les dais la comida de las bestias y cuando inutilizados por los años de enormes esfuerzos, no os
dejan ganancia suficiente, les vendéis igual que a vuestras ovejas o los matáis si nadie los
quiere comprar. Igual hacen los paganos.

Decidme ahora con sinceridad, Si vosotros adoradores del Verdadero Dios depositarios de la
Ley de Moisés, justos a toda prueba, obráis igual que los paganos, ¿quiénes son más culpables,
ellos o vosotros?

Y si así lo reconocéis porque la lógica no admite réplica, ¿por qué os escandalizáis de mi


tolerancia para con esta mujer pagana, que vive entre el lujo y la algazara de los cultos
mitológicos en que nació y fue educada?

Además, los Profetas de Dios son enviados para salvar a los que van errados por su camino,
pues que los que van directos por su camino, no necesitan de guías.

¡Varones doctos de Israel! Cuidad, ante todo, de ser justos con vosotros mismos, primero que
con los demás. Antes de ver la paja en el ojo ajeno, sacad la que tenéis en el vuestro. Y cuando
coláis un mosquito en el agua de vuestro vaso, cuidad de no tragar un cangrejo.

En todos los huertos crecen zarzales y cizaña. El hombre sabio y prudente, cuida de desbrozar
bien su huerto y después mira el huerto del vecino, y si lo descubre enmarañado le dice,
amigo, ¿me permites ayudarte a limpiar tu huerto, que yo ya terminé con el mío?

Así obra un adorador del Dios Verdadero, Padre Universal de los seres. Así obra el fiel
cumplidor de la Ley de Moisés, ley de amor y no de terror, porque todos sus mandatos están
refundidos en uno solo: AMA A DIOS SOBRE TODAS LAS COSAS Y A TU PRÓJIMO COMO A TI
MISMO.
30) Discurso de Jesucristo, a los enfermos a orillas del mar de Galilea:

Ribereños del Mar de Galilea, y moradores todos de las comarcas vecinas que habéis caminado
largas distancias para llegar hasta aquí.

¿Qué habéis venido a buscar en la soledad de estas montañas, que hasta hoy fueron albergue
de los pastores y de sus rebaños?
Agobiados por dolores irremediables, habéis pensado por fin en el Supremo Hacedor de todas
las cosas, y en que sólo de Él, os puede venir el remedio que buscáis en vano entre los seres
que os rodean.

Como una nube de ceniza y de humo se levanta de vosotros mismos, la pesada bruma de
vuestras angustias y dolores, de vuestras zozobras y ansiedades que no sois dueños de
dominar y llegan a la mente del Profeta, que lee en vuestros corazones llenándose de piedad y
conmiseración.

Bendigo vuestros dolores que así os arrastran hacia la Divina Misericordia y os digo:
¡Bienaventurados vosotros los pobres, que no maldecís vuestra pobreza y sacáis de ella el
tesoro del sufrimiento! ¡Vuestro es el Reino de los cielos!

¡Bienaventurados vosotros que lloráis en silencio, oprimidos por la congoja, porque a vuestro
lado llega la consolación!

¡Bienaventurados vosotros los mansos que amáis la paz y la concordia, porqué el amor será en
la tierra vuestra heredad!

¡Bienaventurados los que tenéis hambre y sed de justicia, porque la veréis resplandecer para
vosotros hasta la saciedad!

¡Bienaventurados los que tenéis el corazón misericordioso, porque alcanzaréis abundancia de


misericordia!

¡Bienaventurados los sembradores de paz entre los hombres, porque seréis contados entre los
hijos de Dios!

¡Bienaventurados los que tenéis puro y sencillo el corazón, porque varéis a Dios en todo
cuanto vive en la Creación Universal!

¡Bienaventurados los que padecéis persecución por la verdad y la justicia, porque vuestro es el
Reino de Dios, suprema Verdad y Suprema Justicia!

Alegrad vuestros corazones, porque los padecimientos actuales lavan vuestros pecados para
que puros y limpios podáis entrar al gozo eterno del Reino de Dios.

¿No se alegra acaso vuestro corazón cuando saldáis una deuda, cuando vestís un ropaje nuevo
y sois invitados a un hermoso festín?

Los dolores que os vienen sin buscarlos son emisarios de la Divina Justicia y de la propia
conciencia, que os obliga así a redimiros, experimentando en carne propia el dolor injusto
causado a vuestros semejantes.
Bueno es analizar la causa y origen de todos vuestros padecimientos, porque también los hay y
muy duros, que son consecuencia inmediata de vuestros desaciertos, y transgresiones a las
leyes de la Naturaleza, que es celosa en sus dominios.

Todos los excesos que comete el hombre en el curso de su propia vida se manifiestan más
tarde o más temprano en su organismo en forma de enfermedades terribles, que se
transmiten a sus descendientes.
Aquel que vive entregado a la embriaguez del licor, ¿puede extrañarse de padecer apoplejía y
fuego devorador en el fondo de sus entrañas?

El hombre entregado a la lubricidad, ¿puede asombraron de una vejez prematura, y del


agotamiento de su cuerpo convertido en un fantasma viviente?

El hombre dado a los excesos de la gula y que sólo piensa en llenar su vientre como las bestias,
¿puede maravillarse de que su sangre se torne impura y que sus órganos digestivos sean
ulcerados causándole horribles dolores?

Los coléricos e iracundos que hacen del propio hogar una continua borrasca de odios y de
terrores, ¿pueden asombrarse de traer a la vida hijos desequilibrados, locos o maniáticos que
son su tormento y su castigo?

Si os empeñáis en pasar por las ascuas ardientes, de antemano sabéis que se quemarán
vuestros pies y se tostarán vuestras ropas.

Si os entráis en una ciénaga pantanosa, de cierto sabéis que os cubriréis de lodo hasta la
cintura.

Y si os empeñáis en cruzar por un campo de espinosos zarzales, estáis seguros de que los
abrojos se prenderán a vuestras ropas y lastimarán terriblemente vuestros pies.

Entonces, ¿por qué clamáis al Profeta de Dios que tenga piedad de vosotros, si no la tenéis
vosotros mismos?

Os dejáis dominar por vuestras pasiones que os arrastran a todo género de excesos,
traspasando las leyes de la Naturaleza, que os brinda generosamente sus dones para vuestro
uso, mas no para vuestro abuso.

Todos tenéis oídos para oírme y entendimiento para comprender mis palabras, que os dicen a
la faz de los cielos y de la tierra: Tened piedad de vosotros mismos, de vuestros hijos y de
vuestros semejantes, porque el Padre Celestial, lo que hace hoy con vosotros, no lo hará en
muchos siglos.

En nombre del Supremo Creador de cuanto existe, os digo: "Sed sanos de vuestras
enfermedades, los que padecéis en vuestros cuerpos y lavad con aguas de arrepentimiento y
de misericordia las llagas de vuestras almas, para que los ángeles del Señor se acerquen a
vosotros como a nuestro padre Abraham, a compartir la dulzura de la paz, de la esperanza y
del Amor.

El Profeta Nazareno os bendice en nombre de Dios. ¡Idos en paz!


31) Jesucristo y la parábola del hijo prodigo:

Hubo un hombre justo a quien el señor había enriquecido con abundancia de bienes
materiales, con hijos, siervos y amigos, por lo cual su vida era en extremo dichosa y alegre.

Padre mío, díjole uno de sus hijos, dame la parte de herencia que me pertenece porque quiero
salir a conocer el mundo, a gozar de la vida, pues aquí me consumo en el hastío, viendo
campos sembrados, labriegos que cosechan y engavillan, ganados que pastan vigilados por los
pastores. Comer, dormir y trabajar, es hastío a mi corazón que desea recibir otras impresiones,
vivir de otra vida que no conozco, pero que existe en las grandes ciudades plenas de bellezas,
donde cante la alegría como el agua de los manantiales.

El buen padre entornó sus ojos y estrujó su corazón para no dejar traslucir su pena. Entregó a
su hijo lo que pedía, y cuando lo vio partir sin volver la cabeza, el anciano dobló la suya
cubierta con la nieve de los años y lloró silenciosamente. ¡Era tan amado de su corazón aquel
hijo, que se iba lejos, acaso para no volver!

Aquel padre subía todas las tardes al torreón más alto de su castillo, donde permanecía largas
horas mirando el camino que se perdía a lo lejos como una franja cenicienta entre valles y
colinas. Y entre lágrimas silenciosas murmuraba esta plegaria: Señor, de todos los bienes que
me diste, lo más amado son mis hijos. Uno me ha abandonado ¡Devuélvemelo Señor y que mis
ojos le vean por última vez antes de morir ¡

Mientras tanto el hijo, de ciudad en ciudad se embriagaba de placeres, de alegría, de músicas,


danzas y cantares. Su vida era un festín continuado, y se sentía un pequeño soberano entre
una corte de amigos que le halagaban con todos los mimos imaginables.

¡Esa vida era la que él había soñado, cuando languidecía de tedio en la aldea de su padre! Feliz
de mí, decía que tuve el valor de romper las rancias tradiciones de la familia que, si no, aún
estaría oyendo eternamente a siervos y jornaleros hablar de los ganados flacos o gordos, de
que el lobo atacó a éste o al otro rebaño de ovejas, de que los surcos del sembrado deben
abrirse de nuevo para que las aguas rieguen todo por igual.

¿Qué comparación tiene una vida con la otra?

Y engalanándose con vestiduras nuevas que ceñía con cíngulo de plata, y prendía con broches
de oro y piedras preciosas, acudía a un nuevo festín que su espléndida generosidad ofrecía a
sus numerosas amistades.

Pasaron siete años y por fin la herencia de su padre se consumió toda, y el hijo soñador
incauto y desprevenido, se vio envuelto en la miseria, abandonado de amigos y conocidos que,
habiéndole ayudado a dilapidar la fortuna en orgías y festines, no pudieron ayudarle ni aún E
matar el hambre que lo devoraba. Había ido vendiendo vestiduras y joyas y cuando no poseía
más que la sencilla túnica que sacó de la casa de si padre, se cubrió con ella y huyó de la
dorada ciudad en que consumió si patrimonio.

Sentado en una piedra, en el camino trillado de las caravanas es, pero la llegada de ellas, para
suplicar le tomasen como camellero y poder volver en un mísero asnillo a la lejana aldea que le
vio nacer.
Mas viendo su blanca piel, y sus manos y pies delicados como de una cortesana, se le reían
diciendo: Has de ser buen camellero tú con esas manos de leche y rosas que tienes. Vete a
danzar en los jardines de la corte que sólo para eso eres bueno.

Su hambre y desesperación le llevaron a correr por los campos donde pastaban piaras de
cerdos, bajo la sombra de viejas encinas. Y las bellotas caídas al suelo de aquellos árboles
centenarios, fueron el único alimento conque pudo satisfacer el hambre que le acosaba.

Entonces le vino el recuerdo de su amante padre, que tuvo en completo olvido mientras duró
su prosperidad.

¡Cuánto más le valdría no haber salido nunca de su lado! ¡Iré si, iré a él!, dijo por fin, y
arrojándome a sus pies le diré así: ¡Padre mío! he pecado contra el cielo y contra ti. No soy
digno de que me llames tu hijo, más déjame el lugar del último de tus criados, que yo te
serviré por sólo la comida y la ropa que quieras darme. Y como lo pensó lo hizo.

El anciano padre que en esos siete años había envejecido como diez, sólo podía subir al
torreón apoyándose en el brazo de un criado, y en su bastón de encina.

Mas, ¿cómo podría su corazón pasar un solo día, sin mirar al camino ceniciento que sus ojos
cansados encontraban ya como cubierto dé brumosas nieblas?

¡Señor!, continuaba su plegaria de todos los días. ¡Devuélvemelo antes de que mis ojos se
apaguen y no puedan mirar su rostro por última vez!

Y una tarde nebulosa y triste como su alma, próxima ya a perder toda esperanza, sus cansados
ojos percibieron una nubecilla de polvo que levantaba el penoso andar de un viajero sin
camello ni asno, que aparecía como un punto oscuro en la lejanía del camino ceniciento.

El corazón le dio una sacudida en el pecho, y dijo a su criado: ayúdame a bajar, porque el
viajero que veo a lo lejos es mi hijo que vuelve a mis brazos.

El criado sonrió compasivo ante el loco delirio del pobre anciano, que creía ver a su hijo
perdido en cuanta sombra humana cruzaba a lo lejos.

El amor le dio fuerzas por última vez, y soltándose del brazo del criado apresuró sus pasos para
acortar la distancia.

¡Era de cierto el hijo amado que volvía a su padre! ¡Su plegaria de siete años había sido por fin
escuchada por el Señor que, vencido por su perseverancia en esperar, le devolvía al hijo que
tanto había llorado! Hasta el Eterno Omnipotente se deja vencer por el amor verdadero.

El padre feliz hizo grande festín, en que vistió a su hijo las más preciosas vestiduras y colmó de
dones a sus criados y servidores, amigos y parientes, porque la dicha desbordaba de su
corazón y quería a todos felices, cuando él lo era de verdad.

Los otros hijos le reclamaban así: Para nosotros que permanecimos siempre a tu lado no
hiciste nunca un festín; y para este hijo que te abandonó durante siete años, haces un festín
digno de las bodas de un rey.
Es festín del nacimiento de un hijo de la vejez, contestaba el padre. ¡Este hijo acaba de nacer
cuando ya me inclinaba a la sepultura! ¿No he de recibirlo como un don divino al son de cítaras
y laúdes?

Tal es nuestro Padre Celestial cuando torna a El un hijo que corría extraviado por los caminos
polvorientos de la vida. Le abre sus brazos y sin un solo reproche porque le basta su
arrepentimiento, le hace entrar en su Reino y le viste la túnica nueva de la purificación y del
perdón.

32) Discurso de Jesucristo en el Templo de Jerusalén en Pascua:

Escuchad cielos y hablaré, y oiga la tierra las palabras de mi boca, dice Jehová.

Goteará como la lluvia mi doctrina; destilará como el rocío mi razonamiento; como la llovizna
sobre la grama, y como las gotas sobre la hierba.

Así es Jehová al cual invocáis. Así es nuestro Dios al cual, adoráis.

Él es la roca inconmovible cuya obra es perfecta, porque todos sus caminos son rectitud:
porque es Dios de Verdad, y ninguna injusticia hay en El; es justo y santo, y la corrupción no
debe manchar a sus hijos.

Pueblo de Israel, y adoradores del Dios Único, Padre Universal de todo cuanto existe: Con
espantados ojos contempláis los caminos de la vida donde arde en llamaradas el egoísmo, el
odio, la ambición, agostando vuestras praderas en flor, destruyendo los dones más hermosos
de Dios nuestro Padre, que os colmó de ellos para que llevéis vuestra vida en paz y alegría,
bendiciéndole en todos los momentos de vuestra existencia. Abrid de nuevo vuestro corazón a
la esperanza ante las palabras de la Escritura Sagrada que he tomado como tema de mi
discurso. Goteará como la lluvia mi doctrina, destilará como el rocío mi razonamiento.

Todos cuantos sentís la Divina Presencia en vuestro corazón, sois los labradores del Padre
Celestial, que esperáis ansiosamente la lluvia dulce y suave de sus leyes de amor y de paz que
os dijo por boca de Moisés: Hijos míos, amadme sobre todas las cosas y al prójimo como a
vosotros mismos. No toméis nunca en vano mi Nombre para un juramento falso. Santificad en
unión espiritual Conmigo, el día de vuestro descanso. Honrad con amor reverente al padre que
os trajo a la vida y a la tierna madre que llenó de cantos y flores de ternura vuestra cuna. No
dañéis a vuestros semejantes ni aún con el pensamiento, ni atentéis jamás contra su vida,
porque sólo Yo, que la he dado, soy Señor y Dueño de las vidas de los hombres. No manchéis
vuestro ropaje de hijos de Dios, en las charcas inmundas de lascivia, porque os quiero puros y
perfectos como Yo lo soy desde la eternidad.

No pongáis vuestros ojos en los bienes de vuestro hermano, porque Yo vuestro Padre os he
dado a todos el poder y las fuerzas necesarias para sacar de los frutos de la tierra el necesario
sustento. No manchen vuestros labios la falsedad y la mentira, el engaño y el fraude, porque
Yo vuestro Padre, soy Dios de Verdad y de Justicia, y no acepto ofrenda de corazones
engañosos y torcidos.

No manche vuestro pensamiento ni vuestro deseo, el tálamo nupcial de vuestro hermano


porque si arrastráis a otros a pecado, también se mancha vuestro corazón, que es tabernáculo
santo en que quiero tener mi morada.
Amadme pues más que a todas las cosas, porque sois míos desde toda la eternidad, y amad a
vuestros hermanos porque todos sois hijos de mis entrañas de Padre, Autor de toda vida, y mi
Amor Eterno se derrama por igual, como la lluvia sobre los campos sobre todo ser que alienta
con vida sobre la tierra.

Como la llovizna sobre la grama, y como gotas de rocío sobre la hierba, así es Jehová al cual
invocáis; así es nuestro Dios al cual adoráis, nos dice la Escritura Sagrada.

¿Cómo no esperaréis con ilimitada confianza en El?, cuyo infinito Amor se desborda sobre toda
criatura que llega a Él y le dice: Padre mío, soy tu hijo débil y pequeño que necesito de Ti en
todos los momentos de la vida. Tengo frío Señor porque mi hogar no tiene lumbre.

¡Tengo hambre Señor porque en mi mesa falta el pan!

No puedo ganarme el sustento porque los años me abruman, porque la enfermedad me aflige;
porque las guerras fratricidas me quitaron los hijos que me diste, porque la ambición y el
egoísmo de los poderosos consumieron el fruto de mi trabajo. Los surcos de mi rastrojo
quedaron vacíos, porque yo sembré y otros cosecharon; Padre mío, ten piedad de mí, que,
como tu siervo Job, estoy entre los escombros de lo que fue un día mi dicha; mi horizonte está
en tinieblas y no acierto hacia dónde llevar mis pasos.

¡Adoradores de Dios, Padre Universal de toda vida!, hablad así con El, desde el fondo de
vuestro corazón, dejando correr las lágrimas de vuestros ojos, y en nombre de Dios os digo,
que, si así es vuestra oración, no habréis salido de vuestra alcoba, cuando El os habrá hecho
sentir que oyó vuestra súplica y que acudirá a vuestro remedio.

Me habéis llamado Profeta Nazareno cuando he aparecido en esta cátedra, honrada por la
palabra de tantos sabios doctores como tuvo y tiene Israel, y yo, siervo del Altísimo, aceptando
el nombre que me habéis dado, os digo solemnemente en nombre suyo: Quiero que cuantos
estáis bajo estas bóvedas que escucharon las plegarias de tantas generaciones, salgáis de aquí
curados de vuestras enfermedades físicas y consolados de vuestros dolores del alma.

Quiero que salgáis de aquí llenos de fe y esperanza, en que Dios vuestro Padre no reclama de
vosotros sino la ofrenda pura de vuestro amor sobre todas las cosas, y para vuestro prójimo
como para vosotros mismos.

¡Que la paz, la esperanza y el amor alumbren vuestros caminos!


33) Discurso de Jesucristo a la multitud en Bethania:

El soberano Señor, Creador de los cielos y de la tierra, se ha demostrado hoy como un


tiernísimo Padre para todos vosotros, que llegasteis a Él a rendirle vuestra adoración con el
sencillo corazón de los hijos que llegan confiados, a quien les da el don de la vida y de cuanto
bello y grande se encierra en ella.

Ámame sobre todas las cosas, os dijo el Padre Celestial por boca de Moisés y, ama a tu prójimo
como a ti mismo. Nada más os ha pedido, sino que hagáis florecer el amor en vuestros
corazones, como florecen vuestros huertos y jardines a la llegada de la primavera.

Y ¿qué cosa es el amor? me preguntaréis. Y ¿dónde encontraremos el amor? ¿Y cómo


conoceremos cuando hay amor en un corazón de hombre?

Y yo os digo que el amor, es ese divino sentimiento que fluye de Dios nuestro Padre, hacia
todas las almas llenándolas de piedad y de ternura para con todos los seres emanados de su
Amor Omnipotente.

Y para que este divino incendio prenda en todos los corazones, la Eterna Sabiduría ha creado la
familia, sagrada escuela del amor, que va del esposo a la esposa, haciendo florecer en torno
suyo los hijos que, atados por una dulce cadena en torno, a aquellos que les dieron la vida, va
ensanchándose en nuevas uniones, en perdurables alianzas, entre las cuales va corriendo
como un río de bendición la misma sangre en los cuerpos físicos, y el mismo sentimiento en las
almas inmortales.

¿Y dónde encontraremos el amor? me preguntáis también con vuestro ansioso pensamiento.

El amor fluye de Dios, y se encuentra como una chispa en todas las almas nacidas del seno del
Padre, que es amor. Y se encuentra como una ascua entre cenizas, en las almas primitivas y de
escasa evolución; y resplandece como llamarada de antorcha, en las almas adelantadas que
cultivaron en sí mismas la bondad, la misericordia, la dulzura divina del perdón p ira todas las
ofensas; la inefable piedad para todos los que sufren en el cuerpo o en el alma las miserias de
la vida, las consecuencias de errores propios o ajenos, las desgarradoras angustias del olvido,
de la ingratitud, del abandono de aquellos a quienes el corazón se ha prendido por los
lazos de la sangre o por alianzas de las almas, que no se rompen ni con la muerte.

Allí se encuentra el amor amigos míos, en las almas capaces de sentir en sí mismas la Divina
Presencia, porque empezaron hace muchos siglos la tarea penosa y lenta de su purificación.

La esencia purísima del amor, emanación de la Divinidad, no es perfume que se obtiene en un


día: no es flor que se corta en un instante y se prende sobre el pecho; no es luz de cirio que se
enciende en un momento, ni es manantial desbordado de repente. Es perfume extraído gota a
gota del seno mismo de Dios, que lo da a medida del anhelo de cada alma; es flor de montaña,
hacia la cual ha de llegar el alma paso a paso por escabrosas cuestas, en las que irá dejando el
sudor de muchas fatigas y regueros de sangre de sus pies heridos.

Es claridad de estrellas, obtenidas mediante el vencimiento de las bajas pasiones, que impiden
la ascensión triunfante del alma hacia la Divina Luz.

Es manantial de puras y armoniosas corrientes, que comenzó siendo hilillo de agua apenas
perceptible, y que el valor, la perseverancia, el denodado esfuerzo, convierte por fin en un
torrente desbordado de aguas de piedad, de misericordia, de dulzura infinita sobre todos los
seres, buenos o malos, justos o pecadores, grandes o pequeños, porque todos son hijos del
Padre Celestial, de cuyo seno salieron como una chispa y a donde tornarán transformados en
llama viva.

Tal es, amigos míos, el amor que os pide el Padre en su divina ley por boca de Moisés; y os lo
pide con su voz de invisible ruiseñor que canta en la selva, cuando la noche ha llegado,
ÁMAME SOBRE TODAS LAS COSAS Y A TU HERMANO COMO A TI MISMO.

Ámame en el mendigo escuálido y harapiento, que tiende a tu paso su descarnada mano


implorando socorro.

Ámame en el huérfano abandonado, a quien sorprende el sueño en los caminos cubiertos de


nieve, sin techo y sin pan.

Ámame en el anciano desvalido, cuyas manos tiemblan apoyadas en una vara de encina, a falta
de un brazo amigo en quien descansar.

Ámame en la viuda sin amparo, que a la soledad de su corazón se une la incertidumbre del
mañana, y la zozobra de lo inesperado.

Ámame en el presidiario, en el condenado a cadena perpetua, para el cual no existe la familia


ni la sociedad que, a la angustia de lo irremediable, va unido el remordimiento duro y cruel,
como picotazo de cuervo en una herida que aún sangra.

Ámame sobre todas las cosas, os dice Dios nuestro Padre por boca de Moisés, porque sólo el
amor os conquistará la paz, la dicha, el bien y la justicia que buscáis.

Tal es amigos míos la Ley Eterna del Amor, único precio puesto por Dios a nuestra felicidad
perdurable.

Nada conquistamos vistiendo un sayal de penitencia y cíngulo de silicio, si alienta en nuestro


corazón, como serpiente dormida, el egoísmo y el odio.

Nada conquistamos atormentando el cuerpo físico con ayunos y penitencias, si dejamos vivas
en nuestro espíritu las fierecillas rabiosas de la malevolencia y de la envidia, de la soberbia y la
ambición, de donde surgen como espinas de un zarzal, las rencillas, las discordias, los
antagonismos y las guerras que inundan los campos de sangre, las ciudades de ruinas y los
corazones de angustia.

Ámame sobre todas las cosas dice el Señor, y al prójimo como a ti mismo, y todo lo habrás
conquistado, y tendrás todos los cielos por herencia; y todas las legiones de ángeles,
arcángeles y serafines de mis Eternas moradas, serán tus hermanos… compañeros en las
fatigas y en el esfuerzo, compañeros en la paz, en la gloria, en la inmarcesible dicha de la
posesión eterna del bien.

La fiebre ardiente de mi deseo ve ya en lontananza a esta tierra de mis desvelos convertida en


un mundo de paz, de dicha y de amor, como muchas de esas estrellas radiantes que atraen
nuestras miradas, desde las insondables lejanías de los espacios infinitos.

Mas, entre la visión de mi deseo, y la gloriosa realidad, muchas centurias pasarán en la


angustia y en el llanto, en la iniquidad y en el odio, hasta que suene la hora en que la Ley
Eterna cierre la puerta a espíritus primitivos y a los cristalizados en el mal, y que esta tierra se
transforme por fin en huerto cerrado a todo egoísmo, y sólo abierto a la paz, a la esperanza, al
bien y al amor.

Me habéis llamado Profeta de Dios, Ungido del Altísimo y habéis dicho verdad, porque lo soy, y
os traigo el divino mensaje del Amor del Padre hacia vosotros. Por eso sólo, he dejado mi
Reino de luz y de amor.

Por eso sólo, aprisioné mi espíritu en esta vestidura de carne que no tardaré en dejar, para
tornar a la patria de donde salí.

Mas no la dejaré amados míos, sin antes haber grabado a fuego en vuestros corazones, que
Dios nuestro Padre es Amor, y que para haceros grandes y felices, no os pide nada sino vuestro
amor sobre todas las cosas, y que améis a vuestros semejantes como os amáis a vosotros
mismos.

No la dejaré sin haceros comprender a todos, que es agravio a la Divina Majestad suponerle
capaz de cólera y de venganza, porque esos son bajos y ruines delitos, propios de seres viles y
malvados.

No la dejaré sin dejar al descubierto el engaño de los falsos maestros, que atolondran a las
almas con el supuesto furor Divino que, si pudiera existir, sería para enmudecer su palabra de
mentira con que arrastran a los pueblos a la división, a la crueldad, al odio contra sus
hermanos que no participan de sus funestas elucubraciones filosóficas, fruto de erróneos
principios sobre Dios y la naturaleza, y destinos de las almas creadas por El.

No abandonaré esta vestidura de carne sin haber repetido una y mil veces que el bien, la
santidad, la justicia, no están en los ceremoniales de un culto cualquiera que él sea, sino en el
fondo del alma, santuario de la inteligencia, del razonamiento y de la voluntad; del alma chispa
divina e inmortal, destinada a perfeccionarse por el amor a su Padre Creador y a su prójimo,
que sólo a eso se reducen los diez mandamientos del Mensaje Divino traído por Moisés.

Antes que yo, lo dijo otro Profeta del Señor: Misericordia quiero y no sacrificios de sangre.

No quiero ofrendas de corazones, rebosantes de egoísmo y de soberbia. No acepto ofrendas


de manos manchadas- con llanto y sangre de mis hijos oprimidos y vejados.

¿Complacerá acaso al Dios de la piedad y del amor, que un rico ganadero degüelle centenares
de ovejas y de toros en el altar de los holocaustos, mientras sus esclavos y servidores sufren
hambre y desnudez, vejaciones y miserias?

¿Estará la pureza y santidad de las almas, en consumir cántaros dé cera en luminarias, y sacos
de incienso quemados en el altar de los perfumes, mientras bajo las naves del Templo
arrastran su angustia y su miseria los que carecen de lumbre en el hogar y de pan en su mesa?

¡Oh hermanos míos! Mi Padre que es Amor por encima de todas las cosas, no me dejará
abandonar esta vestidura de carne hasta que todos vosotros y otros tanto como vosotros,
hayáis oído estas palabras mías: No con ceremonias ni reverencias, ni postraciones ni ayunos y
penitencias te conquista la grandeza y la dicha del espíritu, sino con el renunciamiento de todo
egoísmo, de todo interés personal, de toda soberbia y prepotencia, de toda crueldad y tiranía.

Y vosotros que me escucháis, llevad mis palabras por todos los rincones del mundo, por los
collados y los valles, por la inmensidad de los desiertos y las profundidades del mar. Y cuando
nadie haya quedado sin escucharlas, sentaos a reposar a vuestra puerta, bajo la sombra de
vuestras vides tejidas de pámpanos, y decid con la dulce paz de vuestro deber cumplido:
Hemos sido mensajeros fieles del Ungido del Señor, que trajo a nuestra tierra la esencia pura
de la única Ley Divina: ¡Ama a Dios sobre todas las cosas y al prójimo cuino a ti misma!

¡Amados míos! os digo para terminar, venid a mí cuando os halléis fatigados con cargas que no
podéis llevar, y con angustias que os hacen imposible la vida. Venid entonces a mí con vuestros
dolores y con vuestras desesperanzas, que yo os aliviaré.

Con mi alma rebosante de amor, y mis manos destilando como miel la dulzura Divina, soy para
vosotros el don del Padre en esta hora, en que más que en ninguna otra, os quiere manifestar
con hechos palpables, la inmensidad infinita de su Amor Eterno.

¡Que la paz sea sobre vosotros!

34) Enseñanza de Jesucristo a sus 12 discípulos:

En el Reino de nuestro Padre, hay muchas moradas y cada uno de vosotros tendrá la que
habrá conquistado con su esfuerzo y su sacrificio en favor de sus hermanos débiles y
pequeños.

Será más grande, más glorioso y feliz en su cielo de luz y de amor, aquel de vosotros que haya
consolado más dolores humanos, que haya secado más lágrimas, que haya sufrido cansancio y
fatigas en bien de sus semejantes. Será más grande y feliz, aquel que después de haber
aliviado necesidades de orden material que son las más apremiantes, se consagra en
redoblados esfuerzos a iluminar a las almas de sus hermanos, con la divulgación de las
Verdades Eternas que el Padre guarda en sus moradas infinitas, para que sus hijos más
adelantados las den discretamente a sus hermanos pequeñuelos, en la evolución y en el
progreso a que todo ser viviente está destinado.

Vemos en los espacios infinitos, agrupaciones más grandes o pequeñas de soles, estrellas y
planetas que forman conjuntos armónicos y marchan por órbitas que se enlazan unas a otras y
no se apartan jamás de su sol central, si no es por un mandato especial de la suprema ley de
atracción.

De igual manera las almas que la ley de afinidades ha unido en conjuntos magníficos, forman
alianzas imperecederas, indestructibles para llevar la verdad, el bien, el amor y la justicia sobre
determinados pueblos, países o continentes.

Son bandadas de palomas mensajeras que el Padre suelta a volar en determinadas direcciones,
para dar más rápido impulso al progreso eterno de todos los seres.

Ninguna inteligencia es inútil. Ningún esfuerzo hacia el bien y la verdad se pierdo, aunque no
tenga de inmediato el éxito que se desea.

Si todos los hombres que sustentan ideales elevados de mejoramiento humano anularan sus
egoísmos en aras del bien común, no seríamos testigos hoy de la prepotencia do unas razas
sobre otras avasalladas y oprimidas; no presenciaríamos el horror de las guerras, de las
devastaciones que siembran la tierra de desolación y de miseria, de lágrimas y de sangre.
La ley suprema de la solidaridad de todos los mundos y de todas las humanidades que los
habitan, es tan majestuosa y sublime, como la grandeza del Padre que la ordena y dirige.

Y así como un planeta o satélite que se saliera de su órbita, fuera de su ley, sería para
encontrar su destrucción, de igual manera las almas afiliadas a una alianza ordenada por la
Voluntad Divina cargarían sobre si mismas las dolorosas y terribles consecuencias de su
desviación en el sendero elegido.

Vosotros unidos a mí en una alianza libre y espontánea, de amor y de fe, habéis visto en
vuestras meditaciones solitarias el rayo de luz divina que ha marcado vuestro camino a seguir,
en los siglos que vendrán en pos de este punto inicial.

De la forma en que respondáis todos al mensaje del Padre que llevareis a las almas, dependerá
desde luego la grandeza y la gloria de vuestro cielo futuro.

35) Parábola de Jesucristo a sus discípulos:

Yo soy para vosotros, como el dueño de una heredad que quiere cultivar, y como debe
emprender un largo viaje la deja al cuidado de sus doce hijos mayores.

A cada uno le hace depositario de cierta porción de sus caudales para que con ellos trabajen y
hagan producir su heredad.

A unos les da cinco talentos de oro, a otros cuatro, a otros tres, dos, uno, según ve sus
capacidades y su voluntad.

Cuando ha terminado su viaje, el dueño vuelve, y llama a cuentas a sus hijos en la misma
heredad que les dio a cultivar.

Los unos se acercan y dicen: ¡Padre! he sembrado, he luchado con las tempestades, con la
sequía, con las heladas, con las plagas de insectos malignos, pero algo he cosechado, lo
bastante para devolverte doble el capital que me diste.

Los otros le dicen a su vez: hemos sembrado pero la cizaña ahogó muchas veces la simiente, y
la peste mató las bestias de labranza, y fue tan mezquina la cosecha, que temiendo perderlo
todo, guardamos en lugar seguro tu oro y aquí lo tienes. Sólo hemos podido conservarlo para
devolvértelo.

El padre entonces les dice: Vosotros que no os habéis acobardado por las duras contingencias
de la lucha, de la cual salisteis triunfadores, pasad a tomar posesión de un Reino que no tiene
límite ni conoce fin, donde desplegaréis nuevas actividades puesto que demostrasteis saber
perseverar en la lucha hasta vencer.

Y vosotros que os dejasteis vencer, comenzad de nuevo la siembra en la misma heredad hasta
que como vuestros hermanos, seáis capaces de vencer todas las dificultades y presentarme los
frutos recogidos de vuestra labor.
36) Jesucristo y el Rabí de Jericó Sedechias (Fariseo), sobre el Reino de Dios (es la verdad
divina):

El Reino de Dios es la Energía Eterna puesta en acción permanente; es la Luz Divina de la


inteligencia, que enciende a millares de lámparas de la Fe para los que buscan ser alumbrados
por ella, es la dulce vibración de la Esperanza, en las Promesas Divinas para todos los que han
merecido ver en ellos su cumplimiento; es en fin la potencia suprema del Amor que emana
incesantemente del Padre como inagotable torrente, para todos los que quieren saciarse en
sus aguas de vida eterna.

El Reino de Dios está pues en todos los mundos poblados de almas capaces de Fe, de
Esperanza y de Amor. Está en todos los rincones de este pequeño mundo de expiaciones
dolorosas, allí donde está un puñado de almas o un alma sola despierta a la Verdad Divina y
que sea por tanto capaz de Creer, de Esperar y de Amar.

¡Creer! ¿En qué? En la omnipotencia del Amor Divino que encierra en Sí mismo todo cuanto
alienta con vida en el vasto universo

¡Esperar! ¿Qué? La hora suprema de la liberación y del merecimiento, que en la inmensidad


infinita resuena para cada alma como un clarín de triunfo, cuya melodía traducida en palabras
le dirá: Entra en tu morada, a poseer el Reino que has conquistado.

¡Amar! ¿Qué ha de amar? El Ideal Supremo con que sueña desde el primer despertar de la
inteligencia; que ha buscado durante siglos y siglos y que ha encontrado por fin palpitando en
su propia vida, aleteando como pájaro cautivo en sus propios anhelos, derramándose de su
propio corazón en oleadas de piedad incontenible para todos los que sufren miserias físicas y
miserias morales, para los que soportan el látigo de la injusticia humana, para los que el
crimen encadena, y la sociedad esclaviza para todas las víctimas voluntarias o forzadas de la
monstruosa ignorancia humana, que teniendo a la vista la infinita grandeza de Dios, y la
omnipotencia de su Amor soberano, se empeña en encerrarse en un cascarón de barro como
el escarabajo, símbolo egipcio del alma esclavizada en la materia, sin querer convencerse de la
grandeza de su destino; la posesión eterna de Dios.

37) Jesucristo a sus discípulos sobre las almas:

No hay en las lenguas habladas por los hombres, palabras capaces de reflejar los secretos del
Padre, que son como llamaradas de luz percibidas en momentos determinados por espíritus de
avanzada evolución.

Pero como vosotros, por alianzas de muchos siglos, habéis querido ser en esta hora los que
alumbréis el camino abierto por mí ante la humanidad, el Padre pondrá en tus labios su verbo
Eterno, y en vuestra mente la lucidez necesaria para comprenderme.

Encended una hoguera con la hojarasca seca de los campos y los árboles del bosque. El viento
sacudirá aquella inmensa cabellera de llamas, que arrojará una lluvia de chispas radiantes en
todas direcciones. Observad que, de aquellos millares de millones de chispas, no todas
encienden nuevos fuegos, sino que la mayoría de ellas caen a tierra donde la humedad del
césped o el lodo de los campos las mantiene inermes y semi apagadas, hasta que las chispas
hermanas las remueven entre las cenizas y las alimentan con buenos combustibles.
Desde la eternidad sin medida, y antes de que los tiempos fueran, la Energía Suprema como
una hoguera inmensa de amor emanaba a millares de millones, partículas radiantes de Sí
misma, que se aglomeraban unas con otras en una vasta inmensidad esférica, apropiada a su
naturaleza incorpórea, sutil más que el gas y que el éter.

Ahí debían desenvolverse, crecer, expandirse en vida propia, individual, inteligente, como
partículas que eran de la Eterna Inteligencia Creadora. Tal como el germen de la vida física se
desenvuelve, vive y crece en el seno materno.

Todas las manifestaciones de la vida en los planos físicos son como una copia de lo que sucede
en las eternas moradas donde guarda el Creador sus secretos casi incomprensibles para la
mente humana terrestre.

Las edades que, según nuestras medidas del tiempo, necesitan para desenvolverse y crecer
aquellas chispas vivas, partículas de la Divinidad, no puede precisarlo la humana inteligencia.
Más, como nada permanece inmóvil ni estacionario en la Creación Universal, llega una hora en
que las chispas son un Yo pensante, y entonces comienza su tarea marcada a fuego, por la
eterna ley de la evolución y del progreso. El Yo pensante o Ego, como le llaman las Escuelas
secretas de Divina Sabiduría, imita a su Soberano Creador y envía hacia un plano físico, o
mundo ya en condiciones de albergar vidas orgánicas, una partícula o emanación
de sí mismo, para comenzar la escala progresiva de su propia evolución.

El momento decisivo y solemne en que el Yo pensante envía hacia un plano físico su primera
emanación, puede compararse para mejor inteligencia del asunto, con el momento en que un
ser nace a la vida material.

Y así el Ego o Yo pensante, desempeña el papel de un padre de la antigua era, que traía a la
vida física numerosa prole. Son las personalidades que se suceden unas a otras, como se
suceden los hijos en la naturaleza humana.

Y del mismo modo que los hijos se distancian enormemente del pensamiento de su padre y
tuercen el camino, lo encuentran de nuevo, cometen desaciertos, caen y se levantan,
igualmente sucede con las emanaciones inteligentes del Ego o Yo pensante, el cual, como
nacido de la Eterna Potencia, tiene su misma inalterable paciencia con los desaciertos, locuras
y devaneos de sus personalidades físicas que son creación suya, imagen suya, hijos suyos. Y las
edades pasan y los siglos corren como polvareda de arena que llevan los vientos.

El Eterno Absoluto no tiene prisa ninguna. El Ego o Yo pensante creado por El, no la tiene
tampoco. La evolución no se realiza a saltos, sino paso a paso, como los viajeros en el desierto.

Casos hay, no obstante, en que algunos viajeros vislumbran el peligro de una próxima
tempestad, o del avance de una manada de elefantes furiosos, o la proximidad de una selva
Doblada de fieras, y entonces procuran apresurar cuanto pueden la marcha, antes de que les
sorprenda la noche. Esta noche de los viajeros por el desierto, equivale a la terminación de un
ciclo de evolución, en el viaje eterno de las almas.

Esa tempestad, esa tromba de elefantes enfurecidos, y esa selva poblada de fieras, son las
diversas situaciones en que se ven las inteligencias encarnadas en el correr de sus vidas físicas,
todo lo cual puede causarles grandes entorpecimientos, si por holgazanería o falta de previsión
no han evitado los peligros puestos como barreras en su evolución. Todo es comparativo, ya lo
veis. Como es arriba es abajo dice el viejo principio cabalístico.
Hemos levantado una punta del velo que encubre los secretos del Padre, y creo que es lo
bastante para que comprendáis el porqué de la diferencia de unas almas con otras. No
nacieron al mismo tiempo, ni crecieron con igual presteza, ni anduvieron a igual velocidad, ni
vivieron en un mismo medio ambiente, ni entre idénticas circunstancias y bajo la presión de
fuerzas y corrientes iguales.

Tened por seguro, que la Eterna Sabiduría no ha olvidado ni el menor detalle en las
necesidades presentes y futuras de cada chispa divina que debe desenvolverse, actuar y crecer
en los millones de mundos destinados a esa evolución primitiva.

Y entre los millones de espíritus de luz que pueblan las moradas del Padre, están los
conductores, maestros y guías de esas chispas divinas o emanaciones inteligentes, a cuyo
desenvolvimiento y evolución atienden solícitamente sin abandonarlos jamás, hasta verlas
entrar en el augusto santuario del Divino Conocimiento, donde empieza la evolución sin tutela
inmediata. Tal como obra un buen padre cuando los hijos llegan a la mayoría de edad.

Cuando en aquella chispa divina e inteligente ha llegado a despertarse el conocimiento de sí


misma, su YO superior o Ego, es desde luego su primer tutor, su guía y maestro íntimo, el cual
ha evolucionado a su vez hasta ser señor de sí mismo, y poder marcar o imprimir a sus
personalidades, la orientación y modalidad que su libre albedrío le sugiere.
La solidaridad y armonía del Universo, es tan fuerte para unir en perfecto equilibrio la marcha
de los mundos, como la marcha de las almas encarnadas en ellos, que a ninguno le falta ni le
sobra lo necesario para realizar su evolución y su progreso eterno. Tiene lo justo.

De este admirable equilibrio, armonía y solidaridad, nacen las eternas alianzas de las almas,
unas con otras. ¿No se establece fuerte alianza entre los padres y los hijos, los hermanos entre
sí, los maestros con sus discípulos, los labriegos de un mismo campo, o los pastores de un
mismo rebaño? Y si así pasa de ordinario en la materia que tanto obscurece al espíritu, con
mayor facilidad ocurre entre las almas, en los intervalos más o menos largos de su libertad en
los planos espirituales.

En las inmensas legiones de espíritus adelantados, están los que gobiernan los elementos de la
Naturaleza: el agua, el aire, el fuego, el éter, la tierra; están los que dirigen la evolución de los
reinos mineral, vegetal y animal. Para el ojo previsor de la Eterna Potencia Creadora, no pasa
desapercibido ni un peñasco que se desprende de una montaña, ni un hilo de agua que surge
de improviso de la grieta de una roca, ni el menudo césped que cubre un escondido valle, ni el
musgo que crece en las losas rotas de una sepultura olvidada.

Hay inteligencias a millares que rigen y gobiernan todas esas múltiples manifestaciones de la
vida, cuya pequeñez e insignificancia aparente, no atrae en forma alguna la atención de las
gentes, que ignoran la grandeza encerrada en aquellos humildes orígenes de una evolución
futura.

Tan sólo espíritus de gran adelanto detienen su atención en una pareja de golondrinas que
anidan en su tejado, o en un enjambre de abejas que sin pedir nada a nadie, laboran
silenciosamente la miel en un rinconcillo de su jardín; en el perrillo casero que sigue el amo
como su sombra durante la vida, y hasta va a gemir sobre la tierra removida de su sepultura.

Y si para un alma adelantada no pasan desapercibidos estos menudos detalles, en la vida de


los seres de especies inferiores que la rodean ¿de qué manera tan diáfana y clara, tan real y
precisa estarán en la Suprema Inteligencia, cuya vibración permanente anima toda vida por
pequeña que ella sea?
¿Os parece imposible que la infinita grandeza de Dios se ocupe así de lo que para vosotros es
de poca importancia o ninguna?

No lo pensaríais, si contempláis al Supremo Hacedor como a la Causa única de toda


manifestación de vida en el vasto universo.

Está El, impulsando la marcha de los mundos, el rodar de las esferas, la danza gigantesca de las
estrellas en la anchurosa inmensidad. Está El, en el andar lento de las pesadas bestias de la
Tierra, como en el vuelo de los pájaros, en el aleteo de las mariposas, en el oleaje de los mares
y de los ríos, y hasta en los pétalos delicados de la flor que atrae vuestras miradas.

Todo es El, y en todo está El, Causa Suprema y única de toda vida, así de lo más grande y
hermoso, como de lo más pequeño y hasta despreciable.

Con la mayor solicitud que cuida un labriego sus sembrados, un pastor su rebaño, y un padre
sus hijos, vigila y cuida la Eterna Providencia del Padre sus obras todas, sus creaciones
inmensas, ilimitadas, sin término ni medida, y cuyos alcances infinitos no puede abarcar ni
comprender la humana inteligencia, mientras se mantiene obscurecida por la envoltura física
que reviste en este planeta.

38) Discurso de Jesucristo a sus discípulos en el Monte Carmelo:

Os dije en mi confidencia última que, a vuestra oración, en la hora presente, debéis llegar
como el que acude a una cita de amor donde sabe que es ardientemente esperado.

¿Quién os espera? La Amada sobre todas las cosas, la Divinidad, a la cual vais con el ansia
suprema del cervatillo a la fuente, del pequeñuelo a su madre, del pájaro a su nido.

Allí os espera el agua fresca para vuestra sed, el seno materno para vuestra hambre, y el calor
del nido tibio para vuestra desolación.

Vais como el viajero perdido en una selva obscura, a encontrar una estrella nueva que alumbre
vuestro camino en adelante, o como el viajero que fue dejando entre los espinos del camino su
vestido hecho jirones, y va a buscar un ropaje nuevo de preciosos tejidos que le permitan
presentarse cuando llegue al término de su viaje.

La Divinidad, vuestra excelsa Amada, sobre todas las cosas, sabe cuánto necesitáis y os da
todo, y aun lo que no habéis llegado a pensar, y nada quiere de vosotros sino vuestro amor
rendido y ardiente, que os despreocupa de todo lo que no es Ella y para Ella, en el momento
solemne de vuestra entrega absoluta.

¡Vuestra fe vive en Ella! ¡Todo lo esperáis de Ella! Amáis a todo cuando existe en Ella y por Ella.
¡Es la Amiga Eterna!¡Es la Madre Eterna! Es la Eterna Esposa de las almas que se han vestido
con la túnica santa de la purificación, que es inegoísmo, desinterés absoluto, amor compasivo
para todos los seres, voluntad permanente de sacrificarse por sus semejantes y de buscar y
seguir la verdad donde quiera que se la encuentre.

El cortejo nupcial de la Amada Eterna os rodea por todas partes. Son las alianzas espirituales
que os habréis creado en el correr de las vidas sucesivas, a través de los siglos, y ellas os
introducen en el alcázar de nácar y oro, donde según la visión de Buda, el dulce Profeta de la
India, entraréis en una región de luz soberanamente bella, más allá de muchos millones de
miríadas de mundos, donde estaréis a cubierto de todo engaño, de todo dolor, de toda
miseria, tras de siete filas de balaustradas de nácar y ámbar, de siete filas de velos de luz
impenetrable, de siete cordones de árboles musicales y movibles, como el resplandor
permanente de miríadas de esmeraldas vivas.

Y en este elevado asunto, el Profeta de las renunciaciones heroicas, no hace más que
confirmar las visiones del filósofo atlante Antulio, de Manha-Ethel, cuya lectura escucharéis en
una de estas noches si el Maestro Archivero se digna desdoblar para vosotros, los viejos
pergaminos con la sabiduría de los Dacthylos continuadores de Antulio.

A este reino de amor, de luz, de dicha inefable, me he referido siempre que os he dicho: "Mi
Reino no es de este mundo.

Y sólo por la meditación en la forma y modo que os enseño, puede el hombre penetrar en esos
santuarios de la Luz Divina, aun estando sumido en las obscuridades frías y dolorosas del plano
físico terrestre.

Ante una visión semejante ¿qué son todos los reinos y grandezas de la Tierra, sino polvo y
escoria? ¿Qué son los imperios de Asuero, de Darío, de Alejandro, de los cuales sólo quedan
imponentes ruinas? ¿Qué será la gloria de los Césares? ¿Qué el nuevo reino de Israel, con el
cual sueñan muchos amigos que de verdad me aman, pero que aún no llegaron a comprender
que más allá de sus sueños materiales, se dilatan hasta lo infinito las moradas radiantes de
dicha y de gloria que guarda la Divinidad, la Eterna Esposa, para quienes la buscan y la aman?

Algunos de vosotros vivís aterrados con la visión de mi próxima partida a las moradas de la luz
y del amor que trato de haceros comprender, y ese espanto lo engendra y lo mantiene vuestro
desconocimiento más o menos grande, de lo que es la vida del ser en aquellas sublimes
regiones. Creéis sin duda que es la separación completa; y la ausencia, diréis, es el olvido, es el
rompimiento de los lazos tiernísimos que unen en la vida física a los que se comprenden y se
aman, es la anulación de todo afecto, de toda reciprocidad entre los que quedan en la materia
y los que partieron al reino de la luz.

En verdad, os digo, que estáis muy equivocados los que alimentáis tales pensamientos.
Los seres que vistieron en la tierra la túnica de purificación con sus nobles pensamientos y
santas obras de misericordia para con el prójimo, cargado de pesadumbres y miseria, entran al
dejar la materia, en aquel divino Reino del amor y de la dicha, y ven continuamente presentes,
a todos los seres que le son queridos y que los amaron con puro y desinteresado amor.

Esto os parecerá difícil de suceder, y hasta imposible; porque desconocéis, la fuerza poderosa
que el pensamiento humano adquiere en aquellas sublimes regiones, donde las actividades
mentales y el amor puro lo es todo, y ninguna valla ni barrera puede oponerse a su formidable
poder.

Los seres que residen en aquellas regiones de inefable dicha ejercen la acción benéfica de sus
pensamientos, de su amor y tierna solicitud hacia los que le son queridos, mucho más que
podían hacerlo en la vida material, sujetos a todas las dificultades, tropiezos y contingencias
adversas, propias de los planos físicos.

Más aún, tienen el poder de atraerles hacia aquellas dichosas estancias, ya sea en el
desprendimiento natural del espíritu encarnado durante el sueño físico, o ya en las horas de
meditación profunda, en que el alma encarnada se aparta voluntariamente de todo lo grosero
y vil, para buscar en la Divinidad a los amados sumergidos en Ella.

Y estos encuentros en las moradas de luz, más allá de la atmósfera y del éter, son la gloria más
pura, la dicha más inefable que puede soñar o concebir el alma humana, aún encarnada en un
plano físico.

Imaginaos pues, que me he libertado yo de las cadenas de la materia en que me veis


aprisionado, y estoy ya en las moradas del Amor Eterno y de la Eterna Claridad. ¿Creeréis
acaso que pueda caber en mí, el olvido de vosotros y de esta dulce alianza que, comenzada en
épocas lejanas, se ha fortificado inmensamente en esta hora de mi holocausto postrero en
favor de la humanidad?

Estoy seguro de que ninguno de vosotros cree a su Maestro capaz de semejante olvido, sino
que antes al contrario creéis con toda firmeza, que mi amor os seguirá envolviendo como un
inmenso manto blanco tendido desde lo infinito, ondulante y suave como una caricia materna
a veces, y otras como una techumbre de acero para proteger vuestra evolución encargada a mi
tutela, siempre que vosotros no rechacéis voluntariamente esta amorosa vigilancia.

Cuando la Justicia y el Amor del Padre me hayan levantado a aquellas alturas, podré atraeros
hacia mí, de modo tan real y verdadero, como ahora os he llamado a escuchar mi palabra.
Surge de vuestra mente en este instante esta interrogación: ¿Podremos recordar nosotros aquí
en la tierra, que estuvimos a tu lado Maestro unos momentos no más en tus cielos de dicha y
de amor?

¿Podremos recordar cuanto veamos y oigamos en aquellas radiantes mansiones?


En verdad os digo que eso será el fruto de vuestra oración profunda, sincera; oración del alma,
no de los labios, oración de sentimiento y de fe, no de frases aprendidas de memoria y
pronunciadas mecánicamente como el rodar siempre igual de los engranajes de un molino. Eso
no es oración. ¡Es un encadenamiento de palabras más o menos bien combinadas y bellas que
pueden poner al alma en un cierto grado de tranquilidad, sin elevarla ni un ápice hacia las
mansiones luminosas de la fe viva, de la esperanza justa y pura, y sobre todo del amor intenso
como una llamarada ardiente que se dilata hasta lo infinito!

La meditación u oración en esta forma que os enseño os hará poner lentamente en


condiciones de recordar en el plano físico, nuestros encuentros gloriosos y dulcísimos en las
moradas de luz. Aquí os debo una explicación más.

Cuando yo, posesionado nuevamente de mi Reino de Amor y de Luz, os atraigo hacia mí


durante vuestra meditación, no creáis que lo hacéis en un salto formidable de la tierra donde
moráis a la estancia en que yo estaré, sino que iréis pasando de una región a otra, en
graduaciones casi imperceptibles, para que vuestra mente no sufra las tremendas impresiones
de un cambio tan brusco y tan completo.

Este plano físico está en oscuridad comparado con el inmediato superior, y a medida que
vuestra alma ascienda en ese glorioso camino, irá entrando en regiones más y más luminosas y
radiantes, hasta encontraros conmigo, que soy el que os habré atraído a mi Reino.

Oídme pues atentamente; a medida que vais subiendo por las distintas regiones que forman el
obligado pasaje, os vais despojando de los fluidos groseros propios de los planos inferiores, y
vuestra alma se irá envolviendo en los sutilísimos fluidos más puros y diáfanos que el gas y el
éter, porque son vibraciones de luz, colores y sonidos propios de aquellas purísimas regiones.
Cuando se haya realizado nuestro amoroso encuentro, nuestra mística cita de amor, será
necesario que vuestra alma regrese por el mismo camino, a su plano propio: la tierra donde
está encarnada.

Y así como al subir, se fue cubriendo de los sutiles velos fluídicos necesarios para penetrar en
aquellas divinas moradas, al bajar, deberá ir dejándolos para tomar nuevamente los ropajes
fluídicos de las regiones por donde va pasando, hasta llegar a la pesada envoltura propia de
este plano físico. En este proceso de rigurosa ley, de ir dejando las sutiles vestiduras fluídicas
de las moradas de luz, el alma va dejando también gran parte de las impresiones y recuerdos
de cuanto vio y oyó en aquellas excelsas alturas, quedándole solamente algo así como una
inmensa sensación de paz, de amor, de quietud; un gran deseo de volver nuevamente a la
oración, a la soledad, al olvido de todos los goces y alegrías terrestres.

Pero os digo en verdad, que la continuación de practicar esta forma de oración o meditación
despertará de tal manera vuestras facultades superiores, que poco a poco, vuestra mente irá
reteniendo más y más las impresiones y los recuerdos de lo que vio y oyó en estos divinos
encuentros, en los cielos o reinos de luz y de amor.

Y en esta hora solemne, víspera casi de mi partida hacia el Padre, hago un pacto con vosotros y
con todos los que de cerca me han seguido en esta última etapa de mi vida mesiánica; y en
este pacto, yo soy el que promete y vosotros los que esperáis: Desde mi morada de luz y de
amor os atraerá hacia mí en la forma antedicha, y estaré con todos vosotros hasta el final de
los tiempos, o sea cuando el Eterno Juicio del Padre llame a separación de los justos y de los
réprobos, los primeros a moradas de dicha y de paz; y los segundos a mundos inferiores donde
el dolor de largas y tremendas expiaciones les despierte la conciencia de lo que son.

Y sello mi pacto eterno con todos vosotros diciéndonos, que las fuerzas del mal puestas en
acción contra vosotros, jamás os vencerán si os mantenéis unidos a mí como estáis en este
instante.

Al consagrar así mi nueva alianza de amor con vosotros, os doy entrada a mi Reino y os digo
que todo amor puro y desinteresado que florezca en vuestra vida terrestre, así sea a la familia,
a los amigos, a los compañeros de ideal, a los maestros o guías que os enseñan los caminos del
bien y de la justicia, os dan derecho para penetrar en mi Reino aún encarnados en este plano
terrestre, a compartir sus inefables bellezas, sus elevados conocimientos, muy superiores en
verdad, a todos los que pueden adquirirse por los medios materiales en el plano físico.

Nada queda oculto en aquellas divinas claridades, por lo cual quienes penetran en ellas,
pueden leer en los anales eternos de la Luz, imperecederos archivos del Absoluto, donde fue
grabada a fuego la historia de la evolución de cada mundo, y de la humanidad que la habitó
desde lejanas edades.

Cuando vosotros, después de esta jornada lleguéis a mi Reino, podréis buscar entre vuestros
íntimos amigos de la Tierra a algunos de ellos que, con su conciencia despierta a la Verdad, al
Amor y a la Justicia Eterna, pueda percibir en estado de vigilia las verdades divinas que queráis
sugerirle, para cooperar así desde vuestro cielo dichoso, a la evolución espiritual y moral de
esta humanidad.

Hasta ese punto puede llegar la inteligencia y unión íntima de un morador de aquellas
elevadas regiones, con los seres afines y queridos que dejó en el mundo terrestre, siempre que
ellos se dispongan voluntariamente y sin intereses personales de ninguna especie, a servir
como instrumentos y cooperadores de las inteligencias desencarnadas moradoras de aquellos
cielos de luz, de amor y de dicha perdurable.

¿Puede darse una mayor y más íntima unificación? ¿Podéis pensar con justicia en que seréis
olvidados por los felices moradores del Reino de Dios?

Suponeos que estáis ya en aquellas divinas estancias de conocimiento superior y de inefable


dicha, dueños de los archivos de la Luz Eterna, en que encontráis grabados nítidamente en
forma de panoramas vivos, toda la historia de la evolución de cada mundo con la humanidad
que lo habitó, desde que pudo albergar vidas orgánicas. Y veis también que esos panoramas
vivos, no concuerdan por completo y en muchos puntos con los relatos llamados históricos que
conocisteis en vuestra vida física.

Y es entonces, cuando el amor a la verdad os abrazará como una llamarada ardiente, y


buscaréis con ansia indecible alguno de vuestros amigos íntimos de la Tierra, compañeros de
ideales que por su grado de evolución y afinidad con vosotros os sirva como instrumento para
percibir en estado de vigilia, vuestras sugerencias, relatos o poemas que veis claros y vividos,
en las divinas moradas del Reino de Dios.

¿Podréis medir y comprender la sublime grandeza de este apostolado de la Verdad Eterna, que
realizaréis desde lo alto de vuestros cielos de luz, de dicha y de amor, en beneficio de la
humanidad que conoce tristemente desfigurados, los acontecimientos más notables de su
propia historia?

Los actuales afiliados a las ignoradas Escuelas de Divina Sabiduría, conocemos gran parte de la
historia de la evolución humana terrestre desde sus comienzos, debido a los relatos de muchos
hermanos moradores de aquellos cielos dichosos donde impera la verdad absoluta.

Las evoluciones promovidas por los Flámenes, de la desaparecida Lemuria, por los Profetas
Blancos en Atlántida, también dormida bajo las aguas, por los Dacthylos del Ática prehistórica,
y por los Kobdas del Nilo, antes de las dinastías faraónicas, nos son conocidas justamente por
el medio que os acabo de insinuar.

Esta misma evolución actual promovida por la Fraternidad Esenia continuadora de Moisés,
será referida a la humanidad un día, extrayendo de los Archivos eternos de la Luz, las verdades
que escapan de ordinario a los relatores terrestres, más o menos informados, más o menos
parciales al referir los acontecimientos, ya sea en asuntos políticos, campañas militares, o
desenvolvimientos filosóficos o religiosos de las porciones de humanidad, países o ciudades
afectados por ellos.

Tal es amigos míos la comunión de los santos, la comunión de las almas con la Divinidad, hacia
la cual nos sube la oración profunda, sincera, grito del alma desterrada en los planos físicos,
palpitación de nuestra propia vida, añorando su origen divino.

¡La oración! ¡Vuelo sublime del pensamiento hacia lo Absoluto!

¡Fuerza desconocida de la mayoría de las almas encarnadas en esta Tierra, que enloquecidos
por los deseos materiales no alcanzan a comprender que cuanto más se alejan de su centro
original, más, más y más desventuradas son!

¡La oración! ¡Dulce cita de amor, del alma encarnada en la Tierra con los moradores del Reino
de Dios!
Orad cuando yo haya vuelto a mi Padre, y El me enviará a vosotros tan real y verdaderamente
como lo estoy en este instante.

Y cuando reunidos en mi nombre me llaméis con vuestro pensamiento, estaré en medio de


vosotros para deciros: La muerte no es la separación para los que de verdad se aman. La
muerte es la libertad del alma de la pesada envoltura material que pone trabas penosas a sus
grandes anhelos.

¡La fe y el amor se dan la mano, para abrir antes las almas ebrias de luz por la oración
profunda, toda la magnificencia del Reino de Dios!

¡La muerte no es la separación para los que de verdad se aman! La muerte es la libertad del
alma de la pesada envoltura material que pone trabas penosas a sus grandes anhelos.

39) Enseñanza de Jesucristo sobre en qué consiste la grandeza y perfección del espíritu:

Ciertos aspectos exteriores en la vida de un ser, puede permitir a los humanos emitir opiniones
o juicios más o menos acertados, pero la verdad absoluta sobre su grandeza espiritual, nadie la
puede tener.
La perfección suprema del alma humana está en relación directa con su perfecta unión con
Dios, que es la absoluta perfección.

Pero no puede la criatura humana medir los grados de esa unión de un alma con la Divinidad,

En los círculos estrechos en que generalmente viven los adeptos de todas las religiones, se
avalúa la grandeza de un alma por su mayor o menor cumplimiento de las prácticas o ritos en
uso en la teoría religiosa a que pertenecen. Y ésta, es la causa de los juicios equivocados que se
hacen.

Todas las religiones conocidas, han ido surgiendo a través de los siglos, y de acuerdo con el
grado de evolución de los pueblos en que han nacido. Estas religiones que han marcado
normas de vida a sus adeptos son mejores o peores según que estén de acuerdo en mayor o
menor grado con la Religión Universal, única emanada directamente del Soberano Creador y
que tiene una sola base, una sola cláusula que abarca toda santidad, toda pureza, toda
perfección posible en los planos físicos: AMA A DIOS SOBRE TODAS LAS COSAS Y A TUS
SEMEJANTES COMO A TI MISMO.

Alrededor de esta única Ley Divina, han formado los hombres un enorme amontonamiento de
ritos, de ordenanzas, de leyes, una verdadera Torre de Babel, sin lógica ninguna, sin
razonamiento, inspirado tan sólo por un mezquino concepto de Dios y de la vida.

El primer gran error de todas las religiones es creer que Dios, perfección absoluta, se irrita, se
encoleriza al igual que un amo cuando se desobedecen sus mandatos.

Una vez que le creen irritado, encolerizado, nace la necesidad de aplacarle con ofrendas de un
orden o de otro, según el grado de adelanto y comprensión de los seres.

Dios no se irrita ni encoleriza jamás. El solo pensarlo repugna al alma que de verdad le ama. Y
si Dios pudiera ser factible de cólera, la tendría al ver que le ponen al mismo nivel de cualquier
menguado hombrezuelo de mal carácter.
Pero ni aún esto altera su infinita serenidad. ¡Es tan grande en su plenitud de amor y de dicha,
que nada absolutamente puede afectarle!

Conocido este aspecto del equivocado miraje de las religiones con respecto al Supremo
Creador, fácil es comprender cómo se equivocan los hombres en sus juicios sobre la grandeza
espiritual de los seres que se han destacado de entre la multitud por sus obras.

Y para comprender más fácilmente este asunto, observemos lo que ocurre cerca de nosotros
con las distintas sectas religiosas en que está dividido el país.

Los fariseos, escrupulosos observadores de todas las prescripciones que fueron añadidas a la
única Ley Divina, se creen muy superiores en grandeza y perfección moral a los saduceos, a los
samaritanos, y en general a todos los hombres de la tierra.

Su perfección, según ellos, está en la práctica severa y estricta de los ritos en uso, a los cuales
dan más importancia aún que a la Ley da Dios misma.

Y bajo este concepto, se creen con el derecho de vomitar anatemas, y desahogar su odio
contra todos los que no están en acuerdo con ellos.
¿Podemos en buena lógica pensar que Dios-Amor y Justicia eternas, Poder inconmensurable,
haya de estar supeditado a tan mezquinos y equivocados conceptos?

¿Puede ningún hombre en la tierra, por grande y poderoso que sea, pretender encadenar la
Voluntad Divina, a sus modos de ver, a sus mezquinos conceptos de las leyes soberanas e
inmutables de la Creación Universal?

Con desdén y desprecio profundos, nuestros compatriotas llaman idólatras paganos, hijos de
Satanás, a los habitantes de las demás naciones de la tierra que no tienen noticia del cúmulo
de ordenanzas y ritos, en que la mayoría de los hijos de Israel viven como entre un molde de
hierro. ¿Pueden impedir acaso que entre los llamados idólatras y paganos hijos de Satanás,
haya almas grandes y puras que aman a Dios y a sus semejantes, sin necesidad de fórmulas y
de ritos, que no han conocido nunca?

Melchor, Gaspar y Baltasar, son paganos para Israel; ¡más os aseguro que no hay cien israelitas
capaces de realizar las obras hechas por ellos, ni de amar a Dios y a sus semejantes como ellos
les aman!

Sócrates y Platón, fueron paganos para 'Israel; mas yo pregunto: ¿Cuántos israelitas hay
capaces de la grandeza de esas almas sin egoísmos, sin interés, que dieron de sí cuanto
pudieron y hasta la vida por el bien de sus semejantes y sin recompensa alguna?

Homero, el vate genial de la Grecia antigua, fue un pagano para Israel. ¿Qué saben los
hombres de la íntima adoración de las almas al Supremo Creador, ya le den un nombre u
otro?, ¿Qué saben hasta qué cumbres llegaron en la perfección de sus vidas llevados por las
ciencias, por las artes, por las mil y mil formas que presenta el Creador a la comprensión de sus
criaturas?

Y en cuanto a nuestros Patriarcas y Profetas, tampoco podéis discutir sobre su grandeza, pues
ella depende como os dije de su mayor unión con la Divinidad. ¿Acaso basta para emitir un
juicio, el conocer una personalidad de las mil y mil que tiene un ser hasta que llega a la
perfección?
Cuando terminada toda la serie de encarnaciones sucesivas de un Ego o Yo pensante, le vierais
recoger todas las personalidades que mandó a la vida física y refundirlas en sí mismo, porque
terminó su carrera y obtuvo la perfección, entonces sería llegado el momento de poder decir
con justicia y verdad: Este es grande. Mientras no ha llegado ese día, es absurdo pretender
entrar en el secreto de las almas reservado sólo a Dios.

Las apariencias exteriores no son muchas veces la verdad, ni significan lo que se pretende
demostrar con ellas.

El hombre justo, el hombre de bien, oculta cuanto puede sus buenas acciones, porque huye de
toda exhibición. Y de su mayor o menor unión con la Divinidad, nadie puede ser testigo,
porque entre Dios y el alma que le ama, no cabe nada absolutamente, ni aún el reflejo de un
pensamiento extraño.

No os afanéis pues, por saber cuál es más grande entre los amantes de Dios-Amor, porque en
eso no estriba vuestro adelanto ni el suyo.

Pensad sí, y esforzaos en imitar la vida de los justos que pasan por la tierra haciendo el bien,
aunque no sean prosélitos de la fe de Israel.
La Verdad Divina es una sola, y brilla más que un sol para todo el Universo de millones de
mundos. Es infantil puerilidad el pretender que esta Verdad Divina, patrimonio de todos los
mundos, pueda ser acaparada por cualquiera de las teorías religiosas de este pequeño planeta,
que es menos que una cereza en las inmensidades del Universo infinito.

40) Jesucristo de 33 años en el templo de Salomón, dos semanas antes de pascua:

La más alta sabiduría que puede encontrar el hombre en la tierra es aquella que le pone al
descubierto los pensamientos y los caminos de Dios.

¡Bienaventurado aquel que logra encontrarlos y que tiene la fuerza y la voluntad de seguirlos!

Y desdichados mil veces aquellos que, habiendo recibido la iluminación necesaria para leer en
el pensamiento divino, cierran su alma a la verdad anunciada, como cierra su puerta el que
rechaza la luz del sol.

A este mismo pueblo amado del Señor, dirigió aquellas palabras nuestro gran Profeta Isaías,
para impulsarlo a seguir los caminos de Dios antes que los caminos marcados por los hombres.

El pensamiento divino, cual un astro radiante se levantó para Israel en el amanecer del
desierto; y la palabra de Moisés le dio forma, y los diez mandatos divinos surgieron como
estrellas en el cielo oscuro de la humanidad.

He ahí los caminos señalados por Dios a todo hombre venido a esta tierra. Y ¡cuán pocos son,
los que llevan por ellos los pasos de su vida!

Porque es más fácil llevar una ofrenda al altar de los holocaustos, que acallar un deseo nacido
en el corazón como un áspid venenoso.

Porque es más fácil ayunar un día, que renunciar a los bienes que el prójimo adquirió con el
sudor de su frente.
Porque es más fácil encender cirios y quemar incienso, que apagar un odio generador de
venganzas.

Porque es más fácil arrojar a un hambriento un mendrugo que decirle: Ven a mi mesa y partiré
contigo mi pan y mi vino.

Es más fácil cumplir escrupulosamente con las abluciones de ritual, que limpiar el alma de la
avaricia y la soberbia.

Es más fácil doblar las rodillas y gritar a todos los vientos: Santo, Santo, Santo es el Dios de los
ejércitos, que amarle sobre todas las cosas y al prójimo como a sí mismo.

Pueblo de Israel que me escucháis bajo las naves del Templo de Salomón. Desandad en vuestra
memoria los caminos andados, y llegad de nuevo a Moisés que trajo el mensaje de la Ley
Divina más perfecta que han visto los siglos, única que puede dar ¡a verdadera dicha al corazón
del hombre.

En su buen o mal cumplimiento estribará vuestro futuro feliz o desventurado, y tened por
cierto que en el día de la tierna justicia que llega ineludiblemente para toda inteligencia
creada, no se os pedirá cuentas de cuántos becerros mandasteis inmolar sobre, el altar, ni de
cuántas medidas de aceite y vino depositasteis en las bodegas del Templo ni de cuánto oro
trajisteis a sus arcas; pero sí se tomará estrechísima cuenta de todo mal que hayáis hecho a
vuestros semejantes, así sea el más infeliz de vuestros esclavos! Se os señalarán como
marcadas a fuego todas las injusticias que habréis cometido, todos los dolores causados a
vuestros hermanos todo el llanto derramado por vuestra causa porque todo ello atenta contra
aquellas palabras de la Ley: Ama a tu prójimo como a ti mismo.

Y si miráis por otra faceta del prisma maravilloso de los pensamientos de Dios, a que aludió el
Profeta Isaías, veréis cómo en los anales eternos de la Luz Increada, resplandecen como
estrellas vuestras obras de misericordia sin quedar olvidado ni un vaso de agua que hubiereis
dado con amor a cualquiera de vuestros semejantes.

Desfilarán ante vosotros como en un panorama vivo, todos los desnudos que habréis vestido,
los hambrientos que habréis llevado a vuestra mesa, los enfermos que habréis asistido, los
presidiarios que habréis alumbrado con luz de esperanza, los huérfanos, las viudas, los
desamparados a quienes habréis abierto vuestro corazón como un nido tibio a su helada
desolación.

Y entonces una voz poderosa y eterna bajada como un torrente de armonías inefables.
resonará por todos los mundos que pueblan el Universo, y sentiréis que penetra todas las
fibras de vuestro ser cuando os dirá: Venid a Mí vosotros que habéis hecho obras conforme a
mis pensamientos y habéis andado por mi camino de justicias de paz, de fraternidad y de
amor. De mi Amor Eterno nacisteis, y a mi Amor Eterno volvéis envueltos en la túnica blanca
de mis escogidos, los que calcaron en sus vidas mi supremo mandato: Ama a tu Dios sobre
todas las cosas y a tu prójimo como a ti mismo.

Sublime Ley de Jehová, mensaje divino de Moisés que une a todos los hombres de la tierra en
amorosa hermandad, que destruye todos los odios y anula el crimen y la venganza.

¡Sólo ella tendrá el soberano poder de destruir para siempre los antagonismos de razas los
privilegios de castas, dinastías y familias! ¡Tendrá el invencible poder de arrasar como el simún
en el desierto, las fronteras que dividen los pueblos, las barreras religiosas que apartan los
unos de los otros, la hostilidad de las diferencias sociales, que son mares de oro para los unos y
muladar de miserias para los otros!

Tan sólo por ella se cumplirán las palabras del Profeta Isaías en su capítulo 11: "Morarán juntos
el lobo con el cordero, y; el tigre con el cabrito se acostará; el becerro y el león andarán juntos
y un niño los pastoreará.

La vaca y la osa pacerán unidas y el leopardo y el buey comerán la misma paja.

El niño de pecho jugará sobre la cueva del áspid y extenderá su mano sobre la caverna del
basilisco.

No harán el mal ni dañarán en todo mi santo monte, porque la tierra estará llena de
conocimiento de Dios, como cubren las aguas la inmensidad de la mar.

Pueblo de Israel, amado de Jehová, esperad el día de la justicia y del amor, que es promesa
divina y no puede faltar.

¡Los cielos y la tierra se mudarán, pero la palabra de Dios permanece eternamente!

41) Discurso de Jesucristo a su ingreso triunfante a Jerusalén en el Templo de Salomón, una


semana antes de su martirio:

Pueblo de Israel, amado del Señor. Venís desde Betania en seguimiento del Profeta de Dios
que nada nuevo os puede decir, sino lo que otro Profeta de Dios os dijo seis centurias atrás.
Dice Isaías en el capítulo primero v. 11: ¿Para qué venís a Mí, dice Jehová, con la multitud de
vuestros sacrificios? Harto estoy de holocaustos, de carneros y de sebo de animales gruesos,
no quiero sangre de bueyes, ni de ovejas, ni de cabrones.

¿Quién demandó esto de vuestras manos, cuando vinieseis a presentaros delante de mí, para
hollar mis atrios?

No me traigáis más vanos presentes, el perfume es abominación; luna nueva y sábado, el


convocar asambleas, no las puedo sufrir; son iniquidad vuestras solemnidades; aborrecidas las
tiene mi alma, gravosas me son, cansado estoy de escucharlas.

Cuando extendiereis a Mí vuestras manos. Yo esconderé de vosotros, mis ojos, porque llenas
están de sangre vuestras manos.

Lavad, limpiaos, quitad la iniquidad de vuestras obras.


Aprended a hacer el bien, buscad la justicia, restituid al agraviado; oíd en derecho al huérfano,
amparad a la viuda, venid entonces a Mí, dice Jehová, y estaremos a cuenta, y vuestros
pecados como la nieve serán emblanquecidos.

Si así lo hiciereis, recibiréis en vosotros todo el bien de la Tierra.

¡Pueblo de Israel, amado de Jehová! Pocos años llevo siguiendo de cerca vuestros caminos
desventurados, llenos de sombras de dolor y con escasas alegrías.
Con vuestras almas estremecidas de angustias y vuestros cuerpos heridos por muchas
enfermedades, os encontré un día al pasar por esta tierra de Promisión para vuestra dicha, y
que la inconciencia de vuestros Jueces, de vuestros Reyes y de vuestros gobernantes empapó
de sangre y apestó sus campos feraces de cadáveres, insepultos.

Vuestros antepasados pisotearon la Ley de Moisés y olvidando que ella les decía No matarás,
contestaron al mandato divino desatando como vendaval la matanza y la desolación.

Vuestros antepasados olvidaron la ley que les demandaba amar al prójimo como a sí mismos,
amparar al extranjero y partir con él los bienes de esta tierra, y tomaron en dura esclavitud a
los vencidos, carne de látigo para enriquecerse a su costa.

A vuestros antepasados dirigió el Profeta Isaías las palabras que habéis oído, y yo refresco
sobre, ellas vuestra memoria, para que borréis con una nueva vida la iniquidad de vuestros
mayores.

La palabra de Isaías escrita en los Sagrados Libros, pero ausente de los corazones, es un astro
de esperanza si vosotros abrís a ello vuestro espíritu, y la calcáis a fuego en vuestras obras de
cada día.

Si he vuelto la salud a vuestros cuerpos y la paz a vuestras almas, es porque mi Padre que está
en los cielos me ha dado todo poder al enviarme a esta tierra, para remover los escombros
bajo los cuales la inconciencia humana ha sepultado la Ley Divina hasta el punto de ser ella
olvidada de los hombres.

La palabra de Dios que os trajeron todos los Profetas y que oís también de mi boca, vale más
que todos los holocaustos, que todas las ofrendas; más que el Templo y el Altar que destruirán
las hecatombes humanas, mientras la palabra Divina permanecerá eternamente.

Santo es el Templo, y el Altar si hacia ellos llegáis con el corazón limpio de todo pecado contra
la Ley Divina; pero ellos se tornan en vuestra condenación, si a la oración de vuestros labios no
va unida la conciencia recta y la voluntad firme de ajustar vuestra vida a los mandamientos de
Dios.

Si en los corazones anidan como víboras, los malos pensamientos y los codiciosos deseos en
contra de vuestro hermano; de qué servirá que claméis ¿Padre nuestro que estás en los cielos?

Os engañan miserablemente, los que os dicen que, para purificaros de vuestras miserias y
debilidades, os basta presentar ofrendas en los altares del Templo.

Ya habéis oído las palabras que el Señor dijo al Profeta Isaías.

Harto estoy de holocaustos, no me presentéis más vanas ofrendas. Lavad y purificad vuestras
almas, limpiad de iniquidad vuestras obras, buscad el bien y la justicia, y entonces estaremos a
cuenta.

Cuando hayáis pecado en contra del amor de Dios y del prójimo, que es el mandato supremo
que está sobre todo mandato, arrepentíos de corazón, y deshaced el mal que habéis hecho a
vuestro hermano mediante un bien que le compense del daño. Y entonces vuestro pecado
quedará perdonado.
La piedad y la misericordia son las flores preciosas del amor fraterno; son el divino manantial
que lava todas las manchas del alma. Corred a lavaros en esas aguas purificadoras, más aún
que las del Jordán bendecidas por la palabra y la santidad de Johanán (Juan Bautista), el
Profeta mártir que vivía de miel y frutas silvestres, por no recibir donativos de ninguno de
vosotros.

Comparad el desinterés de ese hombre dé Dios, con las fortunas colosales que han amasado
los magnates del Templo, con el sudor de vuestra frente, y con los sufrimientos de todo un
pueblo agobiado de tributos de toda especie.

Palabra de Dios es la que os dice: ama a tu prójimo como a ti misino, no hagas a otro lo que no
quieras que se haga contigo. Pero no es palabra de Dios la que os manda traer más y más oro a
las arcas del Templo, más y más aceite, vino y trigo a sus bodegas, vara enriquecer a sus
príncipes que viven entre el lujo y la fastuosidad. En una mísera cabaña vivió Moisés
pastoreando los rebaños de Jetro, su protector, y mereció que el Señor le dejara ver su
grandeza y le diera su Ley Divina para todos los hombres.

Catorce años de trabajo y honradez empleó Jacob en adquirir un rebaño para dar de comer a
su numerosa familia, y después de probada su virtud con grandes dolores sufridos
pacientemente, Dios le hizo padre de las Doce Tribus que forman la numerosa nación de Israel.

Por los frutos se, conoce el árbol. No busquéis rosas en lo abrojales, ni cerezas entre los
espinos.
Cuando veáis a un hombre que nada os pide y que todo os lo da por amor al bien y a la justicia,
corred detrás de él, porque ese es un hombre de Dios. A él pedidle la Verdad, porque ese
hombre ha merecido recibirla, no para él sólo, sino para darla a todos los hombres. ¡Y la
Verdad os hará grandes, fuertes, invencibles! ¡La verdad de Dios, os hará libres!

La libertad en un don de Dios a los hombres. La esclavitud es un azote del egoísmo y la


iniquidad de los hombres.

Inclinad vuestra cabeza en adoración a ese Dios Supremo, que es Dios de la libertad, de la
justicia y del amor, y acatad reverentes su Ley soberana dictada a Moisés para haceros
dichosos sobre la tierra; pero no os inclinéis serviles a las arbitrarias leyes de los hombres, no
aceptéis lo que la razón rechaza como un baldón a la dignidad humana. La inteligencia que
resplandece en todo hombre venido a este mundo es una chispa de la Suprema Inteligencia
Creadora, y los que tratan de encadenarla con leyes absurdas, tendientes a favorecer
mezquinos intereses, cometen un delito contra la Majestad Divina, única que puede marcar
rumbos a la conciencia humana, mediante esa Ley sublime en su sencillez, clara y precisa que
lo dice todo, que lo abarca todo y que lleva a la humanidad de la mano como la madre a su
niño hacia el jardín encantado de la felicidad y del amor.

Los poderosos de la Tierra que gozan dictando leyes que son "cadenas para la inteligencia,
para la voluntad y la razón, se creen ellos grandes, libres y fuertes porque atan a su yugo los
pueblos inconscientes e indefensos. La embriaguez del, oro y del poder les ciega, hasta el
punto de no ver que tejen su propia cadena y cavan su propio calabozo para el día en que la
muerte diga: ¡basta! a esa desenfrenada cadena de injusticias y de delitos. Buscad a Dios-
Sabiduría y Amor, en la grandiosidad infinita de sus obras que resplandecen a vuestra
vista, y no le busquéis entre el humo nauseabundo de las bestias que se degüellan y se
queman como ofrenda al Señor y Dueño de toda vida que palpita en la tierra.
Acercaos al altar de Dios con el corazón limpio de odios, de perfidias y de vilezas; acercaos con
las manos llenas de las flores santas de la piedad y del amor que habréis derramado sobre
vuestros familiares, amigos y conocidos, sobre todos los seres que cruzaron vuestro camino;
acercaos con el alma rebosante de perdones, de nobles propósitos y de elevadas aspiraciones,
y sólo entonces nuestro Dios-Amor os reconocerá por sus hijos, os cobijará en su seno y os
dirá, contemplándoos amorosamente: "Porque veo reflejado en vosotros mi propia imagen
que es Bondad, Amor y Justicia; porque habéis hecho de mi Ley vuestro camino eterno, entrad
en mi Reino de Luz y de Gloria a poseerle en dicha perdurable, conforme a la capacidad que
puede caber en nosotros mismos.

Tal es, amigos míos, la Justicia del Supremo Hacedor de todo cuanto existe, ante el cual nada
son los holocaustos de bueyes o de carneros, sino la pureza del corazón y la santidad de las
obras; nada son los ayunos y penitencias, el vestir de cilicio y cubrirse de ceniza, sino la justicia
en todos los actos de la vida, y el dar a los semejantes lo que quisiéramos se nos diera en
igualdad de circunstancias.

¡Hijos de Abraham, de Isaac y de Jacob! ¡Pueblo numeroso de Moisés y de todos los Profetas!
Tomad de nuevo la vieja senda marcada por ellos, iluminada por la radiante claridad de la
Divina Sabiduría, y borrad valerosamente la prevaricación a que os arrastraron falsos profetas,
llevando como única divisa en vuestra vida, as frases sublimes, síntesis de toda la ley: Ama a
Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a ti mismo.

¡Que la paz del Señor sea sobre vosotros!

Conclusión:

La muerte por un ideal de liberación humana es la suprema consagración del Amor.


La religión judía representada por su pontífice, príncipes y doctores, condena a Jesucristo por
sus obras de amor heroico a sus semejantes y por su enseñanza condenatoria de la esclavitud,
de la explotación del hombre por él hombre, del abuso del poder y de la fuerza contra el débil,
y del infame comercio que se hacía con la Idea Divina, puesta al nivel de las figuras mitológicas
del paganismo más burdo y grosero, que con ofrendas de carnes vivas y palpitantes, y oleadas
de sangre caliente, aplacaban su cólera y sus furores.

Amaras a tu prójimo como a ti mismo.

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