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Capítulo 11

AYUDANTE LA KITTY
Encontró un paquete de arroz al fondo de un armario de la cocina, y lo voy a estar
aguantando entre las manos mientras miraba por la ventana de la cocina. En Sam hacía
cerca de una hora que había desaparecido, o sea que volvía a estar solo. Durante aquel
rato había pensado en el Amy y en cómo estaba de tristeza. Si tan solo hubiera explicado a
sus amigos qué le pasaba, quizás lo habrían entendido. Seguramente entonces no se
habrían enfadado tanto con ella. No creo que la novia se hubiera enfadado tanto con la
madre si hubiera sabido por qué nos vamos a presentar con las maletas en su casa ese día.
Tan bueno lo pudiera explicar. Tan bueno pudiera hablar con la madre. Habían pasado casi
veintitantos horas desde que había ido a comprar comida. Quizás tendría que salir e ir
hasta la mansión para explicarle a la Kitty lo que me había pasado. Pero entonces ella lo
explicaría a sus padres y ellos llamarían a la policía y me enviarían a casa con Gary.
No me podía arriesgar. Tenía que dar un poco más de tiempo a la madre. Probablemente
sólo estaba haciendo planes. Intentando buscar un lugar mejor para vivir. Pero, por otro
lado, no lo habría hecho sin avisarme, oye? Se me llenaron los ojos de lágrimas. Nada
tenía sentido. La madre siempre hacía lo que era mejor para mí; por lo tanto, quizás
estaba planeando una sorpresa bien maca. Una casa nueva en una ciudad nueva donde
podría tener amigos. No tenía ninguno desde que Gary había venido a vivir a casa. Bien,
una vez sí. En Kyle Gibson...
La madre de Kyle le pidió a la madre si en Kyle podía venir a merendar a casa mientras ella
iba a una reunión saliendo del trabajo. Era el niño más divertido de la clase y hacía meses
que quería ser amigo suyo, o sea que yo estaba supercontento. A la hora del patio vamos
a hablar de qué haríamos y decidimos que miraríamos Retorno al futuro en DVD (porque
él no lo había visto nunca) y luego iríamos a mi habitación a escuchar música con su
teléfono.
Vamos a ir a casa a pie, chutando todo el rato una piedra entre ambos, cosa que ya era
mucho más de lo que había conseguido nunca solo. Cuando la piedra llegó al camino de
entrada de casa, vamos a saltar y chispear de alegría, pero voy a parar de vez en cuando
vio el coche de Gary aparcado.
—¿Qué hace aquí? —dijo. Se abrió la puerta de entrada y apareció en Gary, con un
sonriente radiante.
—Hola, chicos! ¿Cómo va todo? ¿Ha ido bien la escuela?
Vamos a entrar, nos vamos a quitar los zapatos y en Kyle lanzó el abrigo a las escaleras. Lo
voy a recoger rápidamente y lo voy colocado con el mío. En Gary no soportaba las cosas
tiradas por aquí y por allá.
¿No deberías estar en el trabajo? —voy preguntar.
En Gary me miraron con un sumidero plantado en la cara.

—He plegado antes.


Se giró.
—Así, tú debías estar en Kyle —dijo, mientras le alargaba la mano—. Yo soy en Gary. Muy de
gusto.
En Kyle cerró la mano y luego a mí y alzó las cejas mientras hacían una encajada.
¿Dónde está la madre? —voy preguntar, mirando hacia la cocina en lo alto del pasillo.
—La he enviado a comprar un poco de merienda. ¡Palomitas, patatas fritas y limonada! —dijo,
rozándose las manos juntas—. No puedes llevar a un amigo a casa sin tener cosas buenas para
picar, oye, Nate?
Me lo voy a quedar mirando mientras él me daba un golpe en la espalda. No lo había visto nunca
de esa manera. Estaba muy... extraño.
—He preparado el Monopoly en la mesa del comedor y luego he pensado que podríamos ir a
hacer unos toques al jardín. T'agrada el fútbol, Kyle?
En Kyle se lo miraba bocabado.
—Eeeh... Sí. Supongo.
Yo no entendía nada. Eso no era en absoluto lo que yo había planeado.
—Bien, es que habíamos dicho de mirar una película. Vine, Kyle —dijo, y voy hacia la sala de estar.
Esa misma mañana había dejado el DVD junto a la tele, pero ahora había desaparecido.
¿Dónde está Retorno al futuro? —quiso preguntar—. Lo había dejado aquí, a punto.
En Gary sacó el labio inferior afuera y arrastró los hombros. En Kyle me miraron a mí y luego a
Gary.
—¡Pues deberemos jugar al Monopoly! —dijo en Gary, picante de manos—. He pensado que yo
sería el sombrero de copa. Kyle, tú puedes ser el coche de carreras, y tú, Nate, lo dije.
Fue hacia la mesa y en seguida tuvo las tres piezas alineadas. En Kyle me miraron. Yo no sabía qué
hacer. Todo de una el ambiente ya volvía a estar crispado.
—Qué... ¿hacemos una partida? —dijo—. ¿Te parece bien? —Quiso forzar un sumidero a Kyle, que
parecía totalmente horrorizado.
Vamos a hacer una partida en silencio y al cabo de una hora llegó la madre, con una bolsa de
plástico llena de comida.
—¡Ah, ya está aquí! Me pensaba que te habías perdido, Fiona. Hay dos chicotes que se deleitan
por unas palomitas. Oi, chicos?
En Kyle no paraba de mirarme, las cejas prácticamente le desaparecían bajo el cabello. Yo no podía
hacer nada más que un leve sumidero para disimular.
—Perdone —dijo la madre, neguitosa—. La caja donde hacía cola se ha estropeado y me he tenido
que poner en otra y...
¿Oh, no queremos saber los detalles aburridos, oye? —dijo en Gary, riendo. En Kyle esbozó y se
aguantó un break. Yo tenía mal de pandilla de nervios.
La partida duró casi tres horas. Yo hacía todos los posibles por perder, porque al menos en Kyle y
yo pudimos ir a la habitación a escuchar música, pero en Gary me lo impedía. Como él hacía de
banca, no paraba de dejarme dinero y de inventarse normas estúpidas, como por ejemplo.

que si te salía un seis recibías doscientas libras. La madre intentó ayudarme sugiriendo que dejaras
la partida para comer un poco de pizza, pero en Gary dijo que podíamos comer jugando, aunque
me miraron mal cuando me cayó un trozo de pepperoni en la casilla de la cárcel.
En Kyle se pasó la mayor parte de la partida mirando por la ventana, y tan pronto su madre se
paralizó fuera, salió disparado hacia el recibidor para ponerse los zapatos.
—Nos vemos, Nate —dijo, y acto seguido abrió la puerta y marcharon por el camino.
En Gary se levantó y cerró la puerta con un golpe fuerte.
—Qué niño más mal educado. No ha dado ni las gracias —dijo.
Yo voy a subir corriendo a mi habitación.
Aquella noche quiso hablar con la madre, le explicó que en Gary me había estropeado toda la
tarde, pero ella le quitó importancia.
—Sólo intentaba ser amable con tú, Nate. Ya sabes cómo es.
Al día siguiente en la escuela todo el mundo silbaba disimuladamente. A la hora de francés dijo a
Kyle que hablaba con en Declan y quiso captar las palabras Gary, Monopoly y psicópata, antes de
que se girasen hacia mi haciendo rías. Después de eso, no voy a invitar a nadie más a casa.
Voy a empezar a leer las instrucciones del arroz. Primero se tenía que pesar un poco y entonces
medir la cantidad de agua. No voy a encontrar ninguna balanza, o sea que debería hacerlo a ojo.
Me estaba muriendo de gana. Voy cogiendo un cazón pequeño, voy a poner el grifo y voy a dejar
correr un poco el agua, voy a llenar el cazón y lo voy a poner al fuego a calentar. El fogón se
encendió en el tercer clic, y las llamas rugieron como si estuvieran emocionadas de haber sido
finalmente liberadas.
Voy mirar hacia el jardín y hacia el bosque del fondo y me voy preguntar si la Kitty todavía debía
estar, cavando agujeros al azar. Los árboles brillaban con el hielo que cubría las ramas desnudas.
No se movía nada. Todo el jardín estaba helado, como una fotografía en blanco y negro.
De golpe y vuelta, me dijo que sabía la respuesta a la endevinalla de la Kitty. Estaba allí, en una
sola frase, lo tenía ante los ojos:
Soy un símbolo de la vida, pero cuido los muertos.
En fin, ahora no dejaría paso de hacer lo que estaba haciendo solo para decirle que sabía la
respuesta.
Unas pequeñas bombillas se empezaron a formar en el agua del cazón. Me preparó para tirar el
arroz, pero me distrajo algo que se movía fuera. Junto a la vieja reja de hierro, había un gran
arbusto que temblaba. Seguramente había algo escondido debajo. Voy a apagar el fuego y me voy
a acercar a la ventana. ¿Qué era? ¿Cabía una persona allí debajo? ¿Había suficiente espacio para
esconderse en él? ¿Alguien como en Gary, quizás? Estaba a punto de comprobar si la puerta de la
cocina estaba bien cerrada cuando el arbusto hizo una última sacudida y salió la gallina. Los
hombros se me relajaron y hizo un gran suspiro de alivio. Observó la gallina mientras grataba el
suelo hielo, picando el hielo con el pico. Voy a pensar en los consejos de
supervivencia de mi libro. Si cogía la gallina y la tenía allí fuera, tendría huevos para comer.
Tendríamos huevos para comer. Sería una sorpresa muy agradable para la madre cuando volviera
a casa. Y yo sabía hacer huevos duros.
Me puso el abrigo y las burbujas, pero cuando vio salir al jardín, la gallina se salpicó por la reja de
hierro y marcharon hacia el bosque de la Kitty. Quiso avanzar tan silenciosamente como pudo,
pero la reja hizo un gringo escandaloso cuando la abrió y la gallina volvió aún más lejos. Grataba
entre las hojas del sotobosque y de tanto en tanto picaba algún gusano, pero mantenía un ojo
amarillo viniendome. Me voy acercando poco a poco, con los brazos extendidos.
Quiso lanzarme sobre la gallina un montón de veces, pero aunque parecía increíblemente lenta y
estúpida, siempre conseguía escaparse. Y entonces vio la Kitty, sentada en un tronco con su gorra
de lana gruesa calada hasta los ojos. Tenía la bolsa colgada en una rama y la pala en el suelo, y
estaba examinando aquel trozo de papel.
No me había visto y prefería que no me viera.
Quiso lanzarme sobre la gallina una última vez, pero esta vez cloqueó y se metió debajo de unas
hogueras.
La Kitty alzó la cabeza en seguida.
—Nate! ¡Me has venido a ayudar! ¡Eso es fantástico!
Bajó la cabeza, pero antes de que pudiera decirle que no tenía la intención de ayudarla, ya
comenzó a agitar el papel en el aire.
—Todavía no lo entiendo. Debo estar escondido debajo de algún árbol, pero no me sale. Mira.
A su lado había un agujero poco fondo con todo un garbo de raíces de árbol dentro. Yo tenía
razón: era casi imposible cavar en cualquier lugar del bosque.
¿Vale la pena, eso? ¿Toda esta búsqueda? —voy preguntar—. ¿Esperas encontrar un gran tesoro?
Me miraron con la frente arrugada.
—¿Qué quieres decir?
Voy a arrasar los hombros.
—No lo sé. Que parece un poco... cobdiós, no?
Eso le sintió grave.
—No. No soy cobdiciosa. Sólo pensaba que sería maco terminar el juego de pistas para la
Charlotte. Nada más. Y como tú sabes tantas cosas... Pensaba que me podrías ayudar. Por eso has
venido, oye?
Me miraron con aquellos ojos azules brillantes. Me voy a sentir mal y voy a apartar la mirada.
¿No, solo intentaba cazar la gallina, pero ahora ha desaparecido, o sea que me vuelvo hacia dentro
y te dejo hacer la tuya, de acuerdo?
Se puso las manos en las caderas e hizo un paso hacia mí.
¿Una gallina? ¿Por qué quieres cazar una gallina? No la debo querer matar para comérsela para
comer, oye?
—¿Qué? No. Sólo he pensado que... ya sabes, quizás necesita un poco de refugio con ese frío que
hace.
La expresión se le suavizó. La verdad es que más bien parecía que fuera la Kitty la que necesitaba
un lugar para resguardarse del frío del invierno.
—Kitty, creo que deberías ir a casa. Aquí fuera te morirás congelada.
Hizo un grito ahogado.
¿Así, ya sabes lo del accidente? ¡Lo sabía! ¿Lo ves? Tú sabes un montón de cosas. Incluso sabes la
historia de esta casa. Estoy convencida de que sabes un montón de cosas sobre los Turner-Wright.
Me iría tan bien que me ayudara a resolver este enigma, Nate... ¡Pero tanto! No creo que me salga
sin tú.
Todo ello era absurdo.
—Yo no sé nada sobre ningún accidente. Ya te lo digo. No tengo ni idea de quién eres ni de quién
es tu familia, solo soy aquí para pasar unas estúpidas vacaciones que yo no he elegido de hacer. Tú
no eres la única que tiene problemas, de acuerdo?
Me voy girar para marchar.
—Mi padre siempre decía que fue culpa suya de que ella se muriera —dijo la Kitty detrás mío.
Me voy a detener.
¿Quién se murió? —voy preguntar—. ¿De qué hablas?
Se metió las manos bajo los grifos y volvió a sentarse en el tronco.
—Vale más que seguis —dijo. ¿Voy a mirar el remolino de humo que salía de la chimenea de la
cabaña y voy a pensar en Sam. Estaba allí, esperándome? ¿Preparado para mostrarme alguna otra
historia extraña? No estaba de humor para más historias ahora. Quiso mirar a la Kitty, que ensució
unas cuantas veces, cogió un pañuelo y acto seguido su nao emitió un fuerte ruido de trompeta.
Voy a encontrar agradable poder estar un rato con una persona real, aunque fuera un poco... rara.
Me voy envuelto tan bien como voy a poder con el abrigo, voy sentarse en el otro extremo del
tronco y voy escuchar.

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