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Capítulo 13

EL TEIX
Vamos a caminar a través del bosque hasta el otro lado, y cuando vamos a salir del follaje
vimos que el cielo era de un tono rosa oscuro y parecía cargado de nieve. De golpe y
vuelta, hacía mucho más frío.
¿Dónde vamos, exactamente? —le voy preguntar a la Kitty cuando vio que giraba a la
izquierda y bajaba por una colina. Me costaba seguirle el paso.
—Hay una capilla de la familia allí bajo en el valle. Hace años que no voy. De hecho, me
había olvidado completamente que existía.
Me voy a poner a risa.
¿Cómo puede ser que te olvides de que tenés una capilla? Ostres, Kitty, no parecen de
este mundo!
Dio un ojo alrededor e hizo mala cara. Me voy girar para ver qué era lo que le hacía
arrugar la frente, y voy a ver el extremo de un edificio. Debía ser su casa. Los ladrillos eran
grises y oscuros, pero sólo veía una parte; el resto de la casa quedaba escondida entre los
árboles.
¿Es tu casa, aquello? —voy preguntar.
Ella asesino y se alejó rápidamente.
—Vinga, la capilla está allí. ¡Mira!
La Kitty señaló hacia adelante. Enclavada al pie de la colina había una pequeña iglesia de
color marrón. Estaba rodeada de un muro de piedra hundido en algunas partes.
Voy a correr para atraparla. Entonces me dijo que la madre había dicho que aquella
mansión tenía su propia capilla. Me lo había explicado mientras espoleábamos la alfombra
con los bastones fuera en el jardín, y que la habíamos visto la otra vez que habíamos ido
de visita a la cabaña.
Empezaba a caer aguante y las glaseadas me golpeaban la cara como pequeñas agujas.
La Kitty llegó a una parte medio hundida del muro y se enfiló por encima de la pila de
piedras. Voy a mirar a mi alrededor y voy a ver un árbol enorme con un tronco de color
chocolate. Tenía las raíces y la copa verde parecía un paraguas gigante.
—Mira, aquí lo tienes —dijo—. Ese es tu tío.
La Kitty irrumpió directamente hacia allí.
—Estas raíces son peores que las del bosque. No podré cavar nunca, aquí.
Voy a acercarme al árbol, intentando no torcerme el pie con ninguna de las raíces.
—Es que quizás la pista no está enterrada. Quizás deberíamos mirar si está escondida en
algún agujero. Pero ves con cuenta, porque, aunque sea muy maco, este árbol es muy
venenoso.
La Kitty hizo una muñeca.
—De acuerdo. Empezaré por este lado.
Me voy a juntar y voy a observar la cantidad de pequeños agujeros que habían creado las
raíces del teixo. Era realmente impresionante, y creo que nunca había estado tan cerca de
un árbol como aquel. La Kitty estaba al otro lado del árbol y el tronco era tan ancho que
no la veía.

¿Encuentras nada? —voy a llamar.


—No... nada. Un momento. Espera't... me parece que veo una cosa...
Voy a enfilarme entre las raíces para dar la vuelta al árbol y voy a llegar al otro lado justo cuando la
Kitty echaba un bastón dentro de un agujero. Grabó un poco y finalmente apareció una cosa. Era
una pequeña cabeza de madera. Tiró el bastón y cogió la cabeza.
—¡No me lo puedo creer! ¡Lo hemos encontrado! Oh...
Abrió la capilla y un trozo de papel cayó al suelo. Lo recogió, lo alivió y le dijo:
Pista 2
Busca una C
Después busca una G
Después abre la puerta
a un lugar frío y helado.
La Kitty me funró.
¿Ninguna idea?
Voy a arrasar los hombros.
—No. Pero creo que ahora sí que me vuelvo hacia casa. Mis padres deben sufrir, sin saber dónde
soy.
No me gustaba estar fuera de la cabaña sabiendo que la madre podía llegar en cualquier
momento. Me voy girar y voy a enfilar el mismo camino por donde habíamos venido, y la Kitty me
siguió, aún con la pista en la mano.
—Busca una «c» y una «g». ¿Qué crees que quiere decir? Quizás podríamos dar un ojo a la
cabaña? Quizás tiene algo que ver con un libro.
Voy gruñir mientras me enfilaba por la resbaladizo pila de piedras del muro.
—No corris tanto, Nate. Vas muy rápido —dijo, mientras intentaba seguirme el paso—. ¿Qué prisa
tienes? Tenemos que hablar de la pista.
La ignoró y quiso seguir caminando hacia el bosque, pero ella se afanó e iba corriendo a mi lado.
—Tenemos que pensar en ver dónde tenemos que buscar la siguiente pista. ¿Tienes ninguna idea?
Me voy parar cuando voy a llegar al borde del bosque.
—No, pero que tengas suerte. Estoy seguro de que lo averiguarás —dijo, y me voy a empezar a
alejar a paso rápido.
—¿Qué te parece si exploremos la cabaña? —preguntó, siguiéndome—. Quizás está allí. Yo creo
que tendríamos que comprobar los libros, debo.
Me voy parar y me voy girar hacia ella.
—Escucha, creo que eso que estás haciendo de intentar resolver este juego de pistas está muy
bien y todo, pero yo he de volver a casa. Sol.
La Kitty arrugó la frente y luego la expresión se le suavizó cuando miraron hacia algo que había
detrás mío.
—¡Oh, mira! ¡Allí están tus padres!
No me veía lo suficientemente bien a través de los árboles, pero sin duda se sentían ruidos.
Parecía un coche avanzando poco a poco. Los neumáticos crujían sobre el camino de tierra hielo.
¡La madre había vuelto! Voy a arrancar a correr.
—¡Vendrá mañana a las diez! —llamó a la Kitty, mientras yo desaparecía por la reja de hierro hacia
el jardín de la cabaña.

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