Está en la página 1de 199

UNIVERSIDAD DE SANTIAGO DE CHILE

FACULTAD DE HUMANIDADES

Departamento de Historia

“¡A la calle, compañeros!”

Subjetivación política, movimiento estudiantil secundario y lucha armada


contra la dictadura cívico-militar chilena (1980-1990).

Javiera Velásquez Meza

Tesis para optar al grado de Magíster en Historia

Santiago – Chile

2020
Proyecto Fondecyt No. 1190307 “Estalinismo y desestalinización: continuidad y cambio en
las generaciones militantes de las Juventudes Comunistas de Chile (1956-1991)".
RESUMEN

La presente investigación tiene por objetivo analizar la configuración de los procesos de


subjetivación política desde los cuales se conformó una generación particular, albergada
dentro del movimiento estudiantil secundario que se levantó contra la dictadura cívico-militar
encabezada por Augusto Pinochet, durante la década de 1980. A su vez, las distintas
fuerzas políticas de izquierda radical que abrazaban “todas las formas de lucha” y que
estaban insertas en la reorganización secundaria, jugaron un papel clave en los procesos
de estos jóvenes, transformándose en los canales de sus trayectorias militantes. De forma
específica, este trabajo busca identificar de qué manera operaron los factores
experienciales en estos procesos, en torno a tres ítems clave: procesos de politización,
cultura y género.

Desde nuestra propuesta, señalamos que los factores de los procesos de politización
antecedieron e influyeron en la definición de las militancias escogidas por las y los jóvenes
secundarios; por otra parte, también desde la apropiación del campo sociocultural de la
época, observamos la conformación identitaria de estos jóvenes militantes a partir de sus
prácticas y espacios de sociabilidad juvenil, y cómo colisionaron los ámbitos de la juventud
y del compromiso político; finalmente, desde una perspectiva de género, vemos la
incidencia de roles tanto en lo público como en lo privado de las vidas de secundarias y
secundarios.

Metodológicamente, la historia oral resulta idónea para abordar los procesos de


subjetivación política, permitiendo generar relecturas a partir de la incorporación al análisis
historiográfico de actores soslayados, como las y los estudiantes secundarios.

Así, la movilización secundaria de la década de 1980 agudizó los procesos de politización


que cargaban sobre sí cientos de jóvenes, nutriéndolos a partir de la sociabilidad y la cultura
y redefiniendo vectores que hicieron de esta generación una particular, la que hemos
denominado como la “generación armada” de la enseñanza media.

Palabras clave: Movimiento estudiantil secundario – Izquierda armada – Subjetivación


política – Dictadura

Esta tesis fue realizada con el financiamiento del Proyecto Fondecyt No. 1190307 “Estalinismo y
desestalinización: continuidad y cambio en las generaciones militantes de las Juventudes
Comunistas de Chile (1956-1991)", dirigido por el Dr. Rolando Álvarez Vallejos.
ABSTRACT

The present research aims to analyze the configuration of the political subjectivation
processes from which a particular generation was formed, housed within the secondary
student movement that revolted against the civic-military dictatorship headed by Augusto
Pinochet, during the 1980s. At the same time, the different political forces of the radical left
that embraced "all forms of struggle" and that were inserted in the secondary reorganization,
played a key role in the processes of these young people, becoming the channels of their
militant trajectories. Specifically, this work seeks to identify how the experiential factors
operated in these processes, around three key items: politicization processes, culture, and
gender.

From our proposal, we point out that the factors of the politicization processes preceded and
influenced the definition of the militances chosen by the secondary youth; on the other hand,
also from the appropriation of the sociocultural field of the time, we observe the identity
formation of these young militants based on their practices and spaces of youth sociability,
and how the fields of youth and political commitment collided; finally, from a gender
perspective, we see the incidence of roles both in the public and in the private sphere of the
lives of the secondary students.

Methodologically, oral history is ideal for addressing the processes of political subjectivation,
allowing generate new readings from the incorporation into the historiographic analysis of
neglected actors, such as secondary school students.

Thus, the secondary mobilization of the 1980s sharpened the politicization processes that
hundreds of young people carried on them, nurturing them from sociability and culture and
redefining vectors that made this generation a particular one, which we have called the
“armed generation” of high school.

Keywords: Secondary student movement - Armed left - Political subjectivation - Dictatorship

This thesis was carried out with the financing of the Fondecyt Project No. 1190307 "Stalinism and de-
Stalinization: continuity and change in the militant generations of the Communist Youth of Chile
(1956-1991)", directed by PhD. Rolando Álvarez Vallejos.
“Yo soy de la generación
Que creció en tiempo nublado
La que cargó con el pecado
De todo lo anterior
Aquella que con temor
Vio como quemaban libros
Y transformaban el himno
Que en el colegio aprendió

Yo soy de la generación
Que creció al compás de marchas
La que vivió la avalancha
De la mordaza y rigor

Esa que un poco mayor


Pateó piedras en las calles
Y que a pesar de pesares
Supo de lucha y amor

Yo soy de esa generación


La que hoy busca un nuevo camino
Para recuperar el tiempo
Para sentir el sonido
Del agua limpia corriendo

Yo soy de la generación
Que ve posible la vida
La que recuerda encendida
A aquel que un día cayó

La que persigue el calor


Que abraza y que da cobijo
La que renueva en sus hijos
Sus votos por algo mejor

Yo soy de esa generación”

Mi Generación
Francisco “Pancho” Villa
AGRADECIMIENTOS

A la Gloria, mi mamá, por apoyarme en cada decisión y camino que he tomado. Por sobre
todo.

Al profesor Rolando Álvarez, por haber creído en mí desde un comienzo, por toda la ayuda
brindada, la disposición, la confianza, la voluntad, la humildad, la enseñanza y la
rigurosidad. Por todo lo que he aprendido de él durante este periodo y que cada día sigue
siendo algo nuevo.

A las profesoras Cristina Moyano y Tamara Vidaurrázaga, por sus comentarios y


observaciones para intentar hacer de este trabajo el mejor aporte pertinente posible a la
experiencia histórica que aquí se retrata.

A cada profesora y profesor con quienes tuve la oportunidad de compartir durante el


transcurso del programa, incluso con interrupciones que la historia misma nos puso en el
camino tras el 18 de octubre de 2019. Profesores Rolando Álvarez, Cristina Moyano, Julio
Pinto, Mario Garcés, Alessandro Santoni y quienes se me puedan pasar. Gracias por cada
aporte que han hecho sin duda a mi formación académica y también humana.

A cada una de mis compañeras del Colectivo Bugambilia. Por encontrarnos, por juntarnos,
por organizarnos, por resistir, por estar simplemente. Por el aguante, la comprensión, la
paciencia y la espera. Por tantos momentos que nos impulsan a seguir en esto y por seguir
conociendo cada día el significado de ser compañeras. Ana Villagrán, Dani Cornejo, Diana
García, Leslie Araneda, Maíra Nascimento, las quiero y admiro mucho.

A Daniela Silva, por lejos la gran amiga que me dejó el Magíster y que estuvo en buenas y
malas. Gracias por todo el apoyo en los pésimos momentos y por estar en los mejores, por
todas las risas, los desahogos, por tantos desvelos, por todo.

A Nicolás Acevedo, por las conversaciones y por su total disposición de colaboración y


ayuda desinteresada.

Al equipo de trabajo del proyecto Fondecyt N°1190307, por la retroalimentación y los


aprendizajes constantes de cada uno.

A las entrevistadas y entrevistados que colaboraron con esta investigación, por sus
imprescindibles testimonios, pero también por haber sido parte de aquellas luchas y
resistencias que hoy recordamos.

A toda esa “generación armada” de la enseñanza media de los años ‘80. A quienes están
las próximas páginas, a quienes estuvieron en la lucha. A quienes están lejos de este
territorio y a quienes ya no están.

Dedicado especialmente a la memoria de Esther Cabrera, Paulina Aguirre, Ariel Antonioletti,


Andrés Soto Pantoja, Mauricio Gómez Lira, Eduardo y Rafael Vergara Toledo, Mauricio
Maigret, Claudio Paredes y a quienes quedaron en el anonimato en la lucha por creer en
algo mejor.

Su recuerdo es historia viva.


TABLA DE CONTENIDOS

1. INTRODUCCIÓN …………………………………………………………………………….. 7
1.1. Discusión Bibliográfica ………………………………………………………………… 13
1.1.1. Releyendo el movimiento estudiantil: no solo universitarios ………………...13
1.1.2. Organizaciones político-militares: resistir desde las armas y el género……17
1.1.3. La cultura de la dictadura ..……………………………………………………. 22
1.2. Marco Teórico ………………………………………………………………………….. 23
1.3. Hipótesis ...……………………………………………………………………………… 29
1.4. Objetivos ..………………………………………………………………………………. 29
1.4.1. Objetivo General ...………………………………………………………………29
1.4.2. Objetivos Específicos…………………………………………………………... 29
1.5. Metodología…………………………………………………………………………...... 30
2. CAPÍTULO I: “SE GESTA UNA GENERACIÓN DE NUEVOS COMBATIENTES POR
LA LIBERTAD”. De la infancia “golpeada” y la lucha contra la dictadura: antecedentes y
experiencias …………………………………………………………………………………. 36
2.1. El germen revolucionario de una generación: politización en el seno familiar ...… 38
2.2. Praxis y subjetivación de las y los jóvenes secundarios …………………………… 53
2.2.1. Antecedentes de la reorganización y movilización de la enseñanza media de
la década de 1980 ………………………………………………………………... 53
2.2.2. Motivaciones e hitos en la experiencia subjetiva de la lucha contra la
dictadura ………………………………………………...................................… 59
3. CAPÍTULO II: “INCORPORAR TODAS LAS FORMAS DE LUCHA Y ENTRE ELLAS EL
ELEMENTO MILITAR”. Trayectorias de la acción y la militancia revolucionaria en la
enseñanza media ……………………………………………........................................... 70
3.1. “Chile libre”: acciones e interacciones generacionales entre el liceo y la calle ..... 76
3.2. El compromiso con la lucha y el ingreso a la militancia armada …………............. 92
4. CAPÍTULO III: “Y CANTAN, Y SU CANTO ES SIGNO DE VIDA Y DE COMBATE”.
Sociabilidad de la enseñanza media e impacto sociocultural en la subjetivación política
generacional de los ’80 ……………………………………………………...................... 106
4.1. La politización a través de la cultura: de la Unidad Popular a la clandestinidad .. 110
4.2. El legado familiar como capital cultural y la cultura de la resistencia como factor de
quiebre identitario …………………………………………………........................... 113
4.3. Los espacios de la juventud secundaria, entre el deber revolucionario y el
esparcimiento ……………………………………………………….......................... 129
5. CAPÍTULO IV: “UN FANTASMA LLAMADO MUJER REVOLUCIONARIA”. Relecturas
desde el género sobre jóvenes secundarias y secundarios en la resistencia armada
contra la dictadura …………………………………………………….............................. 144
5.1. La experiencia organizativa estudiantil, política y subjetiva: miras desde el género
hacia lo público …………………………………………………………................… 147
5.2. Mujeres y hombres por la causa revolucionaria ¿desde lo privado? Relaciones,
tensiones y ausencias de la enseñanza media en lucha ………………………... 164
6. CONCLUSIONES ………………………………………………….................................. 176
7. BIBLIOGRAFÍA .......................................................................................................... 179
8. FUENTES .................................................................................................................. 189
9. ANEXO DE IMÁGENES ............................................................................................ 191
INTRODUCCIÓN

“Directora expulsa a siete estudiantes del liceo Arturo Alessandri Palma, tras sorprenderlos
realizando un video en el que recreaban una toma estudiantil ocurrida en el establecimiento
en 1985. Los alumnos estaban realizando una tarea para una asignatura…”. Esta
transcripción de un extracto de Radio Cooperativa del año 2003, abre el documental Actores
Secundarios (2004), donde se aborda en parte el movimiento estudiantil secundario (a partir
de ahora, MES) de la década de 1980. Aún con laxitudes, pero también con importantes
aportes testimoniales, poco a poco, ha sido reconocido por especialistas y protagonistas,
como una pieza audiovisual relevante referida a la reorganización secundaria que enfrentó
a la dictadura cívico-militar encabezada por Augusto Pinochet.

Este inicial vínculo pasado-presente respecto del MES en Chile se fortaleció en


2006, con la llamada Revolución Pingüina y se agudizó con la convocatoria y participación
de las organizaciones estudiantiles en las movilizaciones de 2011. Ambos momentos
coincidieron en “hacer caer la educación de Pinochet” y pusieron en el debate al
estudiantado, aun priorizando el rol universitario, pero bien aumentando el interés
investigativo multidisciplinario por reconstruir estas experiencias estudiantiles. Estas
reflexiones se agudizarían tras octubre de 2019, cuando toda la fuerza de cientos de
estudiantes secundarios encendiera una mecha, al grito de la evasión masiva en Santiago,
abriendo un nuevo ciclo de movilizaciones a nivel nacional, despertando la memoria
histórica en todos los sentidos.

Aquel 2011 coincidió también con los albores de la cuadragésima conmemoración


del golpe de Estado, por lo que el alza de producción cultural referida a ello enarboló y
profundizó el apoyo a las movilizaciones, rescatando la escena que –a través del “mano a
mano”– burló la censura de la dictadura e incluso de años previos. Fue así como se
corearon las letras de la nueva canción chilena, surgió el rostro de Víctor Jara en las
marchas e incluso un bien personificado Salvador Allende marchó con estudiantes y
organizaciones sociales por la Alameda. En el movimiento estudiantil, también resurgieron
debates conocidos sobre la radicalización y el uso de la violencia en las movilizaciones;
entre quienes defendían el combate callejero y la autodefensa y quienes lo rechazaban. En
ese escenario, las experiencias de lucha armada contra la dictadura se posicionaron en la
discusión de una nueva generación de estudiantes que puso en tensión al primer gobierno
de derecha postdictadura (2010-2014). Ya en 2019, otra camada de enseñanza media iría
más allá, apelando a la caída total del legado dictatorial, llamando a la organización basal

7
y la lucha contra la precarización de la vida, durante el segundo gobierno de derecha en
democracia, en curso al momento de escribir estas líneas. Ambos mandatos han sido
encabezados por Sebastián Piñera, quien tras octubre de 2019 respondió con la represión
sistemática de las movilizaciones sociales. El momento histórico en que desarrollamos este
trabajo, por tanto, ha visto una ebullición de la producción académica, destacando los
análisis sociológicos respecto de la situación país. Pero particularmente destacamos la
profundización del despertar de esa memoria que rescata experiencias de organización y
lucha contra la tiranía y la violencia del Estado. En este escenario, desde 2011 tuvo lugar
un alza del análisis historiográfico en torno a las organizaciones político-militares (a partir
de ahora, OPM) en Chile contra la dictadura, insertándose reiteradamente en el debate de
la violencia política, desde la nueva historia política o la historia social. De la producción
existente, destaca el estudio de las principales organizaciones que abrazaron la vía armada
durante la década de 1980. Estas son el Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR), el
Frente Patriótico Manuel Rodríguez (FPMR) y en menor medida, el MAPU-Lautaro.

Para este periodo, la izquierda armada ha sido analizada especialmente desde la


historia social y la nueva historia política, cruces en los que podemos identificar aristas que
exponen nuevos enfoques investigativos. En tal sentido, aún es necesario examinar los
casos de sujetos y experiencias que han sido evaluados de forma tangencial. A partir de
ello, este proyecto aborda la experiencia de lucha armada contra la dictadura chilena, pero
a través de nuevos protagonistas, escasamente abordados en tal debate: los jóvenes
militantes de las OPM que, al mismo tiempo, fueron parte de la reorganización secundaria.
En base a una perspectiva generacional, donde resalten los vectores socioculturales y de
género como componentes de la experiencia subjetiva que la conforma, observaremos las
particularidades de cada sujeto apostando por una relectura de las militancias que dieron
vida a los casos de confrontación más directa contra la dictadura, adquiriendo a temprana
edad importantes compromisos político-militares.

Para la temporalidad de nuestra investigación, es necesario destacar a grandes


rasgos las implicancias de cada OPM en que militaron las y los jóvenes secundarios. En
primer lugar, a la sazón, el MIR poseía un mayor nivel de complejidades, propias de haber
sido uno de los principales objetivos de la persecución y desarticulación de los primeros
años de la dictadura, las que repercutieron en toda su militancia. Incluso impactaron en su

8
ala juvenil, surgida en noviembre de 1984, la Juventud Rebelde Miguel Enríquez (JRME)1.
No obstante, los intentos de lucha contra la dictadura perduraron y la JRME logró insertarse
en alguna medida en ciertos frentes de masas como el secundario, aun sin ser el prioritario
y a pesar de su propia crisis orgánica.

Por su parte, el Movimiento Juvenil Lautaro (MJL) nació en diciembre de 1982 como
un espacio vinculado al Partido MAPU2 que apostó por la lucha de un segmento de la
juventud contra la dictadura, sin implicar la composición de un ala juvenil partidaria, sino
conformando un frente de masas estructurado en brigadas. Aunque en la práctica, más
tarde un cierto número de brigadistas ingresó igualmente a las células del MAPU. En 1987,
con la incorporación de las Fuerzas Rebeldes y Populares Lautaro (FRPL) como aparato
militar, se conformó el Complejo Partidario MAPU-Lautaro, constituido por células del
Partido MAPU, brigadas del MJL y comandos de las FRPL, tomando a partir de entonces,
la lucha armada con acciones de mayor envergadura militar. En función de esto, es preciso
señalar que nos referiremos con frecuencia al MJL ya que, en tanto frente de masas, fue
este el que se insertó en el “bastión” secundario.

Y particularmente clave resulta el caso del Partido Comunista de Chile (PCCh), que
desde 1980 y a través del impulso de la Política de Rebelión Popular de Masas (PRPM),
validó “todas las formas de lucha” contra la dictadura; una de sus máximas
materializaciones fue el nacimiento del FPMR en diciembre de 19833, como su brazo
armado, pero sin perjuicio de ello, en la misma línea, surgieron otras instancias de combate,
autodefensa y lucha confrontacional vinculadas principalmente a las Juventudes
Comunistas (JJCC). Mientras el PCCh asignó un papel central a las JJCC en la tesis de la
Sublevación Nacional como profundización de la PRPM, la “Jota” definió un rol central del
movimiento de la enseñanza media de la década de 19804. Su inserción en este frente
estudiantil permitió la vinculación de algunos jóvenes con las Milicias Rodriguistas (MR), en

1 Según consigna El Rebelde, n°215, noviembre de 1984, p. 3.


2 Sobre el MAPU durante el periodo abarcado, ver Cristina Moyano, El MAPU durante la dictadura. Saberes y
prácticas para una microhistoria de la renovación socialista en Chile. 1973-1989. (Santiago de Chile: Ed.
Universidad Alberto Hurtado, 2010).
3 Ver Luis Rojas, De la rebelión popular a la sublevación imaginada. Antecedentes de la Historia Política y Militar

del Partido Comunista de Chile y del FPMR 1973-1990. (Santiago de Chile: Ed. LOM, 2011). Se sugiere tercera
parte, capítulos 2 y 3.
4 Aunque autores como Luis Rojas señalan que la presencia estudiantil secundaria fue menor respecto de la

universitaria, sería preciso analizar la organización estudiantil vinculada a las JJCC en ambas dimensiones –
secundaria y universitaria– comprendiendo los matices de ambas experiencias.

9
un paso a la lucha más directa contra la dictadura, pero sin alcanzar aún un desarrollo
óptimo para ingresar directamente al FPMR y manteniendo su militancia en las JJCC.

Con lo señalado, son los sujetos de esta investigación las y los jóvenes insertos en
las organizaciones de enseñanza media que también conformaron la militancia juvenil de
los grupos señalados y delinearon diversos rumbos de sus trayectorias políticas. Haciendo
de su experiencia nuestro objeto de estudio, analizaremos la experiencia militante de
integrantes de la reorganizada enseñanza media que lucharon contra la dictadura durante
la década de 1980, en mayor o menor grado de enfrentamiento directo, a través de grupos
de autodefensa u OPM, desde una perspectiva generacional que abarque la dimensión
sociocultural y la de género.

Plantear un análisis a partir de tal propuesta supone revisar, por un lado, las
investigaciones previas referidas al análisis del movimiento estudiantil, en donde
observamos un déficit historiográfico en particular sobre la reorganización secundaria. Este
queda subsumido en la experiencia universitaria, referente hegemónico en cuanto al
análisis del movimiento estudiantil, omitiendo ciertas particularidades históricas de la
enseñanza media. Tal diagnóstico es transversal a disciplinas y temporalidades, pudiendo
hallar el mismo problema en los estudios al respecto enmarcados a lo largo del siglo XX. El
historiador Jorge Rojas señala que los estudios sobre la juventud han obviado la
organización secundaria priorizando la universitaria5, visión que compartimos respecto del
estudio de las organizaciones estudiantiles como una de las grandes canteras de
articulación política juvenil. Por ejemplo, para efectos investigativos, el surgimiento y
desarrollo de la Federación de Estudiantes de Chile (FECH, 1906) ha eclipsado la
organización secundaria y el nacimiento de la Federación de Estudiantes Secundarios de
Santiago (FESES) en 1948, lo que se extiende a las investigaciones sobre dictadura y
postdictadura. En ello reside un primer problema detectado para nuestra investigación. Por
otra parte, como señalamos con anterioridad, parte de la producción historiográfica que ha
relevado las experiencias de las tres OPM centrales, ha priorizado el análisis a nivel
orgánico y de masas como espacios de hombres, en perspectiva adultocéntrica y
soslayando el rol de las y los jóvenes como tal. Podríamos citar algunos casos que parecen
agudizarse en los estudios del MIR (por ejemplo, “El MIR y su opción por la guerra popular.

5 Jorge Rojas, “Los estudiantes secundarios durante la Unidad Popular, 1970-1973” en Historia, n°42, Vol. II
(Santiago de Chile 2009): 471-503.

10
Estrategia político-militar y experiencia militante. 1982-1990” de José Palma6, “Resistentes
y clandestinos. La violencia política del MIR en la dictadura profunda, 1978-1982” de
Robinson Silva7, “El MIR y su inserción en el mundo obrero: el frente de trabajadores
revolucionarios (FTR) y su relación con los cordones industriales” de Sebastián Leiva8 o
“Cada día es continuar. Política e identidad en el MIR, 1965-1970” de Matías Ortiz9). Aunque
también para el caso del PCCh/FPMR el análisis de la historia política del Partido y su
experiencia militar se ha reiterado (como el citado texto de Luis Rojas, “De la rebelión
popular a la sublevación imaginada…” o “Carrizal”10 del mismo autor, solo por dar algunos
ejemplos). Y si en alguna medida los trabajos sobre el MAPU-Lautaro pueden escapar de
tales líneas preferenciales, también la composición política ha marcado puntos
introductorios a su análisis, en tanto sigue siendo una de las OPM con menor número de
investigaciones al respecto (como las tesis “‘Con el pueblo, las armas y las ideas: la toma
de Chile, va!’ Metamorfosis de lucha desde la transición chilena, violencia, proyecto,
estrategia y táctica del M-Lautaro (1988-1994)” de Álvaro Peredo, de Héctor Órdenes,
“‘Jóvenes, rebeldes y armados’. Teoría, identidad y praxis del MAPU-Lautaro” o las diversas
investigaciones de Nicolás Acevedo11).

Para efectos de esta investigación, incorporar al debate la subjetividad militante de


la izquierda armada contra la dictadura e inserta en un frente de masas como el MES,
significa reconocer el papel que adquirieron las y los secundarios en el engrosamiento de
las filas de la resistencia que enfrentó a la dictadura y que, en algunos casos, obvió la
transición. Por ello, apostamos por una perspectiva generacional que abarca las diversas
experiencias de las y los jóvenes agrupados en un determinado escenario político-social
bajo la dictadura, como fue la reorganización secundaria. Además es necesario destacar la

6 José Palma, El MIR y su opción por la guerra popular. Estrategia político-militar y experiencia militante. 1982-
1990. (Concepción: Ed. Escaparate, 2012).
7 Robinson Silva, Resistentes y clandestinos: la violencia política del MIR en la dictadura profunda 1978-1982.

(Santiago de Chile: Ed. Escaparate, 2011).


8 Sebastián Leiva, “El MIR y su inserción en el mundo obrero: el frente de trabajadores revolucionarios (FTR) y

su relación con los cordones industriales” en Cyber Humanitatis 28 (2003). Disponible en línea en
https://cyberhumanitatis.uchile.cl/index.php/RCH/article/view/5712 consultado el 11 de diciembre de 2020.
9 Matías Ortiz, Cada día es continuar. Política e identidad en el MIR, 1965-1970. (Concepción: Ed. Escaparate,

2014).
10 Luis Rojas, Carrizal. Las armas del PCCh, un recodo en el camino. (Santiago de Chile: Ed. LOM, 2018).
11 Al respecto, ver “¡¡Fuera Pinochet, Chile Popular!! El MAPU–Lautaro en las protestas populares (1978-1985)”,

(Tesis para optar al grado de Licenciado en Historia y Ciencias Sociales, Universidad ARCIS, 2006); “‘El pueblo
en llamas’. Los orígenes y significados de las protestas populares de 1983 desde la memoria de los militantes
del MAPU (Lautaro)” en Revista História Oral 15 (2012): 99-124; “1988, Plebiscito para la Concertación, Guerra
para el MAPU-Lautaro: lecciones de dos elecciones opuestas” en Revista Pretérito Imperfecto 1 (2012): 6-50;
“Continuidades en el Chile post-dictatorial: el accionar del MAPU-Lautaro y la respuesta de la Policía de
Investigaciones en el gobierno de Patricio Aylwin (1990)” en Revista Divergencia 4 (2013): 73-101; MAPU-
Lautaro. (Concepción: Ed. Escaparate, 2014).

11
dimensión de género por cuanto nos permitirá releer estas experiencias, observando las
vivencias de las jóvenes secundarias al alero de la experiencia de masas y político-militar,
particularmente siendo mujeres; pero también permitirá observar de qué manera los
constructos de masculinidades permearon estos escenarios y de qué forma operaron las
relaciones de género sobre ello. Para ambos casos, estos vectores impactaron y se vieron
reflejados en las trayectorias militantes de las y los jóvenes, durante un periodo de
crecimiento tal como la adolescencia, en un activo proceso de politización.

A raíz de lo expuesto, insertamos este trabajo en un doble debate a partir de la


experiencia como piedra angular: uno en relación con el movimiento estudiantil secundario
durante la década de 1980 en Chile. Por otra parte, en torno a la lucha armada, pero
forjando una relectura en función de un segmento juvenil que apostó por ella y conformó
una generación particularmente activa contra la dictadura. De acuerdo con nuestra
investigación, esto se constituyó compartiendo características experienciales y sus
divergencias otorgaron ciertas especificidades comprendidas a través de los diversos
derroteros esgrimidos. Esto permite volver a mirar históricamente la resistencia contra la
dictadura, desde vectores que formaron parte de ella y no han sido investigados en
profundidad, a partir de lo que aquí comprenderemos como proceso de subjetivación
política (PSP). El PSP abarca un conjunto de elementos que nutren al sujeto en cuestión,
siendo clave en éste la noción de experiencia, cuyos matices, como las condiciones
externas que rodean al individuo y su forma de apropiarlas subjetivamente, configurarán
sus trayectorias políticas. Más adelante volveremos sobre ello en profundidad.

Analizar entonces la pertenencia a las organizaciones que pregonaron y encarnaron


la vía armada, desde la experiencia subjetiva de las y los jóvenes militantes secundarios,
aporta al debate de la violencia política durante la década de 1980, ya que se comprende
a través del PSP cómo la experiencia subjetiva abrió paso a diversos caminos, relevante
para el proceso de lucha armada llevado a cabo por las orgánicas señaladas con
anterioridad. Además, destacando la reorganización del MES contra la dictadura de
Pinochet, como el escenario donde se forjó esta generación. Por lo tanto, esta investigación
no intenta ser una reconstrucción ni un relato expositivo de la historia de cada OPM o del
movimiento secundario, sino más bien pretende ser un aporte al conocimiento de la
experiencia de lucha durante la dictadura, a partir de la que denominaremos como la
“generación armada” de la enseñanza media durante la década de 1980, desde la
subjetividad y experiencia de sus propios protagonistas. En este sentido, la pregunta que

12
guía la investigación apuesta por conocer cómo se configuraron los PSP que posibilitaron
la conformación de tal generación de jóvenes secundarios, que abrazaron los ideales y
prácticas de la vía armada contra la dictadura y de qué manera operaron ciertos factores
experienciales subjetivos –como los socioculturales y de género– en estos procesos.

A modo de hipótesis, sostenemos como premisa la existencia de una “generación


armada” que se forjó en la enseñanza media reorganizada contra la dictadura de Pinochet,
durante la década de 1980. Pero esto estuvo lejos de ser azaroso, sino que fue posibilitado
por las experiencias vividas por los sujetos en cuestión, propias de haber crecido bajo un
clima represivo, de violencia y terrorismo de Estado, comprendidas como parte de los PSP,
en donde residieron diversos aspectos que perfilaron las trayectorias escogidas. Además,
esto habría contribuido a moldear un modo de ser joven en Chile bajo dictadura y en
perspectiva histórica, se posiciona como un fenómeno generacional que marcó
continuidades y rupturas en la historia de la izquierda chilena, tanto a nivel de OPM como
en la movilización de masas.

Discusión Bibliográfica

Para comprender el panorama en el cual nos insertamos, es necesaria la revisión temática


que precisamos para atender el debate. En primer lugar, observaremos la discusión referida
al movimiento estudiantil. Luego, aquella vinculada a las OPM ya mencionadas, también
identificando las investigaciones de género. Finalmente, incorporamos de forma breve
algunos trabajos destacados sobre el contexto cultural de la época.

- Releyendo el movimiento estudiantil: no solo universitarios.

Como hemos señalado, la producción local y también regional referida al movimiento


estudiantil ha orientado sus investigaciones hacia la organización universitaria, incluso
identificando en la superficie narrativa al movimiento universitario como “movimiento
estudiantil” de forma categórica. Aunar una multiplicidad de experiencias estudiantiles en el
caso universitario, permite comprender el menor número de producción historiográfica
referida a la experiencia y trayectoria del movimiento estudiantil secundario en Chile.

Los trabajos del movimiento estudiantil universitario, a su vez, han puesto énfasis
particularmente en el rol de la FECH. Los trabajos existentes en torno a ella han
comprendido la reconstrucción de la experiencia al interior de ella, a través de dimensiones

13
subjetivas recurriendo a la memoria y la historia oral12. Las investigaciones de los autores
Diego García, José Isla y Pablo Toro, proponen una apuesta que en cierta medida dialoga
con la nuestra, en tanto atribuyen a las experiencias subjetivas una relectura, en lo que
constituyeron las historias “en plural y con minúsculas”13 de la FECH. Más explícita es la
propuesta de Toro, exponiendo la posibilidad de enfatizar en la dimensión emocional de la
experiencia estudiantil, señalando que:

“el cuidado que se brinde a la interacción entre factores ideológicos y programáticos


(o sea, guías normativas para la acción estudiantil elaboradas desde la reflexividad
y la referencia a modelos de alcance universal y abstracto) y aquellos de orden
emocional (vale decir, insertos en el dominio de la experiencia y construidos desde
contextos específicos) es un factor que enriquece el análisis histórico de episodios
críticos”14.

Otra arista investigativa en los estudios sobre movimiento estudiantil, tiene relación
con el quehacer político bajo el gobierno de Salvador Allende y ante el golpe de Estado,
línea en la que se ubican los trabajos de Fabio Moraga y de Jorge Rojas15, sobre
estudiantes universitarios y secundarios, respectivamente. El primero destaca las vivencias
y casi responsabilidades de la federación tras el mismo día del golpe de Estado, a partir de
un ideal de juventud revolucionaria construido por la izquierda chilena que el autor postula
como hipótesis. Por su parte, Rojas busca reconstruir la experiencia de organización
estudiantil y de participación política de los estudiantes secundarios, agrupados en la
FESES, durante el periodo de la UP.

Otras investigaciones han apostado por el estudio comparado entre experiencias


universitarias, abriendo diálogos regionales16 e incluso investigaciones más recientes

12 Diego García, José Isla y Pablo Toro, Los muchachos de antes. Historias de la FECH 1973-1988. (Santiago:
Ed. Universidad Alberto Hurtado, 2006); Pablo Toro, “‘Tiempos tristes’: notas sobre movimiento estudiantil,
comunidad y emociones en la Universidad de Chile ante la dictadura de Pinochet (1974-1986)” en Espacio,
Tiempo y Educación, Vol. 2, n°2 (Julio – Diciembre 2015): 107-124.
13 Diego García et al…, Op. Cit.
14 Pablo Toro, “’Tiempos tristes’…”, Op. Cit.
15 Fabio Moraga, “‘Ser joven y no ser revolucionario’. La juventud y el movimiento estudiantil durante la Unidad

Popular” en Frágiles Suturas. Chile a treinta años del gobierno de Salvador Allende, comp. Francisco Zapata
(México, D.F.: El Colegio de México, 2006), 365-411; Jorge Rojas, “Los estudiantes secundarios durante la
Unidad Popular…”, Op. Cit. Aun cuando se distancia del marco temporal del presente trabajo, es pertinente
destacar los tres tomos de Muchachos casi silvestres. La federación de estudiantes y el movimiento estudiantil
chileno, 1906-1936, (Santiago de Chile: Ed. Universidad de Chile, 2007) en los que Fabio Moraga analiza los
albores de la FECH y el contexto sociocultural en torno a ella.
16 Víctor Muñoz, Generaciones. Juventud universitaria e izquierdas políticas en Chile y México (Universidad de

Chile – UNAM 1984 – 2006). (Santiago de Chile: Ed. LOM, 2012).

14
analizan el movimiento estudiantil universitario bajo los gobiernos de la Concertación17.
Para el caso de Víctor Muñoz, el estudio comparado entre las experiencias de la
Universidad de Chile y la Universidad Nacional de México (UNAM), adquiere relevancia
para nuestra investigación debido a sus aportes teóricos para una concepción de
perspectiva generacional, idónea para nuestros objetivos. Por su parte, el trabajo de Luis
Thielemann es una de las contribuciones que complejizan la aparente desmovilización
estudiantil universitaria en la postdictadura chilena, señalando que durante la década de
1990 en efecto hubo una izquierda radical y un movimiento estudiantil que se rehicieron a
sí mismos.

En este panorama, resulta necesario recalcar aquellos trabajos enfocados en la


experiencia organizativa de niñas, niños y adolescentes a través del MES, donde destacan
los trabajos de Jorge Rojas, como el citado previamente y otras investigaciones en que el
mismo autor releva las formas de movilización y resistencia ante imposiciones del modelo
social y los orígenes de la FESES, como uno de los principales referentes orgánicos de la
enseñanza media en Chile18. De forma específica para nuestra temporalidad y a nivel
disciplinario, destaca el trabajo de Rolando Álvarez que aborda el diálogo entre el MES y
las JJCC, en función de un proceso de radicalización de masas, por medio de la legitimación
e implementación del uso de la violencia en el movimiento secundario. Resulta necesario
resaltar el rol acuñado por el PCCh sobre las JJCC respecto a la enseñanza media, cuyo
deber de “colocar la lucha de los estudiantes secundarios al mismo nivel de los
universitarios”19, actuaría como factor detonante de la Sublevación Nacional. También
destacamos el trabajo de Pablo, Sebastián y Matías Neut, cuya problemática se posiciona
desde lo que los autores denominan como “respuestas contrahegemónicas” del
estudiantado secundario a los intentos de la dictadura por hegemonizar la educación
secundaria “ideológica y fácticamente”, a partir del caso específico del Movimiento
Aplicacionista por la Democracia (MAD) del Liceo de Aplicación20. Este escenario resulta

17 Luis Thielemann, La anomalía social de la transición. Movimiento estudiantil e izquierda universitaria en el


Chile de los noventa (1987-2000). (Santiago de Chile: Tiempo Robado Editoras, 2016).
18 Jorge Rojas, Moral y prácticas cívicas en los niños chilenos, 1880-1950. (Santiago de Chile: Ariadna

Ediciones, 2004).
19 Rolando Álvarez, “Las Juventudes Comunistas de Chile y el movimiento estudiantil secundario: un caso de

radicalización política de masas en Chile (1983-1988)” en Un trébol de cuatro hojas. Las Juventudes Comunistas
de Chile en el siglo XX, eds. Rolando Álvarez y Manuel Loyola (Santiago de Chile: Ariadna Ediciones, 2014), p.
179.
20 Pablo Neut, Sebastián Neut y Matías Neut, “‘Seguridad para estudiar, libertad para vivir’: Una aproximación

histórica al movimiento secundario chileno en Dictadura a partir de la experiencia del Liceo de Aplicación” en
Revista Izquierdas n°49 (2020). Versión en línea, disponible en
http://www.izquierdas.cl/images/pdf/2020/n49/art106_2178_2212.pdf

15
ilustrativo para conocer los establecimientos educacionales como espacio de sociabilidad
de los jóvenes y particularmente, de este liceo que por cierto adquirió un papel destacado
en la movilización secundaria de los ‘80. Como señalamos al comienzo de este trabajo, un
ítem que engrosa las investigaciones sobre el MES corresponde a tesis de grado que
abordan como problemáticas la composición del movimiento, sus prácticas de inserción y
métodos de autodefensa de masas en el contexto de las protestas nacionales.
Recientemente, surgen reconstrucciones que apelan al análisis en perspectiva de género
en el movimiento y también se ha abordado el vínculo pasado-presente, desde la identidad
histórica de la enseñanza media y su organización en Chile21, guiándose todas ellas por los
testimonios de sus protagonistas.

Desde la investigación periodística es preciso destacar el trabajo de Juan Azócar,


quien señala que “…con frustración, constataba cómo se invisibilizaba una historia
tremenda, mezcla de épica y dramatismo”22. Aportando una cantidad de información
considerable sobre la reorganización estudiantil en la década de 1980, la investigación
consta de un trazado de apuntes lineales para la reconstrucción de la historia del
movimiento secundario. En tal sentido, el trabajo de Azócar es más bien expositivo, pero su
riqueza testimonial y factual lo hace indispensable para nuestros propósitos. También la
investigación de Mauricio Weibel recaba antecedentes y testimonios que exponen
situaciones casi inéditas en el seno del MES, abordando de forma somera algunos casos
de jóvenes que tomaron la vía armada, sufriendo detenciones, tortura y muerte23. Pero una
de las producciones de mayor alcance y difusión ha sido el documental ya mencionado,
Actores secundarios (2004), realizado por Pachi Bustos y Jorge Leiva, importante aporte
audiovisual al rescate de la experiencia histórica del MES y que hemos destacado al
comienzo de este trabajo. Si bien dicha pieza abre caminos a investigaciones más
exhaustivas respecto del movimiento secundario y su relevancia es reconocida por

21 Francisca Labrín, “Movimiento estudiantil secundario en Santiago de Chile. (1983- 1986). Testimonio de
sujetos”, (Tesis para optar al grado de Licenciada en Historia, Universidad de Chile, 2005); Álvaro Rivas, “El
Movimiento de Estudiantes Secundarios: violencia política y protesta popular en el marco de las jornadas de
protesta, 1983-1986, Santiago, Chile”, (Tesis para optar al grado de Licenciado en Historia, Universidad
Academia de Humanismo Cristiano, 2015); Myriam Orellana, “La rebelión de los estudiantes secundarios y las
protestas nacionales en Santiago de Chile 1985-1986. Lecturas y tensiones entre las relaciones sociales de
género y roles políticos”, (Tesis para optar al grado de Licenciada en Historia, Universidad Academia de
Humanismo Cristiano, 2018); Marianela Aravena, “La influencia del pasado en la construcción de la identidad y
las motivaciones del Movimiento Estudiantil Secundario en los liceos públicos tradicionales de Santiago, 1998-
2005”, (Tesis para optar al grado de Magíster en Historia, Universidad de Chile, 2014).
22 Juan Azócar, La rebelión de los pingüinos: apuntes para una historia del movimiento estudiantil secundario

en dictadura. (Santiago de Chile: Ed. Memoria 80, 2016), p. 7.


23 Mauricio Weibel, Los niños de la rebelión. (Santiago de Chile: Ed. Aguilar – Penguin Random House, 2017).

16
protagonistas, testigos clave o especialistas en el tema, es necesario señalar que el
documental se estructura principalmente a partir de “testimonios dirigentes” que en muchos
aspectos difieren experiencialmente de aquellos relatos de las militancias medias o basales,
contraste que permite enriquecer los propósitos de esta investigación.

- Organizaciones político-militares: resistir desde las armas y el género.

Parece complejo enumerar la vasta cantidad de investigaciones sobre las experiencias


armadas durante la dictadura, encarnadas por lo general en los casos del MIR,
PCCh/FPMR y MAPU-Lautaro/MJL. Como también señalamos al comienzo, un ítem que
vuelve a engrosar los estudios referidos a estas OPM se encuentra compuesto por diversas
tesis de grado, en suma a los trabajos investigativos de mayor alcance. Grosso modo,
podemos señalar que albergando ciertas especificidades, se han analizado
preferentemente los orígenes y estructuras orgánicas, líneas políticas, desarrollo político-
militar, accionar armado, subjetividades, culturas e identidades políticas24. Así también se
han analizado ciertas experiencias internacionalistas25 y carcelarias en los gobiernos de la

24 Sobre el MIR: Igor Goicovic, “El Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR) y la irrupción de la lucha
armada en Chile, 1965-1990” en Historia oral e historia política. Izquierda y lucha armada en América Latina,
1960-1990, ed. Pablo Pozzi y Claudio Pérez. (Santiago de Chile: Ed. LOM – UAHC, 2012), 159-189;
Trabajadores al poder. El Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR) y el proyecto revolucionario en Chile.
1965-1994, (Santiago de Chile: Ed. Escaparate, 2016); Pablo Zaldívar, “El MIR durante el Chile dictatorial: las
experiencias de los militantes de la resistencia popular. Santiago, 1973-1986”, (Tesis para optar al grado de
Magíster en Historia, Universidad de Santiago de Chile, 2019); Eugenia Palieraki, ¡La revolución ya viene! El
MIR chileno en los años sesenta (Santiago de Chile: Ed. LOM, 2014). Sobre el PC/FPMR: Luis Rojas, De la
rebelión popular a la sublevación imaginada..., Op. Cit.; Rolando Álvarez, Desde las sombras: una historia de
la clandestinidad comunista (1973-1980), (Santiago de Chile: Ed. LOM, 2003), Arriba los pobres del mundo.
Cultura e identidad política del Partido Comunista de Chile entre democracia y dictadura. 1965-1990 (Santiago
de Chile: Ed. LOM, 2003), “Los ‘hermanos rodriguistas’. La división del Frente Patriótico Manuel Rodríguez y el
nacimiento de una nueva cultura política en la izquierda chilena. 1975-1987” en Revista Izquierdas, n°3, año 2
(2009). Versión en línea, disponible en http://www.izquierdas.cl/images/pdf/2011/07/alvarez_rolando.pdf;
Viviana Bravo, ¡Con la razón y la fuerza, venceremos! La Rebelión Popular y la subjetividad comunista en los
’80, (Santiago de Chile, Ariadna Ediciones, 2010); Claudio Pérez, “Violencia y política en las publicaciones
clandestinas bajo Pinochet: la palabra armada en el Frente Patriótico Manuel Rodríguez. Chile, 1983-1987” en
Revista de Historia Social y de las Mentalidades, n° XII, Vol. 2 (2008): 71-90. Sobre el MJL/MAPU-Lautaro:
Eyleen Fauré, “Los Locos del Poder. Aproximación histórica a la experiencia del Movimiento Juvenil Lautaro.
(1982-1997)”, (Tesis para optar al grado de Licenciada en Historia, Universidad de Chile, 2006); Nicolás
Acevedo, MAPU-Lautaro, Op. Cit., “Fuera Pinochet, Chile Popular…”, Op. Cit., “‘El pueblo en llamas’…”, Op.
Cit.; Pedro Rosas, “De la lucha contra Pinochet a la ‘Democracia cartucha’. Representaciones y semblanza
histórica e historiográfica del MAPU Lautaro” en Revista Tiempo y Espacio 30 (2013): 147-184.
25 Pedro Rosas, “Por la senda de Lautaro, Latinoamérica Vencerá. Discurso, acción política, concepción y

dimensión internacional del MAPU Lautaro, 1982-2004”, (Tesis para optar al grado de Doctor en Estudios
Americanos, Instituto de Estudios Avanzados, Universidad de Santiago de Chile, 2013); Claudio Pérez, “De la
guerra contra Somoza a la guerra contra Pinochet. La experiencia internacionalista revolucionaria en Nicaragua
y la construcción de la Fuerza Militar Propia del Partido Comunista de Chile” en Historia oral e historia política…,
Op. Cit., 213-244; Viviana Bravo y Rolando Álvarez, “La memoria de las armas. Para una historia de los
combatientes chilenos en Nicaragua” en Lucha Armada, n°5, año 2 (2006): 96-105; Sebastián Leiva, Revolución

17
Concertación26 y en menor medida, la experiencia de “ser joven militante”27. Gran parte de
las investigaciones señaladas aborda las organizaciones de izquierda armada por medio
de la historia oral, comprendiendo tales experiencias desde la subjetividad militante, por lo
que dichos trabajos también poseen interesantes testimonios que permiten incrementar el
conocimiento de tales experiencias.

Es pertinente hacer alusión a algunos vacíos que podemos identificar en cuanto a


la producción señalada y que se vinculan directamente con nuestra propuesta investigativa,
por cuanto tienen relación con los sectores juveniles de las organizaciones señaladas. En
primer lugar, si bien existen diversos trabajos sobre el PCCh y el FPMR, este extenso
número se reduce cuando definimos como objeto a la fracción autónoma del FPMR28 y esto
se acentúa al indagar la experiencia de las Milicias Rodriguistas como vinculación orgánica
y de masas entre las JJCC y el FPMR, o –en su defecto– las acciones más directas y de
autodefensa29. Similar es el escenario en los trabajos sobre el MIR. Existe una importante
caída de las investigaciones referidas a la JRME como objeto de estudio, por lo que su
experiencia en particular aún queda al debe en la producción historiográfica. Esto resulta
importante para nuestros intereses, ya que fue dicha ala juvenil la que se insertó en las
masas desde su nacimiento en 1984, intentando contrarrestar la crisis orgánica y que se
incorporó al frente secundario de la época. Por último, para el caso del MAPU-Lautaro, es
cierto que las investigaciones en torno a sí constituyen un número menor respecto de sus
símiles contemporáneos, pero la propia composición orgánica lautarina, impulsa el análisis
de una militancia juvenil que generó una nueva apuesta en la lucha contra la dictadura.

socialista y poder popular. Los casos del MIR y del PRT-ERP 1970-1976, (Santiago de Chile: Ed. Escaparate:
2010); Osvaldo Torres, “La izquierda revolucionaria latinoamericana: derrotas y readecuaciones. Los casos del
Movimiento de Liberación Nacional-Tupamaros, MLN-T, de Uruguay y el Movimiento de Izquierda
Revolucionaria de Chile” (Tesis para optar al grado de Doctor en Estudios Latinoamericanos, Universidad de
Chile, 2011).
26 Pedro Rosas, Rebeldía, subversión y prisión política. Crimen y castigo en la transición chilena 1990-2004.

(Santiago de Chile: Ed. LOM, 2004); Nicolás Acevedo, “Continuidades en el Chile post-dictatorial…”, Op. Cit.,
“Plebiscito Para la Concertación…”, Op. Cit.; Ivette Lozoya, “Chile: Violencia política y transición a la
democracia. El MAPU-Lautaro y la derrota de la vía revolucionaria en los 90” en Historia oral e historia política.
Izquierda y lucha armada en América Latina, 1960-1990, ed. Pablo Pozzi y Claudio Pérez (Santiago de Chile:
Ed. LOM – UAHC, 2012), 191-212.
27 Laura Briceño, “‘La revolución aquí y ahora’ Juventud popular y militancia revolucionaria. Una mirada desde

el MAPU-Lautaro (1983-1994)” (Tesis para optar al grado de Licenciada en Historia, Universidad de Santiago
de Chile, 2011) y “Subversivos y alegres: los jóvenes militantes del MAPU-Lautaro” en Revista Divergencia,
N°2, año 1 (2012): 9-37.
28 Al respecto, ver Rolando Álvarez, “Los ‘hermanos Rodriguistas’…” Op. Cit.; Juan Fernández, “La Guerra

Patriótica Nacional: diseño estratégico del Frente Patriótico Manuel Rodríguez-Autónomo (FPMR-A) 1987-
1994”, (Tesis para optar al grado de Licenciado en Historia, Universidad Academia de Humanismo Cristiano,
2018).
29 Jaime Reyes, “La autodefensa de masas y las Milicias Rodriguistas: aprendizajes, experiencias y

consolidación del trabajo militar de masas del Partido Comunista de Chile, 1982-1987” en Revista Izquierdas,
N°26 (2016): 67-94.

18
Referidos a las mismas OPM, debemos exponer algunos trabajos que resaltan el rol de las
mujeres en estas organizaciones o que son elaborados desde la perspectiva de género
como línea analítica. Para el contexto local, destacamos los trabajos de Javiera Robles
sobre la militancia femenina del PCCh y el FPMR30, cuyas principales características
residen en el uso de la memoria y la historia oral. Así también resulta interesante el trabajo
realizado por la misma autora referido al rol de las mujeres en la prensa rodriguista, a partir
del análisis del órgano de difusión El Rodriguista31. También es necesario destacar el
reciente trabajo de Valentina Jorquera sobre la participación de las mujeres en la gesta y
desarrollo del atentando a Pinochet, apelando a la desmitificar la masculinización de los
espacios de la lucha político-militar contra la dictadura chilena32. Para el caso específico de
la militancia femenina del PCCh, el trabajo de Carolina Fernández-Niño plantea el análisis
en perspectiva de género de las mujeres comunistas a través de tres momentos en la
historia del Partido, en los que la participación femenina habría mutado en directa relación
con la cultura política comunista33.

Para el caso de la militancia femenina del MIR, las investigaciones de Tamara


Vidaurrázaga resultan ilustrativas sobre la reconstrucción de la memoria militante34, una vez
más a partir de testimonios orales que reposicionan el rol de las mujeres Miristas, a partir
de una perspectiva de género que enfatiza las problemáticas a las que se enfrentaron.
Desde asuntos atingentes a la situación orgánica y las propias reproducciones de prácticas
patriarcales al interior del MIR, hasta construcciones socioculturales como vivir la
maternidad y la militancia revolucionaria35. También el diálogo con otras experiencias

30 Javiera Robles, “Clandestinidad y lucha armada: una mirada desde el género. El caso de "Mery" en la
clandestinidad del Partido Comunista de Chile” en Revista Internacional Interdisciplinar INTERthesis, N°1, Vol.
10 (2013): 131-148; “Memorias de la clandestinidad: relatos de la militancia femenina del Frente Patriótico
Manuel Rodríguez” en Nomadías. Revista del Centro de Estudios de Género y Cultura de América Latina, N°19
(2015): 85-103.
31 Javiera Robles, “Las rodriguistas”. La mujer militante en la prensa del Frente Patriótico Manuel Rodríguez

(1983-1988)” en Revista Eletrônica da ANP HLAC, Nº18 (2015): 5-22.


32 Valentina Jorquera, “Mujeres militantes, combatientes y revolucionarias: la Operación Siglo XX y el rol de las

mujeres en el Frente Patriótico Manuel Rodríguez” en Mujeres y Política en Chile, siglos XIX y XX, eds. Rolando
Álvarez V., Ana Gálvez C. y Manuel Loyola T. (Santiago de Chile: Ariadna Ediciones, 2019), 255-273.
33 Carolina Fernández-Niño, “‘Y tú, mujer, junto al trabajador’. La militancia femenina en el Partido Comunista

de Chile” en Revista Izquierdas, N°3, año 2 (2009). Versión en línea, disponible en


http://www.izquierdas.cl/images/pdf/2011/07/fernandez_carolina.pdf.
34 Tamara Vidaurrázaga, “Mujeres en Rojo y Negro. Reconstrucción de la memoria de tres mujeres Miristas,

1971-1990”, (Tesis para optar al grado de Magíster en Estudios de Género y Cultura en América Latina mención
Humanidades, Universidad de Chile, 2005), “El No Lugar de la militancia femenina en el Movimiento de Izquierda
Revolucionaria, MIR” en Mujeres y Política en Chile, siglos XIX y XX, eds. Rolando Álvarez V., Ana Gálvez C. y
Manuel Loyola T. (Santiago de Chile: Ariadna Ediciones, 2019), 211-254.
35 Tamara Vidaurrázaga, “Las maternidades fallidas en las militantes del Movimiento de Izquierda

Revolucionaria MIR en Chile” en Revista de História Bilros. História(s), Sociedade(s) e Cultura(s), N°13, Vol. 6
(2018): 75-101.

19
regionales tiene lugar en las investigaciones de Vidaurrázaga, destacando el análisis
comparado para las militancias femeninas del MIR y el Movimiento de Liberación Nacional-
Tupamaros36, en aspectos como los lugares y roles de las combatientes en ambas
organizaciones, las relaciones de pareja y las normas implícitas de las desigualdades sexo-
género en estos espacios revolucionarios.

En torno a las mujeres del MAPU-Lautaro, una vez más destacan las tesis de grado,
aumentando su número durante los últimos años. Uno de ellos, aun sin posicionarse desde
la perspectiva de género, es el trabajo de Valentina López y Javiera Poblete, cuyo eje es el
proceso de conformación del Movimiento Madres Guacolda37, abordando el rol de las
mujeres vinculadas en mayor o menor medida al Lautaro, a partir de la instancia
organizativa de Guacoldas, aunque no todas las mujeres pertenecientes a esta fueran
militantes. Por el contrario, sus inicios se nutrieron de mujeres, madres, hermanas o
compañeras de lautarinas y lautarinos encarcelados durante la transición democrática. Si
bien más tarde hubo militantes o exmilitantes cuyas condenas fueron menores, que no
continuaron con las acciones político-militares por motivos de seguridad y se vincularon al
ala de derechos humanos en Guacoldas, la investigación consta de un análisis de
subjetivación política en los albores de esta organización, centrada por lo tanto en
familiares, amigas y amigos. Al respecto, es preciso destacar el trabajo de Francia Gaete,
donde aborda el rol público de las mujeres en torno a las agrupaciones de derechos
humanos, tomando el caso de Guacoldas38. Finalmente, también desde la historia oral,
Karen Rico expone algunos vectores de acercamiento a las lautarinas, como los sentidos,
motivaciones y razones de las mujeres para militar en el Lautaro39.

Desde otras disciplinas han surgido trabajos que incluyen a las mujeres en la historia
de los grupos en cuestión, sin el enfoque de género como categoría analítica40. Uno de ellos

36 Tamara Vidaurrázaga, “Las combatientes. Militancias femeninas en la Nueva Izquierda revolucionaria


Latinoamericana. Miristas chilenas y Tupamaras Uruguayas”, (Tesis para optar al grado de Doctor en Estudios
Latinoamericanos, Universidad de Chile, 2016).
37 Valentina López y Javiera Poblete, “Movimiento Madres Guacolda: un acto de subjetivación política. Prisión

y rebeldía en Chile (1989-1994)”, (Tesis para optar al grado de Licenciada en Historia, Universidad ARCIS,
2008).
38 Francia Gaete, “Entereza, lucha y amor: la acción de la Agrupación de Madres Guacolda en el primer gobierno

post dictadura en chile (1990-1994)”, (Tesis para optar al grado de Licenciada en Historia, Universidad de Chile,
2017).
39 Karen Rico, “Alegre insurrección: ¡la toma de Chile va! Mujeres metralleta en el Movimiento Juvenil Lautaro.

Aproximación histórica 1984-1994”, (Tesis para optar al grado de Licenciada en Historia, Universidad Academia
de Humanismo Cristiano, 2018).
40 Katherine Subiabre y Carolina Gallardo, “La práctica insurrecta del MAPU-Lautaro. Mujeres y hombres por el

Chile Popular (1982-1994)” en “La despolitización como base para la democracia en el Chile transicional (1980-
1995)”, Santiago: Universidad Metropolitana de Ciencias de la Educación, 2014; Karen Rico, “Alegre

20
es el de la periodista Cherie Zalaquett, cuyos relatos dan cuenta de la experiencia de las
mujeres en las Fuerzas Armadas y aquellas “guerrilleras subversivas” de la resistencia a la
dictadura41. Para efectos de este proyecto relevamos el análisis del segundo ítem, sobre el
cual, si bien diferimos en ciertos puntos expuestos por la autora para el estudio de las
militantes de izquierda, ya que en algunos de ellos no se indaga críticamente los procesos
previos que condujeron a la militancia, relegándola a instancias circunstanciales o al alero
de terceros42; reconocemos la importancia testimonial y comparada de las tres OPM
hegemónicas en la producción académica, lo que hace de dicho trabajo una interesante
pieza.

También a nivel regional es posible hallar investigaciones que analizan experiencias


revolucionarias –que por tanto pueden dialogar con nuestra propuesta– desde un enfoque
de género. Es el caso de las propuestas metodológicas de Alejandra Oberti, dispuestas
para conocer el testimonio de las mujeres militantes de OPM en Argentina durante la
década de 1970, a partir de entrevistas a antiguas militantes de Montoneros y del Partido
Revolucionario de los Trabajadores-Ejército Revolucionario del Pueblo (PRT-ERP)43, por lo
que además de los aportes teórico-metodológicos, las investigaciones se sustentan sobre
fuentes orales de diverso origen que explicitan las vivencias de las mujeres militantes. En
línea similar, Ana Noguera recientemente publicó su investigación sobre la militancia
femenina de las mismas OPM44, consignando la relación pública-privada de las militantes
revolucionarias, particularmente analizando la militancia en la provincia de Córdoba durante
el álgido contexto político en Argentina de la década de 1970, descentralizando el relato.
Finalmente, repensar estas experiencias desde la perspectiva de género, nos invita a mirar
la experiencia de los hombres, en tanto el ideal que parecía dominar la instancia político-

insurrección…” Op. Cit.; Samanta Avendaño, “La participación de la mujer dentro del Frente Patriótico Manuel
Rodríguez 1983-1990”, (Tesis para optar al grado de Licenciada en Historia, Universidad Academia de
Humanismo Cristiano, 2015) y de María Olga Ruiz, “Mandatos militantes, vida cotidiana y subjetividad
revolucionaria en el Movimiento de Izquierda Revolucionaria de Chile (1965-1975)” en Revista Austral de
Ciencias Sociales, n°28 (2015): 163-182.
41 Cherie Zalaquett, Chilenas en armas: testimonios e historias de mujeres militares y guerrilleras subversivas.

(Santiago: Ed. Catalonia, 2018).


42 Especialmente, para el capítulo del MAPU-Lautaro, se disocia un tanto el rol político de las mujeres en la

organización –aún sin ser planteado desde una perspectiva de género– en virtud de la revictimización e irrupción
mediática de la “mujer metralleta”.
43 Alejandra Oberti, “Contarse a sí mismas. La dimensión biográfica en los relatos de mujeres que participaron

en las organizaciones político-militares de los ‘70” en Historia, Memoria y Fuentes Orales, comps. Vera
Carnovale, Federico Lorenz y Roberto Pittaluga (Buenos Aires: Ed. CeDInCI, 2006). Versión en línea, disponible
en http://memoriaabierta.org.ar/wp/wp-content/uploads/2018/07/Historia-Memoria-y-Fuentes-Orales-Memoria-
Abierta.pdf; Las revolucionarias: militancia, vida cotidiana y afectividad en los setenta, (Buenos Aires: EDHASA,
2015).
44 Ana Noguera, Revoltosas y revolucionarias. Mujeres y militancia en la Córdoba setentista. (Córdoba: Ed.

UNC, 2019).

21
militar sugería un comportamiento esperado del compañero revolucionario. Al respecto, son
pocos los trabajos que abordan el tema, pero destacamos las recientes incursiones de
Santiago Joaquín Insausti en el análisis del Frente de Liberación Homosexual argentino
sobre sus vínculos fallidos con la izquierda de los ‘70 en el mismo país y exitosos con el
trotskismo en Brasil, respectivamente45, abriendo curso a nuevas propuestas necesarias
desde la perspectiva de género.

- La cultura de la dictadura.

El último ítem responde al contexto cultural de la época en el Chile bajo dictadura. Aunque
las investigaciones referidas a los antecedentes culturales de la década de 1980 son en su
mayoría piezas periodísticas46, relevaremos los trabajos historiográficos que han
problematizado algunos elementos propios de la cultura y cotidianidad de la sociedad
chilena durante la dictadura. Así se ha complejizado el supuesto rol unidireccional de la
televisión47, el denominado “apagón cultural” y las estrategias de la dictadura para cooptar
el “escenario vacío”48. Particularmente dialogante con nuestra investigación es el reciente
artículo de Yanny Santa Cruz que aborda experiencias culturales de jóvenes de izquierda
durante la Unidad Popular (UP)49, así como también sugestivo es el análisis referido al
tratamiento de la estética y la narrativa de los panfletos políticos producidos durante la
dictadura50. Al identificar elementos y experiencias culturales en diálogo con el mundo
estudiantil, destaca el trabajo de Víctor Muñoz sobre la Agrupación Cultural Universitaria
(ACU) de la Universidad de Chile, cuya breve existencia desarrolló talleres y actividades en
torno al teatro, música o literatura, favoreciendo la reorganización de resistencia a la
dictadura51. También destacamos el trabajo de la diseñadora gráfica Rita Torres sobre la

45 Santiago Joaquín Insausti, “¿Hedonistas o revolucionarios? Política homosexual radical e izquierda trotskista
en Argentina y Brasil (1967-1983)”, en Revista Mora, N°25 (2020): 85-110.
46 Al respecto, ver Óscar Contardo y Macarena García, La era ochentera. TV, pop y under en el Chile de los

ochenta, (Santiago de Chile: Ed. Planeta, 2015); Marisol García, Canción Valiente: 1960-1989 Tres décadas de
canto social y político en Chile, (Santiago de Chile: Ed. B, 2013). También cabe destacar el documental Toque
de queda de Tomás Achurra, que problematiza las visiones de corrientes “plásticas”, sobre el rock y el pop
surgido en dictadura.
47 Sergio Durán, Ríe cuando todos estén tristes. El entretenimiento televisivo bajo la dictadura de Pinochet,

(Santiago de Chile: Ed. LOM, 2012).


48 Karen Donoso, “El ‘apagón cultural’ en Chile: políticas culturales y censura en la dictadura de Pinochet 1973-

1983” en Revista Outros Tempos, N°16, Vol. 10 (2013): 104-129.


49 Yanny Santa Cruz, “Entre la diversión y la revolución: experiencias culturales de los jóvenes de izquierda

durante la Unidad Popular”, en Revista Última Década, Vol. 28, N°53 (2020): 125-151.
50 Francisca Valdebenito, Tinta, papel, ingenio: panfletos políticos en Chile, 1973-1990, (Santiago de Chile: Ed.

Ocho Libros, 2010).


51 Víctor Muñoz, Rescatando el asombro: historia de la Agrupación Cultural Universitaria, (Santiago de Chile:

Ed. La Calabaza del Diablo, 2006). La misma experiencia es retratada en el documental “ACU, recuperando el
sueño” (2016), de Osvaldo Rodríguez.

22
revista La Bicicleta, que enfatiza el patrimonio cultural registrado, resaltando el rol de la
revista en espacios universitarios de izquierda –como la ACU– y su posterior difusión a
otros escenarios52; y de Javier Osorio, quien aborda los vínculos de la revista con la
construcción de memorias de la juventud en dictadura53. Como veremos, la música
constituyó un importante elemento identitario de nuestra “generación armada”. Al respecto,
César Albornoz propone un análisis metodológico de esta en perspectiva histórica54, así
como también el escritor Fabio Salas ha elaborado algunos trabajos para una historia del
rock en Chile55, aunque es preciso resaltar que ambas investigaciones priorizan la
producción cultural desarrollada durante el periodo de la UP. También Laura Jordán ha
abordado la relación de la producción musical y la clandestinidad56. No obstante, algunos
aspectos propios de la década de 1980 son analizados por diversas disciplinas en relación
con el surgimiento de corrientes alternativas y contraculturales hacia fines de la dictadura,
nutriendo el análisis de los fenómenos socioculturales de la época, incluso complejizando
la existencia –o no– de otras resistencias y eventualmente, abriendo caminos al estudio de
la postdictadura chilena57.

Marco Teórico

En tal escenario expuesto insertamos este trabajo, sustentado teóricamente en tres


conceptos clave. El primero de ellos refiere a la subjetivación política, propuesta por
Massimo Modonesi y que enunciamos con anterioridad. La subjetivación política es
entendida como un proceso que abarca un conjunto de elementos que confluyen en el
sujeto, por lo que se compone de formas y dinámicas “en torno a conjuntos o series de

52 Rita Torres, Así pedaleábamos: revista La Bicicleta (1978-1990). (Santiago: Ed. Ocho Libros, 2014).
53 Javier Osorio, “La bicicleta, el Canto Nuevo y las tramas musicales de la disidencia. Música popular, juventud
y política en Chile durante la dictadura, 1976-1984”, en Revista A Contracorriente, Vol. 8, N°3, (2011): 255-286.
54 César Albornoz, “Posibilidades metodológicas del estudio de la música popular contemporánea en Chile

desde el ámbito historiográfico” en Actas del III Congreso Latinoamericano de la Asociación Internacional para
el Estudio de la Música Popular, disponible en http://iaspmal.com/index.php/2016/03/02/actas-iii-congreso-
bogota-colombia-2000/; “La cultura en la Unidad Popular: porque esta vez no se trata de cambiar un presidente”,
en Cuando hicimos historia: la experiencia de la Unidad Popular, coord., ed., Julio Pinto (Santiago de Chile: Ed.
LOM, 2005).
55 Al respecto, ver Fabio Salas, La primavera terrestre. Cartografías del Rock Chileno y la Nueva Canción

Chilena. (Santiago de Chile: Ed. Cuarto Propio, 2003); Mira niñita: apuntes sobre creación y experiencia cultural
de rockeras chilenas. (Santiago de Chile: Ed. Universidad Alberto Hurtado, 2012).
56 Laura Jordán, “Música y clandestinidad en dictadura: la represión, la circulación de músicas de resistencia y

el casete clandestino”, en Revista Musical Chilena, Vol, 63, N°212 (2009): 77-102
57 Milenko Sepúlveda, “Punk rock en Chile. La vía contracultural a la democracia (1980-1990)” en ¿Qué hay de

popular en la música popular? Actas del I Congreso Chileno de Estudios en Música Popular; el trabajo de los
antropólogos Luciano Benítez, Yanko González y Daniela Senn, “Punkis y New Waves en dictadura:
rearticulación y resistencia de las culturas juveniles en Chile (1979-1984)” en Revista Latinoamericana de
Ciencias Sociales, Niñez y Juventud 14-1 (2016): 191-203; y del sociólogo Pablo Bellei, “Resistencia del
movimiento anarco-punk en Chile postdictadura” en Revista Bricolaje 4 (2018): 49-57.

23
experiencias colectivas surgidas de relaciones de dominación, conflicto y emancipación”58.
Así forma parte constitutiva del proceso de subjetivación política la noción de experiencia
de tipo thompsoniana, comprendiendo lo que el autor denomina como “el empalme entre
cultura y no cultura, la mitad dentro del ser social, la mitad dentro de la conciencia social”59.
Es decir, el cruce entre experiencia vivida –fundada en causas materiales que le dan origen,
encontrando forma en el ser social– y experiencia percibida –que adquiere lugar y
relevancia en la conciencia social, y debe su existencia a la presión ejercida por la
experiencia vivida– comprende un proceso activo60.

En ese sentido, la experiencia se conforma como diálogo entre ser y conciencia


social, dotando de agencia a mujeres y hombres como sujetos que experimentan
situaciones materiales, construyen relaciones interpersonales y sobre ello conforman una
determinada subjetividad. La experiencia opera como un mecanismo de mediación e
interlocución entre la asimilación subjetiva de las relaciones productivas y materiales sobre
una formación social y un modo de producción, y su proyección política y sociocultural. De
acuerdo con Modonesi, “todo proceso de subjetivación pasa por un conjunto y una serie de
experiencias que –en el cruce o la intersección entre espontaneidad y conciencia– le
confieren forma y especificidad”61.

Incorporamos además como una forma de cristalizar la trayectoria a través de los


PSP y reconocer aspectos clave en las experiencias que lo componen, lo que Gerardo
Necoechea ha identificado como proceso de politización en tres tiempos. Es importante
destacar que en tanto propuesta, contribuye exitosamente desde sus aportes teórico-
metodológicos, aun cuando observamos ciertos matices aplicables a nuestra investigación.
Una primera fase tiene relación con los entornos familiares, ya sea durante la infancia o la
adolescencia. Una segunda vía en relación con las condiciones materiales que rodean al
sujeto y la recepción subjetiva de ciertos factores determinantes. Aquí adquiere relevancia
la vivencia de sucesos particulares, de forma directa o indirecta, y también las relaciones
de amistad con sujetos ya politizados. Finalmente, apuesta por la reconstrucción de ideas
que se rebelan ante la disposición ideológica, según la experiencia adquirida62. Esta última

58 Massimo Modonesi, Subalternidad, antagonismo, autonomía: marxismos y subjetivación política. (Buenos


Aires: CLACSO, Prometeo, 2010), p. 15.
59 E.P. Thompson, “La política de la teoría” en Historia popular y teoría socialista, ed. Raphael Samuel

(Barcelona: Ed. Crítica, 1984): 301-317.


60 Ibíd.
61 Massimo Modonesi, Op. Cit.
62 Gerardo Necoechea, “El proceso de politización desde una perspectiva de historia oral: militantes de izquierda

latinoamericanos, 1960-1990” en Revista Tempos Históricos 17 (2013): 162-182.

24
fase permite ver la reconstrucción de ideas para entender el proceso “macro” de
subjetivación política, como una cuestión abierta y en constante reconfiguración, donde
convergen elementos políticos, sociales, culturales, de género o raciales, entre otros,
descartando observarlo como una unidad constituida63 de forma homogénea y monolítica.

En síntesis, a partir de las propuestas de Modonesi, Thompson y Necoechea,


comprendemos el PSP como un nivel macro en el que las experiencias determinan los
modos de ser y de apropiarse de un contexto de conflicto histórico. A la vez, los procesos
de politización nos permiten operacionalizar factores clave de las experiencias y las
respuestas a condiciones materiales y subjetivas, que caracterizaron las trayectorias
políticas juveniles.

El segundo concepto articulador de este proyecto es generación. En primer lugar,


es necesario enfatizar la noción de interacción generacional propuesta por el historiador
Julio Aróstegui, quien señala que la interacción entre una generación central (o activa) y
otras previas o coexistentes permite establecer los límites de cada presente histórico.
Reconocemos la importancia de tal interacción en dos aspectos: como parte constitutiva de
la realidad generacional –conceptual y fenomenológica– que expone los factores que
delimitan ese presente en el cual se ubican, cualquiera sea su forma: “conflicto o
cooperación, reconocimiento o rechazo, solidaridad o ignorancia mutua”64. El segundo
aspecto es en torno a la interacción de la generación previa y la activa, donde hallamos
continuidades en la experiencia histórica; y también en la coexistencia generacional, donde
se observan los factores de quiebre que, de acuerdo con la identificación y análisis de
procesos subjetivos, dieron lugar a conexiones y unidades más concretas que veremos a
continuación.

Según el sociólogo Karl Mannheim, el fenómeno generacional se compone de tres


fases: posición generacional, conexión generacional y unidad generacional. Determinadas
experiencias y factores comunes vividos por mujeres y hombres conforman una expresión
mayoritaria de la posición generacional; es decir, estas intenciones y tendencias formativas
constituyentes de la unidad, operan de manera efectiva y se expanden cuando configuran
circunstancias de ciertos individuos en la misma posición. Reconociendo que la

63 Franklin Ramírez Gallegos, “Subjetivación política y perspectivas del cambio” en Movimientos subalternos,
antagonistas y autónomos en México y América Latina, coord. Massimo Modonesi. (México: Ed. UNAM – La
Biblioteca, 2015): 29-49.
64 Julio Aróstegui, La historia vivida. Sobre la historia del presente. (Madrid: Alianza Editorial, 2004), p. 110.

25
contemporaneidad biológica no es constituyente exclusivo del concepto de generación aquí
empleado, es preciso comprender que en la posición generacional, las y los sujetos
implicados suponen haber nacido en un determinado periodo histórico-social. Coincidentes
en esta posición, la conexión generacional expondrá la participación, actividad y
reconocimiento entre pares, formará vínculos y eventualmente –no necesariamente–, dará
lugar a la formación de grupos concretos, en tanto la conexión se hace consciente de sí.
Podemos entonces reconocer el tercer momento del fenómeno generacional: la unidad,
como el estado más específico de debate en torno al conflicto histórico. Alojada en la
conexión generacional, la unidad expone la heterogeneidad de experiencias en la posición
generacional; es una adhesión más concreta que la establecida a través de la conexión65.
Mannheim señala “La propia juventud que se orienta por la misma problemática histórica-
actual, vive en una ‘conexión generacional’; dentro de cada conexión generacional, aquellos
grupos que siempre emplean esas vivencias de modos diversos constituyen, en cada caso,
distintas ‘unidades generacionales’ en el ámbito de una misma conexión generacional”66. A
partir de la misma base, el historiador chileno Víctor Muñoz propone analizar las
generaciones políticas en torno a algunos puntos que refieren al reconocimiento de ellas,
desde la vivencia sociohistórica y su interpretación subjetiva, lo que el autor destaca como
“marcas epocales” donde adquieren relevancia memoria e identidad. También más allá del
ritmo biológico, asume que las generaciones no responden a una caracterización
homogénea coetánea, destacando la diversidad de construcciones identitarias que
componen esta generación en particular. En relación con ello, es importante atender el rol
de la juventud en su calidad de “eje simbólico” de lo generacional, en tanto constituye una
referencia clave cuando la juventud misma se presenta como motor del cambio histórico.
En ese sentido, también existe un vínculo marcado en torno a las generaciones de enlace,
suerte de nexo entre la generación previa y las identidades generacionales en constante
construcción y de forma plena en torno a nuevas marcas históricas, transmitiendo memoria
y cumpliendo un rol importante en las nuevas realidades y desafíos planteados por la
sociedad67. Por último, es interesante destacar para nuestros propósitos aquello que Muñoz
Tamayo destaca en torno a la categoría de análisis generacional, por cuanto la generación
resulta referente del análisis comprensivo del investigador/a, “siendo ésta [la generación],

65 Karl Mannheim, “El problema de las generaciones” en REIS, n°62 (Madrid, España): 193-242.
66 Ibíd. p. 223. El resaltado es del original.
67 Víctor Muñoz, Generaciones..., Op. Cit., pp. 32-33.

26
en parte, fruto de su propia creación”68. A partir de ello, es que nos aventuramos a postular
la existencia de la generación en cuestión que aquí analizamos.

Así, entendemos el concepto de generación en dos dimensiones. Por un lado, como


fenómeno constituido por tres momentos: posición, conexión y unidad. La posición
generacional se ubica como el encuentro de las y los sujetos, que al reconocerse y actuar
en un determinado contexto se configuran en una conexión generacional que, al volverse
consciente de sí, puede dar lugar a adhesiones concretas y específicas de unidad
generacional. Por otra parte, como categoría analítica, la cuestión generacional responderá
a criterios de subjetividad y experiencia de la juventud, en un determinado momento de
cambio histórico-social, en la cual el mundo juvenil se configura como núcleo del concepto
y por tanto es preciso para nuestros intereses.

La tercera categoría que atraviesa analíticamente las dimensiones previas es la de


género. A partir de los postulados de la historiadora Joan Scott, consideramos dos premisas
iniciales fundamentales. La primera de ellas tiene relación con comprender el género como
elemento constitutivo de las relaciones sociales, a partir de las diferencias entre sexos
(biológicos), donde confluyen elementos culturales, normativos, político-sociales y
subjetivos. La segunda, como una forma básica de relaciones por medio de las cuales se
articula el poder y se construye a partir de cuestiones sociales69. Aunque también es
importante señalar que la misma Scott se ha referido a la aplicación de esta categoría,
señalando:

«La pregunta de si el género sigue siendo una categoría útil para el análisis –ya sea
histórico o de otro tipo– me parece que no depende de la palabra en sí, sino de los
usos críticos que seguimos haciendo de ella. Con demasiado frecuencia (sic),
“género” connota un enfoque programático o metodológico en el cual los significados
de “hombre” o “mujer” se toman como fijos; el objetivo parece ser describir roles
diferentes, no cuestionarlos. Creo que género sigue siendo útil solo si va más allá
de este enfoque, si se toma como una invitación a pensar de manera crítica sobre

68
Ibíd. 33.
69
Joan Scott, Género e historia. (México: Fondo de Cultura Económica, Universidad Autónoma de la Ciudad de
México, 2008), pp. 65-66.

27
cómo los significados de los cuerpos sexuados se producen en relación el uno con
el otro, y cómo estos significados se despliegan y cambian»70.

A partir de ello es que consideramos necesario también incorporar ciertos aportes


teóricos que algunas investigadoras han elaborado en torno a dicha categoría de análisis,
otorgando una mayor rigurosidad a una concepción que parecería a ratos un tanto
universal. De forma particular, Alejandra Oberti ha trabajado las experiencias de mujeres
militantes, señalando que “…La utilización de la categoría de género para abordar las
representaciones de violencia y memoria implica enfatizar su perspectiva histórica y
relacional”71. Particularmente, “establece lecturas desde el género (…) en consonancia con
otras categorías identitarias (sociales, sexuales, generacionales, nacionales), fortalece el
cruce con otros discursos y problemáticas y de este modo potencia su capacidad de
intervención…”72. María Gabriela Vásquez señala que una historia renovada ante el campo
historiográfico más tradicional debe incluir “las experiencias, sensibilidades y actitudes tanto
de las mujeres como las de los varones del pasado”73 y parafraseando a Gisela Bock,
destaca que “las mujeres tienen historias diferentes (…) la historia de las mujeres solo
puede ser comprendida en plural y no en singular”74. Con esto, queremos destacar la
potencialidad de la investigación por cuanto reconoce en la diversidad experiencial los
puntos en común y divergentes insertos en el contexto abordado, y que siendo analizados
desde la lectura del género, nos permiten repensar la historia del movimiento estudiantil
secundario o de las OPM desde los nuevos vectores por los que aquí apostamos. En
síntesis, aplicar la perspectiva de género en esta investigación permitirá ahondar en las
experiencias de vida y trayectorias militantes de jóvenes mujeres y hombres, identificando
de qué forma operó esta categoría en las relaciones establecidas entre sí, desde los roles
y las particularidades de las experiencias organizativas. Reconocemos en este fenómeno
generacional el influjo determinante de los PSP, constituidos por factores experienciales
sujetos a las condiciones del conflicto que históricamente implica la dictadura chilena. Por
ello, esta triada conceptual es una opción clarificadora para los propósitos de este proyecto.

70 Joan Scott, “Género: ¿Todavía una categoría útil para el análisis?”, en La manzana de la discordia, Vol. 6,
N°1 (2011): 95-101.
71 Alejandra Oberti, Las Revolucionarias… Op. Cit. p. 25.
72 Ibíd. p. 26.
73 María Gabriela Vásquez, “Algunas reflexiones acerca del Género desde la Historia” en El género a debate.

Reflexiones teóricas y metodológicas multidisciplinarias, José Carlos Cervantes Ríos (coord.). (México: Ed.
Universidad de Guadalajara, 2011): 9-29.
74 Ibíd.

28
Hipótesis

Sostenemos como premisa la existencia de una “generación armada” fraguada en la


enseñanza media reorganizada contra la dictadura de Pinochet, durante la década de 1980,
cuya conformación estuvo lejos de ser azarosa, sino que fue posibilitada por las diversas
experiencias vividas por los sujetos en cuestión, propias de haber crecido bajo la violencia
y el terrorismo de Estado, dando forma a los procesos de subjetivación política.En estas
experiencias residieron aspectos familiares –como primeros vínculos sociales–,
socioculturales –delimitando elementos identitarios vinculados a prácticas y espacios de
sociabilidad juvenil– y de género –operando sobre las relaciones interpersonales en la
organización política y de masas–, los que caracterizaron las trayectorias escogidas. Esto
además contribuyó a moldear lo que podemos identificar como un modo de ser joven en
Chile bajo dictadura. Y ciertamente, en perspectiva histórica, este fenómeno generacional
marcó continuidades y rupturas respecto de generaciones previas de ciertos partidos
políticos, así como también sobre la trayectoria de las organizaciones secundarias en Chile.

Objetivos

- Objetivo General:

Analizar cómo se configuraron los procesos de subjetivación política que permitieron la


conformación de la “generación armada” de la enseñanza media, entre los años 1980 y
1990, y de qué manera operaron los factores experienciales en estos procesos.

- Objetivos Específicos:

1. Identificar en los PSP los elementos experienciales clave en respuesta a los procesos de
politización en tres tiempos, posibilitando las trayectorias militantes de la “generación
armada”.

2. Caracterizar el influjo de la apropiación del campo sociocultural de la época en la


identidad generacional de las y los jóvenes a partir de sus prácticas y espacios de
sociabilidad juvenil.

3. Determinar de qué forma las configuraciones de género incidieron en la trayectoria


organizativa y militante de la generación armada de la enseñanza media de la década de
1980, a partir de las relaciones establecidas.

29
Metodología

La historia oral será la principal herramienta que utilizará este proyecto, en virtud del rescate
de las experiencias subjetivas, por lo que se sitúa como fuente transversal de sus objetivos.
De acuerdo con Mario Garcés, el aporte clave de las entrevistas reside en el hallazgo de
aspectos subjetivos implicados en el contexto analizado, además de encontrar visiones y
perspectivas sobre hechos o acontecimientos en particular, enriqueciendo la información
sobre ellos75. Al respecto, Necoechea señala que las entrevistas no pretenden dar una
muestra de tipicidad ni generalidad en la problemática analizada. En efecto, la historia oral
busca reconocer la percepción subjetiva de los individuos respecto de los procesos
sociales76 y de esta forma su aporte también radica en posibilitar la indagación en otras
aristas constitutivas de la subjetividad, como factores culturales o en perspectiva de género.
Como señala Pablo Pozzi, es particularmente clave el uso de la historia oral en el estudio
de la historia de las militancias políticas en América Latina, entre las décadas de 1950 y
1990, lo que aborda una de las aristas clave de las y los protagonistas de esta investigación.
Destaca que ello además se explica debido a que “en las fuentes escritas existe escasa
información de índole cualitativa sobre la subjetividad del guerrillero y la militancia
cotidiana”77. Esta frase se puede comprender de diversas maneras para nuestros intereses,
por un lado, corroborando que para comprender procesos subjetivos es preciso el uso del
testimonio oral; lo que se condice con la propuesta de Dora Schwarzstein cuando señala
que “los testimonios de historia oral están profundamente influidos por discursos y prácticas
del presente y pertenecen a la esfera de la subjetividad”78. Por otro lado, en la frase de
Pozzi podemos apreciar la reiteración de la masculinización guerrillera, lo que nos remite a
comprender porqué la historia oral resulta apta para relevar el rol de las mujeres insertas
en el mundo político, social y político-militar; pero así también a la experiencia de los
jóvenes militantes bajo los roles de género. A partir de ello, también nos preguntamos
cuáles son aquellos elementos que constituirían la subjetividad del guerrillero, ¿con qué
connotaciones se realiza tal alusión? Por supuesto, esto se presenta como desafío y factor

75 Mario Garcés, Tomando su sitio. El movimiento de pobladores de Santiago, 1957-1970. (Santiago: Ed. LOM,
2002), p. 27.
76 Gerardo Necoechea, Op. Cit., p. 164.
77 Pablo Pozzi, “Historia oral y estudio de la guerrilla en la Argentina” en Revista Testimonios, n°2, año 2 (2011).

Versión en línea, disponible en: https://revistas.unc.edu.ar/index.php/testimonios/issue/view/2161/361. El


resaltado me pertenece.
78 Dora Schwarzstein, “Historia Oral, memoria e historias traumáticas” en Revista História Oral 4 (2001): 73-83.

30
a considerar al postular una relectura de ciertos actores organizados contra la dictadura
chilena, por ejemplo, desde el género como categoría de análisis.

La historiadora mexicana Ana Lau Jaiven indica que la historia oral es “un medio
idóneo de conocimiento para la recuperación de la experiencia de las mujeres (…)
trasciende al testimonio escrito creando fuentes que ayudan al análisis de las relaciones de
género y, por lo tanto, al estudio de la condición femenina”79. En virtud de ello, la historia
oral como metodología de trabajo resulta pertinente para la investigación porque permite
hallar aquellos elementos subjetivos propios de cada experiencia y además, es clave para
el rescate del testimonio de las mujeres involucradas en la lucha contra la dictadura. Jaiven
enfatiza “…La recuperación de la palabra femenina se convierte en un trabajo prioritario y
la oralidad en el vehículo privilegiado de su historia, otra forma de acercarse a la palabra”80.
También Ana Noguera señala que los estudios sobre mujeres y géneros desde sus
orígenes se han vinculado con memoria e historia oral, no solamente por las posibilidades
de reconocer y releer acontecimientos no registrados por los documentos “sino también, y
fundamentalmente, por las potencialidades que la misma tiene para problematizar la
incorporación de sujetos invisibilizados en el relato histórico hegemónico”81. Al respecto, es
necesario señalar que al abrir posibilidades de análisis de sujetos invisibilizados desde el
género, es preciso también incorporar una relectura de los roles masculinos, donde las
expectativas sociales se agudizan durante el periodo de la adolescencia y especialmente,
para fines del presente trabajo, para el contexto de lucha armada. Como veremos, esto se
presenta como desafío y una arista que problematiza con mayor acuciosidad nuestro
escenario.

De acuerdo con lo expuesto, la historia oral resulta un método idóneo y pertinente


para los objetivos del trabajo, por lo que las entrevistas aplicadas de forma
semiestructurada serán su base. Esto se complementa de forma fructífera con el perfil de
las y los entrevistados, identificados exclusivamente con pseudónimos: mujeres y hombres
que formaron parte del movimiento estudiantil secundario contra la dictadura durante el
periodo abordado y cuyas experiencias se trazaron a través de diferentes caminos de lucha,
habiendo llegado a militar en organizaciones de izquierda armada. Habiendo contado con

79 Ana Lau Jaiven, “La historia oral: una alternativa para estudiar a las mujeres” en De Garay, Graciela (Coord.)
La Historia con Micrófono. Textos introductorios a la historia oral, Instituto Mora, México D.F., 2006. El resaltado
me pertenece.
80 Ibíd.
81 Ana Noguera, Op. Cit. p. 24.

31
vínculos preestablecidos con sujetos que cumplen el perfil buscado, producto de
investigaciones anteriores, utilizamos la técnica bola de nieve aplicada en investigaciones
cualitativas, donde las mismas entrevistadas y entrevistados han permitido adquirir más
contactos. Y aunque la selección de las y los entrevistados apostaba por la paridad de
género, el número de hombres resulta mayor al de mujeres, lo que creemos representa en
sí mismo un síntoma de la experiencia en cuestión. Con todo, las entrevistas fueron
abordadas de manera temática, poniendo énfasis en antecedentes familiares, niñez,
relaciones interpersonales, simpatías y adhesiones culturales, motivaciones que llevaron a
la militancia, experiencias clave o hitos, entre otros puntos. Por último, el proceso de
realización de entrevistas se ha definido por el criterio de saturación de la información,
finalizando ante la identificación de datos reiterados y mínimos aportes novedosos en los
testimonios.

También es importante considerar, como señala Pozzi, que para el caso de la


historia oral sus pautas distintivas tienen relación sobre todo con el hecho de “disparar” la
memoria para construir una fuente que aporte a lograr una comprensión más completa del
proceso social82 y comprendiendo memoria como una dimensión que “atañe tanto a lo
privado, es decir, a procesos y modalidades estrictamente individuales y subjetivas de
vinculación con el pasado (y por ende con el presente y el futuro) como a la dimensión
pública, colectiva e intersubjetiva”83. Para Julio Aróstegui, la memoria se interpreta como un
depósito y acervo de vivencias comunes, como un bien cultural de relevancia mayor, que
inspira actitudes y aspiraciones reivindicativas a partir de hechos del pasado y por ello,
vinculable con las identidades. Asimismo, la memoria (y las memorias, según plantea el
autor) se puede comprender como un lugar común de reflexión social, convirtiéndose
también en “objeto de un renovado interés por parte de ciertas ciencias sociales, la
antropología, la psicología y, particularmente, la historiografía”84. Aróstegui además
sostiene que, como toda fuente histórica, la memoria debe estar sujeta a los requisitos
metodológicos aplicables a toda fuente, en las mismas condiciones que otras fuentes.
Sobre esto opera la “identificación como fuente idónea, contrastación, contextualización
temporal, relativización, objetivación y construcción de un discurso metodológicamente

82 Pablo Pozzi, “Historia oral: repensar la historia” en Cuéntame cómo fue. Introducción a la historia oral, ed.
Pablo Pozzi, Gerardo Necoechea. (Buenos Aires: Ed. Imago Mundi, 2008), 3-9
83 Marina Franco y Florencia Levín, “El pasado cercano en clave historiográfica” en Historia reciente:

perspectivas y desafíos para un campo en construcción, comp. Marina Franco y Florencia Levín. (Buenos Aires:
Ed. Paidós, 2007), 31-63. El resaltado me pertenece.
84 Julio Aróstegui “Memoria, memoria histórica e historiografía: precisión conceptual y uso por el historiador” en

Pasado y memoria. Revista de Historia Contemporánea, 3 (2004): 15-36.

32
fundamentado. El ejemplo de las fuentes orales y las cautelas metodológicas a que obligan
es ampliamente demostrativo de estas necesidades”85. Es por esto y comprendiendo como
uno de sus riesgos el enfrentarnos a un testimonio permeado por la cultura y la mirada
retrospectiva, que aquí adquieren relevancia las fuentes primarias, utilizadas para el
cotejamiento de hechos específicos y elementos contextuales con las pesquisas de las
fuentes orales que permitirán la triangulación de la información obtenida. Destaca aquí, por
un lado, el rol de la prensa oficialista y opositora, cuyo detalle contempla la revisión de
medios oficiales como La Segunda, La Tercera o Las Últimas Noticias, como también Fortín
Mapocho, Análisis, APSI, Hoy y Cauce. Por otra parte, para reconocer algunos aspectos
subjetivos, lecturas y apropiaciones políticas del contexto por parte de las mencionadas
OPM, analizaremos los materiales de difusión producidos por estas. Son los casos de las
revistas El Rodriguista y El Rebelde –FPMR y MIR, respectivamente–, Basta y Rebelión –
editadas por las JJCC– y el periódico El Pueblo Rebelde Vencerá del MAPU-Lautaro.

De esta forma, el corpus de fuentes documentales utilizado para la investigación


está compuesto de dos columnas, a saber: prensa, como revistas y diarios oficiales e
independientes, cuya circulación estaba permitida; y el material de difusión orgánico y de
masas. En este segundo ítem encontramos publicaciones seriadas como las mencionadas,
algunas de ellas de carácter clandestino; y por otro lado, resultan interesantes los panfletos,
afiches y volantes difundidos en la organización de masas y las OPM insertas en el frente
secundario a través de sus alas más jóvenes. No obstante ello, destacamos las fuentes
orales como prioritarias en el alcance de los objetivos propuestos, por lo que su uso es
transversal a ellos. Frente a tales objetivos, el desglose del trabajo metodológico es el
siguiente:

Para el objetivo específico 1: hacemos énfasis en el imprescindible uso de las entrevistas,


para identificar en los PSP los elementos clave identificables en los procesos de politización
en tres tiempos. Estos permitirán ubicar hitos de la niñez y adolescencia, así como también
de la reorganización secundaria, dimensiones que impactaron en los procesos subjetivos y
militantes de las y los entrevistados, tales como el conflicto sobre el proceso de
municipalización de la enseñanza o las tomas más emblemáticas de la movilización, como
fue la de Liceo A-12, Arturo Alessandri Palma (la “Toma del 12”), entre otros. Información
que será contrastada con lecturas de prensa oficial de la época, como La Tercera o Las

85 Julio Aróstegui, La historia vivida…, Op. Cit. p. 165.

33
Últimas Noticias, pero así también se revisarán las revistas Análisis, APSI, Hoy y Cauce y
el periódico Fortín Mapocho, publicaciones que contribuyeron en la difusión de la situación
del MES y sus demandas, representando una fuente privilegiada de análisis realizados
sobre la reorganización secundaria. A partir de las entrevistas reconoceremos el contexto
en que las experiencias fueron concebidas de determinada forma por medio de lecturas de
prensa de la época, tanto aquella proclive a la dictadura como también la prensa opositora
cuya circulación estaba permitida. Cabe destacar, para el alcance de este objetivo hemos
desarrollado dos capítulos que permiten generar una lectura más completa, fluida y
estructurada, de acuerdo con la lógica propuesta para tales fines.

Para el objetivo específico 2: junto al testimonio oral, utilizaremos fuentes propias del
contexto cultural que influyó en la generación activa, para comprender y caracterizar el
influjo de la apropiación generacional del campo sociocultural. Reconociendo espacios y
prácticas comunes de sociabilidad juvenil, ciertas tendencias en torno a música, cine o
literatura, entre otros, y que constituyeron una arista fundamental en los PSP, en función
de las condiciones externas a los sujetos. Para ello, analizamos las revistas Araucaria de
Chile y La Bicicleta. Pero también ciertos materiales de difusión de las organizaciones en
las que se insertaron las y los secundarios, donde destacan Basta y Rebelión que, al haber
sido pensadas hacia un público de masas, incorporó más tópicos culturales del momento
que otras publicaciones cuya lectura se nutrió principalmente de elementos políticos y
propagandísticos. Con ello, buscamos identificar los elementos que permiten observar la
apropiación del contexto cultural que ciertas organizaciones adoptaron y difundieron entre
sus filas, lo que se condice con las experiencias relatadas en los testimonios,
comprendiendo puntos en común y de quiebre en función de las trayectorias militantes
definidas. Además, la inserción de la militancia juvenil en el frente secundario, propició la
difusión e incentivo de las menciones y publicaciones referidas a la situación del MES en
estas revistas y entregan un panorama vinculante entre masas y militancias orgánicas.

Para el objetivo específico 3: serán fundamentales las entrevistas, por cuanto el


testimonio subjetivo resulta clave para entender desde una lectura de género la interacción
de las y los jóvenes, y la experiencia de cargar con ciertos roles en su determinado contexto.
Sin perjuicio de ello, empleamos el análisis de la documentación orgánica, entregando un
panorama de cómo estas organizaciones abordaron los roles de género, observando
quiebres y puntos en común con determinadas percepciones y análisis subjetivos de sus
militantes. Este será cubierto por la revisión de El Rebelde, El Rodriguista, El Pueblo

34
Rebelde Vencerá, Basta y Rebelión, conformando un análisis que desde las entrevistas nos
permita observar cómo impactaron o no las configuraciones de género en las OPM que en
alguna medida se intentaron distanciar de estereotipos de la época, abriendo el debate
interno sobre la situación del día a día desde el género, pero a su vez enfrentando prácticas
que complejizaron la cotidianidad militante.

La investigación se estructura en cuatro capítulos en respuesta a los objetivos


planteados. El primer capítulo consiste en un acercamiento a la niñez de las y los
entrevistados, reconociendo factores familiares y los espacios más próximos que marcaron
el encuentro con el contexto del país y las primeras reflexiones. También reconocemos las
implicancias del ingreso a la enseñanza media, con la consiguiente apertura a la política
desde la organización social. El segundo capítulo dará continuidad a los procesos
enunciados anteriormente, relevando aquí las experiencias de aproximación e ingreso a las
filas de mayor confrontación a la dictadura, en palabra y acción, enmarcadas en la lucha
armada. Cabe señalar, estos dos capítulos se conforman bajo la lógica analítica de los
procesos de politización, motivo por el cual están en directa sintonía.

El tercer capítulo revisa el contexto político y sociocultural local y regional en el que


se desenvolvió la generación armada, del que las y los jóvenes se apropiaron de una forma
específica, representando continuidades y quiebres con sus respectivas orgánicas
partidistas y además, representando la conformación identitaria de cada militante.

El cuarto y último capítulo responde a un análisis en perspectiva de género, donde


las entrevistas son primordiales para comprender los procesos de la militancia, más allá de
los parámetros estructurales determinados por las organizaciones sociales y político-
militares, que por cierto también incorporaremos para entender el escenario. A través de la
estructura de lo público y lo privado, observamos el rol de las mujeres y la experiencia de
ser mujer tanto en la participación orgánica política y militar, como también de masas. Pero
además apostamos por reconocer los roles de masculinidades asignados y alimentados por
un estereotipo en línea con el guerrillero a través del desarrollo adolescente que reafirmara
un modo de ser hombre en la resistencia en Chile bajo dictadura.

Finalmente, a modo de complemento, incorporamos un anexo de imágenes que


referenciaremos a pie de página oportunamente, lo que enriquecerá los testimonios y la
información recopilada a lo largo de esta investigación.

35
CAPÍTULO I

“SE GESTA UNA GENERACIÓN DE NUEVOS COMBATIENTES POR LA


LIBERTAD”86.

Los golpes del Estado, la niñez que resistió y el despertar contra la dictadura:
procesos de politización desde el hogar hasta el aula.

El golpe de Estado que puso abrupto término al gobierno de la UP, encabezado por el
socialista Salvador Allende marcó la crisis política de las izquierdas y delineó los rumbos
del país en muchos aspectos que hasta el día de hoy se encuentran vigentes. En tal sentido,
este quiebre estructural impactó de forma directa en la sociedad chilena, tanto por la
represión, el terrorismo de Estado, las violaciones sistemáticas de derechos humanos, la
imposición de un nuevo modelo económico y de una Constitución Política, como también
en la propia cotidianidad de la sociedad civil, que se vio alterada en todas sus dimensiones.
Nos referimos a diferentes espacios de sociabilidad de la gente, al barrio, a los intervenidos
lugares de trabajo y estudio, al denominado “apagón cultural”, a la censura, entre otras
alteraciones que sufrió la gente, aún sin ser afectada de forma directa por la represión
selectiva más cruda de los primeros años de la dictadura.

Pero de la misma manera, de forma paulatina y semiclandestina se recompuso el


tejido social, desde distintos puntos. Siguiendo un curso inevitable tras la inicial persecución
política a partir del mismo 11 de septiembre de 1973, se agruparon casi de forma
espontánea familiares de detenidos en condiciones arbitrarias, secuestrados o sus hogares
allanados, cuyo paradero hasta entonces era desconocido, aún sin incorporar el concepto
de la desaparición forzada. Con una importante cuota de mujeres y madres principalmente,
se conformó la Agrupación de Familiares de Detenidos Desaparecidos (AFDD), cuyo
impacto en la escena internacional fue clave para visibilizar las violaciones de derechos
humanos cometidas en Chile.

También tuvo lugar la organización en las poblaciones, desde donde surgieron las
primeras expresiones de descontento, rebeldía y así también de solidaridad de clase.
Pronto la protesta se trasladó al centro de la ciudad, sin perjuicio de la continua movilización
en la periferia de Santiago y en el resto del país87, en donde confluyeron mujeres y hombres

86El Rebelde, N°143, noviembre de 1978, p. 31.


87Sobre las jornadas de protesta a nivel regional, la producción historiográfica es un tanto escasa. En este
escenario, resulta importante considerar los trabajos de Felipe Delgado y Miguel Maugard, “Movilización y

36
de múltiples orígenes: pobladoras y pobladores, trabajadoras y trabajadores, estudiantes,
entre otros. Asimismo, es preciso destacar la presencia de militantes clandestinos de los
partidos proscritos tras el golpe de Estado en algunos sectores clave para la reorganización
social que salió a las calles durante la década de 1980, y que se transformaron en vínculos
fundamentales para muchas personas que se organizaron contra la dictadura.

En este contexto, cientos de niñas, niños y jóvenes crecieron bajo el terror de la


dictadura y todas las restricciones impuestas. Pero a la vez, se transformaron en
observadores y partícipes de la reorganización que germinaba desde las bases y levantaba
variadas formas de resistencia desde las masas. Conoceremos en este capítulo aquellas
experiencias y elementos clave que abrieron las trayectorias militantes de muchos jóvenes,
conformando una generación que enfrentaría a la dictadura por diferentes medios y además
potenciaría un giro en torno al protagonista histórico en la revolución, casi por antonomasia
hasta entonces: la clase obrera y los trabajadores en deliberado masculino.

Es aquí donde resulta útil la propuesta de Gerardo Necoechea presentada


anteriormente, relevando los procesos de politización en tres tiempos para dar cuenta de
“la manera en que los individuos se hicieron militantes de izquierda”88, convirtiendo la
politización en un proceso investigativo y ya no reducido a determinada pertenencia política
como dato factual. Comprender el proceso de politización como una arista de los PSP que
permite delinear trayectorias, nos remite a examinar los elementos que lo constituyen,
vinculándose con la subjetividad militante. De acuerdo con Necoechea podemos identificar
tres fases, de las cuales analizaremos en este primer capítulo las dos primeras. En el primer
estadio toman relevancia los vínculos familiares o espacios nucleares en donde las y los
militantes se desenvolvieron en su niñez, escenario que para esta investigación se marca
por un evento traumático como el golpe militar, lo que impregna sus memorias.

Un segundo momento para el autor supone una “radicalización hacia la izquierda”


que a partir de esto adquiere leves matices, ya que en la mayoría de los casos, nuestros
entrevistados poseen ya una cercanía a la izquierda desde la primera etapa. Aunque sí es
posible observar esta inclinación en jóvenes que se acercaron a la izquierda, pero forjado

organización popular en dictadura: las jornadas de protesta nacional en Arica (1980-1986)” en Revista
Izquierdas, 39 (2018): 34-56; y el ensayo del sociólogo Manuel Luis Rodríguez, “La Asamblea de la Civilidad y
la oposición a la dictadura en Magallanes en 1986. Contribución para una historia de la oposición a la dictadura
en la región de Magallanes” (2013). Disponible en línea: https://surhistoria.files.wordpress.com/2013/04/la-
asamblea-de-la-civilidad-y-la-oposicic3b3n-a-la-dictadura-en-magallanes.pdf, consultado el 14 de enero de
2021.
88 Gerardo Necoechea, Op. Cit., p. 163.

37
a la luz de sus propias experiencias, ya que sus vínculos familiares politizados se
encontraban al lado de la derecha chilena. En ambos casos, los procesos analizados en
este segundo tiempo se identifican con las relaciones interpersonales y sucesos vividos de
forma directa o indirecta.

Este capítulo se orienta a reconocer los elementos experienciales identificables en


las dos primeras fases y resulta clarificador observarlos en código cronológico, donde el
primer momento del proceso se ubica en la niñez y el segundo en la apertura a nuevos
espacios y relaciones interpersonales, aquí materializadas en el ingreso a la enseñanza
media y el desenvolvimiento entre pares. Y si bien la propuesta de Necoechea pretende
analizar los caminos militantes y de politización a lo largo de la vida de las y los
entrevistados en su investigación, aquí vemos tales procesos en jóvenes que a corta edad,
ya definían trayectorias en la lucha por la libertad, dotando de agencia política a sujetos
comúnmente soslayados por la historiografía política y social.

El germen revolucionario de una generación: politización en el seno familiar.

Inserta en un conflicto histórico, la niñez durante la dictadura de Pinochet ha sido objeto de


análisis psicológicos o sociológicos a partir del trauma y eventualmente, la revictimización.
Destacan los análisis de las piezas gráficas o escritas de niñas y niños en cuya familia se
vivió la represión, las detenciones, el exilio, incluso las ejecuciones y/o desapariciones
forzadas, aunque también de niñas y niños en cuyas familias no se vivió de forma directa
la violencia estatal, pero ciertamente la dictadura restringió sus vidas.

La situación del acontecer nacional fue un factor determinante en muchos de los


otrora jóvenes que percibieron la caída de la UP como una pérdida grave o dolorosa en la
vida que llevaban hasta entonces. Los trabajos realizados por la psicóloga Patricia Castillo
son bastante ilustrativos en lo referido a las implicancias de vivir una infancia en dictadura.
Aún con algunos reparos, coincidimos cuando señala que la intervención de la prensa en
dictadura, la censura, la manipulación de la información y la imposibilidad de sostener una
“verdad”, habría potenciado “en los niños(as) la búsqueda de la verdad, inherente a la
condición de niñez, pero esta vez incluyendo temas políticos, imprimiendo en ellos la
condición de testigo respecto al juicio de dicho periodo histórico”89. En cierta medida, el rol
de testigo en niñas y niños parece ser una categoría apropiada, pero potenciar un análisis

89Patricia Castillo et al., “El pasado de los niños: Recuerdos de infancia y familia en dictadura (Chile, 1973-
1989)” en Revista Psicoperspectivas: Individuo y Sociedad, Vol. 17, n°2 (2018), p. 4.

38
generacional desde la subjetividad nos impulsa a potenciar además el rol de protagonistas
del momento de conflicto histórico que fue la dictadura, reconociendo una cierta agencia y
no una receptividad pasiva desde la visión adultocéntrica. En tal sentido, las investigaciones
desarrolladas por Castillo destacan sobre ello la reconstrucción de tres dimensiones
analíticas: la de víctima, la de actor y la de testigo90, enfocando sus trabajos en esta última
y señalando que “mucho menos explorada es la dimensión de actoría (sic) o de
protagonismo de las niñas y niños en el contexto de la dictadura cívico militar”91.

Asimismo, plantea que la niñez constituye “un objeto cuyo seguimiento permite
reconstruir narrativamente los hilos invisibles de la afectividad e identidad social en un
determinado tiempo histórico”92. Para nuestros efectos, la niñez resulta clave en las
experiencias que abrieron camino a las trayectorias políticas de juventud, tornándose uno
de los elementos esenciales que conforman los procesos de subjetivación política de las y
los jóvenes. Cabe destacar además que hablamos de niñez e infancia en tonos separados,
por cuanto coincidimos con la autora cuando señala que:

“se entiende el concepto de infancia como una condición en la sociedad que ha sido
determinada por relaciones de poder, especialmente culturales e históricas, que
enmarcan la existencia de un actor específico denominado ‘infante’; la niñez, en
cambio, se refiere a las experiencias vitales concretas de las niñas y niños bajo dicho
registro de infancia”93.

Al reconocer el testimonio como factor clave para comprender los procesos de


politización y los elementos insertos en estos durante la infancia, nos posicionamos desde
la niñez como escenario de las experiencias analizadas. De esta forma, es importante
destacar que a partir de los testimonios se pueden identificar algunos puntos en común en
los albores de esta generación particular. Uno de ellos reside en un recuerdo nostálgico de
la UP y de la propia figura de Salvador Allende, rescatada desde la niñez. No es casual el
hallazgo de testimonios que recuerdan el gobierno de Allende como un periodo de júbilo y
plenitud, de la misma manera que el golpe de Estado se imprime en dolor y angustia, en
directa relación con sus propias dinámicas familiares-nucleares. Aunque estas ciertamente
dan cuenta de múltiples orígenes y extracciones, motivo por el cual agruparemos tres ítems

90 Patricia Castillo, Infancia en dictadura. Niñas y niños como testigos: sus producciones como testimonio.
(Santiago de Chile: Colectivo Infancia y Memoria, 2015) p. 18.
91 Ibíd., p. 19.
92 Patricia Castillo et al., Op. Cit., p. 2.
93 Patricia Castillo, Infancia en dictadura…, Op. Cit. p. 17.

39
contextuales sobre la niñez en cuestión: escenarios familiares con presencia militante de
los partidos de la UP; familias politizadas desde lo social y la política de masas, es decir,
simpatizantes de la UP sin afiliación política concreta; y finalmente, detractores del gobierno
de Allende, entre militantes y no militantes de derecha.

Sobre el primer grupo es posible establecer ciertos hitos relacionados de forma


directa con la persecución desatada por la dictadura, sobre los miembros de las militancias
partidistas que fueron parte del gobierno de Allende. Este es el caso de Zorro Viejo, nacido
en Arica e hijo de militantes comunistas: su padre fue Secretario Regional de las JJCC en
Arica y su madre fue también militante y dirigente del sindicato de salud del Hospital Juan
Noé. Zorro recuerda el periodo de la UP como:

“…una fiesta permanente. El recuerdo que tengo es de algarabía absoluta, estar


presente en muchas manifestaciones culturales (…) vivíamos rodeados de gente y
yo recuerdo haber estado siempre en los brazos de alguna compañera o de algún
compañero. Mucha risa, fiesta y yo… felicidad absoluta. Tengo la sensación de
haber sido pleno en esos años, de haber tenido años muy plenos, desde la inocencia
de un niño, sin saber qué hay más allá. Eso para mí era la vida, muy plena, muy
alegre. Hasta el golpe. Llega el golpe y mi familia se descompone, explota en
pedazos”94.

Por su parte, Coke, también fue hijo de militantes comunistas, su madre fue
educadora de párvulos y pianista, y su padre llegó a formar parte del Comité Central del
Partido y a la dirección del periódico El Siglo, lo que se tradujo en un importante aporte a
su capital político y cultural desde temprana edad. Señala:

“Hasta el gobierno de Allende, tengo retazos de memoria de cómo jugábamos con


algunos amigos del barrio a hacer discursos de Allende (…) el efecto que producían
las intervenciones de Allende al punto que nosotros, niños –yo tenía 6 años pa’l
golpe y esto era antes–, con mis amigos de 5 o 6 años jugábamos a repetir a los
discursos de Allende (…) y el día del golpe, una llamada muy temprano de mi papá
avisando a mi mamá que se había alzado la armada, que estaba empezando un

94 Entrevista a Zorro Viejo.

40
golpe de Estado y era mejor que saliéramos de la casa porque era probable que lo
vinieran a buscar acá. Y podía ser peligroso que nos quedáramos”95.

En tal aspecto, las experiencias de las niñas y niños en cuya familia existió
adherencia y participación en el gobierno de la UP adquirieron rápidamente otros tenores,
teñidos por la persecución política que la dictadura desplegó sobre los militantes de los
partidos vinculados a la UP. En las múltiples respuestas que se pudieron generar, Coke
señala que “la reacción de mi mamá fue como de una tensa determinación, no tengo la
sensación de haber tenido miedo, pero sí la recuerdo como activa, muy decidida y que nos
fuimos a esconder en una casa que quedaba relativamente cerca”96. Zorro Viejo por su
parte, sufrió un drástico cambio de vida tras la detención de su madre y el paso a la
clandestinidad de su padre, significando una seguidilla de quiebres a nivel nuclear y familiar.
Entonces, se trasladaría a vivir a la comuna de Los Andes en casa de sus abuelos paternos.
Recuerda:

“Mi papá logró zafar, pero mi mamá cayó presa en Arica. Y estuvo algo así como un
año presa (…) Mi papá en todo ese contexto se fue a la clandestinidad, salió del
país y volvió clandestino (…) mi mamá me escribió muchas cartas, lo supe, pero no
vi ninguna. Mi abuela y mi abuelo no me permitieron acceder nunca a ellas, nunca
supe que mi mamá estuvo presa. Hasta que la vi después porque salió y ella misma
me dijo. Pero cuando tuve uso de razón, ¡yo no tenía mamá! Me estaba criando con
mi abuela, mi abuelo. Articulando mundo, saliendo de los 3, 4 años y en ese minuto
mi mamá no apareció (…) Entonces pa’ mí, mi mamá no existió hasta que salió de
la cárcel (…) Y fue fuerte reencontrarme con ella, porque además sucedieron cosas
de tipo familiar, la separación con mi papá y todas esas cosas que hicieron que yo
me tuviera que alejar de mi abuela y mi abuelo, que eran a esa altura del partido, en
mi razonamiento, mis verdaderos padres. Ya me había desprendido de mi familia
nuclear, con el golpe. Ahora me tenía que desprender de mi abuelo y mi abuela, que
me habían criado”97.

En el caso de Víctor, nacido en 1971, su familia también poseía sobre sí una vasta
tradición comunista. Sin embargo, sólo estuvo en conocimiento de ello a partir de sus
primeros intereses en la política local, en la necesidad de comprender la situación en torno

95 Entrevista a Coke.
96 Ibid.
97 Entrevista a Zorro Viejo.

41
al plebiscito de 1980, lo que abrió algunos caminos que determinaron su apropiación del
contexto. Sobre sus primeros años, señala haber vivido:

“…una infancia tranquila con mis hermanas (…) diría que mis primeras nociones de
la cuestión política fueron pa’l plebiscito del ‘80. Tenía 9 años y lo tengo bien grabado
en la memoria, que yo decía ‘bueno, ¿qué se va a votar?, sí, no…’. No entendía
mucho y pregunté en la casa donde como que no era tema y mi papá me dice ‘que
el gobierno es malo, Pinochet es malo, hay que cambiarlo’, etcétera y ahí como que
empecé a tener nociones (…) empiezo a indagar en la historia de mi familia –primer
lustro de los ‘80–, resultaba que mi viejo había estado preso pa’l golpe, mi abuelo
había estado preso en el tiempo de González Videla, tenía un tío exiliado en
Alemania (…) todos comunistas. Mi tío que estaba en Alemania militaba en el Partido
Comunista, tenía otro tío que estaba en Talca que militaba en el Partido Comunista,
mi viejo había sido militante hasta el golpe y después que cayó preso mantuvo una
militancia irregular, que yo diría –creo– que era más bien ayudista (…) toda mi familia
de izquierda, de tradición comunista. Mi abuelo había sido de la Comisión Política
del Partido, entonces dejó una impronta muy grande. Tuvo siete hijos y de los siete,
cinco militaban en el Partido Comunista, salvo mi mamá y otra tía (…) mi mamá me
tenía prohibidísimo participar en política (…) pero siempre tuve inquietudes por lo
que estaba pasando y me sentía de izquierda cuando era cabro chico. Pero en
general de izquierda, de todos los partidos de izquierda (…) no tenía muy claras las
diferencias, pero sí tenía claro que me gustaba el rollo de una oposición radical a la
dictadura, desde chico”98.

Para Chica, también hija de militantes comunistas y parte de una amplia familia
militante del PCCh, su niñez tras los años posteriores al golpe de Estado se vio afectada
de forma directa por la persecución sufrida por su padre, quien debió sortear la
clandestinidad hacia fines de 1973 y fue finalmente detenido en 1974. Indica:

“Yo recuerdo siempre haber visitado a mi padre en la cárcel… bueno, en lo que yo


veía era una cárcel… pero en realidad estaba en la AGA, la Academia de Guerra
Aérea. Y la cárcel era la explicación más clara que yo podía tener. En ese sentido,
recuerdo haber tenido una infancia muy protegida, sí, con mi mamá… pero así
también recuerdo haberme vinculado desde muy joven, desde muy niña, con

98 Entrevista a Víctor.

42
organizaciones de derechos humanos, de niñas y niños hijos de exiliados, con la
Vicaría de la Solidaridad, donde más tarde trabajó mi papá… y así seguir creciendo
y desarrollándome, madurando un poco ‘a la fuerza’”99.

Y aunque Fernando también creció en un hogar con una presencia militante en


alguna medida, en su recuerdo, esto no impactó de forma que se tradujera en una suerte
de tradición familiar. Aunque sí reconoció de cerca la represión de la dictadura, a través del
exilio de algunos familiares. Indica:

“Bueno, mi papá sí militó políticamente, era radical… de los radicales que estaban
a favor de la Unidad Popular, eso sí me acuerdo. Y tenía unos tíos que eran
militantes del Partido Socialista, y uno de ellos, cuando se produjo el golpe, salió del
país… se asiló en la embajada de México y tuvo que salir de Chile. De eso sí algo
me acuerdo, de ese momento cuando él se va, porque llega una noche a mi casa…
debo haber estado muy chico, pero tengo como varios recuerdos flash. Esa noche
llegó a conversar con mi papá y de ahí nunca más vemos al tío, que en esa época
debe haber tenido unos 22 o 23 años, vienen luego como unos días de mucha
tristeza”100.

Como podemos observar, adquieren relevancia aquí las denominadas “marcas


epocales”, que para Víctor Muñoz representan una de las variantes “de la vivencia
sociohistórica y de la interpretación subjetiva de tal vivencia”101, junto con ello, memoria e
identidad se triangulan en pos de una conformación generacional y su irrupción en el
conflicto histórico. Es aquella interpretación subjetiva de una o varias situaciones vividas lo
que posibilitó ciertas respuestas que se potenciarían durante la niñez, al ser en algunos
casos sus propios padres los perseguidos y sus familias desarticuladas por la dictadura.
Existía una necesidad de apropiar la complejidad de la situación nacional en los términos y
parámetros posibles, aun reconociendo un factor externo determinante en la situación de
madres y padres, impactando en la conformación identitaria de cada individuo, tanto en su
niñez como en su juventud. Coke reflexiona sobre ello cuando recuerda algunas de las
pocas visitas que hizo a su padre en clandestinidad:

99 Entrevista a Chica.
100 Entrevista a Fernando.
101 Víctor Muñoz, Generaciones… Op. Cit., p. 31.

43
“…la última vez que lo vimos tenía 8 años. Y también era con la conciencia de que
había una amenaza, que debíamos tener cuidado, que cualquier pregunta podía
contener un peligro y claro, yo creo que eso te queda también como una cierta
paranoia instalada… fue un periodo muy significativo y de formación de conciencia
de qué era esa tensión. Pero al recordarlo me parece muy claro que no lo vivíamos
como angustia. Tampoco era un juego. No era un juego de niños de ‘vamos a jugar
a ir escondidos a ver al papá’. No, era más serio que eso (…) era una clara
conciencia de una amenaza, un peligro, pero se enfrentaba con fuerza y
estoicamente. Ese era un mandato, o sea, ni a mi mamá ni a mi abuela –mis mujeres
más cercanas– nunca las vi llorar, no tengo recuerdos de eso… sino más bien de
un espíritu de pelea”102.

Uno de los puntos de quiebre en los procesos de politización de muchos jóvenes


tuvo relación con las violaciones a los derechos humanos cometidas por la dictadura, que
en algunos casos fue bastante cercana. En este escenario, Coke además recuerda una
situación en particular que refiere aquellas sensaciones:

“…hay una foto muy bonita del matrimonio de mis papás, donde está Gladys Marín,
está Mario Zamorano, está Jorge Muñoz, que también junto con Mario fueron
detenidos desaparecidos… está David Silberman también… era un grupo de amigos
que estaba en un matrimonio, el matrimonio de mis papás. Y fue muy impresionante
pa’ mí, que era chico pero creo que ya estaba en la Jota, cuando conversamos en
algún momento con mi mamá sobre esa foto, como pa’ que me contara quién era
quién. Y de repente, en ese momento, mi mamá se dio cuenta que en esa foto, solo
ella y uno de mis tíos estaban en Chile. Todos los demás eran detenidos
desaparecidos, habían sido asesinados o estaban exiliados en ese minuto. Esa
conversación siempre la recuerdo… fue como a principios de los ‘80 y pa’ mí fue
muy impactante”103.

El quiebre que significó el golpe de Estado delimitó ciertas experiencias de vida de


muchas niñas y niños, no sólo de aquellos vinculados por sus familias directamente con la
vida política y militante, sino también de aquellos contextos politizados desde lo social,
aunque en otras perspectivas, también marcadas por la violencia dictatorial. En esta suerte

102 Entrevista a Coke.


103 Ibid.

44
de segundo grupo, existió un cambio experiencial en su niñez y que no solo observaron,
sino que vivieron y afectó los aspectos más cotidianos que una niña o niño podría percibir
en su día a día, sin los efectos de la represión directa sobre sus familias. Sergio, quien
creció en la población Paula Jaraquemada, ubicada en la comuna de Quinta Normal, y en
cuya familia no existía una militancia directa en algún partido político, pero sí eran
simpatizantes de Allende y su gobierno, recuerda:

“…antes del golpe, la población donde vivíamos tenía una actividad cultural y política
muy grande… había centros culturales, clubes deportivos, centros de madres,
funcionaba la JAP, etcétera. Y dentro de todo eso, mi familia era bastante
participativa, sin militancia específica en un partido. En ese sentido, recuerdo haber
asistido a actividades organizadas en la población (…) pero después del golpe todo
cambia. Recuerdo, de repente… en los juegos, no sé, jugar a la pelota en el pasaje,
por ejemplo, se veía interrumpido porque llegaba una patrulla de militares. Te
paraban de repente, te pegaban sus patás y pa’ la casa”104.

En el caso de Claudia, su niñez se dividió entre Chile y Francia, debido al exilio que
le tocó vivir a su mamá con su pareja de entonces y su propio viaje a París unos años más
tarde. Aunque es interesante destacar que al permanecer en Chile, Claudia estuvo más
distante de la realidad local, y fue su estadía en Francia, la que ella recuerda como un
momento clave en su politización, tanto analítica e ideológicamente, debido a los lazos y
redes trenzadas. Indica:

“Yo tenía 5 años pa’l golpe y vivía cerca del Estadio Nacional y el ruido de los
helicópteros me quedó súper marcado. De hecho, todavía escucho helicópteros y
me conecto con eso, que pasaba todo el rato hacia el Estadio… súper angustiante.
Esa fue como mi primera conexión con que algo pasaba, súper chica igual. Y como
a los 10 años, me fui a vivir a Francia… mi mamá se había ido con su pareja de ese
momento –que no es mi papá– porque él trabajaba en el Canal 9, no militaba, pero
estaba con la UP y salió pa’l golpe, esa es la segunda parte que yo cacho que algo
pasa (…) acá vivía con mis abuelos y el tema no se tocaba, mi mamá se había tenido
que ir y fin. Después me voy a vivir allá con ella y ahí se me abre el mundo porque
todos hablaban de la dictadura de Pinochet, de apoyar a Chile, de la solidaridad y
empiezo a descubrir que algo pasaba en mi país, que yo no cachaba mayormente…

104 Entrevista a Sergio.

45
empiezo a conocer gente en estos eventos de apoyo por Chile, de solidaridad y
recuerdo que donde iba y decía ‘soy chilena’ altiro me decían ‘¡ah sí, Allende!’ (…)
y la primera organización que conozco de cerca y empiezo a reunirme, chica, en
grupos de estudio y apoyo es el MIR, porque en París en esa época había harto
Mirista (…) luego vuelvo a Chile, como el ‘84”105.

Emilia, por su parte, no vivió la niñez durante el periodo de la Unidad Popular,


teniendo a la fecha del golpe de Estado 2 años de vida, por lo que no posee importantes
recuerdos de ello a partir de su propia experiencia. No obstante, a través de su desarrollo
define una sensación de temor constante en la cual creció, pero desde la curiosidad por
conocer y entender una realidad que se vivía día a día, apostó por ir un poco más allá,
comprendiendo las razones que de alguna forma daban origen a ese miedo que impuso el
terrorismo de Estado sobre miles de personas. Señala:

“…mi familia, en la que si bien no había experiencia militante directa –quizás un tío
bien lejano, qué sé yo– nada muy cercano, alguien de mi casa, de lo cotidiano… al
contrario, en mi casa se vivía con mucho susto, mucho miedo a tener discos como
de Quilapayún, por ejemplo, o a tener libros más de izquierda (…) quedó bien
traumada con el evento, sin tener posición marcada (…) y como que crecí con la
idea de que los milicos son malos (…) entonces, a partir de todos los discursos
antimarxistas de Pinochet, me parece súper atractivo investigar de qué se trata
aquello que él demonizaba tanto: el marxismo, el comunismo”106.

En la misma situación, Julieta, quien también nació en el año 1971 y tenía 2 años
cuando ocurrió el golpe de Estado, tiene recuerdos del tenor familiar en tanto fue
adquiriendo mayores herramientas de aprendizaje para reconocer su alrededor. Señala que
su familia se consideraba Allendista y aunque ninguno de sus miembros tenía militancia en
algún partido político:

“…era afín al gobierno de Allende, a la Unidad Popular… entonces en dictadura la


UP era parte del tono familiar asociado a un sentimiento de harta tristeza, de pérdida
y en ese contexto yo muy chica me sentía como de izquierda (…) mi papá era obrero,
mis hermanas son harto mayores que yo –soy la más chica– y ellas vivieron la
Unidad Popular siendo jóvenes… y yo sentía al menos en el clima de mi familia en

105 Entrevista a Claudia. Canal 9 fue la red televisiva de la Universidad de Chile.


106 Entrevista a Emilia.

46
dictadura, que se había perdido una hueá muy heavy. Entonces como que me crié
en esa lógica. Afortunadamente, nadie en mi familia vivió directamente las
consecuencias de la dictadura, pero se perdieron derechos. Mi mamá era de las
Juntas de Abastecimiento Popular, las JAP, una de mis hermanas trabajaba en la
UTE, era secretaria, mis otras hermanas también vivieron la efervescencia de la UP,
entonces siempre sentí en mi casa esa tristeza, esa sensación de estar viviendo
algo terrible”107.

El posicionamiento de la violencia sistemática del Estado impactó de distintas


formas en el día a día de muchas familias, como hemos visto, a lo largo de todo el país y
que incluso sin tener un origen en común o una experiencia militante cercana, advirtieron
como amenaza latente la dictadura impuesta, avalada por muchos sectores que
defendieron el golpe de Estado como una “intervención” necesaria. Este tercer escenario
fue el caso de niñas y niños que crecieron bajo dicho discurso proclive a la dictadura cívico-
militar, pero que discreparon frente a esos patrones que el núcleo familiar les habría dado
a conocer. Aquí observamos leves matices sobre las marcas epocales, en tanto su niñez
no se vio particularmente marcada en una primera instancia por el golpe de Estado ni la
posterior maquinaria represiva, pero sí cargaron con la impronta de sus familias politizadas
en mayor o menor medida e incluso con la presencia de militantes de derecha en sus
núcleos inmediatos. De esta forma, el discurso con el que crecieron fue pronto cuestionado,
cuando este se comenzó a enfrentar tanto a los propios crímenes de mayor envergadura
de la dictadura, como a la misma violencia aplicada en lo cotidiano, a partir de sus propias
experiencias de vida. Uno de ellos fue David y señala:

“Mi papá era conservador, pinochetista. Pero también me enseñó mucho,


inquietudes, lecturas, estar enterado de las noticias, de la historia… tratar de
encontrar que casi todo lo que pasa tiene alguna raíz. Yo creo que eso se lo debo a
él (…) las primeras influencias al fin son de los papás y me crié escuchando un
discurso casi de gloria a Pinochet, que la dictadura había sido inevitable y casi había
que agradecer a los milicos lo que había pasado (…) Mi mamá también despolitizada
pero más bien Freísta, ni siquiera democratacristiana sino que le gustaba Frei.
Entonces en mi familia inmediata no había antecedentes políticos ni militantes”108.

107 Entrevista a Julieta. La entrevistada refiere a las Juntas de Abastecimiento y Control de Precios que operaron
durante el gobierno de Salvador Allende.
108 Entrevista a David.

47
Las características de despolitización aludidas por el entrevistado se asocian más
bien al hecho de no poseer una militancia política en ningún partido a los que sus padres
se sentían más cercanos, no obstante, la tendencia de derecha significó para David poseer
una imagen de la realidad, distante de la que más tarde él mismo podría generar. Por su
lado, Negro creció en un ambiente muy politizado, conservador y activo desde el
nacionalismo y la militancia de derecha. A pesar del conservadurismo, su núcleo familiar
estaba compuesto por sus padres, adherentes de Pinochet y de forma directa partícipes de
la dictadura, y por un hermano nueve años mayor, hijo del primer matrimonio de su padre
separado. En tal sentido, la discusión del quehacer político se asentaba en su vida desde
los primeros años. Indica:

“Mi padre periodista, mi madre trabajadora social ultraconservadora, pechoña,


devota… y él un tipo bastante fascista diría yo. De hecho, soy hijo de dos civiles que
fueron parte del aparato de la dictadura, mi padre fue uno de los periodistas
cercanos a Pinochet (…) y en las inconsistencias de la vida, que a mí siempre me
llenaron de dudas… trabajó en la campaña de Salvador Allende, pero luego era
pinochetista. Desde el mismo 11 mi padre estaba en las fotos del equipo de prensa
de la dictadura… de la junta militar. Y mi madre ultranacionalista, militante del
Partido Nacional (…) Era jefa del Instituto de Desarrollo Indígena, precursor de la
CONADI en la zona sur, no recuerdo qué parte, tal vez zona sur de la novena,
décima región y en esas funciones ella hacía proselitismo. Era del lote de Sergio
Onofre Jarpa, Sergio Diez… de esos dinosaurios del Partido Nacional”109.

Una situación semejante aunque peculiar fue la que vivió Tamara, quien vivió sus
primeros años en la ciudad de Iquique. Su padre había sido militante de la Democracia
Cristiana (DC), durante el periodo de la UP y previo a ello, por lo que si bien poseía algún
capital político, era distante de la izquierda y de la misma figura de Allende. No obstante, al
igual que sus hermanos, Tamara reconocía la dictadura como una amenaza, aun cuando
su padre hubiese sido partidario del golpe de Estado, lo que se agudizó con el giro político
que él tomaría. Recuerda:

“…de hecho, fue uno de los que inició la Marcha de la Patria Joven por el norte y mi
mamá sí era un poco más de izquierda, pero sin militancia en absoluto. Por lo tanto,
al momento del golpe mi papá brindó. Era DC poh. Pero sí recuerdo, cuando

109 Entrevista a Negro.

48
llegamos a Santiago, los toques de queda y todo eso… y recuerdo a mi papá
saliendo a cacerolear contra la dictadura… ¡DC poh! Brindó el golpe y después salía
a cacerolear. Pero me acuerdo que con mis hermanos le gritábamos porque no se
podía salir a cacerolear, porque él salía y se ponía en la mitad de la calle con la
cacerola solo, a las doce de la noche. Y nosotros en la ventana… éramos chicos
ahora que lo pienso… y vivíamos solo con mi papá, mi mamá quedó en Iquique. Y
le gritábamos, asustados ‘¡papá, entra, te van a matar!’”110.

En este escenario, las marcas epocales pueden ser tardías o bien estar disociadas
de un recuerdo de la Unidad Popular, pero ciertamente existen. Más bien, las y los jóvenes
cuyas familias eran alejadas y detractoras de Allende, incluso defensoras de la dictadura,
encontraron en primera persona un panorama que tensionaba aquellos discursos
familiares, como señalara David y como expresa Tamara al reconocer un cambio en la
visión política de su padre. Negro recuerda el día del golpe de Estado y el rol que adquirió
su hermano mayor, determinante a partir de entonces. Ambos eran estudiantes del Colegio
Alianza Francesa, en la comuna de Vitacura, donde se encontraban al momento del golpe
de Estado:

“…mi papá nos había ido a dejar (…) y se devuelve al centro. Vino el golpe y tengo
muy clara la imagen: estaba en primero básico y la sala era un círculo completo, un
edificio circular… teníamos vista a los jardines excepto la parte del pizarrón, pero
todo lo demás eran ventanales, muy lindo, jardines, tapias (…) y estábamos hace
poco en la sala cuando mi hermano salta una tapia y se acerca a la sala, a la
ventana… y me acerco y lo veo llorando. Él tiene nueve años más que yo, tenía 15
entonces y era militante de las Juventudes Comunistas. Era de la Jota a escondidas
(…) estuvo un tiempo sin militar y con el tiempo, volvió a militar y yo empecé a andar
en cosas con él. A los 8, 10 años, si había alguna cosa por ahí, una discusión, una
junta para conversar ‘a lo amigo’ yo andaba ahí con él”111.

A través de las nuevas redes que fueron tejiendo, niñas y niños comenzaron a andar
por sí mismos. Poco a poco, la incorporación en el mundo social, por medio de las escuelas,
colegios, barrios, poblaciones y otras instancias, fueron otorgando otras miradas que

110 Entrevista a Tamara. La Marcha de la Patria Joven fue la movilización de cientos de jóvenes de todo el país,
que culminó en un masivo acto en el entonces Parque Cousiño –actual Parque O’Higgins– enmarcado en la
campaña presidencial de Eduardo Frei Montalva, el 21 de junio de 1964.
111 Entrevista a Negro.

49
aportaron la fabricación de una idea propia a la luz de los hechos y en otros casos,
agudizando los sentires familiares, definiendo cercanías con ciertas posiciones. Julieta
señala que de alguna forma

“…la vida se hacía igual. Iba al colegio, estudiaba, sabía que había cosas que una
no podía hablar y ya cuando empezó la época de las protestas yo empecé a ir
también, chica, con mis papás (…) estuve primero en un colegio de monjas del cual
me echaron en segundo medio, pero porque me portaba mal nomás, no por razones
‘políticas’ que era como la tónica del momento también en muchos lados. Y bueno,
ahí me cambié al Liceo 4, que está ahí en Matucana, y era súper politizado, era otra
realidad, porque era del ‘otro lado’, digamos… no era del centro mismo, aunque
estaba en el radio, pero era una realidad distinta. Y en mi liceo había de todo,
comunistas sobre todo, socialistas también… éramos súper activas, íbamos a las
marchas, a las protestas, a todo…”112.

En el caso de Julieta, los aspectos políticos más allá de la amargura y desazón que
se vivía en su núcleo familiar tras el golpe de Estado, se condijeron y potenciaron con
instancias que se vinculan con la organización social que se entretejía hacia fines de la
década de 1970. Señala:

“…no me acuerdo el año exacto, pero debo haber tenido 13, 14 años… y hubo un
congreso en Padre Hurtado, que organizó el ‘OCARIN’ que era como una
organización infantil del PC que lo dirigía y organizaba Ruth Baltra. Entonces se
generó este congreso, debe estar en alguna parte, debe haber sido el… ¿85? Era
el ‘primer congreso de niños hecho por niños’ en Chile”113.

En estricto rigor, Julieta relata su participación en el II Congreso de la Organización


Nacional por la Cultura y el Arte Infantil (OCARIN), fundada en octubre de 1970 bajo el
nombre de Comité de Arte Infantil (CARIN) y refundada el 4 de enero de 1979. Aunque sí
este fue el Primer Congreso con carácter internacional. Un documento de la organización
señala:

“una de las actividades más importantes (…) ha sido el PRIMER CONGRESO NA-
[CIONAL en] octubre y noviembre de 1979, y que nos permitió conocer, por boca de

112 Entrevista a Julieta.


113 Ibid.

50
los propios niños, la realidad que ellos viven, las situaciones que los angustian, sus
sueños, temores y problemas a los que están sometidos a diario y qué es lo que
desean como futuro (…) Este año nos proponemos llevar a cabo el SEGUNDO
CONGRESO DEL NIÑO HECHO POR NIÑOS que, a diferencia del anterior,
contará, además, con la presencia de Delegaciones de Niños y Adolescentes
venidos desde diversos países que ya han comprometido su participación,
transformándose entonces en el PRIMER CONGRESO INTERNACIONAL DEL
NIÑO HECHO POR NIÑOS que se efectúe en Chile”114.

Una de sus principales impulsoras y refundadoras fue la actriz, dramaturga y


militante comunista Ruth Baltra, quien impulsó talleres de teatro para niñas, niños y jóvenes
en el marco de OCARIN. Las incipientes tendencias adquiridas a través de su espacio
familiar comenzaron a encauzar su camino mediante instancias dispuestas para el propio
protagonismo de niñas y niños en la acción política y social y que en este caso, comenzaron
a nutrir la trayectoria política de la entrevistada. Esto ya que según Julieta, es posible
establecer su participación en el mencionado congreso como el primero de sus
acercamientos políticos más concretos, complementando la carente “militancia activa” de
su núcleo familiar. Indica:

“Yo fui a los… 14 años debo haber tenido y éramos puros cabros de izquierda o
familias de izquierda. Y vinieron cabros retornados, muchos que ni siquiera habían
retornado todavía del exilio, sino que vinieron ellos y sus papás estaban exiliados.
Gente de hartas partes del mundo y estuvimos dos días conversando, hablando de
derechos humanos, derechos de los niños y esa fue como mi primera cosa más…
no sé cómo decirlo… más empapada de izquierda”115.

La interesante experiencia de los Congresos del OCARIN vividos en dictadura


permite incorporar al análisis un factor que hemos mencionado y comúnmente la
historiografía adultocéntrica ha dejado fuera: la agencia política de niñas y niños, más allá
de ser meros receptores. Para Julieta, por ejemplo, la participación en el II Congreso del
OCARIN, el compartir con jóvenes retornados y politizados, la discusión sobre derechos

114 “II Congreso de los niños”. Folleto Organización Nacional de la Cultura y el Arte Infantil, abril de 1985, p. 4,
en Fondo Ruth Baltra Moreno, Archivo de Fondos y Colecciones, Museo de la Memoria y los Derechos
Humanos. Disponible en http://www.archivomuseodelamemoria.cl/index.php/275887;isad, consultado el 10 de
enero de 2020.
115 Entrevista a Julieta.

51
humanos, derechos del niño, situación política nacional, entre otros, fueron sin duda parte
de los factores que potenciaron su politización.

Además de instancias como la generada por el OCARIN, aquellos jóvenes que más
tarde ingresarían a la enseñanza media con algunas nociones de la dictadura que coartaba
y aplastaba miles de vidas, pudieron canalizar y organizar un tanto más ideológicamente
los posicionamientos políticos que sentían o percibían de forma intuitiva a través de sus
estructuras familiares, en espacios previos a la política de masas. Tales son los casos de
ambientes más amplios pero aún cercanos, como el barrio o las poblaciones, donde no era
casual que existiera de alguna forma una cercanía a las experiencias represivas de la
dictadura, que se apropió de la cotidianidad de toda la sociedad. Julieta señala:

“Yo me crié en un barrio de Estación Central cerca de calle Conferencia y tenía un


amiguito del barrio que a su papá lo habían asesinado en La Moneda, eran mis
vecinos (…) Después mi familia se cambió a Maipú, mi hermana vivió siempre allá
y donde nosotros vivíamos, vivía la familia de Ronald Wood y su hermano menor
era amigo de mi sobrino y yo cachaba a Ronald Wood porque se juntaba con unos
locos a fumar en la plaza. La mejor amiga de mi hermana, desde el colegio, es
Marcela Hoppe, hermana de Álvaro Hoppe, el fotógrafo. Esos fueron mis contactos
de chica, sin ser mi familia militante (…) mi hermana se casó con un cabro del PC,
entonces yo como a los 13 años conversaba con mi cuñado y hablábamos, había
mucha influencia en mi cercanía… era imposible que no terminara siendo de
izquierda”116.

El continuo desarrollo de la vida cotidiana que señalara la entrevistada, aunque


alterada, posibilitó que muchos jóvenes se vincularan entre sí con otras realidades. Para
ello, en paralelo a las experiencias territoriales más próximas, la formación en la enseñanza
media fue clave debido a la presencia de múltiples sectores políticos y de jóvenes cuyos
diversos orígenes contribuyeron a la retroalimentación de un reconocimiento en muchos
aspectos. El espacio secundario se convirtió además en un escenario no exento del
conflicto político y social, especialmente tras 1980 y la instauración de una nueva
Constitución que afectaría de forma importante al sector educacional.

116 Entrevista a Julieta.

52
Praxis y subjetivación de las y los jóvenes secundarios.

Ya hacia fines de la década de 1970, la dictadura buscaba legitimarse ante el escenario


nacional e internacional por medio de distintos ardides. Uno de los más evidentes y
trascendentales hasta hoy, fue la instauración de la Constitución Política de 1980, que
aparentemente habría significado la existencia del Estado de derecho en el país y que fue
avalada por un fraudulento plebiscito. Esta Constitución definió la instauración de un modelo
económico que a poco andar demostró sus falencias, alcanzando una de las crisis
económicas más graves que ha vivido el país en el año 1982. Tras ello, comenzaron las
protestas y expresiones de descontento, como la primera Marcha del Hambre realizada el
jueves 19 de agosto de 1982, sucedida por otras tantas que antecedieron el primer llamado
a paro nacional, realizado por la Confederación de Trabajadores del Cobre (CTC). Fue
entonces cuando las manifestaciones que se vivían en las poblaciones de Santiago se
trasladaron al centro de la ciudad. Comenzaron las jornadas de protesta nacional que
evidenciaron el malestar contra una dictadura que no daba tregua y que ahora se
resguardaba en la Constitución para legitimar las reformas. En este contexto, resurgiría el
movimiento estudiantil secundario de los ‘80.

Antecedentes de la reorganización y movilización de la enseñanza media de la


década de 1980.

Entre las modificaciones constitucionales en el área de la educación y de forma específica


para nuestros intereses, en torno a la educación primaria y secundaria, la reforma apostaba
–entre otras cosas– por la descentralización de la educación chilena, dando lugar al proceso
de “municipalización de la enseñanza”, al que se opuso gran parte de la comunidad
educativa e influyó en gran medida sobre la reorganización de la enseñanza media. En el
texto de la Constitución, promulgada el 21 de octubre de 1980 y publicada el día 24 del
mismo mes, bajo el Decreto Supremo N°1150, los incisos 10 y 11 del Artículo 19 indicaban:

“Es deber de la comunidad contribuir al desarrollo y perfeccionamiento de la


educación (…) La libertad de enseñanza incluye el derecho de abrir, organizar y
mantener establecimientos educacionales (…) no tiene otras limitaciones que las
impuestas por la moral, las buenas costumbres, el orden público y la seguridad

53
nacional. La enseñanza reconocida oficialmente no podrá orientarse a propagar
tendencia político partidista alguna”117.

Con la libertad de enseñanza se posibilitó la privatización de los establecimientos


educacionales y el surgimiento de otros tantos sobre la misma competitividad privada, a lo
que se sumó la eliminación del rol interventor del Estado, como clave de la
descentralización, y la entrega de todas las facultades sobre la educación pública a los
municipios, como nuevos administradores. En síntesis, el proceso de municipalización daba
lugar a la privatización, la competencia, al lucro y al manejo de temáticas laborales por parte
de los municipios. El periodista Mauricio Weibel ha realizado importantes investigaciones a
partir de cientos de archivos que vinculaban oficios entre el Ministerio del Interior y el de
Educación, entre los que se detallan nombres, direcciones, ocupaciones, entre otros datos
de establecimientos, profesores y estudiantes que participaban de las movilizaciones contra
la dictadura118. Weibel relata parte las viciadas nuevas políticas instauradas por la dictadura
una vez iniciado el proceso de municipalización, donde se detectó una serie de problemas
a nivel nacional y de carácter administrativo, denunciados en oficios enviados desde
regiones y que “apuntaron tanto a falencias técnicas como a malversación de fondos
públicos, debido a que los municipios tomaron los recursos destinados a Educación y los
utilizaron reiteradamente en otras áreas, problema que persistió por décadas”119.
Finalmente, el proceso de municipalización de la enseñanza culminaría de forma exitosa
en agosto de 1986. Sin embargo, desde su promulgación en 1980, el rechazo de la
comunidad educativa se dejó ver en marchas, mítines, adhesión a paros nacionales, entre
otros, y no solo por parte de los estudiantes. Cabe hacer alusión aquí al rol del profesorado,
que en su mayoría también se opuso a las modificaciones instauradas y principalmente, a
la municipalización. Un documento de la Asociación Gremial de Educadores de Chile
(AGECH) que data de marzo de 1986, señala:

“La inminente municipalización y posterior privatización de la enseñanza impulsada


por el Gobierno, es posible de explicar en el contexto del Estado Subsidiario,
principio rector del actual régimen, el cual ha sido aplicado sin contemplaciones en
el sector educacional (…) la Educación General Básica y la Enseñanza Media

117 “Texto de la Constitución Política de la República de Chile”, Decreto Supremo, 21 de octubre de 1980,
N°1150. Disponible en https://www.bcn.cl/leychile/navegar?idNorma=17039, consultado el 2 de enero de 2021.
118 Ver Archivo Mauricio Weibel, disponible en http://bibliotecadigital.ufro.cl/?a=explore&collection=8, consultado

el 3 de enero de 2021.
119 Mauricio Weibel, Los niños de la rebelión¸ Op. Cit., pp. 37-38

54
Técnico-Profesional, han sido severamente afectados (…) la matrícula de
Enseñanza Básica descendió entre 1972 y 1984 en 211.506 plazas, lo que se
agrava si se considera que la población en edad escolar creció en 23.619 niños, tan
solo entre 1980 y 1984 (…) la Enseñanza Media Técnico-Industrial, cuya matrícula
cayó entre 1972 y 1984 en 34.633 plazas, con el agravante que en los últimos cinco
años, se ha privatizado aproximadamente el 50% de la matrícula total de esta
rama”120.

También resulta interesante mencionar el rol de las y los apoderados en torno a la


municipalización, ya que por parte de los estudiantes, la imagen de apoderados y
profesores era más bien de distancia frente a las movilizaciones. Sin embargo, como se
puede observar en el siguiente extracto de una entrevista al periódico Fortín Mapocho, el
entonces dirigente del Comité Pro-FESES por la Izquierda Cristiana (IC), Víctor Osorio,
señalaba que la situación había cambiado, detallando:

“La inserción de los apoderados en este proceso de movilización ha sido en distintos


niveles. En algunos casos ellos han salido a la calle junto a los alumnos y en otros
casos, a través de los centros de padres, han expresado su voluntad de luchar junto
a sus hijos y profesores por la defensa de la educación. En otros casos han
participado, incluso, en la defensa física de los alumnos frente a la represión policial
(…) las esperanzas de que sus hijos sean mejor que ellos se ven frustradas por
estas medidas y se han puesto de nuestro lado”121.

Por su lado, la misma publicación de la AGECH incorpora un documento elaborado


por un grupo de apoderados organizados, en donde se indican los efectos que la
municipalización tendría sobre la educación de sus hijos, desde una lectura y un lenguaje
más sencillo, destacando en primer lugar:

“UNA EDUCACIÓN DE MENOR CALIDAD (…) por el carácter netamente comercial


que toma la educación los responsables de cada establecimiento se preocuparán
de tener una mayor matrícula, para recibir más dinero en la subvención no
importándole tanto los progresos reales (…) EL SISTEMA PRETENDE REFORZAR
LA DIVISIÓN DE CLASES ENTRE CHILENOS. Un niño de la Población no tendrá

120 “Alcances de la Municipalización y Posterior Privatización de la Enseñanza Fiscal”, AGECH, Ediciones La


Opinión. N°3, marzo de 1986, p. 1.
121 “La rebelión de las ardillas”, Fortín Mapocho, lunes 23 de junio de 1986.

55
otra alternativa que ser obrero como sus padres: en cambio, un niño de Providencia,
será sin mucho esfuerzo, un gerente o un profesional (…) EL PROBLEMA NO ES
SOLO DE LOS PROFESORES SINO PRIMORDIALMENTE NUESTRO, YA QUE
ESTA EN JUEGO EL FUTURO DE NUESTROS HIJOS Y DE NUESTRA
SOCIEDAD”122.

Por cierto, adquirió relevancia el rol de los estudiantes secundarios y de la


reorganización de la enseñanza media, a partir de comienzos de la década de 1980 y se
hace aquí necesario destacar, grosso modo, el contexto organizativo de la enseñanza
media. En primer lugar, debemos señalar que la conformación de los primeros Comités
Democráticos (CODE) y posteriores estructuras organizativas, fue antecedida por otros
intentos de rearticulación secundaria. Juan Azócar señala que el Comité Local de
Enseñanza Media de las JJCC en la zona oriente de Santiago, sería la estructura que
orientaría la actividad de una de las “proto-organizaciones” secundarias en dictadura: el
Coordinador Estudiantil de Actividades Solidarias (CEAS). Según Ercides Martínez, en
entrevista a Azócar, el trabajo del CEAS desde la clandestinidad “se hizo en forma unitaria
con estudiantes del resto de las juventudes de la UP y también con el FER, permitiendo
activar redes de resistencia en prácticamente todos los liceos fiscales de la zona norte de
Santiago”123. El CEAS habría constituido así “el primer germen del movimiento estudiantil
secundario durante la dictadura”124, específicamente antecesor de aquel de la década de
1980, en el que ya se observaba una marcada presencia de jóvenes militantes comunistas
que, de forma soterrada, impulsaban la reorganización social en diversos frentes. Hacia el
año 1979, se articularía la Coordinadora de Enseñanza Media de la Zona Sur (CEM), la
Unión de Estudiantes Medios de la Zona Oriente (UEM) y la Agrupación de Estudiantes
Medios de la Zona Norte (AEM), y su desgaste pronto se dejaría ver debido al egreso de
los principales dirigentes, en contraposición a una revitalizada Jota que había crecido
considerablemente en ciertas zonas. Un exdirigente interno de las JJCC de enseñanza
media en la zona oriente indica que entre 1981 y 1982:

“…entró en crisis lo que quedaba de la antigua organización gremial, la UEM. Por


diversas razones se había debilitado hasta extinguirse casi como de muerte natural.

122 Inserto “¿Por qué el gobierno quiere municipalizar la enseñanza?”, en “Alcances de la Municipalización y
Posterior Privatización de la Enseñanza Fiscal”, Op. Cit.
123 Juan Azócar, Op. Cit., p. 46. Ercides Martínez fue el responsable de enseñanza media del Regional Norte

de las JJCC en la clandestinidad. El resaltado me pertenece.


124 Ibid., p. 57.

56
Lo que sí había, en cambio, era un activo Comité Local de Enseñanza Media,
vinculado al Regional Acero de las JJCC”125.

De forma paralela, entre los mismos años 1981 y 1982 se comenzaron a conformar
los CODE, como formas basales de organización secundaria en respuesta a los Centros de
Alumnos designados y fueron definidos por las JJCC como:

“el organismo político más amplio y unitario de los estudiantes (…) las tareas que el
CODE hoy debe abordar son (…)

-La recuperación, democratización y conducción de los organismos naturales:


Federación, centro de alumnos, etc.

-La aplicación y organización de la autodefensa y formas de lucha para-militar,


asumiendo decididamente la desestabilización y guerra psicológica como
expresiones superiores de la desobediencia civil”126.

La propagación de los CODE por cada establecimiento propició la coordinación con


otros liceos de sus sectores respectivos, surgiendo cuatro zonales: el Frente Unitario
Democrático de Enseñanza Media (FUDEM) en la zona centro, la Unión de Estudiantes
Secundarios (UES) en la zona oriente, el Movimiento de Estudiantes Democráticos (MED),
en la zona norte y la Organización Democrática de Estudiantes Secundarios (ODES), en la
zona sur. En 1984, la agrupación de estos zonales dio origen a la Coordinadora de
Organizaciones de Enseñanza Media (COEM), vinculado entre sí a los partidos de izquierda
como la Juventud Socialista (JS), la IC, el MIR, por cierto las JJCC, entre otros. De esta
instancia es importante destacar que la DC no participó, por lo que la ideología
predominante se asoció a la de la oposición “más dura”. Rolando Álvarez señala:

“…en los hechos, los CODE se transformaron en Asambleas de Izquierda, porque


desde sus inicios la Democracia Cristiana se restó de participar en ellos. Las
diferencias a nivel nacional, se reprodujeron en el movimiento secundario,
provocando que la DC buscara crear sus propios espacios de participación. Por este

125Ibid., p. 101.
126“Informe situación política de la Enseñanza Media”. Documento interno Comisión Nacional de Enseñanza
Media (CONEM) de las JJ.CC., junio de 1985. Citado en Rolando Álvarez, “Las Juventudes Comunistas de
Chile y el movimiento estudiantil secundario…” Op. Cit., p. 174.

57
motivo, en los CODE participaban militantes e independientes de izquierda, y en
general los jóvenes con posturas políticas radicales”127.

Y al estar organizado sobre las bases que constituyeron los CODE, el COEM fue así
reconocido entre la enseñanza media como un referente estudiantil de izquierda, cuya lucha
principal en un comienzo fue por la democratización de la enseñanza, en cuanto a rectores
y directores impuestos por la dictadura, así como por la elección de los Centros de Alumnos,
que también eran designados. Aunque podríamos señalar que las primeras motivaciones
de las y los jóvenes tenían mayor relación con lo político que lo sectorial. Con todo,
sorteando diferencias antes que los propios partidos “adultos”, en 1985 la unión del COEM
con la ASEC, vinculada a la DC dio lugar al Comité Pro-FESES, que un año más tarde
organizaría el Primer Congreso de la FESES, resurgiendo la federación secundaria desde
su proscripción tras el golpe de Estado128.

En este escenario del MES se insertaron además diferentes partidos políticos en la


enseñanza media, donde destacó la presencia de las JJCC como motor de las
organizaciones secundarias ya que generó instancias propias para el impulso de las
estructuras de enseñanza media. En este contexto, se conformó la Dirección Regional de
Enseñanza Media (DREM), tomando amplia ventaja política en el frente secundario. A nivel
de partido, la DREM permitiría que los jóvenes secundarios militantes de la Jota en sus
poblaciones, territorios u otras bases, trasladaran su militancia a sus espacios de estudio y
acrecentaran la organización de la enseñanza media. Zorro Viejo, quien participó de la
conformación de la DREM, recuerda:

“Yo el ‘83 entré al Liceo de Aplicación mientras militaba en la Jota en la población.


No dejé nunca de militar en la población ese año. Pero cuando estoy pasando a
segundo medio, la Juventud Comunista –o el Partido, a nivel central– toma la
decisión de formar la Dirección Regional de Enseñanza Media y dejar de depender
de la Juventud Comunista territorial. Es decir, los estudiantes secundarios iban al
colegio pero militaban en su población. A partir del ‘83 aproximadamente, la
Juventud Comunista decide articular una dirección regional secundaria. Y con esta
dirección regional se empiezan a generar Comités Locales y distintas Unidades de

127 Rolando Álvarez, “Las Juventudes Comunistas de Chile y el movimiento estudiantil secundario…” Op. Cit.,
p. 175.
128 Para profundizar en el proceso de reestructuración orgánica del MES durante la década de 1980, ver Juan

Azócar…, Op. Cit., pp. 111-145. También se sugiere el mencionado documental Actores secundarios.

58
Base por liceo, donde efectivamente empieza a crecer la Jota como un partido de
masas”129.

Con todo, creemos relevante señalar la coexistencia de otras fuerzas políticas de


izquierda, que posibilitaron la discusión y reflexión entre jóvenes con diferentes militancias.
Como recordaba Ercides Martínez, una de las particularidades del movimiento estudiantil
secundario fue la convivencia diaria de distintos partidos, potenciando visiones ideológicas
más radicales que las aplicables en la medida de un frente de masas como el secundario.
Esto además aportó en gran medida al auge de los procesos de politización vividos al
interior de la enseñanza media, movilizados también por la necesidad urgente y casi
inmediata de terminar con la dictadura.

Motivaciones e hitos en la experiencia subjetiva de la lucha contra la dictadura.

En la continuidad de la vida diaria, muchos jóvenes fueron descubriendo espacios y forjando


lazos con otras personas que, en algunas ocasiones, fueron de suma relevancia en los
procesos de politización. Necoechea señala que el segundo tiempo “nos traslada del círculo
familiar al ámbito de la educación superior”130 y es aquí donde observamos las primeras
particularidades de la conformación de esta generación, ya que como expusimos
inicialmente, el planteamiento del autor refiere a individuos cuyo proceso es comprendido
en otros contextos latinoamericanos, generacionales y etarios. No obstante ello, como
propuesta es posible reconocer en las contribuciones teóricas que hemos enunciado una
fórmula útil para comprender el proceso subjetivo de politización. En nuestro caso, el
proceso de politización en tres tiempos responde a una parte de los procesos de
subjetivación política y releva en primer lugar la niñez de las y los entrevistados como un
momento de reconocimiento con el mundo exterior por medio de su primer espacio de
socialización: el núcleo familiar. Adquiere diversos matices el segundo estadio en tanto las
y los protagonistas de estas acciones siguen siendo jóvenes que a muy corta edad
comienzan a observar y a ser parte de la realidad del país, sin estar sujetos a
condicionantes de los adultos. Por esto, el “viraje hacia la izquierda” comienza por un lado,
a partir de una tendencia preexistente en las familias pero forjando sus propios vínculos en
ciertos espacios.

129 Entrevista con Zorro Viejo.


130 Gerardo Necoechea, Op. Cit., p. 170.

59
En tal sentido, habría que destacar que parte importante de los jóvenes secundarios
ingresó a la militancia en sus territorios, siendo más tarde ellos mismos los nexos para otros
jóvenes secundarios que buscaban el canal apropiado para organizarse. Es el caso de
Zorro Viejo quien, tras llegar con su madre desde Los Andes a Santiago cerca de 1976,
ingresaría unos años más tarde a la militancia comunista, comenzando un significativo
camino para el proceso de reorganización del MES así como para su propia trayectoria
militante que lo llevó a la conformación de la DREM. Recuerda:

“…primero mi mamá trató que nos fuéramos del país, incluso sacamos pasaporte.
Pero mi mamá no dio el paso, porque uno de sus mejores amigos –hoy
desaparecido– le dijo ‘ahora es cuando hay que quedarse, no te vayas, quédate,
Chile te necesita, la lucha está aquí, no afuera’. Y nos quedamos. Así que empecé
a tener rápidamente conciencia política y social: veía uniformes y era odio y miedo,
porque mi mamá me había contado cosas que le habían hecho. Imagino que
también se guardó otras, pero a los 7, 8 años, sabía que eran torturadores,
criminales, que mataban por la espalda (…) y tempranamente fui teniendo posición
política, no sé si política-ideológica, porque era quizás muy inmaduro pa’ eso. Pero
sí una posición marcada y a pesar de los pocos años, era intransable (…) y llegamos
a vivir en una población aquí en Santiago, la Cañada Norte (…) mi mamá volvió a
militar aquí y yo entré, partí en la Juventud Comunista en la Cañada, en Pudahuel,
en Lo Prado, casi a los 12 años, en la pobla (…) mis primeros años militando fueron
al alero de la parroquia de la Cañada, en una comunidad de base. Y mi mamá era
cristiana, amiga del cura… un jesuita, Óscar Jiménez, de los curas de la Teología
de la Liberación, de Aldunate, Maroto, Puga, ese lote. Entonces estaba yo en una
militancia poblacional, pero con la fortuna de estar siendo formado filosófica y
políticamente en esta comunidad de base. Participé un año y diría que fue el año
donde más leí literatura marxista, a pesar de estar en la parroquia (…) debatíamos,
discutíamos, leíamos… cuando yo leí el Manifiesto Comunista, ¡me lo pasó el cura,
no el Partido!”131.

Incluso quienes no poseían mayores cercanías en sus ambientes próximos,


entonces sí que comenzaron a elaborar un pensamiento crítico respecto de la realidad
nacional, a través de sus propias experiencias y relaciones de amistad. De esta forma, no

131 Entrevista a Zorro Viejo.

60
parece casual que en el caso de aquellos jóvenes en cuyas familias la militancia política
fuera más lejana o inexistente, los elementos externos que hallaron a través de sus
experiencias adquirieran relevancia en sus procesos de politización. Es el caso de Milico,
quien señala que su crecimiento:

“…fue un poco alejado de todo, viviendo el día a día más que nada (…) pa’l golpe,
yo tenía 6, 7 años (…) y me acuerdo poco, pero por ejemplo, después del golpe
recuerdo unos saqueos donde vivía yo, de unas bodegas –de la CORMU, CORVI,
algo así, antes del SERVIU– que estaban con alimentos y fueron saqueadas por la
gente, eso. Luego, oscuridad, penumbra de los primeros años de dictadura y la mala
experiencia de alguna vez ver algún cadáver en la calle (…) en la adolescencia,
entré a la enseñanza técnica industrial el ‘81 (…) Y en tercero medio, año ‘83, ya se
comienza a vivir una efervescencia en el país… y ahí yo como joven me empiezo a
insertar en eso, con amigos, compañeros… sobre todo unos compañeros que
estaban un poco ‘más adelante’, porque tenían participación en poblaciones a través
de grupos culturales. Empecé a salir con ellos y a involucrarme en las primeras
manifestaciones… y al empezar a observar y participar me fui dando cuenta de la
cantidad de sufrimiento, de los detenidos desaparecidos, a contactarme, a conocer
gente que estaba sufriendo los efectos de esta dictadura… compartir con
compañeros que tenían… uno, el papá desaparecido, otro, el tío… y además, ver el
accionar de la policía que había en las calles, cómo actuaban, cómo reprimían…”132.

Así también podríamos considerar el caso de Fernando, para quien los inicios de la
trayectoria militante fueron a corta edad a través de vínculos que integraban tanto el colegio
como el territorio, ya que no poseía una mayor incidencia del flujo militante familiar que
pudo observar. Indica:

“…me cambié un par de veces y volví a un colegio que había estado en la Villa
Macul, y ahí empezamos a tener más conversaciones políticas con nuestros
compañeros de curso, de lo que había pasado, porque había como todo un velo y
nadie sabía mucho, pero empezamos a reunir pedazos de historia. Además, me
acuerdo, uno iba en una micro sentado y de repente miraba al lado y encontraba
‘Marcha del Hambre, tal fecha’. Las micros siempre tenían rayados cuando había
algún evento o alguna manifestación (…) Y conozco un compañero de curso que su

132 Entrevista a Milico.

61
familia era de izquierda, su hermano participaba en algunos grupos culturales
poblacionales y por aquí por allá, empezamos a militar en las Juventudes
Comunistas el ‘83, como a los 13, 14 años (…) y pasó que él se fue al Industrial
Chileno-Alemán y yo a un liceo comercial en Ñuñoa, cerca de la Plaza Ñuñoa (…) y
ahí perdí el vínculo poblacional. Pero, cada cierto tiempo, había manifestaciones en
Plaza Ñuñoa, con barricadas, con todo el despliegue, autodefensa y ya el COEM un
día hizo un llamado público a estudiantes de los liceos que participaban ahí en el
sector, a que vayan a una reunión en el pedagógico, por ahí. Y fui. Ahí conocí a un
compañero de la Jota y empiezo a militar rápidamente en la Jota estudiantil. Como
hasta el ‘84 en la Jota poblacional y el ‘85 empiezo en la Jota estudiantil”133.

En la situación de David, el encuentro con la realidad del país fue de una forma
abrupta en tanto esta era una verdad distante del discurso familiar en el cual creció y tuvo
lugar en sus primeras incursiones en las movilizaciones sociales contra la dictadura. Indica
de forma certera:

“Yo diría que recuerdo muy bien el momento que fui a mirar, sin ningún cuento, a
mirar de copuchento una de las primeras Marchas del Hambre (…) y quedé
sorprendido por la brutalidad de los pacos. En el sentido que yo veía una marcha
pacífica y agarraron a palos a muchos cabros, jóvenes, señoras y de una forma
totalmente descontrolada los pacos, les pegaban en el suelo, los arrastraban y eso
digamos que me despertó muchas preguntas… por el espanto de lo que estaba
pasando. Para mí, hasta esa época, si es que había habido violencia, casi como que
fue provocada por la UP, por los Upelientos. Entonces ver esa situación, estando en
la misma y no pasó nada de lo que yo creía, me abrió muchas dudas…”134.

Aun cuando su primer móvil fuera la curiosidad, este hecho implicó en su propio
proceso de politización un hito clave por el cual se decidiera más tarde, a formar parte de
la resistencia a la dictadura, pero ciertamente estuvo antecedido por ciertas actitudes de su
padre, como mencionamos antes. David indica “mi papá a pesar de ser facho se interesaba
mucho en lo que pasaba, entonces yo leía diarios desde chico, estaba pendiente de los
derechos humanos y ahí me empezaron algunas dudas de lo que estaba pasando…”135.

133 Entrevista a Fernando.


134 Entrevista a David.
135 Ibid.

62
Entonces las marcas epocales se tornan hitos clave en las experiencias de vida y
detonan también ciertas motivaciones para enfrentar de forma organizada la violencia
estatal, en tanto refieren a momentos específicos y vinculantes con hechos de connotación
social en medio del conflicto, mientras las marcas epocales han removido aquellas
interpretaciones y sentimientos asociados a un periodo en particular.

En este escenario, la enseñanza media surgió como ambiente propicio para facilitar
y potenciar instancias de organización política como espacio propio de las y los estudiantes,
cargando sobre sí una amalgama de fuerzas políticas de izquierda que sumaron diversos
caminos para los jóvenes, pero a la vez potenciaron una convivencia y retroalimentación
entre visiones ideológicas más o menos radicalizadas. En este flujo continuo de vínculos y
contactos, Milico quien había ingresado a estudiar al Liceo Industrial Chileno-Alemán,
relata:

“…primero había un CODE ahí en mi liceo, en el Chileno-Alemán, y no me acuerdo


bien, si era a fines del ’83, o por ahí… nos invitan a participar en la UES que era una
organización de estudiantes de la zona oriente, donde había varios liceos de la zona
y yo creo que después de eso se empezó a notar el salto a las juventudes políticas
de casi todos (...) a mí primero se me acercó un compañero democratacristiano, por
ahí salió un socialista, pero no me convencían… y al final, a raíz del CODE, salió en
este caso la invitación donde yo ingresé al final que fueron las Juventudes
Comunistas, fines del ‘83, principios del ‘84 (…) pa’ mi fue la Jota porque encontré
que era lo más completo y responsable en esos momentos, lo más consecuente con
la situación que vivía como joven y que, en el fondo, podía ayudar así al país
también…”136.

En el caso de Coke, el ingreso a la militancia en las JJCC fue bastante viable a


través de vínculos familiares –recordemos que su familia cargaba con una fuerte impronta
militante comunista– y un tanto esperable, antecedido en su recuerdo sólo por momentos
de connotación social como el llamado “Caupolicanazo” de 1980 o el 11 de mayo de 1983.
Señala:

“…yo sentía la energía que había, ese entusiasmo, lo tengo patente (…) como que
ya desde el ‘82 que empiezan algunas protestas, estaba con la incertidumbre, quería

136 Entrevista a Milico.

63
entrar a la Jota, ya conocía toda la historia de mi familia (…) pero ya inmediatamente
después del 11 de mayo del ‘83, decidimos con mi primo Pablo, fuimos a hablar con
mi primo Mario (…) porque él ya estaba en la Jota y ahí le pedimos que nos hiciera
los vínculos para entrar a militar también. Así que entramos inmediatamente, a fines
de mayo ya estábamos conectados con gente que había en mi liceo, en el Manuel
de Salas (…) nos vinculamos ahí con algunos compañeros… y formamos una base
ahí en el liceo (…) casi inmediatamente también –debe haber sido en junio del ‘83–
armamos un Comité Democrático (…) esa era como la instrucción de la Jota hacia
todos los colegios también: o conquistar el Centro de Alumnos, de alguna manera,
a pesar de ser designado, que alguno de los nuestros pudiera ser designado, por
ser el mejor alumno, por actividades deportivas o por distintas razones… pero sobre
todo, tener el CODE”137.

La misma situación vivió Chica, quien a partir de los vínculos familiares tuvo mayor
facilidad para el ingreso a su militancia, aunque también se llevó a cabo en el seno del
movimiento estudiantil secundario. Indica:

“Bueno, yo siempre estuve bien cerca de la Vicaría porque mi papá trabajaba ahí.
Harto contacto con organizaciones de niños, con hijos de exiliados… con todo eso
era imposible no tener al menos una preocupación por lo que estaba pasando, creo
que desde muy chica me sentí muy preocupada por todo (…) y como tenía toda la
carga de mi familia y yo quería pelear contra la dictadura… en ese sentido, yo nunca
pensé en otra organización que no fueran las Juventudes Comunistas, además yo
veía que estaba mejor organizada la Jota, y bueno, luego tuvo una capacidad de
movilización bien importante en la enseñanza media (…) y el año ‘82 me cambiaron
de colegio al San Agustín, en Ñuñoa… y como mi hermano mayor ya estaba en la
Jota, nos ubicábamos con algunos compañeros y ahí me reclutan y me metí al
CODE, lo primero… ya en primero medio empecé a militar también en las
Juventudes Comunistas”138.

Por el contrario, Víctor debió forjar sus propios vínculos para poder militar. Aun
habiendo identificado la trayectoria militante de su familia y adquiriendo ciertas
herramientas político-culturales a partir de su núcleo familiar, los contactos barriales y el

137 Entrevista a Coke.


138 Entrevista a Chica.

64
espacio secundario serían los que proveerían una forma de canalizar su necesidad de
enfrentar la dictadura, pero en una peculiar manera, encontrándose con la política de masas
de la enseñanza media como un primer vínculo en su recorrido por la militancia. Recuerda:

“…en séptimo básico, a los 13, me voy al colegio San José de Calasanz, católico,
particular pagado, medio cuico (…) no tenía rollo político, poca gente de izquierda,
no había CODE, no tenía contactos. Y yo tenía la concepción que para luchar contra
la dictadura, había que militar en un partido de izquierda, entonces empecé a buscar
a la Jota, porque tenía el impacto familiar del PC. Ser comunista lo decidí muy por
ese lado, una carga familiar muy grande (…) y busco la Jota pa’ participar y un amigo
del barrio donde vivía, en Macul, estudiaba en el Latinoamericano (…) y le digo ‘¿me
podís contactar con alguien de la Jota? Quiero entrar’ y él me dijo ‘ya, tengo una
compañera de curso de la Jota’ y hablar esas cosas era peluo’, clandestino. La
compañera era la ‘Lenteja’, nunca supe cómo se llamaba. Una cabra como de mi
edad, primero o segundo medio. Rebuena onda, típica artesa, un poco lana. Pero
artesa del Latino, más cuica. La imagen de típica militante de la Jota de la UES (…)
y las reuniones de la UES eran todos los lunes y me citan un lunes al Campus
Oriente (…) eran 20, 30 personas y llegamos y se presentaban por colegio (…) y a
mí me daba vergüenza decir que era del Calasanz, ¡muy cuico! No conocía a nadie
¡era casi como un infiltrado! Nadie lo cachaba (…) y empecé a participar como
independiente en la UES (…) los martes, reunión de CAM, también empecé a ir”139.

Ciertamente, este proceso de reorganización secundaria poseyó una característica


peculiar, reconocida por gran parte de las y los entrevistados: los niveles de ideologización
y discusión que se podían observar en las asambleas, dando lugar a un proceso de
radicalización ideológica y práctica en un sector de las masas secundarias, aun cuando las
directrices políticas que apuntaban a la federación trazaran diferentes caminos de lucha.
Esto se reflejó en el grado de compromiso adquirido con todas las implicancias
correspondientes, como vivir el día a día en distintas reuniones coordinando las acciones o
en asuntos tan cotidianos como el conocer o no las identificaciones reales o nombres de
pila de las y los compañeros. Fueron tales factores los que llevaron a muchos jóvenes a
buscar alternativas de organización y acción de forma consecuente con el contexto, en
algunos casos, desestimando militancias previas que no satisfacían la necesidad de luchar

139 Entrevista a Víctor.

65
más enérgicamente. Fueron los casos de David y Julieta, quienes comenzaron su
trayectoria militante en la JS. Señalan:

“Mi primera sensibilización es por la represión y la situación económica, entonces


primero me siento demócrata, había que terminar con la dictadura (…) antipinochet,
antidictadura. Después fui tomando posiciones en las organizaciones secundarias.
Estaba la Coordinadora de Organizaciones de Enseñanza Media, como referente
de izquierda, organizada a partir de bases en los liceos, los Comités Democráticos.
En cada liceo había un CODE, se coordinaba con los del sector, a partir de la lucha
por la democratización de los liceos, en términos de rectores y directores de la
dictadura, la creación de centros de alumnos, etcétera, y yo estaba en esa época en
el Liceo 12 (…) y primero me sentí socialista… y fui socialista, me cuesta decirlo
pero sí, milité en la Juventud Socialista. Porque en este proceso de descubrir cosas,
me siento Allendista, la figura de Allende empieza a tener sentido para mí. La obra
de la UP, los intentos de transformaciones y porque cuando irrumpen las protestas
y marchas, era muy potente ver gente marchando con lienzos con Allende, eran
prohibidos, pero la gente sacaba lienzos con su cara, mucha iconografía de Allende,
entonces era fácil hacerse Allendista. Y como ‘¡ah!, Allende era socialista’ estaba de
la mano, me sentí socialista y comencé a militar en la Juventud Socialista”140.

“Cuando vino toda la efervescencia secundaria, al menos a mí me pasó que tenía


una cosa medio idealizada de lo que históricamente había sido el Partido Socialista
y eso motivó que me metiera a militar ahí, como a los 14 años. Y porque tenía un
contacto y ya, no hay más reflexión que eso, no te podría decir algo más de peso.
Así que milité en la JS, cabra, bien chica y había una lógica ahí que era como de
formación, reuniones, centros de alumnos, etcétera. Pero algo me pasó en algún
minuto entre primero y segundo medio que… parece que hubo un verano que yo me
tuve que quedar sola en Santiago y todo el mundo andaba en los Trabajos
Voluntarios. Se suponía que de la JS me iban a contactar y no lo hicieron (…)
entonces a raíz de esa ‘irresponsabilidad’ de esta gente con la que se supone que
yo me tenía que juntar, me apesté un poco con la JS y dejé de militar ahí”141.

140 Entrevista a David.


141 Entrevista a Julieta.

66
El ingreso a militancias previas se observa como apertura de las distintas
trayectorias militantes tomadas por las y los jóvenes, en relación con el escenario de la
propia organización secundaria y los espacios propicios para el debate y la acción, en suma
al denominado “voluntarismo” juvenil para accionar contra la dictadura. Julieta así lo señala
cuando recuerda que “tenía ganas de hacer cosas, no quería puro pasarme en asambleas
discutiendo que si íbamos a bajar al metro o no, había que hacer las cosas, en ese momento
que yo lo sentía como un momento súper álgido”142. De esta forma, los diversos caminos
también dieron cuerpo a la existencia de las distintas fuerzas políticas que se ubicaron en
la enseñanza media, más allá del lugar hegemónico que poseían las JJCC. Aunque existen
relatos que tensionan esta situación que más tarde se vería reflejada incluso con la
disposición de instancias orgánicas que se contrapusieron al liderazgo comunista en la
enseñanza media. En su afán de curiosidad, Emilia ingresó a las JJCC a través de la
organización secundaria y relata:

“…como a los 13, 14 años, entrando a la media, conocí gente de las Juventudes
Comunistas que había ahí donde estudiaba yo, en el Lord Cochrane, y empecé a
militar en las Juventudes Comunistas pero fue poquito tiempo. Aunque bien eso me
abrió perspectivas de análisis, empecé a leer más también (…) y en esa época mi
lectura fue que era una organización un poco instrumental con la gente, la idea de
un discurso que se dice a las masas pero otro el que se hace… Y el Frente me
complicaba porque, yo lo entendía súper necesario… pero al mismo tiempo como
que se quería disfrazar la idea de un Frente que tenía sentido sólo en la medida en
que terminaba con la dictadura y a esa altura yo ya había entendido que el problema
iba más allá de la dictadura, que la dictadura era una forma de asegurar un modelo,
una reacción para defender los intereses que se querían perpetuar, el problema no
se resolvía con que la gente pudiera votar o no, había un problema estructural
mayor. Y en ese discurso… cómo decirlo, medio hipócrita del PC yo terminé mi
militancia ahí, dejé la Jota… como el ‘85…”143.

La crítica realizada por Emilia tenía que ver principalmente con aprensiones
personales respecto del “Acuerdo Nacional para la Transición a la Plena Democracia” de

142 Ibid.
143 Entrevista con Emilia.

67
1985, donde si bien el PCCh no fue firmante, más tarde enviaría una carta al cardenal Juan
Francisco Fresno donde expresaba que:

“aunque no suscribió el documento por ‘considerar que adolece de notorias


deficiencias, está dispuesto a impulsar las medidas inmediatas contenidas en el
acuerdo’. Por su parte, el Frente Patriótico Manuel Rodríguez (FPMR), la principal
organización armada que lucha en Chile contra la tiranía, en un comunicado público
expresó que: ‘No obstante nuestras diferencias y escepticismo acerca de los
resultados de esta gestión, declaramos que estaríamos dispuestos a adherir al
acuerdo, esto significa un paso hacia el término del régimen de Pinochet y conduce
al reencuentro con una democracia que resuelva rápidamente las necesidades más
urgentes de nuestros compatriotas’”144.

La existencia del FPMR como una de las principales organizaciones de lucha


armada contra la dictadura, si bien tenía la simpatía de algunos jóvenes, también poseía
ciertas restricciones, asociadas para algunos a su vínculo con el PCCh y en relación con
ello, también porque la necesidad de extender la lucha tras terminar con la dictadura, se
dejó entrever a partir del nudo que conllevó el Acuerdo Nacional. Esta visión crítica alojada
en el espacio secundario, más tarde también se reflejaría en la fuga de militantes que
habían sido parte de la enseñanza media de los ‘80, hacia el rodriguismo autónomo,
respondiendo a elementos que nutrieron sus procesos de politización, fraguados durante
su paso por el MES. El impulso de lucha y la necesidad de accionar en formas más radicales
se albergó y canalizó en otras organizaciones que paralelamente, componían las fuerzas
de izquierda en el movimiento secundario como veremos en el próximo capítulo. Con todo,
cabe hacer hincapié en la existencia de otras instancias del PCCh, más allá del FPMR, que
también dispusieron la resistencia activa e incluso armada, en mayor o menor medida. En
tal sentido, las Milicias Rodriguistas resultaron ser un especial trampolín en el movimiento
secundario al encuentro de la experiencia rodriguista y su proyección en las y los jóvenes
estudiantes145. Las acciones concertadas y el día a día de la enseñanza media fortalecerían
tales trayectorias venideras aportando a los procesos de politización de mujeres y hombres

144 Anónimo, “Chile. Acuerdo Nacional para la Transición a la Plena Democracia”, en Revista Nueva Sociedad,
N°80, noviembre – diciembre de 1985. Disponible en https://nuso.org/articulo/chile-acuerdo-nacional-para-la-
transicion-a-la-plena-democracia/, consultado el 16 de enero de 2021.
145 Ver anexo de imágenes, N°1.

68
que observaban el camino más rupturista como la vía decisiva para terminar con la
dictadura e incluso, en miras a un horizonte socialista en Chile.

A través de este capítulo, hemos reconocido los primeros pasos de las trayectorias
militantes y los procesos de subjetivación política de quienes conformaron una generación
en particular, al alero de la reorganización de la enseñanza media y de la agudización del
conflicto contra la dictadura. La propuesta de Gerardo Necoechea nos permite reconocer
de forma concreta un proceso activo y complejo, mucho más allá de ser un dato factual,
observando las formas en que jóvenes estudiantes secundarias y secundarios se formaron
como militantes y los elementos que influyeron en estos derroteros. Repensar las
militancias político-revolucionarias del Chile de los ‘80, a partir de los pasos previos de las
y los sujetos, sus encuentros con la cruda realidad que vivía el país y su formación como
militantes, nos lleva a reconocer desde la perspectiva subjetiva las formas en que
respondieron ante el repliegue, la represión y la reorganización social, así como también el
camino por el que llegaron a las filas rebeldes que se levantaron y validaron todas las
formas de lucha contra la dictadura.

69
CAPÍTULO II

“INCORPORAR TODAS LAS FORMAS DE LUCHA Y ENTRE ELLAS EL ELEMENTO


MILITAR”146.

Trayectorias de la acción y la militancia revolucionaria en la enseñanza media.

Los antecedentes expuestos en torno a los dos primeros momentos de los procesos de
politización, según la propuesta de Gerardo Necoechea, abrirían caminos que evidenciaron
el compromiso y la voluntad de las y los jóvenes por dar un paso más allá en el combate
contra la dictadura. El tercer tiempo del proceso de politización, consistiría en una
“reelaboración de ideas hegemónicas, adquiridas a través de la socialización, en ideas
rebeldes a la luz de la experiencia. También, y debido a la distancia entre las expectativas
y las experiencias, el atisbo de explicaciones inéditas de lo vivido”147. En este caso, a través
de sus propias vivencias, las y los jóvenes abrirían caminos en la búsqueda de canales de
lucha directa y confrontacional, más que conciliadora, escalando en un proceso de palabra
y acción más radical, desestimando alternativas y buscando otras que satisficieran los
ideales revolucionarios.

De acuerdo con los hechos, esta reelaboración de ideas encarnó un paso decisivo
a organizaciones político-militares, llegando incluso en ocasiones a la lucha armada. Aquí
creemos que tanto el segundo como el tercer momento del proceso de politización, refieren
una de las particularidades que recaen en la generación analizada. La impronta de izquierda
que cargaron gran parte de las y los entrevistados desde sus primeros momentos y
espacios, conllevó que la vía radical fuera en una dirección política aún más rupturista que
la esbozada originalmente en la propuesta del autor. Mientras quienes resolvieron sobre sí
mismos la opción de lucha contra la dictadura sin aproximaciones políticas familiares, al
contrario de lo esperado, como veremos, se acercaron de forma directa a caminos más
radicalizados. En el caso de la enseñanza media, el ambiente sobreideologizado que
señalan algunos entrevistados, estuvo cargado de elementos novedosos en las formas de
hacer política en los ‘80. Evidencia de ello fue el elemento militar y la inserción que este
tuvo en ciertos espacios, de los cuales el secundario no fue excepción.

146 Rebelión, N°13, diciembre de 1988, p. 16.


147 Gerardo Necoechea, Op. Cit, p. 165.

70
En función del papel preponderante que tomaron las JJCC en el MES148, es
importante destacar que las implicancias de ingresar a la Jota ya cargaban con un factor de
rebeldía, por cuanto en el marco de la PRPM, “todas las formas de lucha” eran válidas. Así
surgieron dos instancias clave de aproximación de la enseñanza media a la lucha callejera
y en algunos casos, antecedieron el paso a la lucha armada, donde destacó el FPMR como
aparato militar: los Comités de Autodefensa de Masas (CAM) y las Milicias Rodriguistas.
Como su nombre lo indicaba, los CAM organizaban las bases de diversos frentes de masas,
para responder ante la represión. Una de sus características fue el carácter abierto a
miembros de otras organizaciones políticas. Según señala Rolando Álvarez, “En el caso de
la Enseñanza Media, los CAM eran los que diseñaban los complejos planes de toma de
liceos y su respectiva defensa, como también la defensa de las marchas y el combate
callejero contra la policía”149. Fernando recuerda:

“…teníamos a nivel de secundarios una organización bastante transversal que eran


los Comités de Autodefensa de Masas, ahí convivían varias orgánicas. Bueno, el
CAM… quienes lo dirigían era gente de la Jota, pero participaban Miristas, Izquierda
Cristiana, Lautaro, distintos sectores políticos de izquierda”150.

Víctor quien también pasaría a integrar los CAM, recuerda:

“…la tarea de los Comités de Autodefensa era asegurar la marcha, entonces nos
organizábamos de forma que adelante iba un grupo de choque, atrás un grupo de
contención, por los lados las flanguardias y adelante, adelante, iba exploración (…)
después con los meses fui del grupo de choque, que era la brigada de adelante (…)
y teníamos hasta un pañuelito propio, como con un lápiz y una estrella…”151.

En 1984, las Milicias Rodriguistas nacerían como órganos que potenciaran y


extendieran las prácticas de autodefensa, y algunos autores las han definido como “órganos
de combate auténticamente populares” surgidos de manera imprecisa en contexto de
combates callejeros en la periferia de Santiago, durante las jornadas de protesta en

148 Debido al mencionado análisis de las JJCC, en el marco de la Sublevación Nacional, según el que la
enseñanza media debía tener un rol clave, equiparando su accionar al de los estudiantes universitarios.
149 Rolando Álvarez, “Las Juventudes Comunistas de Chile y el movimiento estudiantil secundario…”, Op. Cit.,

p. 189.
150 Entrevista a Fernando.
151 Entrevista a Víctor.

71
poblaciones que históricamente tenían presencia comunista152. La publicación Barricada,
autodenominada “órgano oficial de las Milicias Rodriguistas” señalaba:

“la organización que se da el pueblo para defenderse ante la represión, y para luchar
con todos los medios para terminar con este régimen de terror (…) en las
poblaciones, industrias, universidades, escuelas en la ciudad y en el campo (…) En
cada cuadra, barrio, turno, curso, y en cada una de las organizaciones de que nos
hemos ido dando, en sindicatos, organizaciones de pobladores, centros de
alumnos...”153.

Las MR surgieron como parte de la política y estructura militar del PCCh, con otras
instancias que han quedado un tanto eclipsadas por el FPMR, como principal fuerza militar.
Pero ciertamente, las MR secundarias cumplieron un rol de aproximación al FPMR, ya que
el ingreso de jóvenes secundarios a este fue más restrictivo. Más bien, propiciaron el
acercamiento a lo que podríamos denominar como “experiencia rodriguista”, en lo práctico
y lo subjetivo. Rolando Álvarez las define como:

“organismos que buscaban masificar y organizar las experiencias de autodefensa


de masas, dando la posibilidad de que se integraran individuos más allá de la
militancia comunista (…) difundiendo la creación de los ‘Comité de Autodefensa de
Masas’ en universidades, sindicatos y organizaciones territoriales. Es decir, si bien
el FPMR fue lejos el aparato militar más llamativo de la época, el conjunto del
complejo partidario comunista se vio cruzado por lo militar, partiendo desde la célula,
organismo matriz del PC, que debía contar obligadamente con un encargado
militar”154.

La revista Basta de las JJCC publicó en 1986, el “año decisivo”, un llamamiento a la


enseñanza media, donde conminaba a las y los secundarios a “organizar los Comités de
Autodefensa de Masas y las Milicias Rodriguistas por liceos y cursos, de tal modo que la
represión se melle los dientes frente a los estudiantes organizados”155. El propósito fue
potenciar la creación de Milicias Rodriguistas con el fin de elevar las formas de lucha, motivo
por el cual se “reclutaría” a los más decididos en la lucha callejera, pero que aún no

152 Jaime Reyes, “La autodefensa de masas y las Milicias Rodriguistas…” Op. Cit., p. 80.
153 “Las Milicias Rodriguistas”, Barricada, N°1, marzo de 1985, p. 4.
154 Rolando Álvarez, Arriba los pobres del mundo…, Op. Cit., p. 169.
155 “Llamamiento de las Juventudes Comunistas de Chile a los estudiantes de enseñanza media”, Basta, N°65,

marzo de 1986, p. 5.

72
alcanzaban un desarrollo íntegro para entrar al FPMR156, tal como ocurrió en el movimiento
secundario. Por esto, las Milicias no dependían del Frente, “sino de la Comisión Militar de
las direcciones regionales de la Jota y el Partido”157. En el caso de la enseñanza media, de
la DREM, es decir, el vínculo político de las MR era directamente con las JJCC. Sergio
Buschmann, militante comunista, miembro del FPMR y excombatiente en Nicaragua, se
refería a las MR de las poblaciones, señalando:

“¿Quién en Chile no ha visto niños de catorce, quince años, con qué fuerza actúan
en la protesta? Desde catorce años hasta una edad ilimitada. Tenemos el trabajo de
la Milicia Rodriguista sectorial. ¿Es una mentira que poblaciones en la noche son
controladas por la Milicia? Todos las han visto, todos saben que es así. Pregúntele
a los señores carabineros, si se meten a determinadas poblaciones. Pregunte por
qué no se meten después de las 8 de la noche y qué es lo que ven cuando miran en
las poblaciones para adentro. Quienes patrullan aquella población y cuidan aquella
población. Esas son las Milicias, el primer camino que encuentra la juventud, de
comprensión, de acercamiento al Frente Patriótico Manuel Rodríguez”158.

Si en los territorios hubo importante presencia de las Milicias Rodriguistas, según


Jaime Reyes, debido a su inserción en poblaciones con histórica presencia comunista; en
el caso de las MR secundarias, en un espacio con altos niveles de ideologización, la
convivencia con otras orgánicas que también abrazaban la vía armada en la enseñanza
media, agudizó la mística que rodeó este brazo del aparato militar comunista. Así es posible
entender que algunos de estos jóvenes que ingresaron a las MR secundarias,
introduciéndose y empapándose de la experiencia y el proyecto rodriguista, luego formaran
parte del FPMR-A, continuando un proceso que se orientó en un alza radical, y que se
retroalimentó con la movilización secundaria. Al respecto, Víctor relata:

“En mi experiencia todos los de las Milicias eran de la Jota, no conocí a nadie que
fuera de las Milicias y no de la Jota o por lo menos eso es lo que yo conocí en la
media, donde yo participé (…) pero cuando hacíamos actividades tirábamos
panfletos como Frente Patriótico… entonces la actividad del Frente era como
omnipresente porque todo lo que se hacía se le ponía el timbre del Frente Patriótico

156 Rolando Álvarez, “Las Juventudes Comunistas de Chile y el movimiento estudiantil secundario…”, Op. Cit.,
p. 186.
157 Ibid.
158 “Testimonio de un combatiente. Entrevista con un dirigente del Frente Patriótico Manuel Rodríguez”,

Araucaria de Chile, N°41, 1988, p. 41. Sergio Buschmann falleció en abril de 2014. El resaltado me pertenece.

73
aunque lo hiciera algún grupo operativo de la Jota, y eso también daba una imagen
más grande de lo que era el Frente (…) Y cuando se produce la división del Frente
y se forma la Juventud Patriótica hay mucho cabro de la Jota que se va a la JP, los
más puntúos (…) entonces yo creo que pa’ parar eso, la Jota organizó el
‘Destacamento Estudiantil’, que era un grupo más militarizado y que hacía
operaciones de más alto nivel que los grupos de la Jota o las Milicias Rodriguistas
secundarias (…) y lo mismo, el Destacamento tenía ese perfil y era de la Jota, pero
usaban las banderas del Frente, por ejemplo…”159.

Sobre ello, es necesario observar dos instancias que se suman a la experiencia


secundaria. Según una publicación de El Rodriguista, en 1989 nació en el seno del FPMR
el Destacamento Estudiantil, haciendo un “llamado unitario a todos los patriotas, a los
estudiantes en particular, para que participen con mucha energía en las próximas luchas y
para reactivar el Movimiento Miliciano Rodriguista”160. Agregaba:

“Nosotros luchamos por los valores democráticos con todas las posibilidades que
ofrece la lucha, no descartando ninguna forma y lucharemos así hasta que se den
reales garantías al cumplimiento de los más elementales derechos del hombre, en
todos los sectores sociales”161.

Finalmente, como bien señala Víctor, la Juventud Patriótica (JP) surgió un 21 de


octubre de 1988, siendo la apuesta del rodriguismo autónomo para el ala juvenil, a la cual
muchos jóvenes de la enseñanza media se sumaron, en línea con los parámetros de la
Guerra Patriótica Nacional y la continuidad de la lucha armada. Es preciso además
comprender que la fuga de militantes hacia el FPMR-A y en este caso, la JP, tuvo lugar tras
el llamado del PCCh a participar del plebiscito de 1988, del cual ciertamente las y los
jóvenes secundarios no podrían haber sido parte: no tenían la edad para ello.

Como otra fuerza política que creció en el MES, se posicionó poco a poco el MJL,
nacido en las poblaciones de Santiago al calor de las primeras protestas y al alero del
Partido MAPU. La composición orgánica, la extracción de clase, los rangos etarios de sus
militantes y la lectura de efectivamente accionar contra la dictadura, fue atractivo para
quienes querían actuar “más allá de las asambleas”. La enseñanza media se convirtió de

159 Entrevista a Víctor.


160 “Nace el Destacamento Estudiantil del FPMR”, El Rodriguista, N°38, septiembre de 1989, p. 13. El resaltado
es del original.
161 Ibid.

74
forma paulatina en una importante cantera de reclutamiento para las filas lautarinas.
Aunque en menor medida que la presencia militante y los espacios políticos ganados por
las JJCC, las brigadas del “bastión secundario” del MJL crecieron a partir de entonces.
David recuerda:

“una de nuestras primeras pegas era hacer crecer el Lautaro en el movimiento


estudiantil secundario, entonces hacíamos algunas acciones de propaganda
dirigidas a los liceos. Empezamos con la onda de ir a un liceo popular, combativo a
hacer barricadas, propaganda, a la salida o entrada, a las 8 de la mañana. Hacíamos
barricadas, panfleteábamos, rayábamos, enmascarados con pañuelos del Lautaro,
dejábamos las consignas y eso era bien atractivo para los jóvenes que también
estaban buscando espacios de rebeldía (…) entonces nuestra labor era hacer crecer
el Lautaro en el ambiente estudiantil a través de la propaganda pero también a partir
de crecer estos liceos, en los CODES, tener presencia orgánica, militantes y hacer
también un trabajo de alianza con las otras juventudes políticas más radicales”162.

Un tanto más complejo fue el escenario de la JRME, nacida en 1984 en paralelo a


las protestas y también a la crisis del MIR. Tras haber retornado a Chile y buscando
experiencias conocidas como las que había vivido en Francia, Claudia encontró estos
caminos en la enseñanza media, a través de la JRME. Aunque señala:

“…era como el ‘84, ‘85, período que el MIR entró como en crisis, así que mi militancia
se vio bastante afectada por eso. Entonces nos juntábamos, pero a veces nuestra
jefatura nos dejaba caer y nosotros no sabíamos por qué, nos juntábamos mucho a
leer y estudiar, pero poca acción y yo siempre decía así como ‘ya, pero falta un
poquito de acción porque igual hay que hacer cosas’, sentía la necesidad de unir la
teoría con la práctica, sentía y veía que era súper necesario”163.

Aunque existieron incluso dirigentes públicos vinculados al MIR en la enseñanza


media, el impacto político secundario fue un tanto menor, probablemente, a propósito de la
crisis y las debilidades que esto conllevó. Ahora bien, es posible ubicar testimonios de
jóvenes secundarios que estando vinculados al MIR o la JRME, desarrollaron un importante
trabajo territorial-poblacional en paralelo a la acción política de la enseñanza media. Es
posible que a inserción de las células del MIR en distintas poblaciones de Santiago con

162 Entrevista con David.


163 Entrevista con Claudia.

75
algún grado de trayectoria histórica, tanto en la mística como en el proyecto político, resulten
factores explicativos de ello.

En este escenario, se reflejó un alza de acciones más radicales, a través del actuar
orgánico de masas y por medio de las experiencias subjetivas de las y los jóvenes que
llevaron a cabo las principales intervenciones del movimiento secundario en el espacio
público, a la vez que pulían su formación y roles de militantes revolucionarios contra la
dictadura.

“Chile libre”: acciones e interacciones generacionales entre el liceo y la calle.

La dinámica cotidiana en las reuniones y asambleas de las organizaciones secundarias, ha


sido reconocida por muchos de sus protagonistas como un ambiente cargado de política e
ideologización en niveles bastante considerables. Las extensas discusiones que tenían
lugar tocaban temas sobre la política nacional e incluso internacional, a partir de lo que se
sostienen algunos relatos y experiencias sobre los estándares ideológicos apropiados por
los jóvenes secundarios y en donde se desenvolvieron sus trayectorias militantes,
comenzando a definir posiciones de forma más certera y a nutrir ciertas orgánicas que
fueron tomando su lugar en la enseñanza media. David recuerda:

“…en la organización estudiantil había comunistas, fundamentalmente. También


socialistas, Miristas y de otras organizaciones más pequeñas, había gente del
MAPU, Izquierda Cristiana. Un amplio abanico de organizaciones de izquierda y yo
diría que recién ahí todos juntos, empieza un proceso de mayor ideologización,
pasar de esto de la política, de la lucha cotidiana, a tomar ya posiciones políticas.
Era un movimiento muy ideologizado, había mucha discusión de base, éramos
chicos pero nos creíamos grandes y se discutía en asambleas sobre la dictadura del
proletariado y su legitimidad, que la lucha contra la dictadura se tenía que unir a la
lucha por el socialismo, cuál tenía que ser la estrategia socialista, vía insurreccional
o guerra popular, no sé… una serie de discusiones. ¡Y uno hacía referencias a libros!
Se empezaba a conseguir libros, el Manifiesto Comunista (…) más que lo que
pasaba en Chile, las discusiones eran más como había sido la revolución en Rusia
casi, una cuestión bien sobreideologizada, pero con mucha participación de masas.

76
Las asambleas en ese tiempo reunían por sectores a decenas de estudiantes, en
condiciones de la dictadura, las movilizaciones también, cientos de estudiantes”164.

Cuando David señala que comienza un proceso de tomar posiciones políticas refiere
al ingreso a militancias de forma más acuciosa en tanto algunos jóvenes ya habían
transitado en distintas orgánicas, desestimando unas y encontrando otras que lograran
canalizar la urgencia de luchar contra la dictadura. Tras el “vuelco” político de su padre,
Tamara recuerda una aproximación a la cultura más vinculada a la oposición del momento,
que se potenció de alguna forma tras su llegada a Santiago e ingreso al colegio. Señala:

“Yo creo que sí tenía una conciencia política, pero tampoco una gran conciencia.
Sabía lo que pasaba en derechos humanos, escuchaba Silvio Rodríguez, Quila…
era un poco artesa (…) pero ya cuando entro al colegio, al Compañía de María ahí
en Seminario, era de monjas, pero la directora era del Sebastián Acevedo (…) y
además era ‘feminista’ o no sé, pero nosotras en el colegio rezábamos ‘madre
nuestra’ (…) en religión nos pasaban Teología de la Liberación, Concilio Vaticano…
cuestiones súper vanguardistas por parte del colegio que también propiciaba que se
armaran nichos políticos. Entonces yo entré a militar más o menos chica… llegué
en octavo a ese colegio y en primero medio ya estaba militando en la Jota (…) y
rápidamente, empezó la instrucción política pa’ los que no cachábamos tanto y era
súper buena… por ejemplo, una vez al mes jornadas de instrucción política y era
todo el día. Venía alguien del Regional y nos daban instrucción política, por ejemplo,
materialismo, dialéctica, Doctrina de Seguridad Nacional y así…”165.

De esta forma, quienes estaban más distantes a la formación política en sus


aspectos teóricos e ideológicos, pronto encontraron maneras de sustentar esa carencia, lo
que además impulsó el afán del quehacer revolucionario en la necesidad de actuar contra
la dictadura. La relevancia de ello, es haber impregnado tal sentir en un espacio de masas
tan amplio en cantidad y tan diverso en ideología como fue la enseñanza media de los ‘80.
El análisis político de la situación a en el país y en Latinoamérica incluso, debía ir de la
mano consecuentemente con la lucha en lo civil y en lo militar, en lo político y en lo
ideológico. En este sentido, si bien las acciones más reconocidas por el movimiento
estudiantil secundario como tomas, marchas, mítines relámpago, etcétera, estuvieron

164 Entrevista a David.


165 Entrevista a Tamara.

77
estrechamente relacionadas con el impacto de la reforma educacional, muchos de ellos
además participaban con la convicción de hacer caer la dictadura, de liberar espacios, de
terminar con la tiranía y sus tácticas para implantar y asegurar el modelo. En el caso de
Sergio, quien había sido matriculado en el Liceo Alemán, ubicado en Recoleta por ese
entonces, él convivió con compañeros de curso cuya diversa extracción de clase se
contrapuso a la realidad que vivía en su población, generando nuevos cuestionamientos
sobre la desigualdad social que enfrentaba. Además, señala:

“…en el colegio, el ‘83, en segundo medio llega un compañero de curso nuevo, que
venía del exilio y nos hicimos rápidamente amigos, yo diría que se generó una
hermandad muy fuerte con él y es quien me invita a participar de unas reuniones de
estudiantes, como de los primeros Comités Democráticos (…) nos juntábamos en
lugares como de la Vicaría Pastoral Zona Oeste, era como que pasaban la
infraestructura para que los estudiantes se organizaran y ahí concurrían estudiantes
del Liceo de Aplicación, algunos del Instituto Nacional, algunos de colegios caros,
como del Notre Dame, del Latinoamericano y de distintas comunas y ahí como que
fue una explosión en términos de sentir esa inquietud de lo que yo andaba buscando,
que era hacer algo que acabara con la dictadura (…) pero también buscando
cambios radicales, no solamente volver a una democracia sino también una
propuesta de país que sea muy distinta a la dictadura que estábamos viviendo en
esa época…”166.

En tal escenario, las formas de actuar más reconocidas del MES se materializaron
a partir de la organización diaria que se vivía al interior de los espacios secundarios. Las
marchas, los mítines relámpago y las tomas masivas llevadas a cabo poseían un alto nivel
de coordinación y en ningún caso resultaban acciones azarosas, incluso aquellas marchas
fallidas, interrumpidas por la represión, también tenían su reunificación y continuación hasta
el objetivo final que en el centro de Santiago comúnmente resultaba ser el Ministerio de
Educación. Y aunque suele ser un factor reiterado el análisis de la organización estudiantil
en Santiago principalmente, motivo por el cual existe menos información al respecto, es
importante destacar que también en regiones se vivió una importante coordinación
secundaria y vinculación con las estructuras organizativas de la Región Metropolitana. Tras

166 Entrevista a Sergio.

78
quedar su participación al descubierto en diversas acciones del MES, habiendo sido
detenida en una de las tomas, Tamara recuerda:

“…después me fui porque mi papá me pilló una carta de pertrecho (…) se tiene que
haber metido a intrusear, porque estaba bien asustado, me habían metido presa por
una toma, no aparecía en todo el día, no pedía permiso y mi papá atacado porque
sabía cómo era la dictadura, después de todo (…) Y pilla la carta, que salía ‘alambre
de púa, miguelitos’, seguro pensó que estaba metida quizás hasta dónde y trabajaba
en la CORFO, así que pidió el traslado a la quinta región. Me sacó de Santiago en
segundo medio y me metió a un colegio de monjas en Viña, pero no como el que
estaba… al María Auxiliadora… y nos vamos a vivir a Quilpué. La cuestión es que
fue peor pa’ él, porque como llegué de Santiago, en la quinta región los miraban
como héroes y quedé encargada del Regional secundario de la Jota. Pasé a estar
encargada de toda la enseñanza media en la ‘quinta región Viña’, porque la quinta
región estaba dividida en dos regionales: Viña y Valparaíso (…) Y mis dos últimos
años de enseñanza media los pasé en esta fase, en la quinta región estaba la
FESEVI de Valparaíso. Participé en algunas actividades de la FESEVI, que era
repoco igual, hacíamos unas marchas ridículas por la Avenida Valparaíso en Viña,
fui a algunas, pero después como empecé a meterme en la cuestión más interna,
fui menos (…) en la FESEVI había harta gente del Colegio Winterhill sobre todo, que
era como el Latino pero de Viña”167.

También Zorro Viejo recuerda como impactó en su vida el accionar y la organización


del movimiento estudiantil secundario, donde paulatina pero rápidamente adquirió mayor
compromiso, lo que lo llevó a distintos lugares del país con la tarea de impulsar la
conformación de organizaciones secundarias. Esto a partir de su militancia en las JJCC,
que si bien comenzó en la Jota poblacional, finalmente lo llevó a potenciar su rol en la
enseñanza media. Relata:

“…fui asumiendo responsabilidades de la Jota secundaria cada vez de más


exposición pública. El ‘85 fui presidente del Centro de Alumnos del Liceo de
Aplicación que era en esos años liceo emblema contra la dictadura. Entonces tenía
presencia pública, mediática, que no era menor y ahí me fui forjando como dirigente
estudiantil. Poco tiempo después, termine como presidente del FUDEM. Luego,

167 Entrevista a Tamara.

79
formé parte de la directiva del COEM, al año después ya era parte del Comité Pro-
FESES y al año después, de la FESES. Participé en toda la gestación de la FESES
con las distintas instancias que fuimos creando (…) Y en tercero medio me
transformé en funcionario de la Juventud, pasé a trabajar como empleado del
Partido. Lo que significaba que tenía que cumplir labores no solo en Santiago sino
también en Valparaíso, Concepción, Lota, Coronel, Temuco… formando unidades
secundarias como la FESES. Replicar eso era mi pega. Llevar el DREM de aquí a
regiones, con los dirigentes públicos. Entonces viajaba todo el año, tenía muchas
responsabilidades y además era estudiante. No podía ni quería fallar (…) y al final
la Juventud Comunista fue la fundadora del movimiento… todo el plan de
reconquista del Pro-FESES y la FESES fue plan de los comunistas que nosotros
llevamos a cabo y yo soy fruto de eso. Cuando a mí me vienen a buscar a la
población, me dicen lo que tengo que hacer: ‘te vai a la secundaria y tenís que ser
presidente de curso y vai a ser presidente del Centro de Alumnos y vai a terminar
en la FESES. Tú tenís que fundar la FESES’. Y es un poco lo que hicimos… mi
generación. Así fue. Era el derrotero que se esperaba por parte del PC. Y
funcionó”168.

En el llamamiento a la enseñanza media publicado en Basta, se introducía también


la presencia de las organizaciones secundarias conformadas a lo largo del país. Señalaba
sobre la enseñanza media “…que sin temores, ni complejos se organiza unitariamente en
torno a sus organismos democráticos, tales como el valeroso Pro-Feses, el Pro-Fecar (en
el Carbón), la Aesa (en San Antonio) y la Federación del Loa (en Calama), entre otros”169.
Además, la elección de Zorro Viejo como segundo presidente del Centro de Alumnos del
Liceo de Aplicación en 1985, representó también parte de algunos triunfos del movimiento
estudiantil, cuando a partir de 1984 el Centro de Alumnos pasó a ser elegido
democráticamente, resolviendo una de las principales exigencias del MES. Como
estudiantes del Liceo de Aplicación, organizados en el Movimiento Aplicacionista por la
Democracia (MAD), CODE del establecimiento, los jóvenes convocaron un paro los días 4,
5 y 6 de julio, donde la movilización tenía relación con el esclarecimiento de las muertes de
jóvenes en protestas y también:

168 Entrevista a Zorro Viejo.


169 “Llamamiento de las Juventudes Comunistas de Chile a los estudiantes de enseñanza media” ... Op. Cit. p.
4.

80
“mantenían entre sus exigencias la derogación inmediata del Decreto 741 sobre la
elección de centros de alumnos. Fue en este último punto donde el MAD obtuvo su
primera victoria como organización en 1984. Dicho año el director decidió que cada
curso eligiese a dos delegados, entre los cuales se votaría al presidente del centro
de alumnos (…) Así, los estudiantes instalaron a un dirigente del MAD como
presidente del centro de alumnos (…) Durante el resto de la década, todos los
presidentes del centro de alumnos fueron integrantes del MAD”170.

Uno de ellos fue efectivamente Zorro Viejo, quien llegaba tras la presidencia de Axel
Pickett y donde “las resoluciones del MAD eran automáticamente asumidas por el Centro
de Alumnos”171.

En un periodo de maduración orgánica de la enseñanza media, durante el mismo


año 1985 tendría lugar además una de las acciones más mediáticas del movimiento
estudiantil secundario, posicionando en el debate, en mayor o menor medida, las exigencias
de las y los secundarios que se encontraban organizados y coordinados entre sí. El 10 de
julio de 1985, la cita matutina agrupó a cientos de jóvenes estudiantes secundarios en la
toma del Liceo Arturo Alessandri Palma, la “Toma del 12”. En un variado recorrido por
distintos establecimientos, David cursó un periodo de su enseñanza media en el Liceo 12,
donde recuerda:

“En el Liceo 12 con unos amigos formamos el CODE del liceo, territorialmente de la
UES, zonal oriente del COEM, que era como el ‘zonal cuico’, por algunos colegios
particulares (…) y yo participé en la toma pero desde otro lado porque ese año ‘85
ya no estaba en el colegio, me echaron el ‘84, porque el ‘84 desde el CODE que era
la primera organización estudiantil secundaria del colegio, empezamos a agitar,
hacer propaganda, en el colegio rayábamos consignas con spray, panfleteábamos,
organizábamos protestas… y a fin de año no me renovaron la matrícula”172.

Por su parte, tras haber retornado a Chile Claudia ingresó al Liceo 12 y rápidamente,
entablando conversaciones y relaciones de amistad, comenzó a participar de las acciones
del CODE del liceo referido por David, de las reuniones del COEM y del Comité Pro-FESES.
Con premura, ya que estaba cursando sus últimos años de enseñanza media. En este

170 Pablo Neut et al., “‘Seguridad para estudiar, libertad para vivir’…”, Op. Cit., p. 2199.
171 Rolando Álvarez, “Las Juventudes Comunistas de Chile y el movimiento estudiantil secundario…” Op. Cit.,
p. 175.
172 Entrevista a David.

81
contexto, vivió la toma siendo parte del mismo establecimiento. Por ello, su experiencia en
el afamado evento adquirió otros matices frente a quienes participaron provenientes de
otros lugares. Describe:

“…fui a varias tomas de otros liceos también, pero cuando me tocó la de mi liceo
tenía que estar ahí en la organización… a las otras yo iba, se decía día, hora y una
llegaba nomás, se metía y después salía (…) pero aquí los del liceo teníamos que
trabajar en la información de los profes buena onda, los mala onda, el inspector, las
salas, salidas, entradas y… me acuerdo que hubo un intento de toma que resultó en
marcha… algo pasó que no pudimos y salimos en marcha. Pero la segunda se volvió
a organizar, ahí nos quedamos muchas horas y entraron los pacos y nos sacaron,
pero éramos un montón (…) cada uno en sus comisiones, los que tenían que cerrar
las puertas, los que tenían que vigilar el segundo piso, poner los lienzos,
propaganda, todo súper bien organizado y los que tenían que negociar con los
pacos, que igual después entraron y se llevaron hartos presos (…) yo logré salir y
en la puerta estaba el inspector del liceo, un paco y unos profes que iban diciendo
‘este es del liceo, este no, este sí, este no’ ¡horrible! (…) y también teníamos esa
misión: cada uno del liceo hacerse cargo de uno o dos que no eran y tratar de
sacarlos… yo salí con los que iba y te hacían preguntas, porque tampoco reconocían
a todo el liceo. Entonces nuestra súper misión era decirles ‘el profe de música se
llama tanto, el de química tanto’ que pa’ ese momento era importante porque te
hacían preguntas así pa’ salir (…) luego nos fuimos a la comisaría de Provi, a la 19,
ahí los tenían a todos y estuvimos horas esperando que los soltaran”173.

Por su lado, Milico quien no pudo participar de la toma del liceo ya que fue reclutado
por el Servicio Militar, motivo de su alias, recuerda haber conocido posteriormente la
experiencia de la toma a través de los testimonios de algunos compañeros del liceo, que al
ser industrial, poseía ciertas particularidades:

“…por los relatos de mis compañeros que participaron en la toma del Liceo 12, supe
que habían llevado hondas, incluso algunas escopetas hechizas (…) pa’ nosotros –
el liceo– era más fácil suministrar esas cosas, éramos como proveedores de trozos
de cadena, fierros, cosas que eran más accesibles porque convivíamos con ellos
ahí, en el liceo. Así que normalmente pa’ todo lo que era CAM y todo, cooperábamos

173 Entrevista a Claudia. Ver anexo de imágenes, N°2.

82
con cadenas, se preparaban hondas, balines… lo de las bombas molotov era
transversal, pero nosotros teníamos un poco más de facilidades, pa’ esos otros
materiales”174.

Efectivamente, la “Toma del 12”, a la que llegaron estudiantes de diversos liceos y


colegios, fue una de las acciones organizadas por el movimiento estudiantil secundario
agrupado en el Comité Pro-FESES, que tuvo mayor impacto y repercusión tanto a nivel
político como mediático, lo que de alguna forma puso en evidencia la organización de las y
los jóvenes que se enfrentaban a la dictadura. A través de rústicos lienzos y carteles que
adornaron la toma del establecimiento, se podía leer la necesidad de llevar la batalla más
allá de lo sectorial, imbricando consignas como la aclamada “Seguridad para estudiar,
libertad para vivir” o resaltando la batalla por un “Chile libre”175.

Al día siguiente, la prensa indicaría “Varios centenares de jóvenes que se


identificaron como del ‘Comité Pro-FESES’ ocuparon ayer el Liceo Arturo Alessandri Palma
(…) era ‘una acción de fuerza para exigir elecciones libres del Centro de Alumnos del
Liceo…”176. En respuesta frente a ello, el subsecretario de Educación, René Salamé,
reconocía que el objetivo de la autoridad sobre las designaciones de los Centros de
Alumnos era el de “no politizar la Enseñanza Media”177. Sin embargo, las asambleas,
reuniones y diversos espacios de discusión política –que podían estar en cualquier
instancia– en torno a los quehaceres de las y los secundarios, dejaron ver por contraparte
un alto nivel de discusión teórica y política. En cierta medida, era aquel nivel de
“sobreideologización” que para algunos fortaleció un proceso de mayor compromiso y
responsabilidad, el paso de la lucha cotidiana a la toma de posición política que estructuró
las vidas de muchos jóvenes y se forjaron en torno a un cúmulo de relaciones y
experiencias.

Como señala Claudia, la toma del establecimiento, se extendió por casi cuatro horas
en condiciones de una dictadura, obteniendo un importante e impensado triunfo de la
enseñanza media, como la renuncia del Ministro de Educación de entonces, Horacio
Aránguiz, quien había asegurado a la prensa el cierre definitivo del Liceo Arturo Alessandri:

174 Entrevista a Milico.


175 Ver anexo de imágenes, N°3.
176 “Detenidos y destrozos en toma de liceo”, Las Últimas Noticias, jueves 11 de julio de 1985, p. 22.
177 “Los secundarios se rebelan”, Revista Análisis, N°99, 16 al 23 de julio 1985, pp. 16-17.

83
“a raíz de los incidentes protagonizados por varios centenares de estudiantes de
ese plantel, los que ‘causaron destrozos por más de diez millones de pesos’.
Condenó en forma ‘tajante el acto vandálico del cual fue objeto este liceo. Está
prácticamente destruido y se cierra mañana (…) No existen los fondos para reparar
esta irresponsabilidad. Así que se cierra (…) ‘sin duda alguna’ hay una ‘instigación
marxista’ detrás de este acto. Los panfletos lanzados en el liceo eran todos de
contenido político’”178.

Además agregó “…315 estudiantes detenidos por la policía en los incidentes, 14


pertenecen al establecimiento (…) El ministro repitió que ‘lo que pasó en el liceo no fue una
broma. Allí hubo ocho personas heridas y por eso el cierre se mantiene’”179. Sin embargo,
Eliana Morón, tesorera general del Centro de Padres y Apoderados del Liceo 12 indicaría:

“‘Los daños no son tan grandes como se ha informado. El liceo en ningún caso está
destruido, como se dice’ (…) Otra dirigente del Centro de Alumnos, que pidió no ser
identificada, reiteró que los destrozos no son tan cuantiosos como se ha informado
y que además el liceo cuenta con seguros contra daños. ‘Era más desorden que
daño’”180.

Por su parte, en un artículo firmado por el periodista Fernando Paulsen y que plantea
interesantes puntos que es preciso destacar en su extensión, la revista “Análisis”, como
medio de oposición, señaló:

“…la semana pasada irrumpieron con energía los estudiantes secundarios,


agrupados en el denominado Comité ‘Pro-Feses’, donde unitariamente se
encuentran representadas todas las fuerzas políticas de la Oposición. La toma del
Liceo A-12, Arturo Alessandri Palma, mostró una faceta casi olvidada por los
santiaguinos: la organización (…) No bastan las explicaciones del Gobierno, en el
sentido de querer hacer creer que los alumnos secundarios están dirigidos por la
‘mente perversa del comunismo internacional’. Muchos de los niños en el Liceo A-
12 provenían de colegios católicos –el Gobierno incluso invitó al Vicario de la
Educación a conversar al Ministerio de Educación–, y la mayoría tenía menos de 4
años para el golpe militar de 1973. Lo cierto es que la ‘insurrección’ estudiantil se ha

178 “Se cerrará el liceo destruido”, Las Últimas Noticias, jueves 11 de julio de 1985, p. 4.
179 “Horacio Aránguiz: ‘Es definitivo el cierre de liceo A-12”, Las Últimas Noticias, viernes 12 de julio de 1985, p.
4.
180 Ibid.

84
convertido en la quizás principal manifestación visible de que hay una Oposición que
enfrenta a la Dictadura en todos los campos que puede: elecciones universitarias,
manifestaciones relámpagos, tomas... Sin embargo, a la hora de analizar el
movimiento estudiantil es necesario ser objetivo. No hay duda de la inmensa
politización que cubre el ambiente (...) los alumnos secundarios, están en la etapa
unitaria, todos unidos planteando la creación de una Federación de Estudiantes
Secundarios. La historia reciente de las conquistas sindicales y estudiantiles
demuestra que mientras la meta no es alcanzada, la unidad y concertación son
criterios aceptados. Una vez que se obtiene el resultado, aparecen los que quieren
administrar aquello…”181.

Es posible destacar ciertos puntos del planteamiento de Paulsen, que podría parecer
bastante cercano al devenir de la organización secundaria, una vez alcanzada la FESES y
en particular, referido al peso que adquirieron las JJCC al interior. En primer lugar, sobre
las edades de las y los jóvenes que como hemos visto, efectivamente, muchos tenían corta
edad durante la UP y el golpe de Estado; sin embargo, eso no significó que los hechos no
impactaran en sus vidas, por caso contrario, muchos vieron sus cotidianidades afectadas
en diversas formas y los llevaron por distintos caminos que, por ejemplo, los llevaron a
participar aquel día de aquella toma. Destacamos en segundo lugar el aporte que los
estudiantes dieron a visibilizar un sector de la oposición a la dictadura, donde la
particularidad de los secundarios radicó en tomar el espacio público, exteriorizar la
problemática que los aquejaba y que no estaba libre de tintes políticos por las razones que
hemos expuesto, traducido en la acción de masas en la urgente necesidad de terminar con
la dictadura. En el mentado documental Actores secundarios, el testimonio de Dino
Pancani, por esos años también militante de las JJCC, señala: “Asimilamos muy bien la
calle como generación, como secundarios… Teníamos una suerte de rivalidad con los
universitarios, los universitarios eran de facultad y con la protección que te brinda la reja.
Nosotros teníamos todo el orgullo de decir ‘conocemos la calle’”. Enmarcado en ese
contexto, la mediática toma del Liceo 12 se convirtió en un hito del movimiento secundario,
al que los personeros civiles de la dictadura no quedaron ajenos e insistieron en que la toma
“no fue más que otra embestida del ‘marxismo’, que habría actuado como instigador (…)
Francisco Cuadra fue más preciso. Dijo que ‘según nuestros informes de seguridad es parte

181 “El General no tiene con quién reconciliarse”, Revista Análisis N°99, 16 al 23 de julio 1985, pp. 5-6

85
de una acción concertada y dirigida por grupos comunistas…’”182, lo que de alguna manera,
no era tan lejano. Lo que Aránguiz, Cuadra y otros civiles no consideraban y más bien,
desdeñaban, era la diversidad política que formaba parte de la organización secundaria y
que las JJCC, si bien importantes en cantidad, eran una fuerza política del abanico que
crecía y maduraba buscando canales para terminar con la dictadura, apostando por un poco
más que la democracia.

La Toma del 12 fue así un punto clave en las acciones de la enseñanza media,
marcó un antecedente tal vez para las tomas relámpago posteriores, pero no fue la pionera.
Negro, que tras la separación de sus padres había ingresado al Instituto Nacional,
reflexiona:

“Yo creo que esa toma es emblemática porque es la primera acción de envergadura
de los comunistas (…) pero no estaban solo cabros de la Jota, aunque sí puso todo
su aparato de enseñanza media a disposición (…) es emblemática por las
características, resultados y todo, pero hubo varias tomas antes… yo sé eso por
ejemplo porque me acuerdo que estuve como el ‘82, ‘83 en la toma del INSUCO,
que debe haber durado máximo 20 minutos y llegaron como 850 mil pacos de
fuerzas especiales y entraron a puro sacar la chucha…”183.

Aunque más que “poner su aparataje de enseñanza media” a disposición, las JJCC
fueron sin duda la primera fuerza política al interior del variopinto escenario del MES y la
táctica de reorganizar y reactivar el movimiento significó tener una alta presencia orgánica
y militante, lo que se materializaría en el importante rol y la clara hegemonía política que
adquirieron al interior del movimiento, más allá de la situación que más tarde tensionaría el
liderazgo comunista secundario. Después de todo, como señaló Zorro Viejo, la
conformación gradual del MES hasta la federación, fue articulada por los comunistas. En
ese escenario, en efecto las tomas fueron reiteradas como acción de los secundarios:

“En septiembre de 1983, un grupo de secundarios se ‘tomó’ el Liceo 6, ubicado en


la calle Recoleta (…) A la fecha, el Comité Pro-Feses, que aglutina a centros
democráticos de 247 Liceos, de un total de 498, sólo en la zona metropolitana, ha
recorrido mucho camino. Al menos se han realizado unas 15 tomas. Ejemplo de
ellas son el Liceo de Aplicación, Experimental Artístico, Francisco Miranda, Valentín

182 “Los secundarios se rebelan” ..., Op. Cit.


183 Entrevista a Negro.

86
Letelier, Las Teresianas, Liceo 6. La mayoría de esas acciones, por no decir todas,
fueron pedidas por los propios alumnos al ver que las posibilidades de diálogo
estaban cerradas. Los jóvenes se han endurecido y las fuerzas represivas
también”184.

En entrevista a los dirigentes Víctor Osorio (IC), Víctor Hugo González (ASEC) y
Laurence Maxwell (JJCC), estos señalaron:

“‘Siempre se ha instrumentalizado que las tomas obedecen a grupos violentistas


separados del estudiantado, pero es falso. Han sido producto de la misma base
estudiantil. El grado de violencia que se pueda haber generado es correlativo al
grado de violencia represiva que surgió de parte del régimen. No se puede comparar
a estudiantes haciendo uso de defensa con palos, con la represión que han sufrido’,
responde Osorio. Y agrega, ‘los estudiantes no han usado nunca formas reales de
violencia, a menos que se quiera calificar como tales que se cubran los rostros con
pañuelos o se quiera responder con golpes de pie y puños, obstrucción vehicular,
entendiendo que por ahí van a llegar Carabineros a reprimirnos”185.

Además de aquellas tomas, los estudiantes secundarios realizaron otras con ciertos
matices, incluso más fugaces que fueron realizadas por una cantidad de estudiantes
secundarios bastante más reducida y cuyo fin era dotar de herramientas políticas y de
autodefensa a jóvenes de otros liceos y colegios. Zorro Viejo recuerda:

“…con un compañero, a los 15 años en un día, sólo él y yo nos tomamos tres liceos.
Él y yo. El lunes se hacía un acto, inicio de la semana, se izaba la bandera, se
cantaba el himno patrio y todas esas pajas medias milicas de los colegios (…)
entonces en el acto de la mañana, a las 8 estaban todos los estudiantes formados
y nosotros con mi compañero saltamos el muro, entramos al liceo, le quitamos el
micrófono al director, al inspector y convocamos una marcha, abrimos las puertas,
nos empezamos a agarrar a combos… ¡los dos! Y de repente, teníamos todo el liceo
a favor y salimos con todo el liceo marchando hacia Ramón Cruz. Eso lo hicimos
entre dos. Claro, hay muchas tomas, pero de esas que te cuento hicimos muchas
también, como instrucción fugaz en recreos… aunque no son precisamente tomas,
tienen otra característica. Tomas quizás más tradicionales, me acuerdo que hicimos

184 “Esos niños, sus razones y las tomas”, Fortín Mapocho, lunes 21 de abril de 1986.
185 Ibid.

87
en el Liceo de Aplicación la primera ‘autotoma’ el ‘83, en paralelo a la toma del
Valentín Letelier. En vez de irnos pa’ allá, dijimos ‘nosotros nos vamos a tomar el
liceo solos, sin ayuda externa’ y nos autotomamos el liceo (…) Me acuerdo de la del
Darío Salas también porque estuve… o sea organicé, pero no estuve. Tuve la orden
de no entrar. Y yo era disciplinado. Esas decisiones las tomaba la Jota, decía dónde
tenía que estar y dónde no, así que no entré”186.

Como todos los intentos de toma, aquella ocupación del Liceo Darío Salas fue
reprimida con violencia desmedida por Carabineros e hizo también eco en la oposición de
la época. Un boletín del Movimiento Democrático Popular (MDP) expuso:

“Las reivindicaciones de los escolares son reprimidas brutalmente. Tal es el caso


sucedido tras la ocupación pacífica del Liceo Darío Salas en Santiago con que la
FESES quizo (sic) hacer públicas sus preocupaciones por la municipalización de la
Enseñanza, la falta de participación y de libertad en los colegios. Carabineros en un
verdadero operativo de guerra tomó por asalto el Liceo, dejando varios heridos, más
de 150 detenidos y ocho dirigentes encarcelados y entregados a la ‘Justicia’ militar.
Los escolares tienen edades que fluctúan entre 13 y 17 años”187.

En rigor y a partir del citado texto, probablemente se podría cuestionar el actuar


pacífico o no, pero lo cierto es que la autodefensa fue una característica de las y los jóvenes
secundarios, especialmente impactando en aquellos que pasarían a las filas revolucionarias
más confrontacionales y que fue clave para poder dar continuidad a su activa presencia en
las calles. Más allá de nutrir debates sobre la violencia y sus usos, que de forma evidente
escapan a nuestros márgenes en esta investigación, lo que aquí destacamos es aquella
noción de autodefensa por medio de todas las herramientas disponibles ante la arremetida
represora del Estado, lectura que constituyó parte de la identidad secundaria y se conformó
para dar vida a las acciones. De esta forma, en la toma del Liceo Darío Salas, así como en
muchas otras, la autodefensa y los comités que potenciaron este ejercicio en la enseñanza
media, fueron un punto crucial para el ingreso y resistencia en el “territorio liberado” en que
se transformaban las ocupaciones estudiantiles en los liceos, más allá de la duración que
pudiera alcanzar la acción misma. Álvaro Rivas señala que “luego de agredir al inspector
general y al inspector, muchos de ellos con sus gorros pasamontañas, pañuelos y

186Entrevista a Zorro Viejo.


187“La brutalidad represiva del régimen”, Venceremos, órgano oficial del Movimiento Democrático Popular,
noviembre de 1986, p. 8. Ver anexo de imágenes, N°4.

88
capuchas, donde luego encerraron en una sala de clases a 35 a profesores”188, harían
ingreso 168 estudiantes externos al liceo, permaneciendo al interior hasta la llegada y
entrada de Carabineros que desalojó con brutalidad el establecimiento tomado. Pero
demostrando una vez la capacidad de organización y convocatoria, la toma del Liceo Darío
Salas también quedaría marcada como un hito de la enseñanza media de los ‘80.

Aun con la “moral revolucionaria” enaltecida por los logros de la organización, por la
movilización constante y organización activa de los secundarios, no sólo en Santiago, sino
también en regiones y con cada vez mayores herramientas políticas, una de las batallas
centrales e iniciales de la enseñanza media fue perdida. El proceso de municipalización de
la enseñanza culminó de forma exitosa durante 1986, aunque no sin la resistencia de los
jóvenes secundarios, donde marchas, mítines, tomas, no cesaron, además se sumó el
rechazo de profesores e incluso exalumnos de ciertos establecimientos como el caso del
Instituto Nacional, cuyo centro de exalumnos señaló “‘rechazamos con la mayor energía
este nuevo intento gubernamental de decretar la defunción de la enseñanza secundaria’”189.

La prensa capturó sistemáticamente ciertas acciones de los estudiantes


secundarios, aunque con especial énfasis en los incidentes, que una vez más se tomaban
el espacio público, se destacó la organización de elecciones en distintos establecimientos
para demostrar el rechazo de la comunidad a las medidas de la municipalización. Una de
sus notas destacó:

“Diversos incidentes se produjeron ayer en la capital durante los actos organizados


por el Frente Unitario Democrático de Enseñanza media, entidad que está
propiciando además plebiscitos en diferentes establecimientos de la capital. Juan
Alfaro y Luis Pizarro, dirigentes del Frente, indicaron ayer en conferencia que el
plebiscito se realizó en el Liceo de Aplicación y en el Liceo Experimental Artístico.
De los casi 700 alumnos que participaron, 684 se manifestaron en contra de la
reglamentación actual para elegir centros de alumnos y de la municipalización de la
enseñanza en tanto que los votos restantes fueron 12”190.

188 Álvaro Rivas, “El Movimiento de Estudiantes Secundarios: violencia política y protesta popular en el marco
de las jornadas de protesta, 1983-1986, Santiago, Chile”, en Revueltas. Revista Chilena de Historia Social
Popular, n°1, año 1 (2020), pp. 85-107.
189 “Rechazan municipalización del Instituto Nacional”, La Tercera de la hora, sábado 31 de mayo de 1986, p.

9.
190 “Incidentes estudiantiles por municipalización de liceos”, La Tercera de la hora, viernes 16 de mayo de 1986,

p. 8.

89
También en el llamado “cordón de Recoleta” se vivieron múltiples manifestaciones
con la consecutiva represión policial, y que visibilizaron otras exigencias de los estudiantes
secundarios, donde se evidencia una suerte de aprendizaje tras la salida de Aránguiz de la
cartera ministerial:

“‘Nuestro cordón lucha por tres cosas: la salida del Ministro Gaete, que bajen los
pasajes escolares y para crear un centro estudiantil democrático. De partida, ya
hemos llamado a elecciones para el día lunes’ aseguró ‘El Gato’, pues así lo conocen
en los colegios, alumno de cuarto medio del Liceo A-21”191.

A ello también se sumó el rechazo del propio Colegio de Profesores, que realizó un
plebiscito a nivel nacional durante el mismo año 1986:

“Por rechazar el traspaso al área municipal votaron 15 mil 587 docentes, lo que
equivale al 98,27 por ciento (…) Víctor Jara informó que las cifras corresponden a
los resultados totales de Arica, Iquique, Antofagasta, Copiapó, provincia de Huasco,
Los Andes, San Felipe, Quillota, Valparaíso, San Antonio, Cachapoal, Curicó, Talca,
Linares, Ñuble, Bío-Bío, Concepción, Malleco, Cautín, Valdivia, Chiloé y Punta
Arenas”192.

Pero a pesar del contundente rechazo de la entera comunidad educativa y no solo


en Santiago sino también en regiones, la municipalización se concretó de forma exitosa, y
Sergio Gaete señalaba que “se implementa la finalización del proceso de municipalización
a partir de este mismo instante, teniendo como meta el que se llegue a completar en su
totalidad, a más tarde, en el mes de agosto del presente año”193. Además agregó que “los
fundamentos filosóficos de esta política educacional gubernamental se encuentra[n] en la
Constitución de 1980 en una ordenación magistral”194. Ante la continuidad del proceso y los
propios dichos de Gaete, las movilizaciones no cesaron:

“Los muchachos realizaron asambleas en el interior de sus locales, no concurrieron


a clases y posteriormente salieron a la calle con el propósito de reclamar ante las
puertas del Ministerio de Educación ubicado en Alameda y Teatinos. Los estudiantes

191 “Detenidos 36 estudiantes por incidentes frente a Liceo A-21”, La Tercera de la hora, sábado 17 de mayo de
1986, p. 8.
192 “98,27% de profesores rechazan los traspasos”, La Tercera de la hora, sábado 31 de mayo de 1986, p. 9.
193 “En noventa días se completará municipalización de enseñanza”, La Tercera de la hora, martes 27 de mayo

de 1986, p. 9.
194 Ibid.

90
secundarios –hombres y mujeres– dieron muestra de su estado anímico, corriendo
por diversas calles adyacentes eludiendo la acción de los carros lanzaagua, de
gases y las bombas lacrimógenas disparadas por Carabineros”195.

Fortín Mapocho publicó un reportaje sobre la movilización de la enseñanza media,


en donde entrevistaba a los dirigentes del Comité Pro-FESES, Víctor Osorio (IC), Laurence
Maxwell y Carla Inzunza (ambos de las JJCC). Pero además relataba en un lenguaje propio
de su línea editorial, de forma muy certera, el accionar secundario y su esencia. Aunque
señalaba la dificultad para describir las manifestaciones de los estudiantes, agrupados en
el Comité Pro-FESES:

“Por su dinamismo, por el cambio de ambientes en que se desarrolla –cinco minutos


en Cumming con Alameda, cinco minutos en la Estación Los Héroes, cinco minutos
en el Ministerio de Educación y cinco minutos en la Biblioteca Nacional, ni una micro
se demora menos en ese trayecto. La característica esencial de estas
manifestaciones es, sin embargo, la agilidad de sus participantes. Son ardilla… son
verdaderas ardillas que se escapan por entre las piernas de la policía, lanzan
piedras, saltan, hacen barricadas, se ríen, vuelven a tirar otra piedra y vuelven a
eludir a uno, a dos, a tres policías y gooool… ya están nuevamente tras una
barricada (…) Son un espectáculo. Nadie como ellos es capaz de tomarse un recinto
estudiantil, hacer toda una proclama en su interior, alborotar a más de mil personas
y salir corriendo… y antes que llegue la policía. No todo es juego, o en realidad nada
es un juego, para ellos. Son más bien seriecitos. Sus dirigentes hablan como si
hubiesen conocido a los mejores discurseadores del senado (RIP), combinan el
modismo juvenil con la consigna (Filo con Gaete) y manejan el lenguaje de tal modo
que los profes de castellano pueden estar orgullosos”196.

La presencia de ciertos elementos subjetivos que permearon la construcción


identitaria y la trayectoria militante de los jóvenes de la enseñanza media, los llevó a una
politización de niveles bastante considerables, serios y responsables, conformando también
esencias identitarias que trascendieron muchos aspectos de sus vidas a través de los
compromisos políticos que adquirieron de forma voluntaria pero necesaria, al decidir

195 “482 personas detenidas en incidentes estudiantiles”, La Tercera de la hora, sábado 31 de mayo de 1986, p.
9.
196 “La rebelión de las ardillas”, Op. Cit. El resaltado me pertenece.

91
enfrentar la dictadura. Muchos de ellos no sólo a través de la política de masas, sino yendo
un poco más allá.

El compromiso con la lucha y el ingreso a la militancia armada.

A través de la organización de masas que representó el MES y las opciones políticas que
surgieron al interior, este espacio permitió canalizar las inquietudes e impulsos urgentes de
luchar contra la dictadura de muchos jóvenes. Como hemos visto, algunos provenían de
familias con tradición militante, sobre quienes en su mayoría no resulta casual hallar como
factor común la militancia en el PCCh, orgánica con amplia trayectoria histórica frente a las
otras fuerzas políticas que se ubicaron en el escenario de la reorganización secundaria. Por
otro lado, algunos jóvenes cuyas familias poseían simpatía y aproximaciones a la izquierda
pero sin un factor militante cercano, se formaron paulatinamente en la izquierda por medio
de intereses, relaciones y contextos como la enseñanza media; mientras aquellos de
familias de derecha o algo despolitizadas, se acercaron a la realidad de forma abrupta.
Hablamos en estos casos de una radicalización hacia la izquierda armada, en donde existen
dos caminos: el quiebre en la izquierda, motivado por la incorporación de lo militar, y las
nuevas opciones orgánicas de hacer política, nacidas al alero de la lucha contra la
dictadura. Observamos aquí aquellas particularidades que enunciáramos anteriormente,
cuando señalamos que en efecto cada proceso de radicalización no se aproximaba a la
izquierda, en tanto comenzaron posicionados desde allí, sino a la izquierda revolucionaria
que enarbolaba la vía armada para alcanzar el socialismo en Chile y no solamente luchar
por el retorno a la democracia. Y es que las fallidas militancias previas en muchas ocasiones
dieron lugar a la reelaboración ideológica a la luz de sus vivencias. Tal fue el caso de David,
quien recuerda:

“…en ese rollo de las asambleas, discusiones, politización… me desencanto de los


socialistas, porque hay una prostitución de la figura de Allende y un discurso que no
va acompañado de ninguna acción, tendiendo al final hacia la conciliación, hacia el
acuerdo y que no va conmigo. Así que milité poco tiempo, me tocó una de las tantas
rupturas, entre Almeydistas y Comandantes, y yo me sentía más identificado con la
línea de los Comandantes, pero en mi entorno no había nadie de esa línea, quedé
medio en el aire y dejé de militar en la JS. Dejé de ir a reuniones, encontraba que
era una militancia muy de salón, de discusión, puro blablá y había una lucha frontal
que no estábamos haciendo, así que no tenía interés en seguir ahí. Y comienzo a
buscar otras cosas, habíamos muchos, muchísimos cabros chicos en esa. Mis

92
primeras atracciones son por el MIR, pero viene sufriendo una crisis en ese tiempo,
mucha repre encima y problemas políticos (…) me atrae el Frente pero era del PC y
sentía que el PC al final iba a negociar, que acumulaba, utilizaba la gente, la fuerza…
aunque ojo, había compañeros y compañeras de la Jota muy valientes, ejemplares,
sin ninguna duda. Los que estaban en la calle, las bases del PC, los que veía uno
cada día, se entregaban con todo, gente que creía en la revolución y que daba su
vida, literalmente, se entregaban. Y pensaban que efectivamente lo que estaban
haciendo ellos y la irrupción del Frente era terminar con la historia reformista del PC
y avanzar en otra historia. Pero como el PC no me convencía, no tuve onda con el
Frente y en eso encuentro al Lautaro (…) unos muy amigos míos que querían que
me metiera al MIR y cacharon que no me iba a meter al MIR, me presentan a un
cabro del Lautaro, porque me empezó a simpatizar y en lugar de que no coma nadie,
te hacen contacto y me metí a una brigada del Movimiento Juvenil Lautaro (…) ahí
encuentro consignas que me identifican, ligaba la lucha contra la dictadura con la
lucha por el socialismo (…) la consigna de la época era ‘fuera Pinochet, democracia
ahora’ y el Lautaro rayaba ‘fuera Pinochet, Chile popular’ (…) es lo primero que voy
conociendo del Movimiento Juvenil Lautaro y llego ahí a militar, aunque al comienzo
éramos muy pocos en enseñanza media… dos”197.

Particularmente, sobre la experiencia lautarina en el espacio secundario David


destaca:

“…en la estrategia del Lautaro, de la Guerra Insurreccional de Masas, de querer


incluir al pueblo en la lucha armada (…) surge la idea del ‘secundario armado’.
Decíamos ‘se tiene que expresar esta idea de revolución también en los estudiantes’
y empezamos a hacer acciones armadas, con uniforme, sin insignias pero con
uniforme. Y las tomas, también con armas… como el ‘86 (…) la del Darío Salas, por
ejemplo (…) ahí aparece la idea de armarse por todos los medios”198.

En una situación bastante cercana a la vivida por David, Julieta quien también
terminó su paso por la JS tras no haber sido contactada en los términos que se le habían
señalado, indica:

197 Entrevista a David.


198 Ibid.

93
“Justo coincidió que ese verano una amiga mía sí había ido a los Trabajos
Voluntarios de ese año y había cachado al Lautaro, que era como piola, nadie lo
conocía y ella me llevó unos documentos… no me acuerdo si eran unos ‘Pueblo
Rebelde’ que era como el periódico y a mí me encantó el Lautaro, fue como ‘¡esto
es lo que yo quiero!’. Son puntuos’… el tema de las recuperaciones, de ir a la acción
más directa, que en esa época no la mencionábamos así pero pa’ mí era lo más
bacán del Lautaro, porque yo tenía ganas de hacer cosas, no quería pasarme en
asambleas discutiendo si íbamos a bajar al metro, yo sentía que era un momento
álgido y por eso entré al Lautaro (…) y me hizo ene sentido, comulgaba totalmente
con el discurso lautarino de esa época, con el tema de la juventud, con el tema de
que eran los únicos que hablaban de pasarlo bien ahora, no de este apostolado
sufriente de izquierda y como que rescataban y ponían en relevancia el tema de la
juventud, como un lugar de potencia y no como un lugar de errores y yo sentía que
tenía que venir ese recambio”199.

Claudia recuerda haber buscado opciones por sí misma a través del espacio
estudiantil secundario, ante la problemática que la aquejaba en torno a la situación del MIR
y la JRME. Señala:

“…como era una época de crisis en el MIR, quedábamos mucho tiempo


descolgados, botados, eso me terminó aburriendo. Además no nos decían qué
pasaba, igual nos dábamos cuenta de algo y de pronto se empezó a informar que
había una crisis, divisiones y todo. Pero ahí yo ya tenía este grupo de amigos del
liceo, donde había gente que estaba en el Lautaro… y yo sola los busqué a ellos
realmente, los busqué y les dije ‘saben qué, me encanta el MIR y todo, pero el MIR
está en crisis, no estamos haciendo nada, nos la llevamos en puras reuniones,
leyendo textos’, harta formación política, pero aterrizando en la realidad y en la
coyuntura del momento, de hacer acciones, insertarnos en el medio estudiantil que
nos tocaba en ese momento, muy poco. Y yo sentía que eso era súper necesario y
ahí les pedí abiertamente militar con ellos, entrar al Lautaro (…) y todos veníamos
de distintos lados, de los socialistas, de la Izquierda Cristiana, algunos Jotosos
parece… bueno, ahí empiezo a militar con ellos formalmente”200.

199 Entrevista a Julieta.


200 Entrevista a Claudia.

94
En el caso de Emilia, su salida de las JJCC fue prontamente cubierta por los vínculos
y relaciones establecidas en el seno del movimiento estudiantil secundario. Recuerda:

“…cuando me salí de la Jota, fue el ‘85 me acuerdo porque estaba en segundo


medio… bueno, ahí por un compañero, no de liceo, sino que conocí del espacio
común del COEM y nos habíamos hecho bien amigos… por ahí llegué al Lautaro
que estaba recién conformándose como organización en los secundarios, tenía más
vida en las poblaciones (…) y ahí en el COEM como uno se vinculaba con gente
militante y había militantes del Lautaro, cuando yo empecé con cavilaciones sobre
las Juventudes Comunistas y el Partido Comunista, este compañero hizo su pega
de reclutar gente, conversó conmigo, me pasó una entrevista del Diego Carvajal,
que era el Secretario General, donde él da la visión política, presenta la propuesta
de Guerra Insurreccional… las ideas fuerza, ¡el reivindicar el derecho a la alegría!
En fin, un montón de cosas que me invitan a participar en el Lautaro y entro a militar
el mismo año ‘85. Estuve poco tiempo sin militar después de la Jota, diría nada. Pa’
la toma del Liceo 12 creo que ya estaba en una brigada del Movimiento Juvenil
Lautaro”201.

Por otro lado, los casos de Negro y Sergio, cuyos orígenes son muy diferentes entre
sí, apostaron por las filas de la resistencia del MIR, aún con la problemática orgánica a
cuestas. Comenzando su formación más íntegra como miliciano estando en la enseñanza
media, a partir de las primeras reuniones de los CODES, Sergio señala:

“Ingresé al MIR el mismo ‘83, pasadito… todavía no existía la Juventud Rebelde.


Bueno, en las intervenciones de las asambleas te ibas dando cuenta más o menos
si te identificas con una posición o con otras y empiezas como a establecer sintonías.
Circulaban muchos documentos políticos de las Juventudes Comunistas, muchos
documentos también de la Juventud Socialista, y diría que poca información del MIR.
Aunque uno más o menos conocía quién podía andar en esa y en el sector donde
yo vivía también funcionaba un grupo vinculado al MIR, entonces me sentía cercano
por ese lado, pero fui reclutado formalmente en el movimiento secundario, a través
de los vínculos de las asambleas (…) y teníamos que obviamente apoyar las
marchas, los mítines –yo diría que más que marchas eran mítines–, cortes de calle…
alguna acción de propaganda, se corta la calle, se lanzan panfletos, alguna agitación

201 Entrevista a Emilia.

95
y se lograba interrumpir el tránsito por varios minutos. Uno ahí apoyaba la seguridad
del mitin, si llegaban los pacos había que tirar alguna molotov, piedras, ese tipo de
cosas (…) un trabajo muy de la mano con compañeros de las Juventudes
Comunistas, que eran quienes la llevaban en los secundarios, desde el principio”202.

Negro que ya había comenzado a andar por distintos espacios con su hermano y
que además coincidió en los primeros años de la década de 1980 con la organización
estudiantil en el Instituto Nacional, se integró a la Unión Nacional de Estudiantes
Democráticos (UNED), impulsada por el MIR. Recuerda:

“A principios de los ‘80, voy conociendo muchos compañeros, algunos ya no están…


el Víbora, el Negro Zúñiga (…) y particularmente, en el Instituto estaba el ‘Partido
Institutano Opositor’, el PIO, demasiado grandilocuente. Al definirse partido cuando
no había partidos políticos, venía rupturista por definición. Y opositor a la dictadura
y a las autoridades del Instituto. Teníamos rincones donde nos reuníamos y
empezamos a panfletear, poner bombas de humo, en el Instituto, claro, sabotaje. ¡Si
el Instituto Nacional era un regimiento! Éramos súper reprimidos adentro. Ahí voy
conociendo compañeros y como a los 13, me hago parte de la UNED, que impulsa
el frente estudiantil del MIR, el ‘80, ‘81. Porque tenía cercanía y participación con el
proyecto del MIR en poblas y centros culturales (…) y el Instituto tenía dinámica
propia, hasta entonces no había CODE, estaba el PIO. Después se va articulando
la Jota, la Juventud Socialista, la Juventud Demócrata Cristiana (…) del Guatón
Navarro me acuerdo, presidente del Centro de Alumnos, el ‘83, en el Teatro
Municipal, donde se hacía la graduación de los cuartos medios –con asistencia del
dictador–, se permitió romper su discurso, que había pasado por la censura, y hablar
de libertad, de respeto a los derechos humanos, de las violaciones de derechos
humanos… para mí, eso de un DC era demasiado y al Guatón Navarro lo admiré
siempre por el coraje que tuvo”203.

Negro refiere a los primeros años de la década de 1980, cuando efectivamente los
CODE no surgían como tal. Y aunque Juan Azócar menciona al PIO como el nombre Comité
Democrático del Instituto, señalando que “Anterior a la fundación del MAD, en el Instituto
Nacional (…) había emergido una organización paralela al Centro de Alumnos: el Partido

202 Entrevista a Sergio.


203 Entrevista a Negro.

96
Institutano Opositor (PIO), que adquirirá un importante desarrollo a partir de 1982”204, si en
la práctica pudo constituir las acciones de los venideros CODES, en estricto rigor no fue
conformado como tal instancia. Sí se puede vincular la aparición de los primeros CODES
en la medida en que las JJCC comenzaron a tener presencia y a formar una fuerza
considerable en el Instituto, impulsando la formación del nuevo Comité Democrático. Ari
Odgers, por entonces estudiante del Instituto Nacional, en entrevista realizada por Azócar,
coincide en que:

“La Jota, que era como la juventud política, el espacio para aportar en tu condición
de opositor a la lucha en contra de la dictadura, en muchos lugares no existía; era
el caso del Instituto Nacional, donde durante un buen rato, pese a que había todo
un campo de posibles militantes que hubieran querido vincularse a ella, no tenía
células, no habían (sic) rostros ‘concretos’”205.

Como podemos observar, casi la mayoría de los testimonios refieren en alguna


medida a las JJCC en la experiencia secundaria y no es casual en absoluto. Hemos visto
que de diversas maneras, el rol de la Jota es reconocido, tanto por militantes comunistas
como de otras orgánicas, como un elemento clave en el movimiento estudiantil secundario
de los años ’80, potenciando diversos espacios de organización e incrementando sus filas
militantes de forma bastante relevante. En el caso de aquellos jóvenes que ingresaron a las
JJCC, el factor militar como un elemento renovador de la política e historia del PCCh se
impregnó de forma particular en las y los jóvenes que coincidieron en la enseñanza media
de los ‘80. Esto dotó de características peculiares a una nueva generación de jóvenes
comunistas, que se acercaron además al proyecto rodriguista por medio de sus vínculos
con las Milicias Rodriguistas y con la lucha más confrontacional con la experiencia
compartida con otras orgánicas en los CAM, David recordaba:

“Mira, es extraño, porque claro, éramos un solo cuerpo pa’ pelear con los pacos, con
la dictadura. Pero al interior había mucho roce, discusión política muy fuerte. Pelea
de lucha, de línea. Muy intensa, estábamos pensando que nos jugábamos todo…
Quizás no éramos tan sectarios, no sé, pero al menos yo tenía mucho cariño por

204 Juan Azócar, Op. Cit., p. 119.


205 Ibid., p. 121.

97
muchos de esos compañeros y compañeras, eso iba más allá de la discusión y de
tener otra militancia”206.

Fernando quien mantuvo su militancia en las JJCC, habiendo vivido además la


experiencia a través de dos frentes –población y enseñanza media– creía en el deber de
combatir a la dictadura de forma urgente para terminar con ella, y lo llevó a cabo a partir de
su presencia en el espacio secundario, en la política y la autodefensa de masas, a través
de los CAM y de las Milicias Rodriguistas. Recuerda:

“Entré a las Milicias Rodriguistas el ‘86, en paralelo a las organizaciones


secundarias. Y como miliciano, bueno, siempre en la Jota hubo harta disciplina con
el tema militar… había que ser súper cuidadoso, uno no podía hacer acciones que
se le ocurrieran o que a una Unidad se le ocurriera por iniciativa propia hacer algo.
Todo eso estaba súper estructurado y tenía una organización y forma de funcionar,
dependiente de la Jota. El trabajo en las Milicias era súper concreto y determinado,
qué día, cuándo y a qué hora (…) y te veían y te llamaban pa’ tal. A mí me llamaron
y me dijeron ‘hoy vas a hacer esto y vas a quedar a cargo de esto’ ¡y eran las Milicias!
Fue con una pequeña ceremonia que hizo un compañero y todo el asunto y sí me
sentí, no sé, enaltecido, de alguna manera estaba siendo como premiado. Pero más
allá de sentir eso en términos personales, lo vi como un paso necesario en mi
militancia, porque era mi deber histórico. Porque tenía el deber de hacer, de estar
en esas circunstancias (…) en ‘Actores secundarios’, me acuerdo que uno de los
entrevistados dice ‘estaba ahí porque en el fondo sabía que mi compañero estaba
al lado o detrás de mí y me iba a defender’. Yo estaba ahí no porque había alguien
al lado mío sino porque sabía que tenía que dar esa lucha, independiente de a quién
tuviese al lado o detrás. Y no lo tomo como sentido moral, sino como la obligación
que tenía con la sociedad y conmigo mismo”207.

Víctor por su lado, aun sin tener CODE en su colegio, logró ingresar finalmente a las
JJCC a través de los vínculos del espacio secundario que buscó por sí mismo, donde llegó
a militar en la base del Liceo San Agustín, establecimiento cercano a su colegio. Sin
embargo, pronto se encontró con un inesperado escenario que definió de forma importante
su trayectoria militante. Relata:

206 Entrevista a David.


207 Entrevista a Fernando.

98
“…cuando llego a la reunión veía gente que anotaba hueás y yo no sabía nada,
nadie me había enseñado a ser militante. Y me dicen ‘compañero, usted va a ser el
4’ –la jerga: 1, Secretario Político. 2, encargado orgánico. 3, encargado de masas.
El 4 que era yo. Y 5, comunicaciones o cultura, no recuerdo– y el 4 era encargado
militar. Había estado un mes en la UES, había ido a un par de movilizaciones y en
mi primera reunión de la Jota paso a ser encargado militar de mi base (…) y por lo
que me tocó conocer esos años, las bases de la Jota podían ser UC o BOV, ¡puras
siglas! Las UC eran ‘Unidades de Combate’, más al choque. Las BOV eran las
‘Brigadas Operación Victoria’, que era mi base. Y las BOV eran parte de la política
militar del PC de aproximación a las Fuerzas Armadas, entonces teníamos que
hacer actividades en los regimientos (…) repartir propaganda a los pelaos, hacer
rayados, ‘soldado, no le dispares al pueblo’ y cosas así…”208.

Algunas publicaciones de la época también dejan ver la esencia de las Brigadas


Operación Victoria y se condice con el relato del entrevistado. Una “carta abierta” al soldado
conscripto indica:

“En estos 12 años de dictadura, Pinochet y sus esbirros han degradado el rol de las
FF.AA., rebajándolas a la vil condición de servidoras (…) JOVEN CONSCRIPTO:
Chile y su pueblo no cejará en su lucha contra la tiranía pinochetista. Somos un
pueblo que jamás ha vivido de rodillas y se ha demostrado –una y mil veces– su
vocación de VIVIR CON HONOR O MORIR CON GLORIA (…) SOLDADO
¡SIEMPRE JUNTO A TU PUEBLO!!”209.

En la experiencia de Víctor, los roles que debió asumir al interior de su base lo


llevaron a otros espacios que resultarían un camino para llegar a las instancias de lucha
que buscaba desde que en su niñez percibió el “interés” de buscar canales radicales para
terminar con la dictadura. Señala:

“… y haber sido encargado militar me implicó además ser del CAM, que pa’ mi fue
el espacio de socializar con otras organizaciones y cabros de la Jota de otros lados
(…) Gotita, un cabro proleta, un día me dice ‘compañero, lo hemos visto, ha
destacado como cuadro, ha sido valiente, está comprometido que es lo que se
necesita pa’ derrocar la dictadura y construir el socialismo –porque íbamos a

208 Entrevista a Víctor.


209 “Soldado-conscripto”, Basta, N°60, octubre de 1985, p. 7.

99
construir el socialismo poh– y lo queremos invitar a las Milicias Rodriguistas’. Lo
encontré estupendo, el rodriguismo, el Frente… a jugar a primera. Y le dije ‘le
agradezco, de verdad, pero soy de la Jota’. A lo que Gotita me dice ‘compañero, yo
voy a las marchas por mi CODE, por la UES, ¡soy de la Jota también!, voy por las
Milicias, voy por todas, no hay problema’. Ahí entro a las Milicias Rodriguistas. En la
primera reunión hicimos juramento aparte, en Serrano 444. Nos entregaron algo,
nos formamos, era milica la cosa…”210.

Es posible identificar a través del testimonio de Víctor, la cercanía del elemento


militar y la esencia mística que ello imprimía en las y los jóvenes comunistas, marcando un
sello clave en los ingresos de nuevos militantes durante la década de 1980. El trabajo del
periodista Tomás García, publicado en octubre de 2020, contiene similares aspectos
mencionados por uno de los jóvenes reclutados en el movimiento estudiantil secundario,
estudiante del Colegio Latinoamericano de Integración y quien tomaría un raro
protagonismo durante la transición democrática, Ricardo Palma Salamanca, quien según
señala, también habría formado parte de las UC y las Milicias Rodriguistas. García expone:

“Cuando estaba en las Juventudes Comunistas, algún militante lo había visto


desenvolverse con soltura en la calle, rompiendo lo que se le cruzara por delante y
conteniendo, junto a otros, las marchas ‘Patria Libre’. Entonces, lo ficharon (…) –En
ese tiempo existían los copamientos territoriales y las marchas ‘Patria Libre’.
Cortábamos las calles de esquina a esquina y lo destruíamos todo. Era una forma
de demostrar nuestro descontento, además que había una capacidad de
enfrentamiento y de agitación que permitía seguir avanzando para derrocar a la
dictadura–, recuerda Palma (…) No fueron pocas las veces que Marco o Rafael,
chapas que adoptó tiempo después, se metió a la mala a los liceos, saltando
panderetas o quebrando ventanas. Colocaba bombas cuando su unidad recibía la
información que el ministro de Educación de la época realizaría alguna visita oficial
para dar un[a] noticia, o quién sabe, rendirle homenaje a la alta autoridad de
gobierno…”211.

Milico, quien también militaba en las JJCC, recuerda el paso a otras instancias
militares promovidas por el PCCh, coincidente con otros testimonios que observan aquel

210 Entrevista a Víctor.


211 Tomas García, El Negro Palma. Retorno desde el Punto de Fuga (Santiago de Chile: Ed. Ceibo, 2020), p.
59.

100
fichaje de las y los jóvenes más destacados en la lucha callejera. Lo identifica de la siguiente
manera:

“Primero, tú de las Juventudes pasabai como a un eslabón que eran como ‘unidades
especiales’ de la Jota, por ejemplo, estaban los militantes panfleteros, los muralistas,
los de rayados y los de autodefensa que estaban comúnmente en los CAM. Los de
autodefensa, de los CAM, normalmente nos colocábamos en la cola de las marchas,
para frenar lo que era la locomoción colectiva –porque típico nos querían echar los
autos encima o las micros–, como también la repre, que cuando venía, nosotros
teníamos que actuar ya fuera con bombas molotov o con cualquier objeto que
encontrábamos a nuestro paso, encender barricadas, paralizar el tránsito, etcétera.
Y de ahí muchos muchachos empezaron a ser como seleccionados, de ahí fue mi
salto a las Milicias. Poblacionalmente, era parecido. Al muchacho que participaba y
que mostraba que era jugado, responsable… valiente en cierta manera, lo invitaban
a participar (…) Y ahí había una mística especial súper fuerte, estabai prácticamente
haciendo la revolución”212.

Nuevamente, surge la “mística” del factor militar, sin duda marcando pautas en
muchos jóvenes y lo que también invita a reconocer el rol de distintas instancias que
estructuraron el aparato militar del PCCh, resultando caminos idóneos de acercamiento
para –en este caso– los jóvenes secundarios. Por cierto, en primer lugar:

“estaba la llamada ‘Fuerza Militar Propia’ (el FPMR), definida como un cuerpo de
élite dirigido por una Dirección Nacional (DN) compuesta por 8 ‘comandantes’, la
mayoría de ellos oficiales formados en Cuba y Bulgaria. Esta DN estaba bajo el
mando de la Comisión Militar del PC, cuyo encargado de turno era el responsable
de orientar las acciones centrales del Frente. En un segundo nivel, en el llamado
‘Trabajo militar del Partido’, existían las ‘Unidades de Combate’, conformadas por
militantes con formación militar de ‘combatientes’ (curso de seis meses en Cuba) o
sin ninguna preparación en el exterior, que podían realizar acciones menores, pero
que con el tiempo fueron haciéndose más complejas. Las UC eran dirigidas por los
‘Comités Regionales’ y ‘Locales’ según correspondiese. Un tercer nivel eran las
‘Milicias Rodriguistas’…”213.

212 Entrevista a Milico.


213 Rolando Álvarez, Arriba los pobres del mundo…, Op. Cit., pp. 168-169.

101
Al alero del FPMR, cuya acción político-militar cargada de heroicidad para muchos
jóvenes “combatientes” o al menos con ideas rebeldes forjadas a la luz de sus experiencias,
se comprende el animoso estado de las masas que en el caso de la enseñanza media,
tanteaba formas de lucha y autodefensa que debían escalar ante el derrocamiento de la
dictadura y el horizonte socialista y además se nutrieron en torno al proyecto y esencia
rodriguista. Incluso Tamara, quien mantuvo su militancia en las JJCC, pero participaba de
las marchas y las acciones de autodefensa, recuerda una hoy anecdótica situación, en la
que se puede percibir también aquella sensación que dejaba la esencia político-militar de
la época. Señala:

“…me acuerdo siempre que una vez nos pidieron hacer unos pañuelos de las
Milicias Rodriguistas y marchar con los pañuelos de las Milicias, lo que en esa época
era súper suicida, ¡si te podía llegar un balazo! No era simple andar con un pañuelo
de una Milicia en una marcha en la Alameda… era delicado y yo además era súper
cobarde, ideológicamente, sigo amando a los del Frente y los admiraba mucho
entonces, pero era súper cobarde. Aunque igual estaba metida en las marchas, igual
iba y actuaba si había que actuar, porque era bien obediente y si tenía que ir con los
pañuelitos de las Milicias Rodriguistas, bueno, iba, además que era como especial
también, ¡las Milicias poh! (…) y me acuerdo que en una clase de artes estábamos
todas haciendo los pañuelos con las monjitas. En el colegio en clases, las cuatro
compañeras que éramos de la Jota y todo, haciendo los pañuelos de las Milicias y
los escondíamos debajo del banco cuando pasaban las monjas (…) y a la marcha
me acuerdo de haber ido súper cagá de miedo a marchar, pero me puse el pañuelo,
¡porque yo era muy obediente!”214.

Frente a los testimonios expuestos, parecería válido hacer ciertos planteamientos


respecto a las dinámicas vividas entre la reorganización secundaria y la lucha armada
contra la dictadura durante la década de 1980. Esto a partir de los procesos de politización
y radicalización vividos por las y los jóvenes en la enseñanza media, nutridos por muchos
más elementos que solamente el ingreso a determinadas militancias políticas. Apostar por
un partido y proyecto político en particular y no otro, cuestionar la pertenencia a uno, buscar
otros caminos, resolver alternativas a partir de las experiencias de vida de cada joven
sostiene el reconocimiento de la politización como un proceso complejo que podemos

214 Entrevista a Tamara.

102
observar a través de las propias vivencias de las y los entrevistados. En este caso, a través
de la historia oral, adquirimos elementos de análisis de sujetos de los que la historiografía
ha prescindido un tanto, desestimando la incorporación de perspectivas no adultocéntricas
en el ejercicio de la política revolucionaria durante el periodo de la dictadura cívico-militar.

Con todo, sería factible preguntarse si fue el movimiento estudiantil secundario el


que paulatinamente adquirió mayores niveles de radicalización o si la situación fue a la
inversa. Según los testimonios obtenidos hasta ahora todo pareciera indicar que fueron las
y los jóvenes quienes radicalizaron el espacio de masas, a partir de sus propias
interpretaciones y necesidades del momento, pudiendo incluso reconocer distancias
importantes con las experiencias universitarias. Esto además, ya que el ascenso orgánico
del movimiento secundario adquirió tenores más sectoriales y colegiados tras la
consecución de la FESES, en 1987, coincidente además con el periodo en que la dictadura
y la llamada oposición moderada articulaban el posterior plebiscito de 1988, resultando
inversamente proporcional al proceso de politización de las y los jóvenes secundarios que
abrazaban la vía armada. Aun cuando hay quienes señalan que las posiciones políticas
fueron dividiendo al movimiento secundario en el interior, especialmente, en torno al grado
de protagonismo que adquirieron las JJCC, mientras otros observan el espacio secundario
como una literal “cantera de reclutamiento” para posteriores militancias más radicales,
dejando atrás militancias fallidas; lo cierto es que la existencia de tal abanico favoreció la
lucha frontal desde el espacio secundario, a raíz de la convivencia e intercambio de ideas
entre secundarias y secundarios. Lo que además otorgó ciertos factores identitarios de una
generación que creció en dictadura, habiendo tenido algún grado de cercanía con la Unidad
Popular y rememorando aquello para materializarlo en su presente a través del impulso
rebelde por el socialismo. Finalmente, ¿fueron acaso las organizaciones políticas las que
dotaron a las y los secundarios de una fuerza mayor? Canalizaron, en efecto, esas
necesidades de actuar contra la dictadura e ir un poco más lejos. Sin embargo, ello formaba
parte de un proceso de subjetivación política que arrastró experiencias de vida y elementos
desde la niñez y que se fueron construyendo a lo largo de su crecimiento y desarrollo en
sociedad, incluso como un proceso vivo que se seguía nutriendo a través de las
vinculaciones políticas que aquí hemos observado. Al proceso en tres tiempos, debemos
sumar además, la mixtura en paralelo con el factor de sociabilidad juvenil y otros del tipo
cultural que veremos en el siguiente capítulo, lo que contribuyó también a complejizar el
clima vivenciado por estos jóvenes, agudizando las formas de pensar, sentir y concebir el

103
mundo que les rodeaba, moldeando su propia identidad de vida que en muchas ocasiones,
persiste hasta el día de hoy y que incrementó el compromiso y la entrega por un ideal.

Un importante número de jóvenes que alguna vez fueron parte del movimiento
estudiantil secundario de los ‘80 y comenzaron un camino de comprometida militancia
política por un proyecto revolucionario, encontraron la muerte en los primeros años de
organización secundaria, en las postrimerías de la dictadura e incluso en los inicios del
gobierno de la transición democrática. Casos como el de Esther Cabrera, la Chichi, militante
del FPMR asesinada por la Central Nacional de Informaciones (CNI) en el marco de la
Operación Albania en 1987; Claudio Paredes, también militante del FPMR, quien murió en
1988 en extrañas circunstancias por la explosión del material que estaba manipulando,
Mauricio Gómez Lira, también combatiente rodriguista asesinado por Gendarmería en un
malogrado intento de fuga de la ex penitenciaría de Santiago en 1992; Ariel Antonioletti,
militante del Lautaro, asesinado por la Policía de Investigaciones (PDI) en noviembre de
1990; Andrés Soto Pantoja, también lautarino, quien después de un periodo en la cárcel
optó por la clandestinidad y finalmente, fue asesinado en 1992 por la PDI, tras un fallido
atentado al entonces intendente de Santiago, Luis Pareto; los hermanos Eduardo y Rafael
Vergara Toledo, y Mauricio Maigret, los tres militantes del MIR, asesinados por Carabineros,
entre tantos otros. Todos alguna vez miembros de la reorganización secundaria levantada
contra la dictadura y enarbolaron casi las mismas consignas del movimiento estudiantil que
surgiría años más tarde, en plena democracia. Señala Gerardo Necoechea:

“A cada paso dado en pos de ideales justos sigue la represión del estado, a la que
se responde avanzando hacia la radicalización de izquierda, y en consecuencia
sigue aún peor represión. Esta secuencia de radicalización y represión, cuando la
explica quien participó en organizaciones políticas armadas, inevitablemente
condujo a la lucha armada y clandestina para la consecución de la utopía social que
borraría todos los agravios. La explicación, si bien parece razonable, deja fuera la
percepción de opciones y la toma de decisiones”215.

Para comprender e incorporar esto al análisis, intentamos en este capítulo dar


cuenta de esas reflexiones, motivaciones y percepciones de jóvenes estudiantes
secundarios que dieron un paso en la lucha revolucionaria, con distintos caminos
estratégicos para ello. En este sentido, si bien la represión dictatorial fue continua y brutal,

215 Gerardo Necoechea, Op. Cit., p. 168. El resaltado me pertenece.

104
incluso con asesinatos, esto también se convirtió en alguna medida en un deber ser,
reconociendo los riesgos a los que se exponían cuando la muerte tocaba de cerca. Podría
haber ocurrido que el cuerpo de lucha que conformaron las y los jóvenes se hubiese
quebrado, sin embargo, pasó a conformar la lucha misma, la identidad de lucha de esa
generación en particular y a ser reivindicado incluso hasta el día de hoy como parte de una
memoria y cultura popular que mantiene sus nombres vivos por nuevas generaciones.
Milico reflexiona sobre ello y señala:

“pa’ mi fue muy trágica y muy cercana la matanza de Corpus Christi, la caída de
muchos compañeros militantes, ahí mataron a la Chichi además, la Esther Cabrera,
que había sido parte del movimiento años antes… fue muy doloroso todo, pero a mí
por lo menos eso me daba fuerzas, me daban ganas de hacer más cosas, de seguir
en todo lo que estábamos haciendo… los compañeros…”216.

De acuerdo con el tercer tiempo de los procesos de politización según Necoechea,


hemos podido reconocer las formas en que operó la reelaboración de ideas que tensionó
los parámetros de acción ideales para las y los sujetos, finalmente, llevándolos a optar por
la vía radical contra la dictadura en Chile. Esto fue posibilitado por las fases que le
antecedieron, lo que nos invita a entender el compromiso militante de las filas político-
revolucionarias como un proceso activo que no resulta casual ni circunstancial. Al contrario,
se complejiza al intentar comprender cómo operaron los móviles de politización que, en
perspectiva generacional, fueron transversales a clase y género, como profundizaremos en
los próximos capítulos. Hasta ahora, reconocemos los vínculos y pasos más tangibles hacia
las filas de la lucha armada, acompañados del crecimiento como organización secundaria.
Pero también de soslayo hemos visto cómo el factor sociocultural fue apropiado de maneras
peculiares agudizando la conformación de ciertos rasgos identitarios propios de la
generación secundaria y armada de la década de 1980.

216 Entrevista a Milico.

105
CAPÍTULO III

“Y CANTAN, Y SU CANTO ES SIGNO DE VIDA Y DE COMBATE”217.

Reconocerse a través de la cultura: sociabilidad de la enseñanza media e impacto


sociocultural en la subjetivación política generacional de los ‘80.

Los procesos de politización analizados previamente son solo una arista del entramado que
compone los procesos de subjetivación política, reconociendo así los antecedentes y las
militancias escogidas por cada joven, las que impactaron no solo en las mismas trayectorias
militantes, sino también de vida, donde la dimensión política resultó ser un eje estructural.
La significación de estos asuntos fue clave en la conformación identitaria de las y los
jóvenes, forjando formas de observar el mundo. Paralelamente, esta identidad se nutrió de
la apropiación de ciertos factores sociales y culturales que, a nivel generacional,
demostraban características reconocibles y politizadas en la oposición a la dictadura. En
algunos casos, los elementos culturales fueron adquiridos a través de un bagaje cultural
heredado, una vez más, desde los núcleos familiares, mientras otros tantos se fraguaron a
través de los años, potenciándose a través del ambiente que propició el MES, en lo que
entenderemos como espacios de sociabilidad de la enseñanza media.

Es necesario mencionar que los estudios sobre sociabilidad como conceptualización


y categoría, destacan las contribuciones de Maurice Agulhon, cuya noción esencial tiene
relación con entender “por tal la aptitud especial para vivir en grupos y para consolidar los
grupos mediante la constitución de asociaciones voluntarias”218. Frente a esto, es preciso
delimitar rigurosamente el contexto en donde tiene lugar el ejercicio de sociabilidad, no
mermando la riqueza que implica tal categoría con una amplitud vaga. Escenario que está
enmarcado en determinados lugares e instancias que alentaron la discusión, organización
y también el esparcimiento de las y los jóvenes. Espacios e instancias que hallamos tanto
en los lugares físicos como en las propias dinámicas de interacción que en estos se llevaron
a cabo. En lo que a ello respecta, Agulhon señala que el estudio de la sociedad obrera –en
contraposición a casos de sociabilidad de los ricos–, requeriría indagar de forma previa

217El Rodriguista, N°35, diciembre de 1988, p. 26.


218Maurice Agulhon y Eduard J. Verger, “Clase obrera y sociabilidad antes de 1848”, en Historia Social N°12
(1992), pp. 141-166. El resaltado es del original.

106
sobre los lugares de ejercicio que podían ser escenario de la sociabilidad “popular”, a partir
de lo que se identificarían tanto la sociabilidad formal como informal. Señala:

“no hay asociación, ya sea informal (simple reunión de habituales) o formal (con
estatutos y reglas escritas), sin que exista un lugar de reunión estable. Este lugar es
un bien material, un capital. Para el rico, la dificultad no es, pues, grande. La
sociabilidad informal de la vida de salón se desarrolla en los salones, precisamente,
de los grandes pisos aristocráticos o burgueses. La sociabilidad formal del círculo
de hombres se desarrolla en un local alquilado o comprado a expensas del fondo
común, pero son gastos que se pueden soportar holgadamente. El obrero, por su
parte, es muy pobre y está muy estrechamente alojado. El estudio de la sociedad
obrera requiere pues, previamente, que nos preguntemos sobre sus lugares de
ejercicio”219.

Si bien en esta investigación creemos que las diferencias de clase existentes no


surten el mismo efecto que en el análisis del autor –recordemos que el MES poseyó diversa
extracción de clase, lo que enriqueció y retroalimentó la experiencia–, el posicionamiento
contra la dictadura sí implicó dificultades que fueron sobrellevadas en distintas formas y
cuya contraparte eventualmente se podría observar en los intentos un tanto infructuosos de
la dictadura por crear espacios propios de una juventud proclive a ella. En tal escenario, la
apropiación subjetiva de la cotidianidad, proyectada a través de la sociabilidad secundaria,
se forjó a través de aspectos, elementos y prácticas socioculturales de la época que
complejizaron el proceso de conformación identitaria, dando lugar a lo que Raymond
Williams denominó estructuras del sentir (o sentimiento). Según el autor, una estructura del
sentir es “una experiencia social que todavía se halla en proceso, que a menudo no es
reconocida verdaderamente como social sino privada, idiosincrática e incluso aislante”220 y
marca la diferencia frente a conceptos más formales de concepción del mundo o de
ideología, aunque resultan complementarios. Metodológicamente, una estructura del sentir
es una hipótesis cultural nacida de los intentos por comprender:

“elementos específicamente afectivos de la conciencia y las relaciones, y no


sentimiento contra pensamiento, sino pensamiento tal como es sentido y sentimiento
tal como es pensado (…) y sus conexiones en una generación o un periodo (…)

219 Ibid.
220 Raymond Williams, Marxismo y literatura (Barcelona: Ed. Península, 1997), p. 155.

107
presenta una especial relevancia con respecto al arte y la literatura, donde el
verdadero contenido social (…) no puede ser reducido a sistemas de creencias,
instituciones o a relaciones generales explícitas, aunque puede incluir a todas ellas
como elementos vividos y experimentados…”221.

Es entonces debido a los elementos constitutivos de una estructura enmarcada en


un “proceso viviente”, que la interrogante no acude sobre lo que fue escuchado, lo que fue
leído o lo que fue visto, sino cómo fue escuchado, cómo fue leído o cómo fue visto. En
visión de Williams, estos componentes culturales además constituirían la hegemonía, a
partir de su análisis sobre el concepto gramsciano; sosteniendo que esta no estaba
compuesta netamente de la ideología pura y formal, sino también de una manera particular
de ver el mundo y sus relaciones, señalando:

“…la tradición y la práctica cultural son comprendidas como algo más que
expresiones superestructurales (…) se hallan entre los procesos básicos de la
propia formación y, más aún, asociados a un área de realidad mucho mayor que las
abstracciones de experiencia ‘social’ y ‘económica’. Las gentes se ven a sí mismas,
y los unos a los otros, en relaciones personales directas; las gentes comprenden el
mundo natural y se ven dentro de él; las gentes utilizan sus recursos físicos y
materiales en relación con lo que un tipo de sociedad explicita como ‘ocio’,
‘entretenimiento’ y ‘arte’: todas estas experiencias y prácticas activas, que integran
una gran parte de la realidad de una cultura y de su producción cultural, pueden ser
comprendidas tal como son sin ser reducidas a otras categorías de contenido (…)
todavía pueden ser consideradas como elementos de una hegemonía: una
formación social y cultural que para ser efectiva debe ampliarse, incluir, formar y ser
formada a partir de esta área total de experiencia vivida”222.

Seguramente, una investigación íntegra acerca de la dimensión sociocultural y sus


impactos subjetivos en la resistencia armada a la dictadura durante la década de 1980,
requeriría un trabajo de mayor alcance y centrado de forma exclusiva en ello. No obstante,
aquí intentaremos comprender una arista percibida y hecha para sí por las y los jóvenes
constituyendo una identidad fraguada por medio de los PSP, donde las estructuras del
sentir fueron piezas clave que dotaron de características esenciales a la generación armada

221 Ibid., pp. 155-156. El resaltado me pertenece.


222 Ibid., pp. 132-133.

108
de los ‘80, para lo que resulta necesario reconocer el contexto cultural en que esta se
desenvolvió. Una generación que por cierto se enfrentó a la violencia dictatorial más cruda
y del día a día, pero así también a la censura y el cercenamiento que sufrió la producción
artística y cultural en el país. Karen Donoso señala que la concepción de “apagón cultural”
vivido tras el golpe de Estado, fue comprendida en dos vías tanto por opositores a la
dictadura como por sus propios personeros civiles y militares, refiriendo un apagón
intelectual “producto del ‘proceso de politización’ que vivió el país en las décadas anteriores,
que provocó -en palabras de la editorial del periódico La Tercera de la Hora- ‘que los
estudiantes se concentraran más en los conflictos políticos que en estudiar’”223. Por
contraparte, la autora expone la noción de apagón cultural que aquí compartimos y señala:

“…en el área de las artes y la cultura, este periodo ha sido considerado como un
‘apagón’, debido a la baja en la creación, producción y circulación de bienes
culturales en el interior del país a partir de 1973 (…) las fuertes medidas de censura
y restricción de las libertades públicas aplicadas por el régimen, fueron otro factor
de disminución de la actividad artística ligada a las corrientes de izquierda. Eso,
sumado al exilio de centenares de artistas e intelectuales chilenos, que estaban
activos antes del golpe de Estado, permitieron revelar la real disminución de la
actividad artística local y las dificultades concretas con que se presentaron. Aun así,
es importante señalar que en el interior, se desarrolló un gran movimiento cultural
que a pesar de estas limitantes, continuaron trabajando para construir lo que se ha
denominado la ‘cultura de la resistencia’. Este movimiento fue ampliamente
perseguido por el régimen no sólo con las normas de censura legal (…) sino también
con métodos extra-legales de detenciones secretas, amedrentamientos, atentados
a locales y galerías, desprestigio público, entre otros”224.

Aquella cultura de la resistencia que de alguna forma se potenciaría con las mínimas
aperturas de la dictadura durante los ‘80, proporcionaría elementos adecuados para las y
los jóvenes que reconocieron una cultura que se rehízo a sí misma, formando al alero de
ella sus trayectorias políticas, por lo que, sin ser uno de sus objetivos principales, la cultura
bien logró formar parte de una particular identidad y modo de ser joven en el Chile de la
dictadura.

223 Karen Donoso, Op. Cit., p. 107.


224 Ibid., p. 129. El resaltado me pertenece.

109
Aunque para algunos el denominado “capital cultural” se alimentó desde sus
hogares y primeros vínculos con los espacios más próximos durante la niñez, para otros,
cada día significó forjar por sí una lectura y apropiación que no estaba distante de sus
intereses político-sociales, por el contrario, se convertirían en parte esencial de sus
procesos de subjetivación política y, particularmente, de conformación identitaria. Esta
generación adquirió así referentes socioculturales que se condijeron con sus elecciones de
vida militante, muchas veces agudizando esa urgencia de hacer caer la dictadura y
reafirmando sus convicciones políticas e ideológicas. Para el caso del MES, los elementos
culturales socializados entre estudiantes encontraron su mejor espacio de difusión y
reflexión de forma idónea en instancias construidas a través de la experiencia
reorganizativa –como asambleas, reuniones, trabajos voluntarios, acciones concertadas de
agitación incluso, entre otros– y también en ciertos espacios físicos disponibles para la
discusión y organización, principalmente, de masas –como el caso de Serrano 444 y las
actividades allí realizadas o los propios establecimientos educacionales, por ejemplo–. Sin
perjuicio de ello, las propias trayectorias de las y los secundarios adquirieron también
nociones socioculturales enraizadas en las culturas de sus correspondientes militancias
políticas. Observaremos en primer lugar las herencias que dejaron ver de antemano la
posesión de un capital cultural, y luego las novedades que significaron la agudización del
sentir urgente y ratificaron convicciones y voluntades de actuar en aquel momento histórico.
Estos últimos también caracterizaron una nueva generación que se erguía contra la tiranía
y que reflejaba un quiebre, despojándose en cierta medida de los cánones revolucionarios
más tradicionales de sus antecesoras.

La politización a través de la cultura: de la Unidad Popular a la clandestinidad.

Los distintos elementos y algunas prácticas culturales heredadas del gobierno de la UP


revistieron importancia en la conformación subjetiva de las y los jóvenes, otorgándoles una
particular impronta de izquierda desde sus entornos próximos, al menos desde la
materialidad de sus espacios. Este legado político-cultural, caló sobre la cultura de la
resistencia que resurgió paulatinamente durante la segunda mitad de los ‘70 y en especial,
a comienzos de la década de 1980. Y es que más allá de las transformaciones estructurales
realizadas por el gobierno de Allende, la cultura revistió un asunto esencial durante la UP,
por lo que su incremento se evidenció incluso a partir de ciertas políticas de Estado y de
prácticas culturales características de dicho periodo. César Albornoz señala que la cultura
fue desde el comienzo “una de las prioridades del gobierno de la Unidad Popular. Era el

110
medio para, desde la creación artística-musical-intelectual, proponer una nueva sociedad
donde los valores imperantes fueron los del proletariado en vez de aquellos burgueses”225,
y destaca que “la propuesta cultural de la Unidad Popular no era liviana: era militante,
combativa, severa”226. Por esta razón, muchos de los entornos familiares que simpatizaban
o eran parte activa de los partidos adherentes de la Unidad Popular, tuvieron más cercanía
con la cultura politizada y la politización de lo cultural como proceso experimentado,
significando la aproximación a ello desde la niñez temprana. Aunque a pesar de haber
constituido la cultura de masas un impacto un tanto transversal en estas familias, es posible
ver matices de clase, como elementos del tipo intelectual que de antemano nutrieron el
capital político-cultural. Esto se reflejaría en la diversa extracción de clase que poseería la
reorganización secundaria de los ‘80, por lo que es cierto que este no fue un gran sesgo al
interior del movimiento. Por el contrario, la interacción fue central en la difusión de productos
materiales e inmateriales que conformarían la dimensión sociocultural de los PSP. Cabe
recordar, según indica Juan Azócar, la existencia de una “proto-organización” orientada por
el Comité Local de las JJCC en la zona oriente; en sintonía, un testimonio de Eugenio
Marcos, entonces también militante de la Jota, referenciado en el documental Actores
secundarios, destaca una particularidad de los colegios particulares y/o de la zona oriente
de Santiago, que benefició la reorganización secundaria:

“Yo tengo la impresión que la principal organización se empezó a dar en la zona


oriente como el año ‘82. Fuimos principalmente la zona oriente porque teníamos
mejores condiciones, había menos repre en los colegios, uno podía hacer cosas.
Había ciertos lugares, estaba La Girouette, colegios súper raros, el Grange, el Saint
George, los colegios más cuicos del periodo fue donde primero hubo organización,
porque se podía”.

En este sentido, la convivencia entre jóvenes de posición más acomodada y jóvenes


provenientes de sectores populares y con un mayor grado de proletarización en los
espacios comunes del MES, fomentó aprendizajes y reflexiones que incidieron en los
procesos de subjetivación. No existió unidireccionalidad “arriba-abajo” o viceversa, la
retroalimentación se evidenció en la aproximación de realidades opuestas, en el alcance de
objetivos materiales que facilitaran la lucha o que, por ejemplo, permitieran burlar la censura
dictatorial. Con todo, sometida a un receso forzoso de su producción, la cotidianidad cultural

225 César Albornoz, “La cultura en la Unidad Popular…”, Op. Cit., p. 148.
226 Ibid., p. 151.

111
se enfrentó a las medidas represivas que fueron desde el exilio hasta incluso la ejecución,
como el reconocido caso de Víctor Jara, así como también a la censura y persecución. Lo
que no significó una carencia absoluta de aquellos elementos, al contrario, destacó el
legado cultural de la UP en los primeros elementos familiarizados durante la niñez de las y
los entrevistados; también las intervenciones soterradas que daban cuenta de esta
presencia, comenzaron a dar forma a la cultura de la resistencia que luego inspiraría a
cientos de artistas de diversas áreas. Referimos una cultura de masas potenciada durante
el gobierno de Salvador Allende que influyó en cientos de familias chilenas, particularmente,
en las cercanas y atraídas por su proyecto. Como recordaba Zorro Viejo, la “fiesta
permanente” que fuera la UP dejó sus marcas impresas en el arte, la literatura, el teatro,
pero especialmente, la música tomó un camino fundamental. De acuerdo con César
Albornoz “un importante espejo donde se reflejó el sentido y la identidad del proceso cultural
en Chile bajo el gobierno de Salvador Allende, fue por sobre todo la música”227. También
David señala que el influjo de la UP tuvo lugar durante su proceso de politización, a través
de un marco más político-cultural:

“Como empiezo a sentirme cercano a Allende también por los lienzos, las imágenes
de marchas y protestas, esto fue acompañado de… escuchar su último discurso,
empezar a pensar qué es lo que era la UP, qué es lo que quería hacer, etcétera. Y
a partir de la música, había casetes con recopilaciones de canciones que hacían en
el mundo con respecto a la figura de Allende, empecé a conseguir esas cosas…”228.

Sergio recuerda una situación vivida durante su enseñanza básica y que da cuenta
de su recepción de la producción cultural de la UP, indica:

“Debe haber sido las primeras semanas después del golpe o por ahí. Bueno, la
profesora, en un contexto del colegio de hacer actividades y cosas –algo había, no
recuerdo qué– pero dijo que cada uno hiciéramos una ‘gracia’ o algo, y que qué
podíamos hacer. Yo, en la inocencia, dije ‘¡ya, yo puedo cantar una canción!’ y canté
Venceremos. Y eso generó preocupación y llamaron a mi mamá… pero eran cosas
que uno ingenuamente hacía. Yo lo hice porque era parte de mi recuerdo, bonito
(…) y desde ahí fui sintiendo que había que cuidarse, estar alerta, no con todo el
mundo uno podía ser tan abierto (…) entonces se hace, pero escondido, recuerdo a

227 Ibid., p. 147.


228 Entrevista a David.

112
partir de entonces, siempre con mi abuelo haber escuchado Radio Moscú y tratar
de informarnos de lo que pasaba, que no salía en la tele ni en los diarios”229.

La influencia de la “Nueva Canción Chilena”, donde destacaron artistas como Víctor


Jara, Violeta Parra, Quilapayún, Inti Illimani, Patricio Manns, Rolando Alarcón y otros, sería
crucial en estos aspectos, probablemente, a propósito de estar compuesta por líricas que
se articulaban con los procesos sociales que vivía el país, una composición musical idónea
para su propagación y un carácter politizado. Fabio Salas indica que la Nueva Canción:

“…tuvo la doble tarea de definir la identidad musical de la izquierda (…) y de elevar


a través del canto el nivel de consciencia de las masas obreras, creando una
sensibilidad que servía ya como sentido de pertenencia, ya como orientación en la
lucha revolucionaria…”230.

Estos elementos hicieron de la música y la Nueva Canción Chilena, particularmente,


un factor clave en la cultura y vería en el Canto Nuevo su principal heredero. Así, la música,
la literatura, las artes escénicas, la cinematografía, entre otros, fueron ricos ingredientes de
un capital cultural adquirido a través de las familias, cargado de una impronta política que
se dejó observar en especial en aquellas experiencias con tradición militante, donde
destaca el caso de las familias comunistas. Habiendo sido el PCCh uno de los partidos con
mayor trayectoria histórica en comparación al caso del MIR o incluso más frente al MAPU-
Lautaro –como parte de las fuerzas políticas del MES–, los quiebres generacionales así
como el legado histórico parecen ser más evidentes, reflejados en este caso a través de
factores socioculturales.

El legado familiar como capital cultural y la cultura de la resistencia como


factor de quiebre identitario.

De acuerdo con el sociólogo Pierre Bourdieu, el denominado “capital cultural” posee


tres estados. Uno de ellos, el capital cultural incorporado se dispondría de forma duradera
en el individuo –organismo, en palabras del autor– básicamente desde la infancia. La
acumulación del capital cultural exigiría:

229 Entrevista a Sergio. Compuesta por Sergio Ortega, militante comunista, la canción Venceremos fue
versionada por primera vez especialmente para la campaña presidencial de Salvador Allende e interpretada por
el grupo Quilapayún.
230 Fabio Salas, La Primavera Terrestre…, Op. Cit., p. 63.

113
“…una incorporación que, en la medida en que supone un trabajo de inculcación y
de asimilación, consume tiempo, tiempo que tiene que ser invertido personalmente
por el ‘inversionista’: el trabajo personal, el trabajo de adquisición, es un trabajo del
‘sujeto’ sobre sí mismo (...) Puede adquirirse, en lo esencial, de manera totalmente
encubierta e inconsciente y queda marcado por sus condiciones primitivas de
adquisición (…) Por otra parte, se sabe que la acumulación inicial de capital cultural
útil, comienza desde su origen, sin retraso ni pérdida de tiempo, sólo para los
miembros de familia dotadas con un fuerte capital cultural”231.

En efecto, existió un capital cultural incorporado en parte de las y los secundarios,


lo que se relaciona con dos aspectos, en algunos casos vinculados entre sí: uno de clase y
por tanto mayor capital integrado y más facilidades para adquirirlo y aprehenderlo, lo que
posibilitó el enriquecimiento sociocultural entre jóvenes que poseían otra extracción de
clase. Un segundo aspecto tiene relación con la trayectoria militante familiar que, entre la
militancia correspondiente y la práctica cultural interna, adquiría mayor capital cultural para
ser heredado a sus sucesores. Esto se materializó principalmente durante la infancia, a
través del acercamiento a factores que se potenciaron durante la década de 1960 y la UP
en madres y padres de las y los jóvenes, o bien en entornos familiares próximos. Tal fue el
caso de Chica, su madre y padre se habían conocido en la Universidad de Chile, lugar en
que existía una fuerte presencia de juventudes políticas como las JJCC y donde además
su mamá se formaba como actriz. Esto influyó de forma especial en la percepción y
concepción de Chica sobre una cultura politizada y en sincronía con los procesos sociales
del momento. Recuerda:

“Mis papás se conocieron en la universidad y también empezaron a militar en la


Juventud Comunista en ese periodo… un periodo además de mucha actividad
cultural, muy fuerte, sobre todo yo diría en el caso de mi mamá que estudiaba
actuación. Así que para mí siempre fue muy cercano el teatro y la cultura como un
asunto de vida, algo que conocí desde muy chica y me acercó a ciertas cosas,
sentimientos y sensaciones fuertes… en la época toda la cultura era de mucho
compromiso social (…) Entonces siendo yo un poco más grande, tenía la inquietud
de buscar un teatro –me gustaba y todavía me gusta mucho– que tuviera un mensaje
más profundo. Más grande conozco las obras de Juan Radrigán, me acuerdo (…) Y

231Pierre Bourdieu, “Los tres estados del capital cultural”, en Sociológica, Revista del Departamento de
Sociología, UAM – Azcapotzalco, México, Vol. 2, N°5 (1987): 11-17. Traducción de Mónica Landesmann.

114
por el lado de mi papá, recuerdo mucha poesía, en particular en la familia de mi
papá, que también eran comunistas, me conecto con mucha poesía, vínculos que
iban hacia allá. Neruda sobre todo (…) y más grande, si bien yo no era tan teórica –
me daba un poco de lata todo eso en realidad–, recuerdo y me hizo mucho sentido
algunas lecturas de Marta Harnecker, que me era familiar, como de chica y ya más
grande le tomé sentido”232.

En el caso de Coke también proveniente de una vasta familia comunista y cuya


madre fuera pianista y educadora de párvulos, reflexiona:

“A pesar de toda la huella política que me rodeaba, yo tenía mis propios espacios,
otras preocupaciones. Y cuando empecé a tener más interés político, de lo que
pasaba en el país –que igual siempre era motivo de conversación– mi mamá tuvo la
precaución de que mi primera formación fuera desde la literatura y no desde textos
netamente políticos. O desde personajes y no desde la ideología, por así decirlo.
Entonces mi mamá me introdujo a Chéjov…también a Tolstói y me maravillé con él,
desde chico. Pero Chéjov tenía la gracia de tener cuentos muy realistas, y hubo uno
que me emocionó especialmente y me emociona hasta ahora cuando lo leo que es
‘Vanka’ (…) un niño del campo que lo llevan a trabajar con un zapatero, en Moscú,
lo tratan mal y él le escribe a su abuelo los sufrimientos que padece, que por favor
lo vaya a buscar, que quiere estar con él… retratos del dolor y la injusticia. Entonces
tuve también esa formación más desde el sentimiento que de un razonamiento
teórico. En ese sentido, la literatura tuvo en mí un espacio maravilloso en la
formación de esos sentimientos fundamentales”233.

Cabe aquí destacar, ambas experiencias previas se insertan en contextos de clase


media o media alta, lo que se caracteriza además por ciertos elementos mencionados en
cada una de ellas. Un caso opuesto en cuanto a clase fue el de Zorro Viejo, aun cuando la
raíz militante era la misma que en el caso de Chica o Coke, existieron diferencias
sustanciales derivadas de la pertenencia a una clase u otra. En este caso, la incorporación

232 Entrevista a Chica.


233 Entrevista a Coke.

115
tardía234 de capital cultural, fue cubierta de alguna forma por la trayectoria político-militante
de su madre. Así lo observa el mismo entrevistado y señala:

“En mi caso, yo no soy hijo de intelectuales, soy más bien hijo de gente trabajadora
y no de Santiago, entonces yo accedí a la literatura, por ejemplo, de manera más
bien tardía diría yo, pero igual muy chico (…) cuando empiezo a acercarme a la
comunidad de base, cuando el cura me pasa el Manifiesto, en toda esa época la
literatura, la filosofía, el marxismo estaban prohibidos, por lo tanto uno no se podía
dar el lujo de tener una tremenda biblioteca marxista. En esos años todo estaba
prohibido y acceder a algo pa’ leer no era fácil (…) Pero fui encontrando en la casa,
en la cosa familiar… seguramente eran de mi madre… en este periodo que ya estoy
en la pobla en Santiago, fueron libros como ‘La Base’, ‘Así se templó el acero’, ‘La
sangre y la esperanza’ que los leí siendo bien niño de edad (…) y ya un poco mayor,
en esos años de enseñanza media era ‘La montaña es algo más que una inmensa
estepa verde’, de Omar Cabezas, lo debo haber leído… ¡uf! no sé cuántas veces
(…) ese libro fue una inspiración muy potente, pa’ muchos de nosotros yo creo”235.

De acuerdo con lo señalado, nos podemos aproximar a prácticas y esencias


culturales asociadas a la militancia política y en perspectiva generacional, vemos asuntos
clave, particularmente en el caso de la militancia comunista. Por un lado, los elementos
vinculados a la cultura soviética, en este caso, por medio de la literatura, resaltan las
características de una generación militante previa. Así lo recuerda Coke, que dentro de sus
primeras aproximaciones literarias, señala que:

“Luego conozco algunos retratos biográficos de Lenin, de Marx… también la


tradición comunista de ese entonces, eran más figuras rusas o europeas, más que
latinoamericanas. Además que el PC en ese entonces tampoco era tan procubano
por ejemplo, le tenían cariño a Fidel, la figura del Che también era como entrañable,
pero por lo menos de los que yo recuerdo, no eran las centrales”236.

Esto sin embargo, se complementaría con las incorporaciones que la década de los
‘80 traería y que conformaría identidades en las nuevas camadas militantes de aquellos

234 Comprendiendo “tardía” como aquella incorporación que habría tenido lugar entre los 10 y 15 años,
aproximadamente. Puesto en comparativa con sus compañeros de generación, se puede concebir como una
presencia tardía, pero aún en el proceso de desarrollo y de subjetivación política.
235 Entrevista a Zorro Viejo.
236 Entrevista a Coke.

116
años. Por otro lado y en relación con ello, también se dejó ver la existencia de un nuevo
fenómeno cultural que anidaba en el Chile de los ‘60, agudizándose más tarde con el
impacto que esto significaría en las y los nuevos militantes, con mayor o menor capital
cultural integrado y vinculante en esta suerte de legado familiar. También suponen
escenarios de clase que exhibieron tales elementos y actuaron de mediadores entre sujetos
y capital cultural. Además, las lecturas referidas por Coke y Zorro Viejo, con orígenes de
clase opuestos, dan cuenta de una mixtura simbólica entre esta “vieja y nueva camada” que
incipientemente tomaría posición en la lucha contra la dictadura. Así la influencia de lo
soviético seguiría presente pero en menor medida al ir colisionando con el proceso regional
que dotaría de un importante sentimiento latinoamericanista, enmarcado, por ejemplo, en
las letras de Omar Cabezas y su representación de la experiencia revolucionaria en
Nicaragua, que derrocaba a la dictadura de Anastasio Somoza. El libro de Cabezas lo
dejaba ver: era posible, la revolución podía llegar a la victoria. Como veremos, este libro
sería fundamental para la generación de la enseñanza media de los ‘80, lectura que además
se intencionó desde las mismas orgánicas. Este fue el caso de la versión clandestina
editada por el PCCh, bajo el título de Vida de un combatiente cuya portada además aludía
al vínculo con Chile, añadiendo la imagen de la bandera; lo que por cierto facilitó el flujo de
la obra entre sus filas militantes237. En un plano más teórico-metodológico, es importante
destacar la racionalización de los sentimientos que refieren las y los entrevistados,
albergados desde el razonamiento de los primeros años, es decir, sentimiento tal como es
pensado y pensamiento tal como es sentido.

Excepto el caso de Zorro, como señalamos, algunos de estos relatos tienen un alto
sesgo de clase que proveía con más facilidad la adquisición y comprensión del material
cultural, artístico e intelectual propio de los núcleos familiares y primeros entornos de
orientación social. Ahora bien, en un ambiente altamente politizado tanto en el país como
en la propia intimidad del hogar, no resultaba difícil para algunos jóvenes aproximarse a
aquellas nociones que invitaban, a lo menos, al cuestionamiento de la realidad vivida.
Aunque por cierto este no fue un ejercicio exclusivo de las familias de izquierda, pero sí de
las que podían ostentar un mayor capital económico y cultural. En este caso, Negro señala:

“En mi casa, a pesar de ser un contexto súper facho, siempre se potenció la lectura,
siempre había libros, mucho que leer… entre un periodista y una asistente social,

237 Ver anexo de imágenes, N°5.

117
siempre tuve mucha lectura. Como de psicología, de sociología de esa época
también, me acuerdo que tenía como 9 años y leía introducciones a la sociología
(…) además en el colegio –la Alianza– francés era obligatorio, así que había
aprendido más por ahí, porque podía leer un poco otros libros de la misma onda
pero en otro idioma (…) y así lo mío fue la música y leer…”238.

Ya sea por militancia política o clase, estos primeros relatos dan cuenta de un capital
cultural potenciado desde su origen con lecturas que hasta entonces se podrían preciar de
ser más selectas, como el caso de la literatura soviética en la militancia comunista o el
acceso a elementos teórico-intelectuales que facilitarían la reflexión y el pensamiento
crítico. Con el pasar de los años tomaría lugar un “clima de oposición” en cientos de hogares
en Chile, familias que se posicionaban contra la dictadura, aun de forma soterrada y se
dejaría ver paulatinamente con las manifestaciones en las poblaciones y las primeras
Marchas del Hambre. Por supuesto, esto también se agudizó en familias con tradición
militante o simpatizantes de izquierda. Ya en la década de 1980 con el aumento de las
protestas y la existencia de algunos medios de comunicación opositores, todavía escasos,
como la revista de la Agencia de Prensa de Servicios Internacionales, más conocida por su
sigla APSI, Análisis, Hoy o Cauce, la información sobre la situación en el país, omitida y
manipulada por la prensa oficial bajo control de la dictadura, adquirió un mayor alcance a
través de dichos medios. La presencia de estas revistas o periódicos de oposición como el
caso de Fortín Mapocho, se mostraba como un factor indicativo de la tendencia política del
hogar en cuestión, o al menos como opositor a la dictadura de forma transversal a clase,
territorio o trayectoria militante, generando una exitosa difusión de masas. Si bien las
publicaciones señaladas incorporaron regularmente secciones de arte, cultura y afines, el
surgimiento en 1978 de la revista cultural La Bicicleta, resultó clave para la dificultosa
situación que cercenaba la producción cultural en Chile. Aunque esta revista dio espacio a
diversas expresiones artísticas, culturales e intelectuales, una vez más la música adquirió
un lugar privilegiado. Es entonces donde tomaría relevancia el Canto Nuevo, que
representaba:

“…el registro viviente de la continuidad de la Nueva Canción. En un momento en


que hasta la presencia pública de artistas ejecutando instrumentos de raíz folk, como
el charango y la quena, estaba prohibida (…) tuvo que recuperar parte del terreno

238 Entrevista a Negro.

118
expoliado y ganar paulatinamente presencia pública ante una cultura fraccionada
políticamente pero cuyos peores síntomas acusaban involución y parálisis
creativas”239.

Además el término “Canto Nuevo”:

“…aludía a la Nueva Canción pues remitía al cancionero popular pero a la vez


simbolizaba a la nueva generación de músicos enfrentados a la reconstitución del
espacio tronchado por la dictadura. Por lo tanto lo nuevo de este canto era su
significado simbólico, la resistencia política, y además su sentido generacional,
vinculado a la NCCH pero dirigido al futuro”240.

El ejercicio y el trabajo de esta “nueva generación de músicos” locales (entre los que
se encontraban Santiago del Nuevo Extremo, Illapu, Schwenke y Nilo, Eduardo Peralta,
Osvaldo Rodríguez, Sol y Lluvia, entre otros) se incorporaban también a las vivencias de
aquellos sujetos que estaban configurando definiciones y visiones de mundo en pos del
camino que los llevaría por la vía confrontacional, imbricando en aspectos tal vez
impensados la resistencia cultural y armada a la dictadura. El vínculo generado con el
pasado cercano que representaba la UP, a través de la continuidad experiencial plasmada
en las canciones, en conjunto con las nuevas prácticas requeridas para poder crear y
difundir nuevas piezas, conformó un material rico y atractivo para una también nueva
generación de jóvenes que no había vivido del todo con Allende, pero se levantaba para
poner fin a la tiranía que lo había derrocado. Alicia quien también pertenecía y creció en el
núcleo de una familia comunista, llegando a las JJCC, recuerda:

“En mi casa escuchábamos mucho los españoles… Serrat, Víctor Manuel, Ana
Belén. También el Gitano Rodríguez, Inti Illimani por supuesto, Illapu. Los cubanos,
Carlos Puebla, Silvio Rodríguez, Pablo Milanés. Quilapayún, Isabel y Ángel Parra,
Paco Ibáñez, Daniel Viglietti (…) pero al mismo tiempo si era por radio –eso era en
casetes–, las noticias en la Cooperativa, pero de música, yo me había empezado a
tomar la radio y escuchaba la Umbral, donde mezclaban la música de todos los
compositores chilenos en particular y latinoamericanos, trova (…) nunca me voy a
olvidar una vez que nos íbamos a encontrar con mi papá, que estaba clandestino, y
tenía un casete en el auto, que por un lado tenía Inti Illimani y por el otro, Pink Floyd,

239 Fabio Salas, La primavera terrestre…, Op. Cit. p. 135.


240 Ibid., pp. 141-142. El resaltado me pertenece.

119
y yo encontré que mi papá era top, escuchaba la misma música que yo… capaz que
el casete ni era de él, pero no importa (…) mi primer cancionero de Silvio lo hice yo
misma con un casete de Silvio que había en la casa, iba parando la casetera frase
por frase y escribí todas las canciones, una semana entera del ‘86 haciendo eso (…)
pero la revista Bicicleta incluía cancioneros, enseñaba a tocar guitarra y todo el
mundo tenía su cancionero Bicicleta, si no era pa’ tocar guitarra era pa’ saber las
canciones, y creo que eso era super importante y se movía harto en términos de
difusión de música”241.

También Víctor retrata su recuerdo frente a esta suerte de “nueva materialidad


ochentera” y recuerda:

“Poco tiempo después del tema del plebiscito del ’80… mi papá empezó a poner los
discos –vinilos– de Quilapayún, de Víctor Jara, Inti Illimani, entonces empecé a
escuchar las letras, a analizar lo que decían y a escuchar más ese tipo de música…
y a los años después, ‘82, ‘83, ‘84, vienen las protestas y se empiezan a mover las
revistas de oposición en mi casa, la Cauce, la APSI, la Análisis… yo las hojeaba en
mi casa, mis viejos las compraban porque siempre habían sido muy buenos lectores.
Entonces yo diría que había –yo así lo sentía– un clima de conversación diaria y un
ambiente en la casa que era de oposición”242.

En este escenario, el capital cultural del legado familiar se complementaría con


nuevos caminos en sintonía con el compromiso social como eje esencial de la cultura
truncada que dejó el golpe de Estado y con la lucha por la libertad, así como también a las
nuevas prácticas y formas de crear y difundir el trabajo artístico. Estas últimas adquieren
otras formas de elaboración y alcance debido a la censura impuesta sobre la cultura y las
artes, cuya principal aliada fue la práctica del “mano a mano”, que como su nombre lo indica,
consistió en facilitar y difundir el material musical o escrito persona a persona, comúnmente
a través de espacios comunes y/o con algún grado de complicidad. Laura Jordán aborda la
relación entre música y clandestinidad, delimitando las implicancias de cada dimensión:

“la música en la clandestinidad, lugar marginal desde el que establece su disidencia,


sin instalarse en un punto cierto respecto a lo público, sino que circulando
versátilmente entre sectores protegidos y otros más vulnerables; la música

241 Entrevista a Alicia. Ver anexo de imágenes, N°6.


242 Entrevista a Víctor.

120
clandestina, aquella que se usa encubiertamente, que se copia y se difunde mano a
mano, transitando por los territorios confiables de la resistencia organizada, y
aquella otra que se concibe para ese desterritorio de las autorías, con el propósito
instrumental de contribuir al derrocamiento de la dictadura”243.

Sin ser exclusiva, la música fue un elemento central que marcó pautas importantes
en el proceso de conformación de capital cultural a través de la sociabilización entre
estudiantes, donde particularmente el Canto Nuevo fue protagonista en la práctica del mano
a mano, donde las y los jóvenes fueron agentes clave. Negro recuerda:

“Cuando estaba como en séptimo, a principios de los '80, fui a mi primer concierto,
Santiago del Nuevo Extremo, en el Caupolicán (...) y escucho A mi ciudad y su
lenguaje críptico, una canción protesta con lenguaje medio pasando piola y me
enamoro (…) además, la música tiene toda una mística cuando vas desarrollando
otro tipo de acciones, está siempre presente, hay rituales, himnos, la canción
significativa (...) una de mis primeras cimarras con un compañero, fue con una
grabadora de esas de teclas, escuchando casetes pirateados de Silvio Rodríguez,
en el Forestal, fumando, ¡un acto de rebeldía extrema! y tratando de interpretar las
letras de Silvio, y reflexionando, discutiendo sobre qué es lo que nos decía Silvio.
Yo me acuerdo que Vamos a andar pa’ nosotros fue una tremenda discusión (…) y
esto porque con mi hermano yo había conocido al ‘viejo Alejo’, que vivía por la Paula
Jaraquemada, en Carrascal, Quinta Normal. Debe haber tenido 24, 25 años, pero
era ‘el viejo’ y era mi proveedor de música (...) Me pasaba un casete que decía, no
sé, ‘Chopin’, ‘Beethoven’, pero era Silvio, Quilapayún. La primera era Chopin, cosa
que si alguien empezaba escuchar, sí, era (…) y yo tenía harto casete para grabar
y hacer copias y las regalábamos entre los compañeros…”244.

De esta forma, la apropiación y también la desestimación de uno u otro elemento


acompañaba un proceso paralelo de politización que no hizo tabula rasa de los estímulos
socioculturales existentes, sino que se acopló con ellos en virtud de las experiencias de
vida y del compromiso de lucha, y la difusión de la música que hemos citado es solo un
ejemplo de ello. Pero la propia dinámica del país y del continente aportaría cambios que
irían de la mano con la política más radical que se forjaba a pulso, en paralelo a las

243 Laura Jordán, Op. Cit., p. 98. El resaltado es del original.


244 Entrevista a Negro.

121
trayectorias de subjetivación de las y los jóvenes. Parte de la identidad política que se
comenzaba a fraguar, coincidió con la aparición de un factor casi inédito hasta entonces en
la subjetividad militante y que daría forma a las características más peculiares de esta
generación: lo militar y armado en las formas de hacer política. Esto sin duda fue propiciado
por el escenario latinoamericano e impactó no solo en la política revolucionaria que en Chile
se levantó contra la dictadura, sino también en la producción cultural y en las formas de
sentir la revolución, sobre lo que el MES no quedó exento. Serían aquellos elementos
nuevos los que irrumpirían con fuerza en la difusión y conformación identitaria de las y los
jóvenes que apostaron por la lucha radical, en miras a construir caminos más allá del fin de
la dictadura. Reflejado en la identidad y la praxis política, observamos que se presentó un
quiebre generacional respecto de sus antecesores, evidenciado por el panorama
revolucionario, político y cultural que ofreció la década de 1980. Cabría aquí hacer alusión
a ciertos hitos que marcaron pauta en la política revolucionaria en Latinoamérica, siendo
especialmente inspiradores los casos de Nicaragua y El Salvador, y sus organizaciones, el
Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) y el Frente Farabundo Martí para la
Liberación Nacional (FMLN), respectivamente. A partir de entonces, surgiría también en
esta generación de jóvenes una revaloración de la Revolución Cubana y de las figuras
guerrilleras del Che Guevara o Fidel Castro. Al respecto, Víctor agrega que:

“Al menos en el caso de la Jota, existía la posibilidad de que te enviaran a hacer


‘cursos de formación’ al exterior, a Cuba fundamentalmente, hasta fines de la
década de 1980. Podía ser para formarte como oficial, en 3 años o un curso de
‘combatiente’ de 6 meses. Entonces eso agitaba la perspectiva latinoamericana de
Cuba y Nicaragua, porque eran lugares donde sabíamos había compañeros allí. En
el fondo, no era solo una utopía pensar la lucha internacionalista, sino que era una
realidad no tan lejana”245.

También particularmente difundida fue la experiencia sandinista en Araucaria de


Chile, incorporando en la mayoría de sus números entre 1980 y 1985 menciones,
testimonios, relatos breves y extendidos y otros textos sobre el triunfo en Nicaragua. Uno
de ellos señalaba de forma certera:

“Desde el punto de vista de la aceleración del desarrollo histórico y social en nuestro


continente, es la Revolución Popular Sandinista después de la Revolución Cubana

245 Intercambio por correo electrónico con Víctor.

122
el acontecimiento político más significativo de la América Latina contemporánea (…)
la revolución nicaragüense ha mostrado además aspectos nuevos del combate
social. Sin duda, ella ha enriquecido la práctica y la teoría de la revolución
latinoamericana”246.

Esta oleada revolucionaria en Latinoamérica inspiraría también la poesía, la


literatura, la música, la iconografía, entre otros, vinculada al nuevo escenario que
evidenciaba la consecución de la revolución. De tal forma muchas y muchos jóvenes se
sintieron atraídos por estos móviles de lucha y una suerte de deber ser que les exigía su
posición en la historia. David recuerda:

“Benedetti pa’ mi fue un descubrimiento potente, también García Márquez, poesía,


Neruda, De Rokha, Huidobro… ¡Galeano! Teatro, pero no obras, sino que leído
también. Pero la épica fue ‘La montaña es algo más que una inmensa estepa verde’,
de la revolución sandinista, ese era casi como un libro de cabecera y uno se
imaginaba guerrillero en la montaña y cuando estábamos en los trabajos voluntarios
nos imaginábamos ahí la antesala de la revolución ¡y todo eso!”247.

Por su parte, Sergio reflexiona:

“En esos años yo me sentía muy cristiano y tenía muy marcada como influencia
personal, una simpatía por la revolución sandinista… y yo escuchaba, leía poesía
de Ernesto Cardenal, leía a Benedetti… se puso un poco de moda vestirse medio
artesa, hippie, con esos pantalones medios amasados… toda una forma de ser, una
identidad propia, creo que era muy particular. Y música, bueno, el Canto Nuevo,
donde surgió Santiago del Nuevo Extremo, Schwenke y Nilo… alguna música del
exterior también llegaba, me acuerdo de Alturas de Machu Picchu, de Los Jaivas,
había como todo un espíritu de ‘queremos otra cosa, otro país’. Y otra cosa: no
veíamos ni en el corto, ni mediano plazo una opción de salida política democrática,
sino que la constitución está tan bien armada, que no había posibilidad de pensar
que por un voto, por una elección fuera a cambiar algo. Entonces, ¿qué es lo que
queda?, salir a luchar, como se había hecho en otros lados. Lo estábamos viendo y
pensando ‘esta cosa no va a caer sola, hay que botarla’”248.

246 “Enseñanzas teóricas de la revolución nicaragüense”, Araucaria de Chile, N°31, 1985, p. 59.
247 Entrevista a David.
248 Entrevista a Sergio.

123
De forma similar, Fernando se autodefine desde sus memorias, señalando:

“Yo, totalmente prosandinista. Me acuerdo que mirábamos los procesos


revolucionarios, El Salvador, Nicaragua, también la revolución cubana seguía siendo
un motor inspirador para el resto de Latinoamérica y los distintos procesos
guerrilleros (…) en términos personales, yo estaba a favor del Sendero Luminoso
en Perú… todo lo que oliera a rebelión, revolución o guerrilla, tenía un sentido de
ser justificado dentro de América Latina (…) discutíamos entre amigos los distintos
procesos revolucionarios y nos llegaba una que otra revista informándonos, por
ejemplo, del proceso de las FARC me acuerdo que siempre hubo información en El
Siglo o en revistas de la Jota sobre el proceso revolucionario de Colombia (…)
aunque también yo diría que uno leía –por decirlo de alguna manera– El Mercurio,
pero como ‘al revés’”249.

Las dinámicas internas de las organizaciones políticas y los requerimientos


materiales para solventar las acciones también dejaron un cierto sello en la iconografía de
la época a través de piezas artísticas, asociado que referían implícitamente el clima del
momento. Alicia recuerda:

“Hubo unas campañas de finanzas del PC, con los cuadros de Guernica o El Cuarto
Estado… esas fueron campañas de finanzas motivo por el cual estaban en muchas
casas de gente del PC o cercana al PC (…) tengo esos recuerdos, entonces si veías
a alguien con algo de artesanía mexicana, tu decíai ‘ya, anda por ahí’, veías estos
cuadros y ‘sí, es de por acá’… eso y claro, la presencia de Víctor, Violeta, Neruda,
cualquiera de los tres que encontraras en las casas o imágenes o letras en
cuadernos de alguien significaba que ya a la derecha no se peinaba, al menos del
centro pa’ acá (…) y me acuerdo que en algún minuto se organizaron sesiones de
cine o documentales en el Colegio de Profes de Providencia, en Séptimo de Línea,
pedíamos prestados los Teleanálisis, el equipo VHS… y una vez pasaron La noche
de los lápices. Yo por suerte la vi estando en la universidad, si la hubiera visto en
enseñanza media no salgo nunca más a la calle, me la lloré toda, en ese tiempo se
difundió harto esa película…”250.

249 Entrevista a Fernando.


250 Entrevista a Alicia.

124
También David refiere estos hechos como parte importante del impacto de los
procesos regionales en los procesos de politización y formación identitaria de esta
generación. Con una peculiar simpatía por este recuerdo, señala:

“Cuando nosotros, con unos compañeros, estuvimos presos después de la toma del
Darío –me da risa porque yo no la vi, estaba preso–, hubo una noche que se
quedaron todos los cabros haciendo como un acto y vieron La noche de los lápices.
Y claro, éramos todos secundarios y vieron la película y todos traumatizados. Y al
otro día un sentimiento terrible, pero también lo alimentaba. Era como sentirse parte
de la lucha de jóvenes de otros países. Había un sentimiento latinoamericano
potente, es la época de las revoluciones en Latinoamérica, Sandinista, El Salvador…
en nuestro caso –Lautaro– existía mucho rollo con El Salvador, veíamos videos
sobre la ofensiva del ‘81, el asesinato de Romero, la creación del Farabundo Martí,
Radio Venceremos… viene también la lucha contra la dictadura en Argentina, las
Madres de Plaza de Mayo, la lucha por la verdad y la justicia… Y Argentina había
recuperado su democracia antes, entonces vinieron jóvenes argentinos a los
trabajos voluntarios, también uruguayos. Mucha onda entre Latinoamérica…”251.

Así, los testimonios dan cuenta además de cómo se forjó el capital cultural en
aquellos que no tenían uno incorporado, por medio de la incorporación de imágenes,
lecturas y música “para la revolución”, vinculando además procesos regionales, que daban
cuenta de una experiencia símil que se estaba viviendo o se había vivido en el continente.
Para esto, el intercambio al interior del movimiento secundario sería de importancia para la
apropiación cultural del momento vivido. Creemos que uno de los principales elementos de
quiebre fue por cierto el surgimiento de lo militar en el continente, a través de distintos
procesos revolucionarios, lo que instó a muchas y muchos jóvenes a sumarse al proyecto
rebelde más próximo a sus ideales de lucha. Sin embargo, también la música vivió un giro
respecto de la esencia que la Nueva Canción dejaba, y como hemos apreciado a través de
distintos testimonios, esta mantuvo un rol privilegiado. La difusión de la música fue clave en
la conformación cultural-identitaria de las y los jóvenes de la enseñanza media,
incorporando elementos que tomaban la experiencia del canto con sentido y la nueva
resistencia cultural de los artistas e intérpretes que resurgieron durante los ‘80. Pero al igual
que a lo largo del continente, en Chile también surgieron las primeras expresiones de

251 Entrevista a David.

125
música rock, en ocasiones con ácido contenido que denunciaba la precarización de la vida
en dictadura, cuyo principal exponente parecería ser el grupo Los Prisioneros. Aunque por
cierto existieron muchos otros que emergieron durante la época, canalizando además un
claro posicionamiento opositor a la dictadura, así como también existieron otros acusados
de ser proclives a la misma252. Aun estando compuesta por letras con algún contenido de
crítica social, explícitas u ocultas, esta popularizada novedad musical era un
resquebrajamiento de la música hasta entonces reconocida como parte de la cultura de
“izquierda”, aquella bajo la Nueva Canción o el Canto Nuevo que aunaba sonidos asociados
a la trova o la canción protesta, acompañada de melodías y románticas líricas de amor y
revolución. La distante composición musical del fenómeno continental que fue el rock latino,
respecto de los ideales de música con conciencia social, hizo que fuera criticado en un
importante sector de las y los jóvenes del movimiento secundario bajo la consigna de ser
“música comercial” que carecía de contenido y profundidad frente al álgido momento que
atravesaba el país. Tal fue la visión sobre populares grupos de la época como Soda Stereo,
Virus, Nadie, G.I.T., entre otros. Víctor recuerda:

“En todo mi lote escuchábamos mucho Silvio… ¡Sol y Lluvia! Que es curioso, a los
comunistas nos gustaba mucho Sol y Lluvia, que en ese tiempo no eran comunistas,
tenían canciones de dios, Espíritu Santo (…) los comunistas éramos creyentes
también en otra cosa, creer como religiosamente… y me gustaba Sol y Lluvia, los
fui a ver varias veces. Illapu también, lana total. Igual me gustaba algo el rock, pero
en ese tiempo lo que mandaba era la canción protesta (…) pa’ mí el rock latino era
algo súper snob, que te imponían… y pa’ mí los fachos salían en la tele, entonces si
los grupos salían en la tele… igual me gustaban algunas canciones, pero me hacía
el hueón y en general, no escuchaba eso (…) me molestaba su falta de contenido,
en una época tan dramática hablar de la Persiana Americana, de Quién mató a
Marilyn, qué es eso (…) no me gustaban ni Los Prisioneros, ni Charly García, los
encontraba muy ‘rebelde sin causa’. Mis hermanas mayores eran fanáticas,
escuchaban todo el día, me sé todas las canciones pero no me gustaba. Mi
concepción de consumo cultural era de algo político y de lucha contra la dictadura
siempre (…) un poco un ‘tonto grave’…”253.

252 Es el caso del grupo Cinema, liderado por Álvaro Scaramelli, retratado en el mencionado documental Toque
de Queda de Tomás Achurra.
253 Entrevista a Víctor.

126
La esencia e identidad de la praxis de la política revolucionaria impulsada por
jóvenes secundarios se impregnaba así en todas las dinámicas e instancias y espacios de
organización para la acción, contribuyendo con esa sensación de conciencia y
responsabilidad histórica, y frente a ello, incluso los elementos culturales debían estar en
sintonía con el momento. Al respecto, en la sección “exámenes” de la revista Araucaria de
Chile el análisis propuesto señalaba:

“El desenvolvimiento de esa conciencia rebelde (especialmente asociada a las


juventudes politizadas) ha adquirido en estos años las características de un
movimiento de resistencia cultural o de contracultura, cuyo eje principal de desarrollo
ha sido precisamente la reacción contra la modernidad propuesta oficialmente. Esta
reacción ha tomado forma en verdaderas subculturas juveniles que se mantienen
fuera de las fronteras de la máquina publicitaria rechazando fervorosamente los
valores y mitos convencionales. La expresión más consistente de estos movimientos
fue la generación de artistas jóvenes agrupados en la consigna del ‘retorno a las
raíces’ que encabezara Illapu hace algunos años y que se multiplicó rápidamente,
sobre todo en los círculos de jóvenes pobladores en los barrios periféricos de
Santiago…”254.

Para David, el espacio de la enseñanza media significó no solo encontrar la


militancia política per se, sino también una construcción cultural que formó parte de su
identidad. Aunque desde su núcleo familiar iniciara algún camino de interés en la oposición
a la dictadura y a la misma izquierda, siendo impulsado constantemente por su padre a la
lectura y a estar al tanto del acontecer nacional, lo cierto es que durante su paso por el MES
fue adquiriendo mayores herramientas socioculturales:

“En segundo medio me cambié de colegio, pero ya tenía un grupo de amigos con
quienes estábamos con inquietudes políticas, nos sentíamos como de izquierda,
buscábamos ese mundo cultural de izquierda, intentábamos ir a peñas, estábamos
en la onda de charango y guitarra, medios hippies, vestidos de colores (…) y en el
colegio tenía un amigo un año mayor, que tocaba y cantaba en un conjunto folclórico,
cerca de La Bandera… y por ahí también me voy acercando (…) y en esto conocí a
un amigo, menor que yo, pero hijo de detenido desaparecido y ejecutada política.
Sus papás habían sido Miristas, entonces él tenía un roce ‘institucional-cultural’ de

254 “Ser joven en Chile (II)”, Araucaria de Chile, N°19, 1982, p. 39.

127
izquierda mayor a pesar de ser más chico y juntos entramos a las organizaciones
de enseñanza media (…) pensando que nos jugábamos todo”255.

Sin duda, el contexto regional impulsó distintos móviles revolucionarios que


influyeron en una generación que se contenía a sí misma, en un proceso activo de
moldeamiento identitario a través del arte y la cultura, y de trayectorias políticas a través de
sus definiciones militantes. También en suma a la recuperación de la experiencia cultural
previa, la incursión de nuevos artistas chilenos en el fenómeno del rock latino resquebrajó
ciertos cánones de características rebeldes en uno de los elementos de mayor alcance
entre las y los jóvenes, la música. Esta suerte de tensión entre las distintas vertientes
musicales de la época, fue abordada por La Bicicleta en uno de sus reportajes, titulado
deliberadamente “EL ROCK CHILENO ES HERMANO DEL CANTO NUEVO” y señalaba:

“Empieza por sacarte varias ideas preconcebidas de la mente. Olvida que te


contaron que sus adeptos eran fanáticos por la yerbita. Desengancha de la creencia
que su música es una mezcla bastarda de influencias yankis (‘¡Qué horror! -dicen
algunos. ¡Influencias yankis!, eso es para alienados’, con una Coca Cola en la mano
y en la boca un Marlboro Light). Luego con la cabecita libre de presiones sicológicas,
toma un diario y entérate si hay por ahí algún recital rock. Pero con rock del chileno.
De ese que junta el cultrún con los sintetizadores. Ese que, igual que el Canto
Nuevo, habla de la vida, de todos nosotros, del hambre de amor. De querer caminar,
sin esmoc (sic), por un Santiago feliz”256.

En cualquier caso, esta aparente rivalidad musical de alguna forma se disiparía en


otros espacios, como fiestas o reuniones de carácter más social que mantuvieron la unión
de los tres vectores estructurales de la experiencia subjetiva en cuestión: política, masas y
juventud. La mezcla de estos factores empapó con una esencia particular cada espacio
dispuesto para la organización de las y los jóvenes secundarios, en la acción y el día a día.

255 Entrevista a David.


256 “El rock chileno es hermano del Canto Nuevo”, La Bicicleta, N°25, agosto de 1982, p. 25.

128
Los espacios de la juventud secundaria, entre el deber revolucionario y el
esparcimiento.

La identidad forjada por medio del capital cultural y los elementos que la enriquecieron a
través de su adquisición en el espacio secundario, como tal, se visibilizó en la cotidianidad
de la organización estudiantil, en donde mujeres y hombres moldeaban un determinado
modo de ser jóvenes comprometidos con la lucha contra la dictadura, pero a la vez, viviendo
procesos y experiencias propias de su edad. Esta suerte de “esencia rebelde” generó una
retroalimentación, impregnando los espacios cohabitados entre distintos sujetos, que a su
vez agudizaban sensaciones y reflexiones del proceso revolucionario. Aquí observaremos
la existencia de espacios físicos como tal y además instancias de sociabilidad que
permitieron el enriquecimiento mutuo que profundizó los elementos determinantes en el
proceso de subjetivación política. En este escenario, una de las primeras aproximaciones
entre individuos podía ser observada en los mismos establecimientos educacionales, no
obstante, las restricciones propias de cada colegio o liceo impulsaron la búsqueda de otros
espacios para realizar asambleas zonales o reuniones con una mayor cantidad de
personas. Los testimonios destacan la biblioteca del ex Instituto Pedagógico de la
Universidad de Chile, el Campus Oriente de la Universidad Católica o las antiguas oficinas
de la Corporación de Promoción y Defensa de los Derechos del Pueblo (CODEPU) o la
Comisión Chilena de Derechos Humanos, pero de particular relevancia fue el inmueble
ubicado en Serrano 444, en la comuna de Santiago.

La sede del Sindicato de Trabajadores de la Construcción, Excavadores y


Alcantarilleros de Santiago, hoy declarada monumento nacional, en efecto ha sido
reconocida como un sitio de encuentro y coordinación de distintas organizaciones sociales
opositoras a la dictadura, entre las cuales se encontraba la reorganizada enseñanza media.
Y aunque pudieron ser las y los jóvenes del FUDEM como zonal centro quienes más
asiduamente utilizaron este lugar, lo cierto es que gran parte del MES en Santiago, acudió
a más de alguna instancia en dicha sede. Así, “Serrano 444” fue escenario de muchas
instancias como reuniones orgánicas o asambleas generales en donde tenían lugar los
ideologizados debates en torno a las formas de lucha y horizonte social, intensificando el
sentir revolucionario que invadía la subjetividad militante, a la vez que el espacio se
impregnaba de la dinámica un tanto ritualista que se condijo con las trayectorias político-
militares de las y los jóvenes. La formación en filas al comienzo o al término de algunas

129
reuniones más específicas era un momento reconocido de la instancia, así como también
David señala:

“Mira… yo recuerdo haber estado en un par de reuniones en Serrano, donde


cantábamos al final La Internacional y el himno de Chile. Y sin ningún
cuestionamiento, nada, era lo que había que hacer y estaba bien, porque estábamos
haciendo la revolución en serio desde Chile, pero con una carga importante
latinoamericanista, diría yo (…) por ejemplo, pelear en El Salvador, en Nicaragua en
esa época para un militante, era un honor y si se morían en otro país, puta, ‘está
bien’, porque la cosa era una lucha internacional. Desde nuestra posición en la
historia hacia allá”257.

Así también Víctor recuerda anecdóticamente una situación vivida en el mismo


lugar, que de igual forma poseía tintes simbólicos y rituales que cargaban la mística de la
experiencia:

“A fines del ’87, un día ahí en Serrano 444, un compañero que había dirigido el CAM
todo el año, inventó que iba a designar al mejor militante de autodefensa del año…
–muchos años después hablando con él, me conto que él había tenido formación de
boy scout de chico, y que aplicó los métodos de los scouts a los CAM. Y los scouts
tienen mucha mística, el color, la bandera, el nombre, el premio, el estímulo–.
Entonces, hicimos la última reunión de autodefensa del año, estábamos los que
siempre íbamos a las asambleas, harta gente… y dice ‘bueno, por su entrega y
todo…’ y ¡me dan el premio a mí! Una honda… pero de metal, que las hacían en el
Chileno-Alemán, ocupaban los tornos del colegio… y ese fue mi premio por ser el
‘militante del año’”258.

La mística revolucionaria que se impregnó de forma exitosa en los espacios de


sociabilidad comunes a mujeres y hombres que frecuentaban tales lugares, complementaba
las formas de vivir la lucha contra la dictadura y contribuía a la profundización de una
identidad rebelde desde el aspecto de la cotidianidad. Pero en paralelo, a la formación
subjetiva de la política revolucionaria, el desarrollo mismo de la juventud también impulsaba

257 Ibid. La situación mencionada al final refiere particularmente al caso del combatiente internacionalista
“Horacio”, quien luego de estar en Nicaragua, se trasladó a El Salvador, donde fue asesinado por las Fuerzas
Armadas en Chalatenango, un 5 de octubre de 1981. En homenaje, el MAPU-Lautaro pondría este nombre al
arma casera que fabricaría y que sería utilizado por las brigadas del MJL, las secundarias entre ellas.
258 Entrevista a Víctor. Ver anexo de imágenes, N°7.

130
la búsqueda de sitios en donde poder nutrir los aspectos socioculturales con que
simpatizaba el proceso activo de formación identitaria, que de alguna forma se convirtieron
en refugios proveedores de la cultura soterrada de izquierda. David recuerda:

“Claro, los casetes eran prestados, corrían… mano a mano, grabar copias de copias
de copias, al final sonaban mal pero igual escuchábamos… pero para los libros,
recuerdo haber ido mucho a la plaza Almagro, ahí vendían libros viejos, usados… y
por San Diego entrabai por ahí, a unas galerías en la vereda poniente, había muchas
librerías y uno sabía cuáles eran las librerías que tenían libros de izquierda, de
marxismo, no estaban en las estanterías, pero uno pedía y como iba regularmente,
se hacía conocido y te facilitaban también ese acceso (…) y también, yo al menos,
iba a la disquería del Nano Acevedo, que tenía música y libros…”259.

Similar es el recuerdo de Fernando, quien señala:

“De repente iba a San Diego y encontraba reliquias entre los libros usados, medios
escondidos (…) y había un espacio que estaba por ahí en lo que hoy es el
Eurocentro… y creo que se llamaba ‘La Ruca’ (…) Ahí había, no sé, desde
pergaminos de protesta, pergaminos de Silvio Rodríguez, de Benedetti y también
tenía música… recuerdo haber ido unas veces a mirar…”260.

El hallazgo de materiales necesarios para complementar el capital cultural da cuenta


por cierto de la existencia de estos, demostrando que la sociedad de alguna forma se
rebelaba a la censura y la restricción, encontrando distintos lugares que un tanto
clandestinamente ofrecían estos elementos. Desde la iconografía, donde destacaron como
consumo más masivo los afiches del Che Guevara, Fidel Castro o la imagen de la “Miliciana
de Waswalito”, hasta los libros prohibidos, de marxismo y vinculados a la literatura de
izquierda, las y los jóvenes buscaron nutrir sus propios intereses, directamente vinculados
con un mayor compromiso político revolucionario. Al respecto, uno de estos compromisos
se evidenció en la particular dinámica que se vivió alrededor de los trabajos voluntarios
(TTVV), organizados y llevados a cabo por la enseñanza media y otras organizaciones
como estudiantes universitarios agrupados en la Confederación de Federaciones de
Estudiantes de Chile (CONFECH) o la Comisión Chilena Pro-Derechos Juveniles
(CODEJU). Para el caso de la enseñanza media, el conjunto de referentes políticos,

259 Entrevista a David.


260 Entrevista a Fernando.

131
sociales y culturales que daban forma a sus identidades, emergían en una instancia en
donde una vez más convergían todas las fuerzas políticas, en un marco de trabajo de masas
y que al mismo tiempo convivían como jóvenes adolescentes. La experiencia de los trabajos
voluntarios, heredada de la UP261, llevó a muchos jóvenes secundarios a distintos lugares
del país a establecer vínculos y acciones con otros actores sociales, por medio de la
colaboración en distintas obras requeridas, acrecentando sensaciones que se condecían
con la identidad que se estaba forjando, a través de otros espacios que no eran propiamente
los de la política militante, pero aun así cargaban con esta impronta. Los más recordados
como hitos para el MES de los ‘80, fueron los TTVV de Melipilla en 1985, Arauco en 1986
y 1988, Temuco en 1987 o Lota en 1989262. En el marco de Arauco ‘86, el dirigente Víctor
Osorio señalaba en una entrevista:

“…los trabajos voluntarios se insertan en una línea de preparación para las futuras
luchas de los estudiantes de enseñanza media por nuestras reivindicaciones
inmediatas e históricas (…) Mediante la vinculación directa de los estudiantes con
la realidad popular y el trabajo productivo, aspiramos a elevar nuestros niveles de
conciencia, de capacidad organizativa en la perspectiva de la construcción del poder
estudiantil, y expresar su resultado en un superior grado de disposición
combativa”263.

La revista Basta señalaba al respecto “Así se templa la conciencia valiente y


generosa de nuestra juventud, dispuesta a ir a todos los combates por echar a Pinochet,
por construir una sociedad de paz y de justicia”264. Los mencionados TTVV tuvieron lugar
principalmente durante el periodo estival, coincidente con las vacaciones de las y los
estudiantes, lo que significaba tener otra instancia de organización y participación, y
terminar el año escolar no era sinónimo de cese de actividades ni lejanía de algo que
formaba parte de sus rasgos identitarios. Pero en suma a los trabajos señalados, también
se realizaron algunos durante la época de invierno. Sergio recuerda haber participado de
unos organizados en la ciudad de Santiago e indica:

“Por el ‘83, ‘84, como estudiantes colaboramos en unos trabajos voluntarios de


invierno, que fueron organizados creo que por la FECH y fuimos a Lo Hermida (…)

261 Ver Jorge Rojas, “Los estudiantes secundarios durante la Unidad Popular…”, Op. Cit., y Yanny Santa Cruz
“Entre la diversión y la revolución…”, Op. Cit.
262 Ver anexo de imágenes, N°8.
263 “Aukiñko”, febrero de 1986, en Juan Azócar, Op. Cit., p. 403. El resaltado me pertenece.
264 “El regreso de los voluntarios”, Basta, N°65, marzo de 1986, p. 5.

132
en la época de vacaciones de invierno, un año bien lluvioso. Y en una reunión, un
grupo de compañeros del FUDEM nos invitaron a participar. Las actividades que
principalmente nos comprometimos a realizar –como éramos más chicos– eran con
niños, recreativas y de apoyo escolar (…) y el ambiente que se generó fue muy
bonito, se genera una sinergia que es poco común, del trabajo colectivo, la olla
común, las actividades deportivas con niños, los mayores arreglando techos, y eso
también te va reforzando del punto de vista de lo que pensaba que debería ser la
sociedad, ser colaborativo, comunitario, trabajar mancomunadamente… yo terminé
muy contento y me reforzó esta voluntad de seguir luchando”265.

Alicia también recuerda otras ocasiones en que se realizaron trabajos voluntarios,


organizados por la enseñanza media, algunos en los cuales no le fue permitido participar y
aquella desazón persiste en su relato. No obstante, también participó de los TTVV
invernales, señala:

“Yo participé en los tarreos para los trabajos voluntarios del ‘88 en Arauco, pero no
fui porque mi mamá no me dio permiso. Trabajé todo enero juntando plata y los
trabajos eran en febrero, pero no pude ir y quedé súper frustrada. Entonces, al año
siguiente, estuve en unos trabajos voluntarios en La Bandera y en Achupallas-
Forestal, Valparaíso-Viña. Participé de toda la organización de las dos cosas, pero
presencialmente solo estuve en La Bandera, porque a Achupallas, otra vez, tampoco
me dieron permiso y quedé súper picada, triste, frustrada nuevamente (…) y bueno,
estuve en La Bandera que, a pesar de estar en Santiago, todos nos fuimos a alojar
allá los diez días, nadie iba a su casa en el día y volvía. Había que ver toda la
logística, comida, sacos de dormir, nexos con juntas de vecinos y orgánicas
territoriales con las que ibas a trabajar… y se organizaban dos grandes grupos, uno
que tenía que ver con trabajo y cuidado infantil, entonces hacíamos muchas
dinámicas pa’ trabajar con los niños. Y como era una población urbana, ponernos a
disposición de charlas, talleres con las juntas de vecinos o que nos plantearan cosas
y ponernos muy a disposición de la junta de vecinos (…) era distinto a lo que se fue
a hacer en Arauco, que se fue a trabajar con comunidades mapuche, por ejemplo…

265 Entrevista a Sergio.

133
y también había un espacio como de autoformación, de debate interno, de política,
coyuntura, etcétera…”266.

De alguna manera, los trabajos voluntarios también consistieron en una


profundización del quehacer en la lucha por derrocar a la dictadura y apostar por otro
horizonte y proyecto social, materializándose como una suerte de acercamiento a lo que
debía ser la comunidad, viviendo en conjunto, discutiendo y perfeccionándose a sí mismos
y unos a otros. Con todo, también hubo lugar a algunos desencuentros cuya raíz se
encontraba en las diferencias entre fuerzas políticas. Alicia recuerda:

“A esos trabajos de Arauco que no me dejaron ir, fue mi primo que es menor que
yo, ¡a él si le dieron permiso! (…) y bueno, después supe lo que pasó en los trabajos
voluntarios y fue bien complejo… un campamento donde estaba principalmente la
Jota de la zona oriente de Santiago, fue atacado por otro lote del Movimiento Juvenil
Lautaro… muy penca la situación, porque al final había que estarse cuidando no
solo de la represión, sino que además también de las diferencias políticas con otras
orgánicas”267.

El tenor de las diferencias políticas se acrecentaría hacia fines de la década de 1980,


lo que podría no resultar casual considerando dos aspectos: por un lado, el proceso de
maduración orgánica a nivel del MES, llevó a mayores instancias colegiadas y de
reivindicaciones sectoriales, alejándose un tanto de la demanda más política que se
apreciara en un comienzo. Por otra parte, el proceso de politización y trayectoria militante
vivido por cada joven, que llevó a una agudización de la necesidad de la lucha radical, fue
encontrando otros caminos que canalizaron de forma efectiva este ímpetu, extendiendo
finalmente la lucha tras el plebiscito de 1988 y durante la transición democrática desde
1990. Zorro Viejo relata una peculiar anécdota vivida el año 1987 en Temuco:

“Yo participé en Melipilla ‘85, Arauco ‘86 y Temuco ‘87 (…) y quién decidía los
trabajos y en qué comunidades íbamos a trabajar: ¡la Jota! O el partido más bien,
porque la Jota me mandaba a mí o al Laurence Maxwell –que era también público
de la Jota en esos años– a Temuco, a reunirnos con el partido al Admapu, que
agrupaba a todas las organizaciones territoriales del Wallmapu, entonces yo llegaba
y los viejos me decían ‘vamos a trabajar en tal comunidad y estos objetivos’. El

266 Entrevista a Alicia.


267 Ibid.

134
menos trascendente era cosechar, hacer letrinas, construir… lo más importante era
el trabajo político, entonces si los trabajos eran en enero, yo viajaba a Temuco
meses antes, para organizarme con los viejos del partido, que me decían dónde
tenía que ir y me hacían vínculo. Y además en los trabajos se hacía mucho trabajo
de adoctrinamiento: charlas, talleres, entrenamiento… y en particular, un año,
instrucciones militares (…) en algún minuto conseguimos recursos chicos, armas
cortas, y los llevamos pa’ hacer instrucción y a uno de los compañeros le pillaron el
arma en la mochila. Se la pillan ‘los aliados’, socialistas, Izquierda Cristiana,
Juventud Rebelde, Lautaro. Y ese día yo estaba en Temuco en una reunión con el
cura Ariztía, por temas de derechos humanos, nos querían desalojar y con la FECH,
el CONFECH, pedíamos apoyo a la Vicaría (…) y cuando llego en la noche, la
encargada de la Jota en mi ausencia, me informa que habían pillado un arma en
una mochila de un compañero nuestro, y que ‘los aliados’ nos habían conminado a
retirarnos (…) y le dije ‘no te preocupes, mañana hacemos reunión y tratamos de
arreglar la situación’. Y partí a la reunión. Y los aliados: ‘se tiene que ir la Juventud
Comunista porque anda con armamento, nos están exponiendo’, ¡y eran los
puntúos!, ¡los Lautaro po!, ‘se tienen que ir porque son unos irresponsables’. Los
dejé hablar y cuando me tocó les dije ‘no nos vamos ni cagando, nosotros
organizamos y preparamos esto hace montón de meses, estamos haciendo mucho
más trabajo del que ustedes creen y no nos vamos a ir’. ‘Entonces nos vamos
nosotros’, ‘váyanse’… ¡y se fueron! Quedamos solo los comunistas y terminamos
los trabajos voluntarios (…) y como no tenían ni plata, se fueron a Temuco
esperando que llegáramos para volver a Santiago. Y lo último que hicimos fue
tomarnos la plaza de Temuco, dimos vuelta una cuca, incendiamos un par de hueás,
dejamos la cagá y nos subimos al bus. Así nos reconciliamos”268.

David, quien a la fecha ya militaba en una brigada del MJL, recuerda su participación
en los TTVV del ‘87, y señala:

“Para mí era bien intenso pero también como un espacio de militancia, entonces
intentábamos como grupo ir bien a la pega, concentrados en la tarea. Si podíamos
pasarla bien, lo pasábamos bien, pero íbamos a trabajar con las comunidades,
aprender a trabajar la tierra (…) si había que trabajar la tierra, tenías que estar ahí

268 Entrevista a Zorro Viejo.

135
y trabajar más si era necesario, porque era como parte de la militancia también, lo
que no quiere decir que lo pasábamos mal, porque eso era en el día, pero en la
noche al lado de la fogata había coqueteo y todo eso también, con chicas o chicos
de otras organizaciones porque ahí estábamos todos juntos (…) y yo creo que las
otras juventudes pensaban que nosotros –como Lautaro– éramos más milicos de lo
que realmente éramos, entonces estaba como la onda de que éramos más de pelea,
más de rosca y en realidad, no era tan así. Éramos pocos además, ahí crecimos,
cada uno de los trabajos voluntarios fue muy bueno pal’ Lautaro porque ahí crecimos
harto, porque yo creo que nuestra propuesta era atractiva pa’ los jóvenes. La Jota,
con quienes podía haber más distancias, por ejemplo, era mucho de tradición
familiar, y los que iban a trabajos tenían permiso de los papás porque los papás eran
del partido, entonces no había problema. Nosotros, Lautaro, crecimos más con
gente que no tenía tradición política, sino que eran más rebeldes de piel, de vivencia,
más popular también…”269.

Como indican Zorro Viejo y David, al final del día, se podían limar ciertas asperezas
en momentos de relajo que permitían compartir instancias más lúdicas y de cercanía
propias de la juventud, así como también el reencuentro en la revuelta, donde funcionaban
como cuerpo único. Esta fue la dinámica que también permeó las fiestas de la enseñanza
media o distintas formas de reuniones sociales, donde si bien se esperaba una instancia de
distracción y diversión, lo cierto es que el modo de ser ya instaurado como esencia
identitaria en cada joven, significó que también fueran momentos donde esta se dejó ver.
Se evidenciaron además ciertas particularidades relacionadas con la extracción militante y
las formas de nutrirse a sí mismos como jóvenes en la lucha, donde los elementos que
compusieron su capital cultural y la trayectoria política colindaron para generar un marco
de acción más o menos “compuesto”. Algunos testimonios señalan que las fiestas eran más
bien distantes o poco frecuentes, aludiendo a la participación en espacios como peñas u
otros por el estilo, pero no son pocos quienes recuerdan las peculiares dinámicas de
interacción en las fiestas organizadas. Así también lo señala Ricardo Palma Salamanca, en
entrevista a García:

“En ese tiempo nos las pasábamos en fiestas, fumábamos marihuana, llevábamos
una vida relativamente normal. Pero también, por el otro lado nos manifestábamos

269 Entrevista a David.

136
y peleábamos en contra de la dictadura. Sabíamos que si no lo hacíamos, nadie lo
iba a hacer”270.

En el recuerdo de Tamara:

“A las fiestas que fui, fueron hartas, yo diría que eran puras discusiones políticas ¡y
se cantaban los himnos! Esas eran mis fiestas, casi que no bailábamos. Y como
éramos secundarios, yo no iba al Café del Cerro, por ejemplo, era muy chica.
Entonces iba a fiestas de amigos, era lo mismo que en las peñas pero en casas
particulares y recuerdo poco copete y marihuana cero. Yo no consumía, pero otros
cabros sí. En la Jota había todo un tema con eso de volverse un poco loco, por pito
o copete… Y bueno, era la fiesta en la casa de tal persona y dejábamos la embarra’
y las mamás se enojaban porque íbamos todos juntos. Y yo me acuerdo que en un
momento de rebeldía, bailé Los Prisioneros, porque los de la Jota decían que ‘igual
se vendían al imperialismo’. Había como una tensión ahí y a mí igual me gustaban
Los Prisioneros y filo, por eso era como un acto rebelde”271.

Por el contrario, Alicia recuerda haber asistido a fiestas un poco más abiertas en
tanto tenían origen en los establecimientos educacionales, pero coincidiendo en instancias
que se formaban al alero del esparcimiento para la discusión política. Señala:

“Yo sí fui a fiestas bailables, pero eran las fiestas de los mismos colegios, ibas a la
fiesta de tu propio colegio, se conseguían las entradas, una vez me conseguí para
una fiesta del Compañía de María ¡nada que ver yo ahí!, pero fuimos a bailar con
varios jotosos. Y la Jota tenía como un local en la Plaza Brasil y como enseñanza
media hacíamos mucha fiesta ahí, pero sin excesos. Ahí sí se conversaba y se
discutía, sí, por supuesto, éramos lateros igual, pero también bailábamos (…) por lo
menos del ‘86 pa’ adelante en las fiestas que fui, recuerdo Los Prisioneros, Aparato
Raro, Síndrome… todos los argentinos, G.I.T., Soda Stereo, Virus, Charly García,
pero también Pink Floyd, The Doors, The Police… no había fiesta en la media si no
escuchabai eso (…) incluso me acuerdo que fui al lanzamiento del casete
Camotazo, de varios cantautores chilenos que dedican canciones a la situación
popular de rebelión, de protesta, de lucha antidictadura, muy significativo de la

270 Tomas García, Op. Cit., p. 52.


271 Entrevista a Tamara.

137
Política de Rebelión Popular también (…) y era música súper, hiper política… igual
la terminamos bailando todos los cabros de la media”272.

El “Camotazo” no resultó un trabajo casual ni antojadizo, es descrito a través de una


entrevista publicada en Rebelión, una revista de las JJCC, de la siguiente forma:

"'El taller creativo de autodefensa de masas nace ante la necesidad de transmitir


mediante el lenguaje de todas las expresiones artísticas la importancia que todos
los chilenos ejerzamos el derecho a la autodefensa ante todas las formas de
represión que ejerce el régimen en nuestra contra, y ésto a través de recurrir a todas
las formas o gamas de la autodefensa (...) CAM por los comités de autodefensa de
masas que existen constituidos en muchos organismos de masas y estudiantiles,
que son esos grupos que defienden a sus organismos de la acción de la repre; por
otro lado camotazo dicen en algunos lugares para expresar el lanzamiento de
elementos contundentes (léase piedra u otros) a un 'indeseable' (...) Un homenaje a
todos los 'camotitos' que arriesgan el pellejo, por la defensa de nuestro pueblo y
para incentivar su trabajo”273.

En efecto, la creación artístico-cultural que se barajó en los espacios de la


enseñanza media era un producto politizado y vinculado con la situación represiva del país,
así como también incentivaba una suerte de moral combatiente, lo que se evidencia con el
caso del Camotazo como una muestra de las exigencias tácitas del momento. Con todo,
ambos testimonios previos enfatizan la responsabilidad y el autocontrol que tenía lugar en
este tipo de situaciones. A ello refiere Julieta cuando resalta su necesidad de equilibrar la
diversión y la revolución:

“Mira yo segundo, tercero y cuarto medio, participé en todo el COEM, el Pro-


FESES… y como todos pasábamos metidos, juntos en esa cuestión, carreteábamos
juntos, harto. Pasábamos todo el día y todos los días juntos, era imposible que fuera
de otra manera. Recuerdo que era parte de lo que se nos criticaba, que nos
juntábamos y nos conocíamos y que éramos poco compartimentados (…) pero es
imposible pedirle a cabros jóvenes que no hicieran esas cosas (…) al menos yo, no
por eso iba a dejar de lado el compromiso… en mi experiencia, viví esa parte y
también lo pasé bien, por eso un poco entré al Lautaro, porque tenían el tema de la

272 Entrevista a Alicia.


273 “Canción necesaria, Camotazo N°1”, Rebelión, N°10, septiembre de 1988, p. 22.

138
alegría, el derecho a ser felices… ahí yo lo fui, hacía cosas que me hacían sentir
feliz y trataba de hacer cosas pa’ botar una dictadura que nos estaba matando. O
sea, estaba siempre el riesgo inminente de morir, ¿cómo no iba a querer pasarlo
bien?”274.

Por otra parte, Milico señala que las propias condiciones en que se desarrollaba el
día a día de las acciones de la enseñanza media se mostraban como un impedimento para
algún mayor descontrol, en lo que refiere a fiestas. Recuerda:

“Yo recién como el ‘83 empecé a escuchar un poco más de música, en ese tiempo
me gustaban Los Jaivas y empecé a conocer a los Quila, Inti Illimani, bueno pa’ qué
decir Víctor Jara, Silvio… y eso fue porque empecé a ir a unas especies de carrete
que se hacían y era eso lo que se escuchaba. Porque igual los carretes eran medio
fomes, no era ir a bailar, no eran fiestas… eran tipo peña. O juntar plata, conocerse,
hacer amistades (…) y en Serrano hacíamos ‘carretes’ y compartíamos con otras
juventudes… la mayoría militábamos. Llegaban socialistas, lautaristas, mirachos…
democratacristianos casi no llegaban, pero casi todo el espectro de izquierda de ese
tiempo nos juntábamos ahí, con guitarras… alguno con su pito, que pa’ mi era lejano,
porque no fumaba, ni tomaba (…) la mayoría se comportaba, era bebida y cerveza
y nadie se iba a curar… si piteaban tampoco era para quedar botado… y si salía un
pito se lo fumaban entre… ¡diez! Un chiste de repente. Pero igual más de alguno
salía con ‘oh, no me vayan a estar controlando, me van a castigar’, igual uno tenía
ese cuidado. Nosotros nos cuidábamos bastante como jotosos, como para dar
ejemplo, portarnos bien (…) además que había actividades siempre, por ejemplo,
cuando volví, estaba saliendo del servicio, venía con toda una preparación y con
otros compañeros ideamos un programa y agarramos a todos los cabros, no solo de
la Jota, sino que invitábamos a otras juventudes, a un plan de acondicionamiento
físico y los subíamos al san Cristóbal los fines de semana (…) de Pedro de Valdivia
pa’ arriba los llevamos trotando a la Tupahue a hacer ejercicio. Los fines de semana,
en la mañana, no podías estar con caña o medio ‘pasado’”275.

Las respuestas de estos jóvenes a lo que se podría esperar como el comportamiento


ideal de un militante revolucionario también se armonizaba con la conformación de su

274 Entrevista a Julieta.


275 Entrevista a Milico.

139
identidad militante, respondiendo a los requerimientos de sus respectivos partidos. Así
podemos ver que en el caso de las JJCC, CAM y MR, sus militantes mantenían la distancia
frente al consumo excesivo de alcohol u otro tipo de sustancias, ya que esto también podía
significar un riesgo tanto para la persona en cuestión, como para su base, célula o milicia,
según correspondiera el caso y en el peor escenario, un mayor alcance en la organización.
Para el caso del MAPU-Lautaro, el propio análisis y extracción etaria y de clase de la
organización, sobre la necesidad de ser feliz “aquí y ahora” iba de la mano con la posibilidad
de ser un militante íntegro, sin que por ello existiese un aislamiento de las dinámicas
juveniles como las fiestas e incluso llevaba el discurso más allá de las consideraciones de
la izquierda del momento, especialmente, en lo que refería al consumo de marihuana. Como
hemos visto, para la/el militante comunista, el consumo de alcohol o marihuana era bastante
susceptible de crítica y rechazo, respectivamente. Respecto de las y los jóvenes que se
asociaron al MIR durante los ‘80, existió una preocupación a nivel central sobre ciertos
aspectos, pero no un control sobre dinámicas más distendidas como las fiestas. Sergio
señala:

“En las peñas más de la pobla, cuidábamos bastante que no se transformara en


carrete, que no fuera tomatera, sino más bien eran como espacios culturales que
permitían juntar un poco de fondos, de recursos pero claro, también había un vino
navegado, una cerveza, pero nada que se sobrepasara de ahí. Y en la media
netamente, fui a muchas fiestas, muchas. Yo te digo, en los secundarios era casi
todas las semanas, ‘mira Pepito va a hacer una fiesta’ y se llegaba en masa a la
pobre casa… ahí fumé algunas veces marihuana, pero no tanto y eso era como lo
máximo, y de tomar era vino, cerveza… y ya, piscola, lo demás era muy caro, y
éramos cabros chicos, ¡sin plata! (…) también se empezaron a hacer unas fiestas
alternativas, unas en El Trolley, el sindicato… otras por Matucana… y se escuchaba
un tipo de música más ‘comercial’, pero nunca sentí una contradicción ni nadie me
dijo ‘por qué esto y esto’, no había como una cosa tan rígida (…) es más, el
compañero que me reclutó al MIR, como venía del exilio, conocía más música y
escuchaba rock o bandas en inglés y ahí conocí a Led Zeppelin… y nunca le dijeron
nada (…) lo que sí había preocupación y a mí me dijeron muchas veces, ‘oye, tenís
que sacar el año, tenís que estudiar, te tiene que ir bien en los estudios’ porque eso
generaba problemas de tiempo, permisos, etcétera (…) no me revisaban las notas

140
ni mucho menos, pero mis jefes, que tenían un par de años más que yo, estaban
siempre atentos a ‘oye, ¿cómo te ha ido en el liceo?’”276.

Además, en el quehacer cotidiano de los deberes estudiantiles, de la organización


estudiantil y en estas instancias de dispersión, por cierto surgieron flirteos adolescentes y
se conformaron algunas parejas, donde el curso regular llevaba a jóvenes de una misma
juventud política a entablar lazos entre sí. Aunque existieron excepciones, lo cierto es que
el factor político y el compromiso que este implicó conformaron un eje estructural en la
forma y dinámicas de las relaciones de pareja, con la carga implícita del romance, el amor
y la revolución. Alicia señala:

“Yo recuerdo harto pololeo entre cabras y cabros de la Jota, pololeos ‘de reunión’
nomás, por así decirlo porque no conocías a los papás, a las mamás, ni la casa,
pololeos donde sí se conocía a los papás y las casas, yo cuando pololeaba lo llevé
a mi casa porque si no, no me dejaban salir, tenía que presentarlo. También pololeos
interorgánicas, pero eran más esquivos, en mi recuerdo era la JS con la JS, la Jota
con la Jota, más interno, tengo esa sensación, porque las disputas políticas eran
fuertes. Salvo parejas interorgánicas porque eran del mismo colegio, entonces
tenían un espacio de interacción común, podían ser compañeros de curso pero de
dos partidos distintos (…) yo tuve un pololo, terminamos y después se fue de la Jota
y se pasó a la Juventud Patriótica, también se dio eso, cambiarse de aquí pa’ allá…
y al tiempo después, tuve otro pololo que encontré que era muy hablador, se le
salían cosas, se saltaba la compartimentación tupido y parejo y yo misma siendo la
polola lo acusé a la orgánica, les dije ‘oye, pónganle ojo porque está hablando
mucho’”277.

Por su parte, Sergio mantuvo una de aquellas relaciones interorgánicas aludidas por
Alicia, pero a través del espacio común de los zonales del COEM, señala:

“Mi primer pololeo fue con una compañera que conocí en las asambleas del FUDEM,
ella militaba en la Jota cuando yo también ya militaba en el MIR… y ella siempre
trató que yo ingresara a la Jota, pero yo me sentía totalmente identificado con el
MIR, así que al final le dije que yo estaba en otra organización y todo eso. Y a pesar
de esas diferencias políticas importantes, logramos estar algún tiempo como

276 Entrevista a Sergio.


277 Entrevista a Alicia.

141
pololos, muchos sabían, por lo menos los amigos cercanos sabían… sí, discutíamos
mucho políticamente, pero jamás, nunca, conversamos o nos contamos cosas ‘mira
voy a hacer esto, vamos a hacer esto otro, con tal y tal vamos a’ (…) nada, ella como
militante de las Juventudes Comunistas era muy rigurosa, también hizo muchas
cosas, lo sé, pero jamás me enteré del detalle operativo, de la gente, de los nombres,
nada de eso”278.

Como podemos observar, incluso lo privado fue atravesado por las dinámicas y la
política concebida como un eje crucial del modo de ser de aquel individuo que sociabilizaba
y se desenvolvía como sujeto activo en la lucha contra la dictadura, pero además como
joven. Pero esto más bien se debió a que la conformación identitaria, en la medida que se
presentaba como proceso activo que se mantenía en constante nutrición, surgía también
como punto de partida del accionar político-militar y de las mismas relaciones
interpersonales, configurando a partir de ello todos los ámbitos sociales de las y los jóvenes
que fueron parte de esta generación.

En síntesis, de forma paralela a los procesos de politización y las definiciones de la


trayectoria militante, las y los jóvenes además moldearon su propia identidad, al alero de
los elementos socioculturales que poseyeron tanto desde sus núcleos familiares,
construyendo y fortaleciendo un capital cultural, como también forjados y enraizados en las
organizaciones de enseñanza media y sus derivaciones a las juventudes políticas de
izquierda en las cuales se insertaron. Destacó aquí la producción que la cultura de la
resistencia ofreció al panorama que empezaba a levantar de forma pública la oposición a
la dictadura y el clima de protestas que tomó fuerza desde 1983, dotando además a la
creación artística del momento de una esencia y leitmotiv que también llamaba a la lucha y
cuyo giro también se condijo con la mística de estas nuevas formas de ver y hacer la
política. En este sentido, la música como principal referente fue un factor identitario
importante que contribuyó a la identificación de uno y otro joven con una determinada forma
de apreciar la cultura y el ideal de su contenido, asimilando estos vectores con sus propios
caminos político-militares. Esto además se vio reflejado en cada una de las instancias y
espacios de sociabilidad en que las y los jóvenes se dejaron ver en la interacción social,
donde no fue casual ver que ya existía un cierto modo de ser y concebirse a sí mismos
como luchadores revolucionarios, abarcando todos los planos del día a día. Así fue como

278 Entrevista a Sergio.

142
incluso las fiestas o las relaciones sentimentales y de amistad se vieron atravesadas por
este sesgo de, al menos, ser opositor a la dictadura, lo que no resultaba azaroso tampoco,
al comprender que la vida diaria estaba dedicada completamente a “hacer la revolución
desde Chile”, en un marco revolucionario en América Latina que invitaba a ello. Así surgió
un sentimiento potenciado además por las lecturas, donde destaca el lugar que la
experiencia nicaragüense o salvadoreña adquirieron en los materiales de propaganda
orgánica, cuya enumeración aumentaría considerablemente la extensión de este capítulo.
Ante la agudización de la conciencia revolucionaria y sentimiento de rebeldía, tampoco
resulta extraño que muchas de las parejas que se formaran pertenecieran a las mismas
organizaciones políticas, aunque existieran excepciones que en mayor o menor medida
pudieran perdurar dentro de un romance juvenil y/o adolescente.

Más que mediar todo un conjunto de dinámicas de interacción, estas tenían lugar a
partir de la esencia identitaria de jóvenes mujeres y hombres en la lucha contra la dictadura,
cuya apropiación del contexto sociocultural, potenció un modo de ser que marcaba todos
los aspectos de sus vidas y que a la vez, los ejercicios de sociabilidad incidieron de forma
importante en la profundización de la toma de conciencia de ciertas cosas y de
percepciones y sensaciones. Sin duda, estos antecedentes también marcarían las
relaciones de género establecidas desde las nuevas formas de las y los jóvenes de hacer
política en Chile bajo dictadura y desde la convicción revolucionaria.

143
CAPÍTULO IV

“UN FANTASMA LLAMADO MUJER REVOLUCIONARIA”279.

Relecturas desde el género sobre jóvenes secundarias y secundarios en la


resistencia armada contra la dictadura.

Como hemos visto a través de los capítulos anteriores, tanto las trayectorias militantes
esgrimidas a través de los procesos de politización, como también los factores identitarios
forjados en torno a los aspectos socioculturales que formaron parte de su generación,
interactuaron entre sí de forma constante, permitiendo profundizar y demarcar las
características de los procesos de subjetivación de cada joven. Esto significaba además
delinear con mayor vigor los caminos elegidos en la lucha contra la dictadura y las
expectativas posteriores tras el triunfo que aseguraban llegaría. Para complementar este
proceso de la conformación subjetiva de estos jóvenes militantes, es necesario realizar una
relectura desde la categoría de género, como una arista que atraviesa las dos dimensiones
previas. Si bien una noción clásica y reconocida en torno a los estudios e investigaciones
sobre género ha sido la de Joan Scott, donde articula esta categoría como un “elemento
constitutivo de las relaciones sociales basadas en las diferencias que distinguen los sexos
y como una forma primaria de relaciones significantes de poder”280, creemos necesario
comprender en su especificidad de qué forma aplica aquí. Como señala María Gabriela
Vásquez es posible que “en nuestros días, para algunas feministas se ha convertido en un
concepto polémico y para otras, en una categoría tan usada que ha perdido su fuerza”281.
Más allá de la consideración abstracta de la concepción teórica del género como categoría,
creemos necesario destacar las contribuciones teóricas de trabajos que han abordado
desde esta perspectiva la experiencia de las mujeres militantes en organizaciones político-
militares, como los casos de Alejandra Oberti y Ana Noguera, cuyo punto en común reside
en un análisis a partir del testimonio de las exmilitantes, por lo que dialoga con nuestra
apuesta. Pero además, comprender estas experiencias desde la perspectiva en cuestión,
sugiere mirar la dinámica íntegra de las relaciones de género, incorporando las vivencias
de los jóvenes militantes. De hecho, Scott señala además que “…el énfasis debería ponerse
no en los roles asignados a las mujeres y a los hombres, sino a la construcción de la

279 El Pueblo Rebelde Vencerá, N°28, octubre de 1989, p. 9.


280 Joan Scott, Género e historia… Op. Cit., p. 65.
281 María Gabriela Vásquez, Op. Cit., p. 19.

144
diferencia sexual en sí”282. Concordamos con Noguera cuando señala que la categoría de
género nos invita a:

“analizar cómo el sistema sexo-género ha creado una compleja red de dispositivos


discursivos, de prácticas, representaciones e institucionalidades, donde los sujetos
–en el caso de este libro mujeres y varones– se ‘engeneran’ (sic). Y que, en tanto
relación social está en permanente transformación, (re)definiendo
permanentemente “lo masculino” y “lo femenino” y las expectativas y
comportamientos considerados apropiados para cada uno de ellos. En este camino
considero fundamental la recuperación de la agencia, de la dimensión política del
género –y, por tanto, su vinculación con el ejercicio del poder–, como un elemento
primordial al momento de historiar las experiencias subjetivas de mujeres y varones.
Recuperar sus acciones y cómo transformaron (o no) las performances de género,
complejiza de manera creciente los análisis enfocados solo en la subordinación y
opresión femenina”283.

En este sentido, también coincidimos con la lectura de la politóloga Luisa Dietrich,


cuando señala que en el marco amplio de las concepciones de género y guerra, prevalecen
estereotipos en donde:

“los hombres tienden a la violencia, la agresión y hacer la guerra, mientras se asume


que las mujeres son pacíficas por naturaleza, apolíticas y víctimas de la guerra.
Estos estereotipos de género refuerzan la idea de que la lucha armada y los
contextos militarizados son ámbitos de connotación masculina, sin indagarlos
críticamente”284.

La misma autora refiere además ciertas limitantes cuando aludimos


investigativamente la categoría de género para retratar las experiencias de las mujeres en
forma exclusiva. Para el caso que nos atañe, los estudios de género tanto en la movilización
social como también de forma particular, en torno a la lucha armada han dado lugar a:

“vivencias de mujeres combatientes, limitando la mirada sobre experiencias


genéricas de hombres en organizaciones insurgentes. Explorar las voces de

282 Joan Scott, “Género: ¿Todavía una categoría útil para el análisis? ...”, Op. Cit., p. 98.
283 Ana Noguera, Op. Cit., p. 24. El resaltado es del original.
284 Luisa Dietrich, “La “compañera política”: mujeres militantes y espacios de “agencia” en insurgencias

latinoamericanas”, en Revista Colombia Internacional, N°80 (2014): 83-133.

145
mujeres y hombres sobre las construcciones de feminidades y masculinidades
dentro de la lucha armada e indagar activamente sobre las relaciones entre géneros
son una ampliación necesaria”285.

Finalmente, a partir de la propuesta metodológica de análisis que utilizaremos,


consideramos también importante el estudio de las determinadas instancias en donde se
insertaron las y los jóvenes, comprendiendo desde dichos contextos sus propias
experiencias y expectativas desde la nueva mirada que nos aporta la perspectiva de
género. Dietrich enfatiza que la tendencia de estudios de género centrada a nivel de
personas concretas, ha relegado un tanto el análisis a nivel “institucional”, lo que en nuestra
propuesta estaría reflejado tanto en la reorganización secundaria, como también en las
instancias político-militares de las cuales las y los jóvenes formaron parte. Creemos que
este análisis es necesario y no escapa de los márgenes subjetivos, porque fue a partir de
estos escenarios “institucionales” desde donde las y los jóvenes conformaron su
subjetividad militante e influyendo también en las condiciones de género que rodearon y
dieron forma a la experiencia. Dietrich señala que “para captar la capacidad de agencia de
las personas resulta indispensable incluir en el análisis las condiciones, oportunidades y
limitaciones que se generan en el nivel institucional y tener claro en qué marco se
desarrollan [las] capacidades de agencia”286. Por esto nos orientaremos a observar de
forma conjunta a través de dos apartados las experiencias y roles de mujeres y hombres
en la organización secundaria, así como también en las OPM a las que ingresaron.
Reconoceremos las formas en que estas relaciones tuvieron lugar en lo que surge como la
institución o lo público. Tras ello, evaluaremos a través de las prácticas socioculturales, de
qué forma impactó la conformación de género en los procesos de subjetivación política de
las y los jóvenes que vivieron su adolescencia al alero de la conformación militante,
transformándose en un asunto esencial en sus vidas, es decir, en lo privado. En este
contexto, la particularidad de este capítulo final reside en permitirnos realizar una relectura
de los contextos abordados en los capítulos previos, a saber, trayectorias militantes y
dinámicas de sociabilidad de la generación armada de la enseñanza media, entregándonos
un panorama más complejo de sus procesos de subjetivación política.

Con todo, si bien el título de este capítulo pareciera dar sentido casi a una historia
de las mujeres a través de la militancia de izquierda, alojada en el seno del movimiento

285 Ibid. El resaltado me pertenece.


286 Ibid.

146
estudiantil secundario, creemos que explicitar esta frase ilustra de alguna forma el impacto
que causaba la presencia de las mujeres en estas organizaciones, mismo motivo por el que
esto se destacó y, en ocasiones, sorprendió. Desde la reflexión, nos introduce a poner en
tensión aquellas aparentes ausencias e involucramientos de mujeres y hombres en el
espacio político-social respectivamente, que como veremos, albergó a una particular
generación de lucha contra la dictadura.

La experiencia organizativa estudiantil, política y subjetiva: miras desde el género


hacia lo público.

El espacio de reorganización estudiantil de la enseñanza media, construido a partir de la


propia agencia de las y los jóvenes, adquirió paulatinamente impacto en el espacio público,
como vimos anteriormente, a través de las acciones secundarias que copaban las calles de
diferentes ciudades y en donde las imágenes exponían por igual a mujeres y hombres. Se
mezclaban las dirigencias públicas y las bases del movimiento en una suerte de masa
homogénea en la que pronto se vio convertido el movimiento estudiantil secundario. La tesis
de Myriam Orellana apuesta por señalar que:

“al fragor de las protestas nacionales, los estudiantes secundarios, mujeres y


hombres, emergen como aliados, cuya acción conjunta, sostenida por formas de
igualdad social, valores y afectos de solidaridad y fraternidad, les posibilitó actuar
de forma colectiva y unificada en la defensa de sus demandas sectoriales contra la
municipalización, y en la lucha contra la dictadura en el escenario público
callejero”287.

Aunque lo expuesto es efectivo en alguna medida, observamos que igualmente


existieron tensiones en lo que podemos denominar el ámbito privado del movimiento
estudiantil secundario y las OPM, reconocibles a partir de la experiencia subjetiva de
conformación identitaria y político-militar. Los elementos de esto nos introducen en la
politización de lo cotidiano que, como hemos visto, tomó lugar en cada aspecto de las vidas
de las y los jóvenes. Es posible encontrar una analogía frente a esta dinámica cuando los
testimonios señalan que no obstante la considerable disputa política interna del MES entre
las distintas fuerzas de izquierda, para enfrentar a la maquinaria dictatorial el accionar
llegaba bajo un solo cuerpo unido contra la represión. Aclarado esto, es importante destacar

287 Myriam Orellana, Op. Cit., p. 5.

147
que una de las primeras diferencias entre los roles de las y los jóvenes que fueron parte de
esta generación, surge a partir de las relaciones y ejercicios de poder al interior del
movimiento secundario, donde un asunto indiscutible es que las principales dirigencias
públicas de la época recayeron principalmente en hombres. Incluso habiendo existido
algunas mujeres a la cabeza de la movilización y vocería pública, estas fueron mucho
menos. Chica fue una de ellas e indica:

“Claramente, yo miro pa’ atrás y era un terreno mucho más de hombres (…) Entre
muchos cabros dirigentes, yo era la única mujer… No, corrijo: estaba yo y otra cabra
socialista, pero los demás puros hombres. Los demás de la Jota, hombres; Izquierda
Cristiana, hombres; MIR, hombres; MAPU, hombres (…) ahora bien, yo no podría
decir que fui tratada distinto por ser mujer, pero sí sentía una dificultad por el hecho
de ser dirigente mujer (…) siento que los espacios teníai que ganártelos y estar ahí
como un poco peleando el trono, entonces siento que yo estaba, pero no la llevaba,
en ningún caso… y de hecho, por eso como que yo misma cedía el espacio a mis
compañeros (…) también es cierto que éramos muchas mujeres dirigentes en otros
ámbitos, quizás no públicas, pero sí en sus distintos espacios cada una… habíamos
muchas mujeres, más allá de los compañeros que tuvieron más visibilidad”288.

Tamara coincide en este relato, habiendo sido parte de distintas instancias


organizativas a nivel interno de las JJCC secundarias y por tanto, habiendo sido militante
de base como también adquiriendo dirigencia. Señala:

“Cuando yo entré a mi base, obvio eran puras mujeres, éramos colegio de monjas.
Pero las que me atendían directamente de arriba también eran puras mujeres, las
del Comité Local. Desde la 1 que era la que nos bajaba a atender. Entonces tenía
relaciones políticas más con mujeres. Y después en el regional que me tocó estar
también, no, ahí eran puros hombres y yo… pero como yo era la más chica, como
que no hice la asociación con género, la distancia principal que una sentía era la
edad, yo era una pendeja con toda esta gente adulta del regional (…) y más encima,
los dirigentes públicos eran puros hombres. Y una mujer… si tú ves Actores
secundarios salen casi puros hombres y ella. En términos públicos. A nivel interno

288 Entrevista a Chica.

148
sí había más mujeres, pero en general todo era súper masculino… y más todavía
pa’ la cuestión armada…”289.

El relato de Alicia también concuerda con las percepciones de Tamara, aun en su


recuerdo de pertenencia a la organización secundaria unos años más tarde que los
correspondientes a las dos entrevistadas anteriores. Señala:

“En la FESES también era muy notoria la cantidad de dirigentes hombres, más
hombres que mujeres, dirigentes públicos, casi exclusivamente diría yo. Los grupos
de acción más radicales entre cada una de las orgánicas –todas–, los que armaban
las barricadas, los que hacían todo eso, en general, estaban más compuestos por
hombres que por mujeres, pero había mujeres, claro. A todas nos tocó hacer alguna
de esas tareas alguna vez. Yo creo que nadie podría decir que había discriminación
a priori, pero se tendía a dar una discriminación general más que una discriminación
explícita, como en las dirigencias, por ejemplo (…) por lo mismo yo creo que uno se
acuerda de las mujeres que estaban siempre en tareas más osadas porque eran
como las únicas que destacaban…”290.

Incluso Sergio comparte estas reflexiones sobre las relaciones de género


establecidas en el movimiento secundario, a partir de su propia experiencia en el MIR.
Recuerda:

“A mí me pasó en la cosa estudiantil que rápidamente vi más mujeres que hombres,


y eso me llamó harto la atención, participaban bastante. Bueno, al menos del
FUDEM que estaba el Liceo 1, claro. Pero en general, yo diría que participaban
bastante las compañeras, muy colaboradoras en todo sentido, no recuerdo que
hubiese alguna situación de decir ‘oye, que las mujeres no hagan esto’ (…) además
en mi caso, por ejemplo, la Aracely Romo fue mi encargada un tiempo, antes que
saliera (…) yo la quería muchísimo, era muy humana, siempre me dio un poco la
sensación que le impresionaba que uno tan cabro chico estaba haciendo cosas
como tan ‘de grande’ (…) entonces como yo la veía más de chico también… la
admiraba mucho y por eso yo creo que nunca tuve ningún cuestionamiento con estar
subordinado políticamente a una mujer (…) así que en el espacio estudiantil, pronto
pa’ mi fue normal, recuerdo que en las dirigencias participaban hartas compañeras.

289 Entrevista a Tamara.


290 Entrevista a Alicia.

149
No sé, en un ejecutivo de nueve personas, cuatro al menos eran mujeres, entonces
en ese aspecto era más participativo. Quizás no pa’ afuera, en las dirigencias
públicas, ahí sí era distinto, me acuerdo de muy pocas compañeras ‘públicas’”291.

Analizando casi a nivel discursivo el testimonio de Sergio, saltan a la luz algunas


expresiones que demuestran la tensión que significaba la presencia de las mujeres en el
MES, por ejemplo cuando refiere que esto “llamó su atención” y que hemos destacado en
la transcripción del extracto previo. Aunque reconoce no haber tenido problemas con la
“subordinación política” y que “normalizó” esta presencia, indicando algún momento de
sorpresa inicial, esto también se pudo ver condicionado por haber estado en su experiencia
bajo el mando de una importante figura para la historia del MIR, como fuera Aracely Romo.
Sin perjuicio de ello, su recuerdo también concuerda con la menor presencia de mujeres en
dirigencias públicas, pero un número mayor de ellas en las dirigencias a nivel interno, ya
fuera del espacio secundario o de las organizaciones políticas. Uno de estos casos de
dirigencias internas fue el de Emilia, quien fue encargada de su brigada lautarina en el
espacio secundario, también tomando responsabilidades en el sector poblacional vinculado
a su OPM, motivo por el cual vio evidenciadas algunas dinámicas opuestas en su
experiencia. Señala:

“Yo creo que había una complejidad –y me tocó vivirlo– con las jefaturas, con los
liderazgos… a mí me pasaba que lo que un compañero decía en tres palabras, para
que a mí me pescaran tenía que decir quince, veinte. Y justificarme y mostrar que
yo también lo podía hacer, y prepararme, leer si tenía algo… pero eso era mucho
más en los secundarios (…) a diferencia de lo que uno pudiese pensar respecto de
la gente que militaba en la población, yo diría que los secundarios eran mucho más
machistas pa’ los liderazgos. O sea, si era un hombre el que nos mandaba, bien.
Ya, ‘pero, ¿una mujer? A ver, muéstrame que te la podís y después te hago caso’.
Al final lo hacían, era una organización vertical y le teníai que hacer caso a tu jefe,
pero teníai que ganarte ese espacio. En los sectores poblacionales no, nunca me
pasó eso, al contrario, fue mucha colaboración y ningún problema”292.

Al poner en sentido comparado tanto los testimonios de Chica como de Emilia,


podemos observar que ambas mencionan la dinámica de “ganar el espacio”, incluso cuando

291 Entrevista a Sergio.


292 Entrevista a Emilia.

150
fueran militantes de dos organizaciones diferentes como las JJCC y el MJL, desde el
liderazgo público y la jefatura interna más vinculada al accionar político-militar, pero estando
unidas por el factor común que fuera la pertenencia al movimiento estudiantil secundario.
Más allá de las dirigencias, Julieta, quien también ingresó a una brigada secundaria del
MJL, recuerda haber vivido una particular situación, incluso habiendo sido ella y el
compañero involucrado militantes basales, sin mayor jefatura ni en el MES ni en la
organización lautarina. Señala:

“Cuando entré al Lautaro, me metí a una brigada secundaria donde habíamos puras
mujeres, ‘la brigada de las minas’ nos decían (…) y aunque éramos un valor, que
éramos mujeres y teníamos ese espacio y éramos secundarias haciendo
barricadas… esta brigada fue coincidencia. Fue como ‘oye, hay siete cabras
secundarias que entraron a la movida, ¿juntémoslas a todas?’. Sería más práctico,
no sé… porque éramos todas de distintos lados, estábamos en el COEM y ahí nos
juntaron como brigada (…) y en mi reflexión fui una igual, por acción y participación.
Pero me acuerdo de un compañero que hizo una pataleta porque a mí me habían
pasado un fierro mejor que a él pa’ una marcha o algo (…) lo tengo súper claro y fue
como ‘ay, este hueón qué se cree’. Y en ese momento no me sentí atacada
particularmente por ser mujer, pero decía ‘puta, si yo hubiera sido hombre, él no
habría dicho tal’ (…) Y quizás era machista porque no todas hacíamos lo mismo,
¿por qué esa diferencia? (…) es heavy, pero ¿desde dónde nos importa que sea
una mujer la que cayó en combate? Quizás porque éramos tan pocas po’. Por eso
sus figuras son relevantes –en nuestro caso con ‘mujer metralleta’ y todo–, porque
yo creo que las mujeres estaban circunscritas a otros lugares en los haceres de la
izquierda, era atípico (…) teníai menos protagonismo. Accionábamos por igual, en
los secundarios y en mi caso, en el Lautaro, pero en mi experiencia en ambas, el
protagonismo estaba en otro lado”293.

En relación con la incómoda situación relatada por Julieta, Nicolás Acevedo ha


retratado otra similar, al interior de la misma orgánica. Expone:

«Paty recuerda que en una oportunidad quiso probar un “Horacio” en una


propaganda armada y el compañero se negó. Ella le insistió, ya que era la única
forma de aprender a usarlo. “Era un asunto de género”. Finalmente el compañero

293 Entrevista a Julieta.

151
accedió: “Fue muy gracioso, disparé, no maté a nadie, pero era muy fome la
hueá”»294.

El testimonio de Julieta y el relato de Paty citado por Acevedo, retratan asuntos


interesantes de ver en torno a las relaciones de género en el espacio secundario y las OPM
como instancias “institucionales”, que enunciáramos al comienzo de este capítulo.
Efectivamente, el simbolismo de la mujer metralleta para el MAPU-Lautaro coincide con la
reflexión de la entrevistada, en el sentido del interés en destacar la presencia de las
militantes a partir del mito mediático-policial, aun a cuestas de las tensiones que puedan
indicar las percepciones de ellas, que en el momento no se expusieron con tal carga desde
el género como una categoría de reflexión. Así se reflejaba en el periódico El Pueblo
Rebelde Vencerá, donde se señalaba:

«…nació la “mujer metralleta”. Se publicaron fotos, se le puso nombre y, cuando


todo hacía esperar una detención inminente, volvió y volvió a aparecer, hasta el
punto que “La Cuarta” al relatar la recuperación de carne Lautarina el 16 de
septiembre, habla de “dos enanas metralletas”. (?) Aparecen dos cuestiones
relevantes, interesantes de reflexionar: Una, sin duda la más significativa e
importante, tiene relación –más allá de la caricatura que se ha intentado sin éxito
vender– con la participación activa de las compañeras en la lucha revolucionaria y,
de manera particular, con la alegría, audacia, valentía e integralidad de las
lindísimas compañeras mapucistas y lautarinas. “Mujeres, revolucionarias y
subversivas” ha sido siempre un[a] mezcla que le retuerce las tripas al sistema de
dominación»295.

Entrante el año 1990, así también se ilustraba con mayor detención en una
entrevista realizada a Diego Carvajal, nombre político de Guillermo Ossandón, Secretario
General del MAPU-Lautaro, donde indicaba:

«…las compañeras han tenido y tienen un rol destacado en nuestra organización y


en la realización de nuestra política y que ha sido así entendido y difundido también
por la prensa enemiga (…) Lo concreto es que la famosa “mujer metralleta” no
ha sido ubicada y lo concreto es que han seguido apareciendo más y más
compañeras en diferentes operaciones. Incluso hemos realizado varias acciones

294 Nicolás Acevedo, MAPU-Lautaro… Op. Cit., p. 81.


295 “Un fantasma llamado Mujer Revolucionaria”, El Pueblo Rebelde Vencerá, N°28, p. 9.

152
con puras mujeres, recuperando condones, remedios. Así, el mito se transformó en
boomerang y hoy día está golpeando, demostrando la impotencia del enemigo. Esta
mezcla de mujer y subversiva, de mujer y revolucionaria, en sociedades como
las nuestras golpea vitalmente puntos esenciales de la dominación. El machismo
rebalsa en situaciones de este tipo. Son mezclas insoportables y dolorosas para
el capitalismo»296.

A pesar de la propaganda, Julieta señala:

“Con un antiguo compañero del Lautaro estábamos hablando del feminismo y el


hueón me dice ‘no, si igual el Lautaro era súper machista, ¿por qué en todas las
imágenes rebeldes sale la mona mostrando las tetas y no un hueón en pelota?, ¡era
machista la hueá!’, pero hace veinticinco años atrás nosotros no teníamos
incorporado eso…”297.

Con todo, estos antecedentes resultan interesantes para conocer la experiencia de


las mujeres al interior de una organización como fuera el MAPU-Lautaro y a partir de ello,
comprender el caso de las secundarias lautarinas. Sin embargo, colisiona con un segundo
punto extraído de los testimonios de Julieta y Emilia, donde las referencias a las
interacciones del día a día y la tensión en torno a liderazgos y militancias basales, visibilizan
aquello que algunos autores han denominado “micromachismos”, entendidos como:

«actitudes de dominación “suave” o de “bajísima intensidad”, formas y modos


larvados y negados de abuso e imposición en la vida cotidiana. Son,
específicamente, hábiles artes de dominio, comportamientos sutiles o
insidiosos, reiterativos y casi invisibles que los varones ejecutan
permanentemente (…) Muchos de estos comportamientos no suponen
intencionalidad, mala voluntad ni planificación deliberada, sino que son dispositivos
mentales y corporales incorporados y automatizados en el proceso de “hacerse
hombres”, como hábitos de funcionamiento frente a las mujeres»298.

296 Partido MAPU, La toma de lo cotidiano: entrevista a Diego Carvajal, secretario general del Partido MAPU,
febrero de 1990. El resaltado es del original.
297 Entrevista a Julieta. Ver anexo de imágenes, N°9.
298 Luis Bonino, “Los micromachismos”, en Revista La Cibeles, N°2 (2004). Disponible en línea en

https://www.mpdl.org/sites/default/files/micromachismos.pdf consultado el 12 de marzo de 2021. El resaltado es


del original.

153
Aquí creemos necesario guardar los cuidados propios de la contextualización,
incluso a nivel metodológico y disciplinario. Esto ya que las preocupaciones urgentes y los
alcances socioculturales de la época no propiciaron el desarrollo de este análisis, aunque
existiera en alguna medida la presencia de movimientos feministas en Chile, cuya consigna
de “democracia en el país y en la casa” reflejaba incipientemente la necesidad de cuestionar
y/o poner en tensión las relaciones político-afectivas, a partir de la lucha por el término de
la dictadura. De todas formas, en este escenario epocal se intentó potenciar la presencia
de las mujeres en las diferentes organizaciones que ocuparon la disputa política al interior
del movimiento secundario de los ‘80. Al caso del MAPU-Lautaro, también habría que
agregar la lectura de las JJCC sobre la presencia de las mujeres militantes, donde ya en
1980 destacaban el rol de la mujer, más allá de pertenecer o no a las filas comunistas. Un
saludo conmemorativo por el Día Internacional de la Mujer publicado en Basta, señalaba:

«La Junta fascista de Chile, como marcha de espaldas a la historia, es el único país
del mundo que ha tratado de levantar un “día de la mujer” que simboliza justamente
lo contrario: quiere, por decreto, obligar a las mujeres chilenas a que celebren el “día
de las cacerolas”, día que a la luz de lo que hoy vivimos demuestra el engaño y la
utilización de las mujeres que se prestaron a aquella farsa. Pero las mujeres del
pueblo, las trabajadoras más conscientes no pueden ser doblegadas y es así como
este año, más que ningún otro, se reunieron en actos preparatorios donde se dialogó
acerca de los problemas que las aflijen (sic) y se comprometieron a luchar en
conjunto con sus compañeros contra el mal que es común: la dictadura de
Pinochet»299.

Aun en una lectura que parecía señalar la presencia de las mujeres al alero de “sus
compañeros”, lo cierto es que se vuelve a expresar la necesidad más inmediata que se
sobrepuso a otras reivindicaciones, a saber, el fin de la dictadura. Pero complejizando un
poco la discusión, más tarde la revista Rebelión, también editada por las JJCC, publicó una
entrevista a una de sus militantes identificada como “Carola”, en donde se tensiona el
vínculo entre el feminismo y el marxismo:

“REBELIÓN quiso abordar el tema, sin concepciones preestablecidas; algo así como
una primera mirada sobre algo que no ha sido suficientemente investigado, que no
hemos logrado analizar bajo una óptica revolucionaria, que, quizás, no hemos

299 “Día Internacional de la Mujer”, Basta, N°8, marzo-abril de 1980, p. 6. El resaltado me pertenece.

154
tomado lo suficientemente en serio y que, de todas maneras, despierta sentimientos
y reacciones fuertes en casi todo el mundo, hombres y mujeres (…) ver EN
CONCRETO qué era el feminismo para nosotros, qué importancia le dábamos, para
así poder iniciar (quizás) una discusión enriquecedora acerca del tema”300.

Continúa una entrevista a la joven Carola, donde destaca el rol organizativo de la


Coordinadora de Mujeres de Chile, surgida en la Universidad de Chile en paralelo a las
protestas contra el rector designado por la dictadura, José Luis Federici, durante 1987. En
un vaivén de interrogantes, Rebelión indica:

“R.: Pero entonces también debe haber una manera especial de ser de los hombres,
y no hay una coordinadora de hombres…

C.: Claro, porque ellos están mucho más representados en la FECH, casi todos los
presidentes de carreras son hombres. Y ellos no toman en cuenta las
reivindicaciones específicas de las mujeres, ni sus capacidades. Entonces la
Coordinadora también trata de integrar más a las mujeres al trabajo de la FECH (…)
pensamos que mediante la vocalía podemos ganar más espacios porque la
Federación no contempla los problemas específicos de la mujer, de los
anticonceptivos, o las garantías para las madres o las embarazadas…”301.

Como podemos ver en el relato ilustrado en la publicación, la dinámica y el asunto


en torno a los liderazgos –especialmente en casos públicos, como el de la Federación– se
replicó en otros espacios estudiantiles. Pero así también emergieron instancias de mujeres
organizadas que buscaron equilibrar esta situación, con una especial carga de
reivindicaciones propias de las mismas mujeres como deja ver la respuesta de Carola,
evidenciando que se dio un lugar a tales asuntos. Por su parte, la publicación del FPMR, El
Rodriguista, hizo hincapié en algunos de sus números en el rol de la mujer en la lucha
contra la dictadura. Uno de ellos, cuya autoría recae en “Margarita Pizarro”, señaló:

«El sistema capitalista a través del machismo, entre otros, ha permitido frenar la
capacidad de la mujer, manteniendo normas y prejuicios ancestrales, con el claro
objetivo de manejar su participación social activa. Se las explota por medio de la
pornografía, la prostitución y “la imagen objeto” o como también sucede, se la orienta

300 “Marxismo y feminismo?”, Rebelión, N°13, diciembre de 1988, p. 19. Las mayúsculas son del original.
301 Ibid.

155
y limita en cuanto a su partición social, hacia lo “inherente” a su condición de mujer;
la familia, el hogar y los hijos (…) A nuestro juicio la participación de la mujer hoy en
los cambios radicales, no es un derecho, es un deber (…) Saludamos la integración
de la mujer a las filas del F.P.M.R. y sus Milicias, ubicando el papel de la mujer
Rodriguista, en el centro mismo de las grandes tareas por la Liberación Nacional
(…) a la mujer combatiente que hoy codo a codo con sus compañeros y hermanos
de lucha recorren la calle de nuestra Patria llevando el grito de rebeldía…»302.

De la misma forma que el principal ente armado vinculado inicialmente al PCCh


resaltó la presencia de las mujeres rodriguistas en las filas armadas a través de sus órganos
de difusión303, también en el caso de las jóvenes comunistas, se potenció su presencia y
alcance de cargos en todos los frentes y el espacio secundario no fue excepción. Como
señalaba Chica, ella no percibió un trato diferente, por el contrario:

“Yo siento que desde la Jota me impulsaban a que yo hiciera cosas. Y me gustaba,
ahí creo que lo hacía bien en términos de convocatoria, de habilidad para hablar o
poner temas, yo creo que sí esa era una habilidad mía y la Jota le sacaba partido,
porque recuerdo que era importante tener dirigentes mujeres, creo que en eso la
Jota fue un poco visionaria… se puso ese tema y creo que pasó al menos a la
interna. Mi problema iba más por un asunto de sensaciones en los secundarios,
frente a mis compañeros dirigentes (…) aunque yo con mis compañeros iba a la par,
es cierto, pero también había algo ahí como de ‘protegerme’. Me acuerdo que en las
marchas me ponían guardaespaldas, siempre hombre, y me decía ‘vamos por acá’
o qué sé yo. Sí, también pasaba por ser dirigente público, pero al dirigente público
hombre, no le ponían guardaespaldas. Y ahí también los cabros de protección tenían
que asumir nomás la tarea encomendada, como fuera”304.

Alicia señala que al interior del movimiento estudiantil secundario y de las mismas
organizaciones políticas que en este se alojaron “...operaba la cultura del país, en general.
Así que efectivamente, por ejemplo, se esperaba que los hombres fueran más osados y por
lo tanto, siempre les tocaban las tareas más osadas y tenían que actuar nomás, acatar
como militantes revolucionarios”305. Entonces surge una de las primeras evidencias sobre

302 “La MUJER Combativa”, El Rodriguista, N°30, marzo de 1988, pp. 38-40.
303 También ocurrió con el órgano de difusión de las Milicias Rodriguistas, ver anexo de imágenes, N°10.
304 Entrevista a Chica.
305 Entrevista a Alicia.

156
el ideal revolucionario esperado que esta vez recaía sobre los jóvenes militantes hombres,
cuyas construcciones ideales de militancia política armada contra la dictadura, desbordaría
en ocasiones las vidas cotidianas y el plano privado de algunos de ellos. En este caso,
interviniendo en lo esperado de los hombres y lo asumido de las mujeres, lo que agudizaría
ciertas apuestas sobre los roles que deberían haber sido. David señala:

“Yo creo que nosotros como secundarios y sobre todo en la parte de las
organizaciones que practicaron la lucha armada, también había mucho machismo
encubierto. Y como en la media estábamos mirando El Salvador, Nicaragua, Cuba,
Fidel, los milicos revolucionarios y se mezcló con la izquierda de los secundarios y
todo esto, teníai que ser el milico, el recio, el que hace ejercicio, es guapo, el
guerrillero varonil, gallardo, barbón, musculoso con la camisa abierta (…) nuestra
estética aspiraba también al del guerrillero sensualizado. Pero a la del guerrillero
varonil, no a otro. Cómo te lo digo… no era Lemebel, era el Che, recio. Nadie quería
ser como Lemebel, queríamos ser como el Che”306.

A partir de ello, también tiene sentido comprender las dinámicas vividas en torno a
la mística revolucionaria que albergaban las diferentes instancias de esta generación
armada, desde el factor militar en más, como hemos visto anteriormente. Esto por supuesto
permeó las relaciones de género al interior de las organizaciones y entre ellas, así como
también entre pares. Al respecto, Fernando refiere a ello y a las expectativas puestas sobre
los hombres militantes cuando expresa:

“Bueno, nosotros teníamos que estar preparados (…) una vez la Jota organizó un
paseo a la cordillera, que no era un paseo, sino que era una forma de entrenamiento
paramilitar donde fuimos casi puros hombres, creo que más de las Milicias… había
mujeres, no me acuerdo bien… pero una de las cosas era mantener… tener una
buena resistencia física… y lo teníai que lograr po’, sí o sí”307.

Milico describe también estas dinámicas de entrenamiento a raíz de las jornadas de


acondicionamiento físico que organizaron tras su regreso del servicio militar y relata:

“Me acuerdo que después empezamos a hacer campamentos los fines de semana
(…) y había chicos de 16, 17 años que su máximo conocimiento era como boy scout

306 Entrevista a David.


307 Entrevista a Fernando.

157
y se sentían súper grandes, uno les enseñaba cosas y todos contentos, había una
mística fuerte. También llegaban algunas niñas que eran por sobre todo mucho más
esforzadas, mucho más responsables muchas veces, porque ponían el doble de
esfuerzo a todo, a la preparación y al acondicionamiento. Después ellas cuando
participaban en las marchas, estaban integradas a los grupos de defensa, iban al
choque… no sé si ir directamente a enfrentarse a los pacos, pero por ejemplo ir a
rescatar un detenido, algo que entonces era súper loable”308.

Los testimonios narran situaciones que en efecto, demuestran una complejidad


mayor para las mujeres en los aspectos políticos de masas y político-militares. Cuando las
y los entrevistados referenciados hasta ahora, señalan que el espacio “había que ganarlo”
o que algunas mujeres se “esforzaban el doble”, se evidencia cómo en la práctica se intentó
resquebrajar los cánones binarios estipulados a los roles de género que, de todas formas,
tensionaron tanto a mujeres como a hombres, aunque en el discurso existan aún cargas
implícitas que denotan algún grado de paternalismo de los compañeros por sobre las
compañeras, y cuando en las prácticas cotidianas esto fuera un hecho. En este sentido,
también es posible visibilizar lo que se ha denominado como la “masculinización” de las
mujeres militantes en el ámbito de la lucha armada y espacios revolucionarios, en dos
aspectos: por un lado, sobre rasgos psicológicos o comportamentales que históricamente
se han concebido como propios de los varones, en especial, en torno a las instancias de
guerra, guerrilla y/o lucha armada; por otra parte, respecto de la corporalidad misma de las
mujeres en estos espacios, pero que de soslayo también impactó sobre las identidades de
los jóvenes militantes. Sobre ello, la filósofa Judith Butler ha señalado que:

“…el cuerpo es aquello que puede ocupar la norma en una miríada de formas, que
pueden exceder la norma, volver a dibujar la norma y exponer la posibilidad de la
transformación de realidades a las cuales creíamos estar confinados (…) Cuando la
norma aparece tanto para garantizar como para amenazar la supervivencia social
(es lo que necesitas para vivir y, al mismo tiempo, es lo que, si lo vives, amenaza
con borrarte), entonces conformarse y resistir se convierten en una relación
compuesta y paradójica con la norma, una forma de sufrimiento y un lugar potencial
para la politización”309.

308 Entrevista a Milico.


309 Judith Butler, Deshacer el género. (Barcelona: Ed. Paidós, 2006), pp. 306-307. El resaltado me pertenece.

158
Así, tanto las características físicas como las psicológicas, se vieron enfrentadas a
la masculinización de los espacios en que se insertaron mujeres y hombres, poniendo en
tensión las propias conformaciones identitarias que a partir de las relaciones de género se
pudiesen establecer. De acuerdo con Butler, vemos cómo la dinámica de género desbordó
la norma en este escenario, subvirtiendo en diversas maneras sus roles y prácticas a través
de las propias imposiciones, expectativas y alcances que cada joven tuvo sobre sí, incluso
en ocasiones de forma autoimpuesta. A partir del testimonio de Marta Álvarez, exmilitante
de Montoneros, Alejandra Oberti señala que ciertas perspectivas de la masculinización:

“…ya no se expresan con humor sino más amargamente porque ponen en evidencia
todo tipo de limitaciones. Es así que ejercitarse para operar un arma que tiene un
peso y un tamaño y que exige unas prácticas para las cuales las mujeres no estaban
preparadas, llevaba –dice– a que nos reventábamos en los entrenamientos…
dejábamos la vida para demostrar que teníamos la misma fuerza física que un varón.
Sin embargo eso no bastaba. Las estructuras jerárquicas de las organizaciones
revolucionarias eran inmunes a la pretensión de igualdad en este punto y –a pesar
de la gran cantidad de mujeres que se incorporaron activamente a sus filas en todos
los niveles– pocas llegaron a ocupar cargos de responsabilidad y menos aun lugares
en las conducciones”310.

La autora continúa parafraseando a Diamela Eltit:

«quien calificó a estos modos de asumir la militancia militarizada por parte de las
mujeres como una “teatralización paródica de la masculinidad” (…) Esa militancia, a
la vez que pospuso lo íntimo y lo personal en pos de la revolución, cuestionó el
estatuto cultural de inferioridad física femenina. Para ello muchas militantes
reelaboraron los propios cuerpos como idénticos a los de los hombres en nombre
de la construcción de un colectivo igualitario que proyectara hacia el futuro la utopía
socialista. La imagen predominante del militante ideal, el Che (…) convertía a las
mujeres en “prófugas de sus propios cuerpos”, en imágenes paródicas de eso que
querían imitar…»311.

En sintonía con ello, encontramos una reflexión de David, quien señala:

310 Alejandra Oberti, Las Revolucionarias… Op. Cit., p. 204. El resaltado es del original.
311 Ibid., p. 232. El resaltado es del original.

159
“Yo creo que estábamos ‘sexualizados’ como todos, no éramos muy distintos. Para
nada. También estábamos en la edad que empieza todo ese interés, así que igual
hablábamos de las mujeres como ‘cuerpos ricos’ y no como compañeras integrales
(…) había tallas sexistas, claramente. Por ejemplo, había compañeras muy
destacadas, muy respetadas en el combate, pero igual le llegaba su talla de ‘mijita
rica’ o no sé, no era lo mismo una compañera rica que una compañera fea… y nunca
lo cuestionamos, le mirábamos el poto a una compañera, a una mujer sin problemas
y no era cuestionable (…) sí, reconocíamos la valentía también pero por ejemplo en
muchos casos de reconocimiento de compañeras que no dejaban de ser femeninas
y de ahí encontrarlas ‘ricas’, lo que se reconocía –y eso es algo que he visto
después– eran más bien los rasgos asociados a la masculinidad: la combatividad,
eso de estar al frente, don de mando, ‘las comandantes’. Esa ambigüedad siempre
estaba”312.

Este relato también colisiona e introduce la perspectiva opuesta, aquella que


reconoce la corporalidad de las mujeres, vista por cierto a partir de los rasgos hegemónicos
y estereotipados construidos sobre esta. Oberti señala:

«Lo cierto es que si por momentos predominaba la masculinización en otras


ocasiones sucedía todo lo contrario. Algunas veces ejercían de soldados, otras, con
composiciones extremadamente femeninas, de señuelo. También en otros
momentos simplemente se vestían y arreglaban de acuerdo a su voluntad (…) si el
policía, que no pudo “creer” que una joven mujer estuviera en ese lugar, representa
a una sociedad “machista” y a la ideología misógina y falsa que indica que una mujer
es débil y pasiva, es Adriana quien hace llegar hasta nosotros esa impresión»313.

En cierta forma, da luces sobre algunos de los aspectos previamente mencionados,


el relato presentado por el periodista Juan Cristóbal Peña sobre Silvia Brzovic, conocida
como Miska entre sus cercanos, una de las jóvenes que fue parte del movimiento
secundario de los ‘80, pero que ha sido reiteradamente mencionada, en investigaciones
académicas o en recursos mediáticos, como pareja de Ricardo Palma Salamanca,
prescindiendo un tanto de su propio proceso. Peña indica:

312 Entrevista a David.


313 Alejandra Oberti, Las Revolucionarias... Op. Cit., pp. 232-233. “Adriana” también fue militante de Montoneros.

160
“Miska era menuda, pero no por ello carecía de fuerza y agilidad, no solo para
enfrentarse a la policía: era una jugadora de fútbol aguerrida y tenía un potente
saque en el vóleibol (…) era rubia y atractiva, y como ya sabemos que era buena
actriz, en caso de apuro ante la policía, sabía sacarle partido a su expresión de
inocente encanto que la hacía pasar por una de esas estudiantes de barrio alto a las
que solo les interesa estudiar en paz, no andar promoviendo desmanes. Miska tenía
todas las condiciones para lo que terminó haciendo o lo que se supone que terminó
haciendo, porque a decir verdad, quizás habría que aclarar que no le han probado
ninguna acusación ni menos ha sido condenada por algo. Hasta ahora, lo único que
se le ha probado es que hizo lo que había que hacer en esos tiempos, que era
protestar en las calles; una muchacha que se enamoró de un muchacho a quien sí
se le probaron cosas graves…”314.

De forma complementaria a lo expuesto, a través de situaciones que han marcado


las trayectorias de las y los entrevistados, Julieta recuerda:

“Yo casi terminando el liceo caí presa. Tenía recién los 18… que cumplo a fines de
agosto y me detuvieron en octubre del ‘89. Y las compañeras con las que estuve
presa… yo creo que el 80% había tenido roles protagónicos, no eran esposas de
alguien o pareja de alguien o presa a propósito de haber prestado ayuda a alguien.
Sí las había, pero la mayoría de las mujeres que estaban ahí habían sido
protagonistas, habían actuado, habían estado en la primera línea, por decirlo de
alguna forma (…) pero al final igual era un factor sorprendente que nosotras
fuéramos más puntúas o que tuviéramos roles de mayor responsabilidad o acción
(…) igual a los pacos les sorprendía, yo me acuerdo cuando a mí me detuvieron,
eran puros pacos hombres y ellos claro, pensaban que una estaba ahí pa’ puro
acostarse con los hueones y te lo decían, con sus… ‘modales’ de paco”315.

Los diferentes testimonios expuestos y las lecturas presentadas en las publicaciones


orgánicas, evidencian de qué forma se establecieron las relaciones de género en torno a la
experiencia como jóvenes secundarias/os y también como militantes de izquierda, a través

314 Juan Cristóbal Peña, Jóvenes pistoleros. Violencia política en la transición. (Santiago de Chile: Ed. Debate,
2019), pp. 82-83. El resaltado me pertenece. También creemos importante destacar el libro de Tomás García,
El Negro Palma… citado anteriormente, donde aborda solapadamente y de forma introductoria aspectos del
proceso de politización de la joven Miska, antes de su relación con Palma Salamanca, a través de su propio
testimonio.
315 Entrevista a Julieta.

161
de los liderazgos, tanto públicos como internos, y los ideales de roles a cumplir por cada
joven militante, según las dinámicas socioculturales de la época.

Habría que señalar también que frente a la propuesta de indagar sobre el aspecto
“institucional” para reconocer el escenario más específico, para el caso del material de
difusión de MIR, hemos realizado una cuidadosa revisión de 37 ejemplares de El Rebelde
disponibles en línea y correspondientes a los números publicados entre los años que
enmarcan la temporalidad de esta investigación –específicamente, se ubican entre enero
de 1980 y marzo de 1988– sin encontrar reflexiones de mayor alcance sobre las mujeres
miristas. Más bien, a través de pequeñas menciones e imágenes insertas en las páginas
del periódico clandestino, surge el rol de la mujer pobladora, la mujer que enfrenta a la
dictadura y que tras la crisis económica de 1982 y las posteriores protestas nacionales,
busca y resiste formas para alimentar a sus hijos. Con esto no queremos señalar que el
MIR prescindió de las mujeres en sus filas, sino solo no evidenció las reflexiones en torno
a las compañeras –si es que las hubo– en su material que dio mayor espacio a la situación
política nacional e internacional, especialmente en torno a Latinoamérica, y a la
propaganda. De hecho, en la propia elaboración y distribución del periódico, el rol de las
mujeres fue importante, al menos durante los primeros años de la dictadura, lo que se puede
evidenciar por medio de algunos testimonios que así lo reflejan:

«Al final llegamos a Tres Álamos, así es que ya estábamos vivas, porque ahí recién
reconocían que estábamos detenidas. Nos preguntaban nuestros datos y anotaban
que nos habían detenido recién y cambiaban el lugar donde nos habían tomado. Ella
estaba delante mío en la fila, y le preguntaron a la entrada qué era, “Periodista”, “¿Y
en qué trabajai?”, “Soy periodista de El Rebelde”, “¿Y qué es esa cuestión?”, “El
Diario oficial del MIR”, “Pero si eso no existe” le dijo el guardia, “No existirá pero yo
trabajo ahí, así es [que] usted tiene que escribir periodista de El Rebelde”. Y el tipo
anotó “periodista de El Rebelde”. Esas cosas a mí me llenaban de ánimo»316.

Sin embargo, estas referencias hacen clara alusión al periodo inmediatamente


posterior al golpe de Estado, por lo que en estricto rigor, desconocemos el involucramiento
o no de las mujeres en la confección y distribución durante la década de 1980, donde una
vez más, la crisis del MIR debió alcanzar los aspectos de la propaganda mirista. Retomando
el punto inicial, las menciones propias a las mujeres fueron esporádicas, probablemente,

316 Tamara Vidaurrázaga, “Mujeres en rojo y negro…”, Op. Cit., p. 171. El resaltado es del original.

162
también en función de la urgencia del momento a nivel país y a nivel interno en la
organización rojinegra. Como señalamos, podemos observar la existencia de una dinámica
común en las distintas organizaciones de izquierda, incluso puesto en perspectiva regional,
lo que también es ejemplo ilustrativo del recuerdo las mujeres que cayeron en combate,
como reflexionaba Julieta. Así resaltan los casos de Aracely Romo, Lucía Vergara o Paulina
Aguirre317 como ejemplos de aquellas militantes miristas que cayeron durante la década de
1980. Ciertamente, la lista se expande mucho más al incorporar a las mujeres víctimas de
vejaciones, ejecuciones y desaparición forzada durante los primeros años de la dictadura,
pero en esta ocasión escapa a nuestro margen temporal.

Como señaló Sergio, el caso de Aracely Romo es prueba de una situación común
en todas las orgánicas que hemos visto a lo largo de esta investigación: el reducido número
de mujeres en cargos de jefatura. Así también lo recuerda Negro, quien señala “pa’ mi en
la UNED fueron puros hombres, además estaba en el Nacional, más hombres… y en otras
instancias del MIR había mujeres, pero muy pocas jefas”318. Claudia también sostiene
algunos elementos de reflexión y cotejo derivados de su breve paso por la JRME en la
enseñanza media, recordando:

“Bueno, en la Juventud Rebelde, casi todos mis jefes eran hombres… es verdad.
Luego, eso se me repitió en el Lautaro. Pero por ejemplo ahí fue raro, porque yo fui
jefa pa’ gente, estuve a cargo de gente, entonces estaba un poco complicada porque
nunca lo había sido. Pero yo, de aquí pa’ arriba no, nunca tuve jefas mujeres, ni yo
misma ‘escalé’ un poco más tampoco, por ejemplo en la Dirección Nacional, nunca
hubo mujeres que yo me acuerde. Puros hombres en la Juventud Rebelde y en el
Lautaro (…) y en la media, la Juventud Rebelde eran casi puros hombres, había
mujeres, pero muy pocas… y esas pocas que había no era como que se promoviera
por paridad o cosas así, no era un análisis del momento”319.

Como vemos, la situación política y social del momento no cuestionó la


incorporación cultural de estos tópicos, por lo que si en la superficie organizacional se
plasmó alguna relevancia sobre el rol de las compañeras militantes, al menos en el discurso,

317 Aracely Romo muere el 5 de noviembre de 1988, aparentemente bajo una explosión de material explosivo,
en el cerro Ñielol junto a Pablo Vergara Toledo; Lucía Vergara fue asesinada por la CNI el 7 de septiembre de
1983 en el marco de los falsos enfrentamientos de calles Fuenteovejuna y Janequeo; y Paulina Aguirre fue
asesinada por la CNI el 29 de marzo de 1985, a sus 20 años, cuando cursaba su enseñanza media vespertina
en el Liceo Valentín Letelier de Recoleta.
318 Entrevista a Negro.
319 Entrevista a Claudia.

163
esto no significó una apropiación efectiva que se insertara en la subjetividad política. Julieta
señala: “yo creo que las cosas que pasaron en torno al ‘ser mujer’ en esa época eran súper
propagandísticas y la relevancia era propaganda, no porque hubiera como una valoración
especial por ser mujer ni una reflexión más crítica”320. Con todo, se logra evidenciar que a
través de determinadas formas de vinculación entre pares, intra e interorgánicas, los tópicos
de la politización alcanzaron las vidas privadas de las y los secundarios, pero estando
sujetas a las lecturas de la época. De esta forma, aun viviendo “entre la movilización y la
revolución”, el ámbito de lo privado en esta generación de igual forma se impregnó de la
abstracción y la politización desde “lo público”, eventualmente, suponiendo tensiones en las
vivencias y el desarrollo íntegro de la juventud contra la dictadura.

Mujeres y hombres por la causa revolucionaria ¿desde lo privado? Relaciones,


tensiones y ausencias de la enseñanza media en lucha.

La experiencia de las y los jóvenes en la reorganización secundaria, se nutrió de diversos


factores que potenciaron su subjetividad y trayectoria militante. Al constituirse lo político y
lo político-militar como elementos centrales en sus vidas, este proceso de subjetivación se
instaló en todos los aspectos que rodearon sus adolescencias, desde los parámetros
sociales y culturales, hasta los asuntos privados y afectivos. Es aquella experiencia la que
tomamos ahora, que se puede considerar desde los márgenes de la historia, pero que tan
profundo se encuentra en la propia subjetividad político-militante, observando la
configuración de lo privado a partir de las relaciones de género establecidas entre pares de
un espacio común que fuera el MES y según correspondiera, también la organización
política. En muchas maneras, estas dinámicas tuvieron lugar en los espacios de
sociabilidad que eran escenarios de momentos de fiesta y dispersión, pero siempre
manteniendo el rol militante. Uno de los primeros indicios de esto resultaba bastante claro
y tenía relación con la necesidad de establecer vínculos sentimentales –de diverso
carácter– con miembros de la misma juventud política perteneciente y, lo que no es menos
importante, solo en caso de tenerlos. Así es como Víctor recuerda y enfatiza de forma
tajante:

“No, yo nunca pololeé con cabras de la Jota, no. Menos de otro lado, tampoco. No,
¡yo era compuesto total! Nunca se me pasó por la mente decirle algo a una
compañera que me gustara, por ningún motivo, nada, nada. Y siempre nos decían

320 Entrevista a Julieta.

164
que las compañeras que teníamos nosotros en la zona oriente eran las más
bonitas… pero no, nunca. Claro, me gustaban algunas pero me hacia el hueón,
nunca tomé la iniciativa en nada, jamás se me ocurrió hacer algo (…) no, mi vida
era la militancia”321.

Fernando por su parte reflexiona:

“Bueno, la verdad, siempre me gustaron algunas compañeras, pero no tenía polola


en ese tiempo. Porque por un lado, era muy tímido y no me atrevía a hacer mucho…
y por otro lado, pensaba que establecer vínculos así podría ser peligroso, a pesar
que igual tenía amistades y todo (…) pero obviamente, a uno que es adolescente,
le van gustando personas a medida que las va conociendo y –en mi caso– como
primaba esta cosa de la moral comunista, no me podía gustar alguien que fuese de
un bando contrario o de una situación política totalmente distinta. Y porque en
general, había como ‘estadios’ en los cuales uno se podía mover. Entonces sí,
siempre tenía que ser alguien afín a las ideas de uno, porque si no también había
como un castigo social por eso (…) pero en general, como que los pololeos que yo
conocía al menos, eran, por así decir, bastante informales… en el sentido que había
pocas parejas que podría decir que eran como pololos permanentes, con una
relación de mucho tiempo, eran pocos. En general, eran relaciones cortas…
después estaban con otra persona pero no era como algo tan sólido, salvo algunas
personas que sí conocí que duraron harto tiempo”322.

Al respecto, Alicia indica que se dejaron ver actitudes en torno a estas relaciones de
género a partir de las formas de interacción y la repercusión de ellas en el espacio
secundario, de forma transversal a las juventudes políticas que correspondieran. Indica:

“Yo me acuerdo –a nivel de la media completa, del partido que fueran– por ejemplo,
que cuando los cabros se pasaban de una polola a otra, muy común, te podíai enojar
con ellos nomás y ‘si es que’, pero finalmente quedaban súper bien parados, hasta
los vanagloriaban sus amigos. Pero si una cabra tenía varios pololos… o si no tenía
pololo y pinchaba con distintos cabros en cada fiesta, por ejemplo, era un pelambre
inmediato, con ribetes absolutamente machistas… te imaginarás (…) y a nivel
central tampoco te iban a decir algo… había cosas más importantes yo creo. Cuando

321 Entrevista a Víctor.


322 Entrevista a Fernando.

165
quedaba la embarra’ porque este se metió con Juanita que estaba pololeando con
otro y no sé qué… en la media, que había harta Jota además, claro que todo el
mundo se enteraba y no recuerdo haber sabido de amonestaciones por eso (…)
como en la generación de mis papás y pa’ atrás, sí yo creo que la estructura se
metía más en esto, no con nosotros. En otros tiempos u otras edades, pero con
nosotros, chicos, no”323.

Aunque las experiencias de las y los militantes comunistas o rodriguistas distaron


bastante de haber confeccionado, por ejemplo, alguna suerte de código normativo sobre
“moral revolucionaria” en sus respectivas filas militantes, como sucedió en el caso de las
organizaciones argentinas Montoneros o el PRT-ERP324, en la práctica se reprendieron
ciertas actitudes en mayor o menor medida ya fuera a través de la interpelación directa
jerárquica o del “reproche social”. En este escenario, podemos reconocer de qué manera
lo privado se tornó más susceptible de reprensión social o incluso política, con mayor
alcance en el caso de las jóvenes mujeres militantes, en ocasiones, aludiendo a la
necesidad de “pasar desapercibidas” por razones de seguridad. En un escenario similar
investigado por Ana Noguera, la autora expone que esto «no permitía cuestionar la
naturalización de los roles asignados a cada género, instalados socialmente y también en
la militancia. En tono de broma, algunos nominaron esta postura como “machismo-
leninismo”»325. Contrario a la experiencia de Alicia, Tamara recuerda haber sido
amonestada por su comportamiento en la mencionada fiesta donde cometió lo que ella
denomina como un “acto rebelde” y bailó canciones del grupo Los Prisioneros. A partir de
ello, también reflexiona:

“Yo creo que las cuestiones morales efectivamente eran pa’ las mujeres y no pa’ los
hombres (…) creo que igual los jotosos eran remachistas también, en general.
Entonces por ejemplo nosotras que éramos una base de colegio de monjas, los
demás cabros, hombres, nos decían ‘las compañeras María, que son pacatas’ y
cosas así (…) después de esa fiesta entonces, esa vez me llegó el reto, el que más
recuerdo porque me desconcertó un poco… o sea, fue después en reunión. O
después de la reunión, no me acuerdo, pero venía tu jefe y te decía ‘¡pero
compañera!... esto y esto’ y te daba un discurso moral. Incluso entre las mismas

323 Entrevista a Alicia.


324 Ana Noguera, Op. Cit., pp. 325-327.
325 Ibid., p. 327.

166
compañeras de base me tocó a mí por lo menos, la vigilancia de pares también
estaba y algunas eran súper moralinas. La misma que me metió a la Jota era como
la reina moral (…) muy compuesta y como todo lo que esperai de una ‘niña de las
monjas’… pero de izquierda”326.

En relación con lo señalado por Tamara, es preciso considerar que como diferentes
testimonios han señalado hasta ahora, el despertar sexual propio de la adolescencia,
significó la búsqueda de nuevas experiencias e interrogantes, muchas de ellas respondidas
o al menos comentadas entre pares, lo que tampoco quedaba exento de otro tipo de
comentarios. Según Chica:

“…de sexualidad como secundarios hablábamos mucho, dudas, preguntas,


conversaciones con amigas, amigos… saber si alguien había pasado tal cosa, si
alguien conocía tal cosa, etcétera, siento que lo conversábamos mucho porque en
paralelo a todo igual estabai viviendo esas cosas… o te gustaba alguien o había
pasado algo con alguien o si no había pasado nada con nadie, también un poco al
lado de todo lo demás… era como efervescencia por todos lados”327.

Julieta coincide en lo señalado por Chica respecto de las conversaciones sobre


sexualidad y el trato que se dio a ello y, en su caso, también tuvo gran incidencia en sus
apuestas políticas del momento. Esto debido a que en el caso del MJL, donde la
entrevistada encontró su militancia definitiva, la sexualidad como un derecho a ser
reivindicado fue una de las principales características de dicha organización, lo que también
le significó la crítica de sus pares de izquierda y también el desdén de la derecha. Julieta
expresa:

“Yo me acuerdo que en la media se tocaba harto el tema de la sexualidad… y luego,


cuando entré al Lautaro, claro, se hablaba de felicidad y del sexo… y por ejemplo,
eso, el ‘sexo nuestro’ que llamábamos, era algo para todos por igual, no era como
‘ay no, es que nosotros los hombres’, no, no era así (…) y yo lo encontré bacán
porque te llenaba espacios de preguntas, te daba respuestas, te nutría… aunque
pa’ toda la izquierda más ‘clásica’ éramos… pendejos locos, casi jugando, más
encima hablando de sexo en el cartuchismo de la época (…) pero yo veía que eran
temas que nos llegaban harto a nosotros, ¡si era obvio! Estai en una edad que está

326 Entrevista a Tamara.


327 Entrevista a Chica.

167
todo pasando y supongo que eso también hizo del Lautaro más atractivo pa’ muchos
cabros en la media, ahí creció harto…”328.

En sintonía con lo señalado por Julieta, pero añadiendo otros elementos, Emilia
reflexiona:

“En esto de reivindicar todos los derechos, inclusive el sexo, nos miran súper feo a
todos como Lautaro, digamos… y ya, ‘todas las cabras del Lautaro son medio putas
y todos los cabros calientes’. Y esto pasó claro, en la izquierda en general, pero en
los secundarios también, aunque estuviéramos todos en la misma, en la lucha, en
edades, en tu desarrollo sexual (…) y también tiene que ver con una cosa como
sociedad medio mojigata, sobre todo en esa época”329.

También Claudia recuerda ciertas acciones durante su paso por la enseñanza media
en Chile y su vinculación con una brigada secundaria lautarina, señalando:

“Cuando salió la consigna del ‘sexo libre y nuestro’ pegó harto… y en ese marco se
hicieron algunas farmacias y se sacaron –‘recuperaron’– condones y pastillas
anticonceptivas y me acuerdo que eso se repartía en varias partes, no sé, poblas,
algunas universidades, pocas… y en la media también cayó, por supuesto. Pero es
que mira, si tenís, no sé, veinte cabros, adolescentes, que están empezando toda
su vida sexual, iba a pegar bien po’… yo veía que era súper necesario, si la actividad
sexual la iban a empezar igual, nosotros les ofrecimos nomás los condones y las
pastillas pa’ que fuera algo seguro, porque iba a pasar… esa era como la lectura de
todo esto…”330.

Ciertamente, en el caso de las y los jóvenes que ingresaron al MJL desde el espacio
secundario, existió una profundización sobre estos tópicos, debido a la propuesta lautarina
frente a esto, que no carecía de contenido. En tal sentido, David recuerda:

“A nosotros como Lautaro nos miraban todos muy raro porque reivindicamos el sexo
como un derecho, no era el sexo libre a secas, la consigna era del ‘sexo nuestro’,
en el sentido de recuperar la sexualidad como un derecho. Sexualidad segura.
Sobre todo en los secundarios, ahí empezamos con los condones súper

328 Entrevista a Julieta.


329 Entrevista a Emilia.
330 Entrevista a Claudia.

168
tempranamente, estabai en pleno despertar sexual también y todo esto era parte de
nuestra cultura política. No solamente gozadora, sino: ‘puta, nos cagan porque
somos jóvenes, nos acostamos, quedamos embarazados, tenemos que ir a trabajar
y cagó nuestra vida’. Somos reproductores también y eso al capitalismo le conviene.
Entonces, decíamos ‘no es malo tener sexo, pero protegido’ (…) y también a pesar
de todo el discurso y lo que se intentaba hacer, muchas compañeras quedaron
embarazadas tempranamente (…) incluso tengo el recuerdo de haber acompañado
abortos también de algunas compañeras, la organización digo (…) Teníamos
contactos de médicos que hacían abortos clandestinos… pasaban esas cosas pero
no se hablaban, en el momento no se tocaban esos temas. Por eso el resto de la
izquierda nos miraba súper raro… como que no éramos muy serios, pero nosotros
teníamos la convicción que así tenía que ser, sobre todo en la media, que… bueno,
fue el espacio donde más crecimos, aparte de las poblaciones…”331.

Aparece también otro elemento cargado de elaboraciones políticas pero


directamente vinculadas con la vida privada. Los embarazos de muchas jóvenes que
enfrentaron esta situación decidiendo dar curso o poner término a ellos. Julieta reflexiona
al respecto:

“Igual algo había del discurso del ‘hombre nuevo’ y en ese sentido, me pasó que yo
nunca quise tener una hija porque pensaba que iba a ser todo muy difícil, pero
además para criar un hombre ‘decente’, ese era mi rollo. Las mujeres éramos como
‘ascurrías’ porque sí, veníamos así como de fábrica –eso pensaba yo–, entonces mi
rollo era ‘claro, necesitamos mejores hombres’ (…) siempre quise tener un hijo y
¡menos mal lo tuve! (…) pero yo en la media me cuidé harto de no quedar
embarazada así como por casualidad, porque por el contexto, estaba en otra y era
chica… y también pensaba que lo peor que podíai hacer a un hijo, era quedarte con
una guagua no deseada (…) además estaba todo esto de la recuperación de
condones, de pastillas y todo eso me ayudó también como a hacerme cargo de mí
misma (…) pero no se cuestionaba mucho más allá del ‘hombre nuevo’, porque en
un montón de cosas seguro éramos bien pencas…”332.

Emilia quien continuó con su embarazo a corta edad, recuerda:

331 Entrevista a David.


332 Entrevista a Julieta.

169
“Yo quedé embarazada bien chica, no en el liceo porque supongo que igual como
teníamos conversaciones, algún conocimiento… y también estabai haciendo mil
cosas a la vez, pero igual quedé embarazada joven, a los 18… y coincidió con que
estaba escondida porque había una orden de arresto y me clandestinicé (sic). O
sea, yo estando escondida me enteré que estaba embarazada. Y luego, mataron a
mi compañero y entonces mi único centro fue que no me tomaran presa para que
mi hijo no naciera en la cárcel”333.

Para Ana Noguera, “tener hijos en ese contexto de lucha era apostarle a la vida, un
acto vital”334, pero en este caso, el contexto de la transición democrática chilena que no
cesó la persecución de determinadas organizaciones político-militares, significaba además
dar una apuesta por sobrevivir. En el caso particular de Emilia, sobreviviendo además de
forma independiente junto a su hijo, entonces nacido en el autoexilio que ella se impuso a
sí misma, debido a las condiciones que rodearon esta situación, como el asesinato de su
compañero y padre de su hijo, el que también había sido un importante dirigente del
movimiento secundario de los ‘80.

En este sentido, la politización de lo cotidiano alcanzó ciertamente el nivel de lo


privado de las y los jóvenes, con temáticas que tocaban de cerca su realidad diaria y que
otorgaron ciertas herramientas para su desenvolvimiento, aun sin poner en tensión las
propias dinámicas morales y de género estipuladas por el contexto de la época. Así es
como el mundo privado de los jóvenes militantes también se vio forzado a cumplir con los
propios cánones que la sociedad en general y el mundo de la izquierda en particular,
propiciaba para ellos, a través de las expectativas de género que hemos visto. Pero incluso
en los espacios en que se pudo potenciar la reflexión, sin duda las condiciones externas
fueron determinantes en esta situación. Al respecto, un tanto erráticamente, Chica recuerda
y reflexiona:

“Yo creo que no era un espacio que permitiera mucho hablar de temas como la
homosexualidad… yo me he enterado ahora de vieja, de cabros que en ese tiempo
nunca lo reconocieron y que son abiertamente gays (…) yo pensaría que éramos
abiertos de mente, así como que si alguien hubiera puesto el tema, si uno lo hubiera
tomado en serio se podría haber hablado, lo que pasa es que no se tocaban esos

333 Entrevista a Emilia.


334 Ana Noguera, Op. Cit., p. 357.

170
temas, era absolutamente negado, secreto (…) y en realidad, sí… también me
acuerdo de un par de casos en mi colegio, de unas chicas que son lesbianas, pero
en ese momento… pucha, es que pa’ mí no estaba en mi constelación de temas.
Sí… uno veía que lo pasaban mal, que estaban solas… sí, lo miro pa’ atrás y digo
‘pucha, como uno nunca pensó en esto’, pero es que no sé… no había espacio para
hablar de estas cosas, por mucho que uno ‘hablara cosas’ (…) yo creo que después
del ‘90 quizás vai teniendo más tiempo como para mirarte hacia dentro… porque
antes, en mi caso al menos, era vivir todo el día pendiente de que se acabara la
dictadura. Coincidió eso con mi enseñanza media… termino la media, a fines de los
‘80, entré en los ‘90 a estudiar Medicina y me centré en eso… y ya”335.

Julieta señala:

“A pesar de todo el discurso lautarino o de lo que habláramos en los espacios que


tuvimos en la media, yo no me acuerdo de haber tenido un compañero
declaradamente gay en esos años, por ejemplo, y hoy sabemos que sí había,
¡éramos tantos po’! Era muy posible que hubiera gays o lesbianas, no sé (…) pero
en ese momento, eran otras las preocupaciones, o sea, era estar todo el día, todos
los días porque cayera la dictadura, todos los días, tu vida en eso…”336.

También para David tuvo relevancia el tema en función de su militancia en la misma


orgánica, desde las brigadas del MJL. Relata:

“Claro, en algún minuto como Lautaro dijimos que ser homosexual no era
contradictorio con ser de izquierda. Había homosexuales en la izquierda y estaban
escondidos y no tenían por qué esconderse. Uno vivía su sexualidad como quisiera.
Y a pesar de eso, nadie se reconocía en la cultura de izquierda revolucionaria. Y
además con la noción de homosexualidad y gays, no lesbianas (…) Pero bueno…
igual más cabros chicos, en los secundarios había… no homofobia, diría que en
ningún caso, pero sí el chiste machista, el comentario machista, la burla (…) en el
sentido de que la guerra… las armas son fálicas y varoniles de alguna forma,
nosotros nos sentíamos como más… no sé, ‘espartanos’, ¡sin cachar que en los
espartanos también había homosexuales! Lo mismo del aborto que te decía, no se
reconocía en la historia. Estaba pero no se hablaba (…) así que después, como

335 Entrevista a Chica.


336 Entrevista a Julieta.

171
estuve preso unos años, al final conocí algunos casos de compañeros que se
reconocieron como homosexuales, pero en la cárcel. Además de todo el contexto
de la media ‘medio milica’, no eran preocupaciones del momento… Y también creo
que la compartimentación igual te tiene cerradas algunas puertas. Cuando estai
preso, es toda tu vida ahí…”337.

Aunque existen algunas investigaciones que rescatan parte de los antecedentes


sobre las dinámicas que adquirió la homosexualidad bajo la dictadura de Pinochet en Chile,
este asunto soterrado chocó con una sociedad barrera que negaba y escondía tales
situaciones. La socióloga Fernanda Carvajal señala:

«…durante los primeros años de la dictadura, comenzó a crearse en Santiago un


incipiente mercado nocturno gay. Mientras la Quinta Cuatro y la discoteca Quásar
(1980) reunían un público homosexual popular, el Bar Burbuja (1976) y la discoteca
Fausto (1979) ubicadas en barrios acomodados, estaban dirigidas a un público
homosexual de clase media-alta. Como apunte Gonzalo Salazar en su investigación
sobre las prácticas de homoerotismo durante las décadas previas al Golpe de
Estado: “la dictadura cívico-militar (…) vio emerger un mundo homoerótico ligado a
las discoteques a fines de los setenta, y que sólo a comienzos de los noventa
comenzó a emerger lentamente hacia lo público. Entonces, para el sentido común
es como si el homoerotismo no hubiera existido antes de esta última década”»338.

Lo cierto es que estas instancias y probablemente, muchas otras, no formaban parte


de los espacios de sociabilidad de las y los jóvenes de la enseñanza media y por
consecuencia, tampoco de su cotidianidad como tema de interés e importancia. Como
enfatiza Patricio Simonetto:

“Algunos autores señalaron que los comunistas chilenos eran menos conservadores
que sus pares regionales y destacaron sus campañas por la liberación sexual

337 Ibid.
338 Fernanda Carvajal, “Pasados suspendidos. Estrategias represivas y tecnologías biopolíticas sobre las
disidencias sexogenéricas durante la dictadura de Augusto Pinochet en Chile”, en Páginas. Revista digital de la
Escuela de Historia, Universidad Nacional de Rosario, Vol. 11, N°27, (2019). Disponible en línea en
https://revistapaginas.unr.edu.ar/index.php/RevPaginas/article/view/366/478, consultado el 13 de marzo de
2021. El resaltado es del original.

172
femenina (…) Sin embargo, quizás atravesados por la cultura de época, su política
sexual no fue capaz de dislocar el binomio heterosexual/homosexual”339.

Así también el mismo Francisco Casas, quien junto al escritor Pedro Lemebel
formara parte del colectivo “Yeguas del Apocalipsis”, probablemente una de las expresiones
más visibles del activismo homosexual hacia fines de la década de 1980, señalaría:

“Nosotros cruzábamos los Derechos Humanos con la homosexualidad, porque en


ese momento primaba toda la carnicería humana que estaba viviendo nuestro país,
lo homosexual venía después, primero estaba el compromiso social con los que
estaban más desamparados, y después el compromiso con los homosexuales”340.

En efecto, como también reconocen las y los entrevistados, el contexto de la época,


el momento de lucha urgente y la abstracción política que todo esto significó, no permitió la
visibilización de estas situaciones que seguramente hubiesen tensionado mucho más los
ámbitos de la lucha armada y la movilización social contra la dictadura civil y militar. Hasta
entonces, los estereotipos permearon de todas formas las configuraciones de género en la
enseñanza media movilizada, así como también en las juventudes políticas que allí se
alojaron, incluso en los casos que se pudieran preciar de tener mayores aperturas ante un
escenario de nuevas reivindicaciones politizadas desde la cotidianidad y lo privado. Julieta
señala:

“Claro que sí, hoy es refácil decir que la izquierda tiene que incorporar el feminismo,
por ejemplo, porque el feminismo está aquí, ha tomado un lugar y es una categoría
de análisis importante (…) pero eso lo puedo decir hoy día, hace veinte, treinta años
atrás nosotros estábamos preocupados de otra opresión… pero no veíamos que la
mujer fuera más oprimida, aunque lo haya sido, porque sí lo era y siempre lo ha
sido… no era algo que estuviera como en el análisis”341.

Con todos estos cuestionamientos vigentes es que hemos apostado e intentado


delinear en este capítulo de qué formas operaron las relaciones de género en el seno del
movimiento estudiantil secundario, tanto en el espacio público como en el ámbito privado.

339 Patricio Simonetto, “Movimientos de liberación homosexual en América Latina. Aportes historiográficos
desde una perspectiva comparada entre Argentina, Brasil, Chile, Colombia y México (1967-1982)”, en Revista
Iberoamericana, Vol. 17, N°65, (2017): 157-177. El resaltado me pertenece.
340 Citado en Víctor Hugo Robles, Bandera hueca: historia del movimiento homosexual de Chile. (Santiago de

Chile: Ed. ARCIS/Cuarto Propio, 2008), p. 28. El resaltado es del original.


341 Entrevista a Julieta.

173
Por un lado, en lo que hemos llamado como lo público o lo institucional a partir de la
propuesta de Luisa Dietrich, vemos cómo el discurso orgánico según correspondiera (JJCC,
FPMR, MIR o MAPU-Lautaro) relevaba el rol de la mujer, coincidiendo un tanto con la
historia de género que mantiene la visión dual y casi antagónica sobre la opresión de la
mujer. Desde estos márgenes, los testimonios que hemos recogido, dan cuenta de las
tensiones en torno a las relaciones de género, que se materializaron alrededor de las
dirigencias y distintos cargos jerárquicos tanto en el espacio secundario como en sus
juventudes políticas. También incluso desde lo inherente del discurso, apreciamos cómo
operaron las expectativas de roles de género sobre los jóvenes militantes que se
enfrentaban a un estereotipo romantizado de hombre revolucionario, conformando un ideal
autoimpuesto en relación con las condiciones externas y características del lugar y
momento en cuestión. Entre muchos factores propios de la situación nacional, esto también
incidió en las mínimas posibilidades de reflexionar críticamente ante una sexualidad que
escapara de las barreras binarias, aun cuando la politización de lo cotidiano y de lo privado
se moldeara a través de estos años en que además los propios tiempos de la adolescencia
invitaban a ello.

Además, la perspectiva de género nos permite repensar las relaciones sociales y


político-afectivas, a través del involucramiento en el ámbito privado de las vidas de las y los
jóvenes, incluso pudiendo llevarlo eventualmente a una arista comparada con sus símiles
a nivel latinoamericano. Por lo general, sin caracterizarse por visiones disruptivas, en la
práctica incipiente, estos vínculos se adentraron en asuntos sujetos a debate y que
evidenciaban las dinámicas de estos vínculos. Así también es como la subjetividad de
quienes fueron protagonistas de esta época y que formaron parte de esta generación,
vuelve a complejizar los relatos que han hegemonizado el proceso de resistencia que se
levantó contra la dictadura durante la década de 1980, tanto en lo social como en lo político,
en las calles, pero también en las trincheras armadas. En este escenario, surgen elementos
que desde la retrospectiva nos permiten revisitar a través de una perspectiva crítica los
alcances que hemos observado, así como también las limitantes de estos proyectos
político-revolucionarios y en qué categorías se tejieron las dinámicas por las que se
desenvolvieron sus prácticas y discursos.

Esta arista final engloba las características de un proceso activo y complejo de


subjetivación política que respondió a los estímulos del momento, apropiando para sí
determinados elementos y en vías específicas que nutrieron y agudizaron el ambiente,

174
propiciando una respuesta como la de esta generación, que a corto andar en la vida definió
y asumió sus roles protagónicos en la lucha contra la dictadura de Pinochet, pero también
yendo por más y pensando en la construcción de un nuevo horizonte tras los diecisiete años
de tiranía en Chile.

175
CONCLUSIONES

El movimiento estudiantil secundario de la década de 1980 en Chile, se posicionó como


uno de los activos opositores a la dictadura de Pinochet, albergando dentro de sí a una
multiplicidad de actores. En particular, identificamos una generación que creyó en el deber
histórico de llevar a cabo la lucha a través de todos los medios, lo que se nutrió de los
diversos factores que hemos conocido a lo largo de esta investigación. A partir de dicha
sentencia, nuestra propuesta se orientó a analizar las características de la que
denominamos como la “generación armada” de la enseñanza media, por medio del
planteamiento central que conforma la configuración de los procesos de subjetivación
política. Esta generación estaría compuesta por jóvenes mujeres y hombres que formaron
parte de la reorganización secundaria que se movilizó durante los ‘80 y cuyos procesos
subjetivos los llevaron a transitar por las filas de la izquierda más radical de la época, hasta
los grupos que abrazaron la lucha armada.

En este escenario, hemos desarrollado esta investigación, cuya estructura


tematizada por cada capítulo permitió introducir y profundizar teóricamente los aspectos
abordados en torno a procesos de politización, cultura y género, lo que fortaleció los
hallazgos de la investigación y resultó beneficioso para la hipótesis que presentamos
inicialmente, alcanzando los objetivos planteados. Al respecto, es necesario señalar que si
la hipótesis inicial fue robustecida y enriquecida, esto se debió a la información aportada
por los testimonios de las y los entrevistados. Por este motivo, resaltamos aquí el rol
necesario que supone la historia oral para los cometidos que dicen relación con el rescate
de experiencias subjetivas que contribuyen con nuevas lecturas a los estudios sobre
subjetividades militantes y culturas políticas, pero así también con nuevas miradas sobre
los movimientos sociales en su relación con lo político y viceversa. Así es como, además,
en el caso de esta investigación, ante un menor número de trabajos disciplinarios que
abordan la experiencia organizativa de las y los estudiantes secundarios, la historia oral
ofrece pautas que permiten rescatar diversos vectores que escudriñan los recodos de la
subjetividad militante en lucha contra la dictadura.

Por lo señalado, la metodología aplicada resultó imprescindible para cumplir los


objetivos y hallar las nuevas aristas de este entramado. Aunque por cierto no exenta de
complejidades, el someter a análisis y problematización las fuentes orales representa un
importante desafío de la historia oral, para lo cual es imprescindible posicionarnos desde la
perspectiva crítica y no desde una moralizante y maniquea, en virtud de eventuales

176
expectativas preestablecidas, ya sea de entrevistadas/os o entrevistadores. En relación con
ello, otro reto de la historia oral en esta investigación se vincula con lo que podemos
reconocer como las “narraciones de ayer y hoy” y el cuidado metodológico que esto
conlleva, apartando aquello que se produce desde el presente, de lo que se narraba –y
cómo– en el momento que se estaba viviendo la experiencia propiamente tal, cuando es
correspondiente. Enfatizamos en esto ya que como pudimos ver en algunas ocasiones, la
propia racionalización de la entrevistada o entrevistado respecto de lo sentido o lo pensado,
ayuda a clarificar lo señalado, sin escapar de la experiencia histórica. Sin duda, lo
mencionado tiene directa relación con el propio trato que cada testimoniante haya dado a
su propia historia, por lo que cada entrevista en sí supone un nuevo desafío, en la que
aquellas marcas tácitas o explícitas del relato dotan de sentido a la construcción de esta
fuente oral.

En otro aspecto, la metodología empleada nos permitió ver por un lado los aspectos
más íntimos de la subjetividad militante que, inserta en un contexto de lucha armada, puede
poseer tantos epítetos ideales sobre sí. Por otra parte, nos impulsa a releer en determinadas
miradas las apuestas orgánicas sobre distintas temáticas y cómo esto influiría o no en sus
filas militantes, sus expectativas y sus desilusiones, lo que nos permitió interrogar las
fuentes primarias con mayor rigurosidad, dando fuerza y coherencia a los resultados
obtenidos. En la experiencia que retratamos, esto influyó de forma considerable en algunas
trayectorias, a través de las definiciones o desestimaciones realizadas, que se vincularon
con el proceso de politización y en ocasiones de radicalización que vivían algunos jóvenes
miembros del movimiento estudiantil secundario.

Debido a lo anterior, creemos que han sido particularmente productivas las


categorías de análisis aplicadas a lo largo de la investigación, a saber, subjetivación política,
generación y género. Esto ya que en concordancia con los criterios metodológicos,
representaron el sustento teórico necesario para la incorporación y desarrollo de la
información correspondiente. En función de esto, es que vemos con especial interés la
forma en que interactuaron estas categorías de análisis con los resultados de la
investigación. Así fue como la categoría de generación, posibilitó el autorreconocimiento de
las y los entrevistados como jóvenes, adolescentes, organizados contra la dictadura, lo que
además se reflejó en las continuas nominaciones plurales en primera persona, que se dejan
ver en gran parte de los testimonios. Pero especialmente favorable resultó la aplicación de
la categoría de género, con la que evidenciamos la mayor incidencia sobre hipótesis y

177
objetivos, identificando asuntos relacionales entre mujeres y hombres, más allá de lo
esperado inicialmente, otorgando herramientas más específicas para el análisis de lo
público y lo privado en directa relación con la organización de masas y político-militar, lo
que creemos benefició ampliamente la investigación y sus hallazgos. Uno de estos logros
llevó a que además pudiéramos reflejar esta experiencia en otros casos símiles a lo largo
de Latinoamérica, abriendo la posibilidad de la realización de estudios comparados en lo
regional y desde la subjetividad, por cuando en temporalidad están un tanto desfasados.
No obstante, ello resulta interesante al identificar que de igual forma emergen las
semejanzas, evidenciadas por medio de los testimonios y diversos trabajos que abordan
dichos temas.

Por último, creemos importante destacar que existe una alta producción
historiográfica que toma el marco temporal de la dictadura cívico-militar y la etapa previa
enmarcada en la Unidad Popular, casi como un binomio temporal e histórico. Ciertamente,
nuestra investigación es parte de ello debido a los alcances del MES, cuya propia historia
comienza a declinar hacia fines de la década de 1980 e inicios de los ‘90. Sin embargo, a
partir de nuestra propuesta, la experiencia subjetiva de las y los jóvenes secundarios no se
truncó con la llegada de la pactada transición democrática, por el contrario, en muchos
casos esta se agudizó, dando continuidad al proceso activo de subjetivación y a la
trayectoria militante esgrimida durante sus pasos por la enseñanza media, que en algún
minuto, llegaría a término. Así, tampoco se truncaron de forma abrupta los proyectos
político-militares por los que apostaron, en una suerte de retroalimentación entre orgánicas
y militantes, lo que se tradujo en la persecución y desarticulación desatada por el gobierno
de Patricio Aylwin sobre estas organizaciones, y apostar por lo contrario es sumar al
discurso oficial correspondiente que culmina en 1990. Creemos que aquí existe un
elemento de interés historiográfico e importancia histórica y política, en torno a la
continuidad de estas experiencias durante los primeros años de la posdictadura: cómo se
reconfiguró la experiencia y subjetividad militante en estos años, cuáles fueron las
características adquiridas en el nuevo escenario democrático, cómo se establecieron las
redes inter e intraorgánicas político-militares. Parecen interrogantes necesarias de abrir en
perspectiva crítica e histórica para complejizar los altos y bajos del proceso político-
revolucionario armado que atravesó al país para terminar con la tiranía y luego, por seguir
creyendo en la utopía por la que tantas y tantos hoy son memoria viva. La de esa generación
armada que hoy acompaña la lucha de las nuevas generaciones.

178
BIBLIOGRAFÍA

Acevedo, Nicolás. 2014. MAPU-Lautaro. Concepción, Ed. Escaparate.

______________, (2013). “Continuidades en el Chile post-dictatorial: el accionar del MAPU-


Lautaro y la respuesta de la Policía de Investigaciones en el gobierno de Patricio Aylwin
(1990)” en Revista Divergencia 4 (Santiago): 73-101.

______________, (2012). “‘El pueblo en llamas’. Los orígenes y significados de las


protestas populares de 1983 desde la memoria de los militantes del MAPU (Lautaro).” en
Revista História Oral 15 (Brasil): 99-124.

______________, (2012). “1988, Plebiscito para la Concertación, Guerra para el MAPU-


Lautaro: lecciones de dos elecciones opuestas.” en Revista Pretérito Imperfecto 1
(Santiago): 6-50.

______________, “¡¡Fuera Pinochet, Chile Popular!! El MAPU–Lautaro en las protestas


populares (1978-1985)”. Tesis para optar al grado de Licenciado en Historia y Ciencias
Sociales, Universidad ARCIS, 2006.

Agulhon, Maurice y Verger, Eduard J. 1992. “Clase obrera y sociabilidad antes de 1848”,
en Historia Social n°12 (Madrid): 141-166.

Albornoz, César. 2005. “La cultura en la Unidad Popular: porque esta vez no se trata de
cambiar un presidente” en Cuando hicimos historia: la experiencia de la Unidad Popular,
coord., ed., Julio Pinto, 147-176, Santiago de Chile: Ed. LOM.

_____________. 2000. “Posibilidades metodológicas del estudio de la música popular


contemporánea en Chile desde el ámbito historiográfico” en Actas del III Congreso
Latinoamericano de la Asociación Internacional para el Estudio de la Música Popular.
Versión en línea, disponible en http://iaspmal.com/index.php/2016/03/02/actas-iii-congreso-
bogota-colombia-2000/.

Álvarez, Rolando. 2014. “Las Juventudes Comunistas de Chile y el movimiento estudiantil


secundario: un caso de radicalización política de masas en Chile (1983-1988)” en Un trébol
de cuatro hojas. Las Juventudes Comunistas de Chile en el siglo XX, ed. Rolando Álvarez
y Manuel Loyola, 170-217, Santiago de Chile: Ariadna Ediciones.

______________. 2011. Arriba los pobres del mundo. Cultura e identidad política del
Partido Comunista de Chile entre democracia y dictadura. 1965-1990, Santiago de Chile:
Ed. LOM.

_______________, (2009). “Los ‘hermanos rodriguistas’. La división del Frente Patriótico


Manuel Rodríguez y el nacimiento de una nueva cultura política en la izquierda chilena.
1975-1987” en Revista Izquierdas, N°3, año 2. Versión en línea, disponible en
http://www.izquierdas.cl/images/pdf/2011/07/alvarez_rolando.pdf

______________. 2003. Desde las sombras: una historia de la clandestinidad comunista


(1973-1980). Santiago de Chile: Ed. LOM.

179
Anónimo, “Chile. Acuerdo Nacional para la Transición a la Plena Democracia”, en Revista
Nueva Sociedad, N°80, noviembre-diciembre de 1985. Versión en línea, disponible en
https://nuso.org/articulo/chile-acuerdo-nacional-para-la-transicion-a-la-plena-democracia/

Aravena, Marianela. “La influencia del pasado en la construcción de la identidad y las


motivaciones del Movimiento Estudiantil Secundario en los liceos públicos tradicionales de
Santiago, 1998-2005”. Tesis para optar al grado de Magíster en Historia, Universidad de
Chile, 2014.

Aróstegui, Julio. 2004. La historia vivida. Sobre la historia del presente. Madrid: Alianza
Editorial.

_____________. 2004. “Memoria, memoria histórica e historiografía: precisión conceptual


y uso por el historiador” en Pasado y memoria. Revista de Historia Contemporánea 3
(España): 15-36.

Avendaño, Samanta. “La participación de la mujer dentro del Frente Patriótico Manuel
Rodríguez 1983-1990”. Tesis para optar al grado de Licenciada en Historia, Universidad
Academia de Humanismo Cristiano, 2015.

Azócar, Juan. 2016. La rebelión de los pingüinos: apuntes para una historia del movimiento
estudiantil secundario en dictadura. Santiago de Chile: Ed. Memoria 80.

Bellei, Pablo. 2018. “Resistencia del movimiento anarco-punk en Chile postdictadura” en


Revista Bricolaje 4 (Santiago de Chile): 49-57.

Benítez, Luciano; González, Yanko y Senn, Daniela. 2016. “Punkis y New Waves en
dictadura: rearticulación y resistencia de las culturas juveniles en Chile (1979-1984)” en
Revista Latinoamericana de Ciencias Sociales, Niñez y Juventud 14-1 (Colombia): 191-203.

Bonino, Luis. 2004. “Los micromachismos”, en Revista La Cibeles, N°2. Versión en línea,
disponible en https://www.mpdl.org/sites/default/files/micromachismos.pdf

Bourdieu, Pierre. 1987. “Los tres estados del capital cultural”, en Sociológica, Revista del
Departamento de Sociología, UAM – Azcapotzalco, México, Vol. 2, N°5 (México): 11-17.
Traducción de Mónica Landesmann.

Bravo, Viviana. 2010. ¡Con la razón y la fuerza, venceremos! La Rebelión Popular y la


subjetividad comunista en los ’80. Santiago de Chile, Ariadna Ediciones.

Bravo, Viviana y Álvarez, Rolando. 2006. “La memoria de las armas. Para una historia de
los combatientes chilenos en Nicaragua” en Lucha Armada en la Argentina, N°5, año 2
(Buenos Aires): 96-105.

Briceño, Laura. 2012. “Subversivos y alegres: los jóvenes militantes del MAPU-Lautaro” en
Revista Divergencia, N°2, año 1 (Santiago de Chile): 9-37.

____________. “‘La revolución aquí y ahora’ Juventud popular y militancia revolucionaria.


Una mirada desde el MAPU-Lautaro (1983-1994)”. Tesis para optar al grado de Licenciada
en Historia, Universidad de Santiago de Chile, 2011.

180
Butler, Judith. 2006. Deshacer el género. Barcelona: Ed. Paidós.

Carvajal, Fernanda. 2019. “Pasados suspendidos. Estrategias represivas y tecnologías


biopolíticas sobre las disidencias sexogenéricas durante la dictadura de Augusto Pinochet
en Chile”, en Páginas. Revista digital de la Escuela de Historia, Universidad Nacional de
Rosario, Vol. 11, N°27, (Argentina). Versión en línea, disponible en
https://revistapaginas.unr.edu.ar/index.php/RevPaginas/article/view/366/478.

Castillo, Patricia; Peña, Nicolás; Rojas, Cristóbal y Briones, Génesis. 2018. “El pasado de
los niños: Recuerdos de infancia y familia en dictadura (Chile, 1973-1989)” en Revista
Psicoperspectivas: Individuo y Sociedad, Vol. 17, n°2 (Valparaíso). Versión en línea,
disponible en
https://www.psicoperspectivas.cl/index.php/psicoperspectivas/article/viewFile/1180/868.

Castillo, Patricia. 2015. Infancia en dictadura. Niñas y niños como testigos: sus
producciones como testimonio. Santiago de Chile: Colectivo Infancia y Memoria.

Contardo, Óscar y García, Macarena. 2015. La era ochentera. TV, pop y under en el Chile
de los ochenta. Santiago de Chile: Ed. Planeta.

Delgado, Felipe y Maugard, Miguel. 2018. “Movilización y organización popular en


dictadura: las jornadas de protesta nacional en Arica (1980-1986)” en Revista Izquierdas,
39 (Santiago de Chile): 34-56.

Dietrich, Luisa. 2014. “La “compañera política”: mujeres militantes y espacios de “agencia”
en insurgencias latinoamericanas”, en Revista Colombia Internacional, N°80 (Colombia):
83-133.

Donoso, Karen. 2013. “El ‘apagón cultural’ en Chile: políticas culturales y censura en la
dictadura de Pinochet 1973-1983” en Revista Outros Tempos, N°16, Vol. 10 (Brasil): 104-
129.

Durán, Sergio. 2012. Ríe cuando todos estén tristes. El entretenimiento televisivo bajo la
dictadura de Pinochet. Santiago de Chile: Ed. LOM.

Fauré, Eyleen. “Los Locos del Poder. Aproximación histórica a la experiencia del
Movimiento Juvenil Lautaro. (1982-1997)”. Tesis para optar al grado de Licenciada en
Historia, Universidad de Chile, 2006.

Fernández, Juan. “La Guerra Patriótica Nacional: diseño estratégico del Frente Patriótico
Manuel Rodríguez-Autónomo (FPMR-A) 1987-1994”. Tesis para optar al grado de
Licenciado en Historia, Universidad Academia de Humanismo Cristiano, 2018.

Fernández-Niño, Carolina. 2009. “‘Y tú, mujer, junto al trabajador’. La militancia femenina
en el Partido Comunista de Chile” en Revista Izquierdas, n°3, año 2 (2009). Versión en
línea, disponible en http://www.izquierdas.cl/images/pdf/2011/07/fernandez_carolina.pdf.

Franco, Marina y Levín, Florencia. 2007. “El pasado cercano en clave historiográfica” en
Historia reciente: perspectivas y desafíos para un campo en construcción, comp. Marina
Franco y Florencia Levín, 31-63, Buenos Aires: Ed. Paidós.

181
Gaete, Francia. “Entereza, lucha y amor: la acción de la Agrupación de Madres Guacolda
en el primer gobierno post dictadura en chile (1990-1994)”. Tesis para optar al grado de
Licenciada en Historia, Universidad de Chile, 2017.

Garcés, Mario. 2002. Tomando su sitio. El movimiento de pobladores de Santiago, 1957-


1970. Santiago: Ed. LOM.

García, Diego; Isla, José y Toro, Pablo. 2006. Los muchachos de antes. Historias de la
FECH 1973-1988. Santiago: Ed. Universidad Alberto Hurtado.

García, Marisol. 2013. Canción Valiente: 1960-1989 Tres décadas de canto social y político
en Chile. Santiago de Chile: Ed. B.

García, Tomás. 2020. El Negro Palma. Retorno desde el Punto de Fuga. Santiago de Chile:
Ed. Ceibo.

Goicovic, Igor. 2016. Trabajadores al poder. El Movimiento de Izquierda Revolucionaria


(MIR) y el proyecto revolucionario en Chile. 1965-1994. Santiago de Chile: Ed. Escaparate.

___________. 2012. “El Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR) y la irrupción de la


lucha armada en Chile, 1965-1990” en Historia oral e historia política. Izquierda y lucha
armada en América Latina, 1960-1990, ed. Pablo Pozzi y Claudio Pérez, 159-189, Santiago
de Chile: Ed. LOM – UAHC.

Insausti, Santiago Joaquín. 2020. “¿Hedonistas o revolucionarios? Política homosexual


radical e izquierda trotskista en Argentina y Brasil (1967-1983)”, en Revista Mora, N°25
(Buenos Aires): 85-110.

Jordán, Laura. 2009. “Música y clandestinidad en dictadura: la represión, la circulación de


músicas de resistencia y el casete clandestino”, en Revista Musical Chilena, Vol, 63, N°212
(Santiago de Chile): 77-102.

Jorquera, Valentina. 2019. “Mujeres militantes, combatientes y revolucionarias: la


Operación Siglo XX y el rol de las mujeres en el Frente Patriótico Manuel Rodríguez” en
Mujeres y Política en Chile, siglos XIX y XX, eds. Rolando Álvarez V., Ana Gálvez C. y
Manuel Loyola T., 255-273, Santiago de Chile: Ariadna Ediciones.

Labrín, Francisca. “Movimiento estudiantil secundario en Santiago de Chile. (1983- 1986).


Testimonio de sujetos”. Tesis para optar al grado de Licenciada en Historia, Universidad de
Chile, 2005.

Lau Jaiven, Ana. 2006. “La historia oral: una alternativa para estudiar a las mujeres” en La
Historia con Micrófono. Textos introductorios a la historia oral, Graciela de Garay (coord.),
90-101, Instituto Mora, México D.F.

Leiva, Sebastián. 2010. Revolución socialista y poder popular. Los casos del MIR y del PRT-
ERP 1970-1976. Santiago de Chile: Ed. Escaparate.

182
_____________. 2003. “El MIR y su inserción en el mundo obrero: el frente de trabajadores
revolucionarios (FTR) y su relación con los cordones industriales” en Cyber Humanitatis 28.
Versión en línea, disponible en
https://cyberhumanitatis.uchile.cl/index.php/RCH/article/view/5712

López, Valentina y Poblete, Javiera. “Movimiento Madres Guacolda: un acto de


subjetivación política. Prisión y rebeldía en Chile (1989-1994)”. Tesis para optar al grado de
Licenciada en Historia, Universidad ARCIS, 2008.

Lozoya, Ivette. 2012. “Chile: Violencia política y transición a la democracia. El MAPU-


Lautaro y la derrota de la vía revolucionaria en los 90” en Historia oral e historia política.
Izquierda y lucha armada en América Latina, 1960-1990, ed. Pablo Pozzi y Claudio Pérez,
191-212, Santiago de Chile: Ed. LOM – UAHC.

Mannheim, Karl. 1993. “El problema de las generaciones” en REIS, n°62 (Madrid): 193-242.
Modonesi, Massimo. 2010. Subalternidad, antagonismo, autonomía: marxismos y
subjetivación política. Buenos Aires: CLACSO, Prometeo.

Moraga, Fabio. 2007. Muchachos casi silvestres. La federación de estudiantes y el


movimiento estudiantil chileno, 1906-1936. Santiago de Chile: Ed. Universidad de Chile.

____________. 2006. “‘Ser joven y no ser revolucionario’. La juventud y el movimiento


estudiantil durante la Unidad Popular” en Frágiles Suturas. Chile a treinta años del gobierno
de Salvador Allende, comp. Francisco Zapata, 365-411, México, D.F.: El Colegio de México.

Moyano, Cristina. 2010. El MAPU durante la dictadura. Saberes y prácticas para una
microhistoria de la renovación socialista en Chile. 1973-1989. Santiago de Chile: Ed.
Universidad Alberto Hurtado.

Muñoz, Víctor. 2012. Generaciones. Juventud universitaria e izquierdas políticas en Chile y


México (Universidad de Chile – UNAM 1984 – 2006). Santiago de Chile: Ed. LOM.

___________. 2006. Rescatando el asombro: historia de la Agrupación Cultural


Universitaria. Santiago de Chile: Ed. La Calabaza del Diablo.

Necoechea, Gerardo. 2013. “El proceso de politización desde una perspectiva de historia
oral: militantes de izquierda latinoamericanos, 1960-1990” en Revista Tempos Históricos 17
(Brasil): 162-182.

Neut, Pablo; Neut, Sebastián y Neut, Matías. 2020. “‘Seguridad para estudiar, libertad para
vivir’: Una aproximación histórica al movimiento secundario chileno en Dictadura a partir de
la experiencia del Liceo de Aplicación” en Revista Izquierdas N°49. Versión en línea,
disponible en http://www.izquierdas.cl/images/pdf/2020/n49/art106_2178_2212.pdf

Noguera, Ana. 2019. Revoltosas y revolucionarias. Mujeres y militancia en la Córdoba


setentista. Córdoba: Ed. UNC.

Oberti, Alejandra. 2015. Las revolucionarias: militancia, vida cotidiana y afectividad en los
setenta, Buenos Aires: EDHASA.

183
_____________. 2006. “Contarse a sí mismas. La dimensión biográfica en los relatos de
mujeres que participaron en las organizaciones político-militares de los ‘70” en Historia,
Memoria y Fuentes Orales, comps. Vera Carnovale, Federico Lorenz y Roberto Pittaluga,
Buenos Aires: Ed. CeDInCI. Versión en línea, disponible en
http://memoriaabierta.org.ar/wp/wp-content/uploads/2018/07/Historia-Memoria-y-Fuentes-
Orales-Memoria-Abierta.pdf.

Orellana, Myriam. “La rebelión de los estudiantes secundarios y las protestas nacionales en
Santiago de Chile 1985-1986. Lecturas y tensiones entre las relaciones sociales de género
y roles políticos”. Tesis para optar al grado de Licenciada en Historia, Universidad Academia
de Humanismo Cristiano, 2018.

Ortiz, Matías. 2014. Cada día es continuar. Política e identidad en el MIR, 1965-1970.
Concepción: Ed. Escaparate.

Osorio, Javier. 2011. “La bicicleta, el Canto Nuevo y las tramas musicales de la disidencia.
Música popular, juventud y política en Chile durante la dictadura, 1976-1984”, en Revista A
Contracorriente, Vol. 8, N°3, (Carolina del Norte): 255-286.

Palieraki, Eugenia. 2014. ¡La revolución ya viene! El MIR chileno en los años sesenta.
Santiago de Chile: Ed. LOM.

Palma, José. 2012. El MIR y su opción por la guerra popular. Estrategia político-militar y
experiencia militante. 1982-1990. Concepción: Ed. Escaparate.

Peña, Juan Cristóbal. 2019. Jóvenes pistoleros. Violencia política en la transición. Santiago
de Chile: Ed. Debate.

Pérez, Claudio. 2008. “Violencia y política en las publicaciones clandestinas bajo Pinochet:
la palabra armada en el Frente Patriótico Manuel Rodríguez. Chile, 1983-1987” en Revista
de Historia Social y de las Mentalidades, N°12, Vol. 2 (Santiago de Chile): 71-90.

____________. 2012. “De la guerra contra Somoza a la guerra contra Pinochet. La


experiencia internacionalista revolucionaria en Nicaragua y la construcción de la Fuerza
Militar Propia del Partido Comunista de Chile” en Historia oral e historia política. Izquierda
y lucha armada en América Latina, 1960-1990, ed. Pablo Pozzi y Claudio Pérez, 213-244,
Santiago de Chile: Ed. LOM – UAHC.

Pozzi, Pablo. 2008. “Historia oral: repensar la historia” en Cuéntame cómo fue. Introducción
a la historia oral, ed. Pablo Pozzi, Gerardo Necoechea, 3-9, Buenos Aires: Ed. Imago Mundi,
2008.

Pozzi, Pablo. 2011. “Historia oral y estudio de la guerrilla en la Argentina” en Revista


Testimonios, n°2, año 2 (Argentina). Versión en línea, disponible en:
https://revistas.unc.edu.ar/index.php/testimonios/issue/view/2161/361.

Ramírez Gallegos, Franklin. 2015. “Subjetivación política y perspectivas del cambio” en


Movimientos subalternos, antagonistas y autónomos en México y América Latina, coord.
Massimo Modonesi, 29-49, México: Ed. UNAM – La Biblioteca.

184
Reyes, Jaime. 2016. “La autodefensa de masas y las Milicias Rodriguistas: aprendizajes,
experiencias y consolidación del trabajo militar de masas del Partido Comunista de Chile,
1982-1987” en Revista Izquierdas, n°26 (Santiago de Chile): 67-94.

Rico, Karen. “Alegre insurrección: ¡la toma de Chile va! Mujeres metralleta en el Movimiento
Juvenil Lautaro. Aproximación histórica 1984-1994”. Tesis para optar al grado de Licenciada
en Historia, Universidad Academia de Humanismo Cristiano, 2018.

Rivas, Álvaro. 2020. “El Movimiento de Estudiantes Secundarios: violencia política y


protesta popular en el marco de las jornadas de protesta, 1983-1986, Santiago, Chile”, en
Revueltas. Revista Chilena de Historia Social Popular, N°1, año 1 (Santiago de Chile): 85-
107.

___________. “El Movimiento de Estudiantes Secundarios: violencia política y protesta


popular en el marco de las jornadas de protesta, 1983-1986, Santiago, Chile”. Tesis para
optar al grado de Licenciado en Historia, Universidad Academia de Humanismo Cristiano,
2015.

Robles, Javiera. 2015. “Las rodriguistas”. La mujer militante en la prensa del Frente
Patriótico Manuel Rodríguez (1983-1988)” en Revista Eletrônica da ANP HLAC, nº18
(Brasil): 5-22.

____________. 2015. “Memorias de la clandestinidad: relatos de la militancia femenina del


Frente Patriótico Manuel Rodríguez” en Nomadías. Revista del Centro de Estudios de
Género y Cultura de América Latina, n°19 (Santiago de Chile): 85-103.

____________. 2013. “Clandestinidad y lucha armada: una mirada desde el género. El caso
de "Mery" en la clandestinidad del Partido Comunista de Chile” en Revista Internacional
Interdisciplinar INTERthesis, n°1, Vol. 10 (Brasil): 131-148.

Robles, Víctor Hugo. 2008. Bandera hueca: historia del movimiento homosexual de Chile,
Santiago de Chile: Ed. ARCIS/Cuarto Propio.

Rodríguez, Manuel Luis. 2013. “La Asamblea de la Civilidad y la oposición a la dictadura en


Magallanes en 1986. Contribución para una historia de la oposición a la dictadura en la
región de Magallanes”. Versión en línea, disponible en:
https://surhistoria.files.wordpress.com/2013/04/la-asamblea-de-la-civilidad-y-la-
oposicic3b3n-a-la-dictadura-en-magallanes.pdf.

Rojas, Jorge. 2009. “Los estudiantes secundarios durante la Unidad Popular, 1970-1973”
en Historia, n°42, Vol. II (Santiago de Chile): 471-503.

__________. 2004. Moral y prácticas cívicas en los niños chilenos, 1880-1950. Santiago de
Chile: Ariadna Ediciones.

Rojas, Luis. 2018. Carrizal. Las armas del PCCh, un recodo en el camino. Santiago de
Chile: Ed. LOM.

_________. 2011. De la rebelión popular a la sublevación imaginada. Antecedentes de la


Historia Política y Militar del Partido Comunista de Chile y del FPMR 1973-1990. Santiago
de Chile: Ed. LOM.

185
Rosas, Pedro. “Por la senda de Lautaro, Latinoamérica Vencerá. Discurso, acción política,
concepción y dimensión internacional del MAPU Lautaro, 1982-2004”. Tesis para optar al
grado de Doctor en Estudios Americanos, Instituto de Estudios Avanzados, Universidad de
Santiago de Chile, 2013.

__________. 2013. “De la lucha contra Pinochet a la ‘Democracia cartucha’.


Representaciones y semblanza histórica e historiográfica del MAPU Lautaro” en Revista
Tiempo y Espacio 30 (Concepción): 147-184.

__________. 2004. Rebeldía, subversión y prisión política. Crimen y castigo en la transición


chilena 1990-2004. Santiago de Chile: Ed. LOM.

Ruiz, María Olga. 2015. “Mandatos militantes, vida cotidiana y subjetividad revolucionaria
en el Movimiento de Izquierda Revolucionaria de Chile (1965-1975)” en Revista Austral de
Ciencias Sociales, N°28 (Valdivia): 163-182.

Salas, Fabio. 2012. Mira niñita: apuntes sobre creación y experiencia cultural de rockeras
chilenas. Santiago de Chile: Ed. Universidad Alberto Hurtado.

___________. 2003. La primavera terrestre. Cartografías del Rock Chileno y la Nueva


Canción Chilena. Santiago de Chile: Ed. Cuarto Propio.

Santa Cruz, Yanny. 2020. “Entre la diversión y la revolución: experiencias culturales de los
jóvenes de izquierda durante la Unidad Popular”, en Revista Última Década, Vol. 28, N°53
(Santiago de Chile): 125-151.

Schwarzstein, Dora. 2001. “Historia Oral, memoria e historias traumáticas” en Revista


História Oral 4 (Brasil): 73-83.

Scott, Joan. 2011. “Género: ¿Todavía una categoría útil para el análisis?”, en La manzana
de la discordia, Vol. 6, N°1 (Colombia): 95-101.

_________. 2008. Género e historia. México: Fondo de Cultura Económica, Universidad


Autónoma de la Ciudad de México.

Sepúlveda, Milenko. 2011. “Punk rock en Chile. La vía contracultural a la democracia (1980-
1990)” en ¿Qué hay de popular en la música popular? Actas del I Congreso Chileno de
Estudios en Música Popular.

Silva, Robinson. 2011. Resistentes y clandestinos: la violencia política del MIR en la


dictadura profunda 1978-1982. Santiago de Chile: Ed. Escaparate.

Simonetto, Patricio. 2017. “Movimientos de liberación homosexual en América Latina.


Aportes historiográficos desde una perspectiva comparada entre Argentina, Brasil, Chile,
Colombia y México (1967-1982)”, en Revista Iberoamericana, Vol. 17, N°65, (España): 157-
177.

Subiabre, Katherine y Gallardo, Carolina. “La práctica insurrecta del MAPU-Lautaro.


Mujeres y hombres por el Chile Popular (1982-1994)” en “La despolitización como base

186
para la democracia en el Chile transicional (1980-1995)”, Santiago: Universidad
Metropolitana de Ciencias de la Educación, 2014.

Thielemann, Luis. 2016. La anomalía social de la transición. Movimiento estudiantil e


izquierda universitaria en el Chile de los noventa (1987-2000). Santiago de Chile: Tiempo
Robado Editoras.

Thompson, E.P. 1984. “La política de la teoría” en Historia popular y teoría socialista, ed.
Raphael Samuel, 301-317, Barcelona: Ed. Crítica.

Toro, Pablo. 2015. “‘Tiempos tristes’: notas sobre movimiento estudiantil, comunidad y
emociones en la Universidad de Chile ante la dictadura de Pinochet (1974-1986)” en
Espacio, Tiempo y Educación, Vol. 2, N°2 (Santiago de Chile): 107-124.

Torres, Osvaldo. “La izquierda revolucionaria latinoamericana: derrotas y readecuaciones.


Los casos del Movimiento de Liberación Nacional-Tupamaros, MLN-T, de Uruguay y el
Movimiento de Izquierda Revolucionaria de Chile”. Tesis para optar al grado de Doctor en
Estudios Latinoamericanos, Universidad de Chile, 2011.

Torres, Rita. 2014. Así pedaleábamos: revista La Bicicleta (1978-1990). Santiago: Ed. Ocho
Libros.

Valdebenito, Francisca. 2010. Tinta, papel, ingenio: panfletos políticos en Chile, 1973-1990.
Santiago de Chile: Ed. Ocho Libros.

Vásquez, María Gabriela. 2011. “Algunas reflexiones acerca del Género desde la Historia”
en El género a debate. Reflexiones teóricas y metodológicas multidisciplinarias, José Carlos
Cervantes Ríos (coord.), 9-29, México: Ed. Universidad de Guadalajara.

Vidaurrázaga, Tamara. 2019. “El No Lugar de la militancia femenina en el Movimiento de


Izquierda Revolucionaria, MIR” en Mujeres y Política en Chile, siglos XIX y XX, eds. Rolando
Álvarez V., Ana Gálvez C. y Manuel Loyola T, 211-254, Santiago de Chile: Ariadna
Ediciones.

__________________. 2018. “Las maternidades fallidas en las militantes del Movimiento


de Izquierda Revolucionaria MIR en Chile” en Revista de História Bilros. História(s),
Sociedade(s) e Cultura(s), n°13, Vol. 6 (Brasil): 75-101.

__________________. “Las combatientes. Militancias femeninas en la Nueva Izquierda


revolucionaria Latinoamericana. Miristas chilenas y Tupamaras Uruguayas”. Tesis para
optar al grado de Doctor en Estudios Latinoamericanos, Universidad de Chile, 2016.

__________________. “Mujeres en Rojo y Negro. Reconstrucción de la memoria de tres


mujeres Miristas, 1971-1990”. Tesis para optar al grado de Magíster en Estudios de Género
y Cultura en América Latina mención Humanidades, Universidad de Chile, 2005.

Weibel, Mauricio. 2017. Los niños de la rebelión. Santiago de Chile: Ed. Aguilar – Penguin
Random House.

Williams, Raymond. 1997. Marxismo y literatura. Barcelona: Ed. Península.

187
Zalaquett, Cherie. 2018. Chilenas en armas: testimonios e historias de mujeres militares y
guerrilleras subversivas. Santiago: Ed. Catalonia.

Zaldívar, Pablo. “El MIR durante el Chile dictatorial: las experiencias de los militantes de la
resistencia popular. Santiago, 1973-1986”. Tesis para optar al grado de Magíster en
Historia, Universidad de Santiago de Chile, 2019.

188
FUENTES

Análisis, N°99, 16 al 23 de julio 1985.


Araucaria de Chile, N°19, 1982.
Araucaria de Chile, N°31, 1985.
Araucaria de Chile, N°41, 1988.
Basta, N°8, marzo-abril de 1980.
Basta, N°65, marzo de 1986.
Basta, N°60, octubre de 1985.
Basta, N°65, marzo de 1986.
Barricada, N°1, marzo de 1985.
El Pueblo Rebelde Vencerá, N°28, octubre de 1989.
El Rebelde, N°215, noviembre de 1984.
El Rebelde, N°143, noviembre de 1978
El Rodriguista, N°30, marzo de 1988.
El Rodriguista, N°35, diciembre de 1988.
El Rodriguista, N°38, septiembre de 1989.
Fortín Mapocho, lunes 21 de abril de 1986.
Fortín Mapocho, lunes 23 de junio de 1986.
La Bicicleta, N°25, agosto de 1982.
La Opinión, AGECH, N°3, marzo de 1986.
La Tercera de la hora, viernes 16 de mayo de 1986.
La Tercera de la hora, sábado 17 de mayo de 1986.
La Tercera de la hora, martes 27 de mayo de 1986.
La Tercera de la hora, sábado 31 de mayo de 1986.
Las Últimas Noticias, jueves 11 de julio de 1985.
Las Últimas Noticias, viernes 12 de julio de 1985.
“La toma de lo cotidiano: entrevista a Diego Carvajal, secretario general del Partido MAPU”,
Partido MAPU, febrero de 1990.
Rebelión, N°10, septiembre de 1988.
Rebelión, N°13, diciembre de 1988.
Venceremos, órgano oficial del Movimiento Democrático Popular, noviembre de 1986.

189
Fuentes orales (en orden alfabético):
Entrevista a Alicia, julio de 2020.
Entrevista a Chica, septiembre de 2020.
Entrevista a Claudia, octubre de 2020.
Entrevista a Coke, junio de 2020.
Entrevista a David, julio de 2020.
Entrevista a Emilia, diciembre de 2020.
Entrevista a Fernando, junio de 2020.
Entrevista a Julieta, septiembre de 2020.
Entrevista a Milico, junio de 2020.
Entrevista a Negro, agosto de 2020.
Entrevista a Sergio, julio de 2020.
Entrevista a Tamara, julio de 2020.
Entrevista a Víctor, junio de 2020.
Entrevista a Zorro Viejo, octubre de 2020.

Audiovisuales:
ACU, recuperando el sueño, Osvaldo Rodríguez, 2016 (Disponible en línea
https://www.youtube.com/watch?v=s9vM_NhwaPU).
Toque de queda, Tomás Achurra, 2015 (Disponible en línea
https://www.youtube.com/watch?v=yljcUnaEZOM&t=2330s).
Actores secundarios, Pachi Bustos y Jorge Leiva, 2004 (Disponible en línea
https://www.youtube.com/watch?v=e1UE__JBeTU&t=3017s).

Sitios web:
Archivo de Fondos y Colecciones Museo de la Memoria y los Derechos Humanos
http://archivomuseodelamemoria.cl/
Archivo Mauricio Weibel http://bibliotecadigital.ufro.cl/?a=explore&collection=8
Biblioteca del Congreso Nacional de Chile https://www.bcn.cl/index_html

190
ANEXO DE IMÁGENES

N°1: Panfleto “estudiante rodriguista”, sin fecha.

N°2: Toma Liceo Arturo Alessandri Palma, la “Toma del 12”, Carabineros y apoderados
(página siguiente) esperando el desalojo, miércoles 10 de julio de 1985.

191
N°3: Pancarta “Chile libre”, toma Liceo Arturo Alessandri Palma, la “Toma del 12”.

192
N°4: Lienzo “Por la democratización de la enseñanza, fuera Gaete”, firmado por el Comité
Pro-FESES, en Venceremos, órgano oficial del Movimiento Democrático Popular,
noviembre de 1986.

N°5: Portada “Vida de un combatiente”, edición clandestina del PCCh para “La montaña es
algo más que una inmensa estepa verde”. Fotografía facilitada por Víctor.

193
N°6: Portada edición especial revista La Bicicleta sobre Silvio Rodríguez. Como todos sus
números, incluía cancioneros mencionados por Alicia.

N°7: Honda fabricada por jóvenes del Liceo Industrial Chileno-Alemán. Fotografía facilitada
por Víctor, quien atesoró su “reconocimiento”.

194
N°8: Afiches y fotografías de los Trabajos Voluntarios. En la última fotografía se observa en
el centro del grupo a Ariel Antonioletti, facilitada por Nicolás Acevedo.

195
N°9: La fotografía corresponde a una de las tantas imágenes de propaganda con la mujer
con torso desnudo, mencionada por Julieta. Además, alude a la reivindicación del “sexo
nuestro”. En La toma de lo cotidiano. Entrevista a Diego Carvajal, Secretario General del
Partido MAPU, febrero de 1990.

N°10: Portada Barricada, órgano oficial de las Milicias Rodriguistas, sin número, sin fecha.

196
Fotografía de Óscar Navarro, Archivo Fortín Mapocho.

197

También podría gustarte