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La Primera Comunidad Cristiana de Jerusalen
La Primera Comunidad Cristiana de Jerusalen
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Hch.20,11: “ (Pablo) siguió hablando mucho tiempo hasta el amanecer; y después salió”.
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Hch.2,42: “Todos se reunían asiduamente para escuchar la enseñanza de los Apóstoles y participar en la vida común, en la
fracción del pan y en las oraciones” – Hch.20,7-9: “El primer día de la semana, cuando nos reunimos para partir el pan, Pablo,
que debía salir al día siguiente, dirigió la palabra a la asamblea y su discurso se prolongó hasta la medianoche. La habitación
donde nos habíamos reunido estaba muy iluminada. Un muchacho llamado Eutico, que se había sentado en el borde de la
ventana, tenía mucho sueño y se dormía mientras Pablo hablaba, hasta que vencido por el sueño, se cayó desde el tercer
piso. Cuando lo levantaron, estaba muerto”.
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1Cor.11,20.21: “Cuando se reúnen, lo que menos hacen es comer la Cena del Señor, porque apenas se sientan a la mesa,
cada uno se apresura a comer su propia comida, y mientras uno pasa hambre, el otro se pone ebrio”.
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Hch.13,1: “En la Iglesia de Antioquia había profetas y doctores, entre los cuales estaban Bernabé y Simeón, llamado el
Negro, Lucio de Cirene, Manahén, amigo de infancia del tetrarca Herodes, y Saulo”.
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Hch.11,27.28: “En esos días, unos profetas llegaron de Jerusalén a Antioquia. Uno de ellos, llamado Ágabo, movido por el
Espíritu, se levantó y anunció que el hambre asolaría toda la tierra”.
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1Cor.11,5: “La mujer que ora o profetiza con la cabeza descubierta deshonra a su cabeza”.
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Hch.21,8.9: “Fuimos a ver a Felipe, el predicador del evangelio, unos de los Siete, y nos alojamos en su casa. El tenía cuatro
hijas solteras que profetizaban”.
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Hch.2,44.45: “Todos los creyentes se mantenían unidos y ponían lo suyo en común. Vendían sus propiedades y sus bienes,
y distribuían el dinero entre ellos, según las necesidades de cada uno” – Hch.4,34.35: “Ninguno padecía necesidad, porque
todos los que poseían tierras o casas las vendían y ponían el dinero a disposición de los Apóstoles, para que se distribuyera a
cada uno según sus necesidades”.
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Hch.4,36.37: “José, llamado por los Apóstoles Bernabé –que quiere decir hijo del consuelo – un levita nacido en Chipre que
poseía un campo, lo vendió, y puso el dinero a disposición de los Apóstoles”.
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Hch.5,1.2: “Un hombre llamado Ananías, junto con su mujer, Safira, vendió una propiedad, y de acuerdo con ella, se guardó
parte del dinero y puso el resto a disposición de los Apóstoles”.
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Hch.5,4: “¿Acaso no eras dueño de quedarte con él? Y después de venderlo, ¿no podías guardarte el dinero? ¿Cómo se te
ocurrió hacer esto? No mentiste a los hombres sino a Dios”.
23
Hch. 6,1: “En aquellos días, como el número de discípulos aumentaba, los helenistas comenzaron a murmurar contra los
hebreos porque se desatendían a sus viudas en la distribución diaria de los alimentos”.
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Hch. 6,5.6: “La asamblea aprobó esta propuesta… Los presentaron a los Apóstoles, y estos, después de orar, les impusieron
las manos”.
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Hch.11,29.30: “Los discípulos (de Antioquia) se decidieron a enviar una ayuda a los hermanos de Judea, cada uno según
sus posibilidades. Y así lo hicieron, remitiendo las limosnas a los presbíteros por intermedio de Bernabé y de Saulo”.
Santiago, el hermano del Señor, entre los presbíteros de Jerusalén. Más tarde el orden de los
diáconos se extendió a las demás iglesias.
- Respecto a los presbíteros, los Hechos no dan una noticia expresa acerca de su origen. En Jerusalén
se sentaban en las asambleas al lado de los Apóstoles y participaban de sus decisiones, tal como se
refiere en ocasión del llamado concilio de Jerusalén26. Pero lo cierto es que no sabemos a ciencia
cierta quienes eran aquellos primeros presbíteros de Jerusalén. Según algunas hipótesis podría
tratarse de antiguos discípulos de Jesús, como aquellos setenta y dos que fueron enviados por el
Señor a predicar27 o quizá de algunos de los sacerdotes judíos que se unieron a la Iglesia de
Jerusalén28.
- El hecho cierto y novedoso es la preeminencia que adquiere Santiago el Justo entre los presbíteros y
su estrecha asociación a la jerarquía apostólica 29. Cuando Pablo va a Jerusalén en el año 41 se
encontrará con Pedro y Santiago llamado hermano del Señor30. En el concilio de Jerusalén es el
único que en nombre de la iglesia toma la palabra además de Pedro31. Santiago era ciertamente la
cabeza de la comunidad de Jerusalén y parece disponer de poderes semejantes a los de los Apóstoles.
Parece verdadero el dato de Eusebio cuando escribe que Pedro, Santiago y Juan no se reservaron la
dirección de la iglesia local de Jerusalén, sino que eligieron a Santiago el Justo como Obispo
(epíscopo)32. Pedro mismo lo trata como referente de la comunidad de Jerusalén, cuando liberado de
la prisión, manda que se le comunique el hecho antes de abandonar la ciudad33.
26
Hch.15,6: “Los Apóstoles y los presbíteros se reunieron para deliberar sobre este asunto”.
27
Lc.10,1-20: “el Señor designó a otros setenta y dos, y los envió de dos en dos para que lo precedieran en todas las ciudades
y sitios adonde él debía ir”.
28
Hch.6,7: “El número de discípulos aumentaba considerablemente en Jerusalén y muchos sacerdotes abrazaban la fe”.
29
Este Santiago, distinto evidentemente del apóstol Santiago, hijo de Zebedeo, ha querido ser identificado por algunos con el
otro apóstol del mismo nombre, hijo de Alfeo (Mt.10,3); ya en la antigüedad se vacilaba sobre este punto y todavía se discute,
aunque los modernos se inclinan por la negativa. Se lo nombra entre los “hermanos” de Jesús: “¿No es este el hijo del
carpintero? ¿Su madre no es la que llaman María? ¿Y no son hermanos suyos Santiago, José, Simón y Judas?” (Mt 13,55);
“¿No es acaso el carpintero, el hijo de María, hermano de Santiago, de José, de Judas y de Simón? ¿Y sus hermanos no viven
aquí entre nosotros?». Y Jesús era para ellos un motivo de escándalo” (Mc 6,3).
30
Gal.1,18.19: “Tres años más tarde, fui desde allí a Jerusalén para visitar a Pedro, y estuve con él quince días. No vi a ningún
otro Apóstol, sino solamente a Santiago, el hermano del Señor”.
31
Hch.15, 13: “Cuando dejaron de hablar (Pablo y Bernabé), Santiago tomó la palabra”.
32
H.E.II,1-2: “Por aquel entonces, también Santiago, el llamado hermano del Señor, porque también a él se le llamaba hijo de
José…este mismo Santiago, al que los antiguos pusieron el sobrenombre de “Justo”, por el mérito superior de su virtud, se
refiere que fue el primero a quien se confió el trono episcopal de la iglesia de Jerusalén”. La opinión de que era hijo de José se
encuentra en el Protoevangelio de Santiago. Eusebio recoge esta tradición y la fusiona con otra que afirmaba la viudez de
José, que provenía del Evangelio de Pedro y que sostenían Orígenes, Epifanio, Gregorio de Nisa e incluso Juan Crisóstomo e
Hilario de Poitiers, aunque no Jerónimo.
33
Hch.12,17: “Pedro…les relató cómo el Señor lo había sacado de la cárcel, añadiendo: «Hagan saber esto a Santiago y a los
hermanos». Y saliendo de allí, se fue a otro lugar” (probablemente Roma). Santiago, sin más, designa al hermano del Señor,
quien es el jefe del grupo hebreo de los cristianos de Jerusalén y gobernará la Iglesia después de la marcha de Pedro. La
epístola de Santiago se presenta como obra suya.