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2.

La primera comunidad cristiana de Jerusalén

- La comunidad de Jerusalén fue históricamente la primera comunidad apostólica; reunida


inicialmente en torno a los apóstoles, será sucesivamente organizada por los mismos apóstoles que la
dejarán para ir a predicar y crear comunidades en otros lugares. Testigos elegidos de antemano por
él.
- Los Hechos de los Apóstoles en sus primeros capítulos, nos ofrecen una descripción de la vida de los
primeros cristianos de Jerusalén. Al frente de la comunidad estaba el grupo de los Doce, completado
por la elección de Matías (Hch.1,15-26) y en el que Pedro desempeñaba sin dudas una función de
primacía. Escucha del testimonio de los elegidos de antemano por el Señor. A Tomás le
testimoniaron, pero él no creyó, sino que pidió ver al resucitado. “felices los que creen sin haber
visto”. Es necesario traducirlo en gestos litúrgicos. “1ra parte de la Misa: Escucha de la Palabra”.
Alimente y fortalezca nuestra fe. La fe nace del anuncio. Los discípulos al momento de la
resurrección tenían una voluntad débil, solo con la luz y la fuerza del Espíritu Santo pudieron
soportar las persecuciones y la muerte por anunciar y defender la fe.
- Los cristianos forman un grupo particular dentro de la comunidad judía, que los Hechos designan ya
con el nombre de ekklesia. Si bien el vocablo designó en principio a la Iglesia de Jerusalén 1, más
tarde será aplicado a las diversas iglesias locales que irán surgiendo a imitación de la Iglesia-madre
(la de Antioquia – Hch. 14,272; la de Cesarea – Hch. 18,223); con el tiempo la palabra tomará una
significación universal.
- Los discípulos de Jesús seguían acudiendo al Templo para la oración, aunque tenían además su culto
propio celebrado en casas particulares: “…frecuentaban a diario el Templo, partían el pan en sus
casas, y comían juntos con alegría y sencillez de corazón” – Hch.2, 46; se mencionan además la
“casa de María, madre de Juan llamado Marcos” – Hch.12,124; la “casa de Lidia” – Hch. 16,405;
la de “Aquila y Priscila” – 1 Cor. 16,196, etc. Las reuniones eran frecuentes y comprendían la
fracción del pan, una comida, un momento de enseñanza y oraciones 7. El cristianismo se presenta
como una respuesta al anuncio de los profetas, que ellos ponen su fe en Cristo, en quien se cumplen
las palabras de los profetas.
- Algunas de estas reuniones tenían lugar durante la noche del sábado al domingo: los cristianos
tomaban parte en las plegarias comunes del sábado y después se reunían por su cuenta. Parece ser
que a esta costumbre se debería la designación del domingo como octavo día. Tal expresión, que se
encuentra ya en la Epístola del Pseudo-Bernabé8 y no se explica sino en referencia al séptimo día de
la semana judía. Pero no es cierto que las asambleas cristianas se celebraran siempre de noche; es
muy probable que pudieran tener lugar a otras horas, sobre todo en los casos en que la fractio panis
iba acompañada de una comida (Cf. 1 Cor.11,17-33). Con el creciente aumento de los cristianos fue
necesario otro lugar, distinto de las casas particulares, para el Bautismo, la enseñanza y la fracción
del pan. Domus Ecclesia.
- Los Hechos nos ofrecen numerosos ejemplos de la predicación a los no creyentes (kerigma), pero no
nos refieren el contenido de las enseñanzas que se tenían dentro de la comunidad9. Se trataría
probablemente de exhortaciones (paráklesis) destinadas a fortalecer la fe y la caridad de los
discípulos, como se puede deducir de las breves alusiones de Hch.14, 22 10 y Hch.15, 3211. Su
1
Hch. 8,1: “Saulo aprobó la muerte de Esteban. Ese mismo día, se desencadenó una violenta persecución contra la Iglesia de
Jerusalén”; “Saulo por su parte, perseguía a la Iglesia” (v.3).
2
Hch.14, 27: “A su llegada (a Antioquia), convocaron a los miembros de la Iglesia y les contaron todo lo que Dios había hecho
con ellos”.
3
Hch.18, 22: “(Pablo) desembarcó en Cesarea, subió para saludar la Iglesia y luego descendió a Antioquia”.
4
Hch.12, 12: “(Pedro) se dirigió a la casa de María, la madre de Juan, llamado Marcos, donde un grupo numeroso se hallaba
reunido en oración”.
5
Hch.16, 40: “Pablo y Silas fueron a la casa de Lidia, donde volvieron a ver a los hermanos y los exhortaron”.
6
1Cor.16, 19: “También los saludan en el Señor, Aquila y Priscila, junto con los hermanos que se congregan en su casa”.
7
Hch.2,42: “Todos se reunían asiduamente para escuchar la enseñanza de los Apóstoles y participar en la vida común, en la
fracción del pan y en las oraciones”.
8
Compuesta entre el 117-19: “Nosotros celebramos el día octavo, por ser el día en que Jesús resucitó de entre los muertos” –
XV,8.
9
Hch.2,42: “Todos se reunían asiduamente para escuchar la enseñanza de los Apóstoles…”
10
Hch.14,22: “Confortaron a sus discípulos y los exhortaron a perseverar en la fe, recordándoles que es necesario pasar por
muchas tribulaciones para entrar en el Reino de Dios”.
11
Hch.15,32: “Judas y Silas, que eran profetas, exhortaron a sus hermanos y los confirmaron, hablándoles largamente”.
duración era variable llegando en ciertos casos a extenderse por varias horas (Hch.20, 11 12). Las
Epístolas de Pablo y las demás epístolas canónicas pueden darnos una idea de esas charlas y
exhortaciones de las que en parte vienen a ser un eco.
- La fractio panis (expresión arcaica con la que los Hechos designan la Eucaristía13) evoca la acción de
Cristo durante la Última Cena. La bendición del pan y del vino, desvinculadas de la cena pascual
hebraica, se realizaba bien a continuación de una comida o sin acompañamiento de comida (Cf.
1Cor.11, 20.2114). El que presidía la Eucaristía, después de dar gracias, bendecía el pan y el vino
extendiendo sobre ellos las manos y pronunciando las palabras del Señor.
- Con respecto a las oraciones mencionadas en el texto citado (Hch.2, 42) parecen haber estado
reservadas a los Apóstoles o a los presbíteros que presidían la asamblea, aunque también podían
hacerlo los miembros que habían recibido una gracia (carisma) especial para ello, como los profetas
de la comunidad de Antioquia15 o el mencionado en Hch.11, 27.2816.
- Las mujeres, que estaban excluidas de la enseñanza, podían sin embargo orar o profetizar 17. El
diácono Felipe tenía cuatro hijas que profetizaban18.
- Otro aspecto de la vida de la comunidad de Jerusalén era la economía. Los Hechos hablan de una
“comunidad de bienes” cuya interpretación resulta difícil19. Se menciona el caso particular de
Bernabé20 y de Ananias y Safira quienes, habiendo vendido un campo, se quedaron con parte de lo
recaudado engañando a los Apóstoles21; el texto precisa que esta comunidad de bienes no era
obligatoria22. La sinagoga conocía evidentemente algún tipo de comunidad de bienes para el
sostenimiento de los pobres, pero Lucas parece referirse a algo más, a una verdadera comunidad de
bienes, quizá semejante a la existente entre los esenios.
- A raíz de ciertas dificultades en la atención de los necesitados 23, los Apóstoles determinan
proporcionarse unos colaboradores a quienes comunican parte de sus propios poderes 24; nace el
orden de los diáconos. Se presenta la cuestión de si esta institución afecta solo a los helenistas o
también a los hebreos (Lucas no lo aclara). La opinión más probable es la que ve en la institución de
los Siete, una institución originalmente propia de los helenistas. Los hebreos tenían ya para esto a los
presbíteros o ancianos, como se puede ver en el envío de ayuda desde Antioquia que se menciona en
Hch.11, 29.3025. Los diáconos corresponderían entre los helenistas a los presbíteros de los hebreos,
aunque es difícil saber si su cabeza, Esteban, adquirió entre ellos la preeminencia que tenía

12
Hch.20,11: “ (Pablo) siguió hablando mucho tiempo hasta el amanecer; y después salió”.
13
Hch.2,42: “Todos se reunían asiduamente para escuchar la enseñanza de los Apóstoles y participar en la vida común, en la
fracción del pan y en las oraciones” – Hch.20,7-9: “El primer día de la semana, cuando nos reunimos para partir el pan, Pablo,
que debía salir al día siguiente, dirigió la palabra a la asamblea y su discurso se prolongó hasta la medianoche. La habitación
donde nos habíamos reunido estaba muy iluminada. Un muchacho llamado Eutico, que se había sentado en el borde de la
ventana, tenía mucho sueño y se dormía mientras Pablo hablaba, hasta que vencido por el sueño, se cayó desde el tercer
piso. Cuando lo levantaron, estaba muerto”.
14
1Cor.11,20.21: “Cuando se reúnen, lo que menos hacen es comer la Cena del Señor, porque apenas se sientan a la mesa,
cada uno se apresura a comer su propia comida, y mientras uno pasa hambre, el otro se pone ebrio”.
15
Hch.13,1: “En la Iglesia de Antioquia había profetas y doctores, entre los cuales estaban Bernabé y Simeón, llamado el
Negro, Lucio de Cirene, Manahén, amigo de infancia del tetrarca Herodes, y Saulo”.
16
Hch.11,27.28: “En esos días, unos profetas llegaron de Jerusalén a Antioquia. Uno de ellos, llamado Ágabo, movido por el
Espíritu, se levantó y anunció que el hambre asolaría toda la tierra”.
17
1Cor.11,5: “La mujer que ora o profetiza con la cabeza descubierta deshonra a su cabeza”.
18
Hch.21,8.9: “Fuimos a ver a Felipe, el predicador del evangelio, unos de los Siete, y nos alojamos en su casa. El tenía cuatro
hijas solteras que profetizaban”.
19
Hch.2,44.45: “Todos los creyentes se mantenían unidos y ponían lo suyo en común. Vendían sus propiedades y sus bienes,
y distribuían el dinero entre ellos, según las necesidades de cada uno” – Hch.4,34.35: “Ninguno padecía necesidad, porque
todos los que poseían tierras o casas las vendían y ponían el dinero a disposición de los Apóstoles, para que se distribuyera a
cada uno según sus necesidades”.
20
Hch.4,36.37: “José, llamado por los Apóstoles Bernabé –que quiere decir hijo del consuelo – un levita nacido en Chipre que
poseía un campo, lo vendió, y puso el dinero a disposición de los Apóstoles”.
21
Hch.5,1.2: “Un hombre llamado Ananías, junto con su mujer, Safira, vendió una propiedad, y de acuerdo con ella, se guardó
parte del dinero y puso el resto a disposición de los Apóstoles”.
22
Hch.5,4: “¿Acaso no eras dueño de quedarte con él? Y después de venderlo, ¿no podías guardarte el dinero? ¿Cómo se te
ocurrió hacer esto? No mentiste a los hombres sino a Dios”.
23
Hch. 6,1: “En aquellos días, como el número de discípulos aumentaba, los helenistas comenzaron a murmurar contra los
hebreos porque se desatendían a sus viudas en la distribución diaria de los alimentos”.
24
Hch. 6,5.6: “La asamblea aprobó esta propuesta… Los presentaron a los Apóstoles, y estos, después de orar, les impusieron
las manos”.
25
Hch.11,29.30: “Los discípulos (de Antioquia) se decidieron a enviar una ayuda a los hermanos de Judea, cada uno según
sus posibilidades. Y así lo hicieron, remitiendo las limosnas a los presbíteros por intermedio de Bernabé y de Saulo”.
Santiago, el hermano del Señor, entre los presbíteros de Jerusalén. Más tarde el orden de los
diáconos se extendió a las demás iglesias.
- Respecto a los presbíteros, los Hechos no dan una noticia expresa acerca de su origen. En Jerusalén
se sentaban en las asambleas al lado de los Apóstoles y participaban de sus decisiones, tal como se
refiere en ocasión del llamado concilio de Jerusalén26. Pero lo cierto es que no sabemos a ciencia
cierta quienes eran aquellos primeros presbíteros de Jerusalén. Según algunas hipótesis podría
tratarse de antiguos discípulos de Jesús, como aquellos setenta y dos que fueron enviados por el
Señor a predicar27 o quizá de algunos de los sacerdotes judíos que se unieron a la Iglesia de
Jerusalén28.
- El hecho cierto y novedoso es la preeminencia que adquiere Santiago el Justo entre los presbíteros y
su estrecha asociación a la jerarquía apostólica 29. Cuando Pablo va a Jerusalén en el año 41 se
encontrará con Pedro y Santiago llamado hermano del Señor30. En el concilio de Jerusalén es el
único que en nombre de la iglesia toma la palabra además de Pedro31. Santiago era ciertamente la
cabeza de la comunidad de Jerusalén y parece disponer de poderes semejantes a los de los Apóstoles.
Parece verdadero el dato de Eusebio cuando escribe que Pedro, Santiago y Juan no se reservaron la
dirección de la iglesia local de Jerusalén, sino que eligieron a Santiago el Justo como Obispo
(epíscopo)32. Pedro mismo lo trata como referente de la comunidad de Jerusalén, cuando liberado de
la prisión, manda que se le comunique el hecho antes de abandonar la ciudad33.

26
Hch.15,6: “Los Apóstoles y los presbíteros se reunieron para deliberar sobre este asunto”.
27
Lc.10,1-20: “el Señor designó a otros setenta y dos, y los envió de dos en dos para que lo precedieran en todas las ciudades
y sitios adonde él debía ir”.
28
Hch.6,7: “El número de discípulos aumentaba considerablemente en Jerusalén y muchos sacerdotes abrazaban la fe”.
29
Este Santiago, distinto evidentemente del apóstol Santiago, hijo de Zebedeo, ha querido ser identificado por algunos con el
otro apóstol del mismo nombre, hijo de Alfeo (Mt.10,3); ya en la antigüedad se vacilaba sobre este punto y todavía se discute,
aunque los modernos se inclinan por la negativa. Se lo nombra entre los “hermanos” de Jesús: “¿No es este el hijo del
carpintero? ¿Su madre no es la que llaman María? ¿Y no son hermanos suyos Santiago, José, Simón y Judas?” (Mt 13,55);
“¿No es acaso el carpintero, el hijo de María, hermano de Santiago, de José, de Judas y de Simón? ¿Y sus hermanos no viven
aquí entre nosotros?». Y Jesús era para ellos un motivo de escándalo” (Mc 6,3).
30
Gal.1,18.19: “Tres años más tarde, fui desde allí a Jerusalén para visitar a Pedro, y estuve con él quince días. No vi a ningún
otro Apóstol, sino solamente a Santiago, el hermano del Señor”.
31
Hch.15, 13: “Cuando dejaron de hablar (Pablo y Bernabé), Santiago tomó la palabra”.
32
H.E.II,1-2: “Por aquel entonces, también Santiago, el llamado hermano del Señor, porque también a él se le llamaba hijo de
José…este mismo Santiago, al que los antiguos pusieron el sobrenombre de “Justo”, por el mérito superior de su virtud, se
refiere que fue el primero a quien se confió el trono episcopal de la iglesia de Jerusalén”. La opinión de que era hijo de José se
encuentra en el Protoevangelio de Santiago. Eusebio recoge esta tradición y la fusiona con otra que afirmaba la viudez de
José, que provenía del Evangelio de Pedro y que sostenían Orígenes, Epifanio, Gregorio de Nisa e incluso Juan Crisóstomo e
Hilario de Poitiers, aunque no Jerónimo.
33
Hch.12,17: “Pedro…les relató cómo el Señor lo había sacado de la cárcel, añadiendo: «Hagan saber esto a Santiago y a los
hermanos». Y saliendo de allí, se fue a otro lugar” (probablemente Roma). Santiago, sin más, designa al hermano del Señor,
quien es el jefe del grupo hebreo de los cristianos de Jerusalén y gobernará la Iglesia después de la marcha de Pedro. La
epístola de Santiago se presenta como obra suya.

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