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La amistad

Carlos: Yo verdaderamente no pondría reparos, si yo mismo


confiara en mí; pues, la cosa es preclara, y estamos, como dijo
Fanio, ociosos. Pero ¿quién soy yo? o ¿qué talento hay en mí? Esa
costumbre es propia de doctos, y de los griegos, de tal manera que
se les puede proponer a ellos algo sobre lo que diserten, aunque
sea súbitamente; la empresa es grande y necesita de práctica no
pequeña. Por lo que opino que pidáis las cosas que pueden ser
disertadas sobre la amistad a aquellos que se dedican esas cosas;
yo solo puedo exhortaros a que antepongáis la amistad a todas las
cosas humanas; pues nada es tan apropiado a la naturaleza, tan
conveniente a las cosas bien favorables bien adversas.

En primer lugar, ¿cómo puede ser, como dice Enio, ‘vivible’ una
vida que no descansa en la mutua benevolencia de un amigo?
¿Qué más dulce que tener con quien te atrevas a hablar todas las
cosas así como contigo? ¿Qué fruto tan grande habría en las cosas
prósperas, si no tuvieras quien se alegrara con ellas igual que tú
mismo? Y sería difícil sobrellevar las adversas sin aquel que las
sobrellevara más gravemente incluso que tú.

Por un lado, la amistad contiene muchísimas y grandísimas


ventajas, por otro supera ciertamente a todas, porque hace brillar
una buena esperanza para el futuro y no permite que los espíritus
se debiliten o decaigan. Pues quien contempla a un verdadero
amigo, contempla como un retrato de sí mismo.

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