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PRIMERA ESTACIÓN: "JESÚS ES CONDENADO A MUERTE".

Te adoramos, oh cristo, y te bendecimos, que por tu Santa Cruz, vida, pasión y muerte redimiste al
mundo y a mí pecador, amén.

Señor, has dicho muy claramente la verdad a todos. Y te han denunciado a las autoridades que han
condenado. No interesan los hombres que dicen la verdad, los que no se dejan comprar con dinero,
los no trafican ni negocian con la vida de otros. Cada vez que actúe como tú me acusarán, me
intentarán quitar del medio. Dame fortaleza y valentía para luchar y vivir tu evangelio.

Señor Peque,

Pecamos y nos pesa, ten misericordia de nosotros.

PADRE NUESTRO, AVE MARIA Y GLORIA.

Capilla San Antonio de Padua


El Maye, Ixmiquilpan, Hgo.
SEGUNDA ESTACIÓN: “JESÚS TOMA LA CRUZ”

EL SACERDOTE: Te adoramos Cristo y te bendecimos…

LOS FILES: Que por tu Santa Cruz redimiste al mundo.

EL SACERDOTE: Segunda estación Jesús toma la Cruz de mano de sus verdugos. (En la puerta
de la fortaleza Antonia aparece Jesús con una túnica blanca, coronado de espinas y atado de
manos. El centurión y los soldados lo custodian. Sale detrás de ellos el verdugo con la Cruz).

EL CENTURION: (Al verdugo). En marcha hacia el Monte Calvario. Tu llévale la Cruz al


sentenciado.

EL VERDUGO: ¿Yo he de cargar con ella?

JUDIOS: ¡Qué la lleve Jesús! ¡Qué él la lleve!

EL CENTURION: ¿Por qué? Bastante ha de sufrir para obligarlo a tanto.

JUDIOS: ¡Qué la lleve Jesús! ¡Qué él la lleve!

CENTURION: (A Jesús) ¡Crueles son tus súbditos!, ¡Oh rey de los judíos!

JESÚS: Mi reino no es de este mundo. Dame la Cruz. (El verdugo se la entrega y Jesús la
abraza y la besa).

UN JUDIO: ¡Y la abraza! ¡Y la besa! ¡Es un loco! (ríe)

JUDIOS: (entre risas) ¡Es un loco! ¡Un loco! Jajajaja… (Oscuro).

EL SACERDOTE: Loco te llamaban porque no te revelabas contra tus verdugos y abrazabas y


suplicio con humildad y amor que yo no me rebele contra tus mandamientos y abrace y bese mi
cruz como tú lo hiciste.

(Padre nuestro, Ave María y…)

¡Señor, peque…!

LOS FIELES: Ten piedad y misericordia de mí.

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El Maye, Ixmiquilpan, Hgo.
TERCERA ESTACIÓN: “JESÚS CAE POR PRIMERA VEZ”
(Jesús con la Cruz a cuestas, rodeado, por el centurión, los soldados, el verdugo, los judíos, y el
resto de los soldados a pie y de a caballo, avanza penosamente hasta llegar el lugar elegido para
esta estación. Ahí ascenderán seguido por el centurión, el verdugo y los soldados. Cae bajo el peso
de la Cruz y el Verdugo levanta su látigo).

EL SACERDOTE: Te adoramos Cristo y te bendecimos…

LOS FILES: Que por tu Santa Cruz redimiste al mundo.

EL SACERDOTE: Tercer estación: Jesús cae por primera vez.

SOLDADO 1: ¡Déjalo! No le pegues.

EL VERDUGO: ¿Eres tú el verdugo? (Azota a Jesús despiadadamente). ¡Levántate he dicho!

(El soldado 2 golpea a Jesús con su espada).

SOLDADO 2: Vamos ¿Estás sordo?

EL CENTURION: Será mejor que le ayudes en vez de acabarle a golpes.

SOLDADO 2: ¿Por qué no le ayuda él?

SOLDADO 1: Un centurión no puede rebajarse a eso, levántale.

SOLDADO 2: ¿Servir a un judío? (Al verdugo) Tú álzale.

EL VERDUGO: ¿Yo? ¡Nunca! (Vuelve a alzar su látigo, pero el soldado 1 se lo arrebata).

SOLDADO 2: ¡Ahora mismo! ¡Obedece a Roma!

EL VERDUGO: ¡Maldita sea Roma!

(El soldado 2 le va a hundir la espada en el pecho; pero el soldado 1 le detiene).

SOLDADO I: Déjalo. No manches tu acero con la sangre de un hebreo. (Al verdugo).¡Y tú,
obedece! ¡Pronto!

(El verdugo alza a Jesús del suelo y los cuatro descienden lentamente por el otro
lado). (Oscuro).

EL SACERDOTE: Mas el peso de la Cruz te hizo hacer, -Oh buen Jesús la carga de todos mis
pecados, señor; yo prometo no caer, pero soy débil. ayúdame tú si desfallezco.

(Padre nuestro, ave María y… ¡Señor peque…!)

LOS FILES: Tener piedad y misericordia de mí.

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CUARTA ESTACIÓN: "JESUS ENCUENTRA A SU MADRE"
(En una encrucijada, Jesús con at verdugo y los soldados, por la esquina de
las calles de la amargura, surge María santísima que, al ver a su Divino hijo,
se detiene horrorizada).
EL SACERDOTE: Te adoramos Cristo y te bendecimos…

LOS FILES: Que por tu Santa Cruz redimiste al mundo.

EL SACERDOTE: Cuarta estación: Jesús encuentra a su madre.

Cuarta estación y cuarto dolor de la Reina del Cielo (Pausa) en una encrucijada
de la calle de la amargura...
LA VIRGEN: (Con voz desgarradora, intentando acercársele). iHijo!

JESUS: (Con ternura y compasión infinitas.) ¡Madre!

(Sigue su doloroso camino, descendiéndole con su sequito).


Por otro lado, de este escenario. La Virgen, arrodillada, llora silenciosamente
y trágicamente. Un ángel aparece junto a ella y le hunden en el pecho una
espada. (Oscuro)
SACERDOTE: ¿Cómo puedes amarme, madre María sabiéndome culpable del suplicio de to
divino hijo? Solo que yo también soy hijo tuyo, y me abrase el alma de hierro, de tu dolor; espero el
perdón infinita misericordia ave María, y… ¡Señor Padre!
FIELES: ¡Ten piedad y misericordia de mí!

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El Maye, Ixmiquilpan, Hgo.
QUINTA ESTACIÓN: “EL CIRINEO AYUDA A JESUS"
(Llegados al alto de esta estación, Jesús, el verdugo, el centurión y los dos
soldados, descenderán, por un lado; por el otro, Simón de Cirene. Quedan
inmóviles.)
EL SACERDOTE: Te adoramos Cristo y te bendecimos…

LOS FILES: Que por tu Santa Cruz redimiste al mundo.

EL SACERDOTE: Quinta estación: el cirineo ayuda a Jesús a llevar la Cruz.


SOLDADO I: El Nazareno está muy fatigado. No va a llegar con vida al lugar del suplicio.
Ayúdale tú a llevar la cruz.
SOLDADO II: Un soldado romano no puede hacer esto. (Al verdugo) tu ponte la cruz a cuestas.

EL VERDUGO: No es mi cometido.
SOLDADO I: Es preciso hallar un voluntario.
EL VERDUGO: Ya lo tengo, (a Simón de Cirene) ¿Cómo te llamas?

SIMÓN CIRINEO: Simón. Soy de Cirene y vuelvo a mi granja. Mis hijos me esperan.

EL VERDUGO: Aguarda. Tú pareces un hombre generoso.


SIMÓN CIRINEO: No tengo dinero.
EL VERDUGO: No te lo pedimos. Pero eres robusto y puedes ayudar a este reo a cumplir su
condena. (Dándole la cruz) Toma. (Llevaré a hombros hasta la cumbre del monte calvario.)
SIMÓN CIRINEO: ¿Qué me darás?

SODADO I: Las gracias.


SIMÓN CIRINEO: Poco es.
SOLDADO II: Dánosla tú de que no te obliguemos.
SIMÓN CIRINEO: No pueden obligarme.

SOLDADO I: ¿No? Ahora mismo. Dale la cruz. (Simón cirineo se resiste, pero entre otros
soldados y a golpes se le planta sobre los hombros, el verdugo lo ascua hasta que el centurión lo
aparta, salen todos, Jesús manso y majestuoso, cierra la marcha entre dos soldados.)
EL SACERDOTE: Solo a fuerza lograste, ¡Oh Dios mío! Que alguien te ayudará a soportar la carga
agobiadora de la cruz nunca cera la mía tan pesada y, sin embargo, cuando necesito de tu ayuda,
divino y sacrosanto cirineo.

(Padre nuestro, ave María...y ¡señor peque...!)


LOS FILES: ¡Ten piedad y misericordia de mí!

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El Maye, Ixmiquilpan, Hgo.
SEXTA ESTACION: "LA VERONICA ENJUAGA EL ROSTRO JESUS"
(Al lugar elegido para esta estación ascenderán Simón Cirineo, con la Cruz en
la espalda. Ei centurión, los dos lados y el verdugo tras ellos, Jesús).
EL SACERDOTE: Te adoramos Cristo y te bendecimos…

LOS FILES: Que por tu Santa Cruz redimiste al mundo.


EL SACERDOTE: Sexta estación: La Verónica enjuga el rostro Jesús (Pausa).

Una piadosa mujer abriéndose camino de entre la multitud.


LA VERONICA: (Desde abajo, mezclada con los judíos). ¡Déjenme pasar! ¡Suéltenme! (asciende
al escenario perseguida por varios judíos, que terminan abandonar a su presa y volver a su sitio.)
¡Quiero acercarme a él! ¿Quién se atreve a impedírmelo? (Los soldados van a abalanzarse contra
ella, pero el centurión los de detiene con un gesto y la Verónica se postra ante Jesús). ¡Jesús!
JESUS: ¿Quién eres?
LA VERONICA: Me llaman Berenice. Soy una humilde mujer que nada puede ofrecerte, pero
permite que al menos borre con mi pobre velo las huellas que el sudor, la sangre y las lágrimas,
sobre todo las lágrimas que han dejado sobre tu divino rostro entorpeciendo tu vista y fatigando tú
aliento. (Se despoja del velo y enjuaga amorosamente el semblante de Jesús).
JESUS: Gracias, ¡Oh mujer! Mi rostro quedará impreso para siempre en tu corazón. (Sale
tras los soldados).
LA VERONICA: (Contemplando el velo, en el que ha lea gravado la santa paz). iEn mi corazón y
en mi velo quedará impresa la santa faz!
¡Oh, milagro! ¡Milagro! (murmullo de los judíos. Oscuro.)
EL SACERDOTE: Como el velo de la Verónica, así quiero tenerte, Jesús mío gravado para siempre
en mi corazón. (Padre nuestro, ave María. ¡Señor peque...!)
LOS FIELES: ¡Ten piedad y misericordia de mí!

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El Maye, Ixmiquilpan, Hgo.
SEPTIMA ESTACION: "JESUS CAE POR SEGUNDA VEZ"
(Al detenerse la comitiva de este nuevo escenario, otra vez Jesús cargando
con la cruz y espoleado por el verdugo y sube a él, seguido por los soldados y
el centurión. Jesús donde muestras de suprema fatiga, cae en tierra. El
verdugo alza el látigo y los soldados con espadas igual que todas las
estaciones quedan como en cuadro vivo.) (Oscuro).
EL SACERDOTE: Te adoramos Cristo y te bendecimos…
LOS FILES: Que por tu Santa Cruz redimiste al mundo.

EL SACERDOTE: Séptima estación: Jesús cae por segunda vez. (Pausa) Agotadas están sus
fuerzas y sin embargo ha de cumplirse el espantoso decidió tiene que llegar al Gólgota, Porque así
lo quiere sus asesinos.
EL VERDUGO: Levántate y anda. (Le golpean) ¿No fue eso o que le dijiste a aquel paralítico?
Obra en ti mismo el milagro Jesús Nazareno.
EL CENTURION: (Deteniendo el látigo.) ¿Quieres que no llegue al calvario? ¿Por qué no cesas
de atormentarle? Déjalo ya.
UN JUDIO: (Desde abajo) ¡No le hagas caso! ¡Dale con todas tus fuerzas! (subiendo y
entrando en el espacio iluminado.) Trae. Dame el látigo. Tú ya estas fatigado. Yo tornaré tu puesto.
(Enseñándose con el caído y pisoteándole sin piedad) ¡Verás corno le devuelvo las energías!
JUDIOS: (Desde abajo) Si, si pégale a él, así, así, escúpele; pisotéale la cabeza (Suben
unos cuantos y toman parte en la infame acción.) ¡Que se claven bien ondas las espinas de su
corona de rey! (Ríen y van. a maltratar a Jesús.)
EL CENTURION: (Apartándoles) ¡atrás! ¡Yo soy responsable de que llegue al lugar del suplicio!
¡Fuera! ¡Fuera todos! (Salen los judíos) ¡álzalo del suelo! (los soldados y el verdugo obedecen de
mala gana y todos desaparecen por el lado del escenario. Oscuro).

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OCTAVA ESTACIÓN: "JESUS CONSUELA A LAS PIADOSAS MUJERES"
(Llegan los dos soldados y el centurión, con el verdugo. Tras ellos Jesús con
la Cruz salen por el otro lado del escenario todos menos Jesús, al mismo
tiempo que un grupo de piadosas mujeres entran siguiéndole, ellas en actitud
doliente, y Jesús, y ellas contemplándole con inefable ternura, quedan
inmóviles).
EL SACERDOTE: Te adoramos Cristo y te bendecimos…
LOS FILES: Que por tu Santa Cruz redimiste al mundo.

EL SACERDOTE: Octava estación: Jesús consuela a las piadosas mujeres (Pausa) de entre los
gritos y las blasfemias que en infernal cortejo seguían al divino rey, siguió de pronto el amor de
lágrimas y gemidos. Jesús detuvo su penosa marcha, limpia pupilas en las que así le rendían
homenaje.
JESUS: ¡Hijas de Jerusalén! ¿Por qué lloran?
UNA MUJER: Di más bien por quien lloramos Nazareno.
OTRA MUJER: ¡Por ti, por ti lloramos! ¡Por el horrible suplicio que te espera! ¡A ti, que siempre
fuiste amigo de los pobres, de los enfermos, de los desvalidos!... ¡Por ti lloramos Jesús Nazareno!...
¡Por ti!
JESUS: ¡Hijas de Jerusalén! ¡No lloren por mí! ¡Lloren por ustedes y por sus hijos! Porque
vendrán días en que diga: dichosas las estériles y dichosos los vientres que no concibieron, y los
pechos que no dieron de mamar. Entonces gritaran los montes ¡"caiga sobre nosotros"! ¡Y a los
colados: sepultarnos! Después si con el árbol verde hacen esto, con el seco ¿Qué se hará? (Sale
Jesús, las mujeres meditan horrorizadas) (0scuro)
EL SACERDOTE: ¡Oh señor y dios mío! Que yo no sea árbol seco que alimente el fuego
inextinguible del infierno. Árbol verde quiero ser henchida de la divina sabia de tu gracia. Aunque
conmigo hagan lo que hicieron con tus enemigos, con tal de morir sin pecado, aceptare gustoso
hasta el último sacrificio. (Padre nuestro, ave María, y... ¡Señor peque...!)
LOS FIELES: ¡Ten piedad y misericordia de mi...!
EL SACERDOTE: Otra vez ¡Oh Jesús mío! Te desplomas bajo el peso de mis pecados. Siempre
prometo no caer y caigo dame tu fuerza para que pueda levantarme. (Padre nuestro, ave María, y...
¡Señor peque... !)
LOS FIELES: ¡Ten piedad y misericordia de mí!

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El Maye, Ixmiquilpan, Hgo.
NOVENA ESTACION: "JESUS CAE POR TERCERA VEZ"
(Llega la comitiva al Gólgota, ascienden por un sendero los soldados, el verdugo y Jesús con la cruz
y no hace ya ningún esfuerzo por levantarse).
EL SACERDOTE: Te adoramos Cristo y te bendecimos…

LOS FILES: Que por tu Santa Cruz redimiste al mundo.


EL SACERDOTE: Novena estación: Jesús cae por tercera vez. (Pausa) casi al término de este
doloroso camino de la. Cruz, subiendo la penosa cuesta del Gólgota, el divino maestro se desploma
en un total y supremo desfallecimiento. Tal es su postración, que sus verdugos piensas en un
anticipado y total desenlace.
EL VERDUGO: (hiriendo a Jesús con el látigo). ¡Vamos! ¡Arriba! ¡Un último esfuerzo que ya
casi llegamos la cumbre del calvario! ¡Simón! ¡Simón de cierne! (Simón Cirineo entra en el campo
iluminando) ¡Carga otra vez con la cruz y llévala al lugar señalado!
EL CENTURION: ¿No se mueve? Con qué le hayas matado, la Cruz va a sustentar la figura de
otro reo.
SOLDADO I: (Burlándose del Verdugo). Un reo tan semejante a ti como tu hermano gemelo.
EL CENTURION: Di, ¿se mueve?

EL VERDUGO: Alienta. todavía.


EL CENTURION: Eso te salva, ¡súbanlo entre todos! (Cogen brutalmente a Jesús, pero él se
desase suavemente y sube por la. vereda con la mirada perdida en el cielo). (Oscuro).
EL SACERDOTE: ¡Jesús mío! Tu divino cuerpo, en su total renunciamiento a la voluntad del padre,
se deja abatir y hallar por las plantas indiferentes de tus verdugos. A tanto se rebaja porque sabe
que ello depende de mí salvación. ¡Oh Cordero inmaculado! ¡Dame fuerzas para lavar tu Purísima
carne con el agua bendita de mis virtudes, y no mancharla más con el lodo infame del pecado!
(Padre nuestro, ave María y ¡señor peque...!)
LOS FIELES: ¡Ten piedad y misericordia de mí!

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El Maye, Ixmiquilpan, Hgo.
DECIMA ESTACIÓN: "JESUS DESPOJADO DE SUS VESTIDURAS"
(En la cumbre del monte calvario, Jesús entre los dos soldados. El centurión a un lado. El verdugo
toma la Cruz de manos del Cirineo. Los dos ladrones, ya crucificados, San Dimas a la derecha y
gestas a la izquierda del lugar en habrá de alcanzarse la Santa Cruz se retuercen cutre sus
ligaduras; los dos soldados rasgan la túnica de Jesús hasta la cintura y le muestra ahí llagado y
bañado en sangre a la consideración de los fieles).
EL SACERDOTE: Te adoramos Cristo y te bendecimos…
LOS FILES: Que por tu Santa Cruz redimiste al mundo.

EL SACERDOTE: Decima estación: Jesús despojado de sus vestiduras (pausa) como reo
despreciable, que no tiene derecho al decoro de un ropaje que oculta la intimidad de su carne a la
mirada de lodos, Jesús es desnudado brutalmente por los sayones.
SOLDADO 1: No tires tan fuerte del manto.

SOLDADO 2: ¿Por qué se le abren las llagas? ¿Es que un rudo legionario pueda ablandarse
por el sufrimiento ajeno como una débil mujer? Me asombras.
SOLDADO 1: ¿Crees qué abogo por el condenado? ¿Estás loco? Es el manto lo que importa,
vas a desgarrarlo, y yo lo quiero.
SOLDADO 2: Yo también, a mí me pertenece. (Suben al escenario dos soldados más).

SOLDADO 1: No he de cedértelo.
SOLDADO 3: ¿Qué habrás de ceder? Nosotros también queremos nuestra parte.
SOLDADO 4: Si, cuatro mantos puedo hacer con el mi espada. (Saca su espada y toma el
ropaje, dispuesto a partirlo)
SOLDADO 1: (Mostrando unos dados) Espera, echémoslo a la suerte, mis dados decidirán
por quien se inclina la fortuna.
SOLDADO 4: No, hagamos esto con la túnica. (Señala la que aún cubre a media la noble
figura del redentor). Es de finísimo lienzo y de una sola pieza. El manto, en cambio (lo desgarra) no
debe entrar en el sorteo. (Lo reparte y toma los dados del soldado 1) dame los dados.
EL CENTURION: (acercándose) Dejen eso ahora, tahúres impertinentes, ayuden al verdugo,
vamos, apresurémonos, tiempo tendrán luego.
SOLDADOS: ¡Sí! ¡Si", ¡Después de crucificarle! ¡Después de crucificarle! (Oscuro).

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DÉCIMA PRIMERA ESTACION. "JESUS CLAVADO EN LA CRUZ"
(En la cumbre del calvario; El verdugo con un martillo en alto, se dispone a descargar un golpe sobre
la mano de Jesús, que se supone tendido en la cruz colocada en el suelo y que no puede ser vista
por los fieles desde abajo. El centurión se aleja con olímpica indiferencia, dos soldados agachados
junto al verdugo, le ayuda a sujetar a la víctima, los otros dos soldados montan guardia bajo las
cruces de los ladrones).

EL SACERDOTE: Te adoramos Cristo y te bendecimos…


LOS FILES: Que por tu Santa Cruz redimiste al mundo.

EL SACERDOTE: Undécima estación: Jesús clavado en la cruz (Pausa) tendido mansamente


sobre el madero, extiendes generosamente tu mano derecha. Esa mano de multiplicar los panes,
de cambiar el agua en vino, de arrojar demonios, de sanar leprosos, ciegos, enfermos...; Esa mano
abierta cansada de bendecir a las multitudes y acariciar a los niños...; Esa mano, abierta como un
lirio de marfil, se ve de pronto traspasada por una enorme y agudísimo clavo.
(El verdugo baja el martillo y golpea en el primer clavo repetidas veces) con la divina sangre del
redentor, dañado el insensible leño, y el lirio en una encendida amapola de crispados pétalos. ¿Por
qué no gritas Jesús? ¿Por qué no te quejas? Quiero oír tu voz y en ella un acento de perdón. (El
verdugo cambia de lugar). Tu mano izquierda siente envidia de su hermana y también quiere ser
amapola. (El verdugo golpea y golpea). ¡Y tu sangre corre de nuevo! ¡Por mí, señor! ¡Por mí! ¡Otro
clavo está mordiendo tu divina carne! ¡Que mis lágrimas borren la huella de tu sangre en el madero!
¡Mis lágrimas de arrepentimiento, mis lágrimas de amor! (El verdugo cambia de postura, buscando
los pies del salvador). ¡Pero el sayón no descansa! ¡Quiere acabar su infame tarea! ¡Y busca tus
pies que corno dos palomas se posan blandamente en el tronco seco! (El verdugo levanta el martillo
y comienza a golpear). ¡Y martillen sin piedad! ¡Dos rosas de sangre brotan en el pecho inocente
de las dos palomas! ¡Espera verdugo! ¡Espera! ¡Aún hay tiempo! ¡Aun puedes librarte y librarnos de
la ignominia! ¡No sigas! ¡Mira que es Dios! ¡Nuestro Dios! ¡El único Dios verdadero! ¡Arráncale los
clavos...! (El verdugo sigue martillando). Pero no me escuchas. No puedes escucharme. El hijo del
hombre ha de morir, porque así, y solo así, viviré yo eternamente. ¡Acabas, odioso verdugo! ¡Acaba
de una vez no podré soportarlo, sin que mi corazón se haga pedazos! (El verdugo cesa de manillar).
¡Dos palomas se posaron en un árbol y ahora, solo son dos rosas muertas! (Oscuro).

EL SACERDOTE: ¡Oh mi adorado Jesús! Tu dijiste: "El hijo del hombre no tiene donde reclinar
su cabeza" y mira el lecho de los súbitos a preparado a su rey que va a morir. No, no es un blando
diván con almohadones de plumas y sabanas de encaje. ¡Es un frío y áspero madero! ¡Y te clavan
en el con tres clavos de infamia para ser tu agonía aún más horrible!
EL SASERDOTE: ¡Señor! Tú lo habías dicho: "Al que quiere quitarte la túnica, alargarle también
el manto". Y eso haces viéndote despojado de tal modo y expuesto así. ¡Dios mío! a la vergüenza
pública. Si tanto me amas que todo me lo ofreces, clame también la gracia de desnudarte de mis
pasiones y mostrarme a ti libre de las llagas del pecado.
(Padre nuestro, ave-María... ¡Señor peque...!)
LOS FIELES: ¡Ten piedad y misericordia de mí!

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DECIMA SEGUNDA ESTACIÓN: "JESUS MUERE EN LA CRUZ"
(La cruz del Señor alzada en medio de las otras dos, la Virgen a la derecha, y San Juan a la
izquierda, le contemplan en éxtasis. El centurión, más lejos, aguarda entre los soldados).
EL SACERDOTE: Te adoramos Cristo y te bendecimos…

LOS FILES: Que por tu Santa Cruz redimiste al mundo.


EL SACERDOTE: Doceava estación: Jesús muere en la cruz. (Alboroto entre los judíos, al pie
de la Gólgota).
UN JUDIO: ¡Eh, Jesús! ¿No querías salvar a todos? ¡Sálvate a ti mismo!
UNA MUJER: ¡Baja de la Cruz y Creeremos en ti! (Risas, y silbidos).

OTRO JUDIO: ¡Anda baja! ¿o prefieres que vayamos a ayudarte? (Más risas).
JESUS: ¡Padre perdónalos, que no saben lo que hacen!

GESTA: Tienen razón. ¿No eres tú el Cristo? pues sálvate y sálvanos a nosotros,
SAN DIMAS: (A gestas) ¡Calla! ¿Cómo no termes a Dios ni hallándote en el mismo suplicio?
Y nosotros, en verdad, en el estamos justamente, que pagamos la pena merecida por nuestros
delitos, pero él ningún mal ha hecho (a Jesús) ¡Señor, acuérdate de mi cuando llegues a tu reino!
JESUS: En verdad te digo que "Hoy estarás conmigo en el paraíso". (La Virgen y San
Juan Evangelista se acercan más todavía a la cruz. Jesús inclina la cabeza y mira a su santa madre)
"¡Madre: he ahí a tu hijo!" (mirando a san Juan). "¡Hijo, he ahí a tu madre!" (La virgen y san Juan se
abrazan. San Juan llora en el pecho de ella. Relámpagos y truenos, asombra y desconcierta entre
los judíos. Jesús con suprema angustia, mueve la cabeza), "Dios mío" "Dios mío" ¿Por qué me has
abandonado? (Nuevos relámpagos y truenos. Jesús abre la boca y jadea). "¡tengo Sed!" (El soldado
1 clava una esponja en la punta de su lanza y la empapa en una vasija que se allá en el suelo).
SOLDADO 2: ¿Qué vas a darle?
SOLDADO 1: Vinagre: posea.
SOLDADO 2: Alcánzale la vasija.

SOLDADO 1: (Acercando la punta de la lanza a los labios de Jesús). Con esto tendrá bastante.
Es nuestra bebida y puede faltarnos luego. (Va. hacia el centurión este y los dos soldados forman
un grupo expectante)
JESUS: “¡Todo esta consumado!” (En un esfuerzo agónico y exhalando un gran alarido).
“¡Padre en tus manos encomiendo mi espíritu!” (Inclina la cabeza y queda inmóvil).
EL SACERDOTE: ¡Ay, dolor de mi Dios escarnecido! ¡Clávenme a mí también en esa cruz, del
otro lado que mis gritos sean tan fuertes que apaguen el eco de sus divinos gemidos!
(Padre nuestro, ave-María... ¡Señor peque...!) -
-LOS FIELES: ¡Ten piedad y misericordia de mí!

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El Maye, Ixmiquilpan, Hgo.
DÉCIMA TERCERA ESTACIÓN: "JESUS EN BRAZOS DE SU MADRE"
(Los soldados bajan de las cruces a los dos ladrones. El centurión y un soldado, cerca de la cruz
del Señor, contemplan a este con admiración, más lejos, la Virgen, San Juan, José de Arimatea y
Nicodemus componen un afligido grupo).
EL SACERDOTE: Te adoramos Cristo y te bendecimos…

LOS FILES: Que por tu Santa Cruz redimiste al mundo.

El SACERDOTE: Décima tercera estación: Jesús en brazos de su madre (Pausa).


EL CENTURION: ¡Quebrarle las piernas! (los soldados dejan en el duelo a los ladrones, y allí
manipulan, fuera del ángulo visual de los fieles). ¡Llévalos a la fosa común son dos malhechores!
(Los soldados se llevan los cuerpos de los ladrones).
SOLDADO I: ¿Y qué aremos de él?

EL CENTURION: ¡Verdaderamente, este hombre era justo! ¡Este hombre era hijo de Dios!
SOLDADO 1: ¡Y que haremos de él!

EL CENTURION: Ve si ha muerto.

(El soldado 1, avanza y clava su lanza en el costado izquierdo de Jesús. De la llaga mana sangre y
agua. Hay un movimiento de angustia en el grupo de la Virgen, San Juan, Nicodeinus Y José de
Arimatea. Este es el último se acerca aproximándose al centurión).
JOSÉ ARIM: ¡No, le quiebres ningún hueso!

SOLDADO 1: (regresando junio al centurión). Ha muerto.


EL CENTURION: Entonces no es necesario. Bájenlo de la Cruz. Mañana es un sábado muy
solemne para los judíos y el gobernador ha dispuesto que termine hoy este odioso espectáculo.
SOLDADO 1: ¿A dónde lo llevaremos?
EL CENTURIÓN: A la fosa común no tiene amigos. (El soldado 1 arrima una escalera hacia la Cruz
y comienza a subir por ella).
JOSÉ DE ARIM: ¡Espera!

EL CENTURIÓN: ¿Quién eres tú, que así ordena a mis soldados?

JOSÉ DE ARIM: José de Arimatea, miembro del Sanedrín.

EL CENTURIÓN: Mis soldados no son Israelitas.


JOSÉ DE ARIM: El gobernador Poncio Pilato me ha dado licencia para recoger el cuerpo de Jesús
Nazareno. ¿No es cierto amigo Nicodemus?
NICODEMUS: José de Arimatea no miente, lo atestigua Nicodenius, miembro también de Sanedrín.

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EL CENTURIÓN: ¿Y dónde lo llevarás?
JOSÉ DE ARIM: En un huerto cercano, a cincuenta pasos de aquí, tengo un sepulcro nuevo,
donde, hasta hoy, nadie ha sido sepultado. Lo reservaba para mí, pero será para el maestro.

El CENTURION: ¿Quién le rendirá los últimos honores?

NICODEMUS: Cien libras de mirra y aloe traigo para embalsamar su cuerpo.

JOSÉ ARIM: Una pieza del más delicado lino tengo para su mortaja.

El CENTURIÓN: Hombres como ustedes merecían ser Romanos. (A los soldados que han
regresado de llevar los cuerpos de los dos ladrones). ¡Soldados! ¡Vámonos de aquí! ¡Nuestra
guardia ha terminado! (Se aleja al frente de ellos, pero vuelve, y en un arranque impulsivo besa los
pies del redentor, huyendo precipitadamente. José de Arimatea sube por las escaleras y ayudado
por Nicodemus, desclava a Jesús. Envolviéndole en el sudario le hace bajar hasta llegar a los brazos
de la virgen que, sentada a los pies de la cruz le recoge amorosamente en su regazo. San Juan
compone el grupo mirando a ambos con ternura y emoción infinita). (Oscuro).
EL SACERDOTE: ¡Oh María madre del mayor dolor! Con que alegría estrechaste contra tu cuerpo
a aquel divino niño que te nació en Belén. ¡Y ahora, después de tantos años, con que desgarradora
tristeza vuelves a sostenerle en tu regazo! ¡Tu hijo, la hermosura, la verdad y el bien perfecto, tu
hijo Muerto! ¡Muerto en la plenitud de la vida! ¡Muerto por los pecados del mundo! ¡Marial... ¡Por mis
pecados estas llorando! ¡Déjame llorar por ti, aunque mis lágrimas todas no valgan lo que una sola
tuya! (Padre nuestro, Ave María, Y... ¡Señor peque...!)
LOS FIELES: ¡Ten piedad y misericordia de mí!

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